Pentagrama 11 de enero de 2014

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Las penúltimas notas del Festival » Asista a la conversación en la que Fernando

Toledo hablará sobre ópera con Daniela Pini, Rinaldo Alessadrini y Jacopo Spirei, en la capilla del Sofitel Legend Santa Clara, a las 11:00 a.m. » Escuche en el teatro Adolfo Mejía, a las 7:00 p.m., un recital que mezclará sonidos rusos y gitanos, incluyendo el Quinteto para piano y cuerdas de

Shostakovich, interpretado por el Cuarteto Borodin y Sergei Babayan. » No se pierda el último de los conciertos en la plaza San Pedro, a las 10:00 p.m. Una noche de ópera dedicada a Rossini en la que Rinaldo Alessandrini dirigirá a la Filarmónica Joven de Colombia en selecciones de La Cenicienta. Transmisión en vivo por Señal Colombia y en diferido por NTN24 a las 12:00 p.m.

‘La oreja pasiva’, pieza artística deJim Amaral y símbolo del Cartagena VIII Festival Internacional de Música.

8 ElPentagrama

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Concluyó la Serie de Música del Nuevo Mundo

El sonido continental

¶ América continúa su proceso para tratar de reducir las viejas fronteras imaginarias que se han establecido entre los géneros. ALEXÁNDER KLEIN *

Se cuenta que en 1928 el compositor estadounidense George Gershwin tuvo la oportunidad de conocer en persona a Alban Berg, uno de los compositores vanguardistas más respetados de su época. Berg mandó a tocar su Suite lírica frente a un Gershwin lleno de admiración y respeto. Pero luego, cuando llegó el momento para que el norteamericano mostrara su música, el pianista vaciló y se preguntó en voz alta si su arte estaría a la altura de la respetada vanguardia vienesa. A lo cual el autor austríaco respondió con gran seriedad: “Señor Gershwin, música es música”. Es irónico que un europeo —y vanguardista, aparte—le haya tenido que recordar a un compositor estadounidense que toda música es simplemente eso: música. Que no importa si no está escrita en los lenguajes experimentales que suelen complacer a jurados en la academia y que no importa si su fuente principal de inspiración está basada en los géneros populares. El arte, a pesar de que muchos insistan en lo contrario, simplemente no puede ser juzgado. Todo se reduce, a fin de cuentas, al gusto personal. Por siglos, las clases dirigentes de América estuvieron convencidas de que había que imitar a Europa en el aspecto artístico para lograr un arte americano que pudiera “competir” con el europeo. Y así tardamos siglos en darnos cuenta de que no había que inspeccionar en Europa lo que ya teníamos en nuestra propia puerta trasera, incluso antes de que llegaran los europeos. Es cierto: la llamada música americana siempre ha existido y, lo que es mejor, no tiene nada que envidiarle a la europea. Todo lo anterior fue confirmado en los conciertos de la Serie de Música del Nuevo Mundo que se llevaron a cabo en el Festival. Empezando con el dúo Assad, que ofreció un repertorio muy varia-

Sergio y Odair Assad exhibieron su destreza en la guitarra, mientras que Guinga y el Quinteto Villa-Lobos realizaron un recorrido por algunas piezas tradicionales del Brasil. / Fotos: Wilfredo Amaya

Rodolfo Mederos, bandoneonista argentino, musicalizó los versos del poeta Juan Gelman. / Carlos Pineda

do en un formato instrumental que es nuevo para muchos. La calidad de su interpretación, y la comunicación increíble que existe entre los dos intérpretes, seguro hicieron que muchos músicos en la audiencia se replantearan sus propios métodos para tocar en grupo. ¿Y qué decir del legendario Guinga y su concierto con el quinteto Villa-lobos? La complejidad armónica y rítmica y el contrapunto magistral de su escuela brasileña confirman que la sobrevalorada vanguardia no es exclusiva de la mal llamada “música erudita”. Antes de terminar su concierto, Guinga tuvo el coraje y el buen humor de exclamar con humildad que él no se consideraba un músico erudito, quizás por algún problema de au-

toestima. Los que entendían portugués soltaron sus carcajadas y —hay que decirlo— entre las risas más estruendosas estuvo la del eminente clarinetista Gabriele Mirabassi. Al igual que Guinga, el italiano seguro comprendió que el chiste del brasileño no era más que una sutil crítica a quienes siguen malinterpretando las etiquetas erróneas que se le dan a la música. Otro artista familiar con este debate sin rumbo es el bandoneonista Rodolfo Mederos, quien encantó al auditorio del Centro de Convenciones, en Getsemaní, con una original mezcla de poesía y tango. El número de estilos tan aparentemente distantes en los que ha trabajado —rock, jazz, tango— prueban que las fronteras entre los géneros musicales

son producto de la imaginación. Así lo confirmó también el cuarteto colombiano Manolov en su concierto del pasado jueves. ¿Quién habría de imaginar que un formato nacido en el clasicismo sería perfectamente capaz de tocar piezas de salsa, cumbia y vallenato? A través de Manolov esto fue posible, y si la audiencia no se puso de pie para bailar fue por simple timidez, pues ganas no faltaron. En efecto, la Serie de Música del Nuevo Mundo no sólo reafirmó para muchos la envidiable riqueza y variedad musical que hay en el continente. También reafirmó las palabras de Alban Berg que hoy deben resonar entre nosotros: la música no es más que música.

* Compositor y musicólogo

MIGUEL CAMACHO *

Aventura en la Noche Húngara Una de las expectativas que nos habíamos hecho para la presente edición del Festival es la relativa a los escenarios mismos en que este mundo de la fábula y la fantasía se iba a trazar desde las distintas expresiones extranjeras. El castillo de San Felipe de Barajas es una de esas propuestas, y por su magnificencia suscitó una curiosidad también enorme; de cualquier manera, la promesa de la música gitana en los recintos de piedra de la fortaleza prometía una aventura que un público muy elegante aceptó de buen grado a pesar de un ascenso tortuoso y algo inseguro. Hablando ya de música, Geza y los Virtuosos Bohemios se muestran a las claras como los define su nombre: son virtuosos, conocedores de su instrumento en niveles completamente íntimos, diestros, recursivos y profundamente técnicos, un asunto, sin embargo, peligroso en razón del riesgo que se corre al enfrentar la pericia contra la, digamos, humanidad de la música, si se me permite esta condición como término. La promesa de un violín gitano, como corresponde a la esencia misma de este director y líder del grupo, se extravió en los cambios del programa a último momento, hecho que no resulta grave si el producto final responde a una calidad y a una idoneidad artística, además porque la música de Franz Liszt, Brahms y Camille Saint-Saëns no son para nada un asunto despreciable. El programa, pues, a mi juicio, no desentonó ni defraudó a la audiencia; tuvo, como en las corridas de toros, momentos de lírica profunda y embates impetuosos en la ejecución de las cuerdas que nos hicieron esperar ese final infantil y conocido, pero mágico, de Czardas, que nunca llegó. Hoy, al digerir esta Noche Húngara, de cuerdas, de música veloz y efectista, llena de matices salpicados de folklore, se me ocurre pensar si un cierto afán por demostrar un pleno dominio de condiciones virtuosas en obras exigentes no estará sacrificando la belleza que debe asistir a la obra misma. Tal vez hubiera preferido quedarme con la idea de “qué maravillosas son las canciones de Brahms...” en lugar de llevarme la impresión de lo avezado y frenético del violinista. Saint-Saëns, sin embargo, me encantó y creo que Oblivion de Piazzolla fue un gran final. * Periodista HJCK.

Pu


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La ópera también se habla Hoy se llevará a cabo el último conversatorio del Festival, titulado La ópera por dentro: La Cenicienta, evento que ofrecerá al público la rara oportunidad de conocer de cerca a los solistas del montaje musical y escénico más ambicioso del Cartagena VIII Festival Internacional de Música. Los artistas invitados serán la soprano Daniela Pini, el barítono Roberto de Candia, el bajo

barítono Luciano di Pasquale y el tenor Javier Camarena. El moderador será Fernando Toledo, columnista de la sección cultural del diario El Espectador y director de la emisora HJUT. De esta forma, la serie de conversatorios del Festival se cierra con broche de oro. La cita es a las 11:00 a.m. en el Sofitel Legend Santa Clara. Imperdible.

ElPentagrama Cantantes, directores y gestores conversarán con Fernando Toledo sobre el montaje más importantes del Festival este año. / Joaquín Sarmiento

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El transporte del piano representa una exigencia máxima para el grupo logístico del evento en Cartagena. / Wilfredo Amaya - Carlos Pineda

LUCERO RODRÍGUEZ G.

La sinfonía logística

Steinway y otros caprichos instrumentales

¶ Pianos, chelos, arpas y algunos instrumentos de percusión son transportados con sumo cuidado durante el Festival.

Es muy sensible a los arrebatos del viento, a los pianistas infames, a la sal del mar y pareciera que a cien cosas más. Adonde llega salen como unas ocho personas a recibirlo, lo cargan y abrigan en mantas de algodón. A veces exige aire acondicionado; podría darse el lujo de pedir que lo abanicaran manualmente. Siempre hay un carro especial sólo para él, esperándolo a la salida de cada aeropuerto, que comparte con tres guardaespaldas, mínimo, y Pedro Luis, la sombra que lo acompaña para atender lo que demande en todo momento. Los pone a correr a todos. Incluso ha preocupado a artistas de la talla de las hermanas Labèque (Katia y Marielle). Que si llega, que si no, que mejor venga a la plaza de San Pedro… que mejor no tocamos porque tanta exposición lo puede indisponer... Se sabe muy sensible y se hace esperar por los mejores, que siempre quieren trabajar con él. No es que sea una engreída estrella, sólo un consentido un tanto delicado. No lo odie. Hay que escucharlo para empezar a amarlo. El consentido

cion = El Espectador, Sección = , Color = , Fecha = 10/01/2014, Hora = 03:43:43 p.m., Página= 18, Usuario = wNiampira

Steinway & Sons es el piano de cola del gran concierto, construido y comprado en Nueva York en 1998. Lo compró Jorge Marín, de la Fundación Marín Vieco, aconsejado por la pianista Blanca Uribe. Como en la llegada de los artistas, en la de instrumentos como el Steinway hay un buen despliegue logístico y de seguridad, sólo que sin tantas cámaras testificando. La rutilante aunque anónima estrella salió de Medellín el 30 de diciembre a las 11:00 a.m. y llegó a Cartagena el 31 por la noche. Asiste todo el año a eventos por todo el país. Pesa 600 kilos y Pedro Luis Figueroa es el luthier que siempre viaja con él. Se ha presentado en sitios como la plaza de San Pedro, el teatro Adolfo Mejía, hotel Santa Clara. Llega con ocho pianos más. Además de los pianos, los instrumentos que requieren mayor cuidado por su riesgo de daño son los chelos, los contrabajos, las arpas; todos los que tienen membranas (parches), como timbales sinfónicos, baterías, e instrumentos “raros” o no muy conocidos por quienes los transportan en Colombia, entre éstos el udú (percusión brasileña), que trajeron en 2012, o los pandeiros, violas de gamba y guitarras especiales, como las traídas para el festival dedicado al Barroco, del año pasado, según la lista de Óscar Acuña, el jefe de Transporte de Instrumentos del Festival. Desde hace 15 años Acuña se dedica a este tan específico oficio al servicio de diferentes eventos. En casa no se le rompe una matera, “más bien reparo las de mi mamá”, dice. Y sí, hasta ahora nunca le ha pasado nada que le haga doler tanto la cabeza hasta quitarle el sueño; sin embargo, todos los días algo puede pasar. Los verdugos de su trabajo cotidiano son tanto el calor, que expande las maderas y los metales de los instrumentos, como el frío, que los contrae y que en los pianos afecta la afinación, además del riesgo de

que se rompa la cuerda de un arpa, porque aunque hay cuerdas de repuesto, poner a un luthier a cambiarla es perder tiempo valioso; un pequeño golpe en un contrabajo puede abrirlo todo, por ser muy grande y con láminas de madera delgadas —por eso a veces un camión lleva un solo contrabajo—; que se rompa un parche de un bombo sinfónico, porque por lo general son importados y los repuestos nacionales no siempre son fáciles de conseguir. Tres camiones de hasta 3,5 toneladas, unas nueve personas —incluido Acuña— están al servicio de los instrumentos, de 7:00 a.m. a 2:30 a.m., todos los días del Festival y toda clase de ideas que surgen año tras año, para evitar contratiempos como aprovisionarse de 200 bandas de caucho y 400 pinzas de ropa para sostener partituras, así como fundas de arena de la playa de un color que las camufla para sostener los atriles, entre otras. Transportar un piano, así como tocarlo, es una cuestión de conjunción armónica de fuerza y delicadeza. Piano, piano con el piano, forte, piano, ¡pianissimo! que si se rompe no hay quien lo pague. Al Steinway han tenido que moverlo hasta cuatro veces en un mismo día, y subirlo cuatro pisos; sin embargo, el “coco” de este año fue mover otro piano, no tan pesado como el Steinway, pero de unos nada despreciables 350 kilos, de media cola, que debían subir ocho personas por la rampa peatonal del Castillo de San Felipe para el concierto, el jueves 9 por la noche. Todo salió bien y como no les gusta hacerse a problemas o no les espanta, ahora están pensando en llevar el exclusivo Steinway a un sitio como el Palenque de San Basilio, donde lo esperan un artista agradecido y un público maravillado, bajo unos 37 grados de temperatura a la sombra, que puede alcanzar en el día.


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EL ESPECTADOR / SÁBADO 11 DE ENERO DE 2 01 4

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Cuarteto Manolov en escena

DIEGO FISCHERMAN *

Algunos de los integrantes del cuarteto tocan con la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia y la Orquesta Filarmónica de Bogotá.

El nombre es un homenaje al búlgaro Dimitri Manolov, / Joaquín Sarmiento

antiguo director de la Sinfónica de los colombianos.

Luego de trabajar algunos años con el cellista Mintcho Baved, Juan Pablo Martínez ingresó hace unos meses al conjunto en su reemplazo.

ElPentagrama ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Q-Arte durante su presentación en la Iglesia María Auxiladora. / Carlos Pineda

Cuarteto Manolov, Q-Art y Jóvenes Talentos

¿Y de los colombianos qué? ¶ En Cartagena, algunos músicos nacionales tuvieron la oportunidad de tocar al lado de las figuras más representativas de la escena mundial. ÁLVARO TINJACÁ*

algo que casi nunca pasa en el refinado recital de un cuarteto de cuerdas. La sensación debió ser parecida en el momento en que el Ensamble Agile se presentó en Il Giardino de Pinocchio, en la Toscana, para mostrarle a Europa cómo suenan un arpa llanera, un clarinete y una bandola juntos. Colombia está en busca de un sonido que lo identifique y lo ponga en una esfera similar a las propuestas de Argentina y Brasil. Al cuarteto Q-Arte lo une la sangre: dos de sus integrantes, Liz y Diego García (chelo y violín), son hermanos, por

A Angélica Gámez la han visto crecer los escenarios. Los viejos asiduos a los conciertos se acuerdan de cuando ella era niña. La ahora experimentada artista es uno de los violines del Cuarteto Manolov, que con once años de historia es uno de los más queridos de la escena nacional. Aunque fueron invitadas agrupaciones con más de medio siglo en la espalda, como el Cuarteto Borodin, los años de permanencia de este grupo de cámara son todo un hito. “Los músicos colombianos nos hemos dado cuenta de que la única manera de hacer un trabajo serio es tocar juntos muchos años”, cuenta el chelista Juan Pablo Martínez. En su concierto, que concluyó la Serie de Música del Nuevo Mundo, se escucharon obras exclusivamente colombianas, demostrando que el elemento que identifica nuestra música es su tremenda diversidad. En el escenario, junto al percusionista cartagenero Rodny Teherán, colaborador de Carlos Vives, emocionaron al público hasta casi ponerlo a bailar. Muchos eran extranjeros sorprendidos por los aplausos espontáneos, Jóvenes talentos 2014. / Carlos Pineda EL PENTAGRAMA Periódico oficial del Cartagena Festival Internacional de Música.

eso es fácil encontrarlos en el hotel ocupados con sus hijos que chapotean en la piscina. Ellos, al parecer, siguieron el consejo de Katia Labéque, quien dijo: “Si quieren resolver problemas entre hermanos hagan música juntos”, y juntos trabajaron en la misión de interpretar los temas del compositor Nino Rota con la Banda Radar, logrando dialogar espontáneamente con el grupo italiano mientras gigantescas grúas de descarga y yates de lujo hacían de telón de fondo. En medio de este impresionante panorama me encuentro a Julieth Lozano, joven talento colombiana invitada al Festival junto con otras tres promesas musicales. Al escuchar a esta soprano se puede fantasear con un glorioso futuro para nuestros intérpretes en el competido mundo de la música clásica. En este grupo de jóvenes talentos también se destaca el pianista Julián Pernett, quien aunque vive en Bogotá, cuando toca logra trasportar a su público al mar Caribe, gran influencia para Barranquilla, tierra de sus padres. Estas promesas de la música en Colombia van a cerrar mañana la serie Oro de Santa Clara, acaso para recordarnos que el Festival es ya patrimonio del país, “nuestro país de muchos ritmos, nuestro país de frutas y colores”, dijo el Cuarteto Manolov antes de tocar. * Músico

PRESIDENTA: Julia Salvi. DIRECTOR GENERAL: Antonio Miscenà. DIRECTORA EJECUTIVA DEL FESTIVAL: Mónica Alzate Sierra. SOCIO FUNDADOR: RCN, Ennovva y Postobón. SOCIOS: Cine Colombia y El Espectador.

Al borde del Caribe Hay palabras capaces de convocar universos. “Caribe” es una de ellas. El poeta Jorge Luis Borges aseguraba que, mientras un falsario que intentara hacer pasar por árabe un libro que no lo fuera lo llenaría de camellos, Mahoma, que no tenía ninguna necesidad de demostrar su arabiedad, en el Corán no mencionaba a los camellos ni una vez. Es un argumento tentador, además de ingenioso. Y sirve para aventar los riesgos del pintoresquismo vacío. Pero tal vez no sea cierto. Las informaciones con las que cada uno cuenta podrán ser más o menos prestigiosas. Pero son imposibles de evitar. En el momento de escuchar música, cada quien lo hace con todo aquello que ya ha escuchado antes. Y con lo que ha visto. Y con sus ideas acerca de lo que la música es. Y de lo que debe ser. Stravinsky, Ravel o Debussy no se escuchan igual, en todo caso, con la palabra “Caribe” resonando en la memoria. Alejo Carpentier escribió acerca de los capiteles de la catedral de Santiago de La Habana. Hay allí un ángel con maracas y de esa presencia el escritor derivó toda una visión acerca de la relación de América con la cultura europea. La india que desde lo alto preside el escenario del teatro Adolfo Mejía se le parece. Las diferencias son dos. Y no son menores. En primer lugar, la tensión —o el juego— entre dos culturas no se produce en el interior de la obra misma sino entre ella y lo que la circunda: el teatro a la italiana, en herradura; la música que allí tiene lugar. La segunda diferencia es, tal vez, aún más significativa. No se trata aquí de alguien llegado del mundo divino para apropiarse de los atributos de lo humano —el cuerpo, el ritmo, las maracas—, sino de una habitante de la tierra. De esta tierra. Y, por añadidura, de alguien que porta ni más ni menos que aquello en que descansa el comienzo de todo: la palabra. La india Catalina es una traductora. Es quien hizo de intérprete para el primer conquistador. Es, en ese territorio en que poco importa lo que no sea riqueza y el poder para obtenerla, alguien que entiende y que permite que otros entiendan. En el misterio de la música, en esa extraña lengua en que tantos encuentran la emoción aunque nadie, ni siquiera los eruditos, sepan explicar exactamente por qué, la traducción es un emblema. Los intérpretes traducen a los compositores. Y los oyentes traducen a los intérpretes. Si algo llama la atención, y seduce, a quien llega de lejos, es esa sensación de traducción. O de distancia. O de bienvenida interferencia. Esa manera en que, inevitablemente, Ravel suena impregnado con el olor del mar, de las frutas opulentas y de las palabras mágicas —ron, piratas, trópico, naufragios—. Que el festival “oficial” dialogue, además, con otro en que los mestizajes son puestos en escena, literalmente —el tango de Rodolfo Mederos y la poesía de Juan Gelman, la música de Nino Rota para los filmes de Fellini, el arpa llanera y el arpa francesa, la guitarra brasileña y la convivencia de Heitor Villa-Lobos y Baden Powell—, completa el cuadro. Un festival podría ser, sencillamente, un conjunto de buenos conciertos. Antonio Miscenà, director general de este extraordinario encuentro al borde del Caribe —y de esos universos que la palabra convoca—, dice que se trata, justamente, de lo contrario. De “encontrar puntos de unión, de lograr que a lo largo de los distintos conciertos se tenga la sensación de que unos han iluminado a los otros, de que cada uno ha tenido un significado nuevo y, a la vez, ha hecho que los otros también lo tengan; que el conjunto sea más que la suma de las partes”. Un conjunto, huelga decirlo, en que el paisaje —y sus olores, los fantasmas, sus resonancias— resulta ineludible. * Crítico musical Página 12, de Argentina.

DIRECTORA DE EL PENTAGRAMA: Paula Ojeda. EDITOR GENERAL: Juan Carlos Piedrahíta. COLABORADORES EL PENTAGRAMA: Diego Fischerman, Miguel Camacho, Lucero Rodríguez, Alexánder Klein y Álvaro Tinjacá. DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN: Julio César Carrero Ladino - El Espectador

http://www.cartagenamusicfestival.com

© Comunican S.A. 2014. Todos los derechos reservados. Calle 103 N°69B-43. Fax: 4237641. Apartado 3441. Bogotá, Colombia.


18 EL ESPECTADOR / SÁBADO 11 DE ENERO DE 2 01 4 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Geza & Los Virtuosos Bohemios fueron los responsables de llevar a cabo la Noche Húngara, en el castillo de San Felipe, el jueves pasado. / Wildredo Amaya

ElPentagrama El Cuarteto de Cuerdas Borodin interpretó partituras del compositor ruso Dmitri Shostakovich durante su primer concierto al aire libre en la plaza San Pedro. / Wilfredo Amaya

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ JUAN CARLOS PIEDRAHÍTA B.

jpiedrahita@elespectador.com

J

avier Camarena quiere que al cantar se escuche la voz de México. Ese es el sueño que ha tenido toda su vida y que se le convirtió en una especie de obsesión. En el mundo actual de la globalización, en el que se van borrando con sutileza las fronteras geográficas, él sigue portando con orgullo la bandera de su país, y siempre que puede deja claro que cada nota que emite se la debe a millones de coterráneos que le creyeron y que lo motivaron a continuar insistiendo en la opción del canto lírico en medio de alternativas tal vez menos exigentes como el pop y las músicas tradicionales de su entorno. A pesar de haberse inclinado por la formación académica, recibida en algunas escuelas de su natal Veracruz, y más adelante graduarse como profesional en música de la Universidad de Guanajuato, Camarena no mira por encima del hombro a ningún estilo musical y valora la presencia de componentes emotivos que siempre, sin importar el lugar en el que realice el recital, le ayudan a crear el lazo con el público. La música está en el aire, es un bien común, y cada quien es libre de recibirla como quiera. Lo único que exige este tenor ni siquiera es la figuración de su nombre, sino que quede claro que ahí parado está un mexicano. “Siento una responsabilidad muy grande al presentarme en cualquier teatro por fuera de mi país, porque siento que no sólo me presento a cantar yo. Detrás de mi presencia en el escenario está siempre mi país. Es muy gratificante decir que soy mexicano y demostrar que nuestra tierra no sólo tiene asaltos, influenza, narcotráfico: también tenemos gente con muchísimo talento y con una preparación capaz de competir con cualquiera de las más relevantes estrellas del canto lírico”, asegura Javier Camarena, quien debutó en 2004 en el Palacio de Bellas Artes de su nación, interpretando el papel de Tonio en La hija del regimiento, obra del compositor italiano Gaetano Doni-

Javier Camarena

UNA

VOZ DE

OTRO

TENOR ¶ El cantante mexicano, que empezó a destacarse en los escenarios internacionales en 2004, es uno de los talentos masculinos principales en el montaje ‘La Cenicienta’.

/ Wilfredo Amaya

zetti (1797-1848). En varias oportunidades este tenor, que actualmente pasa más tiempo fuera de su país debido a sus compromisos profesionales, recorre las calles mexicanas y recuerda que se paraba en frente de los teatros con la ilusión infantil de entrar, a veces a protagonizar

algún montaje artístico y otras a presenciar imponentes iniciativas gestadas por extranjeros. En cualquiera de los casos, el deseo era crecer, aprender y, sobre todo, compartir momentos con otros seres humanos. Ese anhelo fue tomando cimientos cuando obtuvo el primer puesto en el Concur-

so de Canto Carlo Morelli, en México, y el premio Juan Oncinas en el Concurso Francisco Viñas, en Barcelona, en 2005. “Ahora debo decir que haber ganado el Morelli en 2004 me abrió muchas puertas en América Latina. Tuve la oportunidad de participar en muchos monta-

jes de impecable factura en diferentes ciudades de México y luego vino una cantidad incalculable de conciertos y galas de ópera en diferentes auditorios nacionales y extranjeros, que me dieron la seguridad para asumir cualquier ópera sin importar los retos”, asegura el tenor que en la actualidad tiene un lugar de privilegio dentro de las voces del canto lírico en Europa y en el Nuevo Continente. Desde abril de 2007, Javier Camarena ha estado vinculado como solista a la Ópera de Zúrich, con la cual interpretó el papel de Lindoro en la exigente producción L’italiana in Algeri, en la que compartió escenario con Vasselina Kasarova, y también se encargó de ponerse la indumentaria de Almaviva en El barbero de Sevilla. Tales interpretaciones le valieron comentarios contundentes por parte de la crítica especializada como: “La voz de Camarena es rica y plena, particularmente en el registro medio. Tiene control total de la línea vocal y consigue una interpretación fluida y escrupulosamente detallada, tanto en lo musical como en su desenvolvimiento escénico. La sala enloqueció con él”, dijo The Classical Review. Pero así como ha tenido montajes imponentes con la Ópera de Zúrich, el mexicano ha sido invitado de honor a la Ópera Estatal de Viena, la Ópera de París, la Ópera de Bruselas y, por supuesto, lleva ya varias figuraciones con la Ópera Metropolitana de Nueva York. “Con la experiencia que tengo puedo disfrutarme plenamente en el escenario, pues sé lo que quiero hacer con mi voz y, más importante aún, sé cómo hacerlo. Con las oportunidades que he tenido de cantar un repertorio un poco más central, no tan agudo, he podido fortalecer esa parte de mi registro, pero sin perder brillo en el agudo. Tengo la idea de que nunca se termina de aprender y nunca se debe dejar de intentar mejorar, así que en ese camino estoy”, cuenta Javier Camarena, quien tendrá uno de los roles protagónicos en La Cenicienta, el montaje principal del Cartagena VIII Festival Internacional de Música. Sin duda, aquí también confirmará la calidad de su voz y la amplitud de su registro.


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