«¿Qué hay en Bornos? Un señor. Cinco arrendatarios. Mil quinientos jornaleros con sus familias, hasta siete mil almas». Así retrató el pedagogo Luis Bello la estructura social de este municipio que durante el primer tercio del siglo XX presentaba uno de los mayores índices de latifundismo en la provincia de Cádiz. Cuatro quintas partes de su término, cerca de cuatro mil hectáreas, pertenecían a una casa nobiliaria. Una brutal concentración de la propiedad que condenaba a la mayor parte de la población a la condición de jornaleros sin tierra. Los trabajadores bornichos, atraídos por el republicanismo, socialismo y anarquismo, se organizaron en sociedades con nombres simbólicos como La Fraternidad, La Constancia o Luchar es Vida. Quisieron emanciparse, liberarse de la esclavitud de la tierra, mejorar sus condiciones de vida y trabajo. Por el camino del reformismo o por el de la revolución social.