De estos personajes aprendimos, recibimos acertadas críticas a los
procesos de reasentamiento, vimos rostros tristes, alegres, pero
sobre todo percibimos en muchos una mueca que nombra, resiste y
no pierde su capacidad de resiliencia y de nombrar las cosas por su
nombre. De ellos también aprendimos que unidos pueden alcanzar
lo que de manera individual no han logrado, y que las Juntas de
Acción Comunal, necesitan de personas comprometidas, más que
de profesionales. Sus palabras sudan, padecen, no olvidan, no
callan, el silencio no toca a su puerta y quizá piensan con Borges
que “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de
formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”.