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Antonio S. Deza G HACE TANTO TIEMPO AYER Chileno
De La Cima de mi Huella 2da. Edición 1992
Buscamos tu mirada, tu risa y tu pena en las calles, parques y recreos…, y, sólo estás en el recuerdo de lejanos y amargos noticieros.
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Te buscamos, y te reencontramos en dolorosos senderos del alma y te vemos, en esta visión latente…
En las distancias de los tiempos existes impreso en nuestra sangre, como hermano…
Te hemos visto en mil amaneceres empinado en las cumbres más altas de los Andes atisbando a hurtadillas la esquina de tu barrio.
Y cada atardecer te vemos bebiendo en paz las puestas de sol frente al azul libre de nuestro Océano Pacífico…
Te vemos crecer, respirando el aire limpio de la nueva libertad ganada…
Pero…, en el girar de la rueda del molino nos falta la fuerza de tu músculo. En septiembre, nos falta la gracia de tu danza… En navidad, se siente la ausencia de tu inocente alegría… Y a las doce, en la noche de Año Nuevo nos faltan tus promesas y tus lágrimas inundando el futuro de esperanza.
¿Sabes? Seguimos cargando a puro lomo grandes necesidades y los mismo defectos tan nuestros; pero…, te lo juro, aunque no lo creas…, día a día intentamos ser mejores.
Sinceramente la verdad te digo, algo hemos logrado, al menos hemos aprendido, a sentir en carne propia el dolor de la ausencia del hermano.
Este es un ruego. Te imploramos: No pierdas el orgullo de ser…, lo que jamás podrás dejar de ser.
Niño ausente: Yo te escribo desde Magallanes. Hace tanto tiempo que te fuiste, y parece que fue ayer.
Cada noche junto a una oración, hemos embarcado nuestra alma en esa luna errante. Y de corazón y pensamiento en las más largas mareas y en los cuatro vientos, noche a noche y cada uno de los días dejamos en libertad los sueños marineros, y así lleguen donde estés navegando en limpias aguas movidos por sinceras brisas antárticas convertidos en añoranzas y amarren firme en tu puerto y anden en el brillito titilante de las húmedas estrellas de tus ojos… Noche a noche, hemos deseado de todo corazón que esas fuerzas te traigan de regreso cuando quieras a esta tierra chilena, patria tuya que como una madre, por tu abrazo espera.
No sabemos en qué crees hoy…
Han sido hirientes y mutilantes estos largos años, pero aún así, los hoy somos viejos, ya de alma en cana, rogamos a Nuestro Dios la bendición de escucharte exclamar a voz en cuello:
¡Viva Chile en el alma nuestra!... Y en respuesta desde esta Tierra Austral, al sur de tu corazón se encenderán los rojos arreboles en la paz de mil atardeceres, y por tus sienes nevadas rugirán los vientos del austro, reclamando tu presencia.