EL ESPECTADOR
EL ESPECTADOR / SABADO 6 DE ENERO 2018 / 15 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
ElPentagrama N° 2
CAMILA BUILES
cbuiles@elespectador.com @CamilaLaBuiles
Tenía nueve años cuando le dijeron que no podía pintar negros. Su mamá, una historiadora de arte, y su papá, un psiquiatra reconocido en Cartagena, pusieron a Ruby Rumié, su hija, en clases extracurriculares de arte. Ahí, su profesora Nora Lennon le dijo que no, que ni lo pensara, que si estaba loca, que ella jamás debería pintar negros. Esos seres sin alma que deambulaban por las casas en cuidado de los niños y las bestias, mujeres descalzas que vendían pescado a la orilla del mar y se tejían unas trenzas enormes en los patios de las casas. Pero eso era lo único que Rumié conocía: a sus nanas y las hijas de los trabajadores de su casa. Lo único que la conectaban con sentimientos como el amor y la belleza. “Crecí en medio de unos extremos que me afectaron emocionalmente y sólo a través del arte he logrado hacer las paces con la negra que hay dentro de mí y la blanca que también existe. Mi arte se alimenta de las injusticias”. Se obstinó en su deseo de retratarlos a todos. Rumié escondía los lienzos con rostros oscuros y se volvió una experta en el retrato. Después de eso Rumié nunca dejó que alguien más le dijera qué podía o no pintar. Ella llegó a ser una de las más destacadas hiperrealistas de Cartagena en los años ochenta, y los espectadores siempre le preguntaban: “¿Es una fotografía?”. Imágenes perfectamente iluminadas, con rostros apacibles y enfurecidos, bocas torcidas y un aire de desazón flotando en cada retrato. En esa época, Rumié recién había trasladado su taller a Getsemaní, el barrio laberinto a sólo unas calles del Centro Histórico de Cartagena. Allí les pidió a sus vecinos que llevaran lo más preciado para ellos: desde un bastón, una silla, hasta un pedazo de pelo o una sobrina. De ahí salieron retratos de esa parte de la ciudad que parece escondida detrás de una cortina. Hace dos años Rumié realizó la exposición que la sacó del nicho artístico de la costa. Tejiendo calle, cincuenta retratos de cincuenta vendedoras negras, mujeres mayores de 70 años, afrodescendientes, cabellos canosos y vestidas de blanco. Las mujeres aparecen con sus polleras blancas tradicionales, con los nudos y elementos culturales del Palenque: los diseños y las creencias ancestrales: las aseguranzas, los talismanes rezados y sagrados. Después de esa exposición, el 25 de abril de 2017, Rumié recibió en Nueva York el Premio Women Together, otor-
Su propuesta se llama “Los 25+” (2017)
Ruby Rumié: pintar lo desconocido La artista cartagenera fue la encargada este año de crear la imagen oficial del Cartagena XII Festival Internacional de Música. Veinticinco personajes trascendentales en la historia de la ciudad amurallada y en la de sus habitantes.
gado por la Organización de Naciones Unidas (ONU), “por el trabajo artístico, antropológico y social que ha desarrollado durante su carrera, centrándose en la investigación y analizando el impacto estético y poético en esa búsqueda que siempre ha hecho de la igualdad de género”, destacó la ONU. Rumié nunca se ha ido de Cartagena. Se mantiene atada a la ciudad como un conjuro específico y, a veces, cruel. Cada esquina tiene un nombre para ella, cada casa una canción. Cuando la Fundación Salvi la invitó a hacer el afiche del Cartagena XII Festival Internacional de Música, la artista quiso aprovechar para honrar a los cartageneros más sobresalientes del siglo XX. En medio de una crisis institucional, con el pesimismo rondando cada rincón y una amnesia amenazante y profunda, Rumié se sentó en las calles a mirar a la gente pasar: somos los personajes a quien seguimos. Y en los rostros que iban y venían había caras conocidas, historias ocultas. “La gente debería saber quiénes fueron Antonio Fuentes, el guardián de los músicos del Caribe; Víctor Nieto Núñez, del Festival de Cine; el maestro Grau, Joe Arroyo y Adolfo Mejía… No sabía sobre algunos de ellos y me dio vergüenza. Es importante resaltar que no sentía que tuviera la potestad de escoger a estas personas, tuve el apoyo de un equipo curatorial, en el que estuvieron Alberto Araújo Merlano, Alberto Abello, Emiro Santos García, Sergio Paolo, María Teresa Ripoll, Yolanda Pupo de Mogollón, Isabel Cristina Ramírez, Roberto Burgos Cantor, Raúl Porto Cabrales y Adolfo Meisel Roca. Salieron 300 nombres, entre urbanistas, músicos, políticos, economistas, empresarios, médicos, deportistas, artistas, bailarines, coreógrafos, pintores, escritores… Tuve que limitarlos a 25, por eso se llaman Los 25+ (2017)”. Rumié explica que llegó a estos 25 rostros luego de una indagación con varios expertos. Eso sí, se trata de héroes más cercanos a la contemporaneidad: “Como Cartagena es una ciudad histórica tendemos a enfocarnos en lo sucedido en la época colonial y durante la Independencia, por este motivo lo sentimos tan lejano que prácticamente no lo hacemos propio. Entonces el hablar de personajes de carne y hueso, que conocimos, es algo mucho más cercano. Lo que hacemos los artistas es develar y poner luz a lo que está ahí, pero que no vemos”. Cada personaje está en una estampilla y, en Cartagena, hasta el 16 de enero, se compartirán los nombres de los otros nominados a la lista. Los asistentes al Festival podrán alargar la lista con sus propias propuestas. Mientras tanto Ruby Rumié se queda en el parque mirando. Viendo pasar a la gente. Su mejor forma de vivir.
/ Cortesía
EL ESPECTADOR / SABADO 6 DE ENERO 2018 ElPentagrama 16 / ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Maestro del estilo clásico
Joseph Haydn y la conquista de Inglaterra Los triunfos en Londres le mostraron a Haydn un modelo de vida independiente al que no estaba acostumbrado. A finales del siglo XVIII los músicos aún vivían en la era de los patronazgos que los vinculaban laboralmente a la Iglesia o al servicio de la aristocracia.
LUIS CARLOS ALJURE
Joseph Haydn (1732–1809) siempre recordó sus temporadas en Londres como las más felices de su vida. Los tres años de admiración ininterrumpida de los que gozó en la capital inglesa estimularon su genio creativo, lo convirtieron en celebridad y le permitieron ganar una suma de dinero que en Austria le habría costado veinte años de trabajo. Allá estrenó sus últimas sinfonías y sonatas para piano, y enriqueció su repertorio con más de tres mil páginas de música. El hombre de 58 años que se embarcó en el puerto de Calais, y llegó a Inglaterra el 1° de enero de 1791, ya era reconocido en el mundo musical como un gran compositor de sinfonías, cuartetos de cuerdas, sonatas y otras obras, pero el ámbito geográfico de su existencia se había restringido a Viena y sus alrededores, en donde había trabajado por treinta años al servicio de la familia Esterházy, especialmente en los palacios de Eisenstadt y Esterháza. Sus ingresos eran modestos, conocía muy precariamente el inglés, no estaba acostumbrado a aventurarse en viajes al extranjero y, además, le decían que a su edad -avanzada para ese tiempo- no le convenía someterse a una travesía por las aguas agitadas del canal de la Mancha. Su amigo Mozart, veinticuatro años menor, se lo advirtió y temió por su vida, pero el que murió repentinamente en Viena fue Mozart, un dolor que Haydn probablemente expresó en el movimiento lento de su Sinfonía 98, que compuso en Londres bajo el efecto de esa noticia trágica. Según Philip G. Downs, “Londres era la ciudad más grande y floreciente del mundo, con una clase media mercantil y profesional amplia y vital, y una aristocracia cultivada. Su vida musical era más rica y quizá más variada que la de ningún otro lugar, pues los artistas se congregaban allí para hacer fortuna. En el momento de la llegada de Haydn, Londres se enorgullecía de tener dos teatros de ópera rivales y varios ciclos de conciertos, incluidos los Conciertos de Salomón y su principal rival, los Professional Concerts”. Haydn llegó a Londres como estrella invitada de los conciertos organizados por el empresario y violinista alemán Johann Peter Salomon. El viaje fue posible por la muerte del príncipe Nikolaus Esterházy, patrón de Haydn y gran admirador de su música, que fue sucedido por su hijo Anton, quien clausuró los servicios musicales de la corte, aunque conservó nominalmente a Haydn como empleado por consideración a sus años de trabajo al lado de la familia, y no tuvo inconveniente en permitirle ausentarse de Austria. Georg August Griesinger, amigo y biógrafo del compositor, recuerda que “hacia el atardecer alguien llamó a la puerta del cuarto de Haydn; Salomón entró y sus primeras palabras fueron: ‘Preparaos para viajar, porque dentro de catorce días nos pondremos camino de Londres’”. Además de las obras que debía componer in situ durante la temporada, Haydn llevaba en su equipaje varias partituras recientes que aún no se conocían en Londres, y que eran expresión de su maestría. Se instaló inicialmente en una calle concurrida en la que los vendedores hacían “un bullicio espantoso”, y desde su ruidoso entorno entendió la verdadera dimensión de su visita, insospechada para él. “Mi llegada ha causado una gran sensación en toda
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ANTONIO MISCENÀ
/ Ilustración: William Botía Suárez
El concierto inaugural en palabras la ciudad”, le escribió a una amiga. “Durante tres días he sido la primicia en todos los periódicos. Todos quieren conocerme…”. La prensa local anunció la serie de conciertos que se avecinaba, y afirmaba que “Haydn escribirá una pieza musical nueva para cada velada y dirigirá la ejecución de la misma al clave”. En las dos primeras temporadas los estrenos más notables fueron los de sus Sinfonías 93 a 98, recibidas clamorosamente por el público y la crítica. Después del estreno de la Sinfonía 96, por ejemplo, un diario reportó: “No es extraño que Haydn sea objeto de homenajes e incluso de idolatría por parte de las almas sensibles a la música; puesto que, como nuestro Shakespeare, emociona y gobierna las pasiones a su voluntad”. Y el historiador de la música Charles Burney escribió que la obra de Haydn suscitó “una atención y un placer que hasta entonces jamás había provocado, que se sepa, ninguna música instrumental en Inglaterra”. Esto último, como prueba del poder sin precedentes que estaba adquiriendo ese tipo de música en aquel momento de la historia. Además, en esas temporadas se dio el estreno de la famosa Sinfonía 94, conocida con el sobrenombre de Sorpresa, porque en el segundo movimiento, luego de un pasaje que se debe interpretar suavemente, irrumpe de repente un poderoso tutti de la orquesta, que muy pronto el humor popular atribuyó al deseo de Haydn de despertar al público que se dormía en sus conciertos. En ese tiempo, la Universidad de Oxford le otorgó el doctorado honoris causa a Haydn, quien además tuvo oportunidad de asistir a un gran festival de música de Händel en la Abadía de Westminster, en el que se interpretaron obras como El Mesías e Israel en Egipto, una experiencia que conmovió a Haydn y que le servirá como fuente de inspiración para componer en Viena los dos grandes oratorios del final de su vida: La creación y Las estaciones. Los triunfos en Inglaterra le mostraron a Haydn un modelo de vida independiente al que no estaba acostumbrado. A finales del siglo XVIII los músicos aún vivían en la era de los patronazgos que los vinculaban laboralmente a la Iglesia, a una corte o al servicio de alguna familia aristocrática, una condición que no le disgustaba a Haydn, porque ante la opción de convertirse en un artista libre en Inglaterra empezó a experimentar las nostalgias de su vida anterior. “A menudo he suspirado ante la libertad y ahora, en cierta medida, disfruto de ella… Por querida que me sea esta libertad, a mi regreso me gustaría volver al servicio del príncipe Esterházy”. Y así se lo hizo saber en una carta que firmó: “De vuestra serena alteza, el muy humilde Joseph Haydn, maestro de capilla”. El 24 de julio de 1792 Haydn llegó a Viena con la idea de regresar a Londres en 1793, pero el proyecto debió postergarse porque los ánimos estaban caldeados en Europa luego de la ejecución en Francia de Luis XVI y de la reina María Antonieta, que ade-
más era miembro de la familia gobernante de Austria: los Habsburgo. Entre tanto, con las ganancias obtenidas en Londres pudo comprar una casa propia en Viena. También le dictó algunas clases al joven Beethoven, y empezó a trabajar en varias obras nuevas siempre con la idea de volver a Inglaterra, lo que hará finalmente en enero de 1794. Durante su segunda estancia en Londres presentará otro grupo de seis sinfonías, de la 99 (la primera de su catálogo que empleó clarinetes) a la 104; sus últimas tres sonatas para piano, y nuevos ciclos de cuartetos de cuerdas y tríos para piano, violín y violonchelo. En Londres, Haydn tuvo bajo su dirección una orquesta que superaba los cincuenta músicos; muchos más de los que tenía su agrupación en la corte de los Esterházy que, de acuerdo con las investigaciones de H. C. Robbins Landon, solía constar de catorce instrumentos (tres primeros violines, tres segundos violines, viola, violonchelo, contrabajo, fagot, dos oboes y dos trompas). Y también pudo conocer los famosos pianos del fabricante Broadwood, con su gran sonoridad y una extensión que superaba las cinco octavas, como lo testimonia Haydn en su Sonata 50. La creatividad del maestro seguía funcionando a tope y el público de Londres respondió con entusiasmo creciente, como lo muestran las noticias publicadas por el Morning Chronicle. Después del estreno de la Sinfonía 99 ese diario afirmó que “es uno de los más grandes logros artísticos que se nos haya dado a escuchar…”. Tras sonar la Sinfonía 100 (Militar), llamada así por los efectos de percusión y los ritmos marciales del segundo movimiento, acordes con los tiempos bélicos que se vivían, el público se desbordó: “En medio del segundo movimiento se suscitaron… ovaciones frenéticas. ¡Bis! ¡Bis! ¡Bis! Gritaban de todas partes, y las damas no podían impedir mezclar sus gritos con los de los señores. Era... todo el infernal rugido de la guerra llevado a la cima del sublime horror”. Y la Sinfonía 101 (El reloj) -denominada de esa manera por el acompañamiento del segundo movimiento que se asemeja al tictac de un reloj- simplemente era “su obra maestra”. Al terminar la temporada musical de 1795, Haydn tenía todo a su favor para permanecer en Londres y aumentar su fama y su fortuna. El rey Jorge III y su esposa, la reina Carlota, estaban entre quienes le pidieron quedarse, pero el compositor austriaco decidió abandonar Londres con destino a Viena, el 15 de agosto de 1795, para seguir vinculado a la corte de los Esterházy. Y nunca regresó. Según Griesinger, “Haydn adujo que le unía un vínculo de gratitud con la casa de su príncipe y que tampoco podía separarse para siempre ni de su patria ni de su esposa”. Inglaterra fue un punto culminante en la carrera de Haydn, pero el genio estaba lejos de extinguirse, porque en sus años finales en Austria aún hará extraordinarios aportes al rico legado de la música clásica.
El concierto de ayer, como es tradición del Festival, puede ser definido como el manifiesto de la duodécima edición y anticipa sus contenidos más destacados. Las tres obras del programa, una de Haydn, una de Mozart y una de Beethoven, ampliamente conocidas entre el gran público apasionado por la música culta, constituyen pilares fundamentales de la historia de la música occidental y presentan algunas características típicas del estilo clásico: definición clara de la “personalidad” de los temas musicales, equilibrio del andamiaje tonal, gestión coherente de la alternancia entre tensión y distensión, desarrollo evidente de la dramaturgia temática y claridad de la estructura formal. El primer movimiento de cada obra está escrito en forma sonata y los temas que conforman el material constructivo son inmediatos, de fácil percepción y de gran impacto expresivo. La Sinfonía concertante Hob. I: 105 (escrita en 1792), obra del período londinense de Haydn, aunque evoque en el título un género desarrollado en el período barroco (concertante), es la expresión madura de una concepción profundamente clásica. En el allegro inicial, por ejemplo, las intervenciones brillantes y el virtuosismo de los solistas no interrumpen la continuidad de la construcción formal, pero sí la complementan armoniosamente, reforzando su integridad y coherencia. La Sinfonía Nº 40 en sol menor, K550, compuesta por Mozart en 1788, es un espléndido ejemplo del clasicismo vienés. Está escrita en cuatro movimientos, el primero de ellos (molto allegro) en forma sonata. La fuerte identidad de los dos temas, sobre la cual está construido el primer movimiento, se destaca por su sencillez, belleza e inmediatez. Sobre el contraste dialéctico entre los dos temas, Mozart construye el espléndido edificio que caracteriza su forma sonata. El Concierto para piano y orquesta Nº 3 en do menor, de Beethoven, escrito entre 1800 y 1803, formalmente según los cánones ortodoxos del estilo clásico, presenta profundas novedades en el uso de la técnica pianística y orquestal. Se encuentra articulado en tres movimientos (allegro con brio, largo y rondò), el primero de los cuales es en forma sonata. El allegro con brio comienza con la presentación inmediata y perentoria del primer tema. A continuación, el segundo tema tiene una tendencia cantabile, que contrasta con el primero. El uso del piano y de la orquesta que Beethoven hace en el Concierto Nº 3 tiene características completamente inéditas para el período. Si bien esta obra presenta una estructura profundamente ligada a una concepción clásica, a su vez contiene características que ya presagian la afirmación de nuevos conceptos musicales, de una nueva sensibilidad. La interpretación de la Orquesta de Cámara de Múnich y del pianista Rudolf Buchbinder en el concierto inaugural de ayer fue un tributo rendido, de la mejor manera posible, a la música de los tres grandes autores clásicos.
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Información sobre transmisiones por radio y TV Siga el concierto del sábado 6 de enero, “Divertimento Nº 1”, en directo a las 10:00 p.m. desde la Plaza San Pedro Claver por RCN Nuestra Tele Señal internacional, RCN HD2 y Señal Colombia, y en diferido, a las 12 de la
noche, por NTN24. Escúchelo en vivo por Radio RCN Clásica. Vea las transmisiones de la programación del sábado 6 de enero de 2018 vía Facebook Live en: @CanalRCNNuestraTeleOficial
Para los conciertos en la Plaza San Pedro
@NoticiasRCN @Senalcolombiapaginaoficial. Siga el especial de streaming de este concierto en: http://www.senalcolombia.tv/señal-en-vivo, http://www.canalrcn.com, http://noticiasrcn.com/
Adquiera sus entradas en las salas de Cine Colombia en Cartagena en: C.C. Paseo de la Castellana; C.C. Caribe Plaza; C.C. Plaza
Bocagrande. Taquilla Teatro Adolfo Mejía. Taquilla Centro de Convenciones. Reclame sus boletas el día del concierto en
El prodigioso pianista será homenajeado en Nueva York, Viena y Berlín
“Hay fanáticos de Beethoven, luego está Rudolf Buchbinder” Una de las figuras austríacas emblemáticas de la escena clásica está en Colombia para demostrar la razón por la que ha manifestado que Beethoven lo perseguía durante 24 horas y a menudo, incluso, lo volvía medio loco. JUAN MIGUEL HERNÁNDEZ BONILLA
jmhernandez@elespectador.com @juanmiguel94
/ Cortesía
Rudolf Buchbinder fue un niño prodigio. En 1952, cuando tenía apenas cinco años, se convirtió en el estudiante más joven de todos los tiempos en ser admitido en la Academia de Música de Viena. Hoy, a sus 71 años, es uno de los mejores pianistas del planeta. ¿Cómo lo logró?, ¿quién fue el responsable de encaminar sus primeras notas?, ¿en dónde reside la clave de su éxito? Buchbinder nació el 1° de diciembre de 1946 en Leimeritz, Austria. A los nueve
años concedió su primer concierto de música de cámara. A los doce, ingresó a la Universidad de Música y Arte Dramático de Viena. Allí se convirtió en uno de los alumnos preferidos de Bruno Seidlhofer, el maestro de grandes pianistas clásicos como Friedrich Gulda y Alfred Brendel. Desde niño, Buchbinder atrajo las miradas del público por la limpieza y la claridad de sus interpretaciones. Su talento y su disciplina empezaron a diferenciarlo del resto de músicos de su generación. En 1961, siendo integrante del trío Wiener, obtuvo el primer puesto en el concurso Dinu Lipatti, en honor a uno de los compositores rumanos más recordados del siglo XX. Aunque en el repertorio de Buchbinder siempre ha habido espacio para las mejores piezas de los clásicos: Debussy, Mozart,
Haydn, Schubert, Liszt o Bach, y a pesar de que en sus conciertos ha reinterpretado a los grandes músicos del siglo XX, incluidos Arnold Schoenberg o Igor Stravinsky, el artista preferido de Buchbinder, el responsable de su gloria, el artífice de su consagración como uno de los pianistas más importantes de nuestra época, es el genio de Bonn, Ludwig van Beethoven. “Beethoven me perseguía las 24 horas, día y noche, a menudo me volvía medio loco”, escribió Buchbinder sobre su experiencia en la ejecución del ciclo de las 32 sonatas en 1982. “Hay fanáticos de Beethoven, luego está Rudolf Buchbinder. El legendario pianista ha dedicado su vida a explorar hasta el último detalle de la carrera musical del compositor alemán”, escribió Ben East, periodista del diario de Oriente Medio, The National. Buchbinder ha tocado el ciclo completo de las 32 sonatas para pianode Beethoven más de 50 veces en más de 40 ciudades. Por eso, para los críticos contemporáneos, estas piezas constituyen uno de
EL PENTAGRAMA Periódico oficial del Cartagena Festival Internacional de Música
PRESIDENTA: Julia Salvi DIRECTOR GENERAL: Antonio Miscenà SOCIOS PRINCIPALES: Postobón, RCN Radio, RCN Televisión SOCIOS: Cine Colombia, El Espectador FUNDADORA DE EL PENTAGRAMA: Paula Ojeda Palacio DIRECTORA DE EL PENTAGRAMA: María Camila Castellanos
los puntos de boletería con su documento de identificación desde las 8:00 a. m. Máximo dos boletas por persona.
los registros más importantes de la actualidad. “Su particular lectura de las obras de Ludwig van Beethoven se ha convertido en un nuevo paradigma para su interpretación”, aseguran los organizadores del Cartagena XII Festival Internacional de Música. El virtuosismo técnico de Buchbinder, acompañado de su profundo conocimiento de la vida y la historia de los compositores que interpreta, han formado su carácter perfeccionista. “Para mí ser artista significa -en primer lugar- ser un intérprete. El estudio es un requisito previo para la existencia de un pianista. El ejercicio diario es un compañero de viaje de toda la vida. No obstante, ser un artista requiere un salto cualitativo, entrar en la música, entender a los compositores, enfrentarse a lo que han escrito y, posiblemente, hasta transfigurarlo”, aseguró Buchbinder en una entrevista con el crítico italiano Mario Marcarini. Esa convicción de transfigurar las grandes obras maestras de la música clásica ha sido la clave de su éxito. Para inmortalizar sus interpretaciones, Buchbinder escogió el escenario y desechó el estudio. Así lo confirma una de las biografías breves que de él se encuentran en la web: “Rudolf Buchbinder prefiere hacer grabaciones en directo, en pleno concierto. Así registró los 27 conciertos para piano y orquesta de Mozart con la Sinfónica de Viena. También grabó los Conciertos para piano y orquesta de Brahms, con la Royal Concertgebouw de Ámsterdam, y los Cinco de Beethoven, con la Sinfónica de Viena”. De esta forma, privilegiando la espontaneidad, la emoción y el riesgo de cada presentación en vivo, Buchbinder ha grabado más de cien discos, incluida la obra integral para piano de Haydn, que le valió el Grand Prix Du Disque, principal premio francés para las grabaciones musicales. “Todo el tiempo descubro cosas nuevas, incluso nuevos errores. Puedes leer entre líneas y encontrar diferentes interpretaciones. Una sonata que toco hoy es completamente diferente a como la tocaré mañana. Nunca es lo mismo”, le dijo Buchbinder a Ben East al referirse al porqué de su gusto por las grabaciones en directo. Desde 2007 Buchbinder es el director artístico del Festival de Grafenegg, Austria, que en poco tiempo se convirtió en uno de los principales festivales de música orquestal. Por invitación del director de orquesta letón Mariss Janson, Buchbinder tiene el grado de Artista Residente de la Orquesta Sinfónica de la Bayerischen Rundfunk y en 2016 fue nombrado Miembro Honorario de la Orquesta Filarmónica de Viena. Ha publicado, además, dos libros: su autobiografía Da Capo y Mi Beethoven, vida con el maestro. Con ocasión de su cumpleaños número 71, Buchbinder será homenajeado en escenarios de la talla del Carnegie Hall de Nueva York, Suntory Hall de Tokio, Musikverein de Viena y la Filarmónica de Berlín.
EDITOR GENERAL: Juan Carlos Piedrahíta B. COLABORADORES EL PENTAGRAMA: Camila Builes, Luis Carlos Aljure, Juan Miguel Hernández, David Luciano Buelvas, María Cecilia Rodríguez, Julián Mora Peña
DISEÑO: William Botia Suárez
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