MI ABUELO LUCAS CALVO ARIAS
MI ABUELO Hola, me llamo José, nací en 1936, justo cuando empezó la Guerra Civil Española. Nada más nacer yo, mi padre se fue a la guerra y no volvió hasta 1939. Un año después nació mi hermano, uno de los seis que tuve, pero bueno, empezaré por el principio. A los cinco años de nacer, me mandaron a la escuela, donde malamente aprendí a leer y escribir, pues eran tiempos duros y sólo pude ir un año, ya que al siguiente me tuve que ir a cuidar cabras a la dehesa. Estuve cuidando cabras hasta los trece años. Después me mandaron a cuidar cochinos del hombre más rico del pueblo por apenas unas pesetas, durante tres años hasta que empecé a trabajar en el campo. Una tarde lluviosa, mientras cuidaba las cabras, una de ellas parió. Yo tenía siete u ocho años, y tuve que cargar con el chivo hasta mi casa. Por aquel tiempo nació un hermano enfermo, que daba mucho trabajo a mi madre, así que cuando yo salía a jugar, me obligaba a llevármelo. Para tenerlo entretenido, cogía un pañuelo, le ponía azúcar dentro y lo enrollaba para que él lo chupara. Lo sentaba en un canchal y me iba a jugar. Cuando volvía para llevármelo a casa me lo encontraba rodeado de moscas, pues venían al azúcar.
Como mi familia no tenía terrenos pero si muchas bocas que alimentar (pues éramos diez en casa) comencé a trabajar en el campo, de sol a sol por nueve pesetas el jornal. Yo, sólo me llevaba al campo para comer un mendrugo de pan y un trozo de patatera, que era lo que mi madre se podía permitir darme. Una vez, fui a pedirle el jornal a la “tía Teruela” que era la dueña de los terrenos dónde yo trabajaba, y la tía roñosa me dijo que cogiera dos kilos de naranjas ácidas como pago. Yo le dije que ni hablar, que las naranjas se la iba a comer ella, así que me fui a casa y por la tarde tuvo que ir mi madre a pedirle perdón para que yo pudiera volver a trabajar de nuevo al día siguiente. Años después me casé, tuve que seguir trabajando en el campo pero por poco tiempo, pues encontré un trabajo para construir una central hidroeléctrica. Cuando se terminaron las obras, yo tenía dos hijos, una chica y un chico. Me planteé buscar un futuro mejor, así que me fui a Alcalá de Henares, dónde tenía una hermana que me dijo que allí había trabajo en la industria. En Alcalá comencé a trabajar en una fábrica de plásticos hasta mi jubilación. En esa fábrica también trabajaban dos de mis hermanos, el pequeño al que yo sacaba a jugar y otro. En la
fábrica hacíamos de todo lo que ahora se hace en China, así que ha desaparecido. Ahora vivo tranquilo y feliz de estar aquí, aunque todavía rememoro los tiempos de cuando vivía en el pueblo, al que no he dejado de ir todos los veranos, pues allí están mis raíces. Voy con mis nietos y nietas que ahora son mayores y me preguntan cosas de mi infancia, sobre todo mi nieto que ahora está escribiendo una historia sobre mi vida, espero no haberme dejado nada importante. Yo, nieto de José, disfruto de su compañía, porque su charla es grata y aprendo de los consejos que él me da. Admiro su lucha en la vida y el afán de superación. Creo que las nuevas generaciones le debemos mucho a nuestros mayores y no se lo agradecemos lo suficiente. Sirva este relato para dar las gracias a todos los abuelos que lucharon para que nosotros podamos vivir mejor en la actualidad.