“¡A las cosas mismas!”, reza el célebre dictum de Edmund Husserl que pedía volver a mirar el mundo, volver a tomar la realidad como punto de partida de toda posible reflexión filosófica. En la
fotografía, ese volver a las cosas mismas implica, necesariamente, la exigencia de no traicionar la complejidad del mundo, de no pintar como sencillo un panorama rabiosamente enredado, en constante mutación, sobre el cual no es posible hacerse una idea fija y definitiva.