MIÉRCOLES 5 DE FEBRERO DE 2014 / AÑO 4 N° 142 / DEMOCRACIA
EXCLUSIVO: INFORME SOBRE NARCOTRÁFICO EN ROSARIO II
CIUDAD DEL CRIMEN Ante el desmanejo del estado provincial, los homicidios alcanzaron la tasa más alta del país y siguen multiplicándose. Los muertos, casi todos jovenes de barrios populares, son utilizados por bandas narco y por la policía, que muchas veces es parte de la misma maquinaria. Crónica de un lugar donde no existe la Justicia. Por Maxi Goldschmidt
¿NARCOCRIMINALIDAD?
iento de slae Si el crechim micidios tasa de eone, habrá manti amente cien aproximtoads más que el muer úmero del históricosando (264). año pa
La misma policía que investiga y detiene es la que maneja el negocio de la droga en los barrios.
Lepratti, que también fue asesinado por la polícia, está bien presente en Rosario.
El juicio oral y público por el triple crímen del barrio Moreno aún no tiene fecha de inicio.
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ientras estás leyendo esta nota, una familia está velando a un joven en Rosario. En lo que va del año en esa ciudad se cometieron 34 crímenes. A ese ritmo la estadística duplicará a la del 2013, cuando las 264 muertes marcaron la tasa más alta de homicidios en la historia rosarina. ¿Qué es lo que está ocurriendo allí? “Democracia” viajó a Rosario para hablar con quienes todos los días le ponen el cuerpo a esta realidad que básicamente afecta a los sectores más vulnerables. Todos coinciden en el diagnóstico: un estado ausente y una policía artífice o cómplice de todo tipo de delitos. “Los policías van a tomar mate a los búnkers”, cuenta el cura Edgardo Montaldo, que tiene 83 años y desde hace 46 es uno de los referentes sociales del barrio Ludueña, uno de los más pobres en la periferia rosarina. “Y de los más organizados”, apunta quien prefiere que en vez de “padre” lo llamen por su nombre. Lejos de la institucionalidad de la Iglesia, el también llama a las cosas por su nombre. Y cuenta lo que ve todos los días. “Hay muchas muertes, muchos chicos armados. En general se busca el chico que termina séptimo grado y está preparando su viaje de egresados. Sobre todo encuentran a los chicos más pobres para usarlos”, dice sobre los “soldaditos”, como se denomina a los adolescentes contratados por las bandas narco. Muchos de ellos son encerrados durante jornadas de doce horas o más dentro de un “búnker”, otra de las palabras que lamentablemente ya se hicieron cotidianas. “Por ahí cierran un búnker, pero al rato se abre otro al lado”, dice con resignación Montaldo. La intendenta de Rosario, Mónica Fein, le tiene prometida una reunión. El sacerdote se la pidió hace un tiempo, cansado de que le maten a los pibes. Hace unas semanas tuvo que salir a la vereda a recoger el cuerpo baleado de Gabriel Aguirre, de 13 años. Los ojos celestes de este cura salesiano en los últimos tiempos se acostumbraron a esas imágenes del horror. “Cuando yo llegué acá esto era como un cielo, no estaba esta plaga de la droga que ahora está tan extendida y que ha invadido todo. El otro día, acá enfrente del jardín aparecieron muertas cuatro nenas que yo había bautizado. Al igual que el padre, de quien quisieron hacer creer que las había matado y después se suicidó. Pero no, todos sabemos que los asesinaron. Son tantos los hechos”, suspira Montaldo, que también cuenta que más de una vez “la policía mata a los chicos a sangre fría”. Por eso quiere entrevistarse con la intendenta, a quien le pedirá “presencia en el barrio.
n uy difícil e “Hoy es ms: tenés que los barrioontra la familia luchar co o la bandita narc e ocupó ese narco, qcuio que dejó espa stado”. el E
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Enrique Font, profesor de criminología de la Universidad Nacional de Rosario.
En los barrios más pobres de Rosario la ausencia del estado permite que las bandas narco manejen todo.
Los “búnker” o “kiosquitos” se cierran o se demuelen, pero a los 20 minutos se abre otro.
El padre de Trasante, un hombre marcado por la pérdida de sus hijos.
Nosotros hablamos de tres ejes: encarnación, ecumenismo y vasos comunicantes. Encarnación porque vos tenés que conocer el lugar y la gente, venir, interesarte. Pero no solo una vez al año. Por eso yo no acepto la visita de los políticos cuando están en campaña. Después ecumenismo, porque no nos interesa si alguien es católico o no. Lo importante es trabajar con todos, sin hacer distinciones. Y el tercer punto son los vasos comunicantes. Trabajar de manera colectiva. Ahora, por ejemplo, entre todos se está preparando la fiesta de Pocho”. Pocho es Lepratti, el “Ángel de la bicicleta”, otro luchador social, otro vecino del barrio que fue asesinado por la policía, en diciembre de 2001. “Para cualquier pibe hoy es más fácil conseguir un arma que una entrada para la cancha. Un arma se
“Para cualquier pibe hoy es más facil conseguir un arma que una entrada para la cancha. Y así los problemas ahora se dirimen a los tiros”
consigue muy fácilmente en esta ciudad y los problemas se han empezado a dirimir a los tiros”. El “Pitu” Salinas es vocero y referente del Movimiento 26 de Junio del Frente Popular Darío Santillán, una organización social que realiza un gran trabajo territorial en diferentes barrios. Sabe bien de lo que habla. Por estas horas el barrio Moreno, donde milita desde hace años, está de luto por el crimen de Jairo Trasante, el hermano de 17 años de Jeremías. Jere, Mono y Patom fueron asesinados en una canchita de fútbol por una banda narco que ingresó al barrio. Eso fue el 1º de enero de 2012 y gracias a la lucha y al compromiso de sus compañeros, familiares y vecinos, se logró a través de ese caso visibilizar lo que venía pasando: “Habitamos una provincia en la que está bastante enquistado el narcotráfico, que la corporación policial está totalmente entregada al delito, que no es diferente a lo que pasa en otras provincias como en Buenos Aires por ejemplo, pero evidentemente acá hay un desmanejo que ha llevado a cifras muy altas de homicidios. No sólo es difícil luchar contra el narcotráfico en los barrios. También es difícil luchar contra el gobierno provincial, que intenta entablar una retórica de lucha contra el narcotráfico”, describe Salinas, quien pasa a relatar
las medidas que tomó el gobierno santafesino a partir del triple crimen del barrio Moreno: “Lo primero que hicieron fue, durante un año, ir a los barrios pobres con una topadora. Obviamente llevaban a los medios, venían las cámaras y mostraban cómo tumbaban el ‘kiosquito’. Agarraban al pibe de 13 años, un pobre perejil, inimputable, que lo tenían encerrado vendiendo durante 12 horas, el último eslabón en la cadena de mando. Esa era la forma de combatir el narcotráfico. Todos veíamos que enseguida se abría el ‘kiosquito’ a 20 metros. Seguían estigmatizando a las víctimas. Por eso denunciamos que estaban territorializando el narcotráfico, estaban diciendo que después de la avenida, en los entornos periféricos, se delibera y se ejecuta el narcotráfico. Nosotros lo que decimos es que si hay cálculos que dicen que los dividendos del narcotráfico en esta ciudad son de 2.000 millones de pesos por año –un tercio del presupuesto municipal–, que nos digan dónde está ese dinero. En barrio
Las Flores no está, en barrio Tablada no está, en barrio Moreno tampoco. Tiene que estar en otro lado. Tanto edificio en el centro, tantos autos de alta gama y las concesionarias que se multiplican”. A lo que hace referencia Salinas es a lo que llaman la “marca Rosario”, una política que buscó consolidar la ciudad de cara al río, que generó un boom inmobiliario a partir de las divisas generadas del agronegocio. “Eso fermentó el caldo de cultivo de una economía muy especulativa financiera, inmobiliaria, lo que generó que economías delictivas puedan encontrar en estos rubros la manera de canalizar y blanquear los enormes dividendos que iba dejando la economía informal del narcotráfico. Eso se pronunció de diez años a esta parte”, analiza el “Pitu”, quien agrega que “paralelamente a esto, el estado municipal, que otrora tenía políticas públicas de asistencia social bastante fuerte en los barrios, con presencia y contención, fue retirándose paulatinamente. Hoy por hoy, lo único que queda más o menos
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El vecino lo único que ve no son morochos disparándose de un lado al otro. El vecino lo que ve también es al comando radioeléctrico todos los días levantando la recaudación en los ‘kiosquitos’. Eso es lo difícil de denunciar”.
Edgardo Montaldo tiene 83 años. Es sacerdote y hace 46 años trabaja con los pobres en las villas de Rosario.
con presencia estatal en los entornos periféricos de la ciudad son los dispositivos de salud de atención primaria, que es bastante interesante pero que se vio seriamente desbordado para afrontar problemáticas tales como generaciones de pibes que no tenían ninguna contención de tipo estatal. Pibes que a los 14 años te dejaban la escuela, que no encontraban ninguna inserción en el mercado de trabajo, pibes que no tenían otra forma de construir identidad, o se sentían muy atraídos, por la violencia. O sea formando parte de una barra brava o siendo ‘soldaditos’. Ser ‘soldadito’ en el barrio genera un respeto que es muy difícil arrebatárselo. Un pibe de 14 años, con un arma, parado en una esquina diciendo quién pasa y quién no. Tiene los 400 pesos por día, pero es mucho más grave y profundo que eso. Más que una salida dineraria, encuentran una salida identitaria. Nuestra batalla más estratégica en los territorios es esa. Ir por los pibes y tratar de generarle espacios en donde puedan construir su identidad y donde puedan pensar un futuro distinto”. Está claro que no es una tarea sencilla, pero no son pocos los que día a día luchan en los barrios contra esta realidad. Con organización, con talleres, con la creatividad de la gente, con militancia y con com-
s on muerto “Cuandopsobres de los los pibess, la policía lo barrio o ‘homicidio define cogmico’; algo así ecoló e ‘se maten como que ellos’”. entr promiso. Sin embargo, lejos de las visiones miopes y sensacionalistas que suelen tener los grandes medios, los que caminan a diario los barrios saben más que nadie las consecuencias que provoca la ausencia del Estado. “Es muy difícil, es algo contra lo que renegamos mucho pero es real y claro. Otrora uno luchaba en el territorio contra el puntero del PJ; digamos que ese era tu enemigo declarado en el barrio y uno intentaba generar algo distinto. Hoy tenés que luchar contra la familia narco o la bandita narco, que ocupó ese espacio que dejó el Estado. Porque la realidad es que hay muchas familias vinculadas al narcotráfico que ocuparon ese rol de asistencia social, que proveen desde alimento seco a copas de leche”, describe Salinas, que bien sabe lo peligroso que es recurrir a una comisaría o un juzgado: “Si denunciás, al que tenés que denunciar es al comisario de la seccional del barrio en el que vivís.
La maldita policía santafesina “No hay una sola actividad delictiva en la que la policía no promueva, permita, gerencie o habilite. Los policías siempre están vinculados en todos los delitos posibles”, denuncia, con los datos chequeados en la mano, Enrique Font, profesor titular de criminología de la Universidad Nacional de Rosario. “Hay un clásico. La comisaría de la jurisdicción recauda la cifra más chica, unos 6 mil pesos por semana. La dirección de Drogas también pasa por los puntos de venta y se lleva entre 18 y 20 mil pesos por semana. Y después tenés al comando radioeléctrico, los móviles, que arreglan una suma fija que ronda entre los 6 y 10 mil pesos semanales. Debe haber entre 200 o 300 puntos de venta de droga en Rosario, así que hacé la cuenta de lo que se lleva la policía”, dice Font sobre estas cifras escalofriantes que también se extienden “al robo y desarmadero de automotores, a la explotación sexual y a la venta de armas”, todos los negocios que maneja la policía santafesina. Lo que cuenta este criminólogo es el resultado de un trabajo de campo que, desde su cátedra, hace años se realiza en los barrios de Ludueña, Tablada y Las Flores, los más postergados. Allí la policía hace y deshace a su antojo. Con total impunidad. Incluso muchos de los delitos se descubren casi de casualidad. “Cada vez que hay una escucha por una causa que no tiene nada que ver con una cuestión policial, lo que surge es la extorsión de la policía, es común escuchar a un policía decir ‘si no me traes el arma te armo una causa y vas adentro’. Esto es sistemático. Cuando hablás con gente vinculada al delito te lo cuenta. Siempre que hay dinero, está metida la policía. Y con mucha creatividad”, remarca Font, quien también revela otro modus operandi de los uniformados: “Suelen mensualizar a los homicidas. Les dicen ‘tengo todos los elementos para incriminarte y que vayas preso. Si me pagás tanto todos los meses, te dejo en libertad. Este es otro de los clásicos. Y le sacan más o menos plata, según la capacidad contributiva del homicida. Por eso no se puede cerrar hablando de narcocriminalidad, es una situación muy cómoda hacerlo. La de Santa Fe es una de las policías más violentas, más ineficaces y más corruptas. Y hay un gobierno que de-
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“Basta de enterrar pibes pobres” Por Gustavo Elías Ganon *
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ace dos años, luego del asesinato de tres militantes sociales del sur de Rosario, no fuimos pocos los que intentamos llamar la atención sobre el crecimiento sostenido de la violencia en la periferia de la ciudad, que colocaba a Rosario dentro de las 100 ciudades más violentas del mundo, con un índice superior al Gustavo Ganon. de Miami y equivalente al de Chicago. El indicador es mucho más alarmante si se georreferencian las muertes en relación a la zonas vulnerables de la ciudad. En tal caso, la tasa de muertes violentas cada 100.000 se acerca bastante a la de las ciudades más violentas del cono sur (Medellín, San Pedro Zula, Salvador, Guatemala, Río de Janeiro, etc.), en las que las guerras por el control territorial son tan habituales como extremadamente cruentas. Sin embargo, desde el triple crimen hasta la fecha el gobierno provincial no ha hecho mucho más que dedicarse a relatar como un cronista la sucesión de muertes y a transferir supuestas culpas al Gobierno nacional. Mientras tanto, nada se hace para controlar la autonomía policial ni para exigir a la Justicia provincial que tome a su cargo las investigaciones y castigue a los responsables. En oposición al necesario control político de la policía y a exigir respuestas del Poder Judicial, el Ejecutivo no para de avalar cualquier comportamiento policial ilegítimo y el corporativismo judicial provincial al que tanto solía criticar. Como consecuencia de esa actitud de expectación y no de acción, son numerosas las familias pobres que continúan enterrando a sus seres queridos y clamando justicia. Ayer en la madrugada, mientras escribía esta nota, la violencia letal enlutó nuevamente a la familia de uno de los tres jóvenes asesinados en 2012. La familia Trasante, que desde hace dos años lucha para lograr juicio y castigo por la muerte inocente de unos de sus hijos, vuelve a sufrir las consecuencias de la desidia, desapego y negligencia, de la negación gubernamental y judicial. *Defensor general de Santa Fe y profesor de criminología.
cidió no reformarla, dejarla que se maneje de manera autónoma. Esta gestión pasó de 27 funcionarios a 90, todos militantes partidarios pero sin experiencia en la materia. Probablemente sean buena gente pero no tienen idea, desconocen. La decisión política es ‘con la policía no me meto’. Eso también explica la tasa de homicidios”. Ese es otro de los puntos críticos, que sirve para el diagnóstico: Rosario tiene la tasa más baja de esclarecimiento de homicidios. En general, en Argentina alrededor del 80 por ciento de los homicidios se esclarecen. Sin embargo en esta ciudad la tasa es menor al 40 por ciento. “Esto es gravísimo –expresa Font–. Entre la corrupción policial y la connivencia judicial, los crímenes no se resuelven. No hay sospechosos. Cuando son muertos los pibes pobres de los barrios, la policía lo define como ‘homicidio ecológico’, algo así como que ‘se matan entre ellos’. Pero
la política también lo entiende así, porque no le dan pelota. El asesinato de un kiosquero produce un boom mediático, pero 200 pibes que se matan en un barrio no le importan a nadie”. Pese a todos estos datos escalofriantes, Font explica que la mayoría de esos jóvenes “fluctúan entre una cotidianeidad no delictiva y una delictiva. Y esa es una clave para afrontar el problema desde una política de Estado. De vez en cuando ese joven trabaja y ahí hay una oportunidad de reinserción social riquísima. Lo tenés ahí. Pero al negar el fenómeno y no reconocer que eso está ocurriendo, se está perdiendo esa oportunidad. No digo que la narcocriminalidad no haya producido un alto porcentaje de homicidios ni que no haya generado un montón de tensiones, pero eso no alcanza para explicar los altos números que se dispararon en los últimos años”.