Lars

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Biografía Claudia Lars, seudónimo literario de la poeta salvadoreña Margarita del Carmen Brannon Vega, nació en 1899 en la ciudad de Armenia, Sonsonate. Su padre de origen irlandés y su madre salvadoreña, le confiaron sus primeros estudios a una reconocida educadora. Posteriormente los continuó en la ciudad de Santa Ana. A la edad de veinte años publicó sus primeros poemas y luego se radicó en Nueva York donde contrajo matrimonio en 1923. Vivió algunos años en Cos ta Rica, México y Guatemala, y sólo hasta 1946 ya separada de su marido, regresó a su país don de vivió hasta su muerte ocurrida en 1974.Recibió numerosas distinciones y antes de su muerte le fue concedido el doctorado Honoris Causa por la Universidad José Simeón Cañas. Su obra, caracterizada por el dominio de la métrica, la profundidad en la expresión de sus sentimientos y la pureza del lenguaje, la convierten en una de las grandes exponentes del panorama poético hispanoamericano. “Estrellas en el Pozo» en 1934, «Romances de Norte y Sur» en 1946, «Donde llegan los pasos» en 1953, «Sobre el Ángel y el Hombre» en 1962, «Del fino Amanecer» en 1964 y «Poesía Última» en 1972, hacen parte de su excelente producción literaria.

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Poeta Soy Dolor del mundo entero que en mi dolor estalla, hambre y sed de justicia que se vuelven locura; ansia de un bien mayor que el esfuerzo apresura, voluntad que me obliga a ganar la batalla. Sueño de toda mente que mi mente avasalla, miel de amor que en el pecho es río de dulzura; verso de toda lengua que mi verso murmura, miseria de la vida que mi vergüenza calla. Poeta soy? y vengo, por Dios mismo escogida, a soltar en el viento mi canto de belleza, a vivir con más alto sentido de nobleza, A buscar en la sombra la verdad escondida. ¡Y las fuerzas eternas que rigen el destino han de volverme polvo si equivoco el camino!

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Sueño Fui por el aire, tras la luz caída, pisando signos y colores planos y llevaba, desnuda, entre las manos, la flor de ayer, alzando nueva vida. Una paloma leve y abstraída buscó la espiga de celestes granos y en caminos profundos y lejanos quedó mi propia forma detenida. Derribadas murallas, botadura de un nuevo corazón a la dulzura y el miedo y el amor cruzando espadas. A la deriva un ¡ay!... de no sé dónde, y la muerte, impasible, que se esconde en reflejo de caras olvidadas.

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Sirena Va sobre espuma alzada, casi en vuelo, sin rozar el navío ni la roca y la distancia abierta la provoca un doloroso afán de agua y de cielo. El canto suelto, desflecado el pelo, de la tierra inocente, grave y loca; encendidos los sueños y en la boca la extraña sangre de una flor de hielo. No es el tritón quien le transforma el pecho, ni el querubín se inflama entre sus labios para beber después llanto deshecho. Un hombre, nada más... Con brazos sabios la tiende sobre el peso de la tierra y allí se arrastra dulcemente en guerra.

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Estrella Estrella... más que vista, presentida. -¿Dardo de luz o brasa que levanto?Alta en el cielo y en razón de llanto tras la retina por milagro hundida. En el sueño y la sangre derretida. Doliendo allí, perdida con espanto. Casi tocada en la raíz del canto y eternamente libre y perseguida. Reflejo. Sin embargo, propia lumbre. Clavo del hueso, signo de la cumbre, ojo de soledad y lejanía. Sitiada siempre, pero esquiva al tacto. Doble. Juntando al fin su don exacto en este humilde afán de la poesía.

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Rosa Color redondo, carne dulce y fina, abierto corazón de primavera; llama fugaz en tierra pajarera, columna de evidencia matutina. Goce de abril, inútil bailarina de la sangre y la luz en la frontera, comunicada con la vida entera por el silencio amargo de la espina. Externa y pura, más del lodo alzada. En el cristal cautiva y condenada sin alarde se dobla o se refleja. Basura de agonía cuando acabe... ¡Y mi lengua extraviada que no sabe el idioma del duende y de la abeja!

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Sueño Fui por el aire, tras la luz caída, pisando signos y colores planos y llevaba, desnuda, entre las manos, la flor de ayer, alzando nueva vida. Una paloma leve y abstraída buscó la espiga de celestes granos y en caminos profundos y lejanos quedó mi propia forma detenida. Derribadas murallas, botadura de un nuevo corazón a la dulzura y el miedo y el amor cruzando espadas. A la deriva un ¡ay!... de no sé dónde, y la muerte, impasible, que se esconde en reflejo de caras olvidadas.

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Romance de la noche más Bella Nos fuimos -noche de Octubrepor la larga carretera. Ya no llovía. La luna era una luna canela. Cara plácida y redonda. Cara de madrina buena. Sonrisa de plata y ámbar. Maravillosa hilandera. […] Entonces la luna sabia nos enredó en su madeja: tibia suavidad de encanto, nido de lumbre magnética, red de plata que aprisiona, trenza de sutiles hebras... […] Después... Nunca fue una noche mejor que la noche aquella. Húmeda noche fragante. Noche de luna canela. Frente al lagar de la muerte encendió la vida bella, como una rosa gigante, su llama de veinte leguas. ¡Flor que nacía en el barro y besaba las estrellas! Así, nadie adivinó la dulzura que era nuestra. Sólo la luna sabía. Pero la luna es discreta. 9


Porque soy vagabunda Porque soy vagabunda conozco los caminos húmedos y fragantes que en el monte se enroscan; los que suben despacio al nido de la fuente; los que se traga el bosque con su boca de sombra. […] El viento me ha contado cuentos de maravilla ofreciendo, al pasar, lo que lleva en su alforja: olor de balsamera, de yerbas, de racimos, y todos los rumores de la tierra redonda. La tonada del río, entre juncos y breñas, me da el sentido exacto que hay en las siete notas; y aprendo el equilibrio y la gracia del ritmo en el vaivén azul y lento de las olas. [….] La noche me regala sus gajos de luceros, la luciérnaga mínima su llamita temblona, el grillo su chillido clavado en el silencio y el murciélago huraño su vuelo de alas flojas. Porque soy vagabunda toda belleza es mía y mío es el deleite que los demás ignoran. ¡Suelto mi canto vivo como el pájaro libre y tengo el alma diáfana, esponjada y gozosa!

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Espejo Miré a la dulce niña del pasado con piel ansiosa y con el ojo puro, dibujando su forma contra el muro donde el amor la había equivocado. Era yo misma... cuerpo ya olvidado, gesto de ayer y corazón seguro; simple inocencia en el afán oscuro y secreto del canto inaugurado. Estaba allí, casual y sensitiva, dueña del dardo y la manzana viva en trémula quietud y extraño aliento. Toqué su falda de vergel y danza, entré en el corazón de la esperanza, y recogí el engaño del momento.

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Franklin Benjamín Pérez Vásquez 61-0685-2014


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