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Autor: Freddy Hernández Titulo: Edad Media Año de Publicación: Julio 2014
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suevos
Indice Historia de la Edad Media
Pag.08 Cristianismo y la simbología del período medieval
Pag.10
Manuscritos y libros medievales
Pag.12 Tipografías antiguas
Pag.14
Heráldica
Pag.16 Estandarte
Pag.17
Historia de la Edad Media
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a Edad Media, Medievo o Medioevo es el período histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo V y el XV. Su comienzo se sitúa convencionalmente en el año 476 con la caída del Imperio romano de Occidente y su n en 1492 con el descubrimiento de América,1 o en 1453 con la caída del Imperio bizantino, fecha que tiene la singularidad de coincidir con la invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el n de la Guerra de los Cien Años. Actualmente los historiadores del periodo preeren matizar esta ruptura entre Antigüedad y Edad Media de manera que entre los siglos III y VIII se suele hablar de Antigüedad Tardía, que habría sido una gran etapa de transición en todos los ámbitos: en lo económico, para la sustitución del modo de producción esclavista por el modo de producción feudal; en lo social, para la desaparición del concepto de ciudadanía romana y la denición de los estamentos medievales, en lo político para la descomposición de las estructuras centralizadas del Imperio romano que dio paso a una dispersión del poder; y en lo ideológico y cultural para la absorción y sustitución de la cultura clásica por las teocéntricas culturas cristiana o islámica (cada una en su espacio). Suele dividirse en dos grandes períodos: Temprana o Alta Edad Media (siglo V a siglo X, sin una clara diferenciación con la Antigüedad Tardía); y Baja Edad Media (siglo XI a siglo XV), que a su vez puede dividirse en un periodo de plenitud, la Plena Edad Media (siglo XI al siglo XIII), y los dos últimos siglos que presenciaron la Crisis de la Edad Media o del siglo XIV. Aunque hay algunos ejemplos de utilización previa, el concepto de Edad Media nació como la segunda edad de la división tradicional del tiempo histórico debida a Cristóbal Cellarius (Historia Medii Aevi a temporibus Constantini Magni ad Constaninopolim a Turcis captam deducta (Jena, 1688),3 quien la consideraba un tiempo intermedio, sin apenas valor por sí mismo, entre la Edad Antigua identicada con el arte y la cultura de la civilización grecorromana de la Antigüedad clásica y la renovación cultural de la Edad Moderna -en la que él se sitúa- que comienza con el Renacimiento y el Humanismo. La popularización de este esquema ha perpetuado un preconcepto erróneo: el de considerar a la Edad Media como una época oscura, sumida en el retroceso intelectual y cultural, y un aletargamiento social y económico secular (que a su vez se asocia con el feudalismo en sus rasgos más oscurantistas, tal como se denió por los revolucionarios que combatieron el Antiguo Régimen). Sería un periodo dominado por el aislamiento, la ignorancia, la teocracia, la superstición y el miedo milenarista alimentado por la inseguridad endémica, la violencia y la brutalidad de guerras e invasiones constantes y epidemias apocalípticas.renovación cultural de la Edad Moderna -en la que él se sitúa- que comienza con el Renacimiento y el Humanismo. La popularización de este esquema ha perpetuado un preconcepto erróneo: el de considerar a la Edad Media como una época oscura, sumida en el retroceso intelectual y cultural, y un aletargamiento social y económico secular (que a su vez se asocia con el feudalismo en sus rasgos más oscurantistas, tal como se denió por los revolucionarios que combatieron el Antiguo Régimen). Sería un periodo dominado por el aislamiento, la ignorancia, la teocracia, la superstición y el miedo milenarista alimentado por la inseguridad endémica, la violencia y la brutalidad de guerras e invasiones constantes y epidemias apocalípticas. Sin embargo, en este largo período de mil años hubo todo tipo de hechos y procesos muy diferentes entre sí, diferenciados temporal y geográcamente, respondiendo tanto a inuencias mutuas con otras civilizaciones y espacios como a dinámicas internas.
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Muchos de ellos tuvieron una gran proyección hacia el futuro, entre otros los que sentaron las bases del desarrollo de la posterior expansión europea, y el desarrollo de los agentes sociales que desarrollaron una sociedad estamental de base predominantemente rural pero que presenció el nacimiento de una incipiente vida urbana y una burguesía que con el tiempo desarrollarán el capitalismo. Lejos de ser una época inmovilista, la Edad Media, que había comenzado con migraciones de pueblos enteros, y continuado con grandes procesos repobladores (Repoblación en la Península Ibérica, Ostsiedlung en Europa Oriental) vio cómo en sus últimos siglos los antiguos caminos (muchos de ellos vías romanas decaídas) se reparaban y modernizaban con airosos puentes, y se llenaban de toda clase de viajeros (guerreros, peregrinos, mercaderes, estudiantes, goliardos) encarnando la metáfora espiritual de la vida como un viaje (homo viator). También surgieron en la Edad Media formas políticas nuevas, que van desde el califato islámico a los poderes universales de la cristiandad latina (Ponticado e Imperio) o el Imperio bizantino y los reinos eslavos integrados en la cristiandad oriental (aculturación y evangelización de Cirilo y Metodio); y en menor escala, todo tipo de ciudades estado, desde las pequeñas ciudades episcopales alemanas hasta repúblicas que mantuvieron imperios marítimos como Venecia; dejando en la mitad de la escala a la que tuvo mayor proyección futura: las monarquías feudales, que transformadas en monarquías autoritarias preguran el estado moderno.
De hecho, todos los conceptos asociados a lo que se ha venido en llamar modernidad aparecen en la Edad Media, en sus aspectos intelectuales con la misma crisis de la escolástica. Ninguno de ellos sería entendible sin el propio feudalismo, se entienda éste como modo de producción (basado en las relaciones sociales de producción en torno a la tierra del feudo) o como sistema político (basado en las relaciones personales de poder en torno a la institución del vasallaje), según las distintas interpretaciones historiográcas. El choque de civilizaciones entre cristianismo e islamismo, manifestado en la ruptura de la unidad del Mediterráneo (hito fundamental de la época, según Henri Pirenne, en su clásico Mahoma y Carlomagno7 ), la Reconquista española y las Cruzadas.
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Cristianismo y la simbología del período medieval
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a expansión del cristianismo entre los bárbaros, el asentamiento de la autoridad episcopal en las ciudades y del monacato en los ámbitos rurales (sobre todo desde la regla de San Benito de Nursia -monasterio de Montecassino, 529-), constituyeron una poderosa fuerza fusionadora de culturas y ayudó a asegurar que muchos rasgos de la civilización clásica, como el derecho romano y el latín, pervivieran en la mitad occidental del Imperio, e incluso se expandiera por Europa Central y septentrional. Los francos se convirtieron al catolicismo durante el reinado de Clodoveo I (496 ó 499) y, a partir de entonces, expandieron el cristianismo entre los germanos del otro lado del Rin. Los suevos, que se habían hecho cristianos arrianos con Remismundo (459-469), se convirtieron al catolicismo con Teodomiro (559-570) por las predicaciones de San Martín de Dumio. En ese proceso se habían adelantado a los propios visigodos, que habían sido cristianizados previamente en Oriente en la versión arriana (en el siglo IV), y mantuvieron durante siglo y medio la diferencia religiosa con los católicos hispano-romanos incluso con luchas internas dentro de la clase dominante goda, como demostró la rebelión y muerte de San Hermenegildo (581-585), hijo del rey Leovigildo). La conversión al catolicismo de Recaredo (589) marcó el comienzo de la fusión de ambas sociedades, y de la protección regia al clero católico, visualizada en los Concilios de Toledo (presididos por el propio rey).
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Los años siguientes vieron un verdadero renacimiento visigodo20 con guras de la inuencia de san Isidoro de Sevilla (y sus hermanos Leandro, Fulgencio y Florentina, los cuatro santos de Cartagena), Braulio de Zaragoza o Ildefonso de Toledo, de gran repercusión en el resto de Europa y en los futuros reinos cristianos de la Reconquista (véase cristianismo en España, monasterio en España, monasterio hispano y liturgia hispánica). Los ostrogodos, en cambio, no dispusieron de tiempo suciente para realizar la misma evolución en Italia. No obstante, del grado de convivencia con el papado y los intelectuales católicos fue muestra que los reyes ostrogodos los elevaban a los cargos de mayor conanza (Boecio y Casiodoro, ambos magister ofciorum con Teodorico el Grande), aunque también de lo vulnerable de su situación (ejecutado el primero -523- y apartado por los bizantinos el segundo 538-). Sus sucesores en el dominio de Italia, los también arrianos lombardos, tampoco llegaron a experimentar la integración con la población católica sometida, y su divisiones internas hicieron que la conversión al catolicismo del rey Agilulfo (603) no llegara a tener mayores consecuencias.
El cristianismo fue llevado a Irlanda por San Patricio a principios del siglo V, y desde allí se extendió a Escocia, desde donde un siglo más tarde regresó por la zona norte a una Inglaterra abandonada por los cristianos britones a los paganos pictos y escotos (procedentes del norte de Gran Bretaña) y a los también paganos germanos procedentes del continente (anglos, sajones y jutos). A nales del siglo VI, con el Papa Gregorio Magno, también Roma envió misioneros a Inglaterra desde el sur, con lo que se consiguió que en el transcurso de un siglo Inglaterra volviera a ser cristiana. A su vez, los britones habían iniciado una emigración por vía marítima hacia la península de Bretaña, llegando incluso hasta lugares tan lejanos como la costa cantábrica entre Galicia y Asturias, donde fundaron la diócesis de Britonia.
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Esta tradición cristiana se distinguía por el uso de la tonsura céltica o escocesa, que rapaba la parte frontal del pelo en vez de la coronilla. La supervivencia en Irlanda de una comunidad cristiana aislada de Europa por la barrera pagana de los anglosajones, provocó una evolución diferente al cristianismo continental, lo que se ha denominado cristianismo celta. Conservaron mucho de la antigua tradición latina, que estuvieron en condiciones de compartir con Europa continental apenas la oleada invasora se hubo calmado temporalmente. Tras su extensión a Inglaterra en el siglo VI, los irlandeses fundaron en el siglo VII monasterios en Francia, en Suiza (Saint Gall), e incluso en Italia, destacándose particularmente los nombres de Columba y Columbano.
Las Islas Británicas fueron durante unos tres siglos el vivero de importantes nombres para la cultura: el historiador Beda el Venerable, el misionero Bonifacio de Alemania, el educador Alcuino de York, o el teólogo Juan Escoto Erígena, entre otros. Tal inuencia llega hasta la atribución de leyendas como la de Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes, bretona que habría efectuado un extraordinario viaje entre Britania y Roma para acabar martirizada en Colonia.
Manuscritos y libros medievales
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urante el periodo medieval no había muchas otras prácticas de pintura utilizadas tan regularmente como los frescos y las miniaturas. Éstas últimas, eran ilustraciones que posteriormente se irán anexando a los manuscritos. Dichas imágenes no sólo estaban relacionadas de manera generalizada con el tema expuesto, también eran un compendio codicado a través del uso de símbolos y del color. “... Se llega así a atribuir signicados positivos o negativos también a los colores, aunque los estudiosos ofrezcan a veces opiniones contradictorias respecto al signicado de determinado color... para el simbolismo medieval una cosa puede tener incluso dos signicados opuestos según el contexto en el que se contempla...” Umberto Eco, Historia de la belleza. La decoración casi ritual de las cubiertas y los pergaminos son sólo una muestra de la importancia que se les daba, pues el nalizar una sola copia podía llevarles varios años. Asimismo, los manuscritos solían ser tanto textos clásicos como nuevas producciones, por lo que son en sí mismos, contenedores del pensamiento humano e historia social de la época.
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Durante la antigüedad se solían utilizar papiros para los manuscritos, pero con la llegada del pergamino fueron perdiendo utilidad, pues la composición de piel hizo de aquel una herramienta mucho más económica y práctica, debido a que, además de su mejor perdurabilidad, el grosor permitía utilizarlo por ambos lados. El procedimiento de manufactura reconoce el estado de la piel, pues de ella depende el resultado nal; suele llamársele pergamino al elaborado con el cuero de un animal medrado y vitela al transformado de un animal joven, pues es ésta la que permite ejecutar hojas más nas.
En la Edad Media se lleva a cabo una signicativa producción de textos, y es en la zona británica donde se logra una brillante ejecución de los manuscritos que posteriormente evolucionarán al codex, es decir, el actual formato conocido para los libros. También es gracias a los celtas que se abren paso a las miniaturas de los manuscritos iluminados, los cuales cobran un gran auge y se seguirán utilizando alrededor de ocho siglos después. La forma predominante del libro en la Antigüedad clásica era el rollo, rotulus, que medía un promedio de entre 6 y 9 metros de longitud. Se diferenciaba entre rollos de pergamino, el llamado rotulus, y el rollo de papiro, llamado volumen. El pergamino recibe su nombre de la ciudad de Pérgamino y su uso está documentado desde el siglo ii ac. Se fabricaba con pieles de corderos, cabras y becerros. Fue sustituido por el papel alrededor del siglo xv. El papiro, por su parte, fue utilizado por los egipcios desde principios del siglo IIIac. Esta planta, que crece a orillas del Nilo era cortada en tiras muy nas que se superponian y apretaban una contra otra en direccion horizontal y vertical. Las piezas se pegaban en rollos largos y eran vendidas de ese modo. El libro en formato de rollo conllevaba unaserie de dicultades para la lectura, esencialmente se trataba de un problema de espacio y de velocidad (era muy dicil buscar citas en ellos). Desde el siglo IV d.c. el códice fue sustituyendo al rollo.
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Tipografías antiguas
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n el siglo XVI se producen interesantes recopilaciones de fuentes documentales medievales que buscan un método crítico para la ciencia histórica. El Romanticismo y el Nacionalismo del siglo XIX revalorizaron la Edad Media como parte de su programa estético y como reacción anti-académica (poesía y drama románticos, novela histórica, nacionalismo musical, ópera), además de como única posibilidad de encontrar base histórica a las emergentes naciones (pintura de historia, arquitectura historicista, sobre todo el neogótico labor restauradora y recreadora de Eugène Viollet-le-Duc- y el neomudéjar). Los abusos románticos de la ambientación medieval (exotismo), produjeron ya a mediados del siglo XIX la reacción del realismo. Otro tipo de abusos son los que dan lugar a una abundante literatura pseudohistórica que llega hasta el presente, y que ha encontrado la fórmula del éxito mediático entremezclando temas esotéricos sacados de partes más o menos oscuras de la Edad Media (Archivo Secreto Vaticano, templarios, rosacruces, masones y el mismísimo Santo Grial). Algunos de ellos se vincularon al nazismo, como el alemán Otto Rahn.
Por otro lado, hay abundancia de otros tipos de producciones artísticas de cción de diversa calidad y orientación inspiradas en la Edad Media (literatura, cine, cómic). También se han desarrollado en el siglo XX otros movimientos medievalistas: un medievalismo historiográco serio, centrado en la renovación metodológica (fundamentalmente por la incorporación de la perspectiva económica y social aportada por el materialismo histórico y la Escuela de los Annales) y un medievalismo popular (espectáculos medievales, más o menos genuinos, como actualización del pasado en el que la comunidad se identica, lo que se ha venido en llamar memoria histórica). Durante la Edad Media, la cultura del libro giraba en torno a los monasterios cristianos, de los cuales podría decirse que hacían de casas editoriales en el sentido moderno del término. Los libros no eran impresos, sino escritos por monjes especializados en esta tarea que eran llamados copistas; ellos desarrollaban su trabajo en un lugar que había en la mayoría de los monasterios llamado scriptorium que contaba con una biblioteca y un salón con una especie de escritorios similares a los atriles de las iglesias de la actualidad. En este lugar, los Monjes transcribían los libros de la biblioteca, ya fuera por encargo de un señor feudal o de otro monasterio.
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Material tipográfico: El metal que se emplea para la fabricación de caracteres y demás material tipográco se obtiene con una aleación de plomo, antimonio y estaño. El plomo se usa por la fácil fusión y para que la aleación sea dúctil y compacta. El estaño sirve para endurecer y evitar la oxidación. El antimonio sirve para dar más resistencia al metal con el n de que no se aplaste tan fácilmente durante las repetidas y numerosas tiradas. Las aleaciones son diversas, según los tamaños de los tipos y el uso a que se destinan. Así para la fabricación del metal destinado a blancos, suélese usar la aleación siguiente, denominada ordinaria:
75 partes de plomo 20 partes de antimonio 5 partes de estaño
En cambio, para los caracteres de cuerpos mayores empléase la aleación siguiente, denominada dura:
60 partes de plomo 25 partes de antimonio 15 partes de estaño Y para los cuerpos de letra pequeña y perles pronunciados se usa esta otra, llamada durísima:
55 partes de plomo 33 partes de antimonio 12 partes de estaño
Fundición de tipos: Desde la invención de la imprenta, uno de los campos donde se ha trabajado con más ahínco ha sido la fundición de tipos, tanto en lo que respecta a la perfección estilística del dibujo como a la ejecución manual o mecánica de la fusión. Tras las dicultades de los procesos antiguos, las fundiciones tipográcas modernas han lanzado y siguen lanzando al mercado multitud de clases de tipos, muchas veces de gran belleza, en todos los estilos y de gran precisión en sus medidas, ya que todas las complicadas operaciones que se necesitan para su realización se ejecutan por medios muy perfeccionados, lo que permite, al propio tiempo, un gran rendimiento.
Sistema antiguo:
En los tiempos primitivos la producción de tipos era muy reducida, ya que
todas las operaciones se efectuaban por procedimientos manuales por el propio tipógrafo, que los fundía dándoles la altura y el grueso que creía oportunos. Los primeros tipos movibles que usó Gutenberg eran de madera, y más tarde él mismo los grabó en metal. Schöffer llegó a fabricar punzones que servían para obtener las matrices. El punzón es un paralelepípedo de acero templado, sobre el cual, después de pulido convenientemente, se ha dibujado y tallado en relieve el ojo de la letra o signo que se transporta después, mediante una fortísima presión, sobre el bloque de cobre o bronce que constituye la matriz. La exactitud del punzón se prueba con el contrapunzón que tiene grabada en hueco la letra o signo.
Sistema moderno:
Con la perfección de los medios fotomecánicos, ha evolucionado
muchísimo la fabricación de los caracteres, si bien continúa siendo una operación difícil, costosa y que exige un caudal de conocimientos técnicos y artísticos. Después de dibujadas las letras, una a una con la mayor perfección posible y a escala relativamente grande por dibujantes especializados se reproducen fotográcamente a los tamaños diversos, según los cuerpos que se quieran fundir. Las matrices se pueden obtener mediante el punzón y con el baño galvánico y la fresa-pantógrafo. El primer sistema ha caído en desuso, el segundo se está simplicando y perfeccionando.
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Heráldica
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a heráldica es la ciencia del blasón (según la RAE, «blasón» se dene como el «arte de explicar y describir los escudos de armas de cada linaje, ciudad o persona»). Es también un campo de expresión artística, un elemento del derecho medieval y de las dinastías reales hasta nuestros días. Más recientemente, ha sido admitida dentro de las ciencias anexas de la historia junto con la diplomática, la falerística, la sigilografía y la vexilología. Se desarrolló durante la Edad Media en toda Europa hasta convertirse en un código coherente de identicación de personas, progresivamente incorporado por estamentos de la sociedad feudal como la nobleza y la Iglesia Católica para la identicación de linajes y miembros de la jerarquía, siendo igualmente adoptado por otros colectivos humanos, como gremios y asociaciones, además de ser adoptado para la identicación de ciudades, villas y territorios. Siguiendo a Alberto Montaner Frutos, la heráldica es un sistema de comunicación que forma parte del diasistema de la emblemática y está formado por signos constituidos por armerías (escudos de armas). Estas armerías están conformadas por cuatro conjuntos de elementos (repertorios paradigmáticos): el campo (normalmente limitado por la representación de un escudo, aunque no siempre), que solo excepcionalmente posee valor distintivo; las particiones del campo, que delimitan zonas en su interior; las señales, también denominadas muebles (guras geométricas u objetos) y los esmaltes, o colores heráldicos, que se dividen en metales (oro y plata) y colores (gules, azur, sable, sinople y púrpura). A partir del siglo XIV aparece un cuarto repertorio paradigmático, el de los ornamentos exteriores al campo, que pueden situarse encima del escudo (el timbre, que tiene como formas básicas la corona y el yelmo, este último con o sin cimera), a sus lados, sosteniéndolo (soportes o tenantes, cuya distinción es irrelevante), rodeándolo (collares, cintas, cordones...) o enmarcándolo (como el caso de mantos y pabellones). Estos elementos paradigmáticos se seleccionan para formar signos sintagmáticos según ciertos principios, como la que prescribe que no se utilice en el campo y las señales esmaltes del mismo grupo (colores y metales), sino combinar metal y color.
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Estandarte
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e denomina estandarte a un tipo de bandera utilizada por las más altas jerarquías de una nación, generalmente los miembros de la familia real o de la presidencia del gobierno.
Usualmente se ve reejado en los estandartes:
Caballero: El uso de las armerías viene de la evolución del equipo militar entre los siglos XI y XII, que hicieron prácticamente imposible el reconocimiento del rostro de un caballero. El casco de los caballeros (que gura todavía en los ornamentos exteriores) cubría progresivamente la cara: la nariz está protegida por un nasal, la cota de malla (que protege la cabeza y el cuello) tiende a cubrir la parte baja del rostro y está denitivamente cerrado por una visera móvil. Para hacerse reconocer en las batallas y los torneos, los caballeros comienzan a pintar guras distintivas sobre sus escudos (muebles y piezas o guras geométricas).
Escudero: El escudero es un gentil hombre que acompaña a un caballero y carga su escudo. A partir del momento en el que el escudo porta las guras distintivas, el escudero que porta el escudo puede representar al caballero, aún en su ausencia. El escudero es probablemente el origen de la representación de los tenantes en los ornamentos exteriores. Las cinco regiones principales del escudo (jefe, corazón, ancos diestro y siniestro, punta) se reeren a partes del cuerpo del escudero que porta el blasón en el pecho y se presenta de frente. Como el escudero está visto de frente, “diestra” y “siniestra” están invertidos en heráldica en cuanto a su signicación usual: la diestra del escudero es la izquierda del observador y viceversa.
Torneos y batallas : La razón de ser de un caballero es librar batallas. La batalla le permite probar su valentía a través de sus encuentros y los rescates recolectados sobre los vencidos aumentaban sus bienes materiales. En un comienzo no hay gran diferencia entre el desarrollo de una batalla y el de un torneo. En los dos casos se trata de una gran trifulca armada organizada en un campo de batalla entre dos bandos, donde los participantes respetan ciertas reglas. La diferencia es en el entorno de la confrontación.
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