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La nueva emigración, más difícil de medir y muy inferior a la de los años sesenta Pedro García Luaces sábado, 05/10/13 - 14:14 • •

Dos estudios interpretan de forma antagónica los datos de la emigración... y ambos son ciertos. El primero, de la investigadora principal del Real Instituto Elcano, sólo tiene en cuenta a los emigrantes autóctonos – esto es, nacidos en España –, concede más importancia al stock, que es el número de emigrantes españoles asentados en un país extranjero, y resuelve que este sólo ha aumentado en 40.000 personas desde el inicio de la crisis. El segundo, de la investigadora del CSIC, no distingue entre emigrantes autóctonos y nacionalizados y concede mayor importancia al flujo, esto es, a los españoles que no se registran en el consulado porque no tienen trabajo ni residencia estables, y resuelve que estos pueden ser en torno a 700.000 desde el inicio de la crisis. Dado el nuevo perfil del emigrante, que a menudo viaja para probar y no considera darse de alta en su respectivo consulado, es muy difícil calcular cuántas personas han salido de España.

A tenor de la alarma suscitada, España parece estar viviendo un éxodo masivo de personas en edad de trabajar que dejan su hogar en busca de oportunidades, decepcionados por la crisis económica y el estrecho mercado laboral español. De acuerdo con esta impresión, buena parte de nuestros jóvenes habrían salido ya de España, poniendo su talento y el esfuerzo educativo invertido en ellos al servicio de otros países y de otras empresas que no pagan aquí sus impuestos. Se trataría pues de una catástrofe económica, de un despilfarro de magnitudes extraordinarias pero, ¿de cuántas personas estamos hablando? ¿Un millón, medio millón, 250.000 personas? En realidad hablamos sólo de 40.000, menos del 0,1% de nuestra población, una cantidad asumible incluso en tiempos de bonanza que debería estar lejos de generar tales alarmas. Estos son los datos que se desprenden del estudio ‘¿Emigran los españoles?’ realizado por Carmen González Enríquez, profesora de Ciencias Políticas de la UNED e investigadora principal de Demografía y Migraciones Internacionales del Real Instituto Elcano. De toda la población española en el exterior – que supera los 1,9 millones –, sólo 40.000, esto es, el 2%, corresponde a personas nacidas en España que han emigrado a partir de 2009, cuando la crisis económica empezaba a arreciar. El resto se reparte entre emigrantes de países europeos, latinoamericanos o del resto del mundo que se marcharon en su mayoría a finales del siglo XIX, tras la Guerra Civil o en los años sesenta, los descendientes de estos – algunos de los cuales ni siquiera han pisado España – y los inmigrantes que, habiendo conseguido la nacionalidad española, han regresado a sus países de origen o han decidido probar suerte en otro país lo cual, aunque haya podido ser producto de la crisis no puede considerarse como éxodo español, puesto que se trata de un flujo de inmigrantes recién nacionalizados, en su mayoría latinoamericanos o marroquíes. Como muestra un botón. La población española en Ecuador ha aumentado en más del 50%, pasando de 13.855 en 2012 a más de 21.000 en 2013. Esto, lejos de hacernos pensar que 7.000 personas nacidas en España han optado por Ecuador para buscar las oportunidades laborales que no le ofrece su país, nos lleva a la conclusión de que son, en su inmensa mayoría, ecuatorianos nacionalizados españoles que regresan a su país de origen, puesto que la estadística no distingue entre unos y otros.


Para la investigadora del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC, Amparo González Ferrer, que acaba de publicar el estudio ‘La nueva emigración española. Lo que sabemos y lo que no’ para la Fundación Alternativas, los extranjeros recién nacionalizados sí tienen relevancia en el proceso migratorio, puesto que con ellos perdemos a un colectivo estable y perfectamente integrado, con recursos económicos, lazos sociales, dominio del idioma. “Cada español, ya sea por nacimiento o por adquisición, tiene el mismo derecho a los servicios sociales, al trabajo y a la libre circulación. No debería haber ninguna distinción a la hora de medir su repercusión, ya que siempre tienen la posibilidad de regresar y reclamar una ayuda o un determinado estatus, por ejemplo el de emigrante retornado. Además, hay en ellos una voluntad general de permanecer aquí, se siguen reagrupando familiarmente y si acaso se produce un curioso fenómeno que es el de las remesas inversas: muchos hombres se marchan a trabajar a sus países de origen y envían aquí el dinero para ayudar a sus mujeres e hijos”, asegura la investigadora. El estudio de Amparo González Ferrer no distingue entre emigrantes autóctonos y nacionalizados y pone una mayor atención en los flujos, es decir, en aquellos emigrantes que no tienen suficiente estabilidad como para darse de alta en el consulado. De esta manera, los números que ella maneja aumentan considerablemente, puesto que parte de una cantidad mayor - autóctonos y nacionalizados, esto es: 225.000 frente a sólo autóctonos, que serían 40.000 - y además añade un factor corrector que obtiene de las oficinas de estadística de los principales países receptores.

La importancia de los flujos Utilicemos uno u otro estudio, la cantidad de personas salidas de España desde el comienzo de la crisis parece, en definitiva, muy alejada de los dos millones de emigrantes que salieron de nuestro país a principios de los años sesenta, cuando España sí experimentó un movimiento migratorio de indudable repercusión. En aquella época tuvo que marcharse el 6,6% de una población de 30 millones, mientras que ahora el porcentaje no llega al 0,1%. Sin embargo, las cifras que manejamos en la actualidad pueden estar tergiversadas por los propios métodos de análisis. De acuerdo con el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE), el incremento de españoles que residen fuera ha sido sólo del 6% en 2013, si bien hay que señalar que este padrón sólo contabiliza a las personas que se han dado de alta en el correspondiente consulado, lo cual no se hace en todos los casos puesto que no genera demasiadas ventajas y sí algún que otro inconveniente, como el tener que desplazarte a la ciudad donde esté el consulado o tener que justificar un permiso de trabajo y una residencia permanente. Además, al darse de alta como residente en el extranjero se pierde el derecho a un médico de cabecera en España o a la posibilidad de votar en unas elecciones municipales. “Para medir el número de emigrantes hay que distinguir entre stock y flujo. El stock de españoles autóctonos en el extranjero entre 2009 y 2013 ha aumentado sólo en 40.000 personas pero esto no quiere decir que sólo hayan salido 40.000 personas en este tiempo. Han podido salir muchas más, pero al mismo tiempo otros tantos – o quizás parte de los que se fueron – han regresado, de modo que el saldo neto es de 40.000”, explica la investigadora de Demografía y Migraciones Internacionales del Real Instituto Elcano. Esto pasa por ejemplo, con Alemania y Reino Unido, donde aumenta el número de españoles que llegan pero no se altera proporcionalmente el de residentes, de lo que se deduce que otros muchos – ya sean los que llegan o los que ya estaban – están regresando. Amparo González Ferrer, considera que es preciso, además, analizar el perfil de las personas que se marchan y las que llegan. “Los que regresan de países como Francia o Alemania (como puede verse en el gráfico de arriba) son mayoritariamente personas que han finalizado o están a punto de finalizar su edad activa mientras que los que se marchan son jóvenes de 25 a 45 años. España ha tenido flujos de retorno de emigrantes muy sostenidos con o sin crisis. El problema es que ahora nosotros enviamos personas activas en sus mejores años laborales y recibimos personas inactivas, que se han ganado una merecida jubilación en aquellos países y que en ese sentido no nos costarán dinero, pero que consumirán recursos del estado de bienestar, principalmente en salud”, explica. Para Amparo González, los datos de los distintos indicadores – ya sea el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE), el Censo Electoral de Residentes Ausentes (CERA) o la


Estadística de Variaciones Residenciales (EVR) – son poco precisos y subestiman mucho los emigrantes recientes, esto es, de los últimos dos años, que es precisamente cuando más ha aumentado esta emigración. “Los indicadores son capaces de medir el stock a medio plazo pero no tienen en cuenta el flujo”, asegura. Para interpretar los datos del flujo habría que acudir a las oficinas estadísticas de nuestros principales destinos europeos – Francia, Alemania y Reino Unido –, lo que nos lleva a la conclusión de que muchas de las personas que residen en estos países no están registradas es España. Para la investigadora del Real Instituto Elcano, Carmen González Enríquez, esto puede deberse a que muchos españoles prueban suerte en el extranjero pero de forma breve y no llegan a asentarse en estos países – y por tanto no se registran – o bien que existen un fuerte movimiento o flujo constante de españoles que abandonan el país de destino y son sustituidos por otros. Para Amparo González el registro más fiable es el de los países de destino, puesto que a veces nace de trámites que son obligatorios para trabajar y no voluntarios, como puede ser el registro en el consulado español. “Si comparamos los datos, vemos que la diferencia del flujo de salida que contabiliza España y la del flujo de entrada de Alemania o Reino Unido – que es el dato más fiable – está cinco o seis veces por debajo (ver segundo cuadro)”, asegura. De esta forma, contabilizando los datos de españoles – nacionalizados y autóctonos – que han dejado el país desde el comienzo de la crisis, 225.000, y aplicándole el mecanismo corrector que se observa en función de los datos de los países receptores, Amparo González considera que el flujo real de españoles que han emigrado entre 2008 y 2013 es de 700.000 personas. “Si el subregistro en el último año en Francia y Alemania está entre cinco y seis veces, podemos decir que en el conjunto de España es el triple y esto siendo muy conservadores. De ahí sale la cifra de 700.000 españoles emigrados, que pueden ser 600.000 ó 900.000, pero es obvio que hay un subregistro que debe actualizarse”, concluye la investigadora de la Fundación Alternativas. Si aplicásemos esta misma corrección a los 40.000 españoles autóctonos emigrados, tendríamos un total de 120.000, lo que viene a ser un 0,25% del total de la población española y algo más del 6% del total de españoles – 1,9 millones – residentes en el exterior. http://noticias.lainformacion.com/espana/la-nueva-emigracion-mas-dificil-de-medir-y-muy-inferior-ala-de-los-anos-sesenta_Oi88g9baTwGIzrs7Pesgd6/


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