La Memoria compartida

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EL RELATO EMOCIONAL DE UN PUEBLO DE MISIONES Hasta que pierda mi memoria y no la pueda compartir. FJM_

www.lamemoriacompartida.wordpress.com


EL RELATO EMOCIONAL DE UN PUEBLO Y SU GENTE

Idea original

Francisco Javier Melero

Promotor/Productor Juan Carlos Melero

Edita

FranjaMelero

Diseño y Fotografía FranjaMelero

Documentación

Clara Castellot

Textos

Arantza Prádanos Hans Lindström Dahlbeck Francisco Javier Melero Luis Verón

Delegadas

Nieves Acosta, Norma González, Teresa González, Delia Noemí Castillo, Cristina Dahlbeck, Chiquita González, Teresa Bolla, Clara Bolla, Olda Bolla, Sandra Quiñones, Ana Vergara, Marilú Imás, Pili Ayala Imás, Charo Mora.

Agradecimientos

A Nenito Bolla y Hans Lindström Dahlbeck...

...y a las familias Bolla, González, Dubarry, Arregui, Quiñones, Johannsen, Larré, Maudslay, Romero, Lindström, Dahlbeck, Ullón, Acosta, Baez, Paiva, Imas, Bogado, Mora, Acuña, Avalos, Vergara, Amarilla, Fernández, Paredes, Bareiro, Medina, Cuenca, Salazar, Valenzuela, Maidana, Sanabria, Bobadilla, Zarza, Bernal, Cabral, Achucarro, Maciel, Fleitas, Vera, Asoya, Peralta, Caceres, Fernández, Falcón, Arévalos, Cardoso, Portillo, Montiel, Moriñigo, Marín, Cabrera, Cespedes, Oribe, Ortiz, Lezcano, Ruggieri, Marín, Capurro, Caballero, Zarza, Ponce, Maciel...

Exposición Coordinación

Laura Caballero, Alba Marín, Estefania Dubarry Imas y Claudia González Larré

Jefe Montaje

Swen Alex Linstrom D

Montaje

Pedro Paredes Humberto Valenzuela Richar Orive

Merchandising

Hugo Báez

Prensa

Orlando Bareiro

Enmarcación

Mario Jesús Amarilla

Impresión

Printcolorweb 1994/2015 © La Memoria Compartida 2


Para la memoria de Santiago, un pueblo que me robó el corazón desde el primer día que pisé sus calles de tierra roja. Era el 14 de septiembre de 1994

recordar aquellos lugares donde alguna vez estuvimos y sólo podemos olvidar las cosas que en algún momento conocimos.

Sólo podemos

www. franjamelero.com

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Memorias. Arriba, Mural de La Memoria Compartida, donde están reflejados más de 3000 santiagueños. Instalado como homenaje a ellos en Boadilla de Rioseco, España, el pueblo con el que está hermanado desde el año 1996.

Página siguiente. La primera foto de Memoria Compartida, es la de mi hija Paula en Ibiza y de fondo un charco donde se refleja la iglesia de Santiago Misiones (octubre 1996). Abajo. Una de las primeras fotos que hice al llegar a Santiago fue a Hans, el niño de la bandera española. La criatura estuvo esperando más de dos años el envio de la foto prometida. 4


La Memoria Compartida El propósito de este proyecto, que no ha terminado todavía después de más de 20 años y 7 viajes al corazón de América del sur, es ir fotografiando en cada una de mis visitas a parte de los habitantes de esta tranquila y preciosa villa de Misiones e ir observando sus transformaciones faciales para dejarla como herencia a quienes, a muchos kilómetros de mi casa, me abrieron las puertas de la suya. Un labor que a día de hoy (18 mayo 2015) no se cuando daré por concluida. ¡No tengo ninguna prisa! Espero que esta herencia perdure en el tiempo y en las maravillosas gentes que conocimos en un lugar llamado Santiago de las Misiones en Paraguay y que es donde debió estar en su día, y allí sigue estando a día de hoy, el auténtico paraíso terrenal. Con todos los santiagueños estará eternamente mi Memoria y mi vida, Compartidas.

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Memoria Compartida I

Memoria Compartida IV

La vida en retirada

El viaje inicial

10

82

140

156

Memoria Compartida II

20 aĂąos, 20 disparos

Sentimiento y retorno

La vida en vĂ­deos

20

121

142

163


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Excusas para volver

Indice

Memoria compartida I. Relato intermitente de un turista accidental por un pueblo y sus gentes Arantza Prádanos

19 In Memoriam

Memoria para el recuerdo de los que ya no están.

38

Memoria Compartida III

20 Bandera peregrina

MC II. El vaivén que mantiene vivo un cordón umbilical entre dos continentes. Arantza Prádanos

38 Ayer y mañana

MC III. Encontrar su lugar en el mundo al que retornar en cuanto se puede. Arantza Prádanos

82 La llamada

MC IV. Cuando la vuelta se alarga, la añoranza es el vehículo que permite viajar. Arantza Prádanos

121 La Mirada Compartida

Qué complicado es condensar en 20 imágenes, los miles de disparos quitados a lo largo de 20 años. FranjaMelero

Inauguración mural

131

131 Homenaje a Santiago

Presentación, proceso de montaje e inauguración del mural La Memoria Compartida en Boadilla de Rioseco en honor a los habitantes de Santiago-Misiones.

140 Dos ríos y la vida en retirada

De lo que antaño era cotidiano ver hoy ya no queda nada. Solo el recuerdo, o ni siquiera eso. Luis Verón

142 Un sentimiento y el eterno retorno

La historia de un amor fraterno por un pueblo. Luis Verón

144 Resumen de prensa

En diferentes medios como periódicos, revistas y dominicales se han hecho eco de nuestro proyecto.

Reportes de prensa

144

153 Memorias de juventud

Con el aula a cuestas, estudiantes de 36 países han recorrido más de 25.000 kilómetros.

156 El viaje inicial

Pasados más de 20 años, vuelvo a revivir el viaje, digitalizando las diapositivas de aquel trabajo.

162 Abierto 24 horas

En nuestro blog tienes La Memoria Compartida al alcance de tu mano en un clic. ¡Y de tus ojos!

163 Vuelta al mundo

En YouTube hemos abierto una ventana al mundo. Para que vean quienes somos y sepan lo que hacemos.

165 Proceso de creación Proceso de creación

165

Cada una de las 1569 fotos de La Memoria Compartida tienen un proceso similar en su ejecución. 7


1994-98 El 14 de septiembre de 1994, durante las apenas 24 horas que pasé en el pueblo paraguayo de Santiago de las Misiones, comencé sin saberlo el trabajo más gratificante de mi vida. ¡Y también el más importante! Un encargo que nadie me hizo, pero al que estoy entregado en cuerpo y, sobre todo, con el alma desde hace más de 20 años. Aquel día encontré a madres y abuelos muy jóvenes, Padres, por lo general, poco responsables. Hijos que son muy diferentes a sus progenitores. Sobrinas a las que enseñar a defenderse en la vida. Primos con apellidos imposibles de pronunciar. Ancianos que siguen trabajando porque no pueden acceder a pensiones. Y miles de niños que llenan con sus gritos y sus juegos los patios de las humildes y pintorescas escuelas. Los santiagueños son gente muy amable, fotogénica, y tremendamente abierta.

Imagen de la exposición la Memoria Compartida (I) julio 2003 Sobre un brochazo de varios colores algunos nombres de gente de Santiago. 8


I

1994/96/98

Excusas para volver

El relato intermitente de la fascinación de un turista accidental por un pueblo y sus gentes Arantza Prádanos

“Memoria compartida” es la historia de un flechazo. El relato intermitente de la fascinación de un turista accidental por un pueblo y sus gentes. Desde España, Francisco Javier Melero cayó sobre Santiago Misiones en 1994, en medio del tropel de la ‘Ruta Quetzal’ -un esfuerzo más por acercar a naciones iberoamericanas fraternas- y en apenas veinticuatro horas de paso fugaz quedó prendido del encanto de unas latitudes lejanas y del calor de sus moradores. “Tengo que volver”, se dijo. Y volvió dos años después. Y volvió a volver otros dos años más tarde, en 1998. Entre medias, aún hubo tiempo para hermanar al municipio paraguayo con la patria chica de su madre, Boadilla de Rioseco, en Palencia (España). “Ambos pueblos se conocen aunque nunca se han visto”. En plena tierra de campos de Castilla, una calle del pueblo se proclama del Río Paraguay. En justa correspondencia, a la entrada de Santiago Misiones la calle del Río Sequillo da la bienvenida al viajero. Ahora éste regresa de nuevo con el fruto de sus sucesivos retornos a Paraguay y la prueba de la huella que los santiagueños le han dejado. Desde el 18 de julio, en ‘Memoria compartida’ se exponen 135 escenas construidas con retazos de la vida en Santiago Misiones y del pasado reciente de sus habitantes, que también le recuerdan a él. “En mi primer viaje le prometí a un niño, Hans, unas fotos que nunca le mandé”. El niño, que ya no lo es, se las reclamó y nueve años después llegan esas instantáneas y otras muchas para recuperar juntos el tiempo transcurrido desde entonces. 135 foto-montajes que son otros tantos latidos de las gentes de Misiones y con las que el autor homenajea a un lugar en el ancho mapa del mundo -y a sus lugareños- donde se sintió querido. También busca con esta exposición dar un impulso a la tantas veces proyectada Casa de la Cultura de Santiago y poner, modestamente, una primera piedra para el que un día será su fondo documental y archivo de la historia pequeña del pueblo. “Quiero sentirme útil”, proclama. Se dice dispuesto a organizar concursos de redacción y de pintura que cuenten “un día en la vida de Santiago Misiones” y cuyo fruto tal vez acabe por cruzar el océano e ilustrar a los paisanos castellanos de Javier. Quiere seguir atesorando memoria compartida. Para que los santiagueños no le olviden. Para tener nuevas excusas para volver. 9


MC.I-001. Ana Paula Melero

MC.I-002. José María Quiñones

MC.I-003. José Miguel, Victor y Augusto

MC.I-004. David y Antonia Arregui

MC.I-005. David Bolla y Ernesto González

MC.I-006. Fernando Ariel

MC.I-007. Ignacio Mora y Jesús Rubén Maidana

MC.I-008. Gonzalo González

MC.I-009. Sara, Andrea, Eva y José Miguel

MC.I-010. Andrés Romero

MC.I-011. Capatá y Víctor Gutiérrez

MC.I-012. Carlos Javier y otros diez muchachos

MC.I-013. Miguel, Poli, Eustaquio, Mario, Eladio, Juan José, Alberto y Bebo

MC.I-014. Ariel Dubarry

MC.I-015. Don Ovidio Gutierrez, Lili y Oswaldo

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I

1994/96/98

MC.I-016. Mario Acosta y Chiqui

MC.I-017. Capatá, Jesús, Agustin, Florencio y Jorge

MC.I-018. Shirley Mousdlay y Andrea Quiñones

MC.I-019. Carlos Javier Bolla, Cesar Maciel y Luis G. Alvárez

MC.I-020. “Busi” y José Félix Arévalo

MC.I-022. Emma Montiel, Rosa, Rosita, Naná, Adalís, Nilsia, Mainer y Gilda

MC.I-023. Lela Acosta, su hijo Marcos, Miguel y Javier

MC.I-024. César, Fabian y Daniel

MC.I-025. Noemí Castillo

MC.I-026. José Félix Báez y Carlos Álvarez

MC.I-027. Nenito Bolla y Paula Melero

MC.I-028. Oswaldo Quiñones

MC.I-029. Cali Marín y su esposa Monona

MC.I-030. Derly y dos compañeros de la escuela

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MC.I-031. Diego Miño y Dani Quiñones

MC.I-032. Eligio Amarilla

MC.I-033. Oswaldo, Monona y Rolando

MC.I-034. Alumnos de la escuela y del colegio

MC.I-035. Hans Federico Lindstrom

MC.I-036. Oswaldo, Aage Sebastian, Marlene

MC.I-037. José Félix Báez

MC.I-038. Tomás y Nicolas Quiñones

MC.I-039. Ariel, Martín, Marcos y Estefanía

MC.I-040. El colectivo se quedó encallado en el barro camino de Jesús

MC.I-041. Excursión a Trinidad

MC.I-042. Swen Alex Lindstrom

MC.I-043. Norma, Cristina, Noemí y Rosa

MC.I-044. Gaby y José Félix

MC.I-045. Ada, Francisco, Wilber, German y la profesora Nenita

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I

1994/96/98

MC.I-046. Lily Mercado (Vichy) con un grupo de sus alumnos

MC.I-047. Francisco, Queka, José Miguel, José Quiñones y el pequeño Carlos

MC.I-048. Don Valerio Molina con un joven

MC.I-049. Elisea Bolla y Andrea Quiñones

MC.I-050. Beto Bernal

MC.I-051. Niños al sol a la salida de la escuela

MC.I-052. Jesús, Ramón, Gonzalo, Pedro, Jesús, Edgar y Eustaquio

MC.I-053. Vendedoras de artesanía

MC.I-054. Sonrisas sin lágrimas

MC.I-055. Carlos Javier Bolla

MC.I-056. Jazmín Arregui y Nano Ullón Acosta

MC.I-057. Diosnel Romero

MC.I-058. Víctor Hugo y su hermanita

MC.I-059. Juan Bautista González Flores

MC.I-060. Swen Lindstrom

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14

MC.I-061. Nano Ullón

MC.I-062. Nano y Martin Achucarro

MC.I-063. Nelly

MC.I-064. Carlos, José Félix y Gaby

MC.I-065. Isabel, Norma y Lorena

MC.I-066. Nancy y Olga, con otras vecinas

MC.I-067. Sala de espera

MC.I-068. Julio, Hans y Víctor

MC.I-069. Hans Federico, Aage Sebastoán, Víctor y Julio

MC.I-070. Aage y Julio

MC.I-071. Paraíso terrenal

MC.I-072. Carlos Álvarez y Fabiola Maudslay

MC.IV-073. Javier, Ismael, Andrés, Morais y Francisco Quiñones

MC.IV-074. D. Ovidio en un homenaje a los héroes de la guerra del Chaco

MC.IV-075. Gabriel, Teto y Antonio


I

1994/96/98

MC.I-076. Francisco Quiñones

MC.I-077. Hans Lindstrom y Laura Caballero

MC.I-078. Familia Balmaseda en Paso Güembé

MC.I-079. Aage Lindstrom y Jaime

MC.I-080. Víctor y Hans

MC.I-081. Alex Swen Lindstrom

MC.I-082. Atinguí. Hacienda de la familia Lindstrom Dahlbeck

MC.I-083. José, Mamino, Uke, José María, Swen y Alfonso

MC.I-084. Adriana Maudslay

MC.I-085. Daniel Quiñones

MC.I-086. Carmen, María Inés, Rosana y Daniel Quiñones

MC.I-087. Elizabeth y Elba Achucarro

MC.I-088. Benno Beenstra y Norma González

MC.I-089. Juan Carlos Larré y su hijo

MC.I-090. Valenzuela, Eliazán y Carlos Vergara

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MC.I-091. Víctor Hugo con su hijo Pablo

MC.I-092. Sergio, Beto y Brígido González

MC.I-093. Cristino

MC.I-094. Lucha, Adriana y Yolanda González

MC.I-095. Fabián

MC.I-096. Mariela y Lourdes

MC.I-097. Adriana González

MC.I-098. Jorge Romero

MC.I-099. Rodrigo Mercado

MC.I-100. David Bolla

MC.I-101. Jorge Romero

MC.I-102. Familia Bolla con integrantes de la Ruta Quetzal

MC.I-103. Jorge Romero

MC.I-104. César Balmaseda y Hans Lindstrom

MC.I-105. Berti, David, Margarita, Javier y Ernesto González

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I

1994/96/98

MC.I-106. Jorge, Joaquín, Rodrigo Romero y Rodrigo Mercado

MC.I-107. Familia Balmaseda en Paso Güembé

MC.I-108. César Balmaseda y su pandilla de Trinidad

MC.I-109. Jorge Romero durmiendo

MC.I-110. Clara Castellot y su hija Paula

MC.I-111. Javier Melero

MC.I-112. Hans Lindstrom en enero 1998

MC.I-113. Gustavo Bolla

MC.I-114. Joaquín Coronel y Javier Melero en la hacienda de Cali Marín

MC.I-115. Charca de Itapé. Rolando y Marcos con Javier

MC.I-116. Parte de la familia Balmaseda

MC.I-117. Diego Miño

MC.I-118. Visita con Hans a la familia Balmaseda en Paso Güembé

MC.I-119. Hermanos en Trinidad

MC.I-120. Julio Fernández

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I

1994/96/98

MC.I-121. Chiqui, Nachi, Lauri, Mónica y Laura

MC.I-122. Jesús Romero

MC.I-123. Julio César, Laura Caballero, Lucas Mercado y Jorge Romero

MC.I-124. Bebeto Romero

MC.I-125. Gotardo y Nenito Bolla

MC.I-126. La hora del recreo en el colegio Carlos Antonio López

MC.I-127. Swen Lindstrom

MC.I-128. Ramón Lindstrom

MC.I-129. Cristina Dahlbeck

MC.I-130. Brígido González con una compañera de clase

MC.I-131. Alcides y Mario Amarilla

MC.I-132. Saludo a la bandera al comenzar la jornada escolar en el colegio Antonio López

MC.I-133. La hora del recreo en el colegio Carlos Antonio López

MC.I-134. Marta y Jazmín Arregui

MC.I-135. Hans Lindstrom

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In memoriam

Memoria para el recuerdo de los que fueron y ya no están En estos 20 años de Memoria Compartida, en Santiago se ha sucedido la vida. Han nacido muchos niños pero algunos, generalmente personas con mucha edad – Nidia y Uchi Arregui, Nenito Bolla, Chiní Mercado, Miguel Ortellano, Juliana González, o jóvenes como José Felix Baez, Adrían García… se fueron, ya no están.

Nenito Bolla

Juliana González

José Felix Baez

Nidia Arregui

Uchi Arregui

Chiní Mercado

Ángel Adrián García Vergara

Miguel Ortellano

Don Ovidio Gutiérrez

Esta es la primera foto que le hice. Era al amanecer del día 15 septiembre 1994. Tuve el privilegio de dormir en la casa de la familia Bolla-Mora, una de las más antiguas y con más historia de Santiago.

Una mujer que se fue y que nos dejó una generosa herencia humana. Y una valiosa memoria compartida. Mi homenaje por medio de ella a todas las madres del Paraguay. Especialmente las de Santiago Misiones.

Otra vida joven sesgada demasiado pronto. Un accidente de tránsito en Encarnación en un día lluvioso dejó sin consuelo a unos padres, Oscar y Dora, que lo perdieron cuando empezaba a volar solo.

Viendo la foto, parece que se vistió así de coordinada para la ocasión. Nada más lejos de la realidad. Aquella mañana (8 julio 2006) estaba atareada con uno de sus pasatiempos favoritos, cuidar su jardín.

Su sentido del humor llegaba hasta el punto de dejar de testigo “su paladar” en las sobras de un banquete en un acontecimiento familiar. ¡Ese plato con toda seguridad que no lo tocaba nadie! Falleció por un paro cardiaco.

Volvía con su bicicleta de medir unas tierras. No hizo falta que le preguntara nada, el se arrancó y me contó, en unos minutos, muchos pasajes de su larga vida. Tenía más de 80 años cuando le hice la foto.

El joven fue hacia el norte en busca de una oportunidad laboral. Allí en Concepción encontró un buen trabajo, y, desgraciadamente, en una zona tan peligrosa se encontró con la muerte. Le asesinaron.

La señora que está sentada perdió la vista por una negligencia a los 11 años. Había desarrollado tal habilidad con el tacto, que con solo tocarlas, sabía la cantidad de agua que necesitaban cada una de sus plantas.

Era enero de 1998 y me invitaron a un almuerzo en homenaje a los pocos excombatientes que quedaban en Santiago. Aquel día conocí a Don Ovidio, un héroe para su país y para todos sus paisanos. 19


2003 Esta segunda entrega de la colección “Memoria Compartida” empezó a fraguarse en el mes de julio de 2003 al poco de iniciar junto a Clara, mi cuarto viaje por las preciosas tierras coloradas de Santiago. El 24 de enero de 2006, cuando supimos de nuestra vuelta a Paraguay, empecé a componer nuevas imágenes con las fotos que hice a principios de aquel invierno austral en la provincias paraguayas de Misiones e Itapúa. El proceso de creación comenzó con el escaneado de las copias en un escáner de sobremesa Epson. Los archivos digitales se manipularon en un ordenador G5 de Apple y con un programa Adobe Photoshop CS. El día 9 de mayo de 2006, terminé con la fotografía titulada “Amenaza de corte” en la que, mientras Clara me afeita en el patio de Carmen Báez, su hermano José Félix me amenaza en broma con cortarme el cuello.

Cartel de la exposición Memoria Compartida (II) Julio 2006. Un brochazo sobre un dibujo de Paula Melero con nombres de gente de Santiago. 20


II

2003

Bandera peregrina

Es vaivén que mantiene vivo un cordón umbilical entre dos continentes. Arantza Prádanos

Hay una bandera peregrina que cruza el océano, como una gran ola, de ida y vuelta. Ora Madrid, ora Santiago Misiones. Viaja en la mochila de Javier y la recibe o la despide, según toque, Hans, su ‘alter ego’ al otro lado del ancho mar. Es el suyo un vaivén hermoso, que mantiene vivo un pequeño cordón umbilical entre dos continentes. Javier Melero y familia vuelven, y con ellos, Memoria Compartida II. El registro fotográfico con el que levanta acta notarial de la historia pequeña de un pueblo y sus moradores. De lo que cambia y lo inmutable. En los tres años que median desde la última visita de estos españoles de corazón ‘misionero’ quizá la villa no se haya transformado mucho- una casa de cultura aquí, otra rúa empedrada allá-, pero sí evolucionan, crecen, se reproducen, maduran sus habitantes, que son, al fin, la savia que le corre por las venas a Santiago Misiones. Como los santiagueños, la exposición también se ha multiplicado. Ahora llegan 240 fotos, casi el doble de la primera edición, que se desplegarán como un espejo en el que mirarse, desde el 10 al 27 de julio, en el espacio para el que fueron creadas. Hans, Swen, Christian, .... todos ellos se encontrarán aquí retratados; tres años más jóvenes, tres años menos sabios que hoy. Porque de eso se trata. Envejecer juntos, aprender juntos y vivir para contarlo. Con las estampas de Memoria Compartida II se siembra, además, una semilla de futuro. En el lejano 1994 de su primer viaje a Paraguay el autor llegó solo. Después ha arrastrado consigo a sus seres queridos. Primero contagió el virus santiagueño a Clara, su mujer. Ahora se suma la hija de ambos, Ana Paula, a la que esperan inocular el mismo veneno, el amor a una tierra lejana que sienten como propia. Es apenas una niña, pero es depositaria de un vínculo trasatlántico, de una ganadería y de la ilusión de sus padres por verla crecer conociendo otras realidades, otros mundos. “Que se encariñe con estas tierras y esta gente”, dicen. Ella da nombre a unos premios con vocación de permanencia. Para que siga la saga y la historia continúe. Miente el bolero; la distancia no tiene por qué ser el olvido. Para eso está la memoria. Siempre compartida.

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MC.II-001. Paula Melero

MC.II-002. José Félix Baez

MC.II-003. Narciso Baez y sus padres, Porfiria y Félix

MC.II-004. Humberto Valenzuela

MC.II-005. Carmen y José Félix Baez

MC.II-006. José Félix Baez y Clara Castellot

MC.II-007. Ganadores concurso Paula Melero

MC.II-008. Ganadores concurso Paula Melero: Verónica, Maira y Pablo

MC.II-009. Hugo Baéz

MC.II-010. Ramón Artemio Gutiérrez

MC.II-011. Celeste Fleitas

MC.II-012. Familia Balmaseda

MC.II-013. Grupo en Trinidad

MC.II-014. ¡Manos arriba!

tzzt-015. Tomás, Javier, Jorge, Gaby, José Félix, Miguel Ángel y Nicolás

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II

2003

MC.II-016. Hugo durmiendo en el colectivo

MC.II-017. Jorge Romero

MC.II-018. Jorge Romero

MC.II-019. Francisco, Carlos y Jorge

MC.II-020. Elina Imas con Pablo y Florencia, Carmen Báez con Gabriel y Antonia Arregui con

MC.II-021. Clara, Jorge y Humberto en Trinidad

MC.II-022. Carlos Javier Bolla

MC.II-023. Fieles amigos

MC.II-024. Narciso Baez

MC.II-025. Fiesta de la tradición

MC.II-026. Viendo pasar el día

MC.II-027. Clara, Jorge y Carmen

MC.II-028. Javier, Jorge y Carmen

MC.II-029. Antonia, Gabriela, Jazmín y Gloria Arregui con Clara y unos amigos

MC.II-030. Franco Gutiérrez y Eduardo Domínguez

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MC.II-031. Objeto de deseo

MC.II-032. Fátima, Noelia, Zulma, Dennis, Analía, Pili, Nancy y Norma

MC.II-033. Visita colectiva a la exposición

MC.II-034. Javier y José Félix Baez

MC.II-035. María, Esperanza y María Belén Aquino

MC.II-036. Blanca, Hermelinda y Jorge

MC.II-037. Rosa, Estela y Hermelinda Romero con Rosaria Maudsley

MC.II-038. Dennis Cabral, Claudia Martínez y Analía Gil

MC.II-039. Julián Johannsen y su mujer Marlene Salazar

MC.II-040. Cyntia Rodríguez, Diego Peralta y Carlos Céspedes

MC.II-041. Swen Lindström

MC.II-042. Familia Achucarro

MC.II-043. Hans Lindström

MC.II-044. Swen Lindström y Javier Melero

MC.II-045. Sonia López y Clara tomando medidas

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II

2003

MC.II-046. Gustavo Garcete

MC.II-047. Hugo y Carmen Baez

MC.II-048. Humberto e Ismael Fernández

MC.II-049. Clara y José Félix

MC.II-050. Hugo y José Félix Baez

MC.II-051. Marcos Dubarry

MC.II-052. Javier Dubarry

MC.II-053. Marcos Dubarry

MC.II-054. Javier y José Félix Báez

MC.II-055. Marilú y Estefanía Dubarry

MC.II-056. Estefanía y Rodolfo

MC.II-057. Familia Dubarry-Imas

MC.II-058. Estefanía Dubarry

MC.II-059. Linci Olazar

MC.II-060. Clara y Estefanía

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MC.II-061. Ariel con su madre Marilú

MC.II-062. Rodolfo y Estefanía

MC.II-063. Cristino, su bici y su chancho

MC.II-064. Pablo Bareiro con su bandera

MC.II-065. Clara, Cristina y Chunga

MC.II-066. Celeste y Hugo Baez

MC.II-067. Ramón Artemio Gutiérrez

MC.II-068. Carlos Javier y su madre, Elba

MC.II-069. Félix Romero, Juliana, Magali y Júnior

MC.II-070. Marcos González

MC.II-071. Arnaldo Valenzuela, José María Quiñones y Swen Lindstrom

MC.II-072. Gabriela y Sebastián

MC.II-073. Pía Ullón y Pablo Achucarro

MC.II-074. Marcos Dubarry, Edgar Arregui, David Bolla, Hans y Rodrigo Mercado

MC.II-075. Nenito Bolla y su mujer Charo


II

2003

MC.II-076. Clara Castellot

MC.II-077. Javier Melero

MC.II-078. Cristina, Javier y Clara

MC.II-079. Clara y Javier con la Familia Baez

MC.II-080. Hans, Javier y la bandera

MC.II-081. Lidia Falcón, Lucha, y Clara

MC.II-082. Christian Giménez

MC.II-083. Ernesto, Javier y David

MC.II-084. Juan Carlos Dubarry

MC.II-085. Hugo Quiñones

MC.II-086. Familia Ibarra: Rubén, Liliana, Liz, Lidia, Fátima, Edgar, Fernando y Darío

MC.II-087. Alba Jiménez y Andrea Quiñones

MC.II-088. Jazmín Arregui y su novio Juan Vicente Acosta

MC.II-089. Arriba: Andrés, Marcelo, Jorge, Fabián, Juan. Abajo: Ángel, Pablo, Ariel, Orlando y Miguel

MC.II-090. Carmen, Gabriel y José Félix

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MC.II-091. Juan Rodríguez

MC.II-092. Grupo de estudiantes de Mbocayaty

MC.II-093. Sandra, Ingrid, Cintia, Danilo y Yesmina Bobadilla

MC.II-094. Marcelo Céspedes

MC.II-095. Zacarías Quiñones

MC.II-096. Nano y su novia Betsabé

MC.II-097. Nano, Marcos, Pía, Pablo, Sebastián y Gabriela

MC.II-098. Wenceslao y familia

MC.II-099. Marcos López, Lucas Medina y Vicente Correa

MC.II-100. Rosana González

MC.II-101. Nancy Acuña, Pablo y Orlando Bareiro

MC.II-102. Rodrigo y Jesús Romero

MC.II-103. Familia Quiñones

MC.II-104. David Bolla y Ernesto González

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MC.II-105. Belén Romero en la Escuela Mbocayaty


II

MC.II-106. Armando Amarilla

MC.II-107. Familia Baez

MC.II-108. César Duarte

MC.IV-109. Alejo

MC.IV-110. Carlos, Julio, Daniel, Eladio, Juan José, Francisco y Richard

MC.IV-111. Sol Milagros Cabrera

MC.II-112. San Francisco Javier y Javier

MC.II-113. Swen Lindstrom

MC.II-114. Ever Frutos

MC.II-115. José Miguel Quiñones

MC.II-116. José Miguel, Carlos y José Quiñones

MC.II-117. Francisco Paiva

MC.II-118. Familia Quiñones: Irene Capurro, Fabián, José Miguel, Carlos y José

MC.II-119. Clara y Carlos Quiñones

MC.II-120. José Miguel Quiñones

2003

29


MC.II-121. Francisco Paiva

MC.II-122. Mabel Maudsley, Richard Cabrera, Tatiana Fernández y Mariano Sanabria

MC.II-123. Eduardo Domínguez y Héctor Amarilla

MC.II-124. Wenceslao

MC.II-125. Hugo Romero

MC.II-126. Ismael Fernández

MC.II-127. Escuela Mbocayaty

MC.II-128. Ariel Dubarry y algunos compañeros de la universidad

MC.II-129. Gustavo, Daniel, José, Francisco, Julio, Eladio y Richard

MC.II-130. Hugo, Nancy, Katerina, Tomás y Nicolás Quiñones

MC.II-131. Familia Bobadilla: Jesmina, Miguel Ángel, Sandra, Miguel y Eugenia

MC.II-132. Familia Cardoso: Maria, Alberto, Fabiola, Sonia, Nayla y Fabián

MC.II-133. Familia Baez: Hugo Nicolás, Hugo, Celeste y Blanca

MC.II-134. Familia Imas: Florencia, María Elina, Pablo y Víctor

MC.II-135. Familia Cardoso: Maria, Alberto, Fabiola, Sonia, Nayla y Fabián

30


II

2003

MC.II-136. Familia Valenzuela: Arnaldo, Verónica, Humberto y Olga Baez

MC.II-137. Karina Montiel

MC.II-138. Karina Montiel y Mariela Amarilla

MC.II-139. Carolina Bobadilla

MC.II-140. Pedro y José

MC.II-141. José y Pedro

MC.II-142. Homenaje en la escuela

MC.II-143. Amanda Paredes

MC.II-144. Homenaje en la escuela

MC.II-145. Héctor Larré

MC.II-146. Más niños en Mbocayaty

MC.II-147. Lidubina, Deisi, Alberto, Mariano, José y Jessica Zarza

MC.II-148. José María Flores

MC.II-149. Jessica y Raquel Zarza y Elvira Paredes

MC.II-150. Sol Milagros Cabrera

31


MC.II-151. Receso en la escuela

MC.II-152. Receso en la escuela

MC.II-153. Receso en la escuela

MC.II-154. Receso en la escuela

MC.II-155. Laura Romero con su hijo Jorge

MC.II-156. Andrés Ocampo y Juan Carlos Dubarry

MC.II-157. Marcelo y Andrés Acuña y Jorge Báez

MC.II-158. José Aquino “Paloma”

MC.II-159. Andrés, Jorge Báez y Fabián Acuña

MC.II-160. Orlando Barreiro, Fabián Acuña y Pablo Cabrera

MC.II-161. Orlando, Fabián, Pablo, Ariel, Marcelo, Andrés, Jorge y Ángel

MC.II-162. Marcelo Acuña

MC.II-163. Ariel Acuña

MC.II-164. Ariel Acuña

MC.II-165. Francisco Gutiérrez y Eduardo Domínguez

32


II

2003

MC.II-166. Pía Ullón y Lourdes Amarilla

MC.II-167. Pía Ullón

MC.II-168. Silvia Moriñigo y Liz Bogado

MC.II-169. José Luis Fleitas

MC.II-170. Francisco Portillo, Julio Zaracho, Eladio Gómez y Richard Maidana

MC.II-171. Norma Larré, Teresa González, Susana Marín, Antonia Salazar y Sandra Quiñones

MC.II-172. Arreglando bancos

MC.II-172b. Tareas colectivas

MC.II-173. Lidia Oribe, Fany Fernández, Rosa Romero, Nancy González y Nancy Montiel

MC.II-174. Margarita Bolla y alumnas

MC.II-175. Victoriano Larré, Ana Vergara, Teresa Flores y Margarita Bolla

MC.II-176. Francisco Paiva vendiendo leche

MC.II-177. Lela con sus hijos Edgar y Marcos

MC.II-178. Wally y Gabriela

MC.II-179. Roberto Báez

33


34

MC.II-180. Roberto Báez

MC.II-181. Alumnas de la Escuela Alicia G. de Mora

MC.II-182. Franco Romero

MC.II-183. Marcos Larré

MC.II-184. Familia Imas: Alexander, Helton, Rubén, Mario y Pili

MC.II-185. Mario y Helton Imas

MC.II-186. Andrea Quiñones

MC.II-187. Fátima Dubarry y Guillermo Asoya

MC.II-188. Celeste Báez y Verónica Valenzuela

MC.II-190a. Néstor Bogado

MC.II-190. América Aquino y Néstor Bogado

MC.II-191. Francisco Portillo

MC.II-192. Verónica Valenzuela

MC.II-193. Compañeros de clase

MC.II-194. Ana Paula Salazar


II

2003

MC.II-195. José Báez, José María Flores y Héctor Larré

MC.II-196. Liduvina Sánchez y Juan Manuel Medina

MC.II-197. Carlos Álvarez

MC.II-198. Enrique, Elías, Gerardo y Rodolfo Imas

MC.II-199. Nicolás Quiñones

MC.II-200. Tomás Quiñones

MC.II-201. Marlene y su bebé Laura

MC.II-202. Florencia Imas

MC.II-203. Julia Rojas con su hijo Matías Achucarro

MC.II-204. Ana, Porfiria y Agustina Vergara

MC.II-205. Matías Achucarro, Julia Rojas, Marlene Salazar y Laura Johannsen

MC.II-206. Presentado Cardozo, Carmen, Agustina, Gabriel y José Félix

MC.II-207. Fabiana Falcón y Cecilia Maidana

MC.II-208. Fabiana Falcón y Cecilia Maidana

MC.II-209. Luis Mereles, Casildo Cuenca y Pedro

35


MC.II-210. Cuatro amigos

MC.II-211. Silvia Vera

MC.II-212. Lidia Falcón y su madre Rosa Aquino

MC.II-213. Liz y Edgar Ibarra con su abuela Roustiana Miranda

MC.II-214. Roustiana Miranda

MC.II-215. Liz y Edgar Ibarra

MC.II-216. Liz y Edgar Ibarra

MC.II-217. Silvia Vera

MC.II-218. Santiago Amarilla, Merceditas y Gladys

MC.II-219. Fabián Quiñones con su padre José

MC.II-220. Arpista

MC.II-221. Compañeros de clase

MC.II-222. Encalando los árboles

MC.II-223. Carolina Bobadilla

MC.II-224. Compañeros en el receso

36


II

MC.II-225. Javier y Clara con la familia Valenzuela (Trinidad)

MC.II-226. Javier y Clara con la señora Marcelina (Trinidad)

MC.II-227. Ismael Fernández

MC.II-228. Clara, José Félix y Carmen afeitando a Javier

MC.II-229. Niños en Paso Güembé

MC.II-230. Niños en Paso Güembé

MC.II-231. Niños en Paso Güembé

MC.II-232. Familia Balmaseda

MC.II-233. Familia Balmaseda

MC.II-234. Familia Balmaseda

MC.II-235. Excursión a Paso Güembé

MC.II-236. Familia Balmaseda

MC.II-237. Familia Balmaseda

MC.II-238. Familia Balmaseda

MC.II-239. José Felix Baez

2003

37


2006 Esta tercera entrega empezó a fraguarse allá por el mes de julio de 2006 al poco de iniciar junto a Ana Paula y Clara, mi quinto viaje por Santiago. El mes de agosto de 2006, a mi vuelta, empecé a componer nuevas imágenes. El proceso de creación en esta ocasión fue más sencillo, partíamos con la digitalización de las más de nueve mil imágenes. Los archivos digitales se manipularon en un ordenador G5 de Apple y con un programa Adobe Photoshop CS. El día 3 de agosto de 2006, hice la última fotografía, titulada “Hasta la vista” en la entrada de la casa de Carmen Báez. A un lado de la alambrada, Cristian Jiménez, al otro yo. Pocos segun dos después, David Bolla llegaba con su auto para hacer un largo viaje de madrugada para acercarnos hasta el aeropuerto de Asunción. A mi hija Paula y a Clara dedico este trabajo y también a todas esas personas que me brindaron unos segundos de sus vidas, facilitándome la tarea de hacerles llegar, por medio de imágenes, mi tiempo y mi trabajo.

Imagen de la exposición la Memoria Compartida (III). Unas hojas naturales sobre un papel con nombres de gente de Santiago 38


III

2006

Ayer y mañana

Encontrar su lugar en el mundo. Al que retorna en cuanto puede y al que añora cuando no. Arantza Prádanos

Hubo una vez un reloj antiguo cuyo tic tac sólo escucha Javier Melero. Decoraba el salón de sus abuelos en una casa castellana. Hoy sobrevive en sus recuerdos y su sonido, imaginario, le transporta a un tiempo que se fue. Para su autor, el reloj y los retratos de aquella habitación son un conjuro que le devuelve a sus seres queridos y los mantiene vivos aunque ya no lo estén. Es el poder de la memoria, al que esta exposición rinde tributo de nuevo. De eso trata Memoria Compartida III -como antes Memoria I (2003) y Memoria II (2006)de tejer el ayer con el hoy, de sembrar recuerdos para el mañana. “Cuando yo ya no esté habrá un trocito de mí aquí, en muchas casas de Santiago Misiones”. Sólo muere lo que se olvida, dicen, y Javier persigue la inmortalidad. Por eso se empeña en retratar obsesivamente a sus habitantes, en decorar luego los salones misioneros con el fruto de su trabajo, “el más importante de mi vida”. Ahora regresa a Santiago. Es su tercera exposición. La sexta travesía desde aquél lejano 1994 en que aterrizó en Paraguay. Él no lo supo entonces, pero había encontrado su lugar en el mundo. Al que retorna en cuanto puede y al que añora cuando no. En estos años, centenares de santiagueños como Hans han pasado de niños a hombres frente a su cámara. Han posado Nenito Bolla y Wenceslao, dos veteranos de la guerra del Chaco, una madre coraje con su hijo enfermo y familias enteras que luego, quizá, coloquen la foto respectiva en el salón o en las piezas de sus humildes casas. Sus estampas registran el pulso de un pueblo y sus moradores. Son la memoria destinada a perdurar para los que vengan detrás. Como Ana Paula, heredera del fervor paterno por este rincón pequeño a un lado del Atlántico. Vuelven ahora con 624 fotomontajes cosechados en dos años. El resultado final de las 9.000 instantáneas capturadas en 2006. “Empecé a procesarlas al día siguiente de volver a España”. Dos años eligiendo, retocando, invocando la magia digital. Dos horas por foto, 1.248 horas, 156 jornadas laborales españolas. Hay que querer mucho a un pueblo para embarcarse en una tarea enorme “que nadie me ha pedido”. Como su propia familia, las fotografías de Javier han crecido. En la primera exposición fueron 135 montajes. Tres años después, 240. Con los de la tercera entrega suman 999, un homenaje numérico a su hija. Y ya se plantea nuevas metas, nuevos proyectos. Porque siempre habrá un chiquillo nuevo que inmortalizar, una pareja de novios que quiera estampar su amor. Habrá una Memoria Compartida IV. Como ayer y hoy. Como mañana. 39


MC.III-001. Paula y Javier Melero

MC.III-002. Sebastián Miranda

MC.III-003. Víctor Johannsen

MC.III-004. Gabriela Miranda y Paula Melero

MC.III-005. Celeste y Hugo Báez

MC.III-006. Lalo vendiendo mandarinas

MC.III-007. Pedro José Dubarry Mora

MC.III-008. Wally Miranda

MC.III-009. Humberto Valenzuela

MC.III-010. Daniel Maciel

MC.III-011. Wally Miranda

MC.III-012. Octavio Romero Bolla y Pedro Amarilla

MC.III-013. Romina vergara, Anahí Rodríguez y Luis Amarilla

MC.III-014. Leticia Amarilla con su abuelo D. Larosa

MC.III-015. Cecilio González Britez

40


III

2006

MC.III-016. Doña Mari Arregui de Larré

MC.III-017. Juliana Romero con su hija Magali

MC.III-018. Carmen Báez

MC.III-019. Wenceslao

MC.III-020. Gonzalo Riquelme, Mercedes González

MC.III-021. Hugo Amarilla Alonso

MC.III-022. Andrea Cantero, Maira Mereles y Pía Ullón

MC.III-023. Juan Manuel Medina

MC.III-024. Santi Báez, Julio Brites, Félix Talkechy, Pablo Cabrera, Bernardo Vergara y Luis Miguel

MC.III-025. Juliana González

MC.III-026. Jorge y Christian Báez

MC.III-027. Hans y Javier con la bandera peregrina

MC.III-028. Hans Lindstrom

MC.III-029. Cristina, Hans y Clara

MC.III-030. Swen en Trinidad

41


42

MC.III-031. Hugo Báez

MC.III-032. Ángel Acuña y Junior

MC.III-033. María Elena y María Inés Arévalos

MC.III-034. Guillermo Maciel

MC.III-035. Luis Báez, Juan Arévalos, Gonzalo Bogado, Guillermo Maciel, Ángel Vergara y Ramón

MC.III-036. Clara y Gordita

MC.III-037. Gregorio Riquelme y Gordita

MC.III-038. Ramón Amarilla y Gregorio Riquelme

MC.III-039. Orlando Barreiro

MC.III-040. Sol Larré y Karina Montiel

MC.III-041. Daniel Maciel

MC.III-042. Noemí Imas y Gladys Flores

MC.III-043. Constanza de Rodríguez

MC.III-044. Mabel Duette y Gabriel Bolla

MC.III-045. Familia Mercado: Lucas, Graciela, Cristino y Rodrigo


III

2006

MC.III-046. Rosa Arévalos

MC.III-047. Alba Amelia “Chunga” con su nieta Analía

MC.III-048. Swen Lindstrom

MC.III-049. Laura Romero con su hijo Jorge Acosta

MC.III-050. Julio Asoya

MC.III-051. Mónica Caballero y José Ramón Cardozo

MC.III-052. Andres Quiñones

MC.III-053. Edgar Romero

MC.III-054. Carlos Marín y Monona Báez

MC.III-055. Wilson Maciel

MC.III-056. Jorge Romero

MC.III-057. Rolando Cuenca y su hermana Leydy

MC.III-058. Rolando, Lorena y Leydy Cuenca

MC.III-059. Porfiria Mereles con sus hijos Leydy, Lorena y Rolando

MC.III-060. Cristina y Andrea Maidana

43


MC.III-061. Rafael Imas y Javier Melero

MC.III-062. Christian Giménez

MC.III-063. Christian y Laura Giménez

MC.III-064. Juan Ramón y su hermano

MC.III-065. Andrés Quiñones Cantuni

MC.III-066. Los Mellis: Tomás y Nicolás

MC.III-067. Lela con sus sobrinas Alejandra y Natalia Olmedo

MC.III-068. Andrea Celeste, DeJesús, María y Elena Beatriz Centurión

MC.III-069. Christian con su abuelo Alipio

MC.III-070. Erma con Christian y Jorge Olmedo

MC.III-071. Erma con Laura y Christian

MC.III-072. Jorge Olmedo, Christian, Erma y Laura

MC.III-073. Christian Giménez entre naranjas

MC.III-074. Gabriel Álvarez

MC.III-075. Carmen Báez

44


III

2006

MC.III-076. María Cabrera con sus hijos Oscar y los mellizos Fernando y Fabián

MC.III-077. Aage con su novia Analía

MC.III-078. Hugo Gutiérrez y Clemente Asoya

MC.III-079. Alejandra y Natalia Olmedo

MC.III-080. Alejandra, Ana Paula, Verónica, Celeste y Natalia

MC.III-081. Rosario Mora con Pablo, Julia Mora con Beatriz y al fondo Nelly Chamorro

MC.III-082. Raúl Mora y Nelly Chamorro

MC.III-083. Leticia y Pía Ullón

MC.III-084. Hans con su prima Laura

MC.III-085. Tomás Quiñones

MC.III-086. Nicolás Quiñones

MC.III-087. Lela con su hijo Marcos

MC.III-088. Gladys con su hija Mercedes

MC.III-089. Excursión a Trinidad

MC.III-090. Familia Báez: Hugo, Blanca, Celeste y Hugo Nicolás

45


MC.III-091. Maicol Ayalas

MC.III-092. Pía y Leticia Ullón

MC.III-093. Juan Ramón

MC.III-094. Laura Caballero

MC.III-095. Laura, Hans y Swen

MC.III-096. Hans y Swen Lindstrom

MC.III-097. Familia Balmaseda

MC.III-098. Grupo visitando a la Familia Balmaseda

MC.III-099. Laura Caballero

MC.III-100. Graciela Giménez “Tita” y Walter Romero

MC.III-101. Luis Oviedo

MC.III-102. Rocío Giménez, Lili Romero y Laura González

MC.III-103. Ever Frutos con su mujer

MC.III-104. Madre coraje

MC.III-105. Christian Giménez

46


III

MC.III-106. Músicos preparados para viajar antes de un concierto

MC.III-107. Ariel Acuña

MC.III-109. Ariel Acuña, Pablo Imas y Lucas Ullón MC.III-110. Nilda Céspedes de Larré y su hija Sara

2006

MC.III-108. Nidia y Edgar Arregui

MC.III-111. Roque Bolla y su sobrino Pablo

MC.III-112. Pablo Bolla

MC.III-113. Rebeca y José Quiñones, Magalí Duarte y Saida Soloaga

MC.III-114. Perla Ocampos con sus hijos Aldair, Fiorela Margarita y Jonás Carlos González

MC.III-115. Héctor Larré

MC.III-116. Jorge Olmelo

MC.III-117. Diego Peralta y Merceditos Ortiz

MC.III-118. Humberto Valenzuela

MC.III-119. Jorge Olmelo

MC.III-120. Héctor Larré

47


MC.III-121. Héctor y Lorena Larré

MC.III-122. Héctor y Lorena Larré

MC.III-123. Matías Bolla

MC.III-124. Osmar Gutiérrez, Ariel Sosa “Lechu” y Jesús Ávalos

MC.III-125. Beto Bernal, Ernesto González y Javier Melero

MC.III-126. Lucio Arregui “Uchi” y Nelson Gil

MC.III-127. Yoli Arregui con su hijo Julio Fernández

MC.III-128. Gabriel y Lucero Arregui

MC.III-129. Verónica y Humberto Valenzuela

MC.III-130. Ernesto González, Javier Melero y David Bolla

MC.III-131. Ernesto González, Javier Melero y David Bolla

MC.III-132. Edita Cristina Báez con sus hijos Jonathan y las mellizas recién nacidas

MC.III-133. Familia Acuña: Fabián, Ariel, Egidio, Luz, Andrés, Francisca y Diana

MC.III-134. Egidio Acuña con su hija Luz

MC.III-135. Rosalina Arévalos

48


III

2006

MC.III-136. Rosalina con Ana Clara, Roberto, Carlos, Alexis, Rubén, Carlos Francisco y Guzmán

MC.III-137. Nicolás Aranda Bolla y Rodrigo Romero

MC.III-138. Angélica Aranda Bolla

MC.III-139. Edgar Romero

MC.III-140. Guitarrista esperando el colectivo

MC.III-141. Florencia Fernández Romero

MC.III-142. Karina, Andrea, Soriana, Derlis, Swen, Hermana Ana, Rossana, Rebeca,Nicolás, Rubén,

MC.III-143. Jorge Acosta, Jorge y Laura Romero

MC.III-144. Gustavo romero y Zully López con la pequeña Verónica

MC.III-145. Santiago Amarilla

MC.III-146. Pablo Aníbal Cabrera

MC.III-147. Belén Arregui

MC.III-148. Diego Miño

MC.III-149. Ever Darío Bordón

MC.III-150. Daniel y Darío Maciel

49


MC.III-151. Jorge Romero

MC.III-152. Simeón Flores, Gustavo Pereira y Bruno Caballero junto a un compañero

MC.III-153. Carlos Álvarez

MC.III-154. Carlos Álvarez junto a una amiga

MC.III-155. Santiago González

MC.III-156. Ana Paula Salazar, Pablina Maciel, Ana Sofía Salazar y Valeria Stieger

MC.III-157. Reinaldo Morinigo, Martín Talavera, Hugo Portillo, Darío Ibarra y Arnando Valenzuela

MC.III-158. Alex Paiva

MC.III-159. Lorenza Fernández, Pablo Ibarra, Vicente F. y Mario Ibarra con el bebé en moto

MC.III-160. Luz, Elena, Oscar, Luján, Celeste, Jennifer, Guzmán y Ana con 3 niños más

MC.III-161. Darío y Daniel Maciel

MC.III-162. Papi Peña y Rafael Imas

MC.III-163. Roberto Gasparini con sus hijos Milena, Job y Ruth

MC.III-164. Ruth y Job Gasparini

MC.III-165. Marcelino y Aurelia Bogado

50


III

2006

MC.III-166. Nidia de Arregui y Natividad Larré

MC.III-167. Chiqui Soloaga de Duarte y Chunga de Quiñones

MC.III-168. Emilce Alonso y Noemí de Bolla

MC.III-169. Celeste, Christian, Gaby, Verónica y Ana Paula

MC.III-170. Ana Paula, Celeste, Christian, Gaby y Verónica

MC.III-171. Agustín López y Marcela con su bebé

MC.III-172. Darío Fernández, Fabiola Maudlay y el pequeño Rober

MC.III-173. Víctor Giménez

MC.III-174. Diego Peralta

MC.III-175. Helton Imas y Omar Gutiérrez

MC.III-176. Ramón Mora

MC.III-177. Mercedes Samudio, Noemí de Bolla, Raimundo Giménez y Carlos Larré

MC.III-178. Claudia Martínez y Ramón Mora

MC.III-179. Nelson Galeano y Alex Paiva

MC.III-180. Mario Acosta

51


52

MC.III-181. Omar Bolla

MC.III-182. Ana Paula y Gertrudis Bolla

MC.III-183. Bebeto Romero

MC.III-184. Humberto Valenzuela

MC.III-185. Ojazos

MC.III-186. Rosa Medina, Juan Manuel Merino, Nadio Ávalos, Nazaret Romero y Magali Romero

MC.III-187. Ramón, Andrea, María, Camilo junto a 2 amigos más

MC.III-188. Juan Godoy y Armando Amarilla

MC.III-189. Juan Godoy

MC.III-190. Presentado Cardozo

MC.III-191. Miguel Ángel “Lelo” Fernández

MC.III-192. Miguel Vergara cortando el pelo a Denis Giménez Pintos

MC.III-193. Denis Giménez Pintos y Araceli Vergara

MC.III-194. Araceli Vergara

MC.III-195. Renato y Lucina Zarza y Matías Maldonado


III

2006

MC.III-196. Joaquín Bolla y su hijo Pablo

MC.III-197. Paula Melero y Estefanía Dubarry

MC.III-198. Blanca Lezcano

MC.III-199. Martín y Marcos Dubarry

MC.IV-200. Paula Melero

MC.III-201. Familia Dubarry: Marcos, Pedro, Marilú y Martín

MC.III-202. Javier Melero y Martín Dubarry

MC.III-203. Estefanía Dubarry

MC.III-204. Hugo Quiñones

MC.III-205. Luis Zaracho

MC.III-206. Esperando el colectivo

MC.III-207. Félix Guzmán Amarilla

MC.III-208. Jorge Romero y Rodrigo Mercado

MC.III-209. Reinaldo Aranda y Nelson Galeano

MC.III-210. Jesús Amarilla

53


MC.III-211. Miguel Fernández

MC.III-212. Lucy de Zaracho

MC.III-214. Georgina Cabrera con su bebé Romina MC.III-215. Merci Lara con dos amiguitos en bici Paredes

MC.III-213. Luz Estigarribia de Arregui

MC.III-216. Sara Bolla, Susi Arregui y Fanny Bolla

MC.III-217. Lucha Falcón, Rosa Aquino, Rossana González y Alejandra Larré

MC.III-218. Aparicio Riquelme

MC.III-219. Jorge Romero

MC.III-220. María Alejandra Larré

MC.III-221. Arnaldo González

MC.III-222. Ayudando a papá con la leña

MC.III-223. Hermés Ullón con sus hijos Lucas y Anahí

MC.III-224. Familia Larré: Hugo y Rossana con sus hijas Alejandra y Silvana

MC.III-225. Anahí y Lucas Ullón

54


III

2006

MC.III-226. Estefanía Cuenca y Raquel Maidana

MC.III-227. Jesús Cabrera, Amilkar y Maratí Cuenca

MC.III-228. Silvana Larré

MC.III-229. Carl Emilo Johannsen

MC.III-230. Samuel y Luis Rubén Romero, Ronaldo Cuenca y Adán Valdez

MC.III-231. Javier Melero y su amigo el loro

MC.III-232. Jorge Bernal y Germán Zarza

MC.III-233. Alfredo y Beto Romero

MC.III-235. Ángela Lafuente con una amiga

MC.III-236. Orlando Barreiro

MC.III-237. Diego López y Orlando Barreiro

MC.III-238. Susi y Lucero Arregui, Nadia, Guillermo Bolla y Melisa

MC.III-239. Rosa María Medina y Carla Bolla

MC.III-240. Juan Carlos Dubarry

MC.III-234. Richard, Pedro, Rodolfo, Alejandro, Matías, Santiago, Wilson, Guillermo, José, Marco Julio, Juan Carlos y Júnior

55


MC.III-241. Rosa y Guillermo Bolla

MC.III-242. Beatriz Mora, Mario Carrizo, Pablo y Rosario Mora

MC.III-243. Estefanía, Lucía, Sergio, Mabel y Mariana Cuenca

MC.III-244. David y Justo Sotomayor

MC.III-245. Andrés Ocampo y Francisco Ortiz

MC.III-246. Andrés Ocampo y Francisco Ortiz

MC.III-247. José con unos amigos

MC.III-248. Chiquita y Ernesto González

MC.III-249. Moisés Bogado, Chiquita González, Graciela Rivarola y Ernesto González

MC.III-250. Mincho Romero, Celsa, Sist y Víctor Rodríguez

MC.III-251. Chiqui Mora y Pedro José Dubarry

MC.III-252. Jorge Acosta, Laura Romero, Roger Fernández y Fabiana Romero

MC.III-253. Jorge Acosta y su hijo Jorge

MC.III-254. Gloria Ortíz y Fabiana Romero

MC.III-255. Jorge Acosta, Laura Romero, Roger F., Fabiana Romero, Gloria Ortiz y Ronald M.

56


III

2006

MC.III-256. Santiago Romero

MC.III-257. Preparando una fiesta de cumpleaños

MC.III-258. Macario y Gato González

MC.III-259. Cristina Dahlbeck

MC.III-260. Lela Acosta

MC.III-261. Leticia Ullón y su madre Nieves Acosta

MC.III-262. Carmen Baez

MC.III-263. Sebastián Miranda

MC.III-265. Leticia Amarilla

MC.III-266. Humberto Valenzuela

MC.III-267. Sandra Baez

MC.III-268. Florencia y Herminia Baez

MC.III-269. Ana Paula y Ana Sofía Salazar

MC.III-270. Ana Paula, Florencia, Ana Paula, Verónica, Celeste y Gabriela

MC.III-264. Ana Paula, Florencia, Gertrudis,Ana Sofía, Mercedes,Sandra, Florencia, Noelia, Herminia Baez y Dora Miriam Amarilla

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58

MC.III-271. Ana Vergara

MC.III-272. Francisco Frutos

MC.III-273. Humberto Valenzuela

MC.III-274. Hugo Báez

MC.III-275. Tomás y Nicolás Quiñones

MC.III-276. Olga Baez, Lourdes Vargas, Lucina Zarza y Buenaventura Vergara

MC.III-277. Aníbal Paredes Fernández

MC.III-278. Rober Maidana Zarza

MC.III-279. Sergio Sanabria

MC.III-280. Tatiana Fernández

MC.III-281. Marcelo Zarza

MC.III-282. Miguel y Agustina

MC.III-283. Bebiendo yogur en la escuela

MC.III-284. Camilo, Pedro, Ramón y dos amigos

MC.III-285. Felicia Cuenca con su bebé


III

MC.III-286. Recogiendo el premio del concurso de dibujo

2006

MC.III-287. Vanesa Gutiérrez, Gabriela Fernández MC.III-288. Jorge y Alberto Bernal y Julio Romero y Amanda Romero

MC.III-289. José Quiñones

MC.III-290. Carlos Gómez

MC.III-291. Javier Melero en la escuela de D. Ovidio, Mbocayaty

MC.III-292. Clara Castellot en la escuela de D. Ovidio, Mbocayaty

MC.III-293. Alumnas de la escuela

MC.III-294. Olga Baez con sus alumnos

MC.III-295. Fabián

MC.III-296. Pasando la tarde

MC.III-297. Padre e hijo

MC.III-298. Toca limpieza en la escuela

MC.III-299. Profesora Marin y sus alumnos

MC.III-300. Hermanos en el aserradero

59


60

MC.III-301. Otro coche

MC.III-302. Nenita en el aserradero

MC.III-303. Dos chicas

MC.III-304. Niña con la bandera paraguaya

MC.III-305. Cristino sin su chancho

MC.III-306. En el patio del colegio

MC.III-307. Que te muerdo

MC.III-308. Equipo de patio

MC.III-309. En el porche

MC.III-310. Lindos ojos

MC.III-311. Maestra y alumnas

MC.III-312. Maestra y alumnos

MC.III-313. Jugador de fútbol

MC.III-314. Cara con pecas

MC.III-315. Espectadores


III

2006

MC.III-316. Lindas nenas

MC.III-317. Carne

MC.III-318. Mas carne

MC.III-319. Carne y ojos

MC.III-320. Humberto Valenzuela

MC.III-321. Clara Castellot y Javier Melero

MC.III-322. Abuela y nietos

MC.III-323. Con tereré

MC.III-324. David Bolla

MC.III-325. Pablo Bolla

MC.III-326. Christian Giménez

MC.III-327. Músico en quad

MC.III-328. Hugo Quiñones

MC.III-329. Swen Lindstrom y Javier Melero

MC.III-330. Cristina Dahlbeck

61


62

MC.III-331. Gladys con su hija Mercedes

MC.III-332. En el cole

MC.III-333. Amigas

MC.III-334. Fuerte abrazo

MC.III-335. Compañeras

MC.III-336. Carlos Javier

MC.III-337. Mellizo

MC.III-338. Músico en el colegio

MC.III-339. Limpieza

MC.III-340. Encarcelados

MC.III-341. Cabeza de cerdos

MC.III-342. Jinete

MC.III-343. Sol Larré y Karina Montiel

MC.III-344. Jinetes charlando

MC.III-345. Pequeño chancho, un gran tesoro


III

2006

MC.III-346. Chancho en familia

MC.III-347. Madres jóvenes

MC.III-348. Familia

MC.III-349. A la salida del colegio

MC.III-350. Clara, Cristina, Ana Paula, Javier y Swen plantando un árbol

MC.III-351. Paula Melero y Nidia Arregui

MC.III-352. Ana Paula Salazar junto a su madre

MC.III-353. Mellizos Ibarra

MC.III-354. Tres amigos en el fútbol

MC.III-355. ¡Silencio trabajando!

MC.III-356. Carlos Javier Bolla

MC.III-357. Arnaldo Valenzuela

MC.III-358. Haciendo mandados

MC.III-359. Hermanos Ibarra Uribe

MC.III-360. Abuelo y nieto

63


MC.III-361. Edgar, Lela y Marcos

MC.III-362. Amigas en el médico

MC.III-363. Organizar una farra

MC.III-364. Entre otros Arnaldo Valenzuela, Edgar Romero José Quiñones y Swen Lindstrom

MC.III-365. Pareja

MC.III-366. Jovén pareja

MC.III-367. Compañeros de clase

MC.III-368. Al loro

MC.III-369. Omar Bolla

MC.III-370. Guerrillero

MC.III-371. Arnaldo Valenzuela, José María Quiñones y Swen Lindstrom

MC.III-372. Ibarra

MC.III-373. Paseo al atardecer

MC.III-374. Bailarinas

MC.III-375. Escuela Alicia G. de Mora

64


III

MC.III-377. Escuela Alicia G. de Mora

MC.III-378. Escuela Alicia G. de Mora

MC.III-379. Escuela Alicia G. de Mora

MC.III-380. Escuela Alicia G. de Mora

MC.III-381. Escuela Alicia G. de Mora

MC.III-382. Escuela Alicia G. de Mora

MC.III-383. Escuela Alicia G. de Mora

MC.III-384. Camineros

MC.III-385. El ni単o y el mono

MC.III-386. Muchos a単os juntos

MC.III-387. Mirada fija

MC.III-388. Artistas

MC.III-389. Bailarinas

MC.III-390. Animados

MC.III-391. Madre e hijos

2006

65


MC.III-392. Christian Giménez y Clemente Asoya

MC.III-393. Hombre en bici

MC.III-394. Perrito abandonado

MC.III-395. Nenas con perro

MC.III-396. Descompuesta

MC.III-397. Podadores

MC.III-398. Padres con su bebé

MC.III-399. Dos hermanos

MC.III-400. Muchacha con dos nenes

MC.III-401. Teresa y Chiní Mercado

MC.III-402. Pablo Augusto Bareiro Acuña

MC.III-403. Vendedora de ropa

MC.III-404. Chunga y Queca

MC.III-405. Cántaros de miel

MC.III-406. Tres niños del Barrio de San Juan

66


III

MC.III-407. Lechero con su hermano menor

MC.III-408. Pequeño colmado

MC.III-409. Contentos en clase

MC.III-410. Veronica Valenzuela y compañeros

MC.III-411. Taller de baile en la Casa de la Cultura

MC.III-412. Amasando para la fiesta

MC.III-413. Gotardo Bolla y compañeros

MC.III-414. Roque Bolla

MC.III-415. Apuestas hípicas

MC.III-416. Taxi a pedales

MC.III-417. Doña Mari con su hijo

MC.III-418. Juegos en San Juan

MC.III-419. Compañeros con clase

MC.III-420. En la plaza mayor del pueblo

MC.III-421. Richar Orive

2006

67


68

MC.III-422. Héctor Larré

MC.III-423. Hermanos Quiñones-Vergara

MC.III-424. Aprendiz de futbolista

MC.III-425. Nena en bici

MC.III-426. Vecino de Carmen

MC.III-427. Vendedor de chipa

MC.III-428. Recordando viejas heridas

MC.III-429. Selección paraguaya

MC.III-430. Narciso Báez

MC.III-431. Chicos modernos

MC.III-432. Dos preciosas chicas

MC.III-433. Camino del trabajo en el colegio

MC.III-434. Recién nacido

MC.III-435. Abuelo zapatero y su nieto

MC.III-436. Padre e hijo


III

2006

MC.III-437. Nena en clase

MC.III-438. Pablo e Iván

MC.III-439. El pequeño Pablo con su madre

MC.III-440. Padres e hija

MC.III-441. Aseando la clase

MC.III-442. Grupo de trabajadores del aserradero

MC.III-443. Niñas en el patio

MC.III-444. Grandes amigos

MC.III-445. Asomados a la ventana del aula

MC.III-446. Alegría para la foto

MC.III-447. Entrenamiento matutino

MC.III-448. Mellizos

MC.III-449. Formados y posando

MC.III-450. Regando el patio

MC.III-451. Javier con todo un equipo

69


70

MC.III-452. Escondido tras el balón

MC.III-453. La siesta de las estrellas balonpédicas

MC.III-454. Estudiando y cuidando

MC.III-455. A la puerta

MC.III-456. Largo matrimonio

MC.III-457. Juan Carlos Bolla

MC.III-458. En la escuela

MC.III-459. Cucañas de Slas fiestas de san Juan

MC.III-460. Haciendo bollos

MC.III-461. Sol Milagros

MC.III-462. Matrimonio en bici

MC.III-463. Tolomeo Cespedes

MC.III-464. María Mercedes

MC.III-465. Monaguillas bien acompañadas

MC.III-466. Roque Bolla con su hijo


III

MC.III-467. Nenito Bolla

MC.III-468. Laura Giménez

MC.III-469. Tres mosqueteros

MC.III-470. Joven padre

MC.III-471. Charco de colores

MC.III-472. Familia Bobadilla

MC.III-473. Arreglando el cercado

MC.III-474. Pintor de brocha gorda

MC.III-475. Vendedor de periódicos

MC.III-476. José Miguel Quiñones

MC.III-477. Peté con su hija Mónica

MC.III-478. A la faena en carro

MC.III-479. Pasando la tarde

MC.III–480. Fabián Acuña

MC.III-481. Entretenido con la prensa

2006

71


MC.III-482. Cristalero con su esposa

MC.III-483. Trío atacante

MC.III-484. Descanso deportivo

MC.III-485. Ensayando

MC.III-486. Pía y Nano Ullón

MC.III-487. Nano Ullón

MC.III-488. Edel Romero González

MC.III-489. Fabián Acuña

MC.III-490. El pensador

MC.III-491. Arturo Maudsley y Francisco Portillo

MC.III-492. Francisco Portillo

MC.III-493. Humberto Valenzuela y Jorge Romero

MC.III-494. Humberto Valenzuela y Gaby Álvarez

MC.III-495. En el cementerio

MC.III-496. Repartidor de periódicos

72


III

MC.III-497. Hermanos Quiñones-Capurro

MC.III-498. Rebeca Quiñones, nieta de Chunga

MC.III-499. Tan tranquilo

MC.III-500. Laura Giménez

MC.III-501. Familia Valenzuela

MC.III-502 Nenas

MC.III-503. Madre de Jesús Romero

MC.III-504. Romina Maudslay

MC.III-505. A los pies de los bailarines

MC.III-506. Son santos

MC.III-507. Víctor Fern.andez

MC.III-508. Víctor Fernández

MC.III-509. Dos jóvenes

MC.III-510. Cuidado con los ojos

MC.III-511. Dolor de cabeza

2006

73


MC.III-512. Fernández y González esperando su turno para el partido de boley.

MC.III-513. Uchi Arregui tomando tereré en la plaza en un descanso del boley

MC.III-514. Obrero municipal

MC.III-515. Funcionarios de la municipalidad

MC.III-516. Jugandose el tipo con el alambre

MC.III-517. Beto Bernal a buen abrigo

MC.III-518. Visita a la librería

MC.III-519. Bolsa de remedios

MC.III-520. Luis Miguel Barreto y un amigo

MC.III- 521. Amigos de colegio y de fútbol

MC.III-522. El matrimonio Acuña con su hija pequeña

MC.III-523. Luz Clara Arevalos

MC.III-524. El sombrero de Ruben Sosa

MC.III-525. Nena en brazos

MC.III-526. Padres con su hijo

74


III

2006

MC.III-527. Guillermo, el rey de copas

MC.III-528. Tres generaciones

MC.III-529. Una preciosidad de ojos claros

MC.III-530. Entre familia

MC.III-531. Francisco Paiva

MC.III-532. Izando la bandera en el cuartel de la policia en la plaza

MC.III-533. Visita al cementerio

MC.III-534. Cambio radical

MC.III-535. Novena en la noche de Santiago

MC.III-536. Cinco nenes

MC.III-537. Repasando juntos la lecci贸n

MC.III-538. Abuela y nieto

MC.III-539. Noche m谩gica

MC.III-540. Dobles parejas

MC.III-541. Matias Bolla una futura promesa

75


76

MC.III-542. Las manos del gomero

MC.III-543. Muertos de risa

MC.III-544. A ciegas

MC.III-545. Equipo de fútbol del barrio

MC.III-546. Mujer manejando

MC.III-547. Madre de Carlos Javier Bolla y sobrino

MC.III-548. En la procesión del santo patrón

MC.III-549. Los mayores en la procesión ellos de farra en la plaza

MC.III-550. Lago artificial en la plaza

MC.III-551. Morochita y rubio. Angel Adrián y su prima Carmen Arevalos

MC.III-552. Vistas al mar

MC.III-553. Ramón Artemio

MC.III-554. Al fondo la Iglesia

MC.III-555. Jinete de gala

MC.III-556. Con la guacha


III

MC.III-557. A las puertas del templo

MC.III-558. De gala para la fiesta

MC.III-559. Tres chicas

MC.III-560. Juan Carlos Dubarry

MC.III-561. Juan Carlos Dubarry

MC.III-562. A la sombra

MC.III-563. Madre e hijo

MC.III-564. Gladys y Santiago

MC.III-565. Sobre naranjas

MC.III-566. Swen arreglando el tejadillo de la casa de Carmen B谩ez

MC.III-567. Aves nocturnas, Francisco y Angel Paredes y Adrian Ariel Garcete

MC.III-568. Damas del surf

MC.III-569. Alineaci贸n suplente

MC.III-570. Esperando noticias

MC.III-571. A la salida de clase

2006

77


MC.III-572. Sol Milagros desayunando en la escuela

MC.III-573. Ana ¿Te pido la luna?

MC.III-574. Tritón Bolla

MC.III-575. Balas perdidas

MC.III-576. Humberto, Walli y Hugo en la Fiesta de Paula

MC.III-577. Vendiendo leña

MC.III-578. Lucerito Arregui

MC.III-579. Adian Garcete, Belen Arregui y Angel Parede con unas gafas atómicas

MC.III-580. Noche de fiesta

MC.III-581. Luz Clara Arevalos, con el primer yogurt en la escuela de Mbocayaty

MC.III-582. Hermano de Derly

MC.III-583. Casita de barro

MC.III-584. Hermanos y primos

MC.III-585. Tarde de colores

MC.III-586. José y Antonia Arregui

78


III

2006

MC.III-587. Lily Mercado

MC.III-588. Solo eran tres

MC.III-589. Un atardecer tirado por los suelos

MC.III-590. Buscando una sonrisa

MC.III-591. Todas las tardes

MC.III-592. Del mismo barrio

MC.III-593. Algún día alguno de ellos será uno de los grandes

MC.III-594. Colibrís en el rincón de los araganes

MC.III-595. Hermanas Bolla

MC.III-596. Futuros carpinteros

MC.III-597. Serrín

MC.III-598. Serrín

MC.III-599. Excursión a Paso Guembé

MC.III-600. Swen y Hans Lindstrom, Laura Caballero y Javier Melero

MC.III-601. Lamparones

79


MC.III-602. Miradas perdidas

MC.III-603. Al tambo en la montura

MC.III-604. Lejos del mar

MC.III-605. Karina Montiel con su madre

MC.III-606. José Báez

MC.III-607. Nicolás y Rolando Quiñones

MC.III-608. Ana Sofía Salazar y amiga

MC.III-609. Familia Balmaseda en Paso Guembé

MC.III-609. Familia Balmaseda en Paso Guembé

MC.III-609. Familia Balmaseda en Paso Guembé

MC.III-609. Familia Balmaseda en Paso Guembé

MC.III-613. De vuelta a casa

MC.III-614. Wampa, bombilla, tereré...

MC.III-615. Marcos y Clemente

MC.III-616. Luz C. Arevalos entre seis pares de pies

80


III

MC.III-617. Procesión de Santiago

MC.III-618.¡Cuidado con el globo!

MC.III-619. Última noche en Santiago

MC.III-620. Chiqui Fernández

MC.III-621. Tres generaciones

MC.III-621. Rosa Arévalos

MC.III-623. Explosión festiva

MC.III-624. Repartiendo en la fiesta

MC.III-625. Primer diente caido

2006

MC.III-626. Última foto del último día con Nenito Bolla

81


2008 La cuarta edición de Memoria Compartida estaba previsto que se celebrase entre los días del 18 al 27 de julio de 2012. Imponderables de índole familiar retrasaron el relevo de las imágenes expuestas, en la galería de retratos de la Casa de la Cultura, hasta el mes de julio de 2015. Han pasado 8 años desde que se hicieron las fotos, ahora los protagonistas de las obras descolgadas pasaran a ser los propietarios de las mismas. Es una pequeña recompensa a todos aquellos santiagueños que en julio de 2008 me concedieron el privilegio de brindarme unos minutos de su tiempo. Ahora tendrán todo el tiempo del mundo para disfrutar de una milésima parte del trabajo más gratificante de mi vida. Espero que algún día me inviten a pasar a sus salones o a sus piezas para volver a reencontrarme con un pedacito de mí.

Cartel de la exposición la Memoria Compartida (IV). Una silueta de Paula Melero sobre vejetación con algunos nombres de gente de Santiago. 82


IV

2008

La llamada

“Hasta que pierda mi memoria y no la pueda compartir con los demás”. Arantza Prádanos

Hay algo insondable en las grandes migraciones que brinda la naturaleza. El éxodo de miles de kilómetros de las frágiles mariposas monarca, las travesías oceánicas de las ballenas, el espectáculo anual de los ñús en la sabana africana, y tantos más ejemplos. Estas odiseas escenifican la urgencia de la vida, el ciclo reproductivo, y detrás de todas ellas se agazapa una llamada primordial e ineludible. De alguna manera Francisco Javier Melero siente cada poco una llamada similar que le impulsa a migrar, si no para reproducirse él, sí para perpetuar la criatura que empezó a gestar en 1994, en su primera visita a Santiago Misiones (Paraguay). La Memoria Compartida (MC), su proyecto fotográfico/antropológico/emocional ha cumplido dos décadas y alcanza su cuarta etapa con un bagaje que desborda las simples cifras: los más de 20.000 disparos de cámara, las decenas de miles de horas de trabajo de retoque y composición digital. Lo verdaderamente singular de este memorial es que recoge el pálpito largo de un pueblo allende el Atlántico y de sus gentes. Ante la mirada de Javier han pasado 20 años de la historia reciente de Santiago. En ese tiempo ha sucedido la vida. Han nacido niños, los que lo eran hace dos décadas se han hecho mayores, como Hans, y los adultos, viejos. Algunos – Nidia y Uchi Arregui, Nenito Bolla, Chiní Mercado, Miguel Ortellano, Juliana González…- ya no están para verse reflejados en el espejo que cada cierto tiempo les ponen delante estas imágenes, la herencia que Javier Melero quiere dejar a una tierra que un día le robó el corazón. En estas dos décadas el proyecto ha crecido tanto como sus protagonistas. Se ha hecho exposición en sucesivas ediciones, Memoria I (2003), Memoria II (2006), Memoria III (2008) y Memoria IV (2014-15). Se ha hecho piedra entre los muros de la patria chica de Javier, Boadilla de Rioseco (Palencia), hermanada con Santiago Misiones. Y se hace ahora papel en las páginas de un libro. Este año Javier surca el Atlántico para otra migración, la séptima, en ese viaje que desea todo el tiempo. “Cuando la vuelta se alarga cruzo cada día el océano con la mente”. Y con él retorna La Memoria Compartida a las tierras misioneras donde nació y donde se renueva cíclicamente; mostrándose a sus habitantes en la Casa de la Cultura santiagueña, y retratándoles de nuevo para futuras entregas. Porque habrá más -promete Javier- “hasta que pierda mi memoria y no la pueda compartir con los demás”. Hace seis años de su última visita. Al alejarse, ya de regreso a España, veía por el retrovisor las siluetas cada vez más pequeñas de unos chiquillos. Cuando haga el camino inverso esos niños habrán dejado de serlo y ahí estará la cámara de Javier Melero para dar fe. Así es el ciclo perpetuo de la vida. Una larga carrera de relevos. Una bandera en continua peregrinación. Un recuerdo, un legado. Una memoria compartida. Una llamada. 83


MC.IV-001. Paula Melero

MC.IV-002. Hugo, y dos José Felix

MC.IV-003. Laura, Peté y Mónica

MC.IV-004. Richard Oribe y Alejandro Bobadilla

MC.IV-005. Hugo, Pedro, Alejandro y Ángel

MC.IV-006. Hugo, Swen y Pablo Bolla

MC.IV-007. Estefanía Dubarry y Mari Lu

MC.IV-008. Azul y Jamín Arregui

MC.IV-009. Pablo Bareiro y su mascota Susi

MC.IV-10. Arte con las manos

MC.IV-011. Escapa ahora

MC.IV-012. Paseando con la montura

MC.IV-013. Rubén Sosa

MC.IV-014. Victor Quiñones Olmedo

MC.IV-015. La chica de ayer

84


IV

2008

MC.IV-016. Pía Ullón Acosta

MC.IV-017. Una buena madre y una bella hija

MC.IV-018. Compañeros en Antelco

MC.IV-019. Un calco de la madre

MC.IV-20. Reparto diario

MC.IV-21. Familia Bobadilla Sanabria

MC.IV-22. Hector Nicolás Bobadilla

MC.IV-23. Amigos ¿Para siempre?

MC.IV-24. La misma mascota

MC.IV-25. Cinthia Ponce con sus hijos

MC.IV-26. Nuevos medios de comunicación

MC.IV-27. Invierno malo

MC.IV-28. Eterna primavera

MC.IV-29. En cueros

MC.IV-30. Entrenando el caballito del nieto

85


86

MC.IV-31. Maestro y amazonas

MC.IV-32. Buscando en el bosque

MC.IV-33. En clase de música

MC.IV-34. Tengo un sueño

MC.IV-35. Carcel de mujeres

MC.IV-36. Cosa de mujeres

MC.IV-37. Vendedores de lechugas

MC.IV-38. Embelesado

MC.IV-39. Tenían que ser ellos

MC.IV-40. Tres yacarés

MC.IV-41. En la plaza con el crio

MC.IV-42. Segunda criatura

MC.IV-43. Daniel Maciel a primera hora

MC.IV-44. Flores naturales

MC.IV-45. Lorenzo Amarilla


IV

MC.IV-46. Dos crias

MC.IV-47. Francisco Paiva pasan los años

MC.IV-48. Feliz espera, ya queda menos

MC.IV-49. Tres lindas primaveras

MC.IV-50. Encadenado a sí mismo

MC.IV-51. Preparados para el bautismo

MC.IV-52. Medias verdades

MC.IV-53. Métele el diente

MC.IV-54. No digas que no

MC.IV-55. Laura Jimenez

MC.IV-56. ¡Qué ojos!

MC.IV-57. La mejor cama para el hijo

MC.IV-58. Rosas rojas

MC.IV-59. Media docena

MC.IV-60. En la casa de la plaza

2008

87


88

MC.IV-61. Otra vez

MC.IV-62. Una abuela, dos nietos

MC.IV-63. Pasando el rato

MC.IV-64. Tarde de f煤tbol

MC.IV-65. Fuera de la cancha

MC.IV-66. Amor de criatura

MC.IV-67. Tristeza de amor

MC.IV-68. Dos retacos j贸venes

MC.IV-69. Miguel y Cristian Jimenez

MC.IV-70. Frente a la iglesia

MC.IV-71. J贸ven pareja

MC.IV-72. Laura Romero y Jorge Daniel Acosta

MC.IV-73. Pedro Paredes

MC.IV-74. A por carne

MC.IV-75. Apoyada en la cancela


IV

2008

MC.IV-76. Juan Cancio Paredes, muchos años montando a caballo

MC.IV-77. En el dispensario médico

MC.IV-78. Digna y su hijo Alejo Galeano

MC.IV-79. Recreo entre clases

MC.IV-80. En el médico

MC.IV-81. Alejandro Javier Sanabria Bobadilla

MC.IV-82. Alejandro Javier Sanabria Bobadilla

MC.IV-83. La mejor cama está en los brazos de la madre

MC.IV-84. Esperando a la dama

MC.IV-85. Pedro y Ángel Paredes

MC.IV-86. En la galería de retratos

MC.IV-87. Carneando en carnavales. Ni rastro de sangre

MC.IV-88. Merceditas y su perro

MC.IV-89. Mercedes Amarilla

MC.IV-90. Adrián en su tajamar

89


MC.IV-91. Familia de ocho

MC.IV-92. Pastores de tiempo

MC.IV-93. Cuando sea mayor

MC.IV-94. Una piña para la niña

MC.IV-95. Amigos casi siempre

MC.IV-96. Dientes en formación

MC.IV-97. Oscar, Juliana, Teresa, Chiquita y Ernesto

MC.IV-98. Mi amigo Ernesto González

MC.IV-99. Oscar Arevalos González y su eterna ocupación

MC.IV-100. Ever Frutos, guardián de los tesoros jesuíticos del museo

MC.IV-101. Los chicos de ayer. Arturo, Tatiana y Delcy

MC.IV-102. Omar Augusto y Matías Bolla

MC.IV-103. Daniel Maciel al sol del amanecer

MC.IV-104. Sonrisa de lavandera

MC.IV-105. Tolomeo Céspedes

90


IV

MC.IV-106. Pasi贸n con el bal贸n

MC.IV-107. Predicadores a tiempo completo

MC.IV-108. Mira a Javier

MC.IV-109. Juan Manuel Medina

MC.IV-110. Quieren ser como su 铆dolo

MC.IV-111. Herencia paterna

MC.IV-112. Herencia materna

MC.IV-113. Espera un momento

MC.IV-114. Gran responsabilidad

MC.IV-115. Un juguete para cinco

MC.IV-116. Perfume de naranja

MC.IV-117. Algunos hijos buenos

MC.IV-118. Al cielo o al infierno

MC.IV-119. Todo chicas

MC.IV-120. Dos piratas buenos

2008

91


MC.IV-121. Hans en la Casa de Cultura

MC.IV-122. Cristina Dahlbeck

MC.IV-123. Hans y Javier con la bandera peregrina

MC.IV-124. Soñando despiertas

MC.IV-125. De paseo en grupo

MC.IV-126. Siesta en una cama dura

MC.IV-127. Clemente Asoya y Marcos Acosta

MC.IV-128. Un Feliz quinceaños

MC.IV-129. Invitados a la fiesta

MC.IV-130. Mercedes, Gladys y Santiago Amarilla

MC.IV-131. Carlos Álvarez y Javier Melero

MC.IV-132. Distintas famílias

MC.IV-133. Lela y sobrinas

MC.IV-134. La mirada de Richard

MC.IV-135. Jugando en el patio de Lela

92


IV

2008

MC.IV-136. Piano de colores

MC.IV-137. Miguel Ortellano

MC.IV-138. Lo primero, la limpieza diaria

MC.IV-139. Jorge Romero y otros mundos

MC.IV-140. Toreando a la vida

MC.IV-141. Amanecer en Santiago

MC.IV-142. Comparten genes

MC.IV-143. La nena y su mascota

MC.IV-144. La abuela, los nietos y el perrito

MC.IV-145. Haciendo le単a

MC.IV-146. Bajo el mismo techo

MC.IV-147. Silvia Vera en el 2003 y 2008

MC.IV-148. Ombligo al aire

MC.IV-149. Las hermanas Vera

MC.IV-150. Pirata sin pata

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94

MC.IV-151. Pirata albirroja

MC.IV-152. Menuda pirata

MC.IV-153. Esperando a la cigüeña

MC.IV-154. Dos guaranís

MC.IV-155. Crianza de crios

MC.IV-156. José Miguel Quiñones

MC.IV-157. Compañeros de clase

MC.IV-158. A por un mandado

MC.IV-159. Pintor por los suelos

MC.IV-160. A por azucar al Bogadito

MC.IV-161. Narciso Baez

MC.IV-162. Richard y su hermana

MC.IV-163. Los Balmaseda en Paso Güembé

MC.IV-164. Chanchito feliz

MC.IV-165. Los Balmaseda en Paso Güembé


IV

2008

MC.IV-166. Daniel Maciel en Trinidad

MC.IV-167. Daniel Maciel en Trinidad

MC.IV-168. Chencho, Javier y Silvio

MC.IV-169. Tristeza de amor

MC.IV-170. Familia trabajadora

MC.IV-171a. Hermanos en Trinidad

MC.IV-171b. Hermanos en Trinidad

MC.IV-172a. Hermanos en Trinidad

MC.IV-172b. Hermanos en Trinidad

MC.IV-173. Jardinero del hotel de Trinidad

MC.IV-174. Carneando para la fiesta

MC.IV-175. El mundo en las manos de Wally

MC.IV-176. Nuevo en la familia

MC.IV-177. Joven madre

MC.IV-178b. 多Doble personalidad?

95


96

MC.IV-179. Chiquita y familia

MC.IV-180. Dos hombre y tres balas

MC.IV-181. Los hermanos Paredes

MC.IV-182. Curpiendo a mano

MC.IV-183. Curpidores públicos

MC.IV-184. Los chicos de Augusto Bolla en el entrenamiento del sábado por la mañana

MC.IV-185. Hija y madre centenaria

MC.IV-186. Hija y madre centenaria

MC.IV-187. Cuatro generaciones

MC.IV-188. Cristina con amigas

MC.IV-189. Humberto Valenzuela y Hugo Báez

MC.IV-190. Soñando con escapar en una balsa

MC.IV-191. Sol Milagros con un amigo

MC.IV-192. Hay madre, que tres hijas

MC.IV-193. Celeste Báez y Paula Melero


IV

2008

MC.IV-194. Un beso enorme de Gabriela y Wally

MC.IV-195. Wally Miranda Ullón

MC.IV-196. Dientes y acero

MC.IV-197. Preparándose para el bautizo de José Félix

MC.IV-198. Nos vemos en abril

MC.IV-199. Solos para mi

MC.IV-200. Abuela y nieto

MC.IV-201. Noche de luna llena

MC.IV-202. Alejandro, Ángel y Pedro Paredes

MC.IV-203. Pasando la última noche con los amigos de Paula

MC.IV-204. Pasando la última noche con los amigos de Paula

MC.IV-205. Aprendiendo a montar

MC.IV-206. Compañeros del nieto retratado

MC.IV-207. Profesora y alumnos de Mbocayaty

MC.IV-208. Profesora y alumnos de Mbocayaty

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MC.IV-209. Profesora y alumnos de Mbocayaty

MC.IV-210. Profesora y alumnos de Mbocayaty

MC.IV-211. Agarrate fuerte

MC.IV-212. Jorge Romero y hermano

MC.IV-213. Paula Melero y Verónica Valenzuela

MC.IV-214. Un día cualquiera

MC.IV-215. El mes que viene, papás

MC.IV-216. Jorge amenazado por Javier

MC.IV-217. Joven padre

MC.IV-218. Abuela sin nietos

MC.IV-219. Novena al santo patrón Santiago

MC.IV-220. En la cuerda floja

MC.IV-221. La nena del pelo

MC.IV-222. Padres aflijidos

MC.IV-223. Ullón con su mascota y su hondita

98


IV

2008

MC.IV-224. Hermanos Bogado

MC.IV-225. Galería de retratos el día de la inauguración

MC.IV-226. Mirada perdida

MC.IV-227. Dos chicas en el patio

MC.IV-228. Ojos para que os quiero

MC.IV-229a. Dos monerias

MC.IV-229b. Dos monerias

MC.IV-230. Dos monerias

MC.IV-231. Otra vez más de excursión

MC.IV-232. Pablo Imas

MC.IV-233. Muy bien acompañado

MC.IV-234. Procesión el día del santo patrón

MC.IV-235. Camino a la estancia Soledad

MC.IV-236. Un pequeño Cíclope

MC.IV-237. Jorge Romero

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MC.IV-238. Swen en la estancia Soledad

MC.IV-239b. Wenceslao y familia

MC.IV-240a. Con Wenceslao un ex-combatiente de la Guerra del Chaco

MC.IV-240b. Con Wenceslao Gutierrez

MC.IV-241. La reina Elva y parte de sus princesas

MC.IV-242. Marcos y Estefanía Dubarry

MC.IV-243. Chicos, no hay oro en la plaza

MC.IV-244. Celeste Baez y Paula Melero

MC.IV-245. Verónica, Celeste, Estefanía y Paula

MC.IV-246. Verónica, Celeste, Estefanía y Paula

MC.IV-247. Estefanía Dubarry

MC.IV-248. Marcos y Estefanía Dubarry

MC.IV-249. Estefanía y Marcos Dubarry

MC.IV-250. Madre de Richard Oribe

MC.IV-251. Madre de Richard Oribe

100


IV

2008

MC.IV-252. Marcos, Estafanía, Lotito y Marilú

MC.IV-252. Marcos, Estafanía, Lotito y Marilú

MC.IV-254. Familia Quiñones-Olmedo

MC.IV-255. Ernesto González, Javier Melero y David Bolla

MC.IV-256. Rodrigo Romero con sus padres

MC.IV-257. Preparado para la carrera

MC.IV-258. Madre coraje

MC.IV-259. Toda una vida juntos

MC.IV-260. Diego Miño

MC.IV-261. Águeda Asoya Rodriguez

MC.IV-262. Alejandro Javier Sanabria Bobadilla

MC.IV-263. Laura Caballero Quiñones

MC.IV-264. Paula, Cristian, Celeste y Verónica

MC.IV-265. Florencia y Pablo Imas Maudslay

MC.IV-266. Complices a la hora del recreo

101


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MC.IV-267. Paula Melero

MC.IV-268. Celeste Baez

MC.IV-269. Esperando a la puerta

MC.IV-270. Compa単eros de juegos

MC.IV-271. Daniel en el tajamar

MC.IV-272. Juan Carlos, Cristina. Tita y Javier

MC.IV-273. Acordes acordados

MC.IV-274. Biemvenidos a la fiesta de los quice de Lourde Amarilla

MC.IV-275. Las chicas en el recreo

MC.IV-276. Desde fuera de la cancha

MC.IV-277. Ojos de color del cielo

MC.IV-278. Infierno en la cara

MC.IV-279. Julio y Madre

MC.IV-280. Jorge Romero

MC.IV-281. Jorge Romero y Paula Melero


IV

2008

MC.IV-282. Un guerrero misionero

MC.IV-283. Al entrar en clase

MC.IV-284. Contentos por salir de clase

MC.IV-285. Ellas y el árbol

MC.IV-286. Amigos del cole

MC.IV-287. Dos años después

MC.IV-288. A las puertas del aula

MC.IV-289. Chicos de película

MC.IV-290. El resto de la banda se perdió

MC.IV-291b. Esos ojos los quiero para mi

MC.IV-292. Carlos Quiñones Capurro

MC.IV-293. Pedro Paredes y Alejando Javier

MC.IV-294. Cuatro chicas

MC.IV-295. Cinthia y sus hijos

MC.IV-296 . Dos flores de tu jardin

103


104

MC.IV-297. Todo mujeres

MC.IV-298. Echando cuentas

MC.IV-299. En brazos de otro

MC.IV-300. Tio y sobrino

MC.IV-301. Vete tu a saber

MC.IV-302. Padre, hija y espíritu ¿Santo?

MC.IV-303. Junta de la municipalidad

MC.IV-304. Lorenzo Amarilla

MC.IV-305. Cristino Arévalos

MC.IV-306. En el patio de la escuela

MC.IV-307. Prieto, prieto

MC.IV-308. Haciendo pan todo el día

MC.IV-309. Cinthya Ponce en su pieza

MC.IV-310. Medio equipo

MC.IV-311. Los cuatro jinetes santiagueños


IV

2008

MC.IV-312. Preparándose para el paseo

MC.IV-313. Montura descansando

MC.IV-314. Paula y Clara en el aeropuerto

MC.IV-315. Ruben Sosa tempranito

MC.IV-316. No te acerques mucho por si acaso

MC.IV-317. ¿Al cole o a trabajar?

MC.IV-318. Madre coraje

MC.IV-319. Miguel y sus tios

MC.IV-320. Miguel Jiménez

MC.IV-321. Alipio Jiménez y su nieto Miguel

MC.IV-322. Mirada perdida

MC.IV-323. Compañeros de juegos callejeres

MC.IV-324. Orlando y Pablo Bareiro Acuña

MC.IV-325. Familia Sanabria Bobadilla

MC.IV-326. ¡Cuánto futuro!

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MC.IV-327. Amigos en el recreo del cole

MC.IV-328. Limpiando el aula

MC.IV-329. Los alumnos de Pilar Imas

MC.IV-330. Eli Celeste Cabral yJorge Salgueiro

MC.IV-331. Lela y su hijo Marcos

MC.IV-332. Tres mujeres jóvenes

MC.IV-333. Por las calles de Boadilla

MC.IV-334. Sueño deportivo

MC.IV-335. La pared y el mural

MC.IV-336. Daselo a sus padres

MC.IV-337. Descanso frente a la iglesia

MC.IV-338. Madre, nene y chupetín

MC.IV-339. Pintando la galería

MC.IV-340. Pintando la galería

MC.IV-341. Tocado divíno

106


IV

2008

MC.IV-342. Hugo Báez, h<orizontes despejados

MC.IV-343. En 1996 y en el 2008

MC.IV-344. José Miguel Quiñones y amigos

MC.IV-345. Solo me acuerdo

MC.IV-346b. Paula Melero y Richard Oribe

MC.IV-347. Fabián Gómez

MC.IV-348. Muchachos tristes

MC.IV-349. Polka paraguaya

MC.IV-350. Jinete montura y perro

MC.IV-351. Cabeza con cabeza

MC.IV-352. Pezuñas y pies

MC.IV-353. Después del retoque

MC.IV-354. Morocho y morochita

MC.IV-355. Hector Nicolas Bobadilla Sanabria

MC.IV-356. Soñando despierta

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MC.IV-357. Cinthya Ponce y los niños

MC.IV-358. Cinthya Ponce y su hija

MC.IV-359. Risa disimulada

MC.IV-360. No llores pequeña, el señor se irá

MC.IV-361. Señoritas en la cancela

MC.IV-362. Esperando el remedio

MC.IV-363. Claudia Martinez en 2003 y 2008

MC.IV-364. José Aquino en 2003 y 2008

MC.IV-365. Cuatro pendejas buenas

MC.IV-366. Abrazo en el recreo

MC.IV-367. Abrazo en el recreo

MC.IV-368. Por los suelos

MC.IV-369. Nos ciega el sol

MC.IV-370. Partidas de la risa

MC.IV-371. Con los albañiles en la iglesia

108


IV

2008

MC.IV-372. Jamón del bueno

MC.IV-373. José M. Flores, herida cicatrizada

MC.IV-374. Menudo charco

MC.IV-375. Raquel Maidana Maudslay

MC.IV-376. Una sonrisa muy blanca

MC.IV-377. Criatura asustada

MC.IV-378. ¡Quita bicho!

MC.IV-379. Receso en el colegio

MC.IV-380. La hora de la limpieza de las aulas

MC.IV-381. La hora de la limpieza de las aulas

MC.IV-382. Nidia Arregui

MC.IV-383. Pedro Dario Amarilla Espinola

MC.IV-384. Después del entrenamiento, una ducha y vuelta a casa

MC.IV-385. En el regazo de mama

MC.IV-386. El futuro en sus brazos

109


110

MC.IV-387. En la municipalidad

MC.IV-388. Abrazo fraterno

MC.IV-389. Abrazo fraterno

MC.IV-390. Abrazo fraterno

MC.IV-391. Abrazo fraterno

MC.IV-392. Abrazo fraterno

MC.IV-393. Abrazo fraterno

MC.IV-394. Abrazo fraterno

MC.IV-3905 Abrazo fraterno

MC.IV-396. Diego Miño con antifaz

MC.IV-397. Remedio diario

MC.IV-398. Las gafas siderales de Jorge Salgueiro

MC.IV-399. Mar Bolla

MC.IV-400. Camino del bautizo de José Felix Báez

MC.IV-401. Fabian Gómez en 1996 y 2008


IV

MC.IV-402. Vuelta de nuevo a clase

MC.IV-404. Sonrisas descentradas

MC.IV-404. Antes de misa

MC.IV-405. En la iglesia

MC.IV-406. En los bancos de la iglesia

MC.IV-407. Con la lengua afuera

MC.IV-408a. Anahí Rodriguez y Lourdes Amarilla

MC.IV-409. Celeste, Verónica y Paula

MC.IV-410. Matias Benítez

MC.IV-411. Pelota tatá en la escuela de Mbocayaty

MC.IV-412. Jessica y José Felix Báez

MC.IV-413. Jornada de bautizos

MC.IV-414. Jornada de bautizos

MC.IV-415. Jornada de bautizos

MC.IV-416. Jornada de bautizos

2008

111


112

MC.IV-417. Gladys y Leticia Amarilla

MC.IV-418. Familia Báez, primera comunión

MC.IV-419. Hermanas Báez

MC.IV-420. Mirada fija

MC.IV-421. Sábado por la mañana

MC.IV-422. Una de las hermanas Vera

MC.IV-423. Aprovisionarse en el pueblo

MC.IV-424. Paula Melero en Isla Timbó

MC.IV-425. Nenucha, Milagros y Laura

MC.IV-426. En el quicio de la puerta

MC.IV-427. Delcy María Flores

MC.IV-428. Guillermo González

MC.IV-429. Cristian Jimenez

MC.IV-430. Miguel y Cristian Jimenez

MC.IV-431. Los hermanos Miguel, Laura y Cristian


IV

2008

MC.IV-432. Tarde de fútbol

MC.IV-433. No hay plata para caprichos

MC.IV-434. Preparando la mandioca

MC.IV-435. Mirando el fútbol desde fuera

MC.IV-436. Mirando el fútbol desde fuera

MC.IV-437. Mirando el fútbol desde fuera

MC.IV-438. José Quiñones en la cancha del 25

MC.IV-439. Jorge Romero y Javier Melero

MC.IV-440. Limpieza en la sacristía

MC.IV-441. Limpieza en la sacristía

MC.IV-442. Limpieza en la iglesia

MC.IV-443. Limpieza en la sacristía

MC.IV-444. Limpieza en la iglesia

MC.IV-445. Limpieza en la sacristía

MC.IV-446. Limpieza en la sacristía

113


MC.IV-447. Gladys y Mercedes

MC.IV-448. Juan Manuel Medina y familia

MC.IV-449. En el parque

MC.IV-450. Camino de la universidad

MC.IV-451. Descanso en la plaza

MC.IV-452. De vuelta del entrenamiento

MC.IV-453. Arreglando las calles para la fiesta

MC.IV-454. Zapatos nuevos

MC.IV-455. A las puertas de la Casa de la Cultura

MC.IV-456. Rodrigo Bogado, guitarra al hombro

MC.IV-457. Esperando la orden para sentarse

MC.IV-458. Francisco Paredes

MC.IV-459. Hombre solitario

MC.IV-460. Pasando el tiempo a la sombra

MC.IV-461. Carneando una ternera

114


IV

MC.IV-462. ¿Malas compañías?

MC.IV-463. Abuela guaraní, nieta morocha

MC.IV-464. En el aserradero

MC.IV-465. Abuelos y nietos

MC.IV-466. Yennifer, un sol de niña

MC.IV-467. Pilar Imas y familia

MC.IV-468. Visita a la galería de retratos

MC.IV-469. Lindas criaturas

MC.IV-470. Doña Vichí

MC.IV-471. Pasando el tiempo en el parque

MC.IV-472. Diego Peralta ensayando en la banda

MC.IV-473. Jesús María Avalos

MC.IV-474. Par de piratas, buenos

MC.IV-475. Un príncipe y dos princesas

MC.IV-476. Camino a alguna parte

2008

115


116

MC.IV-477. Visita a la exposición

MC.IV-478. Pequeño colectivo

MC.IV-479. No hay mejor sitio para estar

MC.IV-480. Monaguillo en Santiago

MC.IV-481. Francisco Paiva e Isacio Fernádez

MC.IV-482. Delcy María Flores y su madre

MC.IV-483. Cargamento de niños

MC.IV-484. Visita a la galería de retratos

MC.IV-485. Doña Vichi y Juan Pablo Mora

MC.IV-486. Tres tipos jugandose el tipo

MC.IV-487. Los hermanos Arregui, fueron cómplices en casi todo

MC.IV-488. Oscar y Federico González

MC.IV-489. Dos futuras estrellas

MC.IV-490. Hector Arregui, Edgar, Julio y Lolo

MC.IV-491. Cerca del matadero


IV

2008

MC.IV-492. Receso y tereré

MC.IV-493. Dora y su hijo Ángel Adrián

MC.IV-494. Ángel Adrián y su padre Oscar

MC.IV-495. A los pies de un gran pino

MC.IV-496 Madre y abuelos de Derly

MC.IV-497. Patio de la Escuelita de Mbocayaty

MC.IV-498. Repartiendo mercadería

MC.IV-499. Profesorado de la escuela Alicia G. Mora

MC.IV-500. El universo de Chunga Quiñones

MC.IV-501. Pedro Javier Álvarez

MC.IV-502. Amanda, Raquel y Romina Mauslay

MC.IV-503. Pepo, de jardinero arreglando la plaza

MC.IV-504. Joven jardinero

MC.IV-505. Iván Medina y las pandoras

MC.IV-506. Volando las pandoras

117


MC.IV-507

MC.IV-508

MC.IV-509 Gordi Acuña Dejesús

MC.IV-510. Madre e hija

MC.IV-511. Fiesta de cumpleaños

MC.IV-512. Pandora de reciclaje

MC.IV-513. Al sol de la mañana

MC.IV-514. Misma remera dos años después

MC.IV-515. Francisca Dejesús e hija

MC.IV-516. Gabriel Gutierrez

MC.IV-517. A por un poco de harina

MC.IV-518. A cuatro metros del colegio

MC.IV-519. Criatura en brazos de su madre

MC.IV-520. Mirando la etiqueta de los yogures

MC.IV-521. Perla y los suyos en el parque

118


IV

2008

MC.IV-522 Nicolás Quiñones y Jorge Romero

MC.IV-523 En la plaza Fulgencio Yegros

MC.IV-524 En la plaza Fulgencio Yegros

MC.IV-525 Amarilla y Asoya amigos desde siempre

MC.IV-526. Escuela Alicia G de Mora

MC.IV-527. Escuela Don Ovidio en Mbocayaty

MC.IV-528. Escuela Don Ovidio en Mbocayaty

MC.IV-529. Escuela Alicia G de Mora

MC.IV-530. Escuela Alicia G de Mora

MC.IV-531. Escuela Alicia G de Mora

MC.IV-532. Escuela Alicia G de Mora

MC.IV-533. Escuela Alicia G de Mora

MC.IV-534. Escuela Alicia G de Mora

MC.IV-535. Escuela Alicia G de Mora

MC.IV-536. Escuela Alicia G de Mora

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MC.IV-537. Escuela Alicia G de Mora

MC.IV-538. Escuela Alicia G de Mora

MC.IV-539. Escuela Alicia G de Mora

MC.IV-540 Escuela Alicia G de Mora

MC.IV-541. Escuela Alicia G de Mora

MC.IV-542. Profesora Esther Marín e hija

MC.IV-543. En el aula

MC.IV-544. Hija y madre

MC.IV-545. Madre e hijos a la salida del templo

MC.IV-546. Tereré y tiempo libre

MC.IV-547. Caballo blanco

MC.IV-548. Luz Clara Arévalos

MC.IV-549. Edel Romero González

MC.IV-550. Abuelos orgullosos

MC.IV-551. Verde pasatiempo


IV

2008

MC.IV-552. Tareas de colegio

MC.IV-553. Nelson Galeano en la galería

MC.IV-554. Las manos del gomero

MC.IV-555. Novena de Santiago

MC.IV-556. Wenceslao Gutierrez y familia

MC.IV-557. Sueño profundo

MC.IV-558. La última noche

MC.IV-559. Leandra Felman, Rodrigo Fernández y Lourdes Amarilla

MC.IV-560. ¡Todas al encerado!

MC.IV-561. Fernando y Tobi

MC.IV-562. Ojo con los ojos

MC.IV-563. Humberto, Richard, Juan Carlos Melero y Pedro Paredes

MC.IV-564. Juan Carlos Melero

MC.IV-565. Mis hijos Hans y Paula inaugurando el mural de La memoria compartida

MC.IV-566. Francisco Javier Melero en la Galería de retratos de la Casa de la Cultura

121


¿De verdad que veinte años no son nada? La primera foto.

A Hans le quité la primera foto en la plaza Fulgencio Yegros en Santiago. Estaba sujetando un pesado mástil junto a varios jinetes montados en sus caballos. Le dejaron la enseña un instante para poder descansar una vez terminado el desfile de bienvenida. Nunca más nadie se la reclamó. Era el 14 de septiembre de 1994. Volví en varias ocasiones más. En septiembre de 1996, siempre portando la misma badera, en un mismo acto inauguramos la calle del río Sequillo y hermanamos a los dos pueblos, Santiago y Boadilla de Rioseco. En enero de 1998 la familia pasaba las vacaciones en Santaní al norte del país y no tuvimos casi ocasión de vernos por lo que no pudimos quitarnos lo que con el tiempo sería “nuestra foto oficial”.

Bandera peregrina. En julio de 2003, 2006 y 2008 Hans se había trasladado a la capital para cursar

estudios universitarios. Aprovechamos unas rápidas visitas suyas a Santiago para seguir coleccionando instantes para la eternidad. 18 años antes, le había prometido que alguna vez le invitaría a visitar mi ciudad y mi país. Tardé más de la cuenta en cursarle oficialmente la invitación porque el tardó más de la cuenta en terminar sus estudios de Ingeniería civil. En agosto de 2012 llegó a Madrid y con él su bandera. En el aeropuerto nos retratamos otra vez con la tela de dos colores... y frente a la catedral en Santiago de Compostela, y en Boadilla en la procesión por el camino de la ermita y en la inauguración del mural de La Memoria Compartida

Bandera, escudo y guardapolvos. 14 de septiembre de 2014. El mismo día que se cumplían los 20 años de aquella primera foto en la plaza de Santiago, el protagonista de la misma sacó del fondo del armario de su pieza en Asunción aquella bandera de entonces y el mismo escudo que llevaba prendido en la solapa de su batita de estudiante de la escuela Alicia G. de Mora. Pidió prestado el guardapolvos a su prima Telma y sin previo aviso me obsequió con su foto. Cuidó hasta el mínimo detalle, la posición de las manos, la remera roja, el peinado. Os puedeis imaginar la sorpresa que me causó, no solo la foto, sino el detalle del “niño de la bandera”. Ha sido una de las mayores sorpresas que me han dado. ¡No lo esperaba! ¿La misma persona? Efectivamente, desde el primero hasta el último, es Hans. También es la misma bandera. Bueno, miento, el mitaï de 1994 y el muchacho de 2014 ya no son la misma persona. Pasaron dos décadas entre ambos, en las cuales se produjeron muchos cambios que no fueron solo físicos. El terminó su ingeniería y hace pocas fechas fue padre. Y es que el tiempo se pasa volando, ¡Como para perderlo!

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Mirada Compartida

La difícil mirada de 20 años en 20 disparos

Qué complicado es condensar en solo 20 imágenes, las miles de fotos hechas. FranjaMelero Hace un par de meses, cuando Angelika Knüppel vió parte del proyecto de la Memoria Compartida, me propuso seleccionar 20 de ellas para publicarlas, acompañadas de un pequeño texto, en mi blog la Mirada Compartida en el periódico digital Hechosdehoy.com que ella dirije. ¿Por dónde empiezo y qué criterio debería de seguir para la selección? ¿La primera foto tendría que ser la del grupo de estudiantes que, con sus batas inmaculadamente blancas, nos dieron la bienvenida nada más pisar Santiago aquel 14 de septiembre de 1994? ¿Tendría que ser la imagen que hice en la plaza de varios jinetes montados a caballo y un niño que portaba la bandera española? ¿La de la familia Bolla que tan amablemente nos abrió las puertas de su casa a un grupo de 10 estudiantes y a mi, aquella noche de septiembre? Durante estos 7 viajes al corazón de América del sur fueron tantas las fotos quitadas que es muy difícil seleccionar 20 de ellas para publicarlas. Cada una de ellas son historias acumuladas, unas más emocionales, otras más curiosas, algunas con sus anécdotas simpáticas y las menos, con un puntito de drama. Si tengo que señalar la más emocional diría que posiblemente sea la de la inauguración de la calle de Rioseco. La más curiosa, sin duda alguna la imagen de grupo de la primera excursión a Trinidad y Paso Güembé. En cuanto a la más simpatica es esa en la que están metidos dos criaturas en el baño de un colectivo haciendo que hacen sus necesidades. En cuanto a las que tendrían un lado dramático, las protagonizadas por jóvenes que han fallecido como José Felix Baez y, hace escasamente un mes, Adrián, el hijo de Oscar y Dora. Empecé la colaboración publicando la foto titulada “La estrella y su estela” en la que se ve a la Señora Juliana González a la puerta de su casa. Conté con la complicidad de su hija Norma que me facilitó algunos datos simpáticos de sus primeros años de juventud, y gracias a ello el texto quedó mucho más interesante y divertido. Luego seguí con otras pequeñas historias, como la de Don Quijote y su discípulo Sancho, cuyos personajes principales son dos buenos amigos, Joseí y Rapaí. Más santiagueños protagonistas de esta serie, Chiní y su inseparable Teresa, Uchi Arregui, Jazmín Arregui y su sobrina Azul, José Quiñones, Humberto Valenzuela, Gabriel Álvarez, Rubén Sosa, Pablo Bareiro, Cristina Dahlbeck, Miguel Orellano, Dora y su hijo Adrián, Cristino Arévalos y los excombatientes Nenito, Ovidio y Wenceslao. Alguno de los personajes elegidos ya no están entre nosotros, unos por causas naturales, otros por accidentes de tránsito, y a uno de ellos le segaron la vida cuando se fue hacie el norte del país, Concepción, en busca de oportunidades laborales. La gran mayoría siguen viviendo en Santiago y otros emigraron a la capital, Asunción. Para los primeros, la seguridad de que siempre estarán en nuestra memoria y para los segundos, el deseo de seguir compartiendo juntos buenos momentos y nuevas oportunidades para seguir disparando. 20 años disparando sin herir a nadie (eso creo). Madrid-Santiago_Misiones. 1994-2014 123


taba obsequiar a los demás. Hoy hubiese cumplido 84 años. Felicidades Juliana, por tu elegancia innata, por la vida que viviste, por la estela de familia que nos dejaste y por las tardes que compartimos junto a tus hijas, riéndonos a las puertas de tu paraíso!. Santiago Misiones, 8 Julio 2006. Madrid, 28 junio 2014

Don Quijote y su discípulo Sancho

La estrella de los Gonzáles, doña Juliana González

La estrella y su estela Viendo a la señora que aparece en la imagen alguien pensará que se vistió así de coordinada para la foto. Nada más lejos de la realidad. Cuando la visité aquella mañana (8 julio 2006) estaba atareada con uno de sus pasatiempos favoritos, cuidar el extenso paraíso que con los años había convertido su jardín. La dama de la foto, aunque vivía en un pueblo siempre vestía así de elegante, porque le gustaba a ella y lo disfrutábamos los demás. La flor más bonita de su jardín, en cualquiera de las estaciones, sin ninguna duda siempre había sido ella. Le gustaban todos los tipos de plantas y su flores preferidas eran los gladiolos, las rosas y los lirios. De su paraíso siempre salían ramos de flores con el que homenajeaba a todos los fallecidos, sin distinción de clases.

Compadres con mayúsculas, una pareja desparejada porque tenían muy pocas cosas en común, pero a pesar de ello, supieron ser los mejores amigos. En la imagen, hecha en la trastienda de un humilde negocio, el que está de pie es José Arregui, un almacenero de pueblo; el que está sentado es Nelson Gil, el intelectual del pueblo. Al que está de pie le conocemos por Josei, el que está sentado le conocíamos como Rapai. El que no está sentado tiene una conversación rápida y en ocasiones atropellada; el que no está de pie disfrutaba con la lectura y sabía de todo, era un maestro en muchas cosas. En septiembre de 1996, sentados ambos amigos a la puerta del negocio, Rapai me dejó perplejo cuando dijo: “Los yanquis nos venden sus drogas (Malboro, Camel etc.) anunciándolos por todas partes en grandes carteles y sin que nadie se lo prohíba. Nosotros no podríamos anunciar en sus carreteras la hierba que se produce en nuestro país (la marihuana)” ¡Bien cierto amigo!. Ahora, desde hace 4 días el que está de pie, Lucio Arregui “Josei” se ha quedado sin las lecciones que solía brindarle su maestro de

Por sus venas corría sangre inglesa y paraguaya. Su padre, era inglés. Llegó a Misiones después de participar en la primera guerra mundial. El medio de vida de la familia era la ganadería y la agricultura. Como mayor de artillería fue condecorado por la reina de Inglaterra y con la pensión que recibía del gobierno británico fueron pagando el primer tractor de queroseno que llegó al pueblo. Todo un acontecimiento, aunque muy ruidoso, para la época. La dama de la foto se casó como lo hacían por aquel entonces casi todas las mujeres, muy joven. Con 17 años tuvo su primer hijo y después vinieron 7 más. Por aquellos años no había llegado la televisión. Francisco, Manlio, Roberto y Santiago. Teresa, Norma, Esther y Concepción. Nuestra estrella, además de los 8 hijos, dejó una gran estela; 24 nietos y 18 bisnietos. Tenía un fino sentido del humor y se reía mucho cuando contaba la anécdota de una noche en que ella, vestida de negro, salió al jardín en total oscuridad en busca de su amado Santiago González, en un tiempo en el que aún no había luz eléctrica. Una lechuza se vino a posar en su cabeza. Un gran susto hizo que sus gritos la delatasen y se enterase todo el vecindario. Vivió siempre en Santiago y el viaje más largo que hizo fue a Buenos Aires. El paraíso lo tenía a la puerta de casa por lo que no le hizo falta irse muy lejos para encontrar la felicidad. La mañana del 5 de octubre, celebración del día del camino, su vida se truncó en la carretera muy cerca de su estancia de Tacuay. Aunque hace 4 años que se ausentó, nuestra elegante estrella sigue brillando con luz propia. Pasarán muchos años-luz y su energía seguirá iluminando y guiando a muchas generaciones de González. Dicen que lo que siembras, recoges. A ella, que se pasó mucho tiempo ocupada en su jardín, seguro que en su tumba nunca faltarán esas flores frescas que con tanta generosidad siempre gus-

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Lucio Arregui (Joseí) y Nelson Gil (Rapai) tantos años. Hoy Jazmín, la hija de Sancho, quiero decir de “Josei” se sigue preguntando qué es lo que tenían en común. Ella misma nos brinda la respuesta “Los dos eran y seguirán siendo buena gente”. La pareja quedó desparejada, Don Quijote partió a otros mundos buscando nuevas aventuras y a otros a los que brindar su cultura. Mi querida amiga Jazmín, cuida y disfruta muchos años de su discípulo (tu padre) será mejor para todos el que tarden en reencontrarse el maestro y su alumno. Madrid, 7 abril 2014.

Chiní, Teresa y el sapo Sopa Chiní Mercado es la señora que está sentada, y a su lado está Teresa. Las fotografié en julio de 2006 en la puerta del negocio familiar la Posada Mercado, un negocio que ha mantenido la eco-


Un mal trago En mi segundo viaje a Santiago me hicieron una proposición muy extraña. El 18 de octubre de 1996, día del partido Liberal, tenía que dar un mitin en un espacio público para celebrar la fiesta y cerrar la campaña para la elección del intendente. En Paraguay hay dos agrupaciones políticas, los colorados y los liberales. Los primeros de derechas y los segundos más escorados hacia la izquierda. A los colorados les relacionaba yo, por aquel entonces, con Alfredo Stroessner y con los tiros al aire (se pasaron décadas ganando las elecciones y celebrándolo de la misma manera). A los liberales les asocio con su himno, una alegre polka paraguaya y con dos queridas familias de Santiago, Los Bolla y los Arregui. Los primeros de origen italiano y los segundos vascos.

Pilar y Chiní Mercado nomía de su familia desde hace generaciones. Turistas de lugares lejanos, tratantes de ganado, agrimensores, viajantes de comercio, futbolistas de segunda clase, maestros de paso, religiosos de ida y predicadores de vuelta de todo, músicos ambulantes, algún prófugo de la justicia y con toda seguridad alguna pareja furtivamente enamorada. Si las paredes de la posada contaran todo de lo que han sido testigos… otro gallo cantaría. A más de uno se le caería el pelo y más de dos se llevarían una gran sorpresa. La primera vez que las vi y que pisé aquel histórico local fue el 14 de septiembre de 1994 durante mi primera visita de poco más de 24 horas a Santiago, un precioso pueblo de Misiones al sur de la República del Paraguay. Pedí permiso a las señoras que estaban sentadas en la puerta para hacer uso urgente de su baño. Confieso que salí de allí sumamente agradecido, con otra cara y por supuesto con otro cuerpo. El edificio es de la época de las misiones jesuíticas, data aproximadamente de 1600 y está situada en la plaza mayor. Cada tarde, Chiní se ocupaba de las plantas de su patio. Me quedé helado, a pesar de la temperatura exterior, cuando vi el control que tenía de cada una de las plantas. No las veía, pero tocándolas era capaz de saber el grado de humedad, cuánto agua necesitaban y si gozaban de buena salud. Chiní Mercado era una jardinera muy especial, probablemente poseedora de las manos más sensibles de todo el hemisferio sur. La señora tuvo la mala fortuna de perder la vista cuando apenas tenía 10 años. Se quedó ciega, según me contaba ella, por una negligencia médica. De pie está Teresa, una fiel ayudante y su lazarilla desde que tenía 14 años. Teresa, con 64 años, está ahora más cerca que nunca de Chiní, que no hace mucho, con casi 76 años, se rompió la cadera en una caída y ha perdido la memoria, no reconoce a nadie. Los ojos de Teresa ya eran los de Chiní, desde hace poco también será su cerebro. La memoria ahora ya no es compartida. En enero de 1998, en pleno verano austral, ocupé una pieza que estaba situada al fondo del patio y ocupada por un sapo que se acercaba al kilo de peso. Qué susto me dió cuando le encontré debajo de la cama, escondido como si se tratase de un amante furtivo, ¡otro más!. Qué bichos, grandes y sumamente discretos. Me enteré de la existencia del vecino cuando ya llevaba una semana instalado allí. Al sapo le puse de nombre “Sopa”, aunque no sabía si era el o ella. Me despedí del animal el día en el que Nieves Acosta puso a mi entera disposición su casa. ¡Un lujo porque tenía aire acondicionado!. Lo primero que hice al entrar en mi nueva pieza fue mirar debajo de la cama. ¡Que decepción, allí no vivía nadie! Santiago Misiones, julio 2006. Madrid, 29 julio 2014

Uchi Arregui, el santiagueño de la foto, es liberal como casi todos los Arregui, como la mayoría de los Bolla, como muchos Quiñones, o como algunos González. Intuyo que me cursaron la invitación más por mi extraño acento que por mis convicciones políticas. Decliné la propuesta de Uchi por dos motivos, por el mal trago que me supone hablar en público y sobre todo, porque no quería que la mitad del pueblo me invitase a cerrar la puerta (por fuera) del paraíso terrenal. En Santiago la política no divide a los vecinos como en tantos lugares. A nuestro amigo de la foto lo de menos era la política, su mayor preocupación fueron siempre sus 3 perlas, Silvina, Sergio y Karen, sus hijos. No era muy amigo de manifestarles afecto y cariño, igual que tantos padres en el Paraguay, pero… no podía evitar llorar cuando nació su segundo nieto porque no pudo estar allí, o cuando su hija expuso el discurso de graduación. Su sentido del humor llegaba hasta el punto de dejar de testigo “su paladar” en las sobras de un banquete en un acontecimiento familiar. ¡Ese plato con toda seguridad que no lo tocaba nadie! Pocas cosas le quitaban el sueño, solo la familia, la comida y una buena siesta. Chistoso, amable, hospitalario y solidario con los más necesitados. Uchi era así, se procuraba las sobras de un banquete y al día siguiente sentaba a su mesa al que necesitase un plato de comida. El 10 de julio del año pasado, Uchi era el encargado de hacer estallar bombas por el aniversario de la creación del partido liberal, el partido para el que me había pedido 19 años antes unas palabras en público. Las bombas nunca sonaron, el descendiente de vascos amaneció muerto, un infarto se lo llevó 6 meses antes que a su adorada madre Nidia, con 92 años. Lo que si se siguen oyendo son las carcajadas de los amigos del voley a los que tenía el don de hacer reir mientras perdía un pun-

Uchi Arregui en un descanso del voley 125


to o pedía tiempo muerto. Su pequeña Karen gustaba de acompañarlo a la cancha. Allí cada tarde la hija cebaba el tereré sentada en la acera mientras el padre descansaba de su partido de voley en el banco. Una plaza, una cancha, unos amigos, un banco, una guampa, una bombilla y unos hijos huérfanos. ¡El día 10 hará un año! Santiago-Misiones, 27 julio 2006- Madrid, 10 julio 2014

El amor y el alma Con las dos criaturas de la imagen compartí un día de excursión a las reducciones jesuíticas de Trinidad y Jesús en Itapúa, en la República del Paraguay. Era junio del 2008. La pequeña tenía casi 4 años y la mayor… no recuerdo cuantos ¡qué memoria la mía!. Aquella jornada ambas disfrutaron de una maravilloso viaje. La niña de los ojos azules es sobrina de la chica de los ojos claros. La nena de los cachetes rollizos tiene el mismo apellido que la joven de los carrillos sonrientes. La mitacuña del saco azul ama con toda el alma, a la mitacuña i con la campera roja. La criatura de la bufanda rosa se llama Azul, igual que el color de sus ojos. En esa época la nena era más hija de la tía que de su mamá. A la señorita que está a su lado, (por aquel entonces no tenía familia, hoy tiene 3 hijos) nadie alegraba más su vida que la carita de su sobrina. Cuando se subieron al colectivo en Encarnación, la ciudad donde nació y vive la pequeña, todos creímos que Jazmín y Azul eran madre e hija. Son, a diferente escala, dos gotas de agua. Casi 6 años después de quitada la imagen, el destino y una bacteria les ha jugado una mala pasada. Azul ha pasado por un episodio que casi le cuesta la vida y una estancia de 17 días en un hospital. La tía pasó por un calvario de penitencias y muchísimas horas de oraciones mirando al azul del cielo, incluida una extrema unción a la sobrina. Increíblemente al día siguiente, su corazón empezó a mejorar! Llegó un momento en esos catorce días de terapia intensiva que los médicos lo vieron todo tan mal que a la familia les dijeron que ellos ya no podían hacer nada más, que habían llegado al límite de sus conocimientos. A los padres les “recetaron” buscar ayuda en la religión. La familia y cientos de amigos ya lo venían haciendo. Una de las primeras cosas que quiere hacer María Azul, es caminar bajo el sol con su hermano Carlitos. No sabe que el sol hace semanas que se ausentó, el invierno se ha instalado cargado de nubes que no paran de descargar millones y millones de lágrimas. Como las que nos brotan a todos de alegría al saber que el cielo tendrá que esperar. Desde Madrid besos de millones de colores para Azul y Jazmín. Trinidad, Itapúa julio 2006. Madrid, 19 junio 2014

José Quiñones metido en un gran charco

Charco y plata Era septiembre u octubre de 1996 cuando quité la foto. No había visto nunca llover como lo estaba haciendo en el departamento de Misiones. Días y días sin ver el sol y sin dejar de oir las enormes gotas de agua estrellándose contra las centenarias tejas de una casa construida en los tiempos de las reducciones jesuíticas. Estaba acostumbrado a que en dichos meses, en el hemisferio norte donde vivo, sean de transición del verano al otoño, tiempo de mucho calor y de alguna que otra tarde de tormenta. Por aquel entonces estaba viviendo en una casa situada en la gran plaza central de Santiago, en el mismo lugar y la misma construcción donde en el año 1669 se instalaron los jesuitas y fundaron una reducción, la de Santiago Apostol. La familia Bolla Mora puso a mi disposición una enorme habitación independiente, una elegante pieza con su baño y espacio suficiente para sentirme como en mi propia casa. No había hotel, a miles de kilómetros a la redonda, donde mejor pudiera estar y sentirme. Día a día, desde mi privilegiada atalaya, iba observando como la tierra y el pasto que cubría la enorme plaza no podian tragar todo el caudal de agua que caía y poco a poco se originaban unas enormes balsas. Al reflejarse en ellos el cielo, completamente gris, los charcos parecian enteramente de plata. A propósito de plata. Nadie, jamás, me pidió dinero por quitarle una foto. El muchacho de la imagen tenía 8 años y le pedí permiso para fotografiarle metido en un enorme charco, me parecía una buena oportunidad de hacerme con una imagen muy plástica y quería aprovechar la ocasión ya que el mitaï estaba empapado. Ante mi requerimiento, soltó la bici allí mismo, dejó a su prima Rebeca sin decir a donde iba y salió como un cohete en dirección a la casa de su abuela. Ella era la única que podía dar el permiso. Volvió con una extraña oferta. “Mi abuela Chunga me deja, pero tienes que pagarme 10.000 guaraníes”. Me pareció extraña la oferta pero no lo dudé ni un instante. Saqué del bolsillo un viejo billete de 10.000 y enseñándoselo le dije que después del remojón eran suyos. Fui a buscar en casa de los Bolla una botas de agua para meterme yo también en la escena del charco y de esta manera aprovechar mejor la oportunidad. Por muy poquito dinero hice una docena de disparos y el niño se fué tan contento.

La pequeña Azul y su tia Jazmín Arregui 126

Al llegar a Madrid y ver el resultado de aquellas fotos me vino a la mente el brazo extendido y la manita mojada de José Quiñones y el arrugado billete de 10 mil guaraníes. Tenía que haberle dado más o ¿tenía que haber sido más atrevido y haberme pedido más? Años después descolgué de la galería de retratos de la Casa de Cultura de Santiago la fotografía enmarcada del niño y el charco. Antes de entregársela a su protagonista pensé en pedirle a cambio


un viejo billete de 10.000 pero… ahora el cuadro está colgado en casa de su abuela, a escasos metros de donde la hice. No hay vez que la mire Chunga que no esboce una sonrisa pensando en su nieto, en el charco y en la plata. ¡A mi aún me duelen los huesos de tanta agua! Santiago Misiones. Septiembre 1996. Madrid 15 noviembre 2014

Se desinfló la pelota Qué dolor de cabeza, el fútbol nos invade. Está en todas partes. Enciendes el televisor: resúmenes de los partidos. Abres un periódico, anuncios a toda página alentando al equipo nacional. Enchufas la radio, los patrocinadores, machaconamente, te incitan a consumir los productos que anuncian los seleccionados. Hasta el autobús en el que vamos diariamente al trabajo, está forrado con gigantescas caras de los jugadores. No sé qué tipo de madres les han parido, son todos guapísimos, sin una bolsa debajo de los ojos, la piel más estirada que la de un tambor y toneladas de cal para blanquearles una alineada dentadura. Todo mentira! Llegado la feria del fútbol, se multiplican las trampas de los publicistas y de los artistas del Photoshop. La fotografía del muchacho con el balón desinflado con los colores de España tiene algo de trampa en el fondo, pero no en la forma. Le pedí al muchacho que se tumbara en medio de la calle donde estaba jugando descalzo con cuatro compañeros más. Accedió enseguida a cambio del balón que había traído desde Madrid. Dos años antes le había hecho la misma foto, en la misma calle pero con un balón muy desgastado. La imagen, 5 años después de quitada (hecha en el 2008 y que forma parte del proyecto La Memoria Compartida, IV edición) es una fiel metáfora de lo que le ha ocurrido a la Roja, que después de 8 años de gloria y de alegrías se desinfló en apenas 180 minutos, los que duran dos partidos en el húmedo Brasil. ¡Los años que no perdonan! El chico de la foto se llama igual que un fino jugador uruguayo que jugó en el campeonato español y que recaló en el Zaragoza, donde estuvo 3 temporadas. Rubén Sosa, a diferencia de su homónimo que jugaba por un buen dinero y en los céspedes más cuidados, se pasaba las horas descalzo jugando en la calle con sus amigos. Ahora trabaja en Buenos Aires. Seguro que mi amigo echará de menos un balón y su calle cada vez que vea sus pies descalzos. Por cierto y antes de terminar estas líneas, la cara del muchacho no tiene retoques y su dentadura no tiene tratamientos blanqueadores. Santiago Misiones, 29 junio 2008. Madrid, 23 junio 2014

Paula Melero en su segunda viaje a Santiago

Otro mundo en otras tierras La primera vez que visité Santiago, en Misiones, fue en el año 2006. Me pasé 12 horas en un avión hasta que llegamos al aeropuerto de Buenos Aires. Allí hicimos una escala de 4 horas y vuelta a subirme a otro avión que nos llevó hasta Asunción, la capital de la República de Paraguay. Por aquellos días aún no había cumplido los 7 años y no dudé un momento en hacer un viaje con mis padres de miles de kilómetros. Quería saber si era verdad lo que contaba mi papá y lo que veía en aquella colección de imágenes de La Memoria Compartida, en las que siempre estaba trabajando. La experiencia de aquel viaje fue extraordinaria. Descubrí otro continente, nuevos y diferentes paisajes, gentes con las que tenía en común hablar el mismo idioma, aunque ellos lo hacían con un acento muy peculiar, arrastrando y pronunciando mucho las erres. A otros no les entendía, hablaban un idioma extraño para mi, el dulce idioma guaraní, la otra lengua oficial del país. Durante algo más de un mes viví lo que para mi ha sido una película preciosa. Andar descalza por las calles de tierra colorada, meterme con mis amigos en los grandes charcos después de las torrenciales lluvias, montar a caballo y pasear por las calles del pueblo, subirme a los naranjos para exprimir con mis propias manos el rico jugo de su fruta, ir en bici a casi todos los sitios, acostarme más tarde en una humilde habitación, vivir en una casa donde las ventanas no tenían cristales, disfrutar cada jornada de las maravillosas comidas que nos hacía Carmen Báez, ir de excursión con mucha gente en un divertido y destartalado “colectivo” a las reducciones jesuíticas. Inolvidable. Un recuerdo para toda la vida. Dos años después, en julio de 2008, volví de nuevo. A mi madre, que estaba en el tercer mes de embarazo de mi hermano Carlos, un problema médico le impidió hacer el viaje con nosotros. No lo dudé tampoco en esta ocasión, para allá que me fui. Con casi 10 años iba a reencontrarme con aquellos paisajes y con mis queridos amigos del departamento de Misiones. Allí me estaban esperando Celeste, Hugo, Walli, Umberto, Richard, Alejandra, Verónica, Hans, Pia, Swen, Christian, Ana Paula, Héctor y, un largo etcétera. En Boadilla de Rioseco, aún siendo un pueblo más pequeño, no podía disfrutar de la misma libertad que en Santiago Misiones. Una visita que espero repetir muchas veces y que recomiendo a cualquiera. A ti también aunque no hayas cumplido todavía los siete años.

Rubén Sosa con un balón venido de lejos

Hoy 28 de septiembre de 2014 cumplo 15 años. Mi padre me ha regalado otras vacaciones en Santiago. Si nada se tuerce en julio del año que viene volveré a cruzar el océano después de 6 años. No tendré esas fantásticas fiestas que suelen hacerse allí cuando

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una niña cumple mi edad y donde a las protagonistas las visten de princesa. Ni falta que me hace. Lo que verdaderamente quiero es volver a pisar descalza las coloradas calles de tierra, pasear con mi caballo, montar en bici junto a mis amigos, dormir en casa de Carmen disfrutando de su excelente comida, subirme de nuevo a los naranjos, meterme en los charcos después de la tormenta… !Seguro me esperan muchas sorpresas, mucho mundo por descubrir y buenos momentos que compartir! Paula Melero. Madrid, 28 septiembre 2014

les toca emigrar lejos para ganarse la vida. ¡Con lo bien que se vive en Santiago! ¿Verdad que sí, amigos? Santiago_Misiones_Py. Julio 2006. Madrid, 12 octubre 2014

Distinta y distante Era julio de 2008 cuando hice la foto al niño y a su perrita. A él le faltaban unos días para cumplir los 12 años, el simpático y fotogénico animal tenía aproximadamente 6. Os presento a Pablo y a su mascota Susi. Hoy casualmente es el cumpleaños del muchacho, hoy precisamente alcanza la mayoría de edad, cumple los 18. Si quisiera ahora mismo podría agarrar (coger) sus cosas e irse de casa. Renunciar a la comodidad de una vida apacible y tranquila, como es la de vivir con sus padres que se lo dan todo hecho. Pablo no es un joven que se conformaría con ello. Seguramente a Susi le costaría una depresión perruna dejar la casa con jardín donde vive y en donde se siente la reina. Echaría de menos su diversión favorita que es la de salir como una loca corriendo y ladrando detrás de un grupo de vacas o de un solitario caballo cuando cruza por delante de su puerta. Y son unas cuantas veces al día.

Humberto Valenzuela y su primo Gabriel Álvarez

Tan cerca y tan lejos Los dos muchachos tan sonrientes y tan fotogénicos de la imagen tienen algunas cosas en común. Nacieron en el mismo pueblo, uno de sus apellidos es coincidente, sienten los mismos colores de su equipo de fútbol, les gusta la caza y cuando pueden van juntos a pescar. El pequeño con remera roja se llama Humberto Valenzuela y es primo del que tiene la remera gris, Gabriel Álvarez. Cuando les quité la foto, julio de 2006, Humberto y Gabriel eran inseparables. El pequeño se pasaba el tiempo que le dejaba libre las obligaciones escolares junto a su primo, cada día iba en bicicleta a esperarle a la salida del colegio. Más que primos, parecían padre e hijo. No se separaban ni a la hora de ir a la cama, ambos dormían en la misma pieza de la casa de Carmen, la madre de Gabriel. Hasta que al cabo del tiempo la vida les llevó por diferentes caminos. Gabriel emigró a Buenos Aires y allí se reencontró con Tania, una chica también santiagueña, de la que estuvo enamorado cuando el cursaba el 4º grado y ella el 1º. A Tania no le gustaba de Gaby el que fumase y la fama de mujeriego que tenía. Dos años después de su llegada a la capital argentina se cruzaron sus vidas nuevamente. Fue en un destartalado tren camino del trabajo. Ella se encontraba sola y el también. La ecuación perfecta para una solución romántica. Hoy son padres de dos criaturas a la que pusieron el nombre de Santino e Íago, en honor al pueblo de ambos. En cuanto a Humberto, su futuro parece que está en el campo; dejó atrás el sueño de alistarse en el ejército. Un ejército, el paraguayo, con muy poco presupuesto y que paga muy poco a sus soldados. Valenzuela optó por dar un giro a su vida y marchar por otros derroteros. Ahora sa ha tomado un año sabático con los libros y está empezando poco a poco con proyectos de producción agrícola planificados junto a su amigo Richard. Su ilusión es empezar a estudiar en la facultad de Ciencias Veterinarias para ser uno de los mejores profesionales de su gremio. Ojalá que no sea otro de los cientos de jóvenes de su pueblo que

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Cuando le hice la foto a Bareiro Acuña, así se apellida el muchacho, hacía 4 años que le estaba rondando en la cabeza otras metas muy distintas y más distantes. A los 14 hizo la maleta, agarró (cogió) el colectivo y se fue a la capital, Asunción, donde viven sus abuelos paternos. Se instaló allí porque estaba el club de atletismo Sol de América, el mejor de su país y su entrenador, Claudio Zúñiga. Lo dejó todo por conseguir una meta. Fue un cambio radical de vida. Allí comenzó una existencia diametralmente opuesta a la que estaba acostumbrado a vivir en su tranquilo pueblo, una vida menos placentera, mucho más sacrificada. Además de seguir estudiando, dedica 4 horas diarias al entrenamiento, haga frío o calor, tenga ganas o no las tenga, le duela la cabeza o le esté saliendo la muela del juicio. ¡No hay excusas que valgan! El deporte de competición es así de exigente. Su meta no es muy distinta a la de tantos atletas profesionales y no está tan distante. Tan solo le separan 30 centímetros del récord nacional de lanzamiento de bola. Mientras tanto, ha tenido la oportunidad de competir en Perú, Brasil, Argentina y en unos días volará a Cuenca, la preciosa ciudad colonial situada a 2.550 metros de altura en los Andes Ecuatorianos. Fué elegido mejor deportista nacional 3 años consecutivos. Cada dos meses vuelve por Santiago, allí le esperan sus padres, su hermano Orlando, Susi y otros animales de compañía.

Pablo Acuña y su mascota Susi


No incluiré en el grupo de animales de compañía a sus amigos y antiguos compañeros de clase, no sea que cuando vuelva de nuevo por allí me estén esperando a la entrada del pueblo para dar buena cuenta del engreído españolito. ¡Y me lo tendría bien merecido!. Por cierto, felicidades Pablo, por tu 18 cumpleaños y porque estás a menos de un paso de conseguir batir la marca. ¡Igual te lo regalas hoy! ¿A quién se la dedicarías? ¿A Susi? Santiago, 23 Julio 2008. Madrid, 5 agosto

Juan Manuel Medina y su tambor

Cristina Dahlbeck

Un trozo de pan En España, cuando una persona es buena, acostumbramos a emplerar la expresión de que es “un trozo de pan”. La chica de la foto es eso, no solo un trozo, es algo más que eso. Todo el trigo que alcanza nuestra vista no sería suficiente para hacer honor a la talla humana de esta gran mujer. Y además hoy es su cumpleaños. Cristina Dahlbeck, sé que no tienes computador, ni Face, que no dispones de internet, ni tablet y también sé que ¡ni puñetera falta que te hace!. Tienes algo mucho más valioso que todos esos cacharros. Dispones de tu tiempo y sobre todo del amor de tus 3 hijos. Cuatro tesoros que para sí quisieramos otros. Disfrútalos muchos años, tantos como los que espero seguir disfrutando yo cada vez que llega el 9 de noviembre. No faltaré a la cita y ya son unos cuantos años. Desde Madrid ¡Felicidades y gracias por todo lo que nos has dado! Te enviamos por la red, aunque tu no tengas, cuatro besos de la familia Melero-Castellot. Estoy seguro de que alguien te los hará llegar de nuestra parte. Mi regalo es este modesto documento gráfico. La foto está hecha en la primera de las excursiónes a las reducciones jesuíticas. El camino estaba feo y el colectivo no pasaba. Fuimos andando un buen trecho hasta que llegamos a la reducción. Era el día del camino y lo pasamos en grande. Jesús de Tavarangué_Itapúa_Py. 5 octubre 1996

rio sur y las altas temperaturas, unido a la húmedad, hacen que estar en el exterior sea un auténtico suplicio. Para combatirlo no hay nada que siente mejor que un buen tereré en casa debajo de un ventilador de grandes aspas o debajo de un árbol del mango con unas grandes ramas. Juan Manuel Medina es de los que prefieren hacerlo a la sombra de cualquiera de los hermosos árboles que hay en el Paraguay. Le da igual que sea un mango, un lapacho, un quebracho, un palo rosa o un kupa´y. El caso es compartir un refrescante trago con sus amigos y la mejor hora en el verano es a la caída del sol. Santiago Misiones, 12 de julio de 2008

Las bicis y los chanchos En mi segundo viaje a Santiago, estando platicando en la “esquina de los araganes” (en la entrada de la casa de Nidia), vi pasar a Cristino andando con su bici y un gran bulto oscuro sobre el transportin. De aquel gran bulto salían unos sonoros gruñidos. Swen, que era el más pequeño de los araganes de la reunión me dijo que lo que producía esos gruñidos era un chancho que llevaba para carnear. Le hice unas señas y el hombre se paró en medio de la calle. El animal estaba metido en un saco y bien amarrado con cuerdas. Le pedí permiso para quitarle una foto, a lo que él enseguida accedió. Se bajó de la bici y allí donde estábamos, en una esquina de la plaza, le disparé media docena de veces. El hombre tenía prisa porque había quedado con alguien que le iba a echar una mano para sacrificar al voluminoso animal.

El sol del tambor El joven que sostiene entre sus manos un tambor es uno de los componentes de la banda de música de Santiago. La foto pertenece a la IV serie de La Memoria Compartida. En la piel del tambor está “tatuado” a fuego el sol, del que ahora mismo se estarán escondiendo centenares de santiagueños. Es verano en el hemisfe-

Cristino Arévalos, la bici y sus chanchos 129


El fibroso santiagueño se ganaba la vida criando y tratando con esos animales. A cuántos animales habrá transportado, a cuántos habrá hincado el cuchillo, a cuántos habrá carneado y a cuántos chanchos les habría perdonado la vida si no se la tuviera que ganar él vendiendo sus carnes. Casualmente, y en cuatro ocasiones llevando yo encima la cámara de fotos, me crucé con el, con su bicicleta y con sus chanchos. 1996. MC-I. 93 El último viaje. ¿Cuántos chanchos ha transportado Cristino Arévalos en su vieja bicicleta de fabricación china?. 1998. MC-II. 63 La bici y el chanchito. Cristino en la misma plaza y esquina, como en octubre de hace dos años, esta vez el animal es menos voluminoso, seguramente a causa de la crisis tan arraigada por aquellos años en el cono sur. 2003. MC-III. 305 Cristino de vacío. En esta ocasión el carnicero no llevaba el animal en su bicicleta, iba al matadero a retirar una pieza. Ya no se pueden sacrificar animales sin el control sanitario. 2008. MC-IV. 305 Carne de chancho. Andaba con la misma bicicleta del 2006 de puerta en puerta y sin más refrigeración para la carne que el limpio aire de la campiña misionera.

Un joven de muchos años Cuando se cruzaron nuestras vidas, el “joven” Miguel ya tenía 85 años. No tuvo ningún inconveniente, ante mi requerimiento, en bajarse de su inseparable bicicleta y posar para mi proyecto de La Memoria Compartida. Mientras disparaba la cámara no hizo falta que a Miguel Orellano le preguntara nada, el solo se puso a contarme algunos pormenores de su larga existencia. Lejos de ser una molestia para mí, me puse a grabar en mi cerebro lo que me estaba contando. Supe que aún trabajaba, en Paraguay pocos son los que llegados a cierta edad pueden jubilarse. Aquella tarde de julio, venía montado en su pequeño vehículo de hacer unas mediciones de unas tierras, era agrimensor. De joven se había dedicado a la ganadería. Sus últimos años los dedicó a atender un pequeño negocio en casa. Le daba lo justito para vivir, pero le permitía disfrutar su tiempo para compartir con vecinos y amigos el inseparable tereré. Se fué el mismo día que cumplía 91 años. Apenas le dio tiempo de despedirse, pasó las últimas horas en brazos de su única hija, Nimia. Les dio tiempo a ambos a repasar momentos vividos, dolorosos y felices aún a pesar de que no estaba en sus planes irse tan pronto. Tenía muchas ganas de seguir compartiendo su buen humor y sus tremendas ganas de vivir. Toda una lección, sin pretenderlo, para muchos, entre ellos el que esto escribe. ¡Adiós Miguel!. Santiago Misiones, República del Paraguay, 14 julio 2008

Noemí Castillo preparando la fiesta de cumpleaños

¡Che mo pirimba chicas! Uno de los momentos más mágicos de mi vida (por aquel entonces tenía ya 37 años) me lo brindaron dos lindas chicas de Santiago y fue poco antes de mi viaje de vuelta a Madrid. Estaba a punto de acabar los dos meses de mi estancia en Santiago y querían hacerme una fiesta original. Ellas se encargaron de montar, sin que me enterara, una fiesta con más de niños, entre ellos los hijos de ambas. Pablo, Matias, Hans y Swen. ¡Y vaya que fue una fiesta original!. A Noemí Castillo y Cristina Dahlbeck, no se les ocurrió otra cosa que prepararme una fiesta de cumpleaños en mi honor. Y eso que aún faltaban dos meses para el 9 de diciembre que es la fecha en la que festejo mi nacimiento. Esa tarde, por necesidades del guión, yo cumpliría 5 años ¡Y no sabía nada!. Me encontré con la sorpresa cuando llegué a casa de la familia Bolla-Castillo y allí me esperaban una docena de personas mayores y una veintena de niños. Nunca antes me habían hecho una fiesta de cumpleaños. Y nunca antes me expuse en público con un babero, un chupete y un gran pañal. Aún me sigo emocionando cuando veo a Noemi y la foto de los globos con los colores de la bandera de su país y el mío. Aún se me eriza la piel, o como se dice en guaraní ¡Che mo pirimba! Santiago, Octubre 1996. Madrid, 25 enero 2014

Nenito, Ovidio y Wenceslao Se nos marchan poco a poco los últimos supervivientes que quedan en Santiago que lucharon en la guerra del Chaco (193235). En Enero de 1998 fuí invitado a un almuerzo en honor a los 3 excombatientes que aún quedaban vivos en el pueblo. En una humilde y desvencijada casa tenían su sede los antiguos combatientes, allí tuve el honor de compartir tiempo y mantel. Hice unas cuantas fotos durante el par de horas que estuve allí. No sabía yo por aquel entonces la importancia de una de ellas. La que acompañan estas líneas. Uno de ellos es Don Ovidio Gutierrez, que está de pie pronunciando unas palabras en un momento del acto (falleció a los 91 años unos meses después de hecha la foto). Wenceslao, hoy con 97 años, es el primero a la derecha de la imagen.

Miguel Orellano una tarde de julio de 2008 130

El tercer superviviente de aquella atroz contienda por la disputa territorial boliviano-paraguaya es Nenito Bolla. Estoy sentado frente a el compartiendo un plato de mandioca, ensalada, vori vori de gallina y sopa paraguaya. No es un menú de lujo pero es todo un lujo ser testigo de un pedacito de la historia del país.


tos jóvenes paraguayos. Ahora mismo me gustaría dar un gran abrazo a Dora. Me encantaría estar con ella paseando una y otra vez por el camino de la foto e intentando consolar a una madre desconsolada. El paraíso se ha quedado huérfano, el joven de los ojos claros ya no lo pisará más, y ella, mi querida Dora, ya no lo mirará con esa alegría en los ojos y con la misma sonrisa que nos regalaba siempre. Amiga, lo siento y me siento impotente de no poder consolarte. Por mucho que quisiera, no hay nada en el mundo que consuele la pérdida de un hijo.

fueron pagando el primer Nenito Bolla falleció hoy con 97 años. Nos ha dejado un hombre sabio, un padre tierno y un ciudadano bueno. Su cumpleaños era el 18 de mayo. Todos los años, desde hace 20, le llamaba para felicitarle. El hombre se emocionaba porque me acordaba siempre de el aún estando tan lejos. Ahora soy yo el que se emociona por no tenerle más cerca. ¡Un enorme abrazo a su enorme familia! Madrid, 4 octubre 2014

No me gustaría estar en tu lugar, aunque sí a tu lado para intentar consolarte en el paraíso que rodea tu casa. Adrián estará en el auténtico paraíso, ese que no conocemos nadie pero que todos creemos en él. Ojalá que aún te de tiempo a seguir disfrutando de esa parcela de cielo que tienes rodeando tu casa, un jardín que ya no lo será tanto. Tu hijo Ángel Adrián velará por ello. Un beso para ambos. Santiago_Misiones_ Py, 10 julio 2008-Madrid, 29 marzo 2015

Paraísos antagónicos. El paisaje que hay detrás de Dora y de su hijo Adrián, no es un gran decorado que montamos para la foto. El paisaje que envuelve a madre e hijo es el que diariamente tenían que cruzar ambos para, en el caso de Dora, ir a vender la leche de su tambo y para ofrecer las excelentes verduras que producía en su chacra. Nuestro amigo lo cruzaba, un par de años antes de hacerse esta foto, en ambas direcciones, para ir a la escuela al pueblo. La primera vez que fuí a su casa me quedé extasiado al ver el precioso paisaje que rodeaba la casa de la familia. Por aquel entonces, Adrián disfrutaba de unas pequeñas vacaciones, sus padres le habian mandado a estudiar a una escuela de agronomía en Encarnación, la ciudad paraguaya separada de Posadas, Argentina, por la barrera natural del caudaloso río Paraná. Hoy, sin previo aviso, he recibido un norme bofetón cuando Carmen Arévalos me notificó un fatal desenlace. El hijo de Dora falleció hace unas horas en un accidente de tránsito. Como tan-

Niños y trompos mojados

Niños y trompos. En la pista de cemento del Club del 25 una mañana del lluvioso mes de octubre de 1996, unos niños jugaban con unos trompos hechos por ellos mismos con diferentes clases de madera. Iban descalzos y pisaban los charcos de agua con la mayor naturalidad del mundo. En un primer momento pensé que aquellas criaturas sin zapatos eran hijos de familias pobres, que no podían pagar unos zapatos a sus hijos. Pero no, estaban felices y encantados jugando a destrozarse, los unos a los otros, aquellos juguetitos de madera que ellos mismos, o sus padres, habían fabricado. Aquellas piezas medio destrozadas me parecieron preciosas y en un momento dado me quise hacer con ellas antes de que desaparecieran para siempre abandonadas y tiradas en cualquier sitio. Llegué a un acuerdo con ellos.

Dora Vergara y su hijo Adrián García en su paraíso

Me quedaba con sus trompos a cambio de un poquito de plata para que se compraran unos nuevos (Made in Brazil). No lo dudaron un instante, antes de terminar la frase ya me estaban entregando los suyos y extendiendo sus manos para recibir lo prometido. Pocos días más tarde, las peonzas de madera volaban conmigo a miles de kilómetros de allí. 16 años después de aquello, sus trompos siguen igual que aquel día de octubre, bueno igual no, ahora no están mojados, hace años que se secaron. Los que se compraron ellos, ¿Cómo estarán? y ¿Dónde?. Santiago Misiones octubre de 1996 - Madrid junio de 2012.

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Tajamar de Cali, sol, agua, luz y... El calor del verano cerca del trópico de Capricornio nada tiene que ver con el que hace en Madrid, una ciudad de interior como también lo es Santiago. La gran diferencia entre un lugar y otro es el enorme caudal de agua que descargan las tormentas en Paraguay.

La reina Elva y 5 de sus princesas

Nunca había pasado tanto calor, como el que me tocó soportar aquel mes de enero de 1998. Estaba todo el día cansado y empapado en sudor. Las torrenciales tormentas que se evaporaban casi antes de caer, hacían que el calor fuese todavía más insoportable. José Felix, el muchacho con la mano en la cabeza y su sobrino Gabriel, me llevaron a un tajamar donde solían ir de vez en cuando a bañarse furtivamente. A Cali Marín, su propietario, no le gustaba que los chicos se sumergiesen en aquellas aguas oscuras, profundas y estancadas, porque era un lugar muy peligroso para sumergirse. El peligro sobre todo radicaba en el lodo que hay acumulado en el fondo, y que muchos bañistas no saben nadar.

Una reina de madre y alguna de sus princesas

Y, efectivamente, unas semanas después de darnos un chapuzón un par de niños, hijos de Angelica Maciel, se ahogaron.

Ahora a las niñas cuando cumplen los 15 años las organizan unas fiestas de cuento. Las visten de princesas de reinos lejanos y muchos padres, por sus hijas, son capaces de hipotecar el futuro dejándose un dinero que no tienen. Un sacrificio de meses para una fiesta de pocas horas. Unas celebraciones que no disfrutaron en su día ninguna de las 9 hijas de la señora de las lentes y de pelo blanco de la imagen que hice el 25 de julio, día de Santiago, patrón del pueblo. Las 5 hijas que rodean a su madre no son todas, aún hay más. Antes, con 15 años, las princesas pasaban a desempeñar papeles con mucha más responsabilidad que las chicas de ahora. Elva Juliana Larré con esos años se casó y pasó a ser la reina consorte de un rey 20 años mayor que ella. Froilán Acosta Maidana, un apuesto santiagueño de 35 años que por aquel entonces volvía de la guerra del Chaco, una guerra larga y cruel entre vecinos paraguayos y bolivianos. La diferencia de edad nunca fue un obstáculo para que la pareja tuviera una existencia feliz. Tanto es así, que fruto del amor criaron a 12 hijos. Nueve de ellos, mujeres. Nélida, América, Carmen, Puri, Celestina, Clotilde, Elisea, Ernestina y Nieves. La mujer de anteojos y pelo blanco no se perdía las misas dominicales, y no porque la iglesia estuviera a 30 pasos de su casa, sino porque siempre fue muy católica, eso le ayudó mucho en la vida. Con 47 años enviudó cuando la mitad de sus hijos aún eran menores. El trabajo duro en el almacen familiar, donde se podía encontrar de todo un poco, le permitió criarlos y educarlos, de esa manera logró sacar, no sin dificultades, a su familia adelante. Tuvo la suerte de ver algo de mundo, Brasil, Argentina, Uruguay. En una ocasión viajó con sus nueve hijas a Camboriú y Buenos Aires. Estaba invitado Mario, otro de sus hijos, pero este desistió de acompañarlas porque eran muchas mujeres. ¡Demasiadas!

No son los primeros, ni serán los últimos que se dejan la vida en esas circunstancias. No lejos de donde estábamos, Mario Acosta, un criador de caballos de carreras, estaba enjabonando y bañando a un precioso animal, mientras media docena de chicos se lo pasaban en grande tirándose al agua desde la orilla, dando volteretas en el aire. Allí pasamos unas horas entre chapuzones, risas y fotos. Volvimos contentos, cansados y con mucho más calor en el cuerpo. Aquella jornada no solo nos bañamos en agua, en sol y en luz. No sé que extraña reacción al agua, a las algas o a algún insecto, pero el caso es que antes de llegar a casa mi cuerpo apareció acribillado de cientos de pequeñas erupciones. Una cosa muy extraña, todas las picaduras, todas, me las llevé yo, que era el forastero. Me acerqué hasta la farmacia de Peté a ver si ella podía decirme que es lo que me había pasado, pero no encontró una respuesta. Me aconsejó un remedio para que me diese por toda la zona afectada, que era casi todo el cuerpo. Una crema, que mitigó algo el escozor, pero que no hizo desaparecer los cientos de ronchones que adornaban mi cuerpo. Me pasé casi una semana contando lo mismo a todo aquel que me preguntaba por mi mal aspecto. ¡Qué horror! A los pocos días de aquello regresé al helador invierno madrileño. Durante el vuelo y mientras iba dejando atrás el verano del trópico, me dejé las uñas de tanto arrascarme. Con el paso de los días me fuí olvidando de los picores, y las erupciones desaparecieron. De lo que no me olvidaré nunca, gracias en parte a las fotos captadas, es del tajamar, del calor de la luz y de la compañía de aquel día. Santiago Misiones, enero 1998. Madrid, 12 mayo 2015,

En su cumpleaños tenían la costumbre de elegir el yerno del año entre todos los consortes. Era obligatorio asistir y Elva era la encargada de elegirlo y coronarlo. ¿Quién de ellos lograría más entorchados en esos certámenes familiares? Seguro que, con tantas mujeres y diferentes intereses de por medio, será muy dificil saberlo algún día. La que podría certificar el dato, Elva, la reina madre de los Acosta-Larré, hace cuatro años que nos dejó, tenía 87 años. Ahora que las niñas quieren ser princesas de reinos efímeros, en Elva tenemos el ejemplo de un reinado largo y extenso. 12 hijos, 25 nietos, 45 bisnietos y 17 tataranietos llevan a su reina en el corazón. Y por muchos años, ese es el mejor premio para una buena madre. Santiago, 25 julio 2008. Madrid, 18 mayo 2015

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Gabriel Alvarez y José Felix Báez en el tajamar de Cali


Presentación mural

Homenaje a La Memoria Compartida

Presentación e inauguración de un mural en Boadilla de Rioseco en honor a los habitantes de Santiago-Misiones El municipio de Boadilla de Rioseco celebró hace unos días (7/9/2012) sus fiestas anuales en honor a su patrona, Nuestra Señora la Virgen del Amparo, teniendo como pregonero de las fiestas a Hans Lindström Dahlbeck, natural de Santiago de las Misiones, Paraguay. “La Memoria Compartida”, es una instalación de 12 metros de largo por 2 de alto, realizada sobre aluminio impreso, y que contiene parte del trabajo desarrollado por Javier Melero en los últimos 18 años en el departamento de Misiones, al sur de la república del Paraguay. Boadilla de Rioseco está hermanada desde 1996 con el pueblo paraguayo de Santiago de Misiones. La iniciativa y esta obra son de Javier. En los seis viajes por aquellas tierras fue fotografiando a sus habitantes y observando con meticulosidad sus transformaciones faciales. Hoy ha querido que muchos estén presentes en las calles del pueblo y para ello compuso este mosaico de retratos. Concretamente 1200 instantáneas recogidas desde 1994 y donde están reflejados más de 3000 paisanos del hijo de Ramón Lindström y Cristina Dahlbeck. El 14 de agosto de 2010 Hans envió unas líneas para la presentación del mural, y dos años después, 7 septiembre 2012, invitado por el ayuntamiento de Boadilla, fue el encargado de inaugurar, como embajador de su pueblo, dicho trabajo. A partir de ahora, el calor y el frío, las noches y los días, irán haciendo envejecer con dignidad, como lo hacen nuestros mayores, este mural. Esperemos verlo para contarlo. Muchos santiagueños se encontrarán aquí retratados, más jóvenes pero menos sabios que hoy. 133


El niño de la bandera.

Uno de los cientos de niños que nos dieron la bienvenida a nuestra llegada a Santiago portaba una bandera española, se llamaba Hans y por aquellas fechas tenía 9 años. Ese mismo niño, que ya no lo es, en la imagen de abajo ya tiene 27 años, y fue el encargado de inaugurar el mural el 7 de septiembre de 2012. En esta ocasión le fotografie junto a Paula Melero. El llevaba la misma bandera que en aquel lejano mes de septiembre de 1994. Ella con la enseña paraguaya son los abanderados de ambos paises en la procesión a la ermita de la Virgen del Amparo, patrona de Boadilla de Rioseco.

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Correspondencia

Carta desde un pueblo lejano

Presentación de mural La Memoria Compartida el 14 agosto 2010. Hans Federico Lindström Dahlbeck Hace dieciséis años, (14 septiembre de 1994) las tranquilas y casi desiertas calles de mi querida ciudad de Santiago, dejaron de lado la monotonía de sus tardes y abrieron sus puertas para recibir a una delegación de jóvenes de muchas partes del mundo. Banderas de todos los países ondeaban en sus calles y un cordón de niños, con sus blancos uniformes a ambos lados del camino, daban la bienvenida a estos visitantes en la entrada a la ciudad. Niños cuyos ojos curiosos nunca antes habían visto aquella diversidad de nacionalidades de países tan lejanos que ese día invadían sus calles. Uno de esos niños, perdido entre tantos, era yo. Una larga caminata desde la entrada hasta la Plaza céntrica de la ciudad, acompañados por estudiantes, maestros, autoridades locales y pobladores en general, fue el acto de bienvenida que culminó con un tradicional desfile de caballos cuyos jinetes, portando banderas de varios países saludaron, sombrero en alto, a estos ilustres visitantes. Yo, como tantos otros niños, seguía impresionado por la presencia de tanta gente extraña que en ese momento invadía mi verde y tranquila plaza cuando se me acercó un hombre a caballo rompiendo con el protocolo, ya cansado, y me pidió que le sostuviera la bandera que el portaba durante el desfile. Quien hubiera imaginado que ese sería solo el principio de una historia que hoy me da el honor de dirigirle estas pocas líneas a un pueblo tan lejano. Aquella bandera roja y amarilla llamó la atención de un hombre que acompañaba la delegación capturando rostros con su incansable cámara, quien se acercó hasta mi para hacerme un par de fotos. En su partida prometió que algún día me las enviaría por correo. Pasaron meses, aquel esperado correo no llegaba y las esperanzas ya eran escasas. ¿Quién podría recordar un tímido rostro perdido entre tantos otros? ¿Qué tendría de especial esa fotografía que la haga diferente a las demás? Un par de años después, en septiembre del año 96, llegó a mi casa un hombre buscando al niño de la bandera. Bandera que aquel hombre a caballo depositó en mis manos aquel día y que jamás volvió por ella. Bandera de dos colores, muda cómplice del destino, por meses atesorada como único recuerdo material de aquella imborrable tarde tan especial e irrepetible, había obligado a este hombre a abandonar sus tierras y cruzar el océano aventurándose con el propósito de encontrar al niño que la portaba y cumplir así una promesa que no había sido olvidada. Hoy, desde hace catorce años, nuestros pueblos están hermanados gracias a uno de sus hijos. Dos pequeños pueblos unidos por un hombre de un gran corazón. En nombre de mi pueblo les hago llegar desde la distancia un muy afectuoso saludo. Y que mejor forma de hacerlo que en mi lengua nativa, el Guaraní. Tava porâite Boadilla ojeherova, mombyrygui amogûahesé peéme Apreciado pueblo llamado Boadilla, desde lejos deseo hacerles llegar maiteî ha vy’apavé ko areté guasú pende tava arambotyre saludos y felicidades en este día especial por el aniversario de su pueblo. Ha aguijé guasú ko karaípe, mokôi tava ombojoajuvaekué Y gracias a este hombre que unió dos pueblos peteî tapé omboherarupi ko’ape ha upepe, al nombrar una calle aquí y allá, ko’anga ahaí peeme ko kuatia poromomandu’a hagûa ahora les escribo esta carta para recordarles ko Paraguáime oîhá peteî tava hérava Santiago Misiones que aquí en el Paraguay existe un pueblo llamado Santiago Misiones pejuséove pendera’arôhá okênandire pegûahe porâite hagûa. donde son siempre bienvenidos y los espera con las puertas abiertas cuando deseen venir. Santiago-Misiones, Paraguay. 25 julio de 2010 (Día de Santiago Apostol)

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En marzo de 2010 se empezó a montar el mural de La Memoria Compartida, en la única pared que quedó en pie de lo que antiguamente fueron las escuelas de los más pequeños. La instalación, hecha en un frío día de finales de invierno, duró toda una jornada. Quisimos inaugurar este proyecto de Arte contra el olvido, precisamente con este mural como un homenaje entrañable al pueblo hermano de Santiago Misiones, en la República del Paraguay. En las imágenes una parte del proceso de montaje e inauguración del mural la tarde del 7 de septiembre de 2012

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Mural La Memoria Compartida

Arriba el mural a escala, un conjunto de 6 piezas impresas en aluminio. Las dos piezas centrales cada una de 2x2 metros y otras cuatro piezas de 2x1 m. cada una, lo que hace un total de 12 metros de largo. El trabajo estรก compuesto por 1200 fotomontajes y casi


Mural

3000 santiagueños reflejados en el. Abajo detalle de dos fragmentos ampliados. Muchos santiagueños no saben que muy lejos de su pueblo están expuestos al sol y a las heladas, a la lluvia y al frío. Un poco de Santiago en una plaza de Boadilla de Rioseco en Castilla.


Procesión, pregón e inauguración.

La invitación partió del Ayuntamiento a las 11.11 h. del día 11 de noviembre de 2011. El santiagueño aceptó encantado el reto de hablar a un público lejano y desconocido. En la foto grande y a la derecha, Hans está subido en el balcón del Ayuntamiento dirigiendo al pueblo un precioso pregón que empezó a redactar en su tierra, lo fue madurando mientras cruzaba el Atlántico para continuarlo en un tren camino de Boadilla de Rioseco. Lo dió por terminado a la hora de la siesta en una fresca habitación de una casa situada en la plaza mayor de Boadilla. Minutos después, llegó la hora de inaugurar el mural de La Memoria Compartida. Una jornada, que no olvidará. ¡Nosotros tampoco!

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Pregón fiestas

Cruzar el Atlántico para conocer estas tierras Pregón de fiestas de Hans Lindstrom Dahlbeck

Es para mi un grandísimo honor el día de hoy poder pisar este balcón y dirigir para ustedes el pregón en honor a la Virgen del Amparo, patrona de esta modesta pero acogedora comunidad. Como es la primera vez en mi vida que asisto a un pregón de fiestas, y nada menos que como pregonero, fue para mi una gran responsabilidad y al mismo tiempo un gran placer el escribirlo. Y no se me ocurre mejor manera de hacerlo que aprovechar su atención para contarles quién soy, de donde vengo y por qué estoy aquí arriba el día de hoy. Recibí de parte de su alcalde el señor Javier Cuevas en Noviembre pasado, la invitación de venir a pregonar en estas fiestas en nombre y representación de un pueblo hermano. Santiago de las Misiones, República del Paraguay, en el corazón de América del Sur; de allí es de donde vengo. Un pueblo hermanado con Boadilla de Rioseco desde el año 1996, año en el que tuvimos el honor de inaugurar una de las calles más bonitas de nuestra ciudad con uno de los nombres más emblemáticos de ésta comunidad de Tierra de Campos, como lo es la de “Río Sequillo” En aquella ocasión, en el acto de inauguración de dicha calle, acto sencillo pero no menos importante, siendo tan solo un niño, tuve la suerte de obrar como abanderado de España y la misma bandera que hoy enarbolaba camino a la ermita durante la procesión, es la que hace 16 años portaba yo allá en mi pueblo de Santiago. Este trozo de género tiene también un particular valor ya que es el mismo que hace 18 años llamó la atención de un hombre allá por mis tierras. Un español, un hijo de éstas tierras, tierra de galgos, palomares, trillos, bodegas y monumentales Iglesias. Este hombre prometió que algún día me haría cruzar el océano Atlántico para conocer estas tierras y sus gentes. Gente con la que tuve el placer de compartir hace un par de semanas, boadillanos de los que me llevo gratos recuerdos, rostros que hoy veo presentes en este acto y a los que les doy las gracias por el trato que me dieron en el corto tiempo que compartí con ellos, por abrirme sus puertas y sus corazones y por hacerme sentir como un hijo, un hermano, un amigo, un boadillano más. Otros aquí presentes quizás también me hayan visto por sus calles yendo de un lado para otro y colaborando con los hermanos Melero en alguna de sus intervenciones artísticas o decorativas, como algunos los consideran. Obras que han sacado a Boadilla del anonimato y el olvido que deja a su paso el tiempo. Boadilla es hoy un punto de referencia del arte contemporáneo lo cual me consta y me siento orgulloso de haber aportado mi grano de arena para tan altruista y loable emprendimiento. Quizás me hayan visto hace unos días pintando alguna de sus paredes, colgado de algún andamio. Pues una de esas paredes, la que lleva el nombre de “La Memoria Compartida” es para mi una de las imágenes más importantes y uno de los recuerdos más valiosos que me llevaré cuando vuelva a mi país. Junto a esa pared, que hoy se presenta para ustedes radiantemente blanca, pasé algunos días y unas cuantas horas de mi corta estancia en Boadilla, bajo el abrazante sol castellano pintando entre paisanos, ya que de esa pared cuelgan los rostros de centenares de Santiagueños compueblanos míos que a 9000 km de distancia comparten al igual que yo una memoria, la memoria compartida. De ésta manera quiero ir terminando mi pregón y espero que no les haya parecido muy corto. No quiero alargarlo más porque tengo muchas ganas de bajar junto a ustedes y compartir más de cerca estas fiestas, sintiéndome como me han hecho sentir estos días. Un Boadillano. No me moriré sin verte subido al balcón del ayuntamiento dando el pregón de las fiestas. Me decía Javier Melero en aquel correo cuando me invitó a viajar hasta aquí, decido a cumplir su promesa a cualquier precio. Pues aquí estoy hoy Javier y éste ha sido mi pregón para ti y para mi querido pueblo de Boadilla. Viva Boadilla de Rioseco. Viva la Virgen del Amparo. ¡Felices Fiestas a todos! Muchas gracias… Hans_Federico Lindstrom Dahlbeck Boadilla de Rioseco a 7 septiembre de 2012

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La vida entre ríos. Arriba, Puerto Casado desde el río. Durante 15 días recorrimos el río Paraguay, desde Asunción hasta

Corumbá en el pantanal brasileño y durante 15 años nos apostamos en una de las orillas del río Sequillo, sabiendo que nada de lo que veíamos volveriamos a fotografiar. Abajo, una talla de San Isidro en procesión a la ermita de nuestra señora la Virgen del Amparo.

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Artículo prensa

Dos ríos y la vida en retirada

Ya no queda nada. Solo el recuerdo, o ni siquiera eso. Luis Verón / ABC color. 20 de Julio de 2003 Son imágenes fotográficas en blanco y negro de una gran melancolía y de una cierta tensión metafísica. En su obra -casi exclusivamente- renuncian al color. Se ciñen al blanco, al negro y a todos los matices del gris, aunque a veces coloreadas parcialmente por procedimiento químico. Sus obras constituyen un juego deliberado con el cromatismo y la textura, con la expresividad y el testimonio. Son las obras de Juan Carlos y Francisco Javier Melero. Durante quince años Juan Carlos y Francisco Javier Melero se apostaron en un punto de una de las orillas del río Sequillo, en su España natal, y a lo largo de quince días recorrieron el río Paraguay de norte a sur, en un deambular a la caza del motivo fotografiable: rostros y casas apresuradamente captadas ante la certeza de que pasados otros diez o quince años, no van a tenerlas ya al alcance de sus cámaras. Efectivamente, durante los últimos quince años, los hermanos Melero se detuvieron con la cámara en un punto a orillas del río Sequillo, más concretamente en Boadilla de Rioseco, Castilla y León, España. Lo hicieron -según sus propias expresiones- “con placer, por vocación, por amistad y con agradecimiento a una tierra en la que tenemos nuestras raíces y hacia unas gentes que nos han visto crecer como niños y madurar como artistas.” Hoy ese pueblito español no tiene más de 235 habitantes. Como muchos otros núcleos rurales de todo el mundo, se ha ido despoblando, se ha ido de más a menos. Mientras las infraestructuras han mejorado, la falta de habitantes supuso una escasa vida social y, por lo tanto, menos ricas fotográficamente hablando. Como muchos otros pueblitos similares, lo que antaño era cotidiano ver, palpar, hoy es apenas recuerdo y a veces ni siquiera eso. Ya no queda nada. Ya no queda nada de aquellas viejas costumbres, hábitos o tradiciones. Ya no queda nada de aquellas viejas maneras de moldear o secar al sol los adobes o tapiales; ya no queda nada de las formas de segar cereales o acarrear pajas en común, tipo minga. Ya no queda nada. Solo el recuerdo, o ni siquiera eso. Para sus fotografías, los hermanos Melero no se fijaron en los lugares especialmente hermosos, ni mucho menos especialmente pintorescos, sino más bien tuvieron cierta irreprimible tendencia a quedarse fascinados por la música monótona de los villorrios, de las tapias industriales, de las construcciones utilitarias. “La incursión de grifos en las casas, los coches y la mejora de las carreteras, los nuevos materiales de construcción y la mecanización del campo -afirman- supusieron unos cambios de hábitos, una arquitectura distinta y, ¿por qué no? unos rasgos distintos y menos fotogénicos. Juan Carlos y Francisco Javier Melero son miembros del colectivo “Franja Fotográfica”. Están empeñados en la organización del “Acontecimiento Gráfico”, conformado por una exposición de fotografías, proyecciones de fotografías, además de otras actividades con la participación de pobladores de Santiago (Misiones), Trinidad (Itapúa) y Paso Güembé. En estos puntos se realizará la exposición de las imágenes captadas en río Sequillo, y, simultáneamente, en Boadilla de Rioseco, Castilla y León, España, se exhibirán al público las fotografía tomadas durante los quince días de recorrido por el río Paraguay, donde realizaron retratos de los trabajadores fluviales que desde Asunción se dirigían a Corumbá, en plano Pantanal. 143


Dos calles y dos ríos. El mismo día y,

salvando las diferencias horarias, casi a la misma hora, se inauguraban dos calles con nombre de río. Dos cursos de agua con muchísima diferencia en el caudal transportado, pero muy cercanos en lo afectivo. El Sequillo en España, un río de apenas 130 kilómetros de largo, frente a un río, el Paraguay, que tiene más de 2600 kilómetros. Ahora están unidos porque así lo han querido dos pueblos. Arriba el acto de inauguración, presidido por el embajador paraguayo, el día 7 de septiembre de 1996 de la calle del Río Paraguay en Boadilla de Rioseco, Castilla. España. Abajo la inauguración de la calle de río Sequillo en Santiago de las Misiones, Paraguay

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Artículo prensa

Un sentimiento y el eterno retorno

La historia de un amor fraterno entre un fotógrafo y un pueblo Luis Verón La expresividad y el testimonio están conjurados por el sentimiento que un risueño pueblito paraguayo despertó en la sensibilidad de Francisco Javier Melero, a tal punto, que estos días viene cumpliendo su tercera visita desde que lo visitó por primera vez, trayendo en su equipaje el fruto de aquellas experiencias anteriores, para compartirlo con sus fotografiados y dejarlo como legado para el acervo de la ciudad de Santiago, Misiones. Lo que hicieron en el transcurso de tres lustros en su España natal, a lo largo del río Sequillo, Juan Carlos y Francisco Javier Melero, lo volvieron a realizar hace unos siete años, durante dos semanas, en el río Paraguay, tratando de capturar rostros y paisajes fotografiables. En aquella ocasión, nos habíamos referido a las motivaciones de estos hermanos, miembros conspicuos del colectivo Franja Fotográfica, que habían quedado prendados de la misionera ciudad de Santiago de las Misiones, y de otros puntos de la comarca, a cuyos pobladores hicieron partícipes y protagonistas de su actividad artística. Resultado de esta experiencia fueron sendas exposiciones fotográficas en Santiago, Misiones, y en Boadilla de Ríoseco, Palencia, España, mediando entre una y otra, más de 8.000 kilómetros, además del hermanamiento de ciudades paraguayas y españolas. El testimonio de ese amor, cultivado con la distancia, está patente en el paisaje urbano de Santiago, que agregó a la nomenclatura de sus calles el nombre de Río Sequillo, curso de agua que pasa por la ciudad natal de los Melero. Así también, en Boadilla de Ríoseco, el nombre de Río Paraguay, señala a unas de sus calles, desde hace unos años, cuando el entonces embajador en España, Euclides Acevedo, descubrió la plaqueta respectiva. En sus obras, los hermanos Melero tratan de reflejar su gratitud con la tierra y con la gente que se prestaron a ser el objetivo de sus cámaras, a la vez que intentan retener lo que hasta no hace mucho tiempo formaba parte integrante de la cotidianidad, y que hoy son apenas vestigios de un tiempo en permanente fuga, con elementos que apenas son recuerdos, si no ya olvidados. Afectados por los constantes cambios de hábitos cotidianos, la vida en su tierra natal es totalmente diferente a la que conocieron en su niñez: hace años que no queda nada de sus costumbres, hábitos y tradiciones conocidos y practicados por ellos mismos. Ya nada queda de aquellas viejas maneras de moldear o secar al sol los adobes o tapiales; ya nada queda de las formas de segar cereales o de los acarreos comunitarios de pajas y bardas. Tal vez el rápido proceso de esa misma situación, que viven nuestros pueblos de campaña son los que cautivaron a estos fotógrafos. Muchos de nuestros pueblos y villorrios están en franco proceso de cambio, que tal vez, les hace revivir momentos de su niñez... tal vez sean estas situaciones las que les llevan a estos artistas a tratar de retener por medio de sus cámaras esos momentos, esos retratos de la vida en retirada... Memoria compartida se llama la exposición fotográfica que Javier Melero viene a compartir con sus amigos de Santiago, Misiones. Es el fruto de una historia de amor que comenzó allá por 1994, cuando formaba parte de la Ruta Quetzal. En aquella ocasión se prometió a sí mismo volver a Santiago. Y lo hizo dos años después. Y luego, nuevamente volvió años después (1994, 1996 y 1998)* Hoy, nuevamente está en Santiago. Vino a traer el fruto de aquellos retornos: 135 fotografías construidas con retazos de la vida pueblerina de los santiagueños. “En mi primer viaje le prometí a un niño, Hans, unas fotos que nunca le mandé”, recuerda Javier. En una de sus visitas, aquel niño, que luego de varios años ya había dejado de serlo, le reclamó la promesa incumplida. En respuesta a ese requerimiento, desde hace unos días, las imágenes tomadas en los viajes anteriores, están expuestas reunidas en una muestra denominada Memoria compartida, la que quedará como aporte de Javier Melero para servir de acervo de la futura Casa de la Cultura de la ciudad, un proyecto postergado desde hace varios años. Por otra parte, también viene con una propuesta para los jóvenes santiagueños: fondos para la realización de concursos de redacción y de pintura que cuenten “un día en la vida de Santiago, Misiones”, cuyo fruto tal vez, dice, acaben por cruzar el ancho océano para ser compartido por los paisanos castellanos del fotógrafo. En fin. Esta es la historia de un amor fraterno entre un fotógrafo y los habitantes de un pueblo, allá en las onduladas y despejadas campiñas misioneras. Un amor traducido en un cariño entrañable, renovado con cada retorno. * Volvió también en el 2003, 2006, 2008 y por último en julio 2015

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Reportes de prensa

Arte y vida en Tierra de Campos Hay cosas que no se cambian por nada Agencia ical

Los hermanos Melero visten de arte las calles y recovecos de la pequeña localidad palentina de Boadilla de Rioseco, en un proyecto autofinanciado que esperan ir ampliando año a año con obras de otros artistas. Fracisco Javier y Juan Carlos Melero nacieron en Madrid hace 52 años. Hermanos mellizos, hijos de madre soltera, pasaron su infancia entre las paredes de un internado del que sólo podían escapar en los meses de verano para refugiarse en el entorno de libertad que para ellos era la localidad natal de su madre, el pequeño municipio palentino de Boadilla de Rioseco. “Siempre ha sido nuestro pueblo, aunque no hayamos nacido allí”, apunta a Ical Juan Carlos. El tiempo ha pasado y los hermanos Melero son ahora dos veteranos diseñadores gráficos que, desde hace décadas, desarrollan su labor profesional en la empresa Franja Fotográfica. A lo largo de los años han organizado diversas exposiciones temporales en una sala habilitada por el Ayuntamiento local, en un intento de sacar a su pueblo del anonimato, pero fue hace cerca de diez años cuando empezó a cobrar forma un proyecto que hoy es ya una realidad. “Nuestra profesión tiene que ver con la intervención en grandes espacios, empezamos a pensar en hacer algo así en el pueblo, utilizando sus espacios para colgar determinadas obras. Nos pusimos en marcha, recibimos los permisos pertinentes sin problemas, y en la medida en que hemos dispuesto de recursos, porque detrás del proyecto no hay nadie más que nosotros, nos hemos permitido el lujo y el placer de colgar, decorar o intervenir algunas fachadas o calles del pueblo”, explica Juan Carlos. Con el objetivo de “convertir las calles de Boadilla en la sala de arte al aire libre más hermosa del mundo”, en palabras de Javier, el pasado mes de marzo los dos hermanos comenzaron a instalar en el municipio terracampino (que actualmente cuenta con 143 habitantes censados) diferentes piezas realizadas en aluminio, que este fin de semana explican por primera vez en persona a sus convecinos. Esta misma tarde, los dos ofrecerán “una especie de visita guiada” al mural ‘La memoria compartida’, un monumental mosaico integrado por 1.200 fotografías que recogen más de 3.000 rostros de los habitantes del pueblo paraguayo de Santiago Misiones, con el cual Boadilla está hermanada desde 1996. La participación de ambos hermanos en la Ruta Quetzal de 1984, como periodista y fotógrafo respectivamente, les llevó por casualidad a hacer noche en el antiguo reducto jesuita. Tras aquel viaje, Javier regresó allí en seis ocasiones posteriores, promoviendo el hermanamiento y organizando las exposiciones ‘El río Sequillo’, que tuvo lugar en el enclave Latinoamericano, y ‘El río Paraguay’, organizada en Boadilla. Fruto de ambas muestras, esta misma noche a partir de las 21.30 horas se proyectará en las antiguas escuelas del municipio terracampino el audiovisual ‘La vida en el río Paraguay’. Seis obras, para empezar La primera fase del proyecto, ya concluida, incluye la instalación de las seis piezas que actualmente se pueden disfrutar en Boadilla de Rioseco. La primera que se contempla al acceder al pueblo por la carretera de Villada es ‘Tarde de galgos y palomares en Tierra de Campos’, una obra con la cual los hermanos Melero rinden un nostálgico homenaje a anuncios realizados sobre azulejo como los de Nitrato de Chile, que antaño presidían el acceso a tantos núcleos rurales españoles. “Los horizontes y los cielos infinitos invitan en cualquiera de las estaciones del año a dar largos paseos, solos o acompañados. Una tarde del mes de octubre del año 1992, Tino Pérez Decimavilla y sus galgos, Willy y Nuca, salieron a dar un paseo por el camino del cementerio. Aquel paseo quedó registrado en dos fotografías que son las que componen el mural, dedicado a sus padres, Marcelino y Faustina”, apunta Javier. En la vieja estación de tren, actualmente semiderruida, aparece ‘El telegrama’, otra de las piezas, que recoge en acero un poema escrito por Juan Carlos en 1977: “Abusa de esfuerzo y constancia, en lo que tu crees que vales, / y trata de encontrar los males, que alteren tu conciencia. / No quemes la corta existencia, en recordar tiempos fatales, / pues los hechos son pañales, que visten nuestra experiencia”. “La disposición del texto en la fachada recuerda al aspecto de los viejos telegramas. Antes de ser entregado a su destinatario, del telégrafo salía impresa en una fina tira de papel el texto que el operador se encargaba, en una suerte de collage, de cortar y pegar”, explica Javier. Las tres intervenciones restantes se engloban en la serie ‘Disparos en blanco y negro’, y se reparten en tres puntos del pueblo: los soportales de la ermita, la entrada a la Iglesia de El Salvador y la Plaza de Santa María. “Tras muchos años de acumular disparos en blanco y negro, Juan Carlos ha seleccionado seis para estamparlas sobre aluminio. Es como dar la vuelta a las paredes y confundir el interior con el exterior de las casas, las cosas y la calle”, asegura Javier. Juan Carlos, por su parte, explica que el origen de estas piezas es un archivo personal que han acumulado tras veinte años capturando con su cámara retratos, arquitectura e interiores de Boadilla. “De ese archivo pudo haber salido un libro que intentó censurar el antiguo alcalde del pueblo, y que iba a haber publicado 147


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la Diputación de Palencia. Parte de lo que no pudo ser impreso en ese libro, hemos empezado a colgarlo en las calles”, apunta antes de aclarar que se trata de “fotografías que fuimos haciendo con mucho cariño con el paso de los años”. Con ellas, los hermanos intentan “darle la vuelta a algunas paredes de casas que, en muchos casos, se están abandonando o se han restaurado pero permanecen cerradas la mayor parte del año. Dan la sensación, al pasear por el pueblo, de que estás viendo una pared interior desde fuera”. Nuevas fases en proyecto. A esas seis obras, disponibles para cuantos se acerquen a la localidad, se sumarán el próximo año otras tant.as que ya han producido los hermanos Melero. Una de ellas es una instalación realizada ex profeso por el artista guatemalteco Alejandro Noriega, que se instalará el próximo año en la antigua estación. Los Melero permanecen también en conversaciones con Luis Gordillo, pintor sevillano Premio Nacional de Artes Plásticas 1981, y considerado una de las principales figuras del arte abstracto en España, para que se sume al proyecto y realice una obra para la localidad. “Con el paso del tiempo, ojalá no ya los hermanos Melero, sino también otros artistas a los que nosotros tenemos acceso, puedan hacer cosas para ser colgadas sobre alguna fachada o en la calle de Boadilla”, apunta Juan Carlos. Entre los bocetos que barajan para septiembre de 2012, se incluyen intervenciones como ‘Veletas para unas bodegas en barbecho’, donde rendirán tributo a “uno de los rincones más mágicos de todo el perímetro del pueblo”, en palabras de Javier, si bien actualmente sólo quedan en pie algunas bodegas en el camino que llega hasta Villacarralón; y ‘Domando al viento en el camino de la fuente’, una escultura de gran tamaño, formada por planchas de aluminio serigrafiadas por ambas caras con los nombres de Boadillanos y motivos vegetales y arqueológicos. Por el momento, el noroeste palentino ya ofrece un inmejorable ejemplo a otros pueblos que pugnan por no sucumbir víctimas de la despoblación. El arte es la herramienta que los hermanos Melero ofrecen para dinamizar la zona, en un proyecto autofinanciado para el cual no cuentan con ayuda económica de ninguna institución. “La reacción de la gente a esta primera fase, la emoción y el entusiasmo que está despertando entre los vecinos, a mí me ha hecho llorar. Hay cosas que no se cambian por dinero”, concluye Juan Carlos.

En honor a la infancia

Los hermanos Melero cubren de arte las calles y los edificios Santiago Rodríguez / El norte de Castilla Los hermanos Melero cubren de arte las calles y edificios de Boadilla de Rioseco, municipio en el que veraneaban. Francisco Javier y Juan Carlos Melero, nacidos en Madrid hace 52 años, están transformando las calles de Boadilla de Rioseco, de donde proceden sus apellidos y los recuerdos más bonitos de su infancia (es el municipio natal de su madre). «Allí, de pequeños, pasábamos los veranos», señalan los mellizos, que, sin financiación externa, están intentando sacar del anonimato el pueblo que, con los años, «se está quedando vacío». Los hermanos Melero son ahora dos veteranos diseñadores gráficos que, desde hace décadas, desarrollan su labor profesional en la empresa Franja Fotográfica. A lo largo de los años han organizado exposiciones temporales en una sala habilitada por el Ayuntamiento de Boadilla, pero fue hace cerca de diez años cuando empezó a cobrar forma un proyecto que hoy es ya una realidad. «La intención de esta actuación es conseguir que los conductores que pasen por la P-905 y la P-930 hagan un alto en el camino para disfrutar de un paseo exclusivo y original. Con el objetivo de «convertir las calles de Boadilla en la sala de arte al aire libre más hermosa del mundo», en palabras de Javier, el pasado mes de marzo los dos hermanos comenzaron a instalar en el municipio de Tierra de Campos (que actualmente cuenta con 143 habitantes censados) diferentes piezas realizadas en aluminio, que este fin de semana explican por primera vez en persona a sus convecinos. En la tarde de hoy, ofrecerán los hermanos Melero «una especie de visita guiada» al mural ‘La memoria compartida’, un mosaico integrado por 1.200 fotografías que recogen más de 3.000 rostros de habitantes del pueblo paraguayo Santiago de las Misiones, con el cual Boadilla está hermanada desde 1996. Estas obras han sido instaladas en la primavera pasada en seis edificios del pueblo, entre ellos las escuelas viejas, la iglesia y la antigua estación de Feve. A esas seis obras, disponibles para cuantos se acerquen a la localidad, se sumarán el próximo año otras tantas que ya han producido los hermanos Melero. Una de ellas es una instalación realizada ex profeso por el artista guatemalteco Alejandro Noriega, que se instalará el próximo año en la antigua estación. Los hermanos Melero permanecen también en conversaciones con Luis Gordillo, pintor sevillano Premio Nacional de Artes Plásticas 1981, y considerado una de las principales figuras del arte abstracto en España, para que se sume al proyecto y realice una obra para la localidad.

Arte en misión de rescate

Convertir Boadilla de Rioseco, en una galería para salvarlo del olvido Samuel San José / abc.es

La despoblación es uno de los grandes males que asola el entorno rural de Castilla y León. Poblaciones enteras desaparecen al fallecer sus habitantes o emigrar a las ciudades. Pero hay quien se rebela contra esta tendencia y lucha por conservar estas pequeñas joyas del patrimonio castellano y leonés. En este caso el terreno elegido 149


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para librar la batalla contra el olvido es Boadilla de Rioseco, en plena Tierra de Campos palentina, y como arma, el arte. En el bando defensor se encuentran los hermanos Melero, Francisco Javier y Juan Carlos, dos «guerrartesanos», como ellos se definen, que no se resignan. La estrategia de estos dos hermanos es tan novedosa como envidiable. Han convertido el pueblo en una galería de arte con obras realizadas por ellos mismos, expuestas en las paredes de la estación, la iglesia, casas, bodegas, chozos y palomares. «Nos duele ver como un pueblo del que guardamos tantísimos bellos recuerdos cae en el anonimato hasta desaparecer», relata Francisco Javier, «Veníamos todos los veranos de pequeños. Esta es una forma de rendir homenaje al pueblo». Los hermanos Melero cuentan con una larga trayectoria en arte público. Son los autores de otras intervenciones, como las del Metro de Madrid, los aerogeneradores de Fuendetodos y la decoración de las márgenes de alguna autopista. La idea, insisten, es «conseguir que los conductores que pasen por la P-905 y la P-930 hagan un alto para disfrutar de un paseo». El concepto de la exposición, es dar «la vuelta a los muros» y enseñar en el exterior un interior que poco a poco se va quedando vacío. «Estamos realizando esto casi casi sin ayuda institucional, invirtiendo nuestro esfuerzo, nuestro tiempo y en parte nuestros ahorros personales», lamenta Francisco. Aunque pronto esperan tener ayuda y colaboradores. Valgan como ejemplo los montajes «Fotos en B/N», para el que Juan Carlos ha colgado en los soportales de la ermita, en el de la iglesia de El Salvador y en lo que fueron las paredes comunes de una casa que ya no está, unas fotografías tomadas de su archivo e impresas en planchas de aluminio. «Tarde de galgos y palomares» da la bienvenida a Boadilla. Se trata de dos fotos en las que se muestra a uno de los artistas disfrutando de un paseo con dos galgos, Willy y Nuca, y el paisaje de Tierra de Campos dando contexto. La pieza central del proyecto es el montaje «La memoria compartida» un collage realizado con más de 1.200 fotografías de los habitantes de Santiago de Misiones, un pueblo de Paraguay con el que Boadilla está hermanado desde 1996. Más de 3.000 santiagueños están presentes en el mosaico. «Dice el bolero, la distancia no tiene por qué ser olvido, pero miente», explica Javier, «Para eso está la memoria, siempre compartida». Esta conexión con el pueblo paraguayo le da una dimensión internacional al proyecto que cuenta con tres fases. La primera fue la inaugurada el pasado día 14 con las obras de los hermanos. En 2011 y en 2012 se procederá a nuevas inauguraciones y montajes. «Pretendemos superar las 20 instalaciones y contar con más artistas, muchos de ellos sudamericanos», especifican. Si todo sigue el plan de los Melero, en apenas dos años Boadilla se convertirá en la mayor galería de arte al aire libre de Tierra de Campos.

Arte en Tierra de Campos

Seis trabajos con metal y aluminio en Boadilla de Rioseco Sandra Ramos / El norte de Castilla

«Nuestro apellido viene de este pueblo, es el lugar de nuestras raíces y de nuestra infancia. Estudiábamos en un internado y cuando veníamos aquí descubríamos el mundo», así de nostálgico se muestra el diseñador gráfico Juan Carlos Melero, uno de los hermanos que han transformado la localidad palentina de Boadilla de Rioseco en un lugar en el que detenerse a su paso. Juan Carlos y Javier Melero han colocado por todo el pueblo un total de seis obras, de las cuales cinco están hechas sobre aluminio y una sobre placas de metal. El recorrido comienza en las escuelas del municipio, con un cartel en el que aparece el nombre de la localidad con una simulación de azulejo. La segunda parada transcurre en un edificio de paredes grises y oscuras, que se ha visto adornado por un mural en el que Javier Melero ha mezclado un total de 1.200 fotografías de sus seis viajes a Paraguay, en concreto del pueblo hermanado con Boadilla de Rioseco desde 1996, Santiago de Misiones. La obra lleva por título ‘Memoria compartida’, y en ella aparecen más de 3.000 santiagueños. El propósito con el que comenzó el autor este proyecto fue el de «dejar una herencia al futuro de quienes, a muchos kilómetros de mi casa, me abrieron las puertas de la suya», añade Javier Melero. Juego de luces y sombras La ruta sigue, y las tres siguientes paradas transcurren entre dos viviendas y una ermita en las que varias fotos del archivo fotográfico que han mantenido los hermanos Melero a lo largo de los últimos 25 años adornan las fachadas siguiendo la serie ‘Disparos en blanco y negro’, en la que juegan con las luces y las sombras. La última obra está ubicada en la antigua estación, y está compuesta con varias planchas de metal, en las que está plasmada una poesía del fotógrafo y diseñador gráfico Juan Carlos Melero. «Las planchas salieron hace siete meses de una estación en uso del metro de Madrid», indica el autor Juan Carlos Melero. Los vecinos de la localidad se muestran contentos por esta iniciativa, que los autores explicaron mediante una conferencia, en la tarde de ayer.

Cuando un pueblo es un museo

Salvar a Boadilla del anonimato por medio de un proyecto artístico. Clara Felis / Diario El Mundo

Boadilla de Rioseco es un pequeño pueblo de la provincia de Palencia donde viven unos 137 habitantes. La emigración y el paso del tiempo han hecho que la localidad se haya reducido cada vez más. Para luchar contra esa desertización, los hermanos mellizos Francisco Javier y Juan Carlos Melero han iniciado un proyecto artístico “para salvar al pueblo del anonimato al que estaba sometido”, explica Juan Carlos. A pesar de que ambos residen en Madrid, los dos hermanos mantienen una relación especial con este pueblo. “Boadilla ha sido muy importantes en nuestra vida, pues durante nuestra infancia pasábamos los tres meses de verano allí y luego volvíamos al internado donde estábamos”, afirma Juan Carlos. 151


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Esta unión de vivencias y recuerdos ha sido el detonante del trabajo artístico en el cual llevan inmersos ya tres años. Los hermanos y diseñadores han creado 25 obras de arte que se encuentran situadas por diferentes zonas del pueblo: en las paredes, en las calles, en las fachadas de los edificios, en las bodegas o en los chozos. La idea surge por Francisco Javier. “Es él quien ama al pueblo y fue a él a quien se le ocurrió el proyecto. Yo lo hago porque soy su hermano y le quiero”, indica Juan Carlos. Hasta la fecha, el proyecto se ha dividido en tres fases. La primera comenzó en 2010, cuando los hermanos instalaron las primeras piezas, entre las que destacan Tarde de galgos y palomares en Tierra de Campos, El Telegrama o Disparos en Blanco y Negro. El Telegrama es una obra que se encuentra situada en la vieja estación semidestruida de Boadilla. Los dos mellizos le han dado otra lectura al edificio con una poesía que compuso Juan Carlos en 1977. La pieza se llama así porque la colocación de los versos del poema recuerda a la de un telegrama. La obra Disparos en blanco y negro se divide en tres espacios: los soportales de la ermita, la entrada a la iglesia de El Salvador y la plaza de Santa María. En ella, los autores han seleccionado seis fotografías que hicieron durante su juventud para “enseñar los cambios que ha tenido el pueblo a lo largo de estos años”, apunta Juan Carlos, quien reconoce que esta obra es una de sus favoritas por “los momentos que vivimos”. A este conjunto de imágenes que dan voz y ponen rostros a los boadillanos cabe añadir Memoria Compartida. Se trata de un gran mosaico de 1.200 fotomontajes en los que se muestran a 3.000 personas de Santiago de Misiones, el pueblo paraguayo que está hermanado con el palentino desde 1996. Nave de granos o Nave de fieles son obras pertenecientes a la segunda fase (2011). En la última obra, los diseñadores decoraron los tres nichos y la puerta sur de la iglesia San María con estampas religiosas que juntas dibujan la figura de San José con un niño pequeño. “Es la que más aceptación ha tenido”, dice el artista. En este gran museo al aire libre ha jugado un papel relevante el esfuerzo tanto de los dos hermanos como de la gente del pueblo. “La mejor ayuda que podemos tener es que nos dejen los espacios para utilizarlos, que nos apoyen y ayuden con las obras”, afirma Juan Carlos. Dicha colaboración conjunta ha reavivado a la población y cada vez su nombre suena con más fuerza. “Queríamos hacer algo que le diese vida y nos sorprende la acogida que ha tenido y las visitas que se están produciendo”, comenta el artista, quien también destaca que “es una señal de que el camino que hemos tomado es el correcto”. Con estas piezas artísticas Boadilla rememora el pasado y mira al futuro en cada una de sus paredes donde los símbolos, las imágenes y los dibujos representan las esperanzas y los recuerdos de todos aquellos que hicieron historia.

La vida en el río Paraguay

Juan Carlos y Javier Melero pasaron 15 días a bordo del barco Bahía Negra I. Esteban /Bilbao, El Correo. 20 febrero 1998

Los hermanos Juan Carlos y Javier Melero, componentes del equipo Franja Fotográfcia, navegaron durante 15 días a bordo del Bahía Negra, un barco construido en Bilbao en 1967 que hace la ruta desde Asunción, capital de Paraguay, hasta el pantanal brasileño de Corumbá, 1250 kilómetros al norte, cerca de la frontera boliviana. “El interés no estuvo en los magníficos cielos, ni en el paisaje, ni en la flora ni en la fauna, que tuvimos tan a la vista. Viajamos con la exclusiva misión de retratar a cuantos trabajadores fluciales nos encontráramos”, indican los dos fotógrafos, cuyas 23 imágenes de esta aventura se muestran en la sala de exposiciones de la Universidad del País Vasco, hasta el 28 de febrero, agrupadas bajo el título de “La vida en el río Paraguay”. Mecánicos, lavanderas que enseñan a las cámaras sus manos, puestas a remojo doce horas al día, pescadores, niños aguadores y otros protagonistas del río desfilan en blanco y negro por esta exposición que recoge diversos aspectos de las faenas y acontecimientos diarios. Los hermanos Melero enfocan a los tripulantes del Bahía Negra mientras vierten el mate del termo para compartirlo y tomarlo con su ritual, siguen a la gobernanta del barco cuando limpia los camarotes y se acercan a los colonos y asalariados que se han asentado en las orillas. La sala de máquinas, las maniobras de atraque, otras operaciones del barco, además de los momentos de ocio se reflejan en esta instantáneas que juegan con la técnica del claroscuro para sugerir las figuras y dotarlas de intensidad poética.

En torno a dos ríos

Santiago Misiones y Boadilla de Rioseco unidos por un caudal de arte

El Semanal

Durante los meses de agosto, septiembre y octubre, Juan Carlos y Javier Melero, componentes de Franja Fotográfica, colgarán dos exposiciones de temática distinta a más de 8000 kilómetros una de otra. El eje conductor de ambas muestras son dos colecciones de fotografías realizadas en los ríos Sequillo y Paraguay. El reportaje “La vida en el río Sequillo” lo componen cincuenta fotografías en las que se suceden los retratos, la arquitectura y la vida de Boadilla de Rioseco, en Palencia. Similar, aunque bastante lejano, es el reportaje “La vida en el río Paraguay”, que plasma un viaje fluvial durante quince días que permitió a estos dos fotógrafos realizar retratos de los trabajadores del río que desde Asunción, la capital, se dirigían a Corumbá,, en pleno pantanal brasileño, muy cerca de la frontera boliviana. “La vida y el río Paraguay”. Boadilla de Rioseco (Castilla-León). Hasta el 15 de septiembre. “La vida y el río Sequillo”. Asunción, Santiago, Trinidad y Paso Gúembé. Septiembre-Octubre. 153


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El viaje inicial

Memorias de juventud Con el aula a cuestas Francisco Javier Melero

Estudiantes de 36 países han recorrido más de 25.000 kilómetros compartiendo la aventura y el tiempo libre con el estudio. Mientras deshacen sus mochilas, sueñan con volver a la Ruta Quetzal. Con un presupuesto menor que en años anteriores -la crisis también ha afectado a esta novena edición- el grupo Argentaria y la Secretaría de Cooperación Internacional para Iberoamérica, han financiado y respaldado la Ruta Quetzal. Un viaje para cuatrocientos jóvenes de Europa y América nacidos enre 1977 y 1978. Un viaje en el que lo más importante no ha sido trasladarse, aun siendo 25.000 los kilómetros recorridos, sino profundizar en los conocimientos históricos y en el ánimo de revivir la epopeya de los grandes descubrimientos geográficos. En esta ocasión, 452 años después de que Alvar Núñez Cabeza de Vaca descubriera las cataratas de Iguazú y de que recorriese los río Paraná y Paraguay, Miguel de la Quadra, al frente de un magnífico elenco de profesores, y con un apretado programa académico confeccionado por la Universidad Complutense de Madrid, han ido instalando, con más o menos comodidad, las aulas y talleres allá por donde pasaban. Ni los más modernos y sofisticados medios audiovisuales pueden igualar el encanto de recibir lecciones de botánica en la selva que rodea las cataratas de Iguazú, el Pantanal brasileño. Nunca será tan efectiva una clase de historia en las ruinas jesuíticas de Misión Trinidad a cielo abierto o tan especial el momento en el que el profesor interrumpe su explicación, en un aula instalada en la cubierta superior de un barco que remonta un río de aguas tranquilas, para saludar con alegría al pasar la línea del Trópico. ¿Cuántas veces a partir de ahora estos privilegioados estudiantes van a echar de menos el barro impregnado de sus botas durante la clase de ciencias? ¿Serán capaces en sus respectivos colegios de no acordarse más del suave movimiento de un aula navegante? ¿Quién de ellos no esperará ansioso la interrupción del profesor para anunciar que se está cruzando la línea del Trópico? El ambicioso proyecto educativo que es la Ruta Quetzal pretende sobre todo unir a jóvenes de dos continentes porque saben que, a través de esta aventura, se van a cruzar en un camino único en sus vidas. Único porque no va a ser posible recorrerlo de nuevo, salvo delante de unas fotografías y porque, al no establecerse distinciones de ningún tipo, el viaje es el mismo para todos. Los expedicionarios no sólo deben ampliar sus conocimientos, sino que también han de potenciar sus relaciones personales, a fin de que se cree entre ellos un clima de comprensión mutua. La cooperación, la tolerancia y la solidaridad han de cobrar por encima de todo y de todos su más literal sentido. Ellos necesitan encontrar ejemplos en personas de más edad para ver esas virtudes que se predican, y un buen ejemplo para la mayoría fue, sin duda, el que les mostró el actual Coordinador del Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad de Asunción, Miguel Chase-Sardi. A sus muchísimos años añadía mucha más sabiduría y una pasión por los indígenas en general y por los indios Chamacocos en particular fuera de modas y de aniversarios. Inculcó a sus alumnos la misma actitud de tolerancia que él demostraba, a veces con una galantería casi cómica, en debates y conversaciones de sobremesa con su compatriota y también profesor Óscar Ferreiro. El primero ha dedicado una gran parte de su vida a estudiar a las numerosas tribus que pueblan ambas márgenes del río; el segundo, casi de la misma edad, lo ha empleado defendiendo, administrando y ahora vendiendo el mayor latifundio de toda América del Sur: Puerto Casado. No es casual oír de Chase-Sardi que “la tolerancia debe estar limitada sólo por lo intolerable, esto es, la tolerancia no debe ser nunca indiferencia” mientras Ferreiro en una de sus lecciones, afirma que “las democracias relajan y las dictaduras construyen”. La relación entre ambos se transforma cuando el tema de la venta de tierra es el motivo de conversación. El etnólogo mantenía, después de encontrar documentos reveladores, que de ese vastísimo territorio, tan grande como Bélgica, no eran propietarios los descendientes del colono valenciano Carlos Casado, puesto que éste no pagó una cantidad importante del precio establecido por el Gobierno paraguayo de la época. Tampoco lo 155


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El viaje inicial han hecho todavía sus actuales herederos y, sin embargo, lo están vendiendo a inversores extranjeros a través de su agrimensor, el mismísimo Óscar Ferreiro. El tono y las formas de los viejos profesores puso a favor a la mayoría de los estudiantes con quien predicaba que “el respeto a los demás nunca pasará de moda” que con quien afirmaba que “la superficie de la tierra es estática y la demanda, dinámica”. Volviendo a ese espíritu que se intenta potenciar entre los expedicionarios, parece dar la razón a la organización y afortunadamente se peoduce en multitud de casos ese mutuo descubrimiento. No obstante, de no existir alguna desavenencia verbal en un colectivo tan numeroso, podría hablarse de una expedición de diplomáticos más que de una aventura para jóvenes. La separación entre sexos se establece en aquellos aspectos en que puedan entrar en colisión los lógicos intereses de los muchachos y los de la propia organización. Ésta ha de hilar fino en un tema tan delicado, de lo contrario quedaría en entredicho la profesionalidad de los monitores y la responsabilidad de la Ruta Quetzal como garante de la seguridad de todos los expedicionarios. No están permitidos, entonces, los apasionamientos y modos que provocan los primeros amores. La consecuencia inmediata a quienes transgredan esta norma, que está vigente mientras dura la expedición, es la repatriación por muy complicada que pueda ser. El carácter institucional que tiene el viaje les hace ser embajadores del país, comunidad, etnica o pueblo al que pertenecen, y ello ocasiona ante la cantidad ingente de actos y recepciones, unas largas esperas y discursos, momentos que emplean los más espontáneos o faltos de sueño para dormir. Estos jóvenes difícilmente aceptan los monólogos y más si éstos se producen desde una tribuna, y sin embargo están siempre dispuestos a trabajar limpiando, trasladando ladrillos o moviendo el pico y la pala para ayudar, como lo hicieron, en un proyecto de autocontrucción de viviendas denominado Colonia Madrid, en los suburbios de Asunción. O se movilizan con una rapidez que para sí quisieran organizaciones internaciones, sean gubernamentales o no, para recoger medicamentos y entregárselos a alguna comunidad indígena. A la hora de divertirse, es curioso ver cómo en cada grupo (veintidós en total) se ha desarrollado ya una complicidad, una canción o un lema específico. Si se programa un concurso de disfraces no es casual ver a todos los miembros del grupo nueve disfrazados de flor, aunque para ello tengan que pintarse del mismo color que el suelo de proa, y al terminar la fiesta sufran lo que no está escrito con el disolvente y estropajo apropiados para eliminar tan primaveral tono verde de sus pieles. También está el polo opuesto, cuando dos expedicionarios, Fabián, de Miami y Shenton, de Zurich, deciden permutar sus ropas y se presentan el primero disfrazado del segundo y viceversa. El regreso y la memoria El que estos cuatrocientos estudiantes provengan de diferentes clases sociales se aprecia, desde la perspectiva de un adulto, aún yendo uniformados. No deja de ser comprensible que sean las chicas las que reclamen la presencia de todo un capitán de navío en un debate, propuesto y organizado por unas cuantas, sobre el tratamiento de basuras a bordo y ellos los que sugieran una actividad física más intensa. Ahora, que sean ellas las encargadas de buscar pareja porque les va en ello una opípara cena de gala, o recrearse viendo cómo los chicos lavan su propia ropa, produce una grata sensación de igualdad y, ¿por qué no?, de transgresión de roles. El grueso volúmen que se entrega en un principio a cada expedicionario y en el que figura además del programa académico, todas las fotografías y direcciones de los cuatrocientos jóvenes, se convierte los últimos días en una especie de portafirmas o libro de condolencias. Ellos lo llaman “el libros de novios” y sus dedicatorias y los deseos que intercambian serían suficientes para escribir un hermoso artículo. “Si no me creo que he venido, ¿cómo voy a aceptar que tengo que despedirme de todo esto?”. “Lo único que sé es que el barro de mis botas jamás de secará”. Pero ver cómo a estos muchachos se les va desencajando el rostro a medida que se acerca el final, o verles llorar cuando empiezan a separarse, produce una mezcla de alegría y tristeza. Alegría porque se confirma de nuevo que las casi quinientas personas entre expedicionarios, profesores, conferenciantes, periodistas, monitores y organizadores, tienen una estrella o ángel de la guarda que les previene de cualquier percance. ¿Será el mismísimo Miguel de la Quadra Salcedo? La tristeza viene dada desde la perspectiva de quien esto escribe por la necesidad de mantener el tipo y no ponerse a llorar junto a ellos, y porque está a punto de terminar para todos una experiencia de 42 días en directo que a los dieciséis y diecisiete años se graba en alta definición en sus memorias. 157


Santiago, 14 de septiembre de 1994 ¿Magia o milagro? Con unas galletitas se puede hacer magia, como es conseguir de la nada un puñado de sonrisas y a mis primeros amigos en Santiago. Unas galletitas pueden originar un milagro como es encontrar un hijo en el otro lado del mundo. Una de las primeras fotos que hice en Santiago fue a estos estudiantes del colegio Carlos Antonio López (con camisa) y de la escuela Alicia G. de Mora (con bata blanca). Acababa de finalizar el desfile de bienvenida a todo el tropel de la Ruta Quetzal, algo más de 300 personas entre estudiantes, profesores, monitores y periodistas. Tres jinetes a caballo, De la Cuadra, Johannsen y Larré abrieron la marcha; el resto entramos a pie por la única ruta asfaltada que tenía por aquel entonces el precioso pueblo del departamento de Misiones en la República del Paraguay, un país del que solo sabía que estaba en sudamérica y que su capital tenía el mismo nombre que el de uno de mis primeros amores, Asunción. Cuando llegamos a la gran plaza de la antigua reducción jesuítica que fue en su día el pueblo, el desfile terminó. Dos centenares de participantes entraron en la iglesia para asistir a una misa que se iba a oficiar en el dulce idioma guaraní y muchos más, ante la falta de aforo del pequeño templo, se quedaron en los alrededores. Entre ellos el grupo de muchachos de la imagen y yo. A mis primeros amigos santiagueños me los gané sacando de mi macuto como si fuese magia, un paquetito de galletas. Les invité a posar delante de mi cámara comiendo las galletitas y hacerles hablar a la vez. A ver chicos, ¿tenemos la galletita en la boca? Pues entonces decir todos a la vez ¡patata!. Una, dos y tres ¡PA-TA-TAAAA! Entre risas y falta de coordinación por mi parte la cosa no quedó bien a la primera. Mandé a uno de ellos a buscar otro paquete de galletas para repetir la foto. Atentos, una, dos y... tres. ¡PA-TA-TAAAA!. Esta vez si, hicimos la foto. Con las carcajadas algunos trozos de galleta volaron en todas direcciones. Fue mi primer viaje, mis primeras 24 horas en el pueblo y también mis primeras fotos. Hoy hace exactamente 20 años de aquello. Desde entonces he cruzado el Atlántico 12 veces para volver a mi paraíso, un lugar donde podría haber estado en su día el paraíso terrenal. En Santiago he pasado más de 180 días e hice mas de cuarenta mil fotos durante mis viajes para el proyecto La Memoria Compartida. Este es el trabajo más importante de mi vida, una

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labor que nadie me ha encargado, y que consiste en ir fotografiando a buena parte de los habitantes del pueblo e ir observando sus transformaciones faciales. A día de hoy no lo doy por terminado. En la imagen están entre otros, Aage, Adriana, José Felix, Marcos, Laura, Edgar, Gaby, Carlos, Gustavo, Elva y Alba, Bebeto, Gabriela, Guillermo, Cantero y Hans. Todos ellos están en un precioso mural situado en Boadilla de Rioseco, a miles de kilómetros de donde fueron hechas las fotos, mural que inauguró 18 años después, el mitaï que porta la bandera española. En dicho mural están reflejados más de 3000 santiagueños. Santiago y Boadilla están hermanadas desde septiembre de 1996. En Boadilla hay una calle con el nombre del Río Paraguay y en justa correspondencia en Santiago le pusieron a una de las calles más bonitas Calle del Río Sequillo, que es el nombre del hilo de agua que pasa por el pueblo de mis antepasados. Con unas galletitas se puede hacer magia, como es conseguir de la nada un puñado de sonrisas y a mis primeros amigos en Santiago. Unas galletitas pueden originar un milagro como es encontrar un hijo desconocido en el otro lado del mundo, Hans, el niño que portaba la bandera española. Pero eso es otra historia. Unas horas después de hacer esta foto, partía hacia el norte camino del inhóspito Chaco. En la misma plaza donde les hice la foto me despedía, desde la ventanilla de un colectivo, de muchos de ellos. Antes de abandonar el pueblo ya les estaba echando en falta. Entonces aún no me había dado cuenta del cambio que daría mi vida para siempre. Caí en ello cuando, tras doce horas de viaje en avión, llegué a casa y antes de meterme en la cama tomé un café con unas galletas. Al llevarme una a la boca me vinieron a la mente mis amigos de la plaza. No logré conciliar el sueño porque no me les quitaba de la memoria. ¿Que estarían haciendo ahora todos ellos? Miente el bolero; la distancia no tiene por qué ser el olvido. ¡Para eso está la memoria. Siempre compartida! Santiago Misiones, 14 de septiembre de 1994. Madrid 14 septiembre de 2014


La mirada compartida

Un viaje iniciático que cambiaría mi vida 1

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Casi 20 años después de recorrer de norte a sur la República del Paraguay, ahora vuelvo a revivir de nuevo el viaje, escaneando y digitalizando las diapositivas de aquel trabajo. Tanto me gustó el paisaje y el paisanaje que he vuelto a pisar en 6 ocasiones más la colorada tierra del país guaraní. (01) Pescadores en Puerto Casado. En el margen derecho del río Paraguay, antes de llegar a Corumbá, en pleno Pantanal brasileño, existe uno de los mayores latifundios de toda sudamérica donde hay una vieja fábrica de tanino, un producto que se empleaba para curtir la piel. Hoy la materia prima que se extraía del Quebracho, un árbol abundante en las 6.500.000 de hectáreas que tiene la propiedad, ya no la demanda el mercado y la fábrica, que funcionaba en septiembre de 1994 cuando se hizo la foto, hoy está paralizada desde hace ya unos años. La población tiene una densidad de 0,4 personas por kilómetro cuadrado y desde allí partieron los menonitas para internarse y colonizar el Chaco central paraguayo. (02) El Chaco, el río Paraguay y la nave Bahía Negra. El Río Paraguay está entre los 40 ríos más grandes del mundo, con una longitud de 2.625 kilómetros. Nace en Brasil y después de discurrir brevemente por Bolivia cruza Paraguay. Divide a la nación en dos regiones ecológicamente distintas. Al oeste se encuentra el Gran Chaco, considerado el área de bosque seco más grande de América del Sur y la extensión forestal más grande del continente, después del Amazonas. Hacia el otro lado, el Bosque Atlántico del Alto Paraná es uno de los bosques más diversos y amenazados del mundo. El barco Bahía Negra es una nave que se fabricó en unos astilleros bilbaínos en el año 1964 y estaba aún activo como un buque de pasajeros fluvial en Diciembre de 1997. En Abril del 2003 se encontraba parcialmente desmantelado en Asunción. (03) Original centro comercial. Al fondo, dando la espalda a una estampa a la que ya deben estar acostumbrados, dos barcos construídos en un astillero bilbaíno, a miles de kilómetros de allí. Un poco más cerca de una de las orillas del Río Paraguay hay una frágil embarcación, en donde una niña espera a que su padre vuelva. Está comprando una garrafa del carísimo gas importado de Argentina. Atracado a un puerto natural, hoy está el barco que semanalmente abastece a la pequeña población ribereña de un sin fin de productos traídos desde la capital, Asunción. Un joven lava en el río una garrafa en donde pedirá que le pongan un par de litros de alcohol para quemar. Un equilibrista carga con un pesado saco de

harina de mandioca que servirá a los pobladores para hacer pan, dulces y fideos. En la frágil embarcación de madera, los lugareños pueden comprar productos tan dispares como leña, combustible, ropa, alimentos y hasta remedios para la salud. A cuántas grandes superficies les gustaría rentabilizar su espacio como lo hacen los dueños de estos pocos metros cuadrados flotantes. Toda una lección de economía. (04) Quemados por el sol. No pude reflejar en una foto el rostro del pescador. No quise molestarle, estaba tan concentrado con sus rudimentarios aparejos de pesca que no me atreví a llamarle. Aquel hombre estaba sentado, casi haciendo malabares, en la proa de su barquito de madera. Una materia prima, que antaño fue muy abundante, pero que ahora con la explotación de los bosques del país cada día son más escasos; árboles como los cedros, los lapachos y los timbó con el que hacer todo tipo de manufacturas de madera. Él en su frágil embarcación y yo, en un mastodonte de acero fabricado en Europa. O no llevaba mucho tiempo allí, o la pesca es escasa en ese tramo del río. Solo vi una piraña destripada que estaba utilizando como cebo. La caña era una sencilla rama de árbol, el sedal un pequeño cordón rojo. Su piel y su remera estaban quemadas por tanta horas de exposición al sol. En un momento dado, giró la cabeza hacia arriba y me quedé helado, sus ojos de un azul extraño me dejaron cegado, petrificado. No fui capaz de retener esa mirada, la última foto la disparé un par de segundos antes. Malditos carretes de película, aún no había llegado la fotografía digital. Espero que esos ojos no estén muy dañados por el reflejo del sol en el agua, ojalá que sigan viendo para que lo disfruten otros. ¡Yo tengo clavada esa mirada y será para siempre!. (05) La vida en el río. Mientras la señora se pasa y se gana la vida limpiando las vísceras de los animales que “carnean” en un matadero cercano, él se dedica a “platicar” para entretener a su compañera. En muchas partes del Paraguay casi siempre los roles suelen ser muy machistas. En las latitudes donde está Concepción (cerca del trópico de capricornio) a la horas centrales del día, el cerebro no está para procesar muchos datos, la combinación de humedad y el calor hacen que el flujo sanguíneo que llega al cerebro sea más bien escaso.

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Pobre animal (el carneado) pobre señora (por su trabajo) y pobre sintonizador de radio (el compañero). Solo faltaría que el simpatizara con el Olimpia, el Club de futbol más pudiente del país y ella con el Cerro porteño, el de la gente más humilde. ¡Para qué queremos más! (06) Difícil control. El río Paraguay está entre los ríos más grandes de América, tiene una longitud total de 2.625 km. y en buena parte de su recorrido es una frontera natural entre Bolivia/Brasil, Paraguay/Brasil y Argentina/Paraguay. Tan extensas y remotas en algunos puntos de su recorrido que son blanco fácil para el contrabando de todo tipo de mercancías, legales e ilegales, sobre todo en su frontera norte con Brasil. Desde la explotación y contrabando de maderas nobles hasta los vuelos de pequeñas aeronaves que llegan cargadas de marihuana, producida en el país, o de la cocaína, que utilizan el despoblado Chaco para hacer escala con dirección a mercados más rentables económicamente. (07) Por la proa o por la popa. Para desprenderse de los desperdicios orgánicos que se originaban en las dos naves de la expedición, lo más sencillo era lanzarlos directamente al inmenso caudal del río Paraguay. La rica fauna que vive en sus aguas (230 especies de peces y 46 de anfibios) se encargará, en cuestión de minutos, de dar buena cuenta de lo que les llegue desde el exterior. Ninguna de aquellas especies del ecosistema se atrevió a engullir al amigo de la foto. A Sancho González Green no hay boca (no humana) que se atreva a hincarle el diente. Y no por duro, sino por luchador. (08) Expulsados del paraíso El lugar donde está la humilde casa de madera se llama Paso Güembé, en el departamento de Itapúa, en la República del Paraguay. Es un sitio privilegiado por su ubicación, su clima y sus fértiles tierras. Diría que es lo más parecido al Paraíso Terrenal. Nada está artificialmente impuesto en el paisaje, a excepción lógicamente de las casas que habitan sus desperdigados pobladores, los caminos de tierra colorada trazados para los deficientes medios de transportes y los postes de madera de lapacho que sujetan los cables que llevan la energía eléctrica a los hogares. Precisamente manipulando uno de los cables de esos postes, años después de capturada esta imagen, una tarde de fin de año un accidente sesgó la vida del niño del fondo que esta pelando el maíz para dar de comer a sus gallinas. Me enteré de la noticia cuando en otra visita quise entregarle un cuadro con dicha foto. En la casa solo vivía una de sus hermanas. Los padres se fueron del paraíso porque la pena pudo con ellos. Alicia, que así se llama la hermana, me permitió pasar a la pieza (habitación) de Andrés

para que colgase yo mismo el cuadro en la cabecera de lo que fue su cama. En una de las paredes estaba colgada la madera donde solía pelar el maíz a sus gallinas. Estoy seguro que el espíritu del muchacho, aunque no me esperaba, sonrió al verme por allí. (09) No hay muelle. Desembarcando en Bahía Negra (Paraguay), muy cerca de allí, en Puerto Diana hay un asentamiento de indios Chamacocos. La señora que anda descalza es precisamente de la misma etnia. Los chamacocos son un pueblo indígena que viven principalmente junto a la ribera del río en el chaco paraguayo. Hay unos 40 individuos en la zona Brasileña. Durante la guerra del Chaco (1932-35), los indios ayudaron a los soldados paraguayos en la lucha contra los bolivianos, pero cuando terminó la guerra, perdieron sus territorios y tuvieron que negociar su supervivencia étnica con los colonos y nuevos terratenientes paraguayos. ¡Triste pago por sus servicios! (10) Familia Balmaseda El niño que está frente a mi (en la foto de familia de 1994) se llama César y le conocí en la reducción jesuítica de Santísima Trinidad. Aquella mañana el suelo estaba mojado y el (mitaï) chaval andaba descalzo, con la ropa hecha jirones y en el labio, una importante herida. De la mano sujetaba a Fermín, uno de sus hermanos. ¿Por qué no vas al médico a que te cure la herida? Con su pobre castellano acertó a decir “Porque no tengo plata”. En el botiquín de la Ruta Quetzal le curaron y le facilitaron algodón y un frasco de Betadine para futuras curas. En la cantina, junto a la iglesia, compré un refresco para ellos. Lo primero que hizo, después de darme las gracias, fue ofrecerle un trago a su hermanito antes de beber el. Con aquel detalle César me ganó para toda la vida. Una lección de generosidad difícil de observar en gente con más recursos (me incluyo). En la foto estamos delante de la casa de sus padres en Paso Güembé con 7 de sus hermanos. ¡Aquel día faltaban otros dos!. Qué mérito el de Nieves, la madre de todos ellos. He vuelto por allí en cinco ocasiones más. En cada uno de mis viajes siempre he repetido “la foto de la escalera”. A medida que pasaban los años éramos menos en el grupo. La familia menguaba porque las aves volaban del nido. (11) Aula flotante. El abogado, político, escritor y profesor paraguayo Don Carlos Villagra señala un punto en el mapa. Esa húmeda mañana de la recién estrenada primavera austral, daba una clase muy especial (Antropofagia ritual. Canibalismo tupí-guaraní. Dos recetas antropófagas) a los expedicionarios que viajaban en el barco Presidente López, uno de los dos barcos de la expedición. Poco después de la magistral clase de historia, en los comedores de la


nave nos servían una sopa de piraña (un menú barato porque en el río Paraguay sobran). Alguno de los platos venían con las cabezas de los carnívoros peces. Con sus dientecitos y todo. Saludé en guaraní al animal que me tocó a mi, y mirando de reojo a izquierda y derecha y con cierto disimulo, la lancé por la borda. Quería devolver al agua lo que era del río. ¡La sopa estaba buenísima!. (12) Todos en una y a una. El padre, como tantos, no quiere saber nada de responsabilidades. Procurarse alcohol es su única preocupación diaria. Su mujer, hijos y la joven pareja con su criatura duermen en una pieza (habitación) de una casa de madera. La casa solo tiene dos estancias, el dormitorio-salón y la cocina. Donde hacen la comida, calientan el agua para el aseo y tienden la ropa en el invierno, no es más que un espacio sin muebles y con una hoguera en el centro. Cuando tienden dentro, en la época de lluvias o durante el invierno, en la ropa se queda impregnado el olor a madera quemada. A través del olfato se puede reconocer a las familias menos afortunadas. En lo económico, porque son una piña afrontando las adversidades de la vida. ¡Otra lección aprendida! esta vez en la reducción jesuítica de Santísima Trinidad en Itapúa. (13) La Dama del Volvo. Hay Damas muy famosas como la dama de Elche, la dama de Baza, la dama de las Camelias, la primera Dama... Algunas son encontradas después de estar muchos años perdidas en la historia y la mayoría de las veces enterradas durante siglos; otras son famosos personajes literarios y otras son famosas por ser pareja de algún rechoncho presidente de república. No es el caso que nos ocupa. La dama del Volvo se cruzó en mi camino una soleada mañana de septiembre cerca ya de la primavera austral. La señora parecía de cera, irreal, una muñequita en su embalaje original, una caja de madera, porque de madera era la cabina del viejo camión. No quise averiguar si el motor también estaba hecho del mismo material, porque no quería romper la magia de aquella estampa, una escena que parecía sacada de un cuento de Hans Christian Andersen. Cuando les vi llegar, mejor dicho, cuando les oí llegar, porque el viejo motor se dejaba oír desde lejos, me pareció milagroso que aún siguiera funcionando aquel vehículo. El sonriente señor que lo conducía lucía una sonrisa que para sí quisieran muchas de las estrellas de la televisión. Una dentadura de un blanco casi nuclear, que contrastaba con su tez morena y con los innumerables surcos que atravesaban su cara en todas direcciones. Estoy seguro que en aquella piel no se había posado jamás ninguna crema hidratante. El hombre, que debía ser el marido de la muñequita, perdón de la respetable Dama, vestía un pantalón vaquero con

peto, limpio como los chorros del oro aunque algo deteriorado por el uso, estaba remendado y tenía parches a la altura de las rodillas y en una de sus nalgas. El hombre no paraba de hablar mezclando el dulce idioma guaraní y un tosco castellano. Horas antes había visto llegar desde el cielo un aparato voluminoso de muchos colores que se había posado muy lentamente en una de sus tierras, muy cerca de la casa de madera donde ambos vivían. Estaba ordeñando unas vacas cuando vio llegar desde el cielo un enorme globo aerostático. A gritos llamó a su mujer, que estaba terminando de aclarar la colada al sol, para que viese lo que estaba llegando desde el cielo. A la Dama del Volvo, la visión de aquel raro artilugio y de los tripulantes, la había dejado muda. No pronunció palabra desde que llegaron hasta que descargaron la pesada carga de mimbre y nylon. Aquello debió dejarla también de piedra, porque no se bajó del camioncito. No la vi pestañear ni mover un solo músculo. Estuve en un tris de tocarla para ver si era de verdad, de cera, de cartón piedra o de basalto. ¡Igual era una talla hecha de madera, como la cabina del camión!. Volvieron a casa en su viejo Volvo. Santísima Trinidad. Itapúa. Paraguay. 10 Septiembre 1994 (14) Bohemia, bonita y banal. Al señor de la foto le conocí en un viaje fluvial de 12 días por el río Paraguay. Al señor de la foto me lo presentaron un 21 de septiembre cuando empieza la primavera austral, hemisferio donde me encontraba en esos momentos. El señor de la foto, nada más estrecharme la mano, hizo que se parase el riego sanguíneo de mi extremidad. Casi 20 años después aún recuerdo la impresión que me causó aquel apretón y puesto a ser un tanto exagerado diré que aún me dura aquel hormigueo. Las manos de nuestro amigo no están hechas precisamente para posarse en las teclas de un piano, tampoco en el teclado de un Mac y mucho menos en la pantalla táctil de un iPhone. Esas manos están hechas para otras tareas menos finas pero no por ello menos importantes. La labor que desarrollan las manos del trabajador de la Marina mercante paraguaya es la de tener siempre a punto dos grandes motores diésel que son los que mueven la nave Bahía Negra. La nave en la que estaba recorriendo 2.500 kms de cauce fluvial en uno de los ríos más caudalosos de Sudamérica. El barco fue construido en Bilbao, en unos astilleros ya desaparecidos. Ahora el solar donde se botó en 1964 la embarcación, está ocupado por uno de los edificios más singulares del mundo, el Guggenheim, un museo que ha cambiado la fisonomía de toda una ciudad. El barco dejó la ría bilbaína y, atravesando el inmenso Atlántico, llegó a Montevideo. Desde allí, a través del Río de la Plata y el Río Paraguay, arribó en Asunción. A miles de millas de donde nacieron. Hasta hoy.

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(15) Regalo inesperado. Literalmente “llovido del cielo” porque la noche anterior el avión de la compañía paraguaya Transporte Aéreo Militar se precipitó al suelo por un fallo mecánico. La única víctima del desastre fue el piloto. Una de las hélices le sesgó la vida al entrar por la cabina. En ese mismo avión tenía que haber vuelto a Asunción para su regreso a Europa el escritor español Alberto Vázquez-Figueroa. Uno de los insignes conferenciantes del programa académico del viaje. En la imagen parte de la tripulación y técnicos de la compañía llegados a las pocas horas de la capital, Asunción, para analizar sobre el terreno las causas del desastre. (16) Pueblo de pescadores Hace 19 años que pasé por Ita Verá y aún recuerdo las sonrisas y los comentarios de aquellos niños que estaban en un aula con muy pocos medios. Ita Verá es un pequeño puerto y pueblo de pescadores y comerciantes a orillas del Río Paraná en el Departamento de Alto Paraná en la República del Paraguay. Ubicado a 400 km. de Asunción, y a 60 km. de Ciudad del Este. Un pequeño bote sirve de transporte para conectar el Puerto de Ita Verá en Paraguay con el Puerto Wanda en Argentina donde todos los días cruzan cientos de personas de un lado a otro para diversas actividades comerciales. (17) Sonrisas descalzas, calzada tristeza. No sabría decir el nombre de ninguno de aquellos niños, aunque los pregunté en aquel momento. Si puedo decir que la foto está hecha en la margen derecha del río Paraguay, concretamente en en el puerto fluvial de Fuerte Coimbra, muy cerca de la frontera norte con Brasil. No sabría decir la edad de ninguno de ellos, aunque si podría deciros que aquellas criaturas se lo pasaron en grande la escasa media hora que estuvimos esperando para embarcar. Sus rostros lo reflejan. No sabría decir por que yo estoy tan serio estando tan bien acompañado. Seguramente me estaba adelantando a la despedida. Aún hoy, cada vez que veo la imágen siento en mis manos el calor humano que desprendian aquellas criaturas. ¡Me encantaría saber como les trata la vida! Espero que sea justa con ellos. Fuerte Coimbra, República del Paraguay. Octubre 1994 (18) Vidas nuevas en vias muertas. Escuché en algunas ocasiones que en la República del Paraguay el principal producto nacional es la “fabricación” de niños. Los hay por todas partes, la mayoría de ellos casi siempre solos o en pequeños grupos como los de la imagen. Ellos están jugando subidos en un destartalado y viejo carromato en un cruce de vías cerca de una de las entradas de las instalaciones de la Empresa Taninera Carlos Casado. El tren fue en su día una fuente de vida para los pobladores de Puerto Casado y una línea por donde se transportaban tropas

hacia el frente en la contienda que libraron los paraguayos y bolivianos por el control de una parte del inmenso territorio del Chaco. La vía ferrea fue construída por la empresa que explotaba la extracción de maderas que alimentaba el inmenso horno de la fábrica de tanino. Tenía una longitud de casi 150 km hacia el interior del centro del Chaco. Hoy la fábrica de tanino, una sustancia que se utilizaba para el curtido de pieles, está cerrada, la producción ya no era rentable económicamente. Cerrada una de las principales empresas del país, ahora su población vive principalmente de la ganadería y en menor medida de la pesca. Las criaturas ponen una nota de color en un paisaje de viejos caminos de hierro por donde hace tiempo que ya no pasan trenes. (19) El paraíso y la tentación. El joven soldado de la foto se alistó en el ejército paraguayo siendo aún un crío. Muchas familias del país siguen esa costumbre, muy enraizada en los hogares humildes, para que sus hijos reciban una educación y, sobre todo, una ración diaria de alimento con la que llenar el estómago. La mañana en la que se hizo la foto, la del 25 de septiembre de 1994, al niño-soldado de la foto le tocó estar de guardia en lo alto de la fortaleza de Fuerte Olimpo, anteriormente llamado Fuerte Borbón en honor a la dinastía española que reinaba por aquel entonces (s.XVIII). El muchacho de la imagen estaba destinado en aquella sólida construcción de piedra desde hacía un par de años, aburrido y abandonado en un paraíso muy lejos de su frágil casa de madera y de su extensa familia. Casualmente el fuerte fué inaugurado el 25 de septiembre de 1792 (202 años antes de nuestra visita) con el propósito de contener el asedio de los violentos indígenas y la incursión de los bandeirantes portugueses en la disputada frontera norte de las tierras de la corona española en Paraguay. Al chico de la foto le sorprendió, no estaba avisado por sus superiores, otra invasión, en este caso la de una expedición de más de 300 personas que aparecieron por allí en una de las escalas de su viaje al Chaco paraguayo. La irrupción sin previo aviso de tantos jóvenes uniformados le dejó pasmado, embobado y boquiabierto. Nunca antes había visto a una tropa tan extraña como aquella que estaba pasando por delante de su vista. Algunos estudiantes se paraban para fotografiarlo y a el le dió tiempo de hacer un rápido y no tan disimulado escaneado de alguna de las guapas expedicionarias. Aquella misma tarde todas ellas abandonaron el paraiso con las manzanas de la tentación en el fondo de sus macutos. Seguramente José Felix, el muchacho de la foto, se quedó prendado, o inclusive enamorado, de algunas de aquellas mozas de la Ruta Quetzal. ¿Con cual de ellas soñaría esa noche?. Fuerte Olimpo, 25 septiembre 1994. (20) César y el largo camino.


Para asistir a la escuelita de Paso Guembé, nuestro amiguito tiene un largo y tortuoso camino que recorrer. No siempre asiste a clase, dependerá del trabajo de su padre en la chacra (huerta). En tiempos de recogida no hay nada más importante que ayudar en la recolección para que nada se pierda, tan solo unos días de clase. La cultura puede esperar, los tomates, la mandioca, los porotos y demás alimentos básicos, no. Paso Güembé, Itapua. República del Paraguay. Septiembre 1994. (21)¿Qué fue de ellos? El barco Presidente Carlos A. López, estaba aún activo como un buque de pasajeros fluvial en Diciembre de 1997 con la “Ruta Quetzal Argentaria”. Para Abril del 2003 estaba parcialmente desmantelado en Asunción. Presidente Stroessner - En 1989 rebautizado Bahía Negra, y en Dic. 1997 aún activo como buque fluvial de pasajeros con “Ruta Quetzal Argentaria”. Última observación en el 2002 en el puente vial Trans-Chaco sobre el río Paraguay al Norte de Asunción junto a su gemelo semisumergido. (22) El barco cambió su vida. Antes de ocuparse de la salud de la máquina, el señor de la foto vivía en una apartada hacienda dedicado al mantenimiento de una decena de artilugios agrícolas (tractores, sembradoras, cosechadoras) con motores unos cientos de veces más pequeños que los del barco donde vivía a temporadas ahora. Con el señor de la foto pude platicar largamente de nuestras respectivas vidas mientras viajábamos hacia el norte. Con el señor de la foto observábamos extasiados de noche el limpio cielo chaqueño mientras Alfonso, un excelente y alcoholizado arpista, nos deleitaba con melodías de autores paraguayos. Al señor de la foto tuve la tentación de pedirle que me enrolara en su máquina porque aquella vida me parecía mucho más bohemia y bonita y menos banal que la que estaba viviendo en Madrid. Por cierto ¿He dicho el nombre del señor de la foto? Creo que no, se llamaba (espero que se siga llamando) Antonio Aguirre. Un apellido que procede de la misma ciudad donde se botó el Bahía Negra. Cuantos años hará que alguien atravesó el océano, en barco, y llevó hasta esas tierras su apellido. ¡Hasta hoy!. Puerto Juarez. Bolivia. Octubre 1994 (23) Un río de oro. Cuántas idas y venidas y cuántos viajes han hecho juntos los sacrificados animales y sus abnegados dueños. Juntos casi todas las horas del día haciendo lo mismo año tras año. Miles de veces de allá para acá, de una orilla (del río) a la otra (del pueblo). Acarreando agua en una población en las que muy pocos tienen el privilegio de darle a la llave (canilla) para servirse cómodamente desde casa del preciado líquido. Los pequeños equinos trabajando de sol a sol por una ración de

comida. Ellos, hombres curtidos y con la piel acartonada de trabajar a la intemperie, a cambio de unos salarios exiguos que les permiten sobrevivir en una tierra en las que unos pocos lo tienen casi todo. Para ellos el río es un caudal de oro porque llevan toda la vida sacando de el lo justo para ir sobreviviendo. Y en una tierra como la guaraní, es para sentirse muy afortunado. Un tesoro que esperemos no vengan de fuera para llevárselo muy lejos. ¡El agua será, no tardando mucho, más que una fuente de vida y concordia, una fuente de disputas por su explotación!. Ojalá que estos acarreadores (y sus compañeros de trabajo) en el río Paraguay, sigan viendo sus aguas bajando doradas durante mucho tiempo. Vallemí, República del Paraguay. Septiembre 1994 (24) Con el agua hasta el cuello. Nacieron en una de sus orillas y morirán, probablemente, con los huesos desechos de tantas horas sumergidas. Se pasarán la vida dentro del agua trabajando para poder llevar algo de plata a casa. Decenas de mujeres lavanderas que había en las orillas del río Paraguay en Fuerte Olimpo, trabajan de sol a sol, no importa si hace frio o sopla el viento sur de la Patagonia. No tienen derecho a ponerse malas porque ese día no podrán llevar nada a casa, ven poco a sus hijos porque los horarios son interminables. No tienen una compensación digna a tan sacrificada labor, muchas veces solo lo hacen por un plato de comida. Seguramente si no tuviesen hijos no estarían allí mojadas todo el santo día y podrían disfrutar de otra existencia. Lo que realmente les haría llevar una vida más digna es más apoyo por parte de la sociedad y sobre todo de sus maridos. Seguramente mientras ellas estaban caladas hasta los huesos de la oscura agua del río, sus maridos estarían calados (tomando) hasta los tobillos y cansados del esfuerzo de tener que levantar el brazo para llevarse la botella a la boca. Por supuesto que a cubierto del sol, en una buena sombra y cerquita del fuego cuando llega el frio. (25) Un caudal de experiencias. Lo que cunde el tiempo mientras se navega hacia el norte, era un no parar durante todo el día. Levantarse antes del amanecer, arreglar los camarotes, un poco de gimnasia en la cubierta superior de un barco construido hace más de 40 años a miles de kilómetros. Aseo antes de desayunar, las primeras clases del día, talleres de diferentes disciplinas artísticas mientras llega la hora del almuerzo. Un poco de descanso, vuelta a las clases y a los talleres, visita en tierra a algunas de las comunidades de indígenas que vivían en la ribera del río... Durante los 15 días que duró la travesía de 1250 kms desde Asunción a Corumbá en la frontera brasileña y vuelta a la capital, a muy pocos expedicionarios les dió tiempo para aburrirse. A los compañeros de camarote del grupo 14, el griego Sotiris Zois y al español Christian Avón, tampoco.

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Blog

lamemoriacompartida.wordpress.com. Nuestro Blog está abierto las 24 horas del día. En él encontrarás toda la memoria visual y emocional de Santiago Misiones, desde el comienzo el 14 de septiembre de 1994 hasta la última foto de la serie hecha en mayo de 2015. En esta dirección tienes La Memoria Compartida al alcance de tu mano. ¡Y de tus ojos!

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Video

Con el video hemos dado más de una vuelta por el mundo Una ventana abierta a los cuatro puntos cardinales A 18 de mayo de 2015, hay 194 países en el planeta de los que ya hemos conquistado 96. Desde Misiones, hemos abierto una ventana a todo aquel, por muy lejano que esté, desde la que asomarse al mundo. Para que vean quienes somos y sepan lo que hacemos.

Memoria Compartida (II)

Un viaje a la memoria

Memoria Compartida (I)

Los Santiagueños son gente muy amable, fotogénica y abierta. El proyecyo consiste en ir fotografiando a parte de sus habitantes e ir viendo sus transformaciones faciales a lo largo de todos estos años.

Un turista accidental quedó prendido del lugar y sobre todo de los habitantes de Santiago. Fue en septiembre de 1994, aquel día comenzó, sin saberlo, el trabajo más gratificante e importante de su vida.

Memoria Compartida (III)

Memoria Compartida (IV)

Antes y después

Colección de imágenes

Homenaje a las madres (I y II)

Nidia en la memoria

El viaje inicial al corazón de América del sur lo hice navegando 1250 kilómetros durante 20 días por el río Paraguay, desde la capital Asunción hasta Corumbá en pleno pantanal brasileño. Inolvidable.

Madres muy jóvenes, padres poco responsables. Hijos que piensan diferente a sus progenitores, ancianos sin pensiones. Y miles de niños que llenan con sus gritos y juegos los patios de las escuelas.

La primera vez que visité Santiago Misiones fue en el 2006. Por aquel entonces aún no había cumplido los 7 años y no dudé un momento en hacer un viaje con mis padres de miles de kilómetros.

Boadilla de Rioseco en España y Santiago Misiones en Paraguay son dos pueblos separados por miles de kilómetros pero muy cercanos en lo afectivo. Ambos pueblos están hermanados desde 1996.

Hay un día en el calendario que alguien ha decidido que sea el día de la madre. El que lo decidió no debía querer mucho a la suya. Porque no hay un solo día que no sea de nuestras madres.

El motivo de este video es hacer oficial la invitación al niño que fotografié la primera vez que fui, el 14 de septiembre de 1994, mientras portaba una bandera española en Santiago Misiones, Paraguay.

Una mujer que se fue y que nos dejó una generosa herencia humana. Mi homenaje por medio de ella a sus hijas y a todas las madres del Paraguay. Especialmente las de Santiago-Misiones. 165


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Silueteado jinete y montura

Foto original sin retoques

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Fondo de unos รกrboles de Santiago

Silueta y recuadro blanco


Proceso elaboración

Proceso de elaboración de la serie

Un sello muy particular. Todas y cada una de las 1569 fotos que conforman hasta el momento la colección de la Memoria Compartida tienen un proceso similar en su ejecución. Partiendo de la foto original, se siluetea digitalmente al protagonista y luego se van añadiendo diferentes elementos en distintas capas. Para rematar el montaje le añadimos a todas el característico recuadro blanco. El tiempo de elaboración varía, dependiendo sobre todo de la dificultad del silueteado, entre una hora y más de dos en algunos casos.

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Resultado final Memoria Compartida IV - 45 Lorenzo Amarilla (Tio Chocho) Fecha: 4 Julio 2008 / 07:19 Archivo: P1060765.JPG Fecha de creación 8/08/2008 – 08:05 Tamaño: 18x13 Resolución: 550ppp

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EL RELATO EMOCIONAL DE UN PUEBLO DE MISIONES Hasta que pierda mi memoria y no la pueda compartir. FJM_

www.lamemoriacompartida.wordpress.com

www. franjamelero.com



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