Anillos como esposas Afganistรกn y matrimonio
Edita Coleutivu Milenta Muyeres y Moces c/ Puerto Pajares 10, bajo posterior. 33011 Oviedo Teléfono: 985 296 121 / Fax: 984 081 461 www.milenta.org Texto: Pilar Sampedro Fotografías: Mónica Bernabé Documental: Lucinda Torre Ilustraciones: Antonio Acebal Concepto gráfico y maquetación: Forma Impresión: Graficas Summa Depósito Legal: AS-5436/09 Este libro ha sido editado con fines educativos y de sensibilización
Anillos como esposas Afganistรกn y matrimonio
Índice 7 Matrimonio violencia y sociedad patriarcal. El matrimonio forzoso en Afganistán Pilar Sampedro 47 Imaginar la realidad. La realidad en imágenes Mónica Bernabé Fotografías 89 Afganistán (Tierra de los afganos) Lucinda Torre
Matrimonio, violencia y sociedad patriarcal. El matrimonio forzoso en Afganistรกn Pilar Sampedro
Una ni単a debe tener su primer periodo en la casa de su esposo, no en la de su padre. Proverbio Afgano
11
Contexto histórico y social actual En agosto de 1994, el mulah Mohammed Omar Akhund iniciaba en la ciudad afgana de Kandahar un movimiento fundamentalista islámico que tenía por protagonistas a los Talibanes. Después de la invasión soviética (1979-1989), Afganistán era un país en plena guerra civil, donde diversos grupos se disputaban el poder. Aprovechando tal situación, los Talibanes ocupan de forma progresiva la mayor parte del territorio y, en septiembre de 1996, toman Kabul. Tras el exilio del presidente y del primer ministro en funciones, así como de la pública ejecución del último presidente pro-soviético, los Talibanes instauran un régimen de carácter rigorista, que sólo reconocen algunos países (como Pakistán) y que, en cambio, ante las constantes violaciones de los derechos humanos que perpetra, merece la casi unánime condena de la comunidad internacional. Durante la ocupación de los soviéticos, diversos países, desde Estados Unidos a Irán, pagaron y fomentaron a los grupos integristas para oponerse a los rusos. De modo que Afganistán se convirtió en una pieza dentro del juego de la Guerra Fría. Tras la retirada soviética, los diversos grupos fundamentalistas empezaron a guerrear entre sí. Entonces Pakistán creó un nuevo grupo para estabilizar la situación y poder manejarla. Talibán significa estudiante de religión. Los Talibán son los huérfanos de la guerra contra los soviéticos que fueron educados en escuelas integristas en Pakistán. Aparecieron en 1994, tomaron Kabul en 1996 y llegaron a controlar el 95% del país. En el año 2001 interviene la OTAN y en el 2004 se celebran las primeras elecciones libres1. Hoy los Talibanes que no están en la cárcel se recomponen y rearman en las zonas Este y Sur del país. Pero, el mayor problema es que los mecanismos legislativos, el sistema judicial y la protección de derechos no están asegurados. La Constitución aprobada en el año 2004 establece la creación de una República Islámica en la que todos los ciudadanos tengan los mismos derechos. La Ley ampara estos derechos pero cabe preguntarse qué fuerza tiene la Ley en donde existen legislaciones y códigos no escritos que tienen una presencia y autoridad mayores que cualquier mecanismo Estatal. No existen dispositivos
1 Los derechos de las Mujeres en Afganistán. Informe de Afghan Women´s Network (AWN). Kabul, marzo, 2007.
12
sociales de protección en un país devastado por décadas de guerra, en el que conviven la inseguridad y la pobreza. El Afganistán de hoy es un país de casi 27 millones de habitantes y, al cabo de tres años de profunda sequía, 23 años de guerra y cinco años bajo las autoridades Talibanas, se ha convertido en uno de los países más pobres del mundo. En Afganistán se registra la segunda tasa más elevada de mortalidad materna en el mundo. Incluso antes del régimen Talibán, en Afganistán se registraban altas tasas de mortalidad materna e infantil y muy bajas tasas de alfabetización de mujeres. No obstante, la mujer participaba en la vida de la sociedad en lo económico, lo social y lo político. Las mujeres ayudaron a redactar la Constitución de 1964. En el decenio de 1970, había al menos tres legisladoras en el Parlamento. Hasta comienzos de 1990, las mujeres eran maestras, funcionarias públicas y doctoras, así como profesoras, abogadas, juezas, periodistas y escritoras. Afganistán es un país muy diferenciado entre la zona rural y la urbana, hay un abismo que separa ambos mundos, y la población urbana es el 15% del total. En las ciudades, antes de que entraran los fundamentalistas en 1992, el 40% del personal sanitario y el 60% del profesorado eran mujeres. Por supuesto que no había una completa igualdad entre sexos, como no la hay en ninguna parte del mundo; pero las mujeres estudiaban, trabajaban, viajaban, se podían vestir como mejor considerasen. Más de la mitad del alumnado universitario eran mujeres. En este contexto resulta paradójico que, al día de hoy, las mujeres en Afganistán no tienen vetado el acceso a la educación y el trabajo, ni tampoco hay una ley escrita que les prohíba participar en la vida pública, como ocurría antes. Pero por encima de la maquinaria oficial existen unas normas y una justicia informal que marcan la tradición y la forma de hacer las cosas. En este contexto, las mujeres afganas son las supervivientes de décadas de guerra y siglos de tradición en los que el burka es una jaula de tela, la punta del iceberg de la tortura. Este ha sido un resumen muy escueto de la situación real de este país. La finalidad de este texto no es hacer un exhaustivo análisis de la situación política, social y económica de Afganistán. El objetivo es plantear una reflexión acerca de la relación que existe entre las condiciones sociales, políticas y económicas que viven las mujeres y las formas de organización del espacio privado a través del matrimonio y la familia. En cualquier sociedad de la que hablemos, estas perennes estructuras son necesarias para mantener un tipo concreto de orga-
El matrimonio forzoso en Afganistán 13
nización económica y social, son prisiones para muchas mujeres, en los países musulmanes y en los occidentales. Estas formas de organización del espacio privado, están absolutamente relacionadas con el modo en el que la religión, las creencias y los valores sociales interpretan la familia y las funciones de mujeres y hombres; no son privativas de Afganistán y tienen que ver con que las mujeres sean las más pobres, las que menor acceso tienen a los recursos y las que viven en peores condiciones. En España, la Constitución de 1978 recoge la Igualdad ante la Ley. Recientemente aprobadas están la Ley de Igualdad y la de Violencia de Género. Contamos, a muy larga distancia de Afganistán, con mayores niveles económicos, recursos sociales, posibilidades de decisión y movimiento, menos coerciones; vivimos menores niveles de violencia y contamos además con un tejido social que protege a los individuos. No se trata de comparar, es imposible, sino de reflexionar qué motiva las distancias. Suele escandalizarnos la situación de las mujeres en otros países porque pensamos que aquí sí que tenemos derechos y una justicia formal que los protege, un Estado guardián y unas leyes. Pero no olvidemos que en nuestras sociedades desarrolladas existe también una conexión entre nuestras formas de organización social y la situación que viven las mujeres. Las condiciones sociales y económicas son indudablemente mejores que las de Afganistán pero nuestra estructura social, religión, valores y reglas de familia marcan unas pautas de comportamiento que tampoco están escritas pero que favorecen el eterno femenino; aún hoy, aunque las mujeres tengan empleo remunerado, se las sigue asociando a las funciones de la mujer doméstica y unida a la familia, la maternidad y el matrimonio, estructuras a su vez, que pueden llegar a convertirse en el caldo de cultivo de la violencia y de unas peores condiciones económicas para las mujeres. A pesar de los grandes cambios sociales que se han producido en el terreno de la familia y el matrimonio en Occidente, es indudable que las mujeres siguen siendo relacionadas con el espacio privado, y muchas aún siguen optando por el matrimonio y la familia como únicas opciones de vida, cuando es evidente que casarse y crear una familia sigue teniendo mayores costes para la vida de las mujeres porque les dificulta el acceso al mundo laboral, se encargan mayoritariamente de los cuidados familiares, tienen peores sueldos y mayores niveles de economía sumergida.
14
Es importante para esta reflexión tener en cuenta que los mercados y lo monetario son el eje exclusivo del análisis económico de la sociedad. Habrá que priorizar el mantenimiento de la vida y el tiempo de vida, hacer visibles las relaciones de poder envueltas en el reparto de los trabajos y sus frutos, las riquezas. El trabajo en el ámbito privado no diferencia entre tiempo de vida y tiempo de trabajo, esta precisión es sumamente dificultosa. Casi todo el mundo reconocería que el trabajo de las mujeres en casa es importante. Tampoco es un trabajo invisible para el Opus Dei u otros discursos fundamentalistas católicos. Es más, la figura del ama de casa se ensalza, pero dentro de unas concepciones sumamente estrictas de lo que es o debe ser la mujer. Es la falta de significación social y la ausencia de importancia de este trabajo para los sistemas socio-económicos lo que invisibiliza ese espacio. Son las relaciones de poder intra-familiares las que generan una transferencia directa de bienestar desde las mujeres hacia sus parejas, hijos, padres, suegros... Ni siquiera en el discurso económico oficial el grupo doméstico ha sido siempre totalmente invisible. Es más, se enfatizaba el hogar como paraíso donde se satisfacen las necesidades afectivas que mantienen el equilibrio emocional de los trabajadores. Pero siempre dentro de una concepción que establece unos estrictos límites (cognitivos, reales e imaginarios) entre lo público y lo privado. El espacio de lo privado, el de las mujeres, donde brilla el amor, donde se delega la responsabilidad de traer cada día al mercado a los agentes económicos racionales lavados y planchados, no ha sido realmente relevante para el análisis económico. El conjunto de la organización social se estructuró con los mercados como epicentro, y la cotidiana, crucial y difícil responsabilidad de mantener la vida se delegó, sin un solo gesto de reconocimiento colectivo, a la esfera de lo gratuito, de lo invisible, del espacio privado de las mujeres. Si nuestras condiciones sociales cambiasen, si económicamente fuésemos un país más precario, con una guerra no acabada, en un territorio inhóspito y seco, con un desarrollo unido a sectores primarios, un país rural con altas tasas de analfabetismo, igual Afganistán no nos quedaría a tan larga distancia. Hay algo común en las biografías de las mujeres del mundo y es la trampa que sigue suponiendo una religión y unas normas sociales en las que para las mujeres sigue siendo hegemónico la opción del matrimonio y de la familia sin pactos sociales previos, con lo que es fácil, en unos países más que en otros,
16
que esa forma de instalarse en el matrimonio, la familia y la maternidad haga que se conviertan en lugares de domesticación femenina y de violencia. Entender y organizar el mundo de una manera diferente a la hegemónica es una tarea crucial para cualquier sociedad del mundo que pretenda tener en su ideario valores de justicia e igualdad.
La Sari’ah y las leyes islámicas Todos los musulmanes reconocen que forma parte de su deber seguir la sari’ah (leyes islámicas); y las leyes del Islam no están confinadas a las oraciones, ayuno, peregrinación y otros actos rituales; la sari’ah también tiene reglas específicas sobre la sexualidad, las relaciones familiares, hijos e hijas, el honor. Por tanto, si un musulmán desea seguir el Islam completamente, entonces es necesario, para él o ella, conocer toda la moral del Islam, igual que es necesario aprender cómo realizar las oraciones diarias. La religión, en su definición islámica, es un sistema completo de vida el cual abarca todos los aspectos de la vida humana, desde el día en el que una persona es concebida hasta el día en el que es colocada en la tumba. El Islam no sólo se interesa por la edificación espiritual de los seres humanos, igualmente se interesa por su bienestar físico y material. El Islam dirige a los musulmanes en materias financieras y económicas, en asuntos sociales y políticos, y también en las esferas moral y personal de la vida humana. En materias morales y personales, el Islam tiene una línea específica, reglas de higiene, códigos de vestir, y también reglas sobre el matrimonio, divorcio y herencia. La sharía o sharia2 (en árabe, šar a, «vía o senda»), llamada en ocasiones en los medios occidentales, ley musulmana es el cuerpo de Derecho Islámico. Constituye un código detallado de conducta, en el que se incluyen también las normas relativas a los modos del culto, los criterios de la moral y de la vida, las cosas permitidas o prohibidas, las reglas separadoras entre el bien y el mal. La palabra sharía significa literalmente el camino al manantial. Denota un modo islá-
2 <www.mundoarabe.org/islam_y_sharía>. <www.webislam.com>. <www.wikipendia.org>.
El matrimonio forzoso en Afganistán 17
mico de vivir e incluye además un sistema de justicia y de cómo debe impartirse ésta. Sharía es un código religioso para vivir, del mismo modo que la Biblia ofrece un sistema moral para el cristiano. Las fuentes de la sharía son el Corán y el hadiz. Si el Corán es una revelación divina, el hadiz es una recopilación de hechos y dichos de Mahoma a los que se atribuye distinto grado de fiabilidad en función de su procedencia. El Islam no establece una iglesia, y por lo tanto cada fiel debe ser capaz de interpretar la norma islámica, pero para ayudar en esto aparecieron diferentes escuelas de interpretación. El origen del malentendido se encuentra en el peso que la tradición islámica ha dado a las interpretaciones más radicales de la sharía, es decir, el derecho musulmán clásico, que es un corpus de reglas jurídicas que trata de todos los problemas de la vida en sociedad. Dichas reglas emanan de la interpretación que se ha dado a las disposiciones jurídicas contenidas en el Corán y en los hadits (hechos o dichos atribuidos al Profeta). Además, el uso del Islam para legitimar posiciones de opresión política ha sido, como en otras religiones, una constante histórica que ha impedido la reinterpretación de la sharía a la luz de los cambios sociales y la modernización que paulatinamente se va gestando en las sociedades musulmanas. Está adoptado por la mayoría de los musulmanes, en un mayor o menor grado, como una cuestión de conciencia personal. Pero también puede ser formalmente instituido como ley por ciertos Estados y así también los tribunales de estos estados pueden velar por su cumplimiento. Muchos países islámicos han adoptado elementos de la sharía en áreas como las herencias y los testamentos, la regulación de las actividades bancarias y de los contratos. En la actualidad, la mayoría de los países islámicos toman el derecho musulmán clásico sólo como una referencia, sobre todo en lo que respecta a la vida privada del individuo. Sin embargo, el Islam conservador está muy bien organizado, es oficial y tiene dos referentes claros: la sharia y considerar el laicismo como un gobierno sin Dios (ateocracia). Por el contrario, el Islam liberal no está apenas organizado y apela a la modernidad y al laicismo sin llegar a definir exactamente cuáles deberían ser sus contenidos en una sociedad musulmana. De ahí resulta que se den por buenas determinadas interpretaciones que, en realidad, fuerzan los textos sagrados o ni siquiera se basan en los mismos. Y ello sucede, particularmente, con la exclusión de género, con los castigos corporales (lapidaciones,
18
mutilaciones, etc.), con la libertad de conciencia y con el Estado islámico por el que abogan muchas organizaciones islamistas. En Afganistán la Constitución Afgana3 aprobada en enero de 2004 recoge entre sus intenciones que: –Todos los Afganos son iguales ante la ley. –Respeto a la Carta de Naciones Unidas y a la Declaración Universal de Derechos. –La Constitución establece una sociedad libre de opresión, discriminación y el Estado de derecho. –Todas las tribus y grupos étnicos son iguales ante la ley. –Queda establecida la libertad de expresión, de culto y de prensa. –Afganistán es una república islámica presidencialista. –El presidente designará a los ministros, nueve jueces del Tribunal Supremo y el gobernador del banco central, así como un tercio de los miembros de la Meshrano Jirga. Al menos un 50% deben ser mujeres. –La religión oficial es el Islam. –El Estado promoverá programas educativos para fomentar el desarrollo de las mujeres, la educación de los nómadas y acabar con el analfabetismo. En esta Constitución no hay ninguna referencia a la ley islámica, pero se prevé que ninguna de las leyes puede contradecir al Islam, y en la práctica, la justicia y la aplicación de las normas sigue el derecho islámico clásico. La situación de Afganistán es parecida a la de algunos países árabes. En Argelia, por ejemplo, se promulgó una Constitución de carácter totalitario, pero no estrictamente confesional, más allá de una genérica invocación al carácter islámico del país. Sin embargo, la necesidad de legitimar el poder llevó a los dirigentes del partido único a buscar la complicidad de los sectores más tradicionales del Islam y acabaron imponiendo un código de familia muy estricto para las mujeres. Algo parecido sucedió en Irak y Siria. En Irán el derecho musulmán clásico se ha convertido en herramienta de combate para los inmovilistas, que pretenden que sea la única norma indiscutible, contrariamente a lo que dispone la Constitución iraní de que
3 <www.elpais.com/articulo/opinion>. <www.canalsolidario.org/web/noticias>.
20
la «ley pertenece al dominio del Estado» y «nadie puede invocar únicamente la sharia». Por último, Turquía, aunque tiene una Constitución laica, sin embargo, está gobernada por un partido islamista. El debate sigue abierto y no faltan los pensadores y pensadoras que abogan por una revisión crítica de la historia del Islam, que cuestionan la autenticidad de los hadits y proponen una reinterpretación de las reglas jurídicas contenidas en el Corán de acuerdo con las circunstancias actuales y el respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales. Es un debate vivo en medios del Islam europeo y, en menor medida, en medios reformistas de países islámicos. El concepto de sharia no se entiende ni se aplica de la misma manera en todos los países musulmanes; los castigos corporales incorporados al código penal se fundamentan en una lectura sesgada de los textos, no tienen su origen sólo en la religión, sino en una tradición paternalista y patriarcal común a otros estados; se aplican sobre todo a los musulmanes pobres y no a los ricos, a menudo corruptos, que gracias a sus mayores recursos económicos, pueden saltarse más fácilmente estas reglas. La experiencia histórica occidental es única y, por lo tanto, irrepetible. Los caminos hacia la modernidad política pueden —y deben— ser distintos según el contexto histórico y cultural. No está de más recordar que Occidente mantiene una política exterior basada en el cinismo, ya que se lamenta del poco respeto a los derechos humanos y a los valores democráticos en los países musulmanes, mientras mantiene estrechas alianzas con regímenes teocráticos y dictaduras que vulneran reiteradamente dichos derechos y valores. En conclusión, el verdadero mal que aqueja a las sociedades musulmanas y a las mujeres que viven en ellas no procede solamente de una interpretación fundamentalista del Islam sino de su organización política y de las políticas de Occidente hacia los países musulmanes.
Mujeres e Islam El más precioso regalo que Alláh ha dado a los hombres es la razón. Su mejor uso es la búsqueda del conocimiento. Pero para que sea posible dedicar sus energías al conocimiento, el hombre tiene que evitar ser distraído por elementos externos, y evitar dar rienda suelta a los placeres mundanos. Las mujeres son distracción
El matrimonio forzoso en Afganistán 21
peligrosa que deben ser usadas para los propósitos específicos de proporcionar a la nación musulmana descendencia y de sofocar las tensiones del instinto sexual. Pero de ningún modo las mujeres deben ser un objeto de valores emocionales o el foco de atención; el amor hacia la mujer se interpreta como un mortal enemigo de la civilización y un peligro para el orden social, porque el foco de atención «debe ser dedicado a Alláh exclusivamente en la forma de búsqueda del conocimiento, meditación y oración». No es un discurso tan alejado de aquel de los Padres de la Iglesia sobre los pecados de la carne representados por cuerpos de mujeres que alejan al hombre de su verdadero destino: servir a Dios. Según Fatema Mernissi4, socióloga e historiadora feminista de origen marroquí, que ha estudiado mucho el papel y la función de las mujeres en las sociedades musulmanas: a) Las mujeres son consideradas sexualmente activas desde el punto de vista islámico. b) Por lo tanto, las mujeres son un peligro para el orden social. c) No hay valores emocionales en las mujeres; esto es, un hombre no debe tener amor por su mujer. d) Según el Islam el amor debe ser exclusivamente para Alláh. La virtud de la mujer es el deber de un hombre. Y el hombre debe aumentar o disminuir sus relaciones sexuales con la mujer de acuerdo a sus necesidades así como para asegurar la virtud de su mujer. Se vincula directamente la seguridad del orden social a la virtud de las mujeres, y de este modo, a ese orden le concierne también la satisfacción de las necesidades sexuales masculinas. El orden social esta seguro cuando la mujer se limita y limita a su marido y no crea fitna, o caos, mediante la seducción de otros hombres para relaciones ilícitas. Los delitos por honor5 son un fenómeno muy antiguo y extendido. El asesinato por honor es un delito cometido en el seno de la familia contra una mujer sospechosa de haber traído la deshonra a través de sus actos. Las relaciones prematrimoniales, el negarse a un matrimonio acordado, un comportamiento demasiado independiente o autónomo son algunos de estos actos «vergonzosos». La mera
4 Mernissi, F. (2005). Feminismo y árabes. Publicado en Página Abierta. <www.pensamientocrítico.org>. 5 Babiker, Sarah. (2005). Delitos de honor. Publicado en Página Abierta, nº 158. <www.pensamientocrítico.org>.
22
sospecha ya constituye en sí misma una fuente de deshonra. Para recuperar la dignidad, la familia debe matar a la mujer. Este tipo de delito se da en sociedades musulmanas, pero no son las únicas, recordemos los antiguos delitos contra el honor de nuestro código penal y lo que esconden detrás: el honor no es individual, es el de la familia a la que perteneces y las mujeres parecen detentarlo en temas que tienen que ver con la descendencia y el matrimonio (adulterio, hijos e hijas ilegítimos…). Muchas sociedades musulmanas no aprueban este tipo de actos y se oponen a ellos. Sin embargo, desde los sectores más conservadores, estas mujeres no se ven como víctimas totalmente inocentes, y ciertas condenas blandas pueden disuadir a las mujeres de cometer pecados en sociedades en las que el honor es muy importante. El pecado de la mujer se encuentra siempre en el campo de la sexualidad y de la obediencia. Los autores pueden ser padres, hermanos o tíos, siendo frecuentemente un hermano menor de edad el encargado de limpiar el nombre de la familia, pues en caso de ser procesado, la condena será más suave por la edad. Mejor una mujer muerta que una familia humillada para la que después de la restitución del honor las puertas sociales vuelven a abrirse. El hecho de que este tipo de tragedia tenga lugar en los países musulmanes puede llevarnos a pensar que se trata de una nueva interpretación bárbara del Islam. La coincidencia geográfica hace inevitable que se relacione a la religión con estas prácticas. Sin embargo, no hay nada en el Islam que ampare estos delitos. El origen apunta al universo tribal, donde se percibe la sexualidad femenina como un asunto maligno. El Islam nació en un orden tribal donde las mujeres tenían un estatus parecido al de los animales. La fuerte regulación del Islam en un principio las amparaba. Sin embargo, hay una cosa que juega en contra: la fuerte preocupación de las sociedades musulmanas por la sexualidad de las mujeres, en las que se da gran importancia a la pureza de cara a la comunidad. La pureza femenina es un asunto familiar y su trasgresión desajusta a toda la comunidad. Con mujeres que se salgan de las normas y tienten a los hombres se instaura el adulterio y la inmoralidad. En el Corán aparecen dos conceptos que están relacionados con los impulsos subversivos y poderes destructivos de las mujeres: nushuz y qaid. Ambos se refieren a la tendencia de las mujeres a rebelarse contra el marido en un ámbito en el cual la obediencia femenina al varón es vital. En el Corán se hace referencia a las esposas que deciden no satisfacer los deseos del marido de tener relaciones
24
sexuales. La tendencia subversiva de las mujeres ya fue reconocida por el Corán pero los líderes religiosos suelen culpar a Occidente cada vez que se sospecha que aportan valores nuevos y malas influencias para que las mujeres no sean sumisas a la Ley Coránica. Este texto6 resume la situación: La mujer en occidente a partir de comienzos del siglo XX, conquista rápidamente espacios nunca antes imaginados, comienza a ser protagonista en la vida artística, en la vida política, en la vida religiosa, económica, en todos los órdenes que solamente a los hombres les pertenecían. A medida que va avanzando en esta necesidad de igualarse en sus posibilidades de demostrar sus capacidades intelectuales con el hombre, no crece y se desarrolla mancomunada con él, sino que lo desafía y aquí, desde mi criterio personal, está el gran error que llevó al caos, a la inestabilidad de la institución familiar, a la crisis de los jóvenes que se pierden en el camino del alcohol, la droga, como consecuencia el SIDA, la anorexia, bulimia, el gran desamor de la madre. La mujer en esta lucha enfrentada con el hombre descuida su rol fundamental, el ser madre, cuidar de su esposo, de sus hijos y tambalea la institución familiar. Sin lugar a dudas un pecado, un desatino, se desequilibra la sociedad, tambalean sus estructuras sociales, políticas, económicas, se pierden los valores morales, el pudor. Se produce un caos, provocado; la gran causante es la mujer en su ambición de protagonismo sin un rumbo cierto, de autonomía sin sentido real. Actuando por impulsos destructivos para toda la especie va contra su propia naturaleza elaborando ideologías abstractas inventadas por una imaginación perversa que retrasan el proceso evolutivo de la raza humana, y con argumentos en el aire. Los intelectuales que defendieron la libertad e igualdad como derechos naturales de los seres humanos, no tuvieron otro argumento que la orden dada en la naturaleza, en el origen en la creación divina. Las diferencias entre el hombre y la mujer hoy están muy claras desde punto de vista científico, las diferentes disciplinas, tanto la biología, la psicología, a la luz de nuevos descubrimientos confirman que la mujer y el hombre son iguales como seres humanos, pero tienen tipos de características y dos tipos de psicología diferentes. Lo que debía suceder es que cada sexo continúe moviéndose en su órbita y en su dirección natural.
Ante estas palabras es lógico pensar que la vergüenza y el deshonor son sentimientos fuertemente arraigados que desplazan la atención de las motivaciones de la mujer para huir o rebelarse (matrimonios forzosos, uniones cuando las mujeres aún no han llegado a la adolescencia, violaciones dentro del matrimonio
6 <www.nodo50.org/mujeresred/islam>. <www.guiagenero.com>.
El matrimonio forzoso en Afganistán 25
y violencia por parte de la pareja y la familia del marido), y la concentran en el mal infringido a la familia, un mal simbólico que se traduce en el tan temido ostracismo social. Este sentimiento sólo puede fundamentarse en dos ideas: la sexualidad de la mujer como posible hostigadora del desequilibrio en la sociedad, y la insignificancia del concepto de individuo frente al de comunidad. La dificultad de erradicar estos crímenes está en estrecha relación con la dificultad de cambiar una mentalidad, especialmente si esta mentalidad es colectiva. Ni hablar de la autoridad en el hogar, que está firmemente en manos del marido —aunque haya cuatro mujeres en la casa— y la autoridad pública ni se discute, porque una mujer decente ni siquiera puede salir a la calle o hablar con un hombre que no sea pariente. Un ejemplo práctico sobre la diferencia de status se encuentra en el divorcio, muy difícil para la mujer, para el hombre sólo requiere decir tres veces en público «yo te repudio», lo que en términos modernos equivale a que un hombre se divorcia con sólo desearlo. Cualquiera sea la causa de la separación, la custodia de los hijos es del hombre, que puede prohibir a su ex mujer que los vuelva a ver. Claro que la tradición y la cultura alteran y siempre alteraron estas leyes, como sucede en cualquier país del mundo. La literatura árabe guarda el recuerdo de mujeres sabias y talentosas como la secretaria del califa de Córdoba, en la Edad Media, o como Sarga, famosa en el Islam por su poesía y erudición literaria. Y no es raro ver en varios países musulmanes mujeres profesionales, ejecutivas, y hasta políticas. Son los mismos países donde los velos son apenas una costumbre de las más ancianas y donde la mayoría de las mujeres van a cara descubierta. Pero los fundamentalistas odian estas sociedades (Argelia, Marruecos, Palestina) con pasión y ponen como ejemplo a países como Arabia Saudita o los Emiratos Árabes, donde los gobiernos reprimen ferozmente a cualquiera que quiebre la interpretación más ortodoxa. Las mujeres saudíes, entre las más ricas del mundo, no pueden manejar ni ejercer profesiones que vayan más allá de la educación o la ginecología, son azotadas en plena calle si tienen un gesto fuera de lugar o muestran la menor porción del cuerpo. Es muy común que las casas tengan zonas vedadas a los visitantes, el harem, donde las esposas e hijas son confinadas. Para atender a un amigo o conversar, las mujeres de la casa se ocultan detrás de una cortina pesada, que permita oír, pero no ver. Las iraníes estuvieron entre las más liberadas hasta que llegó la revolución del ayatolá Jomeini en 1979. Consultorios, oficinas y empresas se vaciaron de mujeres y las tiendas
26
se llenaron de oscuros y largos chador, velos de uso obligatorio. Claro que los relojes se pueden retrasar sólo hasta un punto y los herederos de Jomeini fueron suavizando las condiciones de la mujer en su país. Hasta les permitieron servir en el ejército, con uniforme de fajina, velo y ametralladora rusa. Las mujeres de Afganistán sufren mucho más que una burka7. Tienen hambre, carecen de escuelas para su descendencia, de medicinas y atención médica y hasta de agua. Los hombres mueren como moscas en una guerra que aún no terminó, por mucho que EEUU diga lo contrario, y que desangra una tierra seca que antes fue próspera y que ahora, entre lo poco que tiene, figuran enormes campos de cultivo de droga. El burka es sólo una parte de la situación completa que viven: el hambre, el analfabetismo en el que crecen y la falta de atención médica. Lo peor de todo es que Occidente sólo mira la burka. Los talibán comenzaron de inmediato a aplicar su propia versión de la sharia, tan rígida como la saudí o la iraní, pero aun más simple y conservadora en las costumbres. Las escuelas de niñas fueron cerradas y se expulsó a todas las mujeres, tanto alumnas como maestras de los colegios mixtos. El Estado, que empleaba miles de mujeres, las despidió a todas, y una ley prohibió a las mujeres ganarse la vida fuera del hogar. La misma ley impuso la decapitación para los criminales, la muerte por lapidación para las adúlteras y 100 azotes o latigazos para los adúlteros y la pérdida de un dedo para idólatras y una mano para ladrones. La prohibición para trabajar paralizó a las organizaciones no-gubernamentales que operaban en Kabul y empleaban a muchas mujeres. Cuando una mujer está embarazada, los afganos dicen que está enferma. En la Maternidad Malalai, la mayor del país, las mujeres son dadas de alta pocas horas después del parto por la enorme demanda de camas. Pero el 97% de las mujeres afganas da a luz en sus casas porque tienen prohibido consultar a médicos varones y casi nunca disponen de medios de transporte para llegar a un tratamiento médico. Un informe reciente de Médicos por los Derechos Humanos indica que el 40% de las mujeres que mueren durante su período de maternidad es por complicaciones en el parto. La Maternidad Malalai está rodeada por un muro de cemento construido por los talibanes, con dos ventanucos diminutos.
7 Los derechos de las Mujeres en Afganistán. Informe de Afghan Women´s Network (AWN). Kabul, marzo, 2007.
28
Del otro lado acampan los hombres que esperan a las mujeres internadas; sigue sin permitírseles entrar, como durante el gobierno de los talibanes, y hablan con sus esposas por los diminutos ventanucos. «El régimen talibán ya no está —dice Suraya Dalil, una médica afgana que participa en la Iniciativa Maternidad Segura, de Unicef—, pero su muro sigue en pie.» La mayoría de las mujeres realizan trabajos esenciales, pero no reconocidos, tejer alfombras, trenzar el cuero y coser, además de trabajar en la agricultura, y, cuando pueden, en la administración burocrática, además de limpiar, cocinar y cuidar de la prole. Pero como en el mundo capitalista, se devalúa el trabajo doméstico que no lo considera como trabajo productivo y ni siquiera se incluye en los balances nacionales. Las mujeres del Islam viven en un mundo extraño que las encierra entre cuatro paredes, sin educación, independencia o voz propia. Según la Sharia la mujer no es en absoluto igual al hombre. Ellas son la imagen del alma, mucho más irracionales, frágiles y proclives a la imaginación que los hombres. El cuerpo de la mujer es considerado «más fluido» y una fuente de tentaciones que se evitan con el aislamiento y el control estricto.
Matrimonio y familia Parentesco y Matrimonio tratan de dos hechos básicos de la vida. Conceptos como Matrimonio, Familia, Paternidad, Descendencia, Filiación o Linaje son categorías que aparecen en todas las culturas. Reflexionar acerca de las ideas, símbolos, significados, creencias y normas de conducta que estructuran culturalmente este ámbito de nuestra experiencia es necesario para entender ciertas situaciones como las de las mujeres afganas y las mujeres en el mundo. En nuestra forma de aprender las cuestiones del espacio que habitamos, en nuestra socialización más inmediata, existen una serie de categorías culturales a través de las cuales clasificamos el mundo de nuestro entorno. Pero además de estas categorías más generales, están las reglas, creencias y valores morales (preceptos jurales) 8 que se formulan, unas veces más explícitamente que
8 Aranzadi, J. (2003). Introducción y Guía al estudio del parentesco. Editorial UNED, Madrid.
El matrimonio forzoso en Afganistán 29
otras, y que transmiten la ideología explícitamente reconocida y vinculante para las personas que conviven en un entorno determinado. La dificultad es que estas reglas jurales admiten varios ropajes culturales. Lo que en consecuencia quiero destacar es que, incluso en las sociedades con Estado y con Derecho escrito, incluso en nuestras sociedades modernas, el ámbito de lo jural es más amplio que el ámbito de lo jurídico e involucra en su administración a otras instituciones sociales además de al Estado. ¿Qué implica casarse y formar una familia en nuestro entorno más inmediato? Las fuentes más obvias a las que podemos acudir son el Derecho y los Diccionarios de la Lengua. Esa parte del Código Civil reconocida como Derecho de Familia establece las Leyes con arreglo a las cuales los españoles de cualquier sexo, género, orientación sexual y condición étnica y religiosa o profesional nos casamos, tenemos hijos legalmente reconocidos, nos divorciamos, heredamos, disponemos de derechos, deberes y obligaciones de diverso tipo sobre familiares y parientes; y esas leyes llevan implícita una concepción del matrimonio, la descendencia, la familia y la herencia, más o menos clara y definida, discutible y discutida, compartida o cuestionada, que constituye lo que podemos llamar la cultura legal española del parentesco. Hablamos de la cultura legal matrimonialista y familiar que tiene mucho que ver con esos preceptos jurales de los que hablábamos y que son significativos porque nos señalan la ideología y la moral que subyace detrás de las leyes escritas. El significado que damos a la familia y al matrimonio tiene que ver con esas concepciones implícitas. Tengamos un mayor o menor grado de acuerdo o desacuerdo con esa cultura legal, ésta es finalmente la que regula, querámoslo o no, nuestra conducta en la esfera del parentesco, tanto si respetamos las leyes como si las violamos o las «ignoramos», pues ellas no nos ignoran. No es el momento de señalar todos los aspectos que recoge la Ley pero no está de más conocer nuestra legislación sobre matrimonio y familia para mejor saber de los preceptos ideológicos que subyacen. El matrimonio constituye la institución social más duradera en la raza humana y es el pilar de la familia. No es un mero intercambio de intereses, de mercancías como lo fue en sociedades primitivas. Es un hecho social en su totalidad así lo
30
definió el antropólogo Marcel Mauss9, tiene un significado y una trascendencia religiosa, social, ética, jurídica, sentimental, mágica, económica. No es un solo interés material (se comparten dones) es un gran acontecimiento en la vida. Se juegan simpatías, emociones, poderes. El matrimonio crea una relación entre dos personas pero también conecta entre sí a sus dos grupos y se convierte en una institución que se prolonga a lo largo de generaciones. El matrimonio no es solamente una relación voluntaria entre individuos, basada en el amor y legalmente sancionada por instituciones socio-políticas como la Iglesia o el Estado, sino que inicialmente, se construyó como pacto o convenio arreglado entre dos grupos de parientes de los cónyuges en el que no interviene ninguna otra institución extra-parental. Los derechos y deberes personales que desempeñan un papel importante en las relaciones de parentesco y matrimonio, son diferentes a los establecidos en un contrato o en una relación contractual. En esa clase de relación una persona acepta cierta obligación concreta o ciertas obligaciones para con otra. Cuando ambas partes han cumplido sus obligaciones específicas, la relación contractual ha acabado, el contrato finaliza. Pero las relaciones de parentesco no son de este tipo. Inicialmente el matrimonio no era una relación voluntaria entre individuos sino un pacto o convenio arreglado entre dos grupos de parientes. En Roma la familia está asociada al patrimonio o bienes que un varón adulto, el pater-familias reunía bajo su autoridad en el mismo domus (casa). Dentro de ese patrimonio se encontraban los esclavos, la propia casa en su materialidad y los distintos bienes de su propiedad. En segundo lugar, su descendencia y finalmente la esposa. Es una noción de familia relacionada con la economía, regulación y administración de la casa, optimización de los bienes y propiedades y a nivel económico y de fiscalidad se convertía en una unidad de producción y consumo. La sociedad romana y las que le sucedieron eran culturas patriarcales, es decir, la descendencia es patrilineal, los hijos pertenecen al grupo del padre, el matrimonio es patrilocal, es decir, la mujer se traslada al grupo local del marido y la herencia de la propiedad y la sucesión del rango se transmiten por línea masculina y la familia se rige por la sucesión de la patria potestad, la autoridad sobre los miembros de la familia es ejercida por el padre o sus parientes.
9 Mauss, M. (1971). Sociología y Antropología. Editorial Tecnos, Madrid.
32
A medida que la Iglesia fue adquiriendo mayor poder y control de la vida social, el matrimonio fue pasando a ser incumbencia de la Iglesia y quedó regulado por el Derecho Canónico. Aparece la concepción nueva de que el matrimonio hombre-mujer participaba en un pacto con Dios en virtud del cual los esposos permanecen unidos hasta que la muerte los separa. El matrimonio se convierte en un sacramento y en un acto indisoluble. El matrimonio es uno de los siete sacramentos de la Iglesia católica, esto implica, según la teología, que fue instituido por Cristo y que es un signo visible de la gracia. El Catecismo de la Iglesia Católica y el Derecho Canónico lo define como una alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole. Estas referencias dotan a la familia católica de unos rasgos: subordinación, ocultación y no existencia de sexualidad no reproductiva, anclaje de la mujer en la maternidad, relación privilegiada madre-hijo, y rol de madre prioritario frente al rol de esposa, amante, trabajadora. La mujer sustentadora y protectora del espacio doméstico. En la Edad Media se produjo la lucha por el poder entre la Iglesia y el Estado en la que, en los países protestantes, resultó victorioso el Estado. Entonces el matrimonio pasó a depender de la regulación estatal. El Estado es quien decide en qué condiciones se realiza y se le puede poner fin. En el Protestantismo se revaloriza la relación conyugal y la sexualidad matrimonial. El matrimonio pierde en el protestantismo su carácter sacramental y deja de ser una relación de parentesco indisoluble. Volvamos al presente. Es cierto que en una relación matrimonial se entra voluntariamente; en Occidente, salvo excepciones, las personas eligen casarse o emparejarse; pero seguimos sin estar ante una relación contractual entre marido y mujer, no es una relación entre dos personas libres que establecen sus pactos, cómo va a ser su matrimonio y su pareja, si van a vivir juntos o no, hay muy poca capacidad de movimiento en esta institución y muy poca flexibilidad para hacer las cosas de otra manera, porque estamos ante una unión revestida de costumbres y expectativas. Los derechos y obligaciones de marido y mujer no son como las obligaciones definidas en un contrato; son inherentes a la relación, lo mismo que las relaciones padres-hijos. Por último es importante señalar que el matrimonio es además un asunto público y social, y no solamente una cuestión privada
El matrimonio forzoso en Afganistán 33
y personal, puesto que el orden público requiere, en efecto, que se sepa quién esta casado, con quién y dónde reside la responsabilidad de la familia. Así, pues, la sociedad tiene el derecho de insistir en el registro de los matrimonios y otras formalidades de carácter social. Ahora bien, la vida familiar se inicia en el matrimonio, ciertamente el matrimonio es una decisión libre en el sentido de que una persona puede casarse o no hacerlo; pero las condiciones del matrimonio están establecidas por la naturaleza misma de la institución y no por las partes contratantes. El matrimonio está sancionado positivamente por el grupo, frente a otras uniones más o menos permanentes, pero apoyadas sólo en el consentimiento mutuo. Estas últimas, son evaluadas con un status más bajo, mientras casi todas las sociedades conceden una apreciación elevada al status del matrimonio. La consideración brindada al matrimonio coincide con el hecho de que muchas de esas mismas sociedades manifiestan claros signos de repulsa por el celibato o por la pareja sin hijos. Resulta fácil explicarse semejante descalificación a la luz de la división del trabajo por sexos. El reconocimiento y la aprobación sociales siguen jugando un papel definitorio en el vínculo conyugal. Recordemos que hay culturas en las que el matrimonio no es válido hasta el nacimiento del primer hijo. Esta relación de la institución matrimonial con los hijos ha sido certificada por la mayor parte de los antropólogos que se ocuparon del tema. ¿Qué sucede en las sociedades en las que no hay Estado regulador? No existe unión basada en el amor, no es un tema que incumba a las autoridades políticas, sino que se establece como pacto entre grupos, alianza entre grupos de parientes y suele incluir un pago por parte del novio al padre o tutor de la novia. El pago de bienes o servicios por parte del novio a los parientes de la novia es una parte esencial de la legalidad, la transacción es lo que hace legal el matrimonio, no el Estado regulador. El pago matrimonial es una institución compleja que tiene muchas variedades de forma y función, pero es el instrumento objetivo mediante el cual se establece un matrimonio legal. El pago puede ser una forma más de fijar la alianza o la compensación por la pérdida de un miembro de la familia. Este matrimonio, legalizado de esta manera, es el que atribuye al marido y a sus parientes ciertos derechos en relación con su esposa y con los hijos que ésta de a luz. El marido, en algunos sistemas, tiene derecho a los servicios de su esposa en su casa. Si alguien la mata o la hiere o comete adulterio con ella, el marido puede reclamar indemnización por el menoscabo de sus derechos. El
34
pago es el instrumento objetivo de la transacción legal del traspaso de derechos. En ciertas sociedades el valor de una mujer se mide por su capacidad de dar a luz hijos. En un sistema de derecho paterno como la patria potestad de los romanos, los derechos del padre y de los parientes sobre los hijos de un matrimonio son absolutos y excluyen cualquier derecho de la familia materna En los temas matrimoniales, sobre todo en sociedades sin Estado o con Estados muy vinculados a la religión, los datos jurales tienen más peso que las leyes escritas. Se trata de ideales y afirmaciones normativas, religiosas que los pueblos mantienen y hacen explícitos de manera no formal. Los datos jurales no son accesibles porque median de forma simbólica entre redes reales de relaciones y estructuras de pensamiento. En el caso que nos ocupa, es importante ver las implicaciones que para las mujeres afganas tiene el matrimonio. Existen varios comportamientos islámicos y diferentes clases de conducta que la esposa Musulmana debe observar y practicar, y así ella pueda ser un buen ejemplo para otras mujeres Musulmanas. Estos comportamientos están dentro de las justas leyes Islámicas, que son requeridas para la mujer musulmana y las cuales le asegurarán y preservarán un matrimonio feliz si ella las sigue y las implementa en su vida, si Allah lo desea. La esposa esta obligada a proteger su honor y el honor de su esposo, como Allah menciona en el Corán10 : Las habrá que sean rectas, obedientes (hacia Allah y sus esposos) y que guarden, cuando no las vean, aquello que Allah manda guardar, su castidad, la propiedad de sus esposos. Por lo tanto, la esposa justa protege su honor y las posesiones de su esposo cuando él no está presente. Ella también busca el complacerlo y traer felicidad a su corazón cuando el se encuentra en el hogar. Más adelante, cuando la esposa Musulmana deja su hogar por alguna necesidad, ella se mantiene alejada de los lugares con multitudes y no busca a los amigos de su esposo para sus necesidades. Al contrario, ella actúa como si fuera una extraña, para no crear un ambiente familiar con los amigos de su esposo. La esposa musulmana también cuida de su hogar, y cuando un amigo de su esposo viene de visita mientras él está ausente, ella le informa al amigo de este hecho en pocas palabras, para que él vuelva cuando el esposo se encuentre en la casa.
10 Matrimonio y ética sexual en el Islam. <www.islamchile.com>.
36
Todos estos ejemplos de buena conducta son caminos y maneras para proteger el honor de los Musulmanes y para traer la felicidad a sus matrimonios. También, la esposa Musulmana acepta complacida lo que Allah le ofrece de subsistencia y siempre busca el cumplir los derechos de su esposo antes de buscar sus propios derechos. Además, la esposa Musulmana nunca maldice a sus niños ni los trata duramente. Las mujeres no deben recordarles a sus esposos su importante status social o su belleza. En resumen, aconsejamos a todas las mujeres Musulmanas con las palabras sabias que una vez una mujer Árabe dió a su hija en el momento de su matrimonio. Ella dijo: está satisfecha con lo que Allah te da, y trata a tu esposo con amabilidad. Haz que tu casa y tú huelan o se vean sólo bien y placenteras. Sabe cuando él este enojado, y sírvele alguna comida, para que su enojo no lo ponga enojado o frustrado. Trata lo mejor que puedas de mantener la casa tranquila cuando tu esposo duerme. También, cría a tus hijos rectamente. Nunca digas los secretos de tu esposo a nadie. Porque esto lo hará desconfiar de ti. No lo desobedezcas, porque esto sólo lo enojará. Además, cuando tu esposo este preocupado o triste, no le muestres tu placer, y cuando este feliz, no le muestres tristeza y descontento. Más adelante, se lo más obediente que puedas con él y él será lo más suave y gentil que pueda contigo. En el estado español hasta hace poco más de treinta años el escenario familiar era bastante distinto al actual. Esto no quiere decir que no hayan sobrevivido algunas de sus lacras y de sus virtudes. Este proceso de cambio, común a todo el denominado mundo occidental, ha tenido y tiene unos rasgos peculiares en nuestro país. En el franquismo la familia fue un pilar fundamental de la estructuración social. Se trataba de una familia extremadamente jerárquica, donde el marido/padre ostentaba explícitamente el poder. En ella se daba un rígido reparto de funciones entre hombres y mujeres. Traer el dinero a casa era y es un importante atributo masculino que ocultaba no sólo el enorme esfuerzo añadido que tenían que hacer las mujeres para sacar adelante a la familia, sino el trabajo remunerado que muchas de ellas también realizaban, aunque fuera estrictamente por necesidad. Las virtudes de la familia (sobre todo de las numerosas) eran exaltadas por todas las instancias públicas y desde las instituciones, el púlpito y los medios de comunicación se insistía machaconamente en el modelo a cumplir por las mujeres: paciencia, abnegación, maternidad, cuidados. El modelo fordista de familia, totalmente funcional para el mercado en este
El matrimonio forzoso en Afganistán 37
contexto, suponía la existencia de un cabeza de familia, trabajador asalariado con disponibilidad total para el mercado laboral y único proveedor de ingresos monetarios. Este varón protagonista estaba acompañado —necesariamente— por una mujer dedicada en cuerpo y alma al trabajo doméstico y al cuidado familiar (y extra-familiar). Madres, cuñadas, abuelas, nueras, hijas, vecinas, amigas... establecían las redes necesarias para abarcar las múltiples tareas derivadas de atender a los hombres-fuerza de trabajo (que no cuidaban de sí mismos) y a todas aquellas personas de su entorno que lo necesitaran. Un enorme esfuerzo invisible y gratuito de las mujeres, cuya desvalorización permitía ocultar la dependencia de la economía de mercado respecto a este no-trabajo, sin el que no podría sobrevivir. Con la transición política española este escenario sufrió cambios de forma acelerada. Las mujeres, sobre todo las jóvenes, comenzaron a introducirse cada vez más masivamente en el mercado laboral. Muchas ya no lo hacían porque el salario del marido o del padre no fuera suficiente, sino porque querían tener sus propios ingresos. La independencia económica era necesaria para posibilitar la autonomía y la capacidad de decisión de las mujeres sobre su propia vida, pero un empleo era algo que iba a limitar el tiempo y la dedicación que requería la tradicional profesión de las mujeres: sus labores. Pero, además, ¿qué era eso de sus labores? En ese momento el trabajo doméstico, con todos sus sambenitos, y entendido entonces en su faceta más material, se veía como una atadura del pasado de la que había que huir lo más deprisa posible. Sin embargo, no era un trabajo que pudiera dejar de hacerse. Se podía no tener la casa como los chorros del oro, incluso alardear de ello para no parecer «antiguas», pero las necesidades seguían ahí. Había que seguir comiendo, habitar un lugar con una mínima higiene,... pero también había que cuidar a las criaturas, a quienes enfermaban o a las personas ancianas incapacitadas para cuidar de sí mismas. Pero aún había más: todas estas tareas estaban cargadas de emociones, de sentimientos, cuyo valor no se había tenido suficientemente en cuenta y que, además, representaban una tensión añadida: la culpabilidad. Una mujer, si quiere un empleo, tiene que disponer de una infraestructura suficiente que la sustituya durante su jornada laboral, determinada exclusivamente por las exigencias organizativas de la empresa. Ha supuesto contratar mujeres en trabajo sumergido, mal remunerado y sin derechos laborales. Esto es una muestra de la centralidad del mercado en la organización económica y de cómo sus impe-
38
rativos se consideran inflexibles frente a la necesidad de atender al cuidado de las personas, algo realmente esencial para la sostenibilidad social. Las mujeres nos incorporamos y permanecemos en el mercado laboral como una anomalía (y debemos seguir siéndolo porque es una estructura pensada para personas que no tienen que cuidar de nadie). Esta paradoja insostenible constituye la normalidad desde la que se construyen las retóricas de igualdad y conciliación. La etapa posterior al franquismo también trajo otras transformaciones en la organización familiar. El grupo doméstico al que podemos referirnos hoy tiene muchas formas y está compuesto por múltiples combinaciones: personas ancianas que viven solas, familias monomarentales y minoritariamente monoparentales, amigas/os que viven juntas/os, parejas homosexuales o heterosexuales con o sin hijas/os, jóvenes que comparten piso cómo única forma de independizarse, familias que comparten piso como única forma de sobrevivir. Estas combinaciones se entrelazan entre sí para poder conjugar los afectos y los desafectos, las necesidades materiales e inmateriales y, como no, para enfrentarse a una vida cada vez más marcada por las inhumanas exigencias de la globalización. Redes para la sostenibilidad de la vida, donde las mujeres siguen teniendo un papel esencial, ya que siguen siendo las que mayoritariamente las mantienen y las nutren, todavía hoy, desde la invisibilidad. Sin embargo, no podemos olvidar que, aunque también ha sufrido cambios en sus relaciones internas, la forma más generalizada de organización sigue siendo todavía la denominada familia nuclear. Quizás el cambio más determinante proviene de la nueva posición de las mujeres, que se rebelan contra el papel social que se les habían asignado y quieren ser protagonistas de sus propias vidas. Este cambio está suponiendo fuertes tensiones en las relaciones de poder intrafamiliares, aquí y en otros países; en Afganistán la violencia es evidente y devastadora, mujeres forzadas a casarse, muertas por delitos de honor, atadas al burka y a sus limitaciones, relegadas a la familia, invisibles; en el Norte, avanzamos (muy lentamente) hacia una forma de familia más igualitaria y justa, aunque no sin una gran resistencia por parte de los sectores más conservadores que siguen manifestando su fe en esas reglas jurales que tanto tienen que ver con nuestras formas de organizar el ámbito público y privado y en el que las mujeres seguimos teniendo trampas que implican no poder pactar otra organización más igualitaria.
40
Conclusiones Las culturas están demasiado entremezcladas, sus historias son demasiado interdependientes e híbridas, para someterlas a operaciones quirúrgicas que las aíslen o que las simplifiquen en oposiciones a gran escala, básicamente ideológicas, como la división Oriente y Occidente. Una lectura de la Biblia, en particular del Génesis, nos depararía inquietantes sorpresas: las amenazas divinas de castigos, plagas, inundaciones, aniquilación por el fuego y exterminio de pueblos enteros son más sobrecogedoras aún que las del Libro revelado a Mahoma. El mismo Dios arrebatado y colérico es el gran vector de nuestras vidas en las tres religiones monoteístas. Las mismas contradicciones existentes en la Biblia entre las vicisitudes crueles del pueblo elegido y el amor tan bellamente exaltado en el Cantar de los cantares las hallamos entre el Corán de la tolerancia y la paz y el que predica el yihad. Sería iluso reclamar la aparición de un Islam laico —¡tampoco puede existir una Iglesia laica!—, pero sí podemos contribuir de un modo u otro a la emergencia de sociedades y colectivos musulmanes en sintonía con los valores individuales y democráticos. En razón de la amenaza que el Islam (árabe o turco) significó para el orbe cristiano entre los siglos VIII y XVII, el mundo musulmán ocupa frente a aquél un puesto central, cualitativamente distinto del de las demás civilizaciones no europeas (budista, brahmánica, etc.…). El Islam ha representado de cara al mundo cristiano occidental un papel de oposición y contraste: el de la alteridad, el de ese adversario íntimo demasiado cercano para resultar totalmente exótico y demasiado tenaz, coherente y compacto para que pueda ser domesticado, asimilado o reducido. A consecuencia de ello existen una historia, una tradición de pensamiento, una leyenda, una retórica, una agrupación de imágenes o clichés islámicos creados por y para Occidente que imponen una distancia infranqueable entre lo «nuestro» (visto, claro está, con conciencia de superioridad y autosatisfacción) y lo «de ellos» (contemplado con hostilidad o desprecio). El mismo manual que pinta con lujo de detalles la crueldad de los sultanes otomanos, cubre con un velo de discreción los autos de fe de la Inquisición o el terror blanco o rojo de nuestras revoluciones. Inútilmente buscaremos la expresión «fanatismo cristiano». En realidad, el fanatismo se halla muy bien repartido en la especie humana y ninguno de los tres credos religiosos se halla libre de él. Sin remontarnos a épocas lejanas, la pasada década nos procuró ejemplos sobrecogedores no sólo en Afganistán,
El matrimonio forzoso en Afganistán 41
Sudán y Argelia, sino en la mismísima Europa. Las guerras religiosas entre musulmanes, judíos, católicos y protestantes son el producto de una intolerancia contra la que se combate desde el pensamiento racional. La visión actual del Islam, aun la de algunos observadores bienintencionados, incurre a menudo en errores de perspectiva, debidos a su apego a postulados etnocentristas y al traslado mecánico de conceptos propios a un campo cultural en el que éstos no tienen cabida. Para advertir la confusión creada por el abuso de las generalizaciones etnocéntricas bastaría sustituir el término «islámico» por el de «cristiano» y aplicar este último a realidades tan divergentes como el catolicismo polaco, el protestantismo irlandés, la Iglesia ortodoxa serbia, la de la comunidad maronita del Líbano, el calvinismo suizo, el Opus Dei, las colectividades de cuáqueros y mormones y los seguidores de la llamada teología de la liberación. ¡Un verdadero batiburrillo! A estas confusiones y amalgamas se añaden otras mucho más peligrosas. Pero tocante al Islam escuchamos en los medios informativos el empleo indistinto de los términos musulmán e islamista y la identificación del último con el terrorismo. Toda cultura —la española, la francesa, la italiana o la árabe— es la suma de las influencias exteriores que ha recibido a lo largo de su historia, y la lista de estos ascendientes es largísima. En cuanto a los usos y costumbres de otros países, musulmanes y no musulmanes, que no choquen con los principios del Estado de derecho pueden ser enriquecedores para el conjunto de nuestra sociedad globalizada. El contacto con la música, la cocina y diversas expresiones artísticas del Magreb, Oriente Próximo o el África Subsahariana favorecen una percepción más amplia del mundo y de su diversidad. Imposible hacer la génesis de quince siglos marcados por las revelaciones coránicas, sus interpretaciones, apropiaciones de los textos sagrados y contestaciones, traducciones y normativas contrapuestas. La cuestión no está sólo en la interpretación más o menos abierta del Islam. Son las referencias al Islam y las interpretaciones radicales, más que el Islam en sí mismo, las que justifican las restricciones para las mujeres en las legislaciones no escritas. Independientemente de la Ley y las regulaciones estatales, hay una aceptación de la Sharía o Ley Islámica con respecto a los códigos de familia por la que las mujeres viven en condiciones de barbarie en unos contextos en los que no pueden hacer otra cosa ya que corre un riesgo su vida.
42
Muchas mujeres piensan en una reinterpretación original y progresista del Islam desde el que plantear la igualdad de la mujer y muchas ven y plantean la necesidad de secularizar el Estado y el Derecho. Las mujeres musulmanas hablan como las Occidentales de vivir desde la igualdad y desde las leyes escritas y refutadas por un Estado. No podemos obviar el peso de las huellas de épocas pasadas bajo dominaciones religiosas y políticas. Las personas nativas y tribales se aferran a la esperanza de transmitir a las generaciones posteriores lo que piensan que es la esencia de su cultura, la personalidad de un pueblo que necesita como norma el control y la conservación de la autenticidad de sus mujeres. Las mujeres son antes esposas, madres, hermanas, tías, hijas porque son definidas desde lo doméstico y desde su función en lo doméstico, no son definidas desde el ser mujeres, desde la individualidad. Y en eso nos parecemos las mujeres de todo el mundo. Nuestra contribución a los espacios tradicionalmente asignados como femeninos nos sitúa en el orden de lo doméstico, de lo no productivo y desde nuestra función para la familia. Existe una mentalidad colectiva que determina actitudes, fundamentalmente prejuicios, influye sobre los movimientos sociales de una forma o de otra, y no es sólo un producto de circunstancias históricas o accidentales sino que evoluciona a partir de antiguas herencias, creencias, temores y viejas inquietudes no siempre conscientes. Se trata de una contaminación cuyos gérmenes, perdidos en el pasado, se transmiten de una generación a otra. Las situaciones sociales que viven las mujeres en Afganistán se explican menos por una racionalidad islámica que por un imperativo difícil de expresar como es el inconsciente colectivo y unas leyes no escritas ni pactadas que funcionan como mecanismos no visibles de organización social. Por eso es importante analizar las funciones de la familia, en nuestro entorno más inmediato y en otros países, el papel que cumplen hombres y mujeres dentro de ella y la división sexual del trabajo. Se trata de avanzar en un cambio global a la hora de entender la economía, las relaciones familiares y el lugar que ocupa esta estructura social en nuestra forma de ver y organizar el mundo. La opresión de las mujeres y la falta de derechos no es sólo producto de imperativos económicos ni de ningún fatalismo biológico. Es el resultado de la configuración y de la estructura que se produce en nuestras sociedades sustentadas en determinados
44
valores, sobre la familia, el matrimonio, estructuras que han acompañado el desarrollo de la humanidad. En el marco de una misma formación social se atribuye a las mujeres unas capacidades y unas funciones y a los hombres otras y a éstos se les instituye como veladores del bien social. La forma concreta en la que se organiza la sociedad para asegurar la producción-reproducción y las relaciones que se establecen en el marco privado entre hombres y mujeres, marco sancionado por los valores sociales y la ideología cultural, es lo que nos da la clave de la situación de las mujeres en cada contexto. Desde el feminismo aseguramos que economía es fundamentalmente el proceso de satisfacción de necesidades, de mantenimiento de la vida. Si la lógica de acumulación prima, la sostenibilidad social no es una prioridad. Es una responsabilidad que se delega a los hogares y, dadas las relaciones de poder existentes en ellos y en el conjunto de la sociedad, a las mujeres. Ni los mercados, ni el estado, ni los hombres como colectivo son responsables del mantenimiento último de la vida. Por tanto, son las mujeres, organizadas en torno a redes, en los hogares más o menos extensos, las que responden y las que, finalmente, actúan como elemento de reajuste del sistema económico. Ellas son el colchón del sistema económico, frente a todos los cambios en el sector público o privado, cambios motivados por una lógica de acumulación. Sin embargo, esta forma de hacer las cosas nunca ha servido para garantizar el bienestar de las mujeres, que nunca ha reconocido sus trabajos, que las ha relegado siempre a derechos derivados y no contributivos, peores en cualidad y cuantía que los directos y contributivos y que conllevaban una enorme injerencia en sus vidas. En las sociedades occidentales nos enfrentamos con una situación contradictoria o paradójica. La actitud política y la incorporación de las mujeres al espacio público han supuesto que se consigan bastantes reformas. Esta situación ha permitido primero cambios en la conciencia de las mujeres y, por efecto rebote, en el conjunto de la sociedad; se ha conseguido dar una dimensión pública y social a aspectos de la vida privada. Hablamos de igualdad formal que se sigue enfrentando a la realidad, en la calle, en lo cotidiano, ante las decisiones de la vida; una igualdad que implica cambiar de traje pero manteniendo intacto el marco de relaciones entre hombres y mujeres, sustentando el mismo modelo económico y dejando solas a las mujeres a la hora de decidir sobre el tema de los cuidados, la maternidad y el trabajo. Las conquistas individuales nunca se convertirán en
46
autonomía real ni en conquistas sólidas sino se logran extender al conjunto de todas las mujeres y al pleno de la sociedad. Que algunas mujeres a nivel personal trabajen, puedan tener más libertad para elegir, hayan logrado escribir sus destinos y no sufrirlos, no nos puede hacer perder de vista que pequeños logros son si la conciencia colectiva no se altera, si la realidad no llega a ser una realidad colectiva modificada en la que hombres y mujeres decidan hacer las cosas, organizarse social y privadamente de otra forma, corresponsables en lo público y en lo privado. No podremos hablar de igualdad hasta que hagamos una reflexión seria sobre el matrimonio y la familia y los diferentes costes y beneficios que están reportando a mujeres y hombres. La Ley puede cambiar, a las costumbres les cuesta más.
47
Bibliografía Anderson, M. (1988). Aproximación a la historia de la familia occidental. 1500-1914. Siglo XXI, Madrid. Becker, G. (1987). Tratado sobre la familia. Alianza, Madrid. Borderías, C.; Carrasco, C. y Alemany, C. (comp.) (1994). Las mujeres y el trabajo: algunas rupturas conceptuales. Icaria, Barcelona. Cabrillo, F. (1996). Matrimonio, Familia y Economía. Minerva Ediciones, Madrid. Carrasco, C. (1999). Mujeres y economía. Nuevas perspectivas para viejos y nuevos problemas. Icaria, Barcelona. Carrasco, C. (2001). La sostenibilidad de la vida humana: ¿un asunto de mujeres? Mientras Tanto, Nº 82, otoño-invierno 2001, Icaria Editorial, Barcelona. Comas D’Argemir, D. (2000). «Mujeres, familia y estado del bienestar en T. del Valle (ed.)», Perspectivas feministas desde la antropología social, Ariel Antropología. Godoy, J. (2001). La familia europea. Crítica, Barcelona. Juliano, D. (1994). Feminización de la pobreza. Mujeres del Sur. Langariak nº 14, IPES, Pamplona, pp. 9-24. Maquieira, V. y Sánchez, C. (comp.)(1990). Violencia y sociedad patriarcal. Madrid, Pablo Iglesias. Mernissi, F. (2002). El harem político: el profeta y las mujeres. Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Mernissi, F. (2005). El hilo de Penélope. Editorial Lumen, S.A. Madrid. Mernissi, F. (2000). Marruecos a través de sus mujeres. Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Mernissi, F. (1999). Sueños en el umbral. Aleph Editores, S.A, Muchnik. Pérez Orozco, A. (2002). La economía desde el feminismo: trabajos y cuidados. Publicado en la revista Rescoldos, de la Asociación Cultural Candela Río, S. del (2000). Mujeres, globalización y Unión Europea: algunas reflexiones. <www. nodo50.org/caes>. Roudinesco, E. (2004). La familia en desorden. Anagrama, Barcelona.
Imaginar la realidad. La realidad en imágenes Mónica Bernabé Textos basados en La voz dormida, A José Couso, Cuatro gotas y Algún amor que no mate de Dulce Chacón
La mujer que iba a morir no sabĂa que ba a morir
51
53
Nadie nos dijo que la desolaci贸n llevar铆a tu nombre
54
驴Hacia d贸nde mirar?
55
¿En qué rincón podremos amamantar esta tristeza tan recién nacida?
56
Nadie nos dijo que el dolor nos vencerĂa
57
驴D贸nde encontraremos un lugar para el llanto?
58
驴D贸nde?
59
60
驴D贸nde?
62
驴Acaso no es prisi贸n
63
una puerta que s贸lo puede abrirse desde fuera?
64
ÂżY no es mĂĄs cierto
65
que tambi茅n es prisi贸n
66
poder abrirla s贸lo desde dentro?
67
68
Y mรกs
69
Poder salir y entrar
70
Dejarla abierta
71
Salir y entrar
72
Dejarla abierta
74
No hubieras debido ponerte as铆. Tu marido estaba nervioso y por eso te peg贸 cuando le dijiste que la camisa estaba sucia
75
Que tĂş no eras la criada de nadie
76
Y te peg贸 m谩s, mientras le gritabas que te ibas a separar de una vez
77
porque a él le dió mucha vergüenza cuando su padre se fue de casa y le horroriza pensar que la vergüenza sería aún mayor si te fueras tú
78
Debiste hacer todo lo que ĂŠl te dijera, que para eso te casaste
79
Cuando lloras de esa manera deberías acordarte de la gente que es más desgraciada que tú
80
de la gente que pasa hambre, o padece enfermedad
81
de quien se le muere un hijo de los de verdad
82
Tendrรกs miedo
83
cuando te acerques al muro y lo araĂąes y sangre tendrĂĄs miedo
84
Y gozarรกs cada instante
85
y querrรกs mรกs
86
Que tus dedos resistan la embestida
87
Otra vez y otra y una hasta que el muro ceda
88
Amor
Afganistรกn (Tierra de los afganos) Lucinda Torre
En algunas ocasiones una tiene la fortuna de participar en proyectos que acaban suponiendo pequeñas lecciones de vida. Esta sensación nos acompañó a todo el equipo a la hora de realizar este vídeo que habla de la situación de profunda injusticia y abandono que sufren las mujeres afganas. Como cineastas no ignorábamos que éste sería un viaje de dolor. El reto era poner nuestra mirada y las herramientas de que disponíamos al servicio de unas mujeres que en estos momentos están sufriendo unos niveles de violencia insoportables. El compromiso que adquiríamos desde ese mismo momento era por tanto moral y nuestro empeño desde el principio fue dar voz a aquellas a las que les ha sido arrebatado todo, a las que cada día se les roba el presente y el futuro ante la indiferencia de una Comunidad Internacional que no ha querido ni sabido cambiar el curso de los acontecimientos. Los derechos de las mujeres en Afganistán son violados sistemáticamente. La ignorancia, los prejuicios y la pobreza mantienen este estado de cosas alimentado por un sistema corrupto y discriminatorio que obedece a intereses económicos y geopolíticos profundamente inhumanos. Cuando estas realidades se traducen en los ojos sin brillo de una niña vendida a un anciano, cuando escuchamos el lamento de mujeres brutalmente agredidas o violadas por hombres que saben gozan de total impunidad, no podemos dejar de pensar en ellas. No podemos dejar de sentir con ellas. No queremos dejar de reconocernos en ellas. Su dignidad como seres humanos es nuestra dignidad, por eso resulta tan necesario tomar conciencia aunque ese acto nos provoque un profundo desgarro. Desde aquí damos gracias a Sapiri por abrirnos las puertas de su corazón y convertirse en la voz de las afganas. Su denuncia y su relato sereno nos hacen sentir que existe una esperanza al final del camino. Gracias también a las mujeres de Milenta por alimentar esa esperanza y recordarnos que esta lucha no debe caer en el olvido.
MILENTA MUYERES AGENCIA ASTURIANA DE COOPERACIÓN AL DESARROLLO