Nueva época, Año 3, No. extraordinario
Guatemala, diciembre de 2003
Una mirada al horizonte electoral Presentación
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LACSO-Guatemala cierra el año 2003 con la presentación de este número extraordinario de diálogo, dedicado al examen y análisis de diversas variables significativas del proceso electoral 2003. Tres miembros de la Facultad, Víctor Gálvez Borrell, Pavel Centeno y Virgilio Álvarez proponen, en su orden, los siguientes artículos: Un balance del proceso electoral 2003, en el que se destacan las similitudes y diferencias de dicho proceso con otros ocurridos desde el inicio de la transición a la democracia a la fecha. Por su parte, en Posibles escenarios para el nuevo Congreso de la República, su autor realiza un recorrido sobre eventuales alianzas en el Legislativo, dependiendo del triunfo de la alianza GANA o del partido UNE, y pronostica un difícil cabildeo para hacer gobierno. Guatemala: 10 de noviembre, aborda un análisis del comportamiento del electorado y propone, a partir de los resultados de éste, la posible configuración de dos tendencias del voto, que dibujan un nuevo mapa sociopolítico del país. Cierra este número extraordinario el artículo: En la segunda vuelta electoral nada está definido, de Edmundo Urrutia, para quien la primera vuelta deparó, aparte de sorpresas, logros positivos como la legalidad del proceso, a pesar de las deficiencias ya conocidas, y la responsabilidad ciudadana en cuanto a participación y forma de votar. Cada autor realizó su trabajo de manera independiente, por lo que sus enfoques no necesariamente son coincidentes. Al dejar en manos de los y las lectoras los artículos de este diálogo, lo hacemos con el interés de que se formen su propio criterio sobre el horizonte electoral en Guatemala.
©Ricardo Ramírez Arriola, Niñez de Guatemala, 2003
Un balance del proceso electoral 2003 Víctor Gálvez Borrell*
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l proceso electoral 2003 presenta rasgos comunes pero también diferencias específicas, si se le compara con los cuatro anteriores ocurridos desde el inicio de la transición a la democracia a la fecha (1985, 1990, 1995 y 1999). Un balance de estas similitudes y diferencias, ayudaría a caracterizar las principales tendencias por las que parece discurrir la cultura y el sistema político en el país en los años recientes:
a. Las similitudes que parecerían estar constituyendo una tendencia Al analizar los principales acontecimientos políticos desde la convocatoria a elecciones generales de mayo de este año hasta la consulta del 9 de noviembre, resalta la repetición de tres rasgos que se vienen produciendo desde 1985: la derrota del partido de gobierno; la proliferación de organizaciones políticas que
Publicación mensual de FLACSO-Guatemala y elPeriódico Secretario general de FLACSO Wilfredo Lozano San José, Costa Rica CONSEJO ACADÉMICO DE FLACSO-GUATEMALA Víctor Gálvez Borrell-director Virgilio Álvarez/Walda Barrios-Klée/ Virgilio Reyes/Edelberto Torres-Rivas Tel. PBX (502) 362-1431 Fax: (502) 332-6729 Correo electrónico: flacsoguate@flacso.edu.gt Página web: http://www.flacso.edu.gt Coordinación de edición: Hugo de León Edición: Víctor Gálvez Borrell Diseño y diagramación: José Bolaños Corrección: Ariel Ribeaux Esta publicación es posible gracias al apoyo financiero de la agencia sueca de desarrollo internacional ASDI/SAREC 30,000 ejemplares
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©Hugo de León
nacen y mueren rápidamente con las elecciones generales; y el dominio de la oferta electoral por parte de opciones que corresponden al espectro político de la derecha y del centro derecha. Cada una de estas características requiere alguna explicación, pero también genera efectos importantes. La imposibilidad del partido oficial para lograr la reelección Lo anterior se ha convertido en una constante desde que, en 1990, el partido Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG) sufriera su primera derrota. Este comportamiento, confirmado una vez más con el resultado que alcanzó el Frente Republicano Guatemalteco (FRG) el 9 de noviembre, ha llevado a algunos incluso a pensar que, aquellos ejemplos de reelección registrados en el pasado por parte de partidos políticos que hacían gobierno, fueron explicables únicamente por fraude y que, en todo caso, ello confirmaría la manipulación de los resultados electorales en esos años.1 Esta dificultad de los partidos políticos, que una vez que alcanzan el poder no pueden convencer al electorado para la segunda oportunidad, contrasta, por ejemplo, con el comportamiento tanto de las organizaciones partidistas como de los electores en El Salvador, el país de la región con el que Guatemala posee las mayores influencias recíprocas en materias política, económica y hasta social, y que para muchos (como ocurre con los empresarios) funciona como un “espejo para los guatemal-
tecos”. En efecto, en este caso, el partido ARENA ha logrado reproducirse en tres administraciones consecutivas, pero también la izquierda ha pasado a ser una fuerza política importante. ¿Se trata en Guatemala de la incapacidad para consolidar una imagen de “buen gobierno”, eficiencia y honestidad?, ¿es debido a un rápido desgaste?, ¿a una despiadada oposición? ¿O es que las desigualdades sociales, los rezagos y los desafíos son tan profundos y lacerantes, que es imposible que una administración logre colmarlos en un solo período? ¿O se requerirían décadas de mantenimiento de las mismas políticas públicas para su solución y esto no se produce pues los gobiernos no alcanzan a reelegirse? La explicación podría encontrarse “a caballo” entre ambos grupos de razones y lo que ha fallado aparatosamente en Guatemala en los últimos años: la credibilidad que proyectan los partidos. En efecto, en las democracias representativas modernas, tan dependientes de la capacidad mediática de transmisión de imágenes y en las que lo importante no es tanto “hacer, sino hacer creer que se está haciendo”, los gobiernos guatemaltecos no han demostrado tal habilidad. Y los medios de comunicación social los han ayudado escasamente, al insistir tanto en los desaciertos y tan poco en los magros logros.2 Una de las consecuencias más negativas de este comportamiento se refleja en la crisis de las formaciones políticas salientes luego de las derrotas sufridas (debilitamiento cercano a la inanición, divisiones o desapariciones) como ha ocurrido con la DCG,
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Abogado y notario, sociólogo, ha sido profesor de la Escuela de Ciencia Política de la USAC e investigador de FLACSOGuatemala, de la cual es actualmente director. 1 Se trató de las elecciones generales de 1974, 1978 y 1982, en las que, dependiendo de los casos, aparecían el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), el Partido Institucional Democrático (PID) o el Partido Revolucionario (PR) como “oficiales” y lograban así su reelección para otro período.
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El caso que se aparta de esta tendencia: el triunfo del mismo equipo político en la alcaldía de la capital durante cinco períodos consecutivos mostraría que en el espacio más reducido del municipio y en el que existe más proximidad entre gobernantes y gobernados, el PAN y sus herederos demostraron ser más diestros en el manejo de esta habilidad y los vecinos menos exigentes con lo que el gobierno local les ha entregado.
el MAS de Serrano Elías, el propio PAN y lo que se le ha augurado al FRG , tema al que regresaremos más adelante. La dispersión e inestabilidad de los partidos políticos vrs. la tendencia a la concentración del voto Las elecciones generales de 2003 confirman la proliferación de los partidos políticos en Guatemala: en las elecciones de 1990 habían 20 partidos inscritos aunque sólo participaron 14, mientras que en las de 1995 su número llegó a 23. Esta dispersión está acompañada por un alto grado de sustitución de tales formaciones: unas dejan de existir o son canceladas después de cada elección (sea porque no logran colocar diputados o porque no alcanzan el porcentaje mínimo legal de votos) y nuevas aparecen, incorporando o no, a las antiguas directivas partidistas. Así, de los doce partidos que presentaron candidatos presidenciales en 1985 sólo subsiste la DCG, el único partido “histórico” que logró sobrevivir en el 2003, con dificultades. De los trece partidos que presentaron candidatos presidenciales en 2003, ocho se inscribieron después de las elecciones generales de 1999. La elevada proliferación y rotación de las organizaciones políticas expresa su débil institucionalización, el escaso arraigo entre la ciudadanía y la limitada identidad partidista que caracteriza a los y las guatemaltecas. Ejemplo de ello es el apoyo que recibió Óscar Berger en 2003, el favorito para la segunda vuelta, un candidato que no tiene partido, sino una coalición reciente, poco conocida y con diferencias internas significativas. La dispersión e inestabilidad partidista por una parte, contrastan con la tendencia a la concentración del voto entre pocas organizaciones políticas, como lo muestra el siguiente cuadro. En el mismo se incluye el total de partidos contendientes, destacando los que lograron acumular entre sí más del 65% de los votos en cada elección presidencial ocurrida desde 1985 a la fecha:
ción democrática iniciada en 1986, fue su coexistencia con la guerra, lo que generó la cauda de represión y violaciones a los derechos humanos (ya documentada por el REMHI y La memoria del silencio) en el momento mismo en el que debía construirse la democracia. Ello puede explicar, en buena medida, por qué la democracia aún no aparece consolidada en Guatemala, pero también permite entender que la construcción de esa democracia limitada se hacía precisamente para desactivar el propio conflicto armado, al quitarle “banderas políticas a la guerrilla”. Las perspectivas de constituir entonces una opción electoral de izquierda entre 1986 y 1996, parecían estar muy restringidas por los acontecimientos mismos de la época. Pero después de 1996, esta perspectiva tampoco se alcanzó y los resultados de los dos partidos llamados a hacerlo: URNG y ANN el 9 de noviembre de 2003, testimonian este sonado fracaso. ¿Qué sucedió? Hay quienes han señalado que la izquierda no existe en Guatemala, y los que tal cosa plantean no son únicamente conservadores de derecha, sino muchos de los que gustan autodefinirse ©Hugo de León como progresistas. Esta aparente coinLas cifras ponen de manifiesto que, a pesar cidencia entre quienes suelen profesar orientadel número de partidos postulantes (entre doce ciones ideológicas tan distintas, encierra una y 23 según los años) más del 65% de los votos verdad a medias. En efecto, a juzgar por su se concentra entre tres partidos o coaliciones reciente desempeño electoral, la izquierda esque dominan la escena. Ello mostraría que la taría en el umbral de su desaparición, pues intención del electorado pareciera ser la de lejos de inscribirse en un proceso paulatino de consolidar un comportamiento bipartidista, que fortalecimiento a partir de 1996, se ha debilisin embargo se frustra, porque los partidos sutado, dividido y subdividido. Pero de ello no cumben al no lograr mantenerse en los primenecesariamente se concluye que no existe. ros lugares más allá de dos elecciones. ¿Cómo entender entonces esta aparente contradicción? Las dificultades de la izquierda para Como corriente de opinión y conjunto de convertirse en una opción política agrupaciones (ong, asociaciones, grupos, electoral, moderna y viable y el preproyectos de desarrollo, etc.) interesados por dominio del bloque de derecha y la exclusión social, la participación directa de centro derecha desde 1986 la población en la toma de decisiones, la demoUna de las características más significativas y cratización del poder y una mayor intervención limitantes de la apertura política y de la transidel Estado en las políticas públicas, la izquierda existe y cuenta con numerosos adeptos en el campo y las ciudades, en las regiones ladinas e indígenas. No obstante, sus miembros o simpatizantes no se identifican con los partidos políticos que se supone representarían sus intereses. Lo que caracteriza a esta corriente en Guatemala, más que en ningún otro país, es el divorcio entre esa izquierda, que prefiere la calle para expresarse, y los partidos podiciembre 2003, No. extraordinario /
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líticos, que serían los llamados a representarla; es decir, la URNG y la ANN en este caso. Esta distancia no hizo sino acentuarse después de 1996. La dirigencia ex guerrillera, que se convirtió en partido político, fue incapaz de democratizarse y concretar alianzas estratégicas efectivas con quienes alguna vez fueron sus simpatizantes o seguidores. Y a ello se añadió la intolerancia y las divisiones en los propios partidos políticos de izquierda, constituidos luego de la firma de la paz en 1996: desde el Frente Democrático Nueva Guatemala, hasta la URNG, pasando por la UNID y la ANN, que terminaron por enajenarse la poca simpatía que tenían y debilitarse aún más.
clima de tensión que se explica ahora más que antes por ser esta vez el FRG el partido de gobierno. Paralelamente a la estrategia legal que llevó al FRG a obtener una controvertida decisión judicial de aceptación por parte de la Corte de Constitucionalidad, que rompía con la jurisprudencia anterior y que se logró merced a un criticado procedimiento de sorteo de los magistrados favorables al candidato, el partido oficial diseñó una campaña de zanahoria y garrote. Si bien es cierto que el FRG no descuidó la publicidad electoral tradicional (según el estudio de Mirador Electoral el partido oficial fue el que más gastó en publicidad –50.4 millones
b. Las especificidades del proceso electoral 2003 Un resumen de las particularidades que caracterizaron el actual proceso electoral (algunas de las cuales se registraron en ciertos procesos anteriores) se ofrece a continuación: El crecimiento de la participación electoral a pesar de las dificultades que encontraron los votantes La afluencia a las urnas el 9 de noviembre se elevó casi cinco puntos porcentuales frente al resultado de la primera vuelta en 1999 y alcanzó el 58%, una cifra que confirmaría la tendencia a la recuperación del interés por el voto, luego de la caída más baja de 1995, cuando de cada 100 empadronados votaron tan sólo 46. Ello, a pesar de los problemas prácticos que generaron las “innovaciones” que decidió aplicar el Tribunal Supremo Electoral (actualización de los electores sin la adecuada capacitación de los encargados y la suficiente supervisión de la forma en la cual se aplicó) y un clima de violencia y sospecha de fraude, como pocas veces se recordaba en Guatemala desde 1985. El clima de incertidumbre y sospecha permanente de fraude electoral, que se acrecentó a partir de finales de julio de 2003 La insistencia del Gral. Ríos Montt de participar como candidato presidencial, a pesar de las limitaciones constitucionales, de haber sido rechazada su candidatura por las autoridades electorales y judiciales en 1990 y de haber declinado participar en 1995 y 1999, generó un 4 / diciembre 2003, No. extraordinario
de quetzales–, seguido en segundo lugar por la coalición GANA –con 47.8 millones–) centró buena parte de su estrategia en explotar sus privilegios como partido oficial (en forma similar a lo que otras organizaciones políticas han hecho en el pasado). Intentó capitalizar para sí algunos programas populares del gobierno como la entrega de fertilizantes a campesinos pobres y recurrió a la repartición de utensilios diversos (desde láminas hasta palas y piochas y otros regalos). Pero lo que testimonia mejor esta estrategia de la zanahoria, fue la oferta de retribución económica a los antiguos patrulleros de autodefensa civil, los ex PAC, gigante dormido que se convirtió en la más prometedora inversión electoral desde finales de 2002. Las cifras mostrarían más tarde que los ex patrulleros, lejos de concentrar su voto en un solo candidato, lo distribuyeron a su antojo.3 3
El último recurso de esta estrategia fue el frustrado decreto del Congreso de la República de establecer un “paro productivo” de tres días de duración para el 9 de noviembre, lo que
Por su parte, el componente más explícito del garrote dentro de esta estrategia, fue la movilización violenta e intimidatoria de los llamados “jueves negro” y “viernes de luto”, lo que constituyó la segunda gran equivocación del FRG (la primera fue la insistencia en escoger a su candidato en lugar de optar por otro personaje menos polarizador y que no generara tantos anticuerpos). Como resultado de ello, creció el temor de estallidos de violencia el día de las elecciones o de eventuales manipulaciones de los resultados (uso masivo de cédulas falsas, voto de muertos o inhabilitados, alteración electrónica de datos, etc.). La masiva observación electoral Como consecuencia del clima de incertidumbre y de temor de un fraude, el proceso electoral 2003 se convirtió en el más observado de cuantos han ocurrido desde 1985 en el país. Desde la Misión de la OEA y la Unión Europea, hasta las de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, del Centro Carter, America’s Watch, WOLA, etc., pasando por el primer proyecto organizado de observación nacional: el Mirador Electoral, la Procuraduría de los Derechos Humanos, entre otros. En total, el conjunto de observadores (que no se concretaron a lo ocurrido el día de las elecciones, como ha sido tradicionalmente sino que adelantaron su misión) alcanzó la cifra de 5,900 nacionales registrados en ©Hugo de León el TSE (de los cuales cerca de la mitad pertenecían a Mirador Electoral) y 950 internacionales, igualmente registrados, para totalizar 6,850, suma sin precedentes. Los acercamientos y acuerdos entre partidos políticos En el marco de la escasa credibilidad que sufren los partidos políticos, se produjeron varias experiencias positivas de acercamiento y acuerdos durante el proceso electoral 2003. La primera de ellas, la constitución del Foro Permanente de Partidos Políticos, seguida de otras como el Acuerdo Ético Político para el Desarrollo del Proceso Electoral 2003 y el Compromiso con la Plena Vigencia e Implementación
despertó las más variadas sospechas de desestímulo para los votantes y de fraude, generando así un amplio rechazo y la presión de diversas organizaciones, observadores y hasta de la comunidad internacional, que lo hicieron ver al Jefe del Ejecutivo, quien lo vetó.
de los Acuerdos de Paz del 10 de julio de 2003, la Agenda Nacional Compartida y el Compromiso por la Convivencia Democrática y la no Violencia de octubre de este mismo año. Estos acuerdos han estimulado el sentimiento de identidad entre la clase política y posibilitado la comunicación, el acercamiento y la discusión entre pares, algo poco usual en Guatemala y que presagiaría, de mantenerse, el inicio de un proceso de modernización de los propios partidos políticos. El voto cruzado La relación entre la proporción de votos emitidos a favor del candidato presidencial respecto de aquellos para elegir diputados, es un indicador de la identidad partidaria, de la popularidad y del arrastre del partido dentro de los electores, respecto de la simpatía por el candidato a la presidencia. En igual forma, influye en la mayoría que tendrá el partido de gobierno en el parlamento. En las elecciones generales de 1985, 1995 y 1999, la proporción de votos
en las elecciones para el Congreso fue mayor a la recibida por los candidatos presidenciales que gobernaron (DCG, PAN y FRG respectivamente). Esto facilitó que obtuvieran mayoría parlamentaria. Esta situación no se produjo en el caso de las elecciones generales de 1990, cuando el MAS sólo obtuvo el 15.5% de los sufragios parlamentarios. Una situación similar ocurrió en las elecciones de 2003, cuando los electores aparentemente decidieron no concentrar todo el peso de sus votos en el mismo partido o coalición para los cargos del Ejecutivo, Congreso y municipalidades, sino cruzarlos o distribuirlos. El resultado del comportamiento anterior es un Congreso sin mayorías, en el que el FRG ocupa el primer lugar como partido, aunque la alianza GANA obtuvo el mayor número de escaños y la UNE se sitúa en tercer lugar. Ello dificultará el trabajo del Ejecutivo, cualquiera que sea el candidato triunfante en la segunda vuelta, pues la coalición de la GANA es inestable, la UNE un partido nuevo y fraccionado.
Por su parte, el FRG está decidido a aprovechar su condición de partido disciplinado y vertical para realizar oposición. Las condiciones para una difícil gobernabilidad desde un Ejecutivo débil, en cualquiera de las dos opciones, están dadas, dentro de una cultura política que, como la guatemalteca, no se termina de habituar a la necesidad de alcanzar acuerdos para ejercer el poder del Estado. Hay que recordar no obstante, que la negociación y el logro de acuerdos son importantes para la gobernabilidad democrática, pero tampoco constituyen un valor absoluto: hay formas espurias de negociar y también acuerdos ilegítimos. Ejemplo de lo primero fue la relación entre el Ejecutivo y el Congreso durante la administración de Serrano Elías en Guatemala. Y casos del segundo tipo los encontramos en los acuerdos bipartidistas entre sandinistas y liberales en Nicaragua, por ejemplo. Hay límites en la forma y en el contenido de la negociación, que esperaríamos que no se olviden en la próxima administración.
Escenarios posibles para el nuevo Congreso de la República Pavel Centeno*
©Hugo de León
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na vez concluido el proceso electoral y teniendo como marco los problemas y enormes desafíos económicos, políticos y sociales por los que atraviesa la sociedad gua-
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Economista con postgrado en finanzas en la Universidad de Guadalajara. Coordinador administrativo de FLACSO-Guatemala y representante de esta Facultad ante el proyecto de observación nacional: Mirador Electoral 2003.
temalteca, surge la pregunta obligada: ¿cuál debería ser el papel del nuevo Congreso? En el mismo sentido, es necesario preguntarse por el papel del nuevo presidente de la República, ya que aunque con funciones específicas en la Constitución Política, ambos poderes del Estado están estrechamente vinculados y su fin supremo es la realización del bien común.
Tomando en cuenta lo anterior, es importante adelantar algunas consideraciones sobre las futuras relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo en la nueva administración que tomará posesión el 14 de enero de 2004, pues tampoco hay que olvidar que, del resultado de la segunda vuelta también dependerán las acciones y alianzas del futuro Congreso. diciembre 2003, No. extraordinario /
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¿Cómo imaginar un Congreso en el que ninguna fuerza política cuenta con la mayoría suficiente para promulgar leyes sin el consenso de, al menos, otro partido? En 2004 quedarán atrás las recientes discrecionalidad y facilidad con las que el partido del gobierno las hacía aprobar. ¿Fue ese actuar perjudicial para el país o podríamos esperar algo peor? A juzgar por los resultados electorales, el nuevo Congreso debería integrarse “sin aplanadoras”, pero con tres fuerzas que se distribuyen el 78% del Poder Legislativo. El futuro Congreso de la República quedará integrado de la forma que muestra el siguiente cuadro:
De lo anterior se concluye que para obtener mayoría simple se necesita contar con la aprobación de 80 diputados, y para alcanzar la mayoría calificada con la de 107. En vista de esta situación, es posible plantearse los siguientes escenarios: La Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) gana la elección en la segunda vuelta En relación con este escenario, hay que señalar que el presidenciable de la UNE tiene, al parecer, mejores posibilidades de llegar a acuerdos con el Partido de Avanzada Nacional (PAN) (existe incluso uno ya firmado, que en principio le otorgaría una bancada de 49 diputados). Esta posición de entendimiento puede mantenerse, en algunos temas legislativos, con otras organizaciones como los Unionistas, la ANN, la URNG, la UD e inclusive con el DIA. En lo relativo al FRG, es prematuro vislumbrar algún comportamiento al respecto, puesto que a pesar de su verticalidad y unidad interna, este partido podría sufrir los efectos que la derrota generó en otras organizaciones políticas del pasado reciente (DCG, MAS, PAN). Pero en igual forma, también podría ser que 6 / diciembre 2003, No. extraordinario
el FRG decida jugar, en alianza o en solitario, un papel de oposición plena. Bajo este esquema –en el que la UNE no cuente con el apoyo de la GANA, pero sí logra alianzas con otras formaciones excluyendo al FRG– significaría que dicho partido podría llegar a sumar hasta un total de 68 diputados. Con ello no lograría ni siquiera mayoría simple, lo que reduciría las posibilidades avanzar, por ejemplo, en las reformas políticas indispensables que el país requiere. La duda en este escenario sigue siendo el papel que jugaría el FRG, que con 43 diputados unidos al esquema planteado, sumaría 111 escaños (33 de UNE, más 29 de los restantes y 43 del FRG). Esto significa cuatro más de los necesarios para obtener mayoría calificada. No obstante, es muy poco probable que funcione dicha opción dentro de este escenario (aunque no imposible). Por otra parte, también es dable pensar que el FRG pueda desgranarse en alguna medida y que los “fugados” decidan apoyar al Ejecutivo de Colom, lo cual supondría que se descarte el liderazgo de Ríos Montt. No es fácil considerar que esta situación ocurra durante el primer año de gobierno, pero sí que se produzcan alianzas tácticas o estratégicas para ciertos temas, lo que le permitiría a Colom algún avance. El papel que decida jugar el FRG dependerá, en parte, de sus planes para las elecciones de 2007, ya sea postulando a la presidencia a uno de los miembros del grupo familiar, o de sus dirigentes históricos, que aún gocen de cierto prestigio. Ello podría dar lugar a que el partido adopte una oposición sistemática, pues bajo este esquema en nada le conviene fortalecer al partido de la esperanza. Si ocurre este proceso de acercamiento de la UNE con otras formaciones políticas,
sólo necesitaría 12 diputados del FRG para alcanzar mayoría simple, con lo cual puede mantener el ritmo de los cambios y el impulso de las leyes que desee desarrollar durante el primer año de gobierno. No obstante, ello desgastaría al Ejecutivo, ya que las reformas más urgentes requieren de mayorías calificadas, y al final de cuatro años podría sufrir el “voto de castigo” por no haber alcanzado a realizar las transformaciones anunciadas y esperadas por la población. En ese mismo escenario, un entorno más realista se visualiza con una GANA desmembrada, ya que es muy difícil que esta alianza se mantenga si su candidato no llega a la presidencia. A la fecha, los grupos que la integran están bien diferenciados en sus intereses políticos, afinidades ideológicas y cantidad de afiliados; y estarán, por otra parte, pensando en el futuro: las elecciones de 2007. Cabe recordar que en cinco departamentos GANA postuló candidatos a diputados en alianzas parciales; es decir, no como coalición en su conjunto, sino a través de distintas combinaciones de ella. Si a esta probabilidad se le suma la actitud mantenida por el autodeterminado Grupo M17, de mantener aislados a sus otros aliados, la ruptura parece inminente. El Partido Patriota, por ejemplo, no ha ocultado sus intenciones de independizarse al inicio de la nueva legislatura. Lo anterior muestra la debilidad del grupo que respaldará a Berger en el futuro, y confirma que el candidato hubiera requerido mayor trabajo que el tiempo le impidió, para solidificar alianzas no sólo alrededor de tres partidos, sino de otros grupos sociales importantes para alcanzar la gobernabilidad y los consensos necesarios que requieren las transformaciones institucionales más urgentes de la nueva administración.
La alianza GANA está integrada por 47 diputados, pero divididos en cuatro subgrupos políticos: el Partido Patriota, el Movimiento Reformador, Solidaridad Nacional y el M17. Descontando al M-17, el grupo de mayor identidad y lealtad con Óscar Berger, es posible imaginar que una parte del resto de diputados de los partidos restantes se alíe al Ejecutivo de Colom en los primeros dos años del gobierno de éste, lo que permitiría no sólo la gobernabilidad del país, sino lograr consensos más estables y el número de diputados necesario para llegar a la mayoría simple e inclusive a la mayoría calificada. No obstante, al acercarse el próximo período eleccionario, las cosas podrían cambiar y la oposición, de acuerdo con sus estrategias, definiría una nueva actitud a seguir. Sólo en una situación ideal y no fácil de alcanzar, es dable pensar que la UNE podría lograr, desde el principio de su gestión, el apoyo de un buen número de diputados que hoy pertenecen a otras bancadas y, por ende, un buen ejercicio de gobierno, que podría catapultarlo como primera opción del electorado en 2007. Berger al frente del Ejecutivo Las posibilidades de alcanzar buenas relaciones entre el Ejecutivo y el Congreso en este escenario, se conforman sobre la idea que los cuatro grupos que integran la GANA se mantengan unidos, ya sea por intereses políticos, por la unidad del plan de gobierno o por la repartición de puestos que como partidos de gobierno les correspondería en el Ejecutivo. Lo anterior es muy importante, pues existen rumores en torno a reparticiones de ministerios, secretarías y direcciones generales diseñadas en forma inadecuada y parcial, que han provocado el descontento al interior de algunos de ellos, como el Partido Patriota ya indicado. Hay que señalar que lo anterior también tiene que ver con la estrategia política de esta última formación, pues su líder –que no ha ocultado sus pretensiones presidenciales– podría decidir guardar distancia del Ejecutivo para evitar el desgaste que implica el ejercicio del poder. La propuesta del M-17 de fusionar la GANA no ha sido del agrado de todos. En efecto, dicha fusión significaría perder la membresía partidaria y tres secretarías generales, las cuales tienen poder dentro de cada organización, no así dentro de una GANA constituida en par-
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tido. Si a lo anterior se suman las pretensiones políticas de los miembros de los distintos Comités Ejecutivos Nacionales, muchos desaparecerían de la escena política en función de los puestos reducidos de un solo partido. La situación antes descrita haría pensar en la coalición GANA dividida y con mayores problemas que los que tendría la UNE de ganar las elecciones. No obstante, si la GANA se mantiene unida, el Ejecutivo necesitará 80 diputados para gobernar con mayorías simples y 107 para una mayoría calificada. ¿Qué podría hacer entonces? Frente a este escenario, y si el FRG permaneciera unido, Berger tendría 43 diputados menos con los cuales negociar. Todavía quedarían 115 diputados para alcanzar la mayoría calificada. Es posible entonces que los diputados de la UNE, al menos en su gran mayoría, no decidirán apoyarlo, con lo que le restaría, en el peor de los casos, otros 33 diputados. Y aunque en este caso la GANA podría hacer alianzas hasta con los 74 diputados restantes, no alcanzaría a obtener la mayoría simple. Suponiendo que los Unionistas tampoco den su apoyo a Berger, el presidente se quedaría con 67 congresistas, lo que lo dejaría en una posición muy debilitada y con pocas posibilidades de hacer los cambios que ha ofrecido durante la campaña, con el consecuente desgaste que podría llevar a la GANA a desaparecer y, en cuatro años, volver al escenario del “voto de castigo”. Sin el apoyo de la UNE y del FRG, la GANA sólo cuenta con posibilidades de negociación
con 82 diputados, lo cual implicaría sumar 35 diputados a su bancada, opción difícil de alcanzar en una situación política polarizada como la que actualmente vive el país. Otro de los aspectos que hay que tomar en cuenta en este análisis es que Berger no debería utilizar diputados para el Ejecutivo, porque según el cálculo de adjudicación y de acuerdo con los resultados de la votación diferenciada, los suplentes no siempre son del mismo partido, y ello provocaría una disminución numérica en la bancada. El análisis anterior indica la poca capacidad de maniobra que tendrán los actuales candidatos presidenciales que aspiran a ocupar el Ejecutivo en la segunda vuelta. Bajo este enfoque, poco halagador y problemático, puede afirmarse que solamente a través de un serio compromiso y responsabilidad con la visión de país que ambos contendientes han pregonado en su campaña, será posible apoyar la gobernabilidad democrática desde el Congreso y cumplir con un plan de gobierno que permita ejecutar con eficiencia las políticas públicas que requiere con tanta urgencia Guatemala. Ello demandaría una elevada dosis de conciencia y madurez entre los congresistas, para alcanzar un acuerdo estratégico entre la GANA, la UNE y otras bancadas. Frente a esta situación, subsiste entonces la pregunta: ¿es positivo o no contar con mayoría en el Congreso? ¿Es correcto o no el voto cruzado? El tiempo dirá cuál de estas alternativas es la más aconsejable. diciembre 2003, No. extraordinario /
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Guatemala: 10 de noviembre Virgilio Álvarez Aragón*
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l 9 de noviembre Guatemala vivió uno de los procesos electorales más intensos luego del inicio de la transición a la democracia y se estima que un 58% del total de electores se presentó a ejercer el voto. A partir de este nuevo acontecimiento electoral, es posible entender qué tipo de país es Guatemala en lo que a características políticas se refiere. Muchos análisis se han hecho sobre los resultados electorales, la mayoría centrados en lo que podría pasar en el segundo turno de las elecciones presidenciales. El objetivo de este artículo es diferente, se interesa por descubrir qué tipo de sociedad es la Guatemala postelectoral en términos de su orientación político ideológica, bajo el supuesto que al emitir su voto, los electores han manifestado alguna identificación con la tendencia ideológica del partido seleccionado.
Los supuestos Para la mejor comprensión del análisis, es necesario explicitar los supuestos que fundamentaron las conclusiones del artículo. Uno de ellos –posiblemente el más importante– es que el voto, dependiendo de la “costumbre política” y la escolaridad del elector, está asociado con *
Doctor en sociología y estudios comparados de América Latina por la Universidad de Brasilia y FLACSO-Brasil; maestro en ciencias sociales por FLACSO-México, y licenciado en pedagogía por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Actualmente es coordinador académico de docencia en FLACSOGuatemala.
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la obtención de un beneficio que no necesariamente es directo e inmediato. Así, mientras que los sectores urbanos medios están más claros respecto a que el grupo que favorecerán con su voto a nivel nacional no les concederá beneficios materiales directos; los rurales y los urbanos más pobres, pueden asociar su decisión a beneficios inmediatos: una canasta de víveres, una lámina, un saco de fertilizante, etc. Tomando en cuenta lo anterior, es posible definir dos grupos de electores bastante diferenciados: el de los que votan basados en una simple y clara racionalidad –la obtención de un beneficio directo, individualizable y casi inmediato–, y los que lo hacen partiendo de una norma social cuyo cumplimiento no representa dicho beneficio individual inmediato.1 Mientras los primeros se concentran en las zonas y regiones más pobres, los segundos no pueden ser ya alcanzados por ofrecimientos simplistas; son más críticos ante el comportamiento de los políticos, se concentran en las zonas más urbanizadas y poseen mayor escolaridad. Para simplificar, es posible afirmar entonces que unos son electores del área rural, y los otros, los urbanos de clase media. Otro supuesto importante es que, si bien la disputa electoral está siempre marcada por una intensa propaganda que intenta “posicio1 Esta afirmación cuestiona la idea que los sectores pobres no son racionales en sus decisiones, y afirma lo contrario: son ellos los que de manera más directa asocian su comportamiento electoral con beneficios directos.
nar” al político como si fuera un producto comercial, siempre será posible identificar –dentro de tanta música, símbolos y palabras sin sentido– una tendencia ideológica que, para facilitar el análisis, puede asociarse con diferentes niveles de compromiso con la búsqueda del bien colectivo sobre el dominio de los intereses individuales. Los extremos de ese continuo serían lo que conocemos como izquierda y derecha, que en el caso guatemalteco tiene asociado también el compromiso con la verdad histórica y la lucha contra la impunidad. Para el caso de la Guatemala actual, es dable suponer que aunque las organizaciones partidarias son débiles, de reciente creación y con bajo arraigo en la población, los electores son capaces de tomar sus decisiones electorales a partir del contexto ideológico-político en el que les ha tocado vivir. De esa cuenta, si bien el caudillismo es aquí un síntoma político claro, el voto estará siempre asociado con las formas y maneras en que el ejercicio del poder esté considerado en el entorno próximo del elector. Un último supuesto es que el elector, a pesar de su reducida información política o desconocimiento de los procesos, es capaz de diferenciar entre las opciones de los candidatos que ocuparán el Ejecutivo o el Legislativo, ya sea porque los ofrecimientos vienen de diferentes candidatos o porque los presidenciables le parecen más lejanos y los diputados les resultan más próximos y muchas veces conocidos, al igual que ocurre con los alcaldes.
La nueva realidad Las primeras conclusiones tienen que ver con la situación y relación entre derecha e izquierda. Mientras la primera, con sus diferentes tendencias, ha concentrado a su favor casi el 90% de los votos en los dos niveles en donde las elecciones se realizaron con carácter nacional, la segunda apenas obtuvo el 9% de los votos en las elecciones para diputados en el listado nacional. Si la derecha más conservadora, defensora del proyecto contrainsurgente de los años 80, concentró su fuerza en el altiplano occidental del país; la derecha que se podría llamar “modernizadora”, a pesar de haberse atomizado, ha mantenido su fuerza en las regiones de mayor concentración urbana. Los electores más rurales se han mostrado mucho más identificados con la propuesta política que les hace recordar que existe un supuesto enemigo y que a éste se le combate con la fuerza. A pesar de que su discurso político tuvo un fuerte revestimiento populista, éste estuvo siempre adherido a la “salvación” que del país hicieron las fuerzas contrainsurgentes en su mejor momento.2 Como consecuencia natural de esa forma de presentar la política, la izquierda ex insurgente también obtuvo sus mejores resultados –aunque magros– en estas regiones, logrando con ello recuperar a buena parte sus antiguos simpatizantes. De lo anterior se deduce que los temas del conflicto armado no están superados, ni mucho menos olvidados. Los actores del pasado, al imponerse como actores del presente, han demostrado que el trasfondo ideológico que desangró de manera inmisericorde a las regiones más pobres del país pervive, estimulado por una fuerza política que, astutamente, ha logrado preservar no sólo su espacio social sino matizar con atisbos de paternal bondad, su claro proyecto conservador. La gran cantidad de votos obtenidos para presidente por el FRG en los departamentos de Quiché, Huehuetenango, San Marcos y Baja Verapaz son una muestra de ello. Los réditos políticos de la estrategia de “tierra arrasada” quedaron claros, pues un amplio sector de esa población consideró al político más identificado con la misma como el merecedor de su simpatía. En esos lugares, las dos fuerzas electorales que
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Si bien el país ya no se encuentra en las condiciones políticas en las que se desarrolló el conflicto armado, esta derecha no sólo recurre a los supuestos logros concedidos por los aparatos contrainsurgentes en aquella época, sino basa su organización política en las formas y estructuras construidas por éstos. Su mayor logro ideológico ha sido hacer propias las demandas históricas de la izquierda y, con ese subterfugio, presentar como parte de sus miembros a ex dirigentes de ésta.
©Hugo de León
pasaron al segundo turno no lograron sumar juntas más del 50% de los votos.3 El sector urbano, por el contrario, se ha mantenido fiel a las propuestas que, para simplificar el análisis, se pueden identificar con de derecha demócrata empresarial, la que ha tratado de diferenciarse de las otras al apostar más a la democratización del ejercicio público y, que a pesar de ser portadora de un discurso neoliberal, se compromete cada vez más con el fortalecimiento del Estado y el logro de políticas públicas de beneficio social. Su desempeño electoral vuelve a parecerse al de elecciones anteriores. En efecto, si en 1995 obtuvo un 36.6% de los votos válidos a nivel nacional (proporción que le permitió, como ahora, situarse primero para la segunda ronda), cuatro años después perdió el 6.2% del total de votos. Y aunque pasó al segundo turno, no logró remontar la diferencia impuesta por el ganador de ese entonces, el FRG, que ya en la primera vuelta contaba con el 47.7% del total de los sufragios. Es innegable que la otra opción de derecha, con ribetes de populismo producto de la participación anterior de su candidato en las elecciones de 1999, como abanderado de la izquierda y de su necesidad de captar electores del bando de la derecha contra-insurgente, logró atraer muchos de los votos de 3 Mientras que en Quiché apenas si sumaron juntas el 39% de los votos, en San Marcos sólo alcanzaron el 43%, en Baja Verapaz el 48%, y San Marcos el 49%, lo que hizo de esos departamentos verdaderas fortalezas del FRG. En Quiché el partido oficial obtuvo cinco de ocho curules para el Congreso, mientras que en San Marcos alcanzó tres de las nueve en disputa. Este departamento, al igual que Huehuetenango, concedió diputaciones a varios partidos, incluida la URNG, que consiguió un diputado distrital.
castigo al gobierno actual. Podría afirmarse que el 26.3% que la UNE alcanzó es, en buena parte, producto de los electores urbanos que en 1999 le dieron el triunfo al FRG y que también votaron por él en 1995. Lo anterior conduce a una primera conclusión: el FRG (o el discurso neo-contrainsurgente) ha regresado a su punto electoral de equilibrio –20% de los votos– y mantiene el control de las regiones geográficas y sociales que, desde su fundación, le han sido afines. No está ni muerto ni enterrado como se ha dicho, y su futuro dependerá no sólo de cómo reconstruya su discurso, alianzas y resuelva sus seguras disputas ideológicas, sino también de qué modo las cuestiones relacionadas con la impunidad, los crímenes de guerra y el proceso de modernización de las relaciones productivas en el agro se conduzcan y desarrollen en el país. La segunda conclusión plantea que a pesar de que la derecha demócrata-empresarial se dividió en varias tendencias y microagrupaciones, su candidato principal logró casi recuperar el techo histórico de su posición (36% de los votos válidos), con el agregado de que el PAN, la formación tradicional de esta expresión, logró sumar el 8% de la votación para presidente. En este momento, dicha tendencia resulta ser la hegemónica, con un amplio arraigo en las regiones urbanas. El tipo de sociedad y el modelo de desarrollo que alcancemos estará innegablemente ligado a la forma en que esa tendencia se comprometa con la democracia y la inclusión social, dado que sus simpatizantes son casi la mitad de los diciembre 2003, No. extraordinario /
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Fuente: TSE, Informe elecciones 2003.
electores, que en los últimos veinte años han creciendo paulatinamente. La izquierda, si bien ha quedado reducida a una expresión casi marginal, logró mantener su votación histórica, pues aunque en las elecciones presidenciales obtuvo apenas un 3% de los votos, en las elecciones a diputados de listado nacional las dos tendencias sumaron el 9%.
Lo anterior es consecuencia de lo que posiblemente fue lo más novedoso de este proceso electoral: la capacidad de un porcentaje importante de la población de emitir el llamado voto cruzado. Como se aprecia en el cuadro, al analizar el comportamiento en las elecciones legislativas de las dos fuerzas que llegaron a la segunda ronda presidencial, se descubre que sus resultados fueron sensiblemente menores, con una pérdida del 18% de sus votos, situación que es mucho más significativa si se toma en cuenta que los votos válidos para diputados fueron un 4% menor que para presidente (dado que los nulos y en blanco representaron una proporción mayor). El voto cruzado –más urbano que rural y que en consecuencia afectó menos al FRG–, benefició a casi todos los partidos pequeños, con un impresionante resultado a favor de la Alianza Nueva Nación (ANN), que no sólo se convirtió en la segunda fuerza legislativa de la capital, sino que a nivel nacional obtuvo seis mil votos más que la URNG. Ese dato electoral, que lamentablemente no se traduce de manera directa en la composición del parlamento (la fórmula para seleccionar a los diputados beneficia a los dos partidos con mayor número de votos) permite distinguir dos consecuencias: que en el área urbana se ha comenzado a conformar una corriente de izquierda, poco vinculada al pasado militarista del conflicto armado y que
parece recordar e inscribirse dentro del enfoque de la izquierda democrática de los años 60 y 70. Es probable, entonces, que si sus dirigentes logran conducirse con habilidad y amplitud, en los próximos años asistamos a la constitución de una tendencia que, nutrida de las demandas de los sectores de la clase media urbana, evidencie una izquierda capaz de competir –aunque no de disputar el poder– con la derecha empresarial democrática. Finalmente, la otra constatación, consecuencia de la combinación de todos los resultados, es el surgimiento de una tendencia de centro derecha. Si bien en la actualidad ésta consiguió llegar al segundo turno sin tener un rostro ideológico específico y capitalizar para sí el bloque de votos de castigo al actual gobierno y a la fuerza de rechazo a la administración anterior del PAN, su electorado bien puede enmarcarse en esa zona franca capaz de orientarse a la derecha o la izquierda, dependiendo de que su discurso no sea radical y presente atisbos de transparencia, honestidad y responsabilidad en lo social. La ubicación en el futuro inmediato de los dos polos del espectro político dependerá, y en mucho, de la forma en que el mapa político electoral se configure. La consolidación y modernización de los partidos de una u otra tendencia puede llevar a forjar un sistema en el que el ala de la derecha del sector neo-contrainsurgente desaparezca y las corrientes modernizadoras del ala izquierda alcancen más solidez programática. El centro, en este escenario, irá perdiendo sentido y capacidad de convocatoria.
En la segunda vuelta electoral nada está escrito Edmundo Urrutia*
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a ética es un asunto personal y la política es un asunto institucional, respondió Fernando Savater con su peculiar modo enfático e irónico, cuando alguien con desánimo le preguntó acerca de la ética de los políticos. La respuesta no deja de sorprendernos, acostumbrados como estamos a juzgar a los políticos desde la perspectiva de su falta de
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Licenciado en filosofía, con maestría en ciencias sociales por FLACSO-México, y estudios de doctorado en la Universidad de Nuevo México, E.U.A.
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valores o de sus antivalores, a lo cual le adjudicamos lo mal que se encuentra la política en Guatemala y en el mundo. Savater, en cambio, nos advierte: el problema son las instituciones políticas, pues la conducta de quienes se desenvuelven alrededor y en las instancias del poder estatal va
a estar determinada por las instituciones, por la fortaleza de las mismas. Mejores instituciones y más fuertes se traduce en una mejor conducta de los políticos. El pensador español nos está diciendo que las instituciones constituyen el marco que constriñe, que obliga a una conducta apegada sobre todo al derecho. Todo esto viene a cuento porque, a pesar de todos los presagios catastrofistas –funda-
dos o infundados–, el proceso electoral discurrió de manera básicamente pacífica, con una conflictividad limitada y controlable. La ansiedad creada por la conducta preelectoral violenta del FRG y la configuración ética del gobierno de Alfonso Portillo (la política como juegos de poder), se desvaneció cuando el 9 de noviembre de manera masiva la población acudió a las urnas y depositó su voto por las opciones existentes, sin que se cumplieran los pronósticos pesimistas, aquellos que pintaban un escenario de grupos de PAC haciendo desmanes o de maras destruyendo las urnas electorales y persiguiendo a los incautos ciudadanos.1 Este desenlace de la primera parte del evento político más importante de nuestra democracia electoral, apunta hacia algunos hechos indiscutibles: primero, que después de veinte años de procesos electorales, el Tribunal Supremo Electoral a cargo de garantizar la transparencia y la legalidad del proceso cumplió su papel de manera eficaz, aunque de una forma no totalmente eficiente; y segundo, que los ciudadanos guatemaltecos escucharon el llamado a la participación y la importancia de ser vigilantes respecto a las maniobras o manipulaciones que podían darse durante el evento. Hubo una muestra de responsabilidad ciudadana que se expresó, además, en la disposición de supervisar y fiscalizar el proceso. Miles de ciudadanos, junto con observadores extranjeros, garantizaron la limpieza de un proceso electoral amenazado por la ambición de poder y la falta de escrúpulos.2 No fue la ética de la clase política oficial, sino la imposibilidad práctica (por el peso de nuestra institucionalidad y por la vigilancia ciudadana nacional e internacional) de deformar o manipular los resultados, lo que explica que hoy continuemos disfrutando de la salud de nuestro régimen político de democracia electoral. Otro dato positivo fue el hecho que se revirtió la tendencia al abstencionismo por segunda vez consecutiva, pues la línea declinante en la participación electoral, que se inició desde 1984 y llegó a su punto más bajo en 1995, es decir, 43% de los empadronados, volvió a subir a 56% en 2003, luego de que en 1995 aumentara a 53%. En 1999, la eficacia del discurso populista de Portillo movió a muchos ciudadanos a ir a las urnas, y en 2003, el deseo popular generalizado de sacar al FRG del poder, hizo que los ciudadanos se volcaran
a las urnas. El triunfo de la retórica populista de hace cuatro años, se tradujo ahora en un voto de castigo masivo de parte de los habitantes de la mayor parte del país, salvo en los departamentos de Quiché y Huehuetenango. De forma evidente, la mayoría de la población votó para darle un rumbo nuevo al país, en dirección opuesta a la establecida por el actual gobierno. Con esto, también se cumplió la regularidad histórica de que el partido que gobierna no repite, lo cual se combinó con el derrumbe de uno de los últimos caudillos del siglo pasado. En la misma línea, destaca en los resultados electorales el hecho de que la mayoría de los ciudadanos votó de manera cruzada, conjurando de esta manera el fenómeno de la aplanadora en el Congreso, que ha erosionado gravemente la función democrática y fiscalizadora de la vida parlamentaria. Por un lado, esto indica que el ciudadano ya no está dispuesto de darle un cheque en blanco a ningún presidente y partido político, porque sin duda ha aprendido la necesidad de los contrapesos y los controles, la necesidad de limitar un poder presidencial que tiende irremediablemente a abusar. Por el otro, esto pone, sin duda, serios desafíos al nuevo gobierno y a los partidos con mayor representación en el Congreso. El pronóstico realista es que habrá serios problemas, que el escenario está instalando para el despliegue de los enconos y de las bajas pasiones. El reto presidencial es el discurso moderado y de concertación, así como la capacidad de negociar sin caer en la tentación de la corrupción que fue la clave de la debacle de Jorge Serrano Asimismo, sucedieron sorpresas como el hecho que hubo partidos que tuvieron más apoyo que sus candidatos a la presidencia y vicepresidencia, ya que dos partidos tuvieron mayores logros a nivel de alcaldes y diputados (PAN y Unionistas). En el caso de GANA y de UNE, la situación fue la contraria.3 Esto puede interpretarse como mayor fortaleza organizativa en los primeros, y mayor fortaleza en los
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A propósito de visiones apocalípticas, ver el memo que circuló del PNUD, en donde se llama a hacer acopio de víveres, a guardar agua y tener una buena dotación de gasolina, entre otras muchas medidas para sobrevivir a los “terremotos” que con tanta frecuencia tienen lugar en Guatemala. 2 En términos relativos, posiblemente uno de los procesos electorales más vigilado del mundo.
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FRG tuvo para presidente 19.22%, y para diputados distritales 20.9%; el PAN obtuvo 8.3% y 11.9, respectivamente; los Unionistas sacaron para presidente 3.04%, y para diputados 6.5%. En el caso de GANA, Berger obtuvo 34.5%, pero los diputados 24.6%; Álvaro Colom, por su parte, sacó 26.5%, los diputados 17% .
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candidatos en los segundos. El FRG tuvo un voto consistente en las casillas para presidente y diputados, mostrando fortaleza tanto de candidatos y organización, lo cual hace pensar en electores con fuerte identidad partidaria. Pero todos estos hechos no son más que meros antecedentes de lo que está por suceder en la segunda vuelta de las elecciones, el ballotage entre la fórmula Berger-Stein de la GANA, y Colom-Andrade Díaz Durán de la UNE. La primera representa de manera predominante el proyecto político de los grandes empresarios, abiertos en esta coyuntura histórica a alianzas con otros sectores, y cuya apertura está simbolizada por la presencia de Eduardo Stein, figura que se asocia con sectores sensibles a un proyecto de desarrollo con rostro social. Su matriz original es el PAN histórico, aunque políticos de diferente origen se le han unido. La diversidad de figuras se amarra, empero, por expresar la visión empresarial. En el caso del binomio de la UNE, la caracterización de su proyecto es más complicada porque el perfil de los intereses que representa, a todas luces, es muy heterogéneo. Su núcleo original surgió de la ANN (alianza URNG y DIA en 1999), luego se nutrió de los desprendimientos del FRG, del Unionismo y de otras fuerzas políticas y figuras del más variado origen. A estas alturas, se dice que al proyecto de la UNE se han subido los preclaros y distinguidos miembros de lo que equívocamente se bautizó portillismo y hasta sectores de la vilipendiada oligarquía.4 El esfuerzo de captar una identidad política clara y definida se disuelve entre las manos y, al parecer, ese pro-
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Esto nos hace recordar una forma de construir alianzas, muy exitosa hace cuatro años, que consiste en invitar a cada uno y a todos los que se pueda, a subirse al carro sin definir principios, políticas y programas. No hace falta agregar que esta modalidad de construcción de alianzas es crisol de oportunistas, los qeu se suben hasta el último momento. Por otra parte, el apoyo de sectores del gran capital a la UNE significaría un cambio en la operación de apoyar a un solo candidato, lo cual implica regresar a la vieja modalidad de apoyar a los candidatos punteros por parte de este sector.
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yecto no tiene síntesis, al menos que Colom sepa llevar el rumbo. A simple vista y basándonos en una aritmética elemental, la suma de las fuerzas políticas que se están reacomodando alrededor de las dos opciones favorece la candidatura de Álvaro Colom, pues a su caudal electoral habría que sumar el voto del FRG y del PAN (19% y 8%, respectivamente), lo cual lo empujaría poco más allá del 50%. La GANA podría sumar a los electores del DIA, de los Unionistas y, probablemente, de la ANN (total que suma alrededor de 10%), lo cual no le alcanzaría a Berger para ganar las elecciones. Sin embargo, esto sucede en el papel, y como resultado de un simple razonamiento que descansa en una premisa falsa o dudosa: la disciplina del voto. Es decir, el endoso por parte de la cúpula de un partido no significa, para nada, que los electores se dispongan a votar siguiendo tales directrices. En especial, en un contexto en el que, por ejemplo, filiales del PAN se desmembran y alcaldes del FRG se pasan con el adversario. Puestas así las cosas, los electores de los partidos fuera de la contienda son objeto de
La UNE tiene que demostrar que existe unidad de visión y no se agota en el caldo ecléctico de los que se arriman en el último momento para mantener sus privilegios o adquirirlos. Además, y esto es muy importante, que sus candidatos tienen las cualidades de carácter necesarias y suficientes para conducir los destinos del país.
disputa y, entonces, logrará atraer su voto la mejor estrategia y el mejor desempeño de los candidatos. Como han afirmado algunos, la segunda vuelta es otra cosa, en gran parte porque desapareció la amenaza eferregista. Por ello, el desafío de la fórmula Berger-Stein es demostrar que, a pesar de su asociación con los sectores empresariales, tiene una propuesta incluyente, plural y con visión de bien común. Que el proyecto de nación que propone toma en consideración a la mayoría de la población pobre del país, es decir, que trata de subir al carro de la modernidad a la mayoría de los guatemaltecos que ha vivido al margen de los beneficios del desarrollo. Esta fórmula presidencial tiene que demostrar que sus financistas no están en la actitud de regresar a los viejos esquemas de privilegios y evasión fiscal, es decir, back to business as usual.
Por ello, a estas alturas, al existir prácticamente un empate técnico de las dos fuerzas, todo dependerá de las virtudes y la eficacia de la estrategia y, como bien nos recuerda Maquiavelo, de la buena o mala fortuna, que puede significar no cometer errores crasos. Entonces, lo único seguro en estos momentos es que nada está escrito para el desenlace del drama electoral el 28 de diciembre.5
El desafío de la fórmula Colom-Andrade consiste en anular o desmentir su asociación con el eferregismo y el portillismo; es decir, ser convincente respecto a que representa una opción cualitativamente diferente al populismo autoritario y mafioso que desgarró la vida política nacional durante los últimos cuatro años.
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En el momento en que se terminan estas notas la prensa escrita publica los resultados de una encuesta que le da una ventaja significativa a la fórmula Berger-Stein, lo que refutaría la hipótesis del carácter indeterminado de los resultados, lo cual echaría por tierra el valor de este análisis.
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En La aventura de investigar: el plan y la tesis, la construcción sistemática de un todo concatenado se logró felizmente: seleccionar y delimitar epistémicamente el tema, utilizar las partes terminadas como información para las que no se habían elaborado, desarrollar el sistema de preguntas, comprender la función operativa de las preguntas para la evolución de todo el proceso de investigación, construir la problematización, utilizar y valorar el papel central de las hipótesis como factor dinámico en el desarrollo de la investigación y otras cuestiones que surgen como parte de esa visión de proceso que debe acompañar al ejercicio científico, fueron elementos que encontraron sentido en un plan de investigación y en la investigación misma.
12 / diciembre 2003, No. extraordinario