DEFENSA DEL TERRITORIO MAYA
Artistas, poetas, filósofos y activistas, cada uno desde su trinchera, reflexionan sobre lo esencial que es proteger la selva maya.
Artistas, poetas, filósofos y activistas, cada uno desde su trinchera, reflexionan sobre lo esencial que es proteger la selva maya.
Shilaa’, en lengua Ndee (Apache), significa “Mi Mano”. ¿Y qué busca esta revista-mano? Devolver los espacios a nuestros Pueblos Indígenas, pero no sólo los espacios físicos, geográficos o materiales: aquellos suelos que con justa razón tienen que ser restituidos en lo inmediato. No. No sólo eso. Esta mano busca entre sus páginas devolver también el espacio simbólico y cultural que se abre en la inmensidad del imaginario social. Esta mano, mi mano, nuestra mano, busca recobrar los espacios del arte y la cultura desde una trinchera que tiene como protagonistas a los pueblos originarios de distintas latitudes en México. Esta mano desea generar un público que se interese por nuestras raíces, pero no desde una postura paternalista y folclórica, sino desde una actitud combativa que haga eco y promueva la vitalidad de cada comunidad. Esta mano escribe, dibuja y toca y toma con todos sus dedos.
En este primer número hemos decidido dedicar la edición a las reflexiones derivadas de la defensa del territorio en la península maya, justo ahora que hacen tanta falta, ahora que la agenda federal busca favorecer los megaproyectos que tienen como objetivo el despojo y el espectáculo de la simulación, ofreciendo resoluciones a muy corto plazo. Como dicen los hermanos de Múuch’ Xíinbal en su pronunciamiento, el mal llamado “tren maya”, por ejemplo, no resuelve nada en las comunidades y que por el contrario defenestra nuestro mayor patrimonio humano, los ecosistemas y la cultura que se halla en el trayecto de este absurdo capricho turístico. Aquí, pues, el trabajo artístico, filosófico, activista, poético y literario de varios colaboradores que piensan en verdaderas acciones para defender el territorio.
El universo creativo de las culturas originarias en México pasa por un gran momento. La música, el cine, la literatura actual dan cuenta de ello. Sin embargo, es en el arte gráfico donde podemos observar, además de la reutilización de elementos que remiten al origen de nuestra cultura, una visión crítica sobre cómo se ha ido conformando la identidad nacional. Partiendo del presente, las propuestas que aquí presentamos ofrecen, envueltas en belleza formal, reflexiones sobre quiénes somos y de dónde venimos.
Por Iván Ballesteros RojoCargada de una ironía crítica capaz de resemantizar los estereotipos de la sociedad mexicana actual, Andy Medina (Oaxaca) es uno de los artistas contemporáneos más incisivos de su generación. Una de sus obras más relevantes, “Lii Qui Gannalu´”(Tú no sabes en lengua zapoteca), cuestiona la propia ignorancia del espectador normado, llevándolo a reflexionar sobre sus privilegios capitalistas en un país colonizado no sólo por una lengua extranjera, sino por una forma de vida que se distancia y desconoce los símbolos originales de su propio territorio.
El sistema que hemos aceptado como regulador de nuestra existencia social, advierte Medina, es una trampa que envuelve a la personalidad del individuo como un producto más del mercado. Uno colocado, sin siquiera cuestionar el movimiento,
en el aparador más sinuoso (y exitoso) del mercado global: su propia obediencia. Rendir tributo es una instalación que remite a un universo de intercambios monetarios más que de diálogos formativos. Un universo donde las marcas que nos rodean se convierten en etiquetas que definen los rasgos más reconocibles de los colectivos sociales.
La obra de este creador, con formación en la Escuela Nacional de Pintura, Grabado y Escultura “La Esmeralda”, ha sido expuesta en los foros más relevantes del país. Formó parte de la exposición “Los huecos del agua”, arte actual de pueblos originarios, el cual tuvo lugar en el Museo Universitario del Chopo en 2019.
Imágenes > Cortesía del autor
Por muchos años, Fernando Palma Rodríguez se desempeñó como ingeniero en fábricas de producción de México y Londres. Después de ser testigo de la precariedad y accidentes, a los que eran propensos los trabajadores, decidió estudiar historia del arte, lo que abrió en él puertas a un universo nuevo de representación. Uno donde las máquinas y la tecnología, destinadas a procesos de producción, ahora estaban al servicio no del capital, sino del rescate de las cosmovisiones del pueblo nahua, del cual tiene ascendencia.
Las máquinas que diseñaba para complejos industriales, que en varios sentidos han servido como brazos del colonialismo capitalista, comenzaron a adquirir funciones narrativas. Contar historias de levantamientos zapatistas, atrocidades en contra
de costureras indígenas, mitología sobre nahuales, cuentos protagonizados por luchadores misteriosos cuyas batallas mantienen el equilibrio del universo. Máquinas, a todas luces, al servicio de la cultura más profunda de México.
Las instalaciones de Rodríguez están programadas con software que despliegan coreografías, danzas que remiten a las raíces de un territorio. Pocas veces la tecnología ha servido para visibilizar el legado y las narrativas de los pueblos originarios. Sin duda, uno de los escultores que utilizan la robótica de manera más genuina y radical.
Obras citadas: www.houseofgaga.com/59
Originaria de San Melchor Betaza, Oaxaca, comunidad zapoteca, Victoria Gaspar Teodocio, mejor conocida como Vics Laga, es una brillante diseñadora, ilustradora y tatuadora que utiliza el bagaje cultural de sus raíces para elaborar iconografías que explotan de color y significado. Sus ilustraciones representan a mujeres poderosas como metáforas de la fertilidad, la naturaleza y el ciclo de la vida. Además de referirse a la crianza, el trabajo y la relación con la tierra.
A su destacada labor como ilustradora se ha sumado, con mucho éxito, la de tatuar. En su lengua original, la traducción de Laga al español sería “hoja”. Para Vics, cualquier superficie es una hoja que se puede intervenir, en la que existe la oportunidad para decorar una historia, algún recuerdo o
sentimiento sobre las pieles. En sus trabajos predominan las formas y el uso de colores que remiten a los textiles de los pueblos originarios, como el rosa de cochinilla y el verde turquesa.
Sobre la necesidad de los seres humanos por tatuarse encontramos vestigios que se remontan a la Edad de Cobre, hace casi tres y medio millares de años. Se trata de una momia localizada en los Alpes ubicados en la frontera entre Australia e Italia. Ötzy (hombre de hielo) llevaba tatuajes, bastante detallados, en la espalda y las rodillas. Más allá de las modas y los estigmas, marcar la piel, significado de la palabra, ha sido un ritual que nos acerca más al pasado que al presente. Que atrapa en los cuerpos lo que la fugacidad de la vida deja escapar.
Instagram: @vics.laga
Imágenes > Cortesía del autor
Originario de Veracruz, Wetzka es un diseñador gráfico e ilustrador que lleva la iconografía y el colorido de los pueblos a distintas plataformas, como libros, carteles y dibujos. Su trabajo obtuvo el primer lugar en XXV Catálogo de Ilustradores de Publicaciones Infantiles y Juveniles de Conaculta en 2015. Su estilo está poblado de bestiarios: grillos, cocodrilos, aves, venados y demás animales relacionados con las distintas mitologías de los pueblos nativos.
Se ha especializado en el diseño editorial, siendo uno de los ilustradores de relatos infantiles más solicitados. En su página se pueden apreciar series que se convierten en narrativas fantásticas
en sí mismas. Hay un trato onírico en las imágenes y los colores que se pueden asociar al surrealismo. Resulta fascinante entrar en estos espacios porque se convierten en portales hacia dimensiones intimas y profundamente poéticas.
Un hombre remando acompañado de gaviotas. La lágrima de un coyote solitario. La vibración nocturna de iconografías con las que hemos convivido y que se convierten en emblemas de nuestro pensamiento colectivo y en símbolos de nuestro universo interior.
Behace: behance.net/wetzka
Imágenes > Cortesía del autor
El Jaguar es una de las identidades más veneradas por las distintas cosmovisiones de culturas prehispánicas que persisten en el territorio mexicano. En la mitología Maya se creía que sus manchas fueron grabadas como las estrellas en la noche. Se le relacionaba con la valentía y el poder. Es por eso que el felino era emblema de fuerza y arrojo. Para los aztecas, sus manchas representaban el equilibrio entre la luz y la oscuridad, el sol del inframundo y el corazón de los valles.
La ilustradora Griss Romero resalta en su trabajo este elemento del territorio nahua de Acatlán, en Guerrero, de donde es originaria, conectado con la mitología ancestral de toda una región. El tekuani (jaguar) es un símbolo de identidad que
no ha dejado de significar para las nuevas generaciones de pueblos originarios. En la obra de Romero aparece refuncionalizado, traído a nuestros días junto a Coyotes y Tecolotes, nahuales por antonomasia, acompañados de mujeres y hombres que habitan su cotidianidad en sus trabajos o mezclados con la naturaleza.
Este rescate de un símbolo cultural originario, además de realizarse con dedicación y talento, se percibe acompañado por sentimientos como la ternura y la diversión. Un nahual que seguirá siendo “la segunda piel que el cuerpo viste” y que seguirá nutriendo a la idiosincrasia de las generaciones que están por venir.
Instagram: grisssromeroHemos seleccionado el trabajo de dos artistas jóvenes que han irrumpido en la escena nacional con una obra innovadora, sin dejar de lado el costado más importante de sus piezas: la recuperación de la memoria y la identidad. Ana Hernández, a través del objeto artístico y los textiles reflexiona sobre los territorios, el henequén y el pasado zapoteco. David Canul (El Pájaro Tooj), por su parte, desde la trinchera de las artes gráficas, devuelve el valor al pasado y honra la identidad comunitaria. Sirva esta pequeña muestra para abrir una ventana y echar un vistazo a la magnitud y variedad de artistas indígenas de México.
El arte indígena es un medio de resistencia y liberación. Se resiste a categorías impuestas; por lo tanto, somos un espacio de lucha que cada día se auto-nombra y auto-representa. Somos pueblos indígenas y esto nos permite superar los esquemas coloniales.
El presente de las comunidades indígenas está atravesando por problemáticas neocolonialistas, tanto de gobiernos, como de corporaciones nacionales e internacionales. De tal modo que luchamos por la autodeterminación y los derechos colectivos. Después del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, hace 28 años,
se han creado y extendido numerosos movimientos y colectivos en defensa de la tierra, del agua, del medio ambiente, del patrimonio cultural, de la justicia y de nuestras lenguas nativas.
Los artistas pueblerinos han sabido moverse entre varios lenguajes y sistemas de pensamiento, mientras que las tradiciones y costumbres de los pueblos son el abono que nutre la cultura y se renueva con ella, los recursos del arte se aprovechan para experimentar dentro de códigos comunitarios. A través de estos lazos, el arte del pueblo indígena ha desarrollado propuestas disruptoras enraizadas en sus culturas.
El oro verde fue el nombre que recibió el henequén en Yucatán durante el siglo XIX, a causa del gran derrame económico que generó durante su auge industrial. En la época prehispánica, los mayas lo llamaron “Ki” en lengua nativa. Esta planta es originaria del estado de Yucatán, lugar donde fue cultivada por los mayas. En su época fue domesticada debido a la gran utilidad de sus fibras, principalmente para la creación de sogas, cordeles y variedad de artesanías. Para el cultivo de esta planta vernácula, se empleó mano de obra campesina esclavizada, siendo los trabajadores de ascendencia maya uno de los pilares importantes de este tipo de cultivo.
Ana Hernández se adentra en las profundidades de la memoria del pueblo zapoteco del cual es originaria. Su resistencia indígena se descubre en textiles y placas de estarcido a través de hilos, cerámica y madera, las cuales evocan un arte que se actualiza perpetuamente y que se niega al olvido cultural. En cada pieza de Ana Hernández sucede o transita una historia o una microhistoria, ella crea desde la enorme memoria del pueblo y familia zapoteca. A partir de sus raíces, Ana busca un punto de partida para entablar diálogos con otras comunidades indígenas y sus culturas, es también la constante revelación de una cultura que se niega a perderse en el olvido de una sociedad y de un tiempo cada vez más transitorio. De la misma manera que las pencas de maguey o henequén que resisten sequias, renacen y se culti-
van por sí solas y se resisten a su extinción.
“Béleroo’, Na Duba”, se llama el proyecto de pencas de maguey, con hojas de oro de 24 quilates sobre cerámica tratada a alta temperatura. Fue presentando por Ana Hernández en la Exposición Arte de los pueblos de México. Disrupciones Indígenas, en el Museo del Palacio de Bellas Artes. En esta obra se refleja claramente lo que fue el auge del henequén o el maguey y no sólo en Yucatán, sino en otras partes de México. Es un sinónimo de oro puro que conlleva una gran variedad de estéticas artesanales, artísticas, textiles y gastronómicas. Hoy en día las comunidades de la península de Yucatán están luchando para recuperar esta riqueza, el oro verde aún vive y se niega a desaparecer, tal vez existan pocas haciendas que lo trabajen, pero hay nuevas tierras que se están sembrando y llenando de “Ki”. En la hacienda Santa Cruz de mi comunidad de Sinanché, en su época de auge y producción llegó a tener su propia moneda de pago para sus campesinos y obreros. Las monedas tenían las leyendas: “Entrego 1000 pencas” o “Entrego 500 pencas”, si cumplías con esa cantidad durante una semana tenías derecho a una de ellas. Dicha moneda se cambiaba en la tienda de raya por productos básicos como frijoles, maíz, arroz, etcétera. Actualmente sólo queda la tierra y la memoria de lo que fue el oro verde en esta Santa Cruz, Sinanché, Yucatán. Ana Hernández revive, con su trabajo artístico, esta memoria comunitaria.
Para ver más obra de Ana Hernández: Behance: https://www.behance.net/anahernadez
“Entrego mil pencas” (2018). Tierra y resina de henequén. Colección del artista.
Las verdaderas historias del descubrimiento de la Nueva España (Ortiz-Lanz, 2018), es el título del libro en cuyo interior lleva las ilustraciones de David Canul (figura 1), de quien aquí hablaremos y mostraremos su labor no necesariamente su producción, la cual es basta y sigue cruzando las fronteras, producción que bien se documentan en las referencias puestas al final de este texto.
Cada ilustración, me dice David o también Pájaro Tooj como le dicen en el mundo del arte gráfico, tiene un proceso de indagación y documentación, un proceso de abordaje meticuloso y de tiempo creativo. El estilo de ilustración de Pájaro Tooj es variante, dependiendo del tipo de proyecto, del género literario, del público receptor, estilo tan dinámico que puede plasmarse en un libro histórico colonial, en un cuento infantil, en una obra poética, en un folleto informativo sobre alguna problemática ambiental, en un escenario teatral, en una cerámica. Son tantos los momentos y los espacios en que Pájaro Tooj nos puede bien comunicar algo necesario por escuchar, cada mensaje con su color, con su intensidad.
¿Cuáles son las historias que contaremos sobre Pájaro Tooj? Historias verdaderas como dice el título del libro de la Nueva España, historias que además, se vuelven necesarias.
Hurgando en el mapa de Campeche, trato de localizar dos comunidades alineadas del centro al norte del Estado: Tinún (Municipio de Tenabo) y Nunkini (Municipio de Calkiní). La comunidad más cercana al centro, Tinún, es donde habita Pájaro Tooj, mismo lugar en donde nació su padre; Nunkini, que casi hace frontera con Yucatán, es la comunidad que vio nacer a su madre, mujer que hace un par de años trascendió dejando un legado como promotora cultural y maestra comunitaria en esa región de Campeche. “Lugares seguros”, son los espacios que tanto David como su familia han construido a lo largo de su vida, materializando ese sueño y todos los esfuerzos en lo que hoy llaman “Centro Cultural Comunitario Cecilia” (figura 2), un lugar para las infancias, para los jóvenes, para la tercera edad; lugar que a través de las letras, de la ilustración, del trabajo artesanal, del contar y del saber escuchar las historias que ahí se requieren contar, cohesionan y enriquecen las relaciones entre los actores de la comunidad.
David vivió su infancia en la región de los ríos, al sur de Campeche, en Palizada; región influenciada por la cultura de los mayas chontales, aunque David tiene sus orígenes entre los mayas peninsulares. Es el propio David quien ha padecido la perdida de la lengua de sus ancestros, el maya peninsular, por encontrarse David entre las urbes y sus periferias, lugares donde el castellano ha desplazado y discriminado elementos culturales de los pueblos originarios. Hacerle honor a nuestra identidad es retomar la lengua perdida, mantener y nombrar los nombres, los apellidos de nuestros ancestros. En este sentido, David o Pájaro Tooj ha tenido diversas iniciativas y colaboraciones como la del “Programa de Liderazgo para el Activismo Digital Lenguas Mayenses”, organizado por “Rising Voices” y dirigido a los hablantes de lenguas mayas en Chiapas y la Península de Yucatán, adoptando tecnologías con la finalidad de promover la lengua nativa en espacios digitales (figura 3). También, David ha participado en iniciativas como la de “intraducibles.org”, con el objetivo de ofrendar a través de la palabra, tributo a los años de resistencia de las y los hablantes de las lenguas de nuestros pueblos originarios. Don Galo fue el abuelo paterno de David, un campesino que compartía sus frutos generosamente con sus vecinos; fue también el artista de su pueblo, Tinún, un gran dibujante y escultor de piezas de piedra y madera que se utilizaban como juguetes en la antigüedad. Estos oficios se fueron perdiendo con el tiempo y con ello, se pierde también, conocimiento. La práctica de Don Galo, de compartir los frutos y de preservar sus semillas, fue una práctica común de los ancestros de la región, práctica que también con el tiempo y su modernidad, se fueron perdiendo. Los esfuerzos actuales por preservar lo que seguimos perdiendo, son simbólicos; esfuerzos que actualmente hacen las generaciones que lograron sensibilizarse, generación a la que pertenece Don Luis Vida Canul, padre de David. Don Luis preserva semillas nativas a través de la Red Mayense de Guardianas y Guardianes de Semillas, cuya función es sostener un banco de semillas nativas, sus prácticas de cultivo a través de un manejo integral y sostenible tal como lo realizaban los antiguos. Hay tanto que preservar, hay mucho por evitar sigamos perdiendo: la medicina de los ancestros, las técnicas en la construcción, son otros ejemplos sobre el valor y la utilidad del conocimiento del pasado. No debiera seguir siendo subestimado y mucho menos borrado.
Figura 2
Figura 3
Figura 4
Figura 5
¿Cómo denominar a un ser de luz que pueda otorgar riquezas, tesoros y cuya morada está en una cueva en el cerro? Chondo´bí, se dice en mazateco (figura 4). “Si quieres encontrar un tesoro y lo ves pasar, boca arriba pondrás tu sombrero, para que la suerte pueda llegar” (Intraducibles, 2021 página 36). Acercarse a la comprensión de un tema, de una palabra “intraducible”, requiere una larga explicación con el riesgo de perdernos en ella. Buscar ejemplos ayuda y tener imágenes que la comuniquen, esclarece. En este sentido, David también ha colaborado ilustrando problemáticas sociales, ambientales, como la relación plaguicidas-abejas del mundo maya, haciéndolo traducible y concientizando sobre la importancia de las abejas para sostener el ciclo en los ecosistemas y los servicios que éstos, nos proporcionan para la subsistencia.
La representación de elementos que abundan en la cosmovisión de los pueblos originarios, enriquecen nuestro sentido y percepción de lo que sigue siendo parte de nuestro existir: la naturaleza y sus recursos. Nuestros ancestros llevaban el sentido de esos recursos a planos existenciales dándole un sumo cuidado y respeto a esa relación. David ha ilustrado en varias ocasiones, el sentido y relación de esos recursos, el más utilizado, el árbol y lo que ahí abriga (figura 5). Un árbol es el espacio donde suceden las relaciones entre actores, relaciones que hacen posible la sostenibilidad de la vida; el árbol, dependiendo de su dosel, abriga las aves que representan la pluralidad de voces con tonos diferentes pero un canto en común; las aves, construyen nidos que representan el cuidado como experiencia compartida; la textura del árbol es la complejidad de las dinámicas que ahí se suscitan (ver Ilustración Sostener). La intención en la representación gráfica del árbol y lo que ahí cohabita, es visibilizar la necesidad del cuidado con una organización justa. Y como se refiere en Ilustración Sostener, la imagen es la fuente de inspiración y recordatorio constante de dicha intención.
Durante décadas, las revistas literarias del país han abierto espacios muy reducidos en sus páginas para la difusión de las letras Indígenas, aun cuando existe una enorme producción textual a lo largo y ancho de México. Las voces de las escritoras y escritores Indígenas no sólo han sido omitidas en lo político y lo filosófico, sino también en lo artístico. Aquí en esta sección de Creación presentamos un pequeño expediente con seis plumas nacionales que destacan por su potencia literaria tanto en el género poético como en el narrativo.
Onka miyek tlajlé. Se lamajtsin itsintlan se xalxokokojtle kitlajkwilia etl. Ipan ikwe notlachalcha kapostik etl. Tlakwalispan. Itson weweyak niman istaltik. Inakastlan onka sewakajle chichilewatke.
Lamajtsin: Tsin ta tak tsin ta tak tsin ta tak.
Nokwikacha yejwin lamajtsin. Wejka kakiste se tlakatl wan tsatsitok ipan megáfono, kitowa: “Akinon kinekis kikowas pitsonakatl, ichan nantle Erlinda no nemakatika. Kipiya chicharron niman manteka. Xwalian ikamilak welikatsintle pitsonakatl. Nikan tikiminotsa akinon kineki kikowas pitsonakatl”. Lamajtsin san tlakaktok. Xok nokwikacha. Imajtsiwan onoteltike, xok kitlajkwilia yetl. Nokostewa, kixiña yetl ipan tlajle. Kwajon tikita ikxipolakchaya itik tlajle. Ikxitejtsotsol.
Lamajtsin: Xmotlasiwite, ¿tlinxtikake ekinemakatoke chicharrontlatlak? Iskapan xnetswika tikonkowase.
Se ichpoxtle tlapachitoknemiya itsintlan tlajle nokostewa, kinojtsejlolia tlajle, nejektlalia.
Ichpoxtle: kema, Velita, chowe te.
Lamajtsin: axtopa xkinsewe kantejlatin.
Ichpoxtle: yoikwitlapan ikojkol niman kintlikwilcha kantejlatin. Matlaktle kantejlatin.
Ichpoxtle: Velita, ¿tlikine tikneke maniquí cosido?
Kitlajtoltia ikojkol niman sesentetl kintlikwilti kantelatin.
Lamajtsin: kwajle xkake: kantejlatin kipiya tikinsewis axtopa tikisas, nostlamo kwak timokwepas tasis niman yotlatlak mokal ¿tlin xtikita yejwin tliltsintle ikamilak kwelita najawiltis? Tlitl xwelis, maske tiknekisia, tikpiyase sanewatika. Tlitl kipiya iyolo, kwelita notlakwaltis, kwelita nemis. Kentla tejwame, kentla totlajtol. Aman te, xmotlasiwite iskapan.
Ichpoxtle nokwepa inakastlan lamajtsin. Kita ika etl xintok, kwajon kitlatoltia ikojkol: —Velita, ¿niman yejwin etl?— Pewa kajoke etl wan xintok ipan tlajle, wan okixine ikojkol.
Lamajtsin kijlia: —Oninokoste niman noche onitkal! Aman kema xtikaxilise chicharrontlatlak—
Lamajtsin notlakwantketsa. Omime pewa kijpena
etl. Etl popolewe itik tlajle.
Ichpoxtle: maske maka matikowakan, chicharron tlatlak, san tlatlak, yake kojtik chicharron, nafa xnikwelilia Velita. Niknemilia ¿kas tlikine tikwa inakayo pitsotsintle?
Wejka oksapa kakiste: “akinon kinekis kikowas pitsonakatl, ichan nantle Erlinda nonemakatika. Kipiya chicharron niman manteka. Xwalian ikamilak welikatsintle pitsonakatl. Nikan tikiminotsa akinon kineke pitsonakatl…”
Lamajtsin: san tlamach tiknemijlia tejwa. Macho ikamilak welik pitsonakatsintle.
Ichpoxtle: ¿tlatikwelilia tlikine tiktokayocha chicharrontlatlak?
Lajmatsin: san nikwelita kenijke kakiste. Omime Wetska.
Lamajtsin: xnetstlajtole Tere, ¿kenijke notlachalcha Nuevayor?
Ichpoxtle: kajltin ikamilak wejweyime, Velita, niman noche tlatlikwitok. Jion kaltin kimintokayocha rascacielos. Ikamilak tlakwaltsinkan neijka.
Lamajtsin: xilak, nikan milak tlakwaltsinkan.
Ichpoxtle: kema, nikan san tontlakos tepetl niman ewelis tikekelos ilwikak. Ne nochime san nojtlalowa, sanisikan kistinemilo. Ikamilak sewa, Velita, ikamilaktsintle. Kwak kinemach onasik ne oniknemile netskopasia jakatl.
Lamajtsin: ¿xotimojmote?
Ichpoxtle: ka, san oniknemijle niman oniwetsakak, ninemiya aeropuerto. Xonetskop jakatsintle.
Lamajtsin: maka tikpolos ninse etl, yejwin noijke tonakayotl. Nostlamo mostla wiptla xtlatikpiyaske tlentikwaske. Niman aman kema mitskopas jakatl.
Ichpoxtle: tlayonka otitlakoke ipan setaxi, oteswikak oksekan, Brooklyn itoka, ne otitlakwato. Onikwelitak otitlakwato ipan se kajltlanemakaloyan …, otitlakwake kampa Italianos. ¿Xtikita yejwon espagueti? , yejwon yame kijchichiwa ye ache welik. Tejwame xikamilak welik tikchichiwa.
Lamajtsin: ¿niman tlinonon otikwa?
Ichpoxtle: onikwa… setlimach kitokayocha sopa minestrone , onikonik vino , niman itlakse tsopelik yexoknikilnamike kenijke itoka. ¡Ikamilaktsintle onitlawelile!
Lamajtsin: ¿niman xotikwasnek tlaxkaltsintle?
Ichpoxtle: ¿tlaxkaltsintle? ¡Nin xonikilnamik!
Tsijlia ikamilak welik itlakwal yejwome Italianos .
Xaka nawate, omimej kijpena yetl. Xitla kakiste. San kenijke nojkopa tlajle. Lamajtsin oksapa pewa nokwikacha.
Lamajtsin: tsin ta tak tsin ta tak tsin ta tak.
Ichpoxtle: wetska.
Ichpoxtle: Velita, ¿tlikine ijke timokwikacha?
Lamajtsin: ¿xtikwelkake?
Ichpoxtle: redes wetskicha.
Lamajtsin: ¿tlakon tikwelkake?
Ichpoxtle: redes kwetskicha.
Lamajtsin: tikwelkake.
Ichpoxtle: netswetskicha tsijlia.
Lamajtsin: tsin ta tak tsin ta tak tsin ta tak.
Lamajtsin oksapa nokwikacha, onojtlalia ipan isillete, niman kijtlata ixfi. Ichpoxtle san xakawetskatika. Xaka nawati. Oksepa xaka nawati. Aman san ichpoxtle kijpena yetl, lamajtsin kijtlata sanken xompa nemisia. Ipan imawan kipiya itlakse xitsintle, kas albakaxijtle. Nisi iyakatsol kijpachowa ika imapiljwan jion xitsintle. Kijtlata ixjwi maski nesi san ken xompa nemisia. Pewa iyolikatsin tlajtlatowa, kinojtsa yejon xitsintle nimak kijlia: Mixtontsintin, chichijtsintin, tekolome, tsikatsitsintin, tojtotsintin, kojlotsintin, xwajlian xkoajkike ikokolis yejwin ichpoxtle, xkanake ineijmankokolis, xkwikakan wejka, imakawate tepetsintle. Mixtontsintin, wiwitsakatsintin, chichitsintin, tojtotsintin, pitsotsintin xkanake yejwin ikokolis, xkwikakan wejka xkwikakan yejwin neijmankokolistle kampa achopawalko…
Ichpoxtle pewa siliwe, kowasiwe, aman nese ikamilak malwijle, saken se pitentototsintle wan xok wejle patlani. Tlapoyawa.
Ichpoxtle: Velita, ¿tlikine timokwikacha tsintatak tsintatak?
Lamajtsin: san nikwelita keijke kakiste. Tenankilia lamajtsin sanken yasia sokse siwatl.
Lamajtsin: tekolome, tsikatsitsintin, totjotsintin, okwilimej, nexpilimej, xwajlian xkwake ikokolis yejwin ichpoxtle, xkwakan ineijmankokolis, xkwikakan wejka, ne ipan tepetsintle xkwikakan. Mixtontsintin, wiwitsakatsintin, chichitsintin, totojtsintin, pitsotsintin xkanake yejwin ikokolis, xkwikakan wejka xkwikakan yejwin neijmankokolistle ne ipan tepetsintle, nisi ilwikatsin.
Ichpoxtle pewa tlakayopolake itik tlajle. Lamajtsin kitlaltlapachowa.
Ichpoxtle: Velita, xnetsintlikwiltile kantelajtin, etlayowatika.
Tere noteka ipan tlajle. Iyolika, lamajtsin konta, kijtlata. San ika se ima kijpapachowa alwakaxijtle, ika sokse ima kajoke tlajle niman kitlalpachowa ixjwitsin. Sankan tlatotika niman teijlia: Mixtontsintin, chichijtsintin, tekolome, tsikatsitsintin, totojtsintin, kolojtsintin, xwajlian xkoajkike ikokolis yejwin ichpoxtle, xkanake ineijmankokolis, xkwikakan wejka, ne ipan tepetsintle xmakawate. Mixtontsintin, wiwitsakatsintin, chichitsintin, totojtsintin, pitsotsintin xkanake yejwin ikokolis, xkwikakan wejka xkwikakan yejwin neijmankokolistle kampa achopawalko…
Ichpoxtle choka niman nonapalowa itik tlajle sanken sepitenkonetl. Ikojkol kitlaltlapachowa maske tlajle san xixine inakastlan inakayo. Lamajtsin kimakawa tlajle, alwakaxijtle niman xoknawate. Notketsa niman iyolikatsin nejneme tlakotlapan, kampa onoke kantelajtin. Pewa sesentetl kiminsewiya ika imapiltsiwan, kiminsesewiya ika iyojlo, kintlastla, kinyolitia.
Hay mucha tierra. Una anciana sentada bajo un árbol de guayaba limpia frijol negro. Es medio día. El cabello de la anciana es largo y cano, lo tiene trenzado. Canta tsin ta tak , tsin ta tak, tsin ta tak . A lo lejos suena la voz de un hombre a través de un megáfono: “Quien quiera venir a comprar carne de puerco, en la casa de la señora Erlinda se está vendiendo, hay chicharrón y manteca, vengan, está muy rica la carne de puerco. Aquí estamos llamando a quien quiera carne de puerco”. La anciana escucha atentamente. Ya no canta. Está descalza en medio de un montículo de tierra suelta en el que descansa su silla de madera. Se levanta, el frijol que estaba sobre su falda cae sobre la tierra.
—Apresúrate, ¿no ves que ya se está vendiendo chicharrontlaltak? Rápido, llévame, vamos a comprar —dice en tono casi desesperado. Una mujer joven que ha estado bajo el montículo de tierra se levanta, se sacude la ropa, se arregla un poco.
—Sí, Velita, vamos —le contesta a la anciana. La anciana que no ha dejado de mirar hacia la puerta que da a la calle, indica a la joven que apague las velas. Tere las enciende una a una y las coloca verticalmente y en fila, como si de un telón teatral se tratara.
—Abuela, ¿por qué quieres que las apague?
—Las velas hay que apagarlas antes de salir. Si no lo haces, al volver, tu casa se habrá quemado. ¿No sabes que al fuego le gusta jugar? El fuego no se puede mantener quieto. Tiene vida, como nosotras, como tu lengua. Apresúrate, vámonos —dice con prisa.
La mujer joven vuelve al lado de la anciana. Se percata del frijol regado sobre la tierra, comienza a recogerlo. Al mirarla, la anciana comienza también a recoger el frijol. Sus manos arrugadas buscan desesperadas entre la tierra.
—¡Me levanté y regué todo! No vamos a alcanzar a comprar chicharrontlaltak.
El frijol se pierde entre la tierra.
—Qué importa que no alcancemos chicharrón, es solo chicharrón quemado. Además es muy duro, a mí ni me gusta, Velita. Pienso… por qué será que nos
comemos la piel del marranito.
A lo lejos vuelve a escucharse: “Quien quiera venir a comprar carne de puerco, en la casa de la señora Erlinda se está vendiendo. Hay chicharrón y manteca. Vengan, está muy rica la carne de puerco. Aquí estamos llamando a quien quiera carne de puerco…”
—Tú piensas cualquier cosa, es muy rica la carne del marrano.
—¿Y por qué le dice chicharrón quemado?
—Me gusta como suena. Las dos ríen.
—Cuéntame, Tere, ¿cómo es Nuevayor?
—Hay muchos edificios altísimos, Velita, con muchas luces. Los llaman rascacielos. Es bonito Nueva York.
—No es verdad, aquí sí es hermoso…
—Pues sí, aquí con que subamos al cerro ya podemos hacerle cosquillas al cielo. Allá todos van rapidísimo. Hace mucho frío, Velita, mucho. Cuando llegué allá pensé que el viento me tiraría.
—¿No te asustaste?
—No, sólo lo pensé y me reí, estaba en el aeropuerto. El viento no me tiró, pero estaba fuerte.
—No vayas a perder ni un solo frijol. El frijol también es nuestra carne. Si los perdemos, mañana no tendremos qué comer y ahora sí que te tirará el aire.
Tere deja de escuchar a su abuela, se regocija en sus recuerdos.
—Después subimos a un taxi, nos llevamos a Brooklyn. Cenamos en un restaurante de italianos, ¿ves el espagueti? Esa es comida italiana, solo que ellos lo cocinan más rico.
—¿Eso comiste?
-No. Pedí algo que se llama sopa minestrone y tomé vino, al final comí algo dulce típico italiano, pero no recuerdo como se llama. Cena riquisimo.
—¿Y no se te antojaron las tortillas?
-¿Tortillas? ¡Ni las grabé! Te digo que es muy rica la comida italiana.
Tere parece volver a saborear aquella cena. Ya ninguna de las dos habla. Después de unos minutos de silencio, la mujer anciana comienza a cantar nuevamente.
—Tsin ta tak tsin ta tak tsin ta tak…
—¿Por qué cantas eso? —pregunta Tere con una sonrisa cómplice.
—¿No te gusta?
—Me da risa.
—¿Entonces no te gusta?
—Me da risa, te digo.
—Te gusta. Tsin ta tak tsin ta tak tsin ta tak…
La anciana se sienta en su silla, observa a su nieta mientras sigue cantando. Parece no estar ahí. Tere sigue buscando afanosamente los frijoles perdidos entre la tierra. La anciana tiene ahora algo entre las manos, tal vez un pedazo de albahaca que tritura con las yemas de los dedos. Tiene las manos cerca de la cara, entre los labios y la nariz. No ha dejado de mirar a su nieta pero su cuerpo parece no estar ahí, como si flotara. De a poco comienza una letanía, parece hablarle a ese pedazo de albahaca que tiene entre los dedos:
—Gatitos, perros, tecolotes, hormiguitas, aves, alacranes, vengan por la enfermedad de este joven, vengan por su tristeza enfermedad, llévenla lejos, allá en la punta del cerro libérenla. Gatos, golondrinas, perros, aves, marranitos, vengan por esta enfermedad, llévense esta tristeza enfermedad donde crece agua pura…
Tere comienza a suspirar, siente escalofríos, ahora parece frágil, como un ave pequeña incapaz de volar. Ha oscurecido.
—Abuela, ¿por qué cantas tsin ta tak tsin ta tak?
—Gatitos, perros, tecolotes, hormiguitas, aves, alacranes, vengan por la enfermedad de este joven, vengan por su tristeza enfermedad, llévenla lejos, allá en la punta del cerro libérenla. Gatos, golondrinas, perros, aves, marranitos, vengan por esta enfermedad, llévense esta tristeza enfermedad donde crece agua pura. —Velita, está oscureciendo, enciéndeme las velas. El cuerpo de Tere se ovilla sobre la tierra. La anciana se acerca a ella lentamente, sin dejar de mirarla. Ahora ya con una sola mano tritura la albahaca, con la otra toma puños de tierra y amorosamente la vierte sobre el cuerpo de su nieta. No ha dejado de repetir su letanía:
—Gatitos, perros, tecolotes, hormigas, aves, alacranes, vengan por la enfermedad de esta joven, vengan por su tristeza enfermedad, llévenla lejos, allá en la punta del cerro libérenla. Gatos, golondrinas, perros, aves, marranitos, vengan por esta enfermedad, llévense esta tristeza enfermedad donde crece agua pura…
Tere tiembla, es evidente en su cuerpo que el llanto la abraza, que estaba contenido. La tierra resbala de su cuerpo ovillado. La abuela insiste en cubrirla con ella. Tere se abraza como una niña pequeña, como un bebé. Su llanto cada vez es más fuerte e incontenible. La abuela deja la tierra, la albahaca y su letanía. Se pone de pie, camina suavemente hacia las velas. Las apaga una a una. Lleva sus dedos índice y pulgar a la boca para bañarlos en saliva, después los pone sobre la mecha encendida de cada vela y las aprieta. Con cada una se toma su tiempo, las respeta. Apaga su luz con mucho cuidado, como si las besara.
Ta poko mochibal li jme’e tsmaksba, Li snopbenale bak’intik kochuk k’ok’ tax chuchbe sk’ak’al. Li jme’e stusbun jol, stitun xchi’uk ta xcha pech’anan li k’usi ta snop ta sjol yo’onton:
Li k’ambail mukul ta yolon tasiletik ti oy ak’o mi yijil ants xa xchopolal stalelal.
Li jme’e, jamal chial ti oy smul mi junuk k’ak’al abal xkuxet yo’onton la, jech jnoptike, li jkajvaltike mu sna k’us muk’ul k’us bijlej oy tas kuxlejal li antsetike. Mi madre cubre el cuerpo con el viejo rebozo de su infancia, atiza fuegos extintos en la memoria de la niña que fue. Ella peina mi cabello, trenza y destrenza pecados que jamás confiesa: de aquel deseo oculto bajo las cobijas, de aquella falsa santidad de los años. Ella, se confiesa culpable es la mujer más infeliz de la tierra, o acaso, la mujer más astuta que Dios jamás imaginó crear.
Jch’amantik asat, me’ yu’un ta jk’el ka’i jpukujiltik. Jch’amantik ave, io bat jkavta ta smalem k’ak’al sbi jtoj. Jch’amantik ak’ob, mi yal li sikil ak’ubale, k’unk’un chlik jbots’ li ixime, jchuchbe sk’ak’al li k’ok’e, jbis jsat.
Jch’amantik avok, io ba xanavkun ta yut chobtik, jvulanan kanimatak, kejlikun ta ch’ul na. Avokoluk, jch’amantik asat, ave, ak’ob, avok yu’un mujk’an jel jkuxlejal.
Madre, necesito de tus ojos para ver nuestra maldad.
Necesito de tu boca, para gritar al atardecer el nombre de mi padre. Necesito de tus manos, para amasar el nixtamal, atizar el fuego, persignarme. Necesito de tus pies, para recorrer la milpa, visitar nuestros muertos y danzar. Señora mía, es urgente, necesito de sus ojos, boca, manos y pies para no olvidar nuestra raíz de luna.
Jpets’ te’ jbej na jkot ts’i’, ta xokon tak’inal be cha mala xjelav li trene ch-ik’van ch’el ta namal lum slokombail sat jtotiketik spat li o’ontonale, ok’om, cha’ej cha tambal abe ta slok’eb smaleb jtotik chij xanav batel.
Una casa un árbol un perro, las vías el tren tú santitos milagreros el consuelo, mañana partiremos de norte a sur de sur a norte vaivén del ensueño.
Chon vinik, vinik joybijem ta chon. K’alal li chon xvaychinaj, chvaychinaj li vinike. K’alal kuxul li chone, kuxul li vinike. K’alal ta xcham li chone, chcham li vinike. Ta jujun k’ak’al ta xcham xchi’uk ta xvok’ joybijem ta chon li vinike, li vinike jiybijem ta chon.
Hombre animal, animal hecho hombre. Sueña el animal, sueña el hombre. Vive el animal, vive el hombre. Muerto el animal, muere el hombre. Todos los días nace y muere el hombre hecho animal, el animal hecho hombre.
Faltaba buen rato todavía para que anocheciera cuando las primeras gotas de lluvia golpearon sobre el tejado de la casa de adobe. Las dos mujeres corrieron hacia afuera para recoger la ropa tendida sobre un tendedero improvisado con un mecate viejo en el patio. Los niños, que todo el día se habían ausentado, entraron uno a uno a la casa de adobe como si un mounstro los persiguiera en una carrera a muerte. La lluvia arreció y un tempestuoso ventarrón comenzó a soplar furioso contra el techo de la choza que servía como cocina. Poco a poco las mujeres volvieron adentro a seguir preparando la cena. Don Juan, el abuelo, que durante la tarde había estado sentado en silencio bajo la sombra del árbol de mango con la mirada perdida allá en algún lugar lejano, se metió a la choza cubriéndose del aguacero con su silla de madera, y cuando estuvo adentro, se acomodó frente al fogón, entre los dos metates de las mujeres que molían.
La lluvia siguió azotando los techos y el viento continuó soplando aguacero hasta adentro de la choza salpicándolo todo. Los relámpagos comenzaron a caer a diestra y siniestra por el bosque. Los niños se escondieron en la casa de abode, tapándose los oídos para no sentir tan fuerte el ruido provocado por los rayos al estrellarse contra quién sabe qué allá afuera. Los dos hijos de Don Juan aún no volvían de la milpa.
—Ojalá no se hayan quedado del otro lado del río, tengo mal presentimiento —dijo mirando fijamente al fuego que silbaba debajo del enorme comal.
Las mujeres no contestaron, continuaban echando tortillas. El agua que la tormenta aventaba sobre el fuego desaparecía en chispas con unos chillidos agudos en formas de dolor. Una de esas chispas alcanzó el rostro de Don Juan. En ese momento sintió que esta lluvia era un presagio de algo malo, no era una lluvia normal. Se levantó, tomó su machete que estaba apoyado contra uno de los horcones de la choza y salió al patio que daba hacia el pendiente por donde se bajaba hasta el río. Levantó la vista y entrecerrando los ojos para aguantar la furia de la lluvia, exclamó unas frases que las mujeres dentro de la choza no alcanzaron a comprender, luego encajó el machete al suelo dejando el filo hacia donde venía la tormenta. Después regresó adentro.
Tomó un poco de sal de una bolsa colgada en uno de los
horcones y la esparció en forma de cruz entre su silla y el fogón. Luego fue a sacar un botella de vidrio que contenía aguardiente y se llenó la boca con un sorbo, luego respiró y sopló con fuerza sobre las llamas. La ira del fuego se levantó como una enorme lengua moviéndose frenéticamente de un lado a otro como buscando alcanzar algo o a alguien. Don Juan puso la botella a un lado de la silla y fue a buscar una bolita de copal. Volvió y se acomodó nuevamente en su silla. Comenzó a rezar. Las palabras, las oraciones, las frases, una tras otra, en magistral orden, salían de la boca del anciano. Todo de memoria, como si desenrrollara en su mente un pergamino invisible escrito miles de años atrás. Recitaba, soplaba aguardiente al fuego, astillaba la bolita de copal con las uñas y aventaba los pedazos al fuego. Las llamas silbaban devorando las gotas de aguardiente, los pedazos de copal, las palabras. Mientras más levantaba la voz el anciano, más se elevaban las llamas del fuego. Todo aquello parecía un diálogo sobrenatural entre el hombre y el fuego. Las nueras, inmutables, tal vez ya acostumbradas a escenas como aquella, continuaban echando tortillas esquivando las lenguas del fuego.
Don Juan repitió siete veces la primera parte del ritual, repitió nueve veces la segunda parte y trece veces la tercera parte. La ira del fuego fue bajando lentamente a medida que fue avanzando el ritual. Tanto bajó durante la parte final que las mujeres tuvieron que atizar la lumbre para que las tortillas sobre el comal se inflaran. Don Juan vociferó unas últimas palabras y sopló aguardiente por última vez sobre el fuego, pero justo en ese momento la tormenta afuera sopló más fuerte y una cortina de agua alcanzó el fogón apagando la lumbre al instante. El humo se esparció por todo el interior de la choza, las mujeres se miraron una a otra maldiciendo en su interior al anciano. Don Juan se limpió con el antebrazo el agua que le escurría de la frente y bebió un gran trago de aguardiente como si quisiera apagar una ira que se elevaba por su garganta. Pues había entendido que esta vez la tormenta había ganado y tendría que quedarse ahí, sin poder hacer nada más, esperando la llegada de la mala noticia.
Las mujeres comenzaron a prender de nuevo la lumbre para terminar la masa que quedaba sobre los metates.
Iin kánìi vàvà’à ka kúmánì kuaa ra saá tù’và nìkòyo va tìna’nu sàvì xìnì ve’e ndiàkua kàxán sàtà chiyo ndé xìnì ve’e ndò’o. Uvì saá nà sì’i ndàkundié na ndàkuìtà na nùù yòsó ra xìnu na ndìkoo na ndià ke’e ndaki’in na tìkòtò ndé ndáchì sàtà yo’ó tánii nùu kè’è. Nà kuàchì ra xìnio ndiá vi nìxù’ùn na iní nduví sàsíki nà ra ndià té xàà sàvì yó’o ra saá vi ké xínu na xàà nà kò’ni na ini ve’e iin tá na táxín ñà ñà’án, iin na inúú iin na ndíkùn ra ndáva na táxíin tá’án na, ni iin tù’ùn nìká’àn nà xí’in si’í na ni xí’ín ra xìì na ndé ini ve’e í’ín lo’o ndíchi ndìka ve’e ndò’ò. Iin kánì ra xàà ndieé và’à va sàvì iin saá ndiàkuà ndùu rá sàvì táchì xà’à ra kóndiá ra tiàkùi iní ndìkà ve’e iin chó’o chíkán kó’ni rá nùù ñà’a yàà nú’u. Tá iin tá iin nà sì’i ndàndikó na ve’e xà’à ná ndàkuindiee na ndíko na ìxta chi sana ká’ùn ní va ini yii ná xaa nà. Rà tata lo’o xìì Juan ra ká’ñu ví xìkundú’u ra xà’à itún kui’i ndíchi nùù kè’è iin kuà’àn ini ra xító’ni ra xìní yo ndiá ví nìndòñù’ù ini ra xindú’u ra, ndí té xàà sàvì ra saá xínu ra ndàkundichi ra ndòndiso ra tiàyù vìtù chìndú’u ra xìnì ra ná ndàxí ra chìnii ra ini ve’e tú’u lo’o xìkundú’u ra ndià nùù ñu’u mí mà’ñú na sì’í xànù ra, nàkàn ndákundié ndíko va.
Iin kánì lo’o va ra xà’a ndàkundieé và’à va sàvì iin ní’ì kóyò rá xìnì ve’e ndo’o saá tu xìnì ve’e itia lo’o nùù ndíko na sì’i. Mí saá xà’à kóyo taxa iní kúvi nùù ikú ná’un ndàkàà kuà’àn ñà chí kuáá chin chí íchin. Nà kuàchì váli ndàndèè ini ve’e ndandèè na tìxì tìkachí ndàsi nda’á na sò’ò na chi íyù’ví ní nà ñà ní’ì ndá’yù sàvì káni rá ndìkà xìkì. Nà tiàà sè’è ra tata Juan ra táan xaa vi ná kuà’àn nà sachún na nùù íyo itu. —Và’à ní vi tú nìndóo sè’è yu yu’ú ìtià xiyo chíkán chi và’a kúú nùù ini yu mí tákà’an —kàchì rà su’va xító’ni ra nùùñu’u ndáyé’è ka’á xìyò ché ndú’ú nùù yúù.
Ni iin nà sì’í nì ndákuin yu’ú ra, ndakundiéé va na kátu ná ìxtà chíndee nà ñà nùù xíyò. Tiàkùi sàvì kóndiaa tàchì nùù ñu’u ra iin kándì ra té kóyò rá tá ndá’yù in kití lo’o té xá’ni ná ri saá ká’á yu’ú rá. Siín va ra iin tù’và ndàvà iin ñu’u lo’o nùù rá xà tiàkùi sàvì. Saá ké kùndaa ini ra vàxì iin tùndò’ò ve’e ra. Ndàkundichi ra nìxà’àn ki’in ra ìchì ndíchi ndiaa ndìka sì’ìn ve’e saá kànata ra kè’è ndàkundichi rà yu’ú xà’và xító’ni chi yu’ú ìtià. Ndòndiso ra nùù rá ndàsi ra nduchínùù ra chi kóndiaa ní sàvì nùù ra, saá iin và và’à ndakuatu ra ndísu nà sì’í ndé ini ve ra nìkunda ini na ni ké nìkà’àn vi rá, té ndì’ì saá tùvi ra ìchì ñu’ú tànii ra yu’ú ña
chí nùù váxì sàvì táchì. Té sàndí’í ra saá ndànì’vi ra ini ve’e. Nìxà’àn ki’in ra in tíni’ni ììn ini leka lo’o tánii ndìka sì’ìn ve’e saá xàà ra xàkin rà in itún sámatá’án yàà nú’u. té ndì’ì nìxà’àn rà kì’ìn ra inchiyo ndixi ndú’ú xà’à ve’e saá xì’ì ra in sùkùn té ndì’ì ra iin và và’à sàkútú ra yu’´ra saá in tìvì yu’ú ra nùù ñu’u. Iin ndàkundichi yáa ñu’u iin chí yo’o chi ikán nìxà’àn taxi nùù ña tá xà ña kúni nì’i yùvì saá xà ña. Té ndì’ì tììn ra chiyo kàndichi ra ña ñu’ú ra saá nìxà’àn ndàndukú ra in ko’ndo lo’o xùxà ra saá ndìkó ra ndàkundú’ú ra yàa nú’ú. Saá xà’à rá ndakuatu ra.
Tá kúú ndi’i tù’ùn, tá kúú ndi’i ìkùn tàchì, tá iin tá iin yu’ú, vii ká vi ndíkùn tà’àn ña, ndíkoo ña yu’ú ra tata Juan. Iin xìnì rá kána ndi’i tù’ùn , mí tá’án ra ndákani tù’ùn yatá, tù’ùn nà xìkuà xíkuá, ñà sàvà’à na tata nùú. Iin và và’à ndákuatu ra, iin và và’à tíví ndiaa rà ndixi nùù ñu’u, kani chíin ra ko’ndo xùxà ra kó’ni ra ña nùù ñu’u. Iin ndákùndichi yáa ñu’u té xínù ndixi nùù ña, té xínù xùxà nùù ña, té xínù tù’ùn nùù ña. Té ndieé ka ndóndiso ra tàchì ra saá ndieé ndákùndichi tu yáa ñu’u va. Iin tá na ndátú’ún tiàà xí’ín ñu’u. Nà sì’i xànù rà ra ndìíni mií na xà’à vi ñá kú yàà nú’u, kúu va ra tata ndákuatu ra kúu va na sì’i ndíko ìxtà kama kama chíndee nà ñà nùù xíyò. Ùxà ichí ndàkuatu ra xìì Juan tù’ùn nùú, ììn ichí ndàkuatu ra tù’ùn ùvì ra ùxì ùnì ichí ndàkuatu ra tù’ùn xìnì. Te ndundiéé tù’ùn ra ndùkuìta ñà kuà’àn ñà ra saá kué kué nùù yáa ñu’u. Iin xà yachin ndà’và ña saá xà’à ná sì’í ndíko ndàtivi ña ka’á xìyò chi xììn ká ìxtà ná kèè sè’è ña. Só ùvì ùnì tù’ùn nìkà’àn ra tata Juan ra saá sìín tìvì ra ndixi nùù ñu’u ra iin mí té nìxìnù ndixi nùù ñu’u ra iin kìxì va tàchì tásí ra ndà’va va ña ñu’u nùù nù’u. Iin ndàkundichi ndikóo ì’mà sùkùn ve’e iin chìtù ña nùù ná sì’í ndíko, nìsàà ká vi ná xí’ín ra ndà’ví ndí ndià nii tù’ùn nì ká’àn na chi tákuà ndàto’ni nùù tá’án va na. Xí’ín chìyò rá kù’va ra tiàkùí sàvì nùnuu nùù ra. Saá kì’ìn ra chiyo ndixi ra iin và và’à chìkaa rà yu’ú ra iin táxá ra kúni nda’va ñu’u ndúkuità sùkùn ra saá xà ra. Chi mí té kùù saá ké kùndaa in ira chi xàtiàà va sàvìtáchì nùù ra. Ndiá saá ra nìní’i ká ra nìkésa ra chi ndiá tákuà yùvì kú ra kundú’u ra yàà un’u kundiatu ra ndiá mí kù’và ké ndikoo nà yùvì ndatú’ún xà’à tùndò’ò xí’ín ra chi kòò ká ña kuvi sa ra.
Nà sì’i ndákundiee ndáka’mi ñu’u va chi ndú’ú ka va ixán na nùù yòsó na.
Chi kukana ini koo vichi, kakana ini kiti yata chayika kuni kusu.
Kuu kanaxin ni’in ta so´o ra ka’nda ini.
Kunda’vi ini me koo anga yu’ú me ntaa sata yiku kuñu.
Kutaku dinaa xina’an kuu ñà’an.
Yee tutsi kitsu kúni, tutsi kusu inuu ñoo yiki kuñu, nivi ka´un ra nivi ka´un, kusu soko tukanuu, yu’ú, kukana ini, tiin yàà ñu´ú taan.
¿nasaa kuu kue’e kava ini me ra koo satsinu ta´nda?
Porque la tristeza no es de ahora, es un animal viejo con el que nos obligaron a dormir.
Hay gritos tan mudos que nos ensordecen y nos rompen por dentro.
Amarme sin tener miedo de mis manos sobre mi cuerpo.
Sobrevivir a todo lo que me enseñaron que significa ser mujer.
Hay dolores que vienen de lejos, que han dormido junto a nosotras, por generaciones y generaciones, que reposan y respiran en el hombro de la vergüenza heredada, del miedo, de la tristeza. Mordiendo la ceniza en el barro que tiembla. ¿cómo puede doler tanto un cuerpo y no terminar de romperse?
Inihhuantin huallohhuih ica tlen quipiyah ce acaquiliztocayotl tlen axquemman polihuiz cihuameh huallohuih ica inintzoncal tlaxinepalolli tlen cuatitlan huan cuatitlamitl tlacayocuechtiqueh ica chipahuatonatiuh tlen quintotocac cahcanahya campa nehnenqueh nopa tlamixtentonatiuh ni cihua quimatqui quemman ya mahmauhtinemiyaya Bronxohtli achtohui huelta ne tlatotoniya ohtipan atl tlen tepozcoameh quizah pan tlallihtic techamacac.
Ellos vienen con sus nombres de sonidos de agua que jamás se borrarán
ellas vienen con sus cabellos enredados de bosque y selva sus cuerpos martajados por un sol blanco que las persiguió en cada lugar donde anduvieron
aquel día nublado esa mujer lo supo cuando caminaba temerosa por las calles del Bronx por vez primera aquel verano en las calles el agua de las serpientes nacidas de la tierra nos dio de beber.
Ce hueltah ce cihuatl quitemicqui ica elhuicatl huan huey atl noque ya chiyaya nechca ce ameyalli. Neca, ni cihuatl quichiyatoya ipipi miac cahuitl. Ya motemacac quihuicaz pan altepetl. Crescencia xoxoctizquia ica xihuitl tlen cuatitlamitl, ya eliyaya cihuapil huan ayiccanah ya quiezzotiyaya icoton. Nechca ameyalli, ica nochi itlaman quinahuatoc pan ce morral, Crescencia quiittac queniuhqui inemiliz xeliuhtiyohuiyaya. Quemman ya atlacuiyaya pan boca del monte, ya itztoya yoltoc huan yolpactoc. Namantzin oncayaya ce ohmaxalli. Ipipi quihuicayaya pan altepetl huan ya axquemman cuapazquia.
Había una vez una mujer que soñaba con el cielo y el mar mientras esperaba cerca de un pozo. Allí aguardaba por su hermana mayor muchas horas. Le había prometido llevarla a la ciudad. Crescencia enverdecida por las plantas del bosque era sólo una niña y aún no ensangrentaba su ropa. Cerca del pozo, con todas sus cosas cargadas en un morral, Crescencia miró cómo su vida se iba separando. Cuando iba por agua del pozo en la boca del monte, estaba viva y feliz. Ahora un camino se partía en dos. Su hermana la llevaba a la ciudad para nunca regresar.
Ce tonatiuh, Crescencia nechilihqui topitzimeh mociahcahuayayah itzalan itlapech. Ya quillamicqui tlen iahui quincuiyaya huan quinilpiyaya ininicxi. Ya quinpopochhuiyaya macehualmeh ica ne tecuanimeh. Ni pahtiliztli quimahuilihqui, ya axnicmatiyaya canin topitzimeh huallayayah huan queniuhqui itztoyah yoltoc miac xihuitl. Achtohui iezzo axtemoyayah, topitzimeh quichichintiyohuiyayah echcapa tlen itlapech.
Un día, Crescencia me contó que las iguanas dormían bajo su cama. Ella recordó que su tía las atrapaba y les amarraba las patas para así sahumar a la gente con esos animales de monte. Esta curación le daba miedo, no sabía de dónde venían las iguanas y cómo se mantenían con vida por tanto tiempo. Su primera sangre aún no venía, las iguanas la iban chupando bajo su cama
ixcanelin quitlachpanah malhuilli ininohhui campa nehnemizceh cequin tlayohua echcapatzin tlahuilli patlanihtihuallohuih tlen tlalli pilteoxihuitzitzin motlatlah noque ixcanelin quitlachpanah malhuilli ininohhui campa nehnemizceh zampampa naman piltlahuiltzitzin nemih pan xihuitl neca nouhquiya nimomahchahcoa ica huitzli huan nimahezquiza
algunas noches diminutas luces vuelan desde la tierra los brotes sagrados se incendian mientras las hormigas barren tiernamente los senderos por donde caminarán aunque ahora pequeñas luciérnagas viven en la yerba allí también mis manos se espinan con astillas y sangran
some nights tiny lights fly up from the earth the sacred plants ignite while ants tenderly sweep the paths on which they will walk although now little fireflies live in the grass there too are my hands, bleeding and splintered with thorns
las hormigas barren tiernamente los senderos por donde caminarán
ants gently sweep the paths on which they will walk
ce cihuatl motehtemiqui pan cuatlapazolcuatitlamitl itemiquiliz tepalcatlatomoni tlen tlitetl atiyatilia tlachihualiztli comalli pan pahtemiquiliztli malhuilxochimeh camahuia huan quiillia tlacayolizlti temitoc ica tlachihuanih
una mujer se sueña una y otra vez en una tupida selva sus visiones son truenos de cristales de la piedra lumbre que derrite la maldad en el comal en los sueños de la curación las plantas sagradas le anuncian que el cuerpo está plagado de animales invisibles
a woman dreams again and again in an impenetrable jungle her visions are crystal claps of thunder from the alum stone that dissolves the evil in the comal
In medicinal dreams the sacred plants reveal the body is plagued with invisible animals
El juglar se acerca a la jaula del condenado dando brincos, gritando para que la gente se congregue: —¡Acérquense!, ¡acérquense!, ¡acérquense!, estimados caballeros. Este día es de luto y de gloria. Nuestro príncipe ha muerto, pero aquí tenemos al hombre que lo mató —y señala al condenado, quien está sentado en una esquina de la jaula, recargado sobre los barrotes de hierro; tiene el cuerpo arqueado y tembloroso.
El juglar continúa su discurso:
—El luto invade a todo el reino, roguemos por el alma bondadosa de nuestro príncipe, protector de estas aldeas. Su cuerpo aún yace en el palacio para los protocolos funerarios que marca la tradición, pero hoy estamos aquí para mirar cómo se hace justicia en este reino.
La jaula está colocada sobre un armazón de madera, cerca de la piedra circular de las ejecuciones; alrededor hay una valla para contener a las personas. El juglar se empeña en dar sus saltos alrededor de la jaula, apenas alzando su pie del piso. Luego se detiene un momento para dar la siguiente versión de lo acontecido.
—Nuestro valiente príncipe estaba defendiendo la guarnición de la parte noroeste de la ciudad, cuando las despiadadas tribus bárbaras irrumpieron tras la muralla; el príncipe, antes de huir o retraerse permitiendo que esas huestes pasaran por la muralla, los enfrentó sin el protocolo de guerra. Fue una batalla de grandes dimensiones, entre sus pertrechos de guerra ellos traían toros. Sí, honorables caballeros que me escuchan, como miembro de tribus antiguas de pastores ellos utilizaron sus rebaños de toros para aplacar a nuestras tropas. Así fue como el príncipe perdió a sus militares más valientes, más audaces, porque entre la estampida de animales y hombres no hay forma de establecer proporción alguna. Fue una batalla desigual. Nuestros militares fueron pisoteados por los toros azuzados con unas enormes antorchas en las cornamentas. Nuestra majestad el
rey recibió de los atalayas informes del fuego que bajaba sobre la parte noroeste de la muralla, antorchas vivas se movían. Su luz resaltaba en la oscuridad de la madrugada. La batalla se extendió hasta el amanecer, nuestras tropas en todo momento defendieron la guarnición, mostraron mucha valentía y enfrentaron a cabalidad a las tribus norestinas. Caballeros, nosotros odiamos a los norestinos. Utilizan hasta sus elementos de subsistencia para la batalla. Los toros más salvajes han sido domesticados por ellos. Han podido atrapar toros en las llanuras más agrestes que el hombre pueda imaginarse. ¿Para qué?, pregunto. Para ser utilizados como punta de lanza en el asalto a la ciudad. La parte amurallada en la frontera noroeste ha sido controlada por ellos. Según nuestros testigos este hombre hirió de muerte a nuestro queridísimo príncipe.
El juglar se acerca y empieza a golpear con su bastón la jaula de barrotes de hierro donde está detenido el prisionero.
—No aceptamos la versión de que nuestro príncipe fue pisoteado en la estampida; fueron las inmundas manos de este hombre las que segaron su vida. Por eso va a ser inmolado el día de hoy. Un hombre civilizado de este reino jamás abusaría de la nobleza de un animal que lo provee de sustento para llevarlo a la batalla. Matando a uno es posible exterminar a todos, hasta que no quede ningún hombre de la tribu de los norestinos. No nos puede causar compasión la muerte de un norestino, cuando ellos están en los alrededores de la ciudad.
El juglar se acerca a la jaula donde está el condenado, amarrado con grilletes en los tobillos y la mirada extraviada. Sólo un pedazo de tela le cubre los genitales.
—Pero como marca la tradición en este reino, es mi deber hacerle una pregunta a este hombre antes de ser sacrificado.
El juglar alza la voz para enfatizar su pregunta; poco a poco más gente se va congregando, niños, an-
cianos, tratando de abrirse espacio para contemplar mejor el espectáculo.
—¿Por qué llevaron toros a la batalla?
El juglar insiste con su pregunta, el hombre apenas si puede alzar la cabeza, tiene el cabello largo, salpicado de tierra. Ante la insistencia del juglar, el detenido, con voz apenas audible, contesta:
—Gracias al mbxii tii, el pájaro de la medianoche; con su canto supimos que nos anunciaba algo. Nuestros antepasados nos dijeron que este pájaro regresaría a darnos una cierta época de paz, para lograr aquello engendró hijos toros con nuestras mujeres. Nuestro gobernante nos manda con ellos a la guerra. Somos los humanos quienes siempre salimos heridos o muertos. Nos anima la certeza que después de cada batalla nuestros hijos, los toros, regresarán a casa para cuidar de sus madres. Nosotros somos débiles, ustedes rompen la formación de batalla con sus poderosas armas y hieren a nuestros hermanos.
El juglar se exalta y grita: —¡Así lo marcan las leyes de la guerra!
Aun así, el prisionero, con voz más débil, sigue hablando.
—En las tribus norestinas no existen leyes de guerra, ustedes han amurallado la parte noroeste más allá del río, en nuestros territorios. Nuestros hijos necesitan campo. Gracias al mbxii tii hemos tenido hijos obedientes, sumisos, dispuestos a librar batalla. Nos obligan a movernos hacia al norte, donde los lagos y los ríos están congelados en invierno. Es cientos de veces más horrible morir de frío, que enfrentarlos con nuestros hijos en una batalla. Dígale a su rey que la nieve mata. Hay toros que tienen el pelaje grueso, aun así, mueren por las heladas. Mientras ustedes saborean bebidas y comidas calientes, nosotros nos congelamos en el norte. Ustedes saben mucho de muerte, catapultas y lanzas. Edifican ciudades, necesitan comer carne, ¡nunca se sacian! Nuestros hijos pueden andar en el campo sin hacerle daño a nadie, nuestros hijos saben más de paz que ustedes. Ellos
reclaman un territorio libre para pastar. Dígale a su rey que sobre el hielo no crecen plantas. Esta batalla que hemos librado no es por nosotros, simples hombres de carne y hueso. ¡No! Es por nuestros hijos que reclaman vivir.
El juglar interrumpe al condenado envuelto en una especie de ira, recomenzando sus brincos alrededor de la jaula del detenido, denunciándolo: —¡Usted mató a nuestro príncipe, protector de estas aldeas!
Y hace una señal con la mano. Se acercan cuatro verdugos con capucha oscura en la cabeza. El cuchicheo de la gente se acrecienta, se apretujan al lado de la valla donde se alza la jaula sobre el armazón de madera. El detenido intuye que se acerca el momento final. Uno de los verdugos camina hacia la jaula y abre la puerta. Quita los grilletes de los pies del condenado y lo arrastra hacia fuera. El hombre aferra sus manos en los barrotes, esto provoca mayor expectación entre la gente. Los otros verdugos van y golpean las manos del detenido para que se suelte. El hombre cae al piso desde la altura donde está empotrada la jaula. Se golpea la nariz de donde va manando sangre, sus ojos respiran miedo. Un verdugo le arranca el pedazo de tela que le cubre los genitales. Los otros verdugos lo levantan del piso y lo colocan sobre la piedra circular. Sus costillas parecen varas, le amarran los tobillos con correas sujetas a la piedra. Lo estiran de los brazos, completamente desnudo, sus testículos están cubiertos de un puño de pelaje. Todas las cuerdas están sujetas a una polea que comienza a ser movida por un caballo; poco a poco revientan sus extremidades. Dos de los verdugos van limpiando con un trapo la piedra que comienza a salpicarse de sangre. Escuchan lo que el condenado resuella antes de morir.
—Nuestros hijos saben más de paz que ustedes.
Gestora cultural Nahua. En el ámbito editorial ha fungido como gestora, coordinadora y editora de los títulos Yolkalpam y Na Savi, dos libros-objeto en Náhuatl y Tu’un Savi respectivamente. En 2018, Neijmantototsintle , un libro-objeto con un poema de su autoría, fue acreedor del Judges Award Choice, otorgado por The Oxford Fine Press Book Fair. Actualmente colabora con el Laboratorio Nacional de Materiales Orales en el área de gestión y es una de las tres coordinadoras de Originaria, una gira y publicación editorial de mujeres poetas en lenguas indígenas. Su página web: https://aterimiyawatl.wixsite.com/aterimiyawatl.
Poeta en lengua tzotzil. Licenciada en Etnopsicología por la Universidad Autónoma Indígena de México uais. Ha sido becaria del Fondo Nacional para las Cultura y las Artes fonca 2004-2005 y 2010-2011; de la Dirección de Investigación y Fomento de Cultura Regional de Sinaloa (hoy Instituto Sinaloense de Cultura isic) 20062007; y del Centro de Traducción Literaria de Banff citlb 2008. Entre su obra se destaca el poemario Yi’Beltak Ch’ulelatik/Raíces del alma , ganador del certamen Libros del Rincón organizado por la Secretaria de Educación Pública sep y Tajimol Ch’ulelaletik/Juego de nahuales que forma parte de la Colección Astrolabio. Sus poemas han sido traducidos al italiano, inglés, serbio, catalán y castellano.
Su lengua materna es el Tu’un Sávi (Mixteco). Estudió Licenciatura en Educación. Escritor, traductor, promotor de lectura, músico tradicional y jornalero agrícola. Ha publicado los libros Todos los sueños el sueño (SEJUVEG, 2003); Ñu’u xí’ín in ka ñùú (La luz y otras noches) (CDI, 2012); Cerrarás los ojos para no ver (FEBC-CONACULTA, 2013); Ñà kúnì tá’án yó xí’ín in ka tu’un válí (El amor y otras minificciones) (Juanas Editoras, 2017). En 2009 recibió el Premio San Quintín Joven, que otorga el Instituto de la Juventud de Baja California. Fue becario de PECDA Baja California en 2016 y becario del FONCA en el periodo 2017-2018. Obtuvo el Premio de Literaturas Indígenas de América (PLIA), 2021, y el Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Mexicanas, 2021.
Poeta bilingüe (tu’un savi-español) promotora cultural y tallerista. Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía del 2015 al 2017. En 2017 Recibió el Premio a la Creación Literaria en Lenguas Originarias Cenzontle, en 2018 obtuvo el Premio Nacional de la Juventud, en 2019 el Premio Juventud Ciudad de México, en 2020 el Premio CaSa de Literatura para Niños, en 2021 el Premio Mesoamericano de Poesía Luis Cardoza y Aragón. Desde 2018 es miembro de Latin American Studies Association (LASA). Autora de los poemarios Ñu ú Vixo / Tierra mojada (Pluralia Ediciones, 2018), Tikuxi Kaa/El Tren (Almadía, 2019), I su ichi/ El camino del venado (UNAM, 2020) y Las formas de la lluvia/ বৃষ্টিধারারনানারূপ(JOLDHI, 2021). Su obra ha sido traducida al árabe, inglés, francés, bengalí, hindi y catalán.
oeta y docente mexicana. Maestra en Literaturas y Culturas Iberoamericanas y Latinoamericanas por la Universidad de Texas ut en Austin. Dirigió el proyecto Iguanazul: literatura en lenguas originarias (2005-2016). Ha realizado investigaciones de literatura latinoamericana y mesoamericana en la Universidad Nacional Autónoma de México unam, la ut y la Universidad de Leiden, Países Bajos. Actualmente escribe sobre narrativas de migración entre las comunidades indígenas en la ciudad de Nueva York. Recibió el Premio Nacional de Poesía Lázara Meldiú 2014. Es directora del proyecto de revitalización de lenguas mexicanas a través del arte, la tradición y la literatura Iguanazul. Ha publicado los libros Palabras de Agua (2010) y Tiawanaku. Poemas de la Madre Coqa (2017).
Estudió Educación en la Escuela Normal Bilingüe e Intercultural de Oaxaca (2001-2005) y la Maestría en Literatura Hispanoamericana Contemporánea por la Universidad Austral de Chile en Valdivia, Chile (2011-2013). Es autor de Y supe qué responder, Nyak mbkaabna (SEP, 2006) en versión bilingüe zapoteco-español. En 2012 publicó el libro de cuentos Hormigas rojas (Editorial Almadía) y en 2014 el poemario Ndio dis mbind, Lenguaje de pájaros, The Language of Birds, en edición trilingüe, zapoteco, español e inglés (Editorial Avispero, 2014). Su obra narrativa ha sido incluida en el libro México 20, (Pushkin Press-CONACULTA, 2015) y México 20 New Voices Old Traditions (Pushkin Press, 2015) antología de los 20 escritores mexicanos menores de 40 años representativos de la literatura mexicana. Fue miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte 2017, en la categoría de letras en lenguas indígenas.
Es tiempo de unir y vincular. Es momento de volver a un pensamiento que nos permita conectar entre comunidades. En medio del caos y la algidez del mundo moderno, quizá es hora de escuchar los conocimientos originarios. Shilaa’ busca presentar distintas formas de entender y relacionarse con lo fundamental. Porque urge construir un planeta justo para todos los Pueblos Indígenas y todas las naciones del mundo. Un planeta que resista el agotamiento industrial y el corporativismo mercenario. Nuestro ideal es que partir de la revista y de la conexión y los enlaces nacidos del presente proyecto, vengan más iniciativas que busquen redefinir la naturaleza de esta realidad, una basada en los conocimientos y saberes milenarios, mediante la autogestión y la autodeterminación. Este dossier mínimo, compuesto por las colaboraciones del poeta Pedro Uc y la organización U Yich Lu’um, dos fuerzas regeneradoras del territorio maya, iluminan el largo trayecto que hay que recorrer para defender la tierra y la identidad. Poesía y colectividad al servicio de todos los pueblos.
A pesar del empeño por desaparecer el ancestral vínculo como pueblo Maya con la naturaleza y sus diferentes manifestaciones este se mantiene y se manifiesta de maneras muy variadas, adaptándose o adaptando los avances tecnologícos, ocupando o recuperando espacios, pero sobre todo regresando a la naturaleza y llamando la atención al mundo acerca de nuestra presencia y nombrando las amenazas menos visibles que nos folklorizan y subrepresentan.
En Sanahcat, y otros 61 municipios, este proceso de desarraigo y despojo tiene su origen más violento con el establecimiento de plantaciones de henequén, con un claro desplazamiento de la agricultura tradicional desde finales del siglo XVIII, conformando una vasta zona del centro-norte de Yucatán conocida como región henequenera. Aun en la etapa de decadencia de este cultivo, a partir de 1970, la mitad de la población de Yucatán dependía de este agave. Con el henequén como monocultivo que “no requiere” ceremonias para el ciclo productivo y sin la posibilidad de que los montes se regeneren, junto con el suelo y la diversidad de la vida, se fue degradando la cultura de la milpa, los conocimientos asociados e incluso las palabras mayas para nombrar el complejo milpa-monte-solar.
Producto de la globalización y la corrupción de los gobiernos y caciques, en la década de los 90 se puso en marcha el programa de individualización de los ejidos henequeneros, solo para agravar más las condiciones de vida del campesinado y debilitar más el tejido social. De igual forma, con una visión electorera y paternalista en 1992 se indemnizó a todos los ejidatarios de entre 20-49 años y se jubiló a los mayores de 50 años. Al menos en Sanahcat, esto marcó el fin del henequén y de la principal (única
en muchos casos) fuente de ingresos de las familias. Muchos henequeneros no sabían hacer otra actividad, por generaciones se habían sostenido al amparo de los precarios ingresos de este trabajo. Solo quedaban tres opciones: migrar (desde una migración familiar o pendular y en este caso, eran, en principio, los hombres) o bien, quedarse como víctima del Programa de Desarrollo de la Zona Henequenera (Prodezohe) vinculado al Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol) y la tercera, apenas perceptible, regresar a la milpa.
Las mujeres mayas también han sostenido los espacios familiares y comunitarios, y han sido azotadas por estos abruptos cambios estructurales y gubernamentales. Ellas con el bordado, la crianza de animales de traspatio, las plantas medicinales y comestibles han creado mecanismos para sostener la vida. Alrededor de estos años, la migración de parte de los hombres se dio hacia la capital y polos turísticos para trabajar en la construcción. Posteriomente las mujeres también tuvieron que emplearse en los hogares de la capital.
Las maquiladoras aprovecharon esta oportunidad: de 1994 a 1999, 34 maquiladoras se instalaron en la zona henequenera con salarios que nunca superaron los dos salarios mínimos. Aunque hubo una combinación de estrategias, otro grupo importante de exhenequeneros se quedó para la implementación paternalista de los programas del Prodezohe con un esquema de proyectos productivos y becas con el que el partido oficial (PRI) se mantuvo en el poder y pagó el costo político de la indemnización. La tercera opción, regresar a la milpa, siempre ha estado, solo que menos visible. De hecho, los mismos henequeneros todo el tiempo intentaban regresar:
en los tiempos libres hacian milpa o acciones que reflejaban la resistencia; por ejemplo, se estableció un área de monte que nunca fue deforestada y que servía para cacería, leña, material de construcción y milpa; después, cuando el Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares (Procede), planteó la parcelización del ejido, la comunidad optó por mantener todo el territorio como uso común.
Este esquema paternalista de “impulsar” el desarrollo de los pueblos y comunidades no ha cambiado nada, los pueblos de lo que ahora es la ex-zona henequenera, como Sanahcat, siguen en las mismas condiciones de marginación y los exhenequenales están salpicados de infraestructura de proyectos fallidos (corrales, pozos, bodegas, sistemas de riego, invernaderos, entre otros muchos), sobre los que los nuevos gobiernos siguen instalando infraestructura en tiempos electorales.
El resultado actual es que la gran mayoría de la fuerza laboral comunitaria sea asalariada con alta dependencia de la Ciudad de Mérida, que el campo esté prácticamente abandonado y que el sistema educativo, en los hechos, privilegia la formación occidental por sobre la valoración de la cultura Maya. Aun cuando cada vez más jóvenes se preparan académicamente, la aspiración es no regresar al pueblo. Peligrosamente, las megranjas (de cerdos y aves, por ejemplo), se están instalando al identificar la disponibilidad de mano de obra barata.
En este contexto violento con nuestro ser indígena, después de que nuestros padres, madres, abuelas y abuelos, vivieron en carne propia el racismo, después de que nos enviaron a la escuela para “dejar de ser Mayas” y pudiéramos “ser alguien”, neciamente hemos decidido regresar a nuestro pueblo y fundamos el Centro Interdisciplinario de Investigación y Desarrollo Alternativo, U Yich Lu’um.
U Yich Lu’um (El Fruto de la Tierra), lo conformamos miembros de comunidades que hemos pasado por la universidad y otros espacios solidarios desde donde fuimos identificando la importancia de regresar al pueblo.
De 2008 que iniciamos los diálogos para trabajar en colectivo a 2012 que iniciaron los primeros talleres de educación ambiental con niños y niñas, pasando por 2013 cuando decidimos constituirnos legalmente o 2015 cuando empezó a tomar forma el Centro Agroecológico; hemos avanzado: hemos consolidado alianzas y amistades con personas, organizaciones y
comunidades; nos hemos unido a diferentes redes locales, nacionales e internacionales pero también hemos identificado grandes retos.
Antes de hablar del camino y logros, hay que mencionar que la pandemia del Coronavirus nos sacudió y nos hizo repensar el camino andado hasta entonces. Conforme nos recuperábamos decidimos revisar, evaluar nuestro andar y replantear nuestro trabajo futuro. Tenemos que decir que producto de este proceso, de cuatro fundadores que iniciamos, ahora somos un equipo de 19: 4 colaboradoras directas profesionistas, 4 colaboradores en trabajo de campo, 4 voluntarias permanentes, 2 voluntarias 1 voluntario intermitentes. De este total 11 somos de Sanahcat. Otro resultado directo fue la reorganización temática en tres grandes áreas de trabajo: Territorios de Vida, Aprendizajes Comunitarios y Fortalecimiento organizacional y comunitario.
Territorios de vida. A nivel local acompañamos grupos comunitarios para hablar de nuestros derechos como pueblos indígenas y para la identificación de alternativas productivas, si bien abordamos el reconocimiento y defensa del territorio, alternativas ecoturísticas, reforestación y restauración ecológica, la clave es el enfoque de confianza mutua como miembros del pueblo Maya.
Por otro lado, el proyecto emblema y quizá el más antiguo en esta área es el Centro Agroecológico, un espacio de 6 ha, ordenado de manera que 2 ha son sistemas silvopastoriles, 1 ha agroforestal, 1.5 ha para huerto, milpa, meliponicultura y otros sistemas productivos y media ha para construcciones. El avance este año es que iniciaremos la escuela agroecológica descolonizante, un espacio de formación para campesinos y campesinas con elementos como mejoramiento de los sistemas tradicionales de construcción, autonomía energética y derechos humanos.
También, somos miembros del Consorcio TICCA, una red mundial que impulsa el reconocimiento de los territorios y áreas conservados por pueblos indígenas y comunidades locales. Dentro de esta organización coordinamos la subregión de Mesoamérica, desde donde trabajamos para documentar, defender y mantener los territorios de vida a través de la vinculación con pueblos indígenas y comunidades y las organizaciones que los apoyan.
A través de los aportes de diferentes enfoques pedagógicos, desde esta área buscamos que la niñez y la juventud, principalmente, revaloremos juntos nuestra cultura Maya, nuestra lengua y nuestra relación con el monte y sus elementos.
Hemos nombrado y estamos sumando corazones y voluntades para seguir construyendo nuestro U kúuchil kaambal kuxtal (escuela para la vida), un espacio de diálogo intergeneracional donde reconozcamos la violencia que vivieron nuestras abuelas y abuelos y que nos siguen marcando, un espacio donde iniciemos la sanación de esas violencias y reconstruyamos nuestra historia
También, en esta área, somos parte del Porgrama Sal a Pajarear, una iniciativa en alianza con otras organizaciones de la Península de Yucatán en el que los niños y niñas aprenden a identificar las aves de la comunidad al mismo tiempo que practican la lectura, la escritura y sobre todo el reconocimiento y reapropiación de nuestro territorio.
Esta área es clave, en el sentido de que se encarga de cuidar todos los temas transversales como el enfoque de género y el autocuidado colectivo. A través de procesos de formación contínua y espacios de diálogo al interior del equipo se busca tener un piso común respecto a nuestro diálogo exterior con nuestra comunidad. Estamos generando espacios para poner en práctica aspectos como la alimentación consciente y la producción agroecológica de nuestra comida.
Llegar hasta donde estamos no ha sido tarea sencilla. Si bien es fácil nombrar la “falta de conciencia” por la que nuestras comunidades aceptan trabajos mal pagados en las megagranjas o seguir a los partidos políticos aunque solo sean “usados”, la realidad es que solo estando inmersos en la realidad local es que podemos identificar el peso y dolor heredado desde la conquista y en particular de las haciendas henequeneras y la deshabilitación consolidada por el Estado y muchas ong y fundaciones.
Desde diferentes ong, academía y fuentes de finaciamiento hemos recibido, invitaciones y reclamos por no sumarnos a determinadas demandas. Una vez establecidas sus agendas, aun bien intencionadas, no entienden las múltiples realidades locales y no les importa en qué parte del proceso está la comunidad. Así, nos tratan con excesiva condescendencia, nos piden explicaciones que no piden a otros actores, argumentan que “son parte de la comunidad por el tiempo que llevan trabajando” aunque no viven la realidad, rechazan nuestras invitaciones a diálogos entre iguales. En fin, hay una falta de disponibilidad para reconocer su racismo, hacerse a un lado o en su caso acompañarnos a los pueblos indígenas en los espacios y procesos que nosotros decidamos.
En este contexto en U Yich Lu’um, antes imponer una agenda a nuestro pueblo, le apostamos a otras formas posibles de vida con mayor dignidad, autonomía, pensamiento crítico y sobre todo generar espacios de intercambio y profunda sanación para defender el territorio. Esta es nuestra apuesta y nuestra contribución para fortalecer nuestro tooj óolal como pueblos indígenas y comunidades locales.
La vinculación de las comunidades originarias del pueblo maya con la tierra, con la lluvia, con el monte, con el agua y con el maíz, nos permitieron crear ciertas perspectivas, creencias, pensamientos, emociones y comportamientos; al entretejerse, perfila nuestra identidad en la que se configura nuestro rostro maya, aunque todavía está viva y clara, a día de hoy está lamentablemente muy deteriorada.
La cosecha de maíz, carne y sangre de la mujer y el hombre maya, nos permitió soñar, creer, crear un lenguaje y una lengua singular que nos permite comunicarnos con el óol de ese fruto, descubrimos que no es un simple cereal como le llama occidente, es una fuerza, es una energía, es un aliento que habita en un grano, no en vano le llamamos i’inaj a la semilla, (según mis conjeturas lingüísticas es la contracción de iik’naj) que viene de los vocablos iik’+naj que significa casa del viento, de la energía, del óol.
Este maíz nos reveló la existencia de otros seres desconocidos por la ciencia occidental, pero atestiguada por algunas miradas de niñas, niños, mujeres y hombres originarios de las comunidades mayas, por la experiencia de la vinculación con las actividades en ese espacio que llamamos kool; podría traducirse como rescatar, salvar, proteger y no milpa como se le conoce a día de hoy, al parecer, es un término de origen taíno.
La comunidad, fundada en su experiencia, decidió llamarles Yuumtsilo’ob, sería como padre de todos, o creador, por ser el proveedor de lo que es, o más bien, de quien es; Yuum Cháak es proveedor de la lluvia, Yuum K’áax es proveedor del monte y del maíz y Yuum iik’ es proveedor del viento y de la energía, así con muchos otros con quienes se trabaja colaborativamente, o más bien, comunitariamente. En
virtud a su naturaleza familiar, se celebran comidas con los integrantes de la comunidad que se conocen como bankunaj, la colonia les llama ritos agrícolas.
En estas celebraciones, el ka’anche’ en la que se presenta las comidas, ofrenda le llaman cristianamente, se llena de alimentos pero, hay además un alimento que es intangible, es la palabra, no es cualquier palabra, es sujuyt’aan, es palabra en clave hermenéutica, es canto, es voz del siipkuuts, eso es lo que el Ajk’iin pronuncia en su voz y pone sobre el ka’anche’ como parte de los alimentos. A eso le llamamos poesía celebrante, pero también denunciante de la colonización.
El ik’ilt’aan no es una copia de la poesía occidental, ni en su forma ni en su contenido, el ik’ilt’aan nace de un ka’anche’ lleno de alimentos, el principal alimento es esta palabra, es un tsikbal con seres que se hacen presentes en torno a este mundo poetizado. La marca que deja en la memoria de cada niña, de cada niño que participa en este acto, no solo confirma un hecho con mayor fuerza, sino la continuidad de un sendero, la identidad.
El ik’ilt’aan o poesía maya está situada, nace en un territorio que no es lo mismo que tierra, sino ese espacio físico que llamamos k lu’umil , aquello que nos permite vivir como vivos y vivir como muertos en este rincón del mundo, es nuestro territorio; tiene su cielo, su tiempo, sus lluvias, su sol, sus sonidos, sus colores, su monte, sus piedras, sus aguas, sus pájaros, sus animales, sus noches, sus silencios, sus flores, sus frutos, y por su puesto su lengua, todo lo que nos permite encontrarnos con la vida y su plenitud, forma parte de nuestro territorio.
El ik’ilt’aan no puede existir sin ese espacio, sin esas expresiones del sonido, de los colores, de las
Imagen > Cortesía del autor
La lengua maya tiene su energía, tiene su carga, tiene su fuerza, tiene su ánimo, tiene su emoción, tiene su grandeza, tiene su peso.
formas, de las luces, de las sombras, de sus amores, de sus dolores, de sus alegrías y tristezas, pero sobre todo de su maíz. Así nació el ik’ilt’aan en el corazón del Ajk’iin que recogió lo que pudo escuchar, lo que pudo ver, lo que pudo sentir en su óol; así lo comparte como palabra en clave, como sonido musical, como vientos concatenados de energía limpia.
Pero la noche llegó hace un poco más de quinientos años y el suyuat’aan fue perseguido, quemado, ahorcado y satanizado por la verdad de las armas de fuego en un auto de fe que se multiplicó en la Península, algunos retazos aparecieron más tarde con el nombre de códices del continente invasor, otros se recogieron con grafías castellanas, las conocemos hoy como Chilam Báalam y Popol Vuj, pero el silencio ha sido largo en una oscuridad espesa en la que personajes como Jacinto Kan Ek’ y Cecilio Chi’ reivindicaron esta palabra, esta oración, esta convocatoria, este viento que llamamos óol por ser o tener personalidad, no son unas estrofas con rima y métrica, son energías que tocan nuestra sensibilidad, por eso dice un Yuum de la palabra maya lo siguiente: “mayat’aane’ yaan u yiik’, yaan u kuuch, yaan u muuk’, yaan u yóol, yaan u k’i’inam, yaan u siip, yaan u muut”.
Todo lo anterior para advertir la característica de la poesía maya.
A los que fuimos amamantados con esta leche, es imposible para nosotros desconectarnos con el territorio, no podemos dejar de llorar y sufrir cuando es atacado y descalificado por el desarrollismo que afirma categóricamente que nuestro territorio y sus tierras son ociosas porque no se ve en ella un parque solar o eólico, no se ve en ella un monocultivo de soya de cinco mil hectáreas, no se ve en ella una granja de cerdos con cien mil cerdos contaminando los cenotes, no se ve en ella cientos de hoteles y restaurantes turísticos que narcotizan el medio ambiente y no se ve en ella un tren que trafica amenaza, persecución, inseguridad y muerte.
Nuestro ik’ilt’aan no encuentra lo ocioso en nuestro territorio, da cuenta de sus coloridas flores que producen miel, registra la incansable labor de las abejas que desde muy temprano recogen la miel, cuenta las miles de mariposas que van hacia el sur en busca de la lluvia, mira cómo los árboles crecen para proveernos las maderas para nuestras casas, escucha cómo la milpa crece hasta que la mazorca alcanza el color de su madurez, se comunica con los Yuumtsil,
como Yuum Cháak, Yuum K’áax y Yuum iik’. Ha sido suficiente para resistir quinientos años de invasión de derechas e izquierdas colonizadoras que se apropian de nuestra palabra, de nuestras voces, de nuestros colores, de nuestra lengua, pero sobre todo de nuestra poesía que a día de hoy no han logrado apagar.
El ik’ilt’aan no es una construcción individual, ni solamente voz humana, es una armonía onomatopéyica, es una palabra colectiva de pájaros, de animales, de lluvias, de vientos de silencios nocturnos, de emociones contenidas y del sonido de los muertos. Ha nacido y sigue naciendo en las asambleas comunitarias donde los niños, las niñas, las mujeres en complicidad con todos los que somos hijas e hijos de Yuumtsil tejemos esa palabra no solo para ser disfrutada por el intelecto y por nuestras emociones sino para hacer más fuerte nuestra armonía con las plantas, con el viento y con la lluvia, es decir con Yuum K’áax, Yuum iik’ y Yuum Cháak.
Quienes formamos parte de la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch’ Xíinbal nos convocamos para conformarnos en una pequeña montaña de voces, de sonidos, de angustias, de dolores pero, también de amores y esperanzas, en torno a esta voz: “La tierra no se vende ni se renta”, como primera mojonera de esta milpa, en la que fuimos surcando el espacio de nuestros pasos, de nuestra lengua, de nuestro maíz, de nuestras aguas que guardan los cenotes y las lagunas.
En esta montaña o pu’uk-si’k’-k’al hicimos de nuestra palabra una sola voz, de nuestro ik’ilt’aan, una denuncia del desarrollo que atenta en contra de la vitalidad de nuestro territorio y de nuestro tejido; pero también una esperanza de vida para nuestro territorio.
El ik’ilt’aan promueve no solo la estética de sus sonidos, sino la sensibilidad hacia la tierra, el clima, el medio ambiente, la comunitariedad, la convivencia, la fiesta; esto es lo que yace amenazado por los
Ajk’iin: Oficiante de celebraciones rituales prehisánicas.
Bankunaj: Rito, ofrenda.
Chilam Báalam: Persona de mucho conocimiento.
I’inaj. iik’naj: Semilla.
Ik’ilt’aan: Palabra de viento. Poesía.
K lu’umil: Nuestro territorio.
Ka’anche’: Altar que representa el planeta por su forma circular.
Kool: Milpa. Rescate.
Múuch’ Xíinbal: Caminar juntos.
Óol: Aliento, vitalidad, vida, ánimo.
llamados megaproyectos, el canto de nuestro hermano ruiseñor nos lo cambian con el latigante ruido de un extraño tren, el aroma de nuestras flores lo transforman en fetidez de los desechos de una granja de cerdos, la sombra de nuestros árboles lo suplantan por kilómetros de celdas solares, nuestro intercambio de semillas de la milpa lo transforman en distribución de drogas, nuestra tranquilidad comunitaria la convierten en espacios de terror; contra esta lamentable e irresponsable realidad promovida desde los poderes oficiales y de facto se ha levantado nuestra montaña de voces, de palabras en lengua originaria para responder con ik’ilt’aan, con poesía maya.
Nuestra palabra originaria que brota de la tierra como plantas de maíz recién sembrados, crece con el color verde de Yuum K’áax, promete espigar como una xnuk nal, la semilla más resistente a las sequías, anuncia su intención de polinizar con eficacia su entorno y parece que logrará dar las mejores mazorcas para la celebración del bankunaj. No sabemos si será suficiente para contener el doloroso ruido y la descompuesta lengua mañanera del poder que camina en sentido contrario al arte y a la espiritualidad, sin embargo, la poesía maya lleva más de quinientos años abriendo grietas sobre cemento sólido y seguramente le será posible hacerlo sobre los rieles de un espurio tren.
Nuestra palabra, nuestra voz, nuestro ik’ilt’aan, no ha encajado en los cánones de la justicia colonial, la acusan de carecer de interés jurídico y legítimo, no ha encajado en el derecho positivo colonial, la ubican como entidad de interés público en vez de ser reconocida como sujeto de derecho, no ha encajado en lo político colonial, sólo se le usa como recurso electoral, es más, no ha encajado en el canon literario colonial, la acusan de no ser poesía, pero donde ha encajado con buena armonía, es en la milpa donde brota como maíz recién sembrado.
Popol Vuj: Libro Maya Quiche.
Pu’uk-si’k’-k’al: Corazón, boca del estómago. Siipkuuts: Pavo silvestre energético.
Sujuyt’aan: Palabra en clave.
Tsikbal: Diálogo.
Xnuk nal: Tipo se semilla de maíz.
Yuum Cháak: Padre/madre creadores de la lluvia.
Yuum iik’: Padre/madre creadores del viento.
Yuum K’áax: Padre/madre creadores del monte y el maíz.
Yuumtsilo’ob: Padres/madres credores.
En el ensayo La sangre, la lengua y el apellido. Mujeres indígenas y estados nacionales, Yásnaya Elena A. Gil dice que la escritora kaqchikel Aura Cumes propone que “el sistema patriarcal, en el caso de las mujeres indígenas, no se puede explicar sin la colonización, y la colonización sin la opresión patriarcal”, y esta dualidad de la que habla Cumes, y que se ramifica en los distintos tipos y niveles de violencias, se encuentra en Chi’etik xchi’uk ch’aetik vayichetik / Dulces y amargos sueños (CONECULTA, 2019), de la autora Petrona de la Cruz Cruz.
Chi’etik xchi’uk ch’aetik vayichetik / Dulces y amargos sueños es una obra protagonizada por una Mujer de Zinacantán que narra, en un monólogo de un acto, y desde una mirada hacia atrás, al pasado hurgando la memoria, lo que vive una mujer indígena de Chiapas y el cómo, desde la infancia hasta la juventud, se enfrenta a la menstruación, a las figuras de autoridad de la madre y la abuela –que también fueron criadas con las mismas violencias–, a la ausencia del padre, violaciones y secuestro, a la maternidad a temprana edad, así como a la precarización de los trabajos de cuidados, domésticos y laborales. La música es el punto de partida de lo anterior, la que detona los recuerdos que nos trasladan a una fiesta de pueblo, a aquellos tiempos donde “nos poníamos bien contentos, porque eran los únicos días que comíamos mucha fruta y buena comida”. Desde el principio de la obra, estos gratos momentos empiezan a desvanecerse porque cargaban consigo los rituales y las obligaciones familiares que adquiere una niña de nueve años y que, por ser la mayor de sus hermanos, “lavaba, planchaba, hacía tortillas, cargaba leña, cuidaba a mi mamá en sus partos y me levantaba a las tres de la mañana”.
Contener y darles fluidez a estas problemáticas, en poco menos de cuarenta páginas o en una puesta en escena de casi una hora, parece una tarea difícil. Pero, como lo ha demostrado a lo largo de su trayectoria de la Cruz Cruz en obras como Sk’op Yu’un Antsetik Bolom / Palabras de las Mujeres Jaguar, en la
que aborda los desplazamientos, migraciones y las condiciones de ser mujer y hablante de lengua indígena en México –con la violencia y la muerte de fondo–, el recurso de la memoria permite las digresiones y saltos temporales que mantiene al lector/ espectador en constante interés, preguntándose si lo que acaba de presenciar puede ser más doloroso, si es superable. Y Petrona nos responde con un sí, nos traslada a acontecimientos partiendo de la niñez hasta la vejez que, tanto en Palabras de las Mujeres Jaguar como en Dulces y amargos sueños, pertenecen a una cotidianeidad y realidad de los lugares y personas marginadas en México, y que pasa desapercibida, en muchas ocasiones, porque, como escribe Yásnaya, “los pueblos indígenas son naciones sin Estado”. Un Estado ausente, como podría interpretarse en Chi’etik xchi’uk ch’aetik vayichetik / Dulces y amargos sueños¸ ante el silencio de las leyes por la condición sistemática que se enfrenta la Mujer de Zinacatán por el hecho de ser mujer indígena.
A través del teatro documental o unipersonal, de la Cruz Cruz ha encontrado la manera de reconstruir parte de su vida, compartir las historias de las mujeres de su hogar y de la comunidad, con voces que resuenan hasta unificarse en un “no sabía cómo desahogar mi dolor”, como dice la Mujer de Zinacantán, pero que en las obras dramatúrgicas de Petrona de la Cruz Cruz se presentan como una llama que crece hasta envolvernos para sentir dolor, su dolor.
Josías López Gómez, nacido en Chiapas en 1959, es narrador bilingüe tseltal/castellano. Autor de cuatro libros de relatos breves y dos novelas, Spisil k’atbuj / Todo cambió es su segunda obra publicada por la UNEMAZ en 2006, bajo la edición de José Antonio Reyes Matamoros. El libro se compone de dos tipos de relatos: el primero pertenece al orden del cuento moderno, toda vez que recrea la vida de un maestro indígena como personaje ficticio, empleando diferentes voces, ritmos y estructuras narrativas; el segundo tipo de relatos, en cambio, está más próximo al cuento clásico, nutriéndose de la tradición oral.
En el orden del cuento moderno se ubican cuatro textos. “Jpoxlum”, relato de obertura a manera de metaficción. Mientras María Mélida se ofrece como primera lectora del borrador, quien además critica el contenido de la obra en el escenario de una literatura “indígena”, el narrador evoca el motivo y proceso de creación de los relatos que le siguen.
“La mujer de huipil”, ubicado en los años 50 del siglo XX, está centrada en Juan Soten, quien después de ser incorporado como promotor bilingüe por el Instituto Nacional Indigenista, sufre una transformación en su personalidad. Soten, además, intenta modificar la visión de su mujer, Catalina Xuch’ib, de manera violenta mediante el cambio de su huipil por el vestido floreado de una mujer citadina. El desenlaceobliga a que la pareja comprenda que ha sido separada por dos tiempos de vida: el tiempo moderno y el tiempo cósmico.
El cuento “Todo cambió” está narrado en primera persona por Cristóbal Ts’ej, el personaje principal. Un día, el narrador decide inscribir a su propia hija a la escuela, pero el maestro abusa sexualmente de ella. La estructura narrativa de este relato es compleja debido a los saltos y retrocesos a modo de elipsis y analepsis. La linealidad temporal, por tanto, está fragmentada por el uso de la anacronía.
“Algo diferente”, ubicado en los años 90, encontramos a un narrador-protagonista conocido como maestro José, nombrado únicamente por Hortensia Vázquez, también maestra, como personaje secundario. La narración, , evoca el enamoramiento que viven ambos personajes. La trama llega a su punto álgido cuando el
maestro José se declara ante la mujer y ésta rechaza la propuesta. El giro final de la historia representa, sin embargo, la ruptura de una vida tradicional mantenida frágilmente por ambos.
En el orden de los relatos clásicos tenemos tres cuentos. En el “El cazador”, por ejemplo, habla de la infidelidad de la mujer de un cazador, quien, un día, logra cortar el pene del amante y se lo da de comer a su esposa. Esta historia es conocida en muchas regiones del estado, con todas las versiones que los narradores orales ofrecen al oyente; en “K’atinbak, el reino de los muertos” cuenta la historia de un campesino que, un día, al morir su mujer, intenta a toda costa viajar al inframundo para traerla de vuelta al mundo de los vivos. Con un tono mítico y trágico, el segundo relato es propio de la tradición oral contextualizado en el mundo tseltal, versiones similares se encuentran en las tragedias griegas como el mito de Orfeo o de Heracles en Los doce trabajos de Heracles, incluyendo a La divina comedia de Dante Alighieri, en donde el héroe desciende al inframundo para rescatar a su amada; “El servidor del pueblo” es una creación propia en donde un hombre es elegido por las autoridades tradicionales del pueblo para desempeñar un cargo religioso, un texto sin tantas complejidades en la trama.
Con Todo cambió, López Gómez marca una etapa generacional en la literatura escrita en lenguas indígenas de Chiapas, al lado de sus contemporáneos Diego Méndez Guzmán, Enrique Pérez López y Nicolás Huet Bautista. López Gómez, si bien inició su trabajo creativo bajo la motivación de Reyes Matamoros, encontró en la escritura un modo de vida. Comienza a tener presencia en el ámbito nacional e internacional al obtener, en 2015, el Premio de Literaturas Indígenas de América (PLIA); en 2017 ingresa al Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA) en el género de novela. Vista esta trayectoria, López Gómez se posiciona como el escritor indígena actual con mayor prestigio en el escenario de la literatura nacional, alcanzando así el máximo reconocimiento como lo habían obtenido ya Natalio Hernández, Sol Ceh Moh, Juan Gregorio Regino, Natalia Toledo, Jorge Miguel Cocom Pech y Javier Castellanos.
No recuerdo a mi abuelo materno, estaba muy pequeña cuando falleció, pero mi madre me ha hablado un poco de él. Que siempre les leía historias a ella y a sus hermanos por las noches al calor de la fogata, que nunca fue completamente feliz en la ciudad, y que cuando se embriagaba, cantaba por las calles del centro a la par que gritaba el nombre de su pueblo que tanto quería. Me hubiera gustado compartir tiempo con él, conocerlo. Conocer a nuestros padres y abuelos es conocer más de nosotros mismos. Esto último lo tiene claro la protagonista del documental Tote (Abuelo) de María Sojob, por eso resuelve ir a visitar a su abuelo materno al paraje en el que siempre ha vivido, lejos del caos y del ruido de las urbes chiapanecas, cerca de las montañas, los ríos, los árboles y las nubes.
María Sojob decide compartir con nosotros un fragmento de su intimidad, al convertirse, junto a su tote, en la protagonista de este documental de 90 minutos del año 2019. Motivada por la posibilidad de perder a su abuelo en los próximos años, debido a la edad avanzada del señor, emprende un viaje para verlo, convivir de cerca con él e intentar resolver juntos, dudas que muchos, como seres humanos, nos planteamos en un momento de nuestras vidas, y que solo encuentran sentido en nuestros orígenes: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿qué es el amor?, ¿por qué amo del modo en que lo hago?
Como espectadores, al principio del documental nos enfrentamos al dinamismo y el colorido de San Cristóbal de las Casas, ciudad que es captada siempre en movimiento por la cámara. En el resto del documental, se presentan imágenes en las que predominan la tranquilidad y el reposo de la modesta cocina de madera de la casa del abuelo, donde todo el tiempo se mantiene encendido con leña el fogón; el pórtico de esta misma casa, en el que el anciano está tejiendo, como parte de su oficio, un sombrero tradicional de la comunidad tsotsil a la que pertenece; y la bella naturaleza del poblado Los Ranchos de Huixtán. En estos últimos espacios, nieta y abuelo trenzan, por vía de la palabra, pero sobre todo de las acciones, los gestos y los silencios, dos generaciones que parecen tan diferentes en lo relativo a la educación y la organización familiares, a los roles de género y a la demostración de afecto, pero que comparten el amor parental, en su sentido más básico, como el gran motor de la vida.
Con el transcurrir de los años, he descubierto que no puedo huir o renegar de mis lazos consanguíneos; por más cambios que haga en mi persona, la sangre emerge. Y está bien, ahora abrazo con gusto este hecho. No obstante, también con el paso del tiempo he tomado la decisión de ser yo misma, con mis variaciones, mejoras, particularidades y hasta vicios propios, aunque siempre erguida, por voluntad, sobre la base de una memoria familiar que me acompaña. María, al final del viaje que emprende hacia ese pasado que la sostiene como mujer, encuentra en la precisión del castellano y el compromiso del tsotsil, el justo equilibrio entre sus raíces y lo que día a día está fundando, en esas dos realidades que, lejos de ser antagónicas, le ayudan a construir una nueva y mejor forma de comunicarse, ser y estar en el mundo.
Tote (Abuelo) de Sojob, producido por Terra Nostra Films, Foprocine e IMCINE, es una obra autoetnográfica que invita a reflexionar específicamente en lo relativo a las cargas emotivas de las lenguas y al lenguaje en sí como material preponderante de construcción de la existencia. Asimismo, exhorta a pensarnos como elementos de una red amplia denominada familia, la cual no está de más intentar desentrañar, para lograr entender un poco más acerca de quiénes somos. Hacia el minuto 77, María y tote tejen a un mismo ritmo. La misma concentración, la misma mirada, el mismo sentir. Luego, la joven regresará a casa, pero ya no será la misma, será historia lúcida y porvenir más digno y afable para ella y las generaciones venideras.
“Qué te digo, los jodidos nacieron aquí. Y la noche, se expande hasta estrellarse en la mirada.” Fragmento de un poema del Florentino Solano, ganador de El Premio de Literaturas Indígenas de América 2021 por esta crónica, escrita al español y al mixteco: La danza de las balas.
Recuerdo cuando escuché por primera vez hablar del ejército zapatista, los noticieros los satanizaban, mientras los músicos que yo escuchaba los idealizaba. Me encerraba en mi cuarto, ponía mis cassettes, y escuchaba a todo volumen la música de Manu Chao, en donde el manifiesto zapatista era pronunciado por el sub comandante Marcos, o escuchaba a Santa Sabina, y cantaba canciones tales como Olvido, o Nos queremos morir, y oraba por Ell@s a San Juan de Letrán, sin tener idea de lo que en realidad Ello@s sufrían. Ahora, es imposible no saberlo.
Los mayores cuentan que, en los años sesenta, tiempos en que Lucio Cabañas andaría en los veintes, fueron los mismos militares quienes recorrieron la montaña obsequiando a los pobladores las semillas de amapola para que las sembraran, y así poder justificar cualquier tipo de incursión en la región. Lo que no les dijeron fue lo que en los años siguientes sucedería; un yugo que el autor logra plasmar en esta crónica, a través de la voz de un adolescente que nos transporta a la cotidianidad de Metlatónoc, pueblo natal del autor en que sucedió la danza de las balas, en la fiesta de San Miguel Arcángel, una de las festividades principales de las montañas de Guerrero, un 25 de septiembre del año 2000.
Imaginemos al pueblo de Metlatónoc, época de heladas pero aún con sol, la multitud participando alegremente en la procesión sobre la avenida principal, divirtiéndose con la danza de los Terroncillos, vaqueros enmascarados montando a caballo con sus cabezas dirigidas hacia la cola del animal, mientras que otros de a pie hacen un cómico performance de lazos, con la banda del pueblo tocando detrás: el trombón, los tambores, las trompetas, los violines. Un pelotón de 14 soldados cruza
por el festejo: los verdes, como el pueblo los llama. La gente los mira con rencor aliviados de estar en un momento sagrado, un momento en que los verdes no tienen permitido someter a nadie. Uno de los danzantes enlaza a uno de los militares, éste cae al suelo bruscamente, sube el calor rojo de la humillación a su rostro, algunos ríen, otros corren a ver el espectáculo, otros se persignan, mientras el militar intenta liberarse del lazo y sus compinches observan anonadados. Ya en pie, levanta su fusil Colt M16, aprieta varias veces el gatillo, algunas balas chocan en el pavimento, otras en las piedras que forman la barda de la iglesia, y finalmente, en alguna vieja casona de adobe. Los instrumentos musicales cesan, las voces se congelan, el tiempo se detiene, el silencio invoca el milagro: “ni un solo herido”. La danza de las balas evoca las muertes, las violaciones, las injusticias, el terror; el milagro se vuelve furia, se filtra en todas y todos los presentes, que se llenan con la creencia de que San Miguel Arcángel los protege.
Pienso que todos los pueblos son monstruos dormidos, descansando en sus propias costumbres y tradiciones, dice el autor de esta crónica; y es ahí, cuando la autoridad tiembla.
Madres que nunca descansan, terror cotidiano, pobreza, violaciones, injusticia; siempre ha sido así en México, sean los tiranos terratenientes, militares, autoridades o narcos, siempre han sido Ell@s los jodidos, por el simple hecho de nacer ahí. Si bien es cierto que la venganza no sirve de nada, y que los acuerdos que se logran con las revueltas siempre terminan siendo ignorados, no puedo dejar de imaginarme la felicidad momentánea de ese desenlace, a las mujeres desquitando sus rencores sin restricciones, al pueblo amanecido danzando sones y chilenas mientras los soldados padecen aterrorizados en las frías celdas
La realización de la revista Shilaa’ ha sido posible gracias a la beca Changemaker Fellowship que otorga la fundación NDN Collective. Agradecemos profundamente todo el apoyo del staff, Gaby Strong, Tina Kuckkhan, Teresa Peterson, Billie White, PennElys Droz, Nicole Yanes, Yanet Maylen, Dakotah Jim, Tiana Begay, Crystal Standing Bear, Kami-Rae James, Nick Tilsen y a todos los involucrados en la defensa, desarrollo y decolonización Indígena, de dicha organización, a sus consultores y a los amigos que se han generado a través del intercambio de ideas. A José Soto, a Martín Ortega, a Joel Cabral, a quienes, con una conversación a lo largo de estos meses, le han dado forma al proyecto. Por supuesto también a todos los colaboradores de este número y el equipo de la edición que hicieron posible esta reflexión artística y cultural:
Lorenza Val, Mikel Ruiz, Josué Tello, Alejandra Robles, Florentino Solana, Pergentino José, Judith Santoprieto, Enriqueta Lunez, Ateri Miyawatl, Nadia García, Reyes Maldonado, Lorenza Pirada, Pedro Uc, Albert M. Chan Dzul, Yamili Chan Dzul, Sara Oliveros López, Oscar Chan Dzul, Iván Ballesteros, Andy Medina, Fernando Palma, Vics Laga, Cuauhtémoc Wetzka, Griss Romero, María Sojob, Petrona de la Cruz Cruz, Josías López, Ana Hérnandez, David Canul (Pájaro Tooj), Josué Reyes, Anayeli Cabrera, Fedro Ceballos, Álvaro Mena, y muchos más. ¡A todos, gracias! #NDNCollective #ChangemakerFellowship #Shilaa’ #LandBack
Director: Franco Félix
Consejo Editorial: Nicole Yanes Albert Chan Dzul José Soto
Anayeli Cabrera Iván Ballesteros
Diseño: Fedro Ceballos
Ilustración de portada: David Canul (Pájaro Tooj) Imagen de contraportada: Tomada de NDN Collective (https://ndncollective.org)