1 minute read
Voto a Dios que me espanta esta grandeza
el nombre de Don Fernando, ofreció con franca mano preseas para el culto divino 1. Como primitivamente la orientación de la fábrica -en su comienzo un rústico bohío- corría paralela al ágora urbana, el lado del Evangelio caía sobre esta.
Creado en 1 º de marzo de 1543 el virreinato del Perú -va~e decir un reino cuya autoridad delegada era un álter ego del emperador Carlos I (y de sus sucesores en el trono)-la Ciudad de los Reyes, instituida capital del nuevo dominio, a los ocho años de su existencia alcanzaba una dimensión política de máxima jerarquía convertida en sede gubernativa, en cabeza y metrópoli del territorio adscrito a su jurisdicción y se diseñaban los rasgos de una futura corte virreinal. En tan espectacular carrera ascensional de la naciente población era inevitable la correlativa promoción en la esfera eclesiástica. En 14 de mayo de 1541 el Pontífice Paulo 111 fundaba la diócesis de Lima como sufragánea de la metropolitana hispalense, colocándola bajo la advocación de San Juan Evangelista, patrocinio que adoptó su basílica. En 12 de febrero de 1546 el mismo Vicario de Jesucristo la desmembró de la dependencia sevillana y la promovió a arquiepiscopal. Finalmente, en 1572 San Pio V la elevó a primada del Perú. Bien se deja entender que no cabe injerir aquí una exposición, aun sumaria, del proceso histórico de la catedral limeña, pero algunas notas expresivas de esa trayectoria pueden ilustrarla. En 1550, el arzo~ispo Loaysa contrató tanto la construcción de la capilla mayor, encargada a Alonso Beltrán, como el acarreo de pie-