La Tierra, imponente y dominante, convocó al Viento, su Viento, que la acariciaba y le daba placer cómo ningún otro podía hacerlo. Así, en un día caluroso, inclemente, de esos de verano, la Tierra no logró controlar sus ímpetus y junto al Viento se volvieron uno solo. De este pacto lleno de éxtasis, se fecunda la inocente criatura que quiere descubrir los secretos de la creación.
Inocente, de piel brillante debido a la misma luz que guarda dentro de sí, creció con un carácter propio de su naturaleza, indomable y atrevida. Con sus delicados movimientos recorría la tierra, los demás elementos placidos y a merced de los deseos de la sílfide encantada.
Su figura está ahora erguida, mostrando su imponencia. Pero no es ególatra. Con su sonrisa, miradas y acciones gentiles, ella tiene todo para transformar su entorno: es una Terra Femme.