Ficciorama n107

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EDITOTIAL 106

la champeta: el extraño caso de charles machet ward Lea este texto con la siguiente canción: EL BICARBONATO del compositor y maestro Charles King

No es casualidad que en el extrarradio de la ciudad amurallada, la heroica Cartagena de Indias, emergiera un género musical que representara a los marginados. Gracias al reciente hallazgo de los manuscritos de Machet Ward, se puede dar constancia que este género es parte de un pacto con los primigemios y la raza perdida de Insmouth, cerca de Providence, Rhode Island. Charles Machet Ward, seudónimo de Efraim Rajir Adlercretuz, fue un notorio y poco conocido escritor que retrato esa Cartagena de los umbrales que se esconde más allá de la torre del reloj y el mercado de Bazurto. Admirador de la obra de Howard Philips Lovecraft, presento para la clase de filosofía el mítico ensayo que revelo al mundo el fenómeno cultural de la champeta: “El Sonido que Cayo del Cielo”. El escrito comienza con estas líneas: “Al Oeste de Yellow Hell City los conjuntos se yerguen selváticos, y hay viviendas con profundas cañerías en las cuales no ha resonado nunca el ruido de una champeta. Hay angostas y oscuras cañadas donde los residentes se inclinan fantásticamente, y donde discurren estrechos callejones que nunca han captado el reflejo de la luz del sol. En las laderas menos agrestes hay casas de labor, antiguas y rocosas, con edificaciones cubiertas de musgo, rumiando eternamente en los misterios de Chambaku; pero todas ellas están ahora vacías, con las amplias chimeneas desmoronándose y las paredes pandeándose debajo de los techos a la cartagenera.” Publicado por entregas en el semanario La Verdad, muchos cuestionaron la veracidad de Machet y los ciudadanos ilustres movieron sus influencias para acallar lo que revelaba Machet y la futura cultura picotera. La Champeta es un sincretismo de varias expresiones musicales: africana, música terapia, el sukkur y la música antillana; que era escuchada bajo el radar en Chambaku, un barrio de invasión en el que sus habitantes tenían un pequeño refugio que los ocultaba de los poderosos, quienes usaban la prensa local para hacer un llamado a oponerse a este aterrador sonido que podría dañar a la sociedad y convertirla en champetudos, pandilleros con cuchillos grandes practicando la danza de la muerte a cada toque de la batería y el riff de la guitarra. La palabra champeta hace alusión a un cuchillo grande, una machetilla, usada como apelativo puesto por la elite

económica para menospreciar a esta expresión cultural, asociándola a elementos vulgares, pobreza y negritud. Machet también fue conocido como un devoto creyente de la religión Vudú y de los espíritus Loa, en especial de Papa Legba. Cuando se revelo esto a la comunidad fue proscrito y tuvo que exiliarse de la región y migrar a la capital. Fue adoptado por el profesor Elias Bornov, quien le enseño el resto de la obra de Lovecratf, de Machen, Chambers y Lord Dunsany. Este descubrimiento le llevo a expandir su obra. “El Sonido que Cayo del Cielo” fue publicado por la pequeña editorial Mireaver y gano el premio Rottenheimmer al mejor ensayo social en 1997. Gracias a este documento fue que en la capital se conoció a El Sayayin, Charles King, El Rey de Rocha, los equipos picoteros y la obra grafica de El Runner, el principal artista del cartel picotero. Así las cosas, esta edición será dedicada a este fenómeno cultural que representa toda una forma de resistencia e identidad que sirve a modo de documento, una forma de comprender y revelar la historia oculta de la heroica. Ficciorama, Distrito 2, diciembre de 2020


FICCIROSEBUDD: EL PICK-UP

La palabra Picó es la adaptación colombiana de la palabra inglesa Pickup que significa recoger o levantar. El Picó es un dispositivo mecánico que “recoge” la energía vibracional del movimiento de la aguja sobre el acetato y la convierte en energía sonora para poner a gozar a la gente por medio de tremendo sistema de altavoces. Desde finales de los 50´s la gente de la Costa Atlántica colombiana desarrolló una alternativa para disfrutar y difundir su música preferida; construyeron artesanalmente potentes sistemas de sonido que se caracterizan por tener un nombre propio según su origen o preferencia musical (El Timbalero, El Coreano, El Isleño... ), un aspecto visual extraordinario y por supuesto tremendos componentes de sonido. Los Picós fueron ganando protagonismo y se creó alrededor de estas máquinas una cultura urbana, popular y contemporánea en las que artesanos, dj’s, propietarios de picós, vendedores de música, productores y artistas conforman la base.

EL SATANÁS: UNA CANCIÓN DE AMOR QUE AGITA LA VERBENA Por Jhonatan Cantillo

Con antelación César Romero, picotero de “La Cobra de Barranquilla’, había recomendado a Ticotín traer especialmente Lps. de Lokassa Ya M’bongo, que para 1988 era uno de los artistas más emblemáticos a nivel de verbenas y bailes populares en el Caribe. Transcurrían los primeros días de enero de 1989, y vientos de Carnaval empezaban a recorrer la Arenosa. El Boqui jamás olvidó la primera vez que escuchó aquel tema, y durante los siguientes días no hizo otra cosa que dejarse atrapar por sus vibraciones, imaginando la reacción que tendrían los bailadores y melómanos. De esta manera ingresa a la discografía de El Rojo, rebautizándola con el piconema: El Satanás, nombre con el que los verbeneros de toda Colombia identifican una de las canciones favoritas de Lokassa y de todo el repertorio africano. El álbum traído desde New York era el Marcory Gasoil, una producción de 1988 dirigida por Lokassa, realizada en París en los estudios Harry Son.

https://www.elheraldo.co/entretenimiento/ el-satanas-una-cancion-de-amor-que-agitala-verbena-428162


MIGUEL JORGE / gizmondo.com

MANUSCRITO CHAMPETÚO A CUATRO MANOS A LA SOMBRA DEL PICK UP

La ciudad retumba con el taka taka tum tum de un pick up invisible. La nave espacial del Saya era una máquina musical que ahora está escondida en las faldas de la Popa. Todo esto es descabellado para el hombre del común y le conviene que lo sea para no perder la razón. Ustedes no han querido aceptar que toda historia siempre posee otra versión, que atiende a las necesidades de los paranoicos. Nosotros tenemos el consuelo de que vivimos en carne propia las consecuencias de investigar la muerte de uno de los hombres más queridos de la champetúa Yellow Hell City. Están a punto de leer las intuiciones de dos detectives. De fondo suena música caliente y peligrosa, la música sensual del vacile callejero. Ese era uno de los casos más extraños que nos había tocado. Mucho se había tejido alrededor de la muerte del Sayayin, ese extraño monarca de la champeta. Las crónicas policiales y los periódicos amarillistas contaban que fue asesinado por un malentendido o por una venganza de individuos de este mundo. Cuando se mira

todo en blanco o negro, son válidas esas respuestas: un tipo famoso en la escena cultural, es asesinado como cualquiera que se encuentre a la hora y en el lugar equivocado. Esa patraña de mierda fue ideada para despistar a todos. Nosotros, que estamos más allá de las convenciones y la aceptación de los engaños publicitarios, sabemos que fuerzas interdimensionales, enteradas de su naturaleza mística y policial, planearon su muerte. Los lectores de este manuscrito deben saber que el Sayayin vino de otro mundo a dejar un mensaje que transformaría la psiquis de los habitantes de la tierra: “La voladora” o como le llaman algunos, “La propia nubecita”, era su evangelio y en él hablaba de ascensos e iniciaciones del ser, mientras en los barrios populares retumbaba el corazón del Pick up. Lo mataron porque se estaba gestando en Yellow Hell City, una revolución champetúa, que iba a llevar a todos en el planeta a innombrables nirvanas, mientras bailaban contra la pared. Había en todo esto un trasfondo de pesadilla, porque trajo desde planeta Champeta, un mensaje único, que a ciertas fuerzas interdimensionales carentes de oídos y piernas para escuchar y sentir la música, les desagradaba. Nosotros, X Underground y Constantino Marlowe, detectives venidos a menos por revelar lo que nadie quiere escuchar, después de muchas pesquisas, golpes y patadas, nos encontramos con uno de los secretos más grandes de la música de esta ciudad. Todos están en su derecho de no creer esto que vamos a revelar, todos pueden calumniarnos y perseguirnos en nuestros sueños como ha venido haciendo aquellas entidades, todos tienen el derecho de hacer lo que les venga en gana, pero el sol no se tapa con un dedo. Diremos lo que ocurre y ustedes juzgarán según los límites de su imaginación: La música champeta tiene el poder de configurar la estructura del ADN


y llevar al individuo a realizar proezas. El Sayayin, no solo era una especia de avatar, también era un agente encubierto que tenía la misión de usar el poder del Tótem-pickup para reestructurar la conducta autodestructiva de los humanos. Es por eso que cuando suena la música, por muy apático que se muestre el individuo, al sentir el taka taka tun, se produce un vértigo celular que le concede poderes que van desde la elasticidad, hasta el de adivinar el futuro. Escuchar y bailar champeta es casi como alcanzar un cierto grado de divinidad. El Saya pretendía que, de forma sutil, sus letras jugaran un papel fundamental en el inicio de la revolución que tarde o temprano se originaría.

Lo mataron para distorsionar el mensaje. Todo lo que se ha hecho después de su muerte, es meter notas y deformar el “fonechampe” (vibración champetúa del sonido), mezclándolo con un género creado en los laboratorios del más sucio capitalismo: el reggeton. Este, a diferencia de la champeta coloca trampas psíquicas en las mentes para que solo deseen satisfacer sus placeres y dejen de lado el ascenso y descubrimiento del “Sinlimiteeeh”, la fuerza creadora musical más grande del multiverso. Las entidades interdimensionales de las que hasta ahora no sabemos su nombre, tienen intereses en la Tierra y necesitan que pocos o ninguno sepa de esa fuerza. El Sayayin trajo un mensaje que empezaba despertar las mentes y los corazones; sabemos por nuestras investigaciones que había escrito una canción con la que pondría a bailar hasta a los muertos. Con esa canción y sus posibles ritmos, se fue la esperanza de toda una raza que necesitaba a través del baile, entrar en armonía con el universo. El agente Sayayin del Planeta Champeta, con el número de identificación QS0934 y con el alias JJS en la Tierra, fue asesinado y no fue el azar o por un asunto de la violencia típica de la humanidad. Con su muerte

se va la esperanza de encontrar la luz y subir a la Propia Nubesita (el nirvana champetúo). Cuando los nativos de Yellow Hell City y el mundo estén preparados para la gran revelación, estaremos dispuestos a mostrar los detalles de nuestro descubrimiento. Por ahora nos ocultaremos en las sombras, llevando en nuestras mentes el castigo de visiones abominables, impuestas por las repugnantes entidades interdimensionales. Viva la verdad, Viva la champeta y viva el pueblo de Yellow Hell City. Atte: Constantino Marlowe (detective dinosaurio) X Underground (detective Nö)


POR: Carlos Piedrahita / La cola de Rata

EL RUNNER Y MAS NA / el arte picó

‘El Runner’ es el creador de los carteles tradicionales para las fiestas de champeta. Sin él no llega la gente a un ‘picó’ o como lo explica: “Un picó sin la cartelera mía queda mamando”. Mantiene el mismo estilo desde hace 35 años, cuando ‘El Conde’ un reconocido ‘picó’ del barrio La Candelaria, rompía con música a todo volumen la tranquilidad de la Cartagena que duerme por fuera de las murallas. Su relación con estas fiestas era la de un fiel aficionado, “Había un club que hacía bailes en la calle de los palenqueros, se llamaba Los Patines de Cuba, cuando eso se hacían los ‘picós’ con música africana traída de Barranquilla, como no tenía plata para pagar la entrada, yo me paraba afuera con una grabadora en la cabeza para guardar en un cassette la música porque no se conseguía”. La afición a esta música era tanta, que un día decidió modificar un cartel antiguo de un ‘picó’ para decorar su casa, “Yo agarré un cartel normal, lo pinté con marcadores y lo puse afuera de mi casa, luego una persona me pidió que le hiciera más carteles como ese, encargándome ocho, entonces yo le dije que los hacía con la condición de que me entrara gratis a las fiestas. Cuando vieron mis afiches todos los ‘picós’ empezaron a desearlos. Para un evento grande como el que organiza el ‘Rey de Rocha’ en la plaza de toros pinto hasta

500” Los afiches del ‘Runner’ cuestan entre 1.500 pesos, 2.000 hasta 60.000 los más grandes. El estilo de los carteles fueron su aporte a la cultura ‘champetuda’. Con el tiempo aprendió un par de trucos que lo mantienen como el favorito de todos, “Yo le pongo el fondo amarillo y letras rojas para que los carteles se vean a leguas, pero la letra y el estilo son los fundamental. Cuando sacan los afiches digitales tú los ves y no crees que sean de un baile de champeta, nadie lo entiende. Es otra cosa, ellos tratan de hacerlo, lo hacen bien, pero no lo hacen como yo, así de simple”. Los afiches del ‘Runner’ se propagan por los barrios Olaya Herrera, El Bosque, Torices y el mercado de Bazurto, allí son parte del paisaje. “Cuando yo pinto una cartelera la gente me dice que las vio en la calle, todos las distinguen. Yo salgo en mi moto por la ciudad con el radar encendido para ubicar los espacios estratégicos donde poner los carteles”. Aunque muy pocos conocen su verdadero nombre -José Corredor-, en la calle reconocen tanto a ‘el Runner’ como a sus letras. Cuando pinta el muro para el ‘picó’ del próximo domingo, desde los buses y las motos le gritan “¡Runner!” y él levanta la mano para corresponder el saludo sin quitar la vista de la pared. No todo es el estilo; el ‘Runner’ hace honores a su apodo, “en 15 minutos te pinto un muro grande” promete antes de empezar, cuando termina el detalle de la última letra mira el reloj y se ríe, ha cumplido.

https://www.lacoladerata.co/cultura/ relatos/pintor-pone-bailar-champeta-lasparedes/


FICCIORAMA DESCRIPCIONES PROFÉTICAS INTROXICANTES / NÚMERO 107 Diciembre de 2020 DIRECCIÓN FICCIORAMA COMITE EDITORIAL UNIDAD DE INVESTIGACIÓN METACOGNITIVA POSCULTURAL COLABORAN EN ESTE NÚMERO El Señor Underground, Carlos Piedrahita (La Cola de Rata) Jhonatan Cantillo (El heraldo) PORTADA ficciorama DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN sindicato de artefinalstas secciòn 24 Asesoria tematica Ramon medina (el laberinto del minotauro)



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