Las aventuras de Calígone y las amazonas

Page 1

CUENTOS GRIEGROS EN PAPIRO

TURPIN EDITORES

1 1 1 1 1

LAS AVENTURAS DE CALÍGONE YLAS AMAZONAS MARÍA PAZ LÓPEZ

Pequeño lector, te damos la bienvenida a esta colección de cuentos inspirados en novelas griegas muy, muy antiguas. Se escribieron hace más de dos mil años sobre rollos de papiros que permanecieron ocultos bajo las arenas del desierto. Tú también podrás descubrir los enigmas que se ocultan en sus páginas accediendo a los códigos secretos.

De la mano de los protagonistas, aprenderás cosas fascinantes.

La vida entonces era difícil y a veces los personajes se ven envueltos en situaciones complicadas. Te las contamos porque así se escribieron estas novelas y también porque así es la historia de la humanidad: ha habido épocas duras de las que podemos extraer una lección. ¿Te apetece viajar por tierras lejanas y vivir fantásticas aventuras?

CUENTOS GRIEGOS EN PAPIRO

Érase una vez un rey griego llamado Eubíoto el Próspero, que vive en un palacio de Olbia, a orillas del río Borístenes, en la desembocadura del Mar Negro. Otras ciudades costeras son Tomis, Tanais, Panticapeo, Bizancio, Fanagoria y Temiscira. También se sitúan en estas costas el Quersoneso Póntico y la mítica Cólquide, destino de Jasón y los argonautas. Los griegos son vecinos de pueblos bárbaros, como los sármatas, alanos y mayotas. Entre todos ellos, destacan los escitas, temidos por su fiereza..

Un día soleado, nace la princesa. Los reyes deciden ponerle el nombre de Calígone, que significa “de buena familia”. La madre viste a su preciosa niña con primorosos pañales bordados en oro. Se celebra una fiesta en palacio para celebrar el feliz acontecimiento y los aedos recitan al son de la cítara el mito de la diosa Partenia

La princesa es todavía una niña y juega con sus muñecas y sus tabas, pero también se educa en el palacio de la mano de maestras que le enseñan matemáticas, música y le hacen recitar de memoria versos de Homero, Eurípides y otros poetas. Diariamente, hace deporte y aprende a cazar, a montar a caballo y a usar la espada, pero cuando más disfruta es cuando sale con su madre al campo para aprender a identificar insectos, raíces, frutos, setas y todo tipo de hierbas silvestres. Ya en la farmacia del palacio, Calígone interrumpe a su madre: “Yo también quiero, déjame remover, algún día seré tan experta como tú preparando estos ungüentos”. “De acuerdo, pero ten mucho cuidado: si te pasas con la dosis, podría convertirse en un veneno”, le responde su madre complaciente.

Calígone ha crecido y se ha convertido en una joven espigada, fuerte y alegre. Junto a otras muchachas de su edad, acude con frecuencia al templo, para cantar himnos y hacer ofrendas a la diosa cazadora Ártemis, señora de los bosques y los animales:

“Venimos a cantarle a Ártemis, la de flechas doradas, la doncella venerable y ruidosa, la cazadora de ciervos, la hermana de Apolo, que atraviesa las sombrías montañas y escala hasta sus cumbres azotadas por el viento. Se divierte tensando el arco y lanzando dolorosos dardos. La cima del alto monte se estremece y el espeso bosque gime al escuchar el llanto de los animales, pero ella no se conmueve. Se marcha a la morada de Apolo, su hermano querido, a la fértil tierra de Delfos, para preparar un hermoso coro de Musas y Gracias. Una vez allí, dejando colgado el arco y las flechas, se viste y empieza a dirigir el coro y a cantarle a su madre, a Leto, la de bellos tobillos.”

Un buen día, de vuelta al palacio, tras sus ejercicios de equitación, observa asustada cómo su padre es insultado y zarandeado por un grupo de hombres con cara de pocos amigos.

Temiendo que su familia corra peligro, Eubíoto la embarca en una nave junto con alimentos y regalos valiosos. Aunque luce el sol durante la partida, pronto se oculta tras unas oscuras nubes. Se escuchan truenos y los relámpagos empiezan a surgir desde la bóveda del cielo. El barco de Calígone parece una minúscula cáscara de nuez, zarandeada por las olas

Al cabo de dos días, acaba la tormenta y vuelve a lucir el sol. La nave ha llegado a la orilla de una playa. Cuando la tripulación desembarca, un grupo de mujeres acude a recibirla. Llevan dagas al cinto y un arco y un carcaj lleno de flechas. Calígone comprende que ha llegado al legendario territorio de las amazonas, del que tanto ha oído hablar a sus padres y maestros. Es un reino de mujeres muy valientes que, como ella, saben montar a caballo y tirar con el arco a la perfección. Calígone da un paso al frente y les ofrece los ricos tesoros de su tierra que se han salvado de la tormenta.

Calígone es conducida ante la reina del país. Se llama Temistó la Justa. Cuando la tiene delante, la reina le habla así: “Te hemos acogido como a una náufraga, dime primero quién eres y de dónde vienes. Necesito saber con qué intenciones has llegado a nosotras. Muchos peligros nos acechan, pues guerreros de salvajes costumbres, los escitas, nos atacan continuamente”. “También asedian a mi padre, Eubíoto, el de muchas riquezas, el rey de Borístenes. Vengo en son de paz”, responde Calígone. Le entrega a la reina de un precioso collar de cornalina y añade: “Puedo aliarme con vosotras y ayudaros a luchar contra los peligrosos y salvajes escitas”.

Calígone demuestra sus conocimientos militares organizando el ejército e incorporando soldados de otros pueblos gobernados también por mujeres.

Las amazonas viven sin varones la mayor parte del año. Son buenas guerreras y saben defenderse, pero Calígone las ayuda a coordinarse mejor. “Nos uniremos también a otros pueblos de hombres liderados por mujeres, juntas seremos más fuertes y venceremos a nuestros enemigos. Al fin, podremos vivir en paz”, las arenga.

Se produce un nuevo ataque de los escitas y comienza la guerra. Calígone envía un mensajero a Olbia pidiéndole ayuda a su padre. El rey Eubíoto acude con refuerzos e instala la tienda junto a la de su hija.

Las amazonas cabalgan y son capaces de disparar con el arco desde la grupa del caballo. También luchan a pie empuñando las espadas. Los aliados que combaten en sus filas, alanos y sármatas, las admiran. Incluso, algunos enemigos se enamoran de ellas al verlas combatir tan valientemente.

La guerra a veces se interrumpe. Ambos bandos necesitan honrar a sus muertos y por eso pactan armisticios. En esos momentos de esparcimiento, se organizan en el campamento juegos de mesa, competiciones atléticas y cacerías. Durante una de ellas, Calígone conoce a un muchacho sármata al que encuentra muy atractivo. “Hola, soy Calígone, ¿y tú?”, le pregunta. “Me llamo Erasino”, responde el muchacho. “Erasino, ¿te atreves a hacer una carrera conmigo?”, le pregunta Calígone retadora. Están enamorados y buscan un lugar apartado del campamento militar para comprometerse y jurarse amor eterno. Calígone le describe a su amado los bellos paisajes de su patria, sus ríos y montañas. “Algún día vendrás conmigo a conocer los fértiles campos de mi tierra y la alegría de sus gentes”.

Un buen día, cuando Calígone se dirige a las cuadras, sorprende a Erasino acariciando los pies de su joven palafrenera. Sin pedir explicaciones, la princesa griega se marcha ofendida, sospechando que su prometido le es infiel. “Maldito sea el día en que lo conocí, me he llevado una terrible decepción. No quiero verlo nunca más”, le confiesa a su padre.

Los celos se apoderan del corazón de Calígone, que entra en su tienda furiosa e incapaz de razonar. Eubíoto teme que se haga daño con la espada y, en un descuido, se la esconde. Al darse cuenta la princesa, se dirige a él con gritos, exigiéndole que se la devuelva: “Dame mi espada, ¿crees que voy a cometer alguna locura? ¿Por quién me has tomado? Recuerda que soy una mujer griega, no una ruda amazona”.

La guerra se reanuda. Calígone tiene que concentrarse y estar muy alerta. La muchacha aparca sus problemas sentimentales y se entrega al combate. Finalmente, el ejército de Temistó consigue expulsar a los escitas, que se retiran vencidos. Ahora, toca curar y ayudar a las amazonas heridas para que puedan volver a casa. Aunque han ganado, la guerra les ha traído mucha desgracia y dolor.

Calígone sigue enfadada con Erasino, que también ha vuelto herido al campamento. A pesar del rencor, todavía lo quiere y siente pena por él. Sabe que puede curarlo con sus conocimientos médicos y con una pócima que su madre le enseñó a preparar y que siempre lleva consigo. Muy altiva, se acerca a Erasino, quien, con voz entrecortada por el dolor, susurra: “Te enfadaste sin motivo. No estaba cortejándola, la ayudaba a sacarse una espina que se había clavado en el pie. Es muy guapa y una experta amazona, es verdad, pero no estoy enamorado de ella, sólo te quiero a ti”.

Al fin reconciliados, Calígone y Erasino se preparan para partir. Temistó y sus amazonas acuden al puerto para decirles adiós a los griegos entre cantos de despedida. De nuevo, en el barco, rumbo a casa, la tripulación se entretiene recordando las anécdotas de la guerra. Calígone y Erasino hacen planes de vida en común. Ambos desean formar una familia.

Ya en Borístenes, se celebra el banquete de boda de Calígone y Erasino. Se ha engalanado la ciudad con guirnaldas de flores y los coros de doncellas cantan: “oh himeneo, vivan los novios”.

Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.