EDITOTIAL 119
MARZO 2022
ROGELIO SPARE: LA BALADA DE ANUL MANAM POR: FICCIORAMA
Lease con la siguiente canción: The Rime of the Ancient Mariner / Iron Maiden
Mark Fisher, uno de los integrantes del CCRU (Unidad de Investigación de Cultura Cibernética), anoto lo siguiente en su libro Lo Raro y lo Espeluznante (Alpha Decay, 2018): “Se genera un “efecto de realidad” solo mostrando una parte de la ficción, que, a fuerza de repetición y viralización, se convierte en algo real en si misma” (Fisher, pág. 31). Asi las cosas, Rogelio Spare, el desconocido escritor oriundo de Girardot, Cundinamarca; nunca pudo ver los efectos de su corta obra. Gracias a los esfuerzos del Registraduría Gráfica Bidimensional, se ha logrado reconstruir uno de sus escritos, La Balada de Anul Manan, fechada en 1937. Este esfuerzo fue posible en colaboración con el instituto Steadler que tenia en su poder la versión en inglés. The Rime of Anul Manan (en grafía original, The Rime of Anulg Mananoth) es un poema traducido al inglés escrito por Spare en 1936 que en su versión en español ha recibido diversos títulos (La balada de Anul Manan, La Balada del Profundo, La oda del Rio Profundo). Relata la fantástica aventura de un marinero durante un largo viaje en el rio Magdalena. Este se inicia con el marinero abordando a un hombre que va a una boda en Girardot, pidiéndole que escuche su historia. La historia se inicia con una partida venturosa, pero luego seguida de fuertes tormentas. El barco es llevado hacia el sur, llegando cerca de las costas del Darien. Es ahí cuando la tripulación ve a un albatros, augurio de buena suerte. Sin embargo y sin razón alguna, el marinero dispara al ave con su rifle. La
tripulación se inquieta, culpando al marino de un futuro desastre. Sin embargo, después de que el tiempo mejora y desaparece la niebla, la tripulación cambia de parecer, felicitando al marino por su acción. Navegando a la deriva y sufriendo la escasez de agua, la tripulación vuelve a depositar su ira en el marino, castigándole a colgar en su cuello al ave como señal de culpabilidad. Con el paso del tiempo, el barco tiene un encuentro fantasmal con la muerte y la vida-enmuerte. Estos juegan con los dados la vida de la tripulación, siendo la muerte-en-vida quien gana el alma del marinero. El castigo de ver a la tripulación perecer, hace que el marino cambie de actitud y bendiga a las criaturas del mar que encuentra. Es allí donde el ave que colgaba de su cuello cae, liberándolo de la maldición. Después de esta liberación, el marino es rescatado del barco varado donde se encontraba para luego ser perdonado por un ermitaño, poniéndole como penitencia el relatar su historia donde quiera que vaya. Rogelio Spare y su esposa Doña Aracely Piraquiva circa 1956
FICCIROSEBUDD
EL MANUSCRITO PERDIDO
Edgar Modorowsky (el que porta el maletin) centro su tesis doctoral en la notoria influencia de Howard Philips Lovecraft en el escritor Rogelio Spare. Publicada en 1977, bajo el titulo de From Insmouth to Grirardoth: the influence of Lovecraft in the writing form of Rogelio Spare, introdujo un modelo metodologico que seria retomado años mas tarde conocido como Ontología Objetual, cuyas herramientas incluian el analisis de los bloques lingüísticos usados para construir el horror cósmico y el gótico cósmico calentano
“ Rogelio Spare se abre camino en la tradición de un género que goza de mucho auge en norteamérica, del cual poco se habla en estas tierras: el terror. Nacido en Girardot en 1920, su prosa ha sido comprada con la del escritor Howard Philips Lovecraft. Spare publico su primer cuento, “El Navegante” en la revista PAN en 1935, dejando atonitos al circulo intelectual del momento por su debordada imaginación, en la que conjuraba seres incomprensibles al estrecho entendimiento humano. La editorial Nova Lux, en su quinto aniversario, recupera este compendio repleto de relatos de horror cosmico, en la mejor tradición de los llamados weird tales.” Comentrario escrito por German Arciniegas para la revista Vida, fechada en 1946.
ROGELIO SPARE / 1937
LA BALADA DE ANUL MANAM
E
l rio Magdalena era su vida; las aguas, decía, dieron color a sus ojos y el sol a su piel. Nunca pasó miedo, ni tormentas, ni capitanes innobles pudieron con él; pero la noche, el sueño, encontrarse taciturno con su sirena le hacían temblar. Se despertaba sudando, abría sus ojos turquesa, se erguía y la llamaba. Era tal su obsesión que en sueños le había puesto nombre: Anul; era su musa, su dueña, su amor. La sospecha parecía que no le había tocado en el reparto genético, pero sí mucho entusiasmo y un carácter que le permitía ganarse a compañeros, a patronos y a cómitres. Siempre tuvo como lujo que ninguna mujer se le había resistido, no sabemos si porque ansiaba a pocas o porque tenía un éxito sin igual. Sólo Anul se le escapaba; daba igual como la soñara, siempre desaparecía nada más verla. Tenía un rostro blanco nival, unos preciosos ojos verdes como las aguas del trópico y una adorable sonrisa. Él pensaba que era una sirena porque siempre la ensoñaba saliendo y entrando del agua, pero jamás la vio de cuerpo entero. Tras la visión se despertaba sudoroso, gritando su nombre, muerto de dolor por la reciente lejanía de la que ahora era la dueña de su alma.
Decidió su oficio tan pronto como su altura inaudita y su inteligencia sobrenatural le permitieron ganarse el primer sustento. Con sólo nueve años era más alto que el capitán del barco, menos experimentado, pero más entusiasta, muy dispuesto y sobre todo muy feliz de poder navegar. Años después admitiría que la sal marina era el alimento de su alma, que los alcatraces y las fragatas le hacían ser libre y que todo aquello le daba más vida que cualquier otra cosa. Empezó aprendiendo a pescar distinguiendo tamaños, tonos, branquias y espinas, y acabó enrolado a sueldo, cuando ya no pudo seguir en su oficio, acompañando a viajeros y soldados que necesitaban cruzar el océano. Como sólo navegaba, buscaba y soñaba, terminó confundiéndose: creía que estaba en el mar cuando se echaba a tierra, soñaba que buscaba y buscaba, soñando, encontrarla. Viejo y cansado hizo un pacto con Poseidón, el dios del mar: se entregaría para siempre a las aguas si conseguía verla despierto sólo una vez. El dios aceptó el reto y buscó a la sirena, preguntó a parcas y musas, llamó a Ulises para saber si la había encontrado en su largo periplo. Mandó a delfines, a ballenas y a lobos de mar en su busca,
pero Anul no se hallaba. Convocó a dioses y semidioses, a consejeros, copistas, escribas y visires. No se atrevió a invocar a los dioses de las religiones del libro, siendo los únicos a los que no osó a preguntar. Frustrado recordó que en Alejandría había un sabio, Climaco, el bibliotecario, del que se decía que se había leído todos los pergaminos de la gran Biblioteca, y lo llamó para pedirle ayuda. Estaba ya medio ciego y para su desgracia había presenciado la destrucción de la colección, pero conservaba sus Pinakes, un largo catálogo en el que describió todas las obras que llegaban, ya fueran de las naciones del occidente o del oriente, del norte o del sur. Ayudado por Hipatia buscó durante meses el rastro de la sirena, hasta que por fin recordó que hacía mucho tiempo una sibila le entregó, con objeto de que se conservara para siempre en la insigne biblioteca, un rollo de pergamino. Cuando lo abrió, Calímaco no encontró nada escrito y la vieja sibila le dijo que los dioses prohibieron que se contara, pero que su última voluntad fue que existiera un testimonio de la bella y triste historia de su hijo. Cuando el pergamino se calentaba aparecían las letras, para que éstas desaparecieran sólo
había que acercarlas al agua y la humedad las borraba de nuevo. El castigo de ver a la tripulación perecer, hace que el marino cambie de actitud y bendiga a las criaturas del mar que encuentra. Es allí donde el ave que colgaba de su cuello cae, liberándolo de la maldición. Después de esta liberación, el marino es rescatado del barco varado donde se encontraba para luego ser perdonado por un ermitaño, poniéndole como penitencia el relatar su historia donde quiera que vaya. Cuenta la leyenda que Ángel María, un rudo marinero bragado en mil batallas con las olas y entrado en canas, soñaba que veía a una sirena. Era de piel oscura, mitad debido a la continua vida a bordo y la otra posiblemente porque, a pesar de ser de padres cristianos, siempre sospechó que entre sus antepasados se coló un berberisco o sarraceno, del que también heredó unos inmensos ojos azules únicos, que su madre no lograba identificar en la familia.
hasta el 31 DE MARZO de 2022, enviar el material a: ficcifanzine@gmail.com