EL ESPECTADOR
EL ESPECTADOR / JUEVES 11 DE ENERO 2018 / 15 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
ElPentagrama N° 7
Es una promesa mundial en su instrumento
Julia Hagen y la disciplina del chelo
/ Cortesía
La intérprete austríaca, de 22 años, ha sido reconocida como una de las jóvenes promesas de este instrumento.
SANTIAGO LA ROTTA
slarotta@elespectador.com @Troskiller
Elgar, Haydn, Dvorak, Bach. Todos grandes, con grandes piezas para chelo. Una especie de repertorio obligado, acaso involuntario, si se escala la cumbre del violonchelo. “Son piezas que te retan, pero que también te llenan de humildad. Hay que asumirlas como un pasaje necesario en la carrera”. Quien habla es Julia Hagen, chelista austríaca, que con 22 años va en camino de abrirse paso en un mundo tan lleno de dicha y oportunidades como de frustraciones. Suele ser difícil señalar cuál es la cumbre de la experiencia, cuándo se es un maestro, dueño de una sabiduría superior. El punto máximo de la carrera hacia la perfección es un asunto esquivo cuando menos, ilusorio para algunos, imposible para otros. Pero el pasaje hacia la ci-
ma, bueno, esa es otra historia. La carrera de Hagen empezó a los cinco años, bajo la instrucción de Detlef Mielke, en la ciudad de Salzburgo, acaso un sinónimo inmediato de música clásica. “Es una oportunidad maravillosa, pero también implica una especie de responsabilidad. Sabes en dónde estás y las cosas que allí han sucedido”, explica en una entrevista la chelista acerca del proceso de adquirir formación en un lugar poblado de leyendas musicales. Hagen se refiere a su trabajo como una especie de servicio a la música, en la medida en que su interpretación puede traer elementos nuevos a una pieza clásica, a los pasos obligados de formación en un instrumento. No se trata tanto de dominar una técnica, sino más bien de establecer una suerte de narrativa en el interior de una obra, una nueva forma de navegar algo que puede ser considerado eterno. Y esta es una perspectiva llena de humildad, más aún cuando se trata de una intérprete de 22 años. El director búlgaro Milen Nachev habla de esto al
decir que “una de las tentaciones para un músico es dejarse dominar por los fuegos, el ego y los afanes de la juventud, pero el otro peligro es dejar de lado la frescura y la libertad de esta época conforme se avanza en la carrera y en la edad”. En una ocasión le preguntaron a Hagen qué significaba el chelo para ella. “Disciplina”, fue su respuesta inmediata. Hagen ha formado parte de varias orquestas, pero tal vez su formato más recurrente es la música de cámara. “Hay una cierta intimidad, un grado más profundo de conexión con la música y el público. Las presentaciones en vivo son lo que más disfruto”, aseguró la chelista en una entrevista para un medio alemán. A este aspecto también se ha referido Gautier Capuçon, chelista francés quien fue profesor de Hagen entre 2014 y 2016, como parte de un programa financiado por la Fundación Louis Vuitton encaminado en acercar grandes maestros a jóvenes talentos: “Estar sobre un escenario es lo más intenso de hacer música. Compartirla con la au-
diencia es también contar la historia de los compositores”. La intérprete austríaca fue escogida para este proyecto junto con otras cinco promesas del instrumento. Los mentores durante esos dos años fueron Gábor Takács-Nagy, Pamela Frank, Lawrence Power, Nobuko Imai, Torleif Thedéen, Laurence Lesser y Claudio Bohórquez. Hagen debutó como solista a los 14 años con la Vienna Jeunesse Orchestra, en Linz (Austria). Obtuvo el primer puesto en varios concursos Prima La Música, tanto en la categoría de música de cámara como en la de instrumento solista, y fue la ganadora del Concurso Internacional de Violonchelo 2010 en Liezen (Austria). En el verano de 2014 fue galardonada con el premio especial de la Asociación Europea de Profesores de Instrumentos de Cuerdas (ESTA) en el Concurso Internacional Brahms. También fue invitada a participar en los proyectos de música de cámara MMM de la Academia Kronberg y de la Filarmónica de Viena en Salzburgo. Participó también en la Academia Internacional Seiji Ozawa.
y
EL ESPECTADOR / JUEVES 11 DE ENERO 2018 ElPentagrama 16 / ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Ellas son las dos pianistas clรกsicas colombianas por antonomasia
Teresita Gรณmez Blanca Uribe: De blancas y negras
/ 17 ElPentagrama ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ EL ESPECTADOR / JUEVES 11 DE ENERO 2018
Desde el principio de su salto al profesionalismo, ambas se interesaron por unos compositores y épocas en particular, cuyo punto de partida fue la música centroeuropea. Sin embargo, también han dejado claro su amor por la interpretación de autores colombianos.
JAIME ANDRÉS MONSALVE B.*
Sí, claro, Argentina tiene a Martha Argerich, pero también a Daniel Barenboim. España tuvo a Alicia de Larrocha, pero también a Joaquín Achúcarro. Y dejemos hasta ahí los ejemplos de equidad: que el referente pianístico colombiano se escriba en femenino no tendría nada de raro si no fuera porque no existe un par masculino que alcance siquiera a establecer un mediano contrapeso a los nombres de María Teresa Gómez Arteaga y Blanca Uribe Espitia. Teresita y Blanquita, en ese diminutivo que nos resulta tan afecto a los colombianos. Esa soledad en la escena local es quizás lo más hermoso de cuanto rodea a estas dos mujeres, sin duda alguna las (los, empleando el masculino genérico) más importantes figuras en la ejecución del piano de orden académico en Colombia. Historia toda ella que se hace aún más proverbial cuando nos percatamos de ciertas similitudes en sus orígenes artísticos: un ambiente de infancia que rebosa música, el apoyo de unos mecenas que acertaron al depositar su confianza en ellas, unas certidumbres mayores o menores a las que llegaron en la diáspora y un interés particular por el fomento del repertorio pianístico local. Separadas apenas por tres años de edad, Blanca Uribe y Teresita Gómez nacieron para la música en una Medellín en la que el humo de los restos del avión de Gardel aún surcaba el aire. Y ambas eligieron la vocación clásica en el ambiente permeado de tango y bolero que todavía hoy caracteriza a la capital de la montaña. La una, como hija de Gabriel Uribe, célebre clarinetista cuyas carcajadas inspiraron a Oriol Rangel para escribir su pasillo Ríete, Gabriel, y quien de noche dejaba las filas de la sinfónica local para irse a tocar música popular. La otra, como habitante (literalmente) del Instituto de Bellas Artes, edificio que compartía sede con la emisora La Voz de Medellín, lo que le permitió ser privilegiada testigo de recitales radiales en vivo de María Luisa Landín, Lola Flórez y Matilde Díaz. Ambas se decantaron por las posibilidades eruditas de un instrumento del que se enamoraron desde pequeñas, en condiciones muy diferentes. Teresita, hija de madre quibdoseña, fue adoptada a días de su nacimiento por los porteros del Palacio de Bellas Artes. “Yo todas las noches, cuando cerraba Bellas Artes, acompañaba a mi papá a hacer la ronda —le contó Gómez a Juan Carlos Garay en entrevista para la revista El Malpensanteen 2015—. Entonces tocaba los pianos y trataba de repetir lo que yo escuchaba de las niñas”. El padre permitía que la pequeña se luciera en horas en que nadie más pudiera verla, advirtiéndole que podrían llegar a despedirlo si la sorprendían. No es de extrañar que cuando eso pasó, una noche en la que la profesora Martha Agudelo se quedó hasta tarde en el edificio, la reacción de la niña no hubiera sido otra sino la del llanto desaforado. Una vez pasado el asombro de ambas, la docente se comprometió a darle clases. A escondidas. Mientras, en la misma ciudad, en una sola casa se mezclaba el clarinete erudito y popular del padre, don Gabriel Uribe, con los recuerdos de Mamá Luisita, la bisabuela compositora; del abuelo Luis, violinista que viajó en 1910 a Nueva York a acompañar al célebre compositor
y pianista bogotano Emilio Murillo en sus correrías, y de los 10 tíos sobrevivientes de una familia de 14 hermanos que llegaron a ser todos músicos. El ambiente de eclecticismo era tal, recuerda Blanca, que mientras estudiaba el Concierto para piano en re mayor de Haydn, con el que debutaría con la Orquesta Sinfónica de Colombia a sus 11 años, su hermano Andrés, que hacía jazz, iba repitiendo aquellas mismas notas pero al compás del mambo de Pérez Prado. Nada raro que en ese mismo hogar haya retoñado el talento de la pianista junto al de su hermano Jaime Uribe, ni más ni menos que el músico y arreglista que prácticamente reformó el canon tropical al estilo paisa como director musical de las dos agrupaciones más importantes y recordadas del género: Los Hispanos y Los Graduados. Para ambas pianistas, el mecenazgo apareció en el camino como una importante alternativa de desarrollo y perfeccionamiento. Del debut de Blanca Uribe fue testigo el filántropo Diego Echavarría Misas, quien de inmediato se aprestó a comprarle un piano y a buscarle una oportunidad académica en el exterior. Gracias al magnate pudo estudiar 10 años en Kansas, en lo que sería el arranque de una vida entera por fuera del país hasta hace poco más de una década. En el caso de la joven Teresita, la intercesión de la maestra Agudelo ante los padres de las estudiantes no sólo le permitió impartirle lecciones por cinco años sin necesidad de esconderse, sino que además determinó la adjudicación de una beca para estudiar en Nápoles, tristemente malograda por cuenta de la Segunda Guerra Mundial. No fue obstáculo para seguir especializándose con profesores como Harold Martina, Hilde Adler y Tatiana Goncharova. A las ya consabidas dificultades que han existido en ciertas épocas y lugares para la profesionalización de la mujer en el quehacer artístico, hay que sumar, en el caso de Teresita Gómez, el ser afrodescendiente. “Para la mujer, ciertamente es mucho más difícil poder desarrollar su trabajo, y en mí se confunden dos cosas: ser mujer y además negra”, le dijo la pianista a María Teresa del Castillo en entrevista para El Espectador en 1983. Una anécdota que le narró al periodista caleño Fabio Martínez la pinta de cuerpo entero: movilizándose en un taxi por Medellín, el conductor del vehículo soltó la pregunta de rigor. “Disculpe… ¿Es usted Blanquita Uribe?”.“No: ¡yo soy Negrita Gómez!”, fue su respuesta, mediada por la risa. Vidas paralelas El reconocerse colombianas en el exterior en ciertos momentos de sus vidas fue fundamental en la carrera de ambas pianistas. Blanca Uribe prácticamente vivió fuera del país entre sus 13 y sus 65 años, como alumna y como docente. “Tuve suerte de que no me pasearan por todo el mundo como a esos niños que de tanto traer de aquí para allá pierden el amor por el instrumento —me dijo la pianista en entrevista publicada en la revista Tempo en 2017—. Me fui de niña a estudiar a los Estados Unidos, cosa que sí era rara”. Algunos años después, hacia 1983, Teresita Gómez hacía lo propio fogueándose en escenarios de Zúrich, Budapest, París, Varsovia y otras capitales europeas, en calidad de pianista y de agregada cultural colombiana en Alemania Oriental. “Yo soy una cosa antes y otra cosa después de que el presidente
Betancur me abriera el mundo —le dijo la pianista a El Malpensante—. En mi situación no hubiera podido ir a ninguna parte”. Desde el principio de su salto al profesionalismo, Teresita Gómez y Blanca Uribe se interesaron por unos compositores y épocas en particular, cuyo punto de partida, como se estilaba en la academia, fue la música centroeuropea. Pronto cada una de ellas se iba a emancipar, investigando por territorios que hicieron propios. Chopin, Bach y el pirotécnico Rachmaninov han sido algunos de los amores de Gómez, mientras que para Uribe se hicieron determinantes en cierto momento de su vida, como ejecutante y docente, los repertorios contemporáneos (es bien conocida su asociación creativa con el compositor norteamericano Richard Wilson) y nacionalistas españoles, más concretamente creaciones de Albéniz, De Falla y Granados. Probablemente ambas se han sentido cómodas bajo el amparo de Beethoven. Teresita es una abanderada de los conciertos para piano del alemán, mientras que las sonatas han sido caballo de batalla para Blanca, que las ha llevado a la escena, completas, al menos en tres oportunidades. Pero probablemente su amor mejor compartido sea el de los repertorios colombianos, y ambas lo han dejado claro en las grabaciones. Si bien Gómez fue abanderada del asunto con su disco A Colombia, del año 1983, que incluye obras de Calvo, Escobar, Mejía y Uribe Holguín, años después sería emulada por Uribe, que en 2008 registró un excelso compendio para el Banco de la República con piezas de Quevedo Zornoza, Murillo, Acevedo Bernal y Morales Pino. Para ambas, la interpretación de obras de salón de autores colombianos se dio con absoluta naturalidad. Respecto de la aparente escisión entre lo erudito y lo popular, Blanca Uribe recuerda sus orígenes para explicar que nunca le representó problema alguno. “Mi papá salía de tocar con la Banda Sinfónica y se iba de noche a trabajar en la orquesta de Lucho Bermúdez —me contó—. En casa nunca riñó lo uno con lo otro”. Preguntada por Juan Carlos Garay, Teresita Gómez recuerda cómo en determinado momento asumir esa obra “era como bajar de nivel”. “Eso no estaba bien visto —asegura—. Me alegro mucho de haber insistido, porque después en Europa pude tocar ese repertorio, que son los compositores más grandes que hemos tenido”. Justamente, la obra local será protagónica en el evento único que nos propone el Cartagena XII Festival Internacional de Música en su concierto de este jueves 11 de enero, en el que tendremos la oportunidad, exclusiva y pocas veces vista, de escuchar en un mismo escenario a las dos pianistas clásicas colombianas por antonomasia. Ese mismo día, a las 9:40 a.m., en el aula máxima de la Universidad de Cartagena, de la mano de quien escribe estas líneas, las dos maestras se sentarán a dialogar en torno de esos repertorios y de la influencia del estilo clásico en ellos, tal como lo sugiere la temática general del Festival. Poder verlas y escuchar al alimón, mucho más que un gusto, es básicamente un privilegio imposible de pasar por alto.
Cuáles son los retos para la difusión de música clásica en radio
Hagamos un ejercicio: “recordemos nuestro primer contacto como oyentes de una emisora”, fue la petición del periodista y escritor colombiano Juan Carlos Garay, quien moderó el conversatorio La difusión de la música en la radio, realizado en la Universidad de Cartagena. Junto a Garay estuvieron Laura Galindo, directora de Señal Clásica; Stella Fernández, periodista cultural de la HJUT 106.9, y Fabián Cardoso, jefe de la sección Emisora UdeC Radio – Universidad de Cartagena. A propósito de cómo popularizar la música clásica, Stella Fernández consideró que puede tratarse de una “quijotada”, ya que este género posee unas particularidades que convierten a su audiencia en una “inmensa minoría. Nunca va a ser masiva. Lo que sí se valora es la labor de gestores culturales para crear nuevas audiencias”. Fabián Cardoso también resaltó el trabajo de fundaciones y eventos como “el Cartagena Festival Internacional de Música, que trae niños de diferentes condiciones socioeconómicas a conocer la música clásica, para así romper con el estigma de que sólo está dirigida a la élite”. Respecto al incremento de radioescuchas, Cardoso y Galindo coincidieron en que el verdadero reto está en conseguir nuevas formas de narrar para ayudar a entender a músicos como Haydn, Mozart y Beethoven. “La radio cultural, más allá de entretener, tiene la responsabilidad social de formar pedagógicamente. Como emisora online, trabajamos con recursos como podcasts y memes para alcanzar oyentes”, resaltó Laura Galindo. Pese a opiniones confrontadas, al final hubo un punto de acuerdo: preservar la vida de la radio para que no suceda como en Noruega, donde la señal FM se apagó en enero de 2017. Indistintamente del canal, sea dial u online, la misión sigue siendo la misma: escuchar música, y como dijo Juan Carlos Garay: “¡Hay que seguir sintonizados!”.
* Jefe musical de Radio Nacional de Colombia. / Tico Angulo
/ Sebastian Delgado
EL ESPECTADOR / JUEVES 11 DE ENERO 2018 ElPentagrama 18 / ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Información importante sobre el concierto en el cerro de La Popa este jueves de La Popa a las 7:00 p.m., se trasladó al patio central del claustro de Santo Domingo Centro de Formación de la Cooperación Española (Centro Histórico, plaza Santo
Domingo, carrera 36 Nº 2-74). El cambio obedece a razones logísticas relacionadas con los riesgos de estabilidad del suelo en el cerro de La Popa, identificados recientemente y
ratificados por el Comité de Gestión del Riesgo de Cartagena de Indias en reunión del viernes 5 de enero de 2018. El recital se mantendrá en su
totalidad en la forma programada, con Mario Brunello (chelo) y Thomas Hoppe (piano), a las 7:00 p.m. Los asistentes podrán ingresar con las boletas adquiridas originalmente.
/ Cortesía
El concierto “Beethoven y las variaciones sobre temas de Mozart y Händel (Variaciones para chelo y piano)”, del jueves 11 de enero, que tendría lugar en el convento del cerro
En 1994 fundó su propia agrupación, la Orchestra d’Archi Italiani
Mario Brunello: lo más clásico de lo moderno
El artista italiano ha recorrido el mundo llevando magia e historias entre las notas de su inseparable violonchelo del siglo XVII, que trae a la modernidad con ayuda de presentaciones interactivas en las que se mezclan imágenes, palabras y música. FELIPE GARCÍA ALTAMAR
fgarcia@elespectador.com @FelipeAltamar
Entre más cuerdas frota con su mano derecha, aumenta la sensación de estar llegando a algún lugar, de estar surcando por la magia de algo desconocido. Mario Brunello no sólo hace música. Con sus interpretaciones, el artista italiano recrea historias en la mente de quien escucha la armonía de su violonchelo. Tampoco lo hace al azar o los créditos son del encanto del instrumento musical, pues ha dedicado un poco más de la mitad de sus 57 años
EL PENTAGRAMA Periódico oficial del Cartagena Festival Internacional de Música
de vida a descifrar el enigmático mundo de las partituras y las suites, siempre intentando involucrar la literatura, la filosofía, el teatro, la pintura y todos aquellos frentes que sean vitamina para el cerebro que interpreta sus notas. Versatilidad y vanguardismo: con esas dos palabras se define la plausible obra de Brunello, nacido en Castelfranco Veneto, una pequeña ciudad del norte de Italia que parece haberse detenido en la época medieval, por sus estructuras clásicas y sus canales con aguas rodeando torres y castillos. Esos paisajes le dieron a Brunello el primer pincelazo de una cercanía con lo antiguo. Versatilidad, porque es capaz de desenvolverse con el mismo ímpetu como solista de un concierto, integrante de un grupo
de cámara, creador de proyectos e incluso director de una orquesta. La comodidad que siente al ocupar cualquiera de esos roles ha llevado a Brunello a ser invitado por directores como Claudio Abbado, Valery Gergiev, Yuri Temirkanov, Ton Koopman, John Axelrod, Antonio Pappano, Vladimir Jurowski y Myung-Whun Chung para trabajar en sus proyectos. También ha hecho parte de las orquestas de mayor prestigio. La Filarmónica de Londres, la Filarmónica Real, la Filarmónica de Múnich, la Orquesta de Filadelfia, la Sinfónica de Tokio NHK, la Sinfónica de Londres, la Filarmónica de Radio Francia y la Sinfonietta de Kioi son sólo algunas de las agrupaciones que acompañó en algún momento de su carrera. Y vanguardismo porque, aunque para sus presentaciones usa un exclusivo y poderoso violonchelo que data de principios del siglo XVII, su música está muy lejos de encasillarse en lo clásico. Por el contrario, su trabajo siempre ha sido reconocido como innovador en temas de presentaciones interactivas,
compuestas por imágenes y palabras, además de la música. Esto muy a pesar de que sus mejores proyectos artísticos estén inspirados o sean una adaptación de las sonatas de Beethoven, Vivaldi o Bach. Nada de esto ha sido impedimento para que sus destacadas interpretaciones no estén acompañadas de formas de comunicación poco habituales en la música clásica, lo que por supuesto le ha funcionado para llegar a nuevas audiencias y a los pocos países que aún le quedan por visitar. La obra de Brunello ha sido reconocida más allá de los recitales. A sus 26 años logró ser el primer artista italiano en ganar el célebre concurso internacional de música Tchaikovsky International Competition, que se realiza en Rusia y se puede comparar, guardando las proporciones, con el Mundial de Fútbol, pues es el más codiciado de la música clásica y se celebra cada cuatro años desde 1958. Tras obtener este galardón, que lo catapultó como una de las figuras de la música clásica del Viejo Continente, Brunello se dedicó a transmitir su conocimiento con las nuevas promesas de este arte. Así fue que en 1994 fundó su propia orquesta: la Orchestra d’Archi Italiani, con la que le ha dado la vuelta al mundo y ha sido profeta en su tierra. Su fórmula de éxito tiene tres claves. Una es su convicción de que el violonchelo es una extensión del cuerpo humano y que incluso puede tener el mismo peso que la voz, por lo que cree que cada tensión de las cuerdas da un tono distinto, tal como ocurre con las distintas tesituras de la voz. La otra clave es su obsesión con las posiciones que puede ocupar con distintas interpretaciones del violonchelo. Finalmente, ha basado sus composiciones en lo que puede hacer imaginar a sus espectadores. “Una suite de violonchelo es una canción única acompañada por acuerdos flacos. El resto debe ser imaginado. La posibilidad de doblar las voces y la libertad de descomponer las armonías en escalas y arpegios interpretados por otros instrumentos es la sensación que provocan en mí las sonatas. Con el pequeño violonchelo puedo ser una banda, y con un chelo, un compositor”, explicó al diario italiano La Repubblica cuando explicó por qué puede ver afinidades entre la música de Bach y la de Bob Dylan, demostrando una vez más su aplicación contemporánea a lo más clásico de la música. Brunello se presentará los días 11, 12 y 13 de enero en el Cartagena XII Festival Internacional de Música. Lo hará en lugares llenos de mística como el claustro de Santo Domingo - Centro de Formación de la Cooperación Española, el Centro de Convenciones y la plaza de San Pedro Claver, y de inmediato continuará llevando su música a otros extremos del mundo, como China, Armenia y su natal Italia. La razón de tanto compromiso es sencilla: para él la música nunca se detiene.
PRESIDENTA: Julia Salvi DIRECTOR GENERAL: Antonio Miscenà EDITOR GENERAL: Juan Carlos Piedrahíta COLABORADORES EL PENTAGRAMA: SOCIOS PRINCIPALES: Postobón, RCN Radio, RCN Televisión Santiago La Rotta, Jaime Andrés Monsalve B., SOCIOS: Cine Colombia, El Espectador Felipe García Altamar, David Luciano Buelvas, FUNDADORA DE EL PENTAGRAMA: Paula Ojeda Palacio María Cecilia Rodríguez, Julián Mora Peña DIRECTORA DE EL PENTAGRAMA: María Camila Castellanos
FOTOGRAFÍA: Wilfredo Amaya, Tico Angulo, Sebastián Delgado
DISEÑO: William BotÍa Suárez http://www.cartagenamusicfestival.com