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Flumen 1(1):38-51 (2005) Revista de la Universidad Católica Santo Toribo de Mogrovejo Chiclayo, Perú

Explicación de la violencia actual: Reflexión moral sobre la situación presente Explanation about prevailing violence: A moral reflection on present situation

Eutiquiano Saldón Valiente

Resumen El clima de violencia creciente que azota al mundo tiene sus raíces en la cultura moderna. A partir de Descartes la filosofía tomó un giro subjetivista que se afianza con Kant y Hegel. El hombre ya no dependería de las cosas en su conocimiento, sino al contrario, la realidad sería producto del pensamiento. En las valoraciones morales se sustituye la ontología por la sociología. Aristóteles es reemplazado por Kant como rector del quehacer filosófico. En ese clima de pensamiento y cultura tiene gran influencia la disociación que se produce entre el entendimiento y la voluntad. No se ve la diferencia que hay entre lo bueno y lo malo. Las decisiones ya no serán iluminadas por la razón sino que la fuerza de la voluntad será autónoma. No será la verdad la que oriente a la libertad. Los medios de comunicación social tienen también una grave responsabilidad no sólo por divulgar la violencia, sino por alimentar sus programas de una “cultura de muerte”. La situación no es irreversible, puesto que las tendencias últimas entre los pensadores van aportando un alza en la cotización de Aristóteles y una baja en la de Kant. Más atención al Magisterio de la Iglesia acelerará la solución a este gravísimo problema. Palabras clave: Violencia, cultura, voluntarismo, verdad objetiva

Abstract The atmosphere of growing violence affecting the world has its roots in modern culture. From Descartes on, philosophy took a subjectivist shift reinforced by Kant and Hegel. Man would no more depend upon things in his knowledge, but oppositely, reality would be a product of thought. In moral valuations, ontology is substituted by sociology. Aristotle is replaced by Kant as the leader of the philosophical task. In that atmosphere of thought and culture, the dissociation between understanding and will has a great influence. The difference between right and wrong is not perceived. Decisions will no more be illuminated by the reason, but the strength of will shall become autonomous. Freedom will not be oriented by the truth. Mass media also have a great responsibility not only for reporting violence, but because they foster their programs with a “culture of death”. The situation is not irreversible, since the new trends among thinkers contribute to raise Aristotle's value and reduce Kant's. More attention to the Church ministry will accelerate the solution to this very serious problem. Key words: Violence, culture, voluntarism, objective truth

Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo,

esaldon@usat.edu.pe

Presentado 22 agosto 2004 - Aceptado 18 noviembre 2004


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Explicación de la violencia actual

Introducción El aumento de la violencia en el mundo está preocupando seriamente a muchas personas. Ciudadanos corrientes y autoridades quieren controlar, y quisieran -con más razón- que desaparezca esta creciente y general amenaza. Nadie se siente seguro. Pero pocos se preguntan ¿cómo se ha originado y propagado tan rápidamente? Y ¿cómo es posible su desaparición?. Voy a intentar dar una explicación de este fenómeno masivo y universal, y a presentar mi escepticismo acerca de los métodos con los que se pretende combatir. Se puede aplicar también en este terreno el principio que descubrió Pasteur para la biología: no existe la generación espontánea. Toda

célula viva procede de otra célula viva. Durante siglos se había hablado en el lenguaje popular y hasta en el científico y filosófico de “generación espontánea”. Este científico francés no estaba satisfecho con la opinión generalizada y comenzó unos experimentos con medios muy rudimentarios, pero muy eficaces, y llegó a la conclusión axiomática que nadie ha podido refutar. Pues me parece que es aplicable también a nuestro terreno sobre la violencia -aunque en analogía- que todo esto es sólo una consecuencia. Es lo que voy a intentar desarrollar en las páginas siguientes. Al mismo tiempo espero dejar claro que si no se va al fondo, no es posible el éxito en este flagelo de principios del siglo XXI.

Primera Parte Los cambios con el fenómeno del Niño Los que vivimos en la costa peruana estamos acostumbrados a contemplar el desierto y los cerros sin vegetación. Parece imposible que ese paisaje pueda cambiar en poco tiempo. En un viaje que hice a la sierra en la época de lluvias en nuestras costas, me sorprendió gratamente a la vista el cambio ocurrido en el paisaje. El color pardo duro y desagradable de los arenales y las crestas montañosas peladas, habían sido sustituidos rápidamente por el verde gratificante y mucho más atractivo. La explicación de ese cambio es conocido por todos. La comprensión de esa diferencia no exige conocimientos científicos alturados. Las lluvias han encontrado gérmenes de vida, que con el agua se han desarrollado. Nadie se sorprende ante el hecho de esa floración de vida. Sólo han sido necesarias condiciones ambientales distintas. La cultura de la muerte El Papa actual, Juan Pablo II, utiliza con mucha frecuencia esta expresión “cultura de la muerte” como contrapuesta a “Civilización del amor”. Me parece que ambas expresiones las acuñó S.S. Pablo VI, pero

quien más dinamismo las ha impuesto ha sido el Sumo Pontífice actualmente reinante. Las expresiones resumen hechos humanos que nadie puede ignorar. La promoción de las drogas, las esterilizaciones, sobre todo el aborto, la eutanasia, etc. Constituyen fenómenos de muerte, o en ella desembocan. Por otra parte, el impulso dado a la dignidad humana, los derechos humanos, el respeto a los débiles, la promoción de todos los valores morales constituye la civilización del amor. La configuración de la vida humana en uno u otro caso es muy distinta. Requiere todo un ambiente específico una y otra situación. Aunque se encuentren gérmenes en el interior de la persona que pueden desembocar en violencia o paz, ordinariamente se desarrollan en el clima adecuado para tan distintos resultados. Me parece que la comparación del desierto florecido nos puede ayudar a entender mejor la violencia humana que tratamos de comprender. La explicación rousoniana de la bondad natural es apriorística. No lo ha demostrado. Su explicación de la sociedad tampoco es coherente. Está mucho más de acuerdo con la experiencia, la explicación que nos ofrece la fe cristiana que nos habla


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de la existencia del pecado original y sus consecuencias en todas las personas. Hay una inclinación al mal en cada corazón -aún en el del bautizado-1 que explica fácilmente la existencia de actos desordenados. La persona: ser social La dimensión social de la persona es constitutiva de la misma. Es decir, por naturaleza somos seres sociales. No es ningún dato extraño o añadido al ser de la persona misma. Por eso tiene tanta influencia lo social en las personas individuales. Los comportamientos humanos tienen unas medidas que las dan o las costumbres o las leyes. En una sociedad bien organizada y orientada no se necesitaría nada más que fijarse en lo que hacen los demás para actuar correctamente. Pero si esa orientación está equivocada, es muy explicable también, que muchas personas no tengan otra medida que la conducta de los demás, y por tanto, se porten mal. En una cultura como la actual en la que los medios de comunicación tienen tanto influjo en la vida de las personas no es extraño encontrar gran uniformidad en muchas conductas. Si a lo anterior añadimos la globalización, el resultado es mayor uniformidad. Dificultad de una explicación sencilla Llegar a la raíz de la situación de violencia que se vive (y que puede aumentar) no es fácil. Son muchos factores los que han intervenido en la configuración de la realidad presente, pero a mi juicio, hay unos puntos clave que dan luz ante el momento presente. Se puede hablar de una forma de cultura determinada. De hecho ya hemos usado más arriba la expresión “cultura de la muerte”. La cultura es un tema muy complejo que no nos interesa analizar ahora, pero hemos de ser conscientes de la complicación del mismo. Aún dando esto por supuesto hay que decir que las raíces de la violencia son culturales. Esto entraña lo decimos por adelantado- la insuficiencia de los métodos que se quieren emplear para acabar con ese castigo humano. La violencia pienso que es un verdadero castigo que se imponen unos hombres a

otros. Sin descontar la represión policial, considero que no será suficiente ella sola. La razón es clara: un fenómeno cultural no se puede desarraigar con la actuación de la policía y el ejército. Pueden disminuir las manifestaciones más extremas de violencia. Pero acabar con ella supone un cambio de mentalidad que cristalice en una nueva cultura. Me parece que es necesario que los mismos ejecutores del plan de lucha contra la delincuencia sean conscientes de la probable falta de éxito de su actividad. Se evitaría una posible decepción. Aunque no es conveniente empezar una actividad sin convicción de éxito, pero tampoco hay que ser irreales. Antecedentes históricos La historia es maestra de la vida. Para explicar el presente es necesario conocer el pasado. En ocasiones ha sido lento el desarrollo de una mentalidad, de una configuración social. En nuestro tiempo es mucho más rápido todo, pero también es imprescindible un tiempo de gestación de las actitudes colectivas. Pienso que la situación de violencia que vivimos en muchas partes del mundo, es el resultado de un proceso que se inicia con el comienzo de la llamada “edad moderna”. No se pueden establecer cortes tajantes entre las diversas épocas de la historia humana, pero sí hay hechos o personajes claves en la delimitación de los períodos históricos. En la historia del pensamiento humano hay un personaje singular que capitaliza un cambio radical. Es René Descartes. Aunque los historiadores de la Filosofía mencionan algunos antecedentes, como Guillermo de Okcam, sin embargo, quien más contribuye a ese giro en el pensamiento es Descartes. Además piensa haber encontrado el camino seguro para no repetir los errores del pasado. Su libro “Discurso del Método” es, según un filósofo contemporáneo (Carlos Cardona) el que más ha influido en la historia del pensamiento humano. El predominio de la voluntad Aunque parezca mentira, pero el padre del racionalismo moderno aparece también como protagonista del voluntarismo que


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tendrá un gran futuro. Y en el “pienso, luego existo” se encierra una cadencia atea que tendrá funestas consecuencias. Descartes era un buen católico y no pretendió las consecuencias que se derivaban de su planteamiento; pero aunque no las quisiera no las pudo evitar. El deterioro posterior no se hizo esperar. Detallar el proceso a que me refiero llevaría consigo escribir un libro voluminoso y pesado, por eso sólo haré alusión a hechos y autores significativos. El voluntarismo va ganando terreno y nos encontramos con autores Schopenhauer, y sobre todo Nietzsche, que desarrollan con gran éxito de público la fuerza y el poder autónomo de la voluntad. Estos autores han encontrado un clima propicio a su deseo y lo han desarrollado e incrementado notablemente. Es muy difícil en la historia de la cultura partir de cero. Pero también es necesario -para tener éxito- captar el momento psicológico. Y no cabe duda, que el terreno estaba preparado para el desarrollo de la tendencia voluntarista. En el terreno práctico Lo que hemos venido diciendo se refiere -como se ha visto- fundamentalmente al aspecto teórico. Pero lo referente a la voluntad se dirige directamente a la práctica. La conexión de lo anterior con lo que vamos a ver a continuación es clara, aunque sería prolijo desarrollarlo, por eso paso directamente a considerar este aspecto. La vida política de la época moderna ha evolucionado también notablemente. Pero la ley sigue siendo imprescindible para gobernar. El Derecho como instrumento humano de organización social y política nadie lo pone en entredicho. Lo que sí va a ocurrir es un deterioro y erosión de la naturaleza del mismo, ocasionado por el mismo ambiente cultural. La majestad del derecho romano y la diafanidad de la ley, va a sufrir gran quebranto. Nos encontramos en esa situación de deterioro que es lo que -a mi juicio- proporciona el caldo de cultivo para la violencia. El cambio en el concepto de ley Las mejores definiciones en el Derecho proceden de los juristas romanos. La defini-

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ción de ley de Santo Tomás de Aquino es clásica y universalmente conocida, pero el Aquinate se inspira en la justicia romana para formularla. Tiene tres elementos esen ciales: a) ordenación de la razón; b) Para el bien común; c) procedencia de la autoridad. Desde hace un par de siglos -más o menos- esos componentes han cambiado notablemente. Sigue el tercero, pero ha variado el primero y ha arrastrado inevitablemente consigo al segundo elemento. La ley ya no es ordenación de la razón, sino ordenación de la voluntad. El cambio supone consecuencias trágicas y encierra el germen de la violencia como espero poder demostrar breve y claramente. La ordenación de la razón Si las disposiciones para regir la conducta de las personas se formulan dictadas por la razón se puede asegurar el bien común. La inteligencia no hace la verdad, la descubre, la conoce. No se impone el interés de la persona, sino lo que se impone es la fuerza de la verdad objetiva. La inteligencia puede conocer lo que es bueno o malo. No lo decide la persona humana. Está ya decidido. La voluntad humana no puede cambiar la naturaleza de lo que es bueno o malo. Por otra parte, como la verdad se va descubriendo y no exclusiva ni propiedad de nadie, se puede llegar a un entendimiento progresivo hasta alcanzar la convicción. Eso requiere diálogo y paciencia hasta arribar al puerto de la verdad. Con la ventaja enorme de que nadie se siente derrotado. No hay vencedores ni vencidos. Hay CONVENCIDOS. Todos han vencido. Se evita el enfrentamiento que se produce cuando se impone una de las partes por una decisión de la voluntad. No tiene que haber necesariamente una oposición. De lo contrario es inevitable el enfrentamiento, que no es la mejor forma de gobernar cuando necesa riamente hay una oposición. La democracia queda desfigurada porque siempre vence la mayoría. La opción de la mayoría puede ser tremendamente injusta, principio de la violencia. Y eso no sería ley, sino corrupción de la ley. Proceder de ese modo es una manera de propiciar la violencia. Va creando una mentalidad, una


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cultura de violencia. ¿Cómo va a tener eficacia después una ley que quiera erradicar la violencia? Esto que digo es lo que está ocurriendo actualmente en el mundo. La violencia más inhumana se da en el aborto. En muchos países se ha legalizado, es decir, se ha justificado la forma más extrema e inicua de violencia. La recordada y valiente Beata Teresa de Calcuta decía que no desaparecería la violencia mientras existiera el aborto, que es la peor forma de violencia. Me parece que no le faltaba razón. El aborto la mayor violencia No hace falta pensar mucho para reconocer que el aborto es la forma más inicua de violencia porque se ejerce sobre el ser más indefenso, de la manera más cruel, ya que se destroza el cuerpo sacándolo a trozos y a petición de quien más debería defender a esa criatura: sus padres. Todas las otras violencias, aunque lleven consigo la muerte, no resultan tan crueles. De hecho hay unos datos sociológicos interesantísimos; merecería la pena hacer una tesis doctoral recorriendo las hemerotecas para publicarlos. Afirmo, con conocimiento de causa, que desde que se legalizó el aborto en Inglaterra en los primeros años de la década del sesenta, la violencia en el mundo se ha incrementado de forma cada vez más alarmante. El ejemplo de Gran Bretaña fue seguido por otros muchos países. Eso va creando -aunque no sea más que inconscientemente- una psicosis y cultura de violencia. Pasar de esas formas a otras ya no encuentra resistencia en muchas conciencias. Es cuestión de tiempo. Actualmente se ha formado una mentalidad propicia para esa violencia. E incluso se pretende extender a los países que todavía rechazan el aborto en su ordenamiento jurídico. Hasta se comete la aberración de hablar del derecho a la violencia, porque se escribe sobre el -derecho al aborto -. La conducta humana sigue una cierta lógica. Por eso se puede hablar de predicciones del futuro. Propiciar la violencia y después querer combatirla, no tiene mucho sentido, ni me parece que puede tener suficiente éxito. Si se quiere vivir en paz hay que crear una mentalidad

de paz. La violencia irá desapareciendo sola. El combate es de otra naturaleza; aunque no excluya la acción policial, pero fundamentalmente no será represivo. Hay que ser coherentes. No se puede, por un lado alimentar la cultura de la muerte y la mentalidad de injusticia y violencia, y, por otra parte intentar acabar con ellas por la fuerza. La verdadera democracia El imperio de la mayoría simplemente por serlo no asegura la auténtica democracia. Que prevalezca la razón es más legítimo. Si cada uno contribuye con su razonamiento a esclarecer un asunto, el que mejor piense, con más profundidad y ateniéndose a la naturaleza de las cosas, es quien más habrá contribuido a buscar las soluciones a los problemas humanos. Esas soluciones han de traducirse en leyes. No importa quién haya aportado más. Lo que interesa es el bien común. El triunfo de la verdad y el bien. Si lo que realmente se busca es servir a la sociedad, esa será la mejor recompensa a quien más haya contribuido a encontrar las soluciones. Sea de un grupo u otro. Si todos dicen que buscan servir a la sociedad, no se entiende bien por qué ese afán de imponer la propia voluntad.2 ¿Hay muchos demócratas? En el fondo me parece que hay muy pocas personas que realmente sean demócratas. Es una opinión personal al contemplar lo que ocurre en el mundo político de cualquier país. Es el juicio de un observador con sentido crítico. Un observador con formación jurídica y filosófica. La forma moderna de Estado la ideó el francés barón de Montesquieu. Pensó en la división de poderes para evitar la concentración del mismo que considera muy peligrosa. Con la tripartición del poder se contrarrestan, porque son autónomos: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Es una buena idea. Si se viviera tal como la expuso Montesquieu, me parece que sería más fácil contribuir al bien común desde cualquier posición. No entiendo por qué todos los partidos quieren controlar los tres poderes. Esto da a entender que no es la razón la que


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prevalece al organizar la sociedad. Esta actitud generalizada es la que me hace sospechar que realmente no hay muchos demócratas. Tampoco me parece que esté muy de acuerdo con la mentalidad del autor de la tripartición de poderes ese afán hegemónico. Teoría versus praxis Aunque en los libros siga apareciendo en la definición de ley la “ordenación de la razón”, en la práctica no es así y las leyes se elaboran como “ordenación de la volun tad”. Esa actitud lleva consigo gran empobrecimiento en la fundamentación de las leyes y un enfrentamiento innecesario entre los diversos partidos. Ya hemos expuesto más arriba esas consecuencias y el origen de las mismas. Ahora presento dos casos concretos que se pueden analizar para comprobar si lo que digo es así o no: el empobrecimiento en la fundamentación de las leyes. Cuando en España se debatía en el Parlamento el proyecto de despenalización del aborto presentado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), además del debate parlamentario también se produjo un debate en la prensa. (sobre este asunto se podría publicar un libro interesante que podría llevar como título: “Posturas contrapuestas en la opinión pública sobre el aborto”). Seguí de cerca aquel debate. Quedó muy clara la superioridad de fundamentación contraria al aborto: varias Reales Academias como la de Medicina y Farmacia, otras instituciones y personas particulares se pronunciaron aduciendo argumentación muy firme y sólida. La fundamentación partidaria de la despenalización era raquítica. Venía a reducirse a decir por activa y por pasiva que somos mayoría y como tenemos más votos, ganamos. Y la mayoría de votos se impuso. Una confirmación de que la ley -en la práctica- es ordenación de la voluntad. Y ésta desvinculada de la razón, no distingue entre el bien y el mal. Otro caso más cercano Lo que relato a continuación nos afecta más directamente. Ocurrió aquí cuando se promulgó la ley sobre esterilización

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quirúrgica. También hubo debate en los medios de comunicación. Tengo recogido el material que se publicó en los periódicos. El balance es semejante al ocurrido en el caso español. La argumentación desde diversos ángulos en contra de esa ley es abundante, rica y bien fundamentada. En cambio la argumentación a favor de la ley de esterilización, la fuerza decisiva se ponía en que era lo que quería la mayoría. Y efectivamente, el mayor porcentaje de votos resolvió la controversia. Un ejemplo más de que la ley es lo que quiere la mayoría. No deja de ser preocupante esa actitud porque no ofrece ninguna seguridad, cuando una de las características del Derecho debe ser la seguridad. Eso sólo se consigue cuando las leyes se fundan en la razón, en la verdad de las cosas. Pero cuando no tienen otro sustento que la voluntad de la mayoría, no hay nada seguro. Los que han dicho hoy sí, mañana pueden decir no. U otro grupo distinto que ha llegado a ser mayoría, con la misma facilidad que los anteriores hicieron algo, los posteriores lo pueden deshacer. Ello lleva a un grave empobrecimiento de la vida jurídica, de la vida política y de la vida social. Y la ética tan fundamental en la vida humana desaparece. Y sin ética ¿en qué te apoyas? Aquí todos pierden, porque quien pierde en este caso es la sociedad. Un grupo puede pensar que ha salido ganando. Sólo ha sido en apariencia, porque al formar parte de la sociedad que realmente es la perdedora, hasta los que creen ganar, pierden. Han erosionado las bases mismas de la convivencia humana y ellos mismos serán víctimas también de sus propios errores, de sus mismas decisiones. Han incendiado la casa en que se encontraban. Ambiente generalizado He mencionado dos grupos de personas, uno nacional y otro extranjero. No han sido nada más que botones de muestra. Dos ejemplos muy claros de la situación que lamentamos. Pero, por desgracia, no son sólo esos grupos humanos los que actúan así, sino que es un ambiente tan generalizado que será excepción si algún partido, movimiento o grupo no actúa decidiendo las cuestiones sociales por actos volunta-


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ristas. A nadie se le oculta la desconfianza que existe en la actuación del poder judicial. La razón de ese malestar es la misma: el voluntarismo. La grandeza del Derecho ha desaparecido de la práctica judicial. Es una pena. La pérdida no es sólo para el Derecho, sino para la entera sociedad. Tuve la suerte de escuchar en clase al gran romanista Álvaro D'Ors. ¡Qué majestuoso y equilibrado es el Derecho Romano, del que nació el Derecho actual! ¡Qué seguridad ofrece! De eso ¿qué queda? Es un retroceso muy lamentable. Ciertamente hemos avanzado a pasos de gigante en el orden tecnológico, pero en el orden humano hemos retrocedido con la misma rapidez. Es necesario equilibrar las dos dimensiones; se puede y se debe. Por eso a mi me parece que el mal que padecemos es muy profundo y no se puede desarraigar con medidas represivas solamente. Si los hombres públicos no ofrecen garantías suficientes en sus actuaciones. Si lo que prevalece no es la razón, sino la conveniencia. Si las decisiones se toman no teniendo en cuenta el bien común -concepto esencial para toda sociedad- sino por pragmatismo, estamos desamparados ante los poderosos, sin seguridad en la vida. Ya no podemos hablar de derechos, sólo de favores que nos quieran conceder los que mandan. No es extraño que se hable de crisis en tantos aspectos. La injusticia está a la orden del día y la injusticia es semilla de violencia. No toda injusticia es violencia, pero sí germen de la misma. Hay un refrán o dicho popular -con gran sabiduría como todos esos decires- que se expresa así: “el que siembra vientos recoge tempestades”. La solu-

ción, a mi entender, habrá que buscarla a largo plazo. Procurando un cambio de mentalidad para crear una nueva cultura. Los medios de comunicación En la tarea que venimos comentando los medios de comunicación tienen una función insustituible. Mucha gente toma de ellos los parámetros de su conducta. Desgraciadamente ofrecen muchos programas que fomentan la violencia. En muchas ocasiones no hay una ética mínima que defienda la dignidad humana como norma suprema en lo que ofrecen. Si sólo prevalecen criterios económicos, en una época como la actual, la degradación es cada vez mayor. Entonces no nos podemos extrañar que conductas violentas sean cada vez más frecuentes, porque -al menos inconscientemente- se están fomentando. Si el único objetivo que parecen presentar muchos programas es ser rico, tener mucho dinero, ¿Qué resta al que no lo tiene? Intentar conseguirlo como sea. Hacerse fuerte para salir vencedor en esa contienda en lucha por la existencia. Esa concepción de la vida está incitando a la violencia. No parece muy coherente prender la mecha y extrañarse después de la explosión. Como no me parece honrado presentar sólo el problema, quiero a continuación ofrecer una solución, no automática, sino dependiente de la conducta humana; una solución global que involucra a todos. Si se habla de globalización de la economía, de la ciencia, de la información, también ha de llegar ese modo de encauzar la vida a la educación y a la cultura.

Segunda Parte Un modo humano de conseguir la paz: Prenotandos En la primera parte de este trabajo he adver tido que la situación de violencia que se vive en el mundo y concretamente en el Perú, es un asunto muy complejo, pero me parece claro, que para poder combatirla eficazmente, hay que ir a la raíz. Y ésta es de índole cultural. En la cultura intervienen muchos factores, sin embargo se puede afirmar que la crisis actual se origina al principio de la Edad Moderna, y

progresivamente se va agravando. Son varios signos de descomposición humanista. El planteamiento de la filosofía racionalista cartesiana ya no da más. El idealismo y el materialismo marxista, hijo del anterior, han quedado agotados. Por eso se habla de Postmodernismo o Post-modernidad. Estamos en los inicios de una nueva época histórica y cultural. Nadie se atreve todavía a darle nombre propio; sólo se atreven a decir que ese modelo ya no da para más.


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Las evoluciones culturales son lentas, por eso hay que trabajar a largo plazo, pero eso no quiere decir cruzarse de brazos. Por otras parte en los momentos actuales los cambios son mucho más rápidos que en épocas anteriores, por la rapidez de las comunicaciones y otros mecanismos. Por los años 1980 a 1985 nadie sospechaba que el comunismo desapareciera en muy pocos años más tarde. Parecía un mundo tan sólido que su derrumbe cogió a todos por sorpresa. Aunque como sistema ha periclitado, sin embargo hay residuos del marxismo en la cultura que tardarán más en desaparecer. No existen las utopías Hay que admitir que la paz definitiva sólo se dará en el más allá. Un mundo perfecto nunca podremos lograrlo en la tierra. El bien y el mal se han dado siempre como lo demuestra la existencia del derecho penal en todas las épocas. Lo nuevo de los tiempos actuales es la extensión generalizada de la violencia. La imposibilidad de erradicar la violencia y la injusticia no es razón para la desesperanza. Hemos de esforzarnos en conseguir la disminución mayor posible de tales acciones aunque seamos conscientes de la imposibilidad de la victoria total contra lo que luchamos. No es el único caso de imposibilidad de una eliminación total. Ya hemos dicho más arriba que el mundo perfecto no se dará nunca en la tierra. Por ejemplo, los médicos saben muy bien que nunca van a lograr vencer definitivamente a la muerte. Que sus victorias son siempre parciales. La victoria final la consigue permanentemente la muerte, sin embargo cada vez luchan con más interés en postergar la llegada del esqueleto con la guadaña. Una cultura humanista Hay que lanzar un reto a la “cultura de la muerte” con una concepción de la vida en la que el centro esté en la preocupación por el hombre tal cual es. La fuente inagotable de este programa lo podemos encontrar en la doctrina social de la Iglesia. El olvido de Dios en la cultura ha traído consigo una cultura anti-humana, porque los derechos

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fundamentales de la persona son derechos de Dios. El mejor defensor del hombre es su Creador. Intentar corregir el plan divino está llamado al fracaso. Un famoso filósofo y político peruano -Víctor Andrés Belaúndelo explicaba con gran claridad y muy gráficamente. También lo recordaba el Papa Juan Pablo II en el discurso de la Plaza de Armas de Lima en su primera visita al Perú en 1985.3 Una cultura humanista comprende una concepción ética de la vida como absolutamente imprescindible. Sin ética es imposible una vida humana. La moral es exclusiva de los hombres y de las mujeres. Por ahí hay que empezar. Y la ética es para todos. Nadie queda excluido. Sin ética desaparece la diferencia entre la justicia y la injusticia, entre el uso y el abuso, entre la virtud y el vicio, entre el amor y el odio. En una palabra. Desaparece la diferencia entre el bien y el mal. ¿Cómo podemos extrañarnos de la inmoralidad, de la corrupción de la violencia, etc. si no hay ética? ¿Qué explicación puede dar el Ministerio de Educación para que prescinda de la Ética en los planes de estudios superiores? No hay que partir de cero En la historia de la cultura humana hay una ingente producción humanista. Se trata de recuperar las grandes orientaciones de esas expresiones intelectuales, artísticas, sociales, etc. El pasado no se puede repetir y no tendría sentido intentarlo. Pero aplicar esos principios a la situación presente sí es accesible. La naturaleza humana es la misma y la exigencia de la dignidad humana con el despliegue en los derechos fundamentales de la persona, no sólo es posible, sino que es un clamor generalizado de nuestro tiempo. La crisis en todos los órdenes que se encuentra en todas partes y difundida por los medios de comunicación social, es un clamor urgente para buscar solución a este estado de cosas. Como casi siempre el comienzo vendrá de una minoría que vaya extendiendo su programa de acción a gentes que anhelan un mundo mejor. El Evangelio habla del fermento o levadura que extiende su eficacia a la


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harina preparada. La cultura de la muerte será derrotada por la civilización del amor. Parece imposible que una cultura tan inhumana haya sido capaz de imponerse de modo tan generalizado. Por eso, no tardando llegará el momento de un despertar vigoroso que orientará a los hombres y mujeres de nuestro tiempo por caminos de respeto mutuo, colaboración, solidaridad y felicidad. Los obstáculos son ingentes, pero la fuerza más poderosa que tienen los hombres y mujeres es su voluntad. Y los cristianos sabemos que por encima de todo está la gracia y la fuerza de Dios que no pierde batallas. Es imprescindible ayudar a que las personas reflexionen. Ya decía el Antiguo Testamento que “la tierra está desolada porque no hay quien reflexione en su corazón”. La gran defensa del hombre está en la verdad. Hay muchos modos de ocultarla, pero la inteligencia humana está creada para la verdad, como el ojo para ver la luz. Por eso hay que hacer grandes esfuerzos en ayudar a descubrir la verdad que es el camino para vivir la libertad y encontrar a Dios en quien tiene su fundamento todo lo bueno y lo bello. Hemos de partir de la seguridad que la vida vencerá la muerte, la verdad a la mentira y la virtud al vicio. Habremos de esforzarnos en presentar positivamente las propuestas. La virtud es más difícil que el vicio, pero nadie quiere aparecer vicioso y sí quiere que le consideren virtuoso. Los resultados son muy dispares entre un modo y otro de vivir. Lo que uno siembra eso recogerá. Las consecuencias para la vida personal y social de los vicios son contrarias a las de las virtudes. Diferencias inevitables Odios, rencores, enemistades, guerras, cárceles, destrucción, violencia, corrupción, hambre, y otras secuelas similares para la vivencia de los vicios. Amistad, perdón, ayuda, solidaridad, libertad, alegría, paz, ética, misericordia, unión, etc. Para la vivencia de los valores o virtudes. La fe religiosa encuentra grandes dificultades para expresarse por el secularismo reinante. Pero el cristiano no tiene que olvidar y desconocer este mundo para

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predicar a Cristo. Es en esta vida donde comienza ese mundo mejor y más feliz que nos enseña la doctrina cristiana. La santidad de vida no es sólo para el cielo. En la tierra comienza ya esa felicidad. El camino de cielo es ya un cielo y, al contrario, el camino del infierno es ya un infierno. En el lenguaje popular hay expresiones que manifiestan esta verdad. No es raro encontrar personas que al considerar la situación de una familia o un ambiente determinado, lo describen con estas o semejantes palabras: “esa casa o ese lugar es un infierno”, para describir que una familia, empresa, lugar de trabajo u otra situación humana está caracterizada por la falta de armonía, respeto mutuo, amor y servicio. Por el contrario, cuando se dice que “esa familia o ambiente es un cielo”, se está señalando que lo que allí prima es el amor y respeto por cada persona. La alegría y confianza con que todos viven en esa situación. Naturalmente eso no se improvisa, sino que exige perseverancia en el modo de organizar y vivir la familia, el trabajo, la convivencia y el trato mutuo. No sólo hay que pensar en el momento presente, sino levantar la mirada y considerar el futuro. La fe cristiana no es ninguna rémora para construir este mundo sino todo lo contrario. Debe ser un acicate. En uno de los documentos más importantes del Concilio Vaticano II, la constitución “Sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo” (Gaudium et Spes), se lee: “Se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga a un más perfecto cumplimiento de todas ellas, según la vocación personal de cada uno”.4 En la medida que cada persona vaya eliminando el pecado de su vida estará contribuyendo a hacer este mundo más humano y trabajando por instaurar la paz, pues como dice más adelante el documento que acabo de citar, “En la medida en que el hombre es pecador, amenaza y amenazará el peligro de guerra hasta el retorno de Cristo; pero en la medida en que, unidos por la caridad triunfen del pecado pueden reportar la victoria sobre la violencia.5


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Necesitamos Santos Vivir en plenitud la vida cristiana no es sólo asegurar la salvación eterna, sino contribuir eficazmente a ordenar este mundo según el querer de Dios. El documento más importante del último concilio sobre la constitución de la Naturaleza de la Iglesia, conocido por las palabras latinas Lumen gentium, cuando habla de la llamada universal a la santidad de todos los bautizados, dice: “fluye de ahí la clara consecuencia de que todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, que es una forma de santidad que promueve aun en la sociedad terrena un nivel de vida más humano”6. Coincide con lo que había dicho varios años antes San Josemaría Escrivá cuando escribe: “Un secreto. Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos. Dios quiere un puñado de hombres 'suyos' en cada actividad humana. Después… 'pax Christi in regno Christi' la paz de Cristo en el reino de Cristo” 7. No hay que temer a la fe cristiana, sino la falta de fe y vida cristiana. ¡Qué consecuencias tan prometedoras están teniendo las enseñanzas de San Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei, sobre la santificación del trabajo ordinario. Ya se están viendo los frutos y no hace más que setenta años que fundó la Obra! Con el paso del tiempo cómo se irá notando en la vida esa “inyección intravenosa en el torrente circulatorio de la sociedad”, como llamaba a los que, con ideal divino, desarrollen el trabajo humano. Cualquier ocupación humana honesta: manual, intelectual, artística o deportiva, con tal que se pueda santificar, es decir, que no sea de suyo inmoral, es camino de santidad. Esa concepción de la vida exige una fuerte dosis de fe y sentido sobrenatural, pero no olvidemos que el alma humana es “naturalmente cristiana” como decía Tertuliano hace ya muchos siglos. El desarrollo tan rápido y geográficamente tan extendido del Cristianismo en los primeros siglos, en aquella sociedad pagana tan degradada, es un ejemplo de optimismo y esperanza. Para la gracia de Dios no hay obstáculos

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insuperables. Al mismo tiempo, al corazón humano le atraen los grandes ideales. Lo que se necesita es generosidad y audacia apostólica para presentar que “se han abierto los caminos divinos de la tierra”. Presentación positiva Tendrá gran importancia la presentación de esos objetivos, ideales o como queramos llamarlo. La grandeza y atracción de los mismos impresionará a quienes aspiren a hacer algo importante en su vida. El esfuerzo, la perseverancia, el coraje, la audacia y otras muchas virtudes se exigen para triunfar en cualquier actividad humana.8 Pues ese mismo empeño que se pone por triunfar, si se hace por Dios, se está santificando y humanizando la actividad que se desarrolle. No cabe duda que está presente en el ambiente una mentalidad materialista muy marcada, pero también es claro que hay una profunda insatisfacción en muchísimas personas. No puede llenar el corazón humano sólo lo material. Hay ejemplos abundantes, tanto antiguos como nuevos, de esa insatisfacción. Por eso, se trata de ir contra corriente a la que se sumarán los mejores y cada vez más personas a intensificar esa contracorriente. Hay un adagio latino que dice: nihil violentum durabit, que significa: nada violento permanece por mucho tiempo. El materialismo marxista era una violencia a la naturaleza humana. Cayó estrepitosamente y hoy es ya una cosa pasada, aunque las consecuencias de esa ideología siguen haciéndose notar en ambientes y personas. El materialismo hedonista y consumista es otra violencia a la naturaleza humana y caerá también estrepitosamente cuando menos lo pensemos, obviamente, también las consecuencias prácticas de esa concepción de la vida, seguirán notándose en personas y ambientes durante largo tiempo. Pero ninguno de esos planteamientos reduccionistas y materialistas puede satisfacer el corazón humano. Sólo una concepción de la vida que tenga en cuenta la persona humana como es, puede resultar atractivo. Y entre ellos ninguno mejor que el que encontramos en la revelación divina


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con Cristo en el centro que “es verdadero Dios y verdadero hombre”, “perfecto Dios y perfecto hombre”. Responsabilidad de los medios de comunicación social Es terrible la alienación que pueden causar los medios de comunicación social Para muchas personas, aun entre cristianos, la persona y doctrina de Cristo es -desgracia damente- bastante desconocida. Por eso el reto que nos presenta el Vicario de Cristo con la nueva evangelización, no cambiando las enseñanzas, sino “nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión”, es de una sorprendente actualidad y eficacia. Si somos fieles a ese camino nos quedaremos admirados muy pronto de su eficacia y atractivo. Aunque a primera vista parezca que la doctrina católica va contra la naturaleza humana, sin embargo, ninguna enseñanza es más conforme a ella que el Catolicismo con las aspiraciones y anhelos más profun dos del corazón humano. El Decálogo es la carta magna de la libertad. Es muy ex- plicable que así sea, puesto que proviene del mismo autor del hombre y de la mujer. Lo mismo que ocurre con un inventor humano que es el quien mejor conoce el funcionamiento de la máquina o artefacto que fabrica de la misma manera Dios es el que mejor puede indicar lo más adecuado para el manejo perfecto de la vida humana. La verdadera libertad Quien no quiere ser libre según la voluntad de Dios y la exigencia de la dignidad humana, tiene que ser esclavo de las diversas pasiones que maltratan la dignidad personal y no pueden ofrecer lo que prometen. Lo que suelen ofrecer todos los días los diversos medios de comunicación, no es más que una confirmación de los que vengo diciendo, ya que gran parte de las noticias que ofrecen son sucesos lamentables, con graves perjuicios a muchas personas. Pues bien, muchos de esos lamentables sucesos son faltas contra alguno de los mandamientos del Decálogo. ¡Cuánto dinero se gasta en prevenir el sida, en sacar a las personas

de la opresión del alcohol o las drogas! ¡Cuántos quebraderos de cabeza presentan los embarazos de adolescentes! Enseñar a vivir la templanza cristiana es la mejor, la más económica, la más segura, la única que no tiene miedo a la libertad verdadera y humana. Es también la más difícil de conseguir y a más largo tiempo. Pero es ir a la raíz de los problemas y a no poner parches para salir del paso y dejarles el problema a los que vengan después. La función insustituible de la Iglesia El mejor servicio que puede prestar la Iglesia a la sociedad es predicar valientemente la enseñanza divina, sin complejos. Por otra parte es lo que dice el Evangelio de San Mateo: “Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Para nada aprovecha ya, sino para tirarla y que la pisen los hombres”.9 Palabras del Señor muy exigentes que nos tendrían que hacer pensar más en nuestra responsabilidad ante la situación del mundo.10 Igualmente alentadoras son las palabras que siguen en el capítulo citado de San Mateo: “Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad asentada sobre un monte… Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos”.11 Un auténtico cristiano no pasa desapercibido. Influye en su ambiente de modo positivo. Su vida es orientadora, Da seguridad ante tanta incertidumbre ante tanta cobardía y capitulaciones, y será asidero firme para otros que no quieran dejarse arrastrar por la corriente. Sólo los peces muertos son arrastrados por la corriente, los peces vivos luchan contra la corriente. Actuar con naturalidad como lo que se es, no buscando que se fijen en él o en ella, pero tampoco dejarse intimidar porque hablen de ella o de él. Es sencillamente la consecuencia de la luz y de la sal que manifiestan su simple existencia y actividad. La misión de la familia En la tarea de recuperación de la paz y la alegría en la sociedad le incumbe un rol


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especial e insustituible a la familia. Todos los que piensan con visión de futuro lo ven así. Especialmente clarividente es el Papa Juan Pablo II. Permanentemente da impulsos a las familias para que cumplan su cometido en el mundo. Además de los innumerables discursos que ha dirigido durante su largo Pontificado a las familias en diversas ocasiones -sobre todo en sus viajes apostólicos por todo el mundo- ha publicado documentos específicos para este asunto. La exhortación apostólica Familiaris consortio y Carta a las Familias son dos densos documentos que los amantes de la familia hemos de repasar con frecuencia por la riqueza de contenido y la vitalidad que presentan. También ha instituido las jornadas mundiales de la familia a celebrarse con determinada periodicidad. Es necesario unir fuerzas porque también los enemigos de la humanidad -así se les puede denominar a los enemigos de la familia- saben la importancia decisiva de la misma y por eso la combaten con tanta insistencia y poderosos medios. Sin fe y sin visión sobrenatural sería como para rendirse y desistir del combate, pero se repite en esta ocasión la escena de David y Goliat. El gigantón presentaba un aspecto imponente por el poderío humano que exhibía. Y despreciaba a aquel pastor de bella figura pero con presentación ridícula para un combate cuerpo a cuerpo. Mas como David acudía a la lucha en nombre de Dios, pronto quedó clara la superioridad del muchacho rubio. La victoria se repetirá con la misma facilidad. La familia y la paz

Durante todo lo escrito anteriormente he hablado de las causas de la violencia y sus

Explicación de la violencia actual

remedios. Me parece que una causa importante del incremento de la violencia en el mundo, es precisamente, la destrucción de la familia. Ésta -por naturaleza- es creadora de humanismo, de amor y de paz. Pero si a muchos niños nadie les quiere o ha querido, porque sus padres no se preocupan de ellos, o porque están separados o están tan dedicados a otros asuntos, que los hijos están prácticamente abandonados, entonces, no es extraño que sigan el camino de la violencia que ven en los medios de comunicación, sobre todo en televisión, y en la sociedad. Corregir después esas desviaciones será muy difícil, habiendo podido evitarlo antes con grandísima facilidad si de niños se les hubiera atendido, querido y enseñado en una familia normal. Es proverbial el ejemplo del árbol que de tierno se puede enderezar fácilmente y de crecido resulta muy difícil o imposible ponerlo recto. Entre los animales observamos algo parecido. Hasta los más fieros si de jóvenes se los cría entre personas y con cariño llegan a vivir como animales domésticos, a pesar de la fiereza de su naturaleza. ¡Lo que es capaz de conseguir un trato amigo y cariñoso desde pequeños! Me parece que deberían tenerlo en cuenta los que están tan preocupados por la actual violencia globalizada en el mundo. Que esas personas hagan la prueba y se decidan a fomentar y cuidar mucho más a la familia tal como lo pide la naturaleza de la misma y verán que es el mejor modo, el más eficaz y barato de eliminar la violencia juvenil. Termino con este consejo a los responsables familiares, sociales, políticos y culturales. Cuiden, apoyen, ayuden a la familia y pronto se alegrarán de haberlo hecho.


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Conclusiones La existencia de la violencia en el mundo actual no se corregirá primordialmente mediante la acción policial porque tiene raíces culturales. El subjetivismo prevalente en la filosofía moderna y contemporánea explica, a mi juicio, el actual clima de violencia en la sociedad. La solución a esa problemática partirá de

una mayor reflexión personal para aceptar la naturaleza y objetiva realidad de las cosas como fundamento de la verdad. No se trata de reeditar situaciones pasadas, sino de presentar planteamientos nuevos apoyados en principios permanentes de los que la Iglesia es garante como “experta en humanidad”.

Notas 1

2

3

La doctrina católica enseña que en la persona que recibe el bautismo se le perdona el pecado original y todo otro pecado personal, si es adulto el que se bautiza. Pero queda en el alma la concupiscencia o inclinación al mal. Para vencer esa orientación es necesaria la gracia o ayuda de Dios y la colaboración de cada persona. Hay un texto de la encíclica VERITATIS SPLENDOR del Papa Juan Pablo II bastante clarificador a este respecto, que ofrezco a continuación: “Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los demás... La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la Nación o el Estado. No puede hacerlo tampoco la mayoría de un cuerpo social, poniéndose en contra de la minoría, marginándola, oprimiéndola, explotándola o incluso intentando destruirla”. (N. 99) “Un humanismo cerrado, impenetrable a los valores del espíritu y a Dios, que es fuente de

ellos, podría aparentemente triunfar. Ciertamente el hombre puede organizar la tierra sin Dios, pero al fin y al cabo, sin Dios no puede menos de organizarla contra el hombre”. (Discurso en la Plaza de Armas de Lima, 01 de febrero de 1985). 4

Gaudium et Spes, n. 43.

5

Ibidem, n. 78.

6

L. G. n. 40

7

Camino, n. 301

8

“¿No saben que los que corren en el estadio todos corren, pero uno solo alcanza el premio? Corran, pues de modo que lo alcancen. Y quien se prepara para la lucha, de todo se abstiene, y eso para alcanzar una corona corruptible; mas nosotros para alcanzar una incorruptible.” (1 Cor. 9, 24-25)

9

Mt. 5, 13

10

“Por lo cual, en esta génesis del ateismo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición adecuada de la doctrina o incluso con los defectos de su vida religiosa moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión” (Gaudium et Spes, n. 19)

11

Mt. 5, 14-16


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Referencias Bibliográficas

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Cardona, Carlos. 1987. René Descartes, Discurso del método, 2da ed. (Crítica filosófica), E.M.E.S.A., Madrid.

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D'Ors, Álvaro. 1973. Derecho privado romano, 2da ed. Eunsa, Pamplona.

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Escrivá de Balaguer San Jose María. 1958. Camino, 11a ed. Rialp, Madrid. Hirschberger J. 1972. Historia de la filosofía, tomo II, Herder, Barcelona. Juan Pablo II, Papa. 1982. Familiaris consortio, 2da ed. (exhortación apostólica), Mundo Cristiano, Madrid. Juan Pablo II, Papa. 1993. Veritatis splendor (encíclica), Editorial salesiana, Lima. Llano, Alejandro. 1983. Gnoseología, Eunsa, Pamplona. Vaticano II Concilio. 1965. Gaudium et Spes (constitución), B.A.C. Madrid. Vernaux Roger. 1967. Epistemología general o Crítica del conocimiento (Curso de filosofía tomista), Herder, Barcelona.


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