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Franklin Angeles
Duermo sin tregua, al amparo de la nada que es todo y viceversa. Respiro. Pulso sin tiempo. (...) Gimo con pasmosos latidos, que se comprimen con violencia febril, en los senderos extraviados del cerebro repentinamente asaltado por la soberbia velocidad de una ráfaga de acertijos. Grito. ¡Grito! ¡¡Grito!! Rabio al compás de todas las probabilidades de la impotencia, con los ojos revueltos, en la luz de una espectral confusión.