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Estimado lector:
Diego Orlando Ortiz Orpinel Editor
En esta 2a edición de tu revista H61 queremos presentarte un tema que atrae en sí muchos puntos de vista y, ciertamente, todos ellos tocan una realidad específica del asunto. Así pues, cada uno de nosotros podemos tener una opinión o una idea que defender con las mejores intenciones. Sin embargo, no se trata de solo defender la idea, sino también de llevarla al modo de vivir para tener coherencia entre lo que decimos y hacemos. A muchos esa es la parte que nos cuesta trabajo, pues podemos pensar de un modo muy particular, que encierra valores muy positivos y provechosos para uno mismo y para los demás, pero por otra parte hacemos todo lo contrario en el obrar. Es por eso, que no hay unidad en uno mismo, pues nos sentimos orientados hacia la justicia y la paz, pero nos cuesta mucho llevarlas a cabo cuando nuestro propio “yo” nos exige buscar el beneficio singular y olvidarnos de los demás. El problema que de esto se deriva es grave, pues cuando se viene una cuestión del interés social, todos queremos ser escuchados e imponer nuestros puntos de vista en vez de buscar la reflexión auténtica, analizando no sólo lo que puedo considerar a mi alrededor, sino ser capaz de ampliar mi visión de la realidad que se me presenta como problemática; pues luego queremos dar determinaciones como en automático a cuestiones tan delicadas como lo es la vida y la muerte. Estas, pues, son las ideas centrales de estas páginas, pero no están tomadas cada una como un hecho aislado, sino en una global determinación que involucra sus características en la dinámica social; esto quiere decir, que la vida y la muerte están siendo tomadas como ideales en el modo de actuar de las personas, tan profundas que actualmente se hace cultura con una y con otra. Y a esto, es a lo que te invitamos a reflexionar, dejándote cuestionar en tus conductas y descubrir cuáles de ellas están orientadas a promover la vida o cuáles de estas conductas promueven la muerte. Y finalmente, sembrar en ti la convicción de optar por la vida y esforzarte todos los días por hacer más humano al mundo, protegiendo la dignidad de cada persona hasta sus últimas consecuencias. Sin embargo, la decisión es tuya.
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Cultura de la vida
Un ejemplo Steve Jobs
frente al espejo
Y al hombre no le importó También hay buenas noticias Palabras para la mente La cultura vocacional y la cultura de la muerte
Preseminario 2012 Una aventura para valientes Homilía del Santo Padre Benedicto XVI en su visita a México
El amor: cultura que vence sobre toda cultura Ir a misa: ¿Para qué? El tesoro
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Director Pbro. Lic. Daniel Portillo Editor Diego Orlando Ortiz Orpinel Logística Lic. Laura Torres Colaboradores Lic. Idali López Luis Ramón Mendoza Alonzo Vázquez P. Agustín Petroselli, C.S.J. Oswaldo Rivas Burciaga Javier Cufarfan Mons. José Manuel López Fernández Diseño Ldg Rubén Fonay Fong Batista Publicación a cargo de Editorial Hinneni. E. Talavera y Allende #1201 Col. Linss, Chihuahua, Chih, México. e-mail: h61magazine@gmail.com
CULTURA DE LA VIDA
» Diego Orlando Ortiz Orpinel
Ante una sociedad tan acelerada, y a la cual estamos tan acostumbrados, se me ocurre una pregunta: ¿existirán aún las conversaciones de reflexiones profundas? Si en tu caso has olvidado la última vez que participaste de una, quizá hoy te sea de interés ésta.
A
muchos de nosotros reflexionar en torno a la vida y la muerte nos parece importantísimo, ya que diariamente estamos inmersos en un ambiente en donde este tema se vuelve discutible; y ciertamente todos tenemos algo que decir, pues es un asunto que compartimos recíprocamente pero del cual cae muy bien el dicho: “todo depende del cristal con que se mira”; y aquí se desglosa un problema ético, puesto que, en la racionalidad ética (dice el filosofo personalista Carlos Díaz) lo que a unos les parece bueno, a otros doblemasbueno, y a otros imbueno. Y luego continúa diciendo que existe la carencia de identidad moral, en donde los europeos opinan que en materia de valores todo es relativo, nada verdad ni mentira. Como quiera que sea, es en la cultura donde se desenvuelven nuestras ideas, y que terminan por condicionar nuestras acciones. Y ciertamente cuando hablamos de cultura podemos referir a una gran variedad de
manifestaciones culturales; pero, de lo común que tiene toda cultura es, una vez más, el discurso de la vida y el discurso de la muerte; y claro que no se puede hablar de lo uno sin lo otro, pero, ya en la praxis, a veces, influyen más unas ideas que del otro y entonces hacemos de la vida o de la muerte una actitud en nuestro obrar. Expresamos nuestras acciones ya sea con una actitud de vida o una de muerte, en donde en cada una existen, lógicamente, incomparables motivaciones. Cuando ya estamos instalados en cualquiera de esas dos culturas, se vuelve más difícil el dialogo de los unos con los otros, puesto que a nadie le gusta dar el brazo a torcer cuando se meten con nuestras convicciones. Entonces, nadie está dispuesto a cooperar para dar soluciones “justas” a las problemáticas que se nos vienen encima y que terminan por seguir la absurda ley del más fuerte, sin importar si las decisiones tomadas son las que verdaderamente nos convengan. Así es cómo las re-
laciones entre humanos sintetizan la superficialidad, o como lo expresa el filosofo Fernando Savater: «La fuerza con la que unos hombres se imponen a otros casi nunca es mera superioridad muscular o numérica, siempre necesita pasar a lo simbólico, es decir, artificializarse...». Con esto quiero decir que, buscar el bienestar mutuo obedece a los intereses superfluos de los tótems del poder y el dinero; entonces, no nos queda más que volvernos servidumbre de aquellas elites de poderosos que tienen el discurso más cool. Pero las consecuencias son graves, por ejemplo, mientras la mitad del mundo muere de hambre, la otra mitad muere de colesterol. Una paradoja inquietante; pero, y a ti, ¿te sigue siendo indiferente descubrir cuál es tu responsabilidad en todo esto? A mí me parece que son pocos los que en nuestros días se sienten cómodos cuando se les pide ser responsable, y es que ciertamente en todos nuestros ambientes en los que nos desarrollamos nos advierten que el éxito está en ser responsables. Pero, ¿respon-
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sables de qué? Únicamente tenemos sentido de responsabilidad por los objetos: máquinas, herramientas, demás cosas materiales; y por supuesto, se nos exige ser responsables en el trabajo, en la escuela, en la casa. Sin embargo, nadie habla de ser responsables los unos de los otros. Debería ser lo principal, o, ¿será que estoy alucinando?; a mí me parece que no. Al final de cuentas todo nuestro esfuerzo tiene un mejor sabor cuando tenemos la auténtica satisfacción de haber servido a los otros; por el contrario, sólo estamos destacando nuestro éxito personal que no tiene otra definición que ser estéril. Y si no es así, que alguien se atreva a decirme que todos aquellos papas o mamas que pusieron en riesgo la unidad en su familia y que ahora están solos se sienten plenamente felices. Pues el que se atreva a decir que sí, ¡miente!, y lo hace porque aquellos no tiene a nadie para compartir los frutos de sus esfuerzos, porque esto es precisamente lo que le da sentido a los empeños diarios. Este destino quizá lo estemos co-
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sechando también nosotros, según lo ególatra que nos comportamos. Puede que seamos muy capaces, unos súper-hombres, dotados de abundantes conocimientos y/o talentos; pero, en verdad que, tanto talento vendido como prostituta a lo efímero, como lo es el dinero y el poder, es una auténtica ofensa a la dignidad humana. Y qué tiene que ver todo esto con lo que estamos hablando, pues bien, al hablarte de responsabilidad es para invitarte, precisamente, a ser responsable de tus acciones. Si tus convicciones te llevan a ser partidario de las obras de la muerte (abortos, pena de muerte, legalización de drogas, liberación sexual…), hazlo y defiéndelo, pero que en tus palabras y en tus acciones pueda decirse de ti que hay congruencia. Que cuando alguien te pida argumentos, los tengas; pero sobre todo, da testimonio de que así eres feliz. De igual modo, si tus convicciones se inclinan a la vida; pero, no puedes no ser de un lado ni del otro, de lo contario se le llama indiferencia y eso termina en convertirte en un mediocre.
El gran personalista Emmanuel Mounier hace un análisis muy concreto cuando habla del virus de la indiferencia; por eso, cito textualmente para invitarte a reflexionar por tu propia cuenta: «Si la muerte espiritual es la indiferencia, decidir en la elección es el primer efecto de la conversión. Kierkergaard, siguiendo a Pascal, concentra en este momento crucial toda su dialéctica. “No se trata tanto de elegir entre el bien y el mal, como de elegir querer”. Es como el bautismo de la voluntad que la introduce en el orden ético. Entonces, habiendo elegido el querer, puede todavía elegir el mal. Pero se ha colocado en la posibilidad de elegir el bien, en la que no entraba la indiferencia…» Finalmente, te comparto una frase que en lo personal me ha movido muchísimas cosas y que reza de la siguiente manera: «el mejor argumento de tus convicciones es dar la vida por ellas». Quizá a ti también te sirva, claro, siempre y cuando puedas responder si te preguntan: ¿qué te mueve para dar la propia vida?
Un ejemplo
» Javier Cufarfan
en medio de una guerra se lleven al único sacerdote en el país, pero el Padre no se acobardo, fue llevado al campo de exterminio de Auschwitz, donde torturaban a los prisioneros, los metían en cámaras de gas, los molían a golpes. ¡Eran cientos, miles! llegaban en trenes: judíos, chinos, niños y mujeres. Un soldado escoge a diez personas para dejarlos sin comida hasta que mueran, selecciona al 1, 2, 3, 4… el último es un padre de familia –mis hijos, mi esposa- grita desesperado. El Padre Kolbe lo ve y detiene al soldado, -espera, llévame a mí en su lugar, él tiene familia, mientras que yo, soy solo-.
S
an Maximiliano María Kolbe fue un fraile de la orden franciscana en Polonia, estudio un doctorado en filosofía y otro en teología en la Universidad de Roma. Más tarde se fue a misionar a Japón, donde fundó dos periódicos (El Caballero de la Inmaculada y El pequeño Diario) que alcanzaron un tiraje de 15 000 ejemplares, algo sorprendente en un país en el que escaseaban los católicos. Todo iba bien hasta que… ¡estalla la segunda guerra mundial! los nazis están por todo el mundo, se oyen gritos en las calles y en todos los canales vemos la misma noticia: las personas entran en pánico, nadie sabe qué hacer… ¡Auxilio, se llevaron al Padre Maximiliano! Imaginen el dolor y la frustración que
Los nueve compañeros de martirio mueren en un vagón de tren, él sigue rezando el rosario cuando abren la compuerta, lo ven junto a los cadáveres y sin pensarlo le inyectan cianuro para que muera. Él escribió unas palabras que siguen sonando en mi cabeza: “!¿Es posible que nuestros enemigos trabajen tanto hasta prevalecer, y nosotros permanezcamos ociosos o al máximo rezando pero sin entrar en acción? ¿Acaso no tenemos armas más poderosas, la protección de la Inmaculada? La sin mancha, vencedora de todas las herejías, vencerá al enemigo que levanta la cerviz.” Así que… ¿es posible?, vamos a dejar que personas que están matando a nuestra sociedad sigan obrando como si no pasara nada, quieres seguir caminando por el camino fácil y cómodo, por un camino que no lleva a ningún lado, mas a cinco minutos de placer que se esfuman como se va la vida, como seguir indiferentes teniendo personas tan valientes como el Padre Maximiliano Kolbe, que dan la vida para ganarla, que luchan defendiendo la Verdad. Actualmente estamos experimentando en carne propia lo que el Papa Juan Pablo II en Evangelium vitae llamo la cultura de la muerte, el aborto, el infanticidio, la eutanasia, la pena de muerte, pero aparte agreguémosle narcocorridos, camionetas del año, armas largas, mucho dinero y drogas, algo así es Chihuahua en esta época… Y me pregunto ¿Donde están las personas valientes que dan la vida por sus amigos? ¿Y donde las que luchan por lo que piensan? Aquí estamos. Oye… y tú ¿Dónde estás? SegundaEdición
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movido a todos, como tantas otras muertes, pero los óbitos mediáticos nos acaban sacudiendo socialmente, y esto siempre es una oportunidad de reflexión.
La muerte de Steve Jobs nos ha con-
Del fundador del gigante Apple sabemos poco y mucho a la vez. Sin embargo, sabemos lo importante, que al fin y al cabo, es lo que hoy arranca mis palabras. Sabemos que era un tipo sencillo, un emprendedor, un hombre brillante. Creó Apple con 20 años, fundó la productora Pixar, la más importante en la actualidad, y consiguió estar a la vanguardia en todo lo referente a la comunicación y la informática. Un gurú con estrella, un genio, un Julio Verne discreto, poco dado a los excesos del éxito y mucho más amigo de la discreción y el esfuerzo, ese que demuestran los Premios Nóbel, galardonados que a veces pare-
a muerte de Steve Jobs se ha irradiado por los medios de comunicación a la velocidad de la luz, como un relámpago se ramifica en menos de un segundo en un cielo iluminado por esos sarmientos eléctricos que acaban pareciéndose a unas garras que te atrapan con su estruendo. Es la velocidad de la noticia, la velocidad de la red, el eco inconmensurable de los más importantes del planeta. La muerte, al fin y al cabo, es la misma, solo que algunos mueren junto a la lumbre de una cirio y otros como si estuviesen bajo infinitos focos alógenos irradiados desde el firmamento. Entonces, la pequeña finitud puede asemejarse a un espectacular clásico de fútbol donde el balón puede rodar y rodar, y nunca alcanzar la banda.
ciese no estar a la altura de ninguno de los “ídolos” que fabrica Televisa, bien abanderados por el paradigma Espinoza Paz. Sin embargo este tipo deslumbró con su humildad. Rico, poderoso, con fama suficiente para comerse el mundo cuidó sus apariciones meticulosamente y lo hizo sin espectacularidad. De todas las apariciones públicas que le recordamos, hubo una que pasará a ese imaginario colectivo que acaba por inmortalizar esos grandes discursos que hacen historia, sin el tono épico de aquel William Wallace del cine, aquel que arengó a su andrajoso ejército escocés en la película de Braveheart, pero con la misma fuerza y profundidad. Me refiero al que pronunció durante la graduación del curso de 2005 en la Universidad de Stanford, que puedes encontrar subtitulado en
Steve Jobs frente al espejo » Javier Arias Artacho Fuente: Religión en Libertad
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youtube. Es para no perdérselo, de verdad.
quen, siempre tiene que ver con nuestra repercusión en los demás.
Tres cosas de las que dijo el fundador de Apple me gustaría compartir con todos ustedes, tres cosas que no dejan de conmoverme y que comulgan con mi forma de ser o, al menos, de lo que intento ser. Tres cosas que nacen del corazón de un hombre ya enfermo, pero lleno de vida. Tres cosas muy útiles, sobre todo para los más jóvenes. Y él lo sabía.
¡Y qué decir de aquellos infortunios en los que a veces nos parapetamos para lamentar nuestra mala suerte! ¡Qué decir de todas aquellas cosas que nos vienen torcidas en la vida! Pues Jobs parecía tenerlo claro. Nada sucede por casualidad, hay algo que nos trasciende a todos, algo que organiza las cosas de una manera que nosotros no entendemos cuando miramos hacia el futuro, pero sí al poner en marcha la memoria. Entonces sí, dice el fundador de Apple, entonces sí podemos descubrir “que los puntos acaban conectándose”, como si “alguien” lo hubiese hecho por ti.
hasta puede llegar a cambiar nuestra vida. Steve Jobs recordaba que hubo algo que le ayudó a triunfar, algo que le ayudó a sacar de dentro suyo lo mejor que había en él, algo que lo colocó ante la verdad, ante el silencio de una vida que a veces acaba siendo todo ruido. Fue una dinámica, una sencilla dinámica que hoy me propongo a mí mismo y a ustedes. ¿Están preparados? Porque si no lo están, porque si uno de verdad no lo está, el vértigo puede llegar a hacernos daño. Sin embargo, si lo estás o al menos quieres intentarlo, ponte frente al espejo, tómate tu tiempo para mirarte y pregúntate: si hoy fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy haciendo?
Sin embargo, aunque estas dos reflexiones son importantes, creo que la tercera es fundamental, tanto, que
Y es que la muerte no solo causa dolor, también a veces puede alumbrarnos el sentido de nuestra vida.
En aquel discurso, Steve Jobs recordó que su vida no fue fácil, nada fácil, pero que descubrió que para vencer a la adversidad debía poner amor en aquello que hacía. Solo si uno hace lo que ama será feliz, solo si hacemos algo que le dé verdadero sentido a nuestra vida, entonces sí nuestra vida tendrá sentido. Y esto, no se equivo-
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en el primer día, vió Dios al mundo, tal cual lo había creado; vio las aves poblando en el cielo, y las bestias que llenaban el azul mar, los cerros y montes inmóviles y silenciosos, contemplo al sol que era fiel a su misión, y a la hermana luna que vigilaba a los poetas y a los enamorados, miro a los niños que reían con las mariposas, y el anciano que contaba historias. Y vió Dios que era bueno. Así paso el primer día. Luego Dios, vio al humano, tal cual lo había creado, hombre y mujer para que se acompañaran y se protegieran, para que no vivieran en soledad y cuidaran juntos de su descendencia, hombre y mujer, así los creo Él. Y entonces el hombre, insatisfecho, invento el divorcio, para justificar sus pocas ganas de luchar, de amar. Para culpar a la rutina, y hacer las cosas más desechables y prácticas, invento la unión libre, para ir viendo “cómo funcionaban las cosas”, sin compromiso, poco a poco, invento el matrimonio homosexual, para darle “libertad” a la gente, para amar a su “medida y conveniencia”. Y vió Dios que era malo. Y al hombre no le importó. Así pasó el segundo día
Luego Dios vio a los animales, signos simples e inequívocos de su poder, hermanos del hombre, que le servirían para su provecho, el canto del ruiseñor en la mañana, el ladrido del amigo fiel, la gama de colores que aportaban los peces, todo tan exacto, escrito sólo por Su Mano.
Luego Dios, vio la naturaleza, y se reconforto ante su esplendor, pensó por un momento que tal vez su color favorito seria el verde, y que a lo mejor había abusado un poco de este color en la creación, pero se sintió satisfecho por los arboles, pulmones del mundo, silencio divino.
Y entonces el hombre, insatisfecho, abuso de su poder, y convirtió al hermano en esclavo, e hizo de los animales seres serviles y despreciables, consumió de ellos de manera excesiva, y los uso sin respeto, para adornar, para alimentar, para divertir, sin preocuparse de mañana, solo para existir el día de hoy.
Y entonces el hombre, insatisfecho, decidió que necesitaba papel para escribir cartas de negocios, para revistas de entretenimiento, más papel para hacer carteles de “no corte arboles”, decidió que necesitaba casas y desalojó a los animales, inquilinos por derecho de la creación.
Y vió Dios que era malo Y al hombre no le importó Así pasó el tercer día.
Y vió Dios que era malo Y al hombre no le importó Así pasó el cuarto día.
Y AL HOMBRE NO LE IMPORTÓ
» Alonzo Vázquez Flores
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Dios, triste y cansino por todo lo que pasaba en el mundo, decidió descansar sus pies en el agua, la reconocía como uno de sus más hermosas obras, diáfana, clara, el alimento perfecto para cualquier ser, ¿Cómo olvidar el ruido de la cascada? ¿Y la precisión con la que había colocado cada uno de los ríos? Pero al buscar algún lugar de descanso, Vio Dios que el agua ya no era clara, era color industria, que los mares no los habitaban los peces, si no las latas de basura, y que el ruido de la cascada era opacado por el ruido de las maquinarias. Y vió Dios que era malo Y al hombre no le importó Así paso el quinto día.
Dios, decepcionado decidió refugiarse en su creación más hermosa. La Vida. Aquella que Él había otorgado al hombre para Su Adoración, y que aun ni los humanos más inteligentes habían podido explicar. La Vida, el símbolo inexorable de la existencia de Dios. Y mientras Dios buscaba Vida, escucho otro de los inventos del hombre, la televisión… “Hoy hemos dado un paso increíble en la tecnología, tenemos para usted ¡Al niño probeta! diséñelo a su medida, no espere a la Divina Providencia, ¡Hágalo Usted Mismo! y de regalo llévese, el aborto, elemento necesario de su “libertad”, y si le hace falta espacio para la nueva criatura, tenemos para usted la “eutanasia” piedad al criterio del hombre, no espere que Dios decida llamar a su ser “querido” a la eternidad, tal vez a Dios se le traspapelo, mientras tanto tome la decisión usted!” Y vió Dios que era malo Y al hombre no le importó Así pasó el sexto día
Y Dios se quedo pensando con que sorprender al mundo, la creación había pasado desapercibida para ellos, y la vida misma ahora era vendida en empaques desechables e instantáneos, y decidió encarnarse nuevamente en el mundo y recuperar lo que siempre le había pertenecido. Se revistió de humanidad, y preparo por argumento lo ineludible de su amor. Pero al llegar al mundo, el hombre tenía dioses más cómodos, la creación se había creado nuevos creadores. El dios dinero, la diosa lujuria, los gemelos soberbia y poder, en realidad el mercado de dioses en la tierra estaba muy saturado, y nadie recordaba aquel Dios que había amado hasta el extremo, y que había mandado a su hijo único para que todo aquel que creyera se salvara, ese Dios ya no estaba de moda, y el hombre decidió descontinuarlo. Y Dios vió que era malo Y al hombre no le importó Y así pasó el último día.
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TAMBIÉN HAY BUENAS NOTICIAS » Lic. Idali López
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no de los fenómenos del siglo XX son los medios masivos de comunicación, con el impacto y el alcance que hoy conocemos son parte ya de nuestra historia como humanidad. Mucho se ha hablado de los medios de comunicación masiva, algunas veces los hemos etiquetado como protagonistas en la sociedad, incidiendo en el pensamiento de millones de personas homogeneizando la cultura hasta el punto de crear un pensamiento uniforme. Otras veces ponemos en tela de juicio todo lo que de ellos emana, porque damos por hecho que solo “venden” y no informan. Siendo la palabra uno de los regalos más preciados que hemos recibido por el Creador, muchas opiniones diversificadas hacen que no podamos encontrarle el verdadero sentido al papel que estos tienen en un mundo globalizado. Al estar estructurando esta modesta opinión, me encontré una noticia que me hizo reflexionar y desde otra perspectiva poder recibir la información de los medios. Es innegable que estos cumplen
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un rol muy importante en nuestra comunidad ya que difunden los sucesos que forman la realidad, y aquí es donde quiero comentar la noticia que en meses pasados se público, con el título de “La información también salva vidas” (Laura pintos 2010) fue el terremoto que se sucedió en Haití , innegablemente una gran tragedia, donde parece ser que el mudo se termina para miles de personas que pierden sus casas, sus pertenencias, y peor aún, se enfrentan con la pérdida de familiares y seres queridos, pues bien, ante esta situación de desastre, no todo está perdido, la fe y la esperanza que en ese pueblo palpita necesita de la ayuda de todos, y los medios de comunicación son una gran ayuda, ayuda que en muchas ocasiones llega a “salvar vidas” como el titular de la noticia, ante la situación de desastre los medios están ahí , se hacen presentes para orientar a la gente sobre que hacer exactamente, la información es tan importante como dar agua o comida, es necesario decirle a la gente qué hacer o como moverse tras la catástrofe y adonde recurrir en busca de ayuda o qué hacer cuando las cosas no funcionan. Además la información involucra a la gente en el proceso de recupera-
ción y los medios de comunicación les sirven de gran ayuda para salir adelante; el medio les da un espacio para expresar sus frustraciones sus dudas sus temores y contribuir a la labor de intermediario con las autoridades y organizaciones internacionales. Recordemos también que nosotros en México fuimos auxiliados por los medios de información con la llegada del virus de la influenza H1N1 y fueron de gran ayuda porque nos orientaron y nos dieron la pauta para prevenirnos, además que nos mantenían informados sobre la propagación de este virus.
Otro ejemplo más reciente es el de los mineros que están atrapados en el yacimiento San José en Chile, el trabajo de los medios de información ha sido eficiente verídico y eficaz, ha mantenido al pueblo chileno unido, e hizo que éste se uniera en un solo ruego de esperanza.
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Mucho se ha hablado de los medios de comunicación masiva, incidiendo en el pensamiento de millones de personas homogeneizando la cultura hasta un pensamiento uniforme.
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El mundo ha podido ver actos heróicos de tanta gente, ha podido constatar, que aun hay personas buenas y, que contrario a lo que nos hacen creer, son muchas las manos que están prestas para ayudar cuando más se necesita.
Los medios de información difunden cada día estas noticias, me he encontrado con personas que comentan que ya no buscan estar informadas, porque los titulares son solo violencia y muerte; sin embargo, no se puede prescindir de este tipo de noticias en los medios, no podemos estar en los extremos: tenemos que buscar ser receptores críticos, y yo añadiría que además receptores críticos con esperanza, porque todos los días se dan milagros, y los medios nos informan de ellos, solo tendríamos que hacer como dice el apóstol Pablo “Examinadlo todo cuidadosamente y retener lo bueno”.
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L PALABRAS PARA LA MENTE » Oswaldo Rivas Burciaga
a soledad es estar frente a uno mismo, es encontrarse ante la existencia personal en la existencia propia. Pero la esperanza de tu promesa hace posible existir en mi existencia, es decir, es posible trascender esta vida que me has dado. Es tan desgarradora la soledad porque así soy yo; tan insoportable porque así soy yo; tan triste porque así soy yo. Sea como sea al final de cuentas me encuentro conmigo. Ha sido un abrir los ojos a mi existencia. Me tengo presente en cada momento y hago lo posible para no hacerme consciente de mí mismo con algún trabajo, jugando en la computadora, llevarme por mis pasiones, salir al cine con los amigos, platicar con alguien, leer un buen libro, reflexionar sobre Ti… Para muchos la muerte jamás será el marco de referencia para interpretar la existencia sino la soledad. A medida de ser consciente de esto, me voy conociendo como soy en realidad. Muchas de mis actitudes vienen de mí. Es que tengo tanto miedo a estar solo que me aferro a lo que sea para estar-enel-mundo, para sentir que estoy rodeado de seres vivos, de cosas, de personas que puedan significar en mi existencia, y es lo más duro enfrentarme a esta realidad pues no puedo existir en ellos. Me aprecio en mi existencia y lo que veo es un terreno baldío, sí, eso es un terreno baldío sin construcción. Esta soledad la veo de esa manera; falta construir en ella. Tener una vida interior y dejar de depender de la vida exterior. Que sea la vida interior la que impulse a la vida exterior. Así podre construir. Y la soledad será para mí mi más grande hogar. Dejaré de estar aburrido por las tardes cuando no tenga algo que hacer. La soledad como pronombre del yo o ego difiere mucho del egoísmo. En la soledad nos ubicamos de manera central en
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nosotros mismos, pero al hablar sobre el egoísmo sucede algo diferente, el yo tiende hacia afuera atrayendo hacia sí, hacia el centro, algo semejante al suceso natural del agujero negro, y lo destruye, éste lucha por tener algo en el centro. El egoísmo es la actividad de la existencia externa destructiva. Aún cuando traiga hacia sí se queda vacío, no tiene un centro concreto sino un centro fantasma. La soledad nos ubica en quienes somos, gracias a ella, somos conscientes de esta actividad a la cual se tiende de manera inconsciente. Centrándonos en el yo o ego observaremos que tenemos un centro: el ego. El cual es desgarrador, da miedo, nos hace huir porque presenciarnos así, al desnudo, es un golpe tan duro a la consciencia. Es momento para asumir e integrar este aspecto de nuestra existencia: nuestro ser al desnudo tal cual es. Pero puede que en vez de ello busquemos vestirla. El estar desnudos permite ver tales cosas antes no vistas pero que dolían. Al igual que el cuerpo de Cristo en la Cruz sin sus vestiduras vemos a un hombre herido de muerte, de lo contrario habría algo que se nos oculta. Por lo tanto, es conocernos como en realidad somos. Desvelamos la naturaleza del hombre que es vulnerable y débil y a la vez fuerte y sólido.
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LA CULTURA VOCACIO LA MU
hihuahua vive un presente social y cultural de miedo: parece que el miedo es la realidad más visible y palpable en las calles, en las familias y en cualquier lugar del territorio. Las autoridades buscan soluciones, que por la mayor parte son paliativos y correctivos; falta una verdadera reflexión sobre las causas de esta carrera de la violencia, agresividad, delincuencia, narcotráfico, muertes, y afines. Todos lamentan… pero pocos llegan a poner el dedo en la llaga con verdadera y eficaz reflexión.
gente vive desde su infancia, desde decenios, apuntaban por default a una situación como la que vivimos al presente: ¿qué se puede esperar de una cultura que ensalza el poder, el individualismo, el placer y el materialismo como bienes sumos y únicos deseables? Una cultura con estos “valores” propiciados por todos los medios de comunicación, defendidos por las leyes e impulsados en las ofertas educativas de un pueblo no puede que desembocar en un tipo de vida social y cultural que a muy bien juicio se ha llamado “cultura de la muerte”.
Y hacer correctivos, implementar policías, multiplicar las cárceles etc… no es seguramente la solución. La única solución está en el fondo, en la educación y formación de valores espirituales y morales, y este es un camino largo y difícil, que compromete a todas las fuerzas educativas de un pueblo.
En su Carta Encíclica “Evangelium vitae”, el Papa Juan Pablo II alerta sobre lo que él llama la “libertad perversa”, aquella que nos confiere “poder absoluto sobre los demás y en contra de los demás”, y de la cual resulta, sigue diciendo, una “cultura de la muerte”. La preocupación del Santo Padre nace de la realidad de que “grandes sectores de la opinión pública justifican ciertos crímenes contra la vida en nombre de la li-
Es que las bases de las metas y de los “valores” que la familia y la
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ONAL Y LA CULTURA DE UERTE
Por: P. Agustín Petroselli, c.s.j.
bertad individual”. El origen de esta “libertad perversa” se encuentra en una concepción de la libertad que “exalta al individuo aislado de forma absoluta y no da cabida a la solidaridad ni a la apertura y el servicio hacia los demás”. En resumen, el Santo Padre está diciendo que cuando un individualismo extremista se interpreta como libertad, el resultado es la “cultura de la muerte” Y no solo porque lleva a las consecuencias de violencia física, secuestros, tiroteos y muerte, sino sobre todo porque procura la muerte de la dignidad de la persona, la misma que no estriba en lo que uno tiene, ni es autorreferencial a sí misma y a las satisfacciones de las propias necesidades… sino que consiste esencialmente en sentirse y valorarse como un don, que no se pertenece, más bien se realiza en hacerse don para los demás. Esto es lo que ofrece la Pastoral vocacional a la cultura.
La pastoral vocacional tiene una palabra y una acción definitiva y eficaz para sanar esta nuestra “cultura de la muerte” y transformarla en “cultura de la vida y de la paz, de la alegría y de la felicidad”. Porque hacer pastoral vocacional es educar al sentido de la vida, desde su identidad más profunda y realizante. Porque hacer pastoral vocacional es formar, o sea “dar forma” a la persona, esa forma que Cristo Jesús ha propuesto y realizado en su vida y Evangelio. El objetivo de la pastoral vocacional, antes que “buscar vocaciones” o proponer el sacerdocio o la vida consagrada, es esencialmente cultivar y educar a vivir la propia identidad de personas llamadas a vivir esos valores que están inscritos como una “gramática elemental de la vida” y que forman parte de la tarjeta genética del mismo ser humano, formado por Dios para ser feliz según las reglas del don y de “ser por los demás”.
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De hecho la vida y la vocación se identifican en su significado más profundo y esencial. Como la ha definido el P. Amedeo Cencini, “la vida y la vocación son un don recibido que por su misma naturaleza se vuelve un don donado”. Para comprender cómo la pastoral vocacional fomenta una “cultura vocacional” y que puede cambiar desde sus fundamentos las manifestaciones de esta “cultura de la muerte”, es bueno releer lo que Juan Pablo escribía en un mensaje vocacional en el año 1993: “Deseo, ante todo, llamar la atención hacia la urgencia de promover las que podemos llamar “actitudes vocacionales de fondo”, que originan una auténtica “cultura vocacional”. Esas actitudes son: la formación de las conciencias, la sensibilidad ante los valores espirituales y morales, la promoción y defensa de los ideales de la fraternidad humana, del carácter sagrado de la vida humana, de la solidaridad social y del orden civil. Se trata de lograr una cultura que permita al hombre moderno volverse a encontrar a sí mismo, recuperando los valores superiores de amor, amistad, oración y contemplación. Este mundo, atormentado por transformaciones a menudo lacerantes, necesita más que nunca el testimonio de hombres y mujeres de buena voluntad y, especialmente, de vidas consagradas a los más altos y sagrados valores espirituales, a fin de que a nuestro tiempo no le falte la luz de las más elevadas conquistas del espíritu. Hoy está muy extendida una cultura que induce a los jóvenes a contentarse con proyectos modestos, que están muy por debajo de sus posibilidades. Pero todos
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sabemos que, en realidad, en su corazón existe inquietud e insatisfacción ante conquistas efímeras; que existe en ellos el deseo de crecer en la verdad, en la autenticidad y en la bondad; que están a la escucha de una voz que los llame por su nombre. Esta inquietud, por otra parte, es precisamente la señal de la necesidad inalienable de la cultura del espíritu. La pastoral de las vocaciones hoy ha alcanzado tal dimensión histórico-cultural que no sólo pone de manifiesto la crisis, sino también el resurgir de las vocaciones. Es necesario, por tanto, promover una cultura vocacional que sepa reconocer y acoger aquella aspiración profunda del hombre, que lo lleva a descubrir que solo Cristo puede decirle toda la verdad sobre su vida. Él que “ha penetrado de modo único e irrepetible ?en el misterio del hombre” (Redemptor hominis, 8), “manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (Gaudium et spes, 22): la vida es don totalmente gratuito y no existe otro modo de vivir digno del hombre, fuera de la perspectiva del don de sí mismo. Cristo, buen pastor, invita hoy a todo hombre a reconocerse en esta verdad. La vocación nace del amor y lleva al amor, porque “el hombre no puede vivir sin amor” (Redemptor hominis, 10). Esta cultura de la vocación constituye el fundamento de la cultura de la vida nueva, que es vida de agradecimiento y gratuidad, de confianza y responsabilidad; en el fondo, es cultura del deseo de Dios, que da la gracia de apreciar al hombre por sí mismo, y de reivindicar constantemente su dignidad frente a todo lo que puede oprimirlo en el cuerpo y en el espíritu.” (Juan Pablo II, 1993).
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PRESEMINARIO 2012
20 al 22 de enero
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UNA AVENTURA PARA VALIENTES
» Mons. José Manuel López Fernández
La llamada inserta al hombre en la historia del mundo y lo hace atleta en los estadios de Dios.
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ios convoca ¿Pero habrá quien se enliste? ¿Habrá quien diga aquí estoy Señor, para seguirte? El hombre de hoy no sabe escuchar a Dios ni vivir la vida desde las convocatorias de Dios. Pregunto si el joven de hoy no sabe de más aventuras que las de los sentidos, las de la ligereza y la del propio gusto. Pregunto si sabrá arriesgarse en una aventura en los estadios de Dios, en los decatlones de la entrega a favor del Evangelio.
sin salir de la pista que es todo el mundo. Abraham, para responder a la llamada del Señor, dejó el camino trillado para vivir su aventura. Moisés, dejó la plácida vida de palacio para convertirse en caudillo de todo un pueblo. Amós sale de la oscuridad de una vida sin color para vivir la aventura de un profeta. Pedro deja la gris rutina de una barca para ser testigo. Juan olvida los sueños de su juventud para ser un heraldo. Pablo deja los sueños de universitario para conquistar ciudades.
Es Dios quien llama y su convocatoria es para quienes no temen a su llamado que es “como martillo que tritura la roca”, es así como Él hace hombres vencedores en sus certámenes. Toda respuesta al llamado de Dios, en la Escritura, no comporta solamente el ir hacia Dios por un camino totalmente interior en una huída del mundo, es, por lo contrario, un camino de historia: la vocación. Una fuerza que, con el hombre, arrastra la creación entera.
La llamada inserta al hombre en la historia del mundo y lo hace atleta en los estadios de Dios. La convocatoria es un ser arrancado de la vida trillada pero en vistas a una diferente inserción. El Señor elige para comprometer en una aventura al estilo de Elías, Ezequiel y muchos otros que fueron aceptando su convocatoria.
La vocación, el llamado, involucra al hombre entero, le obliga a salir de sí mismo, de sus costumbres y de su comodidad para ponerse en camino. El llamado a dejarlo todo, no consiste en salir del mundo, el gran estado de Dios, sino entregarse a la carrera hasta conseguir el trofeo para Dios: todos los hombres y cada hombre. La llamada es salir del camino que todos andan pero
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El llamado hace más persona. De hecho el llamado hace al hombre más universal y menos individualista. Por lo cual, cuando una vocación se realiza en plenitud, el camino de la humanidad progresa hacia el cumplimiento de todas las vocaciones. Quien acepta el reto se compromete todo, con sus dotes y capacidades. No puede quedarse donde se encuentra. El corredor de esta aventura se deja conducir por Cristo, a su ritmo con metas insospechadas, fascinantes, interminables retos pero que plenifican.
—Quien acepta el reto se compromete todo, con sus dotes y capacidades. No puede quedarse donde se encuentra—
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HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI EN SU VISITA A MÉXICO Parque Expo Bicentenario de León Domingo 25 de marzo de 2012
Queridos hermanos y hermanas: Me complace estar entre ustedes, y deseo agradecer vivamente a Monseñor José Guadalupe Martín Rábago, Arzobispo de León, sus amables palabras de bienvenida. Saludo al episcopado mexicano, así como a los Señores Cardenales y demás Obispos aquí presentes, en particular a los procedentes de Latinoamérica y el Caribe. Vaya también mi saludo caluroso a las Autoridades que nos acompañan, así como a todos los que se han congregado para participar en esta Santa Misa presidida por el Sucesor de Pedro. «Crea en mí, Señor, un corazón puro» (Sal 50,12), hemos invocado en el salmo responsorial. Esta exclamación muestra la profundidad con la que hemos de prepararnos para celebrar la próxima semana el gran misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Nos ayuda asimismo a mirar muy dentro del corazón humano, especialmente en los momentos de dolor y de esperanza a la vez, como los que atraviesa en la actualidad el
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pueblo mexicano y también otros de Latinoamérica. El anhelo de un corazón puro, sincero, humilde, aceptable a Dios, era muy sentido ya por Israel, a medida que tomaba conciencia de la persistencia del mal y del pecado en su seno, como un poder prácticamente implacable e imposible de superar. Quedaba sólo confiar en la misericordia de Dios omnipotente y la esperanza de que él cambiara desde dentro, desde el corazón, una situación insoportable, oscura y sin futuro. Así fue abriéndose paso el recurso a la misericordia infinita del Señor, que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cf. Ez 33,11). Un corazón puro, un corazón nuevo, es el que se reconoce impotente por sí mismo, y se pone en manos de Dios para seguir esperando en sus promesas. De este modo, el salmista puede decir convencido al Señor: «Volverán a ti los pecadores» (Sal 50,15). Y, hacia el final del salmo, dará una explicación que es al mismo tiempo una firme confesión de fe: «Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias» (v. 19).
El Evangelio de hoy prosigue haciéndonos ver cómo este antiguo anhelo de vida plena se ha cumplido realmente en Cristo. Lo explica san Juan en un pasaje en el que se cruza el deseo de unos griegos de ver a Jesús y el momento en que el Señor está por ser glorificado. A la pregunta de los griegos, representantes del mundo pagano, Jesús responde diciendo: «Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado» (Jn 12,23). Respuesta extraña, que parece incoherente con la pregunta de los griegos. ¿Qué tiene que ver la glorificación de Jesús con la petición de encontrarse con él? Pero sí que hay una relación. Alguien podría pensar –observa san Agustín– que Jesús se sentía glorificado porque venían a él los gentiles. Algo parecido al aplauso de la multitud que da «gloria» a los grandes del mundo, diríamos hoy. Pero no es así. «Convenía que a la excelsitud de su glorificación precediese la humildad de su pasión» (In Joannis Ev., 51,9: PL 35, 1766). La respuesta de Jesús, anunciando su pasión inminente, viene a decir que un
encuentro ocasional en aquellos momentos sería superfluo y tal vez engañoso. Al que los griegos quieren ver en realidad, lo verán levantado en la cruz, desde la cual atraerá a todos hacia sí (cf. Jn 12,32). Allí comenzará su «gloria», a causa de su sacrificio de expiación por todos, como el grano de trigo caído en tierra que muriendo, germina y da fruto abundante. Encontrarán a quien seguramente sin saberlo andaban buscando en su corazón, al verdadero Dios que se hace reconocible para todos los pueblos. Este es también el modo en que Nuestra Señora de Guadalupe mostró su divino Hijo a san Juan Diego. No como a un héroe portentoso de leyenda, sino como al verdaderísimo Dios, por quien se vive, al Creador de las personas, de la cercanía y de la inmediación, del Cielo y de la Tierra (cf. Nican Mopohua, v. 33). Ella hizo en aquel momento lo que ya había ensayado en las Bodas de Caná. Ante el apuro de la falta de vino, indicó claramente a los sirvientes que la vía a seguir era su Hijo: «Hagan lo que él les diga» (Jn 2,5). Queridos hermanos, al venir aquí he podido acercarme al monumento a Cristo Rey, en lo alto del Cubilete. Mi venerado predecesor, el beato Papa Juan Pablo II, aunque lo deseó ardientemente, no pudo visitar este lugar emblemático de la fe del pueblo mexicano en sus viajes a esta querida tierra. Seguramente se alegrará hoy desde el cielo de que el Señor me haya concedido la gracia de poder es-
tar ahora con ustedes, como también habrá bendecido a tantos millones de mexicanos que han querido venerar sus reliquias recientemente en todos los rincones del país. Por eso es justo que, por encima de todo, este santuario sea un lugar de peregrinación, de oración ferviente, de conversión, de reconciliación, de búsqueda de la verdad y acogida de la gracia. A él, a Cristo, le pedimos que reine en nuestros corazones haciéndolos puros, dóciles, esperanzados y valientes en la propia humildad. También hoy, desde este parque con el que se quiere dejar constancia del bicentenario del nacimiento de la nación mexicana, aunando en ella muchas diferencias, pero con un destino y un afán común, pidamos a Cristo un corazón puro, donde él pueda habitar como príncipe de la paz, gracias al poder de Dios, que es el poder del bien, el poder del amor. Y, para que Dios habite en nosotros, hay que escucharlo, hay que dejarse interpelar por su Palabra cada día, meditándola en el propio corazón, a ejemplo de María (cf. Lc 2,51). Así crece nuestra amistad personal con él, se aprende lo que espera de nosotros y se recibe aliento para darlo a conocer a los demás. La Misión Continental tiene precisamente el cometido de hacer llegar esta convicción a todos los cristianos y comunidades eclesiales, para que resistan a la tentación de una fe super-
ficial y rutinaria, a veces fragmentaria e incoherente. También aquí se ha de superar el cansancio de la fe y recuperar «la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia. De esta alegría nacen también las energías para servir a Cristo en las situaciones agobiantes de sufrimiento humano, para ponerse a su disposición, sin replegarse en el propio bienestar» (Discurso a la Curia Romana, 22 de diciembre de 2011). Lo vemos muy bien en los santos, que se entregaron de lleno a la causa del evangelio con entusiasmo y con gozo, sin reparar en sacrificios, incluso el de la propia vida. Su corazón era una apuesta incondicional por Cristo, de quien habían aprendido lo que significa verdaderamente amar hasta el final. Pidamos a la Virgen María que nos ayude a purificar nuestro corazón, especialmente ante la cercana celebración de las fiestas de Pascua, para que lleguemos a participar mejor en el misterio salvador de su Hijo, tal como ella lo dio a conocer en estas tierras. Y pidámosle también que siga acompañando y amparando a sus queridos hijos mexicanos y latinoamericanos, para que Cristo reine en sus vidas y les ayude a promover audazmente la paz, la concordia, la justicia y la solidaridad.
Amén. SegundaEdición
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El amor, cultura que vence sobre toda cultura
» Luis Ramón Mendoza López
La cultura podría parecer una palabra elevada e incomprensible, algo propio de los intelectuales. Sin embargo, la palabra cultura es simple de comprender aunque tenga gran riqueza su contenido. Porque la cultura la hace el ser humano que contene la capacidad de trasmitirnos lo que ha adquirido durante toda su vida; porque, se trata de un conocimiento que viene de la experiencia personal. En esta conciencia y conocimiento sobre la cultura podemos darnos cuenta de que ésta es capaz de propagarse con una rapidez ilimitada, sobre todo hoy en nuestros tiempos en que los medios de comunicación acortan distancias y tiempos, por lo cual, la cultura de diferentes lugares del mundo nos llega inmediatamente. En fin, pasando de rollos sobre la cultura, podemos definir el tiempo en que vivimos como una cultura globalizadora, es decir, una cultura de todo el mundo, la cual se puede conocer desde China hasta nuestro país. Dicha globalización me recuerda cierto autor que afirma: “la historia de un hombre es la historia de todo el mundo”. Estas palabras impactan, pues surge la pregunta: ¿Cómo puede influir la vida de una sola persona en toda la humanidad? Pues bien, así es la capacidad que tiene el hombre para trascender. Una acción que efectué puede repercutir en todos los rincones de la tierra y a todos los hombres, pues, el acto efectuado se convierte en cultura. Estando así, ante miles de propuestas culturales que nos
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llegan, por los actos de miles de hombres, suele ser más fácil dejarse guiar por la cultura de la muerte inmiscuida en la globalización y en ésta existe cierta comodidad que está de moda, junto al paraíso iluso de lo material, así mismo y en un mismo paquete la falsa libertad de poder hacer cuanto a mi me parezca bueno “siempre y cuando no le haga daño a nadie”. En la misma línea tenemos la tienda de la indiferencia en donde se compra el desprecio suficiente para rechazar al inferior o, unos bonitos lentes que impiden ver lo repugnante a la vista: un pobre, un enfermo, un deprimido, un necesitado de ti. Por otra parte, encontramos el departamento de desechables en donde puedes matar al que te estorba: con una mirada, con una buena ofensa que lo deje desarmado en su dignidad moral, con una buena golpiza e incluso pagando un buen asesino a sueldo o un abortista; y, ¿qué te parece el departamento donde puedes obtener todo, con tal de que te esclavices a comprar marcas, calidad, etc.? Estas cosas se consiguen con un buen trabajo; pero, que también tiene un costo: quitarle tiempo de convivencia a la familia, a los amigos, al deporte, a una sana alimentación… En fin, esto y muchas cosas más las puede venir a encontrar en su tienda: MUNDO DE HOY, aceptamos tarjetas de crédito y cheques, las cuales tienen de fondo TU VIDA. Al observar lo descrito anteriormente podría parecer que alejarse de esta cultura, llamada de la muerte, es algo imposible. Y no existe la salida, pero sí el Camino. Tal Camino marcó la cultura y tiene poder, marcó los cora-
zones y tiene el amor, marcó la historia y es el Señor de la eternidad: es Jesús, y si hay un hombre del cual se puede decir que su historia es la de todo el mundo, es la de Él; por tanto, los cristianos tenemos desde el inicio del mundo hasta hoy el dominio de la cultura. Esto no en un sentido del poder por el poder, sino en el sentido de que todo tiene la huella de Cristo inscrita, pues Dios nos creo a su imagen y semejanza y, esta es la cultura de Dios: de la vida, la cual, es más poderosa que la cultura de la muerte. Todo contiene las semillas del Verbo diría San Justino. Todo contiene la gracia de Dios, de su Palabra creadora, y es así como tenemos la ventaja de culturizar el amor de Dios que venció el mundo, por nosotros, muriendo y resucitando para vencer la muerte. Tú y yo estamos llamados, pues, al mismo recorrido de muerte y resurrección. Hoy te invito a morir en la batalla, con el amor de Dios como armadura, para vencer como Cristo, vencer la cultura de la muerte, pues como diría un sacerdote en tiempos de Hitler: “los jóvenes son para morir”; pero, en el sentido de morir por la causa del amor, el cual fructifica la cultura de la vida, vida que se desenvuelve en el servicio y servicio que es la mayor expresión del amor de Dios.
“In hoc signo vinces” SegundaEdición
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En el Antiguo Testamento se nos narra cómo Dios pide que su pueblo le rinda culto el séptimo día de la semana
» Foto: Rubí Cereceres
» Alejandra María Sosa Elizaga Recopilación: Martha Pineda Prieto.
IR A MISA, ¿PARA QUÉ?
[ Segunda parte ]
NO ME INTERESA LA MISA:
LA MISA ES UN INVENTO DE LOS CURAS
“No tengo el más mínimo interés por Dios, la Misa y todas esas cuestiones religiosas”.
“¿Dónde dice en la Biblia que yo tengo que ir a Misa?” En el Antiguo Testamento se nos narra cómo Dios pide que su pueblo le rinda culto el séptimo día de la semana (ver Ex 20.9-11: Dt 5, 12-15).
E
l que alguien no tenga interés en relacionarse con Dios, puede deberse a múltiples causas que podrían ser (ojalá sean) materia de otro libro. Si tu estas en un caso así, debes saber que todos los creyentes estamos orando mucho por ti, porque esperamos que algún día comprendas que la relación con Dios no es algo que interesa solo a personas “ridículas o débiles” que necesitan muletas para vivir, sino que es una cuestión que, por una parte, responde a las interrogantes más importantes que puedes plantearte como ser humano: “¿quién soy?; “¿para qué esto?; “¿cuál es el sentido de mi existencia?”, “¿hay una vida eterna?; “¿cómo llegaré a ella?”, y, por otra, sacia el anhelo de todo ser humano de saberse amado, ayudado, perdonado, consolado, acompañado… Ojalá un día no muy lejano, descubras como se enriquece tu vida si permites que la ilumine Aquel que te la dio…
En la Ultima Cena Jesús pidió que siguiéramos realizando ese memorial (1 Cor 11,23-24;). En el libro de los Hechos de los Apóstoles se nos narra cómo la comunidad de los apóstoles se empezó a reunir a orar y a compartir la Comunión el primer día de la semana, (es decir, el domingo, día en que resucitó Jesús). (Hch 20,7). Se podría decir que antes de que existiera la Biblia como la conocemos hoy, existía la Misa casi como la conocemos en nuestros días. Desde el origen del cristianismo hasta nuestros tiempos, se ha venido celebrando lo que hoy conocemos como “Misa”, y todos los creyentes católicos estamos llamados a participar en ella (Cfr. Hch 2,42). Como ves, desde las páginas de la Escritura se desprende una invitación para ti: para que, como millones de fieles desde tiempos remotos y en todos los rincones del mundo, ocupes el lugar que el Señor te ha reservado en su Banquete.
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EL TESORO
[ PARTE 2 de 6 ]
» Miguel A. Burrola Fierro
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iguel estaba esperando a Enrique al que ya se le había hecho tarde, hasta que por fin la puerta se abrió y era él.
¿Recibiste el libro que te mande? —preguntó Enrique emocionado—. Así es, y pienso que deberíamos intentarlo —la sonrisa de Miguel era como nunca y sus manos temblaban de tanta emoción—. ¿En serio piensas que es una buena idea? —preguntó Enrique—. La verdad es que haría todo lo posible por encontrar ese tesoro —respondió Miguel más decidido que nunca— no solo por el oro y piedras preciosas, sino por la vida eterna. —Enrique soltó una carcajada y le cuestionó— ¿Piensas embarcarte diez mil leguas al oeste, a un océano inexplorado?, debes estar loco. Miguel lo pensó un rato y no logró decir ninguna palabra, Enrique siguió cuestionando a su amigo con el objetivo de que cambiara de opinión: Además según la divina providencia, la tierra es plana amigo mío, una
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persona no puede viajar tanto hacia un lado que si no cae —dijo Enrique—, sí, eso dice la divina providencia sin ninguna prueba, pero nosotros, tenemos hechos —y Miguel levantó el trozo de pergamino en símbolo de una prueba—, Imagina el poder y la gloria que tendríamos toda la eternidad si lográramos nuestro objetivo. Enrique un poco cegado por la avaricia, lo pensó dos veces, y poco a poco fue cambiando de opinión. Se vio a sí mismo dentro de mil años como un Emperador en algún país dando órdenes y mandando a sus lacayos. Está bien —dijo Enrique— ¡lo haremos! ¡Excelente!, eso es lo que quería oír —exclamó Miguel—. Ahora el problema es ¿quién patrocinará nuestra empresa? —recordó Enrique—¡Quién!, pues quien más sino el mismísimo rey de Castilla, Felipe II. Los dos se miraron y pusieron manos a la obra...
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