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Saulo Matasanos

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Alejandro Acevedo

Alejandro Acevedo

PUNTO CARDINAL

¿Podemos hablar de una literatura quintanarroense? No lo creo, al menos no por el momento. Digo esto puesto a que participé con un grupo que presentó y documentó a diversos creadores literarios en el estado para una ponencia presentada en la FILEY, lo digo también como escritor, como editor y sobre todo como lector. Era un grupo bastante heterogéneo el que pudimos presenciar

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del mar Saulo Matasanos

para elaborar aquel pequeño documental, demasiado para encasillarlos a todos en un solo tipo, pero interesante porque representaba bien la falta de identidad social que se vive en Quintana Roo. Sin embargo, hay quien quiere imponer su criterio hablando de una literatura en específico.

Esa literatura naufraga, encalla y se pudre carcomida por el salitre en las playas de arena blanca. Se fosiliza, se vuelve nido de gaviotas. Ambientando el paraíso caribeño que tanto prometen el gobierno del estado y los grandes empresarios hoteleros. Poco a poco se vuelve un objeto de consumo turístico, una postal que bien podría enviar cualquier visitante hasta su país de origen para así colocarla en su oficina o en su refrigerador y mirarla todos los días antes de partir hacia su trabajo mucho mejor pagado que el nuestro.

Lo mismo podría ser una foto de Cancún o de Tulum, una artesanía con forma de pirámide maya, un poemario de esos que hablan de lo majestuoso del océano y

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“Rescatemos a nuestro favor las figuras de los medios y las editoriales independientes, que hoy por hoy son una realidad y hasta un mercado creciente.”

la arena, una de esas antologías de cuentos (que parecen todo menos cuentos) sobre las leyendas chetumaleñas o un cancionero popular con música para avivar el ambiente en cualquier marisquería local. Todas excelentes postales, pero todas: lugares comunes explotados hasta el cansancio, tan exprimidos que esperar algo de sustancia sería pura ingenuidad.

Sí, manifiesto mi aversión por cada cuento y cada poema de ese tipo, también me vomito en cada novela escrita por uno de esos encumbrados que reseñan un Playa del Carmen, que parece más un mal episodio de Miami Vice o una escena de Scarface y en esas novelas que hablan de un Chetumal concebido en el realismo mágico de sus familias pintorescas. ¡Ya basta! ¡Dejen de tratar a los lectores como niños bobos! A mí no me quieren dar referentes obligados y mucho menos que me quieran imponer el criterio de quien sabe quién.

No, no me lo tomen a mal. Reconozco a los grandes maestros, pero su manera de ver las cosas ya no es la manera de ver las cosas hoy en día y eso es lo que hay que rescatar: que el devenir del tiempo nos obliga a renovarnos, porque el relevo generacional llega con o sin voluntad de ello. El tiempo es el caballo sobre el que

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viaja la muerte blandiendo su guadaña.

Yo les pregunto ahora: ¿Entonces qué define a la literatura de Quintana Roo? A mi juicio, nada. Dejemos que todo lo concebido antes sea arrasado por un huracán y comencemos a replantearnos una escena nueva en donde contemplemos que hemos subsistido décadas sin apoyo institucional, sin becas, sin grandes premios literarios, sin una promoción literaria en la que intervenga una visión de Estado.

Rompamos con la literatura yucateca. En lo personal, tengo algunos amigos, escritores yucatecos, que son formidables poetas, pero no puedo decir lo mismo de sus narradores. Prefiero leer los folletos que reparten los testigos de Jehová, antes que leer uno de esos libros publicados en Ficticia. Lo mismo que con muchos coterráneos míos.

Rescatemos a nuestro favor las figuras de los medios y las editoriales independientes, que hoy por hoy son una realidad y hasta un mercado creciente. Además, llevamos una ventaja sin precedentes en eso de la marginalidad, porque todos sabemos que en un estado en donde el turismo sexual y la droga son los principales intereses, toda nuestra literatura termina por ser underground.

Pero no por ello abandonemos la crítica, que creo que tenemos que rescatarla como

PUNTO CARDINAL una parte fundamental de la literatura, como un acicate para todos los que queramos llevar un texto ante los ojos u oídos del público. Ya sea el público o la crítica especializada, no es algo de lo que podamos huir toda la vida.

También hay que romper con la meritocracia literaria. A mí me da lo mismo si fulano ganó trescientas veces el FONCA o perengano tiene setecientos premios, dejemos que la obra se sostenga por sí sola ante el criterio del lector más sagaz, como al del menos aguzado. Que los premios son buenos, pero no lo son todo. Bien lo dicen los verdaderamente grandes como Vargas Llosa o el difunto Piglia, que a ellos los premios les dan absolutamente lo mismo.

Por último, lo más relevante, habría que preguntarnos ¿qué es más importante? ¿Hacer literatura local o hacer literatura?

Saulo Matasanos

(Chetumal). Director y editor de la editorial Gazapo. Colabora en el fanzine Letrina.

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