En la cumbre Sideresense

En la cumbre siderense PoesĂ­as, cuentos y microrrelatos

Luis Gabriel Restrepo MejĂ­a

Luis Gabriel Restrepo Mejia

EN LA CUMBRE SIDERESENSE Cuentos, poesías y microrrelatos

Luis Gabriel Restrepo Mejía

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En la Cumbre Siderense

Primera Edicón 1000 ejemplares Diseñador: idea origianal: Fotografia :

Editorial Global Luis Gabriel Restrepo Mejia Luis Gabriel Restrepo Mejia

ISBN 978-958-44-7722-4 Impreso en Editorial Global Medellín -Colombia

Ningún aparte de esta publicación, diseño y contenido, se pueden reproducir, almacenar o trasmitir en manera alguna ni por ningún medio electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopias, sin permiso previo del autor.

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Luis Gabriel Restrepo Mejia

EN LA CUMBRE SIDERESENSE Cuentos, poesías y microrrelatos

Luis Gabriel Restrepo Mejía

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En la Cumbre Siderense

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Luis Gabriel Restrepo Mejia

DEDICATORIA Dedico mi segunda obra literaria, en primer lugar, al Supremo Artesano de la Vida como un acto de gratitud porque me sigue dando licencia para tomar la pluma y plasmar mis ideas, quizás carentes de sentido, en la superficie vacía de algún trozo de papel; por permitirme despertar cada mañana para contemplar a través de la ventana la majestuosidad y la profundidad del lienzo que pintó en el horizonte, justo al frente de mis ojos.

En segundo lugar, a mi madre, a mi padre –allá en esa dimensión desconocida–, a mi esposa, a mis hijos y a todos esos seres queridos que me rodean y se convierten en el bastión que sustenta mi transitorio divagar por la existencia.

Finalmente, a todos esos soñadores que aún ven la literatura y la poesía como una luz al final del túnel y continúan añorando una convivencia en la que los hombres coexistan armónicamente con su especie y con las demás criaturas y elementos que hacen parte de este vasto universo que nos acoge en su seno.

El autor.

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En la Cumbre Siderense

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Contenido DEDICATORIA 5 PRÓLOGO 13 POESÍAS 15 EN LA CUMBRE SIDERENSE

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A MI NOVIA ETILIA 18 A UNA MUJER POLICÍA

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NO TE VAYAS AÚN 20 APOCALIPSIS 21 AUSENCIA 23 CATALINA, CATALINA 24 DECLARACIÓN PÚBLICA 26 EL METRO DE MEDELLÍN

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ESTIRPE DE ANACONAS 32 ¡FELICITACIONES, PADRINOS! 35 MADRE TIERRA ESTÁ PREÑADA

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MI NENA 38 IDENTIDAD 41 PLEGARIA “CHINCA” 42 SOMOS DOS 45 TE HICISTE LLAMAR POETA

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TODO EN MI CAMBIASTE

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UN MATABURRO PRIMERO

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LOS POETAS NUNCA MUEREN

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UN PLAGIO PARA MI PATRIA

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PESADILLA 62 DESAZÓN SEMÁNTICA 63 ¿CUÁL ES TU PRECIO? 65 CUENTOS 75 EL TRUCO FALLIDO 76 LAS ILUSIONES DEL GUSANO CHERRY

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EL DIARIO DE LA HERMANDAD

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EL NACIMIENTO DE CHUCHO

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HALITOSIS, UNA CIUDAD DELICIOSAMENTE NAUSEABUNDA 83 EL GRAN HOGAR 88 LA SOMBRA DE “LA LUZ”

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MICRORRELATOS 101 GRATITUD LUPINA 102 AGUDEZA AUDITIVA 102 AUTOESTIMA 102 DESILUSIÓN ORDINAL 102 VENTANAJE 102 9

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LA ELEGIDA 103 ANACRONISMO 103 FALTA DE ASISTENCIA 103 VERACIDAD 104 LA ESPERANZA DE TÁNATOS

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LUGAR OCUPADO 104

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PRĂ“LOGO

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POESĂ?AS

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EN LA CUMBRE SIDERENSE Al municipio de La Estrella, Antioquia que me acogió como su hijo adoptivo

En la cumbre siderense se divisa el arrebol y la frígida neblina en los límites del sol.

Se ve un espectro volar, cristalino como el aire, por el fértil Romeral sus colinas y sus valles; se zambulle en la frescura de la pureza infinita del fondo de la laguna y se funde con sus ninfas.

En la cumbre siderense se respira el aire fresco, se percibe la heredad que dejaron los ancestros.

Espíritus de Anaconas van meciéndose en los vientos y en el eco de las hachas que doblegaron los cerros.

Cimbra el silbo del abuelo que por el camino real asciende hasta el firmamento con una recua de mulas, 16

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el zurriago y el sombrero; con el tabaco en la boca, el carriel y su yesquero.

En la cumbre siderense se divisan los viajeros por el camino de piedra con sus fardos paneleros; llevan oro, traen sal, el producto montañero, cuesta arriba cuesta abajo hormiguean los arrieros.

En las noches más oscuras se perfilan transparentes, bajo la luz de la luna, fantasmas de tiempos idos arañando los tesoros que yacían escondidos bajo la piedra de oro.

En la cumbre siderense dicen que aún serpentea una luz como un cometa que ilumina las aldeas; cuentan que es una hechicera que busca una chimenea donde se enredó la escoba que de nave le sirviera.

En la cumbre siderense no se han muerto los recuerdos de las manos que en el fique 17

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encontraron el sustento, para hombres y mujeres que anduvieron por el pueblo en épocas que la piedra aún superaba al cemento.

En la cumbre siderense, envueltos en un ciclón, resuenan miles de arpegios que en el Festival de Ancón hipnotizaron a quienes viajaron en la ilusión de una música que entonces anunciaba rebelión, de una juventud distinta que animaba al corazón a palpitar libertades sin asomos de temor y a gritar sin miramientos: viva la revolución.

En la cumbre siderense tañen lamentos arcanos de los muertos que a los vivos quieren tenderle su mano.

Y en noches de plenilunio se escucha la melodía del canto del alfarero de antaño en la ferrería.

Y perduran los rosarios de las abuelas antiguas que diariamente imploraban los milagros de La Chinca.

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A MI NOVIA ETILIA A una mujer “transparente y ardiente”.

Si ya te estreché en mis brazos, también te besé en la boca, me fundí con ansias locas en la red de tus abrazos, entonces, ¿qué me reclamas mirándome de soslayo?

Después de amarte me callo…

No me importa si aún me amas.

Tu amor jamás me convino porque mi sed no se aplaca… mejor seguiré el camino.

Quedó mi sangre caliente y la molesta resaca, mi botella de aguardiente.

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A UNA MUJER POLICÍA Hadas verdes de un cuento llamado Colombia.

A UNA MUJER POLICÍA Una heroína sin par, Nunca verás claudicar Aunque enfrente la ironía.

Mientras te tienda la mano Ungida con su servicio Jamás habrá un precipicio En el pueblo colombiano.

Reinará la paz soñada Por su gesta tesonera Ondeará mi bandera Libre, altiva… enarbolada.

Infinita luz del día Con su esbelta brillantez; Infunde Dios sensatez A UNA MUJER POLICÍA

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NO TE VAYAS AÚN Abuelita Jesús: aún continúas entre nosotros.

Aquí estamos, abuelita, Blanco copo de algodón Un dolor insoportable nos palpita En mitad del corazón.

Linda y tierna viejecita Inclinada con fervor Tantas noches en la ermita, Ante Dios en oración, No podrán pasar en vano O perderse sin razón.

Tú nos das sabiduría Eres fuente inagotable de candor Vas colmando de ternura A los tuyos con amor.

Ya verás que el Padre Santo Abrirá su corazón Sentiremos otra vez esas caricias Anhelante gesto noble de tu amor Uniremos nuevamente nuestras manos No te vayas, abuelita, por favor.

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APOCALIPSIS … Y las Torres Gemelas cayeron.

Perdóname, Dios del cielo, que me acerque hasta tu reino, porque en verdad me preocupa lo que ha estado sucediendo: he visto estrellas brillantes que iluminan el espacio, luces que no corresponden al resplandor de tus astros.

La gente mira hacia el cielo y queda desconcertada Pero no por la pureza ni el fuego de tu mirada.

Sé que está muy ocupado contando nuestros pecados, ni tus ángeles más sabios tanto mal han calculado; pero no pude aguantarme y entré sin ser invitado para contarte las cosas que allá en la tierra pasaron.

Se derrumban los imperios ante el accionar del fuego y caen los inocentes 22

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por la llama del desierto; cómo víboras se escurren entre grietas y senderos los malvados que propician este oscurecer eterno.

Descarga tu luz divina, entra en cada corazón, no permitas que se oprima el clic de la destrucción.

Que alumbren el firmamento solo tu luna y tu sol y que invadan los espacios bombarderos de perdón.

Perdóname, Dios del Cielo, por andarte importunando pero no quiero que el mundo, se nos siga derrumbando.

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AUSENCIA Bendita ausencia que me das tranquilidad…

Maldita ausencia que me das temeridad.

Del bosque la soledad aún retengo en mi memoria; de tu cuerpo la humedad fue mi boleto a la gloria.

Gotas de sangre rocío inundaron el paisaje…

Y la sal de tu sudor fue un exótico brebaje.

El otoño de tu ausencia aniquiló mi esperanza; hoy como una fiera mansa floto en esta oscuridad, busco poder olvidar tus caricias de hojarasca.

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CATALINA, CATALINA Catalina, preciosa: eres un torrente de amor.

Catalina, Catalina, ¿a dónde vas con tu sonrisa?

Catalina, Catalina, ¿a dónde corres tan a prisa? Ángel puro cobijado con tu piel de niña, tu mirada trasparente que enternece y acaricia nos abriga con su luz y nos envuelve en alegría.

Catalina, Catalina columpiándote en la luna cantas, bailas y planeas las más tiernas pilatunas…

Catalina, Catalina, querendona y expresiva, Catalina, Catalina cantadora y bailarina.

Tu voz suave como brisa, tus ojitos que hipnotizan, tus dibujos entramados 25

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entre líneas coloridas, con expresiones de amor que en tu corazón palpitan…

Catalina, Catalina, dulce niña, linda flor, manantial de donde brotan el cariño y candor

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DECLARACIÓN PÚBLICA Hay que salir del clóset.

En este mundo revuelto

entre albures e ironías, en este ambiente reinante de vileza y felonías he decidido gritar un secreto a cuatro vientos.

Espero que mis vocablos no hieran sus sentimientos ni la objeción de conciencia… ni la libertad de culto.

No busco en mi confesión perdón, olvido e indulto ni un collage de pensamientos ni un performance de criterios.

No quiero que la verdad repose en los cementerios.

Prepárense los presentes para escuchar sin prejuicio el tapujo que me ahoga y me avienta al precipicio.

Si usted me ve por la calle al cruzar por una acera quizás atine a afirmar: ese es un tipo cualquiera.

Jamás podrá imaginar que llevo en mi soledad 27

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una inclinación oculta que guardo en mi intimidad.

Tengo hijos, tengo esposa y una plena identidad; cuento con mi religión, profesión y vecindad.

Tengo como todo el mundo mi deber y algún derecho y, entre sístoles y diástoles, un corazón en el pecho.

Pero debo sincerarme con todo aquel que me escucha, pues callar mi testimonio me impide seguir la lucha. ¡Uf! Voy a respirar profundo para poder referir la realidad escondida que les quiero compartir: a las preciosas mujeres las amo a todas con creces… pero debo confesar una… cien… quinientas veces que es hora de proclamar en este verse profano que hoy he salido del clóset y ante ustedes sin dobleces he venido a declararme abiertamente… lesbiano.

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EL METRO DE MEDELLÍN Hay ciudades que solo están a unos cuantos metros de mejorar su movilidad.

El metro de Medellín como un reptil gigantesco serpentea ágil y fresco por este valle sin fin.

De la ciudad el confín alcanza en unos minutos; se ve fuerte y resoluto recorrer El Aburrá y aquí permanecerá forjando su dulce fruto.

Sobre este suelo antioqueño El metro de Medellín juguetea cual delfín que surca el mar con empeño.

Todo empezó con el sueño del paisa y de su heredad, quien con su tenacidad, con su esfuerzo y esperanza demostró arrojo y templanza al tornarlo en realidad.

Entre mujeres y flores del más frondoso jardín El metro de Medellín 29

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lleva rimas y fulgores que tejen los trovadores con sus versos inspirados en los paisajes brotados del numen del creador, que hizo al paisa morador del edén imaginado.

La gente con su trajín pulula en las estaciones, aborda con emociones El metro de Medellín y se dibuja el mohín en el rostro de los niños; sus mejillas de mortiños inspiran serenidad, pureza, felicidad, risas, mimos y cariños.

Con música de clarín empuña su noble cetro, vive “la cultura metro”, su más sólido fortín; El metro de Medellín vino a bañarse de gloria, urdiendo para la historia aroma de cafeteros y lienzos de silleteros que atesora en su memoria De norte a sur con donaire, va en explanada o en loma; 30

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de este a oeste se asoma por el suelo o por el aire.

No se merece un desaire El metro de Medellín, pues del confort es afín para el pobre, el hacendado, el sabio o el iletrado, el triste o el cantarín.

En este verso emotivo se plantea la inquietud de expresar la gratitud, hilando un canto efusivo: viva el transporte masivo que en Antioquia es Paladín, El metro de Medellín que recorre la pradera de la “eterna primavera”, como el más brioso rocín.

Quien quiera soñar despierto, sentir al viento reír, a las estrellas subir y oír del cielo un concierto; ver flores en el desierto, o en la inmensidad del mar tan solo debe abordar El metro de Medellín y sentirá que, ¡por fin! sin alas puede volar Como verde enredadera va extendiendo sus ramales, 31

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afloran los manantiales que forjan la nueva era; la innovación venidera de ciudad universal de un pueblo primaveral radiante cual serafín; El metro de Medellín es un coloso inmortal.

Seguridad y progreso, rapidez, tranquilidad, amplitud, seguridad comodidad y embeleso -a la ida o al regresoes un completo festín que porta en su maletín el más virtuoso viajero… el más noble caballero: El metro de Medellín

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ESTIRPE DE ANACONAS Revive, Anacona, que el sur aún es tuyo.

Por la maraña de boscajes cenagosos un indiecito anacona resbalaba, con el cielo arrebolado en sus mejillas y un racimo de mortiños en su aljaba.

Jugueteó con cachorros de armadillos, de cusumbos y también de guaguas y al final de la pendiente, en la cañada, la quebrada le ofreció sus frescas aguas.

Eran muy diferentes esos tiempos, puro el aire, mucho verde en la alameda; y de hallazgos y de inventos en el mundo solo el fuego con la imprenta y con la rueda; pero al seno del naciente caserío ni las letras, ni motores, ni pistones… solo lumbre en las antorchas de la aldea y las brasas en los rústicos fogones.

El smog era un extraño para el valle, polución, la forastera de esta tierra; el vergel, las mariposas y las aves impregnaban de color toda la sierra.

Era música celeste para el indio el susurro de los vientos sosegados, mientras él cultivaba sus parcelas y entregaba a los dioses sus recados.

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El chiquitín con su carita empantanada recordaba esa noche tan confusa que a la vera de cristal del río Aná llegaron hombres con su cara de lechuza y empuñando una espada entre sus manos arrasaron sin piedad su humilde choza, anegaron de terror, de sangre y pena una casta que hasta ayer era dichosa.

Combatieron con valía pero en vano… el embate del foráneo fue bestial; desplazados, escaparon hacia el sur y encontraron del edén un ventanal.

Yamesíes y Alarifes allí estaban…

La provincia dejó escuchar su voz: ¡de Anaconas es el pueblo! –aseguraba– Don Francisco Carrillo de Albornoz.

Continuaba el niño indio ensimismado, su mirada se perdió en la inmensidad, los cocuyos le avisaron de repente que la noche lo vistió de oscuridad.

Qué profundo y abisal el firmamento y la luna tan brillante, cual centella, le enseñó con sus visos en las aguas la figura dorada de una estrella.

Entre sus brazos la tomó y allá en la tribu a sus padres les decía: está muy bella; por la joya que encontró, su nuevo hogar se llamó Nuestra señora de La Estrella.

Pasó el tiempo y el poblado fue creciendo como un lienzo en la montaña, siempre vivo, 34

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la fusi贸n inquebrantable que los dioses alearon con hispanos y nativos.

Hoy sus hijos nos llamamos siderenses y orgullosos de vivir en esta zona en el pecho llevamos una estrella y en la sangre, la estirpe de anaconas.

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¡FELICITACIONES, PADRINOS! Memorias de un amor eterno. A Germán y Lilia en sus sesenta años de matrimonio

Gracias, Señor por mantenerlos Enarbolando el blasón de la humildad, Rendidos ambos en amor eterno, Mirando juntos hacia la inmensidad.

Aunque espinas en la vida se encontraron Nunca evadieron la senda del perdón Y ya con creces la paga disfrutaron Libando el néctar del ensueño y la ilusión.

Integraron su esfuerzo perfilando La familia, el futuro, la unidad; Incluyendo El Rosario fueron guiando A los suyos por el bien y la verdad.

Un perenne “compartir” han sido ellos, Nunca olvidan que siguen siendo dos Aunque blancos se han tornado sus cabellos Más se abrazan y se aferran a su Dios.

Oh, magnánimo Artesano de la Vida, Rey Supremo, escucha atento este pregón:

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En Germán y su Lilia tan querida Tienes todo un testimonio de oración; Ellos nunca dieron paso al desengaño Reinando están en tu paz y tu favor; Nuestro anhelo es que sigan muchos años Ondeando las banderas del amor.

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MADRE TIERRA ESTÁ PREÑADA En este mundo hay algo que huele mal.

¡Qué pena!, que estoy preñada de seres tan inclementes, de la sangre de inocentes… y de savia derramada.

Mi vientre ya se lamenta por haber parido gente, el estiércol maloliente que se envolvió en mi placenta.

Es una raza malvada que se pudre en su pantano como escoria de la nada.

Llevo un engendro malsano, nuevamente estoy preñada y el feto se llama… humano.

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MI NENA … Y nada pasó… Ah, sí…

Pasaron los años...

¿Por qué te afliges, hermanita?

Ya no estés triste, muñequita.

Si más pareces un ciclón de lágrimas que una frágil margarita. ¿Por qué sufres? ¿No respondes? ¿O es que en tu hermano mayor ya no confías? Ábreme tu corazón, dime tus cuitas.

Si me parece que fue ayer cuando viniste al mundo colmando de esperanzas aquel hogar humilde perdido en lejanías.

Mi madre entre sus brazos te acunaba cual tesoro; mi padre con orgullo contaba a sus amigos: por fin llegó mi nena, riqueza inapreciada que vale más que el oro.

Y mis dos hermanitos que a diario se peleaban tan sólo sonreían mirándote en la cuna y no cazaban ranas a la luz de la luna 39

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ni grillos en los prados ni pájaros dormidos porque un llanto como acorde perdido, milagro de la noche, llegó a nuestros oídos.

Mejillas rosaditas con cabellera de oro, mirada angelical, manitas de azahares, sonrisa entre cantares, pureza celestial.

Y qué rápido creciste, mi hermanita y qué pronto te hiciste señorita.

Los chicos te lanzaban su miradas y otra vez se sonrosaban tus mejillas.

Maduraste como el trigo y como el trigo germinaba tu semilla.

Hoy que regreso, cargado de otoños y quimeras, me encuentro de frente con tus ojos y descubro entre lágrimas y abrojos que eres toda una mujer en primavera...

Y esas perlas que ruedan por tu rostro me gritan que padeces una pena; una pena que entristece tu existencia y te ahoga hasta el alma y te envenena.

Vamos, dime qué te pasa que no hay nada tan grave en este mundo que sosegar no pueda la Divina Providencia. ¿Por que sufres? ¿No respondes?

Levanta tu carita y cuéntame una a una tus dolencias... _ Sí. _ Cómo no. _ No te preocupes. _ Respira profundo, muñequita. _ Espérate seco tus mejillas. _ Continúa.

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Abrázate a mi pecho.

Desahógate, hermanita, tranquilízate mi nena. ¿Y tú le amas?

No te aflijas que no vale la pena; permite germinar entre tu vientre esa semilla que engendraste con amor.

Vamos, mi nena, sé valiente, que a canallas como aquel la vida misma se encarga de cobrar sus tiranías y lo arrastra por el fango del abismo tornando su existencia en ruin y amarga. ¡Qué cobarde! ¡Cómo pudo abusar de tu inocencia!

Y atreverse a negarlo con descaro.

Ven, mi nena.

Quiero ver que sonrías nuevamente...

Hablaré con nuestros padres; lucharé contra sus celos.

Ya verás cómo comprenden y en cuestión de meses los verás convertirse en magníficos abuelos y habrá regocijo en nuestras vidas y en familia estaremos reunidos, como aquella hermosa fecha cuando un llanto de niña como acorde perdido, milagro de la noche, llegó a nuestros oídos.

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IDENTIDAD Naturaleza humana.

Somos carro単a disfrazada de humanos y seremos devorados por buitres disfrazados de gusanos.

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PLEGARIA “CHINCA” A la Patrona Siderense..

Mis congojas te confieso sin apuros ni ansiedad: que jamás la mezquindad del yerro me vuelva preso. me refugiaré en el rezo diario del santo rosario también de tu novenario que me prodiga blindaje contra el funesto bagaje del enemigo falsario.

Tu pureza consagrada me inunda el pecho de luz, siento la paz de Jesús y te imagino postrada a sus pies ante la cruz.

Virgen madre inmaculada con el alma traspasada del más punzante dolor, pero de infinito amor reflejado en tu mirada.

En tus brazos la criatura va coronada de gloria, porque cambiará la historia 43

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de la humanidad impura; su insoportable tortura resistirás con desvelo y llorarás sin consuelo; mas será solo el inicio del doloroso suplicio que vivió el que está en el cielo.

Yo soy un pobre mortal que hoy te dedica su canto, cobíjame con tu manto, dulce abrigo celestial que me protege del mal cuando el temporal aumenta y la tentación intenta alejarme del camino; sé tú mi amparo divino mi refugio en la tormenta.

Si me llevas de tu mano no temeré al precipicio, jamás me hundiré en el vicio ni caeré en el pantano como pecador profano.

Seré como el centinela que en la oscura noche vela con pasión y sentimiento; yo guardaré el mandamiento que tu dulzura revela.

Y si cayera al vacío -porque soy de humana hechura44

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buscaría tu figura con ansia y con desvarío, te imploraría con brío que me abrieras tu santuario para repetirte a diario, con versos y avemarías, que el abismo enfrentaría prendido a tu escapulario.

A los míos te encomiendo y a mis demás semejantes; espero que me levantes si me voy desvaneciendo. mi vida se va extinguiendo y algún día acabará y mi alma se elevará lentamente, paso a paso, y tendrá tu santo abrazo, Virgen de Chiquinquirá

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SOMOS DOS ¿Fuimos… somos… seremos?

Somos dos con distintos ideales, diferentes en la forma de pensar; tú creciste entre los rojos cafetales, yo entre el verde del pomar y el encinar.

A ti, Dios te colmó de gran belleza, de ternura, de candor y ensoñación; a mí, Dios me colmó de fortaleza, de rudeza, de fe y de inspiración.

Pero un día nuestras vidas se cruzaron, nuestras manos se enlazaron y al final nos miramos y ahogamos nuestra voz; nos besamos tiernamente y sonreímos y, aunque en todo diferente, comprendimos que es hermoso vivir si somos dos.

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TE HICISTE LLAMAR POETA ¿Quién es el poeta?

Te hiciste llamar poeta porque una noche muy bella, describiste la grandeza que se esconde en cada ESTRELLA. Con tus versos imponentes y con tu voz arrogante escogiste en los luceros el más lejano y brillante, prometiéndolo en ofrenda para alagar a tu amante.

Te hiciste llamar poeta porque supiste apreciar los prismas y los reflejos de la inmensidad del MAR. Porque lo viste impetuoso, furibundo y combativo; ardiente para el amor, sereno, impávido, altivo y ponderaste su alcurnia con salados adjetivos.

Te hiciste llamar poeta porque viste en la MUJER el fresco oasis que un día 47

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calmó tu sed de placer.

Cuando libaste en su cuerpo la ambrosía dulce y pura la convertiste en objeto de hedonismo y de lujuria ignorando que su alma es un edén de dulzura.

Te hiciste llamar poeta porque atrapaste PALABRAS para que ornaran tus versos con vítores y alabanzas.

Tu léxico disfrazaste para encubrir a ultranza la pobreza de tu lengua y aparentar la privanza de términos sin sentido paridos por tu garganta.

Te hiciste llamar poeta porque rogaste a tu DIOS delicadeza en la pluma, sonoridad en la voz.

Hasta juraste en su nombre prometiste en su honor infinidad de imposibles para hallar la precisión de tu rima mustia y yerma, carente de inspiración.

Te hiciste llamar poeta por pintar tu poquedad 48

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con el trueno y con el rayo, hijos de la TEMPESTAD. Por describir un destello, por narrar la oscuridad, por contagiar en tus coplas el gris de tu soledad y erizar la piel del maula que escuchó tu vaguedad.

Te hiciste llamar poeta por tu astucia y tu “proeza” para copiar los poemas que hay en la NATURALEZA. Como parásita planta te nutriste de su savia y presumiste de hazañas, si revelabas su rabia por la destrucción que el hombre le propinó a sus entrañas.

Te hiciste llamar poeta por dedicarle al AMOR, un millar de poesías rebosantes de loor.

Creíste que eras la fuente de tu verso encantador, te auto definiste dueño de tu numen soñador, pero la vil felonía se alojó en tu corazón.

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Te hiciste llamar poeta porque adulaste a las FLORES, exaltando sus aromas y elogiando sus colores.

Te adueñaste del perfume, te robaste sus rubores, con los que hurtaste los besos de idílicos corazones; pero cortaste su tallo…

Mataste sus esplendores. ¿Poeta tú, poeta yo? ¿Por tu canto a las ESTRELLAS? Poeta el que en siete días la existencia recreó, sin pincel, sin carboncillos en la nada se inspiró y un universo de estrellas en un santiamén pintó. ¿Poeta tú, poeta yo? ¿Por un poema a la MAR? Poeta el viento que pudo al océano doblegar cuando al soplar con su aliento, formando un gran temporal, tiñó sus aguas de rojo y puso el mar a temblar. ¿Poeta tú, poeta yo? ¿Por trovarle a una MUJER? Poeta el que con sus manos pudo hacerla estremecer y en noches de primavera halló la fecundidad que se esconde en la humedad del cuerpo de una mujer. ¿Poeta tú, poeta yo? ¿Por rebuscar mil PALABRAS? 50

En la Cumbre Siderense

Poeta entonces la aurora, el cielo y la oscuridad que sin verbos ni adjetivos, sin palabra pronunciar hacen de versos derroche, y de cánticos, raudal. ¿Poeta tú, poeta yo? ¿Por invocar a tu DIOS? Poeta el que aun muriendo no vio la vicisitud y se apoyó en la deidad sin pedirle fortitud solo para declararle infinita gratitud. ¿Poeta tú, poeta yo? ¿Por narrar la TEMPESTAD? Poeta el tiempo altanero que después del vendaval impulsa su minutero que apunta a la eternidad; no le asusta el cataclismo ni en la fría tempestad ¿Poeta tú, poeta yo? ¿Por ver la NATURALEZA? Poeta el sol que al nacer un amanecer se inventa y la luna que dispara sus rayos como saeta para que atrape su lumbre quien se hace llamar poeta. ¿Poeta tú, poeta yo? ¿Por una oda al AMOR? Poeta aquella que un día pariendo con gran dolor te trajo al mundo sangrando, revestida de candor, escribiendo una rapsodia con el verdadero AMOR. ¿Poeta tú, poeta yo? ¿Por un mosaico de FLORES? Poeta es una criatura que los jardines recorre y de vergel en vergel teje un canto con su polen para lograr que los valles estén preñados de flores. ¿Poeta tú? ¿Poeta yo?

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TODO EN MI CAMBIASTE Cambio y reacción: inseparables.

Tú llegaste en el momento más incierto sosegando mi amarga tempestad, reviviste un amor que estaba muerto y saciaste mi sed con tu beldad.

El invierno tornaste en primavera con tu risa, con tu voz, con tu mirar; ya no vivo de esperanzas ni quimeras eres tú mi reinante realidad Fuiste sangre corriendo por mis venas, fuiste el hada que vino a transformar mi desierto en fragante manantial.

Como nubes del mismo firmamento, como espigas en un mismo trigal no estaremos separados nunca más.

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UN MATABURRO PRIMERO Gracias, don William, por contarme la historia Del viagra antioqueño.

UN MATABURRO PRIMERO, antes de empezar el día me mantiene la bujía igual que un burro leñero.

No queda sino el polvero por donde voy caminando todas se quedan mirando este precioso ejemplar no hacen sino preguntar ¿papito, qué estás tomando?

Si supieran de mi actuar: UN MATABURRO PRIMERO me hace sentir altanero jamás me hago de rogar.

Diariamente en el billar encuentro la vitamina ya le respondo a marina, a Gilma y a Teresita, y hasta me encimo a Rosita a Karla y a catalina.

Si antes andaba apenado ya soy caballo cerrero 53

Luis Gabriel Restrepo Mejia

UN MATABURRO PRIMERO fue el elíxir acertado, me mantengo preparado, listo para las faenas, recibo blancas, morenas, gordas, chaparras, bajitas feas, gomelas, bonitas solteras, viudas y ajenas.

Un pajarito afrechero parecía mi aparato, me sentía un mojigato; UN MATABURRO PRIMERO me hizo volver caballero y ahora es tanto mi agite que a toda la que me invite le voy cumpliendo con creces, una… dos… tres… cuatro veces: el caballero repite.

Hoy quiero ser muy sincero ya estaba desesperado de aquello no había probado más o menos desde enero.

UN MATABURRO PRIMERO cambió mi forma de ser; me monto al anochecer y sigo hasta media noche, “cabalgando” con derroche me llega el amanecer.

Yo decía en forma franca: 54

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ya mi soga no me alcanza ni para una yegua mansa ni una mula cojitranca y menos pa´ una potranca.

UN MATABURRO PRIMERO me mandó para el potrero y me dio tanto poder que solo debo escoger la yegua y el bramadero.

Hormigas culonas, ¡no ¡ la chuchuguaza tampoco, pescado, ni agua de coco mariscos ni borojó; el viagra no funcionó hubo un milagro certero: UN MATABURRO PRIMERO me mantiene alebrestado vivo más encalambrado que brazo de limosnero.

Ahora como a la carta también pido a domicilio; yo se lo aconsejo, Emilio, que su plata no reparta, si quiere volver con Marta y complacerla en el lecho no renuncie a su derecho: UN MATABURRO PRIMERO tan barato y duradero y a tirar feliz y arrecho.

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Yo que tengo mi experiencia ahora puedo decir: disfrute del buen vivir, ser feliz no tiene ciencia.

Viva siempre con paciencia, sea muy noble y honrado, nunca incumpla lo pactado y cuando esté de rumbero UN MATABURRO PRIMERO y vivirá realizado.

El mataburro es de fama su energía le acrecienta y hasta viejitos de ochenta los resucita en la cama. también lo toma la dama para encender su yesquero en medio del candelero; apréndase ya la norma: si quiere vivir en forma: UN MATABURRO PRIMERO.

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LOS POETAS NUNCA MUEREN ¿Aura… o las violetas?

Benditos los poetas que se mueren porque nunca mueren.

Benditos sus versos que se alejan porque están presentes.

Benditas sus palabras que perduran cuando en el viento se mecen. ¿A dónde se marchan los poetas más allá del universo si persiste su presencia en los vivos pensamientos?

Los poetas nunca mueren, son perpetuos…

Simplemente reencarnan en un verso o transmutan su materia en un lucero.

Ser poeta es confundirse con la esencia de lo etéreo para gritarle al que mata el augusto sentimiento que un poema es un escudo que trasciende hasta lo eterno y que el poeta se duerme pero jamás está muerto.

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UN PLAGIO PARA MI PATRIA Hurtar un verso para Colombia, tiene sus atenuantes.

Quise escribirle a Colombia con elocuencia sentida una oda, una prosa… un verso, un canto… una poesía.

Evoqué con suma urgencia a Clío, Erato y Talía, mis tres musas consentidas, que huyeron de mi presencia uniéndose a una bandada de pléyades fugitivas.

La pluma en mi mano diestra se mostraba retraída y me obligaba a pensar en un plagio fratricida.

Miré en todas direcciones con mi malicia furtiva y hurté de Lucho Bermúdez, sin conciencia compasiva el primer verso a mi patria: “Colombia, tierra querida”.

En ese preciso instante dos musas desconocidas 58

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brotaron de una humareda, ofreciéndome su lira.

Una era resplandeciente, angelical, bien erguida; la otra lucía insolente, demoniaca… enfurecida…

Me hablaron al mismo tiempo mil versos en estampida, una maraña de verbos formando un galimatías.

Perfumes de trasparencia, risas, sueños, fantasías, emanaban de la musa que nívea relucía; elíxir de muerte y furia, sangre, envidia y herejía, vomitaba por su boca la de la mirada fría.

Entendí que era imposible comprender palabra alguna entonces grité, irascible, ¡por favor, hablen de a una!

Empiece primero usted –señalé a la refulgente–.

No fui imparcial –lo confieso– porque la vi reluciente, mientras que su acompañante, que se mostró impertinente, lanzó un rayo por sus ojos y permaneció silente.

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“Colombia, tierra querida”, –empezó el ser luminoso– la del páramo vestido de frailejones carnosos; de quebradas cristalinas y de ríos caudalosos; la de verdes cafetales, la de los bosques frondosos; la de la cumbia vibrante que nos alegra la vida, la de pasillos fiesteros, del bambuco y la guabina; la de Juanes y Shakira “Colombia, tierra querida”. ¿“Colombia, tierra querida”?

–gruñó el engendro siniestro– de beatos arrodillados que rezan el Padrenuestro para que atine el sicario o salga bien el secuestro; la de guerra de guerrillas, la de viudas… la de huérfanos… la de las balas perdidas y fronteras invisibles.

Colombia, la que mutila, la de sustancias prohibidas…

Colombia, la que asesina…. Hum… ¿“Colombia, tierra querida”?

Los curiosos atraídos formando una concurrencia, 60

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fueron llegando al recinto de tan magna competencia; muchos tomaron partido por la que lanzaba perlas; pocos se hicieron del lado de la que echaba candela, mientras yo tomaba nota en mi rústica libreta; era el turno nuevamente de la áurea princesa.

– “Colombia, tierra querida”, de fértiles bananeras, la de orquídeas coloridas y la de extensas praderas…

La de exóticas montañas…

La de hermosas chapoleras; la cuna de Patarroyo, Vives, Veloza y Cepeda; de Gabriel García Márquez y de Rodolfo Llinás; de la ilusión consabida de una patria bendecida con el cáliz de la paz, “Colombia, tierra querida”.

Mi pluma ya emocionada se disponía a escribir la respuesta que la arpía de su boca iba a escupir.

Con el amago de un verso algo quería decir, 61

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vi que su lengua verdosa intentaba discutir, mas se tornó temblorosa, al tiempo de intervenir…

Sin argumentos… sin voz no pudo contradecir…

“Colombia, tierra querida”, –retomó la iluminada– la que se baña en dos mares y se encuentra tapizada de oro, carbón y esmeraldas, de selvas y de ensenadas.

Colombia, la del llanero, la del alegre huilense, la del costeño fiestero la del cundiboyacense, la del paisa montañero, la del pastuso, el chocoano…

Dulce patria consentida…

“Colombia, tierra querida”.

La aguafiestas de mi patria, así como apareció, al oír tanta belleza, ¡sin más! se desintegró, dejando un olor a azufre que muy pronto se esfumó con el derroche de loas que la ninfa pronunció, como un elogio infinito que en el confín se escuchó, 62

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tejido en un pentagrama de belleza y esplendor.

“Colombia, tierra querida” –se escuchó con simpatía– la de los días feriados, la del baile y la alegría, la del reinado del burro, del carriel y del guarapo, de la chicha, de la arepa, del bambuco y del masato.

Colombia, la de Escalona y la de Alejo Durán, de caja, bajo, acordeón y la pollera colorá; la de tantos trovadores la de endémicos juglares; la de la feria de flores, la feria de Manizales, la de la feria de Cali y las fiestas de San Pacho, carnaval de Barranquilla, el festival de teatro, de la confraternidad y el festival vallenato.

La de las fiestas del diablo, de los negros y los blancos. la del centauro llanero o el caballito de acero, la de ninfas en patines y sinsontes mañaneros; la de la bandeja paisa, 63

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la del noble silletero, la de los nucak makú, la del wayúu palabrero, la del sombrero vueltiao, la de la palma de cera, la del chigüiro montuno y la cumbia cienaguera.

Colombia con su parranda, su guasquilandia y su tango, pero no tango argentino sino del criollo, mulato.

Colombia con su carranga Y con su copla nutrida de orgullo y de patriotismo “Colombia, tierra querida”…

Me remordió la conciencia por el verso haber plagiado, me tomé el rostro a dos manos… me arrodillé perturbado.

Cerré los ojos llorando y me sentí avergonzado.

De pronto en un gran destello tuve una hermosa visión: vi entre notas de colores la más viva aparición: era el gran Lucho Bermúdez con una vela encendida; me dijo no te preocupes por esa frase elegida yo te la presto dichoso por el resto de tu vida, 64

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porque no existe otra forma de pintar con poesía el amor por nuestra patria que gritar con gallardía, como lo hice en mis canciones, ¡ “Colombia, tierra querida”!

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PESADILLA Evocación de un sueño “inteligente”.

Inmediatamente vienen a la mente instantes quizás ya olvidados ante el divagar fortuito del tiempo, ante el indeclinable pasar del calendario.

Como la sombra se esfuma con el sol estuvimos como ausentes…

Mínimo ganábamos apuestas a la muerte…

Muertes en remojo… como siempre…

Mientras nadábamos en un lago de sangre poseídos a cierta distancia del infierno poseídos a cierta distancia de lo incierto…

Quiera Dios, la pesadilla esté muriendo.

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DESAZÓN SEMÁNTICA Si habláramos el mismo idioma…

Llévame, papi, a ver las sirenas siempre clamaba la nena insistente.

Llévame, papi, a ver las sirenas, pero aquel viejo seguía silente.

Mientras pasaban fugaces los años la pobre niña crecía muy triste porque su padre seguía ignorando la petición infantil, tan difícil para ese ser que jamás leyó un cuento ni timoneó barcazas de papel, que nunca vio dragones en las nubes ni las blancas barbas de Papá Noel.

Llévame a ver las sirenas, pedía como regalo del cumpleaños diez.

El padre al fin ablandó el corazón y planeó que en lugar de pastel llevaría a la infante hasta el sitio donde pudiera una sirena ver.

Emocionada y alegre reía mientras plasmaba en su mente muy fiel esa sirena que tuvo algún día bien esbozada en un viejo papel.

Pero al ir de camino esa tarde sintió en el pecho un hiriente cincel cuando observó que su padre en el coche 67

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no maniobró hacia el océano aquel y la condujo a la céntrica urbe hasta las gradas de un gran redondel.

La convidó a que mirara el desfile que en esa fecha montaba el cuartel; lo encabezaba un viejo jinete que cabalgaba un vetusto corcel, luego la marcha imprecisa que hacían veinte soldados con su coronel.

La nena triste le lanzó a su padre tierna mirada para comprender y él en un gesto describió el mensaje: “calma, chiquita, ya vas a entender”.

Se oyó de pronto un agudo sonido que provenía de un viejo camión, el padre con ojos humedecidos le dijo a la niña con presunción: este es el carro que usan los bomberos el más colorido de la región esta es su “sirena”, oye su sonido, hija, disfruta por fin el regalo y feliz cumpleaños, de corazón.

La nena entonces se tapa la cara con las manitas como negación, intenta llorar, intenta y reír como dilema por la turbación.

Dime qué hiciste, papito, por Dios, riendo clamaba la niña con pena años enteros de sueños y espera ¿Y tú me sales con otra “sirena”…?

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¿CUÁL ES TU PRECIO? Un poema de mi sobrino, Julián.

¿Cuánto valen tus ojos para que solo me mires a mí? ¿Cuánto valen tus manos para que solo a mí me acaricien? ¿Cuánto valen tus sueños para que conmigo sueñes? ¿Cuánto vale tu sonrisa para que te sonrías conmigo? ¿Cuánto valen tus labios para que solo yo sea el dueño de tus besos? ¿Cuánto valen tus pensamientos para que, al menos, puedas pensar en mí? ¿Cuánto valen tus palabras para que me digas “te amo”? ¿Cuánto vale tu amor para que me lo entregues todo? ¿Cuánto vale tu corazón para que en cada pálpito mencione mi nombre?

Pero yo sé que con el dinero que tengo en el banco de tu corazón solo me alcanza para ser tu amigo…

Aun así… Te amo.

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EN EL REINO DEL YARUMO Ciudad Cóndor, extiendes tus alas en el monte, a manera de escudo de un soberbio titán que otea de Colombia el nubloso horizonte para lanzar un reto bravío al huracán. (fragmento del Himno a Yarumal).

Hoy que regreso a tus lares, Yarumal de mi querencia, quiero evocar mi nacencia en estos frescos lugares cuando envuelto en azahares bebí de un pecho fecundo, justo en el primer segundo que me dejó la cigüeña que era una madre antioqueña que amando me trajo al mundo.

Fue en un veintiséis de enero de un año ya muy lejano que en aquel ambiente arcano, bucólico y montañero crucé por este sendero.

Con los recuerdo me abrumo: el ranchito envuelto en humo, la familia reunida dándome la bienvenida a este reino del yarumo.

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Los luceros con su corte iban vestidos de tul, danzaba la hortensia azul y Yarumal con su porte, “Sultana”, “Estrella del Norte”, designación meritoria que se hospedó en mi memoria como el más dulce vocablo hermosa “Ciudad Retablo”, cuna noble de la historia Hoy que atestado de años estoy de nuevo en tu seno te confesaré sereno, muy sincero y sin amaños, que agotando mis peldaños me encuentro muy sorprendido con lo tanto que has crecido, Yarumal de mis amores, pero me asaltan temores que me tienen confundido: Pensé revivir los días cuando corrí por tus calles por tus bosques, por tus valles y por tus montañas frías haciendo mis travesías.

Busqué a mi amigo sincero y al anciano barrendero pero los viejos murieron y los chicos se crecieron; ahora soy un forastero.

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¿y los tubos que se hicieron, Los del parque principal?

De chichos allí un raudal el equilibrio aprendieron y a la escuela no acudieron por compartir y gozar para luego ir a nadar en yarumalito, ¡Sí! o bajar hasta el Nechí a “chapucear” y a pescar. ¿”Los dominios” aún existen? ese era un lugar divino, ¿Los paseos a Mallarino en los chicos de hoy persisten? ¿Y aún de scouts se visten para tomar la lomita que lleva a “Cueva Bonita” donde se esconde el tesoro, un gran cargamento de oro que en sus recodos dormita? ¿Siguen dándose un “vueltón” recorriendo en bicicleta La Variante, cual saeta, Rancho e´ Lata, La Estación La Portada, El Camellón? ¿Siguen llenas las aljabas de bichos, moras, guayabas, piedras, hongos y mortiños? ¿Siguen cazando esos niños torcazas ranas y pavas?

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¿En “Morro azul” la neblina se confunde con el humo o con el blanco yarumo enclavado en la colina? ¿Aún queda gente en la mina? ¿Por los estrechos barrancos bajan los chicos en zancos? ¿Los muchachos del liceo Siguen yendo de paseo los viernes a Chorros blancos? ¿En dónde están los diablillos que perseguían un globo y por la falda del bobo se raspaban los tobillos en “bólidos” de rodillos?

Hoy que regreso no vi al vendedor de maní, cofio, bolis y turrones. colombinas y bombones, mentas y minisicuí.

Hoy ya todo es diferente, Epifanio y Piedrahita ya son roca de la ermita al igual que mucha gente que se marchó de repente en algún siglo lejano.

Ya Francisco Antonio Cano encontró “Horizontes” nuevos Benjamín tiene relevos con la cámara en la mano.

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Marianito está esperando que entre rezos y cantares lo suban a los altares para seguir predicando y a sus paisanos sanando.

Ya se marcharon vencidos aquellos seres queridos de mi viejo Yarumal que dejaron un sartal de recuerdos florecidos: José Giraldo Bernal, y su palabra refinada, con Arismendi Posada, un Político integral, hicieron de Yarumal un punto de referencia.

Antes en la concurrencia un intelectual sutil llamado Gil J. Gil engrandeció la docencia.

De mi niñez aún recuerdo, si los datos no trastoco, algún despistado loco, algún “alocado” cuerdo y en remembranzas me pierdo: “Sixta” y “Nuncia” en procesión, “Pólvora pum” y “Pelón” “Tolete, Radio Cristal, Eusse un loco genial…

Toñito, alegre y bailón 74

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Que el olvido no te abata, que nuestra voz no se acalle, que hablen: Luis Alirio Calle y Donato Ríos Zapata, dos ilustres sin corbata; que narre Humberto Barrera esa historia aventurera que soporta tu heredad para la posteridad de mi patria montañera.

He de seguir mi camino disfrutando la fortuna de haber tenido mi cuna en este suelo divino –privilegiado destino, sortilegio encantador que me ha dado El Creador– mientras mi numen se esfuma y se desgasta mi pluma en tu suelo acogedor

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CUENTOS

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EL TRUCO FALLIDO Al principio era aterrador, doctor. Me tapaba los oídos para no escucharlos. Pero qué va, más claro los percibía… Poco a poco me fui acostumbrando a sus voces. Son tantos que me vi en la obligación de limitar sus intervenciones. Ahora me doy el lujo de hacerlos esperar. Imagino sus protestas: ¡no empujen!, ¡yo llegué primero! Pretenden que les ayude a realizar lo que dejaron de hacer y a enmendar lo que hicieron mal; frustraciones que les impide partir. ¡Ah!, esas voces… tantos lamentos… ruegos… ¿Cree que sería capaz de ignorarlos?

Le conté que me ganaba la vida engañando a la gente con trucos de magia? ¿Cuál tabla, cuál portal, doctor? No tuve la culpa, se lo juro. Solo Ocurrió.

Esa noche me disponía a realizar el último número con la baraja que tenía impreso el rostro de personajes del pasado… como el pirata, la princesa, el corsario, el alquimista, el faraón… gente común. ¡Ah!, pero la dama antigua… con esa mirada hipnotizadora y esos labios entreabiertos en un rictus permanente de seducción… ¡Imposible borrarla de mi mente! El voluntario tomó una carta, la enseñó al público y me la devolvió. Y adivine, doctor… era ella… Realicé ese ilusionismo infinidad de veces y nadie antes sacó la carta de la dama antigua… La ubiqué debajo de la baraja, hice el cambio con rapidez y la descargué en la mesa. Nadie notó la trampa. Pedí al colaborador que pusiera su mano encima.

Hubiera sido tan fácil solo ceñirme al libreto. Las cosas se dieron… Qué simple era destapar la carta y esperar que los aplausos colmaran el recinto… pero se me ocurrió pedirle que cambiara de lugar en la baraja: dama antigua, sé que puedes escucharme… te ordeno cambiar de lugar… dama antigua… Y esa 77

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voz tan dulce y melancólica retumbó en mis oídos… ¡Ayúdame! Mis ojos buscaron la fuente de tan lastimera interrupción… los espectadores miraban directamente al centro del escenario esperando el milagro de la magia. ¡Ayúdame! Los ojos del público seguían clavados en la mesa… ¿Quién grita?

Emocionados, creían que mis reclamos eran parte del show. Quise culminar el acto enseñando la carta, pero esa noche tenía el cristo bien de espaldas; como por “arte de magia” seguía siendo la misma. Ahí estaba la dama antigua… El truco nunca fallaba...

Los silbidos, los abucheos y algunos objetos contundentes golpearon mi orgullo. Quedé completamente solo. Miré esa imagen sobre la mesa y escuché claramente su voz. La piel se me erizó.

Entonces entendí: varias personas alrededor de una mesa, luz tenue, velones encendidos, esencias en el pebetero y una invocación… Fui la oportunidad que ella esperaba… Solo quiero que mi familia encuentre mis restos mortales… esa fue la primera del raudal de peticiones que me aguardaba… Morí como mago… nací como médium. ¿No los escucha? ¡Aquí están, son miles! ¡No me hablen al tiempo! ¡La camisa no, por favor! ¡Doctor, no se vaya, doctor! ¡Su padre quiere hablarle! ¡Doctor!

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LAS ILUSIONES DEL GUSANO CHERRY Escrito por mi hijo Gabriel Ricardo, cuando tenía nueve años.

Había una vez un gusano llamado Cherry que vivía a la orilla de un río desde donde todos los días veía, al otro lado, gran cantidad de árboles con unos frutos deliciosos. Diariamente soñaba con saborear esos frutos pero no podía porque para alcanzarlos tenía que atravesar el río y él no sabía nadar. Como era un gusanito muy estudioso y siempre pensaba en algo para aprender, decidió hacer un curso de natación con Mau, otro gusano que era un excelente maestro en esa materia. Con él empezó las clases de pataleo y seguiría con el movimiento de los brazos. Como no tenía manos sino gran cantidad de patas le pidió al profesor que le consiguiera unas aunque fueran prestadas.

Mau se las buscó. Infortunadamente le produjeron alergia y no soportaba la rasquiña, así que Cherry viajó hasta Gusanópolis, distante a tres kilómetros de allí, para poder conseguir las manitas; buscó días por días, meses por meses, años por años, siglos por siglos, hasta que las halló en la tienda Gusanarios y volvió a encontrarse con Mau para seguir practicando la natación. Practicó días por días, meses por meses, años por años, siglos por siglos y cuando le iban a hacer un examen final para aprobar el curso, y por fin poder pasar a la otra orilla a comerse esos exquisitos frutos, como habían pasado días por días, meses por meses, años por años, siglos por siglos, el gusano Cherry murió de viejo sin haber logrado alcanzar sus más preciadas ilusiones: certificar su curso de natación y darse un gran banquete al otro lado del río.

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Ya en el juicio final, por haber sido una criatura muy buena, lo enviaron a un lugar espectacular. Una vez estuvo allí reconoció el sitio: era el bosque de la otra orilla del río que siempre soñó visitar, donde se la pasa días por días, meses por meses, años por años y siglos por siglos, disfrutando de esos ricos frutos tan dulces y apetitosos. De vez en cuando se escapa hasta el otro lado del río a recordar los viejos tiempos en que anhelaba, sin saberlo, llegar al cielo de los gusanos y lo hace volando, ya que los espíritus de los gusanos no necesita saber nadar.

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EL DIARIO DE LA HERMANDAD Un cuento para leer en voz alta

Desde el día en que los sepultaron, el anciano, el joven y la mujer establecieron un pacto de amistad indisoluble, una hermandad que sostendrían por toda la eternidad. Su mundo, sus costumbres y sus rutinas dieron un vuelco total. Allí había miles de criaturas como ellos que dormían en el día y salían en la noche. Sus siluetas delgadas colmaban los pasillos, los jardines y los panteones y se confundían con las formas caprichosas que dibujaban las sombras de los eucaliptus y los encinos que poblaban el camposanto.

Cuando la oscuridad desplegaba sus alas una gruesa capa de nieve cubría el lugar. Afortunadamente palabras como “frío”, “calor” o “dolor” ya no hacían parte de su léxico. Tan solo les preocupaba la posibilidad de que “los otros” pudieran llegar a interferir en su mundo de tinieblas, silencio y tranquilidad.

Una vez se daba el paso hacia la dimensión desconocida, a cada grupo de amigos o familiares se le autorizaba el privilegio de conservar una costumbre o una afición de su mundo anterior. Ellos habían solicitado la posibilidad de poder escribir, pues querían conservar su historia para las generaciones venideras que, sin duda, serían abundantes. Algunos bordaban, otros danzaban, se recitaba poesía, se cantaba… Nada que diera la idea de trabajo… Solo diversión... No obstante, había una actividad que sí era común para todos, el juego de cartas. Los fines de semana se organizaban concursos ínter panteones, los antiguos contra los recién llegados, los de tumbas de 81

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concreto contra los sepultados en tierra, asesinados o accidentados contra los de muerte natural, los huesudos contra lo que aún conservaban sus carnes...

Pero hace justo unos cuantos segundos los tres amigos se hallaban sentados sobre una cripta practicando con las cartas, cuando un murmullo extraño los sacó de su mundo apacible.

– ¡Silencio! –advirtió uno de los hombres.

– ¿Qué fue eso? – Susurró la dama.

– Parece que alguien de “los otros” está leyendo lo que escribimos –balbuceó el joven.

– Ahora sí estamos perdidos, nos descubrieron. Este paraíso ha llegado a su fin –exclamó la mujer, más pálida que de costumbre.

– No se preocupen que quien está leyendo nuestra historia no ofrece ningún peligro –los tranquilizó el anciano con una lobreguez especial en la oquedad de sus ojos–. Es más, muy pronto será de los nuestros... Puedo asegurarles que el próximo sábado estará aquí jugando cartas con nosotros… “No importa que cierres el libro” – sentenció con su mirada fija en quien acaba de leer este cuento.

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EL NACIMIENTO DE CHUCHO Cuentan que eso ocurrió por allá un 24 de diciembre cuando Maruchenga y Chepe se fueron pa´ Belén, no se sabe si pa´ Altavista o pa´ los Rosales. Chepe, con su caja de herramientas, se montó en el Metro hasta la estación industriales y ahí cogió el Metroplús.

Maruchenga se fue en la ruta 316 de Santra y, como estaba embarazada, un albañil joven le cedió el puesto porque se imaginó que iba de urgencias pa´l seguro; al muchacho le dio miedo que rompiera fuente en plena buseta. El caso fue que Chepe, que era carpintero, y Maruchenga, ama de casa, se encontraron en todo el parque y se tomaron un periquito porque estaba haciendo un frío el verraco.

Ya se había hablao mucho sobre el nombre del bebé; quedaron entre Messi Francisco o Michel Gilberto.

Pero como no falta la gente metida, una vez se les apareció un familiar muy lejano, don Gabriel Arcángel Jaramillo Restrepo, un mono blancuzco él, muy aletoso, que no era sino buche y pluma, a quien se le metió en la cabeza que lo tenían que bautizar “Chucho”. Como el mono era tan amigo del patrón de Chepe, al carpintero no le quedó más remedio que aceptar porque, conociéndolo, sabía que era capaz de quitarle el contrato que tenía pa´ acerrar unos pinos en un cerro entre Caldas y Amagá o hasta de obligarlo a vincularse al seguro social. Con solo pensar que de pronto lo chutaban pa´ Colpensiones, Chepe se resignó con el nombre del barrigoncito.

Ese día andareguiaron por todo Belén bregando a conseguir un hotelito pa´ pasar la noche. Por el estadio estaba todo lleno con la gente que se quedó, desde la 83

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Feria de las flores, pa´ ver los alumbraos. ¡Y del centro y La Mayorista, ni hablar! Las residencias estaban más llenas que un bus de Cocorná y pa´l lao del Poblado y de Envigado, eso tan caro no tenía arrimadero. En resumen, estaban más varaos que un sapo entre un tarro.

Pero mire pues que por las comarcas de Antioquía no falta la gente formalita. De tanto dar vueltas y vueltas llegaron a las inmediaciones del Valle del Rodeo y ahí, pal lao de arriba, se encontraron con un señor que cuidaba una finquita donde tenía unos táparos que alquilaba cada año pa´ una cabalgata. Pues resulta que el señor les ofreció posada en una pesebrera que estaba vacía. Don Chepe juntó una cuantas pajas y le armó el cambuche a Maruchenga para que pasaran la noche. En esas estaban cuando miraron pa´l lao de La Estrella y vieron una luz que los encandelillaba y que iluminaba todo el lao de Itagüí y de San Antonio de Prado. Ellos pensaron que se trataba de algún milagro o de alguna señal, pero con el tiempo se dieron cuenta que era una polvorería que se estalló… como estaban en diciembre…

Los habitantes de oriente, que eran bien supersticiosos, también habían visto el resplandor de La Estrella.

Había tres señores que eran los presidentes de las juntas de acción comunal de las aldeas de Santo Domingo, Guadalupe y Popular. Estos tres personajes eran conocidos como los magos de oriente porque vivían con el salario mínimo y ya tenían casa, de dos pisos para arriba y con plancha vaciada y todo –en obra negra pero propia–. A parte de eso, el de menos tenía tres hijos, todos estudiando; pagaban servicios –la luz y el agua casi nunca subían tan alto, pero los recibos sí llegaban puntualitos–. Y con ese sueldo les alcanzaba pa´ comer, tomar cerveza y hasta pa´ mantener a la moza. El cuento fue que don Balta Sarmiento, don Mel Choronta y don Gas Pareja tomaron el reflejo de La Estrella como una señal y arrancaron pa´ ese lao.

Cuando iban frente al edificio inteligente le entró una llamada al celular de Mel Choronta. Era Chepe pa´ contarle que Maruchenga había tenido un muchachito 84

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gordito y cachetoncito en una pesebrera al lao del Rodeo –con él había camellao la madera de Yarumal pa´ dentro–.

Aprovechando que esa noche estaban en “Medellín nocturna”, pasaron por Falabella y le compraron al niño una paca de pañales etapa cero, un esquimal azulito y un sonajero con lucecitas. Cuando llegaron donde Maruchenga y Chepe se quedaron lelos con la belleza del culicagao que, desde chiquito, tenía cara de rey. Con esos ojos zarcos y esos cachetes de mora provocaba comérselo a mordiscos. Durante toda la madrugada, ya era 25 de diciembre, se pusieron a mirar globos y juegos pirotécnicos que se veían por todos lados. Lo que ellos no se imaginaban es que Chucho era un niño muy especial y, aún recién nacido, ya empezaba a cuestionarse: - Ojalá que estos sí sepan lo que están celebrando…

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HALITOSIS, UNA CIUDAD DELICIOSAMENTE NAUSEABUNDA

Después de haber recorrido todo el Valle de Nan Sicolás, mi inquietud por conocer la repugnante y asquerosa ciudad Halitosis había caído en una especie de frustración, pues todo el sector estaba cubierto de flores, árboles, sol, prados verdes, aves, mariposas… en fin, todo lo contrario a lo que esperaba encontrar…

Cuando me hablaron de Halitosis me imaginaba un poblado inmundo y maloliente, pero todo hacía prever que me encontraría con lo que “la bandada” solíamos llamar todo un “cielo” o lo que es peor: “la ciudad de la perenne floración”. Empezaba a desesperarme, así que opté por preguntarle a uno de mis compañeros de viaje: – Amigo, disculpe –le inquirí- ¿Ya estamos en predios de Halitosis?

– No, apenas vamos llegando a Nuargue –respondió con mucha naturalidad–. Cuando empecemos a bajar por un sitio llamado “La Colina de la Madona”, al pasar el túnel de aproximadamente doscientos setenta metros, podrás empezar a sentir el agradable aroma de la inmundicia. ¿Eres nuevo?

– No, vengo de una inundación tremenda y con ganas de practicar un poco de turismo gastronómico, pero estoy un poco desconcertado –le respondí.

– Espera que llegues para que veas lo que es gozar –concluyó mi calvo compañero ocasional.

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Respiré con gran tranquilidad y opté por masticar un pedazo de mortecina que llevaba guardado en la parte trasera del pico, para calmar un poco la ansiedad – chicle fermentado le llamamos a esta hedionda delicia–. Unos minutos después, ya habiendo pasado el túnel del que me habló el otro “pasajero”, un olor fétido como aroma del infierno invadió todo el ambiente… estaba muy cerca de Ciudad Halitosis, el corazón se me aceleraba y ya me imaginaba recorriendo todo ese valle apestoso e infecto del que tanto me habían hablado. Justo en un lugar denominado la “Ruda de Corvas”, con un olor como salido de ultratumba, saqué el mapa y elegí, al azar, cuatro sitios, los mejores para pasar esta temporada de vacaciones.

Inicialmente recorrí una autopista ubicada entre dos puentes vehiculares llamados “Locombia” y “el orangután”, más exactamente sobre el sendero que otrora estaba compuesto por una alameda verde y frondosa, lugar muy frecuentado por diversas familias de bípedos implumes para sus acostumbrados picnics, tomarse fotografías o, simplemente, dormir sobre el prado. Los novios pasaban horas enteras mirándose a los ojos, besándose y jurándose amor eterno por tres meses. Había aves, mariposas, ardillas y otra sarta de criaturas que hacían de este sitio un horripilante edén. Afortunadamente cumplieron muy bien su tarea y actualmente este lugar es apto para vivir tranquilamente y encontrar la más placentera suciedad, pues cuenta con toda clase habitantes de clases sociales –muy atractivas para nuestra comunidad– que se han encargado de trasformar este sendero en un mugriento muladar en el cual podemos encontrar excrementos, restos de comida descompuesta y la más exquisita basura que uno pueda llegar a imaginar. Es más, como si se tratara de un verdadero reality, con un poco de paciencia y de suerte se pueden presenciar atracos, violaciones, tráfico de drogas y otros espectáculos. Una semana 87

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allí me bastó para comprender que Ciudad Halitosis era un verdadero asco, tal como la había soñado… y pensar que apenas había culminado la primera estación de este ciclo vacacional y turístico.

Con ayuda del mapa busqué otro lugar que atrajo mi atención y, sin dudarlo dos veces, me dirigí al occidente, muy cerca del Estadio Anastasio Girasol, hacia una preciosa fuente de aguas impuras llamada “quebrada la Inaguá”, que nace en las estribaciones del Alto del Eco. Desde allí, después de recorrer en la dirección sureste un tramo aproximado de 5.6 kms., cambia en dirección noreste, hasta su desembocadura al río Halitosis. Antes esta quebrada era insoportablemente cristalina en sus quince kilómetros de recorrido, en cuyo tramo recibe numerosas afluentes sobre ambas márgenes. Ah, pero no se aflijan que eso era “antes”… hoy en día sus aguas son encantadoramente turbias y pestilentes.

Con decirles que provoca darse un chapuzón en esa corriente sucia y viciada de toda clase de elementos seductores como, recipientes de plástico, colchones viejos, restos de electrodomésticos, ropa mugrienta, comida en descomposición, “submarinos” y hasta muertos, de toda especie. Da gusto apreciar en sus orillas construcciones desde las cuales se arroja un acervo de los más puercos desperdicios a las aguas de la quebrada, situación que la hacen muy interesante para nosotros y la convierten en una fuente inagotable de alimento. Allí tuve la fortuna de degustar un delicioso plato de perro descompuesto, con cinco o seis días de “purificación” en esas negras y apetitosas aguas, gracias a la acción devastadora del bípedo. ¿Qué haríamos sin él?

Hubiese querido pasar el resto de mis días en estas hermosas y repulsivas aguas, pero el plan vacacional estaba muy bien diseñado y era hora de partir para 88

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uno de mis sitios favoritos. Aseguré mi cinturón y salí con rumbo a ese virulento lugar, Tarriobriste, sitio que sin temor a equivocarme es la desorganización mejor organizada que existe en Ciudad Halitosis.

Bueno, este nuevo paso en mi repugnante paseo me brindó una de las mejores experiencias que he vivido.

Figúrense que este sector está plagado de talleres, tiendas, chazas, chuzos, residencias, restaurantes, ventorrillos y, en fin, todo lo que huela a comercio.

Claro que ustedes se preguntarán: ¿Y eso qué tiene de emocionante? Ahí es donde está lo bueno: hay grasa, basura, desorden, ruido, contaminación, raponazos, caos vehicular, malandrines, perros desnutridos, gatos roñosos (no sólo hidráulicos), repuestos y, si quiere más emoción, hasta se puede encontrar con una puñalada bailable… Mejor dicho… ¿Qué más se le puede pedir a la vida? –corrijo– a la pelona, que anda feliz con su desjarretadera y su aljaba, buscando quién le dé papaya para asestarle el estacazo final; ahí es cuando entro yo a deleitarme de lo lindo. Pero dentro de todo este desbarajuste tan “enternecedor”, lo que más me emocionó fue ese recalcitrante olor a cloaca con el que uno sale impregnado tan solo de recorrer unas pocas cuadras por este sector. ¡Qué lástima! Lo bueno no dura… ah, pero lo mejor lo he dejado para lo último. ¡A que no adivinan para dónde voy ahora!

Nada más y nada menos que para el lugar campeón en cuanto a la cochinada y la podredumbre… Sí, no lo dude, hacia el río Halitosis. ¿Quiere saber de qué se trata este apasionante sitio apto para pasar los mejores momentos y cerrar, con broche carroñero, este pestífero paseo? El río Halitosis atraviesa la mohosa ciudad, que lleva el mismo nombre, de sur a norte. Nace a 3.100 metros sobre el nivel del mar, en el Alto de Mansiguel, en el municipio de Dalcas al sur del valle. Cien kilómetros después, ya con otro nombre, vierte sus aguas al río Chení. En el nacimiento se muere uno de la tristeza porque el agua es tristemente transparente y atestada de horribles peces de colores; su cauce está rodeado de espantosas plantas tan verdes y fértiles que me 89

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provocan náuseas y una ganas de salir “volado” de ese aterrador lugar. Ya más abajo, después del municipio de Dalcas, cuando llega a la zona urbana de Ciudad Halitosis, el ambiente se pone bueno porque las aguas van cambiando de color –y no porque se asemejen a un mar de siete colores–. Primero se torna oscuro por la cantidad de ricas aguas negras que le descargan a su paso; luego se pone color café con leche por la cantidad de desechos que deja la explotación de canteras y el accionar de los areneros que lo asaltan por un largo trecho; en ocasiones, a su paso por los municipios del sur, ocurre el milagro: el río se vuelve rojo sangre, ja, ja, por la cantidad de químicos que irresponsablemente – menos mal– le arrojan desde las fábricas que están asentadas en este sector; esto sin contar con la verdadera sangre, restos de cueros de vaca y otras ricas porquerías que se vierten en su caudal, por parte de las tenerías o curtiembres que se ubican justo a las orillas del río. Ah, y los desarraigados que duermen en los atanores aledaños al río hacen sus deposiciones y sus micciones directamente sobre sus aguas. Yo me he parado sobre un puente antiguo, sólo a darle gusto a la vista con lo que baja por la corriente y en una sola tarde he contado, así por encimita: un televisor viejo, un juego de sala tipo poltrona completito, dos cadáveres de cerdo, uno de ternero, de ratas –incontables–, dos de caballo –más flacos que rocinante–, siete de zarigüeya, un feto de bípedo y dos cadáveres también de esa misma especie. No sigo porque me canso y, ya jubilado, me dan ganas de volverme para allá. Es que el tiempo que viví en el río Halitosis es indescriptible; allí nunca me faltaría nada, pero las vacaciones terminaron y tuve qué regresar a este paraíso donde actualmente estoy como un carroñero emérito, el Basurero de Joñaduana en la capital; créanme que esto es lo que yo podría llamar de alta alcurnia, pero sinceramente no tiene nada que envidiarle a Ciudad Halitosis.

Ah, se me olvidaba que algunos bípedos soñadores 90

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andan por ahí con el cuento dizque de purificar el río, pero eso solo me causa risa. Están ubicando unas plantas que parecen unas iglesias hundidas a las que solo se les ven las torres, pero qué va, una sola golondrina no hace verano; por un lado le echan purificantes y por el otro la bazofia más inmunda de desechos que jamás se haya producido. Así que nuestra especie está tranquila, pues desde el diluvio universal, cuando murió el 99.9 por ciento de las especies vivas, no teníamos un hábitat tan rico en mortecinos y desaseo como Ciudad Halitosis y unas aguas tan corrompidas y contaminadas con tantos químicos y sustancias nocivas –que ni siquiera dejan opción a los microbios–, viciadas y pútridas de tantas cochinadas. Bueno, pero aquel agradable sitio solo lo tengo en mi memoria, ya mis alas no me dan para volar hasta allá y, además, con tantos años ya me prohibieron la mortecina refinada y me tienen a punta de vegetales, como para morirse de tristeza… y esa cebolla como da de mal aliento.

El Gallinazo del diluvio.

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EL GRAN HOGAR Un aporte reciente de mi hijo Sebastián.

Aún recuerdo el día en que tuve que perderme para poder

hallar un camino más agradable. Cómo olvidar que decidí viajar por el mundo para conocer su diversidad y todo lo que él me brindaba fuera de mi hogar. Para lograrlo usé mi bicicleta todoterreno, ya que el camino variaba cada segundo. Todo iba muy bien hasta que me interné por un bosque muy denso que se decía estaba embrujado. Quería ver su interior y recrearme en su gran belleza que aumentaba mientras más me adentraba. Llegué tan lejos que terminé perdido. No obstante, creo que valió la pena por los sucesos que vendrían más adelante y que abrirían mi mente para cambiar mi forma de vivir. Fue así como descubrí que aquel bosque no estaba embrujado sino que la magia habitaba en él.

Al principio pensé que estaba alucinando porque me pareció escuchar las voces de los animales, las plantas y otros seres de la naturaleza. Por alguna razón no sentí miedo. Al contrario; el bosque me mostraba una atmósfera tan serena que solo podía asombrarme con la felicidad de lo que pasaba. No lo dudé para entablar una conversación con esos seres y preguntarles cuál era el camino para regresar a mi hogar.

– ¿Regresar a tu hogar? –Preguntó un ave.

– ¿A qué te refieres? Interrogó un árbol.

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– Ja, ja. ¡los humanos están locos, no se dan cuenta aún! –dijo el pasto.

– Así es, necesito regresar a mi hogar –al ver la confusión de estos seres quise explicarles a lo que me refería– pues estoy perdido en este bosque, no puedo tomar el camino de regreso y pensé que ustedes podrían ayudarme diciéndome cuál es la dirección para volver a mi casa en donde habitan las personas que conozco y está la ciudad de donde vengo y donde nací, pues ese es mi verdadero hogar.

– Yo vuelo por los aires en donde no existen las fronteras que crean los humanos para cruzar de un país a otro –aseguró el ave–. Mi vuelo no tiene nombre diferente al de planeta tierra, cruzo los paisajes sin pedir permiso a nadie, soy tan libre que donde quiero hago mi nido para dormir sin necesidad de regresar a nidos anteriores para sentirme en casa.

– Es cierto –complementó el árbol–, yo he sido hogar de muchas aves y a pesar de que no puedo moverme, mis raíces se comunican con las raíces de todos los árboles del mundo y así estando físicamente en un lugar, puedo viajar por todo el planeta y disfrutar de mi gran hogar.

– Así mismo – continuó el pasto–, yo me extiendo por todo el planeta para ser el colchón de los seres vivos que caminan por los bosques, pero los humanos me cortan para hacer carreteras. Al igual que los demás animales y plantas vivo donde sea sin importar el lugar, la cercanía o la lejanía.

Realmente no podemos entender a los humanos.

– Así es – dijo el ave–, entonces ¿por qué, tú…

– Ser humano –dijo el árbol–, piensas que…

– Este no es tu hogar? –sentenció el pasto.

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Estas palabras me hicieron reflexionar de tal manera que desde entonces, aunque me encuentre alejado de mi ciudad natal, aunque el paisaje sea extra単o y confuso, siempre me siento en mi gran hogar.

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LA SOMBRA DE “LA LUZ” “Por mucho tiempo, en las noches de luna, su sombra se perfila, franca y precisa, en cualquiera pared de esa plaza; aparece después un poco vaga; al fin, de ningún modo, porque las sombras de los muertos también mueren” (final de “La marquesa de Yolombó” de Tomás Carrasquilla).

Cuentan los que saben la historia verdadera de La Luz que aquel pequeño poblado era el mismo duplicado del edén. Sus paisajes, sus valles y sus ríos se teñían de plata con los rayos transparentes del astro rey y contrastaban con el manto azul que cubría al caudaloso río que lo cruzaba de sur a norte.

Todo era alegría, colorido y diversión. Las personas se dedicaban a diversos oficios, artes y aficiones, más por la necesidad de mantenerse ocupadas en algo que por ganar el sustento, pues la tierra producía, de sobra, el alimento para satisfacer las necesidades básicas de todos sus habitantes. Las enfermedades no tenían cabida allí; para cada malestar había una contra en la gran variedad de plantas medicinales con propiedades curativas milagrosas. Por este pueblo jamás pasaban las nubes, fenómeno climático que incrementaba el calor, pero al cual ya se habían acostumbrado sus gentes.

Un día cualquiera los pasos de un forastero fueron replicados por el eco y llevados a cada una de las casas y demás edificaciones. Miradas curiosas copaban las buhardillas, el aliento de miles de curiosos empañaba los ventanales verdosos y la inquietud se alojaba en el pecho de cuanto cristiano pudo verlo. Era la primera vez que un extraño llegaba hasta el pueblo. No sabían cómo hablarle, si atenderlo con amabilidad o pedirle 95

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que se alejara.

–

Solo les pido posada por esta tarde y por la noche –retumbó una voz desconocida para todos–, una vez se encumbre el sol en la mañana continuaré mi camino.

Como no hubo respuesta inmediata las miradas empezaron a cruzarse entre sí, como queriendo señalar a otros la responsabilidad de acatar o rechazar tal petición. Poco a poco los ojos de los lugareños de menor jerarquía se dirigieron hacia aquellos que gozaban de algún grado de autoridad: los consejeros, los guardias, los ediles, los líderes religiosos, los maestros, los políticos… Los minutos se hacían interminables y la respuesta no llegaba a los oídos del peregrino quien se veía bastante cansado y sudoroso.

Cuando el alcalde sintió que era observado, desde todos los ángulos, comprendió que la hora de expresar su decisión había llegado: – Durante siglos hemos vivido en paz y en armonía sin recibir la visita de nadie. Por eso, como alcalde de La Luz, estoy en la obligación de defender el bienestar de mis conciudadanos, motivo por el cual debo responderle al forastero que continúe su camino –una oleada de aplausos colmó la plaza del pueblo–. No podemos permitir que la tranquilidad se vea amenazada por la llegada de un extranjero.

El hombre había permanecido con la vista fija en las piedras que cubrían las calles de la población.

Lentamente levantó su rostro y lanzó una mirada profunda, de trescientos sesenta grados, a todos los “iluminados”, gentilicio de los habitantes de La Luz, para sentenciar con su voz firme y amenazadora:

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-Escúchenme bien. Yo solo quería pasar un día con ustedes y continuar mi camino. Pero ha sido su decisión negarme posada. Son exactamente las doce del día, hora que jamás van a olvidar. De mañana en adelante verán cómo La Luz, poco a poco, se irá transformando en La Sombra. En veinticuatro horas empezarán a sentir las consecuencias de este acto de crueldad…. Ya lo verán…

Una lluvia de palos y guijarros se estrelló contra la espalada de la figura macilenta que desaparecía por la calle empedrada con algunos asomos de sangre en su camisa hecha trizas. La tarde y la noche se esfumaron con naturalidad y todo apuntaba a que el incidente pasaría rápidamente a la historia, pero no fue así. Al día siguiente el sol se posó con intensidad sobre los predios de La Luz, mientras la gente se dedicaba a sus quehaceres. No obstante, cuando el día estaba a punto de partirse en dos, los iluminados acosados por la curiosidad y recordando las palabras del viejo se fueron arremolinando en la plaza principal, quizás para burlarse de la extraña sentencia. La inquietud era tal que justo cuando el sol se ubicó en el cenit no quedaba una sola alma en las casas; absolutamente todos los iluminados estaban bajo los rayos del sol que brillaba como nunca. Pasados algunos minutos después del medio día una carcajada colectiva irrumpió en el lugar, al tiempo que se escuchaba la voz de la máxima autoridad.

– Yo creo que es hora de regresar a sus oficios. Tenemos que seguir siendo felices… No vamos a permitir que las palabras infundadas de un forastero vayan a cambiar nuestras vidas. ¡Viva La Luz! –Remató en medio de otra sarta de aplausos y ovaciones.

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Cada quien emprendió el camino de regreso hacia el sitio donde habitualmente permanecía la mayor parte del día. Solo algunos ancianos siguieron haciendo su siesta en el cálido parque de La Luz. Fueron precisamente ellos quienes notaron que algo andaba mal, cuando observaron una mancha negra que cubría todo el espacio donde hacía pocos minutos se encontraba el pueblo reunido. El rumor de que algo muy malo estaba sucediendo empezó a esparcirse de boca en boca e hizo que el lugar se fuera colmando nuevamente de iluminados.

Ausencia de color en las mejillas, miradas inquietantes y gestos de temor e incredulidad transformaban el rostro de los lugareños. Ante sus ojos desorbitados, a pesar de que ya el sol estaba muy distante del cenit, se contemplaba una extensa sombra sobre la plaza principal de La Luz. Pero no era una sombra cualquiera; era la réplica exacta de la posición que tenía cada iluminado justo a las doce del día –la hora anunciada por el extraño visitante el día anterior–, tal como si se hubiese tomado una fotografía solo de sus sombras. La gran mancha negra semejaba la huella que deja un fogón de leña sobre la superficie. Las plantas, la hierba y los insectos habían muerto. La tierra presentaba un alto grado de acidez y aridez. El líder espiritual de la comunidad llamó a la calma y a la oración para que todo volviera a la normalidad.

Durante los días siguientes el fenómeno se siguió repitiendo: la sombra de todas las personas, tal como estuvieran al medio día, quedaba plasmada sobre la superficie sin que nadie pudiera hacer nada para evitarlo. De esta manera la mancha negra se fue incrementando y lunares oscuros cubrían una vasta extensión del suelo iluminado. Esta amenaza obligó a las autoridades a tomar una decisión drástica para prevenir el oscurecimiento, la aridez y la acidez total de la tierra. Los cultivos, el agua y los animales podrían desaparecer si no se actuaba a tiempo. La orden del primer mandatario fue tajante: “A partir de 98

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la fecha queda terminantemente prohibido exponerse a los rayos del sol del mediodía. Oblíguese a los iluminados a permanecer en la intimidad de sus hogares y sus sitios de trabajo. Quienes laboren al aire libre buscarán refugio detrás de una roca, de las ramas de un árbol frondoso o de cualquier objeto que los cubra de los rayos solares. Quienes sean sorprendidos incumpliendo el presente acuerdo serán sancionados conforme a nuestras leyes”.

El primer día para poner en práctica las medidas preventivas llegó, pero el remedio fue peor que la enfermedad: la sombra de los árboles, las casas, las empresas, los edificios, las rocas y de todo aquello que sirvió de refugio para los iluminados, a las doce del día, quedó plasmada de la forma como aparecía a esta hora. La enorme sombra de La Luz, se incrementó de tal manera que los alimentos, el agua y los demás recursos naturales empezaron a escasear.

De ahí en adelante se tomaron todas las medidas habidas y por haber para evitar que la gran sombra siguiera envolviendo a La Luz, pero los esfuerzos fueron inútiles. El curso para enfrentar los rayos del sol con una inclinación corporal que ofreciera una posición que redujera al máximo el perímetro de la sombra fracasó porque la gente al momento de adoptar la posición se cansaba o perdía el equilibrio y, por el contrario, la sombría se hacía más grande.

Los científicos buscaron la manera de generar nubes artificiales, pero la sombra de estas también se plasmó en tierras iluminadas. La desesperación invadió por completo a los aldeanos. Empezaron las turbas y los asaltos a los depósitos de alimentos y medicinas naturales se incrementaron. Todo era caos en la, otrora, pacífica y armónica comarca, a tal extremo que las muertes violentas mermaron la población en un alto porcentaje. Las regulaciones para evitar el crecimiento de la sombra maldita se agotaron. Como 99

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último recurso la primera autoridad ordenó a un grupo de guardias, los más avezados en seguridad, salir a buscar al forastero y llevarlo hasta el poblado para obligarlo a deshacer la maldición o el hechizo.

En pocos días de búsqueda el extraño fue encontrado muerto, ya en estado cadavérico, colgado de un árbol, relativamente cerca del poblado. Al momento de hallarlo el sol se encontraba en lo más alto de la esfera del firmamento y los guardias quedaron perplejos al observar que sus rayos reflejaban la forma del árbol que sostenía el cadáver y la cuerda de donde pendía, pero la sombra del esqueleto no se veía por ninguna parte. El temor se apoderó de los hombres que regresaron corriendo hasta La Luz, donde refirieron lo acontecido a las autoridades y demás iluminados.

Para entonces ya la región habitable del pueblo se había reducido a unas cuantas hectáreas.

Como recurso postrer los iluminados fueron citados al último retazo de superficie verde y fértil que les quedaba, con el fin de llevar a cabo un oficio religioso donde ofrecerían un sacrificio, en honor de su deidad, para pedirle que acabara la pesadilla de la sombra.

Cuando los fieles alzaban sus manos y clamaban piedad, una sombra inmensa cubrió por completo no solo el área que ya estaba oscurecida sino lo que faltaba por mancharse de negro… Un eclipse solar imposibilitó que los ruegos de los iluminados fueran escuchados. Desde entonces La Luz se transformó en La Sombra, un terreno en el que la vida nunca más fue posible.

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MICRORRELATOS

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GRATITUD LUPINA El lobo lamió su hocico ensangrentado y dio gracias al creador por el hombre recibido.

AGUDEZA AUDITIVA Su oído era tan agudo que reventó el tímpano de la campana.

AUTOESTIMA Cuando acabó la carrera aclaró que no era el último porque algún día alguien más pasaría por allí.

DESILUSIÓN ORDINAL En el tercer segundo comprendió que no era el primero en llegar a su cuarto.

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VENTANAJE Tengo un paisaje inmenso y verde que diariamente mira hacia mi ventana.

LA ELEGIDA Era tan niña para ser mujer y tan mujer para ser niña que la encontré perfecta para mí.

ANACRONISMO … Y desde entonces el día nunca más fue noche.

FALTA DE ASISTENCIA Llegaron todos, menos uno: el que faltó.

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VERACIDAD El día que por fin la mentira habló con la verdad nadie creyó en sus palabras.

LA ESPERANZA DE TÁNATOS Cuando se firmó la paz aún faltaban dos velorios: el de la guerra y el de la muerte.

LUGAR OCUPADO La luciérnaga intensificó su luz, pero se llevó la sorpresa que ya su enamorado tenía el corazón iluminado.

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En la cumbre siderense (fragmento)

En la cumbre siderense se respira el aire fresco, se percibe la heredad que dejaron los ancestros.

Espíritus de Anaconas van meciéndose en los vientos se oye el eco de las hachas que doblegaron los cerros.

Con el prólogo del reconocido periodista antioqueño Raúl Tamayo Gaviria, columnista del periódico El Colombiano, la obra f ue p resentada e n un lenguaje sencillo y ameno, como una completa recopilación de los escritos de este yarumaleño, desarrollada en cuatro capítulos que e l autor denominó “cosechas”: del huerto de l a fantasía, del huerto de l a vida, del huerto de l a poesía y del huerto policial.

Cimbra el silbo del abuelo que por el camino real asciende hasta el firmamento con una recua de mulas, el zurriago y el sombrero; con el tabaco en la boca, el carriel y su yesquero.