Vales tanto como tu Ăşltima obra JesĂşs Hermida
LA NOVIA TRISTE Liz Durand Goytia Era una novia triste con los brazos ca铆dos, de sus ojos nacieron manantiales. Una tarde sinti贸 que estaba sola, que aquel disco distante no le daba calor y que dol铆a lo que llevaba el pecho. Era una novia triste como mar desolado. Un desierto fue el mundo, de su pecho rodaron peces muertos, una infinita sed y una enorme amargura, porque una novia triste s贸lo sabe doler.
ART ART PARTY
PARTY
TRAER LA NOCHE A CUESTAS Liz Durand Goytia Tiemblo de a単il cuando acercas la noche que rueda por tus dedos, cuando muerdes una orilla de la luna y la pones debajo de mi lengua. Se descongela mi osamenta ante el despe単adero de tus besos, ardo mojada por tu luz, se enciende cada vena... Me deshilo en tu cuerpo, me suspendo en tu aliento, me entrego ante el asombro de un inmenso latido.
EL COMIENZO DE UN VACÍO Vincent Malloy
Esta historia al igual que todas tiene un comienzo, pero no empezaremos ahí. Quiero que antes me conozcan un poco, por que el valor de mis acciones podría tener una justificación. Y no, esta no es una historia de amor, si no una sobre el amor. ¿Alguna vez te has preguntado qué hubiera pasado si…? Esa pregunta entra mucho por mi cabeza, de hecho, una vez que entró nunca salió.Tengo un papá, lo amo más que a nadie; él me ha enseñado todo lo que sé y, parecerá extraño pero, gracias a él soy la mujer que soy ahora. Nunca conocí a mi mamá, o por lo menos no la recuerdo. Mi mamá fue muy guapa, muchos hombres hubieran muerto por estar con ella, pero nunca les dio la oportunidad. Ella creía que sólo un amor nos corresponde en la vida y uno simplemente no lo elige, si no que éste nos atrapa. No sé cómo fue la vida de mi mamá pero sí cómo fue su muerte. Quizás en parte soy responsable. Esta historia se me viene mucho a la mente estos días; mi papá dice que soy un milagro, el milagro de la vida, pues al parecer tuve un roce con la muerte. Era una noche de julio, domingo 26 para ser exactos, el cumple años de mi papá. Mi mamá iba con su hermano en la carretera hacia la fiesta sorpresa de mi padre, manejaban a una velocidad normal, pues yo
iba en la parte de atrás: tan solo una bebé, no querían correr riesgo alguno. Lo curioso es que, como en el amor, en la vida, y en las decisiones, muchas veces las cosas simplemente pasan. Mientras manejaba, mi mamá volteó hacía atrás para quitarme la cobija, pensó que me asfixiaba con el calor del verano, aun cuando las noches eran frías; en cuestión de segundos un pensamiento terminó su vida: mientras ella hacía eso alguna persona iba cruzando la calle, su hermano desvió el volante y ella, por simple reacción instintiva, quiso presionar el freno. Pero, en vez de eso, presionó el acelerador con toda la fuerza que tuvo. El carro dio vueltas y acabó volteado, ambos murieron.Terminaron con múltiples fracturas y muchas abrasiones. Yo estaba en el techo y, mientras más pasaba el tiempo, éste se llenaba de sangre. Estaba rodeada de la sangre de mi mamá y mi tío. Completamente inconsciente de lo sucedido, de alguna manera, salí gateando del carro. Al llegar la policía me encontró afuera, con la cara y cuerpo lleno de sangre; una imagen que los perturbó bastante, pero de igual manera terminé siendo la historia de un milagro, ¿No? ¿Qué hubiera pasado si yo no hubiera nacido, si mi madre no hubiera pensado en quitarme la cobija, si hubiera presionado el pedal correcto? Tal vez no sería quien soy ahora y, tal vez, no habría hecho lo que hice.
A pesar de todo fui una niña común y corriente aún cuando no tuve a mi madre conmigo, mi padre trato de llenar el espacio vacío que había quedado con sus acciones, con su atención. Pero, ¿quién iba a llenar el agujero que sentía dentro de mí? La verdad, por más desalentadora que sea, nunca lo sabré. Lo único que sé es que todos somos quienes somos por las cosas que hemos pasado, nunca nadie me dijo cómo tomar las cosas, cómo aprender de ellas, cuando cometía un error, me decían: eres estúpida. Crecí con el miedo de hacer algo mal, crecí con el miedo de decepcionar a todos, así que traté de complacer a todo mundo, mi papá nunca se pudo quejar de mi, era excepcional. Siempre le entregué buenas calificaciones, hacía deportes y me vestía como “una muchacha decente”. ¿Qué es decente para ellos? Para ellos nunca estaba bien, sólo mi papá me apoyaba. Si me cubría mucho era una mojigata, si enseñaba un poco parecía puta, así que dejé de vestirme para la gente y empecé a vestirme para mi padre. Dicen que una madre es como dios para los ojos de un niño, y así creció ella dentro de mí cuando era pequeña, ver retratos de ella me hacían sentir más cosas que los discursos del padre los domingos, ir a la iglesia sólo me hacía sentir como si perdiera mi tiempo, eso a mi papá nunca le pareció correcto, así que me forzó a ir. La verdad, yo nunca le vi nada de malo en tener tus propias ideas, pero él me decía que era una mujer sin religión, una mujer sin dios, cuando en realidad yo ya tenía uno, mi madre, quien dentro de mi mente nunca
cupo. Mi padre se volvió diferente, distante, me veía distinto, como si yo fuera alguien más, como si dentro de sí odiara en lo que me he convertido, una persona vacía, pero a esto es lo que me llevaron. Siempre traté de complacer a todo mundo, después a mi papá y, al final, ni siquiera el me aceptó. La gente miraba mis brazos heridos con asco, pero de cierta forma se convirtieron en una defensa, sólo la gente que debía quedarse lo hacía, sólo la gente que importaba me extendía su mano y yo a ellos les extendía mi todo, me daba la sensación de que estas personas harían lo mismo por mi aún cuando no era del todo cierto. Tras el distanciamiento con mi padre todo empezó a ir mal en la escuela, mis calificaciones bajaron y la secundaria nunca se había sentido tan horrible, la gente me señalaba con el dedo como si yo fuera quien mató a mi madre, me volví un chiste para la gente, un chisme, la gente empezó a decir que estaba maldita, las madres de mis compañeros les prohibían que se me acercaran, todos me miraban con recelo, con odio y yo no podía hacer nada al respecto, estas eran cosas que les enseñaban a ellos, que les decían que hicieran. En algún momento de la secundaria un grupo de chicos me estaba gritando cosas, me gritaban “puta, bruja, asesina, perra”, cualquier cosa que se les viniera en mente. Lo escuché, estaba paralizada, se me acercaron tanto hasta que yo estaba en el centro de un circulo, agarraron mi brazo y me empezaron a decir cosas, vieron mis cortadas, mi
debilidad se vio a lo largo de mi brazo, me hicieron una cortada más, ésta es la más profunda, como un recordatorio de que no puedo confiar en nadie. Sólo ciertas personas me han buscado, no tenía amigos, así que me empecé a juntar con quien fuera que se me acercara, como si tuviera hambre, necesidad de estar con alguien, de ser escuchada. Fue hasta el final, iba en sexto semestre cuando encontré un grupo de personas que me aceptó tal cual era, iba saliendo de clases, cálculo, me dirigía a la cafetería, moría de hambre pero sabía qué tipo de cosas me esperaban ahí, entonces decidí que era mejor irme atrás de la escuela a comer el sándwich de mierda que tenía en la mochila, aplastado y así también estaba mi humor. Mientras lo comía un chavo como de 3 grado empezó a molestarme, agarró mi almuerzo y, como estaba muy alto, no lo podía agarrar así que sólo hice como si no me importara y caminé hacia el otro lado, casi choco con Carlos, iba en mi salón pero nunca me hablaba, sólo chocábamos miradas pero siempre me volteaba porque me intimidaba. Había algo en sus ojos, cierta bondad, me incomodaba mucho. Carlos se dio cuenta de lo que pasaba así que decidió intervenir, se acercó al tipo y se le quedó viendo como si fuera a atacarlo, el sólo retrocedió lentamente, como si se tratase de dos animales marcando territorio o autoridad, y así me sentí yo, como si Carlos quisiera hacerme algún daño, pero quisiera hacérmelo él, específicamente. Decidí salir corriendo, era demasiado riesgoso, no había nadie más y ya había tenido incidentes parecidos, me daba mucho miedo que me golpearan, sólo eso. Supongo que no está mal, sólo me quería sentir a salvo, ya ni siquiera me preocupaba dejar mi sándwich atrás, igual estaba aplastado. Después de mi incomodo incidente decidí ir a mi salón a tomar la última hora de clase, pero al parecer el profesor no se presentó. Por estar lejos del salón, llegué un poco tarde y no escuché nada al respecto, así que ya todos se habían ido. El salón estaba vacío, me parecía más agradable así. Me acerqué a mi mesabanco para recoger algunas cosas que había olvidado, por suerte nadie se las
había robado, pero esa sólo era una de las sorpresas que me lleve, aparte de eso Carlos me había dejado un sándwich ahí, otro, y además una nota, supuse que también era de él pero hasta que pude leerla estuve segura. Siempre me dejaban cosas en el mesabanco, pero no del todo agradables, así que por obvio que pareciera me daba desconfianza; al leer la nota no sabía si enojarme o reír, decía:“Se te olvidó tu sándwich pero estaba un poco feo, así que mejor te compré uno. Carlos”, y en efecto, el sándwich estaba mejor. Me lo fui comiendo hacia la salida, mientras caminaba Carlos llegó por sorpresa, y de la sorpresa casi me trago el sándwich entero, tosí un poco. Carlos se empezó a reír y al ver mi cara de enojo se disculpó, me empezó a sacar plática, pero en realidad no podía darle sentido a lo que me decía, estaba muy intrigada, quería saber por qué me estaba hablando; nadie lo hacía, así que sentía un poco de desconfianza pero más que nada ilusión, podría tratarse de un amigo de verdad después de todo. Yo no temía en escucharle pero, en determinado momento, mientras caminábamos se quedó callado esperando a que le respondiera algo, sólo que no había escuchado su pregunta, entonces me quedé parada y le dije: “¿Qué?” Él se me quedó viendo y empezó a reír. “Es lo único que has dicho hasta ahorita, ¿no has escuchado nada de lo que te dije cierto? Increíble.” Yo me quedé un poco callada, pero él empezó a sonreír y simplemente me perdí, su sonrisa es hermosa, al final de los labios se le hacían unas arrugas, como unas comillas. Si su sonrisa fuera una cita sería mi cita favorita; le sonreía de vuelta, empecé a hablar de cosas de la escuela para que no pensara que estaba siendo grosera, en realidad no sabía de qué más hablar con él. En el primer silencio que hubo me invitó a una fiesta de su familia, me dijo que estaría tranquilo, que no me asustara. Fue tan gratificante, me hacía sentir que todo iría bien para mí de hoy en adelante. Amo los comienzos, están llenos de promesas y esta era la promesa de una amistad real.
tv-people.tumblr.com
LA FLOR DE LA ABUELA Queridita flor de color rosa haz crecido haz brotado eres grande no te vi crecer solo recuerdo que eras un pequeño botón cuando la abuela te regaba con su jarrón
ITA ÑE NANA TYEE Va’a ita Ñe kolor ndí’i Ndi xa’anu’ku Na nduviun Ndu kanu’ku A niñiin un ñenuun Takua ndaka’i Kuu kun in ña lo’o Ta ne nana tyee kósoe yoo Xi yóo’e
Paúl Nazar
foto: Efrayn Ramirez
foto: Efrayn Ramirez
RUTAS Liz Durand Goytia Ya descolgué la ropa y el armario desnudo guarda un eco. Mi vida en tres maletas se marcha por el mundo. Otra vez aeropuertos y carreras vuelos con el estómago apretado distancias recorridas en escapes o encuentros. De nuevo despedidas y flores y recados dormir quién sabe dónde comer no sé qué cosa. Una inquietud temblona repiquetea en el pecho: descubrir amplio el mundo respirar cuatro vientos y caminar sin sol ¿Me harán mirar más ancho? ¿llegar poco más lejos? Bajo distintos cielos ¿Son otras mis estrellas?
foto: Efrayn Ramirez
El robot se quedó triste, su arma se descompuso. Pronto morirá. Su cuerpo arderá en la creciente inmensidad del sol. Ningún humano pensó en él.
El pรกjaro se enamora de la mรกquina. La encierra en su invisibilidad.
Naci贸 una flor vieja en el tiempo. Naci贸 avergonzada al final del verano. El sudor de una bella joven fue su padre. Su madre fue una monta帽a.
SEÑORITA MARTE Parte I
Herandy Rojas El zumbido se ha ido de mi cabeza después de dos o tres noches interminables, en vela, sin poder cerrar los ojos por un momento y no sentir escalofríos en la nuca, sensación que te recuerda que puedes morir esa misma noche, en ese mismo instante. -Señorita Marte Elen ¿puede usted decirme cuántos dedos mira? –me dice Diego, en forma irónica, mientras se sienta lentamente a los pies de mi cama con una tardanza descomunal, como esperando mantener inmóvil la mano frente a mi cara para no producir un dolor cerebral innecesario por un extraño o repentino movimiento de cabeza al intentar distinguir los cuatro dedos que tiene parados frente a mi nariz. Me observa por varios segundos, fijamente, como esperando obtener una respuesta equivocada, como si sus días, los últimos, se nutrieran emocionalmente del sube y baja mal hecho en el que se ha convertido mi cuerpo, ni qué decir, visiblemente desmejorado. Pero no estoy segura si lo sabe, si puede sentir, estar consciente de esa mirada filosa, penetrante, que se clava en la mía como para decirme: “Mira, yo sé que estás muy enferma, pero es que esto se ha vuelto para mí tan punzante, tan conmovedor, que ahora no puedo imaginar mis días sin Marte Elen acostada en la cama necesitando de mí para pasar sus días”. Entonces, ahora, siento miedo de él. Ese chico delgado, alto, de cabellera rubia, de un cabello que se puede decir hermoso -ni lacio ni ondulado, con las puntas rizadas sobre la frente, más bien-. Diré que es guapo, y que por eso, precisamente, es que cuando lo conocí aquella tarde, aun sabiendo que llegaba de Argentina, sin documentos, sin una procedencia legítima, sin la seguridad de quién era en realidad, lo traje aquí. Diego se ha encargado desde entonces, con mucha eficacia, de manejar mis asuntos laborales. Le obsequié, casi a ojos cerrados, las llaves del departamento y, durante todo este tiempo, hizo un buen trabajo. Realmente ahora puedo notar, con mucho asombro, algo que nunca antes vi: Su metódica forma de llevar las relaciones, delimitada –extraña-. El empeño sobrehumano con el que realiza sus tareas, completamente entregado -casi sometido-. Nunca sobreexpuesto a los demás, con historial personal casi nulo, con pocos amigos –más bien conocidos-. Ahora, tras analizarlo, puedo decir que soy su relación más íntima, más estrecha. Lo observo por varios segundos antes de decirle algo.Tiene una manera particular de clavar su mirada en la mía cuando las cosas se ponen serias, cuando se avecina una noticia importante; ojos infantiles color avellana que, además, parecen sonreír cuando su rostro dice lo contrario. -Han traído un paquete para ti hoy por la mañana –me susurra casi al oído-, está debajo de tu almohada. Un sobre gris, sin remitente, sólo con una dirección escrita a mano con tinta azul.
coraz贸n bueno
lengua mala
La masa de animales hombre puede ser controlada. La masa de animales hombre es fácilmente controlada.Animales hombre desean controlarla y a veces intentan lograr disfrutar del poder divino, de la gigantesca y casi inagotable energía de la debilidad. En nada nos queremos parecer unos a otros. En nada queremos ser iguales. Sólo nos une la callada debilidad, ese enfoque mal enfocado, esa rabia para nada exacta, que sólo puede traer problemas y ninguna solución.
SUBE LA NOCHE Y CANTA
Liz Durand Goytia
Subía la noche en las montañas y en los corazones. Alguien cantó, alguien cantaba con la voz de todos. Llegó el hermano viento a dispersar el murmullo ahumado de la salvia entre los corazones, algunos que brillaban. Los cantos ancestrales nos cubrieron, nos hermanaron con los puntos cardinales y nos volvimos pieles de culebra por instantes, en el momento mágico del fuego. Seguía la noche y las estrellas sonrieron a los duendes, esos que están en ambos lados, en las orillas de la vida. Se hizo presente otro soplo que propagó el aliento del caracol profundo. Mi corazón se hizo árbol que chorrea por las raíces, se hizo luciérnaga que escucha música. Mi espíritu se unió a la noche mientras la voz cantaba con un coro dulcísimo de flautas de colibrí, tambores y latidos. Siguió la noche cuesta arriba, como la gran abuela de aliento firme y desdentado que canta a Cuchumá... Rodó la noche por el cerro, por los ríos y los ojos de los animales, reverberó en danza interminable, se adentró en las cuevas a sembrar su sombra, y yo guardé jirones diminutos en mis manos. Cierro los puños para encerrar mi noche y revivirla con su inmensa pupila cuando mis ojos ya no la puedan ver.
Nos hundimos juntos en aquel exacto huracán. Diseñamos nuestro futuro en la más intensa luz del día.
Los animales mueren junto a las monta単as. Los templos son eternos. El abandono es pureza.
Todos los monstruos nacen bajo el sol.
Guardián que nunca se queja, soportando el dolor, soportando como ningún otro ser, silencioso y misterioso. Manteniendo los secretos eternamente, mirando el mundo con astucia. Sigiloso, secreto, un ser de vista aguda y de movimientos rápidos, un ser capaz de ver detrás de las máscaras humanas. Poseedor de poder, fuerza y energía, un ser con elegancia innata, irradiando sensualidad, muriendo cada noche para renacer al amanecer.
Ilustración y texto: Jesús Adrián Félix Gerardo
Las mujeres se pierden entre los hombres. Las piedras hieren a todos por igual. Las palabras explican la Histeria. Trabajan los animales mientras las piedras mueren de sed
Aprendizaje inĂştil. El bronce eterno corre por el rĂo.
siempre sĂ