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LA MÁQUINA DEL TIEMPO MUSICAL Navidad en el edén, pasada por agua

NAVIDAD EN EL EDÉN, PASADA POR AGUA

Lic. Jesús Antonio Aquino Rubio

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Sin duda, no será un diciembre más, este será por mucho, uno inolvidable. Con lejanía evidente por causas del Covid, la cena navideña estará limitada para los habitantes del hogar.

Es cierto que siempre se pueden brincar las reglas y hacer más grande la mesa para recibir a otras personas, pero también es cierto que esa es la primera recomendación rota para frenar la pandemia: limitar la cercanía social.

Cada día que pasa, son 24 horas para aprender más de la enfermedad, gracias al trabajo y esfuerzo de los científicos de todo el mundo que trabajan a marchas forzadas para encontrar una cura que le permita a la humanidad su anhelado retorno a la normalidad.

Y para muchos será una Navidad pasada por agua. Al menos en la gran tierra del poeta Pellicer, aunque quizás sea más acertado decir, desde la gran agua del poeta de América.

“Con el agua a la rodilla vive Tabasco. Así dama de abril a octubre la flama que hace callar toda arcilla”. Con esas sabias palabras Pellicer describía al estado del sureste mexicano, que desde épocas inmemoriales ha vivido con las fluctuaciones y desbordes de los generosos ríos que cruzan su territorio, dando a su geografía esa identidad más parecida a un archipiélago.

Pero Tabasco nunca fue tan vulnerable a la creciente de sus ríos como ahora, el impacto de éstos se cuenta históricamente en miles de millones en daños materiales y también vidas humanas. El crecimiento demográfico y urbano desmedido, la ocupación de cuerpos lagunares naturales, la afectación y uso de vasos reguladores para otros fines, el desequilibrio natural causado por la mano del hombre sobre el planeta, la notoria violencia de algunos meteoros, sumado a la falta de conciencia en el uso y control de las famosas presas que regulan y vierten su agua a tierras tabasqueñas, todo eso, más la marea alta ocasionada por las lunas de octubre, según se explicó en alguna ocasión desde la silla presidencial en el año 2007, dan como resultado que el estado, de forma recurrente, siga contando en sus memorias otro tremendo daño por inundaciones.

Para comprender el impacto de una inundación, hay que vivirlo. Porque el daño que produce siempre es general y contundente. No se afecta una casa, una privada o un fraccionamiento, estas inundaciones arrasan repentinamente miles de hogares, destruyendo la infraestructura pública y privada, dañando hospitales, iglesias, centros de abasto, comunicaciones, sistemas de bombeo, de abastecimiento de energía eléctrica, de agua potable, y el flujo de la economía.

Además, acaba súbitamente con la empresa, con la industria, con el patrimonio familiar, los enseres del hogar consumidos por el agua, libros, ropa, fotos, álbumes, recuerdos, zapatos, documentos, vehículos, electrodomésticos, impactando de forma inevitable la frágil y vulnerable economía de miles de familias cuyos ingresos habían sido reducidos considerablemente por los meses de pandemia. La frase “llueve sobre mojado cobra sentido”.

Las deudas presentes en todos los hogares, repentinamente se volvieron impagables, al crecer éstas a un ritmo mucho más elevado y alto que los ingresos de sus deudores, quienes además deberán volver a empezar para reconstruir el hogar, invirtiendo de nuevo en los enseres necesarios para vivir, con la incertidumbre y el temor de que puedes volverte a inundar en cualquier momento, ya sea porque así lo decidieron al abrir las válvulas de las presas, ya sea porque repentinamente llovió en dos o tres días, lo que en otros estados llueve durante todo un año.

Los tiempos modernos, la tecnología y la ciencia, parecen haber sucumbido ante la falta de voluntad política para concretar los famosos planes gubernamentales para terminar con el problema, pues siempre que sucede una inundación, salen a relucir causas y culpables, para concluir con una posible solución permanente, misma que parece no poder concretarse nunca, la esperanza es que ello no se repita de nuevo.

El bautizado en su momento como Plan Hídrico Integral para Tabasco, la solución para que Tabasco no volviese a inundarse, elaborado a raíz de la inundación de 2007, no ha logrado concluir, teniendo en su espera el largo trayecto del intestino burocrático de todos los niveles de gobierno, con señalamientos muy graves de corrupción en el manejo de sus tiempos y recursos.

El actual presidente de la república, de origen precisamente tabasqueño, ha realizado su propuesta de solución definitiva, y es la cuarta en cuatro sexenios, intentado blindar de estas catástrofes al estado que según el compositor Pepe del Rivero, fue un edén.

“Lo que muere y lo que vive, junto al agua vive y muere. Si en lluvia el cielo así lo quiere, moje su noche en aljibe”, escribió Pellicer en su poema titulado “Cuatro cantos de mi tierra”, y no puede describir mejor la realidad en la cual se ha forjado desde tiempos inmemoriales, la estirpe y espíritu de los tabasqueños, desde los olmecas hasta nuestros días.

Pero el sol regresará, y los tabasqueño se recuperarán, y saldrán adelante, y con orgullo contarán a sus hijos y nietos, lo que a ellos contaron sus abuelos y tatas, los detalles de cómo lograron, a pesar de sendas inundaciones, esforzarse para reponerse y, haciéndose uno con la pluma emblemática de su hijo pródigo, rezarán: “agua de Tabasco vengo, y agua de Tabasco voy. De agua hermosa es mi abolengo; y es por eso que aquí estoy dichoso con lo que tengo”.

Esta navidad invitará sin duda a la reflexión, 2020 es un año que nos deja lecciones de todo tipo, y han sido las circunstancias las que nos han orillado a dejar los banales y superfluos automatismos de lado, y volver la vista a la naturaleza, a nuestro interior, a reflexionar sobre lo que debemos mejorar como personas, con nuestro entorno, para ser humildes y solidarios con los más necesitados, a reencontrarnos con nuestra verdadera misión de vida, un poco más allá del cubrebocas, y del peinado en la selfie para redes sociales.

“No se afecta una casa, una privada o un fraccionamiento, estas inundaciones arrasan repentinamente miles de hogares, destruyendo la infraestructura pública y privada, dañando hospitales, iglesias, centros de abasto, comunicaciones, sistemas de bombeo, de abastecimiento de energía eléctrica, de agua potable, y el flujo de la economía.”

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