Atlas de Sonora de Julio Montané Martí Versión digitalizada
Grupo de Estudios de Geo Literatura: Milton Aragón Franco Félix Joel García Daniel Rivas
Junio de 2015. Hermosillo, Sonora.
Grupo de Estudios de Geo-Literartura La Geo-Literatura es una corriente de la geografía humana que centra sus estudios en la temática de la representación espacial y sus interacciones con la literatura. A partir de la ficción se comprende la inherencia entre el hombre y el espacio. Es bajo esta temática que surge el Grupo de Estudios de Geo-Literatura (gegl), que se constituye a partir de los distintos intereses de investigación y reflexión de sus miembros, los cuales provienen de distintas áreas del conocimiento y producción. En éste convergen académicos y creadores que tiene como objeto general estudiar la construcción y representación del espacio desde los imaginarios presentes en las ficción literaria. Impera el constante diálogo entre las disciplinas, como el urbanismo, la geografía, la literatura, la semiótica y la hermenéutica. Una de las tareas del grupo, aparte del estudio, intepretación y reflexión de textos literarios, es el rescate de documentos que resultan importantes en la representación del espacio, uno de ellos es el Atlas de Sonora de Julio Montané.
Agradecimientos Además de la presente publicación, se puede encontrar la versión electrónica del Atlas de Sonora en la página de internet: www.atlasdesonora.com, donde se anexan archivos relacionados al proyecto. Imágenes, videos, artículos, etcétera. El presente proyecto no habría sido posible sin la aportación de las instituciones convocantes del pacmyc y el apoyo físico y moral de varias personas, a quienes agradecemos infinitamente su colaboración, como a Carolina Romero, Bruno Montané, Miguel Guzmán, Ignacio Mondaca, revista Pez Banana y muchos más.
Introducción: Atlas simbólico En el diccionario de la Real Academia Española la palabra atlas se define como: “Colección de mapas geográficos, históricos, etc., en un volumen”; “Colección de láminas, la mayor parte de las veces aneja a una obra”; “Primera vértebra de las cervicales, articulada con el cráneo mediante los cóndilos del occipital. No está bien diferenciada más que en los reptiles, aves y mamíferos”. Y su origen etimológico es: “Del lat. Atlas, y este del gr. ῎Ατλας, nombre del gigante a quien se suponía que sostenía con sus hombros la bóveda celeste”. Encontramos en las dos primeras definiciones la referencia a una colección de imágenes compiladas en un mismo volumen. En la tercera, su sentido es de soporte, y está más vinculada con el origen del dios Atlas. Entonces, se puede especular que un atlas, desde un sentido simbólico, es un conjunto de imágenes que dan soporte y definen al territorio por la delimitación espacial que representan. De ahí que los atlas tengan un componente espacial inherente a la realidad pero también que constituyan una materialización de lo imaginario que es colectivizado por medio de la narración que emerge de las imágenes.
Así se retomó el nombre de un dios para definir un conjunto de imágenes que dan un soporte simbólico al territorio, según un diccionario etimológico en línea: el matemático y geógrafo Gerardus Mercator, en 1595, tituló a un libro de mapas Atlas Sive Cosmographicae Meditationes De Fabrica Mvndi Et Fabricati Figura, en cuyo frontispicio aparecía la imagen de dicha deidad. Cabe señalar que este mismo matemático creó una sistema de proyección cartográfica para la elaboración de mapas terrestres que se sigue utilizando hasta la actualidad. Esta proyección permitió hacer más exacta la representación del territorio en un mapa y por lo tanto, siguiendo a Deleuze y Guattari en el Anti Edipo, su desterritorialización. A su vez, por medio de los atlas, es posible territorializar mediante los imaginarios. Veamos un ejemplo de cómo un atlas puede territorializar el espacio. En la narrativa fantástica de Goran Petrović en su libro Atlas descrito por el cielo, podemos encontrar este fragmento:
“Conocidos desde los tiempos antiguos, los mapas que no representan ni la tierra ni el cielo, antaño elaborados en un número reducido de ejemplares y celosamente protegidos de la transcripción, actualmente inundan todo el mundo. Muy solicitados e impresos en todo tipo de materiales, desde el peor papel
periódico hasta la impresión en oro sobre telas preciosas, los mapas llegaron a ser una fuente de ingresos seria para las grandes corporaciones que tienen el monopolio de su producción. No obstante, por muy atractivos que fueran, sin importar si están empacados en el embalaje multicolor de plástico o en cajas de maderas preciosas, copiosamente adornadas, esos mapas que no representan ni la tierra ni el cielo no se deberían comprar, sino elaborar personalmente, marcando caminos propios, como el sentido del mismo viajero lo dispusiera. En realidad, ésa es la única manera de evitar la profusión de mentiras o subjetividades que abundan en los mapas actuales”.
¿Un mapa que no representa ni la tierra ni el cielo a qué refiere? Posiblemente a los imaginarios espaciales que dotan de sentido al hombre por medio de símbolos arquetípicos, porque, como menciona Julien Ries en El símbolo sagrado: “[…] los símbolos han desvelado al hombre arcaico las estructuras de lo real, las dimensiones de la existencia, y han dado un significado a la vida humana”. El mapa es entonces un símbolo que la existencia espacial del hombre y un atlas la narración de esa existencia sobre un territorio. A Mercator le debemos la proyección con la cual podemos producir y consumir el territorio, pero también le de
debemos los atlas desde los cuales podemos narrar la experiencia espacial del hombre en esos mapas que no representan ni la tierra ni el cielo y que evitan la mentira y la subjetividad de los mapas actuales, porque estas narrativas espaciales parten de la narración e imaginación de quien interpreta los mapas y a partir de ahí construye su propia cartografía imaginaria. De ahí la importancia simbólica de los atlas, estos cumplen una doble función: permiten conocer e imaginar. Sus mapas son más representaciones cartográficas que mapas en sus estricto sentido, pues la mayoría de las veces carecen de coordenadas y escalas bien definidas, para eso existe la cartografía especializada. Por el contrario los atlas nos permiten reconocer el territorio desde el cielo, una mirada que pocas veces podemos abarcar pero si imaginar. Los atlas por medio de los pliegues y los intersticios dan entrada a lo imaginario sobre la realidad que representan. Una geografía vinculada con la imaginación, los sueños, la historia y la mirada se conjuga para que el observador acceda a un territorio simbólico, aprehendido y rememorado, desde su imaginación. De ahí la importancia creadora de los atlas. Por tal motivo es pertinente que los atlas sean accesibles para todos, de ahí la importancia de rescatarlos y digitalizarlos, para que se colectivicen entre los usuarios de las tecnologías de
la información y comunicación. Como el caso de Atlas de Sonora de Julio Montane que aquí se presenta. Documento clave para entender el territorio sonorense y que, dentro de los estudios de geo literatura, ofrece un reconocimiento del espacio que visitara imaginariamente uno de los escritores chilenos más destacados en la actualidad, Roberto Bolaño. Quien, desde la imaginación, construye un territorio simbólico de Sonora y lo presenta en su obra Los detectives salvajes y 2666. El objetivo del rescate digital de este importantísimo documento de Montané reposa en una tarea imprescindible que esperamos sea longeva: que los lectores accedan al territorio simbólico de Sonora y que éste pueda ser una fuente creadora y de sentido de la experiencia del espacio.
Grupo de Estudios de Geo-Literatura
Digitalización del Atlas de Sonora Decidimos eliminar las hojas de descanso, concentrándonos en la producción editorial del Atlas de don Julio Montané, así como en las imágenes realizadas por Pablo Abril. Todo lo demás se encuentra en el siguiente archivo. Así mismo, hicimos una pequeña modificación que consiste en arrastrar el índice al inicio y no al final como está en el original.