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Mujeres en la Historia MARÍA TELKES PIONERA DE LA ENERGÍA SOLAR
Es una de las citas más célebres de María Telkes (1900-1995), una química física húngara, nacionalizada estadounidense, que dedicó su vida a la ingeniería de desarrollo de tecnologías de energía solar. Diseñó, entre otras cosas, el primer desalinizador solar de agua de mar, el primer sistema de calefacción solar y el primer horno solar.
Mária Telkes nació el 12 de diciembre de 1900
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(Continúa en la pág. 13) en Budapest, Hungría. Fue la mayor de ocho descendientes que tuvieron Aladar y Mária Laban de Telkes, de origen judío. Se licenció y doctoró en Química Física por la Universidad de Budapest, donde también comenzó a trabajar como profesora. Cuando apenas llevaba un año en el puesto, en 1925, emigró a Estados Unidos para desarrollar su carrera profesional allí.
Los primeros años los pasó investigando las conexiones eléctricas de las células de organismos vivos. En Cleveland desarrolló su primera invención: un dispositivo fotoeléctrico que registraba las ondas cerebrales. Gracias a ese trabajo, Telkes sería nombrada en 1934 por The New York Times, junto con otras diez mujeres de diferentes áreas, como una de las once mujeres más relevantes en los EE.
UU.
Una vez consiguió la ciudadanía estadounidense, comenzó su carrera como ingeniera de desarrollo. En 1940 fue contratada por el Massachusetts Institute of Technology (MIT), entonces situado en Boston, como investigadora en un proyecto de conservación de energía solar. Su objetivo era diseñar un sistema de calefacción para el hogar que no dependiera de combustibles fósiles, sino únicamente de energía solar. Sin embargo, su plan tuvo que ser aplazado por el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.
Kit portátil de desalinización del agua
En el tiempo que duró la guerra, la científica puso sus conocimientos al servicio del Gobierno. En 1942 diseñó el prototipo de un sistema solar portátil capaz de desalar agua de mar y obtener agua apta para el consumo. Este dispositivo evitaría que muchos pilotos y marinos varados en el Pacífico durante la guerra murieran por deshidratación. Su invento, patentado,
(Viene de la pág. 12) (Continúa en la pág. 14)
(Viene de la pág. 13) que consistía en un purificador plegable hecho con una película de plástico transparente, se convertiría con el tiempo en parte esencial de los kits estándar de emergencia militar.
El evaporador también fue construido a gran escala para complementar la demanda de agua de las Islas Vírgenes del Caribe, cuyas fuentes de agua dulce se secaban en algunas épocas del año.
Calefacción solar
Tras la guerra, María, volvió a centrarse en su trabajo como ingeniera de desarrollo. Sus esfuerzos se centraron en cómo capturar, almacenar y convertir la energía solar de modo que pudiera sustituir el uso de combustibles fósiles.
La casa solar, construida en la ciudad de Dover, Massachusetts, era una vivienda de dos dormitorios, totalmente funcional. Desde fuera parecía cortado por la mitad para crear la forma de una cuña. Dieciocho ventanas bordeaban el lado sur del segundo piso. Lo novedoso del inmueble era que detrás de las ventanas se ocultaban paneles de vidrio y metal que atrapaban el calor solar de la siguiente manera: la energía térmica pasaba a través de las ventanas y calentaban el aire dentro del vidrio; el aire calentado pasaba luego, a través de una lámina metálica, a otro espacio aéreo; desde allí, varios ventiladores trasladaban el aire caliente a compartimentos de almacenamiento de calor llenos de sal de Glauber (sulfato de sodio y decahidrato), un químico que captura la energía al derretirse con el calor y la libera al recristalizarse con el frío; como estos compartimentos se encontraban entre las paredes, calentaban la casa a medida que la sal se enfriaba.
Horno solar y otros dispositivos
María prosiguió sus investigaciones sobre energía solar en el New York University College of Engineering. Allí, continuó trabajando en desalinizadores, sistemas de calefacción y hornos solares. Sus hornos solares eran baratos, simples y fáciles de construir. En 1954, la Fundación Ford concedió a Telkes una subvención de 45.000 dólares para que fabricara hornos solares que pudieran usarse en países en vías de desarrollo. Debían cumplir dos condiciones: alcanzar los 175 ºC y ser fáciles de usar. El diseño de Telkes, capaz de alcanzar los 205 ºC, ha perdurado hasta la actualidad, siendo los hornos solares convencionales muy similares a los que ella diseñó entonces.