El matavenados 10

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trips cool






YA El mejor amigo del presente


DIOS RABIA Josefina Len LAS BRUJAS

La radio se ha vuelto loca. Las brujas malditas se han apoderado de todo. Sus canciones se escuchan todas las noches por toda la ciudad. Discuten en sus satánicos lenguajes mientras tocan sus oscuros instrumentos musicales. Tan pop, tan rock. Los gemelos musicales. A pesar del ritmo, algunas horas son muy tranquilas. Se ponen en un mood muy ambient. Las brujas se ponen bien space. Todos nosotros, los no bruja, le llamamos la hora profunda y pensamos que de seguro es la parte de la noche cuando las brujas se ponen más poéticas. Pero no aplican esa poesía santa de las wiccas. No es amor natural lo que sueñan, son misterios físicos. futuros físicos, leyes físicas del futuro. La novedad en la realidad las aterra. En toda la historia científica la desrealidad jamás ha existido. Bueno hasta ahorita, en la radio poética de las brujas por la madrugada.


El fervor de la melancolía anunciada Elizabeth Mireles

Bocanas de blanco humo que desaparecen en la inmensidad de la obscuridad tenuemente iluminadas por pequeños astros. Donde el blues cura las heridas y las mascaras de mi pared me miran, donde también los grillos cantan al filo de la luna y rompen el silencio colateral nocturno, y las palabras brutalmente analizadas con el encefálico conocimiento de instintiva lengua deparada. El vacío me persigue por la habitación y camina pisándome los tobillos, sacudo los brazos y se asusta temporalmente, intento que se vaya por la ventana, por

los altibajos de la voz interior, por los ojos, pero no consigo nada. Una flama de emoción sale de mi pecho porque pienso en un hombre, pero no es algo relevante a estas horas de la noche, algo peor me acecha, no se trata de amor, ni desamor, no es tristeza ni melancolía, son deseos estrechos en mi corazón, vacíos existenciales y muertes prematuras del ser. No me preocupa en nada, eso ya se ha vuelto un vicio noctívago, no me mancha de cólera, al contrario; me despierta la sed incesante del lirismo envuelto en melodías sordas.

Nobuyoshi Araki / KEKKAI 2014.10.16 - 12.15 AM (art space) http://www.am-project.jp/


Es más fácil escribir diez volúmenes de principios filosóficos que poner en práctica uno solo de sus principios.


DARK SIDE IN THE MONK Conversación con Rael Salvador Herandy Rojas Existe una atmósfera de misterior alrededor de Rael Salvador, escritor ensenadense de quien muchos recuerdan su nombre por el libro de poesía-antipoética Pandemonium, insignia lírica que marcó su persona, su literatura y el resto de su carrera como escritor. Entre otras cosas, Rael Salvador se ha desempeñado como editor, periodista y profesor. Nutriendo siempre la diversidad de su trabajo con la línea rectora de la ética inamovible de los derechos humanos, y la educación de calidad, en derechos de igualdad, para todas las personas. Algunos de los libros de su autoría son Ensenada. Instrucciones para hacer fuego con el mar (Aula Sinmuros Ediciones, 1999); Te metes, tiras y sales (Aula Sinmuro Ediciones, 1999); Obituarios intempestivos (Colección Palabra, 2014); Claridad & Cortesía. La creación de una belleza nueva (XXI Ayuntamiento Ensenada, 2015). Partiendo de todo ello, nos reunimos con Rael Salvador, no sólo con la intención de tener una charla que nos ayudara a vislumbrar quién es actualmente aquel poeta joven sin pelos en la lengua, sino saber de su propia voz, cuál ha sido su desarrollo literario, periodístico e, incluso, cómo ve el mundo en la actualidad. A continuación la entrevista.

Herandy Rojas: Tus inicios en la literatura fueron a través de la poesía. Se te llegó a nombrar, por parte tus lectores y detractores, “Poeta Maldito”. Sobrenombre por el que aún te recuerda tu generación y, desde luego, también algunos jóvenes que han tenido acercamiento a tus libros, especialmente con Pandemónium. ¿Cómo era Rael Salvador en el tiempo de Pandemónium? Rael Salvador: Era un diletante informado e informal, un intelectual ilógico, una especie de farsante auténtico. Practicando la insolencia de la antipoesía, llegué a la exquisitez del lenguaje, que es el núcleo luminiscente donde se encuentra la palabra auténtica, arma poética con la cual incineras al ruiseñor y, de igual forma, con un verso resucitas los despojos de la alondra. Pero lejos quedaron ya la arrogancia desparpajada del “Poeta Maldito” y el incontenible deseo de un mundo mejor; es decir, la distracción intelectual y su poderío intimidatorio dio paso a la contemplación crítica y a sus residuos literarios: la opera prima, cicatriz amarrada con hilos de plata, dio paso a la búsqueda de la opera magna, misterio en el cual demoro mis días y mis noches engañando a las cada vez más cercanas sombras de la muerte. H.R.: ¿Cómo era el “Poeta Maldito”? R.S.: Como un Sócrates con Ray-Ban, como un Beat decimonónico escapado de un film de Bergman, cuando Bergman y el cinematógrafo todavía no existían. Así, con una belleza digna de pecado, escribí en los 80 mi libro Pandemónium, hojas más próximas al paraíso musulmán que al infierno cristiano. Y puedo asegurar, después de haber

practicado la generosidad de la antipoesía, que he obtenido una consciencia benigna del mal y no sé si también una conciencia maligna del bien… ¿Quiénes son los buenos? ¿Quiénes son los malos? ¿Qué tan buenos son los malos? ¿Qué tan malos son los buenos? ¿Qué tan malos son los malos? ¿Qué tan buenos son los buenos? Líneas en el agua. Quizá en ello radique la comprensión de mi panfleto y de mi persona, ya que la comprensión debe preceder a cualquier juicio y a cualquier condena. Gracias a ese auténtico manual de antiayuda que es Pandemónium, más que “maldito” y en la hoguera, sólo un personaje a contraluz. H.R.: En aquellos tiempos los jóvenes estaban impregnados de la ola contracultural del movimiento hippie, se encontraban en auge los grandes festivales de música, acompañados de una buena dosis de marihuana y psicodelia. ¿Cuál era tu acercamiento hacia estas tendencias? ¿Influenciaban de alguna manera en tu vida literaria? R.S.: Vengo, junto con Facundo Cabral, de los años 60, brillante época que nos obsequió la música, la rebelión del Che Guevara y la minifalda, motivos esenciales que le cambiaron el rostro al mundo. Vengo de los 70, del lado oscuro de la luna, cuando las dictaduras del Norte sofocaban la libertades del Sur, mientras la censura remozaba muros en el Este y mi generación, abanderando la izquierda y la contracultura, mordía el polvo desde Turquía a Chile, desde Vietnam a Uruguay, años en que el Kon-Tike, auténtico comedor en la bahía de Ensenada, hacía crujir sus amarras al vuelo desbalagado de las gaviotas y la Cantina Hussong's, siempre de Noches Tapatías, no le hacía falta su Juan José Arreola ni su Octavio Paz. Tiempo en que Jim Morrison, con Blanquita y los Láser, recorría la ciudad, y Luis Pavía, salido de la Era de Aquarius, nos ofrecía clases en versos y flores, en la Escuela Normal. Pero, sobre todo, vengo de los 80, en medio de la Perestroika y el revuelo de la plaza de Tien An Men, con la partida de Juan Rulfo al Páramo estelar y de un Albert Camus siempre presente; celebrando las lecturas de Nietzsche y atendiendo las libertades de Zaratustra, la esperanzadora tristeza de un Ernesto Sábato y comprendiendo los juegos verbales de Cioran y de Cortázar. Vengo de las mejores imágenes del cine, desde Fellini a Kurosawa, pasando por Alexis “Zorba” el Griego y Alexander “Topo” Jodorowsky, hasta llegar a la inocente belleza erótica de una inolvidable Emmanuel. Es decir, de Nikos Kazantzakis a Osho –“mi alma gemela”, solía repetirme Facundo Cabral– pasando por los Gnósticos y los Presocráticos, entre las cumbres del Tíbet y las profundidades del Ganges, hasta arribar a la sonrisa de un Buda descaradamente certero, semblante muy similar al que se dibuja en el “Coloso” de Brooklyn, Henry Miller, golfo de Nueva York, a quien considero el mayor exponente espiritual sobre la Tierra, convirtiendo a Kerouac en un vagabundillo cósmico cualquiera. Sí, en ese tiempo el mundo era un paraíso violento, revolucionario por antonomasia –mariguana, sexo y psicoanálisis–, donde los muchachos bailábamos desnudos bajo un arco iris de fuego.


H.R.: Tienes una amplia colección de libros de poesía publicados. ¿Me podrías nombrar los más significativos para ti y por qué? R.S.: Te hablaré de mi predilecto: Te metes, tiras y sale, libro de poesía infantil, ilustrado por la pintora alemana Mati Ransenberg, que recoge un afecto especial por la meditación y la palabra. Él es el que resguarda esta máxima: “Como exploradores de la existencia, antes que el Everest, deberíamos escalar primero el Himalaya de nuestro propio espíritu”, porque sólo así seremos poseedores de esa levedad necesaria que, no pocas veces, solicitan nuestros pasos para dejar huella útil y duradera. Lo demás, herramientas y garfios para el hundimiento de la humanidad simuladora. H.R.: ¿Quiénes eran los escritores o poetas que leías en aquellas épocas y cuáles son ahora? R.S.: El canon de la herencia maldita la dicta Baudelaire, en eso estaremos de acuerdo, y en la familia de Paul Verlaine, desde luego, fincando color y calor en la bella impiedad de los versos de Jean Arthur Nicolas Rimbaud. Luego vendrán los existencialistas, Sartre, Camus, Simone de Beauvoir, cuadra de neo románticos que ofrecen al mundo la posibilidad de hacerse responsables de sus tragedias: “Tú eres lo que haces, porque lo que haces es lo que decides…”, sin brindarte la posibilidad de escapatoria. También se encuentran Celine, Miller, Kerouac y los elegidos del Dharma, Cioran, Bukowsky, Rulfo, Galeano, Cabral, Gelman, Saramago, Alberto Manguel, Martín Caparrós, Leila Guerriero y un largo etcétera. H.R.: Se puede decir que tu escritura ha dado un giro revolucionario a lo que fue en sus primeras épocas. Antes tu romance era con la poesía. Ahora lo es con el periodismo literario. R.S.: Ya lo he dicho, mis ensayos no corresponden al periodismo de carácter canónico, sino a una libre escritura de comunicación narrativa, donde lo idílico abandera el estilo en la categoría de lo formal, permitiendo que la no ficción despliegue un mapa literario en el cual la existencia aparezca como experiencia. La poética documental –desenfadada metáfora periodística, que se permite la elegancia precisa y no el divino vacío del preciosismo–, es el derecho a una mirada personal de lo colectivo –visión siempre informada y no deudora del dato duro: “The Optic”, de la perspectiva–, que antepone lo verosímil, además del color y su espectro de belleza, al horror de la verdad oficial y sus absolutos. De tal manera: si el periodismo pasa, que la literatura quede. H.R.: ¿Piensas regresar a la poesía, en sí misma? Hace tiempo me dijiste que estabas escribiendo un libro…

R.S.: Nunca he dejado de escribir poesía… L a dulce noche lluviosa que eso suceda, seguro que yo ya no perteneceré a este mundo y sus estafas. H.R.: ¿Cuál es el proceso creativo, y práctico, para incluir poesía en un texto literario, periodístico, narrativo, con un buen resultado? R.S.: Palabras cinceladas por la paciencia, la insolencia y la cadencia, y cocinadas a la “Quinta estación” (la belleza de las cosas sórdidas), como lo quería Albucius Silus, maestro latino de la gracia y la imperfección. Es una muy buena receta que ayuda a la gente a satisfacer su regular vómito de neurosis y a navegar en su propia catarsis. Ahí que Pandemónium y algunos de mis libros en prosa, sobre todo los de periodismo en primera persona, no sean otra cosa que manuales de antiayuda, porque te hacen comprender cómo una exquisita “puteada” puede ser mejor y más barata que cinco años de psicoanálisis. H.R.: Al ser un escritor con larga trayectoria en la ciudad de Ensenada, pero también en Baja California y en el país, ¿crees que hay muchos paradigmas, todavía, referentes a la vida de los escritores o artistas, ligados a sus obras? R.S.: Si la trayectoria resultará una garantía para la calidad de la literatura, todos los escritores maduros o viejos estaríamos enganchados en el éxito y en las ventas; pero como es de todos conocido, éxito que no da dinero es autoengaño, aquí en Ensenada como en el resto del país. Si Pandemónium se vendió como la Coca-Cola, no ha sucedido lo mismo con mi obra restante, que se mantiene en librerías, con ventas regulares. Desde luego, el paradigma es persiste, y aquí me zumba en un brillo de oro el comentario de Weissenbruch a Vicent Van Gogh, cuando éste último le pide apoyo: “La felicidad es animal –le contesta el amigo al pintor–, es buena para las vacas y los comerciantes. Los artistas florecen en el dolor. Dios es misericordioso contigo si te da pobreza, disgustos y penas...” Lo de las vacas y los comerciantes es lindo, lo demás deja ver una exageración tacaña. En la actualidad, los escritores y los demás artistas estamos obligados, más allá de la trayectoria y el éxito sin remuneración, a deshacernos de la inviabilidad desastrosa de la belleza de no ser nadie, y, a partir del oficio, la calidad expuesta y demostrada, vivir de nuestros obras y productos. El artista, alimentado por un merecido bienestar económico, como el que recibe cualquier otro oficio o profesión, es el único que puede desarrollar la consciencia de la Bellas Artes, tejido fino del Humanismo, y esperar algo mejor en esta mundo dominado por políticas farsantes, movidas por cínicos y estafadores.


(LUZ FM) Carretera a Tijuana, llena de robots monstruos que bailan canciones interminables, vida infinita estirada inteligentemente. Las palabras le ceden el espacio al absurdo y las alarmas suenan super quedito el dĂ­a de hoy.


(LUZ FM)

El coro del futuro me aterra. Las invenciones de los imbĂŠciles son en verdad poderosas. Asesinas, molestas. El coro del futuro pierde el ritmo y de paso la dignidad. No quiere saber nada de nada. Intenta ignorar el calor escondido en el tiempo. Los perros ladrando como siempre. Siempre viendo fantasmas inĂştiles


(LUZ FM) Cuando no entiendes lo que dicen es mejor seguir guardando silencio y desconectar el corazรณn de la acciรณn. Dile que no al orden. Descansa cuando creas que es necesario.


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Soy la payasa sagrada

Extractos mundanos de la vida de la novia espiritual de México por NEGATIVE NANCY


La mujer espíritu nació dentro de un bosque hundido en el cielo. Sus padres nunca tuvieron edad. Ella tampoco. Su pobre padre murió convertido en guajolote. María de 3 años y su hermana Mariana de 4 o 5 meses sufrieron mucho porque nada más tenían dos cosas: Hambre y Frío. A María le gustaba mucho fumar. Se subía a un cerro y decía: Fumamos cigarro y fumamos el corazón de dios. Luego se reía como ríe quien admite que ha hecho trampa. Después, algún dios que sólo ella podía escuchar, le contestaba y le confiaba quien sabe que secretos. Por último, la traviesa viejita comentaba: Se tomar cerveza y se fumar cigarro. Cuando era niña, María cuidaba gallinas. Su misión era evitar que los zorros se las comieran. Una vez estaba sentada debajo de un árbol y vio unos hongos. Sus abuelos los llamaban “cositas” o “santos”. Sin perder ningún segundo, María se metió todos los hongos a la boca. Le supieron re mal. Sabían a pura raíz y tierra. Su hermana Mariana también comió. Se marearon y se sentían como borrachitas. Se pusieron a llorar por un momento. Sentían que los hongos les hablaban. Oían una voz dulce y autoritaria de otro mundo. Sintió que todo lo que le rodeaba era dios y que sus palabras eran hermosas.

!2 años después, Marcial Carrera, un borracho flojo desempleado cabrón, le empezó a tirar la onda. Al principio a María no le interesaba tener hombre porque sabía trabajar. Pero Marcial insistió mucho y al final si accedió. Marcial solía pegarle y la hacía llorar. Eso sí, durante esos 13 años le dio 6 hijos de los cuales se murieron 5. Murieron de enfermedades y asesinato. A Marcial le gustaban las mujeres. Un día se metió con una tipa y lo mataron en la calle a machetazos. .................................................. Una vecina se quemó el pie con agua hirviendo y deciden hacerle una ceremonia con hongos para curarla. Primero quema unas cosas dentro de una copa, hiervas, polvos. Reparte los hongos. Tiene veladoras prendidas frente a fotos de si misma. Apaga el fuego de la copa. Mastica y mastica el hongo. Se deja llevar, no opone resistencia y cae en un pozo profundo interminable, se siente una especie de vértigo. Siempre que María Sabina se mete hongos les habla y les pide favores. Les pide poder para rastrear las huellas del mal. Bebe sangre de hongo, come carne de hongo.

Pone unas floresotas en un vaso blanco de foam y comienza a hablar con dioses católicos: la Madre Santísima, Padre Jesucristo, el Espíritu Santo, “San Pedro, el apóstol príncipe”, el mejor apóstol dice. Luego empieza a describirse con versos muy cool: nadadora de lo sagrado, mujer águila, mujer María Sabina tenía, sin exagerar, como un millón de tlacuache sagrada. Le dice a Jesús: Soy la mujer palos. Solía colgar elotes del techo. reloj, porque tú tienes reloj. Los hongos curan, tienen poder, sabiduría, son tradicionales. Son la sangre de Cristo. Cuando quieras hongo no tienes que tener sexo ni ir a un funeral..

Cuando María tenía 14 años, su mamá, la señora Concha, le pidió que se alistara porque ya se iba a casar. A María le dio mucho miedo, pero nada más al principio porque después lo quiso mucho. Lástima que se le murió a los 6 años. Pobre Serapio.

En eso le truena el hongo Aurora, la hija de María. Se mueve mucho. María voltea y le pregunta: ¿Ya sientes el efecto? La hija no contesta pero tiene una cara de que delata tiernamente el efecto de la droga. Aurora no puede aguantarse las ganas de carcajearse. Se compone rápidamente por respeto.



La jaula del águila blanca Colaboración ficticia entre Pizarnik y Martí Afuera hay sol de pie cada mañana. No es más que un sol. Brilla, nace el mundo, el aire ahuyenta del cráneo la malicia. Los hombres lo miran y mi águila infeliz, mi águila blanca después canta. Cada noche mi alma se renueva. Yo no sé del sol. El alba universal sus alas tiende. Yo sólo sé las melodías del andel.


n á r o Ci

Hay muy pocas razones para acercarse a Emil CIorán. Por diversión tendría que ser la más importante de todas. La diversión es una promesa. El reino del insomnio está ahí desde un principio, en una sociedad subdesarrollada, que duerme y muere sin sentirse ansiosa.

La recompensa que Ciorán parece haber recibido, fue esa clara comunión con el interior de su espíritu, ese nítido reflejo interior que no genera ninguna diferencia durante el lento camino biológico de la inteligencia. Su culto al error parece ser una ciencia natural, una guerra contra la conclusión orgullosa animal. Sus lamentos de madrugada son pruebas de sus estrellas íntimas que nunca quedan realmente dibujadas. Sólo logran definirse cuando descansan sobre el papel que, antes muerto, ahora vive con todas sus fuerzas. No se resiste a su propio corazón, no hay para él diferencia real entre lo natural y lo artificial, ni siquiera históricamente. Su vida fue un solo desfile de letras, conocidas y escondidas. Sus evangelios no lograron encontrar a dios. Su único consuelo fue haber negado la posibilidad de la felicidad, al menos desde el ligeramente tortuoso punto de vista de la inteligencia.


RABBITS

Los fulgores del sueño despiertan ya activos en los solitarios laberintos del inconsciente. El imperio de los sueños se vuelve una muerte visual constantísima, un retrato extraño donde las sombras no se mueven. Pesadilla donde la vida se comporta muy parecido a la muerte. Las mujeres de la familia son eternas, apenas se mueven. Cuando el hombre llega el público explota. Público de conejos muertos. La conversación desfasada. No deja de planchar, no interviene, no deja de planchar, despacito despacito. El hombre

tiene un secreto, los conejos muertos ríen. No se distingue bien quien es el que está hablando. Es una película totalmente muda. Con un sabroso público que siempre está dispuesto a aclamar a su adorada bizarra familia. Pesadilla perdida del coqueto director, que nos ofrece un viaje que continua sin cesar con una inmovilidad que desespera, cómo una navaja que se entierra en la piel poco a poco. El público ríe pero no entiende una palabra de lo que digo.





El arte sonoro es la puerta infinita del infinito. Su meditación, escandalosa a veces, es un lenguaje casi incomunicable, que parece un secreto que grita su misterio. Su paciencia es el crecimiento de la inteligencia y la posibilidad. Es abandonar la filosofía y entrar al surrealismo, sólo al surrealismo. Todo lo demás está terriblemente mal. Terriblemente histórico, decepcionantemente nada histérico. Todo bien, nada nuevo, siempre siempre. El silencio es parte importante de todo esto. Es la meditación perfecta para el loco o para el monstruo. Su velocidad altanera resulta perfecta para las desesperaciones de la consciencia acumuladora de vida, de presente, de universo, de información. Todos los ruidos caben en un segundo. Los metales muertos engendran la vida inteligente. El ambiente permite el nacimiento de un animal un poco más dios. Las aves lo entienden perfectamente: sexo y noise.


Las letras bajo el agua ya no significan nada. La luz significa un poco menos. No poder respirar definitivamente entorpece las velocidades del tiempo.


Adiós a Celia

No recuerdo una primavera tan fría como ésta. Quizá son los efectos del calentamiento global que se están dejando venir, como los muchachitos que van, con granos y sudor en el rostro, a estrenarse con las mujeres que ofrecen sus encantos (a veces muchos, a veces pocos, tantos como la oscuridad, el maquillaje y los escotes lo permitan), recargadas en la pared verde y sucia de El Paso del Norte. Quizá la capa de ozono entendió, por fin, que las capas son moda de hace siglos y por lo tanto ya no son útiles en la actualidad, así que decidió abrirse de una buena vez. Quizá el efecto invernadero, la emisiones de bióxido de carbono, la partida de Celia. Quizás, quizás, quizás.

Después de algún tiempo sin escribir cuesta trabajo continuar. Cuesta tiempo, ideas que se descartan, lecturas y

relecturas de lo apenas escrito para volver, algunas veces, sobre ello y hacer correcciones que resultan necesarias; cuesta un poco de llanto desesperado, algunos gritos, unos cuantos golpes a la pared, masturbaciones violentas que acaban en eyaculaciones precoces que sorprenden por la habilidad de dejarlo a uno satisfecho; cuesta varias cajetillas de cigarros y muchos tragos de ron, para seguir el ejemplo de Bolaño y de Bukowski que no hicieron todo lo que hicieron para que uno, tan insolente como es, lo ignore, lo deje pasar como a los microbuses que ya van llenos de estudiantes dormidos, de guardias de seguridad, de mujeres de pantalones ajustados, de gordos y gordas que ocupan todo un asiento; de gente que viene o va, que vino o fue, gente que lo único que quiere es llegar, ¿al paraíso? Tal vez. O mejor, a ese paraíso que imaginamos a fuerza de tanta friega, tanto hastío, de tanta miseria que nos hace sentir esperanzados, la muy ingrata.

Y cuando una mujer se va, todo cuesta más. Cuando una mujer se va es casi imposible pensar en, ya no digamos

escribir, sino en el trabajo, en los Papeles de Panamá, en las campañas políticas, en el premio que recibió Fernando del Paso, en los comentarios de los cantantes gruperos, en las fotos de la policía desnuda; en limpiar la casa, lavar la ropa, pagar la renta, el agua, la luz. Cuando una mujer se va resulta fatal. De pronto uno se encuentra con muchas cosas con las que no sabe qué hacer. Uno se convierte entonces en aquel gato viudo que maúlla cuando la luna se pone grandotota, como una pelotota y alumbra el callejón, como cantaba el buen Óscar Chávez.

Celia se fue en enero, como se han ido muchas otras mujeres y como seguramente se irán muchas más. Celia se

fue en silencio, sin armar un escándalo, sin aventar ropa por la ventana, sin mentar madres; se fue sin ser vista, como uno de esos animales que cruzan la carretera por la noche, cuando uno viene pensando en todo menos en el camino y acaba arrollándolos, a veces sin sentirlo. Y después de algunos meses de ausencia, Celia regresó a decir adiós, de una forma que yo hubiera agradecido si lo hubiera hecho la primera vez de su partida. Y yo no me despedí de ella y para eso es este texto, para decirle adiós a su cabello rojo, a su piel blanca, a sus piernas

delgadas y a sus dedos largos. También es para pedirle disculpas a la soledad, que tuvo que soportar mi ausencia todo este tiempo, pero, como la novia fiel que es, me acepta y me apapacha, me regala chocolates y me acompaña a todos lados, tan cariñosa ella.

Y como según José Feliciano, para decir adiós sólo tengo que decirlo, adiós pues.

Jorge Valenzuela eljorjolo@gmail.com


Sobre “Espace et Gestes” de Henri Chopin

Es el tercer audio poema de Henri Chopin, aparte de las obras para bocinas (Vivre pour Vivre I II and III). El trabajo original, grabado en stereo, duraba 22 minutos pero una gran parte de la cinta fue dañada en un accidente y esto es todo lo que quedó. Fue presentado por primera vez en la Galerie Mesure en París en 1960 como una confrontación a la sonata Ur de Kurt Schwitters (1923-28). El objetivo era mostrar la diferencia entre un poema fonético con una estructura elemental y un poema de sonido más complejo usando la electrónica y la capacidad de la grabadora de cassettes de reduciar y aumentar la velocidad de reproducción, así como poder mezclar varias capas de sonidos vocales. La grabación de Espace et Gestes fue publicada enCinquième Saison, No 17, 1962


Maximilian W. Castillรณn



https://www.facebook.com/castillon.max


Sรณlo es verdadero lo que no se puede expresar con palabras


s o r b Li facebook.com/estridentina.


siempre sĂ­ (desde chiquitos)


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