Música y divina insania

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MÚSICA Y DIVINA INSANIA Josu Okiñena, músico

La relación que pueda existir entre la música y la enfermedad mental es un tema presente en la literatura científica o de divulgación, y es planteado desde diferentes enfoques: en la mayoría el punto de partida es la persona. A veces se pretende conocer la influencia que la enfermedad mental ha tenido o tiene en la creación, o describir que la sinrazón se hace presente en el arte; en otras se busca analizar cómo y por qué, grandes artistas han derivado en locura. Los primeros pensadores que proponen sus ideas sobre esta relación, parten de los griegos. Aristóteles considera la inspiración como una disposición de ánimo, la identifica con entusiasmo, manía o furor divino; la bilis negra, a la que se refería Hipócrates. Esto significaba relacionar la inspiración, con estados patológicos, al considerar que la inspiración no expresa ningún mensaje, y se trata de una experiencia intuitiva; y quien tiene esta experiencia, se expresa mediante ideas límite, relacionadas con lo irracional, lo mítico y lo divino. El mito de Orfeo es un ejemplo claro, nos describe cómo resuelve sus momentos de locura, producidos por la pérdida de Eurídice, gracias a la inspiración que encuentra, interpretando en su lira. Platón, sin embargo, distingue entre locura clínica y la locura como inspiración divina (o locura creativa) y desmiente las ideas anteriores, considerando que la ins-

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piración no es concebida como bien divino, sino como respuesta a la tradición. Así se expresa en la tragedia griega y sigue desarrollándose en los rituales de las fiestas populares, en la música lírica y coral con la que se expresan los misterios de la pasión, y otros ritos o mitos. En ocasiones, la representación acompaña a la música con el fin de transmitir que el protagonista pierde su identidad, mediante expresiones que parecen estar en un estado de éxtasis, derivados de la mística o la locura. La relación entre inspiración, religión, música, y locura ha existido siempre porque en definitiva, el hombre pretende manifestarse contra lo establecido y el deseo de vivenciar contrastes. Esto se encarna en los ritos o mitos, como observamos en: celebrar el carnaval antes de la cuaresma, o en las manifestaciones del bien frente al mal, en algunas fiestas populares que en ocasiones desencadenan situaciones de locura. Ante estas interpretaciones, lo difícil es determinar la frontera entre la tradición y la obra musical como creación, y a su vez entender la enfermedad mental a partir de otras dimensiones. Mi percepción sobre el enfermo mental, no se corresponde con las expresiones tradicionales a las que me he referido, a pesar de que en ocasiones quiera relacionarse, al menos en su denominación. Como ideas generales percibo la enfermedad mental como una situación que se genera en la mente de cada persona, que le provoca: miedos o angustia por sentirse individuo diferente; de aquí le surge, una vivencia y experiencia singular; vive su mundo propio, que le sitúa fuera de lo común y de los parámetros sociales. Estos parámetros son los que toman opción sobre el límite que separa al enfermo

mental de la norma, y lo que hace que estas personas, que son sujetos de esa sociedad, perciben de ella poca aceptación o rechazo, lo que aumenta la situación ambivalente y de paradoja en la que, muchas veces, viven. No voy a profundizar más en esta percepción, puesto que mi intención no es hacer un estudio médico, psicológico o social de esta enfermedad. Pretendo aportar, desde las experiencias que tengo como intérprete musical, algunas similitudes que pueden existir, entre el proceso que sigo cuando preparo un recital y las vivencias que, frente a la vida, puede tener el enfermo mental. Una primera reflexión me viene con el recuerdo del mito de la caverna. Platón nos cuenta como Sócrates dice a su discípulo: Glouco escucha lo que tengo que decirte: Imagínate a unos hombres encerrados en una caverna, cuya entrada, abierta a la luz, se extiende en toda su longitud. Allí, desde su infancia, los hombres están encadenados por el cuello y por las piernas, de forma que permanecen inmóviles y sólo pueden ver los objetos que tienen delante. Detrás de ellos a cierta distancia y altura, hay un fuego, cuyo resplandor los alumbra, y entre ese fuego y los hombres se alza una tapia. Figúrate, además, a lo largo de la tapia, a unos hombres que llevan objetos de toda clase y que se elevan por encima de ella, objetos que representan en piedra y madera, figuras de hombres y animales. ¿Podrían ver otra cosa que no sea su sombra? A lo que contesta Glouco -¿Qué más pueden ver?- Y si pudieran hablar entre ellos, ¿no juzgas que considerarían objetos reales las sombras que ven?- Naturalmente- contesta Glouco. Hasta aquí, el relato más divulgado y posiblemente co-

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nocido; pero sigue el relato de Sócrates o Platón, en el que expresa su verdadero mensaje. Así sigue diciendo Sócrates: Glouco, considera lo siguiente: a uno de esos cautivos se lo libra de sus cadenas y se le obliga a volver la cabeza, a caminar, mirar la luz. Necesitaría acostumbrarse y llegaría a la conclusión de que ahora ve el mundo, diferente a lo que veía en la caverna. No piensas que quedaría perplejo y necesitaría acostumbrarse para ver los objetos de la región superior… Por último, creo yo podría poner su vista sobre el sol… y reflexionando sobre el sol, llegaría a la conclusión de que este lo gobierna todo y es la causa de lo que veía en la caverna – Necesariamente- afirma Glouco.

chazado por sus compañeros, o dónde sitúa la diferencia entre lo que ha conocido cuando estaba atado o lo que percibe desde esta nueva situación. ¿Y si quisiera comunicar estas vivencias nuevas, a quienes siguen encerrados, qué sería lo más importante para decirles? Relacionando este relato con mi percepción sobre el enfermo mental, considero que esta persona también vive una situación de ambivalencia, por dos motivos: uno provocado por las experiencias que tiene, derivadas de la misma enfermedad. Y otro por la sociedad en la que vive que, a priori, le sitúa en el rol de enfermo. Esta ambivalencia le hace sentir, en ocasiones, que tiene capacidades y puede ajustarse a una forma de vida normalizada, frente a otras en las que se siente incapaz y se siente dominado por algo interno o externo, que le domina. Esto da lugar a que tenga experiencias contradictorias entre debilidad y capacidad para la vida normal, e incluso que posee imaginación y creatividad, o que nada es significativo. Vive en situaciones de paradoja, que le hacen sufrir, e incluso le provocan desorientación en su vida. Con estas ideas, paso a relatar las experiencias que vivencio en mi profesión, al preparar un recital. Cuando comienzo a estudiar una composición musical que tengo que interpretar, mi primera actividad es conocerla en profundidad. Este trabajo me abre múltiples posibilidades que me produce una situación de desorden, incertidumbre o caos; pero si quiero seguir adelante tengo que elegir. No hay camino para ello. Si la interpretación pretende ser arte, necesito buscar, entre todas las alternativas que he descubierto, aquella que sea más significativa, y que se acerque más a lo que quiero transmitir, siendo fiel a la estructura de la composición. Esta alternativa sólo se genera en mi mente, es mi res-

Sigo con el relato de Platón, que describe a dónde quiere llegar con su mensaje: Supongamos que ese hombre desciende a la caverna, va a sentarse en su antiguo lugar y pretende dar su opinión sobre aquellas sombras. ¿No se expondrá a que se rían de él? Si en algún momento intentara libertar a todos y conducirlos a la región de la luz, y ellos pudieran apoderarse de él y matarlo, ¿es que no lo harían?- Con toda seguridad- dijo Glouco. Es evidente que si reflexionamos en este discurso pueden sacarse muchas conclusiones. Heinz von Foerster (1994, 98) recoge en su artículo este relato, e interpreta que: en el país de los ciegos el tuerto, no es el rey, iría directamente al hospital psiquiátrico. Desde mi percepción me pregunto por la ambivalencia que podría experimentar el sujeto, cuando piense en las dos situaciones, cómo contrasta las experiencias nuevas con su vida anterior, qué siente cuando es re-

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ponsabilidad porque he tomado la opción de interpretar la composición, comunicando el mensaje que he construido. Es evidente que tomar la decisión con autonomía, genera miedos e incertidumbre siempre se crea una situación, ambivalente y paradójica. En mi caso es paradójica, porque la decisión que tome, la vivo de una manera concreta y así tengo que manifestarla; pero también podría haber elegido otro modo de expresarla. Esta libertad de elección quizás no la tenga el enfermo mental, puesto que la situación de paradoja, proviene de su enfermedad, no de una opción libre; pero supongo que el sentimiento de debilidad puede ser parecido. Podía concluir con estas ideas: si la ambivalencia y la paradoja, están presentes en las actividades del intérprete y el enfermo mental, es necesario aprender y saber enfrentarse a estas experiencias. No es tarea fácil; pero el ser conscientes de que es posible actuar, al menos en algunos momentos, sin que nuestras acciones sean respuestas ciegas a la norma, enriquece a la persona; y con esta experiencia, hay que ir buscando los momentos en los que se pueda descubrir el aspecto creativo o personal que ofrece la vida y trabajar con él, es un reto vital. Referencias: Heinz von Foerster (1994). Los peligros de la realidad. En V.V.A.A. (1994). Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad. Barcelona: Paidós, pg. 98-100. Josu Okiñena, Doctor por la Universidad de Valladolid tras obtener el primer premio de piano y música de cámara del Conservatorio Superior de San Sebastián, consagra su actividad profesional a la investigación y a la interpretación, fundamentándola como actividad científica desde un enfoque transdisciplinar.

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