DE LAS CANDELAS A SANTA ÁGUEDA (pasando por el Villar) En estos días de fiesta llevados a cabo en el Villar, el cielo se juntó con la tierra en una simbiosis sin par. No se pudo disponer de escenario mejor donde se pudieran celebrar. Fiestas de San Sebastián. Fiestas de la Candelaria y Santa Águeda. Todo ello, en torno a “La LUZ del Villar”. Por aquellas latitudes históricas se sorteaba todo tipo de dificultad y todo tipo de realidad. Nadie protestaba. Las decisiones se llevaban a cabo por unanimidad. En el Villar se sorteaba todo, no sólo los mozos para ir a lo militar, sino otras muchas cosas de gran peso y trascendentalidad. La última noche del año eran sorteados mozos y mozas a la par. Si el emparejamiento daba non, se partía por la mitad: medio mozo para cada moza o dos mozos en una sola propiedad. ¡No me digáis que no es bonito de verdad! El sorteo llegaba a feliz efecto y cumplimiento en la fiesta que acabamos de celebrar: Las Candelas. ¿Quién dijo que en el Villar no? Este año ha habido Candelas para dar y tomar. Hasta en la misa sobraron. Cosa que, el Sr. Cura, aprovechó para llevar.
Así, prendidas, podía seguir “Las Candelas” en otra iglesia y lugar. El día 3 de febrero se decretó de descanso general. Había mucha fiesta por delante y no era fácil de hilvanar: la fiesta de Santa Águeda o Gadea que hasta el domingo y más allá nos había de durar. Queridos amigos, en el Villar la Candelaria goza de doble Luz y luminosidad. Por un lado está Ntra. Sra. de la Candelaria y por otro “la LUZ del Villar”. Si me lo preguntáis, no sabría decir cuál de las dos ilumina más. La Una lo hace desde el cielo con toda su fuerza y “La otra” lo hace desde el corazón del Villar, que es su casa. La de todos los que llegan. Y la de otros muchos que vendrán. Queridos amigos, en nuestro pueblo, en nuestro pequeño y a la vez enorme Villar, tenemos el arte, el don, -ya que no nos quedan abuelas,de juntar la fiesta del cielo con la fiesta de la tierra. Ello hace que todas las buenas gentes y amigos se acerquen con alegría y mejor disposición a participar en ellas. Con la misma moneda intentamos sean recibidos y tratados, de forma que, unos y otros, nos volvamos y volvemos a nuestro trabajo con las mismas ganas de participar en la siguiente. Quizá no tengamos tiempo para rezar el Santo Rosario demasiadas veces, pero algo nos une que nos hace volver a encontrarnos con nuestros amigos cada año y con nuestras costumbres
de siempre: Las Candelas, Santa Águeda, San Sebastián, la Trinidad, la Virgen del Rosario y muchos más. Tras comer y antes de cenar, todo ello en agradable hermandad, nos acercamos a la iglesia, cada uno con su candela, para que D. Javier las tuviera a bien santificar. Tras el acto religioso que “nuestro Sr. Cura” tuvo el arte de bien llevar, las mozas como locas y alguna otra no tanto ya (quiero decir, no tan joven), se subieron al campanario y las campanas tocar. Hubo que “sujetarlas”, porque estaban como transidas. Como predispuestas a cada campanada sus pechos entregar. Se corrió la voz, se corría desde antaño ya, que bandeando las campanas el día de Sta. Águeda, en la villa del Villar, los pechos crecían una barbaridad. Hubo que detener el vuelo, pues todos veíamos que, tal como iba alargándose el volteo, así iban creciendo los bíceps y los cuádriceps de las mozas del lugar.
Y otros pectorales de mucho más agradar. Tan es así que los mozos empezaron a preocuparse de que sus mozas luego no pudieran bajar, debido al volumen de sus músculos más sabrosos y a lo estrecho del campanar. Satisfechas ya de su deseo, todo cobró normalidad. Las mozas que no subieron las campanas a tocar, al ver a sus amigas bajar tan bien servidas, se morían de ansiedad. Visto el resultado, yo os aseguro que, al año que viene, subirán todas a tocar. Ha ordenado el Sr. Alcalde de la Villa, que dicho sea de paso, nos acompañó con su vara de mando a pedir “la caridad”, que dentro de un tiempo habrá que pasar revista y medida de pecho a todas las mozas del valle y alrededores para comparar. Esperemos y esperamos confiados que Santa Águeda, siempre atenta a la petición de sus fieles devotas, haya tenido a bien responder como ellas anhelan y queden cumplidos sus deseos de poder volver para su fiesta, año tras año, un año más. De esta forma lograremos que su devoción no decaiga mientras haya un pecho decidido a luchar por el Villar. A pesar de lo “estirado que es el buen hombre”, hay que comprender que no hay Cura diario para todos. Por ello, el Concejo del Villar, con
muy buen criterio, determinó se celebraría toda festividad el sábado al amparo del buen tiempo y bajo la protección de la valiente y ejemplar Sta. Águeda o Gadea. Por si no lo sabíamos, el Sr. Cura, siempre cercano, ocurrente y servicial “tanto en una Mesa como en Otra”, nos indicó, entre muchas enseñanzas, que es la Santa de la Alegría. De ahí su nombre de Águeda o Gadea. Tal vez sea porque la naturaleza para estas fechas está intentando despertar a la vida. Vida y naturaleza que ya se dejan aparecer por la última curva del invierno. Si observamos, los pájaros, nuestros gorriones urbanos, se muestran tan peleones como alborotados en busca y defensa de su nido, de su hogar y de la buena moza que lo haya de ocupar. De ahí que la Iglesia, sabia ante la Naturaleza y ante los hombres, nos vaya presentando los diversos Santos, según las fechas, de acuerdo con el Santoral. Sea como fuere, gracias, D. Javier, por atendernos una vez más. Hemos podido ver cómo, en cuatro meses se ha hecho dueño de toda propiedad. Sobre todo del buen sentir de las gentes del Villar. Gracias una vez más. El sábado se dispusieron las cosas para que estuvieran según se merece todo el que llega al Villar. Tras la sobremesa, mozos y mozas se dispusieron a dar la vuelta al pueblo para pedir “la Caridad”. Igual que se venía haciendo desde siempre una vez y otra vez más. ¡Inaudito! Yo no sé si el Villar participó en la guerra de la Independencia frente a los Franceses o no, pero lo cierto es que aún tenemos bayonetas actas, bien bruñidas y dispuestas a lo que haya necesidad. Como siempre y como antes más, bayoneta en ristre, cesta para los huevos a la par, todos en comandita se dispusieron a dar la vuelta. Imposible hacer la ronda completa. Con las tres primeras casas, cesta y bayoneta estaban hasta rebosar. Yo tengo mis dudas de que la inmediata generosidad de sus gentes se deba a su despensa repleta de matanza para dar y repartir, o sea más bien, que al ver semejante arma delante de sus pechos…, se acuerden de Santa Águeda y, muy distinto a ella para nuestro bien y sin ningún daño para la Corte Celestial, no les quede más remedio que claudicar. Fuera como fuese, mientras nosotros hacíamos la ronda, el sol también daba la suya y, en la plena claridad de la noche, bajo la atenta mirada de la luna coqueta, se dispuso la hoguera donde todo había de ser dispuesto para luego, entre todo el pueblo, yantar. Chorizo, jamón, pancetas, pan tostado para degustar el queso de cabra en aceite y el queso de cabra sin más; migas, pringues de toda índole iban y venían por encima de la mesa sin
parar. Todo ello regulado y presenciado por Don Porrón, que no sé cómo se las arreglaba, pero siempre andaba por los aires. El hombre es tan famoso que, cuando no estaba en boca de uno, estaba en los labios del otro. Así se nos hicieron las once, a pesar de nuestros inútiles esfuerzos en ponerle frenos al reloj. Si bien, esto había sido Santa Gadea, queda aún el “Plato Grande”. Al día siguiente estábamos todos convocados para celebrar la “Santa Gadea del Villar”, que se mire por donde se mire, no le hace ningún “despecho” a su homónima “Celestial”. Como todos sabíamos que el día iba a ser universal, dado que el sábado habíamos cumplido a media tarde con todos los Santos del Cielo y parte de los del Villar, dispusimos de todo el domingo para nosotros. Nuestro pueblo tiene demasiados Santos para resolver su requerimiento de una sola atacada. Algún día se os pasará relación de cuántos y cuáles son los Santos del Villar y sus fiestas a celebrar. Solamente puedo adelantar que, a medida que D. Javier se va enterando de cada uno de ellos, a pesar de su esplendorosa hechura, como si fuera un niño se echa a temblar. Este año se corrió que en el nº 24 de la calle Mayor se quería tirar la casa por la ventana. Bien sea por la crisis, bien sea por la curiosidad, mejor sea por el cariño, desde el martes al domingo, se mantuvo la LUZ encendida que el día 2 había prendido ya. Más bien había prendido en San Sebastián. Aunque se agrandaron las ventanas, para ver si era verdad, fue imposible tirar la casa por ellas, dado su voluminosidad. Pero bueno, por si alguno no sabe dónde se sitúa la “singular vivienda”, y quién es la “Santa Gadea sin par”, os queremos ayudar. Justo está en medio la escuadra. Hace esquina con tres calles. Justo está en medio la escuadra. Es la casa de la LUZ, que no la conoce nadie. Que no la conoce nadie. Justo está en medio la escuadra.
Los que saben desde antes que naciera, dónde está su casa y, sobre todo, sabemos dónde está su corazón, entre todos le cantamos, esta bonita canción. DESEOS Te deseamos seas muy feliz. Te deseamos lo seas de verdad. Y celebramos que días cómo hoy, por muy lejos que estés, lo sepas celebrar. Todos brindamos que días cómo hoy, por muy mayor que estés, los puedas celebrar. A los efectos, con todos los permisos canónicos requeridos y con todas las bendiciones del cielo por la feliz y respetuosa idea, se decidió acercar e invitar a nuestra querida imagen, la Virgen del Rosario, para que presidiera nuestra apiñada celebración y se pudiera sentir igual de feliz que nosotros. Adivinamos sus deseos y no tuvimos ningún inconveniente en hacerlos, gustosos, realidad. Aprovechando su amable y celestial presencia, alguien le dedicó a la Anfitriona de la casa, esta sentida canción. Nuestra Virgen del Rosario, Patrona de este lugar. Tiene el capricho este día. No sabes cuánto quería. La ilusión que ella tenía de poderte acompañar. Tiene el capricho este día. No sabes cuánto quería. La ilusión que a ella le hacia el poderte acompañar. Tú rézale bien y mucho antes de iros a acostar.
Por tus padres, tus hermanos. Por tus abuelos lejanos. Por los buenos y los malos. Por todos en general. Tú rézale bien y mucho antes de iros a acostar. Por los valles y los prados. Por las fuentes y los hados. Por los dones que te ha dado. Por todos en general. Por en Ella la esperanza de tu querido Villar. Y que bendiga a los lirios, a los mayores y niños. Y más allá de los siglos pueda seguir donde está. Y que bendiga a los lirios, a los mayores y niños. Y más allá de los siglos Ella te bendecirá. Y que bendiga a los lirios, a los mayores y niños. Y más allá de los siglos Ella contigo estará. Lógicamente, tratándose de su Virgen del Rosario, nuestra querida LUZ se emocionó, hizo emocionar a todos los presentes e, inaudito pero también humano, hasta la Virgen se emocionó con ella. No se le cayeron las cuentas de su Santo Rosario porque las tiene bien hechas y echadas; bien engarzadas. Si no, no sé cómo hubieran andado. Se dio el caso de que las cabras de nuestro buen Emilio, esos días estuvieron pastando a pierna, perdón, a boca suelta de tal forma que después hubo que irlas a buscar. Ni los ángeles del Cielo las encontraban, pero dieron con ellas dos ángeles del Villar: Javier y Jose Miguel a partes por igual. Cuando la cabrada llegó al corral y las hubo de contar, cuál no fue su sorpresa al ver un par de ellas faltar. Parece mentira,
querido Emilio, a tus años que no sepas dónde están. ¿Cómo crees que se hacen las fiestas si no es con un par de chivos puestos al buen asar? Como siempre, el Villar ocupa mucho más que su término urbano e incluso rural. Ocupa la dimensión de sus gentes. Y éstas son enormes. Más que dinosaurios milenarios. Viva el Villar y todo el valle del Cidacos, que también de nuestros barrancos y fuentes se alimenta igual que nosotros nos alimentamos y compartimos nuestras fiestas con todo aquel que llega y se acerca a beber de la fuente de nuestra armonía y buen proceder. Gracias a todos por venir. Y, sobre todo, gracias por haberos ido con ganas de volver. Gracias a todos, villarejos y foráneos, por querer participar. Ha sido nuestro deseo que os lo hayáis pasado como nuestro pueblo y sus fiestas lo merecen para que os hayan quedado ganas y humor de querernos acompañar cuando suceda, de nuevo, otra vez más. Gracias, “María de la Luz”, por ser como eres. Por ser como sois y por tener la suerte que tienes de gozar de tanto cariño y aprecio de todo el que os conoce. Gracias a ti y a todos los que hicieron fuera una fiesta para recordar. Salud para todos y felicidad. La Dirección me indica, encarecidamente, que os dé las gracias a todos por vuestra asistencia y buena disposición. Yo así lo hago saber para que no se me llame la atención. El Villar, a 6 de febrero de 2011. Por José López Ramírez. Amen