Las acacias

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Las acacias 1974 – 1977

Pepe Lara

EDITORES FLORENTINOS Córdoba 2011



1 Dejadme a solas con las palabras y su universo de significados, con sus muchos ojos mirรกndome desde el papel, como si hubieran estado llorando. Dejadme a solas con mis cosas.

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2 El aire parecía que era un suspiro tuyo en mi balcón. Crujía el viejo roble y a mí se me antojaba ser tu quejido. Susurraban las hojas del nogal y pensaba que era tu llanto… ¿Era a ti o a la noche a quien estaba yo escuchando?

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3 Es una tarde de lluvia y las gotas de agua llaman, juguetonas, al cristal de nuestra ventana. Ella está enfrente de mí leyendo un libro, sentada en un sillón, y mantiene fija la mirada. Sus largos cabellos le caen sobre la cara y ella, con un suave gesto, los aparta. Luego levanta la vista para ver en la ventana las gotas que se deslizan lo mismo que lágrimas.

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4 La tarde es triste en los últimos días de verano. El cielo nublado, los maíces pardos, la campiña se hiela. Aquí estoy… sentado, solitario en el fértil valle. Empequeñecido y abandonado. La campiña está triste.

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5 Yo quisiera ir con las lรกgrimas, los quejidos y las penas al muy lejano lugar adonde el aire los lleva.

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6 El techo sube, amarillea el papel, baila la pluma. Comienza a anochecer, la noche gime, no ser rapta a ser. Mi nombre en una cuartilla, tu silueta en la pared. Indeterminada, extra帽a, eres un retrato infiel de c贸mo te pienso. Mi nombre en una cuartilla, tu silueta en la pared.

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7 ¡Corre! Alcanza la vida. ¡Corre, corre!, no la pierdas, que no te sigan los perros, que los perros no te muerdan. Busca un lejano lugar donde los perros no te muerdan y donde canten los pájaros; allá donde siempre llueva. Llama a gritos a tu futuro, consume ante el sol tus penas, destruye tu corazón y que tu sangre se extienda. Araña los muros altos, llora las cerradas puertas, vomita la azul ventana y lámela con tu lengua. Aprende allí a aprender, haz que crezcan tus antenas, llena de sabiduría tu fría y vana cabeza.

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8 Frente a mí la tenía. Yo, de reojo, miraba sus rodillas; ella, con disimulo, la falda se subía. Miré por encima de sus rodillas; se tiró de la falda para arriba. De reojo miré cómo me sonreía… ¿Cómo llegó aquel apagón? Sólo sé que su carne ardía.

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9 Mis ojos se empañan con tu aliento. Tu aliento arde y mis ojos se van consumiendo. Quiero llevarme las manos al rostro, pero no puedo: tú estás atándolas, tus blancas manos me sujetan. Con mis ojos nada veo, pero a mi mente entra tu figura y en mi cara vivo tu aliento.

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10 Tus ojos se desintegraron tras los muros de acero; se consumieron y yo no pude evitarlo. Desaparecieron tras el hormigón y el hierro de las construcciones, tras los árboles de plástico, la soledad y el veneno. Condeno pues a los muros de acero, que abrieron sus cimientos y te engulleron y tragaron… A las construcciones… A la ciudad… Y condeno a tus ojos, que son dos demonios llenos de hermosura, que me han condenado… Tus ojos, ya casi muertos.

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11 La madrugada era fría; los jazmines y las rosas habían muerto mucho antes. Entreabiertas nuestras bocas expiraban a la noche su aliento de muchas horas. Juego de niños mayores. Mente retrasada y loca. Tenía su mano cándida en mi mano temblorosa. Balcón a la madrugada marítima de las olas; balcón que, buscando el ritmo de las escondidas sombras, halla un inmenso vacío dentro de su luna roja… Y estalla en millones de átomos de los que unos ojos brotan. Tenía su mano cándida en mi mano temblorosa.

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12 Yo tengo de humo un balcón que se abre a la madrugada. Cada noche tiene una hora, fría, oscura y solitaria, en que me gusta fumar y algunas cosas recordar. La niebla a la tierra baja empañando los cristales, impregnando las plantas, rodeando los faroles de una sonrisa embrujada. Que tengo de humo un balcón abriéndose a la madrugada, al que me asomo en la noche a dejar volar mis lágrimas. Un balcón de humo sin llamas. Asomado hacia la noche perlada voy haciendo desfilar recuerdos de horas pasadas. Madrugada que a la medianoche naces, que por otro ser me cambias cuando vivo tus horas en mi ventana… Quiero ser tú.

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13 Necesito ser viajero en las noches encantadas, perseguir a los cometas, espantar a los fantasmas.

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14 Mi aliento es fétido… Tan fétido que ni yo puedo aspirarlo. Tan fétido que el aire se pone blanco si con el aire lo mezclo. Tan fétido que la oscuridad se aparta. Tan fétido que con él se enturbia el agua. Tan fétido, tan fétido.

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15 Tu cuerpo es una nube que, cuando me acerco, se desintegra y hasta la noche sube, cerrándose en un cerco de pálidas estrellas. Tu cuerpo es una flor… Tu cuerpo es una nube que ninguna noche en mis brazos tuve haciendo el amor.

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16 Suena muy largamente una sirena en la fábrica que está junto al río; una humareda se eleva al vacío, hasta arribar a las nubes de arena. La medianoche en algún lugar suena; atraviesa con un escalofrío el ambiente empapado de rocío; las farolas forman una cadena. A la noche mi balcón tengo abierto hasta que sobre él se levante el sol y haga renacer lo que estaba muerto. Mi mente aspira el nocturno alcohol; hasta que deseo llegar, incierto, al cementerio marino de Paul.

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17 Cielo de cobre y menta en la noche de abril. Un piano y una trompeta cantan una melodĂ­a infantil. Cielo de cobre y fresa en la noche de abril. Suspira una princesa en las pĂĄginas de un libro infantil. Cielo de cobre y nata en la noche de abril. Huye un duende de plata del dibujo de una historia infantil. Cielo de caramelo en la noche de abril. En el centro del cielo se levanta un castillo de marfil.

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18 La noche se extiende parda, con resplandor cadavÊrico, sobre los campos de abril‌ Y todo parece muerto.

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19 Suena un potente silbido en la vacía estación; tras monótono chirrido la vieja locomotora interpreta su canción. Por un altavoz dan la hora; las diez, las diez, son las diez. Huele el gasoil quemado, a desperdicios y a pez. No se ve a nadie… Ha entrado una máquina muy vieja que viene de Cercadillas. Un joven viajero deja la bolsa y saca cerillas para encender un cigarro. Cargado de mercancías traspasa el andén un carro, manchado de grasa y barro. Con barba de algunos días alguien come un bocadillo y a sorbos toma un café; luego fuma un cigarrillo… A nadie más se ve.

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20 En noches desesperadas sueño que veo un amanecer entre hadas. ¡Oh, mañanas de azahar en las que siempre deseo despertar! Después de la madrugada pierdo la fe porque despierto con nada. ¡Oh, mañanas de azahar en las que nunca podré despertar!

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21 Déjame que te acaricie, hermana culebra, las escamas de tu lomo, ásperas y negras. Déjame que te sujete entre mis dos manos, y enróscate en anillos en torno a mis brazos. Déjame que te introduzca bajo mis ropajes, y muévete sigilosa rascando mi carne. Déjame chupar tu cola, hermana culebra, y lámeme la nariz con tu sucia lengua.

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22 Una horrible mosca gigante estรก pisando mi zapato; luego echa a volar hacia arriba y pisa la copa de un รกrbol; las hojas caen de las ramas, que quedan como un libro en blanco.

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23 Esa luna de plata es veneno mortal. Esa luna de plata está en mi estómago y me quiere matar. Esa luna se transformará en aire que penetrará dentro de mi pecho, y pasará a mi sangre, y me matará porque es veneno. Esa luna de plata que no ve casi nadie.

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24 Quiero beber de la penumbra de esta tarde, mirando la sombra que es tu imagen. Quiero saciar toda mi hambre masticando tus palabras; quiero envenenarme con tu aliento y verte llorar un poco.

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25 Te buscaría… Te buscaría hasta encontrarte. Salí no sé cuando de no sé dónde hacia tu casa, y caminé no sé cuántos días para hallarte. Te buscaría… Tu casa está allí, tu casa estaba allí, tu casa había estado allí, pero ya no estaba. Solamente quedaban unos cimientos manchados de noche, atardeceres y salvajismo humano. ¿Y dónde hallarte ahora? Un inmenso agujero, un inmenso hoyo, un inmenso pozo, un inmenso cráter, un mar sin agua que alguna vez se llenaría había arrasado tu casa.

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Pero te buscaría, te buscaría, te buscaría hasta encontrarte. Las nubes de alquitrán se retorcían como abominables monstruos que devoraban la tranquilidad. Buscándote… Buscándote. Entonces ya había dejado atrás el enorme agujero que habían excavado las máquinas. El sueño me cerraba la visión hasta caer rendido y rodar por las laderas de una llanura. Tras las nubes aparecía una redonda luna. Te buscaría, te buscaría, te buscaría hasta encontrarte.

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26 ¿Cómo eran tus ojos? Ya no recuerdo cómo eran. Los que imagino no sé si los soñé, si los vi en otro sitio, no sé si los tuyos son. Recuerdo haber caminado hacia ellos, haberlos mirado una noche, haberme perdido en su brillo. Pero no recuerdo de qué color son, ni qué forma tienen. No lo recuerdo.

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27 Ahora deja pasar el tiempo. Ahora cúbrete con la tierra de tu soledad a solas. Deja tu intangible compañera. Sumérgete en el marasmo de la música que suena. Ahora deja pasar el tiempo inmerso en tu adolescencia.

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28 Cuando miro a lo lejos el horizonte y veo el sol que lo besa, bajo nubarrones teñidos de cobre, una tarde de otoño o primavera, me parece imposible salir volando desde esta mísera tierra y confundirme en el sol, ardiendo en su llama eterna. Cuando miro hacia la noche y la veo con cien millones de estrellas, extendiéndose infinita en torno a nuestro planeta, me parece imposible salir volando y abandonar esta tierra para hacerme un átomo del Universo, ser de su misma materia. Inmerso en el torbellino de mis dudas no sé adónde mis ansias llevan; sin embargo, estas ansias algo del futuro me cuentan.

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29 Silencio Ahora calla Bailemos en esta playa de sueños nunca soñados La música es el mar No dejemos de bailar y sigamos enlazados Silencio Ahora calla Vamos a dormir en esta playa

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30 Maldito viento helado que mis ropas traspasa. Maldita altura que amontona casa sobre casa. Malditas melodĂ­as de amargura que se llenan de frĂ­o, que se acumulan en la oscuridad con catorce chillidos.

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31 Mis manos en tu cintura; tu cintura al borde del balcón; el balcón al borde de la casa y en la casa tú y yo. Tu nombre sobre mi boca; mi boca en un cristal del balcón; el balcón al borde de la casa y en la casa, pensando en ti, yo.

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32 Marzo. Noche fantasmal. Se alza en negra arquitectura una informe masa oscura. El viento es el final. Una blanquecina estela de mĂşsica casi irreal va en lomos de una gacela. Es la mitad del camino. Como aspas de algĂşn molino a las nubes mueve el viento; arrastra un polvo de sal que germinĂł el firmamento. Marzo. Noche fantasmal.

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33 Las florecillas azules esperan que alguna abeja les robe su alma de azĂşcar. Se deja llevar el rĂ­o dormido en su cauce, culebra de agua turbia. En el abismo de mi alma, sin flores ni olas marinas, sĂłlo tus ojos alumbran. No quiero olvidarte nunca.

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34 labios destrozados amor de pronunciar tu nombre de llamar a gritos los versos que me hablaran de ti de gritar a la noche que no me hablara de ti de pedir al dios en el que no creo un milagro de decir a cada 谩tomo de vida y muerte que s贸lo te quiero a ti

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labios destrozados de morderlos con mis dientes deseando el olvido amor de mis noches de fiebre de vida y muerte para vivir muriendo y naciendo labios destrozados amor de besar sue単os que llegaban a lo hondo y que luego se evaporan con la lluvia labios

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labios sin bordes que los contengan destrozados por la fiebre de tus dos nombres

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35 Persianas verdes. Azules persianas. Alrededor de ellas una alambrada las cierra y se levanta erizada frente a unas imposibles ventanas. Persianas azules. Verdes persianas. Cientos de árboles lanzan una llamada de angustia. Esta mañana cerrada es lo mismo que todas las mañanas. Los torbellinos de arena caliente arrastran hojas y melancolía. Tras un cristal sucio observo el puente. Es mi eterna espera de cada día, de cada tiempo que pasa por mi mente. Hace mil años que un sueño tenía.

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36 Te digo que te has bebido mis diecisiete a単os, y no me crees.

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37 Mi sueño tras tu sueño se perdía buscando alguna noche estrellada, buscando a las tres de la madrugada toda la pureza de la poesía. Tu sueño a mi sueño alas ponía, y soñé con la mañana dorada en la que una Sensación transformada, como nunca vi, ante mí se abría. Mi sueño en tu sueño se durmió y soñé que sólo un sueño no eras, que llegabas a ser realidad. La música de la noche se alzó con estrépito de mil primaveras… Y la noche nos gritaba: Amad.

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38 Despacio como el caminar de un ciego. Perdido lo mismo que una humareda. La luna es lo que queda del gran fuego que hizo engendrar el sol a la arboleda. La luna parece una gran moneda por la que la madrugada se vende. Voy perdido siguiendo una vereda, en un valle que hasta los mares de extiende. Un ferrocarril se duerme de largo y, bostezando al pasar por un puente, deja que el rĂ­o le lave los pies. Un pensamiento, entre duro y amargo, se esconde escurridizo por mi mente. Ay, quiĂŠn pusiera esta noche al revĂŠs.

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39 Si me alejo de ti, amor, me hundo en aguas cenagosas, me pierdo bajo la tierra, pero siempre con tu nombre en mi boca.

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40 Desolación. El final de tu nombre es el final de su nombre también, y lo infinito de tu soledad fue en su nombre donde lo bebí. ¿De qué me sirve la luz del verano si con mi amargura cierro los ojos? Desolación. Tienes forma de acacia rota por cuchillos adolescentes, por el acero de la soledad que nunca perdonó, que no perdona. ¿De qué me sirve la línea del verso si estoy odiando todos los poemas? Acaso una cortina de vapor me haga ver un verano, amar un poema.

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41 Refrescos de vinagre y bicarbonato que no sabían bien, carreras tras gallinas que se iban espantando y huían con escándalo. Pelotas de trapo que se desbarataban a la primera patada. Tristes y largos veranos. Qué feliz ignorancia, tan perdido en aquellos campos solitarios.

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42 Aquel falo de acero fue vertiendo la sangre de dos guerras. Con fuego de caballo, hebra de bayoneta y furia de peste. Papeles viejos, equivocadas fechas. Yo había soñado una cama de nieve para el blanco cuerpo de una adolescente. Qué grandes ojos para mirar la tierra; qué loca sed de poder verla.

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43 Qué lástima no ser un loco en mangas de camisa para estar fumando todo el día, para estar todo el día masturbándome. Lástima, no estar eternamente apresado en el sexo velloso de una mujer. Lástima, no ser un enorme pene corrupto, no andar siempre en mangas de camisa y estar masturbándome todo el día.

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44 Qué locas ganas de caerme a pedazos al sentir sobre mi cuerpo tu peso. Qué locas ganas de tomarte un beso acostado en el lecho de tus brazos. Qué locas ganas de pisar tus pasos al ir juntos sobre la hierba verde. Qué locas ganas de odiar los ocasos por detrás de los que todo se pierde. Qué locas ganas de ser algún mar y poderte con cariño tragar. Qué locas ganas, ahora que lo pienso, de poseerte en esta madrugá.

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45 Un día, al amanecer, llegaron feroces máquinas, grasientas, amarillentas, con rugidos de dragones. Fueron lamiendo las piedras del camino polvoriento, orinándose sobre él, afeitándole la cara. Los hombres de aquellas máquinas trabajaban aburridos, sudando en medio del polvo, con una triste inercia.

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46 Antes de morirme en la maraña de mi pelo, caminado sobre el asfalto manchado de explotación, quiero hablarte. Antes de morirme en la congregación de mis versos olvidados, quiero hablarte: Cuatro cuchillos de noventa grados cada uno me cortan la música de la vida, solucionan mi dolor de la vida. Y yo me conformo, pero no me muero conforme, porque no tuve tiempo de hacerlo todo, ni reagrupé la constitución de mi existencia. Y quisiera hablarte antes de morir.

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47 Te me mueres adentro de mí, sintiendo este frío tan concreto, sabiendo que los dos somos nada, que estás tan desnudo como yo. Estos cuatro tubos fluorescentes son de luz fría, como la del puente que no vemos, como la del río, que está oscuro. Estas tres columnas de cemento me obligan a llamar tu presencia, que seguramente está en mí. Pero me es imposible encontrarte.

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48 DejarĂŠ abierta la luna, por si una noche cualquiera quieres olvidar el mundo y abandonar la tierra. Yo no puedo muchas cosas, pero una sĂ­ puedo hacerla: pensando en tu soledad dejarĂŠ la luna abierta.

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C贸rdoba Octubre de 2011





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