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Arequipa, martes 31 de marzo de 2020
- El Pueblo
CUENTO: "KCAPARY, ÑIÑUCHA" Por: Willard Díaz
cuando cruzaba algunas palabras
El joven patrón insinúo enton
la corriente la prim era sensación
pasado la mitad del cauce y em pie
ces al guía la posibilidad de cruzar el cauce. Le respondió una cara de
real de peligro atem oriza a Rolan do que em pieza a gritar lo m ism o
zan a salir del río. Dionisio va m ás
D espertó sobresaltado, com o
con Dionisio, el indio que le guia ba, hom bre pequeño pero fuerte,
que alguien le hubiera sacudido el
cetrino, de mirada firm e y directa
asom bro. H ablando en un q u e
que el Dioni:
hom bro a m edia noche.
que le comunica cierta transparen
chua atropellado D ionisio recor
— ¿Qué hora es?— , preguntó, pero estaba solo. Se sentó en el
cia al rudo aire de seguridad felina que lo caracteriza. Dionisio era de
dó la responsabilidad que le había
Dionisio, que conoce el vado,
encom endado el padre, contó so
avanza sujetando las riendas de su
cam astro y el frío acabó por despe
poco hablar; y sin em bargo, solía
bre varios accidentes, y dejó co
caballo en un puño m ientras con
— ¡Aaaaaah! ¡Aaaaaaau! ¡Guaaaaaaal
ja r sus sueños, recordó recién que
hacerle al joven confidencias so
rrer su im aginación. El espíritu del
tenía que v ia ja r esa m adrugada.
bre las indias del valle y sus am an
río quiere sacrificios, cada año se
la otra m ano golpea el chicote; y todo el tiem po grita con voz bron
El alazán avanza m ás seguro a pesar que va resoplando.
Unos m inutos más tarde ya está recibiendo entre la penum bra las
tes. Rolando conocía al Dioni co mo buen jinete, lo había visto ga nar carreras orgulloso en las fies
dejó v e r con aire resentido quién
ca. Cuando Rolando calla un ins tante sorprendido por el ruido sor
Dionisio ya está fuera, ha des montado, pero Rolando no lo si
do de las piedras arrastradas por la corriente, el indio vuelve la ca beza y le ordena:
gue: el río le ha arrastrado cinco o seis m etros m ás abajo y tiene que dirigirse hacia una pequeña expla
últim as instrucciones de su padre junto al muro del establo. El aire es
lleva a alguien, dijo. Pero al cabo era el patrón: —Tú decide, ñiñucha.
tas de la Virgen.
De cuclillas, m irando al ras los
— ¡Aaaaaa! ¡Ooooooh! ¡Aaaaaa!
adelante y sigue gritando. Repite: — ¡Kcapari, ñiñucha Rolando! Y este grita con m ás fuerza, con felicidad ahora:
frío y húm edo a esa hora, al fondo se em pezaba a dibujar la cordille
Llegaron en un par de horas al pie de la m ontaña. A partir de allí
lom os ágiles del agua y dom inan
ra bajo un perfil azulino.
el cam ino subía. Tenían que trepar
do el estruendo con la voz Rolan
¡Grita ñiñucha! ¡Grita carajo!
sale del agua cansado y tem bloro
do decidió que iban a cruzar. Sabía
A m ba s voces resuenan violen tas en m edio del estruendo.
so, Rolando desm onta, las piernas
— ¡Kcapari, ñiñucha, kcapari!
nada rodeada de rocas. El caballo
Rolando tiene catorce años; ha
por un sendero angosto, desde los
viajado para pasar vacaciones en
tres mil m etros de altura de Kello-
la hacienda de su fam ilia, en S an
Kello a los casi cuatro mil de Pa-
to Tomás, Chum bivilcas. Llegó ha
pam pahuasi. Los caballos, fam o sos t 'chu so s chum bivilcanos, eran
jo recibe varios arroyos y se con
anterior su padre decidió que va ya al fundo Pam pahuasi, a ayudar a controlar la m edida de los que
fuertes, conocían el terreno y esta
vierte en el río Santo Tomás. S o
ban descansados. Pero no podían avanzar rápido; el suelo duro, los
lía ser un paso fácil de vadear, pe
sos para este año, y a v e r si hay allá nuevas crías de ganado. S e
pedruscos que saltaban bajo las
rra m ás arriba pues ahora la co
ron con firm eza las alforjas, a ju s
paso atrás, la herradura resbala
El peón acude por sobre las pe
herraduras y el tem o r al barranco
rriente bajaba crecida y turbulen
rá un viaje de tres días. Montará
a su izquierda los obligaba a ir con
ta. Desm ontaron y desde la orilla
taron las cinchas y los arneses, y montaron.
ñas y le alcanza una soga con la que el joven trepa haciendo e s
en un alazán joven de m ediana al
cuidado. Ascendían rodeados aho ra por las voces del viento.
trataron de divisar al otro lado el chim pu, la marca de la altura del
El sol brilla, pero sus rayos los absorbía el agua barrosa que res
sobre alguna piedra. Pero el animal logra recuperar equilibrio. El agua presiona contra los cuerpos allí; y
fuerzos. D espués lacean al caballo
en ese m om ento todo depende de
y lo obligan a entrar al río. Al co
A medio día hicieron el caypin cruz, la parada para descansar, en
río en una roca que orienta a los
bala sobre sí m ism a y le da al río
la fuerza de los caballos.
viajeros, pero no la veían, segura
un aspecto innoble. Rolando no
Rolando nota de pronto que
m ienzo el alazán se resiste, pero cuando entiende que es inútil sal
una quebrada pequeña flanquea da por arbustos que regalaban un
mente estaba cubierta por el agua.
ta que desde el otro lado, posado sobre una roca alta, los mira un
se ha desviado, está un m etro a
va el escollo contra la corriente y
Patrón y mozo pasearon inquietos
la izquierda de la línea del guía,
va a reunirse con el otro caballo,
por la rivera m irando co rre r las
huam án, el ave que para los in
no lo ha seguido com o le ordenó.
seguro ya en la orilla.
preparado, silenciosos, tres peo
poco de som bra. Dejaron pastear a los anim ales y alm orzaron sen
aguas violentas, turbias de barro y
dios es un dios.
Tira con fuerza las riendas y tra
nes am arran la carga detrás de
tados sobre un bordo, en silencio.
vegetales muertos. Definitivam en
El águila altan era los o b se r
ta de volver su cabalgadura hacia
Cuando están de nuevo ju n tos Dionisio y Rolando se m iran a los
las m onturas.
El patrón le pasó la cantim plora a
te, según Dionisio, no se podía cru zar por allí. Era m ejor ir río arriba
va de lado. Todavía dem oran unos m inutos antes de entrar al agua. Los ca
la derecha. El anim al tantea el pi so bajo el agua, pero vacila, pare ce que sus fuerzas y su seguridad
ballos están nerviosos. Hay unos
han dism inuido, urgido por el láti
chos años. El joven recordó en ese m om ento al huam án, y vio que el
quince m etros hasta la orilla del
go da dos saltos enérgicos que im pulsan a Rolando hacia adelante,
jestuosa. Su som bra hizo un círcu
ce solo una sem ana pero la noche
tura. Con él viaja de guía un m o zo de unos veinte años que irá en un zaino un poco m ás pequeño. M ientras los que parten comen un poco de pastel de choclo y beben un café caliente que la m adre ha
•WILLARD DÍAZ.
el río, que un kilóm etro m ás aba
ro había llovido sin duda en la sie
Com o van a v ia ja r todo el día
Dionisio; este le preguntó en que
llevan en las alforjas, envuelto en papel y luego en tela de costal, chuño y papa sancochados, m aíz
chua si creía que m ás arriba esta ba lloviendo. Rolando alzo la vista hacia las nubes y dijo:
tostado, queso y trozos de carne
— Está casi despejado, pero no
hasta Huaracco. Huaracco es una aldea de criadores de alpacas ve cinos de la hacienda Pam pahuasi, gente buena y sencilla que los co
asada el día anterior. Adem ás, lle van algunos víveres para los peo
podem os confiarn os, quizá m ás tarde nos agarre la lluvia, no sa
bijaría contenta. Tendrían que ca balgar hasta la noche para dorm ir
nes de Pam pahuasi: arroz, conser
bemos.
en el pueblo, aunque eso fuera un día m ás de viaje.
bién que el Dioni era valiente y te nía experiencia. Los caballos, ba
agua turbia sobre la pantorrilla del
apenas lo sostienen, débiles y en tum ecidas. De pie en la rivera ob serva el furioso caudal que aca
quianos de sierra fam osos por su fuerza, sin duda ya habrían pasa
lado de la corriente que lo em puja, y grita con toda la fuerza:
ba de cruzar. No sabe reconocer las em ociones que lo dom inan y
que era peligroso, pero sabía ta m
do por riesgos parecidos. Callados y tensos los dos hom bres am arra
otro lado, por donde deben s a lir a una trocha angosta que sube
Rolando siente la presión del
— ¡¡Aaaaaaahhl! ¡¡Aaaaahhhl!
solo atina a sonreír nerviosam en
De pronto su alazán pierde un
te m ientras palm ea a su caballo.
ojos com partiendo una em oción que los herm anará durante m u
águila alzaba el vuelo, lenta, m a
el m uchacho tiene apretando los
lo por las inm ediaciones antes de
m uslos, y echa por instinto el tor
alejarse, dejando un chillido que
Dionisio entra prim ero en el río.
so hacia atrás con todas sus fuer
se perdió en el espacio.
Le ha advertido a Rolando que de
a pie, para dejar a los caballos des
Hom bre y bestia logran dete
cansar. El resto del viaje fue un as
en diagonal cortando un farallón.
Se despiden tras recibir las úl
dió Dionisio. Habían cruzado un
La otra opción era esperar algu
be gritar, que grite todo el tiem po,
zas, afirm ándose en los estribos bajo el agua.
tim as órdenes. D urante la prim era parte del
par de arroyos de aguas turbias que bajaban de la m ontaña, pe
nas horas por el m om ento incierto en que dism inuyera el cauce. Pe
con todas las fuerzas: así los apus nos oirán y los espíritus m alos se
nerse, y de inm ediato el anim al
censo em pinado. A las cinco de la
viaje los acom pañó el dulzón aro ma vegetal del sem brío y la crista lina voz de los anim ales que des piertan. El joven patrón de vez en
ro el río recién los esperaba en
ro era poco segura, podía sorpren
van a ir asustados, le dice. El joven patrón piensa que es un recurso para vencer al miedo, pero calla.
vue lve a su lucha contra la co rriente.
tarde divisaron la casa hacienda,
Al contacto con el agua fría de
baja en los flancos del caballo, han
vas, galletas y chocolate.
— Ojalá que no, ñiñucha — aña
la tarde.
derlos la noche allí. Si bien a es
Tres horas después llegaron al vado por donde debían atravesar
ta hora el sol calentaba, m ás tar de el frío de la puna sería intenso.
Poco a poco el nivel del agua
Retom aron el cam ino, prim ero
y un alivio gozoso destelló con el últim o rayo de la tarde serrana en el corazón del m uchacho.