Los claroscuros de la migración

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ICONOS 14 Revista de FLACSO-Ecuador No 14. agosto, 2002 ISSN 13901249 Los artículos que se publican en la revista son de exclusiva responsabilidad de sus autores, no reflejan necesariamente el pensamiento de ICONOS Director de Flacso-Ecuador Fernando Carrión Consejo editorial Felipe Burbano de Lara (Editor) Edison Hurtado (Co-editor) Franklin Ramírez Alicia Torres Mauro Cerbino Eduardo Kingman Gestión editorial Cecilia Ortiz Producción: FLACSO-Ecuador Diseño Antonio Mena Fotografía dossier Juan Zurita Ilustraciones Gonzalo Vargas Carolina Burbano Impresión: Edimpres S.A. FLACSO-Ecuador Ulpiano Páez N 19-26 y Av. Patria Teléfonos: 2232-029/ 030 /031 Fax: 2566-139 E-mail: fburbano@flacso.org.ec ehurtado@flacso.org.ec


Indice Coyuntura 6 La dinámica regional en el emplazamiento de las tendencias político electorales Rafael Quintero López 14 ¿Para qué elegir presidente? Apuntes sobre la apatía electoral Felipe Burbano de Lara 20 Democracia, crisis política y elecciones 2002 Virgilio Hernández Enríquez

Dossier 32 Se fue, ¿a volver? Imaginarios, familia y redes sociales en la migración ecuatoriana a España (1997-2000) Alba Goycoechea y Franklin Ramírez Gallegos 46 El pasado y el presente de los mindalaes y emigrantes otavalo Gina Maldonado 56 Las representaciones sociales en torno a la inmigración ecuatoriana a España Claudia Pedone 67 Migraciones ecuatorianas a España:procesos de inserción y claroscuros Joan J. Pujadas y Julie Massal 88 Ni sueño ni pesadilla: diversidad y paradojas en el proceso migratorio Martha Cecilia Ruiz


Debate 100 Psicoanálisis, Filosofía y Ciencias Sociales Rodrigo Tenorio Ambrossi 107 El auge de la Filosofía Política como síntoma Roberto A. Follari

Diálogo 118 Masculinidades en América Latina, más allá de los estereotipos Diálogo con Mathew C. Guttman Gioconda Herrera, Ma. del Pilar Troya, Jacques Ramírez Temas 126 El fútbol y las identidades. Balance preliminar sobre el estado de la investigación en América Latina Sergio Villena 137 Gamonalismo y dominación en los Andes Hernán Ibarra

150 Reseñas

156 Conenido ICONOS 13


Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Programa de formación en políticas sociales y gestión: hacia la eficiencia y la equidad

Maestrías en: • POLÍTICAS SOCIALES • GESTIÓN DEL DESARROLLO Diplomas Superiores en: • POLÍTICAS Y GESTIÓN DESCENTRALIZADA EN EDUCACIÓN • POLÍTICAS Y GESTIÓN DESCENTRALIZADA EN SALUD • GESTIÓN DEL DESARROLLO LOCAL BECA COMPLETA (matrícula y colegiatura, estipendio mensual, seguro de vida y salud, fondo bibliográfico, gastos de instalación para estudiantes de provincia)

Preinscripción: hasta el 23 de agosto Examen de ingreso: 26 de agosto Inicio de clases: 9 de septiembre de 2002

Presidencia de la República del Ecuador

Informes: FLACSO Sede Ecuador: Páez N19-26 y Patria • Telfs: (593-2) 2227080 2232-029/030/031 • Fax: (593-2) 2566-139 / 2567-650 • csalazar@flacso.org.ec bjama@flacso.org.ec • www.flacso.org.ec • Quito, Ecuador


COYUNTURA


La dinámica regional en el emplazamiento de las tendencias político electorales1 Rafael Quintero López* Contexto y características de las elecciones El año 2000 comenzó para la política ecuatoriana con el fin del gobierno de Jamil Mahuad, caído en la trama de un golpe de Estado cuyos artífices fueron el alto mando militar y las fuerzas económicas y políticas de la derecha y centro derecha que sustentaban una política de “dolarización” sin marcha atrás. Los actores, puestos en escena, obviamente fueron más, pero sólo fueron protagonistas de la crisis política de sucesión presidencial, mas no del poder. Pero esa crisis de sucesión era ya la tercera de última data y estuvo acompañada de escándalos políticos en un ambiente de inestabilidad, que incluye el inmovilismo en el Congreso, la dificultad de credibilidad institucional en la función Judicial, mientras las Fuerzas Armadas empezaban a sentir la enorme presión para desmantelar su aparato económico militar por parte de quienes pretenden convertirlas en un contenedor de ideologías contra el narcotráfico; los partidos políticos eran, entre tanto, convertidos en la bête noire de la opinión publicada por los medios, y la ciudadanía presentía que el país que le 1 Este artículo es una síntesis muy parcial del capítulo 7 de un trabajo sobre el proceso electoral del año 2000 que podrá consultarse en julio en la página web del ILDIS. * Ph. D. en Ciencia Política; latinoamericanista. Trabaja actualmente en proyecto sobre opinión pública, con una Guggenheim Fellowship. Profesor y ex director de la Escuela de Sociología de la Universidad Central del Ecuador.

6 ICONOS

quedaba brindaba escasas oportunidades a sus derechos, donde los casos de corrupción son descubiertos por una suerte de competencia entre nuevas elites que movilizan recursos para detectarlos y sacar partida a sus averiguaciones. Pero, la caracterización de “la crisis” se ocupa de “la crisis de las políticas públicas”, es decir de ciertas afirmaciones del poder, mas no de la crisis política entendida como falta de sustento del poder establecido, frente a la cual el mismo orden busca renovaciones en aras de resolver su precariedad ocasional o recurrente. Las inestabilidades reiteradas han sido, sin embargo, evaluadas por otros analistas con una buena dosis de exageración. A mi entender, la crisis política existente es básicamente producida por diferencias dentro de las clases gobernantes sobre cómo resolver la crisis económica en el contexto de la ausencia de un proyecto nacional. En este sentido, habría dos expresiones de la presente crisis política en Ecuador: por una lado, el abandono por completo de un proyecto de Estado nacional por parte de los sectores más poderosos de la burguesía local (la burguesía comercial-bancaria importadora), y por otro, el fracaso acumulado de las políticas de ajuste, agresivas o graduales, impulsadas, con o sin veleidades, por los sucesivos gobiernos desde 1982. Aunque la crisis política contiene elementos objetivos -v.g. la vicisitud económica-, en ningún caso una crisis económica trae necesariamente consigo una crisis política. Es de suponerse, sin embargo, que en una economía


tan vulnerable como la ecuatoriana, tornada aún más vulnerable con la “dolarización”, las urgencias sean frecuentes. Pero la crisis política, para ser tal, debe poseer también elementos subjetivos, es decir, en el proceso, todos los bandos en lucha deben impregnar una inyección de ideas a la escena política a través de campañas de diverso tipo.2 Esto vuelve casi siempre excepcional el estudio de una crisis, pues su desarrollo depende de un complejo juego de factores involucrados tales como el grado del embate económico; el nivel de comprensión, conciencia y preocupación que la población tiene sobre las dificultades económicas y que puede incidir en sus actitudes hacia el proceso electoral; las acciones por parte de los sectores populares, las acciones de las clases gobernantes y las respuestas del pueblo a esas acciones; las actividades de los reformadores sociales; el impacto de los eventos externos (posibles guerras, desplazamientos humanos masivos, intervenciones militares como las que traerá sin duda el Plan Colombia, etc.). Todos estos factores y otros, en sus relaciones mutuas, hacen que cada crisis política sea excepcional, entendida no como un momento en el tiempo, sino como un proceso. En este sentido, creo que la crisis política, contexto en el que se realizaron las elecciones, es básicamente de legitimación del sistema político y que ella se profundizó con el alzamiento popular del 21 de enero que produjo mayores diferencias al interior de las clases gobernantes. Precisamente, las elecciones de 2000 habrían sido convocadas para aliviar la crisis así entendida y en ese contexto. Pero esas elecciones tienen otro contexto de carácter también general, si bien no referido a una instancia específica de la sociedad: ni a la economía, ni a la política ni a las lu2 No debe olvidarse, por ejemplo, que los procesos electorales del 21 de mayo y 6 de agosto se dieron también en medio de las expectativas de las consultas populares por las autonomías en varias provincias y de una consulta pedida por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador -CONAIE- y la Coordinadora de Movimientos Sociales -CMS-.

chas sociales, sino a la instancia que involucra a todas ellas: la instancia analítica de lo nacional. ¿Por qué? Porque los comicios de mayo de 2000 fueron los primeros realizados luego de la firma de la paz con el Perú, nuestro secular conflictivo vecino del sur. Antes de la firma de la paz, con el inminente peligro de la guerra, una peculiar cohesión de cara al peligro se daba entre Costa y Sierra frente al desafío que originaba “la otra parte”. Muchos problemas interiores de las regiones del Ecuador pasaban, por así decirlo, a un segundo plano. Desaparecido el peligro de la guerra con el Perú, las regiones, las localidades se vuelcan sobre sí mismas y se convierten en algo así como regiones interiores en el seno de una sociedad tan fragmentada en localidades que adquieren una mayor distancia del Estado y se refugian en planteamientos y búsquedas de autonomías, descentralizaciones frente al Estado unitario, tal como se ha ido moldeando el escenario político en los últimos dos años en el contexto de esa ya secular desa3 De los 80 billones de sucres a los que llegó el Presupuesto General del Estado en 1999, a los municipios sólo se les entregó 3 billones, lo que significa apenas el 3.7%.

ICONOS 7


coyuntura

tención presupuestaria hacia las localidades.3 El hecho de que esas elecciones se hubieran destinado para designar a las autoridades regionales -se eligieron 22 prefectos provinciales, 89 consejerías provinciales, 215 alcaldes cantonales, 887 concejalías municipales, y un total de 3.945 vocales de la Juntas Parroquiales, permitió que esa tendencia localista, antiEn un sistema de partidos centralista se expresadébil, la clasificación ra también con todos operacional será coyuntural. sus relieves en estos En una formación regional- comicios. Era una válvula de escape de mente fragmentada y con las frustraciones locadesarrollos socioeconómicos les. El principio elecdesiguales como la tivo en este caso se entrelazó, con enorecuatoriana, el mismo signo me eficacia para el político puede exhibir, de poder establecido, forma coetánea, compor- con su propuesta de tamientos políticos disímiles reforma del Estado desde algunas regioen distintos espacios nes. En ese contexto, territoriales las elecciones exhibieron algunas características técnicas y políticas que se enumerarán aquí, solo sumariamente: • La mayoría de las 27.000 Juntas Receptoras del Voto (JRV) se constituyeron con vocales nombrados básicamente por los partidos. • La emisión de la cuarta acta y la intención de transmitir rápidamente los resultados permitió alcanzar, el día de las elecciones, un 83% de la información electoral. Esto con otra medida contra el fraude (la plastificación de las actas de escrutinios para evitar su adulteración) disminuyó la posibilidad de distorsiones en el proceso. • La conformación del Tribunal Supremo Electoral -TSE- fue dictada por un expediente político producto de la Asamblea Constituyente de 1998, y prevaleciente en la campaña presidencial de 1999 y mante-

8 ICONOS

nido en el parlamento hasta fines de julio del 2000: la alianza entre el Partido Social Cristiano -PSC- y la DP-UDC a la cual se sumaron partidos y movimientos menores de derecha y de centro derecha. Ese expediente le dio absoluta mayoría en el sistema electoral a esas tendencias, y repercutió en la conformación de las JRV realizada por los tribunales provinciales con criterios partidistas. De ahí provinieron las irregularidades que hubo en el proceso electoral que obligaron a repetir los comicios en Los Ríos. • La característica de coyuntura electoral menor que tuvieron esas elecciones al ser locales puede ser tomada como un elemento para considerar que las mediciones de las elecciones cantonales o provinciales no son válidas para las elecciones presidenciales de este año. Pero, precisamente por ello, esas elecciones se prestan para un análisis de la fortaleza/debilidad de los partidos políticos y de las tendencias configuradas en sus entornos sociales. • El 39,06% de los 37.176 candidatos fueron mujeres, lo cual auspició un incremento de participación femenina. Otra característica del proceso fue la presencia de 152 nuevos movimientos de acción electoral (llamados “independientes”) que participaron en estas elecciones con gravitación sobre el régimen de partidos, en tanto ellos hacen alianzas con los partidos, pero también se constituyen en sus competidores.

Pautas de la clasificación aplicada Para organizar los datos y visualizar los emplazamientos ocupados por las tendencias he optado por asumir dos clasificaciones: una para los partidos y movimientos políticos y otra para la organización del territorio a fin de mostrar la ocupación política de éste por parte de las tendencias políticas. Como se examina en el estudio base de este artículo, en el país existe una tradición para optar por una


Cuadro 1: Votaciones regionales para prefectos, alcaldes, consejeros y concejales (2000) REGIONES

Número Prefectos

Total de votantes en elecciones de prefectos

Número alcaldes

Total de votantes en elecciones de alcaldes

Número Total de acciones electora- Número Total de acciones electoraconsejeros les en comicios con listas concejalías les en comicios con listas abiertas para consejeros abiertas para concejales

Pichincha

1

1,019,323

9

1,019,931

6

3,279,360

43

4,115,392

Guayas

1

1,331,590

28

1,350,838

7

5,795,923

123

6,052,257

9

1,328,785

82

1,336,667

35

2,478,973

347

3,490,217

- Guayas

5

1,056,831

58

1,099,693

23

2,858,480

253

1,451,398

Amazonía

6

175,976

38

173,793

18

288,309

121

365,033

22

4,912,505

215

4,980,922

89

14,701,045

887

15,474,297

Sierra - Pichincha Costa + Galápagos

Totales

Elaboración del autor

clasificación operacional que supone, por cierto, un eje de oposición capital-trabajo en la sociedad. Esta clasificación adoptada no solo tiene tradición, sino que aporta la ventaja de una identificación ya consentida sobre muchos de los partidos, persistente en la arena política. Lo que sí debe añadirse es que este tipo de clasificación será siempre coyuntural, es decir, su utilidad se reduce si es usada a mediano y largo plazos, sobre todo en un sistema de partidos de débil configuración e inestables desplazamientos de sus bases económicas y sociales, pues los “mismos partidos” pueden ser otros dentro de ese continuo, en momentos históricos distintos. Además, en una formación regionalmente fragmentada y con desarrollos socio-económicos desiguales como la ecuatoriana, el mismo signo político puede, de forma coetánea, exhibir comportamientos políticos disímiles en distintos espacios territoriales. Con estas consideraciones, he organizado, con la flexibilidad del caso y del tipo de elección tratada, a los 14 partidos, 152 movimientos y a las 177 alianzas que compitieron en estas elecciones en tres o cuatro tendencias dentro de un continuo político: Derecha—Centro Derecha—Centro Izquierda—Izquierda.4

En lo que se refiere a la disposición de los datos usados, he organizado al país en 5 regiones electorales, tal como se muestra en el Cuadro 1. Propongo esta organización por las siguientes razones: primera, porque además de tener un número relativamente cercano de votantes en cada región, con la excepción de la amazónica, la clasificación propuesta parte de un hecho histórico bien afincado: la provincia es sin duda la unidad territorial de mayor identidad en el país, más que el cantón y/o la parroquia. Y ello, no solo porque tiene mayor historia acumulada, sino por su capacidad de mediación entre el poder central gubernamental y el régimen seccional dependiente. Este criterio es coincidente con el de León Velasco, para quien las provincias son “probablemente las entidades territoriales que más cuentan en un estudio de identidades geográficas ecuatorianas”.5 Segundo, porque el estudio realizado no ignora las mediciones en el ámbito de unidades estadísticamente más significativas, como la parroquia o cantón. Todo lo contrario. Pero, la cobertura de la tendencia6 se la medirá, en esta primera ocasión, en “número de can-

5 León Velasco, Juan, 1992, Elecciones en el Ecuador: Concejales cantonales 1978 y 1990. Quito: Ciesa. 4 En el citado estudio se detalla la clasificación delos 14 partidos, los 152 movimientos y las 177 alianzas analizadas.

6 Por “tendencia” entiendo una familia ideológica de partidos y/o movimientos políticos que exhibe una política de alianzas tendiente a su autoreproducción.

ICONOS 9


coyuntura

tones”, y no tomo a la provincia como unidad de medida, para evitar una visión distorsionada ya que, por ejemplo, de adoptar la provincia como unidad analítica induciría a pensar que salvo en Galápagos, la tendencia de Centro Izquierda existe en las 22 provincias. Aquí he realizado todas las mediciones con los 215 cantones existentes al momento de los Entre las demandas comicios. consentidas por el sistema Tercero, porque político se dio la Ley de en cuanto a la confiCuotas con una mayor guración de las 5 regiones anotadas, esta participación y elección de clasificación tiene la mujeres, sin haberse ventaja adicional, de modificado el sistema recoger estudios ya realizados de “geoelectoral patriarcal existente grafía electoral”, y en el país. Para el año 2000 con ello acumulamos las inscripciones femeninas experiencias acadéen las listas sobrepasaron micas para comparaciones futuras en las el 40% exigido por Ciencias Sociales la Ley 200-1 ecuatorianas.

IObservaciones finales7 El juego electoral del 2000 muestra signos de divorcio con una masa popular distanciada del sufragio universal. Al elegir a los prefectos un 18,3% no votó válidamente, y un 23,04% hizo lo propio en la jornada de selección de los alcaldes. Como el 35% no compareció a las votaciones por diversas razones, estamos ante la reducción de las bases sociales de la legitimación política fundamentada en el principio electivo. Si el “retorno” al régimen democrático en 1978 mediante un referéndum y si la campaña de los “21 Puntos Programáticos” de Roldós-Hurtado, concitaron entonces el fervor cívico de las masas po7 El análisis de lo ocurrido en cada región y con cada tendencia se halla en el trabajo ya citado.

10 ICONOS

pulares, a fin del siglo vivimos tiempos de extrañamiento con los procesos electorales de la democracia liberal reinstalada hace tres décadas cuando solo el 10% de los inscritos no votaron, mientras que ahora un 58% de ellos o no pudieron hacerlo o no quisieron votar válidamente. Desde esa primera consecuencia podemos razonar en torno a que estas elecciones le plantearon algunas interrogantes al sistema político, particularmente si se dieron no solo en medio de una crisis económica prolongada sino en el contexto de un empobrecimiento de la población, que muestra ciertos signos, aunque dispersos, de una polarización social mayor, respecto a otros procesos electorales recientes. Entre las demandas consentidas por el sistema político se dio la Ley de Cuotas que permitió una mayor participación y elección de mujeres, sin haberse modificado el sistema electoral patriarcal existente en el país. Si en 1998 los partidos políticos no cumplieron ni siquiera con el 20% de inscripciones femeninas en las listas, para ese año sobrepasaron el 40% exigido por la Ley 200-1. La otra demanda que el ausentismo, la no validación del voto y la no reelección de candidatos en funciones plantean al sistema político se refiere, a mi entender, a la necesidad de modificar las bases del sistema de representación democrática, del tipo de representación liberal a otro de representación social más directo. En un reducido sentido electoral, esta segunda demanda al sistema político está ligada a la crisis de la Función Electoral, que puede no ser generalizada, pero que evidenció graves alteraciones y descomposturas en diversos cantones a más de un fraude comprobado en Los Ríos calculado en un 7% del TVV. Con medio siglo de existencia de la Función Electoral, en Ecuador el fraude electoral sigue siendo una práctica recurrente. Nos refuerza la intimación de que el sistema político del país no se ha desarrollado como un sistema de gobierno sino como un complejo mecanismo de mandos. Luego de establecer una doble clasificación y de definir una clasificación de cuatro


Cuadro 2: Emplazamiento de la Base Territorial de las 4 Tendencias Políticas en Cinco Regiones TENDENCIA POLÍITICA

R E G I O N E S Pichincha

Guayas

Sierra

PONDERACION Costa

Amazonía

Puntaje

Medición

Izquierda

6/9

22/28

56/82

33/58

34/58

151/215

0.70

Centro Izquierda

8/9

25/28

67/82

31/58

38/38

169/215

0.79

Centro Derecha

9/9

28/28

78/82

57/58

31/38

203/215

0.94

Derecha

9/9

28/28

72/82

57/82

26/38

192/215

0.89

Correspondientemente, en el siguiente cuadro se muestra la capacidad de cada tendencia para alcanzar los cargos públicos objeto de esas elecciones. Tendencias

Prefecturas

%

Alcaldías

%

Consejerías

%

Concejalías

%

5

22.7

30

14.0

16

18.0

126

14.2

5

22.7

31

14.4

18

20.2

126

14.2

Derecha

6

27.3

71

33.0

27

30.3

308

34.7

Derecha

6

27.3

83

38.6

28

31.5

327

36.9

Totales

22

100

215

100

89

100

887

100

Izquierda Centro Izquierda Centro

tendencias políticas emplazadas en 5 regiones, he retomado dos interrogantes clave sobre “quién es quién” en el mapa político electoral del presente. El primero se refiere a conocer el posicionamiento (la “implantación espacial” diría León Velasco) de las tendencias de Izquierda, Centro Izquierda, Centro Derecha y Derecha en la escena política. El segundo atañe a conocer cuál es la masa electoral de cada tendencia en los 5 espacios clasificados. A diferencia de León Velasco, ese quantum no es asimilado en este análisis como el “peso relativo”8 de cada tendencia. No. Y ello porque considero que la fuerza de una tendencia en una región aunque sea cuantitativamente igual o perecida al poderío de votos que tenga en otra región no le otorga necesariamente el mismo peso relativo. Lo cuantitativo equiparable puede volverse cualitativamente diferente e inducir a una acumulación 8 Véase León 1992:73. 9 Además de que los caudillismos locales pueden distorsionar la medición cuantitativa de tendencias.

cuantitativa significativa en el contexto regional específico y bajo ciertas condiciones (v.g en la realización de políticas de alianzas con efectos multiplicadores cuantificables).9 Las prácticas políticas basadas en lo regional y mediadas por el uso de un tipo de discurso sobre lo regional así lo sugieren, pues como lo he manifestado en otro texto, hay un proceso de dominación existente para el cual el dato de lo regional le es inherente a su reproducción efectiva. El peso relativo que tenga una tendencia, por cierto, se podrá medir de acuerdo a fórmulas más complejas donde se entronque la cuestión regional con el problema de la hegemonía. No es lo mismo que lo regional esté presente en la convocatoria a las clases subalternas, como en el caso de Guayas, la Costa, y en menor grado en Pichincha y Sierra, que las clases subalternas se autoconvoquen desde instancias regionales, como en la Amazonía. Así, un apoyo que se concita hacia partidos y posiciones de los grupos patrimoniales con base en lo regional, puede actuar como un

ICONOS 11


coyuntura

prisma de una política hegemónica en otra región.10 El Cuadro 2 muestra, en todo caso, la comparecencia diferente de las 4 tendencias políticas en los 215 cantones del país, para las elecciones de concejales, y revela las fortalezas y debilidades relativas de cada una de ellas. Luego del examen realizado de las elecLa evidencia revela ciones de alcaldes y también que las prefectos, consejeros tendencias de Centro y concejales, se hace Izquierda e Izquierda evidente la ventaja electoral y el mejor juntas no suman una emplazamiento de la fuerza electoral suficiente Derecha y la Centro para derrotar en las urnas Derecha, pues estas dos tendencias acua la tendencia de Derecha mularon una mayor en una contienda electoral votación, compareque involucre a todos los cen más en la base tecinco espacios territoriales rritorial de la disputa electoral y obtienen identificados en este análisis. mayor número de cargos en las elecciones. Cabe observar que 11 partidos y movimientos políticos con registro electoral obtuvieron 202 alcaldías (94%), y 11 movimientos de acción electoral lograron la conducción de las restantes 13 alcaldías (6%). La evidencia revela que los tres primeros puestos de triunfos fueron obtenidos por tres partidos ubicados en la Derecha y el Centro Derecha. Por otra parte, la evidencia revela que las alianzas son provechosas para los partidos y movimientos políticos en su emplazamiento electoral regional. Como revela la realidad los partidos históricos de la Izquierda tienen un modesto lugar y el principal partido de la Centro Izquierda -la ID- quedó en cuarto lugar, si bien compensa10 He desarrollado una teorización para ponderar ese poder en Rafel Quintero (ed.),La Cuestión regional y el poder, Quito: CEN.

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do con el importante estímulo del Distrito Metropolitano de Quito, perdido con más de 180 mil votos por la DP - UDC, luego de 12 años de gobierno local en la capital del país. En términos de las 4 tendencias políticas identificadas, el orden de su importancia en la obtención de las 215 alcaldías del Ecuador fue el siguiente: 1.Derecha 2.Centro Derecha 3.Centro Izquierda 4.Izquierda

83 alcaldías 71 alcaldías 31 alcaldías 30 alcaldías

38,6% 33% 14,4% 14%

Totales

215 alcaldías

100%

Aunque sí existen alianzas “fuera” de las tendencias, los partidos revelan una coherencia política muy alta al momento de realizar sus alianzas, dentro de las cuatro tendencias y con las corrientes más afines. Esto evidencia que en el país existe en la actualidad una corriente que se agita desde las luchas económicas dispersas hacia luchas políticas más unitarias. Ante todo quiero referirme a la hipótesis planteada en el sentido de que en el proceso electoral de mayo se expresó la formación inicial de una tendencia de Centro Izquierda, registrada electoralmente por primera vez. Esta tendencia no se había constituido antes de las elecciones de mayo de 2000. Esto es lo nuevo y si se quiere, “estratégico”, de las elecciones de mayo de 2000. Esta hipótesis fue parcialmente probada dada la evidencia cuantitativa disponible al momento. Por ello, he podido hacer algunas inferencias sobre el aparecimiento de una línea de unidad creciente entre la tendencia de Izquierda y la de Centro Izquierda, unidad que incluso fue más allá. Por ejemplo, en las elecciones para prefectos hubo una clara línea de alianzas de las tendencias de Centro Izquierda para con la DPUDC, mientras la derecha y el Partido Roldosista Ecuatoriano -PRE-, partido también ubicado en la Centro Derecha, permanecieron relativamente aislados. Pero precisamente, la evidencia revela también que las tendencias de Centro Iz-


quierda e Izquierda juntas no suman una fuerza electoral suficiente para derrotar en las urnas a la tendencia de Derecha en una contienda electoral que involucre a todos los cinco espacios territoriales identificados en este análisis. Y a pesar de que se pueda creer que las mediciones de las elecciones provinciales y cantonales no sean válidas para las elecciones presidenciales de este año, pues en estas últimas convergen otros factores, el referente electoral más cercano que poseemos es el analizado. Por cierto que lo propio se puede predecir respecto a otras partes del continuo político, es decir, la Derecha por sí sola, no puede ganar una elección “nacional”. Y nótese que también en la Derecha existió un proceso amplio de alianzas, lo que confirma nuestra opinión de que no solo la izquierda se jugó por las alianzas. A la luz de los resultados analizados de las elecciones de prefectos y alcaldes, las elecciones de 2000 no reflejan una crisis de funcionamiento de los partidos políticos en el reclutamiento y la conquista del voto. Es cierto que los caudillismos locales pueden distorsionar la medición de las tendencias partidistas y que hay partidos y movimientos que aglutinan a “libre pensadores” a sus filas de candidatos. Pero ello no desestima el hecho cierto de que los partidos aglutinaron en estas elecciones el 86,8% de las votaciones provinciales para prefectos y el 95,3% de las votaciones cantonales para alcaldes, mientras que los movimientos de acción electoral, de “independientes”, el resto. Por lo tanto, los partidos siguen siendo la columna vertebral del proceso electoral. Pero ese sistema de partidos ha visto empequeñecida su base social de apoyo, y hay candidatos no afiliados a los partidos pero que cuentan con las estructuras de éstos, a la par que los partidos han reforzado sus vínculos con el sistema de mandos políticos estatales. Los movimientos políticos llamados “independientes”, definidos como “aquellos que no inscribieron candidaturas en alianza con partidos políticos aunque pudieron sí estar respaldados por ellos”, obtuvieron dos prefec-

turas y sumaron 59.631 votos. Sin embargo, una ponderación más real del aliento de los independientes en el proceso provincial se refleja en la votación total a favor de candidatos que interpelaron al electorado en tal condición11, y que suman 647.600, o sea el 13,2 % del TVV para esas elecciones. Por su parte, en el proceso de elegir a 215 alcaldes, los candidatos independientes todos acumularon 191.887 voluntades, o un 4,7% del TVV. Sin embargo, en mi análisis he clasificado a esos candidatos y votación como partes integrantes de tendencias identificables.12 En este análisis he presentado una dimensión espacial-territorial en la definición del posicionamiento de los partidos y movimientos políticos en un espectro continuo de Izquierda-Derecha, usado para clasificar a las tendencias políticas. El ejercicio realizado me ha permitido determinar con mayor precisión el posicionamiento regional de partidos y movimientos políticos en el país, así como también determinar la regionalidad de sus tendencias políticas. A la luz de este análisis puedo también afirmar que no existen partidos ni movimientos políticos nacionales en el país.13

11 Por esa razón no catalogo al Movimiento de Unidad Plurinacional - Pachakutik-Nuevo País - MUPP-NP - entre los “independientes”: porque tiene una política clara de alianzas en el sistema de partidos y porque no reclama para sí el membrete de “independientes”. 12 Posiblemente quepa aún una refinación mayor de algunas candidaturas “independientes” en cantones lejanos sobre las cuales fue difícil conseguir información, pero en ningún caso la evidencia muestra una cifra cercana a lo planteado por otros analistas de estas elecciones. 13 Uso aquí el término “nacional” como sinónimo supraregional.

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¿Para qué elegir presidente? apuntes sobre la apatía electoral

Por Felipe Burbano de Lara * Las campañas electorales son concebidas como el momento que se otorga a la política democrática para recuperar los espacios perdidos en la sociedad. Si en sus tiempos normales, la política democrática tiende a encerrarse sobre sí misma –sobre sus reglas y compromisos, sus luchas y conflictos– en tiempos electorales se ve forzada a salir del ostracismo para volver a conectarse con la sociedad. Se trata de un ejercicio de legitimación creado por el mismo juego democrático. De acuerdo con este procedimiento, cada cierto tiempo, en plazos fijos y preestablecidos, la política tiene que relegitimarse en el lugar donde se encuentra la fuente de toda soberanía: el individuo y sus derechos. Los analistas políticos han expresado de distintas maneras su sorpresa frente al actual momento electoral del país: en procesos anteriores, a menos de tres meses de las elecciones, los escenarios se mostraban bastante mejor definidos que ahora: se conocían los candidatos presidenciales y sus binomios, los nombres de quienes encabezarían las listas de diputados y las tendencias generales del comportamiento de los votantes. En medio de las interrogantes que abre toda campaña electoral, algunas certezas se tenían en el horizonte. En esta ocasión, el panorama luce completamente distinto (de allí la extrañeza de los ana* Profesor investigador de FLACSO-Ecuador

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listas). Las candidaturas presidenciales no se han definido totalmente –cuando escribo este artículo ni el Partido Social Cristiano –PSC– ni el Partido Roldosista Ecuatoriano –PRE–, los dos grandes partidos de la Costa, saben quién será su candidato a la presidencia-, los binomios siguen en suspenso, las listas para diputados todavía no se han confeccionado, y más del 70% de la población no sabe por quien votará en octubre. No es sólo el Mundial el que ha retrasado y trastocado el calendario político-electoral; es el mismo juego de la política el que se ha vuelto más complejo e incierto. La complejidad de la política no se explica solamente por sus intríngulis propios, de por sí bastante obscenos, sino por las crecientes dificultades de los actores políticos para reestablecer sus vínculos con la sociedad; para relegitimarse a sí mismos a través del proceso electoral. No sólo la política se ha distanciado de la sociedad, sino que la misma sociedad ha tomado creciente distancia con respecto a la política; se trata de un vacío, un agujero negro, que se alimenta en un juego de doble vía. En principio, estos movimientos de alejamiento entre política y sociedad no deberían llamar exageradamente la atención; expresan la condición misma del juego de representación política en la democracia. La representación, en efecto, presupone una noidentificación plena entre política y sociedad, asume como normal el movimiento de aproximación y distanciamiento. La razón de semejante presupuesto es bastante compren-


sible: una identificación plena entre los dos niveles implicaría la posibilidad de que la política pudiera, en algún momento dado, absorber todo el movimiento de la sociedad (el sueño de todo totalitarismo). Dentro de los movimientos de ida y vuelta, de atracón y rechazo, las elecciones representan –y el caso del Ecuador no ha sido una excepción en todos estos años– el momento del reencuentro, de la renovación y relegitimación de sus vínculos. Las elecciones son un juego de seducción, un guiño del ojo político a los ciudadanos para convocarlos al redil de su discurso y horizonte. El aspecto novedoso del proceso actual –aquel que tanto sorprende a los analistas– podría expresarse de la siguiente manera: los ciudadanos no responden al juego de seducción de la política como lo habían hecho en procesos anteriores; han proclamado, de un modo más o menos explícito, una suerte de indiferencia frente a la política. El vacío que se vive en el campo electoral manifiesta justamente la dificultad de los partidos para armar estrategias, sugerir nombres, presentar ofertas que despierten el interés y resulten seductoras para los votantes. El fenómeno ha sido registrado desde hace algún tiempo por las encuestas de opinión pública, en los siguientes términos: la situación personal y familiar de los ecuatorianos es por lo general considerada de un modo más optimista que la del país. El país aparece siempre como una ‘caja de Pandora’, un lugar de incertidumbre, a diferencia de la vida privada y familiar, donde se registra algún tipo de certeza (para bien o para mal). Los contrastes entre las percepciones del país y las vidas familiar y personal sólo son explicables a partir de algún fenómeno que ensombrezca el futuro del país, pero del cual las familias y los individuos puedan, hasta un cierto punto, escapar. Ese fenómeno es, sin duda, la política. Las encuestas muestran de modo incontrastable la bajísima identificación de la mayoría de los ecuatorianos (alrededor del 80%) con alguno de los partidos o alguna de las tendencias políticas del país. La distancia frente a la política no distingue es-

trato socioeconómico, edad, sexo o ciudad. El momento en que los encuestados se representan el país, les asalta una visión pesimista marcada por la imagen negativa que tienen de la política. Como escenario político, el Ecuador genera incertidumbre, diluye perspectivas, a tal punto que las familias y las personas parecen haberse recluido en su ámbito privado, vivir -si cabe la expresión- de espaldas a la política, y enfrentar su propia suerte independientemente de lo que hagan o dejen de hacer el gobierno y los partidos.1

Una imagen parcial, sin embargo… Ahora bien, esta imagen de la política no deja de ser parcial y hasta engañosa si se la analiza desde la perspectiva local. Queremos plantear aquí que la imagen negativa que proyecta la política es representativa, sobre todo, cuando es pensada desde el espacio de la nación y el Estado. Dicha imagen expresa la creciente dificultad para encontrar imágenes po1 El optimismo frente a la vida personal y familiar encuentra diferencias importantes según edad, posición socioeconómica, ciudad, y sexo; está fuertemente concentrado en los estratos con ingresos superiores a los 300 dólares mensuales. Las encuestas son muy claras al respecto: mientras más alto es el ingreso, mayor el optimismo hacia el futuro. La crisis de la política afecta a los más pobres dejándolos expuestos enteramente a su condición actual de pobreza, sin opción de cambio alguna. Por edad, los más optimistas son los ciudadanos\as de entre 18 y 29 años; decae entre los de 30 y 49 años, y es mucho menor –con diferencias notables– en los mayores de 50 años. Por último, los quiteños\quiteñas –especialmente jóvenes– aparecen como bastante más esperanzados frente al futuro que sus pares guayaquileños. Si se establece el perfil de los extremos de optimismo y pesimismo, se tiene que el segmento de la población más optimista es el de los hombres quiteños, de entre 18 y 29 años, con ingresos mayores a 300 dólares mensuales. En el extremo opuesto se encuentran las mujeres guayaquileñas de más de 50 años y con un nivel de ingreso menor a los 100 dólares mensuales. El continuum entre los dos polos varía de acuerdo a la combinación de los siguientes factores: edad (mientras más jóvenes más optimistas); ciudad (los quiteños se sienten más esperanzados que los guayaquileños); nivel de ingreso (el pesimismo se apodera entre quienes ganan menos de 300 dólares) y sexo (las mujeres son ligeramente más pesimistas que los hombres). (Ver Boletín Vox Populi, FLACSO-Ecuador, noviembre, 2001.)

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sitivas e integradoras de la nación y el Estado; cada vez más, esas dos dimensiones constructivas de la política se muestran como el escenario de una trama de conflictos más o menos constante, donde se diluye la vieja idea de un proyecto integrador, aglutinante de todos los ecuatorianos. Sin embargo, y esto parece ser lo importante, la misma imagen de la política no se proyecta desde los espacios locales, o al menos hay síntomas claros de mayor legitimidad en esas esferas. Una mirada de la política desde el ámbito local muestra otros rasgos y potencialidades. En primer lugar, la legitimidad de ciertos liderazgos. La reelección de muchos alcaldes va de la mano de una evaluación positiva de sus gestiones. En segundo lugar, se encuentran todos los procesos de formación identitaria alrededor de lo local, fuertemente conectados con el campo político. Esos liderazgos e identidades varían en sus características; expresan la diversidad del país, y en la medida que logran articularse, encuentran vías de legitimación. Podríamos afirmar que así como la suerte de las familias no siempre coincide con la de la política, tampoco la suerte de las ciudades coincide con la del Estado. 2 La explicación a este fenómeno se encuentra en una profunda redefinición de las relaciones entre lo local y lo nacional; es un proceso que se registra con profundidad desde los años 90 y de forma paralela a la crisis del Estado central. El nuevo contexto modifica las relaciones de lo local y lo nacional establecidas a partir de lo que se ha denominado el modelo “estadocéntrico”; bajo este modelo, lo nacional-estatal tendía a subordinar lo local, a absorberlo en su propio movimiento de constitución. En el caso ecuatoriano, la absorción se dio desde la ideología modernizante de los años 60 y 70, para la cual el Estado 2 El caso paradigmático puede constituir Guayaquil: esta ciudad ha recuperado su optimismo, ha fortalecido sus liderazgos locales, y su identidad, al mismo tiempo que la crisis del Estado se ha ido ahondando. Guayaquil muestra hasta qué punto los resultados de la política local pueden ser evaluados casi independientemente de los resultados de la política nacional.

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constituía el principal agente de cambio y reforma estructural (un agente que siempre se miró, de la mano de los militares y la tecnocracia, por encima de las elites locales, identificadas -sobre todo por el discurso del nacionalismo revolucionario- con el arcaísmo de un modelo oligárquico y terrateniente). El escenario actual es completamente distinto. La crisis del Estado -acumulada en la última década-, unida a la expansión del mercado como nuevo escenario de la economía, ha producido un desplazamiento de la política a los espacios locales. La crisis del Estado habría que entenderla como la ausencia de una instancia centralizada con la fuerza suficiente para absorber en su propio movimiento las diversidades locales. El Estado ha perdido capacidad para incorporar a todos los espacios locales en un determinado movimiento de integración nacional. El momento político actual expresa la ausencia de una forma de construcción de la integración nacional a través de la acción absorbente del Estado. Frente a la imagen de unidad y de sentido que proyectaba el Estado -la modernización fue el gran referente de los años 70, mientras la democracia el de los años 80- nos encontramos ahora con un territorio asaltado por las diversidades locales. Habría que caracterizar la debilidad del Estado al menos desde tres dimensiones: a) ausencia de una narrativa nacional donde los distintos espacios locales puedan homogenizar sus lenguajes y encontrar un sentido de compromiso; b) ausencia de un espacio de negociación clientelar para el reparto de la riqueza nacional,3 y c) pérdida de soberanía del Estado para articular políticas que respondan de un modo más directo a los movimientos y demandas de los actores nacionales. 4

3 La crisis fiscal más o menos permanente de los últimos 15 años ha llevado a los sucesivos gobiernos a poner en marcha políticas de austeridad en el gasto público. Cada vez hay menos recursos qué repartir; el ejercicio político del reparto de la riqueza estatal se ha vuelto más conflictivo y difícil de negociar. La dolarización, con sus estrictos imperativos de equilibrio fiscal, agudiza aún más el problema.


El desplazamiento de la política a los espacios locales, en medio de la gran debilidad del Estado, plantea nuevos desafíos pluralistas a la convivencia nacional. El Ecuador de comienzos de milenio -para decirlo en un tono con ecos apocalípticos- ya no sólo tiene que lidiar con la presencia de 15 partidos, sino con toda la diversidad de lógicas -políticas, sociales, culturales- que emanan desde los espacios locales y regionales. Toda esa diversidad de lógicas, expresadas en novedosos procesos de formación identitaria, es irreductible a una lógica estatal integradora y totalizadora. Tampoco los partidos están en condiciones de reducir la complejidad de los espacios locales. Considerado desde su lógica identitaria, el proceso entraña al menos dos dimensiones: a) la primera, la anulación de un juego discursivo, narrativo y político, que permita a esas identidades locales dar paso a la formación de una identidad secundaria 5; esto es, a una narrativa con la capacidad de inscribir las identidades locales, fuertemente ancladas en los contextos más inmediatos de la vida social y cultural, en un campo identitario más abstracto (la nación, la modernización). La globalización es quizá la única narrativa que pudiera producir ese efecto, pero su despliegue provoca de manera simultánea, el movimiento inverso. La política se encuentra anclada en las identidades locales sin encontrar las vías para desprenderse de sus contextos más inmediatos de formación.6 Algunos autores ven en este bloqueo una suerte de retorno a un momento premoderno, puesto que desaparece un campo abstracto, imaginario y totalizador de construcción de la política, gracias al cual se lograba integrar las identidades particulares

4 Hay una doble pérdida de soberanía: hacia dentro, frente a lo local; y hacia fuera, frente a la globalización. El principal interventor externo ha sido, sin duda, el FMI. No hay programa económico que pueda armarse y legitimarse sin su visto bueno. 5 Sobre el concepto de identificación secundaria ver Slavoj Zizek, 1998, “Multiculturalismo o la lógica cultural del capita-lismo multinacional”, en Slavoj Zizek y Frederic Jameson, Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo, Paidós, Buenos Aires.

en narrativas más amplias. La política moderna se caracterizó justamente por la construcción de referentes políticos universales, integradores -la nación, la ciudadanía, el Estado, el individuo, los derechos universales- donde los particularismos encontraban la posibilidad de redefinirse: todos podían llegar a ser individuos más allá de los contextos parEl desplazamiento de la ticulares en los que se encontraban; todos política a los espacios locales, podían llegar a ser en medio de la gran debiliciudadanos indepen- dad del Estado, plantea dientemente de la pertenencia de clase. nuevos desafíos a la La crisis de la política convivencia nacional. El moderna expresa la Ecuador de comienzos de debilidad de todos milenio tiene que lidiar con estos conceptos universalizantes para re- la presencia de 15 partidos y definir (inscribir en con la diversidad de lógicas su movimiento) las que emanan desde los lógicas particulares. En este punto, se espacios locales y regionales condensa el debate planteado por las corrientes postmodernas; éstas siempre han argumentado que el proceso de construcción de movimientos políticos con pretensiones totalizadoras suponía la eliminación o la supresión de las identidades locales, de aquello que se diferenciaba del sujeto que encarnaba lo universal. En esos movimientos totalizadores, acompañados de alguna narrativa histórica, 6 Aquí veo el drama de los quiteños frente al alcalde Paco Moncayo, por ejemplo. Moncayo no ha hecho una buena gestión, pero las críticas en su contra expresan más bien el traslado de las angustias políticas desde el Estado hacia el gobierno de la ciudad. Un ejemplo claro se ve en el tema de la seguridad: los quiteños responsabilizan al Municipio de un problema que atañe al Estado. En Guayaquil, el movimiento sigue una camino distinto. Allí la idea de lo local siempre ha tenido una vocación por afirmar su autonomía frente al Estado. Desvanecido el Estado, la política guayaquileña parece haber caído en su escenario natural: la comunidad local.

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las identidades locales perdían toda capacidad expresiva.

El dilema de la representación El anclaje de la política en lo local ha ido acompañado, como es fácil imaginar, de un cuestionamiento al modelo de la democracia representativa y a una cierta convicción de que la relegitimación de la democracia vendrá más bien de un modelo participativo. La democracia se afirma bajo esta perspectiva, en la participación y en los espacios locales, más que en la posibilidad de un modelo de representación desde donde emerja un proyecto de identidad integradora. Este otro desplazamiento -de lo representativo a lo participativo- también contribuye a obstaculizar el movimiento de construcción de identidades secundarias. El rechazo al modelo de representación tendría que entenderse justamente como un cuestionamiento a la posibilidad de admitir un espacio donde cualquier identidad puede modificarse, dejar de ser. La representación entraña la posibilidad de “ser otro” respecto de “sí mismo”, y simultáneamente la probabilidad de encontrarse con la presencia “del otro” y reconocerla, admitirla. Pero se vive una situación diferente. Los espacios locales resisten a la posibilidad de enajenar su propia soberanía en aras de un proyecto de dimensión más totalizadora. Desde las identidades locales, la posibilidad de una representación de lo nacional, por ejemplo, se mira como una anulación de la identidad primaria, básica, inalienable. El desplazamiento de la política a lo local entraña la creación de un actor -la comunidad local- que siente haber conquistado un territorio, un espacio propio de autodeterminación, donde adquiere sentido y significación la vida social y política, donde se gana un cierto horizonte de futuro. Podríamos decir, parafraseando a Rousseau, que desde lo local toda cesión de soberanía -eso entraña el juego de la representación democrática- significa una pérdida de autonomía y libertad. El Estado es visto, por eso

mismo, con creciente desconfianza; ya no como lugar simbólico de representación de la comunidad nacional, sino como lugar de unas formas de opresión (muy claro en el discurso descentralizador y autonomista). La política se quiere ejercer desde el particularismo de lo local y de modo directo. La gran pregunta, para la cual no hay una respuesta clara, es cómo hacer política en un escenario donde lo local ya no puede ser absorbido por el movimiento de construcción de lo nacional, donde el Estado ha perdido soberanía. Por allí cojea todo el discurso del proyecto nacional y las posibilidades de los partidos de volver a ser actores con una mayor capacidad integradora. La debilidad de un campo de representación que permita sacar a la política de los particularismos locales, significa, en realidad, la afirmación de una serie de fronteras internas que hace más compleja la idea de un proyecto de identidad compartida. La inserción en el espacio de la política nacional pasa, con enorme fuerza, por la mediación de las identidades locales. Nadie está dispuesto, en el Ecuador contemporáneo, a renunciar a una identidad local en aras de un proyecto que luce ambiguo y confuso. Toda la reflexión anterior puede llevar a formular otra pregunta con el propósito de conectar con el tema de la apatía electoral: en un contexto de esta naturaleza, ¿tiene algún sentido la elección presidencial? ¿Se puede esperar algo de la elección? ¿Existe alguna posibilidad de modificar el juego de la política? ¿Estará en condiciones quien salga electo de renovar, aunque sea de modo temporal, un proyecto de integración nacional? ¿Hay razones para aceptar y entrar al juego de seducción electoral? Lo más probable es que no, que la nueva elección profundice aún más el particularismo de la política ecuatoriana. Si en alguna imagen se ha expresado la habitual fragmentación de la política nacional, esa imagen ha sido la del Presidente de la República. ¿Cuál es el espacio que le queda al Presidente de la República si las incorporaciones políticas al espacio nacional pasan necesariamente por la afirmación de lo local? La ima-


gen presidencial se consume en la multiplicación de las lógicas locales y dispersas. La distancia que ha puesto la ciudadanía frente a la política es sobre todo una constatación de los límites que entraña, en el momento actual, cualquier candidatura presidencial mas allá de sus posibilidades reales de triunfar. Triunfar, ¿para qué? Existe un escepticismo frente a lo que vendrá, a los dramas que deberá enfrentar cualquier nuevo gobernante, a la convicción de que en el Ecuador nadie cede espacio. Los escenarios electorales cada vez simulan más el espectro, la sombra, del Parlamento ecuatoriano. A esa fragmentación propia de los partidos en el Congreso Nacional, que se expresa en la permanente dificultad de formar alianzas y mayorías estables, se suma ahora el desplazamiento de la política a lo local. Hoy los partidos encarnan un doble localismo: el del campo ideológicosimbólico, cuya trayectoria se remonta al retorno mismo de la democracia, por un lado; y al localismo territorial, más reciente, y que se remite al desmoronamiento de un proyecto estatal integrador. Al mismo tiempo, por razones difíciles de explicar, los liderazgos partidistas han vuelto -si alguna vez intentaron irse- a las manos de los mismos personajes que han conducido el proceso político ecuatoriano desde el retorno a la democracia: Borja, Hurtado, Febres Cordero, Bucaram. A estos líderes partidistas les ha salido al frente un candidato -Álvaro Noboa- que está lejos de entender el juego de la política nacional, pero percibe claramente el cansancio y aburrimiento de la población frente a los partidos. La apuesta de Noboa es poder traducir en votos -lo que no ha ocurrido hasta ahora en el Ecuador, a diferencia de países como Perú y Venezuela- el malestar ciudadano hacia los partidos. Noboa quiere romper el monopolio ejercido por los partidos en los últimos 20 años. Es probable que ello ocurra. Si se analiza lo sucedido en los procesos electorales de los últimos 20 años, se podría afirmar que el único espacio posible para las aventuras no partidistas es la Presidencia de la República, no así el Parlamento donde los partidos han

logrado una votación constante y sorprendente.7 Mientras la victoria de los ex presidentes reeditaría la lógica del juego político de todos estos años de vida democrática, un triunfo de Noboa implicaría tener un presidente sin ningún apoyo parlamentario, lo cual conduciría el juego del sistema político a la pugna de poderes, pero por vías más peligrosas. De este modo, el contexto político ecuatoriano no puede ser más paradójico: todos los cambios experimentados en los últimos años no encuentran lenguajes políticos donde expresarse y procesarse. No hay un lenguaje capaz de procesar esta multiplicación de visiones. El lenguaje de los ex presidentes está atado a un modelo de funcionamiento de la política que deja de lado los nuevos contextos. En su lenguaje, el país aparece desde los problemas, pero nunca desde todos sus actores. El lenguaje político tradicional separa actores y problemas, en un sueño imaginario que presupone el dominio total de la política por parte del Presidente de la República, cosa cada vez más distante de la realidad. Los presidentes luchan para ganar las elecciones, pero luego no saben cómo gobernar. Es una historia bastante conocida y repetitiva como para que pueda volver a entusiasmar a los votantes ecuatorianos.

7 Felipe Burbano de Lara y Michel Rowland, 1998, Pugna de poderes: Presidencialismo y partídos políticos en el Ecuador: 1975-1997. Quito: Konrad Adenauer, CORDES, Cooperación Española.

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Democracia, crisis política y elecciones 2002 Virgilio Hernández Enríquez* Los hechos ocurridos en el mes de enero de 2000 son una expresión de la profunda crisis política que desde hace varios años enfrenta el Ecuador. En 1995 se reflejaba en la renuncia del Vicepresidente de la República, y en febrero de 1997 cuando el Congreso Nacional aceptaba la revocatoria del mandato aplicada extra institucionalmente al ex presidente Abdalá Bucaram. Podríamos señalar, al menos cuatro componentes que caracterizan esta problemática: el primero tiene que ver con la crisis económica provocada por la aplicación del modelo neoliberal desde hace cerca de dos décadas, agudizada por la decisión de dolarizar nuestra economía. En efecto, los permanentes programas de ajuste y la intransigencia aperturista han colocado al Ecuador entre los países más inequitativos del mundo, en el que la pobreza abruma al 80% de la población, el desempleo abierto creció al 18% y el subempleo se acerca al 70%. Además de una aparato productivo debilitado y un sistema financiero que no termina de convalecer; a pesar de los ingentes recursos entregados por el Estado en los últimos meses. El aparente triunfo del modelo es ideológico antes que sustentado en los indicadores económicos y sociales. El segundo elemento tiene que ver con la * Mtr. (c) en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Profesor de Sistema de Elecciones y Partidos Políticos PUCE.

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crisis política y, sobre todo, con el sistema de representación social que refleja la crisis de hegemonía, la ausencia de proyectos nacionales y la carencia de partidos que sean capaces de construir “intereses generales” que escapen a la voluntad de ciertos sectores de poder. Las fuerzas políticas enfrentan una paradoja: por un lado, siguen controlando el voto popular, pero al mismo tiempo, son incapaces de representar y canalizar institucionalmente las aspiraciones ciudadanas o por lo menos, aquellas de los sectores de presión de la sociedad ecuatoriana. Un tercer factor está relacionado con los escándalos de corrupción, que según Transparencia Internacional, han convertido al Ecuador en uno de los países más corruptos de América y el mundo. Un cuarto componente tiene que ver con la profunda crisis del Estado nacional y la incapacidad de los diferentes regímenes de articular una respuesta que garantice efectivamente un proceso real de descentralización; se preserva así la posibilidad de un estado unitario, capaz al mismo tiempo de articular la diversidad del país. La interacción de estos elementos ha provocado un profundo deterioro de las condiciones de vida, ha significado al mismo tiempo, un empobrecimiento de la democracia y no solamente como régimen político que cumple un papel cohesionador del orden social, sino incluso de los mecanismos formales de elección y selección.


El “empobrecimiento de la democracia” se podría reflejar por lo menos en cuatro aspectos: la crisis del régimen presidencial, la vigencia de derechos políticos versus la merma en la capacidad de elección ciudadana, la fragilidad institucional; en este marco se circunscribe el análisis del escenario electoral de 2002.

Régimen presidencial y crisis del sistema de partidos Se ha definido al Ecuador -en palabras de Giovanni Sartori- como una sociedad con un sistema de “multipartidismo polarizado”, se plantea que esta característica del sistema político es la que provoca los permanentes bloqueos, pugna de poderes y en general, el constante deterioro de la estructura institucional del país, lo cual dificulta la “gobernabilidad” y provoca la “inestabilidad política”. Según este criterio, se han ensayado en la última década una serie de propuestas y reformas tendientes a fortalecer el presidencialismo y la toma de decisiones por parte del Ejecutivo. Así, se ha consultado a la ciudadanía sobre la conveniencia de que las elecciones se celebren en la segunda vuelta electoral, la duración de los períodos legislativos, el ámbito de elección de los diputados, la elección de representantes por distritos y, por último, en la Consulta Popular de 1997 (reconocida posteriormente como constitucional en la Asamblea Nacional Constituyente que redactó la Nueva Constitución vigente desde agosto de 1998), se modificó el sistema electoral, se instauró así la elección por listas abiertas desbloqueadas y una fórmula electoral que generó grandes distorsiones entre el voto y la representación popular. Un ejemplo de lo que se afirma son los resultados de las elecciones para nombrar asambleístas en 1997 y para diputados en 1998. Éstos demuestran la desproporción entre el porcentaje de votación obtenido y la representación alcanzada, lo cual sin duda, contribuye a la crisis de legitimidad de las fuerzas políticas y del Congreso Nacional (Hernández 2000: 241).

En la provincia del Guayas1, en las elecciones de 1998, con aplicación del sistema del más votado con el que se asignaron los escaños, el Partido Social Cristiano -PSC- con el 29.01%, se adjudicó el 66.60% de la representación (12 de 18 escaños); a la Democracia Popular -DP- que obtuvo el 24.54% de los votos, le correspondió el 16.65% de la representación (3 de 18) y al Partido Roldosista Ecuatoriano -PRE- que alcanzó el 25.38% de los votos, se le entregó el 16.65% de los puestos en disputa. Sólo con la aplicación de la fórmula D´Hont (considerada la menos proporcional de las fórmulas proporcionales), con la que se asignó las diputaciones nacionales, el panorama se habría modificado sustancialmente: el PSC y el PRE habrían obtenido 6 curules cada uno, la DP cinco y Ciudadanos Nuevo País, un representante. De igual manera, en Pichincha la DP y la ID con el 26.36 y 27.50% de los votos se adjudicaron el 42.84% y 49.98% de la representación (6 y 7 escaños de 14 en disputa), dejando un puesto para el PSC. Con el mismo ejercicio anterior la representación se habría distribuido en mejor proporción con los votos obtenidos: DP 5 escaños, ID 5, Alianza Pachakutik- Socialismo- Nuevo País con 2 escaños y tanto el PSC como el Movimiento Popular Democrático -MPD- habría conseguido un diputado por la provincia de Pichincha. Esta misma desproporción se traslada a provincias que eligen menos número de representantes, así por ejemplo, en Loja, la DP con el 31.74% de los votos, se adjudicó el 75% de la representación; el caso de la provincia de los Ríos, en la que el PRE con el 43.09% de los votos obtuvo el 100% de la representación, es decir, los cinco escaños en contienda. 1 Estos datos se obtuvieron de una simulación realizada por la Dirección de Partidos Políticos del Tribunal Supremo Electoral -TSE-, como anexo de la propuesta de modificación del sistema de adjudicación de puestos para las elecciones de Orellana y cantones de reciente creación, realizadas en el mes de mayo de 1999 y posteriormente, fueron utilizadas para fundamentar la propuesta, que con ligeras variaciones, se recogió en la Ley Reformatoria 2001.

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Es cierto que este injusto sistema sufrió algunas reformas para las elecciones del año 2000, sin embargo nos sirve para establecer con claridad el fracaso del discurso de la gobernabilidad y la crisis del mismo sistema presidencialista. En efecto, si bien podemos comprobar que el número de fuerzas políticas con representación legislativa no varió Se puede definir al Ecuador s u s t a n c i a l m e n t e , como una sociedad con un también observamos sistema de ‘multipartidismo que el ex Presidente polarizado’ , característica Jamil Mahuad logró la mayoría legislativa que provoca permanentes de la tendencia de bloqueos, pugna de poderes Centro Derecha, sin y el constante deterioro de la embargo de lo cual, no pudo evitar su estructura institucional del destitución.2 país. Ello dificulta la La mencionada gobernabilidad y provoca reforma política de inestabilidad política. 1998 debilitó aún más la democracia, concentró funciones en el Ejecutivo, aportó al debilitamiento del Congreso Nacional y en poco o nada contribuyó al fortalecimiento de los partidos políticos, peor aún de los movimientos políticos emergentes. No se trata tampoco de establecer disposiciones como la vigente en la Constitución, mediante la cual se determina que el partido o movimiento que en dos elecciones pluripersonales no obtenga el 5%de los votos válidos, quedará 2 En agosto de 1998, al instalarse el Congreso Nacional, estaban representadas 11 fuerzas políticas y además, sólo tres candidatos obtuvieron la curul terciando por movimientos independientes locales. La composición del Congreso reflejaba una clara mayoría de los partidos de Centro Derecha: DP 33 diputados, PSC 28 representantes, FRA con 5 representantes, Partido Conservador 3 diputados y uno por el CFP. Además, habría que considerar 22 diputados del PRE y 3 independientes que representan a fuerzas que actúan con pragmatismo y sin un lineamiento ideológico claro. Las fuerzas de Ccentro Izquierda e Izquierda obtuvieron los siguientes resultados: ID 18 curules, Pachakutik 6, MPD 2, Partido Socialista y el Movimiento Nuevo País un diputado cada uno.

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eliminado del Registro Electoral, puesto que con este tipo de normas se desconoce la diversidad regional del país, se privilegia a las fuerzas con asentamiento en las provincias más pobladas y se corre el riesgo de eliminar a sectores representativos que al ver cerradas las puertas del andamiaje institucional, van a concentrar su acción en la lucha social. El problema central radica en la decadencia del régimen presidencial y en la influencia que éste ejerce para el debilitamiento del sistema de partidos. En efecto, un régimen presidencial no requiere de mayorías permanentes. El ejercicio de la representación recae en personas antes que en el compromiso de fuerzas políticas corresponsables de un gobierno, el papel de los partidos tiene poca incidencia, incluso en ciertos períodos puede prescindirse de ellos y contribuir a su atomización y fragmentación. La naturaleza del régimen presidencial conduce a que permanentemente el Ejecutivo incentive el “transfugismo político”, con el fin de procurar la constitución de mayorías adeptas e incluso de negociaciones que se realizan en función de la aprobación de leyes específicas. Éste no es un fenómeno particular del Ecuador, sin embargo, algunos ejemplos permiten evidenciar la importancia de este “recurso”: la DP, que al inicio del actual periodo legislativo (1998-2002) tenía un bloque de 33 diputados, sufrió una primera desmembración de 12 de ellos y posteriormente de 6, es decir, de un 54% del total del bloque. De igual forma el “transfugismo” afectó en un 17% al PSC, en 11% a la ID, en 16% a Pachakutik , el FRA perdió uno de sus cinco diputados y el MPD uno de los dos; en tanto, se conformaron 2 nuevos bloques parlamentarios con los disidentes de la Democracia Popular y el número de independientes creció de 3 a 14 diputados. Estos “camisetazos”, como se los conoce en el Ecuador, o “diputados de alquiler” como se les denomina en Brasil, cumplen un doble papel: por un lado, permiten la conformación de mayorías circunstanciales, que además, al no responder a ninguna orienta-


ción o compromiso ideológico político, requieren renegociarse permanentemente; al mismo tiempo, son el principal eslabón para la deslegitimación del conjunto del sistema de partidos del Congreso Nacional o el pretexto para el funcionamiento de un Ejecutivo autoritario. Sobre la base del argumento de la corrupción de los partidos, y que como bien lo señala Dörte Wollrad (1988), se ha constituido en una necesidad para la implementación del modelo neoliberal en América latina. Lo dicho se evidencia cuando comprobamos que en el caso ecuatoriano, el organismo que ejecuta las llamadas políticas de “modernización”, el Consejo Nacional de Modernización -CONAM-, es una instancia que no tiene responsabilidad frente al Congreso Nacional, sus políticas, decisiones y sus autoridades están inmunizadas de control y fiscalización, aunque sus resoluciones pueden afectar la estabilidad misma de un determinado gobierno, como se comprobó con la fracasada venta de las empresas eléctricas. En este contexto, Wollrad (1998: 213), ubica que los procesos de reforma política buscan reducir “el papel de los parlamentos en la ratificación de decisiones, que gracias a la globalización escapan cada vez del marco nacional y son limitadas por las políticas de organismos internacionales y empresas transnacionales. Frente a esta mundialización de la toma de decisión, el Estado dejó de ser el principal destino de las reivindicaciones sociales” (Ibid.) A estos elementos podríamos sumar la baja confianza que la ciudadanía deposita en los partidos políticos. Apenas el 4% dice tener mucha confianza, el 10% alguna, mientras que el 30% confía poco y el y 54% expresa su desconfianza en ellos (Alcántara y Freidenberg 2001:12). Sin embargo, no debemos menospreciar el papel clave que siguen cumpliendo en los procesos electorales, como mecanismo de las elites para volver operativo el sistema político y, porque “hasta el momento no se han propuesto otras formas de democracia que puedan operar sin el concurso de los partidos políticos, por lo que éstos conti-

núan siendo los que articulan la competencia electoral, crean un universo conceptual que orienta a los ciudadanos y a las elites en cuanto a la comprensión de la realidad política, ayudan a concertar acuerdos en torno a políticas gubernamentales, establecen acciones para la producción legislativa y proveen de personal a las instituciones. Además, y como objetivo principal, al querer ganar elecciones, cuentan con estrategias organizativas para movilizar apoyos que les permitan triunfar en esas elecciones”. Esto puede explicar cómo a pesar de la crisis, el 55% de los iberoamericanos y cerca del 65% de los ecuatorianos creen que su voto es importante en la definición del futuro (Ibid.: 14). Estos elementos nos permiten evidenciar que en las próximas elecciones jugará un papel importante la vitalidad, consistencia y coherencia de las fuerzas partidarias, pero que independientemente de ello, las características del régimen presidencial y el peso de los decisores internacionales conspiran contra el sistema de partidos y la profundización de la democracia en el Ecuador.

Derechos políticos y capacidad de elección ciudadana El período democrático que arranca en 1979 constituye el más largo de la historia republicana, a pesar de la crisis política de los últimos años. Este hecho aparentemente reflejaría la consolidación de las instituciones democráticas y la madurez cívica de la sociedad ecuatoriana. Un acercamiento al espíritu normativo del régimen político constitucional nos permite evidenciar la vigencia de derechos políticos que consagran la facultad de elegir y ser elegidos, establecen la iniciativa ciudadana para la presentación de proyectos de ley, extiende la posibilidad de convocatoria a consulta popular -que en la Constitución anterior era sólo potestad del Presidente- a los organismos seccionales y a la propia iniciativa popular. Del mismo modo, reconoce el control social a tra-

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vés de la fiscalización de los actos del poder público y de la revocatoria del mandato de los dignatarios de elección popular3. De igual forma, se admite el voto de los ecuatorianos en el exterior, se ratifica el derecho de los partidos y movimientos políticos, así como el de los ciudadanos independientes a participar en las elecciones y, aunque se modifica el sistema electoral al introducir un sistema de listas abiertas que favorece la construcción artificiosa de mayorías, mantiene la disposición de garantizar la representación política de las minorías. Así mismo, se introduce la obligatoriedad de fijar un monto para el gasto electoral y la obligatoriedad del T.S.E. de investigar el monto, origen y destino de los fondos utilizados en la campaña electoral.4 No podemos ignorar, como lo expresa Toni Negri, que el acto constituyente está precedido de un hecho constituyente que determina la correlación política, las características y condiciones que se impregnarán en el cuerpo constitucional. Por tanto, la Constitución de 1998 expresa los proyectos y tensiones posteriores al derrocamiento de Abdalá Bucaram en febrero de 1997. Estas precisiones son necesarias si consideramos que en la propia Constitución subsisten varias contradicciones que dificultan la aplicación de los derechos políticos garantizados. Así por ejemplo, el derecho de elección se ve afectado por la falta de democratización de la propaganda electoral en los medios de comunicación y la desproporción en el gasto entre las diversas fuerzas políticas que participan en la contienda electoral. De igual forma, se desactivan las potencialidades de la consulta popular y se obstaculiza la revocatoria del mandato cuando se exige que sus resultados para ser obligatorios- deben contar con la mayoría absoluta de votantes. El derecho de los movimientos indepen3 Constitución Política de la República, Artículo 26, vigente desde el 10 de agosto de 1998. 4 Constitución Política de la República del Ecuador, artículos 27, 98, 99 y 116.

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dientes se ve vulnerado cuando se mantienen disposiciones en las leyes electorales, de partidos y gasto electoral que privilegian a los grandes partidos y menosprecian la votación de las regiones menos pobladas, sin considerar que en el país no han logrado consolidarse partidos nacionales. Por último, el control del gasto electoral se transa en el mercado político que constituye nuestra frágil institucionalidad.5. Pero el problema fundamental no radica sólo en las contradicciones que presenta el marco constitucional sino en la capacidad de elección de la ciudadanía, mermada por el deterioro permanente de las condiciones de vida de la población. Resulta dramático el análisis que realiza UNICEF, referido a la década de los 90 en que señala que el Ecuador es un país de gasto social bajo y que su gasto per cápita (133 dólares por persona al año), “está bastante por debajo del promedio latinoamericano, alcanzando apenas el 29% de éste”, ubicándolo en el puesto 13 de un total de 18 países. Sólo están por debajo Bolivia, República Dominicana, Guatemala, Honduras y Nicaragua, que destinan entre 49 y 119 dólares per cápita al gasto social. En el país, apenas se dedican 8 centavos de cada dólar de ingreso o producto, mientras que la media latinoamericana es de 12.4 centavos y en cuanto a la prioridad fiscal el Ecua5 El Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik Nuevo País, mantiene una demanda de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional respecto de la resolución adoptada por el TSE el 6 de marzo del año 2001, mediante la cual se le establece un porcentaje inferior al 5% en las elecciones de mayo del 2000. Sin embargo, no existe legislación que establezca la forma de cálculo de los movimientos independientes y nuevos partidos, cuando éstos van en alianza o participan en una jurisdicción por vez primera; y peor aún, no se ha reformado la Ley de Partidos para contemporizar con el nuevo sistema de elección. En derecho público sólo se puede hacer lo que está expresamente determinado y al TSE no le está permitido ni reformar ni interpretar la Ley sino aplicarla. Este vacío generó que en jurisdicciones importantes como Quito no se considere la votación obtenida por dicho movimiento en las elecciones de 1996 y 1998. El TC todavía no se pronuncia aunque en la audiencia convocada por este organismo no pudo el TSE demostrar los fundamentos legales de su actuación.


dor ocupa el puesto 17 (penúltima), dedicando sólo 30 centavos de cada dólar del gasto público (Badillo 2001:5). Desagregando estos datos, encontramos que el Ecuador invierte USD 129 por persona en educación, lo cual lo ubica en el puesto 12 de 16 países y en cuanto a la salud, sólo destina 16 dólares por persona por año, mientras el promedio latinoamericano es de 110 dólares. Según el Informe de Desarrollo Humano Ecuador 2001 (PNUD, 2001:7), el analfabetismo de entre los mayores de 14 años, en el campo alcanza al 17.5% y el promedio nacional es de 9.7%; en el sector rural, el promedio de escolaridad de los mayores de 23 años es de 4.8 años y la media nacional llega a 7.6 años de instrucción. El mismo estudio establece que la pobreza se ha duplicado en Guayaquil desde 1998, en Quito se evidencia un deterioro de los sectores medios y un crecimiento de los niveles de indigencia. Pero al mismo tiempo, el estudio revela que la distribución del ingreso mantiene su tendencia regresiva; el 20% de la población de mayores ingresos percibe el 54% del ingreso, mientras el 20% de la población más pobre recibe apenas el 4.1% de este ingreso, se concluye que “la inequidad se ha convertido en un freno para el crecimiento, el desarrollo y la modernización del país, así como para el fortalecimiento de la democracia” (Ibid.) Efectivamente, el empobrecimiento de la población no tiene que considerarse como una de las “promesas incumplidas de la democracia” sino como el elemento que vacía de contenidos materiales y simbólicos al régimen político y lo convierte en meros procedimientos, puesto que no es posible pensar a los individuos como sustancia por fuera de las determinaciones esenciales de la sociedad. Es obvio que el deterioro de condiciones de vida afecta a las capacidades de elección de los individuos y las subordina, ataca a dos elementos básicos del juego democrático: la igualdad política de los ciudadanos y por tanto, la posibilidad de elección de forma autónoma y libre.

Como lo plantea Cornelius Castoriadis (1996:10), es un absurdo establecer oposición entre igualdad y libertad; las dos nociones se implican recíprocamente ya que “la igual posibilidad efectiva de participación comporta el reconocimiento efectivo de las condiciones de todo orden para esta participación”. El no considerar las condiciones concretas en las que los individuos asumen sus decisiones, convierte a la democracia procedimental en “un fraude” incapaz de intervenir profundamente sobre la organización de la vida social.

La fragilidad institucional del régimen político Cuando en estos apuntes nos referimos a las instituciones, lo hacemos pensando en las instancias construidas normativamente. Es decir, esa dimensión que hace posible el flujo político y permite la interrelación social, la subordinación de los ciudadanos, el proceso de toma de decisiones, prevé unos procedimientos y resguarda para el Estado el derecho de sancionar a quienes transgredan los imperativos previamente determinados bajo forma constitucional, legal o reglamentaria. Castoriadis (Ibid.) se refiere a las “instituciones como los espacios instituidos sobre la base de tomar decisiones autorizadas sobre lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer, esto es sobre la base de la posibilidad de legislar, “llevar a cabo”, resolver los litigios y gobernar. Las dos primeras funciones pueden estar ocultas en la estructura consuetudinaria del sistema normativo, pero no puede decirse lo mismo de las dos últimas”. Por último, dice Castoriadis, este poder explícito es el garante instituido del monopolio de las significaciones en la sociedad”. De forma deliberada, en este trabajo ignoramos el papel que cumplen las instituciones como medios de socialización, como infrapoder, con el objetivo de relevar la fragilidad de nuestro andamiaje institucional y la falta de autonomía del aparato estatal respecto de los

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intereses económicos y políticos. La tan mentada falta de seguridad jurídica no es una consecuencia de la ausencia de reglas preestablecidas o de su permanente modificación, sino que se ha convertido en la estrategia de los propios órganos del poder constituido o de los diferentes grupos para beneficiarse de la acción estatal o negociar prebendas. El beneficio que se obtiene por esta transacción política depende directamente de los recursos de poder, intercambio de favores, reciprocidad y compromisos que tienen los diferentes actores de la escena política. Los fallos de la justicia, en muchos casos, están supeditados a presiones económicas y/o políticas, al chantaje y corrupción. Los tiempos determinados en las normas adjetivas se modifican en función de los tiempos políticos y compromisos que se traban por fuera de los pasillos de las Cortes de Justicia. Las decisiones del propio Tribunal Constitucional siempre corren el riesgo de ser desacatadas, sus fallos cuestionados o caracterizados como de “naturaleza política” y por tanto, sujetos a los intereses y decisiones de aquellos a quienes les corresponde ejecutarlos. En estos últimos años hemos podido observar cómo el propio Presidente de la República, en unos casos ha acatado lo resuelto por el TC, como en la elección de Presidenta del Congreso Nacional Susana González, mientras en otros ha planteado públicamente su desconocimiento o ha interpretado sus decisiones, como por ejemplo, la posición inicial respecto de la resolución de inconstitucionalidad del Impuesto al Valor Agregado -IVA- o los pronunciamientos sobre la decisión del TC sobre la venta de las empresas de distribución eléctrica. Estas posiciones recurrentes provienen del Ejecutivo, pero también desde las Fuerzas Armadas, el CONAM e incluso las Cámaras de la Producción anuncian su intención de declararse en rebeldía de la resolución del máximo organismo sobre la nueva Ley de la Seguridad Social; al igual que el T.C. desconoce el fallo del T.S.E. respecto de la obligación de la DP de cumplir la sanción y multa, por haber incurrido en violaciones sobre el gasto electo-

ral en las elecciones presidenciales de 1998. De la misma manera sucede con el sistema impositivo, a pesar de los avances de los últimos años, la evasión tributaria supera los mil millones de dólares, al punto que el Estado cubre casi una tercera parte del presupuesto con impuestos indirectos como el IVA, mientras los aportes del Impuesto a la Renta en el presupuesto del año 2002 son apenas del 9%. Recordemos que inclusive en el año 1999 se llegó a sustituir el Impuesto a la Renta con el de la Circulación de Capitales; precisamente, uno de los argumentos fue que resultaba muy difícil y costoso recaudar el impuesto a la renta. En definitiva, en coincidencia con O’ Donnell (Andrade 2002:31), en nuestras democracias se evidencia una creciente polarización entre la vigencia formal de las instituciones y la existencia de un estado de derecho. Además, en condiciones de extrema pobreza como las que vive América latina, esto se hace evidente en seis ausencias fundamentales: leyes y regulaciones administrativas discriminatorias, aplicación discrecional de las leyes sobre las más débiles, relaciones abusivas de la burocracia con los ciudadanos, graves dificultades en el acceso a un proceso judicial justo, ausencia abierta de legalidad en amplias regiones del territorio nacional y/o de la vida social; se concluye que nuestras democracias son “democráticas” en cuanto poliarquías, pero no lo son en cuanto al imperio y la vigencia del estado de derecho.

El escenario electoral de 2002 Las elecciones de 2002 deben entenderse y explicarse en el contexto descrito, además, se deben establecer algunos posibles escenarios sobre el proceso electoral de este año; resulta un ejercicio arriesgado, porque a pesar de que el período electoral se inicia legalmente el 21 de julio, con la convocatoria oficial a elecciones que le corresponde realizar al TSE, aún no hay definiciones, ni tendencias determinantes que marquen definitivamente las decisiones y opinión ciudadanas. El panorama


electoral, sin embargo, demuestra el personalismo, la falta de partidos estructurados en el ámbito nacional y el oscurantismo con que se maneja la política ecuatoriana. Según los resultados de las elecciones de 2000, el PSC, obtuvo una votación cercana al 30% de los votos válidos, su principal punto de incidencia es la ciudad de Guayaquil en la provincia del Guayas y de manera general en la costa. El PRE logró una votación del 18% demostró así que conserva alguna fuerza en el Guayas, en la región de la costa y que además tiene una importante presencia en las restantes provincias de la sierra y el oriente. La Izquierda Democrática que consiguió el 14% de apoyo, es un partido regional, cuya mayor fuerza está asentada en las ciudades de Quito y Cuenca. El Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik Nuevo País y el MPD bordean el 5%. El primero tiene una presencia significativa en las provincias centrales del callejón interandino, además, en las provincias nororientales y de Morona Santiago; pese a lo dicho, la tercera parte de los votos obtenidos en la elección de consejeros provinciales de las últimas elecciones provino de las ciudades de Quito, Cuenca e Ibarra. En tanto que la votación del MPD radica en el apoyo que recibe del magisterio y de sus áreas de influencia. Lo dicho, puede corroborarse a través del análisis de los datos de prefecturas y alcaldías obtenidos por parte de las diferentes fuerzas políticas en las elecciones de 2000. Pese a que el TSE presentó de forma apresurada una serie de reformas a la Ley de Elecciones, con las cuales se volvería al sistema de listas cerradas y bloqueadas, se modificaría, además, la fórmula de asignación de escaños, si retomamos la de cuocientes y residuos; se legalizaría el inconstitucional reglamento que aplicó el TSE en las elecciones de 2000 en contra de la participación equitativa de las mujeres y otras propuestas de reforma que incluyen desde la conformación de las juntas receptoras del voto hasta regular (impedir) a último momento, la participación de los movimientos nacionales independientes; al parecer, no habrá modificación de las reglas esta-

blecidas e incluso ni siquiera los datos del censo, realizado a fines del año anterior, servirán de base para la convocatoria del proceso electoral de 2002. Sin profundizar en la noción de tendencias, sino recogiendo la autoubicación que realizan los propios actores, así como la identificación de los “otros” podemos prefigurar algunos elementos En América Latina se del panorama electo- evidencia una creciente ral.6 En la derecha popolarización entre la vigencia lítica, el PSC insiste en la candidatura de formal de las instituciones y Febres Cordero, su la existencia de un estado de preocupación central derecho. Ello nos lleva a radica en sus propias definiciones y antes concluir que se trata de que buscar alianzas democracias "democráticas" con otros sectores de en cuanto poliarquías, pero la tendencia ha privino lo son en cuanto al legiado la relación con “personalidades” imperio y la vigencia del prominentes que per- estado de derecho mitan mejorar sus opciones en la ciudad de Quito y en la sierra, es claro que el PSC ha logrado convertirse en el interlocutor legítimo de los gremios empresariales y círculos del poder financiero, especialmente de los costeños, razón por la que en estas elecciones el PSC tiene necesidad de participar con sus propios candidatos, lo que a su vez, le permitiría la defensa de algunas tesis centrales de su discurso como son: modernización neoliberal, autonomías y del llamado capitalismo con rostro humano; si bien, en algunos momentos pueden existir discrepancias con círculos de poder serranos, éstos no han logrado un protagonismo relevante y finalmente actúan bajo las directrices de las Cámaras de Guayaquil. 6 Para profundizar sobre la autoubicación y la percepción de los otros actores ver Flavia Freidenberg y Manuel Alcántara (2000).

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coyuntura

Álvaro Noboa Pontón constituyó el PRIAN, partido que aunque no tenga la fortaleza del PRE, le permite negociar y condicionar el apoyo de éste, sin depender de la decisión de Bucaram para la participación electoral. Su anticipada campaña basada en apariciones en los grandes medios con el intento de convertirse en el candidato que se ubica por fuera del sistema político, no ha podido ocultar la carencia de propuestas y contenidos; su candidatura disminuye al país a una gran empresa y las relaciones sociales a las cuestionadas formas de subordinación que establece en el ámbito laboral. El populismo de Derecha de Noboa recoge precisamente el voto de los sectores que menos posibilidades de instrucción, de acceso a la salud y a los derechos sustantivos básicos tienen, que sin identificar los responsables y beneficiarios de la crisis esperan respuestas inmediatas y salvadoras, desde arriba. Con posterioridad a las elecciones de mayo de 2000 se habló de la formación inicial de una tendencia de Centroizquierda, como un proceso inédito en el Ecuador.7 “Esta tendencia no se había constituido antes de las elecciones de mayo de 2000. Esto es lo nuevo y si se quiere “estratégico” de las elecciones de mayo y no su mayoritaria conquista de alcaldías, que no se dio” (Quintero 2000) Sin embargo, es necesario realizar algunas precisiones. En primer lugar las elecciones del 2000 fueron “no concurrentes”, es decir por vez primera desde el retorno democrático se elegían las autoridades seccionales en tiempos diferentes con relación a las elecciones presidenciales, por tanto, permitían una mayor relevancia de lo local, balanceaban de mejor manera los pesos específicos de las distintas fuerzas de la tendencia para lograr triunfos y sobre todo, los acuerdos no se condicionaban a los alcanzados (o no) en el ámbito nacional. De todas formas algunos partidos como la 7 En este artículo, cuando me refiero a la “tendencia de Centroizquierda o Izquierda”, estamos hablando de la ID, Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik Nuevo País, PSE, MPD y al recientemente creado Partido Sociedad Patriótica.

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ID, no entendieron el papel clave de esas elecciones de cara al proceso del 2002, impidieron alianzas unitarias en provincias importantes como Pichincha y Guayas. Un segundo elemento es la falta de una verdadera discusión programática, que generalmente queda soslayada en el discurso general del antineoliberalismo y la oposición; queda sin discusión el proyecto mismo de una nueva correlación emergente de fuerzas: la posibilidad de un nuevo modelo económico, la perspectiva del desarrollo sustentable, la reactivación productiva y del empleo, la descentralización, la integración regional y la construcción de una democracia participativa, son los temas siempre presentes y postergados, con lo que además, se renuncia a la disputa de sentidos societales y a la construcción de una sensibilidad y opinión pública diferentes. En la coyuntura actual, hasta hoy no se ha logrado presentar un programa de gobierno que permita distinguir con claridad las tesis de un proyecto emergente, que oriente claramente a los electores permitiéndoles diferenciar sus propuestas de las de la derecha política, con esto se ha contribuido al vaciamiento de una campaña árida y en la que la mayor parte del electorado demuestra poco interés o abiertamente expresa su desconfianza con el sistema político actual. Un elemento clave de esta ausencia de debate es la posición que algunos de los candidatos han manifestado sobre el futuro de la dolarización, al asumir que es un mal con el que se debe convivir y cuidando “no asustar” al electorado y a los sectores productivos, en el preciso momento que muchos de los propios representantes de estos sectores han manifestado su desconfianza y escepticismo sobre el futuro de la dolarización y su impacto en el aparato productivo.8 La falta de discusión programática impide a la vez delimitar con claridad los confines y alcances de lo que se denomina la “tenden8 Ver Revista Gestión de mayo del 2002, de manera especial los artículos de Vanesa Brito (Bancos en la belle Epoque” y de María Sol Yépez, ¿Sopla un viento proteccionista?.


cia”, se permite evidenciar así los acuerdos pero también explicitar los desacuerdos, como las diferentes concepciones estratégicas que existen, esto a su vez facilitaría caracterizar mejor los alcances, objetivos y posibilidades de acción conjunta de las diferentes fuerzas políticas o de una parte de ellas. Un tercer factor es la falta de liderazgos colectivos de la “tendencia”9 que permitan avizorar la construcción de una izquierda plural, capaz de mantener las diversas identidades pero al mismo tiempo una actuación unitaria. Esta falta de “hegemonía”, ha impedido coherencia en las diversas instancias del Estado o en el Congreso Nacional, además, es un obstáculo en los procesos de alianzas, porque impide el reconocimiento del “otro” y con ello desvirtúa la potencialidad de la unidad. A pesar de las dificultades expresadas y del fraccionamiento de la tendencia hay una serie de factores que favorecen la unidad del conjunto o una parte de ella: un contexto internacional en el que crecen las críticas al modelo vigente y la forma actual de la globalización, la incapacidad del modelo y de la derecha para enfrentar la grave crisis del país, así como haber sido responsables y beneficiarios del salvataje bancario, el debilitamiento del PRE y el difícil trance de la DP; por último, la necesidad de recambio generacional y de nuevos rostros, actores y propuestas en la sociedad ecuatoriana.

9 Al referirme a liderazgos no estoy hablando únicamente de las personas y líderes de cada una de las fuerzas políticas, sino a partidos que hubieran tenido la capacidad de presentar un proyecto hegemónico, en términos de Gramsci.

Bibliografía Andrade, Pablo, 2001, “El círculo viciosos de la transición: de la democracia formal a la poliarquía”, en ICONOS 12, FLACSOEcuador, Quito. Alcántara, Sáez, Manuel y Flavia Freidenberg, 2001, Los partidos políticos en América Latina, Dossier preparado por el Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales para el Seminario sobre Partidos Políticos y Participación, realizado en Miami en diciembre del 2001. ———— 2001, Los dueños del poder Los partidos políticos en Ecuador (1998-2000), FLACSO-Ecuador, Quito. Badillo Daniel, 2001, La inversión social pública ecuatoriana en el contexto latinoamericano, UNICEF Publicación Nº 8, Quito. Brito, Vanesa, 2002, “Bancos en la Belle Epoque” en Revista Gestión 95 (Mayo). Castoriadis, Cornelius, 1996, “La democracia como procedimiento y como régimen”, Revista Iniciativa Socialista 38. República del Ecuador, 1998, Constitución Política de la República, Artículo 26, vigente desde el 10 de agosto de 1998. Hernández, Virgilio, 2000, “La urgencia de la reforma política, en la necesaria reforma política”, en Documentos Electorales 8, Tribunal Supremo Electoral, Quito. PNUD, 2001, Informe sobre desarrollo Humano, PNUD, Quito. Quintero, Rafael, 2000, Partidos y fuerzas electorales en el Ecuador actual, ILDISFEE, mimeo, Quito. Wollrad, Dörte, 1998, Crisis de representación política y nuevo protagonismo de los medios de comunicación, en partidos políticos y representación en América Latina, Ediciones Nueva Sociedad, Caracas. Yépez, María Sol, 2002, “Sopla un viento proteccionista”, en Revista Gestión 95, (Mayo).

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Ediciones de FLACSO - Ecuador

Serie FORO

Seguridad Ciudadana ¿espejismo o realidad? Fernando Carrión, editor FLACSO- Ecuador - OPS / OMS, 2002

La inseguridad ciudadana se expande cada vez con mayor fuerza en las ciudades de la región. El incremento real de los actos delictivos y el cambio en la percepción de la población provocan cambios manifiestos en las urbes latinoamericanas. Se trata de un problema crucial de la sociedad latinoamericana actual. Sin embargo, en su enfrentamiento predominan enfoques que tienden a incrementarla en vez de mitigarla. Este libro busca estimular y enfrentar un proceso de intercambio y discusión entre personas e instituciones que trabajan sobre la violencia común urbana; intenta pasar revista al estado en que se encuentra el problema, como un aporte para el debate desde una reflexión que incorpora las determinaciones de la problemática y algunos componentes para su mitigación.


DOSSIER

Fotografías: Juan Zurita


Se fue, ¿a volver? Imaginarios, familia y redes sociales en la migración ecuatoriana a España (1997-2000)

Alba Goycoechea* Franklin Ramírez Gallegos** a Juan Carlos Manzanilla Este texto pretende trabajar tres aristas que explicarían la masiva migración de ecuatorianos a España durante los años 1997-2001: a) el análisis de los ‘imaginarios migrantes’ producidos por individuos y familias, así como la relación entre “migración” e “ilusión”; b) el rol de la familia y sus estrategias colectivas para posibilitar la salida migratoria, y, c) la conformación de redes sociales, espacialmente situadas, a partir de los vínculos que establecen familiares, amigos y organizaciones legales e ilegales para facilitar y reproducir el proceso. Si bien las migraciones internacionales han sido constitutivas del desarrollo histórico de la humanidad, las características que presentan los actuales flujos migratorios obligan a la puesta en marcha de nuevos modos de comprensión, análisis e interpretación de tal ‘cuestión’. En algunos países de América Latina, como en el Ecuador, la migración al exterior se ha convertido en uno de los procesos sociales más significativos de las últimas décadas. Si bien los * Socióloga uruguaya. Actualmente investiga al tema de las migraciones. Universidad de la República, Montevideo. ** Sociólogo, Mrt. Relaciones Internacionales FLACSOEcuador, Mtr. Ciencias Políticas, Universidad Internacional de Andalucía - España, Profesor PUCE, investigador del Centro de Investigaciones CIUDAD.

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datos estadísticos son todavía precarios, las estimaciones permiten reflejar la importancia que ha cobrado la migración en el país. El presente artículo ofrece una aproximación exploratoria del problema, que pretende ubicar algunos elementos comprehensivos acerca de sus principales características. El texto es producto de dos investigaciones sobre la migración en el Ecuador (ver: Goycoechea 2001 y Ciudad 2001); en ellas se trabajó por medio de una estrategia metodológica sostenida en diversas técnicas de investigación cualitativa, sobre todo entrevistas en profundidad y grupos focales con familiares de migrantes. Algunos ejes sobre el debate teórico de la migración internacional Muchas teorías de la migración internacional han ponderado las variables económicas, tales como salarios e ingresos desiguales, como elementos explicativos de este fenómeno. Si se considera que el actual escenario mundial global se encuentra marcado por la presencia de grandes zonas caracterizadas por un menor desarrollo relativo de sus economías, excluidas del sistema internacional, la salida migratoria constituiría una alternativa al desempleo y a los bajos niveles salariales en las poblaciones de las economías de origen. De esta forma el acto migratorio respondería a una decisión individual y racional sobre los beneficios esperados en los países de destino.


Los enfoques teóricos neoclásicos (Cfr. Massey y otros 1993) parten del supuesto de que un excedente de población en los países de origen va a desbordar la capacidad de absorción por parte de los mercados de trabajo. La migración representa un mecanismo de equilibrio al permitir en el mediano y largo plazos, una equiparación entre las zonas expulsoras y receptoras de mano de obra, mecanismo que culmina con una detención del proceso migratorio1. Esta teoría tiene una vinculación con el contexto micro social: sustenta el modelo en decisiones racionales de los individuos, en términos de costo-beneficio, y en las diferencias salariales en la estructura internacional del trabajo. Sin embargo, existen otros enfoques que privilegian el estudio de las cadenas y redes migratorias2. Dentro de esta perspectiva, las migraciones son más un proceso familiar y 1 El flujo internacional de mano de obra beneficia a los países expulsores al transferir mano de obra excedente a los países receptores, con la disminución de las imperfecciones del mercado de trabajo y las diferencias económicas entre ambos. 2 Esta perspectiva la había contemplado ya Claudia Pedone (2000).

social que el producto de una decisión unipersonal de un individuo, que no responde a vínculos familiares colectivos. Se impulsan nuevas interpretaciones a partir de estudios cualitativos, enfocados en las dimensiones subjetivas del proceso histórico y la microhistoria. Tales perspectivas tornan la mirada al actor social y permiten visualizar las relaciones sociales y las estrategias llevadas a cabo por los propios individuos y los grupos sociales, en contextos específicos, con miras a tomar la decisión de migrar. Además, la migración también puede ser comprendida a partir de perspectivas culturales (Ver Chambers 1994, García Canclini 1997 y González Stephan 1996). Un interesante trabajo sobre este particular, puede encontrarse en los escritos de Arjun Appadurai (2001) respecto al papel de la imaginación en el mundo actual y en el ejercicio de la vida cotidiana. Cada vez más, la gente imagina la posibilidad de que, en un futuro, ellos o sus hijos vayan a vivir o trabajar en otros lugares, lejos de donde nacieron. Esta condición es, para Apaddurai, determinante en el aumento del índice migratorio, tanto en el ámbito de la vida social nacional como global.

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dossier

Gráfico 1: Migración de Ecuatorianos en el periodo 1992 - 2000

Fuente: Dirección Nacional de Migración. Ecuador. 1992 y 2000

Por otro lado, para el antropólogo peruano Teófilo Altamirano (2000), los imaginarios constituyen construcciones culturales inherentes a todos los migrantes. En dichas construcciones, intervienen componentes racionales e irracionales, objetivos y subjetivos, reales, que le suceden al migrante antes y después de la emigración. Son ideales que le acompañan a lo largo de su ciclo vital. También se ha señalado que la consolidación de las redes sociales permite pensar la emergencia de espacios transnacionales y plurilocales desde los cuales se constituye y catapulta el proceso migratorio. Diversas perspectivas teóricas (Alejandro Canales y Christian Zlolniski 2000) acerca del transnacionalismo sostienen que éste le confiere un nuevo carácter a la migración. La existencia de redes sociales e intercambios que vinculan en forma cotidiana y permanente las comunidades de origen y de destino, así como el intercambio y circulación de gente, dinero, bienes e información provoca la presencia de una nueva forma de vida y existencia social. Esta circulación se presenta como un desplazamiento recurrente y circular bajo la forma de un continuo intercambio de personas, bienes, símbolos e información, que traspasa las convencionales fronteras políticas, geográficas y culturales.

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Esta especificidad del transnacionalismo se atribuye a que, en el contexto macro estructural, el proceso de la llamada globalización acompañado de la expansión de las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información permitirían afianzar mecanismos de contacto e interacción más allá de las fronteras convencionales. Ello consolidaría la presencia de espacios plurilocales en/desde diferentes puntos del globo que conectan pueblos y países diversos en un espacio y en una temporalidad simultáneos.

Flujos migratorios y contexto crítico en Ecuador: 1997-2001 El estudio de la migración debe incluir una descripción del contexto donde aquella emerge y se consolida. La crisis de carácter sistémico ocurrida en el período 1997–2000, como consecuencia de la producción simultánea de tres crisis paralelas: económica, político-institucional y social, sería precisamente el escenario de emergencia de la migración ecuatoriana a España. De forma simultánea, entonces, el Ecuador debió soportar la presencia del Fenómeno del Niño, la crisis financiera internacional, la reducción de los flujos de capitales, el peso de


Gráfico 2: Salidas de ecuatorianos según países de destino entre 1992 - 2000

la deuda externa e incluso la caída de los precios de productos de exportación como el petrolero; además de ello, el mal manejo de la política económica por parte del Gobierno ecuatoriano y las corruptas administraciones bancarias desembocaron en un ‘feriado bancario’. En el plano político la crisis se manifestó en una dinámica que derivó en la total captura del Estado por intereses privados, particulares y corporativos, lo que provocó un largo proceso de aniquilamiento del Estado como espacio de coordinación y representación pública (Cfr. Ramírez 2000). El mal manejo de la “cuestión pública” por parte del Estado se expresó en la emergencia de una crisis de representatividad, es decir, el deterioro de los niveles de credibilidad y confianza en las instituciones democráticas, tales como partidos políticos y Congreso. En el ámbito social, el Estado ha visto debilitada su capacidad para cubrir los gastos en educación, salud y desarrollo en general. La fuerte reducción del gasto social incidió en la posibilidad de promover el capital humano y

de sostener una mediana calidad de vida de la población en su conjunto, con el consecuente acelerado aumento de la pobreza y de los niveles de desigualdad social. Esta serie de condiciones estructurales de las crisis impactaron en la población en diversas dimensiones. La incertidumbre respecto a la realización de los ‘planes de vida’ y un proceso paralelo de salida masiva de los ecuatorianos hacia el exterior constituyen además los rasgos más significativos del período. Las cifras oficiales, si bien no permiten descomponer con exactitud las características de los movimientos migratorios, por cuanto no discriminan los diversos tipos de movilidad hacia el exterior, fijan ciertas tendencias en relación con la densidad del fenómeno. De acuerdo a los datos presentados en el Gráfico 1, la mayor presencia de los flujos migratorios durante toda la década se registra a partir de 1998 (49.176 migrantes), llega a sumar más del doble durante 1999 (108.837 migrantes) y se acelera durante el primer semestre del 2000, cuando alcanza las 84.323

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personas, tendencia que se mantuvo para el resto del año. En cuanto al destino de los flujos migratorios, los registros de salida presentan la limitación de no reflejar de modo preciso el lugar de arribo final del emigrante, ya que muchas veces se declara el puerto de arribo sin que éste sea necesariamente el punto de llegada final. El gráfico 2 corresponde a los registros migratorios sobre las salidas y países de destino a partir de la información disponible en la Dirección Nacional de Migración. Lo más llamativo es el acelerado incremento de los flujos a España desde 1992 (5.373 migrantes) al primer semestre del 2000 (68.643 personas), aunque es evidente una tendencia creciente para casi todos los países de destino. Este incremento prevalece sobre las tendencias migratorias hacia otros países, como el caso de EEUU. Si bien los registros hacia este país son considerablemente superiores en comparación con otras naciones europeas, debe tomarse en cuenta que desde hace más de tres décadas han existido fuertes flujos migratorios de ecuatorianos hacia EEUU3. Esta migración ha sido característica de las provincias del Azuay y Cañar, fundamentalmente (Carpio 1992).

La migración en/desde los imaginarios sociales ¿Por qué un estudio de los imaginarios de la migración? Estudiar los imaginarios sociales implica considerar la importancia del contexto microsocial y particularmente, destacar a los propios protagonistas de los procesos, es decir, el sujeto social. Es posible, además, indagar en su mundo subjetivo, para comprender el marco interpretativo del contexto desde el que los migrantes desarrollan sus prácticas específicas. 3 De acuerdo al Censo realizado en 1980 en EE.UU, se registraron 86.128 ecuatorianos, en tanto que en 1990, aumentó a 143.314 el número de ecuatorianos registrados en ese país (Boletín Demográfico de la CEPAL. N°65)

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Una determinada realidad cultural o sociohistórica es producto de lo que Cornelius Castoriadis (1983) denomina “significaciones imaginarias sociales”. La creación de estas significaciones es producto del imaginario social. En cada momento histórico, confluyen situaciones económicas, sociales, subjetivas que van plasmando una configuración a la que llamamos realidad y que es instituida como/desde un conjunto de significaciones imaginarias. Lo que permite pensar a una sociedad como esa, y no otra, es la particularidad de su mundo de significaciones. Este trabajo busca reflexionar respecto a ciertos imaginarios colectivos que estarían vinculados a la dinámica migratoria ecuatoriana. Arjun Appadurai (2001) sostiene, en este sentido, que la imaginación constituye una ‘fuerza’ particularmente nueva en la vida social contemporánea. Hoy más que nunca las personas pueden proyectarse en vidas posibles para sí y para los otros. De esta forma, los límites de reproducción del espacio vital se expanden y proyectan hacia otros horizontes. “El nuevo poder de la imaginación en la fabricación de las vidas ya está inevitablemente ligado a las imágenes, las ideas, y a las oportunidades que llegan de otras partes, con frecuencia producidas y puestas en circulación por los medios de comunicación de masas” (Appadurai Ibid.: 68). Así, en el caso de la migración ecuatoriana, podría considerarse, a modo de hipótesis, que algunos elementos provenientes de los medios de comunicación, de los relatos de los familiares en el exterior, de la existencia de redes sociales, así como de otros factores que el mismo sujeto elabora en el proceso, intervienen en la construcción de imaginarios e imágenes colectivas que apuntalan la decisión migratoria. En este sentido, el proceso de construcción de los proyectos societales y de las imágenes del ‘yo’ ha estado vinculado en nuestras sociedades, percibidas como tradicionales y atrasadas, con los patrones y estilos de vida provenientes de los países del primer mundo:


La conozco sólo por fotos, es un lugar hermoso, de bellos paisajes. Con mejores condiciones ambientales. Con mucha movilización, con muchas horas de trabajo, pues la gente allá sí trabaja, tiene más empuje, es como un paraíso. Se observa la producción de novedosas mitografías en las que se insertan, como parte del marco de interpretaciones que sustentan el proceso migratorio, categorías tales como el ‘deseo’ y la ‘ilusión’ para la reconstrucción de los proyectos personales. En efecto, los siguientes testimonios evidencian cómo el deseo que motiva la consolidación del proyecto migratorio puede definirse como una “ilusión” por salir, sumergida en las subjetividades, condiciona, de este modo, la posterior toma de decisiones: En mí estuvo siempre la meta de que [mis hijos] tenían que salir fuera del país. Siempre me ‘ilusioné’; siempre tuve la ‘ilusión’, que ellos sean mejores que mí. Que tengan una profesión mejor o que aspiren a algo mejor que lo mío. Entonces mi hija se decidió y dijo ‘mami, me gradúo y me voy’. La ‘ilusión’ de ella era graduarse y salir de aquí. Tiene la ‘ilusión’ de acá a unos años, de tener una casa, un negocio, salir adelante por sí solo. Y que yo le vaya ahorrando el dinero que envía. En España mi cuñado estuvo 9 meses. Se fue ‘ilusionado’ de que había trabajo. Estos testimonios nos acercan a la idea de que aun cuando se presentan determinantes materiales en el proyecto migratorio, obtención de trabajo o de bienes materiales, la fuerza principal o el motor de la acción migratoria es de carácter subjetivo. Ésta se encuentra inscrita en el mundo interior de los sujetos y se construye en la estructura de los sentimientos y de las expectativas inmateriales, que cobran

fuerza y se consolidan a través de la ilusión. El papel de la imaginación interviene, entonces, en la proyección de una biografía personal posible y diferente en la medida en que se desarrollaría bajo nuevos formatos de vida y, sobre todo, por fuera del espacio nacional. Así, las expectativas de realización de los proyectos individuales y colectivos pasan a ubicarse por fuera, al margen, más allá, del espacio nacional. El marco local de oportunidades no abastece las proyecciones de realización personal en el tiempo. Este nivel de estudio permitiría entender la forma en que la migración pasa a constituirse como la salida ‘lógica’ para cada caso, dentro de un marco de preferencias que, a raíz de la crisis, se reduce. Todo por culpa de los malos gobiernos que han ido acabando con todo lo bueno que había aquí, que han ido acabando con la esperanza de la juventud, todo por la gente corrupta que está acabando con el país que hizo que la gente vea el futuro en España. En este sentido, la “pulverización” de las imágenes del país como espacio de reproducción social de la vida cotidiana y laboral, se produce en un horizonte temporal restringido y en un tiempo social vertiginoso. La opción para componer ‘planes de vida’ según específicas estrategias individuales y familiares queda, así, ‘des-localizada’: se disuelve la posibilidad de proyectar la biografía personal -desde un punto dado en el presente hacia un potencial punto de llegada en el futuro- en y desde el específico espacio de lo nacional. Debe decirse, no obstante, que en el proceso de transformación de las subjetividades y de producción y asimilación de tales imaginarios confluyen, de modo especial, los impactos de los propios movimientos migratorios. La presencia de redes migratorias, transforma los vínculos de interacción social, transfieren recursos, canalizan y traspasan información y expectativas. Estas estructuras de comunicación, generadas desde el sistema de redes, intervienen en la toma de decisión migratoria en la medida en que fortalecen el imaginario

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Frente a las condiciones adversas, se construyen imaginarios alternativos vinculados a la búsqueda de otros horizontes en los cuales se pueden proyectar planes de vida. El presente de los ‘otros’ (europeos / norteamericanos) queda colocado como destino deseable para ‘nosotros’

sobre la viabilidad ‘del futuro posible’ desde microintercambios sociales derivados de experiencias vitales concretas y no como consecuencia directa de un cálculo racional costobeneficio. [un amigo] Vino y contaba cómo era la vida allá. Vino y le dijo a mi hija ‘váyase nomás Estela, se sufre, pero le va ir bien, depende de la suerte, de los patrones...’ Decide irse a Madrid…además todo el mundo se iba. Vio el dinero que traían. Todo el mundo progresaba y ella no, por eso, por las ganas de superación. Y piensa en su hijo, en darle una vida de príncipe: mejor universidad, herencia, que no viviera en la pobreza. Algunos autores defienden los impactos del circuito migratorio en cuanto procesos de contagio colectivo4. Es decir, la migración altera el contexto social en el cual se desarrollan las decisiones migratorias. En las comunidades de origen, el efecto demostración de los logros económicos de los migrantes, conduce a la propagación de la decisión migratoria (Cfr. Pellegrino 2001). Estas reconstrucciones simbólicas sobre el “éxito” o “progreso” personal y familiar surgen además de la reconfiguración, en los imaginarios, de los contenidos del ‘aquí’ y el ‘allá’: los migrantes pondrían en marcha (en el específico contexto de la crisis económica) un proceso de comparabilidad de las formas de reproducción de la vida cotidiana entre el 4 Teoría de la Causalidad Acumulativa (Myrdal 1957)

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marco de opciones y niveles de vida en el pasado y futuro. La intermediación entre los dos niveles ocurre por medio de la significación de un presente continuamente siniestro y clausurado que impulsa la emergencia del futuro posible únicamente por fuera o más allá del espacio nacional. Tales construcciones simbólicas -“esperanza”, “futuro”- permiten que las proyecciones de la movilidad social adquieran un carácter desterritorializado y transnacional que dinamiza las expectativas y las prácticas de desplazamientos translocales, sobre todo, en torno de las oportunidades de dignificación de las relaciones laborales. En este momento puede comprenderse cómo la migración vista desde los imaginarios, comienza a transformarse en una suerte de catalizador de nuevas estrategias de sobrevivencia colectiva. Retomando a Appadurai cabe decir que la imaginación, cuando es colectiva, puede ser el combustible para la acción (Ibid.: 23). Frente a las condiciones adversas, se construyen imaginarios alternativos vinculados a la búsqueda de otros horizontes en los cuales se pueden proyectar planes de vida. El presente de los ‘otros’ (europeos/norteamericanos) queda colocado como destino deseable para ‘nosotros’: la nostalgia, paradójicamente, invierte su proyección temporal, se trata de una ‘nostalgia del presente’.


El lugar de las familias en el circuito migratorio La decisión de emigrar no ocurre en términos de opciones personales realizadas de forma individual y aislada por cada migrante. Por el contrario, tanto la toma de decisiones como el abastecimiento de los recursos necesarios se produce en el contexto del grupo familiar (nuclear o ampliado). Inclusive el sentido del proyecto migratorio está matizado por los potenciales efectos y beneficios de la familia. De estas consideraciones se establece la pertinencia de definir a las familias como ‘unidades migratorias’. Tales unidades migratorias despliegan, entonces, estrategias tendientes a “gestionar” el complejo proceso de la migración activando y movilizando una serie de recursos materiales, simbólicos (inversiones afectivas) y organizativos. La toma de decisión y puesta en marcha del proceso migratorio, requiere de una suerte de ‘pacto previo’ entre los miembros de la familia. No debe pensarse, sin embargo, que tal pacto supone un consenso amplio y exento, además, de relaciones de poder y dominación al interior de la familia -trama que se diferencia y especifica en cada caso según determinadas relaciones de género-. Por el contrario, tales decisiones están atravesadas por dinámicas de poder y control social con específicas formas que dependen de la situación del migrante, si es padre/madre, hombre/mujer, hijo/hija, etc. Una vez que el pacto se produce comienzan a desarrollarse un conjunto de estrategias colectivas para la obtención de los recursos requeridos para emprender ‘el viaje’, y simultáneamente para explorar las oportunidades laborales, relaciones y posibilidades de inserción en el país receptor. El siguiente testimonio ejemplifica cómo se establecen esos pactos previos y cómo se comienzan a movilizar los recursos necesarios. Tengo un hijo que migró en noviembre del 2000. Luego que se graduó, aquí no encontraba trabajo. Entonces nos reunimos entre

tres hermanos para poder mandar a nuestros hijos a España; nos juntamos los hermanos, hicimos un pacto y reunimos entre los tres el dinero para el pasaje. Primero se fue una sobrina, luego mandó buscar a la otra y por último, a los seis meses se fue mi hijo. Nosotros juntamos dinero para el pasaje y por ahí nos prestaron la bolsa5. Los primeros tres meses fueron duros, no conseguía trabajo, pero las primas lo ayudaron. Después de los tres meses consiguió trabajo fijo. Las ‘unidades migratorias’ determinan entonces cuándo y cómo deben migrar cada uno de sus miembros. Las determinaciones familiares confirman que al interior de estas unidades migratorias, la acción colectiva prevalece y/o se añade a la acción individual. Las estrategias y los consiguientes cursos de acción destinados a efectivizar la migración se institucionalizan dentro del marco de propuestas que la familia establece. De esta forma, y en segunda instancia, se definen y procuran los recursos materiales específicos que son necesarios para la empresa migratoria. Éstos se obtienen a través de varios mecanismos: endeudamiento (préstamos), las más de las veces por la vía de medios paralegales, y la hipoteca de los bienes inmuebles familiares. En unos casos se utiliza el apoyo de los miembros de la familia que actúan a modo de “prestamistas” al futuro viajero (“reunimos entre los tres el dinero”); en otros casos el financiamiento se realiza a través de los familiares en el exterior, lo que comienza a articular, dentro del proceso migratorio, la figura de redes familiares translocales. ...la prima (que está en España) fue la que le mandó el dinero para que fuera. Pero además, la familia realiza otro tipo de inversiones afectivas, cuyos costos son los pri-

5 La “bolsa” es el término utilizado para referirse al dinero exigido por las autoridades migratorias españolas para ingresar a dicho país; demuestra la solvencia de los ingresos, en calidad de turistas de los migrantes.

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meros síntomas del impacto que la migración provoca al interior de la unidad migrante. La separación de los cónyuges, en algunos casos, la desestructuración del hogar, los costos emocionales de los hijos que quedan en el país, son algunas de las manifestaciones de esta “inversión afectiva”. ...esto de criar a los nietos a uno no le duele, sino la separación de la familia, que por más fuerte que uno se quiera poner no se puede. Para uno es triste, eso de que se vayan y nos dejen, pero se van porque aquí no hay trabajo. Por eso me vi obligada con mi esposo a que se vayan. La continuidad de la empresa migratoria es posible gracias al apoyo de la familia la cual colabora con quien migra en ambos países. Este soporte familiar se expresa en diversas acciones: ayuda económica en el caso de que no obtenga empleo rápidamente; cuidado de los hijos que quedan en el Ecuador; gestión y

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tramitación de los papeles en la Embajada de España; información que facilite la inserción laboral; vivienda en España, entre otras. En este sentido, los mecanismos de solidaridad y confianza, permiten que el proceso de la migración se consolide.

El proceso de consolidación de redes migratorias Uno de los rasgos fundamentales de los procesos migratorios, y el caso de la migración en el Ecuador no es la excepción, está relacionado con la formación de las redes sociales que apuntalan y dinamizan los circuitos migratorios. Este acceso analítico permite observar cómo “los riesgos de traslado, los costos de asentamiento, la búsqueda de empleo, la inserción laboral en las comunidades de destino, la reproducción continua de las familias en las comunidades de origen, entre otros aspectos, tienden a descansar en un sistema de


redes y relaciones sociales que conforman las comunidades transnacionales, para facilitar tanto el desplazamiento como la inserción laboral del migrante” (Canales y Zlolniski 2000: 3.6.3). La convergencia de estrategias colectivas e individuales y la constitución de redes sociales consolidan, dan forma y explican el circuito migratorio, pero además, producen el efecto de aislar y/o modular los elementos estructurales vinculados con la crisis del país y las interpretaciones y significaciones que se desprenden de ésta. Analizar tales estrategias apunta a la observación de determinados vínculos de parentesco, alianzas y relaciones personales que, al sostenerse en el tiempo, otorgan coherencia al proceso migratorio; con ello se enfatiza en la observación de relaciones individuales y colectivas atravesadas por la cooperación y el conflicto. Se recupera la vista del actor y sus márgenes de maniobra frente a las condiciones socioeconómicas de carácter estructural. En este sentido, si bien puede resultar apresurado hablar de “comunidades transnacionales”, los testimonios recabados de las familias de migrantes relevaron ciertos elementos que han permitido reconstruir e identificar las etapas que componen los circuitos migratorios y la presencia de redes sociales, con específicos anclajes espaciales / territoriales, que comienzan a consolidarse. Tales redes incluyen familiares, amigos y compadres, organizaciones sociales y asociaciones, tanto en el país receptor como en el de origen, y una suerte de microcircuitos paralegales o ilegales -verdaderas ‘redes-dentrode-las redes’- compuestas por prestamistas, agencias de viajes y “coyoteros”. Cada uno de estos elementos cumple una función específica en la red migratoria y, al ensamblarse, establece en forma continua sólidos nexos de intercambio de información y recursos económicos y sociales, que facilitan y consolidan el proceso migratorio. Muchas de estas redes se vinculan a compañeros de trabajo o bien a grupos de amigos (muchas veces de un mismo origen regional)

que se encuentran en el exterior, quienes incentivan, apoyan, y estimulan la decisión de migrar de aquellos que continúan en el país de origen. Éstos utilizan además las ventajas que estas redes de amigos proporcionan para facilitar la salida y la llegada al país de destino. Los costos, los riesgos, se ven reducidos a partir de la existencia previa de estas redes y de una ética de apoyo mutuo. ...mi hijo está en Génova, se fue ‘porque un amigo estaba allá’ Los nexos que familia y amigos mantienen con el exterior, permiten establecer espacios plurilocales que facilitan y, más que eso, estimulan la migración. Las redes pueden ser vistas, desde esta perspectiva, como el canal institucional que propaga la migración como parte de un efecto de “contagio social”. La perspectiva del contagio al interior de un sistema de redes, se refiere a que, en cada acto migratorio, se “altera el contexto social dentro del cual decisiones subsecuentes sobre la migración son tomadas y que estas alteraciones van siempre en el sentido de reforzar la probabilidad de que se repita el mismo flujo” (Cfr. Martine 2000). El siguiente testimonio permite dar cuenta de este mecanismo de contagio social y lo vincula al papel que cumple la familia en este proceso: ...mi hijo ha tenido una conversación con unos amigos, conversa y conversa le dicen `está lindo irse a España, que en España están ganando bien, vamos’. Viene a la tarde mi hijo y me dice `papi sabe que me voy porque me voy’, y le dijo: ¿y ahora la plata hijo, de dónde voy a sacar? Y me dice ‘Papi, aunque sea haga el favor de hipotecar la casa’. Y así estuvimos dos meses, le dije que no sabía cómo había que hacer, era ciego en eso. Entonces conversé con mi hermana, le dije ‘los guambras se ponen de viaje’, me dijo de ir a una financiera y que lleve las escrituras, pero le dije que me da terror quedarme sin casa. Me voy a la financiera, en ese tiempo, enero del 2000 todavía era en

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sucres, les dije que necesitaba unos 70 millones. Fueron e hicieron las cuentas y me dijeron que no ‘avanza 70 sino 40 millones’. Me voy a otra financiera que cobra el 5% de interés y me dan todo. Pero a los dos meses, vuelta el otro hijo y vuelta el mismo problema. La cadena siguió no más. Me dijo `papi, si ayudó a mi hermano me tiene que ayudar a mí’. Así se me fueron mis 5 hijos y ahora tengo una deuda de 400 millones de sucres que voy pagando. La última en irse fue mi hija casada, el otro día vino el esposo y me dijo ´yo sin mi esposa no me enseño, que me voy me voy’ y le dije ‘¿Y ahora de dónde voy a sacar la plata?’. ‘Haga el favor y empeñe la casa’.

cuito para o ilegal que cuenta con estrategias publicitarias, tanto en prensa como en la vía pública, diversidad de ofertas y de destinos migratorios, recursos económicos e informativos -que los colocan en una posición de poder y control con respecto a los potenciales migrantes- e incluso, en algunos casos, ofrecen “oportunidades laborales en España”. La garantía sobre el préstamo es la hipoteca de los bienes inmuebles del migrante y su familia. La tramitación legal o regularización del migrante en el exterior se realiza, en algunos casos, bajo la agencia de estos elementos ilícitos dentro de las redes internacionales (‘coyoteros’), que cuentan incluso con la colaboración de empresas españolas.

El proceso de inserción del migrante se ve facilitado, también, por el acceso previo a los flujos de información que brindan las redes de familiares, amigos y conocidos, fundamentalmente con relación al mercado de trabajo y las oportunidades y condiciones laborales, además del acceso a vivienda y recursos económicos, en el país de destino.

... los chulqueros dan los ‘contratos’, la tarjeta de migración, todo, y todo se paga, nada es gratis, hasta los trámites para hipotecar la casa se pagan. Piden la tarjeta de agua, de los impuestos, todo piden.

Cuando llegó mi esposo a Madrid fue al hotel que le indicaron con el pasaje que le vende, y de allí se fue a vivir con el primo. Comenzó a buscar trabajo, a los 15 días estaba desesperado. Comenzó a salir y se encontró con amigos que le ayudaron con dinero para movilizarse hasta que encontró trabajo, después de dos meses. También fue posible identificar otros soportes de las redes para enfrentar las dificultades legales: las agencias de viajes, los llamados “chulqueros” (prestamistas ilegales), y los “tramitadores”. Estos representan el lado “oscuro” de las redes migratorias y se han constituido en una de las actividades más lucrativas del mercado asociada a la cuestión migratoria. Aquí se radicalizan las relaciones de extorsión, chantaje y explotación dentro de las redes sociales. Los familiares declararon que existen agencias y “chulqueros” en todos los barrios y localidades del país. Se trata de un microcir-

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La ausencia de información, los temores, la necesidad de regularización legal son elementos que utilizan estos agentes para obtener, por la vía del engaño y la estafa, utilidades y beneficios económicos. Es en este punto donde es significativa la forma de estructuración que adquieren las redes en particular y el papel que desempeñan cada uno de los actores en su dinámica: “mientras que algunas son articuladas verticalmente por actores que detentan el poder, por ejemplo, en cuanto al acceso al trabajo o la vivienda, otras adquieren un carácter horizontal como son aquellas conformadas por otros migrantes ya residentes en la comunidad de llegada” (Pedone 2000). Además de ser la principal fuente de financiamiento y crédito de los migrantes, tal red-dentro-de-la-red, asesora y manipula el ingreso del migrante por medio de un conjunto de estrategias que permiten sortear el marco legal para el ingreso a España. Si bien muchos ingresan con la “invitación” de familiares en el exterior, el método más utilizado es el de la “bolsa” de viaje. Este servicio incluye además el asesoramiento sobre diversas es-


Las redes migratorias cuentan con el soporte de asociaciones de apoyo. La Asociación de Migrantes Ecuatorianos en España "Rumuñahui", se ha convertido en mecanismo de presión política frente a las autoridades locales, en la consecución de derechos específicos y nuevos márgenes de regulación migratoria trategias que los viajantes deben desplegar a su arribo a Europa (actitudes específicas, vestuario, modo de hablar y declaraciones ante las preguntas de los agentes migratorios, etc.). Por otro lado, no debe omitirse que el movimiento continuo al interior de estas redes se encuentra reafirmado y consolidado por los nuevos mecanismos de comunicación permanente a través del uso de ordenadores y de programas de llamada por internet, de costos más accesibles, que permiten un contacto en tiempo real6. Estas nuevas tecnologías, cada vez más difundidas y de mayor alcance, permiten contrarrestar la ausencia física por medio de la “presencia imaginada”. Tales mecanismos de comunicación facilitan las interacciones que fluyen a través de las redes construidas por los migrantes. El desarrollo de estas nuevas tecnologías constituye un elemento distintivo en las nuevas migraciones en relación con las aquellas de principio y mediados de siglo. Ellas transforman radicalmente el concepto temporal de los nexos de las comunidades de origen y de destino, agilitan y revitalizan la interacción social entre migrantes y familiares y la misma dinámica y morfología de las redes. Las redes migratorias cuentan además con el soporte de asociaciones de apoyo a los migrantes. Aunque no existe un inventario exhaustivo de éstas y de hecho muchas de ellas están en proceso de formación, pueden iden6 En la gran mayoría de los casos, los migrantes utilizan un teléfono móvil para comunicarse con la familia y ésta utiliza a su vez, los programas informáticos disponibles en los llamados “Cibercafés”, de gran popularidad y de amplio acceso en ciudades y pueblos a lo largo del Ecuador.

tificarse ciertas organizaciones destinadas a prestar servicios asistenciales, otras a mejorar las condiciones de acogida al migrante, las destinadas a realización de actividades sociales, deportivas y culturales y finalmente las que enfatizan en una acción política reivindicatoria. De hecho, esta tipología no descarta que algunas instituciones desarrollen varias de estas acciones o se transformen a lo largo del tiempo, conforme modifica la situación de sus propios miembros. Dentro de este grupo se encuentra la Asociación de Migrantes Ecuatorianos en España ‘Rumiñahui’7, que organiza a los migrantes en territorio español además de agrupar e informar a los familiares de migrantes ecuatorianos. La información y asesoramiento versa sobre las condiciones legales y políticas del proceso, sobre la tramitación de papeles, etc. Al mismo tiempo se ha convertido en un mecanismo de presión política frente a las autoridades locales en la consecución de derechos específicos y nuevos marcos de regulación de la migración8.

7 De acuerdo al testimonio de uno de sus principales dirigentes se calcula que cuenta con aproximadamente 5.000 afiliados. 8 La Asociación Rumiñahui ha participado en diversas mesas de diálogo producto de las movilizaciones sociales en Ecuador durante el año 2001. Han insistido en tres aspectos: a) modificar y reelaborar los artículos establecidos en el convenio migratorio entre Ecuador y España, y b) canalización de remesas a través de otras vías que involucren la fiscalización del Estado, organismos internacionales y la sociedad civil; c) conseguir nuevos derechos como la doble nacionalidad y el voto para el migrante.

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En suma cabe sostener, como ya lo ha hecho C. Pedone (2000), que las formas, la articulación y el funcionamiento que adquieren las redes en el transcurso del tiempo influyen en las trayectorias espaciales y en las estrategias migratorias de los trabajadores: los distintos vínculos de las cadenas familiares, la información disponible en el lugar de llegada y los nuevos intereses que estos aspectos originan, se convierten en elementos tan importantes como los cálculos de bienestar económico a la hora de mantener en el tiempo el movimiento continuo del proceso migratorio.

Conclusiones preliminares Es indudable que las migraciones internacionales representan un fenómeno altamente complejo. Existe diversidad de enfoques para explicar el proceso migratorio y los impactos que la migración provoca en los ámbitos económico, político, cultural y social. A modo de ejemplo, podrían mencionarse, entre otras, algunas constantes estructurales que en la esfera mundial confluyen en la emergencia de grandes zonas y regiones excluidas del sistema económico y del mercado laboral que acentúan y profundizan las diferencias entre regiones y países. La mano de obra migrante se convierte en una necesidad en algunos países, lo cual no se traduce en el plano político. Las continuas violaciones a los derechos humanos, entre otros temas, plantean la necesidad de nuevas formas de control y regulación globales, que aún no logran consolidarse en el marco jurídico existente. En el plano cultural, la migración pone en evidencia la existencia de estereotipos, prejuicios y estigmas sobre la diferencia (de ahí los recurrentes brotes de xenofobia y racismo en algunas sociedades receptoras). No es posible concentrar en un ámbito explicativo todas las dimensiones del proceso migratorio, aunque se reconoce la necesidad de atender algunas de sus problemáticas fundamentales. Este trabajo ha pretendido comprender la cuestión migratoria y el sentido del

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acto migratorio con relación a tres aspectos. Un primer elemento, el estudio de los imaginarios acerca de la migración ha permitido observar la proyección de biografías personales situadas en otras coordenadas espacio-temporales. El espacio nacional queda clausurado como terreno de construcción de planes específicos de vida y, más bien, ellos se establecen desde ‘deseos’, ‘ilusiones’ y mitografías respecto de los países que presentan formas y estilos de vida asociados a las ideas de progreso, bienestar, seguridad. El presente de los ‘otros’ deviene en el futuro deseable para ‘nosotros’ y ello envuelve y refuerza las percepciones sobre el estrechamiento del marco de oportunidades en el país a raíz de la crisis. Este elemento del imaginario se extiende y penetra en el mundo de lo cotidiano, y condiciona la toma de decisión respecto del acto migratorio aún a pesar de una dolorosa inversión afectiva que los migrantes enfrentan por los efectos de desarraigo y de separación familiar que acompañan al proceso. Pese a estos obstáculos, la fuerza imaginativa potencia las prácticas recurrentes de la migración al interior de familias y comunidades, y le otorga una significación diversa a la de los relatos de la ‘racionalidad costo-beneficio’. Un segundo elemento alude a considerar a las familias en cuanto “unidades migratorias”: ellas despliegan una serie estrategias tendientes a “gestionar” el complejo proceso de la migración, activando y movilizando una serie de recursos materiales, simbólicos y organizativos. Además, este factor deja en evidencia que la migración es una decisión producida en torno de una dimensión colectiva e inmersa en un conjunto de vínculos que advierten la presencia de redes sociales que acompañan al acto migratorio. Tales redes se componen, además de los propios familiares, de grupos de amigos, organizaciones sociales, y microredes ilegales. Esta experiencia de ‘red’ otorga a la migración un carácter transnacional y plurilocal. Estas redes a su vez contribuyen a reforzar y reproducir el proceso migratorio. Sus recursos operan en un movimiento circular y continuo


entre distintos países, ciudades y pueblos. Imaginarios, familias y redes constituidas consolidan los desplazamientos de población, y refuerzan la idea de que la migración no es una respuesta debida exclusivamente al cambio (deterioro) de ciertas condiciones económicas, sino también a las construcciones sociales y culturales en el más amplio sentido. En esta perspectiva, cada nueva migración nutre el proceso global migratorio, vinculado tanto a las redes que la misma migración provoca como a su impacto en los imaginarios que se construyen sobre ella. Bibliografía Altamirano, Teófilo, 1990, Los que se fueron: peruanos en los EE.UU. PUCP. Fondo Editorial. ———, 1992 Éxodo, peruanos en el exterior. PUCP. Fondo Editorial. ———, 1996 Migración: el fenómeno del siglo. PUCP. Fondo Editorial. Perú. ———, 2000 Liderazgo y organizaciones de peruanos en el exterior. Culturas transnacionales e imaginarios sobre el desarrollo Volumen 1. Fondo Editorial Perú. Appadurai, Arjun, 2001, “La modernidad desbordada: Dimensiones culturales de la globalización”. Ediciones Trilce, Montevideo. Canales, Alejandro y Christian Zlolniski, 2000, “Comunidades Transnacionales y Migración en la era de la Globalización”. Ponencia presentada en el Simposio Internacional sobre Migración en las Américas. San José, Costa Rica. Carpio, Patricio, 1992, Entre Pueblos y Metrópolis. Ed. Abya Ayala-ILDIS. Quito. Castoriadis, Cornelius, 1983, La institución imaginaria de la sociedad. Ed. Tusquets, Barcelona. Centro de Investigaciones CIUDAD, 2001, “Estudio exploratorio sobre el proceso migratorio de ecuatorianos a España” (ITERMON-OXFAM, ILDIS, Centro de investigaciones CIUDAD), Quito. Chambers, Ian, 1994, “Migración, cultura e identidad”. Amorrortu Editores. Bs. Aires.

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Pasado y presente de los mindalaes y emigrantes otavalos

No tengo que ponerme alpargates, pantalón y camisa blanca, para que tú me reconozcas como indígena, yo sé quien soy... y es suficiente...1.

Gina Maldonado* Nuestras fantasías y pensamientos más profundos son producidos y están condicionados por nuestra cultura local. La conducta social está formada culturalmente. Las maneras de cantar, bailar, tejer comer, educar están asociadas a la identidad étnica cultural. Si la cultura se aprende y a partir de ella se selecciona y organiza la conducta humana, entonces, la identidad cultural de los otavalos, esa forma “propia” de ser y de vivir como herederos de la tradición mindala, ¿tiene sentido en su propio contexto y en sus propios términos? Los mindalaes como “grupo de elite de especialistas” (Salomon 1980:164-168) merecieron un trato distintivo por parte de la Corona española. Trabajaron extraterritorialmente; estuvieron libres de mitas y tributos monetarios, pese a que estas prácticas de dominación estuvieran extendidas para la población indígena. Por otro lado, la imagen soste1 Conversación personal, M. R., Agato, Febrero 2000 * Licenciada en comunicación social por la Universidad Estatal de Voronezch, ex Unión Soviética. Candidata a la Maestría en Ciencias Sociales con especialidad en Asuntos Indígenas FLACSO – Ecuador.

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nida por los imagineros de la ideología del liberalismo económico nacionalista, quienes crearon una “imagen modelo” del otavalo, diseñada para representar el futuro del indio ecuatoriano “civilizado”, que ya era común a finales del siglo XIX (Muratorio 1994:132134), pudieron haber reforzado la construcción y reputación colectiva de la identidad étnica y cultural del otavalo. En la actualidad los jóvenes kichwa-otavalos comerciantes y viajeros, hacen constante referencia a esta tradición cultural mindala. Muchos de ellos tuvieron y tienen padres y abuelos que viajaron por el mundo vendiendo y comprando por lo que coinciden en decir que el viajar para ellos es una “forma de vivir, una cosa que la llevan en la sangre”. Sea así o no, es en eso en lo que creen y seguramente tienen éxito debido a ello. Este signo distintivo de lo que significa ser un otavalo, bien podría representar el espacio social que refleja las “estructuras, estructurantes” del individuo que se adscribe al grupo con un componente cultural al que Bourdieu (1997) califica como el “volumen global del capital”, en cuya estructura confluyen por un lado, las representaciones determinantes de las diferencias del otavalo con los mestizos, y por otro, el de los viajeros y comerciantes con el resto de indígenas otavalos: agricultores, estudiantes, profesionales, etc. El hecho de viajar, por lo que se ve, además de haberse convertido en un medio para mejorar económicamente las condiciones de


vida de los kichwa-otavalos (no sólo para los que vienen y van o los que se han quedado fuera, sino para los que nunca han salido), se ha constituido en un referente de identidad étnica y cultural,2 que destaca la diferencia (Eagleton 2001:18) entre ‘nosotros’ y los ‘otros’. Viajar y ser el primero en llegar a un país o a una ciudad significa el logro que implica vencer los niveles de dificultad para ingresar a los diferentes destinos (visado, permisos especiales para comercializar y participar en ferias, ‘bolsas’ de viaje, etc.), alcanzar las mayores distancias, a más del éxito y la prosperidad conseguidos,3 representan para el joven otavalo la distinción en la que se distribuyen y construyen los diferentes espacios y estructuras del capital económico y cultural del grupo.

2 En los 10 últimos años la imagen que se ha construido del kichwa otavalo es la del viajero exitoso y próspero comerciante. Vale aclarar en este sentido, que los otavalos no son sólo comerciantes y viajeros, entre ellos se encuentran asimismo destacados lideres políticos, artistas, profesionales, académicos, etc.

Es decir que cuando se incorporan y se construyen elementos y prácticas generadores de los que se conocen como ‘espacios sociales’ como el hecho de viajar, pero viajar cubriendo grandes distancias; comerciar pero a través del logro de negocios exitosos, determinan las prácticas “distintivas y distintas” que se convierten en las diferencias “simbólicas”. Estos principios de diferenciación determinan el modo de interpretación y ordenamiento de las representaciones de los agentes sociales, sin tener que obedecer necesariamente a reglas determinadas, ni caer en una suerte de anarquía de las distinciones y simbologías. De esta manera, la unidad de los espacios sociales se reconstruye y readapta en la dinámica de la cotidianidad. 3 La adquisición de bienes e inmuebles de toda clase pero en especial de automotores último modelo y la compra o construcción de casas, determinan el valor simbólico del éxito y la prosperidad del comerciante otavalo. El poder adquisitivo reflejado en la ostentación, es el que conjuga o estructura el espacio social y simbólico del comerciante y viajero. En el medio de los comerciantes, no haber conseguido comprar una casa al retorno de un viaje por ejemplo, significa el descrédito en su espacio social, el de los comerciantes y viajeros indígenas.


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El presente de la identidad cultural de los kichwa otavalos Yo presencié y vi todo lo que pasó acá en Otavalo, desde cuando yo tenía creo 13 ó 14 años... pero yo creo que fue no más que una moda, el gusto de cada cual. Mi forma de pensar ha sido más bien que la ropa y todo eso, no es más que lo que nos cubre el cuerpo. No creo que por haber cambiado la forma de vestirnos, hayamos cambiado también nuestra cultura, nuestras tradiciones. Yo estoy claro que participé de todos esos cambios, pero en la forma de pensar y sentir nunca cambié, porque sigo viviendo de acuerdo a lo que me enseñaron mis padres, de acuerdo a sus costumbres y tradiciones.4 La intención permanente de buscar coordenadas fijas que determinen la identidad cultural de un pueblo, grupo humano o del mismo individuo, ha constituido preocupación de varias indagaciones de la teoría social. El análisis clásico de la cultura se había empeñado largamente en sistematizar y codificar las concepciones y definiciones de la identidad, la cultura, la etnicidad, etc., a un limitado marco referencial de lo indígena, por ejemplo, atribuyéndole la capacidad de mantenerse bajo lo que podríamos llamar “estado de congelamiento”, en virtud del cual se garantizaba la preservación de la especie humana como tal. Esta noción distaba de toda perspectiva a través de la cual el indígena pudiese ser visto y entendido desde un plano en el que se consideran lo discontinuo y lo múltiple. En la actualidad y debido a la variedad de formas en las que se manifiesta lo cultural, esto empieza a ser entendido como una matriz de significados (no estática) que otorga importancia a la experiencia humana. Le da valor a la afirmación de la existencia de una forma de vida como tal o mejor aún, como afirmación de la existencia de una pluralidad de formas de vida. 4 Conversación personal, L.V., Quinchuquí, Agosto 2001.

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La cultura no consiste en una historia unilineal de una humanidad universal, sino una diversidad de formas de vida específicas, cada una con sus propias y peculiares leyes de evolución (citado en Eagleton 2001:26). Si bien es cierto, los seres humanos no podríamos vivir aislados ni permanecer intocados por la o las culturas en las que crecemos y de las que aprendemos, no debemos pasar por alto que existen zonas de diferencia o límites culturales, tanto dentro de las culturas como entre ellas (Rosaldo 2000: 49). La construcción cultural está condicionada por un mundo cambiante. Las ciudades, pueblos y comunidades de todo el mundo albergan y se reconstruyen con un número cada vez más creciente de minorías raciales, étnicas, lingüísticas, religiosas, sexuales, de clase. Es evidente que la cotidianeidad de la vida moderna está atravesada por las diferencias. Las normas clásicas del análisis cultural evocaron la reivindicación de la cultura precolombina y buscaron conseguir consenso en la exclusión de las diferencias. Para muchos analistas sociales, entre ellos Aguirre Beltrán (1992), el indígena fue objeto de interés porque a través de él se buscaba recuperar para la posterioridad, el recuerdo y la memoria de las culturas primitivas no contaminadas que estaban desapareciendo al entrar en contacto con los otros. Hoy en día los jóvenes indígenas no cargan con el peso de este legado “etnoarqueológico” de la construcción identiaria cultural. El indio propiamente dicho, que estaba marcado por el estigma de lo primitivo, lo inferior, sólo podía ser identificado como campesino, analfabeto, artesano ha sido reemplazado en la actualidad por el indígena de la modernidad, quien se define a sí mismo, en el caso de los otavalos viajeros, como “ciudadano del mundo”, se simboliza en el “indio universal”, que se sabe de todas partes y parte de todo (empresario, antropólogo, economista, sociólogo, político, viajero, etc.).


Y mientras la concepción clásica de la cultura establece oposiciones fijas entre “lo indio”, y “lo occidental” sin prestar atención a los trastornos cotidianos que frecuentemente irrumpen en los límites socioculturales y transculturales, S. Ascanta, un adolescente indígena de la comunidad de Agato, nos habla de esta manera: Lo de acá siempre es lo mismo y lo mismo, eso a veces cansa... mis hijos quisiera que sepan y conozcan de todo, no sólo sobre nosotros, así conoceremos y valoraremos mejor a los demás y a nosotros mismos... 5 Esto me hace pensar que el tiempo cíclico de los encuentros y desencuentros con el mundo exterior así como las posibilidades de entrar y salir de su interior, marcan las pautas y porqué no, los límites, entre lo de allá y lo de acá6. Es decir lo que quiero y me gusta de lo de allá, lo aprehendo, mientras ello me permita seguir siendo yo indígena, pero de este tiempo. Los enlaces que se dan en las zonas de diferencia no sólo se presentan en las fronteras de unidades culturales, sino también en intersecciones menos formales como sexo, edad, status y experiencias de vida particulares. Todos los seres humanos cruzan constantemente estas fronteras sociales en la vida diaria. Los encuentros con similitudes y diferencias culturales, pertenecen tanto a nuestra experiencia individual como a la colectiva.

5 Conversación personal, S. A, Otavalo, abril 2000 6 Así es como se refieren los jóvenes indígenas a lo que entienden como lo nuestro, lo de acá y lo otro lo ajeno, como lo de allá. 7 Llegó “éxito” solían decir los jóvenes del muchacho al que le fue bien con la venta (de la artesanía, la música y lo demuestra comprando un carro, ropa de calidad etc.), al que pudo entrar a un país de difícil acceso. Es considerado para los jóvenes como de mayor prestigio viajar a Estados Unidos por lo difícil que es entrar a este país, y actualmente Japón por la lejanía y la diferencia cultural a la que consideran difícil de acoplarse. Aunque se han dado casos de muchachos y muchachas que se han casado con japoneses o se sabe que están radicados allá.

Así que mientras para la noción clásica de cultura las ‘zonas de refugio’ (Aguirre Beltrán 1992:138) buscan acabar con la posición subordinada del indígena dentro del Estado nación, asignándole un lugar marginal o de gheto, el conjunto de jóvenes indígenas otavalos toman la movilidad y el contacto con las culturas como mecanismos a través de los cuales rompen con esa situación de subordinación. Esto pone además en cuestión el mito de los ‘conflictos culturales’ que anuncia el riesgo de que los portadores originales de las culturas puedan desaparecer por efecto de sus contactos con el mundo global. Lo que sucede con el grupo de indígenas otavalos es que el hecho de viajar ha pasado a convertirse de un simple modo de movilidad o desplazamiento a un valor que reviste al individuo de reconocimiento, honor prestigio y status, otorgados por la colectividad. Ello depende de los puntos de llegada, así como de que al momento del retorno pueda mostrar los éxitos7 logrados como comerciante. Estos elementos determinan a mi parecer, las deconstrucciones y reconstrucciones de la identidad cultural en el plano de la transculturalidad, entendida como la movilidad de la cultura a través de las demás culturas; se puede salir y entrar de ellas y permiten que las personas las recorran sin detenerse necesariamente en la homogeneización cultural. Si bien la inserción de la cultura, los migrantes, las colectividades e identidades han determinado que “las modalidades para establecer lazos sociales y construir identidades colectivas modernas, [ellas] no reemplazan las antiguas estrategias, las colocan en nuevos planos” en la dinámica moderna (Salman y Kingman 1999:33).

El hip hop del pasado significativo de los viajeros otavalos Hemos cambiado en estos 12 a 14 años lo que debíamos haber cambiado en 50..8 8 Conversación personal, R. C., Otavalo, mayo 2001

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Cada vez son menos los jóvenes indígenas que visten como lo hacían sus abuelos9, ya casi ningún joven indígena menor de 15 años (especialmente urbano) habla o entiende el kichwa, parecería entonces que sólo la trenza le queda como única posesión de identidad (esto sucede sobre todo entre la población masculina). A raíz de una de las más importantes y masivas oleadas migratorias, acaecida entre los años 90 - 96, la ropa “mestiza” que hasta ese entonces había sido adoptada por la mayoría de la población joven de kichwa otavalo, fue desplazada por combinaciones extravagantes de estilos punk, rock, hip hop, cowboy, etc., que llegaron a ser la “moda” que se popularizó entre los jóvenes indígenas urbanos que viajaban y entre los más jóvenes de las comunidades de los alrededores de la ciudad. El clásico concepto de cultura, ya en proceso de desaparición, es inaplicable en este caso de constante cambio, heterogeneidad, improvisación y flujo de acontecimientos. Pero de todas formas, cabe preguntarse, ¿acaso estos cambios están a fin de cuentas robando su cultura a los otavalos? ¿Qué se podría calificar o enmarcar como cultural en el contexto de un acelerado y profundo proceso de cambio y transformación? ¿Se podría decir entonces, algo definido sobre ellos? Para los jóvenes la percepción que tienen de “sí mismos”, no está marcada por la nostalgia del glorioso pasado de sus abuelos, ni por un miedo al contacto con el mundo exterior, y esta despreocupación por su pasado significativo no necesariamente desestructura el sentido de pertenencia identitaria individual y colectiva. El “origen”, como ellos suelen decir, está definido “vista lo que vista, esté donde esté, lo que siempre está claro para mí, es que soy indígena”. 9 La conservación de los símbolos de demarcación fronteriza en el vestido y lengua (esencialmente) es desde hace mucho tiempo, la responsabilidad implícita encomendada a la mujer indígena. En la actualidad, pese a los cambios operados en la cultura kichwa-otavalos por efecto de la emigración y el poder económico, la mujer permanece más apegada a la conservación de los elementos culturales.

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La distancia que se erguía entre la percepción de lo propiamente indígena y los rápidos cambios a partir de la emigración crearon un espacio de transición o “zonas borrosas en la mitad”, en las que los jóvenes “emigrantes y los individuos socialmente móviles parecían invisibles porque ya no eran lo que fueron alguna vez, ni aún lo que podrían ser después” (Rosaldo 2000:235). Pero, ¿qué hace que ahora sean lo que construyen a partir de su inventiva, improvisación, recombinación de símbolos, imágenes, elementos culturales ambivalentes y en muchos casos hasta ambiguos, lo que bien podría llamarse transculturación? La comercialización internacional de la artesanía y la masiva migración han significado para esta población enfrentar los acelerados cambios que implica el proceso migratorio así como su inserción en la dinámica de mercado transnacional. ¿Qué está sucediendo con estos jóvenes que han tenido que sufrir un profundo proceso de transformación cultural identitaria a causa de la emigración? ¿Se podría decir que los jóvenes de ahora son menos indígenas que los de antes? ¿La definición de lo Indígena así como el derecho a serlo se fijan por la lengua, la vestimenta, lo nativo, lo local, lo independiente? De no ser así,10 sino que más bien se ha originado una cultura de emigrantes, de individuos socialmente móviles, de lo cual resulta, como Rosaldo dice: No una confusión de identidad, sino un juego que funciona dentro de un repertorio cultural diverso, y hasta lo rehace. Los mismos procesos creativos de transculturación se concentran a lo largo de las fronteras literales y figurati10 Muchos jóvenes indígenas menores de 22 años, que habitan en la ciudad de Otavalo, no entienden el kichwa. Un gran porcentaje de ellos en cambio, domina las lenguas francesa, alemana, inglesa, japonesa, etc. En lo relacionado con la vestimenta, ésta según dicen los mismos jóvenes, va de acuerdo a la moda europea y norteamericana, que la traen con cada viaje de regreso a Otavalo. Vale la pena aclarar que no sucede lo mismo con la mujer joven indígena, quien ha cambiado en la preferencia por la calidad de telas para la elaboración de sus prendas de vestir tradicionales (camisas, blusas, encajes) así como el uso de valiosas joyas.


vas, donde múltiples identidades recorren la persona (2000: 241) Entonces, son culturas interdependientes pero a la vez capaces de construir y reconstruir independientemente sus propias imágenes y símbolos sobre ellos mismos.

Otros mundos culturales El amparo que la condición de aislamiento y refugio podría dar a la cultura para preservarla de la depuración, no ha pasado de ser un discurso nostálgico por lo que fue algún día. El duelo por la pérdida de un pasado romántico. El indio tradicional y la cultura original no son, en el contexto de la transformación y movilidad, más que alegóricas nociones socioculturales. Los contactos11 (encuentros) espaciales y culturales de tiempo, han ido entretejiendo finos hilos aleatorios entre las diversas culturas e individuos que reconfiguran en lo local, la continuidad y el cambio. Cuando el sentido de lugar llacta (lo local) por ejemplo, se encuentra con lo extraño “las europas” (lo global), adquiere otra forma que se extiende en la organización social y cultural de lo local y lo global. Cuando no se puede venir para las fiestas del Inti Raymi, muchos de los que estamos en Nueva York nos hemos organizado para salir a bailar como hacemos acá. Mucha gente de allá cuando nos ven bailando por las calles se une a nosotros, es interesante cómo los gringos aprenden a zapatear al ritmo de nuestra música.12 La llacta en este sentido, “no está vinculada por definición a un territorio concreto [por el contrario] se extiende dentro o más allá de los 11 Entendidos éstos como la primera etapa inductiva de asimilación, trastorno y conflicto cultural. Aguirre Beltrán (1991) por ejemplo, nos habla del carácter agresivo y trastornador del contacto, porque la cultura dominante termina por someter a las culturas dominadas o inferiores. 12 Conversación personal, O. M., Otavalo, enero 2002.

límites [locales]” (Hannerz 1996:84). A través de la celebración o del baile del Inti Raymi en sí, en lugares como Nueva York, se redefine por un lado el espacio local y por otro se reproducen en él, los elementos construidos como significantes de las prácticas cotidianas que legitiman la cultura diferencial del otavalo en otros espacios culturales. La estructura cultural y las normas sociales no definen por completo nuestra conducta y como se desprende del testimonio citado anteriormente, la celebración del Inti Raymi, una fiesta del “más allá indígena”, extiende un canal asimétrico de comunicación entre tiempo y espacio local y global que rompe con las correlaciones clásicas de divergencias culturales “inferiores y superiores”. Uno de los ejemplos más explícitos sobre las probabilidades del flujo cultural local globalizado es el que nos dio un pequeño niño de 8 años, quien por las constantes llamadas telefónicas y correos electrónicos que lo mantenían en comunicación con su padre, sabía conjuntamente con su madre, exactamente dónde había estado su padre y a dónde planeaba ir a comercializar la artesanía lo que restaba del año. En invierno él casi todo el tiempo pasó en Holanda, sólo salía a vender en pequeños pueblitos que estaban muy cerca de Amsterdam, cuando se acabó el invierno salió para Austria y Francia para buscar nuevos mercados, pero como no le fue muy bien, tuvo que para verano, regresar a Alemania para participar en las ferias, de Colonia, Essen, Hamburgo, como el 13 año pasado. Por lo que acabamos de ver los procesos de cambio que a partir de la migración se dieron y se siguen dando en lo local, en un ámbito en el cual el Otro (que para el niño indígena viene a ser el europeo) llega a entrar en la percepción de mí mismo ya que lo ubico y descifro en su contexto espacial, según una ruta de doble 13 Conversación personal, T. L., Agato, mayo 2001

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El movimiento migratorio asociado a la movilidad social nos acerca a la comprensión de las construcciones de fronteras sociales determinadas por género, etnia, nacionalidad, edad, vestido, comida, gustos; nos permite asimismo entender cómo las formas culturales moldean la conducta humana y viceversa vía a través de la cual, yo mismo llego a ubicarme y desplazarme en el ámbito, del otro. El dominio y el conocimiento del otro, que demuestra tener aquel niño que habla con tanta fluidez de lo que conoce certeramente sobre los países, ciudades, idiomas, monedas del otro y sobre la movilidad de su padre como emigrante, nos llevan a preguntarnos si este niño ha entrado en la corriente del amalgamamiento racial y asimilación socio cultural. ¿Está instituyéndose el espacio en que se simplifica y acelera la descomposición de la identidad cultural para este niño y todos aquellos que están de una u otra forma involucrados con la migración? El alcance de la migración se puede medir, según la bibliografía especializada en este tema, desde tres perspectivas principales que para el estudio de caso convienen tratarse (Chant 1999:242). Primero, los economistas neoclásicos, quienes entienden la migración como una reacción racional a las diferencias salariales, afirman que este flujo internacional de mano de obra provee una fuerza equilibrante. Desde el punto de vista del enfoque estructuralista o marxista resalta la distribución espacial de la actividad económica por los flujos migratorios y la concomitante división internacional del trabajo. Y por último, es esta perspectiva de constitución que busca un punto medio entre los límites estructurales y el albedrío del individuo, la que posibilita visibilizar las formas diversas en las que las redes migratorias están entrelazadas con los imperativos familiares, sociales y culturales. A más de ofrecernos una oportunidad para

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reflexionar sobre los impactos y las profundas transformaciones socioculturales a los que están expuestos los grupos humanos de donde salen los emigrantes, el enfoque de estructuración nos permite tratar abierta y desprejuiciadamente los procesos migratorios aislados y particulares, es el caso del migrante otavalo. El movimiento migratorio asociado a la movilidad social nos acerca a la comprensión de las construcciones de fronteras sociales determinadas por género, etnia, nacionalidad, edad, vestido, comida, gustos; nos permite asimismo entender cómo las formas culturales moldean la conducta humana y viceversa. En el relato del niño por ejemplo, podemos identificar cómo se produce su propia movilidad cultural identitaria a través de las experiencias vividas por su padre como migrante. La actividad comercial de su progenitor permite al niño conocer un nuevo mundo que le es transmitido: sus aventuras en cada viaje, los regalos en ropa y sofisticados juguetes que el padre le trae a su regreso, las fotografías y videos de los lugares y personas que conoció, e incluso las palabras elementales que le ha empezado a enseñar en alemán. La heterogeneidad, la improvisación y el flujo de los acontecimientos que se producen en la experiencia de las culturas que se mueven constantemente, que salen y entran de nosotros y ellos en estrecho contacto con el mundo exterior del que este niño es parte, reflejan la compleja ramificación que se produce en las posibilidades de mediación cultural. Un niño indígena de comunidad aprende a hablar alemán, pero habla también el kichwa y español, usa ropa de marca y viste a la mo-


da occidental; sin embargo, nos muestra con orgullo una gruesa trenza y dice: “¿ves?” en respuesta a la pregunta sobre si es indígena o mishu (kichwa mestizo). Parecería que los cambios, préstamos y adaptaciones culturales se oscurecen y se confunden en primera instancia; después de todo tanta interacción quizá no sea buena. Las culturas que cruzan fronteras pierden credibilidad en el plano de la autenticidad (son demasiado occidentales para ser indios, y demasiado indios para ser occidentales), porque las reducen a una condición de “híbrida invisibilidad”14 de la cual resultan grupos o individuos sin cultura e identidad. Posturas que van desde nociones como las que Robert Lowie (Citado en Hannerz 1998: 158) desarrolla con respecto a las culturas al definirlas como: “una diversidad casi fortuita de formas habituales de vivir y de pensar, cada una con sus propios criterios internos de opinión” o las que como Edward Tylor considera “progreso, cultivar la razón y la inteligencia, un currículum central para al humanidad” (Hannerz 1998), sólo muestran una orientación parcializada de las múltiples formas en las que se reproducen las expresiones culturales e identitarias en la postmodernidad. Los kichwa-otavalos han desarrollado e incluido estrategias de movilidad en su contexto cultural, que los han desprendido del régimen de encierro y reproducción de formas habituales de vivir y de pensar, y más bien han configurado en la cotidianidad una “identidad nómada” (Mariaca 1995: 54), o las que James Clifford (1992) califica como “traveling cultures”. Las conexiones entre el interior-local representado por la cultura o identidad local, y el afuera-entorno interpretado como lo otro, y el ámbito socio cultural inter14 Renato Rosaldo (2000) hace un análisis bastante profundo sobre la relegación a la que el individuo y las culturas móviles se ven sometidos, porque las sociedades que se encuentran en las “zonas vacías” y las “zonas de invisibilidad cultural” no entran en el marco de los intereses y preocupaciones del análisis social, porque como él mismo observara: son “un poco de esto y de aquello, y no mucho de lo uno ni de lo otro”.

nacional, han generado para el kichwa otavalo el espacio en el que se “ajustan y desvían[...] sus estereotipos, agitan y entrelazan la asimilación y la resistencia” (Rosaldo, 2000:240-243), hecho que se puede observar claramente en el testimonio que cito anteriormente. Para este niño y para la generación de la nueva juventud indígena de los otavalos, la identidad cultural enmarcada en la figura de lo aborigen y homogéneo bajo la imagen del indígena autóctono, resulta cosa de un pasado distante, porque a ella se superpone la movilidad cultural del indígena otavalo Universal15 de la postmodernidad. Identidad que, con los préstamos interculturales mutuos, el contacto con otras culturas (mestizos, europeos, norteamericanos, chinos, árabes etc.) ha entrelazado los Nuestros y los Yo culturales que ahora resultan ser el eje transversal de sus relaciones cotidianas tanto para los mayores como para los más jóvenes. Se podría decir entonces que la identidad cultural, social, étnica de los kichwa-otavalos, con una amplia y larga experiencia de contacto e influencia de otras culturas, ha cambiado necesaria y radicalmente en sus prácticas culturales, no obstante, están lejos de extinguirse por efectos de asimilación. Los matices que caracterizan las complejas y polimorfas producciones culturales e identitarias del otavalo comerciante y viajero, se evidencian en las prácticas culturales que traspasan las barreras de lo tradicional y lo local. La construcción y movilización consciente e imaginativa de las diferencias, que el mismo otavalo decide mantener, crea definitivamente un espacio de “disputas y negociaciones simbólicas” mediante el cual los kichwa-otavalos, han sabido encontrar los mecanismos más flexibles para anexar lo global a sus pro15 Los jóvenes han adoptado calificativos como “autóctono” o “papacho” para definir a quien se quedó en el pasado y el de “universal” para calificar a la persona indígena que es de, y está en todas partes, es decir “es abierto” y no tiene miedo de pasar la “raya (frontera) aunque sea para curiosear”, es decir el que más ha viajado y mayor experiencia ha adquirido.

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pias prácticas de lo moderno (Appadurai 2001:20). Por lo analizado en este trabajo hasta este momento y en este caso específico, las concepciones teóricas que establecen percepciones limitantes y tradicionalistas no permiten abordar y comprender las cambiantes y relativas realidades existentes. Creo que la posibilidad de ver y entender el amplio panorama que ofrecen la concepción y comprensión de la identidad y la cultura, en el caso de los otavalos, está más bien en la redefinición, autodeterminación y en la aceptación de sí mismos. Éstos son según mi parecer, los factores que enriquecerían el panorama de visión y acción.

Pasado y futuro: lo que ya no es, ni será, todavía Lo de afuera me gusta... me ayuda a vivir como un indígena de este tiempo.16 Todo ser humano experimenta sentimientos de nostalgia por el pasado, por lo que fue o pudo haber sido. El futuro por el contrario, nos inspira incertidumbre, miedo, por lo que todavía no conocemos. Si trasladamos esta interpretación valorativa del tiempo y la aplicamos a la concepción valorativa del tiempo cultural e identitario de los jóvenes indígenas de Otavalo, nos encontramos ante un hecho cualitativamente subjetivo de configuración sociocultural e identitaria. No cabe duda de que los jóvenes kichwaotavalos ya no son como los de antes. La nostalgia por el pasado que se fue y se ha perdido no es motivo de preocupación, además éste es lejano para ellos. Sin embargo, ¿cómo es que estos muchachos, buena parte de los cuales no habla el kichwa, sino francés o alemán, no cantan ni bailan sanjuanitos sino huambras rap y reggae? ¿Pueden decir que están seguros de quiénes son y de dónde vienen? 16 Conversación personal, L. L., Quinchuquí, octubre 2002

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Si se entiende a la identidad como “procesos de identificaciones históricamente apropiadas que le confieren sentido a un grupo social y le dan estructura significativa para asumirse como unidad” (citado en: Portal 1993:62), entonces, estos rasgos de estructura significativa colectiva, que no necesariamente determinan la permanencia de lo idéntico, son los que inscriben a los referentes identitarios que toman forma en la imagen de “lo indígena”. El sentido de pertenencia, que se construye y es aprehendido del mundo práctico y real, viene a ser el eje, el centro desde el cual el individuo y la colectividad pueden desplazarse continuamente sin dejar de ser y estar en su mundo y, al propio tiempo, en comunicación con los espacios y tiempos, entre el pasado y futuro de las demás culturas. Es en esta zona límite en la que se integran el pasado y el futuro (pasado entendido como lo que fueron y ya no son y el futuro como lo que todavía no son), en el que el joven indígena configura y proyecta los “productos objetivados y los productos incorporados de la práctica histórica, de las estructuras y los habitus” (Bourdieu 1991:92) de su identidad cultural, la de ahora, la que es.

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Las representaciones sociales en torno a la inmigración ecuatoriana a España Claudia Pedone* Este trabajo que presentamos a continuación forma parte de una investigación más amplia en torno a la articulación de las cadenas y redes migratorias de la población ecuatoriana en España. Nuestro proceso de investigación comenzó en 1999 en Totana, una localidad de la provincia de Murcia. Continuamos luego con la reconstrucción de las trayectorias socioespaciales de los migrantes en dos ciudades grandes: Madrid y Barcelona, para concluir con nuestro trabajo de campo en el Ecuador, en las ciudades y pueblos de origen de los inmigrantes que actualmente residen en el Estado español. Hemos abordado el fenómeno del desplazamiento internacional de la población ecuatoriana desde la perspectiva teórico-metodológica de las cadenas y redes migratorias para intentar recuperar la experiencia vivida por los sujetos sociales. Este enfoque nos permite analizar la construcción dinámica de las relaciones interpersonales en las cuales están inmersos los migrantes -en tiempos y espacios determinados-. El estudio de las estrategias migratorias contempla los vínculos de parentesco, las alianzas y las relaciones personales, * Geógrafa Social, Mtr. en Desarrollo Económico de América Latina; Mtr. en Geografia Humana; actualmente desarrolla su tesis doctoral “Las cadenas y redes migratorias de la población ecuatoriana en tres contextos de llegada: Murcia, Barcelona y Madrid, España”, Departamento de Geografia, Universidad Autónoma de Barcelona.

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por ello, hemos optado por una metodología cualitativa que nos coloca en una posición privilegiada para observar y analizar el comportamiento de los individuos y del grupo en relaciones atravesadas tanto por el conflicto como por la cooperación (Devoto 1991; Ramella 1995; Gregorio Gil 1998; Bragoni 1999). En nuestro estudio recurrimos a dos estrategias de investigación: la entrevista en profundidad y la observación participante, ambos recursos metodológicos nos han permitido mantener contactos periódicos con informantes clave y detectar así, la posición que diversos grupos y actores ocupan dentro de las cadenas y redes migratorias, tanto en sus lugares de origen como de llegada. A finales de los noventa, Ecuador sufre una de las más graves crisis de su historia que afecta al país desde los puntos de vista sociopolítico y económico. Ello se traduce, entre otros aspectos, en un nuevo movimiento migratorio internacional que alcanzaría una magnitud sin precedentes con un destino específico: el Estado español. A principios de 1998 el número de migrantes ecuatorianos que residía en el Estado español no era significativo, mientras que en el 2001 llegan a ser más de 135.000 personas (Ministerio del Interior de España 2001). Este flujo migratorio se produce a su vez, en un contexto en el que el Estado español habría de convertirse en un destino posible para migrantes procedentes de manera particular, de sus antiguas colonias. La internacio-


nalización de su economía, los profundos cambios sociopolíticos y las características de sus principales urbes concebidas como ciudades globales, junto a la reestructuración de su mercado laboral son elementos que favorecen la llegada de vastos contingentes de inmigrantes latinoamericanos, específicamente andinos y caribeños. Frente a este fenómeno, la inmigración, tanto en España como en el resto de Europa, es controlada por los gobiernos del continente bajo las directrices de la Unión Europea -UE- para construir la pretendida “Europa Fortaleza”; en este sentido, las políticas de extranjería asumen un carácter restrictivo, punitivo y excluyente. No obstante, la entrada de inmigrantes extracomunitarios es necesaria para de esta manera contar con mano de obra que asegure el mantenimiento del estado de bienestar alcanzado y, de este modo, sostener a una población europea que ha sufrido un envejecimiento vertiginoso en las últimas dé-

cadas, específicamente en España. Esta mano de obra inmigrante es requerida en nichos laborales precarios, inestables y estacionales como la agricultura, la construcción, la hostelería y los servicios de proximidad: cuidado de ancianos, de niños, servicio doméstico y trabajo sexual. En este contexto se produce la llegada en 1998, de un contingente de ecuatorianos al mercado de trabajo agrícola en la provincia de Murcia; posteriormente se verifica un arribo masivo y las trayectorias socioespaciales también se destinan a las grandes ciudades como Madrid y Barcelona. Las decisiones de los migrantes ecuatorianos están condicionadas por las representaciones que se tienen sobre los potenciales lugares de destino, en la sociedad de origen. Por ello, nuestros objetivos aquí radican en abordar cuáles son las representaciones que se conciben en la sociedad de origen para tomar la decisión de migrar a un destino determina-

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do; cómo cambian según comienzan a articularse las redes migratorias y cómo estos cambios producen la redefinición del proyecto migratorio inicial.

La circulación de la información en las cadenas y redes migratorias Los migrantes construyen socialmente representaciones sobre los diferentes lugares de destino, sobre las potencialidades laborales y sobre las ventajas que éstos ofrecen para hombres y mujeres. Estas representaciones se confunden, se solapan y entran en conflicto entre sí al arribo de los migrantes a dichos destinos. Así, por ejemplo, se extrapolan datos derivados de mercados laborales de ciudades grandes a ciudades pequeñas donde la oferta de trabajo es predominantemente agrícola y, por ende, las pautas de reclutamiento de la mano de obra son diferentes. Por ello, nuestro trabajo de campo en tres lugares de llegada diferentes, aporta con elementos útiles para analizar estas extrapolaciones y cruces de información. Entendemos aquí a la representación como una imagen -mental- que tiene un individuo acerca de alguna cosa, evento, acción, proceso que percibe de alguna manera. Las representaciones individuales devienen sociales por medio de la comunicación entre todos los miembros de una comunidad, al tiempo que las representaciones sociales devienen individuales por el mismo mecanismo comunicativo (Raiter 2002). Desde el punto de vista teórico-metodológico proponemos diferenciar entre cadena y red migratoria, este contraste otorga una mayor riqueza para el análisis, puesto que nos permite identificar y caracterizar las relaciones de poder, entre ellas las de género, y las motivaciones tanto materiales como simbólicas que tienen lugar dentro del grupo doméstico. La cadena migratoria se refiere a la transferencia de información y apoyos materiales que familiares, amigos o paisanos ofrecen a los potenciales migrantes para decidir, o even-

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tualmente, concretar su viaje. Las cadenas facilitan el proceso de salida y de llegada, pueden financiar en parte el viaje, gestionar documentación o empleo y conseguir vivienda. También en ellas se produce un intercambio de información sobre los aspectos económicos, sociales y políticos de la sociedad de llegada. En nuestro estudio las cadenas migratorias se hallan restringidas al grupo doméstico, el cual a su vez, traspasa los límites de la unidad residencial. Las cadenas forman parte de una estructura mayor: las redes migratorias, las cuales son más extendidas y relativamente afianzadas, desarrollan una dinámica propia, pueden desprenderse incluso de los estímulos y desestímulos de la sociedad de destino (Jiménez y Malgesini 1997). A la luz de los procesos de globalización, estos vínculos mantenidos entre diferentes actores tanto en la sociedad de origen como en la de llegada, estarían conformando espacios sociales trasnacionales (Pries 1999). A medida que se afianzan estas cadenas y redes migratorias, se configuran una serie de relaciones de poder que otorgan cierta verticalidad e intervienen en la selectividad de los futuros migrantes (Gurak y Caces 1998). En este sentido, es imprescindible tener en cuenta los diferentes tipos de roles que los propios migrantes juegan para que las redes presenten vínculos de verticalidad y horizontalidad, específicamente dentro de los grupos domésticos que se plasman en las relaciones de género.

La construcción y resignificación de las representaciones sociales Lazos culturales e “históricos” vs. el “sueño americano” Desde hace algunos años, en el Estado español se apela, cuando es conveniente, a los lazos “históricos” (coloniales y neocoloniales) y a la afinidad cultural y lingüística para justificar la llegada de inmigrantes latinoamericanos. Son justamente estas representaciones


respecto a los colectivos de los migrantes las que circulan en la sociedad de llegada y que han sido construidas por distintos medios, especialmente por los discursos políticos, mediáticos y académicos. Se trata de diversas estrategias que si bien aceptan la diversidad, establecen jerarquías en su interior las cuales aproximarían a algunos migrantes a las sociedades de destino, mientras que otros serían alejados. Podría pensarse en principio, que estas estrategias culturales pretenden construir alianzas identitarias en la sociedad de llegada y consiguen así amortiguar su carácter discriminatorio. Esto no significa aceptar al “otro” sino que habrían “otros” que se nos parecen menos y “otros” que se nos parecen más. Sobre estos presupuestos ideológicos se construyen o refuerzan estereotipos acerca de cómo funciona el imaginario latinoamericano en relación con el “dorado europeo” y de la posible adaptación de los latinoamericanos a la sociedad española (Pedone 2001). Sin embargo, este discurso eurocéntrico, basado en el fundamentalismo cultural, en raras ocasiones aborda este tema desde las representaciones construidas por los propios migrantes en sus sociedades de origen y sus resignificaciones a la luz de las condiciones que encuentran a su llegada. El análisis de las representaciones que la población ecuatoriana construye en relación con España como uno de los lugares de destino, no el único y, como veremos a continuación, tampoco el principal, nos permite deconstruir algunos de los estereotipos instalados en el debate sobre la inmigración latinoamericana hacia la “madre patria” desde hace viarias décadas. Los análisis realizados desde las sociedades europeas no consideran la influencia material y simbólica que Estados Unidos tiene en la región latinoamericana y el imaginario que la población de nuestros países como potenciales emigrantes tiene del “sueño americano”. La penetración económica, política y militar de Estados Unidos en América Latina está acompañada y legitimada por las influencias

culturales que son, aparentemente, más dominantes, como el cine, la televisión y otras formas mediáticas de penetración en el mundo postcolonial (Basch et.al. 1994; García Canclini 1999). De ello deriva la construcción de un imaginario sobre las posibilidades reales y ficticias que el país del norte otorgaría para superar la crisis socioeconómica en la cual estamos inmersos. Las representaciones que los potenciales emigrantes tienen han ido cambiando según la época y están sujetas a procesos históricos, políticos, económicos, sociales y culturales que varían incluso según la zona de procedencia dentro del mismo país. Cuando un destino se afianza en el imaginario colectivo como ocurrió en la década de los 70 con Estados Unidos, por ejemplo, en las provincias del Azuay y de Cañar, o en la década de los 90, con el Estado español hay que analizar no sólo cuáles son las posibilidades laborales que ofrece un determinado lugar de destino, sino también el rol que cumplen los actores que detentan el poder en diversos eslabones de las cadenas migratorias y de qué manera circula la información entre la población emigrante. En este sentido, la regulación de los flujos migratorios en Estados Unidos a partir de 1986 por medio del Inmigration Reform and Control Act -IRCA - y los altos costos y riesgos que el viaje implica, desalentaron los flujos hacia ese país del norte. Así, el Estado español, ante una nueva estratificación de su mercado laboral que demandaba mano de obra inmigrante en nichos laborales específicos, se convirtió en un destino seguro. No obstante, casi el 60% de las personas entrevistadas1 manifestaron su deseo de migrar a Estados Unidos, pero ante las limitaciones económicas y políticas que encontraban, habían optado por España y, recientemente, por otros países europeos como Italia. 1 El trabajo de campo realizado entre 1999 y 2001 consistió en 75 entrevistas en tres áreas de estudio: Murcia (Totana), Barcelona y Madrid; complementadas con entrevistas llevadas a cabo en el Ecuador a familiares que formaban parte de los proyectos migratorios internacionales previamente estudiados.

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Yo trabajaba allá de secretaria en el ayuntamiento y mi marido era maestro, entonces nos vinimos a aventurar aquí [...] porque la idea mía siempre ha sido pues viajar a otro país, pero éste no estaba en mi mente [...] pues yo quería viajar a EE.UU. porque tengo muchos familiares allá y además el dólar es una moneda muy fuerte. Pero, ¡claro!, no tenía suficiente dinero para marcharme allá y así es que teníamos unos amigos ecuatorianos acá en España, los llamamos y decidimos venirnos aquí. (Sonia, provincia de Morona-Santiago, Sucúa, empleada del Ayuntamiento. Actualmente reside en Barcelona).

Ahora bien, para una amplia mayoría de mujeres y hombres ecuatorianos existe una meta más a largo plazo de llegar a Estados Unidos. Las trayectorias socioespaciales de algunos migrantes otorgan fuerza dentro de las redes, a la expectativa de que su estancia en el Viejo Mundo sea sólo una etapa intermedia. Durante nuestro proceso de investigación la reconstrucción de una extendida red migratoria que vincula el lugar de origen, Baños del Tungurahua, con dos lugares de llegada: Madrid y Barcelona, nos permitió comprobar que algunos vecinos de ese pueblo habían logrado alcanzar la meta de llegar a Estados Unidos después de haberse capitalizado en España. El éxito de esta trayectoria socioespacial comenzó a circular de tal manera entre familiares, amigos y vecinos que alentó a otros potenciales migrantes al intento de alcanzar el mismo objetivo. Mi hermana que se ha ido a EE.UU. hace recién una semana. Los hermanos del esposo están EE.UU., son residentes ya, ellos migraron directamente allá, incluso mi cuñado estuvo allá dos años, pero la situación económica no le fue bien, ahí sí que es bien difícil para salir adelante, entonces se regresó y después tuvieron la oportunidad de venirse acá, vinieron acá y estuvieron unos tres años y ahora la facilidad de irse para allá. Ellos ahorraron aquí con la idea de ir-

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se algún día a EE.UU., les fue bien, ahora tienen aquí un piso propio, cuentas bancarias y ahorrando eso se facilitó para irse a EE.UU. (Patricia, provincia del Tungurahua, Baños, maestra en guarderías de niños. Actualmente reside en Barcelona)

Pese a que las restricciones legislativas han ido en aumento desde mediados de la década de 1980 hasta la actualidad, el colectivo ecuatoriano aún puede entrar en forma legal con visado de turista por una estancia de tres meses al Estado español. Esto cambió a raíz de que mermó el trabajo en Estados Unidos, ya empezaron los conflictos con los ‘coyotes’, muchos negocios con el viaje, filas de gentes de toda condición yendo a recibir los giros, cambiando los dólares por los sucres, saliendo corriendo a pagar las deudas, una locura. En ese momento antes de la dolarización, hubo ya eso de que algunos decían, hay que irse, por ejemplo 7.000 u 8.000 dólares es una deuda impagable, para pagar a un ‘coyote’, entonces lo más fácil y seguro está en irse a España, en 24 horas los familiares saben si se vienen o si se quedan pero no con el riesgo de caminar un mes, 15 días o más y estar tres meses para saber si están presos, vivos o muertos, o no saber nada directamente. Entonces eso para algunos que se habían ido como turistas vieron esa posibilidad en España y se han quedado y así se ha ido corriendo las voces. (Teresa, esposa de un inmigrante residente en Totana, provincia del Azuay, Cuenca, actualmente reside en Cuenca con sus hijos)

Nuestro trabajo de campo en Ecuador nos permitió constatar una constante que aparecía en todas las entrevistas realizadas en Totana (Murcia), Barcelona y Madrid, los testimonios daban cuenta de un desconocimiento casi absoluto sobre las restricciones legislativas que regulaban la migración extracomunitaria en el Estado español. Entre las redes pre-


valecía la facilidad de entrada que había en Europa con respecto a Estados Unidos. Las representaciones cambiaban cuando se conocía la persecución policial y la consiguiente deportación que sufrían los inmigrantes extracomunitarios debida a la irregularidad en la documentación; situación que, a su vez, desmoronaba los planes de conseguir trabajo y capitalizarse rápidamente. Así, a partir de 1999, época que coincide con los más altos índices de llegada de población ecuatoriana a España, desde el poder, y a través de la prensa, se emite un discurso que sobredimensiona el fenómeno de la migración extracomunitaria, se alude a él como “problema”, “invasión” o “avalancha” para fundamentar el mantenimiento de una política restrictiva. Esta retórica de exclusión basada en el fundamentalismo cultural, lleva implícita la idea de xenofobia que excluye a los inmigrantes, a los “extraños”, de los derechos de ciudadanía que presupondría una identidad cultural. Este discurso demuestra la falacia de la argumentación del Gobierno español acerca de las ventajas de compartir lazos culturales e “históricos”. El análisis de la configuración y dinámica de las cadenas y redes migratorias nos permite argumentar que, a pesar de las restricciones, los inmigrantes ecuatorianos cuentan con una serie de recursos sociales con los cuales “burlar” los controles jurídicos y policiales de los gobiernos europeos y, además, construir y resignificar permanentemente su proyecto migratorio internacional.

El comercio de la migración: alcanzar el Paraíso en (in)cómodas cuotas Un elemento de vital importancia para la dinámica y consolidación de las redes es la calidad, la cantidad y los modos en que circula la información. La información no es la misma para todos los vecinos o coterráneos del pueblo, no necesariamente se transmite de vecino a vecino, porque los canales mediante los cuales aquella circula son las relaciones sociales “fuertes” que prescinden de la distancia (Ra-

mella 1995). Es en este punto donde la forma de estructuración que adquieren las redes y el papel que juega cada uno de los actores en su dinámica son significativos. La mayoría de las redes vinculan ambas comunidades -de origen y de llegada-, pero algunas son articuladas verticalmente por los actores que detentan el poder y otras horizontalmente, donde predominan los lazos de solidaridad y cooperación. Un análisis atento de la configuración que adquieren las cadenas migratorias generadas dentro de los grupos domésticos y de las redes sociales nos permite analizar las maneras en que los migrantes diseñan sus proyectos migratorios y quiénes son los que se apropian del poder de brindar la información. Tanto agentes privados como públicos han entrado como una cuña en el proyecto migratorio internacional de la población ecuatoriana y han “vendido” y privatizado cierto tipo de información que, en algunos casos, ha elevado una deuda de por sí alta que se contrae para organizar el viaje y en otros, ha generado nuevas informaciones que constituyen verdaderas estafas que se descubren solamente al llegar al destino. Las agencias de viaje que han proliferado hasta en las ciudades más pequeñas del Ecuador, en las cuales se asesora a los potenciales emigrantes, tienen un rol muy importante en cuanto a la circulación de la información. La pérdida de confianza en el sistema financiero y bancario ha favorecido el surgimiento del “comercio de la migración”: “chulqueros” (prestamistas), gestores de pasaportes y permisos de migración y agencias de viaje que tramitan papeles, gestionan pasajes y “paquetes laborales”, prometen traslados y contratos de trabajo a cambio de altos intereses; así entran en las cadenas familiares y dan forma a las primeras redes migratorias en los lugares de origen. Asimismo, la falta de credibilidad en la dirigencia política debida a su desprestigio a causa de los altos niveles de corrupción existentes en los países latinoamericanos, donde el Ecuador no es una excepción, provoca que la población busque mecanismos fuera del

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sistema legal para obtener la documentación necesaria para migrar (pasaportes y permisos de migración). De este modo, algunos funcionarios públicos obtienen beneficios de las decisiones de los ciudadanos que se ven en la necesidad de migrar debido a la profunda crisis político económica. En el año 1999. Bueno yo empecé a hacer papeles en marzo del 99, pero ahí tuve un problema en la Gobernación, había hartísima gente para que le den pasaportes, por lo tanto sólo se conseguían en especie, como un mecanismo que el Gobierno usó para que no salga tanta gente. Para conseguir mi pasaporte tuve que mandar dinero por abajo. ‘El papá de un primo mío ha sido medio pariente del Gobernador que estaba ese año, yo ya había dado algo de dinero, pero mi tío cogió la cédula y fue directamente y le dijo al Gobernador: ‘quiero que ayudes a mi sobrina para que le den un pasaporte’. Entonces él preguntó que cuándo lo quería tener y dijo, ‘ya está’. Salí para Quito a fines de marzo y de allí a Madrid. (María, provincia de Loja, El Pindal, actualmente reside en Barcelona, psicóloga)

En un contexto español que oscila entre la aceptación de algunos y la hostilidad abierta de otros, mujeres y hombres ecuatorianos deben resignificar sus representaciones sociales y su propia identidad en condiciones de una “minoría social”. La primera dificultad que deben enfrentar es la de adaptarse a condiciones precarias de trabajo en una actividad, la agrícola, en la que la mayoría de ellos no había trabajado anteriormente. Entre los mismos migrantes la información circula a gran velocidad pero de una manera sesgada, parcial y no del todo representativa de las condiciones laborales del lugar de destino. Hay mucha gente que tergiversa la información, mucha gente que llega aquí y le ha ido mal y se despecha y se regresa va y dice

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que le ha ido bien, que ha estado en esto y en lo otro. Tengo un amigo que es profesor, tiene como 20 años de profesor y él nunca en su vida ha cogido una pala para trabajar, cuando yo lo encontré aquí le pregunté en qué trabajaba, me dijo que estaba trabajando dando clases en un instituto y le vi las manos llenas de callos y luego me enteré que estaba trabajando en la construcción. Luego fue al Ecuador a buscar sus papeles y había dicho que estaba trabajando, dando clases y que le va muy bien. Tergiversan la información en su propio beneficio y hacen que un montón de gente se ilusione, esa información va pasando de boca en boca y al final todos dicen allá: “¡oh! el dinero está para recogerlo como piedras en las calles”, y no es cierto. (Carlos, provincia de Pichincha, Santo Domingo de los Colorados, técnico soldador. Actualmente reside en Madrid, trabaja en la construcción)

Hay que hacer de todo acá para poder sobrevivir. Nuestros paisanos piensan allá que acá se vive de otra manera, pero no es así. Nuestros parientes quieren venir y yo les explicaba como familia que son, que no sufran como yo he sufrido, piensan que es egoísmo de mi parte, creen que yo solamente quiero hacer dinero, que yo quiero surgir y ellos no […] yo se los he explicado cómo llegué que me vi obligado a venir acá, que si no mi destino era volver a Ecuador y ahí a lo mejor iba a caer preso por las deudas […] pero no escuchan… (Armando, Guayaquil, provincia del Guayas, Ayudante de topógrafo, actualmente reside en Totana, trabaja en la agricultura)

Por último, la constitución de redes de parientes y vecinos se convierte en una fuente de información que otorga una cierta seguridad para impulsar la migración, esta dinámica, en algunos casos, puede llegar a ser más importante que las causas de expulsión. No obstante, ya en la sociedad de destino, los migrantes comprueban que existe una brecha de


gran magnitud entre la representación de las condiciones de trabajo que traen desde el lugar de origen y el alto grado de precariedad laboral a que se enfrentan a su llegada.

“Ella fue la que nos trajo a todos”: la mujer, primer eslabón de la cadena migratoria. En el período comprendido entre 1998 y 1999, la llegada masiva de población ecuatoriana al mercado de trabajo agrícola en la provincia de Murcia, mostraba un equilibrio entre sexos. Las expectativas eran encontrar un trabajo que les permitiera capitalizarse rápidamente, sin embargo, la precariedad y estacionalidad del mercado de trabajo agrícola aunada a la dificultad en la obtención de “papeles”, enfrentó a la población ecuatoriana inmigrante a una realidad sociolaboral muy distinta a la esperada, a menudo, atravesada por el conflicto. Es en este punto donde se observa una mayor complejización y solapamiento entre las representaciones que manejaban hasta ese momento los migrantes. La mayoría de los entrevistados aludieron al “mito” creado en Ecuador sobre las mayores posibilidades de

trabajo para las mujeres. Sin embargo, al llegar a Totana constataron que esta información era errónea y que, en caso de ser cierta, esta situación se da en las grandes ciudades y no en localidades menores donde la oferta laboral se encuentra, específicamente, en la actividad agrícola, en la cual ellas tienen menos oportunidades de acceder al mercado de trabajo debido a la preferencia de los empresarios por la mano de obra masculina. Pero como entre las primeras cadenas y redes migratorias2 ya estaban establecidos los contactos necesarios que daban continuidad al flujo migratorio, a principios del año 2000 la circulación de la información entre los migrantes hacía referencia a un cambio de trayectoria laboral y espacial. De este modo, se desestiman las posibilidades en la actividad agrícola y se plantea la posibilidad de que la mujer se inserte en el servicio doméstico, pre2 Es oportuno destacar que aunque la llegada masiva de población ecuatoriana al Estado español marque como punto de inflexión 1998, la reconstrucción de las trayectorias sociolaborales y los vínculos establecidos dentro de cadenas y redes nos permitió constatar que a principios de la década de 1990, llegaron a Madrid y Barcelona, inmigrantes ecuatorianos que por no lograr reunir el dinero necesario para viajar a Estados Unidos optaron por el Estado español. La mayoría de ellos llegaron sin contactos

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ferentemente interno3, para lograr un ahorro rápido en busca de dos objetivos: saldar la deuda y traer a los hombres que forman parte de sus grupos domésticos. El hecho de que la decisión de migrar sea de carácter familiar involucra fundamentalmente la posición de la mujer en el proceso migratorio. La visibilización de las mujeres y los niños dentro de la familia y como parte decisoria en el juego de las relaciones de poder ha permitido centrar el análisis de la familia como un lugar de conflicto y negociación (Morokvasic 1984; Pessar 1984; Gregorio Gil 1998). La agudización de la crisis socioeconómica ecuatoriana ha contribuido a enmascarar una serie de elementos simbólicos y de relaciones de género que han incidido en la feminización del movimiento migratorio internacional hacia España en el transcurso de los últimos años. En este sentido, la feminización del proceso migratorio no se da sólo por graves problemas económicos en la sociedad de origen y una mayor demanda de mujeres inmigrantes en los precarios nichos laborales en la sociedad de llegada; sino que también implica la posibilidad de romper con las normas establecidas por los vínculos patriarcales y los arraigados códigos del machismo latinoamericano. Una primera lectura que deriva de las entrevistas -cuando las preguntas apuntan a las relaciones estructurales- radica en el problema económico y en el hecho de que muchas familias optan por la migración de la mujer puesto que la información que circula por las redes se refiere a una mayor demanda de empleos femeninos. Sin embargo, cuando el grupo doméstico toma la decisión de embarcarse en un de coterráneos ni connacionales y un lustro después se convirtieron en los primeros eslabones de cadenas migratorias y en actores principales de redes migratorias que proporcionan información, recursos monetarios, vivienda y trabajo. Según el tipo configuración de la red y las relaciones verticales u horizontales que detenta, estos recursos pueden tener o no un costo monetario. 3 Nota de la editora: el trabajo “interno” alude al hecho de que el empleado habita en la casa en la cual presta el servicio.

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proyecto migratorio internacional no influyen sólo los elementos materiales sino que comienzan a aflorar entre sus miembros las relaciones simbólicas. Para la mujer, viajar puede ser uno de los medios para terminar con la sumisión ante la autoridad del padre, de sus hermanos varones o de su marido. Si el grupo doméstico se halla constituido por una cabeza de familia masculina visible, la mujer para salir, debe obtener el consentimiento del varón. Darío mi marido, no sabía para nada que yo estaba tratando de convencer a mi hermana que ya había migrado, sólo era algo mío entre ella y yo, era una lucha continua hasta que llegó el momento que dijo ‘bueno vente’. Ya llevábamos 11 años de casados. Cuando mi hermana me dijo vente, entonces, empecé una campaña con mi marido, con mis padres, con mis hijos, ahí internamente en el hogar para que me pudieran decir sí ‘vete.’ Bueno a Darío y a mi padre que fueron las personas más duras de convencer, después de haber pasado por lo de mi hermana. Logré la decisión de mi padre, de Darío, logré convencer a todo el mundo y mi hermana me facilitó el dinero, mi padre otro poco y bueno pues, me vine. (Virginia, provincia de Loja, El Pindal, actualmente reside en Barcelona, profesora de Historia y Geografía)

Una tarde le digo a mi hermana: ‘me quiero ir a España’. Mi papá primero se negó: ‘no mijita qué vas a hacer, vas a sufrir’, me pintó un marco negro. Le digo: ‘estudié y no tengo por dónde empezar. Usted con tantos años de trabajo, qué ha hecho, yo no quiero vegetar aquí y verlos a ustedes que se están hundiendo igual que yo, necesito que usted me ayude sólo prestándome una parte del dinero’. Mi papá se cerraba, se cerraba, pasó unos dos meses de la conversación y mi papá, al final, me prestó 450 dólares para empezar mis papeles y mi papá hasta el último que no, que no y que no. Le dije: ‘si me quie-


re dar la bendición bien y sino no, no me la dé’. (María, provincia de Loja, El Pindal, actualmente reside en Barcelona, psicóloga).

Algunos proyectos migratorios de grupos domésticos ecuatorianos se organizan entre una red preexistente, conformada exclusivamente por mujeres: madres, hermanas, tías, primas, amigas o vecinas muy cercanas por sus lazos de amistad; cuando la decisión está tomada y los contactos con las mujeres ya inmigradas se han establecido, se comunica el proyecto migratorio al varón, para negociar la manera en que se conseguirán los recursos; en otros casos, los varones toman conocimiento de la decisión cuando la mujer ya emprendió el viaje. Yo lo hice callado porque nuestra pareja no funcionaba casi. No le consulté yo hice allá mis papeles y él no sabía y...bueno quizás no sé de qué depende pero él era celoso por eso entonces no confiaba mucho en él. Yo cogí hice mis papeles y vine. Él lo que se enteró es a las cinco de la mañana cuando ya venía porque bajó, dice que acompañarme a coger mercadería pero... yo ya me venía. Al último no podía hacer nada porque estaba todo pagado y sólo me podía dejar al aeropuerto. Bueno, a mi mamá tampoco le gustaba la idea pero lo insistí y ya me ayudó ella porque también veía que allá no se hacía nada y que cada vez crecía más la deuda. (Maribel, provincia de Pichincha, Quito, actualmente reside en Barcelona, comerciante)

Esta feminización del flujo migratorio ecuatoriano hacia España ha visibilizado dentro de estos procesos, los controles sobre la sexualidad de la mujer y su comportamiento “moral” en la sociedad de llegada; estos mecanismos de control son ejercidos por hombres y mujeres que configuran los vínculos establecidos entre ambas sociedades y adquieren fluidez gracias a la velocidad de la circulación de la información entre cadenas y redes migratorias. A partir de este momento, comienza la construcción de otra serie de representa-

ciones sociales donde continúa primando la forma en que actúan las relaciones de poder, fundamentalmente las de género, que definirán en un futuro la resignificación del proyecto migratorio en torno al envío de remesas o al establecimiento definitivo en la sociedad de llegada.

Reflexiones finales Las representaciones sociales tienen una poderosa influencia en el diseño del proyecto migratorio internacional y de las estrategias migratorias llevadas a cabo para ponerlo en práctica. Tanto el Gobierno español como los empresarios consideran a la migración extracomunitaria como una variable económica y sólo apelan a sus rasgos identitarios cuando necesitan realizar una jerarquización de inmigrantes en la construcción del “otro”. Entre tanto, mujeres y hombres ecuatorianos han diseñado un proyecto migratorio internacional sobre la base de una serie de representaciones sociales que denotan una ausencia de referencias a lazos culturales e históricos con la “madre patria”, a la cual, muchos de ellos, han tomado como una opción circunstancial e intermedia que les posibilite alcanzar el bienestar que aparentemente brindaría el “sueño americano”. Estas representaciones cambian a medida que circula la información dentro de las cadenas y redes migratorias, diversos actores manipulan y privatizan recursos sociales que en una primera etapa muestran rasgos de horizontalidad, hasta que esta apropiación de la información comienza a verticalizar las redes migratorias que influyen en la selectividad de los futuros emigrantes. Estas relaciones de poder se aprovechan de la crisis socioeconómica y política que genera una demanda de emigrantes en busca del “paraíso” laboral. La comprobación, en la sociedad de llegada, de que sus expectativas no coincidían con la realidad encontrada produce una complejización y resignificación de las representacio-

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nes iniciales que influyen en las relaciones de poder dentro del grupo doméstico, donde se negocia la salida de la mujer como primer eslabón de la cadena migratoria, decisión que involucra elementos tanto materiales como simbólicos. Por último, el análisis profundo de las experiencias cotidianas de los migrantes y de sus relaciones interpersonales nos ha permitido rebatir los argumentos y acciones con que el poder hegemónico pretende regular los flujos migratorios y controlar el mercado de trabajo mundial. A la luz de los procesos de globalización, las estrategias y los recursos sociales puestos en práctica por los migrantes para sortear y “burlar” las trabas que impiden llevar a cabo sus proyectos migratorios estarían cuestionando los límites geográficos, el cierre de fronteras y las nociones de comunidad, integración y pertenencia cultural en las cuales se refugian las retóricas de exclusión de los gobiernos europeos para marginar a los migrantes extracomunitarios de los derechos de ciudadanía, es decir, de los derechos humanos fundamentales.

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Migraciones ecuatorianas a España: procesos de inserción y claroscuros• Joan J. Pujadas* y Julie Massal** Según datos de la Organización Internacional del Trabajo –OIT–, publicados por la revista Desarrollo y Cooperación, en el año 2000 había en el mundo 120 millones de migrantes internacionales. Los países receptores eran 67, mientras que de los 122 países restantes, 55 eran expulsores netos de población.2 Lejos de disminuir, estas diferencias no paran de crecer en los últimos años, como resultado directo del impacto de los procesos de globalización sobre las economías nacionales 1 Este artículo es un avance de los primeros resultados del proyecto de investigación titulado: “Migraciones latinoamericanas a Cataluña y Andorra: mercado de trabajo, sistemas de asistencia, inserción social y dificultades para la comunicación intercultural”, que tiene como objetivo principal proponer un análisis sobre la situación de la población latinoamericana residente en Cataluña, tanto la que se halla en posesión de permiso o tarjeta de residente, como la que está llegando a España en los últimos años y meses. Se presta especial atención a la población procedente de Ecuador, cuya llegada a España es muy reciente, rápida y masiva, lo cual constituye un fenómeno inédito. ** Joan J. Pujadas es catedrático de Antropología Social de la Universidad Rovira i Virgili y director del proyecto de investigación “Migraciones latinoamericanas en Cataluña y Andorra”. *** Julie Massal es becaria postdoctoral del Programa Lavoisier del Ministerio francés de Asuntos Exteriores en la Universidad Rovira i Virgili (Tarragona, España) y es miembro del mismo equipo de investigación. 2 Si tomamos en cuenta que los países miembros de Naciones Unidas son 189, el 35,5% de éstos (67 países) son receptores de población, mientras que el 64,5% restante está constituido por países que, o bien son expulsores estructurales de población (55) o que van camino de serlo a corto o medio plazos (Fuente: Naciones Unidas, Desarrollo y Cooperación, nº 5, 2000).

En el área latinoamericana, a pesar de que países como México y Brasil poseen un gran poder de atracción para migrantes de muchos países vecinos, no es menos cierto que ellos mismos son expulsores de población. Países como Argentina y Chile han tendido a absorber también un número significativo de inmigrantes extranjeros, aunque la crisis reciente del primero de ellos ha truncado esta tendencia e, incluso, ha tendido a invertirla. En el caso del área andina, a pesar de que existen flujos migratorios en todas las direcciones, la tendencia de los últimos decenios ha sido netamente emigratoria y se ha incrementado en los últimos cinco años, especialmente (y por este orden) en Ecuador, Colombia y Perú. El objetivo de nuestro ensayo es presentar algunos de los avances del proyecto de investigación en curso, con la voluntad de participar en el debate que sobre el proceso migratorio, se desarrolla en Ecuador en los últimos años. Para ello concentraremos nuestra atención de manera específica en el análisis de las dimensiones mediática y jurídico-normativa, como vía para aproximarnos a los procesos de acomodación y reacción social que han ido generándose en Cataluña como resultado de la creciente presencia de un relevante contingente migratorio del que sobresale en los tres últimos años la población de origen ecuatoriano, cuya visibilidad es manifiesta desde el verano de 2000.

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Peleándonos con las estadísticas: ¿cuántos son y dónde viven? Hasta hace bien pocos años, los únicos ciudadanos ecuatorianos que vivían o pasaban por Cataluña eran grupos de otavaleños, dedicados al comercio o a la música callejera. Los únicos ciudadanos andinos conocidos y reconocidos eran de origen peruano. Sin embargo, desde finales de los años 90, la situación ha cambiado de manera radical. Hoy en día los ecuatorianos constituyen el grupo inmigrante más pujante en Cataluña, Madrid, Andalucía y Murcia. Las cifras oficiales de inmigración del Ministerio del Interior español sólo reflejan la evolución de la población que está en posesión del permiso de residencia. Se trata de un dato muy fragmentario, que refleja solo parcialmente la situación actual. Como muestra la tabla nº 1, (Ver anexo, p. 81) en el año 2000 los inmigrantes con permiso de residencia en España sumaban 895.720 personas, cifra equivalente a un 2,2% de la población española total. En Cataluña este porcentaje se elevaba al 3,4% y a 214.996 personas3.

Los datos del Institut d’Estadística de Catalunya –IDESCAT–, muestran, sin embargo, el significativo aumento de la población extranjera en Cataluña, especialmente en los períodos 1999-2000 y 2000-2001, con un saldo positivo de 31.261 y 65.171 personas, respectivamente, lo que equivale a un aumento porcentual de 17,0% y 30,3% (tabla nº 2, ver anexo, p. 82)4. En estos mismos períodos el incremento de la población latinoamericana en Cataluña fue todavía más espectacular: 29,6% y 49,1%. En el año 2001 los inmigrantes latinoamericanos constituyen el segundo grupo inmigrado, tras los norteafricanos que son de procedencia básicamente marroquí. Su peso es del 22,7%, mientras que el de los norteafricanos es del 33,0%. El tercer grupo es el europeo comunitario y en cuarto 3 Según el IDESCAT, la población de Cataluña en 2000 era de 6’262.000 personas. 4 Aunque no disponemos todavía de los datos de población de 2001, se puede adelantar una cifra cercana a 6’374.000 habitantes, según la tendencia demográfica de los últimos años. Sobre esta base, el contingente extranjero (280.167 personas) representaría el 4,4% de la población total.


lugar se sitúan los contingentes de origen asiático, especialmente chinos, pakistaníes y filipinos. En el año 2000 los latinoamericanos representaban, oficialmente, el 20,1% de la población extranjera residente en Cataluña, mientras que en 2001 este porcentaje se elevó hasta el 22,7%. Si analizamos los datos dentro del colectivo latinoamericano, los 5.392 ecuatorianos regularizados en el año 2000 representaban el 12,5% del total, mientras que los 15.173 ecuatorianos de 2001 suponían ya el 23,8% de latinoamericanos residentes en Cataluña. En un año, pues, la población ecuatoriana se triplica, y su peso dentro del colectivo latinoamericano se duplica. Si nos acercamos a la situación de Barcelona, la principal ciudad de Cataluña, comprobamos cómo la tendencia a la multiplicación de los efectivos ecuatorianos y andinos en el período 1999-2001 sigue la misma tónica e, incluso, se incrementa porcentualmente. Los ecuatorianos, que en 1996 representaban tan solo el 6% del contingente marroquí, ahora casi doblan la cifra de estos inmigrantes de origen norteafricano (tablas nº 4 y 5, ver anexo, Pp. 84, 85). Si sumamos los efectivos de los tres países andinos (Ecuador, Colombia y Perú), según el Padrón de enero de 2002, constituyen más del 31% del total de población extranjera residente en Barcelona capital. La distribución de la población ecuatoriana por distritos muestra su hegemonía en la mayoría de ellos (tabla nº 6, ver anexo, p. 86). A diferencia de lo que ocurre con los marroquíes, que se concentran exclusivamente en distritos obreros (Ciutat Vella, Sants-Montjuïc, Sant Andreu y Sant Martí), la población ecuatoriana está distribuida de manera más amplia por toda la ciudad, incluido el distrito central del Eixample, caracterizado por el predominio de clases medias. También sobresalen numéricamente en Gràcia y Horta-Guinardó, antiguos distritos obreros que han evolucionado hacia perfiles medios. No obstante, el grueso de la colonia ecuatoriana se concentra en los distritos obreros de Nou Barris, Sant Andreu y San Martí5. Su ausencia es casi ab-

soluta en los distritos burgueses de la ciudad: Les Corts y Sarrià-Sant Gervasi6. El conocimiento de la situación inmigratoria que nos proporcionan los censos oficiales no deja de constituir una ficción. Las estimaciones más creíbles sitúan en un 50% la población inmigrada no censada, esto es, la que carece de permiso de residencia. Como muestra la tabla n°3, ver anexo, p. 83), la población ecuatoriana residente en Cataluña en el año 2001 era de 15.173 personas, según datos del Ministerio del Interior, elaborados por el IDESCAT. Nuestra estimación de partida es que los ecuatorianos residentes en Cataluña superan ampliamente las 30.000 personas7. Sin duda, la aproximación estadística más real a los datos de población inmigrada nos la proporciona el Padrón de Habitantes, que realizan los ayuntamientos, pues inscribirse como vecino en un municipio solamente requiere del pasaporte y de un justificante de residencia. La condición de vecino tiene la ventaja de permitir disfrutar de los servicios médicos y educativos. Por otro lado, estar empadronado constituye una forma oficial de documentar la antigüedad residencial en el caso de futuros procesos de “regularización” de la población inmigrada. Estos procesos excepcionales, como los realizados en 1994 y 2000, permitieron a un porcentaje elevado de residentes ilegales emerger como residentes normalizados8. 5 Si bien no disponemos de datos, nos consta que una gran mayoría de la población ecuatoriana se sitúa en los municipios de la primera corona metropolitana de Barcelona, núcleo residencial del proletariado autóctono, surgido a partir de los años 1950. Uno de los objetivos de la investigación en curso consiste en localizar y estudiar a esta población suburbana. 6 El barrio de Les Corts sí que tiene, sin embargo, una nutrida colonia de origen colombiano. 7 Según el Padrón de Habitantes de la ciudad de Barcelona, en enero de 2001 los residentes ecuatorianos eran 8.209. Si estimamos en una cifra similar el número de residentes ecuatorianos en el área metropolitana (estimación bastante conservadora), podemos partir de la hipótesis de que solamente la región metropolitana barcelonesa superaba la cifra total que el Censo atribuía a toda Cataluña. 8 Uno de los objetivos de la investigación en curso consiste en trabajar de manera sistemática los Padrones de Habitantes de las principales áreas urbanas de Cataluña.

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Un marco legal y una política migratoria restrictivos: fundamentos y repercusiones El año 2000 nos deparó la mejor y la peor noticia sobre el marco legal en materia de inmigración y extranjería. Si el 11 de enero se aprobaba una de las leyes más progresistas de Europa (gracias a que toda la oposición parlamentaria se unió contra el gobierno del Partido Popular), el día 22 de diciembre del mismo año se aprobaba una ley retrógrada, que volvía a las mismas posiciones legales de 19859. La ley 4/00, aunque liberal en cuanto a los derechos de los inmigrantes, fomentaba un estricto control de los flujos migratorios. El cierre de fronteras, según el Gobierno, se presentaba como la ‘condición’ imprescindible para la ‘efectividad de la integración’ de los inmigrados presentes. Sin embargo, la Ley 8/00, no solamente acentúa el control de los flujos migratorios, sino que también cuestiona varios de los principales derechos y libertades de los extranjeros ya asentados; dificulta, así, la ‘integración de los inmigrantes ya presentes’. Estos cambios legales, referentes a la migración legal e ilegal, afectan de manera directa a los inmigrantes procedentes de América Latina. Las actuales ‘políticas migratorias’ entran, además, en contradicción con el principio del control de los flujos como condición de la integración de los ya asentados. Analizaremos conjuntamente los cambios en el marco legal y las prácticas sociales que acompañan a la política migratoria a partir de la siguiente hipótesis: la legislación solamente concibe al inmigrante en tanto sea trabajador y, por tanto, no se le reconocen los derechos propios de un ciudadano, con lo que se le condena a una situación de precariedad permanente. Este proceso constituye un síntoma 9 Ley Orgánica 4/2000 de Derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, reformada por la Ley Orgánica 8/2000 (Madrid, Ed. Civitas, Col. Biblioteca de Legislación, 1ª ed., 2001). De ahora en adelante nos referiremos en el texto a ambas leyes como Ley 4/00 y Ley 8/00.

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de la nueva economía globalizada europea, fundamentada en el neoliberalismo, que precisa de una fuerza de trabajo disponible y sometida10. El análisis de la legislación de extranjería y de las políticas migratorias nos permite una aproximación al conocimiento de los mecanismos sociales y políticos, a través de los cuales se pretende concretar este objetivo. El estatuto del inmigrante en el régimen general de extranjería El ‘régimen general’ es el procedimiento por el que se regulariza al extranjero en España. Para ser residente, el extranjero tiene que ser un ‘trabajador’11, puesto que el residente es un ‘extranjero que tiene un trabajo y un permiso de residencia legal’. Así es como en conjunto, el migrante viene y se inserta en España a condición de ser poseedor de un empleo o de poder conseguirlo. Del estatuto de trabajador derivan los otros derechos ciudadanos de los que dispone el extranjero. Antes de examinar detalladamente el estatuto del inmigrante trabajador y, por ende, el procedimiento de regularización, presentaremos los derechos generales reservados al residente. Se observa una restricción de los ‘derechos del migrante como cabeza de familia’. Este aspecto de la legislación actual referente a los derechos del migrante y su familia es central en la medida que refleja una concepción más o menos amplia del migrante como ‘persona’. Si bien es cierto que se reconoce el ‘derecho a una vida normal en familia o a la intimidad familiar’ (Ley 8/00, art. 16.1), lo que constituye una novedad en el derecho, muchos parámetros contradicen este principio. En especial, porque se restringe el ‘reagrupamiento familiar’, que constituye un ‘procedimiento de regularización’ para los familiares de un ex-

10 Véase al respecto: Wallerstein y Balibar (1991), sobre todo el cap. 4: “La construcción de los pueblos: racismo, nacionalismo y etnicidad”. 11 Además de la Ley 8/00 (capitulo II, art. 36-43) véase el Real Decreto 864/2001 (art. 69 y ss.).


tranjero legalmente residente en España; esto concierne al cónyuge, a los hijos menores de edad del matrimonio, y a los ascendentes de los dos cónyuges en determinadas situaciones12. El principal cambio restrictivo propugnado por la Ley 8/00 radica en el hecho de que el extranjero residente ya no puede reagrupar a sus familiares si éstos viven en España ilegalmente; de ahora en adelante, estos familiares tienen que llegar desde su país en un proceso legal de reagrupamiento. Pero ‘el residente que hubiera conseguido la residencia por reagrupamiento familiar no se beneficia automáticamente de los mismos derechos adquiridos por su cónyuge’, aún cuando este último trabaje y resida regularmente en España. Pero, el familiar reagrupado puede ‘conseguir una autorización para trabajar’, lo que le otorga la posibilidad de conseguir una residencia independiente. Por lo que respecta a la participación política, los derechos otorgados en la Ley 4/2000 han sido restringidos y se reconocen solamente a los residentes legales. Por ejemplo, ciertos derechos propios del trabajador, como son los de reunión, asociación, sindicación y huelga (Ley 8/00, art. 7, 8 y 11) se otorgan solamente a los trabajadores residentes. El art. 6 exige, junto a la residencia, el empadronamiento en un municipio, para otorgar el derecho de participación en asuntos públicos o el derecho de voto. Asimismo, los derechos a la seguridad social (art. 14), o a la vivienda (art. 13) y a las ayudas públicas en materia de vivienda, se otorgan solamente a ‘residentes regulares empadronados en un municipio’. Por lo que respecta al derecho a la educación, si bien éste se reconoce a los no residentes, se trata únicamente de la educación básica obligatoria. La secundaria o superior es accesible solamente a residentes legales o a estudiantes que tengan una autorización de estancia (art. 9 y 33). En definitiva, el migrante no se beneficia de todos los derechos de ciudadanía, hasta conseguir el estatuto de residente permanente, y esto a pesar de que la ‘Constitución Es-

pañola’ reconoce derechos sociales y políticos a todas las personas presentes en España, sin importar la nacionalidad’. Como señalan José A. Serrano y María A. Hernández (2001), la reforma del art. 3 de la Ley 4/00, consagra la “supresión de la equiparación que la Ley establecía entre extranjeros y españoles a la hora del disfrute de derechos y libertades, estableciendo en su lugar una diferenciación entre extranjero regular e irregular. Este último grupo sólo tiene derecho a la asistencia sanitaria, a la educación obligatoria, a los servicios y prestaciones sociales básicas, a la tutela judicial efectiva y a la asistencia jurídica (…)”. El estatuto de residente otorga derechos básicos pero también sociales y económicos, propios del estatuto de ciudadano. Sin embargo, el régimen general es bastante restrictivo al definir las categorías de derechos reservados al residente o al migrante reagrupado, deja al migrante “ilegal” con muy pocos derechos básicos. Además, el proceso de regularización necesario para conseguir estos derechos ciudadanos, a través de la residencia, es muy complejo, incluso para el migrante que hubiera venido legalmente, como vamos a mostrar a continuación. Es necesario remarcar, por otro lado, que la Ley 8/00 ha sido contestada por un recurso de inconstitucionalidad, interpuesto por miembros de la sociedad civil, entre ellos algunos colegios de abogados, debido a las restricciones a los derechos fundamentales de los extranjeros, ilegales pero también legales; que llevan a dicha Ley a entrar en contradicción, no sólo con la Constitución española, sino también con textos básicos como la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), ratificados por España.

12 Ley 8/00, título I, capítulo II, art. 16,17,18 y 19.

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El proceso de regularización del migrante como trabajador: del régimen general a una nueva política migratoria En la legislación actual, el migrante es definido de acuerdo a su participación, temporal o definitiva, en el mercado de trabajo. Por ello, no todos los inmigrantes pueden conseguir la residencia. Examinaremos primero el proceso de regularización del trabajador previsto por el régimen general y luego las prácticas políticas actuales. El régimen general define el proceso a través del cual el migrante trabajador puede pedir y lograr la residencia. Existe un proceso que es la ‘regularización permanente’, que permite conseguir dos estatutos: (1) La ‘residencia temporal’ es “la situación que autoriza a permanecer en España por un período superior a 90 días e inferior a cinco años” (art. 31.1). Puede conseguirse de diferentes formas: la más común es a través de la obtención de un permiso de trabajo (art. 31.2) y luego con la renovación del permiso. Este proceso lo analizamos con detalle a continuación. También podrá ser otorgado el permiso de residencia temporal a una persona que hubiera obtenido tal permiso y no hubiera podido renovarlo, así como a personas que demuestran haber permanecido durante “un periodo mínimo de cinco años” (art. 31.3). (2) La ‘residencia permanente’, se puede obtener sólo después de cinco años de residencia continua en España y con una oferta de trabajo indefinida, sin plazos. Sin embargo, también existe un proceso extraordinario de regularización, que se utilizó por ejemplo en 2001, para los inmigrantes presentes en España antes del 23 de enero de 2001 (fecha en la que entró en vigor la Ley 8/00); este proceso es el de ‘regularización por arraigo’ (art. 31.3 y 31.4 y 40). El proceso de regularización del trabajador migrante consiste, según la Ley 8/00, en ‘el derecho a ejercer una actividad remunerada’ (art. 10), que está abierto a “los extranjeros”, sin especificación de su situación administrativa. Pe-

ro, de hecho, se ve limitado por la necesidad de conseguir una autorización de trabajo. Ésta, según el artículo 36, sólo se puede conseguir al contar con el permiso de residencia o autorización de estancia. Pero, para conseguir éstos, es preciso que el migrante tenga una autorización de trabajo (art. 31.2). Aquí reside, pues, la primera ambigüedad legal, por lo confusa que resulta la descripción del proceso de regularización.13 Sin embargo, tras conseguir dicha autorización de trabajo, el migrante debe obtener un contrato de trabajo, para solicitar luego un permiso de trabajo, que le da la posibilidad de conseguir un permiso de residencia temporal, válido por la misma duración que el contrato de trabajo (por lo general, de un año). Diferentes obstáculos hacen difícil la consecución de este objetivo: la dificultad de conseguir el contrato de trabajo sin tener previamente un documento de residencia, la dificultad de renovar el permiso de trabajo, o el desajuste entre la concesión del permiso de trabajo y el de residencia, debido a las demoras administrativas en la gestión de las solicitudes. El artículo 38 de la Ley 8/00 define las condiciones de concesión de un contrato de trabajo por cuenta ajena. Antes de conceder por primera vez un permiso de trabajo a un extranjero se debe “tomar en cuenta la situación nacional de empleo”. Esto significa que, antes de conceder un contrato de trabajo a un extranjero, se debe descartar la existencia de mano de obra española, comunitaria o extranjera con residencia legal en España. Sin embargo, como veremos más abajo, esta últi13 El art. 36.1 estipula lo siguiente: “Los extranjeros mayores de 16 años para ejercer cualquier actividad lucrativa, laboral o profesional, deberán obtener además del permiso de residencia o autorización de estancia, una autorización administrativa para trabajar”. El art. 31.2 precisa: “La situación de residencia temporal se concederá al extranjero que acredite disponer de medios de vida suficientes para atender sus gastos de manutención y estancia incluyendo, en su caso, los de su familia, durante el período de tiempo por el que la solicite sin necesidad de realizar actividad lucrativa, se proponga realizar una actividad económica por cuenta propia o ajena y haya obtenido la autorización administrativa para trabajar” (las cursivas son de los autores).


ma condición no suele respetarse. Los principales cambios restrictivos del actual marco legal son los siguientes. Por un lado, los contratos de trabajo y, por ende, los permisos de trabajo son de una duración limitada, en general de un año, y no pueden ser renovados por un periodo mayor a los 5 años. Esto supone que se limitan las renovaciones de los contratos hasta un máximo de cuatro, a fin de que el trabajador no resida más de 5 años legalmente. Además, según la Ley 8/00, después de residir 5 años (si lo logra), el trabajador no puede convertir su permiso de residencia temporal en permanente. Por otro lado, existe otra limitación al derecho de residencia y de libre circulación de “los extranjeros que se hallen en España” (estos dos últimos afirmados por la Ley 8/00 en su artículo 5.1). De hecho, se trata de una ‘triple limitación’, derivada de la autorización de trabajo y, por tanto, del permiso de trabajo: estos documentos sólo son válidos en una parte del territorio, para una actividad determinada y en un sector económico particular. Sin embargo, la Ley 8/00 prohíbe que la ‘re-

novación del permiso de trabajo contemple dicha limitación’. Además, cabe mencionar que estas limitaciones fueron cuestionadas en la resolución del Ministerio de Trabajo de 23 de abril de 2002, que establece excepciones a estas limitaciones. En tercer lugar, desaparece ‘cualquier preferencia para ciertas nacionalidades’, como las que se especifican, tanto en la Ley 7/1985, como en el RD. 155/1996 (en vigor hasta agosto de 2001). Así, los iberoamericanos ya no se benefician de una preferencia legal a la hora de conseguir un contrato de trabajo por cuenta ajena; y esto a pesar de que el discurso gubernamental, pero también el de la sociedad civil y el de los empresarios, afirma una preferencia “social” por el trabajador latinoamericano, como veremos más adelante. Pero el hecho más importante que interesa destacar es el ‘cierre del régimen general de regularización’ por medio de la circular 1/2000, de 11 de enero de 2002, publicada por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, y que entró en vigor el 14 de enero de este año. Esta decisión es la consecuencia de un tratamien-

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to cada vez más estricto de la migración legal (y no sólo de la ilegal). El cierre del régimen general significa que ‘hoy en día el migrante presente en España ya no puede conseguir un permiso de trabajo y de residencia temporal, aunque posea un contrato de trabajo.’ De ahora en adelante, el único proceso de regularización es el basado en la política de contingentes o cupos, que si bien existe desde 1993, ahora se ha institucionalizado definitivamente. El objetivo inicial, al establecer este contingente era canalizar y controlar los flujos migratorios, “orientarlos a sectores que carecen de mano de obra con un proceso de tramitación más ágil y eficaz de las ofertas de trabajo que el mercado nacional no alcanza a atender” (Ybarra 2001: 290). Con el cierre del régimen general en enero de 2002, la política de contingentes se convierte en la única vía de regularización. Pero, de acuerdo con el artículo 65.8 del Real Decreto 864/2001, este proceso de regularización de trabajadores llamados a formar parte del contingente sólo se dirige a extranjeros “que no se hallen, ni sean residentes en territorio español”, lo que significa concretamente que todos los migrantes presentes en España, una vez que pierdan el contrato de trabajo y el permiso correspondiente, ‘ya no pueden conseguir la residencia sin salir de España.’ Según el artículo 39 de la Ley 8/00, el establecimiento de contingentes es “facultad del Gobierno” y su utilización dependerá “de que exista necesidad de mano de obra, debiéndose tomar en cuenta la situación nacional de empleo”. Se subraya la participación de las comunidades autónomas que deberán elevar sus demandas al Gobierno con la especificación de las características de los trabajadores que requieran, según sectores y actividades profesionales, tras consultar con empresarios y otros actores. Estos datos son tratados y complementados por diferentes entidades y en último término, por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, que debe transmitir la información al Gobierno, quien luego establece el contingente definitivo. Hay que destacar, al respecto, la multipli-

cación reciente de acuerdos migratorios con países como Marruecos, Ecuador, Colombia y República Dominicana y de proyectos de acuerdo con países como Polonia, Rumania y China. Aún cuando la composición del contingente anual no contempla ninguna cuota por colectivo nacional en favor de un determinado país, la firma de los acuerdos migratorios suscritos entre el Gobierno español y los países latinoamericanos mencionados se acompañó de la “promesa” de cierta preferencia al determinar el contingente; por ejemplo, en el caso ecuatoriano se habló de la posibilidad de acoger un flujo de 40.000 personas anuales. Sin embargo, el contingente para 2002 ofertado por España a todos los países, con o sin acuerdo migratorio, es de 32.100 plazas de trabajo (de las que 10.950 se refieren a puestos estables y las demás a puestos temporales). Lo importante entonces es saber cómo los empresarios definen sus ofertas de trabajo y el perfil de obrero que requieren, lo que influye en el tipo de migrante que va a poder venir a España con este proceso de regularización. Aquí se hace patente el desfase entre la letra de la Ley y las prácticas reales, pues, como revela el análisis de los discursos político y mediático, existe, al menos en los años 19982001, una preferencia hacia el migrante latinoamericano, respecto al magrebí. Sin embargo, aparecen discursos antagónicos respecto a la integración social del migrante latinoamericano (Murcia Acoge 2001; Gaona 2001; Pedone 2001; Oso Casas, 2000): por un lado, un discurso favorable a éste, por ser trabajador “dócil” y “culturalmente” próximo a la sociedad receptora, que lo hace más fácilmente integrable (por no decir asimilable); y, por otro lado, un incipiente discurso de estigmatización hacia los colectivos ecuatoriano y colombiano, evidenciado por la “Operación Café” de la Policía de Madrid contra las redes de tráfico de drogas y de prostitución, en que se inscribe el texto de una circular llamada “Dispositivo especial contra la delincuencia perpetrada por nacionales colombianos y ecuatorianos (Operación LUDECO)” del Ministerio de Interior, del 19 de octubre de 200114.


Estos discursos sociales antagónicos, y la contradicción entre una “percepción social” y la realidad legal que elimina la preferencia hacia los “iberoamericanos”, se reflejan a su vez en la política migratoria y, en especial, en la política de contingentes. Pero también se ilustran en las imágenes difundidas por los medios de comunicación, cambiantes por otro lado, que aparecen a la hora de dibujar un retrato del migrante latinoamericano. La visibilidad de la llegada de inmigrantes ecuatorianos a Cataluña: qué cuenta la prensa y cómo se forja la opinión pública La migración ecuatoriana en España es muy reciente y no constituye en sí misma un problema específico, pero se encuadra dentro de una visión ‘conflictualista’ del fenómeno migratorio, que ha sido creada y alimentada por los medios de comunicación y por las actitudes y declaraciones xenófobas e irresponsables de numerosos dirigentes políticos, especialmente de la Derecha. Una de las rúbricas periodísticas más usuales para tratar el tema de la inmigración es la de ‘sucesos’: la muerte en el mar de los africanos que llegaban a través del Estrecho de Gibraltar; reyertas y ajustes de cuentas entre “narcos” colombianos; el asesinato de Wilson Pacheco en enero de 2002; conflictos de base religiosa o cultural, como el rechazo social a la construcción de una nueva mezquita o el conflicto con las jóvenes magrebíes que usan el velo islámico en las escuelas. La otra rúbrica mediática en la que las noticias sobre los inmigrantes tienen carta de naturaleza es la de ‘trabajo y economía’. Las referencias constantes de la prensa a la política de contingentes o cupos suele ir acompañada de comentarios que alertan sobre el carácter masivo e imparable de la llegada de inmigrantes, que asocia las oleadas migratorias con la metáfora apocalíptica de la barca repleta de náufragos a punto de hundirse, de la 14 Texto disponible en : www.recaiz.extranjeria/es, en la Revista de extranjería, n°9.

que hablaba en su ensayo sobre las migraciones Hans M. Enzensberger: Un bote salvavidas abarrotado de náufragos. Rodeados de fuerte oleaje, más náufragos manteniéndose a duras penas a flote. ¿Cómo deben comportarse los ocupantes del bote? ¿Deben repeler o incluso cortar la mano del náufrago que se aferra desesperadamente a la borda? Cometerían homicidio. ¿Izarlo a bordo? Provocarían el hundimiento del bote con toda su carga de supervivientes. (Enzensberger, 1992: 28).

Tal es el falso dilema con el que una parte significativa de la clase política, de la prensa y los comentaristas radiofónicos (“tertulianos”) y de la sociedad civil abordan la problemática generada por la inmigración. La ‘cultura del pluralismo’ brilla por su ausencia. Las diferencias culturales provocan recelos, rechazo y miedo. Y estas reacciones de tipo defensivo son, sin duda, la antesala de la xenofobia, aunque no necesariamente del racismo. Un país de emigrantes, una antigua metrópolis de históricas colonizaciones, como ocurre con la mayoría de países en Europa, no está acostumbrado a vivir en su propio territorio situaciones de multiculturalismo. Mientras la llegada de los europeos a América es descrita como un acto civilizatorio, de toma de posesión o de conquista, legitimado política y religiosamente, la llegada de los latinoamericanos a Europa es una invasión, como la de los bárbaros que asolaron el Imperio Romano. Ya sabemos que la historia es tal como la cuentan los vencedores y en este caso no parece existir ninguna duda de que tal hazaña le corresponde a la prensa. Una prensa, no lo olvidemos, globalizada, integrada en un intrincado entramado de accionariado transnacional que hace que, el antaño plural panorama de los periódicos europeos, se convierta ahora en una salmodia monocorde, que provoca constantemente la alarma social de los lectores, al filtrar con más o menos sutileza los peligros ciertos que se derivan de esa amalgama de grupos y culturas, teñidos por el manto infamante de la pobreza.

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¿Dónde están que no los vemos? La invisible presencia de los ecuatorianos en Cataluña La notoriedad de la llegada de inmigrantes ecuatorianos a Cataluña constituye un caso evidente de cacofonía mediática. Por un lado, la capacidad de la sociedad civil catalana en identificar y diferenciar a ecuatorianos, respecto de colombianos o peruanos es casi nula. Se desconoce todo del Ecuador, tal vez excepto que las dos principales ciudades son Quito y Guayaquil. Por otro lado, la presencia de los ecuatorianos en escenarios como la ciudad de Barcelona resulta sutil y casi imperceptible. La mirada reticente y llena de perplejidad se orienta más hacia marroquíes y pakistaníes, cuya visibilidad es mucho más ostentosa, especialmente por su concentración en distritos como Ciutat Vella. Lo que se sabe de los ecuatorianos llega, esencialmente, a través de los medios de comunicación. Se sabe de su presencia en Murcia, del accidente de enero de 2001, del acuerdo firmado también el año pasado entre los dos Gobiernos. Y, sobre todo, la gente de Barcelona se acuerda nítidamente hoy de la muerte de Walter Pacheco, el día 26 de enero de 2002, a manos de unos guardas jurado de varios establecimientos del Maremagnum, el centro lúdico situado en medio del Puerto Viejo de Barcelona, una tierra de nadie urbana, ganada para la ciudad en lo que eran antiguamente instalaciones portuarias. Esta invisibilidad tiene raíces complejas, por un lado, se basa en el contraste con otros grupos mucho más visibles y rechazados (especialmente los magrebíes) y, por otro lado, tiene relación directa con el predominio de la oferta de empleo doméstico dirigida a las mujeres. Desde la década de los años 80, la llegada de flujos migratorios, compuestos esencialmente por contingentes femeninos, ha coincidido con la creciente demanda de empleadas de hogar, que compensaran la masiva incorporación de la mujer española al mercado de trabajo. La figura de la criada residente en el domicilio de los empleadores, casi desa-

parecida en la década de los años 70, vuelve por sus fueros, gracias a la aparición en escena de inmigrantes filipinas y dominicanas (años 80), después peruanas (años 90) y, finalmente, ecuatorianas, desde finales de los años 90 (Escrivá 1997; Tornos 1997, Herranz 1998). Tomando sólo la evolución del periodo 1998-2000 (tabla n°7, ver anexo, p. 87) podemos ver la desproporción existente entre varones y mujeres en el caso de las cuatro nacionalidades citadas. Estos datos contrastan con los patrones migratorios de la mayoría de inmigrantes presentes en España: magrebíes, pakistaníes o senegambianos, por citar solamente a los más importantes15. En todos estos casos la presencia femenina se produce casi exclusivamente por reagrupamiento familiar y la desproporción entre varones y mujeres invierte los datos de la migración filipina y latinoamericana. Esta tendencia es apuntada por Goldberg y Pedone (2002) en un estudio sobre la migración ecuatoriana en Murcia y senegambiana en Barcelona16. Resulta evidente, sin embargo, que la tendencia que se marca se orienta hacia el equilibrio de ambos sexos, debido al reagrupamiento familiar y al nuevo patrón migratorio que observamos en el caso ecuatoriano, donde el desplazamiento familiar se produce en un breve lapso de tiempo. Sobre el impacto de la presencia de hombres de origen ecuato15 Resulta evidente en el caso ecuatoriano el papel pionero de las mujeres en el proceso migratorio. Sin embargo, podemos comprobar cómo tiende a equilibrarse poco a poco esta tendencia (55,6% de mujeres en 2000, frente al 69,7% de 1998). Lo que indica que no se trata de una inmigración selectiva, como ocurre en los casos filipino y dominicano, en que predominan las mujeres solas, que tienen a sus familias en el país de origen. En el caso ecuatoriano se busca la migración familiar. Esto nos conduce a plantear la hipótesis de que nos enfrentamos a ‘proyectos migratorios’ que planifican un asentamiento definitivo en España. Y eso con independencia de lo que luego acabe sucediendo en realidad, esto es, de cuáles sean las verdaderas ‘trayectorias migratorias’. 16 Puede afirmarse que la mujer inmigrante queda totalmente relegada en los medios de comunicación. Una de las pocas excepciones la constituyen las referencias al fenómeno de la prostitución y a las redes de inmigración ilegal que gestionan este tipo de tráfico humano.


riano, peruano y dominicano en el mercado de trabajo existen todavía muy pocos trabajos empíricos. El caso es que, aunque existen estudios que aseguran que la necesidad de mano de obra extranjera en España puede evaluarse en 300.000 personas por año, existen abundantes ‘bolsas’ de desocupación, sobre todo masculina, tanto en áreas rurales (donde la oferta de trabajo es estacional), como en las ciudades, donde los sectores de la construcción y de servicios no absorben la oferta actual de mano de obra16. ¿Los inmigrantes son algo más que mano de obra? La imagen que ofrece la prensa sobre la situación del mercado de trabajo es que los trabajadores latinoamericanos han ido desplazando, durante la segunda mitad de los años 90, a los magrebíes, tanto en la esfera laboral rural, como en el sector de la construcción y en las empresas de servicios. La comparación entre los inmigrantes de origen magrebí y latinoamericano es constante. Junto a las noticias cotidianas sobre el naufragio, apresamiento o la llegada con éxito de los cientos de pateras que cruzan anualmente el Estrecho de Gibraltar, han sido numerosas las referencias a la forma de acceso de los inmigrantes de origen ecuatoriano. Así una noticia, fechada en Alicante en julio de 2000, que trata sobre la situación laboral de un grupo de obreros de la construcción ecuatorianos y marroquíes en una urbanización de Benitatxell, amplía la información con una entrevista a un joven albañil quiteño, quien relata la manera cómo accedió a España, a través de un viaje organizado por una agencia reconocida por el Gobierno ecuatoriano: Para salir nos dan un préstamo de 4.000 dólares, que incluye los pasajes de avión y la ‘bolsa’, un

16 El Servicio de Estudios del BBVA evaluaba en 300.000 personas las necesidades anuales de nueva mano de obra por parte de la economía española: El País, 30 de junio de 2000, p. 75.

fondo de unos 2.000 dólares. La prioridad es ganar la cantidad suficiente para pagar la deuda.17

En este tipo de noticias suele reflejarse una perspectiva entre paternalista y condescendiente, por parte de los periodistas que, a menudo, hacen referencia a las denuncias contra los empresarios que constantemente realizan los sindicatos frente a la administración. Dentro de esta línea, el mismo diario El País, destacaba de manera bastante exagerada la experiencia que está llevando a cabo Unió de Pagesos -UP-, entidad que agrupa a un buen número de pequeños y medianos empresarios agrícolas catalanes. La noticia que se comenta es la de la llegada de un pequeño contingente de trabajadoras colombianas, contratadas para participar en la recolección de la fruta en Lleida, a quienes UP pagó el viaje de ida y vuelta y proveyó de alojamiento, estableció además el consiguiente contrato de trabajo. Esta manera “ordenada” de gestionar los desequilibrios del mercado de trabajo y de marcar los países preferidos para reclutar mano de obra se pone como un ejemplo a seguir y, junto con otras experiencias de intervención de asociaciones humanitarias y de mediación, se presenta como “el modelo catalán de integración”.18 Este modelo pretende resolver el déficit de mano de obra estacional sin adquirir ningún tipo de compromiso ulterior con los trabajadores, que vuelven a sus países de origen, acabado el contrato. Lo que preocupa y se pretende evitar por parte de las autoridades son, por un lado, los supuestos costos sociales derivados de la instalación residencial de los trabajadores extranjeros en España y, por otro, los problemas de convivencia que se registran. Éstos, si bien tienen su origen en la ancestral árabo-islamofobia de la población española, tienden a extenderse hacia la mayoría de ciudadanos extranjeros no comunitarios. Junto a la faceta preocupante de la inmigración como conflicto de integración cultu17 El País, 29 de julio de 2000, p. 22. 18 El País, 9 de julio de 2000, p. 23.

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ral y a las imágenes de invasión, que tan a menudo filtran los periodistas, existe otro elemento de preocupación y alarma, que el actual Gobierno español no hace más que alimentar. Se trata de la supuesta correlación entre inmigración y delincuencia. En una polémica intervención en el Congreso de los Diputados, el Presidente del Gobierno Español, José Mª Aznar, afirmó que el 89% de los presos preventivos en el primer trimestre de 2002 eran inmigrantes. El debate y los comentarios a esta “información” no se hicieron esperar. Junto a las críticas de la Izquierda por utilizar dichos datos, fueran ciertos o falsos, para criminalizar a la población inmigrada, a lo largo de los días siguientes empezaron a llegar desmentidos con relación a los propios datos. Una de las partes que intervino en la polémica fue el Sindicato Unificado de Policía -SUP-, que señalaba que en 2001, frente a 65.000 presuntos delincuentes extranjeros, se contabilizaron más de 166.000 españoles. El porcentaje, por tanto, era de un 28%, frente al 89% esgrimido por Aznar20. Los datos oficiales del Ministerio del Interior no se han publicado tras la polémica, pero han habido filtraciones que afirman que el porcentaje es tan solo del 53%. Pero con un matiz importante, ese porcentaje incluye a los detenidos en prisión preventiva a raíz de la orden gubernamental de internar a los extranjeros en situación ilegal, como paso previo a su expulsión del país. Parece claro, pues, que a Aznar se le fue la mano al cuantificar el “problema”. La alarma social creada serviría para acallar las críticas hacia el mismo plan de expulsión. El problema más grave es que este uso partidista del miedo a la inmigración alimenta el malestar, fomenta la xenofobia, crea fracturas sociales y genera conflictos donde no los había. Como hemos señalado anteriormente, dadas las características del embrollo burocrático y legal al que se ven sometidos constantemente los inmigrados, la condición de residente legal e ilegal se va alternando, constitu20 La Vanguardia Digital, 22 de mayo de 2002.

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ye un ‘itinerario cíclico’. Junto a los recién llegados, muchos residentes “legales” se ven de repente sumergidos en la clandestinidad, cuando cualquier dificultad burocrática con el permiso de trabajo impide la renovación de su residencia. En este contexto, el ‘miedo a la expulsión’ es una constante en la vida de estas personas. Si en 2000, cuando se realizó el último proceso extraordinario de regularización de población extranjera, el Gobierno amenazó con ser estricto en la expulsión de quienes no obtuvieran la residencia, ahora ha vuelto a la ofensiva21. De las cerca de 250.000 solicitudes presentadas, aproximadamente el 80% fueron aprobadas y el 20% denegadas.22 Por lo visto hasta aquí, resulta evidente que el tratamiento jurídico y administrativo de la inmigración tiende a reducir a las personas inmigradas a una faceta unilateral, su condición de trabajadores sobre explotados, a partir de las limitaciones que conlleva la falta de reconocimiento de unos derechos mínimos de ciudadanía. La expresión más genuina de la presencia social de los inmigrantes se expresa a través del ‘asociacionismo’ y de la participación de los extranjeros en movimientos sindicales, cívicos y reivindicativos. Una movilización sin precedentes tuvo lugar en Cataluña a finales del invierno de 2001, con motivo de la amenaza de expulsión de casi 30.000 inmigrantes irregulares. Desde finales de enero hasta inicios de marzo más de 500 personas se encerraron en la Iglesia del Pí, en el casco antiguo de Barcelona, para realizar una huelga de hambre y protestar contra la política de intimidación del Gobierno. En 21 A finales de 2000, acabado el proceso extraordinario de regularización de extranjeros en España, había un contingente de 28.000 personas a quienes se denegó el permiso de residencia e iban a ser expulsadas inminentemente(El Mundo, 21 diciembre 2000). Sin embargo, a pesar del exhaustivo trabajo de hemeroteca, nada hemos podido saber del destino final de tales personas. 22 Desde el cierre de la operación extraordinaria de regularización del año 2000 hasta inicios de 2002 se registraron 615.000 nuevas peticiones de residencia, de las cuales fueron aprobadas 334.000, según información de D. Carcache, corresponsal de La Prensa Digital, 28 de enero de 2002.


primera línea hubo varias decenas de ecuatorianos, junto a inmigrantes de origen marroquí, pakistaní y europeo del Este, y otros colectivos inmigrantes menos numerosos, amén de un buen grupo de españoles, miembros de movimientos solidarios, que dieron apoyo a la movilización. Los encierros se extendieron también a otras ciudades españolas, mostraron de manera palpable que, detrás del obrero dispuesto a todo para sobrevivir, existen las personas, que reclaman unos derechos mínimos y un trato justo. Al calor de esta movilización surgió la Asociación “Ecuador Llactacaru”, cuya legalización data de julio de 2001. Ésta se centra con prioridad en el apoyo a los “sin papeles” ecuatorianos, aunque halla serios obstáculos para movilizar a sus destinatarios. El principal objetivo es asesorar a los inmigrantes sobre los procedimientos legales que les permitan acceder a la ciudadanía y a unas mejores condiciones de vida. Rechaza ofrecer ayudas económicas a los inmigrantes, opta por la concientización ideológica que conduzca a movilizaciones de tipo unitario, que eviten la fragmentación de intereses de los afectados, según su situación legal. Pues, junto a la división entre migrantes “ilegales” y “legales”, aparece la divisoria entre migrantes ya asentados, cuya situación empeora día a día, frente a la de los migrantes que llegan por medio del sistema de contingente.

A modo de conclusión provisional Desde una óptica de los derechos humanos, resulta muy preocupante la situación de endémica provisionalidad en la que viven la mayoría de los extranjeros extracomunitarios. Junto al miedo a caer en una situación de clandestinidad, por falta de renovación de su permiso de residencia, y a las duras condiciones laborales y habitacionales, se suman los ‘déficits de ciudadanía’, a los que se ven sometidos por su condición de extranjeros, al no aplicarse una concepción universalista de los

derechos individuales, que conduciría a una idea de ciudadanía universal. Del rechazo xenófobo, entendido como miedo a la diferencia cultural, se está pasando a prácticas políticas y económicas que conducen de manera inexorable hacia discursos racistas. Como tales hemos de tildar a aquellos que pretenden justificar y legitimar la persistencia de una ‘ciudadanía fragmentada y dual’, constituida por ciudadanos libres (la población nacional y la comunitaria europea) y por mano de obra sobreexplotada, reducida a una condición servil, que no puede disfrutar de la mayoría de derechos ciudadanos. No solamente se somete a estas poblaciones a una situación inhumana, sino que se corrompe el fundamento mismo de la democracia, como medio para preservar la convivencia y la igualdad social.

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1991

393.100 54.029 5.210 6.030 20.947 38.494 1.960 3.696 11.895 72.291 50.210 3.472 14.087 83.286 5.581 2.882 10.935 1.131 562 334 6.068

1992

430.422 56.298 6.160 6.080 24.025 44.286 2.395 4.732 13.030 76.244 53.489 3.951 15.392 89.031 7.550 3.564 12.304 1.266 577 502 9.546

1993

461.364 61.437 6.305 6.282 25.895 47.427 2.650 5.573 13.864 83.296 56.163 4.516 16.431 93.610 6.549 3.784 12.262 1.348 628 847 12.497

1994

Fuente: INE (Instituto Nacional de Estadística). Datos del Ministerio del Interior.

TOTAL 360.655 Andalucía 48.722 Aragón 4.702 Asturias (Princ. de) 5.774 Balears (Illes) 20.631 Canarias 34.911 Cantabria 1.749 Castilla - La Mancha 2.980 Castilla y León 10.547 Cataluña 60.800 Com. Valenciana 47.458 Extremadura 3.071 Galicia 12.598 Madrid (Com. de) 81.164 Murcia (Región de) 6.286 Navarra (Com. Foral de) 2.565 País Vasco 9.412 Rioja (La) 984 Ceuta 472 Melilla 313 Errores en CCAA 5.516

Comunidad Autónoma de residencia 499.773 67.127 6.877 6.562 28.111 53.188 2.864 6.516 14.628 106.809 57.790 5.060 16.833 93.031 7.390 4.202 13.569 1.659 776 1.083 5.698

1995

538.984 70.725 6.290 6.515 30.709 56.233 3.078 6.670 15.011 114.264 59.952 4.516 17.615 111.116 7.939 4.693 13.135 1.893 775 1.054 6.801

1996

Tabla 1 Extranjeros residentes en España, según Comunidad Autónoma de residencia (1991-2000)

609.813 83.943 9.747 7.483 32.051 58.890 3.469 9.347 17.422 124.550 64.821 7.266 19.241 115.983 9.643 4.850 15.647 2.530 903 594 21.433

1997

719.647 95.970 11.877 8.682 40.399 68.848 3.910 11.374 20.113 148.803 69.972 9.063 21.140 148.070 15.731 6.385 16.995 3.253 1.196 1.054 16.812

1998

801.329 109.129 15.449 9.522 38.959 68.347 4.546 12.739 22.908 183.736 80.594 9.784 22.523 158.885 16.319 8.131 18.622 4.768 3.439 3.038 9.891

1999

895.720 132.428 17.590 9.519 45.772 77.594 5.388 15.835 24.338 214.996 86.994 10.508 24.141 162.985 22.823 11.002 18.822 5.915 2.150 3.424 3.496

2000

Anexos

ICONOS 81


1991

1511

15070

América Norte

África del Norte

2,7%

55309

0,1%

0,0%

1992

72220

129

6526

3905

19467

1818

14531

1986

695

23163

0,0%

0,2%

9,0%

5,4%

27,0%

2,5%

20,1%

2,7%

1,0%

32,1%

1994

83278

150

7585

3557

21223

1825

18054

2308

947

27629

0,0%

0,2%

9,1%

4,3%

25,5%

2,2%

21,7%

2,8%

1,1%

33,2%

1995

104145

93

10688

7610

36503

1898

22851

1255

1827

21420

0,0%

0,1%

10,3%

7,3%

35,1%

1,8%

21,9%

1,2%

1,8%

20,6%

1997

124539

52

181

12884

7655

40895

2066

24500

1866

2184

32256

0,0%

0,1%

10,3%

6,1%

32,8%

1,7%

19,7%

1,5%

1,8%

25,9%

1998

148772

57

215

16246

9347

50925

2344

26810

2349

2731

37748

0,0%

0,1%

10,9%

6,3%

34,2%

1,6%

18,0%

1,6%

1,8%

25,4%

1999

183735

42

218

21111

12288

63813

2544

33089

2546

3825

44259

0,0%

0,1%

11,5%

6,7%

34,7%

1,4%

18,0%

1,4%

2,1%

24,1%

2000

214.996

84

196

22908

15380

75253

2449

43244

2910

6662

45910

0,0%

0,1%

10,7%

7,2%

35,0%

1,1%

20,1%

1,4%

3,1%

21,3%

2001*

280167

238

212

35635

18777

92329

3152

63685

2801

12096

51242

0,1

0,1

12,7

6,7

33,0

1,1

22,7

1,0

4,3

18,3

* Las cifras correspondientes al año 2001 han sido tomadas del Idescat. Como las categorías de distribución de la población en subcontinentes es diferente a la del INE, la población y pocentajes correspondientes a éstas son solamente estimaciones, aunque las cifras continentales totales son oficiales.

Fuente: INE (Instituto Nacional de Estadística) y IDESCAT (Institut d’Estadística de Catalunya). Datos del Ministerio del Interior.

Totales

Otros

56

8,8%

Oceanía

0,0%

Asia

27,2%

Resto de África

4878

11542

América Latina

20,9%

4,5%

2500

Resto Europa

35,7%

0,0%

19752

Europa del Este

Unión Europea

Tabla 2 Evolución de la población inmigrante con permiso de residencia en Cataluña

dossier

82 ICONOS


Tabla núm. 3 Residentes extranjeros en Cataluña. Año 2001

Francia Alemania Italia Reino Unido Países Bajos Portugal Bélgica Resto U.E. Total U.E. Resto Europa Total Europa Marruecos Gambia Senegal Argelia Resto África Total África Perú Rep. Domin. Ecuador Colombia Argentina Cuba EEUU Resto América Total América China Filipinas Pakistán Resto Ásia Total Ásia Total Oceanía Apátrida Origen descon TOTAL

Barcelona 8.150 6.884 7.535 4.621 2.249 2.255 1.072 2.412 35.178 7.627 42.805 61.638 2.663 2.007 2.322 4.846 73.476 11.940 7.183 13.594 6.040 3.889 3.041 1.861 9.303 56.851 10.527 5.222 10.339 6.786 32.874 184 15 190 206.395

Gerona 2.479 2.107 937 1.477 1.96 608 889 321 9.914 2.618 12.532 14.958 4.755 755 216 1.051 21.735 218 403 613 813 594 312 162 1.463 4.578 486 176 68 712 1.442 22 9 4 40.322

Lérida 191 83 79 82 44 310 23 22 834 2.049 2.883 3.901 506 508 720 1.134 6.769 91 309 313 552 155 137 26 365 1.948 289 9 11 63 372 0 7 5 11.984

Tarragona 1.046 1.248 692 853 498 263 547 169 5.316 2.603 7.919 8.145 34 352 429 166 9.126 125 377 653 872 349 316 104 664 3.460 610 95 77 165 947 6 6 2 21.466

Cataluña 11.866 10.322 9.243 7.033 3.887 3.436 2.531 2.924 51.242 14.897 66.139 88.642 7.958 3.622 3.687 7.197 111.106 12.374 8.272 15.173 8.277 4.987 3.806 2.153 11.795 66.837 11.912 5.502 10.495 7.726 35.635 212 37 201 280.167

Fuente: IDESCAT (Institut d’Estadística de Catalunya) . Datos del Ministerio del Interior.

ICONOS 83


dossier

Tabla 4 Evolución de la población extranjera en Barcelona (1996-2002).

Marzo 1966

Marzo 1999

Marzo 2000

Enero 2001

Enero 2002

29 354

40 903

53 428

74 019

113 809

287.7

53.8

1,9

2,7

3,5

4,9

7,6

——-

——-

Europa Unión Europea E. Central-Oriental Resto de Europa

9 407 8 412 384 611

11 289 9 851 884 554

13 316 11 185 1 542 589

16 286 12 712 2 953 621

22 924 16 211 6 006 707

143.7 92.7 14 64.1 15.7

40.8 27.5 103.4 13.8

Asia Oriente Medio Asia Central Asia Sur-Este Japón

5576 672 1 998 2 103 803

7164 569 3 428 2 639 528

9326 687 4 933 3 062 644

12 175 893 7 012 3 534 736

17 934 1147 11 604 4 302 881

221.6 70.7 480.8 104.6 9.7

47.3 28.4 65.5 21.7 19.7

África A. Norte y Magreb A. Subsahariana A. Central-Merid.

4044 3 510 451 83

6365 5 487 726 152

8181 6 786 1 180 215

10044 8 242 1 525 277

13893 11 291 2 244 358

243.5 221.7 397.6 331.3

38.3 37.0 47.1 29.2

América América del Norte América Central América del Sur

10 213 824 2113 7276

15 972 891 4376 10 705

22 488 1031 5470 15 987

35 378 1170 6985 27 223

58 944 1473 9003 48 528

477.1 71.5 326.1 567.0

66.6 20.8 28.9 78.3

Oceanía

76

81

85

99

114

50.0

15.2

Apátridas

38

32

32

37

——

Total Población Extranjera % sobre Total Población

Fuente : Departamento de Estadística. Ayuntamiento de Barcelona.

84 ICONOS

Tasa crec. 1996-2002 %

Tasa crec. 2001-2002 %


ICONOS 85

2.094

Perú

1.871

Argentina

29.354

100%

2,8%

6,4%

6,3%

2,1%

3,6%

2,4%

7,1%

10,9%

0,7%

Marzo 1996

40.903

1309

1489

2384

1382

2777

1106

4583

4982

658

100%

3,2%

3,6%

5,8%

3,3%

6,8%

2,7%

11,2%

12,2%

1,6%

Marzo 1999

53.428

1929

1750

2758

2129

3349

2288

5669

6074

2703

100%

3,6%

3,2%

5,2%

4,0%

6,3%

4,3%

10,6%

11,4%

5,1%

Marzo 2000

Fuente: Departamento de Estadística. Ayuntamiento de Barcelona. * Los porcentajes se refieren al conjunto de la población inmigrada, residente en el municipio.

P.I. Total

804

1.854

Filipinas

China

614

1.066

Pakistán

R. Dominicana

703

3.196

Marruecos

Colombia

202

Ecuador

País de origen

74.019

2460

2504

3176

3405

4136

4708

6879

7165

100%

3,3%

3,4%

4,3%

4,6%

5,6%

6,4%

9,3%

9,7%

11,1%

Enero 2001 8204

Tabla núm. 5 Datos de empadronamiento en el municipio de Barcelona. Principales países de procedencia. *

113.809

3.303

4.547

3.859

6.112

5.031

9.616

8.646

9.751

17.975

100%

2,9%

3,9%

3,4%

5,4%

4,7%

8,4%

7,6%

8,6%

15,8%

Enero 2002


dossier

Tabla 6 La presencia de los dos principales colectivos inmigrados en los distritos de la ciudad de Barcelona. Comparación años 2001 y 2002.

Año 2001 Barcelona Ciutat Vella Eixample Sants-Montjuic Les Corts Sarrià-St Gervasi Gràcia Horta-Guinardó Nou Barris 3 R. Dominicana Sant Andreu Sant Martí

Año 2002 Barcelona Ciutat Vella

ECUADOR Rango 1 2 3

10.5 11.1

MARRUECOS Rango % 2 9.7 1 17.9 1 15.4 -

1 1 1

13.1 14.8 27.3

1 1

17.1 12.6

3 3

% 15.8

MARRUECOS Rango % 2 8.6 1 16.2

ECUADOR Rango 1 -

Eixample

% 11.1

1

15

1

17.3

-

2 -

Sarrià- Sant Gervasi

-

-

Gràcia

1

17.6

-

Horta-Guinardó

1

20.3

-

Nou Barris

1

33.8

Sant Andreu Sant Martí

1 1

24 18.7

- 3 -

Fuente: Departamento de Estadística. Ayuntamiento de Barcelona.

86 ICONOS

%

1 Francia 1 Francia

2 Perú

12.9 11.2

-

Sants-Montjuic Les Corts

Otros colectivos Rango

12.3

10.8

Otros colectivos Rango 3 Colombia 2 Pakistán 3 Filipinas 2 Perú 3 Colombia 3 Colombia 1 Colombia 2 Francia, 3 Italia 1 Italia, 2 Francia, 3 Alemania 2 Colombia 3 Perú 2 Colombia 3 Perú 2 Perú 3 Colombia 2 Perú 2 Perú 3 Colombia

% 8.4 15.6 11.4 11.5 8.8 10.8 9.7

9.3 7.7 16.2 9.4 7.5 7.1 13.8 9.7 9.7


Tabla 7 Distribución por sexos de la población residente en España, procedente de cuatro nacionalidades 7 A. Cifras absolutas Año 1998

1999

2000

Sexo

Filipinas

Rep. Domin.

Perú

Ecuador

Mujer

8.570

18.270

15.562

4.746

Varón

4.664

4.945

8.296

2.068

Mujer

8.571

19.741

17.119

8.350

Varón

5.014

6.530

9.570

4.495

Mujer

8.110

18.996

17.050

17.144

Varón

4.967

7.169

10.602

13.670

7 B. Porcentajes Año

Sexo

Filipinas

Rep. Domin.

Perú

Ecuador

1998

Mujer

8.570

18.270

15.562

4.746

1998

Mujer

64,8%

78,7%

65,2%

69,7%

Varón

35,2%

21,3%

34,8%

30,3%

Mujer

63,1%

75,1%

64,1%

65,0%

Varón

36,9%

24,9%

35,9%

35,0%

Mujer

62,0%

72,6%

61,7%

55,6%

Varón

38,0%

27,4%

38,3%

44,4%

1999

2000

Fuente: Instituto Nacional de Estadística. Datos del Ministerio del Interior

ICONOS 87


Ni sueño ni pesadilla: diversidad y paradojas en el proceso migratorio1

Martha Cecilia Ruiz* Las generalizaciones, el drama y la tragedia caracterizan los discursos sobre la reciente migración de ecuatorianos y ecuatorianas hacia el exterior. Basta revisar las imágenes y los titulares que han aparecido junto a la gran cantidad de noticias y reportajes de radio, prensa y televisión sobre este tema, que generalmente empiezan y terminan con rostros de mujeres sufrientes y llorosas. Aunque parecería que se ha dicho mucho sobre la nueva ola migratoria, en realidad existe muy poco análisis y una reducción de todas las causas y consecuencias de la migración a factores puramente numéricos y económicos: cuántos han salido, cuántos han regresado, cuánto ganan en el exterior, cuánto dinero envían al Ecuador. Otra tendencia es reducir la migración a una serie de concepciones dicotómicas, que describen y encasillan las experiencias de hombres y mujeres emigrantes a un sueño o una pesadilla (un titular que se ha repetido en varios periódicos y revistas ecuatorianos), éxito o fracaso, total asimilación o total marginación. Reducciones maniqueas que no explican un fenómeno que es bastante complejo. 1 Algunas de las ideas de este artículo fueron presentadas en el Simposio Internacional sobre la Emigración Latinoamericana, en Osaka, Japón, 11-13 de diciembre de 2001. * Comunicadora y magister en Ciencias Sociales por la Universidad de Amsterdam.

88 ICONOS

El objetivo de este artículo es mostrar que las experiencias migratorias tienen motivaciones y desenlaces diversos. La nueva y masiva salida de ecuatorianos/as hacia el exterior involucra a un grupo amplio y heterogéneo de la población: profesionales y gente con poca calificación, hombres y mujeres, mestizos/as e indígenas, emigrantes en situación regular y un grupo grande que vive y trabaja en calidad de “indocumentado”. Los diversos contextos sociales e individuales que rodean a cada una de estas personas determinan sus motivaciones para salir del país e influencian su experiencia migratoria, que también está determinada por los contextos específicos de las naciones receptoras (sus políticas migratorias, oportunidades laborales en el mercado formal e informal, redes, etc.). Mi interés radica también en evidenciar algunas de las paradojas que caracterizan a los procesos migratorios, un aspecto que está muy presente en los discursos, narraciones y testimonios personales de los y las migrantes. Mi análisis toma como punto de partida las reflexiones de varias geógrafas feministas (Chant 1992; Momsen 1999; Lawson 1999, 2000; Halfacree y Boyle 1993), quienes intentan ampliar las aproximaciones teóricas y metodológicas al tema de la migración, y resaltan la necesidad de poner atención, tanto en el trabajo teórico como en el empírico, en la diversidad y las especificidades, para evitar así un análisis neutral que puede limitar nuestra comprensión de ciertos procesos sociales.


El acceso de los y las emigrantes a los mercados de trabajo, las redes sociales que mantienen y en general sus experiencias en los países receptores no son vivencias que todos y todas perciben por igual, sino que están marcadas (y diferenciadas) por especificidades de género, clase, etnicidad, origen nacional, nivel de educación o por el status migratorio de estas personas. Estas investigadoras señalan que aproximarse al tema de la migración no únicamente desde los censos y los análisis estructurales, sino además desde las historias personales y los testimonios de hombres y mujeres migrantes ofrece la posibilidad de ampliar el debate teórico sobre este tema. De hecho, algunas autoras han propuesto un “enfoque biográfico” (Halfacree y Boyle, Ibid.) al tema de la migración, pues aseguran que los testimonios de los/as migrantes tienen un potencial teórico importante: por un lado, develan aspectos poco explorados, como son las contradicciones, la ambivalencia y paradojas que caracterizan a las experiencias migratorias; por otro lado, las narrativas, argumentaciones y las experiencias mismas de los/as migrantes cuestionan las concepciones dualistas

sobre este proceso (éxito/fracaso; asimilación/exclusión). Voy a basar mi artículo en una investigación sobre los ecuatorianos y ecuatorianas que viven y trabajan en Amsterdam, Holanda, realizada entre abril del año 2000 y agosto de 2001, para la Universidad de Amsterdam. La investigación se concentró principalmente en la situación de las mujeres emigrantes y en ella utilicé básicamente métodos etnográficos. Los resultados de este trabajo, que expongo parcialmente en este artículo, recogen mi participación directa con el grupo de ecuatorianos/as en Amsterdam; mi experiencia de trabajo en una organización para migrantes hispanohablantes y, sobre todo, las historias de vida de 15 mujeres de entre 21 y 42 años, de diversos grupos étnicos. El grupo que estudié está compuesto básicamente por migrantes con educación media (al menos secundaria completa). En Ecuador, la mayor parte de estas personas tenía trabajo y dependía de sueldos relativamente bajos, pero sobre todo inestables. Debido a su reciente llegada a Holanda (cuatro años como promedio), la mayoría de estas personas no ha logrado conseguir papeles de resi-

ICONOS 89


dossier

dencia ni de trabajo y, por ende, gran parte son “migrantes indocumentados/as”. 2 Primero, voy a mostrar la diversidad que caracteriza a los procesos migratorios, me centro en el pequeño pero heterogéneo grupo de ecuatorianos y ecuatorianas que vive en Amsterdam, y que está compuesto por tres grupos principales: mujeres relativamente jóvenes y sobre todo mestizas; indígenas Kichwa-Otavalo, mayoritariamente varones, travestidos y transexuales originarios principalmente de la costa ecuatoriana. Luego voy a presentar algunas de las paradojas y ambivalencias que expresan los y las migrantes cuando juzgan su experiencia migratoria, cuando definen sus sentimientos de pertenencia o cuando intentan tomar decisiones sobre su vida futura.

Una revisión de los análisis y la información que se ha difundido en nuestro medio sobre el reciente proceso migratorio (básicamente en la prensa), produce la impresión de que los/as migrantes ecuatorianos de estratos populares y poca calificación han sido excluidos/as de la producción y el análisis teórico sobre este tema. Les “damos diciendo” lo que consideramos que es la migración y les “damos evaluando” sus experiencias en el exterior de acuerdo a parámetros que no son necesariamente los suyos. Por un lado, se da por hecho que la migración es exclusivamente un movimiento forzado por las negativas condiciones económicas de los países de origen, una “expulsión” donde poco cuenta la iniciativa personal, la acción y negociación (agency) de los/as migrantes. Esta argumentación se asocia sobre todo a las mujeres consideradas, por mucho tiem-

po, únicamente como migrantes-acompañantes, es decir, como personas que se mueven de un país a otro sólo para seguir a sus esposos o padres o, en otros casos, por ser víctimas de la prostitución forzada. No se puede negar que la migración internacional que hoy se vive en Ecuador tenga relación directa con la fuerte crisis económica y política, así como con la falta de oportunidades laborales y el acceso a salarios dignos. Si se revisan las estadísticas sobre la salida de ecuatorianos/as hacia el exterior, se podrá notar que las cifras suben justamente en aquellos años de recesión y conflicto. A pesar de este contexto específico, no se puede afirmar que la migración sea una consecuencia de fenómenos exclusivamente económicos y la decisión racional y objetiva de los y las migrantes. En sus relatos, las mujeres ecuatorianas que entrevisté pusieron especial énfasis en las motivaciones personales que tuvieron para salir de Ecuador. Entre estas razones están la ruptura de matrimonios y relaciones de pareja, la necesidad de liberarse de padres o esposos autoritarios, el deseo de “conocer otros mundos” y la necesidad de reunirse con sus familiares que ya se encuentran en el exterior. Uno de los aspectos que más se repitió en estos relatos fue la constante referencia que hicieron los tres grupos de migrantes ecuatorianos al “progreso” y el “desarrollo” como motivaciones para dejar su país de origen. Generalmente, estas nociones y anhelos tienen relación con las oportunidades, símbolos y valores asociados al “primer mundo”, y especialmente con la posibilidad de acceder a bienes materiales y aumentar la capacidad de consumo en general, lo que a su vez se convierte en una manera -quizás la única- para ascender socialmente, “superarse”, “salir adelante” y “ser alguien”, como expresaron durante las entrevistas.3

2 La migración regularizada y la migración “ilegal” no son necesariamente excluyentes, puesto que, como en el caso de Holanda, los emigrantes regularizados tienen familiares “indocumentados” y viceversa.

3 Algunos estudios sobre la migración interna en Ecuador (Radcliffe 1996; Lawson 2000) han mostrado cómo los discursos sobre la “modernidad” y el “progreso”, difundidos a través de la prensa, publicidad y planes de gobierno, influyen directamente en los flujos migratorios.

Más allá de lo económico y la tragedia

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No es posible reducir el proceso y las experiencias de los migrantes a concepciones dicotómicas: oportunidad / dolor. Aunque enfrentan situaciones dolorosas, también se enriquecen con nuevas experiencias. La migración internacional integra momentos de inclusión y momentos de exclusión, al mismo tiempo Por otro lado, se da por hecho que la migración es únicamente un proceso doloroso y trágico. Sin embargo, poco se ha explorado sobre el papel que juegan las redes sociales, no sólo al motivar a la gente a salir del país, en muchos casos a pesar de tener trabajo en Ecuador4, sino también en el hecho de reducir los costos sociales y económicos de este movimiento, al volverlo menos trágico de lo que se cree. El aumento del número de migrantes ecuatorianos en Holanda (un país que, a diferencia de España, no tiene lazos históricos, económicos ni culturales con Ecuador), no obedece únicamente a los sueldos más altos en la región norte de la Unión Europea, sino, entre otras razones5, a la posibilidad que han tenido algunos ecuatorianos y ecuatorianas de recibir la ayuda de migrantes pioneros, quienes se asentaron en ciudades como Amsterdam a finales de los años 80 y principios de los 90, y hoy ofrecen casa, comida, compañía e información sobre empleos a nuevos migrantes. 4 La oficina de recepción de solicitudes de empleo en España, a cargo de la Cancillería, encontró que el 80% de las personas que tienen la intención de migrar tienen empleo (El Comercio, 11 de abril de 2002). 5 Amsterdam se convirtió, desde mediados de los 90, en el principal punto de entrada hacia España. Algunos de los que estaban “de paso” terminaron quedándose en Holanda. 6 Burgers y Engbersen (1996) explican que la migración irregular es el resultado de la paradójica combinación entre la creciente demanda de migrantes con poca o ninguna calificación y las políticas restrictivas en contra de ellos y ellas. La contradictoria situación de los “sin papeles” en Holanda se debe también a la flexible y ambigua “cultura legal holandesa” (ver Blankenburg y Bruinsman, 1994).

También es importante tomar en cuenta que la migración irregular está marcada, desde su origen mismo, por la paradoja.6 Por eso, aunque los migrantes indocumentados están formalmente excluidos del mercado laboral holandés y no tienen acceso a servicios sociales (sólo hay dos excepciones: atención médica de emergencia y educación para menores de 18 años), en la práctica son tolerados/as, encuentran trabajo en el sector informal y acceden a ciertos servicios a través de sus redes sociales, compuestas por familiares, amigos cercanos o por contactos con organizaciones que ayudan a los migrantes sin papeles. Entonces, no es posible reducir el proceso y las experiencias de los y las migrantes a concepciones dicotómicas (oportunidad/dolor). Primero, no son seres pasivos que salen del país totalmente forzados por las duras condiciones económicas. Segundo, la migración internacional integra momentos de inclusión (oportunidades) y exclusión (restricciones) al mismo tiempo. Por eso, aunque los/as migrantes enfrentan situaciones dolorosas, también se enriquecen con nuevas experiencias. Historias diversas, desenlaces diversos Según las estadísticas oficiales, sólo hay unos mil ecuatorianos y ecuatorianas en Holanda (primera y segunda generación), y de este número, un poco menos de 300 están en Amsterdam. No obstante, como la mayor parte de los recién llegados son indocumentados/as, no constan en las estadísticas oficiales.

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De acuerdo a estimaciones de varias organizaciones de ayuda a migrantes hispanohablantes, el número real de ecuatorianos y ecuatorianas que trabajan en Holanda podría ser de tres y, en el caso de Amsterdam, hasta cinco veces más grande (unas 1.200 personas). Aunque el grupo de ecuatorianos/as que vive en Amsterdam es todavía muy pequeño, en su interior existe una diversidad bastante grande, lo que muchas veces complica la relación entre los miembros de este grupo, al crear una “comunidad fragmentada”. Hallé a través de mi investigación, que existen tres grupos principales de ecuatorianos/as en Amsterdam: - Indígenas kichwa-otavalos, originarios de comunidades rurales de la provincia de Imbabura, y con una larga tradición de migración y comercio de artesanías fuera de Ecuador. Este grupo está compuesto por una mayoría de varones, aunque el número de mujeres indígenas y solteras está creciendo rápidamente. - Mujeres mestizas, con un promedio de 30 años y generalmente con hijos (casadas, solteras o separadas), y provenientes de ciudades grandes de Ecuador, sobre todo de Quito, Guayaquil, Santo Domingo y Esmeraldas. La mayoría llegan a Europa solas y después traen a sus familiares. - Travestidos y transexuales que vienen sobre todo de la costa ecuatoriana (Guayaquil y Machala), “huyendo”, como muchos afirman, de la discriminación y la exclusión que enfrentan en Ecuador, donde la homosexualidad, e indirectamente el travestismo, estaban penalizados hasta 1998. Hay que recordar que Holanda es uno de los países con mayores derechos para homosexuales y lesbianas. La diversidad étnica, de género o por orientación sexual define las razones para migrar, las oportunidades de trabajo, los sueldos y, en general, la situación de las y los migrantes en Amsterdam. Los tres grupos coinciden en que su inserción en el mercado laboral holandés

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se da exclusivamente en el sector informal. Pero, mientras los indígenas viajan a Europa para comercializar sus artesanías y para hacer música en las calles, las mujeres mestizas se dedican básicamente a limpiar casas; y el tercer grupo, el de los travestidos y transexuales, trabaja principalmente en la prostitución7. También los sueldos y la suerte que han tenido en la ciudad estos tres grupos son diversos. Según directivos de algunas organizaciones para migrantes hispanohablantes, los travestidos y los indígenas han tenido bastante suerte en Holanda. Hasta 1996, cuando existían menos controles en la famosa “zona rosa” de Amsterdam, los travestidos y transexuales ecuatorianos hicieron mucho dinero a través del trabajo sexual. Tan bueno era el negocio que varios ecuatorianos y ecuatorianas llegaron a la zona exclusivamente para atender a los travestidos, sobre todo en la preparación de comida; de esta manera, muchos/as recién llegados/as consiguieron trabajo. No obstante, cuando los controles policiales se incrementaron, un gran número de migrantes indocumentados fue deportado. Sin embargo, unos cuantos travestidos y transexuales, los que llegaron antes de que las leyes endurecieran, consiguieron permisos de residencia y trabajo. Hoy, este grupo tiene poco contacto con el resto de la “comunidad ecuatoriana”, que los excluye constantemente. El caso indígena es también particular. Aunque gran parte de los recién llegados no tiene papeles, existe un grupo radicado en la ciudad, documentado y en goce de todos los derechos que ello implica.8 Esta situación legal les otorga ciertas ventajas sobre la mayor parte de los mestizos/as. Así por ejemplo, las 7 Las redes sociales influyen en la concentración de cierto grupos de migrantes en ciertas áreas del mercado laboral. 8 En 1992, un avión cayó sobre un barrio de migrantes, en Amsterdam. Como una forma de compensación y debido a que muchas de las personas afectadas eran migrantes indocumentados/as, el Gobierno holandés decidió entregar permisos de residencia y trabajo a estas personas. Así, 18 ecuatorianos regularizaron su status migratorio; 16 eran indígenas.


familias indígenas que tienen una vivienda estable arriendan cuartos a mestizos y mestizas que acaban de llegar a la ciudad. Entonces, como dice Flor: “mientras en Ecuador los mestizos rechazan a los indios y nos tratan como apestados, aquí [Holanda] nos buscan y nos necesitan”. Esto significa que la experiencia migratoria ha hecho que mestizos e indígenas convivan bajo el mismo techo y que, en ciertos momentos y bajo ciertas circunstancias, las relaciones de poder entre estos dos grupos se den la vuelta en Holanda; aunque la distancia entre ellos no desaparece tan fácilmente. Las especificidades de género deben también tomarse en cuenta, porque marcan y definen de manera concreta la experiencia de hombres y mujeres migrantes. Aunque algunos estudios han afirmado que las mujeres tienen desventajas y enfrentan más problemas que los varones cuando salen de sus países de origen, porque son acosadas sexualmente, forzadas a la prostitución, y, porque además, les pagan menos (Buijs 1996); lo que encontré durante mi trabajo de campo fue algo diferente. Las mujeres ecuatorianas tienen más facilidad de encontrar un trabajo estable en Holanda, por las condiciones mismas del mercado en ese país. Por un lado, existe una alta demanda de trabajo doméstico (limpiar, cuidar

niños y ancianos), debida a una mayor inserción de las mujeres europeas en el mercado laboral y al creciente envejecimiento de la población en general (Anderson 1999: 117-131). Por otro lado, y como lo explican varios autores, existe una segmentación del mercado laboral en términos de género y “raza” (Momsen 1999; Chant 1992), y esto quiere decir que ciertos puestos de trabajo (los que requieren menos calificación, los más duros y menos pagados) se han convertido en “trabajos de migrantes”, y dentro de esos, el trabajo doméstico es considerado como un espacio de mujeres. Por esta y otras razones9, las mujeres de una familia son las primeras en migrar.

Una realidad paradójica y ambivalente Aunque las oportunidades de trabajo y los sueldos más altos son aspectos importantes para valorar la estadía en Holanda, también la familia, las “raíces”, la vida social, la comida, la seguridad o el clima pueden ser factores que influyen en las percepciones que los mi9 El trabajo doméstico es más seguro para los/as indocumentados porque en este espacio no hay controles policiales, como sucede en el área de servicios o en la agricultura.

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grantes tienen sobre su vida en Holanda. La combinación de estos factores, objetivos y subjetivos, determinan los sentimientos ambivalentes de estas personas, y marcan algunas paradojas del proceso migratorio. En realidad, las percepciones personales que tienen los/as migrantes sobre su experiencia en el exterior varían de acuerdo a las situaciones que enfrentan. Las personas que no encuentran trabajo generalmente manifiestan su frustración sobre Holanda, pero si de repente consiguen trabajo, entonces sus percepciones cambian. De igual manera influye el tiempo de estadía en el país receptor: quienes llevan poco tiempo en Holanda y han encontrado trabajo perciben una repentina sensación de progreso y ascenso social, debida a los sueldos más altos que en Ecuador, las posibilidades de consumo y el acceso a bienes materiales. Sin embargo, como bien señala Segura (en ChaviraPrado 1992: 57), esta percepción no es necesariamente real sino que puede ser una “movilidad social subjetiva”, porque los recién llegados tienden a comparar sus ingresos y su condición económica con sus iguales, es decir, con sus paisanos en Ecuador (que ganan mucho menos que ellos) o con otros migrantes en las mismas condiciones (otros indocumentados, por ejemplo), pero no con la gente holandesa. Con el tiempo, los migrantes empiezan a comparar su situación con los holandeses y con migrantes regularizados, y muchas veces se sienten en desventaja. Algunos estudios como los de Patricia Pessar y Sheri Grasmuck (1991), sobre la migración internacional de dominicanos/as hacia Nueva York, muestran la compleja y paradójica realidad del proceso migratorio. Estas académicas encontraron que muchas dominicanas con una educación media y superior, que realizaban trabajos no calificados y mal remunerados definían su experiencia en Estados Unidos como altamente positiva. ¿Por qué?, porque existían otros factores que les hacían valorar su estadía en Nueva York, como el hecho de tener un trabajo remunerado, sentirse útiles e independientes económica-

mente. Por ésta y otras razones, más mujeres migrantes manifestaban su deseo de quedarse a vivir en Estados Unidos definitivamente, mientras los varones insistían en volver a República Dominicana, a recuperar ciertos privilegios que sentían perdidos. De hecho, varias de las mujeres ecuatorianas que entrevisté consideran que el acceso al trabajo remunerado, su independencia económica y su aporte a la economía del hogar han incrementado su poder de decisión y negociación dentro de sus hogares y frente a sus parejas y maridos. Incluso, algunas de estas mujeres sienten que por primera vez tienen ciertos privilegios frente a los hombres, lo que les otorga un poder que nunca antes habían tenido. Las solteras dicen, en cambio, que por primera vez disfrutan de la libertad, la independencia y de poder tomar decisiones por sí mismas. Para muchas de ellas, volver a Ecuador sería ceder todos estos logros y privilegios. Pero es necesario aclarar que todos estos procesos y cambios no se dan en forma unidireccional. En algunas ocasiones, los niveles de violencia doméstica pueden aumentar por la frustración que enfrentan algunos hombres en Holanda: consiguen trabajo con mayor dificultad y se sienten cuestionados en su sentido de masculinidad, pues asumen roles que consideran “femeninos” (encargarse de cocinar y cuidar a los niños). Así mismo, para algunas mujeres, salir de Ecuador implicó perder la libertad de movimiento, como sucedió en el caso de algunas indígenas que entrevisté, quienes relataron que en Amsterdam sus parejas, hermanos y hasta cuñados empezaron a controlarlas, adujeron que en esos países “liberales” (como Holanda) “las mujeres se dañan”. La experiencia de Flor (29) puede ilustrar esta compleja y cambiante realidad. Flor se dedicaba a la confección de artesanías en Ecuador, donde su situación económica era difícil e inestable. Aunque su esposo vivía en Holanda tres años, Flor no había pensado en migrar porque no quería separarse de su hija. Pero, las presiones constantes de su marido


hicieron que Flor tomara la decisión de dejar a su hija y viajar a Holanda hace tres años. Esta fue su primera impresión: Cuando llegué acá [Holanda] todo me parecía tan feo, no me gustaba, ver a la gente que hablaba, no entendía nada, pasaba solo llorando. [...] Quería regresarme, pero pasó el tiempo y mi suegra me dijo que Ecuador está mal, más mal. Durante dos años, Flor pasó la mayor parte del tiempo dentro de la casa, porque tenía dificultad para comunicarse y porque su cuñado controlaba sus movimientos. Después encontró un trabajo en un restaurante de comida rápida, a través de una conocida. Su trabajo consiste en limpiar los baños y cobrar a los clientes por el uso de este servicio. Flor trabaja 15 horas diarias y cuatro días a la semana. No tiene un sueldo fijo sino que recibe la mitad de lo que cada cliente paga (10 de los 20 centavos), por lo que sus ingresos son sumamente inestables: mientras en invierno puede ganar 30 o 35 dólares por día de trabajo, en verano puede recibir hasta 100 dólares diarios. Lo paradójico radica en que pese a que Flor tiene una situación económica irregular en Holanda, no tiene papeles, no tiene una vivienda estable y duerme en la sala junto a tres ecuatorianos más, ella encuentra muchos aspectos positivos en su experiencia migratoria. “Ya me siento bien porque puedo salir, ya me siento libre”, dice. Además, y en esto Flor coincide con la mayor parte de ecuatorianos y ecuatorianas en Amsterdam, la inestabilidad salarial y la falta de seguridad social que enfrentan en Holanda no son aspectos nuevos en sus vidas sino que, al contrario, se trata de problemáticas que siempre experimentaron en Ecuador. Entonces, ¿qué hace que Flor valore su experiencia en Holanda a pesar de las dificultades? Ella percibe que la gente holandesa le ha tratado bien y que en Holanda hay menos “racismo”. Otros aspectos que le hacen apreciar su experiencia migratoria son el hecho de haber conseguido un trabajo remunerado,

sentir que puede valerse por sí misma y ganar más que su esposo, quien hace música en la calle junto a su grupo folclórico. Esto dice al respecto: Ahora sí siento que gano y tengo mi propio dinero y puedo hacer lo que yo quiero. [...] Antes siempre tenía miedo. Él [su esposo] me entregaba el dinero, pero yo no podía gastar así como así [...]. Pero ahora no tengo miedo: mando [dinero] a mi hija, mando a mis padres, pero antes no [...]. Me siento bien porque puedo ayudar a mi familia.

Un “estado de betwen-ness” Frente a una situación cambiante, inestable y paradójica, que combina oportunidades y restricciones al mismo tiempo, resulta muy difícil tomar una decisión clara y definitiva entre quedarse en Holanda o regresar a Ecuador. Por ello, los planes de los y las migrantes a futuro, son bastante ambiguos. De hecho, los y las migrantes construyen sus planes, sueños, sentimientos y hasta sus identidades en relación con varios lugares al mismo tiempo. Así, tienen a su familia dividida entre Ecuador y Holanda, y mantienen fuertes lazos con Ecuador y “lo ecuatoriano” (gente, comida, fiestas, etc.) a través de sus redes migratorias (en Ecuador y Holanda), pero a través de estas mismas redes acceden y se relacionan con la sociedad receptora. Debido a esta compleja realidad, no es posible describir en forma simplista ni utilizar dicotomías, como integración/exclusión, cuando se habla de la situación de los/as migrantes en las sociedades receptoras10. Más bien, se podría describir la realidad de estas personas como un “estado de between-ness”, en palabras de Homi Bhabha (citado en Lawson 2000: 174), porque construyen y reconstruyen sus 10 Burger y Engbersen (1996) hablan de una “integración informal” cuando se refieren a migrantes indocumentado/as.

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vidas e identidades en relación con múltiples lugares y referentes al mismo tiempo. El caso de Sara (34) evidencia esta situación. Sara es una migrante pionera y vive en Amsterdam 12 años, aunque hace poco compró una casa cerca de Quito, porque dice que quiere vivir en Ecuador. Sara es bailarina y llegó a Holanda a participar en un festival de danza tradicional, cuando tenía 23 años y era soltera; desde ahí se quedó en Europa y empezó a traer a su familia. Hoy tiene nacionalidad holandesa, un esposo chileno, un hijo holandés y dirige un grupo de danza folclórica, compuesto exclusivamente por migrantes ecuatorianos/as. En la entrevista con Sara, pregunté, algo sorprendida, sobre cómo hace para combinar tantas expresiones y referentes culturales. Ella me respondió muy tranquila que “eso es cuestión de vivir cada día”. Estoy informada de lo que pasa en Holanda porque eso es necesario, porque vivo aquí y tengo que saber lo que pasa a mi alrededor [...], pero no me siento holandesa porque ni el idioma hablo bien. [...] Este es mi segundo país [...], pero no me puedo sentir holandesa. Sara dice que se siente ecuatoriana. Entonces intento averiguar cómo es sentirse ecuatoriana en Holanda, y ella responde que “una nunca deja de ser ecuatoriana” y que ser holandesa es sólo una cuestión de papeles. Yo me siento ecuatoriana porque tengo las costumbres de allá [Ecuador], porque a pesar de vivir aquí [Holanda] mantengo mis costumbres, el idioma, la comida. Nosotros comemos tres veces al día, cocinamos sopa, segundo, preparamos nuestras cosas. No tenemos los horarios de acá. [...] Mi hermana también cocina, hace yahuarlocro, cada semana algo [ecuatoriano] diferente. Aunque muchos migrantes aseguren que su identidad es innata, firme e inamovible, sus discursos y su vida misma muestran que sus

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identidades son bastante fluidas, mientras que sus sentimientos de pertenencia y deseos a futuro son ambiguos. Sara dice firmemente que su sueño es regresar a Ecuador a vivir y trabajar, porque considera que en Ecuador hay más tranquilidad, mientras que la vida en Holanda es demasiado acelerada. Pero luego Sara explica cuál sería su situación ideal. Una situación que evidencia que los/as migrantes viven entre dos mundos, con un pie aquí y otro allá. Me gustaría vivir aquí [Holanda] los meses de verano y en invierno volverme a Ecuador. Ese sería mi sueño, porque tampoco quisiera abandonar todo lo que tengo aquí. Ya hay muchas cosas que me atan acá. Es como un imán. [...] La gente que he conocido [...] Las cosas que estoy recibiendo del país [...]. Las facilidades que hay aquí de obtener cosas. [...]. Quisiera que mi hijo crezca en Ecuador, pero quisiera que estudie la universidad aquí en Holanda.

Algunas conclusiones breves Resulta difícil marcar una división clara entre “migración voluntaria” y “migración forzada”. Generalmente, la decisión de migrar combina motivaciones e iniciativas personales, como la necesidad de “realizarse” o “conocer otros mundos”, con condiciones políticas, sociales y económicas que “empujan” a la gente a salir de su país de origen. En este artículo, he intentado mostrar la combinación de estos elementos, para evidenciar que las experiencias de los/as migrantes son diversas e incluyen oportunidades y restricciones al mismo tiempo. Más que analizar la manera en que la sociedad holandesa recibe, acoge o excluye a los y las migrantes ecuatorianos, he intentado en este artículo, proponer una mirada hacia dentro y mostrar las diversas maneras en que la sociedad ecuatoriana excluye a un grupo grande de la población, y no sólo en términos


laborales y económicos sino también por su género, etnicidad u orientación sexual, y evidenciar cómo estas diversas formas de exclusión e impedimentos para la realización personal de mujeres, indígenas u homosexuales pueden convertirse en motivaciones para salir del país. Con esto he querido mostrar que existe una estrecha relación entre migración y exclusión social. Al mismo tiempo, en mi investigación en Holanda encontré que la experiencia migratoria ha brindado a muchas/os migrantes una oportunidad para negociar (no necesariamente trascender) las fronteras de clase, etnia o género. Así, las rígidas jerarquías sociales que existen en Ecuador (entre hombres y mujeres, indígenas y mestizos, homosexuales y heterosexuales) se reproducen en el contexto holandés, pero al mismo tiempo, y bajo ciertas circunstancias, estas divisiones pueden alterarse. Esta situación ha sido calificada como positiva por mujeres migrantes que, por primera vez, tienen iguales o mejores oportunidades de conseguir trabajo que sus parejas y maridos, o indígenas que sienten iguales ventajas y desventajas que los/as mestizos/as, cosa que no sucede en Ecuador. En este contexto, es importante pensar en políticas más transparentes y realistas frente al tema de la migración, que no homogeneicen las diversas realidades migratorias y reconozcan la existencia de una migración irregular, restringida y censurada por un lado, pero necesaria y tolerada, por otro. Así mismo, estas políticas no deben reducirse a leyes y controles migratorios o fronterizos, sino además a lo que Mármora (1990: 6) traduce como el “derecho a no migrar”, es decir, a la necesidad de implementar y sostener políticas económicas y sociales que permitan que las personas se desarrollen en forma digna -en cuanto a opciones laborales y salarios justos, pero también en cuanto a respeto e igualdad de oportunidades- en su país de origen.

Bibliografía Anderson, Bridget, 1999, “Overseas domestic workers in the European Union”, en Janet Momsen, (ed.), Gender, migration and domestic service, Routledge, London. Blankenburg, Erhard y Freek Bruinsman, 1994, Dutch legal culture, Kluwer Law and Taxation Publishers. Burgers, Jack y Godfried Engbersen, 1994, “Globalisation, Migration and Undocumented Imigrants”, en New Community, 22 (4), p. 619-635. Buijs, Gina (ed.), 1996, Migrant women: crossing boundaries, changing identities, Berg Publishers, Oxford. Chant, Silvia (ed.), 1992, Gender and migration in developing countries, Belhaven Press, London. Chavira-Prado, Alicia, 1992, “Work, Health and the Family: Gender Structure and women’s status in an undocumented migrant population”, en Human Organization 51, p. 53-64. Grasmuck, Sherri y Patricia Pessar, 1991, Between Two Islands: Dominican International Migration, University of California Press, Berkeley. Halfacree, Keith y Paul Boyle, 1994, “The challenge facing the migration research: the case of the biographical approach”, en Progress in Human Geography, 17, p. 333-348. Lawson, Victoria, 1999, “Questions of Migration and Belonging: Understanding of Migration under Neoliberalism in Ecuador”, en Journal of Population Geography 5, p. 261-276. ————, 2000, “Arguments within Geographies of Movement:The theoretical Potential of Migrants’ Stories”, en Progress in Human Geography, 24 (2), p. 173-189. Mármora, Lelio, 1990, “Derechos humanos y políticas migratorias”, en Revista de la OIM sobre Migraciones en América Latina, 8 (2/3), www.oim.web.cl/ Momsen, Janet (ed.), 1999, Gender, Migration and Domestic Service, Routledge, London. Radcliffe, 1996, “Gendered Nations: nostalgia, development and territory in Ecuador”, en Gender, Place and Culture 3 (1): 5-21

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Ediciones de FLACSO - Ecuador

Género, propiedad y empoderamiento: tierra, Estado y mercado en América Latina Carmen Diana Deere y Magdalena León FLACSO-Ecuador - PUEG, 2002

En América Latina el logro de la igualdad formal de hombres y mujeres ante la Ley en los derechos de propiedad no ha implicado necesariamente una igualdad real. Este discrepancia, cuyas consecuencias pueden advertirse en muchos campos, se manifiesta de modo particularmente agudo en el tema de la tierra, pues mientras los códigos civiles consignan el derecho a la propiedad de hombres y mujeres, en la práctica esa igualdad se ve desmentida por toda clase de interferencias culturales, políticas y económicas. Uno de los propósitos de esta obra es el de comprender esta desigualdad y sobre todo identificar los factores que impiden el acceso y el control de la tierra a las mujeres rurales de nuestro continente. Las autoras demuestran que la desigualdad de género en la propiedad de la tierra se debe a tradiciones fuertemente arraigadas en la familia, el Estado y el mercado; tan grande brecha no solo es perjudicial para el bienestar de las mujeres, sino para el logro de una verdadera igualdad entre los géneros. En este sentido, la propiedad de la tierra es crucial para el empoderamiento de las mujeres, sobre todo si se tiene en cuenta la relación entre propiedad de bienes y capacidad de negociación en el hogar y en la comunidad.


DEBATE


Psicoanálisis, Filosofía y Ciencias Sociales

Rodrigo Tenorio Ambrossi* La sabiduría es con mucho la primera de las condiciones de la bondad Antígona

Este artículo pretende dar continuidad a los trabajos sobre Ciencias Sociales y psicoanálisis publicados en el número 13 de ÍCONOS. Más que comentarlos busco introducirme en algunas de sus líneas de fuga para continuar con otras reflexiones que a veces van en el mismo sentido del original, otras en vía opuesta o, simplemente, transitan sus propios senderos. Los autores han acudido al pensamiento lacaniano cuando mencionan al psicoanálisis. Esta es una ventaja porque unifica ciertos criterios. Pero también es una desventaja pues dan la impresión de que el psicoanálisis comienza y termina en Lacan. Ya Braunstein (1990: 33) no tuvo reparo en afirmar que “el inconsciente, se sabe, no es de Freud sino de Lacan”, con lo cual canonizaba la enseñanza lacaniana como única y verdadera. Si algún reparo podría formular a los textos sería que carecen de una visión crítica al respecto. Ya no es dable seguir con la cantaleta del “retorno” a Freud de un Lacan que produjo porque no repitió a Freud sino que siguió adelante tratando de construir nuevos conceptos que facilitaran la comprensión de los misterios del * Psicoanalista. Profesor de la PUCE. Investigador social.

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sujeto. El “sean ustedes lacanianos si lo desean porque, en cuanto a mí, soy freudiano” del anciano Lacan de Caracas, no es más que uno de sus tantos aforismos intrascendentes. No es necesario lacanizar ni a Freud ni al psicoanálisis para legitimar las teorizaciones. Roustang (1989) ve a Lacan como un buscador de conflictos insolubles para la construcción de un sólido edificio para que nadie se atreva contra él: “Entre más problemas insolubles y callejones sin salida encontraba en su búsqueda, más pretendió hacer de ellos las piedras angulares de su sistema”. Para Clément (1987), una de sus biógrafas, Lacan aparece como el héroe de una tragedia griega, “modelo estilístico y teórico que se sitúa fuera de toda distancia”. La pasión de la autora la impulsa a colocar a su héroe en los lugares de una cosmogonía en la que aún no se distinguen con claridad ni los dioses ni los animales. Leclaire (1983: 25) ya habló de los encantamientos que se rompen cuando algunos, como él, se decidieron a recuperar su capacidad de criticar y crear. “Es perturbador percibirlo a usted tratando de dar lenguas a las tripas, cuerpo a las palabras, uncido todavía a producir el psicoanálisis. Pero en lugar de lo percibido, es el malentendido lo que reina”. La pasión tiende a disminuir el sentido oblicuo de la mirada que permite rescatar el sentido de los contornos de la luz y las líneas de las imágenes que van no se sabe a dónde. El héroe, cuanto más trágico, más coloca a los espectadores al borde del abismo. Edipo apenas si quiso ser la resurrección real de un


muerto imaginario en el deseo y en los fantasmas de Layo hasta su encuentro con la misma espada con la que él, el padre, había ordenado asesinarlo. Freud y Lacan lo pasaron por alto. Habría sido interesante que Gutiérrez lo tomara en cuenta cuando se refiere a las variaciones del sujeto, pues no es lo mismo hacerse desde el parricidio que desde un filicidio que lo antecede.

Lacan y la Filosofía Platón, Descartes, Spinoza y Hegel constituyen su gran basamento filosófico. Pero también invitó a otros, en especial a Heidegger, a un banquete en el que Platón oficia de maestro de ceremonias acompañado por un Berkeley, cima del idealismo, a quien ofrece alabanzas que no tuvo para otros: “Es indudable que si Berkeley no hubiera sido uno de mis primeros alimentos, no hubieran sido posibles muchas cosas” (Lacan 1981: 124). ¿Qué es el psicoanálisis? ¿Una teoría de los modos de producción de sujeto? Pero sujeto del inconsciente, añadiría enseguida Lacan, es decir, una teoría que versa sobre el “discurso inconsciente”(1966: 632). Ahora bien, no es posible un discurso inconsciente pero sí sobre lo inconsciente que es desconocido hasta que deviene consciente. Para Freud, el psicoanálisis no solamente no es una filosofía sino que, además, se opone a ella. Una oposición radical e irreconciliable en la medida en que la filosofía versa sobre aquello que el saber analítico desconoce y, desconoce lo que el psicoanálisis estudia, a saber, el inconsciente. Como lo dicen en El yo y el ello, los filósofos sencillamente son incapaces de entender la idea de un inconsciente psíquico, les es inconcebible un hecho psíquico que no sea consciente. Aclaro que Freud se refiere a la filosofía que va desde Descartes hasta Husserl y que asimila de manera total el ser al ser-representado por y en un sujeto. Ese ser que, en el caso de Berkeley por ejemplo, termina siendo percepción pura: esse est percipi. Pero no acontece lo mismo para la filosofía contemporánea que con-

sidera a Freud uno de sus inspiradores privilegiados (Derrida, Rorty, Lyotard, Foucault). Según Lacan, la obra freudiana fue cartesiana. Una afirmación que no se compadece con la diferenciación realizada por Freud entre el psicoanálisis y la Filosofía. El sujeto de la certeza ¿acaso no contradice la noción misma de inconsciente propuesta por Freud para quien el sujeto del cogito es justamente el sujeto de la Filosofía, el de la conciencia que, al presentarse en su obviedad construye la certeza del ser del que piensa y lo construye en tanto realidad ontológica? Parecería que esta separación marcada por Freud se desvanece en la obra lacaniana pues nunca abandonó la reflexión filosófica que le condujo a decir, en 1979, ante sus atónitos discípulos: “esta historia, hay que decirlo, bastante loca, que se llama el inconsciente; y el inconsciente es, quizá, un delirio freudiano”. Con el ánimo de no involucrar demasiado a Lacan con la filosofía, Juranville (1992), cree que el discurso filosófico debe diferenciarse del discurso metafísico y del discurso empirista, como si la metafísica y el positivismo no pertenecieran a la Filosofía. Sin embargo, al Discurso sobre el deseo inconsciente, lo equipara con el discurso filosófico para deducir que el verdadero discurso filosófico es “aquel que toma en serio la situación constitutiva de la Filosofía, es decir, la interro-


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gación que le es propia” (Juranville Ibid.:17). Para Lacan, ubicado en ‘El Banquete’, el ser de aquel que formula la pregunta matriz de la filosofía se encuentra volcado hacia el saber de un bien absoluto que es la verdad y el saber al mismo tiempo. El ser de aquel que pregunta es el deseo. En esta nueva ontología el deseo es el ser. En el Seminario XX (1981), al ser se lo define como “substancia deseante”. El término “sustancia” ¿no abre, acaso, la puerta para mostrarnos las habitaciones de la metafísica? Si el bien absoluto es el objeto de deseo y el sujeto es el deseo, ¿cómo podría darse esta apropiación? Lacan responde que este bien absoluto [lo divino] no es el objeto sino la causa del deseo (Spinoza). El deseo atrapa al ser sin que nada pueda liberarlo de su pasión absorbente en su propia idea. Para decirlo de otro modo, como Spinoza, la idea clara y distinta del deseo destruye el ser que sustenta el deseo que, a su vez, queda reducido a pura enunciación. En última instancia, el deseo se toma a sí mismo como sujeto en una tautología irreductible. ¿Hace todo esto del psicoanálisis una filosofía o un discurso filosófico? Milner (1991: 343) no duda en hacer del psicoanálisis una nueva cosmología: “El psicoanálisis es en el fondo una doctrina del Universo infinito y contingente”. Responde Lacan en “Ornicar?” (1978 14: 4-9): “El psicoanálisis no es una ciencia. No tiene estatuto de ciencia, no hace más que aguardarlo y esperarlo. Es un delirio, un delirio del que se espera que porte una ciencia. (...) Es un delirio científico, pero no quiere decir que la práctica analítica nunca portará una ciencia”. Finalmente, Juranville termina reconociendo que la teorización de Lacan sobre el inconsciente “no puede rechazar a la filosofía sin más ni más” (1992: 49). El psicoanálisis ni fue ni puede transformarse en una filosofía. Sin optar por una epistemología demasiado optimista ni demasiado pesimista, la cuestión de fondo es que a la Filosofía no se la busca. Ella nos encuentra, se mete en los lugares más recónditos de nuestra existencia, nos sale al encuentro el rato menos pensado. Su verdadera palabra no es

más que un signo de interrogación que representa un sistema de anzuelos ocultos en nuestras aguas apacibles o turbulentas, diáfanas o turbias. Por mi parte, sostengo que convertir al psicoanálisis en una antifilosofía es romper lanzas contra los molinos de viento. La Filosofía no resuelve la duda, la ahonda, como una broca que va en pos de la veta más importante en la mina a sabiendas de que nunca llegará a ninguna verdad pues ésta deberá ser construida y no hallada en cada caso. Como anota Lyotard (1989: 79), “La filosofía se falla a sí misma, no funciona, vamos en su búsqueda a partir de cero, la olvidamos sin cesar, olvidamos dónde está”. Filosofar es repetir una y otra vez la pregunta en cada época de la vida y en cada momento de esta historia que se hace sin sujeto. En esta repetición hace presencia una potencia del lenguaje y del pensamiento (Deleuze) como característica fundamental a la Filosofía contemporánea. Lo que se repite no es la respuesta, sino el asombro que hace estar tan cerca de nosotros a Kierkegaard y a Nietzsche. Tutivén Román, toma demasiado en serio la antifilosofía sin rescatar la duda que el mismo Lacan señala en la cita: “En cierta forma esta expresión <antifilosofía> exige también poner a prueba hasta dónde conviene sostenerla o no”. Lacan mantuvo una sabia posición de pescador que lanza la red sin saber qué pescará. Su formación hegeliana influenció toda su construcción teórica e hizo que optase por los términos contradictorios en una dialéctica a veces errática, como cuando se refería a la dialéctica del sujeto sin señalar qué acontecía con el inconsciente en ese momento de desaparición de su sujeto. No es, pues, “el agotamiento” de la Filosofía lo que funda el psicoanálisis, sino la necesidad de responder, de otra manera y con otros lenguajes a algunas de sus preguntas. En esta misma línea, Antonio Aguirre considera que los matemas constituyen uno de los mayores éxitos lacanianos porque así cerró el paso a las dudas y a los equívocos, al tiempo que permitió localizar con precisión las causas del síntoma. Precisamente por esto se han criticado y re-


chazado los matemas porque no es posible cerrar en una fórmula lo que corresponde al orden de lo imaginario, del deseo, del goce, de la falta. A causa del estructuralismo, Lacan pensó que al matematizar sus conceptos, haría del psicoanálisis una ciencia. El psicoanálisis es posible cuando “opera en el sujeto” una nueva frontera entre el saber y la verdad, estas fronteras que Aguirre querría borrar al alterar la expresión de Lacan que no dijo: yo el saber hablo, sino: “Hombres, escuchen, les entrego el secreto. Yo, la verdad, hablo” (Lacan 1966: 408), basado en el concepto de verdad como autoenunciación. Cuando desaparecen las fronteras del significado y aparece el horizonte abierto de los sentidos y da lugar a nuevos juegos de lenguaje (Rorty 1991) y a la construcción de nuevas metáforas que permitan construir verdades con los síntomas y los sueños entendidos como juegos de lenguaje, pues no se analiza el síntoma para descubrir su verdad, sino para construir las verdades del deseo y de sus avatares en el sujeto. ¿Estarán Cerbino y Gutiérrez de acuerdo con Tutivén que cita a Milner, para quien “el psicoanálisis sólo habla de una cosa: la naturaleza” a la que se le presenta como contingente y absoluta al mismo tiempo, cuando las disciplinas sociales hablan de la cultura y sus producciones contingentes? Tutivén coloca a la antifilosofía (el psicoanálisis) en diálogo con las filosofías, como la heideggeriana, que “han asumido la condición de <ser en el mundo> como una condición de errancia contigente y necesaria”. Recordemos que el ser-en-el-mundo es contingente en tanto existencia deleznable, ser-parala-muerte. El ser platónico es ser absoluto perfeccionado por la Verdad y el Bien. Lacan es un platónico errante que un día quiso hallar hospedaje en la casa de Heidegger, sin lograrlo porque Heidegger no lo aceptó pues sabía que “arreglaría” su casa con decoración hegeliana. Heidegger lo veía anticuado, no solamente por su estilo sino por ciertas ideas y por su persistencia en acudir a Hegel. Así escribe a su amigo Boss: “Sin duda usted también habrá recibido el grueso libro de Lacan.

Por ahora, yo no tengo tiempo para leer este texto claramente barroco”. “Le envío lo más rápido que puedo una carta de Lacan. Creo que el psiquiatra necesita de un psiquiatra.” (1966: 4, 12,66). Tutivén dice: “Lacan encontró en la lectura de Heidegger resonancias de su propio trabajo para hallar las condiciones del advenimiento de ser en el El psicoanálisis es posible seno del discurso”. El cuando ‘opera en el sujeto’ sujeto-ser-existente una nueva frontera entre el heideggeriano no es sujeto barrado por el saber y la verdad. Cuando corte de la ley de la aparece el horizonte abierto castración y la fatui- de los sentidos. No se dad del deseo, sino sujeto enlazado a la analiza el síntoma para contingencia del descubrir su verdad, mundo y del tiempo. sino para construir las La falta en el sujetoverdades del deseo y ser no se produce por los efectos del primer de sus avatares en el sujeto y único significante que atraviesa al sujeto sujetándolo a los órdenes de la cultura y que lo golpea, como una barra al significado, sino por su finitud ontológica. Quizás era esto lo que Heidegger temía se dijera que “con Heidegger la filosofía atraviesa a la Filosofía” y que, “como Lacan con su antifilosofía, Heidegger quiere salir de la Filosofía dejándose atravesar por ella”. Parece arriesgado ligar filosóficamente a Lacan con Heidegger, primero porque Tutivén se esmera en colocar a Lacan no solamente fuera de la Filosofía sino en la antifilosofía. Y luego porque Heidegger no sale de la Filosofía, enfrenta al idealismo alemán no con una antifilosofía sino con una nueva filosofía que le permite responder al esencialismo y a la metafísica con la ontología existencial. No sé con qué artificios dialogales y con qué propósito se acercará la antifilosofía a la Filosofía. No hay la tal antifilosofía: “En suma, per-

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dónenme la infatuación, lo que intento hacer con mi nudo es nada menos que la primera filosofía que parezca sostenerse” (Lacan 1983). Lo que sí existe es la infatuación de quienes, como Jambet (1991: 155) pretenden que los demás se traguen muelas de molino sin atorarse: “si la Filosofía puede continuar, dar un pasito hacia adelante, será gracias a la reforma lacaniana del psicoanálisis” puesto que su objeto ya no podrá ser el ser en tanto ser, sino en tanto no lo es, es decir, en tanto no ser. ¿Qué diría ahora al demostrarle la imposibilidad lógica del nudo borromeo? Para Popper (1994), filosofar no consiste en resolver puzzles lingüísticos ni en crear cosmogonías agudas y raras. Con Pierre Macherey (1991) preguntaría a Tutivén si será posible el psicoanálisis sin Filosofía. Más aún, considero que parte de las inquietudes de Roudinesco (2000) sobre el porvenir del psicoanálisis se resolverían desde un psicoanálisis epocal ligado al pensamiento filosófico contemporáneo y sin inútiles anacronismos.

Los laberintos del sujeto Al comienzo fue Dios, luego el hombre, dice Forbes (1991: 316) y ahora el inconsciente transformado en la función de lo infinito. Lo que antes correspondía a Dios, ahora le pertenece al inconsciente. Así comenta un texto de Televisión: “el inconsciente es infinito. En su lugar se cruzan el infinito y lo contingente. Dicho de otra manera, es de un contingente como tal del que procede el infinito”. Credo quia absurdum o la magia de hacer nada con palabras. Sin embargo, aquí se halla el origen del sujeto que no es otro que el sujeto del inconsciente-deseo. En la sabiduría absoluta se confunden el saber y el ser, el desear y el ser de lo deseado, tal como se lee en “El Banquete”, Hegel construyó la identidad sujeto-objeto, del para-sí y del en-sí, que permite que el deseo se cumpla en el solo acto de ser pensamiento del sujeto que es el objeto de su deseo. El objeto de deseo es un alter ego que entroniza en tanto ele-

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mento indispensable para toda identidad. El espíritu es mismidad, ser para mí, conciencia de ser. Ahora bien, dada su condición de ser finito, el ser humano no podrá ser consciente de sí sino al tomar conciencia de la muerte, (Koyève 1947: 242). Deseo y muerte se confunden en una unidad especular. “Lo que desea el Deseo humano es el Deseo como tal, en su pura e insaturable vacuidad”. El sujeto lacaniano carece de este carácter absoluto pues se encuentra dividido y refundido en el poder del significante que lo representa ante otro significante. Es, pues, un sujeto ausente de sí mismo, que desaparece en su acto de enunciación. Para explicarlo, modifica el enunciado cartesiano por otro que dé cuenta de esta ausencia que es, supuestamente, lo que acontece al niño al reconocer su imagen en el espejo: “Yo pienso en donde yo no soy, en donde yo soy, allí yo no pienso”, y en el Seminario XI (1964) será mucho más explícito: “Por cierto, a toda representación le hace falta un sujeto, pero este sujeto nunca es puro. (...) No hay sujeto sin que, de alguna manera, se dé una afánisis del sujeto” (1964: 201). Si el sujeto se opaca e incluso desaparece en la enunciación, ¿qué queda del inconsciente? Borch-Jacobsen (1991) asegura que nada es más constante en el pensamiento de Lacan que su ruptura con toda concepción del inconsciente que le haga aparecer como un “otro” de la conciencia representativa. Y a propósito cita el siguiente texto de Escritos (1966): “El inconsciente no es una especie definitiva en la realidad psíquica a la que le cerca aquello que no posee el atributo (la virtud)”. El sujeto asoma como efecto de este acto reflexivo iniciado en el estadio del espejo cuando el niño dice <eso soy yo> transformando una proposición perceptiva -imposible en un infans- en una performativa. Ese soy yo, palabra (proposición) que representa a un sujeto reducido al lenguaje, forma gráfica de la conciencia reflexiva que hace de la palabra imagen fundante. Decartes (1954): “Esta proposición; Yo soy, yo existo, es necesariamente verdadera todas las veces que la pro-


nuncio o que la concibo en mi espíritu”. Lacan: “Decimos que es lo que toma su lugar a nivel de la enunciación lo que produce su certidumbre al Cogito” (1964: 128). Es la repetición del otro hasta llegar al Otro del lenguaje y de la cultura, como señala Cerbino, en el cual se ancla la verdad del enunciado y, por ende, la del sujeto. ¿Hasta qué punto el sujeto lacaniano se ha redimido de la metafísica, como sostiene Gutiérrez? Quizás el sujeto de Lacan podría ser tomado como un sujeto social, pero no desde lo que el lenguaje y el Otro significan en el Seminario XX (1981). Por otra parte, los conceptos de la sociología y del psicoanálisis pertenecen a campos distintos. Gutiérrez analiza las propuestas de Touraine a partir de un doble principio, de los cuales el segundo me parece cuestionable porque implica un deslizamiento de carácter epistemológico. Totalmente de acuerdo en que “la sociología errará su sujeto si no se redefine como disciplina que considera la acción del lenguaje y el discurso en la constitución de los sujetos”. Pero esto no quiere decir que este sujeto se convierta en el sujeto del inconsciente pues temo que así se desbaratarían las relaciones sociales que se convertirían en un inútil diván psicoanalítico. Gutiérrez acepta la premisa lacaniana de que el sujeto de la ciencia está forcluido y así analiza la lógica de la cultura en Lévi-Strauss. Afirmar que el sujeto de la ciencia está forcluido es introducir un cuestionado concepto en el campo epistemológico de un corpus teórico diferente. Sencillamente, la ciencia carece de sujeto en el mismo sentido en el que la historia se hace sin sujeto. Esta carencia nada tiene que ver con la forclusión pues no se trata de una representación que debiendo haber estado se encuentra ausente porque nunca estuvo ni estará. Es más pertinente ligar al sujeto de la Sociología con el pensamiento filosófico, como lo hace Foucault, lo cual lleva al autor a afirmar que la genealogía del sujeto moderno se produce en el poder, aclarándole que Foucault no habla de “tecnologías del sujeto” sino de “tecnologías del yo”, pues no se

predica lo mismo del yo que del sujeto. Touraine coloca la subjetivación en la conflictividad, entendida como los enfrentamientos del ser a las normativas de la vida social. Sin embargo, preocupa un sujeto volcado sobre sí mismo que puede reducirse al solo deseo de ser individuo entre los otros o a un proyecto de vida. Un sujeto social para quien la lengua es comunicación, no podrá caer en un autismo tautológico. No se ve por qué para Gutiérrez la propuesta de Touraine de mirar al sujeto “como actor” de lo social, implique el retorno al sujeto hegeliano de la conciencia reflexiva, pues no presenta ningún argumento que justifique su sospecha. Sería preocupante una “complicidad”, con el término de Cerbino, entre el idealismo alemán y una sociología que pretenda explicar las construcciones sociales del siglo XXI. Por otra parte, la conflictividad no surge del enfrentamiento a las normas sociales sino de la contingencia e incertidumbre del ser. Cerbino considera que los aportes de la teoría analítica al análisis sociológico deberían entenderse en términos de complicidad. Quizás así pensó Freud cuando afirmó que ninguna psicología -incluido su psicoanálisismerecería el nombre de tal, si no terminaba siendo psicología social. Sin embargo, la subjetividad especular se opone a la propuesta de entender la diferencia desde la captación de las “complejidades que las múltiples posibilidades de reconocimiento o desindentificación que el sujeto opera cuando se relaciona con la diferencia” que propone Cerbino. Los comentarios de Appadurai que cita el autor, refuerzan la urgencia de construir la subjetividad desde la diferencia puesto que de los contrastes es de lo que se trata. Entendiendo la diferencia no de cosas sino la dialogal, la que surge de las proposiciones (Lyotard 1991). La oposición y la alteridad son recursos escatológicos del sujeto y de la cultura. Los verbos no se conjugan por oposición. La conjugación da cuenta de relacionalidades intersubjetivas en las que el reconocimiento de la diferencia es la condición. Los tiempos verbales remiten a las formas-de-estar-en-el-mun-

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do-tiempo de un sujeto consigo mismo y también con el otro. Se trata de la referencialidad del ser a otro ser que poco tiene que ver con una ontología escóptica y anulante. Entonces sí es posible la construcción de la verdad, es decir, de ese tropel de metáforas (Nietzsche) para hacer del mundo el habitar poético de Höderlin. En Éloge du pluralisme dans la connaisance, (Gori 1999) ofrece una nueva visión de la clínica desde las diferencias de los lenguajes y la hermenéutica. La clínica no es otra cosa que una hermenéutica a la que corresponde la deconstrucción de los relatos y su reorganización mediante las prácticas de lenguaje aptas para producir nuevas significaciones. La interpretación que no es en sí misma sino un nuevo relato, hará que el psicoanálisis permanezca subordinado a una estructura de ficción narrativa. Por otra parte, Gagnepain (1995) propone una antropología clínica que tome por objeto el funcionamiento de la racionalidad a partir del lenguaje, sostenida en la interrelación de las palabras y las cosas (Foucault). Esto no justifica per se la clínica etnográfica de Cerbino pero ciertamente nos obliga a pensar en ella como un trabajo hermenéutico. Pero sobre todo, nos conduce al principio de que en la contemporaneidad ya no existen cajas fuertes para guardar el saber y la verdad, cuyas claves posee un grupo de privilegiados o de inspirados.

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El auge de la Filosofía Política como síntoma

Roberto A. Follari* El sorprendente auge que ha ganado la Filosofía Política en la última década ayuda a comprender una serie de fenómenos, pero requiere a su vez ser explicado. La apertura de temas, el surgimiento de algunos autores o la abrupta reconsagración de otros, la imposición generalizada de determinadas bibliografías han ido “naturalizando” una situación que nada tiene de natural, en tanto resulta contrastante con el peso relativo que esta disciplina había guardado en tiempos anteriores. La inflación un tanto súbita de la problemática, merece de por sí una reflexión. De modo que ante el interrogante de si no existe un pensamiento único en la Filosofía Política -pregunta sin duda presente hoy en día-, cabe tal vez examinar primeramente si la centralidad de la Filosofía Política (al margen de sus diversas corrientes o de sus contenidos específicos) no puede ser pensada ella misma, como parte de tal condición unificadora en el plano del pensamiento al que asistimos en tiempos de globalización. Porque ciertamente no sucede que uno encuentre a todos los pensadores apelados en la Filosofía Política situándose en posiciones homólogas entre sí: dada la discusión entre neo contractualistas y partidarios de la “pri* Profesor de grado y posgrado, Fac. de Ciencias Políticas y Sociales, Univ. Nacional de Cuyo (Mendoza, Argentina).

macía de la política”1, o la muy conocida entre comunitaristas y liberales, o la establecida entre diferentes tipos de liberalismo (desde Tocqueville hasta Hayek), sería difícil sostener que los autores -presentes o pasados interrogados desde el presente- se sitúen en posiciones similares. Y tampoco me parece que pudiera afirmarse con rigor que sus discusiones sean irrelevantes: desde el rechazo de Arendt al totalitarismo, hasta la búsqueda de un consenso procedimental por Habermas, plantean a su manera problemas cuyas soluciones podemos o no compartir en cada caso, pero que no resultan fútiles o carentes de significado frente al presente. Sin embargo, una cierta sospecha puede levantarse sobre este inesperado auge de la palabra filosófica. En tiempos en que desde el análisis científico-empírico tanto como desde la práctica política se encuentran pocas alternativas efectivas que aporten a lo existente, no es casual que se apele de pronto a la discusión de principios, fundamentos y nociones abstractas acerca de la vida buena o la socie1 Conflicto presente, por ejemplo, en la elección a favor de la primacía de la política que hace Chantal Mouffe, en diversos artículos (1999).

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dad deseable. Puede tratarse de un escape a los cielos, de una sutil remisión a la idealidad, a partir de la impotencia en el plano de la proposición de transformaciones reales. Es la función que Marx en su tiempo, adscribió a la religión: buscar consuelo en el distante mundo de las ideas. Porque es innegable que los caminos La curiosa "autonomía de lo para la transformapolítico" pensada sin ción social se ven hoy economía y sin sociedad considerablemente cerrados. No es sólo concreta, permite suponer la el grado de concenindependencia de la Filosofía tración, fluidez y Política con relación a la movilidad que ha alcanzado el capital en Teoría Política. Ésta debería su nueva fase de heser en primera instancia, gemonía financiera, "ciencia" de lo político, con también se suma el un imprescindible compo- fracaso de las opciones previas (socialisnente ideológico-filosófico mo real, populismos latinoamericanos, socialdemocracia), a más de la falta de convocatoria que ellas promueven actualmente en el plano político. Hay que agregar el redoblamiento de las dificultades para articular políticas desde el Estado (debilitado por el aumento de peso de lo económico), a su vez se complica también hacerlo desde una sociedad que se preocupa poco por lo proyectual, transida por la postmodernización cultural y la virtualidad mediática2. Si a esto sumamos el fracaso de intentos como lo fueran en su época el eurocomunismo y luego la Tercera Vía, se advierte que el problema no es sólo de procedimiento en cuanto a cómo lograr atraer hacia una política alternativa, sino sustantiva: ¿cuál es el modelo de esa sociedad diferente? Creo que se comprenderá fácilmente que 2 He tratado la cuestión de cultura mediática y neoliberalismo en otras oportunidades (Ver: Follari 1999).

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lamentablemente- no es ésta la pregunta que campea hoy en la Filosofía Política. Ésta parece situarse en un definido post marxismo donde aún posiciones como las de Laclau y Mouffe (Laclau 1996; Mouffe Ibid.) están más cerca de la lógica pura que del análisis social, y del pensamiento de lo político en abstracto, que de su articulación estricta con las emergentes condiciones socioeconómicas que establecen su efectivo horizonte de posibilidad. Marx había abandonado la Filosofía como espacio específico del pensamiento que pudiera disociarse del análisis interno de las condiciones sociales y económicas. El materialismo histórico no requería un Dia-mat para justificarse, y cuando este último apareció, constituyó una clara regresión hacia la metafísica previa. El materialismo rechaza pensar la moral, la noción de felicidad humana o el valor del arte, fuera de las condiciones sociohistóricas específicas en que dicho pensamiento tiene lugar. Pensar sin ese anclaje es pensar de forma idealista. Si se toma en cuenta este punto, este retorno de la Filosofía puede resultar sospechoso. La ligazón filosofía/economía aparece allí totalmente desplazada, y las relaciones mutuas que el marxismo italiano de los años 70 y 80 solía realizar brillantemente entre ambos planos (Gargani 1981; Cacciari 1994) han desaparecido por completo del horizonte de comprensión, acusadas de reduccionismo o mecanicismo. Y no es que no hubieran existido autores reduccionistas o mecanicistas desde lo económico, esto lo sabemos hasta el cansancio. Lo problemático reside en invertir simplemente la ecuación: suponer que lo económico pueda depender de la solución política (lo cual es en parte cierto, pero sin duda deja fuera la eficacia de las medidas económicas en cuanto tales) o peor -y actualmente lo más usual-, suponer que ambos espacios carecen de toda relación de peso entre sí. Esta curiosa “autonomía de lo político” pensada sin economía y sin sociedad concreta, permite suponer la independencia de la Filosofía Política con relación a la Teoría Política.


Teoría Política que debería ser en primera instancia, “ciencia” de lo político, con un imprescindible componente ideológico-filosófico constituyente3. A su vez, ciencia de lo social que es la base de la ciencia de lo político: Marramao entrevió con claridad que una teoría política sería válida sólo si era capaz de representar la complejidad social y su morfología (Marramao 1982). Al interior de este análisis científico de lo social opera lo filosófico, como nociones acerca de la buena sociedad que orientan la perspectiva, y como principios epistemológicos de ordenamiento conceptual. Se trata, entonces, de una filosofía no autonomizada, retirada de aquel lugar clásico de Centro del Sentido que le concedió la metafísica. No el fundamento único ni último, sino el acompañamiento imprescindible al conocimiento científico, en tanto este último no puede responder a determinadas preguntas acerca de lo bueno, lo deseable del significado de la experiencia humana personal y colectiva. La Filosofía Política camina en sentido contrario, pretende establecer por sí sola los principios abstractos que orienten hacia la sociedad deseable. J. Bidet ha entrevisto bien el problema: “Sobre sus escombros [del marxismo] ...hoy se pueden ver florecer toda clase de síntesis fofas, entre las cuales las de la más triste figura, son sin duda las reformulaciones social-liberales del marxismo en términos de teoría de la justicia o del contrato social” (Bidet 2000: 6); es decir -podemos interpretarreformulaciones realizadas en términos de Filosofía Política, ya sea rawlsiana o neorroussoniana. Búsquedas de la sociedad ideal, al margen de las concretas determinaciones que las divisiones de clase y las nuevas modalidades que la sociedad capitalista establece en el ámbito planetario. Inútiles búsquedas, que practican a menudo el retorno a un ontologismo sorprendente: sin duda que el campo de quienes se sienten tributarios del marxismo no es ajeno a estas tendencias. Si no, véase el “acon3 Sobre la constitución de las Ciencias Sociales a partir de creencias y convicciones (ideologías) (Ver: Follari 2000)

tecimientalismo” de Badiou, ubicado más cerca del derrideanismo que de cualquier análisis social4, para el cual la reformulación de lo político alcanza tal grado de desmaterialización en relación con la estructura y dinámica de lo social, que no es aventurado señalarlo como un retorno a la filosofización idealizante también presente en Derrida5. Es cierto que si bien en Marx no había Filosofía Política, ni Filosofía autonomizada en general, tampoco había Teoría Política. La idea de que las clases sociales subordinadas se orientarían por sí mismas hacia modalidades de acción política emancipatoria salvaguardaba la autonomía en la toma de decisiones de esos sectores sociales, pero no ofrecía clave alguna para aventurarse en esa práctica con un mínimo de demarcación teórica. Ligado esto a la noción de derrumbe del capitalismo, parecía innecesario ocuparse de los procedimientos políticos que lo establecerían. Pero a fines del siglo XIX el derrumbe no acaecía y -por el contrario- el Estado había aprendido a acolchar las luchas obreras a través del sindicalismo, y del otorgamiento de una serie de mejoras en las condiciones de vida dentro del capitalismo. Ya los obreros tenían mucho más que sus cadenas para perder, y no se veía avance alguno de las fuerzas revolucionarias. Esta es la conocida situación que lleva al génesis de la II Internacional, de la cual surgen por una parte el reformismo de Berstein, y por la otra, la noción centralizada del partido revolucionario de profesionales, sostenida por Kaustsky y Lenin. Este último sintetizaría conceptualmente la propuesta (Lenin V. [1902] 1939), que luego sería practicada en la organización del Partido bolchevique, y en el asalto al Palacio de Invierno. Propuesta vanguardista y que otorgaba autonomía al partido con respecto de sus supuestos representa4 Ver por ejemplo el texto de A. Badiou (Badiou citado por Abraham 1995) 5 Los trabajos de Derrida tuvieron un formidable filo crítico inicial, que ha ido desandándose hacia la repetición y la saga irrelevante en la medida en que el autor fue ascendiendo en la consagración académica. He intentado un análisis de esta trayectoria (Ver: Follari 2000ª).

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dos, lo que derivaría primero en la burocracia y luego en el terror; pero que ciertamente hoy analizamos desde un horizonte histórico muy diferente al de su surgimiento. En aquel momento, constituyó una respuesta que parecía plausible ante la falta de movilización de masas, esa movilización que preveía como cuasi fatal la teoría de Marx. Pero en un error histórico enorme, Lenin no advertía que el fin no justifica los medios, y que éstos operan obviamente como fines en sí mismos (es decir, materialmente no importa en absoluto si quien los pone en práctica los toma como fines o como mediaciones), de manera que los instrumentos elitistas para promover a las masas, sólo recondujeron al dominio por nuevas elites, sólo que más bárbaras que las anteriores, en tanto ensanchaban su supuesta legitimidad con la aducida “representación del proletariado en su conjunto”. En todo caso -y en condiciones hoy renovadamente complejas- el desafío que hoy exige la historia es parecido a aquel, entonces mal resuelto “pensar lo político”. Pero ya no sólo como conjunto de procedimientos, sino como reconjugación de las formas de organización y combinación de las prácticas sociales. Es decir, lo político enclavado en lo social, pensado desde las formas de la socialidad misma. Esas que están cambiando fuertemente, y que estamos lejos aún de poder representarnos. Los “mapas cognitivos” de Jameson vienen aquí a cuento. Si el búho de Minerva vuela al anochecer, la enorme transformación histórica a que asistimos se hará plenamente configurable sólo en el final del proceso de ordenación privatista de la existencia al que hoy asistimos. Pero ello no nos exime ni de la lucha diaria, ni de la necesidad de escrutar y ver en la incertidumbre las zonas de definición que vayan resultando posibles. Lo imperdonable sería renunciar a conceptuar lo social, y refugiarnos en las idealidades de la Filosofía y lo deseable pensado en abstracto. Más útil sería una teoría de sistemas como la que usa Morin, una noción del cambio en términos del

caos según Prigogyne, en fin, lo que la ciencia y la epistemología nos indican, es siempre aquello tendiente a producir concepto, claramente distinguible de la meditación sobre principios extrasociales a menudo formulados a priori.

Tiempos de “desfundamentación” Lo curioso es que estos tiempos de “desfundamentación” que vivimos, podrían ser muy fecundos para acabar con la metafísica del pensamiento des-situado. Esta época que algunos preferimos denominar “postmoderna” (con relación al campo de la cultura) (Jameson 1991), se caracteriza por la pérdida de la remisión a principios orientadores últimos, o a nociones trascendentales a la experiencia singular. Sin duda que ello plantea algunos problemas lógicos (es imposible pensar lo singular sin generalizaciones implícitas), no pocos en los planos de la ética y la cultura (como la pérdida del espacio de subjetividad desde el cual la responsabilidad se constituye). Pero no es nuestro tema aquí el clima cultural de estos tiempos: lo que nos importa destacar es que él posibilita pensar sin remisión a la metafísica, en tanto nos encontramos por vez primera desde los albores de la modernidad, con el espacio para rechazar las certidumbres, los llamados “primeros principios”, las supuestas evidencias en la sustentación. El “clima cultural” ha depositado efectos en el espacio de la Filosofía, ha llevado a autores como Vattimo a sostener el final del énfasis, y del fundamento. Por ello, el surgimiento de un pensamiento de la oscilación (Vattimo 1994), para el cual la tolerancia y la diferencia serían conquistas irrenunciables. Creemos que éstos son logros de época, en los cuales la filosofía postmoderna no hace otra cosa que celebrar y plagiar a la realidad efectivamente existente. Verdad es que tenemos hoy más tolerancia a la diversidad, pagada -no puede ser de otro modo- con la pérdida de las identidades. También lo es que ya


no creemos en nada de manera fanática y asentada en asumidas seguridades, pero también lo es que faltan convicción y voluntad en la constitución de los sujetos políticos individuales y colectivos, como correlato necesario de lo anterior. Pero ante esta nueva y contradictoria realidad, hay más facilidad para dejar fuera los pensamientos metafísicos tradicionales. Resultan hoy ajenas al “espíritu de época” las pretensiones de universalizar modelos ideales, y más aún las de suponer criterios de “deber ser” que orienten con fuerza por encima de las tendencias objetivas de la economía. Desde este punto de vista, creemos que es una excelente ocasión para pensar no-metafísicamente. Es esa -glosamos aquí a Vattimonuestra oportunidad histórica. Fortificada con el peso que han adquirido las remisiones a Nietzsche y a Heidegger, que pueden ser interpretadas en clave dialéctica de “sentido-deépoca”. A lo que ha colaborado -sin duda decisivamente- Derrida. Todo lo anterior debería movernos hacia un rechazo de la lectura descorporeizada de la Filosofía Política. Ésta habla de problemas reales, pero piensa en soluciones ideales. Piensa “donde la cosa no está”, como sugería Lacan. Pone la conciencia en el lugar del desconocimiento o -lo que no es mejor- en el del conocimiento fragmentario y parcial. Porque, ¿de qué nos sirve pensar la política como lo sublime del ágora según Arendt, frente a sociedades de la exclusión donde la gran mayoría no puede acceder a la condición de ciudadanía? ¿De qué vale el pacto social cuando hay quienes no están socialmente integrados, y por tanto son obviamente ajenos a las condiciones del pacto? ¿Sobre qué situación ideal de habla podríamos pensar seriamente en la América Latina actual conformada por desposeídos, excluidos, desocupados, que no hablan -de lo público- siquiera en condiciones no ideales, dado que están fuera del juego político explícito? Por supuesto que lo dicho no significa que debamos abstenernos de pensar hasta esperar que la situación de los excluidos esté solucio-

nada. Por el contrario, hay que pensar para que algún día pueda solucionarse. Pero habrá que hacerlo en términos de no-fundamento, de no asunción de principios apodícticos y a priori en relación a la Historia. Es desde ella y con ella que se aprende y se piensa, y ello exige un más allá de la Filosofía, que la época podría muy bien afrontar. Por cierto, el ma- Ante el avance de las terialismo es el que telecomunicaciones, entre permite pensar que la mentalidad que hoy otros factores, la subjetividad desecha los funda- se modifica radicalmente. mentos (y que así Los sujetos se sostienen en abre espacio posible creencias cambiantes. para huir de la Filosofía especulativa), de- Los valores se enraízan viene de condiciones débilmente en sujetos materiales específicas débilmente constituidos, de la contemporaneidad. La mentalidad permeables a flujos nuevos que da lugar al post- que los redefinen y modifimodernismo teórico, can permanentemente surge de la desustancialización de la conciencia y del yo que se viene dando en nuestros tiempos debida a los cambios en las prácticas sociales en general, y muy especialmente en las comunicacionales. Ante el aumento del tamaño de las ciudades, la velocidad que permiten los viajes, la desterritorialización de la experiencia por el e-mail, la TV cable y la Internet (entre otros múltiples factores concurrentes), la subjetividad está modificándose radicalmente. Asistimos a sujetos móviles, de sostenimiento en creencias cambiantes. Es decir, ya los valores se enraízan débilmente en los sujetos, pues éstos mismos están débilmente constituidos, son permeables a flujos nuevos que los redefinen y modifican permanentemente. Podemos asumir así que hay una base material de las modificaciones habidas en la subjetividad, es decir, que hay un requisito

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debate

objetivo que establece las nuevas condiciones del yo y de las identidades. Todo esto -decisivo para el análisis de lo que pueda realizarse en lo ideológico y político en esta épocada a la vez la base material desde la cual la superación de la metafísica se hace más plausible. Asistimos a una época histórica en la que el predominio de lo visual se ha instalado de manera efectiva y absoluta6. Una época donde triunfa la virtualidad, y hay un exceso de simbolización con relación a la condición del mundo real. Universo donde la hipertrofia de lo cultural es el signo dominante, en tanto la cultura se ha enraizado en la economía política concreta (formando parte del proceso infraestructural), a la vez que ha densificado su presencia en la vida cotidiana de los sujetos, saturándolos de mensajes de todo tipo, y enclavándolos de ese modo dentro del proceso del consumo (como ideología de nuestro tiempo, que ya no requiere posiciones valorativas ajenas al consumismo como tal). Es esta megapresencia de lo cultural lo que algunos autores han advertido7, donde la cultura se vuelve “recurso”, expediente, incluso el horizonte de sensibilidad en que se inscriben hoy la mayoría de los artistas, intelectuales, científicos y hasta empresarios (las publicidades de Benetton son un buen ejemplo). Es aquí donde la tradición de un materialismo amplio y no dogmático (que incluya la materialidad del signo y la subjetividad, pero no renuncie a pensar la dialéctica histórica de lo social como estructurante) se separa de aquellas posiciones que asumen la época en absoluta especularidad con ella. Es decir, las posturas teóricas que son más un síntoma de las condiciones materiales del presente, que un análisis de éste. Es ese el caso de los estudios culturales y de muchas de las posiciones que en un amplio marco se reclaman “postmodernas”. La mayo6 Este tema ha sido trabajado desde diversas perspectivas (Ver Baudrillard, J. 1991; Jameson, F. 1999; Virilio 1994) 7 Sobre esta “inflación” de la cultura ver: Jameson 1999; Júdice 2000.

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ría de estos desarrollos tienden a una celebración acrítica de lo hoy existente, y asumen la pérdida de referencia a una cuestión tan decisiva como es la del poder. Es este el suelo donde la Filosofía Política alcanza las posibilidades para su auge: un espacio donde la hiperpresencia de los signos puede hacer sentir una supuesta inmanencia de éstos, su independencia en relación con cualquier realidad material o social. Pueden, paradójicamente, volver a Hobbes o Aristóteles muy fuera de los tiempos que les resultaron propicios. Pero su “retorno” viene en un envase histórico nuevo: es el de la liviandad de un espacio de las significaciones que se escinde de aquel que corresponde a las restricciones que lo real propone. En un tiempo de sobredimensión de los signos, podemos olvidarnos de las realidades, y volver a pensar en los principios sin enclave histórico concreto, aun cuando también sin el compromiso valorativo “duro” que acompañara a la remisión filosófica en épocas anteriores a los años 60. Sólo así puede explicarse la asunción de Carl Schmitt desde autores que se plantean postmarxistas, sin demasiada necesidad de explicaciones sobre los peligros que podría engendrar esa referencia8. La sintomatología de la época nos lleva, entonces, a dos polos diferentes, ambos ampliamente aceptados en los estilos académicos de nuestro tiempo. Por una parte, el particularismo relativista extremo propio de los estudios culturales, y ciertos postmodernistas: para ellos el saber es tan situado, que sólo vale con relación a condiciones muy específicas, y nunca más allá. Ello conlleva una pérdida del valor de la teoría, y consecuentemente el de los intelectuales en general, que pasan a ser considerados (al menos explícitamente, ya que esto es sostenido por intelectuales mismos que se mantienen dentro de la academia) como supuestos detentadores de la Gran Teo8 Es el caso de la apelación de Mouffe (Ibid.) a Schmitt . Para una lectura actual de Schmitt ver: Molina y Campos (2000). El tipo de interpretación de “post-ideológica” de mentores del totalitarismo de derechas también se verifica en este último caso.


ría, pretenciosos dueños de saberes supuestos, que estarían por encima de los del conjunto de los sujetos sociales. Con ello -y en un gesto muy propio de estos tiempos- se renuncia al sitio epistémico de la teoría, y se avanza hacia un difuso espacio de narrativas sin (explícita) pretensión de conocimiento. En el otro polo, pero posibilitada por la misma condición cultural y social, se halla la Filosofía Política, especulación general sobre los principios regulativos y la sociedad deseable, sin control empírico y con pretensiones de universalidad a veces transhistórica. Tendríamos aquí la cara opuesta al minimalismo culturalista: un saber que incluso puede superar la remisión a las peculiaridades situacionales y las diferenciaciones casuísticas, para plantear las condiciones generales e ideales de organización de lo social, y de lo político como su modalidad de ordenamiento y distribución del poder. La Teoría Política que proponemos no está en ninguno de estos dos polos. Rechaza la noción puramente ideológica de superar el academicismo mientras se sigue realizando la práctica en la academia (propia de los estudios culturales y los postmodernismos): sólo la superación de la división social del trabajo aboliría el privilegio de los teóricos (mas no el de la teoría sobre la mirada de sentido común). Pero también se opone al universalismo idealista propuesto como puro “deber ser”, más allá de las facticidades concretas. Y con ello limita el “privilegio epistémico”, en el sentido de que no existe demiurgo alguno que pueda pensar la sociedad deseable al margen de sus condiciones históricas concretas, y particularmente, económicas. Se trata, entonces, de recuperar la inmanencia como principio fundamental de la dialéctica. ¿Qué queremos decir con ello? Que no pueden pensarse los puntos de vista, los valores, lo deseable, como principios extrahistóricos estructurantes, que se aplican desde fuera a la Historia para analizarla (es lo que hace, por ej. Habermas). La nostalgia por una fundación segura del conocimiento, por contar con principios claros y distintos

de orientación, conlleva un retorno a la metafísica que está hoy más presente que nunca en la historia de la tradición misma que Marx inaugurara. Ello se da por un lado, por la falta de respuesta suficientemente pautada para problemas centrales, que en otros tiempos se consideraban como solucionados por la teoría (por ej. ¿cuál es la sociedad deseable?). Pero también por la condición de época a la cual nos estamos remitiendo: son estos tiempos especialmente adictos a los principios etéreos y el pensamiento sin anclaje, ese que vaga en una hermenéutica interminable de interpretaciones sobre interpretaciones, dada la inflación de signos en que estamos inmersos. No soy el primero en advertirlo. Jameson lo plantea con claridad: la hipertrofia de la cultura, la reaparición de la ética como disciplina normativa, y el auge de la Filosofía Política son los síntomas de este tiempo. Nos dice: “...en la reanimación conceptual del mercado y su dinámica enfrentamos, en realidad, una resurrección más general de la Filosofía misma, en todas sus formas académicas y disciplinarias más anticuadas”...”con la ética, más que nada, como si Nietzsche, Marx y Freud nunca hubieran existido”. Y más adelante: “...la resurrección más significativa y sintomática de una disciplina filosófica pudo insinuarse en el vacío dejado por los nuevos tabúes sobre Marx: me refiero al retorno de la Filosofía Política” (Jameson Ibid.: 130 a 132). Sobre la ética habría mucho qué decir, pero nos limitaremos a señalar su proliferación extraordinaria: desde un Lipovetski que viaja a la Argentina a dictar cursos de ética para empresas, a protagonistas del pensamiento crítico como Dussel, que en un libro de erudición admirable entiende necesario proponer una ética material desde la comunidad de las víctimas (Dussel 1998). Proyecto que supone la necesidad de establecer una ética, de proponer valores desde los cuales se pueda tomar partido en la Historia a partir de una definición axiológica preconstituida. Como en alguna ocasión pude indicar a este autor, Marx nunca escribió una ética que pudiese

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debate ser separada de su corpus. Y ello no por falta de tiempo o de atención, sino por ser extrínseca a la conjugación de los valores dentro del proceso histórico mismo: donde la negación práctica que los condenados de la tierra implican, se plasma en conciencia de sí. La cual es siempre imperfecta, fragmentaria, no transparente, renuente a una síntesis plena, y más si ésta es planteada desde algún discurso teórico externo. No es el caso de Dussel, pero podría advertirse en general el retorno al individualismo que se esconde tras la llamada generalizada a la ética. Desaparece la referencia a los condicionamientos estructurales, y se retorna así a la concepción voluntarista tradicional del sujeto, por la cual serían las decisiones racionales y electivas de cada uno las que en su combinación sostendrían el peso del tejido social. En el caso de la Filosofía Política el retor9 Aquí nos oponemos claramente a la tesis expuesta por Quiniou (2000)

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no es, como ya hemos señalado, un síntoma. Es verdad que lo político ha perdido autonomía, y que por consiguiente, ha perdido remisión a valores diferenciales. Todos los partidos se parecen entre sí. Por tanto, parece necesario infundir desde el pensamiento teórico, la cuestión de las finalidades: aunque por supuesto, es de advertir en cuán poco los políticos ponen atención a la Filosofía Política y –a su vez- cuán poco ésta nos permite comprender las causas de la acción de quienes practican la política. Por todo lo dicho, no concordamos con quienes creen necesario proceder a la fundación de principios valorativos trascendentes que se pongan por fuera de la Historia para en su nombre, ubicarse frente a ella9. “Ya” estamos en la historia, siempre-antes desplegados en ella: no podemos pensarnos “frente” a ella, sino co-construidos por su decurso. Por tanto, no se requieren principios trascendentes, salvo para la mente del filósofo o el intelectual. Ello no resulta necesario para entender mejor el proceso histórico, y sí puede alejarnos de asumir la determinación interna de sus condiciones (las que -por supuesto- implican la negatividad. Lo que propongo no es una suerte de comunitarismo de izquierdas, dado que si bien es cierto, los valores son internos a tradiciones, ellas resultan conflictivas en términos de bloques sociales antagónicos y de múltiples contradicciones adicionales). No estamos llamando a abandonar la Filosofía Política. No es que sus problemas sean simplemente falsos, o irrelevantes. Más bien estarían pensados sin la inclusión del suelo socioeconómico en el cual también se dirime la cuestión. El problema -por ejemplo- de si el Estado debe sostener una noción de la buena vida o ser sostén “neutral” de diferencias al respecto, no es de ninguna manera una cuestión sin significado o sin importancia, tenemos que afrontarlo. Pero el desafío será hacer de la Filosofía Política, por vía de una fuerte reestructuración epistémica, una parte constitutiva de la Teoría Política. Es decir: discutir sobre la base de posibilidades efectivas y tendencias inmanentes de las sociedades en curso. Ello permi-


tirá situar de manera no abstracta ni ideal las cuestiones decisivas, como son las de la justicia, la de los límites del Estado, la de la relación entre igualdad y libertad. Espacio de discusión donde la larga historia de la Filosofía Política (de Aristóteles a Maquiavelo, de Kant a Hobbes, de Locke a Taylor o a Lefort) va a mostrar la riqueza de su legado, y la vertebración concreta de sus posibilidades. Una nueva puesta de cabeza que se nos exige, que implica la absorción de una tradición, a la vez que su realineamiento crítico. Bibliografía Abraham, T., 1995, Batallas éticas, Nueva Visión, Bs. Aires. Baudrillard J., 1991, El otro por sí mismo, Anagrama, Barcelona. Bidet, J., 2000, “Economía, filosofía y política después de Marx”, en Actuel Marx, Vol. 1, Bs.Aires. Cacciari, M., 1994, Desde Nietzsche. Tiempo, arte, política, ed. Biblos, Bs. Aires. Dussel, E., 1998, Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión, Ed. Trotta-UAM-UNAM, Madrid. Follari, Roberto, 1999, “Inflexión postmoderna y calamidad neoliberal: fin de fiesta”, en J.Martín-Barbero y otros (eds.), Cultura y globalización, CES/Univ. Nacional, Bogotá. 2000, “Sobre la inexistencia de paradigmas en las Ciencias Sociales”, en Epistemología y sociedad (acerca del debate contemporáneo), Homo Sapiens, Rosario. 2000ª, “La deriva de Jacques Derrida (¿ha-

cia un neofundacionalismo?)”, en Revista de Estudios Sociales 19, UNL, Santa Fe. Gargani, A. (comp..), 1981,Crisis de la razón, Siglo XXI, México. Jameson, F.,1991, El postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, Barcelona. 1999, El giro cultural (escritos seleccionados sobre el postmodernismo 1983-1998), Manantial, Bs.Aires. Laclau, Ernesto, 1996, Emancipación y diferencia, Ariel, Bs. Aires. Lenin V., [1902] 1939, ¿Qué hacer?, Ed. en Lenguas extranjeras, Moscú. Marramao, G., 1982, “Sistema político, racionalización, cerebro social”, en Althusser, L. y otros, Discutir el Estado, Folios ed., México. Molina, E. y Campos, J., 2000, “Schmitt lector de Hobbes”, en Metapolítica, vol. 4, México. Mouffe, Chantal, 1999, El retorno de lo político (comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical), Paidós, Bs. Aires. Quiniou, Y., 2000, “Marxismo, ética y filosofía (¿Qué normatividad para la crítica del capitalismo: ética o moral?)”, en ActuelMarx vol. 1, Bs. Aires. Schmitt El retorno de lo político. Vattimo, G., 1994, La sociedad transparente, Paidós/I.C.E.-U.A.B., Barcelona. Virilio, P., 1994, La máquina de visión, Cátedra, Madrid. Yúdice, G., 2000, “La globalización y el expediente de la cultura”, en RELEA 10, CIPOST, Caracas.

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DIÁLOGO


Masculinidades en América Latina, más allá de los estereotipos Diálogo con Mathew C. Guttman*

Gioconda Herrera, Ma. del Pilar Troya, Jacques Ramírez.

G. H.: ¿Cómo surge tu interés por involucrarte en el tema de la masculinidad? M. G.: Por dos razones. Antes de entrar en un programa de postgrado decidí ubicar dónde quería hacer el trabajo de campo antropológico y etnográfico, sobre todo porque entré ya en edad avanzada y no quería demorarme mucho. Al tratar de definir qué tema investigar, mi esposa me preguntó: “¿Por qué son solamente las mujeres las que estudian el género? ¿Por qué no lo hacen ustedes los hombres?” Buena pregunta me dije. Y el otro motivo se dio cuando hice la fotografía de un hombre que trabajaba en una tienda de instrumentos musicales en el centro de la ciudad de México. Hablaba con un cliente, pero mientras lo hacía, cargaba un bebé en sus brazos. Hice una foto de la escena y la mostré a algunos de mis amigos antropólogos en Estados Unidos y también en México. La reacción de ellos fue de asombro, creían que eso no podía suceder porque los hombres mexicanos son ‘machos’, no cuidan a los bebés, etc. Entonces por la foto y por la sugerencia de mi esposa profundicé en el tema de la masculinidad.

* Ph.D. en Antropología. Especialista en temas de género. Profesor de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología, Brown University

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J. R.: Ubicados los motivos por los cuales incursionaste en el tema de la masculinidad, ¿qué aspectos concretos has estudiado y en dónde has hecho tus trabajos investigativos? M. G.: Sobre este tema tengo dos trabajos, uno ya terminado en la ciudad de México donde llegamos en el año de 1992. Ahí viví por un año con Michelle mi compañera y nuestro bebé de ocho semanas. Realizamos el estudio en una colonia de “paracaidistas”, invasores de tierras, pero la invasión había pasado hace 20 años. El enfoque principal del estudio que realicé se centraba en torno a la paternidad: ¿qué hacen hombres y mujeres con niños de varias edades, desde que son recién nacidos hasta que son adolescentes? La forma en que enfrentan problemas concretos como darles de comer, darles consejos sobre ética, ayudarlos en sus tareas escolares, etc. El estudio trató también cuestiones de violencia entre hombres tanto en la casa como en la calle, el abuso del alcohol, los quehaceres principales de los hombres, qué es la sexualidad y otros temas. Decidí trabajar en esta colonia popular porque las mujeres habían desempeñado un papel importante en los movimientos populares. Como me interesaba buscar los cambios en las relaciones de género, me pareció un buen lugar para observar qué tan diferente es ser hombre, ser mujer, ser hijo. Trato de contextualizar el estudio en los cambios macro, en torno a las mujeres que trabajan fuera de la casa; el impacto que el movimiento femi-


nista ha tenido popularmente en México, muchas veces de manera más indirecta que directa; pero me parece importante entender esos temas. El resultado de esta investigación fue una etnografía que salió publicada en español bajo el título “Ser hombre de verdad en la ciudad de México. Ni macho ni mandilón”2. ‘Ni macho, ni mandilón’ es un modismo popular utilizado en este país. El segundo estudio es el que hago ahora, en Oaxaca, Juárez, en el sur de México. Versa sobre salud reproductiva masculina y tiene dos enfoques: uno sobre vasectomía y uso de anticonceptivos y el otro enfoque sobre quienes se auto identifican como heterosexuales, infectados positivos o ya en la etapa del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). Para realizar las investigaciones he recibido dinero del Gobierno, de fundaciones privadas y alguna cantidad de las universidades, pero muy poca. Éste es mi año sabático que me concede medio salario, pero cuento también con una beca de una fundación. P. T.: Leí el primer libro, en él se trata de la categoría machismo. ¿Crees que esa categoría todavía puede ser útil para el análisis de las masculinidades en América Latina y en otros países, o deberíamos dejar de hablar de machos? M. G.: No se puede, a la fuerza tenemos que hablar del machismo, de los machistas. Me interesaba hacer una historia del uso del término, de la existencia de la palabra, explorar el hecho de que sea una palabra de cuño muy reciente. De macho a hembra podemos hablar de milenios, pero no he podido encontrar una referencia del uso popular del término, en su sentido sexista, anterior a los años 40. Se ha dado un uso popular del término, muy recientemente, tanto como en Estados Unidos; allí se lo utiliza mucho más que en 2 ‘Mandilón’ es un término utilizado en México para referirse a los hombres que son mandados por sus mujeres. Una expresión similar utilizada en el Ecuador es ‘mandarina’.

México; en la zona rural de México se lo aplica todavía más y más a causa de la televisión y la migración. Me interesa poner énfasis en que el término no nace entre quienes llegaron de Andalucía, ni tampoco viene de los indios que encontraron los españoles cuando llegaron a América. Según Francisco Santamaría en sus diccionarios de mexicanismos, los indios inventaron el machismo, pero considero que son ideas equivocadas. Pero por el hecho de ser gringo me ha llamado mucho la atención el uso de las palabras macho y machista en algunos países fuera de América Latina, para hacer referencia, de manera racista, a los latinos. Se dice que los gringos no somos perfectos pero al menos no somos machos latinos, machos mexicanos. Me interesa abordar este tema, de hecho mi trabajo depende mucho de un artículo anterior de Américo Paredes, publicado en el año 67, “Estados Unidos, México y el machismo”, en donde expresa que México exportó el vaquero y después Estados Unidos lo hizo con el machismo. El vaquero es el símbolo de este arquetipo del machismo en el sentido bueno y malo, independiente pero también muy bravo. Adicionalmente Américo Paredes habla del machismo en cuanto a la identidad nacional en el oeste de EE.UU. con

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el icono del vaquero, que persiste todavía. Dice que en los años 60 en México, la cuestión de quiénes somos los mexicanos surgió fuerte, no quiere decir que no hubiera surgido antes, pero lo hizo de otra manera. Yo creo que Paredes tenía toda la razón en cuanto a la relación existente entre el machismo al menos en México y Estados Unidos, y las ideas de independencia, de sufrir pero conquistar. Tiene que ver con la idea de la nación, sobrevivientes pero conquistadores de cierta manera. Personalmente creo que por los movimientos feministas, por los periódicos, por la gente en general, ahora se habla mucho más del machismo en el ámbito popular, no solamente en los sitios académicos. Al mismo tiempo, en enero del 93 George Bush que autorizaba un bombardeo en Irak, acusó en ese entonces a Sadam Hussein de ser ‘macho’, nunca he escuchado a un presidente en América Latina que acuse a otro presidente de otro país del mundo de ser macho. He escuchado que este término se utiliza en Israel o en Rusia, pero siempre se lo identifica con los latinos. He escuchado que dicen “ah, entonces estamos actuando como los latinos”. Hay un libro muy conocido sobre los hombres, habla de continuo entre los latinos urbanos por un lado, y los hombres de Tahití por otro; los latinos no quedan muy bien vistos en esta comparación, pero es muy común ver cosas así. Mi intención en el libro es la de deshacerme de este estereotipo al acercarme a la comprensión de su origen, de dónde viene, por qué se lo usa, etc. Pero quizá existan otras experiencias, me gustaría saber por ejemplo, cómo se aplica el término en Ecuador, cuándo salió, si lo pudiésemos encontrar en revistas, periódicos o en el folclore. La conclusión de todo este libro es que en México, el número de machos en el sentido sexista es gigantesco, igual que en Rusia, igual que en EE.UU., igual que en Ecuador, entonces no es algo particular de América Latina. Hay varias formas de etiquetar a los latinos, como si fueran los peores, más golpeadores,

más borrachos, más violentos. Todo ello responde a un estereotipo racista, que se vincula sobre todo, con las relaciones internacionales, con la migración y los juegos de poder en términos ideológicos. G. H.: Tú planteaste una diferencia entre los estudios de la masculinidad en América Latina y los estudios en Estados Unidos y le atribuías un origen desde los estudios gay a la producción sobre las masculinidades en los Estados Unidos, mientras que para el caso ecuatoriano, veías un punto de partida desde las mujeres. ¿Qué consecuencias crees han tenido estos distintos puntos de partida en los avances sobre la conceptualización de la masculinidad? M. G.: Afortunadamente creo que podemos hablar de orígenes, pero también tenemos hoy en día una mezcla de estos temas, intercambios entre los estudios gay, con aquellos que se han realizado en torno a los tópicos heterosexuales, y entre los estudios realizados en el norte, con los que se han desarrollado en el sur. Si bien los activistas gay en América Latina han desempeñado un papel sumamente importante desde el principio, no han tenido un impacto tan importante como en el mundo anglosajón, en lo que a enfoques se refiere. Si comparamos los estudios producidos en los Estados Unidos sobre la masculinidad en América Latina, el porcentaje de trabajos que tratan sobre el tema de los hombres que tienen sexo con otros hombres sería muchísimo más alto en Estados Unidos que en América Latina. En algunos países como Brasil, los activistas y los académicos gay, querían estudiar a los hombres que tenían sexo con hombres; en ese país en particular, han desempeñado un papel muy importante, sin que se pueda decir lo mismo del resto de países. Fueron más bien las feministas que ya habían realizado estudios, y las activistas de los movimientos feministas quienes decidieron empezar a estudiar a los hombres, vistos como su contraparte. Así, en términos porcentuales, en América Latina tenemos más estudios sobre hombres


auto identificados como heterosexuales, en tema de la masculinidad, tampoco se lo ha torno a temas como paternidad por ejemplo, hecho desde el punto de vista de la Antropode los que existen en Estados Unidos, Ingla- logía o de la Sociología por una razón, no hay terra o Francia. A su vez, estamos traducien- trabajo en torno a este tema. do al inglés, trabajos en español o portugués. Existen temas a través de los cuales en los J. R.: El tema de la diversidad aparece como Estados Unidos podemos aprender de Améri- punto de partida para los estudios de mascuca Latina. Acabo de eslinidad, lo cual no sucecribir un libro sobre dedió al principio, con los Hemos aprendido de los mocracia, “Romances estudios de mujeres, ¿a errores. De no haber sido por de la Democracia”, no qué atribuyes esta cirlos estudios feministas y trata mucho sobre las cunstancia? también por los de los relaciones de género, movimientos de Izquierda, sin embargo, en los EsM. G.: Hemos aprenditados Unidos es sumado de los errores. De no los estudios sobre mente común pensar haber sido por los estumasculinidad no existirían en que tenemos que ensedios feministas y tamninguna parte. Todos hemos ñar al resto del mundo bién por los de los moaprendido de los logros y de y nada que aprender, vimientos de izquierda, las fallas en varios aspectos, pese a que los últimos los estudios sobre masdel feminismo 30 años en América Laculinidad no existirían tina han sido muy imen ninguna parte. Creo portantes. En Estados importante, desde el Unidos algo ha pasado punto de vista sociolócon respecto al feminisgico, analizar en torno a mo pero nada en comquiénes desarrollamos paración con lo que se estos estudios, ¿son ha dado en América hombres o han surgido Latina. En cuanto a la de los análisis sobre los democracia y la particimovimientos gay? Todos pación de la ciudadanía tenemos mucho que hemos aprendido de los logros y de las fallas aprender, no solamente que enseñar. en varios aspectos, del feminismo. Ello es válido también para los estudios de género. De momento realizo una compila- G. H.: ¿Qué opinas sobre la llamada “crisis ción que se publicará hacia enero, que junta de la masculinidad”? muchas contribuciones de gente conocida aquí como Mara Viveros, Norma Fuller, Ar- M. G.: Lo que no quiero promover es la idea turo Escobar de México y otros autores de de un ‘nuevo hombre’, por el neoliberalismo América Latina que han publicado muy poco y el cambio en cuanto al empleo para el homen inglés. Me parece muy importante que no bre, en cuanto al feminismo y la influencia solamente veamos a América Latina como es- que ha tenido este movimiento en el hecho de pacio al cual hay que ir sólo a enseñar sino que las mujeres estén trabajando fuera de la que también debemos verlo como oportuni- casa por dinero. Claro que hay que remarcar dad de aprendizaje a partir de los estudios, de las diferencias existentes por edad o país. las metodologías que se desarrollan a manera En México, por ejemplo, es interesante de intercambio. constatar cómo las mujeres ya no tienen tanAdemás, necesitamos aprender porque en tos hijos como antes. El promedio del númelos Estados Unidos las mujeres no estudian el ro de hijos que tiene una mujer, ahora está en

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2.2, hace 30 años era de 6 ó 7, es impresio- siento poderoso”, mientras entre los hombres nante. Para las mujeres los métodos anticon- latinos es muy común y podemos burlarnos ceptivos modernos han tenido un impacto de lo que dicen, pero en términos psicológimucho más fuerte quizás. Aunque no quiere cos es interesante que esta realidad se presendecir que los hombres nunca hubieran pensa- te así. do “no quiero embarazarla”, o “quiero tener De mi experiencia en muchas etapas sociasexo pero no quiero más hijos”, la mayoría les, en muchos lugares de Estados Unidos puedeben haberlo hecho, do decir que no es muy probablemente por común escuchar, “ah, si Podemos hablar entonces cuestiones de dinero podemos hacer lo que de la "crisis de la masculinidad" entre otras causas. quiera, yo mando en toen el sentido de que los Bien por el feminisdo, no tienen nada qué hombres hemos enfrentado mo, sin embargo sobre decir ni mi mujer ni mi nuevos retos sociales y los cambios demográfimamá, nunca en la vicos y económicos que da”. Este tipo de opiniotambién lo hemos hecho en han afectado de manera nes quizás se escuchan la casa, en la familia. Para especial a los hombres, mucho más por el lado muchos ha sido difícil ya que todavía queda mucho del feminismo. Es decir, en algunos hogares hemos por debatir. Ayer en el no es que no existe el poencontrado más violencia seminario, una mujer der masculino en la fadoméstica, no menos no quería escuchar que milia en términos genelos hombres pueden surales, lo que es complicafrir de alguna manera. do es cómo se lo vive. Si no entendemos lo que está pasando el G. H.: También hiciste asunto es complicado; un llamado para que se en México al menos en realicen más investigalos años 30, el 3% de ciones sobre los térmilos estudiantes eran nos que se usan muy limujeres, ahora lo es el geramente como el de 45 ó 47%. Se trata de un cambio profundo “hombre tradicional”, “mujer tradicional”, aunque no total, para nada. ¿cómo ves tú esos términos? Podemos hablar entonces de la “crisis de la masculinidad” en el sentido de que los hom- M. G.: No tienen significado, son cosas para bres hemos enfrentado nuevos retos sociales y gritar no para analizar, “tradicional”, ¿en qué también lo hemos hecho en la casa, en la fa- sentido? En el campo el hombre llevaba a sus milia. Para muchos ha sido difícil ya que en hijos varones para enseñarles la cosecha y toalgunos hogares hemos encontrado más vio- do eso ya no puede hacer, ¿es esa la paternilencia doméstica, no menos. dad tradicional, pasar tiempo con los hijos? No quiere decir que todos los hombres se No, sino que la frase “paternidad tradicional” sientan muy cómodos, muy alegres; éste para no se usa en términos de pasar tiempo y ser mí es uno de los aspectos que vuelve más in- pacientes y todo eso, se usa para insultar, pateresante desde los puntos de vista intelectual ra criticar. No quiere decir que no vale la pey político, el estudio sobre los hombres. Si en na insultar, criticar, vale mucho la pena, pero los Estados Unidos, por ejemplo, se estudia- necesitamos saber de qué estamos hablando, ran a los grupos más poderosos por su raza, por el hecho de que me he encontrado con condición étnica, clase social, etc. no habría hombres que me han dicho con orgullo “nunmuchas personas que expresen “es que no me ca he cambiado un pañal en toda la vida”.


Un hombre tradicional en una época “X”, puede ser un padre tradicional, la paternidad más común. Porque si hablamos de “tradición”, puede aparecer la imagen de una cultura que no ha cambiado por siglos y que ahora por fin está cambiando, no creo que sea así, las tradiciones también cambian, entonces, ¿qué quiere decir la tradición? Muchos antropólogos criticamos la idea sobre las “culturas tradicionales” cuando se quiere decir que no han cambiado por siglos. Es impresionante, es la primera vez que vengo al Ecuador y leí una guía turística que daba a entender que existen pueblos que siguen siendo lo mismos y viven de la misma manera desde hace 2000 años; que si bien algunos tienen televisores, fuera de eso, todo es igual. ¡Tonterías! En cuanto a los hombres tradicionales, no sé de qué hablamos.

J. R. : El punto que mencionas es muy importante y creo necesario analizarlo con más cuidado, ya que si bien dentro de las Ciencias Sociales existe un cierto consenso al entender las identidades en términos relacionales, a partir de la noción de alteridad y la existencia del otro, estas posturas que señalas nos pueden llevar a crear un discurso esencialista en torno a la masculinidad. Podemos llegar a hablar de una masculinidad tradicional, esencial, en términos de patrones culturales fijos, inmóviles y preestablecidos, como un chaleco que ya está puesto. M. G.: Exacto, muy bien dicho, ¿puedo citarlo? G. H.: El concepto de masculinidad responde a veces a una forma implantada de hablar, quizá sea un término un poco vaciado, ¿cuál es tu opinión? M. G.: Tenemos que matizar más y más el concepto. A este respecto, cito por lo general, al trabajo de Robert Connell, sociólogo, porque aprendí mucho de su libro que salió en el 87 sobre género y poder. Me ha servido, y le

ha servido a otra gente, porque trata el tema de la diversidad. ¿Cómo podemos captar el hecho de que a nivel macro y en muchos casos específicos, los hombres sí tengan poder de muchos tipos, y que al mismo tiempo, no sean iguales, ¿cómo podemos captar las dos cosas? Hablar de hombres oprimidos sin perder la visión de los hombres en términos generales, sus fobias, racismos, clases sociales, etc. El término sigue siendo útil para mí, en ese sentido, pero como con todos los términos, su uso excesivo puede traer muchos problemas. Por ejemplo en el libro que les he mencionado, en cuanto a ser macho, ser hombre de verdad en la ciudad de México, no trato de desarrollar todo mi argumento sobre esa frase, ¿para qué? G. H.: ¿No ha sido una herramienta útil? M. G.: No tanto, pero si algunos han tratado de criticarlo, yo no he encontrado otra manera sencilla, dos palabras para caracterizar la idea. En la mañana, José Olavarría hablaba de su frustración con las tipologías. Son hombres y estoy de acuerdo, pero el problema radica en cómo podemos escribir, cómo podemos hablar, entonces mantenemos los nombres tradicionales, “machismo”, etc. Yo no tengo nada en contra de la palabra machismo, si la entendemos como sexismo, vale la pena usarla si no le damos una connotación especial como cuando se busca atribuir el machismo sólo a los latinos. Pero sí podemos usarla cuando hablamos de discriminación, opresión, represión, lo que sea, en cuanto a las relaciones de género. He tratado de evitar el debate sobre el uso del término, lo uso, está bien, pero no me involucro mucho. J. R.: El tema de la masculinidad es nuevo aquí, ¿desde cuando se lo trabaja? M. G.: Es un asunto relativamente nuevo en todo lado, hubo una preocupación en torno al tema en el taller de hoy en la mañana. Aparece en las políticas de intervención para el desarrollo.

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J. R.: A tu criterio, ¿qué beneficios trae trabajar el tema de masculinidad para la intervención en las agencias de desarrollo? ¿Cuál es el interés del Banco Mundial al tratar el tema de las masculinidades?

aporte importante, en los estudios de género y sexualidad, al menos desde el campo de la Antropología, ha consistido en no complementar, sino amplificar y mejorar el análisis, en cuanto al estudio en localidades particulares; ahora podemos entender de mejor maneM. G.: No tengo la menor idea. Pero en las ra las relaciones sociales porque tenemos bueáreas de salud reproducnos estudios, podemos tiva, violencia doméstiincluir un aspecto en Los aportes de los estudios ca, etc. es importante extremo importante: de masculinidad ya se influir en los hombres; cómo es la vida, otra perciben entre las Ciencias ésta es una exigencia de manera, otra perspectiSociales, en los temas de las mujeres en muchas va de ver. género y sexualidad. Desde comunidades. En México hace muP. T.: ¿Cuál es el futuro el campo de la Antropología chos años, yo participé de las masculinidades? han amplificado el análisis. en los grupos de homLas relaciones sociales pueden bres, en un centro para M. G.: Yo creo que el entenderse de mejor manera, atención de violencia tema aún vale la pena. al contar con otra perspectiva, Felicito a FLACSO por intrafamiliar, precisaotra manera de ver mente tenían durante sacar un libro sobre las varios años, algunos masculinidades. Yo esprogramas para mujeres toy haciendo otro sobre y surgió la idea por parel tema, creo que aún es te de las mujeres, de por válido realizar esos estuqué no existían grupos dios. Todos estamos inpara hombres. Al misteresados cada vez más, mo tiempo no debemos en buscar maneras de exagerar, en una ciudad hablar de género y sede 20 millones de perxualidad. Sin embargo, sonas participaron como 15, 30 hombres. los temas de etnicidad, clase, región, aún coPero no tengo experiencia de trabajo con pan el campo de estudio. Es un problema inlos hombres, quizá lo que puedo ofrecer es es- telectual para todos, en la edad del culturaliste marco teórico para observar a los hombres mo, pero al mismo tiempo siempre hemos viy para pensar el asunto, para no reducir la vido en la edad del culturalismo. Tenemos masculinidad a los estereotipos, porque lo he- tanto que aprender, no sabemos nada sobre mos aprendido. las masculinidades. Nos quedan estudios por hacer. G. H.: Para terminar, ¿cuáles crees han sido los aportes de los estudios de masculinidad en el desarrollo científico de las Ciencias Sociales? M. G.: En los estudios del género y sexualidad hay una compilación excelente.3 Un

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3 Roger Landcaster y Michaela Di Leonardo (ed.), 1997, The Gender Sexuality reader, Routledge, Londres, New York.


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El fútbol y las identidades. Balance preliminar sobre el estado de la investigación en América Latina1 Sergio Villena* El interés de los científicos sociales por estudiar los deportes tiene por objeto conocer las funciones sociales que se asignan, en cada momento y lugar específicos, a las diversas prácticas que comprenden ese campo. La premisa que subyace detrás de estos estudios radica en que las funciones sociales que el deporte puede cumplir desbordan con mucho su ampliamente reconocido carácter lúdico de “entretenimiento” -a veces predilecto y usualmente catártico- para las multitudes agobiadas por el ritmo de vida contemporáneo. En esta perspectiva, y sin la pretensión de exhaustividad, se pueden señalar las siguientes funciones latentes en las prácticas deportivas que se han logrado identificar en lo que hace a la dimensión social. Los sociólogos han prestado particular atención al papel del deporte en los procesos de integración social y de producción de socialidad, función que se cumpliría a través de la formación de un ámbito comunicativo fluido y de acceso relativamente irrestricto en lo que toca a las barreras sociales diversas (raza, etnia, clase, nación, etc.), el cual tendría la virtud de operar como arena tanto para la gene* Coordinador de la Sección General Académica FLACSO - Costa Rica. 1 Este texto, cuya versión inicial se escribió como prólogo a CLACSO (2002), es un producto colateral de la investigación “Globalización, identidad nacional y fútbol. El caso de Costa Rica” que se realiza gracias a una beca Joao Havelange otorgada por la FIFA. Agradezco a esta institución, así como los comentarios de Pablo Alabarces, Luis H. Antezana y Andrés Dávila. Desde luego, la responsabilidad por lo expresado es exclusiva del autor.

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ración de capital social como para el establecimiento de vínculos comunitarios cargados de intensidad afectiva. Al contrario, una postura menos romántica respecto al deporte destaca el papel que cumplen las prácticas deportivas en la formación y mantenimiento de barreras sociales e, incluso, en la generación de violencia intergrupal:2 los deportes serían un espacio donde concurren grupos rivales entre sí con el fin de competir, mas no sea ritualmente, por prestigio, honor y, cada vez más, por dinero. Asimismo, sobre todo con la profesionalización del deporte, se ha señalado su función de canal de movilidad social ascendente y su valor pedagógico en el proceso de socialización, perspectiva en la cual el deporte se considera un canal privilegiado para la transmisión de aquellos valores cívicos que fundamentan la convivencia social pacífica y solidaria. La difusión de una ética a través de la elaboración y difusión de mitologías que tienen a sus héroes ejemplares en deportistas destacados cumplirían, precisamente, ese papel positivo. Al contrario, se ha destacado también que el deporte cumple funciones ideológicas, en tanto puede contribuir a la reproducción del establishment mediante la socialización de los sectores populares en los valores éticos y estéticos modernos, sobre todo de aquellos pro2 Para algunos autores, la agresión y la violencia son intrínsecas a los deportes e, incluso, se consideran –en un continuo que varía con el tipo de práctica y con el tipo de practicantes–, como positivas en el “carácter” de los y las deportistas. Por esa razón, es importante indagar cuáles son los parámetros éticos y jurídicos que convierten a determinados actos en agresivos y violentos, mientras que valoran a otros como “ingredientes necesarios del deporte”. (Ver Finn 1994).


pios del capitalismo competitivo, aunque, al mismo tiempo, se promueven ciertos valores precapitalistas como el honor propio de la ética caballeresca. En esta línea también es posible analizar las dimensiones “filantrópica” y de “extensión comunitaria” ligadas al deporte, promovidas por muchas empresas privadas o instituciones estatales. En lo económico, se ha puesto especial énfasis en señalar la creciente comercialización del deporte, se ha destacado a la vez la profesionalización que esta actividad experimenta. Desde hace ya varias décadas, analistas del deporte con orientación humanista han advertido constantemente, y al parecer sin éxito, las consecuencias negativas que tendría la creciente mercantilización del deporte, a la cual habría que sumar su transnacionalización creciente, tanto para el cumplimiento de sus funciones de integración y cohesión social, cuanto para el mismo juego, en su dimensión ética y estética. El deporte estaría dejando de ser una práctica desinteresada y lúdica, para asumir el carácter de una pujante rama en la industria del entretenimiento, sobre todo mediático, con los consecuentes problemas de alienación del trabajo, expropiación del tiempo libre, explotación del hincha y aspectos similares.3 Es importante notar que la creciente comercialización de los deportes, y particularmente el fútbol, sobre todo en sus dimensiones de producto de la industria del entretenimiento,4 ha conducido a que éstos pasen a formar parte de la agenda ya no sólo de las organizaciones destinadas a promover la cultu3 Se ha destacado, por ejemplo, el elevado grado de disciplinamiento corporal en el caso del deporte profesional, con el fin de asegurar su alto rendimiento deportivo y, de esa forma, su rentabilidad económica. Por otra parte, la creciente comercialización iría en detrimento de la función de socialidad del deporte, puesto que la presencia del aficionado estaría siendo desplazada desde la participación comunitaria hacia el consumismo, ya que el aficionado ya no es interpelado en función de sus pertenencias sociales, sino de su capacidad de consumo. Más aún, como puede observarse en los procesos eliminatorios para los campeonatos mundiales, los aficionados son interpelados en función de su pertenencia con el objetivo de inducirlos al consumo y no a la participación comunitaria.

ra, como la UNESCO, sino también de organismos internacionales orientados al desarrollo, como es el caso del Banco Interamericano de Desarrollo -BID-5. Este proceso está estrechamente relacionado con la conversión de los clubes en sociedades anónimas deportivas, el desarrollo de los mercados publicitarios y del entretenimiento, así como la constitución de un mercado internacional de jugadores de fútbol, situación esta última que parece ser un ejemplo privilegiado de las corrientes diaspóricas que autores como Arjun Appadurai (2001) consideran propias de la globalización. Como consecuencia, tal como lo acaban de evidenciar el escándalo financiero que llevó a la cancelación del segundo mundial de clubes, así como la controvertida realización de la Copa América en Colombia, las noticias deportivas se publican cada vez con más frecuencia en la sección económica de los noticieros y ya no sólo en las páginas deportivas. Más allá de eso, hoy es fácil constatar que las conversaciones entre aficionados tienen entre sus temas principales el costo de los fichajes, el valor de los premios en disputa o el costo de los derechos televisivos de su deporte favorito. En lo político, son por demás conocidos los argumentos del “pan y circo”, de los cuales el semiólogo italiano 4 En algunos países del sur, particularmente Argentina, Brasil y Uruguay, la exportación de performing bodies (jugadores y entrenadores) hacia el norte, sobre todo hacia los países mediterráneos de Europa, se ha convertido en un importante negocio. Algunas otras funciones económicas del fútbol son el desarrollo del turismo deportivo, la producción de programas de entretenimiento y la exportación/importación de señales de televisión en “vivo y directo”, la comercialización de símbolos y marcas deportivas, así como el desarrollo del mercado publicitario. 5 Esta entidad ha organizado recientemente dos seminarios internacionales sobre el tema, “El futuro del negocio del fútbol en las Américas” (Washington D.C., el 5 de mayo de 2000) y “El deporte, un vehículo para el desarrollo económico y social” (Santiago de Chile, el 16 de marzo del 2001).


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Umberto Eco es un abanderado, que tienen los deportes en tanto actividad “distractiva” de las masas en relación con la discusión de problemas políticos sustantivos y, en general, con su involucramiento ciudadano en la cosa pública. En este campo, se ha señalado también la recurrente utilización del deporte por parte de los gobiernos con fines de promoción nacionalista y de homogenización cultural modernizante. De igual forma, se ha hecho notar el papel del Estado en la generación de políticas deportivas inspiradas en ideologías racistas, higienistas y de control y “domesticación” social. Por otro lado, se ha estudiado el papel de esfera de resistencia que puede cumplir el deporte frente a los controles disciplinarios y a la represión social y política en otros ámbitos de la existencia, aspecto muy relacionado con el complejo asunto de la violencia en el deporte. Más aún, la instauración de una comunitas ritual podría interpretarse en una dimensión utópica, en tanto pone en evidencia una búsqueda de comunidad fraternal, claramente contrapuesta al orden social cada vez más fracturado. Según los sugerentes textos de Zizek (1997), podría señalarse aquí que el comunitarismo futbolero es un “síntoma” de la fractura social, un espacio donde se produce la sutura simbólica entre el imaginario (el deseo) comunitario y su imposibilidad real. Finalmente, se ha hecho notar su utilización como “trampolín” para quienes están interesados en hacer carrera política, aunque esta relación parecería estar invirtiéndose debido a la creciente comercialización del deporte. Casos como el del controvertido ex presidente de Ecuador, Abdalá Bucaram, sugieren que la política puede también ser un trampolín para llegar a la dirigencia del deporte6. El fútbol ha sido también abordado desde la perspectiva de las relaciones internacionales. En lo que el autor francés Pascal Boniface (1998) ha llamado la “geopolítica del fút-

bol”, se han destacado, por ejemplo, las tensas relaciones entre la Unión de Asociaciones de Fútbol de Europa –UEFA– (por sus siglas en inglés) y la Federación Internacional de Fútbol Asociado –FIFA– a partir de 1974. Hay que recordar que, en ese año, Joao Havelange, un brasileño de origen, asume la presidencia de esta última institución, hasta entonces controlada por europeos, con el apoyo de las federaciones nacionales de países del hemisferio sur, se destacan los países de África y Asia, los cuales hasta entonces habían tenido una membresía de “segunda clase” (delegado de Kuwait en el congreso de FIFA de 1978, citado en Darby 2002: 97). Como consecuencia de ello, la FIFA implementa un amplio proyecto –apoyado paradójicamente, en lo financiero, por Coca Cola y Adidas- para desarrollar el fútbol en los países del “tercer mundo”, sobre todo entre los de África. Una de las líneas de acción que merece destacarse es el desarrollo de campeonatos mundiales en divisiones menores, los cuales tienen como sedes a países “en vías de desarrollo” o, al menos, fuera de Europa: por ejemplo, las sedes de los campeonatos mundiales “sub 20” han sido: Japón 1979, Australia 1981, Chile 1987, Arabia Saudita 1989, Qatar 1995, Malasia 1997, Nigeria 1999 y Argentina 2001; por su parte, los campeonatos “sub 17” se han realizado en China 1985, Ecuador 1995, Egipto 1997, Nueva Zelandia 1999 y Trinidad y Tobago 2001. Basado en esta situación, Paul Darby (Ibid.) ha señalado que en este periodo el fútbol en África, se ha relacionado estrechamente con el proceso de (des)colonización, búsqueda de reconocimiento internacional y demanda de equidad global, así como con el desarrollo de una política panafricana, sobre la cual se promovió a Sudáfrica como sede para el mundial 2006 (la cual, finalmente, fue asignada a Alemania en una controvertida votación).7

6 Una vez que fue elegido presidente, Bucaram utilizó toda su influencia para convertirse en presidente del Club Barcelona de Ecuador, para cumplir así lo que él mismo denominó como uno de sus “sueños”.

7 Sobre estudios similares realizados sobre el sur de Asia, ver el número especial “Soccer in South Asia. Empire, Nation, Diaspora”, de la Revista Soccer and Society, Vol. 2, Nº 2, Summer 2001. Sobre la China, ver Don Jinxia and J.A. Mangan (2001).


Por último, en la dimensión cultural, se ha destacado la función comunicativa del deporte, es decir, su carácter de arena pública en la que concurren diversos actores sociales con el fin de elaborar y hacer manifiesta, usualmente bajo formas simbólicas muy elaboradas, su propia concepción sobre la vida y la sociedad. Ahora bien, con la comercialización, hipermediatización y transnacionalización de los deportes, éstos también adquieren la función de canal publicitario para productos de diverso tipo, entre los que se destacan los implementos deportivos, la comida rápida, la cerveza, los equipos electrónicos, etc. Asimismo, se ha prestado especial atención al papel del periodismo deportivo como actor fundamental en la elaboración y transmisión de imaginarios sociales y, por tanto, en la formación de identidades colectivas diversas. Otro aspecto que también ha merecido atención es la “subcultura del hincha”, con énfasis en el comportamiento simbólico y los códigos morales de conducta de los aficionados y, más recientemente, a su incursión en la comunicación virtual, con la formación de lo que se ha denominado “el hincha virtual”. Un tema menos tratado, pero que merece atención, es la paradójica difusión de patrones estéticos encontrados: mientras el canon clásico del atleta perfecto (escultural) prevalece como elemento central de la épica futbolística (lo que ha convertido a los deportistas también en sex simbols), la publicidad promueve una estética de lo grotesco entre la afición, aunque paradójicamente esta estética carnavalesca parece cumplir, antes que una función de crítica, un papel de afirmación del orden. Dentro de este amplio espectro temático susceptible de ser abordado por las Ciencias Sociales, podría señalarse que en América Latina, quienes se han interesado por los estudios sociales de los deportes han mostrado una tendencia general -aunque no exclusivaa privilegiar, como objeto de investigación, un problema específico: el proceso de formación de identidades socioculturales en el marco de los espectáculos futbolísticos. Esta marcada inclinación por los temas culturales arti-

culados con temas políticos, antes que estrictamente sociológicos o económicos del deporte, puede rastrearse desde los pioneros e influyentes estudios que realizaron sobre el fútbol los antropólogos Roberto DaMatta, brasileño, y Eduardo Archetti, argentino. A principios de los años 80, DaMatta buscaría comprender cómo el estilo de jugar canonizado como propio del Brasil expresaba la forma de ser o la identidad de ese pueblo. Concluía este autor al señalar que los brasileños, tanto en el fútbol como en su vida cotidiana, mostraban especial predilección por “un buen juego de cintura”8. Por su parte, también en la primera mitad de los años 80, Archetti inicia una fecunda producción antropológica sobre el fútbol, la cual arranca con un análisis del ethos de las hinchadas de los clubes argentinos, presta especial atención a cómo el comportamiento verbal que éstas exhibían en los estadios apuntalaba la construcción de identidades masculinas de cierto tipo específico. Sin abandonar su preocupación por las masculinidades —la cual luego investigaría en otras áreas culturales, como el tango y el polo—, este autor ampliaría su campo de interés hacia el estudio de la formación de un imaginario nacionalista argentino en los discursos del periodismo deportivo, principalmente en la archiconocida revista “El Gráfico”.9 Lamentablemente DaMatta y sus asociados no continuaron investigando sobre la relación entre fútbol y cultura en el Brasil. Por otra parte, si bien Archetti prosigue con sus estudios sobre el tema, traslada su residencia a Noruega y se inserta en un circuito académico del cual los latinoamericanos están, en general, al margen. Así, pese al auspicioso comienzo que tuvieron los estudios sobre el fútbol en esta región del mundo, se abrió pronto un silencio relativamente prolongado desde las Ciencias Sociales respecto al deporte en general, y al fútbol en particular, el cual se 8 Ver principalmente Da Matta et.al (1982) 9 La producción de este autor se encuentra condensada en Archetti (1999-2001)

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prolongó hasta mediados de la década de los 90, momento en el cual emerge un nuevo y renovado interés por esta temática. En esta nueva fase, que se mantiene hasta hoy, se puede constatar que, pese a existir una gran dispersión/desarticulación de este subcampo académico, persiste un fuerte interés por los temas relativos a la construcción de identidades socioculturales de diverso cuño en el marco de los espectáculos deportivos. Algunas publicaciones realizadas en medio de la euforia del proceso clasificatorio hacia el mundial de Francia 98, hacen evidente ese interés cultural dominante entre quienes se interesan desde las Ciencias Sociales por el deporte en general, y por el fútbol en particular9. Probablemente, este renovado interés en el deporte, y sobre todo en el fútbol, se deba en mucho, al creciente auge que los estudios culturales tienen en la región en los años 90, donde el estudio de la cultura, de las identidades, los imaginarios y las representaciones, adquiere un lugar cada vez más preponderante. Otra razón por la que al parecer el estudio del fútbol se convierte en una nueva preocupación académica son las profundas transformaciones que el propio deporte atraviesa en los últimos 25 años, particularmente durante la década de los 90, cuando entra en un agudo proceso de comercialización, transnacionalización e hipermediatización. Poco a poco, los científicos sociales han tomado nota de los cambios que esos procesos, que algunos autores resumen bajo el rótulo de “globalización”, están provocando en los parámetros sociológi9 A la publicación del número 236 de la Universidad de Antioquia de Medellín (1994), se suman la compilación de Panfichi (1997), el número 154 de Nueva Sociedad, dedicado a “los juegos y las identidades” (1998), el número 43 de la revista Ecuador Debate, dedicado a “el fútbol, la política, las identidades” (1998), el Cuaderno de Ciencias Sociales número 84 de FLACSO Costa Rica, dedicado al tema “fútbol e identidad nacional” (1996). También se publicaron varios libros: Alabarces et al (1998 y 2000), Antezana (1999). Cabe incluir, también, la realización en 1999 de un seminario en Colombia sobre el tema de fútbol e identidad nacional, cuyas ponencias han sido publicadas a fines del 2000 en Gaceta Nº 47 bajo el título de “Identidades en flujo: telenovela, rock, fútbol, carnaval y nación”.

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cos, políticos, económicos y culturales sobre los que se estructuran las instituciones y las prácticas en los deportes, y particularmente el llamado “deporte rey”. En esta perspectiva, no parece descabellado plantear la hipótesis de que el amplio interés por los temas relativos a la construcción de identidades a través del deporte en América Latina responde también de alguna forma, a un posible sentimiento de pérdida de identidad y comunidad, de inseguridad ontológica, derivado de las transformaciones que están sufriendo los deportes, sobre todo el fútbol, ante el embate globalizador. En este nuevo contexto, los estudios culturales sobre el deporte ganan cada vez más legitimidad, tanto entre las instituciones como entre la comunidad académica. Talvez el esfuerzo de mayor importancia, en esta perspectiva, es la organización de un grupo de trabajo sobre Deporte y Sociedad en el seno de CLACSO, el cual se establece como un marco institucional que está facilitando el establecimiento de vínculos entre investigadores que, de manera aislada, realizaban trabajos puntuales sobre esas temáticas a lo largo y ancho de América Latina. La primera reunión internacional de este Grupo de Trabajo, realizada en Cochabamba (Bolivia) en diciembre del año 1999, mostró de manera clara que, si bien este encuentro tenía como principal propósito establecer un estado de la cuestión respecto al tema deporte y sociedad en América Latina, sin privilegiar ninguna práctica específica ni temática puntual, era evidente que las y los participantes en ese primer encuentro tenían, en su gran mayoría, un interés común: el estudio de la relación entre fútbol e identidades socioculturales. Con esa constatación, se decidió que el segundo encuentro del “Grupo Deporte y Sociedad”, el cual se realizó en Quito (Ecuador) en diciembre del 2000, tratara una temática específica: la relación entre deporte e identidad y, más acotadamente, entre fútbol e identidad. Ese segundo encuentro, a diferencia del primero, que tuvo un formato cerrado, permitió no sólo la amplia participación tanto de académicos procedentes de más de diez


países latinoamericanos, a la cual se dio una importante e inusual cobertura periodística, sino también dio cabida a un amplio público, básicamente ecuatoriano.10 Cerraremos este breve ensayo haciendo referencia a las ponencias presentadas en este encuentro.11 Corresponde aquí la siguiente pregunta: ¿cuáles son los principales aportes y perspectivas de investigación sobre los procesos de conformación de identidades en el fútbol que se han abierto en este periodo? O, para plantearlo de manera distinta, ¿qué hemos aprendido sobre los proceso de conformación de identidades e imaginarios al estudiar el fútbol en América Latina? ¿Cuál es el aporte teórico de este esfuerzo? ¿Qué enseñanzas metodológicas nos deja este proceso? En lo que queda de este artículo se presentará una respuesta preliminar a estas interrogantes, se hará referencia a los aportes que han realizado los miembros del Grupo de Trabajo sobre Deporte y Sociedad de CLACSO en los dos encuentros realizados hasta ahora. En primer término cabe señalar que quienes se desenvuelven en el campo de los estudios socioculturales sobre el fútbol se han interesado en conocer cómo este deporte-espectáculo actúa como arena pública en el proceso de construcción de identidades sociales y culturales de diverso cuño, sean identidades de pertenencia (identidades territoriales -regionales, locales, (post)nacionales-, genéricas,

generacionales, de clase, etc.), o sean identidades de rol (hinchas, jugadores, etc.)12. En esta perspectiva, el fútbol sería una arena pública donde se elaboran y refuerzan tanto identidades “prefutboleras”, como identidades específicamente “futboleras”. En el caso de las identidades de pertenencia, las preguntas pertinentes que habría que responder serían: ¿Cómo expreso en el fútbol mi identidad como ecuatoriano, como hombre o como obrero? ¿Qué significa ser de uno u otro club? En lo que corresponde a las identidades de rol, los interrogantes implícitos son: ¿Qué significa ser un “hincha” de determinado club? ¿Qué significa ser un jugador de una selección nacional de fútbol? O incluso, ¿cómo debo actuar en tanto ciudadano de un país en ocasión de un partido de fútbol de “mi” selección nacional?13. Las ponencias presentadas por los miembros del Grupo de Trabajo sobre Deporte y Sociedad de CLACSO buscan responder a interrogantes de este tipo a través del estudio de diversos escenarios nacionales: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, Uruguay, etc. Cada uno de estos estudios, los cuales tienen en su mayoría aún un carácter preliminar, puede considerarse una pieza de un rompecabezas de dos caras: por un lado, contribuyen a problematizar y conocer el proceso de formación de identidades e imaginarios en

10 La FLACSO Sede Ecuador, anfitriona de este encuentro, ha continuado este esfuerzo por introducir esta temática en el marco de las Ciencias Sociales de ese país, organizando un conjunto de mesas redondas en las que, además de académicos, se cuenta con amplia participación de la “gente de fútbol”: periodistas, dirigentes, técnicos, jugadores y aficionados. La euforia que ha despertado la exitosa campaña de la Selección Ecuatoriana en el proceso clasificatorio hacia Japón-Korea 2000, así como el escándalo suscitado por el atentado perpetrado contra la vida de su director técnico, el colombiano Hernán Dario “El Bolillo” Gómez, muestran la pertinencia de estos esfuerzos. (Esta observación es de Andrés Dávila).

12 Esta distinción entre las identidades de pertenencia a un grupo o categoría social específica, por un lado, y las identidades de rol, por otro, ha sido propuesta, aunque sin referencia al fútbol, por Gilberto Giménez (2000).

11 Una historia más extensa y completa del campo, así como un balance del grado de articulación de la comunidad académica latinoamericana sobre el tema deporte y sociedad, se encuentra en el texto introductorio a Alabarces et al. (2000).

13 Un caso interesante de fusión de estas dos identidades, donde una identidad de pertenencia (nacional) implica una identidad de rol (ser hincha de la selección), se expresa en la siguiente interpelación: “todo ciudadano digno y amante de su país debe dar su apoyo a la selección” (ver Villena 2000). Por otra parte, afirmaciones como: “los costarricenses amamos el fútbol” son portadoras de una autoimagen colectiva donde una identidad de rol constituye un componente fundamental de la identidad de pertenencia. En esta perspectiva, uno podría definir a un fanático señalando que su identidad de pertenencia futbolera se impone con independencia del contexto social en el que actúa, sobre sus otras pertenencias (soy, primero que nada en la vida, un hincha del Arsenal).

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cada uno de los países estudiados; por otro, aportan un conocimiento de base para realizar estudios comparados sobre el papel del fútbol en la formación de identidades en América Latina. Por supuesto, si bien es claro que el rompecabezas está lejos de completarse en sus dos caras, es también importante anotar que las piezas que se han logrado reunir hasta ahora, dan pautas que permiten realizar interpolaciones y triangulaciones hipotéticas que sugieren caminos para avanzar en la tarea colectiva de llenar los vacíos. Ahora bien, podríamos volver más complejo nuestro rompecabezas, de manera que cada pieza contenga cuatro lados, asignamos uno de las caras vacantes a la dimensión teórica y otra a los asuntos metodológicos. Bien, ¿qué cuadro teórico podríamos armar al reunir las fichas que tenemos a mano? En primer lugar, es preciso anotar que los estudios sobre deporte y cultura se han realizado desde una perspectiva claramente transdisciplinaria, al incorporar elementos teóricos y metodológicos tomados principalmente de la Antropología, la Sociología y las Ciencias de la Comunicación. Por otra parte, más allá de la multiplicidad de conceptos y autores en los que se apoya cada uno de los investigadores para aprehender su objeto de estudio, habría que destacar, sin embargo, que es posible identificar una orientación compartida a anclar el barco teórico en un modelo heurístico común, que se caracteriza por considerar al fútbol como un espectáculo colectivo con gran intensidad dramática y ampliamente mediatizado. En esta línea de reflexión e indagación, algunos de los autores generosamente citados, y que tienen en común su orientación antropológica, son: Víctor Turner, Clifford Geertz, Emile Durkheim, Pierre Bourdieu y Benedict Anderson, quienes con matices distintos, comparten la preocupación por abordar los problemas relativos a la integración y el conflicto social, prestan atención a las dimensiones simbólica, emocional y moral sobre las que se estructura la sociedad. Cabe destacar que, salvo en el caso de Bourdieu, estos auto-

res no han teorizado ni investigado específicamente los deportes, sino que se han preocupado sobre todo por los problemas de integración y cambio sociocultural de manera más amplia.14 Por otro lado, podría señalarse que otros autores de orientación sociológica, que han sido muy influyentes en los estudios sobre identidades y cultura en América Latina, no han merecido gran atención, pese a su potencial utilidad para el estudio de los deportes, principalmente: Irving Goffman, Thomas Luckmann y Peter Berger.15 Por otra parte, puede también indicarse que en los estudios latinoamericanos sobre el fútbol, las concepciones que se centran en la dimensión de la dominación, el conflicto y el control social, son aquellas inspiradas en el marxismo, sobre todo en sus vertientes althusseriana y gramsciana; fuentes como los trabajos de Foucault por ejemplo, no han sido ampliamente utilizadas como referentes teóricos relevantes. Sin embargo, es importante señalar que los estudios sobre deporte e identidad tienen un transfondo crítico con respecto a la formación de identidades, en tanto las consideran no sólo como una forma de integración simbólica a la comunidad, enmarcada en parámetros congnitivos y afectivos, sino también como una forma de sujeción hegemónica a los designios de los grupos dominantes. En términos más amplios, podría señalarse que las investigaciones en América Latina no se han inspirado mayormente en los estudios culturales del deporte que, desde distin16 tas vertientes, se han realizado en Europa. 14 Sin embargo, en varias de sus publicaciones, Víctor Turner destacó la necesidad de abordar el estudio de los espectáculos deportivos modernos como formas rituales contemporáneas. 15 Debo esta observación a Andrés Dávila. Sin duda, también podrían utilizarse a otros autores, menos divulgados en América Latina, principalmente aquellos que se sitúan en la perspectiva etnometodológica, con Harold Garfinkel a la cabeza, o a la corriente del interaccionismo simbólico, iniciada por George Mead. 16 Por ejemplo, en Francia algunos autores como Marc Augé y Christian Bromberger se han preocupado por la dimensión ritual del fútbol. En Gran Bretaña, si bien ha


Esto seguramente tiene que ver, en parte, con la escasa disponibilidad de los materiales en idioma español, a lo que se suman las dificultades de acceso a los materiales en inglés y francés, situación que podría cambiar pronto con la posibilidad de su adquisición on line. Sin embargo, esto no parece ser así necesariamente, ya que tampoco han tenido gran influencia los trabajos de la llamada “Escuela de Leicester” y la “sociología figuracional”, pese a que un texto fundamental como es Deporte y ocio en el proceso de civilización, de Norbert Elias y Eric Dunning ha sido traducido al español y es de fácil acceso; lo mismo puede señalarse con respecto a los trabajos de orientación marxista, como “Sociología política del deporte”, de Jean-Marie Brohm, o “El fútbol como ideología”, de Gerard Vinnai.17 Por este motivo, habría que considerar, además de las existido una preocupación centrada en temas relativos a la violencia en el fútbol, particularmente en ese complejo fenómeno que es el “hooliganismo”, también existe preocupación por investigar sobre identidades sociales. Giulianotti y Finn indagan las identidades de los casuals escoceses; en Stirling, el grupo de Garnt Jarvie trabaja obsesivamente sobre deporte y nación en Escocia, mientras R. Boyle lo hace sobre TV y fútbol; finalmente, en Brighton, Alan Tomlinson dirige líneas de trabajo sobre identidades y sobre organizaciones (la FIFA, p.e.). Por otro lado, merece destacarse que autores como Richard Giulianotti han utilizado ampliamente producción latinoamericana, especialmente argentina y brasileña, como referencia en sus estudios sobre el fútbol en el ámbito mundial. Una excelente síntesis crítica sobre los estudios británicos sobre el fútbol se encuentra en Giulianotti (1999). Ver también Giulianotti, Bonney y Hepworth (1999). Agradezco a Pablo Alabarces por llamar mi atención sobre estos estudios. 17 Salvo esos textos, es poco lo que se ha traducido al español, aunque merecen destacarse algunos escritos breves y no muy accesibles sobre deporte de autores franceses como Pierre Bourdieu y Marc Augé. Aquí se debe reconocer el aporte del “Grupo interdisciplinario sobre deporte” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, no sólo por los aportes de investigación de sus miembros, sino también por contribuir a difundir los estudios sobre deporte realizados en Europa y Estados Unidos, tanto a través de la organización de eventos –realizados en Buenos Aires– en los cuales se ha invitado a participar como conferencistas a académicos como Alan Tomlinson, John Sugden, Richard Giulianotti, Christian Bromberger, Joseph Arbena y el mismo Eduardo Archetti, sino también por la traducción y publicación de algunos de sus textos y conferencias en la revista virtual “Lecturas: Educación física y deportes”.

dificultades de acceso, otras razones para explicar esa escasa recepción, como por ejemplo la diferencia entre los intereses temáticos y las tradiciones teóricas en las cuales se sustentan los estudios en ambas regiones. Ahora bien, debido a la escasa institucionalización y articulación del campo en América Latina,18 sería exagerado señalar que existe una “tradición teórica” en los estudios latinoamericanos sobre deporte. Pese a ello, puede indicarse que, en la región, existe una tendencia a considerar al fútbol como un ritual comunitario, como un drama social y/o como una arena pública, como un espacio comunicativo denso, en el cual se entrecruzan múltiples discursos verbales, gestuales e instrumentales (gráficos, sonoros, etc.), a través de los cuales los diversos actores participantes en el drama, como son los jugadores, entrenadores, dirigentes, periodistas, hinchas y detractores, expresan apasionadamente sus conceptos y valores no sólo sobre el juego, sino sobre su vida, sobre sus anhelos, frustraciones y esperanzas. Talvez podríamos resumir esta aproximación al parafrasear a Geertz y señalar que los estudios latinoamericanos muestran una inclinación por abordar el fútbol bajo el modelo de un “juego profundo” que se constituye en un comentario dramático sobre la vida, en sus dimensiones emocionales, morales e intelectuales. En otros términos, puede señalarse que desde la perspectiva latinoamericana, se tiende a considerar al espectáculo futbolístico como un escenario privilegiado para preguntarnos y buscar respuestas a la más fundamental de las preguntas: ¿quiénes somos? Existe una especie de hipótesis de trabajo, según la cual las múltiples narrativas que concurren en un espectáculo deportivo vuelven más compleja 18 Una tarea por hacer, en esta perspectiva, es la de estudiar los currículum de los estudios socioculturales en América Latina. Hasta donde sabemos, los estudios sobre deporte están ausentes o son marginales en la mayor parte de los casos, lo que ciertamente nos habla de una escasa institucionalización del campo. Por otra parte, la reducida intertextualidad existente entre los propios estudios latinoamericanos puede considerarse un indicador de la baja articulación del campo.

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y específica a esta gran pregunta, al introducir diversos parámetros como los territoriales, los funcionales, los genéricos y los generacionales. Pero esos discursos también proveen una amplitud de respuestas, hacen de los espectáculos deportivos un campo de disputa simbólica donde concurren diversos actores que buscan, incluso de manera inconsciente, definir los sentidos “verdaderos” sobre los que se asienta su identidad como individuos y como grupo social. En esa medida, el fútbol sería también escenario de conflicto entre grupos sociales que buscan imponer sus sentidos a los otros con los cuales se hallan en competencia y, por lo tanto, un escenario donde se disputa la hegemonía. En esta arena pública de enfrentamiento simbólico, cada actor despliega y redefine, conforme se desarrolla el drama, sus propias preguntas y respuestas sobre su identidad, en un marco multidimensional que comprende lo ético, lo estético, lo lúdico, etc. En esta disputa, en la que impera un profundo involucramiento emocional, se busca la afirmación propia mediante la elaboración de una autoimagen que sea reconocida por los “otros”, a los cuales, a la vez, se denigra o se aprende a respetar y hasta a temer. Es de esa forma que el espectáculo futbolístico ofrece un escenario en el que se construye, representa y resignifica la propia identidad, a la vez que se adquirieren y reelaboran las imágenes que los “otros” tienen sobre “nosotros” y ellos mismos, al interiorizar en ese proceso conceptos sobre lo que significa ser un buen o un mal ciudadano, sobre cómo ser un buen o un mal hombre, sobre lo que es bonito y elegante o feo, etc. Es importante señalar aquí que el concepto de identidad que entra en escena guarda distancia con respecto a las concepciones esencialistas y a las teorías del reflejo. No cabe aquí considerar que el fútbol es un “espejo” donde se reflejan las identidades sociales construidas en otros espacios sociales, culturales o políticos, y tampoco considerar a las identidades como básicamente inmutables. Por el contrario, los estudios sobre deporte y sociedad, si

bien en muchos casos no especifican el concepto de identidad con el cual trabajan, operativamente tienden a considerar al espectáculo futbolero como un escenario privilegiado para la producción de identidades, en una dinámica dialéctica entre reforzamiento y reelaboración de sentidos y lealtades. Consideran a su vez a las identidades como construcciones precarias, múltiples y fluidas, que operan contextualmente y que, bajo ciertas condiciones, son susceptibles de transformación. De esa manera, interesa estudiar cómo el fútbol, en tanto arena pública, ofrece un escenario simbólico privilegiado para el establecimiento de vínculos socioculturales, y para la elaboración de imaginarios sociales de tipo nacional, genérico, generacional, clasista, etc. Así, el fútbol puede considerarse un escenario ritual y secular privilegiado en las sociedades modernas para la construcción de lo que el antropólogo Victor Turner llamó la communitas. El fútbol podría considerarse, entonces, un escenario ritual que hace posible obviar, en el plano simbólico, las diferencias estructurales entre los individuos y propicia su inmersión en un espacio de communitas, de comunión entre quienes usualmente se encuentran separados estructuralmente por diferencias de rol y status. Sin embargo, como es usual en estos tiempos postmodernos, esta inmersión en la comunidad es analizada sin caer en el romanticismo ingenuo, sino más bien con distancia y hasta con ironía, en tanto se sospecha que el “sentimiento comunitario” puede también producir un efecto de reforzamiento de las diferencias estructurales, mediante el conjuro catártico de las fuerzas disgregantes, a la manera de otras celebraciones festivas, como los carnavales, por ejemplo.19 Por otra parte, es oportuno notar que, por su estructura agonística, el fútbol no permite la construcción de una communitas total, for19 Sobre los “rituales de rebelión”, estudiados por Gluckman, es pertinente recordar aquí uno de los postulados básicos de la Antropología Política, desarrollado por Balandier: “El supremo ardid del poder es impugnarse ritualmente para así consolidarse con mayor eficiencia”. Ver Balandier (1974, 1991 y 1995).


jando una suerte de metaidentidad, sino que siempre opone a dos communitas.20 En ese sentido, puede ser muy útil tomar el concepto de “masa doble” de Canetti, autor según el cual cada “masa” se constituye siempre en oposición a otra que le es similar o conmensurable. Si admitimos esta características fundamentales del fútbol, extensivas a otros deportes grupales de “combate”, las preguntas que cabe formularse y a las cuales habría que orientar nuestros esfuerzos investigativos son: ¿Cuál es la dimensión o el criterio sobre el que se estructura el grupo social en un encuentro de fútbol? ¿Cuál es, y por qué, la categoría social o cultural saliente o pivote en un encuentro de fútbol?,21 ¿Cómo se genera el vínculo social grupal entre quienes participan en un espectáculo deportivo? ¿Cómo se elaboran los imaginarios y las identidades grupales en el marco de los encuentros deportivos? ¿Cómo expresan simbólicamente los miembros del grupo su pertenencia a éste?, etc. El mérito de los estudios culturales sobre deporte en América Latina radica en la formulación de este tipo de preguntas y ofrecer 20 Talvez podría decirse que la metacomunidad la conforman todos “los aficionados al fútbol”. Podría buscar un argumento contrario, empero, que por su estructura agonal, de la cual carecen otros escenarios rituales como los carnavales, por ejemplo, el fútbol siempre introduce una línea de quiebre en esta “metacomunidad”. 21 La teoría de la identidad social o teoría del grupo mínimo, desarrollada principalmente por Henry Tajfel y John C. Turner, considera que cada individuo posee múltiples pertenencias y desempeña múltiples roles sociales, cada uno de los cuales opera en contextos sociales específicos. Estas categorías o pertenencias sociales se jerarquizan según cual sea el contexto social en el que tiene lugar la interacción, se torna una de ellas, mediante una “razón de metacontraste”, más saliente que las otras. Un límite de esta aproximación radica en que, dado que es de carácter psicológico, no se pregunta cómo es que se estructuran y operan esos contextos sociales específicos. Con algunos elementos de la teoría de los movimientos sociales de Laclau, podríamos señalar aquí que estos contextos sociales están de una u otra forma políticamente estructurados con el fin de convertir en permanentemente saliente a una de las múltiples posicionalidades que tienen los individuos: el marxismo se centraba en la posición estructural o de clase, el cristianismo en el ámbito de las creencias religiosas, el nacionalismo a la pertenencia a un Estado-nación, el machismo o el feminismo en la “naturaleza genérica”, el indianismo en la pertenencia étnica, etc.

ciertas hipótesis y conceptos, así como haber orientado la recolección de información necesaria para avanzar en la elaboración de algunas respuestas iniciales. En esta última dirección, podemos, para finalizar este ejercicio, retomar nuestro modelo de rompecabezas y preguntarnos cuáles son los aportes metodológicos de los estudios latinoamericanos sobre el deporte. Si bien las y los académicos que conforman esta protocomunidad científica han mostrado una fuerte tendencia al ensayo y la reflexión teórica, también debe valorarse su aporte en la dimensión empírica. Consecuentemente con la perspectiva teórica asumida, los abordajes cualitativos o interpretativos han sido privilegiados en relación con los análisis de tipo cuantitativo. Se ha utilizado con cierta frecuencia el análisis del discurso, tanto de los medios de comunicación como de los protagonistas directos, entre los cuales se incluye a la hinchada; también se han aplicado técnicas de carácter etnográfico, con observaciones participantes en los estadios y sus entornos mediáticos, aunque talvez de manera insuficiente en lo que se refiere a los análisis de recepción de estos últimos. Finalmente, algunas investigaciones han buscado complementar el análisis del discurso y la aproximación etnográfica mediante el desarrollo de entrevistas en profundidad y la organización de grupos focales. Puede decirse, en resumen, que los estudios latinoamericanos sobre deporte tienden a concentrarse en un área temática y problemática particular: la relación entre el espectáculo futbolístico y la elaboración de identidades socioculturales. Los estudios realizados hasta ahora muestran una tendencia hacia la conceptuación del espectáculo futbolístico como una arena pública ritualizada y mediatizada, la cual hay que abordar con el uso de metodologías de corte principalmente cualitativo. Los resultados de investigación obtenidos muestran la fecundidad potencial de estos estudios para el conocimiento de las culturas y de las identidades socioculturales en América Latina. Sin duda, la institucionalización de la protocomunidad académica de alcance regional,

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proceso en el cual CLACSO juega un papel destacado, estimula el desarrollo de investigaciones, a la vez que amplía su difusión y contribuye así al fortalecimiento del intercambio académico, tanto al interior de la región, como entre ésta y otras latitudes del planeta.

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Gamonalismo y dominación en los Andes

Hernán Ibarra* Introducción En los países andinos, la modalidad de poder local rural conocida como gamonalismo fue objeto de relativa atención hasta los comienzos de las reformas agrarias, en los años 70, cuando esta forma de poder se hallaba en crisis o decadencia. Una imagen muy influyente fue producida por el pensamiento y la novela indigenistas a partir de los años veinte. La identificación del gamonalismo como una forma de dominación y extorsión a la población rural fue un tópico de los discursos agrarista y de izquierda que se hallaba incorporado al lenguaje político. El término gamonal, tanto en el uso político como en su manejo conceptual, ha sido virtualmente abandonado. Persiste tenuemente en el lenguaje político, pero ya de una forma limitada y accidental1. A pesar de la importancia del tema no hay todavía una reflexión global que indague lo que fue el ga* Investigador Principal del CAAP y Profesor Asociado de FLACSO Ecuador. 1En un conflicto ocurrido en Cayambe que confrontó al alcalde Diego Bonifaz con la población urbana por las tarifas de agua potable, éste fue denominado “gamonal”. Un cartel que aparece en una fotografía que acompaña a una nota de prensa, dice: “Rechazar las actitudes y prácticas prepotentes del alcalde gamonal en contra de los cayambeños”(“Tercer día de la toma de una iglesia en Cayambe”, El Comercio, 7/2/2002).

monalismo como forma del ejercicio del poder en el ámbito local en sociedades que tenían características de predominio rural y densas poblaciones indígenas2. Cualquier estudio de las formas modernas de poder local tendría al menos que remitirse a las formas anteriores, buscando su contraste con lo nuevo, las prolongaciones de lo antiguo o sus huellas. La evolución del gamonalismo como parte del lenguaje político es una cosa, y otra son las interpretaciones del poder local rural que han recurrido al uso del término. Ha tenido un uso creciente desde los comienzos del siglo XX, hasta su declinación en el lenguaje en los

2 Recientemente, se ha aludido al gamonalismo como parte de una tradición constitutiva de la matriz política serrana del Ecuador. Ver Bustamante (1999: 27-28). Algunos estudios que han abordado el poder local rural, son los de Fauroux (1983: 235-253), donde no se recurre a la noción de gamonalismo, y se analiza el auge y la decadencia de una oligarquía terrateniente regional; Montes del Castillo (1989), que estudia los cambios del poder en una parroquia rural de Azuay a comienzos de los años 70 del siglo XX; Bernard (1987: 6-15), análisis ubicado en el período colonial tardío, que anuncia el conflicto entre autoridades civiles y eclesiásticas en torno al control de la población indígena; Sylva (1986), se refiere explícitamente como expresión de gamonalismo a los sistemas agrarios dominados por la hacienda en Guamote durante los años cincuenta y sesenta con sus prolongaciones hacia la esfera política regional. Lautaro Ojeda en un estudio referido a la costa del Ecuador, utilizó la noción de “micro-oligarquía” (1979: 11-28). Para otra región de la costa ecuatoriana, ver Ferreira (1985), donde se estudian las relaciones de poder rural en las primeras décadas del siglo XX, recurre a la literatura costumbrista manabita.

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años setenta3. Esto puede tener una explicación: al cambiar la estructura agraria y desaparecer o disminuir objetivamente la antigua clase terrateniente y la trama de antiguo régimen, se extinguían los sujetos sobre los que se había construido la denominación que, insistamos, siempre estuvo muy politizada o ideologizada. Lo que aquí argumento es que el gamonalismo es una forma de poder político local rural, resultante de la vigencia de una estructura estamental o de castas en la que se ha “naturalizado” la dominación étnica. Su sustento son las sociedades rurales en las que hay subordinación campesina por el predominio de sistemas agrarios en los que impera la gran propiedad. Sin embargo, hay otra variante del gamonalismo que se halla vinculada al capital comercial y los mecanismos despóticos o coactivos de constitución de las relaciones de mercado. En este caso, incluso puede haber mejorado la distribución de la tierra y la gran propiedad rural no ser importante. Todo ello implica la existencia de múltiples situaciones y variantes regionales a lo largo de los países andinos. Trataré entonces de conceptuar el gamonalismo como una forma de poder difuso y descentralizado que se basa en la segmentación de la sociedad agraria, con sus particularidades regionales, locales y étnicas. Por eso, el gamonalismo podría ser interpretado también dentro de un proceso de diseminación del poder, con sus zonas, lugares y eslabonamientos. Alude a los fundamentos agrarios de la constitución del Estado, es decir, a la trama de relaciones sociales y simbólicas que en las zonas rurales conformaban las instituciones estatales y privadas de dominación. Fenómenos análogos al gamonalismo son el caciquismo mexicano y el coronelismo bra3 En el clásico estudio sobre la estructura agraria del Ecuador, CIDA (1965: 96-98), se describe la estructura de poder rural con dominio terrateniente y sus vínculos con pueblos mestizos y autoridades religiosas en amplias zonas de la sierra ecuatoriana. Al describir los conflictos laborales en las haciendas, un testimonio sobre Chimborazo, se remite a los gamonales y las “haciendas gamonales” (op.cit., p.96)

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sileño, que también han sido conceptuados como formas de dominación rural en la tradición de las Ciencias Sociales de América Latina. La apabullante bibliografía existente sobre el caciquismo mexicano ha descrito con profusión a estos personajes como intermediarios políticos en la formación del Estado mexicano (De la Peña 1986: 27-56). Una famosa novela de Jorge Amado, “Gabriela, clavo y canela”, tiene como uno de sus personajes a un coronel en una etapa de decadencia ante el aparecimiento de una nueva forma de dominación que le reemplaza. En las imágenes más recurrentes sobre las formas de dominación rural en América Latina, se suele hablar del caciquismo, definido generalmente como la capacidad de control de una esfera de poder local o regional con mecanismos clientelares o despóticos. El cacique es así la figura que organiza un poder local. Un intermediario que tiene una capacidad de control del orden político local, y se sustenta en redes sociales de compadrazgo y parentesco. Por lo menos en el caso mexicano, el caciquismo se presenta como un fenómeno que mantiene vigencia, y que se encuentra en la base de la organización del poder estatal. Sus características despóticas han sido subrayadas por los estudiosos, y se hallarían en el centro de los conflictos sociales y étnicos regionales actuales (Warman 1994: 154). El coronelismo ha sido designado como un producto de la debilidad del Estado brasileño en el ámbito local, que requería de intermediarios para controlar a la población rural. Pero al mismo tiempo, los coroneles eran los agentes de la penetración del Estado (Murilo de Carvalho 1997: 229-250). Estos actores aparecieron a fines del siglo XIX como consecuencia de la estructuración de las guardias nacionales que otorgaron a los terratenientes el título honorario de coronel. En las primeras décadas del siglo XX, tienen un radio de acción municipal y eran decisivos como intermediarios políticos. Hay una discusión acerca de si el coronelismo es propio del período histórico que va desde fines del siglo XIX hasta 1930, o si se mantuvo modificado en la po-


lítica brasileña hasta bien entrado el siglo XX. Un antecedente que debe ser mencionado radica en la influencia ejercida por del pensador liberal español Joaquín Costa, quien al reflexionar sobre el caciquismo español define tres sujetos que ejercen la dominación: oligarquías, caciques y gobernadores. Las oligarquías se componen por los notables que están en los núcleos centrales del poder, mientras que los caciques se hallan en los diversos escalones del poder local. Por tanto, entre oligarquías y caciques habría que pensar en una relación poder central-poder local. Todas estas formas de poder aparecían a los ojos de Costa como fruto del atraso español o más ampliamente, como la ausencia de un Estado democrático. Por eso su ideal era el de una democracia con ciudadanos. Uno de sus temas es la ausencia de ciudadanía en los medios rurales (Costa [1902] 1973: 15-45). Las semejanzas y diferencias de estas formas locales de poder tienen como paradigma explicativo el despotismo rural surgido de situaciones de desigualdad social. Las modalidades de dominación tradicional han tenido históricamente su sustento en órdenes sociales y políticos jerárquicos. Por ello es importante recordar la dominación patrimonial para entender las formas de ejercicio del poder local (Weber [1922] 1983: 744-783). Se trata básicamente de una prolongación de los intereses privados hacia lo público o más precisamente, de una confusión de lo público con lo privado que descansa en la falta de autonomía en el ejercicio de las funciones estatales con respecto a las funciones privadas. Desde 1960 se impuso la perspectiva del clientelismo para el estudio del poder local. Esta noción surgida del estudio de la política en sociedades rurales tiene como elementos definitorios la relación de desigualdad social, el intercambio de bienes y servicios, así como concepciones de reciprocidad que permiten funcionar a una relación entre los patronos y la clientela (Powel 1970: 412). Este modo de actuación puede impregnar realmente todas las estructuras políticas, aunque de hecho, se pone más atención en su funcionamiento en

el ámbito local4 y se dota con mayor frecuencia al clientelismo de una especificidad de operación en sociedades rurales. Este tipo de relaciones ocurre por la debilidad del Estado central que se ve obligado a delegar el control en intermediarios que suplen las carencias estatales. Esta debilidad se traduce en lo que Gellner llama una “centralización incompleta”, caracterizada por un control parcial del territorio éste que hace que el Estado entregue o delegue poderes en determinados agentes. Aunque también el Estado puede controlar el territorio pero puede asimismo carecer de recursos para lograr la prestación de servicios. Por eso, surgen los intermediarios entre el poder local y el poder central, sin los cuales éste carece de eficacia. En contraste, un Estado muy centralizado o con poderes difusos crea un ambiente poco propicio para las relaciones patrón-cliente (Gellner 1985: 13-14). Interesa conocer si la noción de clientelismo puede ser útil para tratar las formas de poder local rural como el gamonalismo que tiene su soporte en la dominación étnica. Además, conviene no confundir lo que en la tradición antropológica se llamó relaciones patrón-cliente al estudiar las relaciones laborales y políticas en las haciendas tradicionales de América Latina. Esto es algo que queda enunciado a la espera de estudios que establezcan el clientelismo como un concepto de alcance histórico, a más de que recupere el papel más activo del lado subordinado de la relación clientelar como sugiere Auyero (1999: 297-334).

Para una historia del gamonalismo Se puede fechar a partir de 1920 la generalización del uso de la denominación “gamonal” como una expresión para definir al ejercicio

4 La bibliografía sobre el clientelismo es muy extensa. Una revisión la efectúan Piselli (1997) y Moreno Luzón (1999). La investigación sobre México y Brasil está recogida por Roniger (1987: 71-100). Sobre el clientelismo en medios urbanos, ver Burgwal (1995).


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del poder local en el Ecuador, aunque la primera referencia con la que me he topado está ubicada en el siglo XVIII, cuando el vocablo gamonal apareció mencionado en un juicio de la sublevación de indios de Riobamba ocurrida en 1764. Con esta palabra se estaba designando a algún sector dominante. No quedaba claro en esa época que se refirieran a algún personaje que ejerciera el poder local. Sin embargo, es sorprendente que la palabra ya haya sido usada en la época colonial.5 Pablo Macera registró el término gamonal en Perú recién en 1863, tal como había sido empleado en una revista que se encargó de definirlo como un personaje que basaba su poder en el control que le daba la tierra. Esta definición, con ciertas variantes, se mantendrá a través del tiempo: La lengua castellana da el nombre de Gamonal a un terreno que abunda en plantas afrodillas. Pero algunos pueblos americanos, ampliando la idea y tomando por extraña analogía y pícaramente al propietario por la propiedad, llaman gamonal (por no decir capataz o cacique) al hombre rico de un lugar pequeño, propietario de las tierras más valiosas, especie de señor feudal de parroquia, que influye y domina soberanamente en el distrito, maneja a sus arrendatarios como a borregos, ata y desata como un San Pedro en caricatura y campea sin rival como el gallo entre las gallinas. El gamonal es pues el sátrapa de la parroquia.6 El término es también conocido y utilizado en Colombia después de la primera mitad del 5 Archivo Nacional de Colombia. Indios de Riobamba. Autos sobre la grave sublevación de estos indios y otras doctrinas de su jurisdicción, a quienes se pretendía numerar, Micrf. rol. 5. 1. f. oo1. La palabra gamonal aparece una sola vez en el documento y no vuelve a repetirse. 6 Esta definición, había aparecido en la Revista Americana de Lima, y citada por Pablo Macera, se recoge en el libro de Burga y Flores Galindo (1979: 106) donde también se proporcionan otros detalles relativos al gamonalismo en el sur andino del Perú.

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siglo XIX. En la región del Cauca la denominación de gamonal aludía a personajes que ejercían el poder desde los métodos paternalistas de unos a los métodos violentos y expoliadores de otros. Así, señala un tipo de dominación local ejercido tanto con mecanismos blandos como otro tipo de dominación de carácter despótico. Alonso Valencia identifica como gamonales a los terratenientes que ejercen el poder local por delegación del Estado central en un contexto de partidos políticos nominales que carecen de una real estructura (1988:178-179). Se vuelven a encontrar referencias con respecto a su uso en Ecuador a fines del siglo XIX y a comienzos del XX, pero la figura del gamonal ya asumió un significado conectado a los sectores pueblerinos en ascenso que habían adquirido un peso reconocible en los pueblos. Se identifica con personajes que han transitado por el empleo de mayordomo, rematista de impuestos y el capital a préstamo. Esta caracterización apareció en la literatura costumbrista y evidencia el malestar que había producido en las aristocracias provincianas el surgimiento de sectores ascendentes en la sociedad rural, a consecuencia de una nueva dinámica mercantil al finalizar el siglo XIX. 7 Específicamente las descripciones costumbristas se remiten a ciertas zonas de la sierra central ecuatoriana donde emergieron estratos acomodados de campesinos como resultado de una expansión de los mercados locales y regionales. Alfredo Espinosa Tamayo (1918) usa el término gamonal y le confiere el equivalente de cacique. Y cuando habla del caciquismo, indiferentemente de su existencia en la sierra o en la costa ecuatorianas, describió dos modalidades de ejercicio del poder local. La una como el poder político que se prolonga desde

7 Ver las caracterizaciones de los gamonales pueblerinos en el relato de Anacarsis Martínez, “Las desilusiones de un gamonal”(1892); y de Luis A. Martínez, el relato “El Doctor” ( 1903: 6-49).


la propiedad rural, y la otra, ligada al capital comercial.8 De este modo, un gamonal podía ser un mediano propietario, con suficiente influencia, independientemente de que ejerciera o no algún cargo o representación como el de teniente político o juez parroquial. Los relatos costumbristas se encargaron de difundir esta idea del gamonal: un campesino acomodado o un mediano propietario que cumple funciones de mando en una cabecera de parroquia, tan indispensable para lograr los votos en las contiendas electorales como para mantener bajo control a los indígenas. El gamonal era, entonces, el poderoso que gozaba de una autonomía parroquial, aunque subordinado política y socialmente a las aristocracias regionales. Era una figura de la política parroquial, producto del ascenso social, donde lo político se expresaba directamente relacionado con los mecanismos de funcionamiento económico que daban la vinculación entre la mediana propiedad rural y ciertas formas del capital comercial. Es decir, el gamonal era alguien que representaba esa falta de separación entre lo privado y lo público que había en el agro. El lento proceso de formación del Estado ecuatoriano que ocurre a partir de 1830 tiene dos componentes: la centralización del aparato estatal y una difusión territorial del poder con el desarrollo de la división político administrativa. Simultáneamente a la centralización de una pequeña maquinaria burocrático militar ocurrió la expansión de las bases del poder local, en una creciente división político administrativa con la creación de parroquias y cantones. La lógica en que se enmarcaba esta actuación consistía en “encapsular” a los grupos étnicos dentro de un ámbito de poder local y regional; se constituyeron así espacios de carácter molecular donde se establecieron las relaciones entre indígenas, pueblos mestizos y haciendas, transformando el estatuto colonial 8 Espinosa Tamayo ([1918]1979: 275-281). Su razonamiento, se halla bastante cercano al de Joaquín Costa, y probablemente haya recibido su influencia.

de los grupos étnicos, sobre todo en cuanto a una tendencia observable durante el siglo XIX de recortar las atribuciones y funciones de autoridades étnicas, frente a un nuevo tipo de funcionario del Estado en el ámbito local: el teniente político. El sentido de la división político administrativa que constituyó el Estado ecuatoriano después de 1830, en su escalón más bajo que era la parroquia, consistía en un centro poblado, la cabecera de parroquia con autoridades civiles blancas y mestizas que tenía un control y jurisdicción sobre las áreas rurales donde residían los indígenas. Los procedimientos más prácticos habían determinado que el área de influencia de una parroquia fuera dividida en partidos o también en anejos. El cantón era la unidad administrativa intermedia que agrupaba las parroquias, y la provincia la unidad territorial mayor que agregaba los cantones. La abolición del tributo indígena en 1857 significó una redefinición de la república de los indios y sus papeles en la sociedad. Ocurrió un cuestionamiento del sistema de autoridad indígena, la pérdida de sus reglas de gobierno interno y la progresiva imposición de las normas legales y los procedimientos administrativos del Estado (Guerrero 1989). En la lógica estatal se empieza a construir la figura de la igualdad jurídica, o más precisamente de una incorporación formal del indio a la ciudadanía a partir de la supresión del tributo, en la medida que los indígenas dejaron de tener un estatuto específico ente la ley y los aparatos estatales. En la sociedad pueblerina blanco mestiza se expresaba la rudimentaria maquinaria burocrática con el teniente político y los jueces parroquiales, a los que se sumaron el institutor escolar, el cura párroco y los tinterillos. Estos personajes coexisten con los mayordomos de haciendas, los rematadores de diezmos y los medianos propietarios, que conforman la cúpula de los notables de esa sociedad rural.9 Difícilmente podría hablarse de una separación estricta entre varios tipos de actividades, porque estas ocupaciones y cargos eran intercambiables.

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La “política” en la época, se evidenciaba en un complejo juego de facciones que desde lo local, incidía y canalizaba las lealtades hacia los hacendados nobles residentes en las capitales de provincia o en las cabeceras de cantón. Todo ello en medio de la exclusión de la participación política formal de la población indígena. En el siglo XIX, la participación electoral, osciló entre el 3% al 6% de la población. Tan tarde como en 1933, esa participación fue el 3% otra vez, y sólo se amplió al 10% de la población en 1950 (Maiguashca 1994: 399). Esto ilustra cómo una ínfima minoría de la población se vinculaba por el sufragio. El gamonalismo adquiría un significado objetivo según las distintas estructuras agrarias donde estaba presente. Su mayor atributo era el ejercicio despótico del poder local y una de las manifestaciones de la dominación étnica; el teniente político fue por ello una de las figuras principales de la estructura gamonal, en cuanto encargado de movilizar trabajadores para las obras públicas, para lo cual utilizó muchas veces elementos compulsivos; o por cumplir el papel de juez de instrucción en las disputas entre blancos e indios, peones indígenas y hacendados, su presencia se fue tornando más decisiva cuando más se laicizaba el Estado, después de la Revolución Liberal ocurrida en 1895. Después de 1902, los tenientes políticos desempeñaron también las funciones que le correspondían al Registro Civil, se sobrepusieron al rol que tradicionalmente jugó la Iglesia Católica (inscripción de nacimientos y defunciones, matrimonios). Con la reanudación de formas similares al trabajo subsidiario, formalmente derogado en 1895 pero reimplantado con decretos específicos de obras públicas de carácter cantonal o parroquial, que obligaban a la entrega de dos jornadas 9 Una definición escueta de gamonal dada por Alejandro Mateus en su “Diccionario de ecuatorianismos”, alude a un significado del notable pueblerino, sin asociarlo a la propiedad hacendataria y como sinónimo de cacique: “Gamonal, sujeto que es o se tiene por principal en un pueblo, aldea. ||Cacique” (1933: 173).

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anuales de trabajo o al pago de una contribución monetaria (un sucre), cuando no se cumplían las jornadas de trabajo los tenientes políticos tenían otra obligación10. De este modo, puede decirse que el liberalismo consolidó el poder de los tenientes políticos. En un excepcional estudio sobre los cambios en el poder en la parroquia San Juan de Chimborazo, Casagrande y Piper reconstruyeron lo que fue la estructura de poder parroquial hacia 1910-1920 y lo que ocurrió después en los años sesenta. Con un matiz u otro, su análisis del poder local podría ser similar al de otras parroquias de la sierra donde había una relativa importancia de la hacienda como núcleo dominante en la estructura agraria. En la cabecera el teniente político y sus empleados tienen las oficinas administrativas, las judiciales y la cárcel. El convento, la iglesia y el cementerio de la parroquia, todos ellos bajo el control del cura, están ubicados en la cabecera. El apu, también, reside en la cabecera. En ella también se encuentran otros especialistas, incluso los músicos que tocan en las fiestas de la parroquia, y los kishkas, pueblerinos que hablan quichua y sirven de intermediarios a los indios en cuestiones legales, disputas frecuentes sobre herencias o en pendencias personales con otros indios. San Juan tiene un pequeño número de tendejones que venden artículos de consumo y hay, además, un mercado dominguero que sirve tanto a los aldeanos cuanto a los pueblerinos. En la cabecera se vende el aguardiente o trago y se hace y vende chicha en numerosas chicherías. Por cerca de treinta años San Juan tuvo la única escuela en la parroquia y a ella asistía un puñado de niños indios de los anejos (Casagrande y Piper 1969: 1040-41).

10 Acerca de las relaciones y actores involucrados en las obras públicas, ver Clark (1994: 53-86).


En este ambiente, como dicen Casagrande y Piper en una feliz frase, “Las llaves del reino de los cielos las tenía firmemente en sus manos el cura y las llaves del reino de la tierra el hacendado y el teniente político” (Ibid: 1040). La cabecera de parroquia es un centro político y comercial en el que residen blancos y mestizos, mientras que los anejos a los que se halla vinculada la cabecera parroquial, son de residencia indígena. Una situación como la descrita, se mantuvo hasta los años setenta. La figura recurrente del tríptico del poder local constituido por el cura, el hacendado y el teniente político, es una imagen que plantea un poder relativamente cerrado, en el que se hallan atrapados los indígenas. El pilar de este orden era indudablemente la hacienda. La figura que completa esta estructura de poder local es el apu, un intermediario local que podía tener ancestro indígena. Los apu pueblerinos, ligados frecuentemente por lazos de compadrazgo con los indígenas, eran un decisivo eslabón en la trama del poder local. Conviene matizar esta visión de la hacienda, en tanto era un mundo muy complejo en el cual se tejían un conjunto de relaciones materiales y simbólicas en las que se hallaban entrecruzadas la vida de los peones, con sus relaciones laborales, ciclos de vida y fiestas. Una situación en la que operaba una comunidad de huasipungueros que establecía una serie de rituales que le vinculaban al patrón y su poder (Guerrero 1991). Sin embargo, fue en los momentos finales del liberalismo en el poder, a mediados de los años 20, cuando los mecanismos compulsivos del ejercicio del poder local se verían reforzados. Si por una parte, la abolición de la prisión por deudas en 1918 presenta el lado benefactor del liberalismo, al suprimir la coacción jurídica del concertaje se prohibían simultáneamente las fiestas indígenas y se daba control y atribuciones a las aristocracias regionales sobre los indígenas. Éstas se hallaban constituidas por el Jefe Político que cumplía las funciones de Presidente, dos concejales, un comerciante y un agricultor (un hacendado).11 Estas Juntas instauradas para ejecutar la

Ley de Fomento Agrícola e Industrial son las que proyectaban la realización de caminos vecinales, recogían las contribuciones en jornales o en dinero y movilizaban la mano de obra, subordinaban así a las autoridades parroquiales. Otro aspecto que daba poder y control a las noblezas regionales fue la legislación de aguardientes, que se caracterizaba por dar en remate los impuestos del aguardiente por provincias y cantones, lo que permitía un manejo de la circulación del aguardiente y un monopolio privado de ámbitos regionales, creaba así mercados cautivos. Esta legislación, que instauraba fuertes privilegios, justamente se pone en vigencia desde la década del 10. Esto ocasionaba fuertes enfrentamientos con los pequeños productores que eludían el control que ejercían los rematadores del estanco de aguardiente. En 1921, se expidió una Ley de Abigeato para castigar el robo de ganado, delito rural creciente desde 1915, en toda la sierra. Esta ley castigaba a los abigeos con la deportación al penal de las Islas Galápagos. La persecución del abigeato coincide con un nuevo período de conflictividad entre haciendas y comunidades. Las autoridades encargadas del juzgamiento del abigeato, se señala en un alegato por la derogatoria de la ley, estaban “casi siempre bajo la influencia de los gamonales”12. De allí que este conjunto de cambios institucionales y legales, pusieran de modo visible a los sectores dominantes regionales como los auténticos detentadores del poder; cambia así el sentido que había adquirido la noción de gamonalismo en el siglo XIX. 11 “Ley de Fomento Agrícola e Industrial”, Registro Oficial, 31-X-1918. 12 El Día, 27-VII-1924, Quito. En rigor, el abigeato ya era un tipo de criminalidad rural conocido en el siglo XIX, por ejemplo, en la provincia del Azuay, se dice “...los delitos más comunes en la provincia de mi mando son el de abigeato y heridas. El primero causado mas por la pobreza, por la falta de educación moral y religiosa de la clase indígena, y el segundo por la embriaguez, prostitución y vagancia, que han cundido en el país”.(Informe del Gobernador del Azuay, 1858, en Informe del Ministro del Interior, 1858, p. 55)

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Pero persistía el modo de llamar gamonales a los habitantes pueblerinos. Por ejemplo, la nobleza terrateniente que controlaba la Junta de Fomento Agrícola de Ambato tenía muchas dificultades para movilizar la mano de obra mestiza en la construcción de caminos vecinales. Y es así que en 1922 se habla de gamonales para referirse a los habitantes blancos de San Bartolomé, un pueblo cercano a Ambato, quienes se opusieron a una medida que provenía de la Junta. Según dice uno de los directivos: “... la mayor parte de los blancos o gamonales del pueblo de San Bartolomé no ha prestado su contingente en el trabajo de caminos contribuyendo con los dos jornales de Ley o su equivalente”13. Es decir, un grupo de pueblerinos, se había resistido a una obligación estatal, que en este caso se hallaba mediada por la aristocracia local de Ambato. Desde los años veinte, por obra del liberalismo radical, en el indigenismo y en el naciente pensamiento socialista, los gamonales fueron identificados con la clase terrateniente regional. En esos extraños giros de la historia, el gamonal se transformaba en un personaje proveniente de las noblezas regionales, pero que ahora estaba en la gobernación de provincia o en el Concejo Municipal, es decir, en los niveles superiores del ejercicio del poder local. La lucha política y la novela indigenista en los años 30 no hicieron sino confirmar el significado nuevo del gamonalismo: el ejercicio del poder local por parte de las aristocracias regionales. Hasta los años 60 formó parte del repertorio discursivo de la izquierda y del progresismo liberal para caracterizar a la derecha política. Dentro de los recursos del lenguaje de Velasco Ibarra, durante la campaña electoral de 1960 también identificó al ga13 Archivo del Registro Civil de Ambato. Intervención del Sr. Sevilla. Sesión del 5-III-1922. Libro de Actas de la Junta de Fomento Agrícola empezada en noviembre de 1920, Ambato. 14 La campaña electoral de 1960, expresó una radicalidad del discurso de Velasco Ibarra. Una versión de los discursos de esa campaña está recopilada por Tamayo Mancheno (1960). Referencias específicas sobre gamonales y gamonalismo (pp. 110 y 250).

monalismo y los gamonales14. En su discurso, aparece como una manera de mencionar al gobierno socialcristiano de Camilo Ponce, se establece la diferencia sin embargo, con respecto a la noción de oligarquías, otro de los términos catalizadores de su discurso político.

Nota sobre el gamonalismo en Perú Como se mencionó anteriormente, el gamonalismo ya había sido objeto de discusión en Perú, en la segunda mitad del siglo XIX. Pero su mayor uso provino del indigenismo a partir de la primera década del siglo XX. Esto alcanzó una síntesis en el planteamiento expuesto por Mariátegui (1928). Concebía al gamonalismo como una forma despótica de poder que se sustentaba en el predominio del latifundio en la sociedad rural, y la opresión a las masas indígenas. Se inscribía en una forma ya muy arraigada de ver el problema. La interpretación de Mariátegui correspondía a un clima general de cuestionamiento a la hacienda, como producto del despliegue que adquiere el indigenismo y el comienzo de una nueva política estatal protectora hacia la población indígena en el Perú de los años 20. Pero su análisis va más allá al involucrar en el gamonalismo a otros intermediarios, que incluye a los indígenas aculturados (Mariátegui [1928] 1964: 33-34). La imagen del gamonalismo en el Perú ha estado asociada frecuentemente a la propiedad terrateniente. Esto proviene de una hecho llamativo: la existencia de grandes latifundios que podrían tener de 100.000 a 200.000 hectáreas de extensión en los casos de más escandalosa concentración. Esto plantea cómo amplios territorios habían sido sustraídos del control del Estado, y tenían su propio régimen interno sociopolítico de funcionamiento. Un censo de 1876 reveló que en 3.867 propiedades rurales identificadas como haciendas, residían 373.355 habitantes, que equivalían al 24.7% de la población rural (Klaren 1992: 264).


Nelson Manrique propone entender al gamonalismo como un poder despótico que se constituye en circunstancias de la violencia con la que tiene que operar el capital mercantil. Su estudio sitúa como marco las zonas altas de Arequipa en la época de la producción de la lana de alpaca que era obtenida de los indígenas, mediante mecanismos compulsivos. El control de la lana de alpaca, que era un importante producto de exportación, creaba una cadena de subordinación desde la oligarquía arequipeña hacia los gamonales del interior de la región. El gamonalismo consistía en el empleo del trabajo indígena para servicios personales y obras públicas, era instrumento para concentrar la propiedad de la tierra y la violencia en la circulación mercantil. Manrique anota que la violencia no era dirigida sólo hacia los indígenas, sino que se daba entre las familias o incluso al interior de las familias gamonales. Para ello, era importante tener algún cargo de representación política. La debilidad del Estado central tenía como contrapartida un poder gamonal fuerte (Manrique 1991: 211-223). Otro planteamiento para el estudio del gamonalismo es el de Deborah Poole. Ella sugiere que en Chumbivilcas, una provincia cusqueña de difícil acceso, sería la muestra de que incluso en una época posterior a la reforma agraria, en los años ochenta, “los gamonales aún ejercen un tremendo poder”, que “se realiza mediante mecanismos tan diversos y complejos como el abigeato, los préstamos bancarios, la política electoral, la educación, las fiestas y el folclore, en especial el astuto manejo del ideal cultural o folclórico del vaquero solitario y macho” (Poole 1991: 277-297). Se trataría de una compleja interrelación entre una cultura provinciana, elementos de la cultura campesina, discursos oficiales e indigenismo que han configurado la mentalidad gamonal. Las condiciones de persistencia de esta forma despótica se hallan dadas por la existencia de zonas aisladas de la sierra peruana15.

A modo de conclusión Según Michael Mann, el desarrollo histórico del Estado centralizado, tiene un componente despótico y otro de naturaleza infraestructural. El aspecto despótico es “el abanico de acciones que la elite tiene facultad de emprender sin negociación rutinaria, institucional, con grupos de la sociedad civil.” Mientras que el poder infraestructural es “la capacidad del Estado para penetrar realmente la sociedad civil, y poner en ejecución logísticamente las decisiones políticas por todo el país” (Mann 1991: 19-20). Las formas locales de dominación son una combinación de ambos aspectos, al desarrollar una capacidad de administrar poblaciones étnicas con una mezcla de despotismo y un limitado poder infraestructural del Estado. Todo un largo período histórico que viene desde mediados del siglo XIX hasta las reformas agrarias fue el de esplendor del gamonalismo y correspondía a un Estado que tenía ampliamente descentralizado el ejercicio del poder local, en función de estructuras sociales y étnicas basadas en la desigualdad. Esto va a modificarse después de los años sesenta del siglo XX con los cambios agrarios que afectaron al antiguo poder terrateniente. Es también cuando el Estado desarrollista promueve otro tipo de intervención en el agro. Los aparatos y agencias estatales redefinen la relación del Estado con la población indígena. Adicionalmente, en diversos lugares de la sierra ecuatoriana, la Iglesia Católica, uno de los pilares del antiguo orden local, eligió una opción de apoyo a los grupos indígenas. Se había producido de este modo una erosión de la administración étnica. Los cambios en la estructura agraria, con las reformas agrarias de 1964 y 1973, determinan la crisis 15 Durante la década de 1980 se produjo una aguda fase de violencia política en la sierra peruana con la insurgencia del movimiento armado “Sendero Luminoso” -SL-. En las representaciones de los grupos teatrales afines a SL, uno de los sujetos que aparece en los dramas es el gamonal como contrincante de los campesinos. Ver Salazar (1989: 74-75).

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y disolución del antiguo orden rural. La hacienda es afectada como soporte de las estructuras locales de poder. “Desaparecido ese soporte nodal de la dominación étnica, se abre un vacío de poder en las parroquias rurales de la Sierra donde, al cabo de casi tres décadas, aparece finalmente un conglomerado heteróclito de instituciones públicas, pero no estatales, que se autocalifican de “indígenas”, y consolidan una suerte de sociedad civil de tipo rural y étnico” (Guerrero 1996: 94). El término gamonal, aparecido en la segunda mitad del siglo XVIII, era posiblemente una manera de caracterizar a personajes que tenían un papel de mando en la cúspide de la sociedad. Su uso y luego su anclaje en la lucha política la convirtieron en una palabra que adquiría significados distintos según el sector o grupo social que lo utilizaba para identificar una oposición antagónica. La factibilidad de entender el gamonal y el gamonalismo no solo como figuras retóricas sino como actores y formas de ejercicio del poder local, aparece como un desafío para entender las estructuras estatales andinas en los siglos XIX y XX. Está claro que el gamonalismo como forma descentralizada de poder funciona paralelamente en una época en que el Estado nacional hace un esfuerzo por centralizar sus políticas generales, para lo cual construye un aparato estatal nuclear con ramificaciones regionales y locales. Un aspecto central del gamonalismo era la administración étnica, que tenía como su pieza clave el poder delegado que había conferido el Estado central al teniente político. Cuando la dominación étnica entra en crisis, por efecto de la ampliación de la capacidad infraestructural del Estado y procesos de cambio agrario, el gamonalismo emprende la retirada. Ese poder queda vacante, adquiere características fantasmagóricas y pasa a ser ocupado y construido por los sujetos que habían estado dominados; pero esa ya es otra historia.

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RESEÑAS


reseñas Caroline Humphrey y Stephen Hugh-Jones (compiladores), Trueque intercambio y valor: un acercamiento antropológico. Abya Yala, Quito, 1997. El libro que reseño no es reciente, fue publicado originariamente por la Cambridge University Press en 1992, traducido y publicado por Abya Yala en 1997. Al contrario de lo sucedido con la versión original, que causó un verdadero “terremoto” en los ámbitos académicos de la Antropología del “norte”, sobre todo anglosajona, por su especial contribución y al mismo tiempo por su desafío a las categorías tradicionales de intercambios económicos, su versión en castellano ha pasado prácticamente desapercibida en el país. Investigar las razones de esta indiferencia sería muy instructivo y nos diría mucho sobre el estado de la “comunidad académica” del país; sin embargo, no es éste el espacio para hacerlo. Aquí quisiera en parte, remediar tal silencio y presentar las razones por las cuales considero que este libro es actual y relevante para el trabajo que desempeñan académicos y

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académicas, cientistas sociales y quienes en general intentan comprender los procesos socioeconómicos, sea para explicarlos o para intervenir en ellos. El libro nos habla de las diversas maneras en que en el mundo, se dan las transacciones de trueque. La introducción es un supremo trabajo de síntesis de la manera en que a lo largo de su historia, la Antropología ha mirado a las transacciones económicas, con la inserción de la importancia de los estudios sobre el trueque en los debates contemporáneos. Con datos de regiones geográficas tan distintas y alejadas como la Amazonía, Polinesia, Melanesia y Nepal, los ensayos etnográficos nos presentan un panorama muy rico. El ensayo de Anderlini y Sabourian ofrece una discusión formal y teórica desde la Economía, sobre la organización de los diversos tipos de intercambios; concluye el libro con el excelente ensayo de Strathern, en el que la autora se involucra en una crítica conceptual y teórica del “viejo” modelo del trueque, ella está a favor de la idea de que el trueque trata de las relaciones y no solamente de los objetos. Tradicionalmente los economistas han tratado al trueque como una alternativa ineficiente al “mercado” y asumen que existe y halla su razón de ser exclusivamente en las economías “primitivas” no capitalistas. Alternativamente, lo interpretan como el fracaso de los intentos por establecer mecanismos más avanzados de intercambio. Por su parte, la Antropología también ha subestimado el fenómeno, al marginarlo en sus análisis a favor del “don” y mirarlo como a un simple regateo. Este libro colectivo analiza desde varios ángulos y desde marcos teóricos distintos, el fenómeno del trueque y cuestiona su definición tradicional como “una transacción en la cual los objetos se intercambian directamente uno contra otro, sin uso del dinero”. El rechazo, común de los/as autores, en cuanto a que el trueque ocupa un espacio residual entre las economías monetarias y las economías del don, es lo que otorga coherencia a los artículos.


El objetivo común radica en abogar por la definición del trueque como una institución económica en sí misma, un modelo de intercambio con características sociales propias y que ocupa un espacio moral específico, que no puede explicarse como negación o afirmación de otras instituciones económicas más reconocidas, sino que tiene dignidad de categoría económica, social y cultural por méritos propios. Llegar a una definición general y universalmente aceptada de trueque sería una contradicción: el truque sólo puede ser entendido dentro de su contexto social específico; como este contexto varía, así lo hacen sus características. Uno de los aportes más significativos del libro radica en la demostración de que el trueque y el dinero no son mutuamente excluyentes; por el contrario, es frecuente que coexistan “pacíficamente”. Por cierto, una de las características peculiares del trueque es que coexiste con otras transacciones más “formales” (ej. de mercado, comercio institucionalizado, etc.), se contradice así una de las afirmaciones clásicas según la cual los bienes y servicios circulan en circuitos cerrados y fijos; idea ésta que está en gran parte en la base de la falsa creencia de la existencia de economías “paralelas”, inclusive en Ecuador: una “tradicional/comunal/solidaria”, etc. desligada de la otra “de mercado/capitalista/global”. Los estudios de este libro no dejan dudas en cunato a que los objetos salen y entran continuamente de estos diversos sistemas económicos y que las personas cambian de forma frecuente y saben discriminar entre diversos estándares de valores, según las circunstancias y sus conveniencias. El concepto de valor está presente en todo sistema económico; sin embargo lo que es único en el trueque es que los objetos que se intercambian no pueden ser medidos según criterios generales y comunes a todas las sociedades, sino que adquieren valores específicos en cada sociedad específica, en la cual la utilidad marginal varía según factores externos, como por ejemplo la capacidad de rega-

teo de la/s parte/s. Así, el valor de las especies intercambiadas se convierte en un conjunto de indicadores de la consideración que la una parte tiene de la otra. Es decir, el trueque se convierte en un intercambio que crea relaciones sociales. Contrariamente al don, en el trueque sí hay transferencia de propiedad: la parte que originariamente poseía el bien objeto del intercambio, cede su propiedad a la parte que la recibe a cambio de algo más. Sin embargo, no existe aquella mutua independencia que según Gregory caracteriza a los intercambios de mercado, definidos como “transacciones impersonales entre individuos independientes e interesados que intercambian una propiedad privada alienable definida principalmente en términos de valor de uso y de intercambio” (Gregory 1980, 1982; Carrier 1991, 1995). De hecho, el trueque puede darse repetidamente entre las mismas partes. Otro elemento importante en el trueque es la percepción del otro que las partes involucradas tienen y que lleva a que la recíproca y respectiva ubicación en las relaciones político-económicas sea muy clara y conocida por ambas. Autores y autoras del libro rechazan la idea de la existencia de una “propensión económica natural” y su uso para explicar cualquier institución económica específica. Se suman, en cambio, a los muchos que sostienen que la economía es un sistema cultural, es decir que las transacciones económicas, en sociedades “tradicionales” como en sociedades industrializadas y capitalistas, son parte integrante de la cosmología y del sistema de valor de la sociedad. Así, los deseos y los tipos de intercambio que generan para satisfacerlos, son definidos culturalmente. Esto no significa desconocer la existencia de mecanismos económicos que en las sociedades capitalistas y “desarrolladas” parecen operar con una lógica propia e independiente; significa que los actores económicos no deben ser vistos (como de hecho pasa) separadamente de sus intenciones, que son culturalmente definidas. Otra característica del trueque, que la dis-

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tingue de otras formas de intercambio, es que representa un espacio de deseo: los objetos de este deseo son desiguales y esto hace que el “otro frente a mí” se caracterice por ser alguien que posee algo que yo no tengo y quiero, para el cual estoy dispuesto a sacrificar algo más. Esto exige que haya una definición de una de las partes como en una posición distinta (¿y talvez inferior?) frente a la otra, y que se convierta en “fuente” y satisfacción del deseo de la otra. Es justamente la desigualdad de los objetos que los define como “deseables” y de esta manera pone en acto las condiciones para el intercambio. En este proceso, se ratifica que las relaciones sociales y la organización de los hechos económicos se estructuran mutuamente y que esto pasa no solamente en las sociedades “tradicionales”, sino también en las sociedades “capitalistas” y urbanas. En la “época de la globalización”, en la cual los economistas rápidamente se apuntan a la pretensión de reducir a la Economía todos los aspectos de la realidad social, y extienden de este modo la sombra que la economía arroja sobre la vida y la historia (Escobar 1998: 3), un libro que nos habla de la economía en términos de las relaciones que involucra, y no solamente de números y estadísticas, y que demuestra toda la “humanidad” de unas prácticas que los manuales y ciertos economistas pretenden redu-

cir a disciplina inflexible guiados por modelos rigurosos, neutrales y universales, merece un aplauso. Al lector le queda la tarea de evaluar la importancia que estos datos tienen para la realidad social actual. Emilia Ferraro

Bibliografía Carrier, J. 1991, “Gifts, commodities, and social relations: a Maussian view of exchage”. Social Forum 6 (1), 119-133. ________ 1995, “Maussian Occidentalism: gift and commodity systems”, en J.G. Carrier (ed.) Occidentalism. Images of the West. Oxford: Clarendon Press. Escobar, A., 1998, Antropología y Desarrollo (documento electrónico). Gregory, C.A., 1980, “Gifts to men and gifts to Gods: gift exchange and capital accumulation in contemporary Papua”, en Man 15 (4), 6262-652. _________1982. Gifts and commodities. Londres- New York: Academic Press. _________1999. “Savage money. The anthropology and politics of commodity exchange. Studies”, en Anthropology and History vol. 21.


Flavia Freidenberg y Manuel Alcántara, Los Dueños del Poder: Los partidos políticos en Ecuador (1978-2000). FLACSO, Quito, 2001 ¿Cómo se puede conciliar la generalizada percepción de que en “Ecuador no existen partidos”, o que “Ecuador no está hecho para partidos” con el hecho concreto de que, al finalizar la segunda década de democracia se perfilan en el país cinco partidos con patrones estables de votación regional? ¿Cómo es que dichas organizaciones partidarias prevalecen electoralmente pese a las actitudes antipartidistas de algunas elites de poder y pese a las reformas constitucionales encaminadas a reducir el control electoral de los partidos políticos? Flavia Freidenberg y Manuel Alcántara ofrecen en este oportuno libro una visión alternativa para explicar cómo los partidos ecuatorianos han contribuido de múltiples maneras a mantener “la operatividad” del sistema político. Para enfrentar este reto, los autores utilizan un enfoque poco explotado en la ciencia política contemporánea, que tiene en Katz y Meir (1990, 1992, 1995) y Panebianco (1988) sus principales exponentes: el estudio

de los partidos políticos como organizaciones, tanto en su dimensión de cambio interno, así como en su capacidad de -y éxito para- adaptarse a diferentes patrones de competencia política con otros partidos. Para su estudio, los autores desarrollan una pionera y meticulosa descripción de las características organizativas de cinco agrupaciones políticas (Partido Social Cristiano PSC-, Partido Roldosista Ecuatoriano -PRE-, Izquierda Democrática -ID-, Democracia Popular -DP- y Pachakutik) y del entorno que las rodea, con base en decenas de encuestas realizadas a líderes, miembros y militantes de cada partido a lo largo de varios años de investigación en Ecuador. Si bien no existe un criterio uniforme para la selección de casos (por ejemplo, Pachakutik es seleccionado por su “capacidad de influencia” en el sistema político, mientras los demás partidos son seleccionados por su desempeño regional), los autores ofrecen información inédita sobre el financiamiento de partidos, los procesos de selección de líderes y candidatos, e inclusive una completa fotografía de las redes de poder de la dinastía Bucaram. Los autores evalúan el desempeño de los partidos de acuerdo con sus dimensiones “externas” (la arena electoral, gubernamental y legislativa), así como sus dimensiones “internas” (el partido visto como organización burocrática y como organización de voluntarios). Lamentablemente para el libro, las ricas implicaciones conceptuales de este enfoque innovador se desarrollan al margen del texto principal, en los pies de página del segundo capítulo (PSE). A partir del estudio de estas “cinco caras” de los partidos, Freidenberg y Alcántara sostienen que dichas organizaciones son capaces de estructurar la competencia electoral, proveer a los votantes de información política, concertar acuerdos en torno a políticas, establecer acciones legislativas, y en suma, “hacer operativo al sistema político”. El diagnóstico reconoce que si bien los partidos ecuatorianos cumplen “eficientemente” dichas tareas en el ámbito regional, enfrentan serias dificultades

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para articular demandas en lo que tiene que ver con lo nacional. Evaluar el desempeño de los partidos políticos por su “eficiencia” a partir de una definición minimalista o instrumental sobre la finalidad de los partidos es una apuesta problemática. Siguiendo a Sartori, Freidenberg y Alcántara definen a los partidos como “cualquier grupo político que se presenta a elecciones y es capaz (...) de colocar candidatos para cargos públicos”. Si bien los autores están concientes de la existencia de otros objetivos, han preferido poner en práctica su estudio en términos de esta única finalidad, sin tomar en cuenta las sendas implicaciones conceptuales de esta definición. En primer lugar, el concepto implica tomar al partido como unidad de análisis, es decir que tanto los líderes como los miembros de cada tienda política comparten y persiguen el mismo objetivo (ganar elecciones) y que dicha meta sea mutuamente beneficiosa para sus integrantes. En la práctica, la búsqueda de dicho objetivo provoca serias divisiones entre líderes y sus cuadros y se debilita el funcionamiento de los partidos, especialmente cuando los líderes limitan las aspiraciones políticas de sus miembros. En Ecuador por ejemplo, los conflictos internos de partido justificaron una buena parte de los “cambios de camiseta” entre 1979 y 1998. No se puede decir tampoco que los partidos intenten solamente maximizar su desempeño electoral, cuando en la práctica sólo un porcentaje reducido de políticos buscó y obtuvo la reelección en la arena legislativa y municipal.1 Queda entonces pendiente la pregunta en torno a cuál sea el objetivo que buscan maximizar los “integrantes” de un partido. El modelo de organización de partidos debería contemplar un rango más dinámico de objetivos individuales que incluyan la maximización de votos, cargos públicos, buenas políticas públi1 Durante la prohibición de la reelección inmediata (1979-1994), las tasas de reelección legislativa fueron de solamente el 12%, y sólo se incrementaron al 25% cuando la prohibición constitucional fue levantada desde 1996.

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cas, prestigio y bienes materiales para sus miembros. En su afán por evaluar el desempeño de los partidos políticos, los autores tampoco especifican qué modelo de representación política persiguen las organizaciones partidarias: si uno en que los partidos y sus integrantes cumplan fielmente con el mandato de sus votantes o uno en que los partidos y sus miembros tengan independencia para ejecutar las acciones de gobierno que benefician a los grupos de poder y que van más allá de los intereses distritales. En este sentido, una teoría de delegación y liderazgo condicional (Cox y McCubbins 1993, y Morgenstern y Nacif, 2002) puede ser instrumental para explicar cómo los líderes de los partidos logran conciliar las exigencias inmediatas de los distritos electorales al tiempo que perfilan una agenda para la supervivencia de sus partidos en el largo plazo. La tercera implicación radica en que se confunde el papel que desempeñan los partidos para asegurar la subsistencia o para mejorar la calidad de las democracias. Los autores son optimistas al afirmar que los partidos ecuatorianos contribuyen eficientemente a la “operatividad del sistema” por su capacidad para cumplir con las tareas de representación y agregación de intereses, es decir, aseguran las condiciones mínimas de la democracia liberal (poliarquía). Bajo un argumento puramente funcional, se cae en la tentación de calificar como “eficientes” al manejo de redes clientelares y corporativas al servicio de unos pocos, sin contemplar sus consecuencias sobre el funcionamiento de la democracia. Cabe sin embargo preguntar si el enfoque de organizaciones puede revelar las graves deficiencias que tienen los partidos en Ecuador para ejecutar políticas de alcance nacional, ofrecer veraces fuentes de información política y asegurar mecanismos de transparencia y rendición de cuentas del partido con la ciudadanía. La línea de fondo de “Los Dueños del Poder” es que la organización partidaria tiene consecuencias importantes sobre el desempeño (electoral) de los partidos y la selección de


casos que hacen los autores corrobora esta afirmación. Sin embargo, el argumento sería más completo si se examinasen también los casos negativos, aquellos en los cuales por ejemplo, la organización partidaria contribuyó al fracaso del partido (Concentración de Fuerzas Populares -CFP- o el Frente Amplio de Izquierda -FADI-), o donde partidos con diferentes estructuras organizativas (PRE y PSC) lograron similares desempeños electorales y niveles de penetración regional. Con esta contribución, Freidenberg y Alcántara llenan un vacío metodológico importante en la escasa literatura sobre partidos y sistemas de partidos en Ecuador. Siguiendo la tradición de estudios empíricos del Instituto de Estudios de Iberoamérica y Portugal en Salamanca, los autores han desplegado un impresionante esfuerzo de recolección y sistematización de datos y encuestas. La ausencia de un capítulo de análisis comparativo entre partidos o de un capítulo de conclusiones puede ser una invitación para que estudiosos del sistema político ecuatoriano elaboren su propio análisis de los temas propuestos por los autores. El libro además constituye una valiosa fuente de referencia para quienes ponen en práctica la política en Ecuador. Andrés Mejía Acosta

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Contenido de ICONOS 13 - marzo 2002 COYUNTURA

Díalogo

Argentina: cuando el uno a uno no es empate Gustavo Gamallo

Los usos de la cultura política Diálogo con María Luz Morán Felipe Burbano, Edison Hurtado y Franklin Ramírez

Entre la dolarización y la devaluación: la crisis de la convertibilidad en Argentina Eduardo Basualdo Temas La debacle neoliberal Protesta social y crisis política en Argentina José Seoane

Sobre bonanzas y dependencia Petróleo y enfermedad holandesa en el Ecuador Guillaume Fontaine

Dossier Figuras del sujeto Daniel Gutiérrez V. Lacán y la filosofía Carlos Tutivén Román Psicoanálisis y ciencias sociales: apuntes para una reflexión Mauro Cerbino Lacan, psicoanálisis y lalengua en las ciencias sociales Antonio Aguirre Adolescencia: entre lo posible y lo imposible Piedad Ortega

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Partidocracia y democracia plebiscitaria El ascenso de un “nuevo régimen” en Venezuela Alfredo Ramos Jiménez

Frontera Geopolítica del conflicto: el mundo después del 11 de septiembre Joaquín Hernández Alvarado Ciudad, Estado y sistema internacional: el mundo árabe en el sistema occidental Mark Atila

Debate

RESEÑAS

“El desarrollo no es sólo crecimiento del PIB” Conferencia de Joseph Stiglitz

SUGERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


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