despues de la teoria

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a menudo la posición de la que proceden las ideas con más intensidad creativa. Es una posición que está repleta de recursos, cuando no indolora siempre. Basta pensar en los grandes nombres de la literatura británica del siglo xx, casi todos los cuales se desenvolvieron entre dos o más culturas nacionales. Posteriormente, esta ambigiedad de postura habría de ser heredada por los nuevos teóricos culturales «franceses».No muchos de ellos eran de origen francés, y entre estos no muchos eran heterosexuales. Algunos eran de Argelia, otros de Bulgaria, y otros más de Utopía. No obstante, a medida que fue transcurriendo la década de 1970 empezaron a llegar del fso unos cuantos de estos antiguos radicales. Se había inaugurado la travesía hacia los despolitizados años ochenta y noventa.

El camino hacia el posmodernismo

A medida que las contraculturales décadas de 1960 y 1970 se fueron convirtiendo en los posmodernos años ochenta y noventa, la pura irrelevancia del marxismo iba pareciendo más llamativa. Porque ahora la producción industrial parecía estar realmente en la vía de salida, y junto con ella el proletariado. El boom económico posterior a la guerra se desvaneció ante la cada vez más intensa competitividad internacional que obligó a reducir las tasas de beneficio. Los capitalismos nacionales luchaban por mantenerse en pie en un mundo cada vez más global. Estaban menos protegidos que antes. Como consecuencia de la disminución de los beneficios, el sistema capitalista en su conjunto se vio obligado a sufrir una dramática reforma. La producción se exportó a los lugares con bajos salarios, de los que a Occidente le gusta pensar ingenuamente que son el mundo en vías de desarrollo. El movimiento obrero fue atado de pies y manos, y fue obligado a aceptar humillantes restricciones en sus libertades. La inversión se desplazó del sector de las manufacturas industriales al de los servicios, las finanzas y las comunicaciones. A medida que los grandes negocios se convertían en negocios culturales, cada vez más dependientes de la imagen, el envoltorio y la exhibición, la industria cultural iba convirtiéndose en un gran negocio. Sin embargo, desde el punto de vista del propio marxismo la ironía estaba clara. Los cambios que parecían consignarlo al olvido eran aquellos que se había dedicado a explicar. El marxismo no era superfluo porque el sistema hubiera alterado su papel; cayó en desgracia porque el sistema era más intensivo que nunca. Quedó sumido en la crisis; y era el marxismo sobre todo el que había dado una explica-


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