El Capital hoy

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ÍNDICE

-Presentación -Prólogo a la primera edición -Epílogo a la segunda edición El proceso de producción del capital. Sección primera: Mercancía y dinero. -Capítulo 1: La mercancía. -Capítulo II. El proceso del intercambio. -Capítulo III. El dinero o la circulación de mercancías. Sección segunda. La transformación de dinero en capital. -Capítulo IV Transformación de dinero en capital. Sección tercera. Producción del plusvalor absoluto. -Capítulo V. Proceso de trabajo y proceso de valorización. -Capítulo VI. Capital constante y capital variable. -Capítulo VII. La tasa de plusvalor. -Capítulo VIII. La jornada laboral. -Capítulo IX. Tasa y masa del plusvalor. Sección cuarta. La producción del plusvalor relativo. -Capítulo X. Concepto del plusvalor relativo. -Capítulo XI. Cooperación. -Capítulo XII. División del trabajo y manufactura. -Capítulo XIII. Maquinaria y gran industria. Sección quinta. La producción del plusvalor absoluto y del relativo. -Capítulo XIV. Plusvalor absoluto y relativo. -Capítulo XV. Cambio de magnitudes en el precio de la fuerza de trabajo y en el plusvalor. 2


-Capítulo XVI. Diversas formas para la tasa de plusvalor. Sección sexta. El salario. -Capítulo XVII. Transformación del valor fuerza de trabajo en salario.

(o, en su caso, del precio) de la

-Capítulo XVIII. El salario por tiempo. -Capítulo XIX. El pago a destajo. -Capítulo XX. Diversidad nacional de los salarios. Sección séptima. El proceso de acumulación a escala mundial. -Capítulo XXI. Reproducción simple. -Capítulo XXII. Transformación del plusvalor en capital. -Capítulo XXIII. La ley general de la acumulación capitalista. -Capítulo XXIV. La llamada acumulación originaria. -Capítulo XXV. La teoría moderna de la colonización. -“El capital libro I capítulo VI (inédito)” -Síntesis de mis aportaciones -Bibliografía -Nota final

El Capital hoy Primera edición. Noviembre de 2018.

Presentación

Cuando se cumplen doscientos años del nacimiento de quien ha sido un destacado crítico del capitalismo, Karl Heinrich Mordejái Marx (1818-1883), y predictor de su desaparición, que como es evidente ni se ha cumplido aún ni

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tiene muchos visos de cumplirse en breve, me propongo examinar algo de que considero más importante de lo que de él ha dicho y su posible ajuste al momento presente y a partir de ahí ofrecer algunas reflexiones que considero de posible interés para la tarea de enfrentarse al sistema de Estado y Capital, pues esta no es una obra académica dirigida a los cultos sino que pretende ser una incitación primero a la reflexión de quien leyere, y por ello me dirigiré directamente a esa segunda persona del singular que nos da esta lengua para tratar de que la escritura no sea el ataúd de la lengua viva que de ordinario es y en segundo lugar al ejercicio de razonar en común . Dado que dicha desaparición ha sido anunciada tanto por el propio Marx como por seguidores suyos de todas las corrientes del marxismo reproduzco aquí algunos pasajes en los que se puede ver con bastante claridad los términos de la profecía que unos y otros han venido formulando durante muchos años: "El “Manifiesto Comunista” se propuso como tarea proclamar desaparición próxima e inevitable de la moderna propiedad burguesa."

la

-Prefacio a la segunda edición en ruso del Manifiesto comunista. Obras escogidas de Marx y Engels. Editorial Progreso. Moscú. p 54 (o página 25 de la edición del PCE) "al desarrollarse la gran industria, la burguesía ve tambalearse bajo sus pies las bases sobre que produce y se apropia lo producido. Y a la par que avanza, se cava su fosa y cría a sus propios enterradores. Su muerte y el triunfo del proletariado son igualmente inevitables" -Manifiesto comunista. Editorial Progreso. Moscú. página 64 (último párrafo del epígrafe I) (o página 65 de la edición del PCE, con errata en "sin" al final por "son", corrección mía) “Las relaciones de producción burguesas son la última forma antagónica del proceso social de producción, antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que emana de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para resolver dicho antagonismo. Con esta formación social se cierra, pues, la prehistoria de la sociedad humana.”

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-Marx, Karl. Contribución a la crítica de la economía política. Editorial Progreso. Moscú. 1989 (p 8) “Al fijarse como objetivo el de investigar y dilucidar, desde este punto de vista, el orden económico capitalista, no hace sino formular con rigor científico la meta que debe proponerse toda investigación exacta de la vida económica... El valor científico de tal investigación radica en la elucidación de las leyes particulares que rigen el surgimiento, existencia, desarrollo y muerte de un organismo social determinado y su remplazo por otro, superior al primero. Y es éste el valor que, de hecho, tiene la obra de Marx." Al caracterizar lo que él llama mi verdadero método de una manera tan certera, y tan benévola en lo que atañe a mi empleo personal del mismo, ¿qué hace el articulista sino describir el método dialéctico? -Palabras finales a la segunda edición alemana del primer tomo de El Capital de 1872. El Capital Edición de Siglo XXI volumen 1 página 19 Londres, 5 de marzo de 1852 ...Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases... -Marx. Carta a Joseph Weydemeyer “Lo principal que la burguesía de todos los países y sus acólitos reformistas tratan particularmente de conseguir, es extirpar en la clase obrera la fe en sus fuerzas, la fe en la posibilidad e inevitabilidad de su triunfo, y perpetuar así la esclavitud capitalista. Porque la burguesía sabe que si el capitalismo no ha sido aún derrocado y sigue subsistiendo, se lo debe, no a sus buenas cualidades, sino al hecho de que el proletariado carece aún de suficiente fe en la posibilidad de su triunfo. No se puede afirmar que los esfuerzos de la burguesía, en este sentido, hayan sido completamente ineficaces.

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Es preciso reconocer que la burguesía y sus agentes dentro de la clase obrera han logrado, en cierta medida, envenenar el alma de la clase obrera con la ponzoña de la duda y de la falta de fe.” -Camarada Stalin en el XVIII Congreso del PCUS. 1939. “El Programa de Erfurt del Partido Socialdemócrata Alemán fue aprobado en el Congreso de Erfurt de 1891. Se basaba en la doctrina marxista sobre la inevitabilidad del hundimiento del modo de producción capitalista y de la sustitución de este por el modo de producción socialista; se recalcaba en el la necesidad de que la clase obrera desplegara la lucha política y se indicaba el papel del partido como dirigente de esta lucha; pero en el se hacían también serias concesiones al oportunismo.” -Lenin OBRAS, TOMO VI (1916-1917) V. I. Lenin Edición: Progreso, Moscú 1973. “Todos ellos reconocen, y muchos de ellos lo admiten abiertamente, que el fracaso de sus tentativas reformistas debe llevar inevitablemente a la revolución socialista. Todos ellos se las han arreglado para poner en evidencia que sus métodos para salvar al capitalismo no son más que charlatanería reaccionaria e inútil. El pronóstico de Marx sobre la inevitabilidad del socialismo se confirma así plenamente mediante una prueba negativa.” -Trotsky. El pensamiento vivo de Karl Marx. Losada, Buenos Aires, 1962. “Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que se las arreglaron sin él, que no tuvieron la menor noción del Estado ni de su poder. Al llegar a cierta fase del desarrollo económico, que estaba ligada necesariamente a la división de la sociedad en clases, esta división hizo del Estado una necesidad. Ahora nos aproximamos con rapidez a una fase de desarrollo de la producción en que la existencia de estas clases no sólo deja de ser una necesidad, sino que se convierte en un obstáculo directo para la producción. Las clases desaparecerán de un modo tan inevitable como surgieron en su tiempo. Con la desaparición de las clases, desaparecerá inevitablemente el Estado. La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina del Estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y el hacha de bronce”.

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-Friedrich Engels: EL ORIGEN DE LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL ESTADO. p 105 Edición digital según Editorial Progreso, Moscú, según la 4ª edición del libro "En la persona de Kautsky, la socialdemocracia alemana parecía declarar: mantengo mis concepciones revolucionarias (1899). Reconozco, en particular, el carácter inevitable de la revolución social del proletariado (1902). Reconozco que ha comenzado la nueva era de las revoluciones (1909). Pero, a pesar de todo esto, retrocedió con respecto a lo que dijo Marx ya en 1852 tan pronto como se plantea la cuestión de las tareas de la revolución proletaria en relación con el Estado (1912)" Lenin. El estado y la revolución p 59. Capítulo VI, final del parágrafo 2.

"The collapse of capitalism in Marx does depend on the act of will of the working class; but this will is not a free choice, but is itself determined by economic development. The contradictions of the capitalist economy, which repeatedly emerge in unemployment, crises, wars, class struggles, repeatedly determine the will to revolution of the proletariat. Socialism comes not because capitalism collapses economically and men, workers and others, are forced by necessity to create a new organisation, but because capitalism, as it lives and grows, becomes more and more unbearable for the workers and repeatedly pushes them to struggle until the will and strength to overthrow the domination of capitalism and establish a new organisation grows in them, and then capitalism collapses". "The workers’ movement has not to expect a final catastrophe, but many catastrophes, political — like wars, and economic — like the crises which repeatedly break out, sometimes regularly, sometimes irregularly, but which on the whole, with the growing size of capitalism, become more and more devastating. So the illusions and tendencies to tranquillity of the proletariat will repeatedly collapse, and sharp and deep class struggles will break out. It appears to be a contradiction that the present crisis, deeper and more devastating than any previous one, has not shown signs of the awakening of the proletarian revolution. But the removal of old illusions is its first great task: on the other hand, the illusion of making capitalism bearable by means of reforms obtained through Social Democratic parliamentary politics and trade union action and, on the other, the illusion that capitalism can be overthrown in assault under the leadership of a revolution-bringing Communist Party. The 7


working class itself, as a whole, must conduct the struggle, but, while the bourgeoisie is already building up its power more and more solidly, the working class has yet to make itself familiar with the new forms of struggle. Severe struggles are bound to take place. And should the present crisis abate, new crises and new struggles will arise. In these struggles the working class will develop its strength to struggle, will discover its aims, will train itself, will make itself independent and learn to take into its hands its own destiny, viz., social production itself. In this process the destruction of capitalism is achieved. The self-emancipation of the proletariat is the collapse of capitalism." (párrafo final) -Anton Pannekoek. The theory of the collapse of capitalism. unsigned article in Ratekorredspondenz, June 1934.Translated: by Adam Buick in Capital and Class, Spring 1977 Fuente: http://www.marxists.org/archive/pannekoe/1934/collapse.htm "La historia avanza por medio de contradicciones, y por cada necesidad que trae al mundo, trae también su opuesto. La sociedad capitalista es, sin duda, una necesidad histórica, pero también lo es la rebelión de la clase obrera en su contra. El capital es una necesidad histórica, pero en la misma medida lo es su sepulturero, el proletariado socialista." "Esta bárbara marcha triunfal del capitalismo en todo el mundo, acompañada por la fuerza, el pillaje, la infamia en todos sus aspectos, tiene un rasgo bueno: ha creado las premisas para su propia liquidación final, ha implantado el dominio capitalista en el mundo,cuyo único sucesor puede ser la revolución socialista mundial" -Rosa Luxemburgo, Folleto Junus Fuente: https://myslide.es/download/link/rosa-luxemburgo-obras-escogidas559c1547ddd6f “El sistema socialista terminará por reemplazar al sistema capitalista: ésta es una ley objetiva, independiente de la voluntad del hombre. Por mucho que los reaccionarios traten de frenar la rueda de la historia, tarde o temprano se producirá la revolución y, sin duda alguna, triunfara”. Mao Tse-Tung. Sobre la nueva democracia (enero de 1940) Obras Escogidas, t II. Del “Libro rojo de Mao” Fuente: http://stolpkin.net/IMG/pdf/El_Libro_Rojo.pdf “Partiendo del análisis de la mercancía, Marx explica la aparición del dinero, descubre el proceso de conversión del dinero en capital y pone de manifiesto la esencia de la explotación capitalista. Y demuestra como el desarrollo social 8


conduce inevitablemente al derrumbamiento del capitalismo y al triunfo del comunismo” Academia de Ciencias de la URSS. Manual de economía política p 6. “En su genial obra El Capital, Marx descubrió las leyes de la aparición, desarrollo y hundimiento del capitalismo y señaló los fundamentos económicos sobre los que descansa el carácter inevitable de la revolución socialista y de la instauración de la dictadura del proletariado” Academia de Ciencias de la URSS. Manual de economía política p 7. “La fuerza vital de la teoría económica del marxismo-leninismo reside en que pertrecha a la clase obrera y a las masas trabajadoras con el conocimiento de las leyes del desarrollo económico de la sociedad, les da claridad de perspectivas y les infunde la certeza del triunfo definitivo del comunismo” Academia de Ciencias de la URSS. Manual de economía política p 7.

Esta idea, falsa pero muy poderosa, ha sido la base de la fe del carbonero de los comunistas. Su predicción era infalible, más que las del papa, claro, porque la de ellos era científica y por lo tanto no había fuerza en el mundo que pudiera oponérsele. Lo que ha pasado ya sabemos que ha sido muy distinto. Ahora que el Sistema está tambaleante y que la hasta ahora potencia hegemónica mundial está en trance de perder esa condición son precisamente los herederos de Mao los que viene a estabilizar y alargar la vida del Capital/Estado con su fórmula oriental. El Sistema no caerá por sí mismo por muy decrépito que parezca, simplemente se modificará en lo necesario para seguir funcionando, probablemente bajo un modelo de control por parte de unas élites que irán ocupando el Poder por una mezcla de co-optación y elección controlada en los aparatos tanto políticos como económicos pues la justificación de la libertad de elección del individuo, eso que ellos llaman democracia, es un universal justificatorio del ejercicio del Poder imprescindible para que la máquina funcione. Cada uno debe ocuparse de consumir lo que más le guste, da igual lo que sea, lo que importa es que consuma, y de que crea que decide igualmente quien manda, da igual a quien vote, pues lo importante es que el aparato funcione, con unos controles que se justificarán por la consabida seguridad, con mecanismos de control y represión más sofisticados para intentar prevenir los previsibles alzamientos populares ante condiciones más duras para un 9


conjunto cada vez mayor de personas, siempre encontrarán o crearán enemigos formidables a los que la plebe debe temer y de los que el Estado les salvará. Por nuestra parte no engañamos a nadie afirmando la inevitabilidad de la abolición del Poder, puede ocurrir que lo sea o que no, lo que nos importa es que es deseable, que esto que nos venden como vida es un sucedáneo y es intolerable y por ello luchamos. Y es también por esto por lo que de veras no tenemos mucho que perder, pues si resulta que el Señor es Todopoderoso no habremos conseguido nada pero tampoco habremos perdido más que un sucedáneo, y si resultara que no lo es… no podemos siquiera imaginar lo que pueda ser, pero con solo mirar esto que nos venden como vida y pensar en simplemente algo que no fuera esto ya tenemos de sobra. Claro que quienes hayan sido convenientemente lobotomizados y privados de razonar y sentir de corazón no serán capaces de vislumbrarlo siquiera. De ahí que sea una tarea política primordial intentar hacer entrar en razón y sentimiento a quienes han sido víctimas de esa expropiación de lo que había de pueblo en ellos. Aunque la obra esencial de Marx sobre él, “El capital. Crítica de la economía política”, es un producto inconcluso (recordamos que el primer tomo, único que vio la luz en vida de Marx, es de 1.867 y los dos siguientes, editados ya por Engels salieron entre 1.885 y 1.894, habiendo muerto ya Marx en 1.883) y con diversas variaciones de lo editado tanto en vida del propio Marx como tras su muerte, tanto por Engels como por los diversos traductores, para el caso de la legua que ahora empleo Juan B. Justo, Manuel Pedroso, Wenceslao Roces, la más difundida, y Pedro Scaron, la única aproximación a una edición crítica en esta lengua, y que será la que emplee como referencia fundamental, habré de tomarla como el asiento más sólido de las formulaciones de Marx. Como método de mi exposición utilizaré el de ir comentando la propia obra de Marx citando cuando sea conveniente por la indicada edición a cargo de Pedro Scaron para Siglo XXI en su segunda edición en español de septiembre de 1975 (primera en España) y aportar a partir de ahí lo que considere de interés. No pretendo hacer una crítica detallada de todas y cada una de las declaraciones de Marx, lo que supondría generar una obra mucho más voluminosa y menos leída aún que la del propio Marx, sino centrarme en lo que considero de mayor relevancia y actualidad. Tampoco pretendo hacer una obra 10


académica que acreciente como está mandado mi valor en el escalafón de los ideólogos del Régimen y por ello he procurado, en cierta medida, evitar las citas, salvo obviamente las de la propia obra de Marx y algunas a las fuentes de datos en los que me baso además de otro pequeño número que me han parecido imprescindibles, aunque añado un apéndice con una relación de obras de distinto tipo, muchas de ellas accesibles por Internet, con las que he contado para la redacción del presente texto y que te sugiero consultar directamente para que puedas verificar la exactitud de lo que digo con las fuentes originales pues el sistema de citas parciales se presta, aún más que las propias obras originales completas, a mayor parcialidad aún de la que ya las propias obras, y en especial las de Marx, lo hacen. Enfrentándose este libro contra el Capital no puede él mismo constituirse como mercancía con su valor de cambio pertinente y por ello se ofrece a quienes lo leyeren exento de pago alguno en la confianza de que igual que para su autor tiene valor de uso, pues además de autor soy también lector del propio texto, pueda tener para otros alguna utilidad. Igualmente autorizo la reproducción de esta obra y animo incluso a su difusión siempre que se reproduzca en su integridad, citando la fuente de la que se ha obtenido y se mantenga la gratuidad y no haya ánimo de lucro. Finalmente declarar que estando quien esto escribe en guerra contra el Individuo y por ende contra su propia persona no debería siquiera firmar con nombre alguno el libro y su portada, obra igualmente mía, más, como las condiciones sociales actuales ya imponen bastantes dificultades a sus posibilidades de lectura y discusión, he optado, además de denunciar mi propia contradicción aquí mismo, por usar un nombre que no sea al menos el que Estado y Capital tienen en sus registros para tratar de hacerme ser y encerrarme en la mentira de mí mismo y que al tiempo revele con su etimología la imposibilidad de vivir en este Régimen. Félix Azoé

Prólogo a la primera edición

Hay una declaración de intenciones muy interesante del propósito de Marx : “Aunque una sociedad haya descubierto la ley natural que preside su

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propio movimiento- y el objetivo último de esta obra es, en definitiva, sacar a la luz la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna-, no puede saltarse fases naturales de desarrollo ni abolirlas por decreto. Pero puede abreviar y mitigar los dolores del parto.” (Libro Primero vol 1 página 8, en adelante indicaré solamente la página mientras me refiera al mismo volumen para evitar recargar innecesariamente el texto). El punto de partida es una creencia, pues hasta el momento no aporta pruebas de que la haya, sino que parte de creer que hay una ley y se propone descubrirla. Esa referencia a la ley podría ser tomada en sentido de precepto moral o religioso, su utilización primera, o norma jurídica, su utilización segunda modelada en la anterior o , lo que parece más acorde con la propia declaración de Marx, en sentido científico, que no deja de ser una derivación de las anteriores, como de la “culpa” religiosa se deriva la “causa” científica. La diferencia fundamental entre las dos modalidades primeras y la tercera es que las dos primeras son susceptibles de ser incumplidas, aunque con consecuencias, pecado y delito se producen aunque puedan llegar a ser sancionados con las penas correspondientes, mientras que la científica en sentido estricto no admite incumplimientos, como en la fórmula, tautológica por otra parte, de que dos más dos en base diez no pueden ser sino cuatro, ese rigor extremo solo es propio de las matemáticas precisamente porque no son una ciencia, esto es no tratan de realidad alguna, solo son un lenguaje artificial. Las leyes económicas que Marx pretende descubrir habrán pues de ser como las físicas, no en vano dice “que rigen el movimiento”, e imponerse con independencia de factores ajenos a los que ellas mismas formulen. Esa creencia en contradicción tan flagrante como “ley natural”, pues la ley es un producto social al igual que no hay un “Derecho natural” por más que los creyentes de las viejas religiones hayan intentado mantener durante siglos, nos revela una primera debilidad esencial del pensamiento de Marx. Muy relevante es también la fe declarada en la imposibilidad de saltarse o abolir por decreto las fases que supone “naturales” del desarrollo. Así los fieles seguidores de Marx con Lenin a la cabeza, se vieron obligados o bien a reinterpretar a Marx o bien la declarar contra toda observación sensata que las circunstancias sociales de Rusia, por ejemplo, eran lo bastante asimilables a las de la Alemania en la que la teoría fijaba el estallido revolucionario primero. Finaliza Marx su prólogo dando la bienvenida a “todos los juicios fundados en una crítica científica” (p 9). Debo anticipar que la mía no pretende 12


serlo, pues considero a la Ciencia, lo mismo que a la Filosofía, en el mismo plano que la Religión, y aunque no proceda aquí extenderme a fondo sobre la cuestión quiero dejar al menos algunos apuntes sobre el asunto. La pretensión confesa o no de la Ciencia es, a mi juicio, explicar y predecir, lo mismo que la Religión como confío en que se vea sin mucha aclaración. La Religión nos ofrece una explicación inmutable del mundo, al menos en sus textos sagrados, otra cosa es la variabilidad de las interpretaciones de los mismos hechas por los intermediarios que acalle las preguntas que son las que pueden cuestionar las cosas, y si el creyente no entiende muy bien los libros sagrados le queda la fe en que doctores tiene la Iglesia, como dicen los cristianos, que sí lo saben. Pregúntate ahora que crees saber y pensar de, pongamos por caso, el Big Bang y ve las diferencias con la religión. Por lo que respecta a la predicción, que es lo que más prestigio parece dar a la Ciencia no están las cosas tan alejadas entre ambas como pudiera parecer. La Religión nos predice la salvación o la condenación de forma general, bajo las modalidades propias de cada una de ellas obviamente, aunque ni el más conspicuo teólogo se atreva siquiera a predecir que una persona determinada se salvará o se condenará irremediablemente, y con eso llevan siglos de éxito. La Ciencia nos ofrece igualmente predicciones generales y hasta particulares y ahí es donde da el do de pecho, aunque tal vez las cosas no son lo que parecen. Veamos: la ley de la gravedad, que cuenta me parece con acuerdo universal de validez, predice que si sostengo un objeto, digamos una aguja, con los dedos y la dejo caer la aguja irremisiblemente aterrizará en el suelo. Bien, pero ¿qué pasa si, por ejemplo, pongo una hoja de papel entre la aguja y el suelo, o si acerco un imán a la aguja, o si hago el experimento fuera de la órbita terrestre, o si lo hago en la tierra pero en un túnel de viento, o si …? Como vemos hay una relación de sucesos, sin fin en lógica estricta, que pueden interponerse entre la predicción y su cumplimiento, así que para que la predicción se pudiera cumplir rigurosamente debería de formularse la ley de que se trate de este modo: “Sucederá A siempre que no suceda cualquier cosa que impida que suceda A” Curioso ¿verdad?. Con la economía política que aquí tratamos las cosas son más groseras aún, pues revísese cualquier manual de historia de las teorías económicas y se verán ligadas ya desde sus orígenes a la Filosofía y la Religión de formas harto evidentes. Y respecto a las predicciones pues echa una ojeada a las hechas por la caterva de economistas en cualquier época y verás el nivel de cumplimiento. No en vano se dice que los economistas son los expertos en predecir el pasado. Y los marxistas probablemente dirán que ellos predicen 13


muchas cosas con rigor, las crisis del sistema capitalista, por ejemplo, y hasta su desaparición, del propio capitalismo, claro, pero les pasa como a esa secta cristiana que lleva prediciendo la venida del Mesías con fechas concretas y ha tenido que dejar de darlas por razones obvias. Si atendemos al resultado tanto público, por así decir, como privado, en lo que a ellos personalmente se refiere, resulta cuando menos curioso constatar que los economistas capitalistas, en sus diversas escuelas, no figuran ni de lejos, en ninguna relación de los mayores plutócratas mundiales, y para confirmar ese aserto no tienes más que consultar cualesquiera de esas listas que relacionan a los individuos más ricos del mundo, así que sus modestas fortunas personales se han labrado más bien como acólitos e ideólogos fieles de los verdaderos amos del cotarro. Obviamente los de inspiración marxista no pueden, por un mínimo de decencia, plantearse siquiera figurar en tales relaciones, y por ello en el mejor de los casos se contentan con ejercer de “intelectuales orgánicos” o de ocupar discretos puestos en el mundo académico, salvo, claro está, los que han prestado sus servicios a los aparatos estatales de los países del llamado socialismo realmente existente, en los que, de todas formas, no han solido llegar tampoco muy lejos. Así que casi lo mejor será seguir el consejo bíblico, pero rectamente aplicado, claro, de “estad preparados porque no sabéis el día ni la hora”. ¿Preparados para qué?: pues para eso que no hay que decir sino procurar que suceda.

Epílogo a la segunda edición

Destaco aquí la cuestión de la dialéctica que Marx toma de Hegel para, según él, darle la vuelta “Mi método dialéctico no sólo difiere del de Hegel, en cuanto a sus fundamentos sino que es su antítesis directa. Para Hegel el proceso del pensar, al que convierte incluso, bajo el nombre de idea, en un sujeto autónomo, es el demiurgo de lo real: lo real no es más que su manifestación externa. Par mí, a la inversa, lo idea no es sino lo material traspuesto y traducido en la mente humana” (p 19-20). El problema es que ambas concepciones tienen el mismo error: una contradicción entre dos términos (idea/materia en este caso) no se resuelve por adscripción a ninguno de ellos, sino por la negación de ambos y esa es una deficiencia debida en ambos a una falsa concepción de la dialéctica, la cual en sentido estricto no

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consiste más que el lenguaje volviéndose contra sí mismo en la denuncia de su propia falsedad. Del resto de prólogos y epílogos que aparecen en la edición de Scaron utilizada no hay nada destacable que comentar, por lo que paso ya al texto del Libro I.

El proceso de producción del capital. Sección primera: Mercancía y dinero.

Capítulo 1: La mercancía.

Comienza Marx su análisis por la mercancía, comienzo razonable para la fase de capitalismo primitivo que conoció, aunque no habría estado de más empezar por el Capital mismo y apuntar a una noción provisional del objeto de su estudio, pero que ya incluso en su época presenta algunos problemas puesto que hasta en sus días lo que hoy se llaman “bienes y servicios” estaban presentes si bien con un abrumador dominio de los “bienes”, industriales, frente a los “servicios”, pero que hoy, en las sociedades que fijan el camino a seguir al resto ya son los denominados servicios la producción dominante. Baste para verificar esta aseveración ver la distribución del PIB por sectores en el mundo en el que la agricultura aporta un 6%, la industria un 30,7% y los servicios un 63,4% en 2011 (Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Pa %C3%ADses_por_PIB_seg%C3%BAn_composici%C3%B3n_del_sector ). Si ampliamos el concepto de mercancía a cualquier cosa que tenga valor de cambio producida en el mundo capitalista actual y destinada por tanto a ser vendida, cosa que disgustará a más de un marxista ortodoxo a pesar de que refleje la situación actual con más precisión, podemos seguir adelante aceptando el punto de partida de Marx, pues de no hacerlo y restringir el uso de la palabra mercancía a bienes literalmente tangibles se acabó el análisis. Respecto a la fundamental noción de “valor” la redacción ya de este primer capítulo de su obra es curiosamente mucho menos clara que su “Salario, precio y ganancia”, de solo dos años antes, en los que se trata esta 15


fundamental cuestión, y no es cosa de que el Capital tuviera una pretensión académica en la declaración de su autor, aunque luego las cosas hayan sido distintas, ambas iban dirigidas a los trabajadores, pues, aunque el mismo Marx declara en el prólogo a la primera edición que “Exceptuando el apartado referente a la forma de valor, a esta obra no se la podrá acusar de ser difícilmente comprensible” (p 6), en vez de comenzar definiendo con precisión los conceptos que va a manejar procede a usarlos y solo después ofrece alguna aclaración del sentido en el que los usa, pero no una definición precisa, lo que por cierto ha ocasionado que entre los mismos marxistas haya divergencias en cuanto a la interpretación de asuntos tan fundamentales como este (pueden consultarse en esta lengua como ejemplos textos de autores como Rolando Astarita “ Respuesta a una crítica a la teoría del valor de Marx”, Homero Cuevas “Valor y precio en Marx” o Diego Guerrero “¿Es posible demostrar la teoría del valor trabajo de Marx?”, entre las muchas obras que cito en la relación bibliográfica) Aunque hablar de “teoría del valor” en sociedades y autores que no manejaron siquiera esta expresión es proyectar sobre el pasado concepciones de tiempos posteriores y por ello poco riguroso procedimiento, dada la importancia que el propio Marx concede a la historia puede ser de interés rastrear brevemente los antecedentes de lo que luego llegó a llamarse “teoría del valor”. Jenofonte parece reconocer que el valor de uso es de naturaleza personal y también vio que hay valor de cambio en cosas que no tienen otro valor de uso para una persona aunque habría un valor no subjetivo en las cosas según sirvieran bien o mal a un fin. Protágoras parece que al sostener que el hombre es la medida de todas las cosas podría ser considerado como precursor de la teoría del valor trabajo. Aristóteles parece sumarse al subjetivismo sobre el valor pero acude a la autoridad externa de un árbitro para fijar el valor de cambio justo. Los marginalistas como Menger han visto en su clasificación ordinal de las necesidades humanas un presagio de sus teorías de la utilidad marginal. Es interesante señalar la condena de Aristóteles hacia el interés, que equiparaba a la usura, y hacia la acumulación de riqueza. Distingue ya valor de uso y valor de cambio.

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Los romanos, en el código de Justiniano, establecen que los precios no se establecen según la utilidad para los individuos sino de acuerdo a la valoración. San Agustín parece suscribir la teoría subjetiva del valor por la determinación individual de las necesidades. San Alberto Magno dice que el valor en el intercambio debe ajustarse a al coste de producción y que en el orden económico los bienes se miden en relación al trabajo (opus). Santo Tomás de Aquino incorpora la noción de necesidad (indigentia) en la formulación del precio. Enrique de Frimaria apunta que el valor está determinado por “la necesidad común de algo que es escaso”. Jean Buridan amplía la noción de “indigentia” para acercarla a lo que hoy podríamos llamar mero “deseo”, en el sentido de lo que va más allá de la necesidad (sin entrar por ahora en el contenido moderno de ambas nociones). Juan Crell viene a unir a Buridan con Gerardo Odonis rechazando la teoría del valor basada solo en la cantidad de trabajo y se centra en la escasez y la diferencia de las habilidades humanas. Durante la Edad Media la usura (pago por uso del dinero), el interés (que alude a la pérdida por el no uso del dinero e implica una compensación por ello) y el precio justo fueron los conceptos que más preocuparon a los escolásticos fuertemente influenciados por Aristóteles. Con el mercantilismo la cuestión de la justicia desaparece y el interés por el enriquecimiento y aumento del Poder del Estado, a lo que habría que añadir el de quienes de él se aprovechan para su enriquecimiento personal, es lo que prima con justificaciones a menudo no ya de orden divino sino de un supuesto orden “natural”. Los mercantilistas señalan que los salarios deben ser bajos para que los pobres no cayeran en el vicio y la ruina moral. William Petty es probablemente el primero en referirse al trabajo como fuente de valor en su famosa frase “ Labour is the Father and active principle of Wealth, as Lands are the Mother” (El Trabajo es el Padre y principio activo de la Riqueza, como las Tierras son la Madre). (Economic Writings, vol. 1, p. 94 ).

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Cantillon habla de un “valor real” que identifica con la cantidad de tierra y de trabajo empleados en la producción de un bien. El fisiócrata Turgot define el valor como la adecuación relativa a nuestras necesidades por la cual los dones y bienes de la naturaleza se consideran adecuados para nuestro disfrute y para la satisfacción de nuestros deseos. El valor de una cosa no se puede medir salvo que se compare con otras cosas. Los tres elementos que inciden en la valoración para él son: la utilidad para el fin deseado, la durabilidad y la escasez relativa. Igualmente afirma que la medida de valor para un hombre aislado es el trabajo y el tiempo dedicado a la obtención del objeto deseado. Como el “valor” en sí no se puede medir salvo comparado con el de otras cosas y la relación entre ellas cambia también, solo nos queda el precio, cosa distinta al verdadero valor, pero lo único práctico y conveniente para los intercambios. Adam Smith, padre del liberalismo, distingue “valor en uso” y “valor en cambio” y sobre este afirma que el trabajo es su “medida” aunque la “fuente” del valor son los costes necesarios de producción la mercancía. Ricardo sostiene también la teoría del valor-trabajo aunque la amplía introduciendo la variable tiempo. Nassau Senior sostiene que el valor de cambio está determinado por la utilidad y la escasez juntas. Los marginalistas, con sus distintas variantes y escuelas (Menger, BöhmWaberk, Jevons, Marshall o Walras) tienen algo en común: la teoría subjetiva del valor. Para ellos el valor depende exclusivamente del que comprador y vendedor atribuyan a la mercancía. La utilidad marginal de una mercancía es la magnitud de valor que el comprador o el vendedor atribuyen a una unidad de esa mercancía que represente para ellos la menor utilidad de entre todos los usos posibles de esa mercancía, de ahí el nombre de “utilidad marginal” y de marginalismo dado a su escuela. Prosigue con el “valor de uso” al que caracteriza como la utilidad de la cosa “La utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso” (p 44) y afirma que “Los valores de uso constituyen el contenido material de la riqueza” (p 44), con lo que ya se pregunta uno como puede ser que la “utilidad”, algo abstracto, ideal, y nada “material” pueda ser el contenido “material” de la riqueza, aunque igual es que esto es materialismo grosero y que la magia del materialismo dialéctico convierte a las ideas en materia. 18


Pasa luego al valor de cambio: “el valor de cambio se presenta como relación cuantitativa, proporción en que se intercambian valores de uso de una clase por valores de uso de otra clase, una relación que se modifica constantemente según el tiempo y el lugar” (p 45) aunque en el siguiente párrafo nos dice que “Una mercancía individual, por ejemplo un quarter de trigo, se intercambia por otros artículos en las proporciones más diversas. No obstante su valor de cambio se mantiene inalterado” (p 45). ¡Más magia potagia!, primero cambia y luego no. Hoy A da a B una oveja a cambio de tres conejos y mañana la cambia por cuatro, pero su valor de cambio queda inalterado según Marx. El valor de cambio viene expresado por el precio en dinero que es variable constantemente como cualquiera sabe, aunque no sea exclusivamente como otros pretenden por la ley de la oferta y la demanda. En ninguna sociedad en ningún momento, lo que incluye las formas más primitivas de sociedades de recolectores cazadores, los productores de los bienes de consumo han dispuesto para sí mismos de todo lo producido por ellos y además no parece viable que esto pueda cambiarse. La razón es bien sencilla: en toda sociedad humana, e incluso probablemente animal, hay elementos de la misma que no son productivos por incapacidad al menos durante ciertos periodos (enfermos, niños, etc.) y en cambio reciben, por los procedimientos que correspondan en cada caso, de su sociedad lo necesario, como mínimo, para su subsistencia. El valor de cambio de una cosa se ve afectado desde luego por el tiempo de trabajo destinado a su producción, pero también por otras variables. Por ejemplo, una mesa de madera tiene un valor de cambio diferente según el tipo de madera con la que se haya fabricado, manteniéndose iguales el resto de variables (tiempo de trabajo, herramientas, etc), pues no es lo mismo una mesa de caoba que una de pino o una de roble, siendo que los árboles que producen la madera son, primigeniamente al menos, ajenos al trabajo humano, son lo que se suele llamar un “producto de la naturaleza”, y el trabajo de su aprovechamiento no parece muy distinto para uno u otro tipo de árbol, ni en tiempo ni en destreza necesaria ni en cualesquiera otras circunstancias. Mientras que el valor de uso de la mesa de las distintas clases de madera puede ser en muchos casos similar, su valor de cambio viene alterado por el tipo concreto de madera usada, siendo la diferencia entre el pino y el roble, además de su distinta resistencia o calidad, el tiempo que tardan en crecer, mayor el roble y menor el pino.

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Y continúa: "En cuanto valores de uso, las mercancías son, ante todo, diferentes en cuanto a la cualidad; como valores de cambio sólo pueden diferir por su cantidad, y no contienen, por consiguiente, ni un solo átomo de valor de uso. Ahora bien, si ponemos a un lado el valor de uso del cuerpo de las mercancías, únicamente les restará una propiedad: la de ser productos del trabajo." (p 46) ¿Exclusivamente? ¿Y qué hay de todo lo demás que interviene en su producción y que está por ello de alguna forma presente en la mercancía?. Si nos acercamos a la mercancía, pongamos por caso la chaqueta de la que nos habla Marx en este mismo tramo de su obra, y la examinados con cierto detenimiento, observaremos de primeras las materias primas con las que se ha confeccionado: la tela, los botones, los hilos, etc, si seguimos observándola nos daremos cuenta de ha sido confeccionada con algunas herramientas que han dejado también en ella sus huellas: aguja, máquina de coser, tijeras, etc. Y si a la mera observación le añadimos alguna reflexión, nos daremos cuenta de que esas telas han sido cortadas conforme a un plan previo y que el uso de las distintas herramientas que se han utilizado han requerido también de unas manos hábiles, sanas y con la necesaria fortaleza que las emplearan y dirigidas por una mente lo bastante capaz para esa tarea, en los tiempos de Marx al menos, hoy las cosas podrían ser diferentes como aclaramos más adelante. También nos daremos cuenta de que ya incluso en la Inglaterra que Marx conoció la producción de la chaqueta hubo de haberse realizado fuera de los espacios públicos, en la casa del propio productor o en algún otro local adecuado, aceptablemente exento de peligros de desaparición o deterioro de lo empleado en su producción y dotado de un equipamiento mínimo al menos que permitiera el empleo satisfactorio de las materias primas y las herramientas, digamos una mesa y una silla y los suministros de lo necesario para el buen funcionamiento de la producción, como iluminación artificial, calefacción o los medios y servicios de mantenimiento de las máquinas y herramientas empleadas. Y a todo esto deberíamos añadir las correspondientes autorizaciones legales para la producción, que hoy implicarían además del cumplimiento de las exigencias legales para el ejercicio de la actividad sastreril, el pago de ciertas sumas en concepto de impuestos o tasas y de aportaciones a sistemas de lo que conocemos como seguridad social. También habría que tener en cuenta que nuestro sastre necesitaría como poco comer y beber durante el tiempo que le llevara la confección de la chaqueta. E incluso habríamos de considerar que antes siquiera de ponerse 20


manos a la obra nuestro sastrecillo valiente, o al menos emprendedor, como le llamarían ahora los ideólogos del Régimen, habría tenido que pensar en dedicar sus esfuerzos a la producción de una chaqueta y no de una bufanda, pongamos, en función de las posibilidades previsibles de venta de la misma, pues si esta no se produjera todo lo realizado habría sido inútil, y de hacerla conforme a las expectativas corrientes de los previsibles clientes en cuanto al gusto y el momento de su uso, excluyendo el confeccionar una chaqueta de invierno si pretendía venderla de cara al verano, por ejemplo. Y obviamente habría de ocuparse de poder disponer de todos los elementos que hemos ido citando en las cantidades, orden y momentos oportunos a lo largo de todo el tiempo que se emplea en la confección. Parece pues que incluso la producción de una mercancía bastante simple como una chaqueta implica en la misma una cantidad de elementos diversos de los que puede o no disponerse. Y si en vez de un solo producto, pues no se suele montar una “industria” para la fabricación y venta de un solo producto, pensamos en la fabricación en masa de productos más complejos, entonces la cosa se complica exponencialmente. Los elementos que hemos encontrado en la producción concreta de la chaqueta de nuestro ejemplo aparecerán hoy, con más o menos peso según la mercancía concreta y su lugar y momento de producción, en los términos que relacionamos a continuación con algunas precisiones de la noción a la que aludimos con ellas: -materia prima: presente solo en los bienes materiales y no en los servicios. Originariamente ajena a cualquier concepto de propiedad y utilizada por cualquiera que la requiriese. Su uso requiere trabajo para su extracción de la tierra, en sentido amplio, y su transporte y preparación para ser empleada en la producción de las mercancías finales. -herramientas, máquinas e instrumentos: presentes en los bienes materiales y, en ocasiones, también en los servicios. Su producción requiere trabajo anterior y el resto de los elementos. -conocimiento: la producción de los bienes y servicios requiere conocer el uso de las máquinas, herramientas e instrumentos que en su caso emplee el trabajador además de disponer de otras informaciones específicas para la ejecución de la tarea, desde las exigencias legales para la producción y

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posterior comercialización hasta las contables para la buena marcha del negocio. -bioadecuación: utilizo este “palabro” para referirme a la exigencia de que el humano que ejecute el trabajo tenga las condiciones biológicas necesarias para ello, pues no cualquiera y en cualquier condición puede ser efectivamente capaz de hacerlo. No puede ser producida intencionalmente ya que el humano dispone o no de ella para un trabajo concreto, aunque puedan ser remediadas al menos parcialmente ciertas insuficiencias o debilidades. -establecimiento: lo uso para aludir al espacio habilitado para la producción de la mercancía, aunque sea el propio domicilio del trabajador. Su producción requiere trabajo anterior y el resto de los elementos. -legalidad: empleo este término para indicar la obligación, punible el incumplimiento en su caso de ella con medidas que afectan a la producción de modos diversos pudiendo llegar incluso a hacer desaparecer a la mercancía antes de la realización de su valor en el mercado, de someterse a normas y pagar determinadas cantidades de dinero en concepto de impuestos, seguridad social, tasas, etc. Nos encontramos aquí con el Estado, entendido en sentido amplio como el conjunto de administraciones locales, regionales, nacionales o supranacionales operativas en un territorio, se cuela en la producción desde el primer momento, cosa que Marx no tiene en cuenta y que, aunque en su plan original de escritura de la obra completa ocupaba un lugar no fue para él de la importancia suficiente como para tratarlo, como pensamos que se debe, porque está presente, desde el principio mismo de la producción de la mercancía. Y esta institución estatal se aparece, ya en los tiempos de Marx, y máximamente en los nuestros, como un elemento trascendental de la producción. Y lo hace por una doble vía; de un lado como coste parcial de producción, a través de tasas, impuestos, licencias, etc y de otro como regulador, como impositor de normas que que han de seguirse so pena de poder llegar a la paralización completa incluso del proceso productivo. El Estado fija las condiciones de ejercicio de las actividades productivas, los requisitos profesionales de los trabajadores, aspectos esenciales del proceso de producción como la jornada laboral, las edades productivas mínima y máxima, o los requisitos que ha de reunir un producto para poder ser legalmente comercializado, y las hace cumplir o castiga su incumplimiento, todo ello en función de la correlación de fuerzas presente en su seno, además de organizar, 22


regular y promover el conjunto de condiciones que hacen viable la producción y comercialización de las mercancías. Toda esa actividad estatal se realiza también por medio de trabajo humano socialmente necesario, por acudir de nuevo a la terminología de Marx, en las presentes condiciones históricas, pero no se ha probado, dicho sea de paso, que sea necesariamente imprescindible, igual que no lo ha sido antes de que comenzara la historia, justamente con su aparición en las formas más primitivas, cuando durante más tiempo del que ya dura la historia estuvieron los humanos sobre la faz de la tierra. -tiempo: el tiempo, esa cosa misteriosa pero plenamente operante en el proceso de producción de mercancías, merece por sí mismo un tratamiento extenso para acercarse siquiera algo al planteamiento de los principales problemas que encierra que no es oportuno abordar aquí y sobre el que te animo a profundizar en ello con la ayuda de la bibliografía que aporto como anexo (véase en especial García Calvo: Contra el tiempo), advirtiendo que es asunto tan intrincado como importante. Me limitaré, a los efectos más relevantes que afectan a la producción, a señalar que dado su carácter no material es inapropiable pero a la vez imprescindible en la producción y comercialización de mercancías y que él, a semejanza del dinero, al que tan íntima y directamente está asociado (recuérdese la conocida expresión de “el tiempo es oro”, o sea dinero), sirve como elemento de medida , debidamente hecho cómputo, de relaciones económicas (tiempo de trabajo socialmente necesario, jornada de trabajo, ciclo de producción, reproducción ampliada del capital, etc). -protección: tanto física de la propia mercancía durante el proceso de producción, de daños o desaparición, como del resto de elementos humanos y materiales que intervienen en el proceso. Su producción requiere trabajo anterior y el resto de los elementos. -mantenimiento: los suministros y tareas necesarias para que hombres y máquinas cumplan su función, desde el reparador de una máquina al médico o reparador de hombres. Su producción requiere trabajo anterior y el resto de los elementos. -suministros: de energía, servicios de comunicaciones, necesarios para el funcionamiento de la producción. Su producción requiere trabajo anterior y el resto de los elementos.

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-trabajo indirecto: gestión para la obtención, coordinación, y uso correcto de todos los elementos implicados para la consecución del producto final, del bien o servicio que se comercializará. Es trabajo, complejo, pero trabajo. -trabajo directo: para convertir las materias primas, mediante el uso de las máquinas, herramientas o instrumentos necesarios, en el producto final o prestar el servicio mediante el uso de los recursos requeridos a tal fin. Todos estos elementos están pues presentes, en mayor o menor medida, en la mercancía (cosa o servicio), aunque los más de ellos como gelatinas transparentes, por usar el propio término de Marx debidamente precisado para señalar su carácter invisible y múltiple. Tampoco hay que dejar de considerar la abundancia o escasez relativa, y la relatividad viene dada por la mayor o menor apetencia que los compradores tengan por el bien o servicio, pues una mercancía de la que solo hay disponible una unidad pero a ningún comprador interesa no es escasa, si bien esto no se encuentra presente en la producción de la mercancía misma, salvo en lo que afecte a alguno de los elementos ya citados, sino en su comercialización efectiva aunque deba ser considerada por el productor antes incluso de iniciar su producción. Los economistas, y Marx entre ellos, operan con reducciones simplificadoras que ocultan la trama compleja de elementos intervinientes. Tierra, capital y trabajo son de ordinario los únicos elementos que se manejan en la economía clásica. En el caso de Marx presenta el trabajo como única propiedad común a todas las mercancías. En sociedades productivamente complejas como las actuales, en las que el productor individual completo de la mercancía ha quedado reducido como mucho a lo meramente testimonial y en las que los más de los bienes y servicios que se venden en el mercado son producto de la participación en su producción de múltiples personas, que además a menudo están hasta físicamente separadas incluso por distancias continentales, ese conjunto de elementos que se presentan en las mercancías son el punto de partida para la determinación del valor de las mismas. La exclusiva reducción marxiana de entender el trabajo como única fuente de valor nos lleva a la paradoja de que en caso que fuera cierto así enunciado, el capitalismo ya habría sido abolido, pues, con el mero hecho de trabajar, los trabajadores ya producirían las mercancías, pero para eso tendrían que ser además magos para obtener las materias primas, las 24


herramientas y demás elementos necesarios para la producción (conocimientos, locales, etc). Desde luego que la mercancía es producto del trabajo, pero como hemos visto no solo de él, pues aunque las herramientas, máquinas, locales, y otros objetos requeridos para la producción que no se dan en lo que en general llamamos naturaleza, podamos decir que son a su vez productos de un trabajo anterior, “trabajo pretérito, objetivado, muerto” (p 237 por ejemplo) como lo llamará Marx más adelante, lo no producido previamente en cambio, materias primas, suelos, etc, que podemos llamar en un sentido amplio “la tierra”, sin aludir con ello a los fisiócratas, resulta obvio que al no haber sido producidos por humano alguno no pueden ser considerados productos del trabajo al igual que los otros elementos que hemos indicado que no son producto directo de trabajo. Y, aunque parezca casi todavía hoy literatura como el el origen de la propia palabra, no debemos dejar de considerar los problemas que plantean los robots, o cosas tales como androides o ciborgs o como se vayan denominando los artefactos que ya se están produciendo en nuestros días, y que obviamente Marx no pudo considerar en su estudio, pero que ya no son elementos de ciencia ficción sino hechos económicos presentes en los procesos productivos actuales y en claro avance. Y no se trata, como en el caso de las herramientas o las máquinas, de elementos que o bien son una extensión potenciada de partes del cuerpo humano como las primeras o al menos son manejadas por los humanos que les hacen ser más productivos, pues estamos hablando de cosas, mercancías propiamente, que producen directamente ellas mismas, sin manejo humano adicional a su fabricación o mantenimiento, lo mismo que los humanos, otras mercancías. Se trata de algo radicalmente distinto pues no es ampliación o perfeccionamiento de lo que hace un humano sino de su completa sustitución. Y esto supone obviamente una posibilidad de transformaciones radicales, aunque el sentido de las mismas no está definido de antemano. Con esto se materializaría, aunque no obviamente en el sentido de su autor, el descriptivo título de “Producción de mercancías por medio de mercancías” de Sraffa, cosa por lo demás tampoco tan alejada de lo que ya sucede con los trabajadores puesto que ya son ellos mismos una mercancía que se compra y se vende en el mercado, a veces incluso hasta con ese nombre, como en el caso por ejemplo de los futbolistas. Igualmente me parece oportuno señalar algo relacionado con lo anterior y que aún hoy está en sus inicios pero constituye una tendencia que ya se

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había iniciado en el campo de la venta de mercancías pero que ahora pasa directamente al de su producción y que es la constitución del comprador en productor sin abandonar aquella. Respecto a la venta no tenemos más que recordar aquella serie de trabajos que hoy han pasado a ser realizados por los compradores mismos tales como la carga de combustible en los automóviles, el acopio de productos en las tiendas, las operaciones bancarias en los cajeros automáticos, etc. Y hoy se extiende ya a la producción misma de las propias mercancías, como en el caso del montaje de muebles que se adquieren sin ensamblar y ha de ser el propio cliente el que los retire de la tienda, los transporte a su domicilio y acabe allí de ensamblarlos con las herramientas que incluso adquiere al vendedor y otras que debe aportar el mismo en ocasiones o en el más reciente y aún poco extendido pero más abarcador de funciones productivas como el de la fabricación por el propio comprador de la mercancía completa en las conocidas como impresoras 3D, proceso en el que el comprador actualmente solo tiene ya que ir a un lugar en el que compra la materia prima y el mismo fabrica el producto que le interesa mediante el uso de esas impresoras que utiliza en régimen de alquiler temporal para la producción de la mercancía interesada, que probablemente a no tardar pasen a estar en los propios hogares de los compradores a los que se les remita después de una compra a distancia la materia prima y allí fabriquen los productos íntegramente. Continúa diciendo Marx: “Examinemos ahora el residuo de los productos del trabajo. Nada ha quedado de ellos salvo una misma objetividad espectral, una mera gelatina de trabajo humano indiferenciado, esto es, de gasto de fuerza de trabajo humana sin consideración a la forma en que se gastó la misma. Esas cosas tan sólo nos hacen presente que en su producción se empleó fuerza humana de trabajo, se acumuló trabajo humano. En cuanto cristalizaciones de esa sustancia social común a ellas, son valores.” (p 47) Según nota añadida en la tercera y cuarta edición son “valores mercantiles”. Y prosigue: “En la relación misma de intercambio entre las mercancías, su valor de cambio se nos puso de manifiesto como algo por entero independiente de sus valores de uso. Si luego se hace efectivamente abstracción del valor de uso que tienen los productos del trabajo, se obtiene su valor, tal como acaba de determinarse. Ese algo común que se manifiesta en la relación de intercambio o en el valor de cambio de las mercancías es, pues, su valor. El desenvolvimiento de la investigación volverá a conducirnos al valor de cambio como modo de expresión o forma de manifestación necesaria del valor al que 26


por de pronto, sin embargo, se ha de considerar independientemente de esa forma.” (p 47). Al fin tenemos algo parecido a una definición de “valor” : ese algo común que se manifiesta en el valor de cambio. La piedra angular de la economía política marxista es, a mi juicio, la llamada cuestión del valor, que es precisamente lo que enfrenta más claramente a los partidarios del marxismo con los de la corriente capitalista dominante en economía política: el marginalismo. La posición de Marx, y supuestamente la de todos sus seguidores posteriores, aunque esto ya no está tan claro y no es este el lugar para tratar este asunto, aunque sí quiero dejarlo apuntado, es que el valor económico, o “valor mercantil” reside en el trabajo, como lo explica el propio Marx según acabamos de ver. Por nuestra parte pensamos que si bien el trabajo es uno de los constituyentes de los llamados precios de producción, no es el determinante de del valor mercantil, o más rigurosamente precio de venta, e incluso, para mayor precisión, precio cobrado de compra, que es la única medida operativa en cualesquiera contabilidades o verificaciones empíricas que no operen con datos “cocinados” como los de las encuestas electorales que luego ya sabemos lo que pasa con ellas. Siendo el dinero, según hemos reiterado, algo ideal, la más ideal de las cosas pues no es más que fe pura y dura, es por otra parte el único sustento preciso de comparaciones de magnitudes y de Relaciones de Poder, que son las que a nuestro entender verdaderamente cuentan y a las que abiertamente tenemos declarada la guerra, de victoria incierta pero deseable. En este sentido, y aparentemente en contra de la literalidad de la conocida fórmula de D. Antonio Machado de que “todo necio confunde valor y precio” (Proverbios y Cantares, LXVIII), en economía política la única concreción del valor es el precio. Solo el precio refleja con la precisión del número la abstracción que conforman las Relaciones de Poder. Por lo tanto desentrañar lo que ocultan los precios, desde su fijación a priori hasta su cobro efectivo y las variables que operan el dicho proceso es, desde nuestra concepción, el modo adecuado de entender el funcionamiento del sistema en el que nos encontramos. Este planteamiento nos parece el único que es capaz de describir sin las limitaciones, reconocidas o efectivas, tanto del marxismo como del marginalismo, y del resto de las escuelas que vienen a reducirse, con cuantas 27


diferencias se quiera, que las hay, pero no empecen lo fundamental de lo que aquí se plantea, a estas dos tendencias dominantes de la economía política de hoy, lo que de hecho sucede en el ámbito económico y más allá de él incluso. Este planteamiento nos permite afrontar los elementos básicos de la controversia entre ambas posiciones con un enfoque no equidistante pero sí diferente de ambas. Difícilmente incluso los popperianos más estrictos podrían argumentar la falsedad de lo que se propone pues este planteamiento puede dar cuenta tanto del funcionamiento general del sistema como de cada caso particular y sin tener que acudir al expediente de la media estadística o de las condiciones “normales” o cosas semejantes como se ve Marx forzado a hacer a cada paso. Aunque sea adelantarnos a lo que sería propio de plantear en el momento en que llegáramos a comentar el Tomo III de la obra de Marx, no deja de ser conveniente por motivos de facilitar la comprensión a quienes tengan menos familiaridad con este tipo de cuestiones, que citemos aquí al primer gran opositor de Marx, el que fuera ministro de finanzas del emperador Francisco José, Eugen von Bömh-Bawerk, que en síntesis plantea tres elementos en torno a los que se articulará el debate que aún hoy sigue vivo y que resumiremos en: -El valor de un mercancía es el beneficio que se deriva de él -El valor puede ser objetivo y subjetivo. Los marginalistas afirman que el subjetivo es el primordial y el que explica el objetivo. -Marx yerra, en el citado Tomo III al que había relegado la cuestión, a ofrecer una explicación convincente de la transformación de valores en precios, y por ello su teoría queda invalidada. Para los marginalistas la experiencia subjetiva de la mercancía es lo que explica su valor, cosa curiosa porque la fijación subjetiva del valor debe ser adjudicada por el comprador “antes” de comprar la mercancía sin que tenga por tanto experiencia del uso de la misma. Así que el vendedor debe “adivinar” el precio que pagará el comprador antes de que efectivamente éste la compre para poder producir la mercancía y fijarle un precio. Marshall, con su teoría general del equilibrio trata de superar el problema afirmando que deben fijarse a la vez los precios de oferta y demanda y las cantidades a producir, aunque sigue preso de la misma dificultad de que el consumo es posterior a la

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producción. No pretende decir que el mundo funcione sin movimientos en la economía imaginaria que formula pero plantea cómo serían las relaciones si los precios y las cantidades fueran fijos y que los agentes económicos se comportan como si lo fueran. El uso del contrafactual hipotético para explicar los hechos, ¡y lo llaman explicación científica!. Marx propone en cambio la teoría del valor-trabajo. Para él el único creador de valor es el trabajo humano “ese algo común que se manifiesta en el intercambio (de las mercancías)” del que nos hablaba antes es el valor para Marx. Y su medida el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de la mercancía. Pues bien, mi posición, es que el valor viene dado por quien tiene el poder para fijarlo, para asignar un precio y conseguir que se pague, cuando contemplamos la cuestión desde el punto de vista de la producción, y de fijar el precio de compra y conseguir que sea aceptado y la transacción realizada efectivamente, si contemplamos la cuestión desde el punto de vista del vendedor, pues a nuestro entender desde cualquiera de los puntos del proceso se determina de hecho el valor de cambio, aunque su constatación solo se puede dar cuando la venta ha tenido lugar y el precio se ha pagado y su medida es arbitraria y solo depende de las Relaciones de Poder que se establecen al completar efectivamente cada transacción. Obviamente, como todo empresario sabe, para la fijación del precio de venta ha de contar con los precios de producción de su mercancía, que a su vez vienen dados por la correlación de fuerzas que se establece en el momento concreto de cada transacción. Y ha de contar también con la capacidad de compra de sus compradores potenciales y con la correlación de fuerzas con sus competidores. El éxito para el empresario consiste en conseguir que cada una de esas dos fases del ciclo económico que hay entre la compra de los elementos requeridos para la producción de la mercancía y el cobro del dinero producto de su venta efectiva le suponga el menor gasto posible y le aporte el mayor ingreso posible. La vieja máxima de “comprar barato y vender caro” que constituye toda la economía política que debe saber un empresario de éxito. Este planteamiento, al que probablemente se le incluirá entre los de la teoría del valor-Poder (en relación a los trabajos de Bichler y Nitzan, a quienes desconocía cuando elaboré lo fundamental del presente libro y con cuya obra y algunos de sus opositores estoy familiarizándome en la actualidad) , a pesar de 29


que no pretenda ser una teoría sino una mera descripción de lo que sucede de veras, tiene múltiples implicaciones y me consta que será igualmente objeto de diversas objeciones, por lo que voy a tratar de exponer ahora algunas de las más importantes implicaciones para el desarrollo de la adecuada comprensión de lo que formulo y de anticiparme a algunas de las objeciones que presumo se me harán. En cuanto a las implicaciones quiero señalar que para entender el funcionamiento del sistema las siguientes: -no se pueden disociar, salvo para clarificar aspectos particulares, los puntos de entrada y salida del ciclo: la producción y la venta, ya que en cualquier momento de ese periodo se producen de hecho variaciones en función de que las Relaciones de Poder se dan a lo largo del ciclo completo. -siendo el objeto de la producción capitalista el máximo aumento del capital invertido en el proceso la forma de lograrlo es indiferente para el capitalista. -el planteamiento propuesto se refiere solamente a la esfera económica en tanto que una de las caras de las Relaciones de Poder que son múltiples y afectan a todas las esferas de lo que, con poco acierto, se suele llamar vida. En la producción y venta mismas de las mercancías están implicadas otras caras de esas Relaciones, políticas, culturales, ideológicas, etc. En cuanto a las objeciones que se harán a mi planteamiento de forma más inmediata presumo que se encontrarán las siguientes: -es ahistórico: no tienes en cuenta las diferencias entre las distintas épocas históricas y Marx está analizando el modo de producción capitalista en concreto, aunque también trate de su génesis y de los modos que le precedieron, pero siempre distinguiendo lo que es propio de cada uno de ellos. A esta objeción he de decir que lo que ocurre es que eso que llamamos “Historia” tiene solo dos épocas: la de la que no podemos hacer más que conjeturas (época de comunismo primitivo o de barbarie generalizada o de lo que cada cual quiera creer) y la de las Relaciones de Poder, con sus formas ya más o menos conocidas y más o menos toscas de Estado y Capital. La pretensión de enfatizar las diferencias entre las distintas modalidades de lo esencialmente igual oculta, a mi modo de ver, lo más importante que es la identidad profunda de todas ellas.

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Para tomar incluso el lenguaje y la división en épocas del propio Marx (comunismo primitivo, modo de producción esclavista, modo de producción asiático- presente tan solo en algunos escritos de Marx y luego excluido,modo de producción feudal, modo de producción capitalista), todos ellos, salvo el de comunismo primitivo, que tiene un carácter conjetural y del que no deberíamos hablar mucho como ya he dicho, el resto de los modos se basan en lo mismo. Quienes ostentan el Poder deciden lo que se ha de producir, cómo se ha de producir y cómo se ha de repartir y lo hacen efectivo. Desde que tenemos noticia de la aparición de la propiedad privada, de la tierra y el ganado inicialmente, y de aparatos de coerción por la violencia, se establece ya el Régimen que padecemos hoy en una forma progresada pero idéntica en el fondo. Los mecanismos de sustentación de todos los modos de producción de Relaciones de Poder son simples pero efectivos: la mentira y el miedo. El esclavo, el siervo o el asalariado lo son mediante esos dos instrumentos de dominación (esto es lo que debe ser, lo manda Dios, siempre ha sido así, es lo que deseas, etc.) y si no te lo crees y haces lo que está mandado serás castigado (multado, encarcelado, torturado, asesinado, etc.). El paso de unos modos a otros no se basa, desgraciadamente, y a pesar de la fe de todas las corrientes marxistas, como hemos mostrado al inicio de este libro, en la lucha de clases, que no ha sido ni es motor alguno de la historia, ya que las clases dominadas simplemente de cuando en cuando, en pequeña parte y en ciertos territorios se han alzado temporalmente y han sido derrotadas. Se fundamenta el cambio en la lucha dentro de las clases dominantes por ampliar su dominio sobre las clases dominadas a costa de quitarles esclavos/siervos/asalariados/súbditos/ciudadanos/territorios/recursos a sus competidores por el Poder. -solo el trabajo humano produce valor: si empiezo definiendo valor como trabajo humano ya no hay más que hablar, ahora si valor no se predefine entonces podemos discutirlo. Dice Marx que ese algo común único a las mercancías es el trabajo humano. Una mercancía es un producto (un bien o servicio) destinado a la venta en el mercado. Un producto (un bien o servicio) no es de exclusiva producción humana, seamos más modestos y abandonemos ese supremacismo humanista cuando no somos más que un caso de cosa, particular y distinto 31


pero cosas al fin y al cabo. Y otros casos de cosas crean también productos: la tierra crea por sí misma el agua, el oxígeno, los minerales, las plantas y árboles silvestres con sus frutos, los animales salvajes (y no se piense solo en leones y tigres, que de esos quedan pocos y ya debidamente desprendidos de una hipotética naturaleza salvaje, sino en casos tales como gusanos, insectos, peces y los hoy domesticados pero capaces aún, si se les deja, de producir nuevos casos de animales sin intervención humana alguna o productos distintos incluso a ellos mismos, como la cera o la miel de las abejas o el veneno de ciertas serpientes) y, exclusivo de nuestros días, las cosas que producidas de momento con intervención humana son luego capaces de producir otras cosas por sí mismas ya sin ella (eso que solemos llamar robots y que no son elementos de ficción sino que están presentes en la producción actual de mercancías y cada vez en mayor medida y esto sí que puede constituir un peligro serio para el propio sistema, pues si su uso se generaliza, como va pareciendo, las formas de ejercicio del Poder deberán transformarse, si no somos capaces de acabar con Él, claro está). Convendrá también parar mientes en lo que sea trabajo humano como tal a pesar de su inexclusividad en la producción. Utilizo la palabra trabajo, para el ámbito del capitalismo, en el sentido de actividad del caso de cosa que conformanos la especie de lo que nos hemos dado en llamar homo sapiens sapiens de transformación de la materia para su conversión en mercancía, ya que esta es la forma actual del ejercicio de la dominación en el terreno económico. En formas anteriores de dominación también puede usarse el mismo término en el sentido más general de producción de bienes y servicios cuya producción y distribución era organizada por los propietarios o controladores efectivos de los medios de producción, esto es, lo mismo que ahora, quienes ocupan el Poder son los que deciden y por ende se benefician en mayor grado de sus decisiones, pues como sentencia el saber popular “el que parte y reparte se lleva la mejor parte”. Como el propia Marx reconoce sin problema, el valor de uso es el presupuesto para que haya valor de cambio y por ende valor. Y el valor de uso depende exclusivamente del comprador, pues al vendedor le es indiferente que para él la mercancía tenga o no valor de uso alguno, ya que lo que le importa es cambiarla por otra cosa, en nuestros días por dinero generalmente. Es por ello “subjetivo” al decir de los economistas capitalistas del marginalismo y único que parecen reconocer como “valor” dicho sea de paso. Y esa

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manifestación de “subjetividad”, ese interés por la cosa del comprador, sea del tipo e intensidad que sea, imprescindible para que haya valor de cambio, debe pues quedar incorporado al “valor” pues si no fuera así dejaría de haber valor de cambio y con ello transacción, o realización del valor. De forma que tendríamos que habérnoslas con que la subjetividad de algún modo se ha objetivado por más abstractamente que sea, idealmente pues. Estos son problemas inherentes a las cuestiones de sujeto y objeto, pero no vamos a seguir ahora por ahí para no distraernos demasiado. Y continúa Marx: “Un valor de uso o un bien, por ende, sólo tiene valor porque en él está objetivado o materializado trabajo abstractamente humano. ¿Cómo medir, entonces, la magnitud de su valor? Por la cantidad de "sustancia generadora de valor" -por la cantidad de trabajo- contenida en ese valor de uso. La cantidad de trabajo misma se mide por su duración, y el tiempo de trabajo, a su vez, reconoce su patrón de medida en determinadas fracciones temporales, tales como hora, día, etcétera.” (p 47) El tiempo de trabajo empleado será un factor más, y no el único como hemos expuesto, a considerar en el valor de cambio, pues respecto al valor de uso es irrelevante. Para un piadoso cristiano el valor de uso de una biblia será el mismo tanto como si ha sido escrita a mano y por ello se ha empleado un tiempo considerable como si ha sido impresa en minutos por una máquina. Si hablamos del valor de cambio pueden darse las tres situaciones potencialmente posibles: que tenga más valor el manuscrito, que tenga menos o que sea indiferente. La cuestión del tiempo de trabajo también es especialmente relevante y presenta problemas específicos. Es de sobra conocido que por la misma cantidad de tiempo de trabajo los trabajadores obtienen salarios diferentes, por lo que el tiempo, como mera cuantía bruta de cómputo no puede ser el instrumento de medida preciso que se pretende. La respuesta habitual a esta objeción es que el tiempo de un trabajo complejo, digamos de una hora, “equivale” a X horas de trabajo simple, pero como es manifiesto ya no estamos hablando de cuantía pura de tiempo, pues unos tiempos “duran” más que otros, sino de algo cualitativamente distinto, y no solo cuantitativo, que sucede en la misma cuantía temporal. Lo que está aquí en juego es lo que hoy se suele llamar “el conocimiento”, pues la mera habilidad o experiencia solo hará que el trabajador sea levemente más productivo, como bien se refleja hasta en los salarios individuales con pequeños aumentos por conceptos de “antigüedad” o “productividad”, mientras que el conocimiento sí representa multiplicaciones, a veces exponenciales, del 33


salario inicial meramente “temporal” en apariencia. Y supongo que hasta los marxistas más recalcitrantes no negarán su propia ley dialéctica de cambio de la cantidad a cualidad. Sobre el asunto de la llamada “sociedad del conocimiento” se están produciendo multitud de estudios y como en tantas otras cuestiones que van saliendo al paso no puedo más que dejarlas señaladas para no desviarme ni extenderme demasiado a pesar de su interés. El valor de cambio efectivo es fijado por la correlación de fuerzas, Relaciones de Poder, de comprador y vendedor que actúan además en un mercado en el que no son los únicos actores y en el que otros compradores y vendedores, aún aparentemente ajenos a la transacción particular de una mercancía entre un comprador y un vendedor dados, influyen en la misma. Como cualquier teoría que no se revele falsa ya en su misma enunciación, la del valor deberá poder aplicarse a cualquier relación de compraventa de mercancías en el ámbito espaciotemporal que se señale con la posible exclusión de las excepciones que se indiquen, aunque la mera formulación de excepciones ya debe hacer sospechar al menos la presencia de errores en la teoría en cuestión. Así que veamos que ocurre de hecho en una relación cualquiera de compraventa de una mercancía también cualquiera. El vendedor acude al mercado, en la más simple o más compleja de sus presentaciones, sea esta el lugar de la aldea en el que se encuentra con su potencial comprador o en el almacén mundial de Internet, con su mercancía para tratar de venderla, en principio al mayor precio que sea capaz (recuérdese que la transformación del valor en precio ha sido y sigue siendo uno de los elementos más controvertidos de la teoría de Marx incluso para los propios marxistas, a la menos que se califican de tales, pues también hay quienes calificándose a sí mismos de marxistas no reconocen en otros tal condición, toda doxa tiene sus autoproclamados sumos pontífices capaces de declarar herejes a otros). Nuestro vendedor puede tener una idea previa del valor aproximado que su mercancía puede alcanzar por experiencias anteriores en el mercado o por estudio del mismo, pero hasta que no se complete la compraventa, si llega el caso, no puede tener ninguna certidumbre sobre eso. Nuestro comprador, desde el otro lado, se encuentra en la misma situación, aunque con la expectativa de comprar al menor precio que pueda, y por ello hasta que no se complete la compraventa, si llega el caso, no puede tener ninguna certidumbre tampoco sobre eso. Salvo los casos de extrema pobreza en los que el comprador dispone de una cantidad máxima absolutamente

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determinada de antemano y por ello su precio máximo no puede superar esa cantidad, lo habitual es que se cuente con una horquilla de cantidades en las que el comprador podría aceptar pagar el precio pedido, y otro tanto cabe decir del vendedor cuando este tiene capacidad de decisión sobre el particular, como el los mercados clásicos de productores directos y compradores finales. Tu experiencia cotidiana te proporcionará ejemplos concretos en los que como vendedor o comprador te sucede lo que se acaba de decir. Esta observación de la incertidumbre del valor de cambio en cualquier transacción entre dos actores económicos, comprador y vendedor, es difícilmente objetable, por lo que entonces la hipotética solución es echar mano de las matemáticas, que además dan gran lustre científico, como los escolásticos medievales acudían a Aristóteles como argumento de supuesto peso de sus afirmaciones, y decir que lo que hay que considerar en economía no es cada transacción aislada, sino el conjunto de todas y sacar la media que nos dará así el supuesto valor de cambio verdadero. Curiosa, aunque dominante, manera de proceder, pues aparte del pequeño problema de saber cuantas y cuales son “todas” esas transacciones, aún tomadas por “ramas de la producción” o por circunscripciones geográficas, digamos por países, resultará que el valor así obtenido viene dado justamente a posteriori con lo que ninguna supuesta teoría del valor a priori es capaz de determinarlo y solo, y a posteriori, de cuantificarlo, una vez convertido en precio y sacada la correspondiente media. ¡Fascinante capacidad de conocimiento!. Como nos dice Marx, por ejemplo en su “Contribución a la crítica de la Economía política” (p 13 de la edición de Editorial Progreso de Moscú) : “Supongamos que una onza de oro, una tonelada de hierro, un quarter de trigo y 20 varas de seda son valores de cambio de igual magnitud. En tanto que equivalentes, en los que la diferencia cualitativa de sus valores de uso está eliminada, esos productos representan un volumen igual del mismo trabajo.” En ese “supongamos” tenemos el problema: como es una mera “suposición”, legítima como tal mientras se mantenga en esa condición, podemos seguir adelante con el razonamiento, pero en cuanto se pretenda que esa “suposición” es un hecho que se corresponde con lo que sucede, entonces nos encontramos con la trampa. Y esa suposición simplemente es falsa, porque su valor de cambio no viene dado porque tengan un volumen igual del mismo trabajo, suponiendo que pudiera darse una cosa tal, esto es, que siendo distinto el trabajo por ser en mercancías diferentes, fuera a la vez el mismo.

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Se podría objetar, como Marx hace, que lo que es igual es la cantidad de tiempo de trabajo que se emplea en cada una de las producciones, pero seguimos, además de con los problemas generales ya indicados, con la misma falsedad de que sea el tiempo de trabajo el que atribuye el valor. Y no vamos a acudir al no por manido menos cierto ejemplo del arte, en el que un cuadro y otro llegan a tener valores extremadamente alejados, incluso cuando son del mismo pintor, tamaño y supuesto mismo tiempo de ejecución, sino que la más modesta, simple y hasta antigua de las producciones de mercancías, como por ejemplo la fabricación de una punta de flecha de sílex, llevará cantidades de trabajo manifiestamente distintas a distintos productores o al mismo en distintos momentos de su dedicación a la producción de flechas, etc. Como cualquiera, al que la teoría no le impida ver lo que de hecho pasa, es capaz de constatar una y otra vez, una supuesta misma mercancía, y apunto aquí lo de “misma” para reservarme el análisis sobre el ser y la identidad para otro lugar, aparece, y nótese bien, una vez producida, esto es cuando hay una imposibilidad lógica de que los tiempos de trabajo para su producción puedan variar, en el mercado con variaciones constantes de valor de cambio con otras mercancías igualmente ya producidas y que por tanto deberían ser por completo ajenas a diferencias de valor entre ellas si la teoría del valor trabajo fuera correcta. Todas las teorías del valor de las sociedades de Poder, y muy especialmente la de Capital Estado, con su anverso de Estado Capital, se asientan en el cómputo. Es imprescindible medir el valor de alguna forma para poder luego hacer inferencias económico-políticas sobre el deber ser de los intercambios de cosas, llamémoslas así por el momento para no caer en el historicismo. Un planteamiento verdaderamente antagónico al Capital Estado en cualquiera de sus variantes debe plantearse como poco la negación radical de cualquier teoría del valor basada en cómputo. Soy consciente de que esta afirmación hará que los ideólogos del Régimen, economistas ortodoxos, más o menos, marxistas y filósofos varios me tilden de idealista, utópico y cosas peores, pero lo idealista, esto es, falso, utópico, pues no es lo que pasa aquí, y peor, es el mundo como lo conocemos basado en número y cuenta. Sin acudir a pasados que nos son de veras desconocidos, podemos fijarnos en las relaciones no mercantilizadas que aún se dan entre lo que nos queda de gente o pueblo indefinido, no de individuos personales, claro, y como en esas, a pesar de que el Poder se entromete en ellas y las atraviesa, no hay cuenta que

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valga en la puesta a disposición de otros de cosas ni en la recepción por otros de lo que está en manos de unos, siendo que justamente cuando de lo que entre ellos va pasando sin que se den cuenta, y nótese el doble sentido, empiezan a pedirse y rendirse cuentas, es precisamente cuando la relación comienza su destrucción. No dejará de haber quien aún pareciéndole sensato lo que propongo venga a decir que eso no puede hacerse sin que medie una fase de transición en la que por la fuerza del Estado, ¡quién si no!, se obligue a los actuales explotadores, esto es a los que realizan un intercambio contable desigual por medio de la apropiación de plusvalía, a cesar en su práctica. Desafortunadamente para ellos ya hemos visto a donde lleva eso, y que no nos vengan con la cantinela de que ha habido errores pero que son corregibles, pues igual que ven en la propia naturaleza del Capitalismo la explotación, deberían ver la imposibilidad lógica, y por ende ahistórica e indiferente a cualquier modificación no esencial, de que haciendo lo que que se dice combatir pueda alguna vez acabarse con ello. Eso sí que es una fantasía infantil. El propio Adam Smith, tan apreciado por Marx como reverenciado por los economistas capitalistas de hoy, entendía claramente para que se había creado el Estado: “El Gobierno civil en quanto á la parte que tiene de protección para la seguridad de la propiedad y dominio en realidad fué establecido para defender al rico contra los atentados del pobre , ó de aquellos que tienen en contra la codicia, ó envidia de los que nada pofeen." (p 40 Libro V, Capítulo I, Parte II de la edición facsímil de la Universidad de Sevilla T 4). El Estado, desnudo de los atributos con los que esconde su verdadera condición, no es más que el aparato de violencia que se ejerce por parte de unos pocos para beneficio también de pocos, y eso no puede ser de otro modo so pena de que deje de ser Estado, ya que por su propia organización al ser un aparato distinto del pueblo sobre el que ejerce su Poder solo puede ser un aparato de una minoría como sucede con cualquier estructura vertical, pues por definición alguien está arriba y el resto debajo. Y esos ultraliberales que llegan a autopresentarse como anarcocapitalistas mejor se quitan la careta de anarco con la que se encubren y revelan su verdadero rostro de meros capitalistas a secas, ya que sin Estado (policía, ejército, tribunales, cárceles, etc.) el Capital, y ellos, se quedarían sin perro guardián.

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Cuando los primos bajaron de los árboles y empezaron a caminar a dos patas no había propiedad alguna ni tampoco Estado y cuando ambos se crearon se inicia justamente la Historia y si y cuando se abolan será el verdadero fin de la Historia. La supuesta necesidad histórica de que hay que alcanzar un determinado desarrollo de las fuerzas productivas como sostiene la fe marxista, y llamemos a las cosas por su nombre, pues fe es creer en lo que no se ve, para que puedan abolirse Capital y Estado no es más que, como cualquier fe, un engaño pues cualquier condición material, que en el fondo no es más que ideal pues la escasez y la abundancia no dejarán de ser ideas y además por su propia relatividad incapaces de ser determinadas como alcanzadas o no, es susceptible de organizaciones sociales diversas, tanto jerárquicas, en forma de tiranía unipersonal u oligárquica o representativa, como liberadas de ello. Y hay que decir también respecto a la cuantificación del tiempo de trabajo como parámetro de medida del valor que ni siquiera para las formas más simples y primitivas de trabajo pueden saber los actores mismos que intercambian mercancías, ni con exactitud ni con mera aproximación, el tiempo que llevó al vendedor fabricar la mercancía que demanda el comprador, y que si hablamos de trabajo complejo y actual menos aún, pues hasta para el propio productor, que ya aporta habitualmente solo una parte del trabajo necesario para la producción de la mercancía, le es desconocido. Si el tejedor no sabe lo que tarda el herrero en hacer una hoz ni el herrero lo que tarda el tejedor en hacer una bufanda, menos aún sabe el comprador actual el tiempo que se tarda en fabricar un teléfono, y tampoco, aunque lo parezca, la empresa que lo fabrica, que como mucho podrá computar el tiempo que ciertos trabajadores han dedicado a ciertas tareas pero de ninguna manera el total del tiempo incorporado a la producción, pues esto exigiría computar el de todos los que han aportado previamente el suyo en forma de materias primas, herramientas, etc, y eso por no citar el de los propios trabajadores de investigación y desarrollo y otros de tipo “intelectual” pero imprescindibles para la fabricación efectiva de la mercancía, el teléfono, por ejemplo. Solo el precio pagado por cada uno de los factores es perceptible y por ende computable. Hay que señalar también el lío en el que se mete en el último párrafo del epígrafe que comentamos: "Una cosa puede ser valor de uso y no ser valor. Es éste el caso cuando su utilidad para el hombre no ha sido mediada por el trabajo. Ocurre ello con el aire, la tierra virgen, las praderas y bosques

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naturales, etc. Una cosa puede ser útil, y además producto del trabajo humano, y no ser mercancía. Quien, con su producto, satisface su propia necesidad, indudablemente crea un valor de uso, pero no una mercancía. Para producir una mercancía, no sólo debe producir valor de uso, sino valores de uso para otros, valores de uso sociales" ... "Por último, ninguna cosa puede ser valor si no es un objeto para el uso. Si es inútil, también será inútil el trabajo contenido en ella; no se contará como trabajo y no constituirá valor alguno." (p 50-51). Llama la atención lo primero que use el verbo “ser” y no el “tener”, encuentro el mismo verbo en la edición inglesa “A thing can be a use value, without having value” (https://www.marxists.org/archive/marx/works/1867c1/ch01.htm#S1 ).y también en la alemana “Ein Ding kann Gebrauchswert sein, ohne Wert zu sein.” (https://archive.org/stream/KarlMarxDasKapitalpdf/KAPITAL1_djvu.txt así que hay que considerar que por lo tanto la cosa misma “es” y no “tiene” el valor de que se trata. Frase incongruente pues donde las haya, pues si dice primero que “puede ser valor de uso” y luego “y no ser valor” resulta que el “valor de uso” no es “valor”, por la misma razón una “casa de campo” podrá no ser “una casa”, y aunque se refiera aquí, como tantas otras veces hace, a “valor” como valor de cambio, seguimos con el mismo lío expresivo, más preciso es decir que quien produce para sí o para otros pero sin contrapartida, por ejemplo como regalo, crea valor de uso pero no de cambio y que para que una mercancía tenga valor de cambio debe tener valor de uso para el comprador al menos. En cuanto a “el aire, la tierra virgen, las praderas y bosques naturales” ya en nuestros días han sido debidamente sometidos a dinero y tienen su valor de cambio además de valor de uso como cualquiera sabe. Lo que convierte a algo en mercancía es su venta, su conversión en dinero, como reconoce claramente a continuación a pesar de que ponga como sola condición para ello el que se produzca un valor de uso para otros, un valor de uso social, pues si alguien produce algo y lo regala a otro tendrá valor de uso pero no valor de cambio hasta, si se da el caso, que se convierta en mercancía porque se venda. Es evidente que no hay manera de que se produzca cosa alguna que se venda que sea de veras inútil, pues, si se vende, alguna utilidad tiene para el comprador, además de para el vendedor, para este su valor de cambio, por más que un observador ajeno al negocio pudiera declarar su inutilidad para el resto del mundo.

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La teoría del valor de Marx, eje central de su análisis económico, presenta contradicciones insalvables como vamos poniendo de manifiesto que se agravan a medida que avanza en sus formulaciones. El valor de cambio, únicamente concretable en dinero, y único que interesa al capitalista, ya que, como vimos, mientras una mercancía se venda le da igual lo que pueda decirse del valor de uso, viene condicionado por diversos factores, uno de los cuales es desde luego el trabajo humano, pero no el único, a pesar de que el mismo reconoce que el trabajo no es la fuente única de la riqueza material, sino que la tierra es la otra (p 53). El mismo problema tiene con los productos no reproducibles como las obras de arte o cualidades humanas, digamos la honradez, por ejemplo, asunto que los marxistas resuelven diciendo que aunque haya mercancías no sometidas al valor trabajo que predican no por ello su teoría deja de ser válida, puesto que al menos acotan a lo que no puede aplicarse. El ejemplo que usa Marx para tratar de explicar su teoría del valor de la chaqueta y el lienzo (p 51 y ss) oculta más de lo que descubre, pues la relación entre ambas mercancías ni está dada de antemano, punto del que parte, ni es constante, aunque reconoce variabilidad si cambian las condiciones de producción, sin reconocer que sin cambiar las condiciones de producción sino solo las de las Relaciones de Poder entre los partícipes en cada transacción concreta el valor de cambio expresado en el precio puede cambiar y de hecho cambia a cada paso. Anotar que Marx identifica salario con valor respecto al obrero (nota 15 en p 55) , igual sucede con el valor de la mercancía que viene dada por el gasto de fuerza de trabajo humano abstracto (p 57). Y sigue el problema con el término valor que “se emplea aquí-como, dicho sea de paso, ya hemos hecho antes en algunos pasajes- para designar el valor cuantitativamente determinado, y por tanto la magnitud del valor” (p 66 nota 13) con lo que la cosa de la que habla, el valor, y su medida, la magnitud, son lo mismo. “Por consiguiente, el que los hombres relacionen entre sí como valores los productos de su trabajo no se debe al hecho de que tales cosas cuenten para ellos como meras envolturas materiales de trabajo homogéneamente humano. A la inversa. Al equiparar entre sí en el cambio como valores sus productos heterogéneos, equiparan recíprocamente sus diversos trabajos como trabajo humano. No lo saben, pero lo hacen. El valor, en consecuencia, no lleva escrito en la frente lo que es. Por el contrario, transforma a todo producto del trabajo en un jeroglífico social. Más adelante los hombres procuran

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descifrar el sentido del jeroglífico, desentrañar el misterio de su propio producto social, ya que la determinación de los objetos para el uso como valores es producto social suyo a igual título que el lenguaje” (p 91). Esta maravilla que es el lenguaje, que por más que pueda mentir también puede revelarse contra la mentira y descubrirla, siendo desde luego un producto humano tiene frente a cualquier otro producto social la ventaja de no ser de nadie, frente a las mercancías que son propiedad de sus dueños, y que por ser ajeno a la noción misma de propiedad carece de valor de cambio y solo tiene valor de uso, siendo a la vez ajeno a cualquier forma de Poder, pues no hay ejército en el mundo que pueda cambiar un fonema siquiera de una lengua, y ahí están las academias y los aparatos docentes del Estado y el Capital que apenas pueden ejercer alguna pequeña influencia en cosas tan marginales y ajenas a la lengua misma como la escritura. Y tiene también el lenguaje la magnífica y sorprendente característica de que por ser ajeno al Poder es el único bien que se nos da a todos por igual gratis y en el que el solo senado inconsciente del pueblo que habla es capaz de hacerlo mudar. Todo un ejemplo político. El valor mercantil se produce en el seno de Relaciones de Poder, cosa muy distinta de las meras relaciones sociales, pues el capitalismo no salió de la nada sino que nace y se mantiene en el seno de esas Relaciones de Poder. El precio, única cara visible del valor, se determina pues a partir de elementos ya dados anteriormente por la costumbre que se van reformulando desde las nuevas Relaciones de Poder que se establecen, tomando en consideración desde luego cuantos elementos intervienen en cada transacción efectiva. Se nos podrá objetar que este planteamiento no “explica” como pretenden explicar,esto es, establecer relaciones de causa-efecto, tanto la teoría del valor trabajo marxiana, ricardiana u otras o cualesquiera teorías de los economistas capitalistas, marginalistas, neoclásicos, postmodernos o como quiera que se les llame, y en efecto no lo hace, pues no pretende formular una teoría explicativa sino hacer una descripción del funcionamiento del sistema, que resulta ser lo que con manifiesta aviesidad compartida por estos y aquellos llaman “anárquico” cuando quieren decir caótico, pues el orden que padecemos lo es. Cuando nos traen a este mundo en el que hablamos, acción sobre la que no tenemos las crías de humano ni arte ni parte, requerimos para nuestra continuidad biológica, sobre la que tampoco tenemos arte ni parte, el consumo

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de bienes y servicios diversos (aire, agua, comida, protección, cuidados fisiológicos, mantenimiento de temperatura en márgenes adecuados, y tal vez algunas pocas cosas más). Estos requerimientos si no se mantienen durante periodos más o menos prolongados provocan la discontinuidad biológica de la criatura. Hasta ahí esos requerimientos son compartidos con animales de distintas especies, aunque la particularidad propiamente humana es la larga duración del periodo en el que tales requerimientos deben ser mantenidos para la continuidad biológica. Es así como aparecemos los humanos en primer lugar como consumidores de bienes y servicios que tienen ya en nuestros días, a los que conocemos por siglo XXI, por ejemplo, carácter de mercancías, pues todos ellos son susceptibles de ser comprados y vendidos, ya que hasta el aire se vende y compra, como en el caso del oxígeno medicinal que puede requerir la criatura, o el traslado a un lugar con un nivel de contaminación que no impida su respiración adecuada. La peculiaridad respecto al mundo adulto, y entendamos por tal el del que en cada sociedad dada estén en condiciones de procurarse por sí mismos los nuevos humanos esos bienes y servicios que requieren, que por lo general es en edades más avanzadas cuanto más rica sea la sociedad en la que se vive, es que esos bienes y servicios no se obtienen a cambio de otros bienes o servicios como en el mundo adulto, sino que son recibidos por mera benevolencia de los adultos al cargo, bien sea a título gratuito, como el caso de madre y padre y otros familiares o personas allegadas, o bien por benevolencia comprada, por dinero comúnmente, de personas que se ocupan de proporcionar esos bienes y servicios por encargo de otras personas o instituciones, los trabajadores de un orfanato o entidad semejante, por ejemplo. Y esto es y ha sido así y en todas partes desde que los primos bajaron de los árboles por la sencilla razón de la incapacidad de las crías de humano para arreglárselas por sí mismas durante esos largos periodos señalados. El nivel cuantitativo y cualitativo del consumo de los bienes y servicios que van consumiendo nuestras crías de humano variará obviamente con la posición de los adultos al cargo, entre el mínimo requerido para la continuidad biológica y lo que pueda superar dicho mínimo, quedando abocados a la discontinuidad biológica quienes no lo obtengan. Eso que llamamos azar nos ha hecho aparecer en un lugar concreto del globo pero que, por muy supuestamente aislado que nos pueda parecer de 42


primeras, está sometido al Poder de forma inexcusable y directa. Ya no hay selva ni buen salvaje que en ella pueda refugiarse, el ojo del Dios moderno llega a todas partes igual que sus misiles. Y ya en ese sitio en el que nos nacen se encuentra establecido un orden social, económico, político, etc, que hoy está universalmente articulado en torno al Estado, lo que incluye los lugares a los que falazmente llaman “estados fallidos”, que lo único que significa de veras es que el Poder político y económico del conjunto del territorio del Estado no está unificado, sino que se reparte entre distintos grupos, clanes o bandas, y a un sistema económico que conocemos como capitalismo unos y otros como “economía de mercado”. Llegado el tiempo en el que nuestras crías de humano alcanzan la edad social en la que están capacitados para pasar de meros consumidores a título gratuito a consumidores con carácter oneroso, lo que hasta ese momento era igual para todos en cualquier sociedad se vuelve diferente según la posición de Poder relativo que ocupen sus familias, entendiendo estas como la persona o conjunto de personas que están en condiciones y dispuestas a transmitir a sus crías al menos una parte de su posición, bien sea esta directamente económica o de otra naturaleza pero con consecuencias económicas. Así quienes sus familias disfrutan de propiedad de medios de producción o de mecanismos de acceso a los mismos o al menos a su gestión, transmitirán esa condición a sus crías como mínimo en un primer momento salvo que las consideren por los motivos que sean incapacitadas global o parcialmente para la tarea, en cuyo caso les intentarán procurar medios para un consumo lo más desahogado posible durante el periodo más amplio del que sean capaces. Quienes no dispongan de esa situación familiar tienen dos opciones: una, la menos usual, dedicarse a la expropiación directa de quienes disponen de bienes susceptibles para ello, y otra, la más habitual, vender su capacidad de trabajo en el mercado al que puedan acceder en cualesquiera de las modalidades que les permita ese mercado (contratos a tiempo parcial, trabajo a destajo o comisión, contratos a jornada legal completa, fórmulas ilegales pero operantes similares a los modelos clásicos de servidumbre o esclavitud, etc). También cabe considerar como opción la de proceder a su propia discontinuidad biológica por mano propia o ajena, y aunque esta sea una opción extremadamente minoritaria de hecho, tiene interés porque su no elección, aquí ya consciente, hace que no quepa hablar en sentido estricto de determinación o necesidad del consumo de bienes y servicios si no es en función de esa no elección.

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Con esto se opera ya una diferencia cualitativa antagónica, pues unos ocuparán, en el nivel que sea, unos escalones de Poder y otros no, ya que por su propia condición el Poder no puede ser más que vertical, piramidal por lo común, con dimensiones variables de los ángulos y longitudes de los lados de la pirámide. En las regiones más ricas suele haber posibilidades para que un número reducido de los más capaces en alguna medida entre los más excluidos pueda acceder a posiciones inicialmente inaccesibles por su origen, lo cual se produce tanto por ofrecer una justificación ideológica, la llamada “igualdad de oportunidades”, como por beneficiarse de posible talentos que mejoren el sistema en provecho de quienes se encuentra establecido. De esta forma entran, excluidas ya las opciones del robo y la discontinuidad, nuestras crecidas criaturas en el mercado, que no es ya ningún lugar arcádico en el que sus participantes se encuentran en posición de igualdad y pueden operar según sus meros deseos, como quieren hacernos creer los economistas e ideólogos del capitalismo, sino que se hayan sometidas a unas Relaciones de Poder determinadas, en las que unas pueden seguir consumiendo sin producir, al menos durante cierto tiempo, y otras se ven obligadas a producir para poder consumir. En nuestros días y mundo ese mercado está articulado planetariamente en torno al dinero, quedando los intercambios de mercancías por otras mercancías no dinerarias reducidos a la condición de extremadamente marginales e irrelevantes económicamente en el ámbito global al que nos referimos. Así pues cualquier intento de descripción del funcionamiento económico de la sociedad que no opere con la cuantificación dineraria con la que la realidad económica funciona caerá en la metafísica o idealismo timorato, pues siendo el dinero la cosa más ideal de cuantas cosas son, ya que es bien sabido que en última instancia no es más que fe pura y dura como hemos mostrado ya en otro lugar anteriormente (reproduzco aquí para tu comodidad lo pertinente de ese escrito redactado en los albores de la introducción del euro en España): “El Dinero es el nuevo Dios supremo, esta es la nueva fe verdadera. La vieja noción de riqueza, con disfrute de cosas, aunque fuera por parte de unos pocos privilegiados sólo, se ha vaciado de contenido gracias al Dinero. Las cosas se han convertido en ideas de sí mismas y así la mayoría se contenta la mayoría de las veces con sustitutos de la vida y se aceptan, por ejemplo, pisos por casas, plásticos por telas, ruido por música y se renuncia a la riqueza 44


de que a uno le transporte el ferrocarril y tenga que hacer de chófer de sí mismo y además diciendo que eso es lo que le gusta. Las cosas han desaparecido y el Dinero, que representaba antes a las cosas, se ha hecho él cosa, se ha convertido en la cosa de las cosas: la Realidad. Pero también a la inversa se produce la relación dialéctica correspondiente, esto es, que las cosas se han hecho dinero y han perdido así su posibilidad de ser disfrutadas verdaderamente. Si esto parece algo abstracto o exagerado, aunque fielmente se refleja aquí lo que realmente sucede, convendrá ver un ejemplo bien carnal que lo aclare. Piénsese en la prostitución. ¿Qué tiene de malo que, en el mejor de los casos, hasta los más fieles partidarios basan su defensa en las funciones sustitutivas que cumple? De los tratos carnales mismos, si hubiera en verdad tal cosa, nada en contra puede decirse, hasta las Iglesias todas y el Estado mismo los bendicen, así que lo que repugna no es más que el trato dinerario grosero, en el matrimonio se pasa de puntillas sobre su naturaleza dineraria aunque las consecuencias son las mismas. Aquí vemos pues un caso eximio de como la cosa se convierte en dinero, y así pierde ella su gracia de uso. Y para ver como el dinero se ha hecho a su vez cosa no hay nada más que entrar en un banco a comprar dinero, por vía del Crédito, para ver como Él a su vez es una cosa que también se compra y se vende como las demás, con la nota añadida de que Él es la cosa con la que se compran las cosas todas, de ahí lo de ser la cosa de las cosas. Hay que aclarar ahora en qué consiste, qué es de verdad el Dinero, pues aquí hay otra interesada y extendida confusión a que el Poder nos somete. La confusión se monta al creer que sólo hay una clase única de dinero, que cuando se dice "dinero" nos referimos a esos billetes y monedas que usamos cotidianamente. Y ahí está el error, pues hay en verdad dos clase de Dinero: una es ese Dinero de uso cotidiano, la calderilla, un Dinero humano, y otra es el Dinero a lo grande, el que, como el Dios verdadero, no se puede ver, porque no lo hay, un Dinero divino. El dinero humano, al que hemos llamado calderilla con toda propiedad, pues en pesetas, por ejemplo, vendremos a tocar por europeo a unas doscientas cuarenta y cinco mil pesetas de los nuevos euros en billetes en circulación, o sea, calderilla. El Dinero divino en cambio es, como Dios, intangible, pues consiste ni más ni menos que en Fe pura hecha número, es ideal y abstracto. Esas cantidades que escupen los Medios de Formación de 45


Masas diariamente de tropecientos mil millones de pesetas o dólares o euros, no son más que eso: números que contabilizan la Fe, el Crédito que las grandes empresas o los Estados, es lo mismo, se adjudican unos a otros. Así pues vemos como el Dinero real es verdaderamente ideal, ¡para que encima llamen materialistas a los creyentes en Él!. El Crédito, como todo el mundo sabe, se basa en la fe que tiene quien lo concede en el que lo recibe y en el Tiempo, que es el verdadero creador del Dinero, siempre por supuesto que la Fe en el Futuro, o Tiempo propiamente dicho, se sostenga. Así no es únicamente cierto que "Time is money" (El tiempo es dinero) sino también a la inversa: el Dinero es Tiempo. eso es lo que cuenta, eso es lo que se cuenta: Tiempo, Crédito, Futuro. ), el andarse con medias tintas y hacer como si fuera algo exclusivamente material es la manera de ocultar el funcionamiento efectivo del sistema.)” Volviendo a Marx: “Se requiere una producción de mercancías desarrollada de manera plena antes que brote, a partir de la experiencia misma, la comprensión científica de que los trabajos privados - ejercidos independientemente los unos de los otros pero sujetos a una interdependencia multilateral en cuanto ramas de la división social del trabajo que se originan naturalmente- son reducidos en todo momento a su medida de proporción social porque en las relaciones de intercambio entre sus productos, fortuitas y siempre fluctuantes, el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de los mismos se impone de modo irresistible como ley natural reguladora, tal como por ejemplo se impone la ley de la gravedad cuando a uno se le cae la casa encima. La determinación de las magnitudes de valor por el tiempo de trabajo, pues, es un misterio oculto bajo los movimientos manifiestos que afectan a los valores relativos de las mercancías. Su desciframiento borra la apariencia de que la determinación de las magnitudes de valor alcanzadas por los productos del trabajo es meramente fortuita, pero en modo alguno elimina su forma de cosa.” (p 91-92). En una mercancía (=producto o servicio ofrecido a la venta) hay valor de uso (=utilidad del bien o servicio para el adquirente), variable espacial, temporal y personalmente, pues lo que en un lugar es útil en otro no, lo que en un tiempo sirve para algo en otro no y lo que a una persona le parece conveniente a otra no, y los tres factores operan en conjunto y admiten cualesquiera combinaciones posibles, esto es, que en un sitio algo es útil en un periodo pero no en otro, en el mismo tiempo algo sirve en un lugar pero no en 46


otro y a una misma persona algo le es conveniente en un sitio y momento pero no en otros, etc. El valor de uso es indeterminable por el conjunto de variables que le afectan como se ha expuesto. Igualmente hay valor de cambio (=equivalencia de determinada cantidad de un bien o servicio con otro u otros bienes o servicios), solo determinable en el precio (=dinero), pero está igualmente sometido a las mismas variaciones que el de uso, pues su precio varía según el lugar, el momento y las condiciones de las personas que intervienen en la compraventa como es manifiestamente evidente, por lo que la determinación de un valor más allá del que se produce en cada transacción concreta no cabe más que idealmente, esto es, falsamente. Que el trabajo es una variable que afecta al valor de cambio, no así al de uso, pues este es conferido por el comprador, independientemente del vendedor o del trabajador que lo haya producido, es igualmente evidente, pero no siendo la única, pues en la producción de la mercancía intervienen otros factores, como hemos explicado, y es inexacto decir que el valor en general, sea lo que sea lo que por tal término quiera entenderse, o en cualquiera de sus caras (de uso o de cambio) lo produce el trabajo, salvo que se argumente que cada uno de esos otros factores es reducible también a trabajo pasado, y los factores que componen a cada uno de ellos son igualmente reducibles a trabajo pasado y así hasta donde sea necesario, pero en ese caso nos acabamos encontrando con una cadena sin fin ya que cada factor tiene eslabones que a su vez contienen otros y se reitera el procedimiento sin poder ponerle término, y eso aún suponiendo que todos los factores sean reducibles a trabajo, pretérito o actual. Además ese trabajo pasado corresponde a distintos trabajadores en distintos momentos, lugares y situaciones, lo que junto con las condiciones igualmente variables de cada transacción concreta (capacidad de compra del adquirente, competencia, necesidad de liquidez del vendedor, etc), hace que el recurrir a una formulación de este tipo no sea más que una tautología que se resume en “lo producido por el hombre es producido por el hombre”. Y hay que añadir que las materias primas sobre las que opera la fuerza de trabajo para su conversión en mercancías son inicialmente ajenas al trabajo, pues vienen dadas de antemano sin título de propiedad alguno como patrimonio común del conjunto de la humanidad, y solo la apropiación primigenia por parte de algunos, lo que constituye un robo al conjunto de la humanidad que luego es transmitido de mano en mano entre los poderosos de cada momento, las hace entrar a formar parte de la producción de mercancías.

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Aunque estemos tratando en este estudio el texto de Marx parece conveniente también señalar al menos algo de lo esencial de la falsedad del planteamiento de los marginalistas, Jevons, Menger, Walras, Böhn-Bawerk y demás. La llamada “ley de utilidad marginal decreciente” del marginalismo se basa en que la utilidad de un bien para un individuo decrece con el número de unidades del mismo que posee, de tal modo que, según los marginalistas, el valor de un bien está dado por la utilidad de la última necesidad que satisface. Dejando aparte, para no desviarnos demasiado, la cuestión de la necesidad, es obvio que su teoría es falsa incluso en los simplistas ejemplos que proponen de la comida o el agua, pues si bien en cuanto valores de uso una unidad adicional de agua o de comida más allá del punto de saciedad momentáneo devendrá inútil no es menos cierto que pasado ese límite temporal y vueltas la sed o el hambre, esa unidad adicional que antes parecía inútil recobrará su utilidad, y no digamos su valor de cambio pues en cualquier momento esa unidad adicional puede ser vendida sin más menoscabo que el de cualquier mercancía que ingresa en el mercado. Adicionalmente no es menos evidente que algunas mercancías, entre ellas la más importante de todas para los capitalistas (=poseedores de dinero destinado idealmente a la inversión para su recuperación lo más ampliada posible tras la venta de las mercancías producidas), esto es el dinero, no solo no se ve mermada su utilidad sino que incluso se acrecienta con cada unidad adicional como hasta el más lerdo sabe, pues alguien que tiene un millón de euros, por ejemplo, no se ve perjudicado por pasar a tener otro millón más sino al contrario, ni alguien que posee un cuadro se ve perjudicado por llegar a poseer otro y menos si llega a tener los bastantes para crear un museo, por ejemplo. Y finalmente la adición de la condición de “escasez” o “rareté” de los marginalistas tampoco sirve de mucho para una mercancía tan abundante, aunque desigualmente repartida como la mayoría de ellas, como el dinero. Hay que recordar también que el mercado idílico que presentan los economistas del Régimen, que bien saben que es falso pero lo ocultan tras elegantes y alambicadas fórmulas matemáticas y gráficos con vectores variopintos, solo se da en sus cabezas, pues como ya hemos explicado la Relación de Poder es determinante en la transacción. Esa apariencia de igualdad entre oferente y demandante de mercancías se desvanece cuando las relaciones son asimétricas como sucede en este Régimen. Conviene recalcar que cuando de una parte se ve obligada a vender lo único que tiene, su fuerza de trabajo, para atender a su biocontinuidad, excluida por miedo la 48


expropiación, se instaura ya el modelo de la dominación ya expuesto en otros lugares pero que reiteramos aquí por su trascendencia: “ Sustentación del Poder ¿Cómo se sostiene el Poder? Los dos recursos fundamentales son: la mentira y el miedo. Cada uno de ellos admite gradaciones y modalidades de puesta en práctica diversas, pero reducibles a esos dos. La mentira consiste tanto en la forma habitual de entenderla, la más burda, como declaración de algo de lo que el propio Poder es consciente de su falsedad como verdadero, como, sobre todo, la de la proclamación de lo no conscientemente tenido por falso como verdadero, pues el ejercicio del Poder requiere de sus ocupantes la creencia tanto en la bondad del Poder mismo, otra cosa es lo que quiera decir bondad, como en los ideales, falsos, en los que se sustenta.

Si esto parece demasiado abstracto veámoslo en un caso concreto, pues el Poder es a la vez abstracto y concreto. Sea el Presidente de un modesto club de balonmano, por ejemplo, que declara no haber usado los fondos del club para pagarse unos billetes de avión a sabiendas de haberlo hecho. Aquí nos encontraríamos con un caso del primer tipo, que no por relativamente frecuente en algunos lugares y épocas es el principal. Pero si ese mismo Presidente cree que su misión es conseguir que su equipo gane el torneo anual, además o aparte de conseguir para la empresa textil de su propiedad la exclusiva de la fabricación y venta de camisetas y bufandas con los colores del club, entonces ya tenemos el necesario Ideal que servirá para justificar cuanto se haga en pos de su incierta consecución. No tendrá pues ningún motivo para no sobornar discretamente al árbitro de un partido decisivo o administrar sustancias prohibidas para aumentar el rendimiento deportivo de los jugadores que le han asegurado serán de muy difícil e improbable detección, pues el Ideal del triunfo le servirá de justificación. Ese Ideal, como cualquier otro, es propiamente falso, pues aunque se llegue a ganar el campeonato obviamente, y hasta con mayor motivo, el club seguirá y precisará la renovación del Ideal, ganar el del año próximo, o plantearse uno más difícil, como ganar el campeonato mundial, ya que sin Ideal, que es por definición siempre futuro y por ello inalcanzable, demostrándose así que el que se planteaba como tal no

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era más que a lo sumo un paso en el camino interminable hacia el verdadero Ideal inalcanzable que es el que no se puede declarar sin que se ponga en cuestión el Poder mismo al que sustenta, pues lo que de veras queda e importa es el aparato mismo de Poder, independientemente de la persona concreta que pueda servir para ponerle rostro circunstancialmente. Quienes sirven al Poder encarnándolo, que no siendo ellos mismos el propio Poder, no dimiten habitualmente salvo fracaso clamoroso, y aún así muy a regañadientes y por el temor de ser desalojados de él de forma más dolorosa, o impedimento sobrevenido, como una grave enfermedad, para poder seguir manteniéndolo, y mucho menos si se puede presentar un triunfo aparente. E incluso en el caso de la dimisión personal el Poder mismo persiste con un nuevo rostro que pasa a encarnarlo de forma más o menos inmediata, lo que nos presenta bien a las claras que el Poder no es personal, sino abstracto e independiente de las personas concretas, de ahí la equivocación de quienes pretenden alzarse contra Él promoviendo la sustitución de los nombres propios que le prestan rostro. A lo más que puede llegarse es un ejercicio más aparentemente benévolo del mismo, que no podrá suponer ningún cuestionamiento del mismo, sino incluso al contrario, una garantía mayor de su pervivencia, pues el tirano sabe que tiene sus días contados, aunque lleguen a ser muchos, pero el monarca “amado por su pueblo” sabe que puede estar más tranquilo en su trono. El segundo recurso esencial de sustentación del Poder, el miedo, es más evidente y sencillo de percibir, aunque a menudo no se le tiene en la adecuada consideración a la hora de entender procesos concretos. Conviene apuntar desde el principio que también está sometido a gradación, y que no es lo mismo el terror que el temor, aunque el mecanismo sea el mismo y sus efectos también. El mecanismo del miedo se fundamente en el futuro, pues es la amenaza que se siente de que llegue a pasar algo la base del miedo. La realización de lo temido acaba con el miedo mismo, como resulta evidente, pues si, por ejemplo, temo ser despedido y llego a serlo, ya no tendré miedo a quedar en paro pues ya lo estoy, el miedo, tan abstracto como el Poder mismo, se renovará probablemente bajo nuevas formas, y así me preocuparé por la falta o disminución de ingresos o por cuando conseguiré otro trabajo, pero desde luego no ya por ser despedido. Así que el miedo se 50


basa en el futuro, en un futuro que se verá como más o menos probable, cercano o intenso en sus efectos, siendo la probabilidad, cercanía e intensidad lo que sirve para la gradación del miedo. Conviene señalar que la represión, entendida como la aplicación efectiva de lo temido, y parte por tanto de este segundo recurso del miedo, es el último que al Poder le interesa utilizar y que se emplea en condiciones de debilidad cierta o asumida como tal por el propio Poder o de ataque especialmente fuerte, pues supone el fracaso del primer recurso, la mentira, que es el más efectivo, ya que poner un guardia al lado de cada persona es menos eficiente que contar con el asentimiento de cada cual. La represión sin miedo sería inútil, aunque puede llegar a serlo sangrientamente, pues si el pueblo, como lo opuesto al Poder, pierde el miedo resulta imparable salvo que el recurso de la mentira, como suele suceder, haga que el Poder se perpetúe con los cambios mínimos para que lo fundamental permanezca. En los pronunciamientos populares contra los gobiernos se ve de continuo esto: la hartura del gobierno de turno lleva a la gente a pronunciarse cada vez más decididamente contra él, con una pérdida del miedo generalizada por mucha represión que sufra, hasta que la encarnación del Poder pasa a una nueva facción que reemplaza a la anterior con la promesa, mentirosa por futura, de un mañana mejor, que como cualquiera sabe ese día de mañana es el que nunca llega pero sirve para la justificación de las penurias de hoy. “ En el terreno de las relaciones de producción las mentiras fundamentales que configuran la obediencia son hoy: -el fin de tu vida es tu felicidad y eso se obtiene por medio del consumo de la mayor cantidad de mercancías posible. Lo que cualquiera desea, ya que el deseo de veras es común, otra cosa es el momento en que para cada cual tenga más perentoriedad o intensidad, y que el Sistema no puede proporcionar, se aplaca con sustitutos, que por su condición no dejan de producir una vez consumidos una insatisfacción y justamente ahí aparece de nuevo la falsedad “no eres feliz porque no has comprado el producto adecuado, el adecuado es este, cómpralo y verás como alcanzas la felicidad”, “el nuevo detergente con betachurrumato de porcilo es la solución definitiva a las manchas que no se quitaban. Splashcataplas es lo mejor.” , y vuelta a empezar.

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-este orden del mundo, el del Estado y Capital, es el único que hay (terminada ya, o en proceso de disolución sus últimos reductos, la ficción de que el llamado “socialismo realmente existente” fuera algo de veras distinto), y y además es el único posible y mejor que cualesquiera otros conocidos y por eso calla, curra y consume (las tres ces del Capital y el Estado) y así podrás conseguir el objetivo anterior si te esfuerzas lo suficiente Estas mentiras principales se difunden por multitud de medios y de las formas más sutiles en ocasiones y más burdas en otras. De la publicidad abierta al cine o la música, las masas de individuos personales se ven bombardeadas hasta extremos insospechados, fíjate que ya en los ratos en los que no se trabaja o duerme han conseguido que cada cual esté mirando una pantalla por la que le dicen lo que le tiene que gustar, lo que tiene creer que desea, lo que tiene que hacer y además crea que cada cual que eso le sale de dentro de sí, que es su voluntad, que sabe lo que quiere y que es libre. Hay que reconocer en esto la gran capacidad que tiene el Sistema para ello y no deja de ser algo que nos debe hacer reflexionar sobre las formas más adecuadas de enfrentarnos a esa intoxicación a la que nos someten desde los autobuses a los cuartos de baño. Y el miedo, el otro pilar que sustenta la dominación económica, es tanto a perder lo que se tiene (el trabajo, la casa, etc), por poco que sea, como a no poder tener más si no se es sumiso además de arriesgarse a la represión si se protesta. De ahí que la lucha contra las mentiras que se nos imponen desde el Poder y el miedo que tratan de infundirnos, sean actividades prioritarias para cualquier resto de pueblo rebelde que nos quede.

Capítulo II. El proceso del intercambio.

Como la forma de dinero de que aquí trata Marx se refiere solo al oro y la plata es un capítulo obsoleto. El dinero actual no es un producto del trabajo humano como lo fue en los tiempos de Marx el de la extracción de metales preciosos como el oro o la plata, que por ser relativamente escasos, duraderos, fácilmente transportables y conservables se convirtieron pronto en esa forma hoy arcaica de dinero. Pulsar unas pocas teclas en un ordenador para crear y

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hacer circular el dinero actual no tiene mucho que ver con la extracción, procesamiento, transporte y distribución del oro y la plata por más que las criptomonedas como el bitcoin acudan al término de “mineros” para los nuevos supuestos productores de tal forma de dinero. Con los “acuerdos”, que mejor deberían llamarse “imposiciones” de los EE.UU., de Bretton Woods de 1944 el patrón oro se viene abajo al dejarse a los EE.UU que cambiasen cuantos dólares quisieran por oro al precio de 35 $ la onza, con lo que se inició el principio del fin al emitir los EE.UU. los dólares que quisieron para financiar sus campañas bélicas, Vietnam en especial, y llegándose por tanto en 1971 al fin de la convertibilidad del dólar y pasándose al sistema que se conoce como sistema fiduciario o que, para menos ocultación, denominamos de pura fe, ya que se abandona cualquier referente ajeno a la credibilidad, esto es fe, de la divisa de que se trate. Siendo lo más inmaterial del mundo, pura fe, su concreción material se limita hoy a su aparición como cifras, pues se ha desligado completamente de cualquier soporte material. Este es literalmente el nuevo Dios universal del que solo aparecen descreídos circunstancialmente y sobre formas menores como los billetes y monedas emitidos por estados en trance de transformación, como por ejemplo sucedió en amplias zonas balcánicas en las que las monedas locales caídas en “des-crédito” fueron reemplazadas en la práctica por el marco alemán a finales del siglo XX.

Capítulo III. El dinero o la circulación de mercancías.

“En cuanto medida de valor, el dinero es la forma de manifestación necesaria de la medida del valor inmanente a las mercancías: el tiempo de trabajo” (p 115). Con lo que llevamos dicho no parece que haga falta insistir mucho en que el tiempo de trabajo es ajeno a la cuantificación del valor de cambio. “El dinero, en cambio, no tiene precio alguno. Para participar en esa forma relativa unitaria del valor de las demás mercancías, tendría que referirse a sí mismo como a su propio equivalente.” (p 116). Falsedad manifiesta como cualquiera que haga una operación a crédito sabe: el dinero tiene precio y se paga en dinero, tan claro y simple como eso. Cuando alguien paga a plazos y

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paga más de lo que pagaría si lo hiciera al contado está comprando dos mercancías, una la cosa que sea y otra dinero con la que pagar la cosa. Es tan manifiesto que no debería ni hacer falta poner ejemplos ni buscar “precio del dinero”, tal cual, en un buscador de la red, por ejemplo, para conocerlo con la exactitud del momento. Para que tengas una imagen más precisa del carácter de estricta fe (=creer en lo que no se ve) del dinero confío en que baste con indicar que por ejemplo en el mes de noviembre de 2017 había en circulación 20.716.906.965 de euros en billetes y un total de 125.440.326.354 en monedas, lo que hace un total de euros de 146.157.233.319 (datos del BCE:https://www.ecb.europa.eu/stats/policy_and_exchange_rates/banknotes +coins/circulation/html/index.en.html) lo que como curiosidad si lo dividimos entre los 511.805.088 habitantes de la Europa de los 28: (http://ec.europa.eu/eurostat/tgm/refreshTableAction.do? tab=table&plugin=1&pcode=tps00001&language=en ) salen a unos 286 € por cabeza. Para los dólares estadounidenses se da la cifra de 1,6 billones a enero de 2018 de los cuales aproximadamente 1,56 billones lo son en billetes (datos de la Reserva Federal de los EE.UU en : https://www.federalreserve.gov/faqs/currency_12773.htm , téngase en cuenta que la palabra “trillion” del inglés estadounidense debe traducirse por la española “billón”= 10¹²) lo que viene a corresponder a unos 4.952 dólares por cada uno de los 323.100.000 habitantes de los EE.UU, aunque hay que señalar que la misma fuente: https://www.federalreserve.gov/pubs/bulletin/1996/1096lead.pdf estima que entre la mitad y dos tercios de esa cantidad se encuentra fuera de los EE.UU, por lo que la cantidad de dólares físicos en manos de los estadounidenses estaría entre los 2.500 y los 3.750 dólares por cabeza. Eso es la calderilla para las chucherías, el dinero de verdad no está pues ni en oro, plata o similares, ni en monedas ni billetes, así que fe pura y dura, cifras en ordenadores y nada más. Imagínese lo que podría pasar si a la décima parte parte solo de los habitantes de la Unión Europea les diese por ir a sus bancos a pedir en efectivo y al unísono 2.860 € cada uno, cantidades relativamente modestas ambas por cierto. “El precio es la denominación dineraria del trabajo objetivado en la mercancía” (p 124). Pues simplemente: no. El precio de una mercancía es la 54


cuantificación en el momento y lugar en que se produce de las Relaciones de Poder entre comprador y vendedor y las variables que operan en su formación son múltiples. Esto es así tanto para cada operación de compraventa concreta como, por generalización, para un territorio dado. Lo que eufemísticamente se llama oferta y demanda y la denominada “elasticidad” la las mismas no es sino la representación de las posiciones relativas de Poder de cada una de las partes, el más débil venderá más barato y comprará más caro y el más fuerte comprará más barato y venderá más caro. Una vez declarado el principio de exclusividad de creación de valor por el tiempo de trabajo “La magnitud del valor de la mercancía expresa, pues, una relación necesaria e inmanente al proceso de formación de la mercancía con el tiempo necesario de trabajo” (p 125) no le queda más remedio que distinguir diversas formas de precio, incluso un forma “imaginaria” cuando algo se vende sin trabajo humano careciendo así, según él, de valor, como por ejemplo cuando alguien vende el honor. El mercado, nivelador inmediato y objetivo del valor de la mercancía, esto es del precio, a ojos de Marx (p130) podría serlo en una sociedad cerrada y pequeña en la que un pequeño número de vendedores ofrecieran sus mercancías en una unidad de espacio y tiempo, un mercado en el sentido físico del término, pues solo así el comprador puede evaluar las distintas ofertas y darse esa nivelación inmediata y objetiva que Marx pretende que el mercado tiene, y que desde luego ya en su tiempo tampoco tenía y menos en el nuestro, en el que la sobreabundancia de mercancías y la escala planetaria, recuérdese el papel de Internet a este respecto, hace literalmente inviable que el comprador pueda ir más allá de una comparación superficial y que por tanto la fijación de precios solo en una pequeña medida viene dada por el mercado. Así que la pretensión de Marx de que “El precio de la mercancía, pues, es sólo la denominación dineraria de la cantidad de trabajo social objetivada en ella” (p 130) no se ajusta a lo que de hecho sucede. “La ley según la cual la cantidad de los medios de circulación está determinada por la suma de los precios de las mercancías circulantes y por la velocidad media del curso dinerario, también puede formularse diciendo que, dada la suma de valor de las mercancías y dada la velocidad media de sus metamorfosis, la cantidad de dinero en curso o de material dinerario depende de su propio valor.” (p 150-151). Una supuesta ley como esa en nuestros días es manifiestamente errónea, ya que, como hemos visto, la creación de las 55


formas actuales del dinero es completamente autónoma del resto de las mercancías y solo depende del Poder de los emisores para que sus emisiones sean admitidas por los demás operadores económicos sin que nadie sepa en estos tiempos el monto del dinero en circulación, que como hemos probado respecto al euro, y desde luego lo mismo sucede con el resto de las divisas para las que será más o menos sencillo o asequible aportar las pruebas pertinentes, es cosa radicalmente ajena a los billetes y monedas en circulación que no representan más que una fracción minúscula e irrelevante del dinero efectivamente en movimiento. La mofa, tan del gusto de Marx, que hace de Fullerton, un visionario que ya intuía la posibilidad de utilizar billetes inconvertibles en 1845 e incluso comprendía los riesgos que esto conllevaría cuando pone como condición que la cantidad emitida de ellos se mantenga dentro de “los límites debidos” (p157 Nota a la 2ª edición), mejor la hubiera guardado nuestro autor que en materia de predicciones no hilaba muy fino según ya vamos viendo. Nuevamente en materia de circulación monetaria bajo forma de papel moneda es Marx prisionero de su tiempo pues la limitación estatal que impone en “El signo del dinero no requiere más que su propia vigencia socialmente objetiva, y el papel moneda obtiene esa vigencia mediante el curso forzoso. Este curso forzoso estatal sólo rige dentro de la esfera de circulación interna, o sea de la circunscrita por las fronteras de una comunidad, pero es sólo en esa esfera, también, donde el dinero ejerce de manera plena su función como medio de circulación o moneda, y por tanto donde puede alcanzar, en el papel moneda, un modo de existencia puramente funcional y exteriormente desligado de su sustancia metálica. “ (p 158) no rige de modo alguno en nuestro días como es manifiestamente evidente en un mundo en el que no hay el más mínimo inconveniente en comprar y vender desde cualquier parte del mundo, al menos del conectado a Internet, independientemente de la moneda supuestamente nacional de vendedor y comprador como cualquiera puede verificar y con una alta probabilidad tengas la costumbre de comprar desde tu casa en euros artículos a un vendedor en China, por ejemplo. A lo que hay que añadir la aparición de monedas supraestatales como el euro o aestatales, como el bitcoin y el resto de monedas virtuales. Dado que la exposición de Marx sobre el dinero se basa en fundamentos que hemos demostrado inaplicables al menos para nuestro tiempo no seguiremos comentando estas cuestiones. 56


Sección segunda. La transformación de dinero en capital.

Capítulo IV Transformación de dinero en capital.

En las dos fórmulas que plantea de circulación simple de dinero (D) y mercancías (M) M-D-M y D-M-D solo admite la creación de un plusvalor en segundo caso, cuando quien compra una mercancía para su venta obtiene una cantidad mayor de dinero que es lo que se convierte en capital según él, mientras que, aún admitiendo que el que vende una mercancía y con el dinero que obtiene compra otra y bien vende por encima del valor, bien compra por debajo del valor, a, añadimos nosotros, ambas cosas, ese incremento de dinero que obtiene, por menor gasto una vez adquirida una nueva mercancía, no lo considera capital sino que esa “diferencia de valor, en el caso de esta forma de circulación, sigue siendo puramente aleatoria” (p 185). Nótese de paso que tampoco considera que la circulación D-M-D pueda dar no un incremento del monto final del dinero sino una disminución del mismo, circunstancia que cuando se repite hasta el agotamiento del capital es la que produce la ruina del capitalista individual. Esa tajante separación de los dos procesos de circulación le hace decir que el de D-M-D es carente de medida mientras que el de M-D-M tiene el límite de la “satisfacción de necesidades”. Visión ingenua pues las llamadas “necesidades” son tan carentes de límite como la del capital, cosa tan claramente evidente en nuestros días en los que se vende a las masas de individuos personales una cantidad continuamente creciente de mercancías abiertamente inútiles para cualquier uso que no sea el de su compra misma respecto al comprador y el de obtención de ganancia para el vendedor. Diez minutos viendo anuncios de televisión, por ejemplo, ofrecerán ejemplos fehacientes. La hipótesis de Marx de que por “un privilegio misterioso” (p 195) el vendedor vende a 110 lo que vale 100 y luego él comprará por 110 otra mercancía que vale 100 es tan ingenua como errónea, pues los precios de las mercancías varían como cualquiera sabe, y quien se aprovecha de esa situación puede vender sólo cuando el precio de su mercancía es mayor y

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comprar solo mercancías cuyo precio sea menor, obteniendo así un plusvalor, que puede reinvertir en nuevas mercancías para su consumo o para la venta, poniendo así el excedente en cualquiera de los dos procesos de circulación de los que se habla. La supuesta explicación de Marx de que si eso sucede, que alguien que tiene una mercancía que vale 40 la venda por 50 y compre otra mercancía por esos 50, no hay plusvalor porque el circulante es el mismo: 90. La falsedad es que la suma de las dos mercancías no era 90 sino 80, pues si uno de los operadores no hubiera ganado 10 más en la operación las mercancías se habrían vendido por 80. Y la pomposa frase de que “la clase capitalista de un país no puede lucrarse a costa de sí misma” (p199) se hace trizas porque al capitalista individual le importa un pimiento a costa de quien haga negocio sea un capitalista o un proletario de su país o de otro. Lo que subyace a esto es que la materia, como la energía, ni se crea ni se destruye, sino que se transforma, y la cuestión es que unos se hacen con lo que otros pierden en el juego de las Relaciones de Poder. Sean territorios que se conquistan por la fuerza, sean mercancías que roban o se paguen a precios inferiores que la competencia, en eso consiste el enriquecimiento de unos que implica necesariamente el empobrecimiento de otros. De hecho la regla de oro, y pocas veces mejor empleada la expresión, del capitalista competente es comprar barato y vender caro, sea fuerza de trabajo o cualquier otra mercancía, lo que por cierto incluye el dinero como mercancía. Y esa es toda la economía política que necesita conocer y poner en práctica, si lo consigue su dinero aumenta y si no disminuye. Tan fácil y sencillo de decir como complicado de hacer. Y a la objeción de que este comprar barato y vender caro daría un juego de suma cero porque no habría excedente, hay que oponer que eso es justamente lo que hace el capitalista con la compra de la fuerza de trabajo según la propia teoría marxista de la extracción de la plusvalía, y que el excedente se produce también porque el perdedor en una transacción, si no quiere verse fuera del juego, se ve forzado a aumentar su ganancia en otra mediante la mejora de la productividad de su empresa, lo que produce un aumento del excedente. Y si a consecuencia de demasiadas operaciones perdedoras desaparece como capitalista su capital habrá pasado a aumentar el de otros capitalistas que con motivo del aumento de su capacidad pueden mejorar igualmente su productividad mediante más investigación, operaciones a mayor escala, etc.

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Nuevamente nos encontramos aquí con un error fundamental de Marx: el idealismo. Sí, pues no basta con autoproclamarse materialista para escapar del idealismo, ya que el mundo que Marx crea es, como cualquier otra creación, una idea, algo que se construye verbalmente y que se pretende que corresponde a una supuesta “realidad” externa que está ahí esperando a su descubridor. El apartado “Compra y venta del la fuerza de trabajo” es de especial importancia en la teoría marxista y por ello requiere un análisis especialmente cuidadoso y detallado, así que comenzaremos por transcribir la definición de Marx de fuerza de trabajo: “Por fuerza de trabajo o capacidad de trabajo entendemos el conjunto de las facultades físicas y mentales que existen en la corporeidad , en la personalidad viva de un ser humano y que él pone en movimiento cuando produce valores de uso de cualquier índole” (p 203). Lo primero que llama la atención es el “humanismo” que refleja esta concepción, pues solo es el “ser humano”, no se sabe el especial motivo que lo provoca, ya que la producción de “valores de uso de cualquier índole”, esto es de “mercancías”, no es exclusiva del tal “ser humano”, que no es más que un caso de cosa entre las cosas. Baste con recurrir al tejedor con el Marx abre su estudio del Capital para ver que el lienzo que el tejedor produce puede ser perfectamente producido en sustitución del tejedor por una máquina o, en otros casos por otros “seres vivos”, pensemos por ejemplo en la extracción de agua de un pozo que puede ser realizada, además de por una máquina, por un animal, como aún ocurre en algunas sociedades. Así pues la producción de “valores de uso de cualquier índole” no es una exclusiva humana y quien lo dude aún no tiene más que visitar cualquier fábrica en la que los obreros de antaño han sido reemplazados por robots. Prosigue nuestro autor afirmando que “para que el poseedor de dinero encuentre la fuerza de trabajo en el mercado, como mercancía, deben cumplirse diversas condiciones” (p 203), las cuales son que comprador y vendedor sean jurídicamente iguales y libres para vender y comprar y que la venta de la fuerza de trabajo sea temporal. Condiciones ambas capricho de nuestro autor, pues es completamente ajeno al comprador de fuerza de trabajo el que el vendedor sea jurídicamente igual o no que él, de hecho cuanto más inferior mejor para él, y la temporalidad se da en cualquier caso, pues tanto las máquinas como los hombres o los animales son perecederos y la diferencia, a este respecto entre el esclavo y el no esclavo, que llamarlo libre 59


sin mentir demasiado no es sencillo, no es más que una cuestión de duración y de hecho puede llegar a ser completamente indiferente para el apropiador de la fuerza de trabajo, como se ve claramente en el caso del mayor explotador que ha conocido la historia: el trabajo esclavo de los prisioneros de los campos de concentración nazis, pues, al contrario de los propietarios de esclavos de otros tiempos, que debían ocuparse por mínimamente que fuera de que su mercancía se mantuviera en condiciones óptimas para producir, pues su falta les obligaría a una nueva inversión o su deficiencia les perjudicaría en la producción, los nazis ni siquiera tenían que preocuparse de eso pues cuando se les morían literalmente o quedaban inútiles para el trabajo los esclavos eran reemplazados por otros con el mismo nimio coste que los anteriores. La segunda condición que pone Marx es que el poseedor de la fuerza de trabajo no tenga más mercancía que vender que esta y que no disponga pues de medios de producción y de bienes para su consumo mientras produce y realiza en el mercado el valor de lo producido. Aquí la única objeción que cabe plantear es que, como hemos demostrado antes, la producción mercancías puede ser hecha por animales o máquinas y en ese caso el poseedor de esas mercancías capaces de producir otras debe venderlas para obtener su beneficio, así que también al capitalista no le queda más remedio que vender sus mercancías. Plantea a continuación la cuestión de la historia y la especificidad de la mercancía como propia del modo de producción capitalista, aunque reconoce que la escisión entre valor de uso y valor de cambio ya viene de antiguo. Si aceptamos que una mercancía es cualquier cosa disponible para su compraventa, resulta evidente que la mercancía es tan antigua como el dinero mismo que sirve precisamente para eso, así que el modo de producción capitalista solo habría supuesto una amplificación de las cosas disponibles para esa operación de compraventa. Por el contrario lo que nos parece específico hoy del capitalismo es el dinero que en su forma actual es puramente ideal, esto es, se ha independizado de cualquier referente material y no es más que fe manifestada en números que son aceptados sin más aval que la creencia en el Poder de quien los presenta como propios. Añadiremos a las pruebas que ya hemos presentado la que nos ofrece el llamado mercado de divisas o la bolsa que son ambos capaces de generar subidas o bajadas que pueden ser de una elevada magnitud sin que nada tangible se haya modificado, sin que se hayan 60


producido destrucciones o apariciones apreciables de mercancías que pudieran servir de justificación al menos aparente, pues como cualquiera sabe, basta un mero rumor, una suposición, para generar movimientos que aumentarán o disminuirán los caudales de los partícipes en tales operaciones hasta extremos insospechados. Nos ocuparemos ahora de un aserto fundamental en la obra de Marx: la determinación del valor de una mercancía, en general, y de la fuerza de trabajo en particular. “El valor de la fuerza de trabajo, al igual, que el de toda mercancía, se determina por el tiempo de trabajo necesario para la producción, y por tanto también para la reproducción de ese artículo específico. En la medida en que es valor, la fuerza de trabajo misma representa únicamente una cantidad determinada de trabajo medio social objetivada en ella.” (p 207). Pues he aquí uno de los errores fundamentales de Marx: la determinación del valor de cambio, para aclarar bien las cosas, ya que a eso es a lo que se refiere, no se realiza según el tiempo de trabajo necesario para la producción ni de una mercancía cualquiera, ni de la fuerza de trabajo en particular, sino en base a la conjunción de los dos factores que sustentan cualquier clase de Poder, y por tanto el económico: la mentira y el miedo, como hemos expuesto ya. Si bien hemos explicado antes el funcionamiento general de estos elementos, explicaremos ahora específicamente su funcionamiento en el ámbito de la fijación del valor de cambio en las mercancías en general y en la fuerza de trabajo en particular. Pongamos como ejemplo de una manufactura una camisa. El mismo trabajador , con las mismas materias primas, las mismas máquinas, en las mismas instalaciones y en el mismo tiempo, produce una camisa que luego se vende con la marca “X” y otra sin marca, o con una marca distinta, cuando es más o menos ilegal se llama piratería y cuando es más o menos legal se llaman “marcas blancas” como sabemos, y recibe por su trabajo exactamente lo mismo independientemente del distinto valor en el mercado de las dos camisas. Al comprador se le engaña, he ahí operando la mentira, haciéndole creer en unas supuestas cualidades superiores de la camisa “X” frente a la camisa de marca blanca. Hablemos de la mercancía madre hoy de todas las mercancías: el dinero. Cuando se compra dinero, pura cuantía ideal en sentido estricto como hemos explicado, todos sabemos que el valor de cambio varía de un vendedor a otro, por más levemente que sea, y ahí tenemos operando el miedo, en este caso del que vende más barato a no

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encontrar comprador para su mercancía. Tal vez alguien pudiera oponer que, como Marx plantea no se trata de operaciones individuales, sino de la media social, pero ahí también seguiríamos en el error de todo cómputo estadístico, que oculta lo que de veras pasa, como cuando se dice que si el director del banco gana 100 y el botones gana 10, la media de esos dos trabajadores bancarios es de 55, cantidad que como sabemos ninguno gana. Y es que es justamente ahí donde el Capital, esto es hoy, el Dinero, juega su partida: en el movimiento, cada vez más acelerado, de la compraventa de las mercancías en base al principio ya enunciado de comprar barato y vender caro sustentado en el miedo (a perder el trabajo, a que no renueven el contrato, a no encontrar comprador, etc) y la mentira (esto es mejor que aquello, esto es lo que quieres y no aquello, etc). Y es el diferencial que en proceso completo de la compraventa (dinero-compra de mercancías para la producción /fuerza de trabajo, materias primas, maquinaria, instalaciones, etc./- venta de la mercancía producida) obtienen los triunfadores lo que les hace mantener o ampliar su Poder, mientras que los perdedores, los que no han sido capaces de ese comprar barato y vender caro, lo disminuyen o lo pierden. Y esto es lo que ocultaba el Dinero: el Poder, y ya veremos las consecuencias de esto en su momento. En la compraventa de fuerza de trabajo el valor de cambio del mismo, el salario para el trabajador individual, viene determinado por esos dos factores, la mentira y el miedo, que operan por un lado a escala mundial y por otro en el ámbito espacial de cada trabajador particular dando lugar así a las diferencias de valor de cambio entre la fuerza de trabajo vendida y gestionada individualmente cada vez más, bien por imposición estatal de prohibición o restricciones de actividades sindicales, el miedo, bien por la competencia entre los propios trabajadores a los que por el mismo trabajo se les da distinto salario con los más variados subterfugios, la mentira, como por ejemplo a las mujeres que aunque legalmente no se las discrimine salarialmente en algunos sitios si se las discrimina de hecho asignándoles una categoría laboral inferior a la de sus compañeros varones. Por mucho que nuestro autor diga que el valor de cambio de una mercancía depende del tiempo necesario para su producción, es una evidencia palpable que en nuestros días se produce casi de hecho lo inverso, esto es, que cuanto menos tiempo de trabajo lleva producir una mercancía, más cara es, y que además puede decirse también, con no excesiva exageración, que el

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valor de cambio de una mercancía es inversamente proporcional a su valor de uso. Basta con ver que las cosas más indispensables para el mantenimiento biológico como el agua o los alimentos son inmensamente más baratas que la mera firma de artista consagrado, que es lo que de veras se vende, independientemente del soporte material en la que se inscriba, o que un kilo de patatas, que sirven para vivir, cueste menos que un litro de gasolina de la que podemos prescindir para vivir. Apuntemos también que hablar de “reproducción de fuerza de trabajo” para referirse a la producción de nuevas crías de humano es cuando menos inexacto, pues por más que siga habiendo el término “proletario” en nuestros vocabularios, los nuevos trabajadores no pertenecen por mucho que se quiera a sus progenitores como la fuerza de trabajo de esos padres les pertenece en cambio a ellos que la “reponen” más que la reproducen, ya que la prole ha de consumir para producir, como todas las demás mercancías, salvo la única que no se consume sino que se reproduce aumentadamente cuando tiene éxito en el ciclo que ya hemos señalado y esa mercancía se llama Dinero.

Sección tercera. Producción del plusvalor absoluto.

Capítulo V. Proceso de trabajo y proceso de valorización.

Vemos ya desde el inicio de este capítulo como nuestro autor trata de presentarnos su idealismo humano como algo radicalmente distinto de lo realizado por cualesquiera otras clase de cosas “Concebimos el trabajo bajo una forma en la cual pertenece exclusivamente al hombre” (p216) en el ejemplo que pone las abejas, pues nos dice que aunque estas hagan unas celdillas que puedan hacer avergonzarse a más de un maestro albañil, el peor de todos ellos se distingue de la abeja porque “ha moldeado la celdilla en su cabeza antes de construirla en cera” (p 216). ¿Y cuando la celdilla la hace un robot (y esto ya sucede literalmente en la fabricación de componentes electrónicos que se asemejan físicamente, aunque con mayor complejidad aún, por robots) que ya la tiene en su sistema informático previamente? Desarrolla a continuación Marx su explicación del plusvalor que obtiene el capitalista como proveniente exclusivamente, como es bien sabido, de pagar 63


a los trabajadores menos de lo que han producido en su jornada laboral, aunque ya atisba en sus propios días que no es esta la única manera de obtener una reproducción ampliada del capital, esto es una cantidad mayor de dinero de la invertida, pues el capitalista “podría abrigar la intención de hacer dinero sin producir” (p 232 y nota 14 en la misma p con ejemplos de su tiempo), aunque objeta de inmediato que si todos los capitalistas hicieran lo mismo no se encontrarían mercancías en el mercado “y no se puede comer dinero” (p 232). En el mundo ideal, esto es, de sus ideas, del que nos habla Marx, el precio de todas las mercancías está dado y fijado invariablemente de antemano y además se opera con los ya aludidos valores medios tanto de las calidades de las mercancías como de la formación, destreza o disposición de los trabajadores, en el mundo de los hechos en cambio las cosas no son ni parecidas. Y precisamente es el acierto en las operaciones sobre la variación constante de los precios de todos los factores que intervienen en la producción y de las mercancías finalmente producidas y efectivamente vendidas, pues recuérdese que hasta que una mercancía es vendida al consumidor final no se realiza el plusvalor, o la plusvalía si se prefiere el término más ampliamente usado frente al de Scaron, en el lo que radica la maximización del beneficio del capitalista particular, que no opera más que por su personal beneficio, independientemente de que se una a sus competidores en los asuntos que puedan poner en peligro aquello en lo que se asienta su ganancia, esto es, el capitalismo como sistema. Pues la reproducción ampliada del capital, y hay que insistir en que a lo solo que conviene llamar capital inicial es al dinero disponible para la inversión en intentar su reproducción ampliada, ya que el dinero que se gasta en el mero consumo, por más desaforado que pueda ser este, es ya ajeno al capital, pues se consume no para producir, al capitalista le resulta indiferente como se produzca ya que la misma puede darse por tan solo uno de los factores que intervienen en el proceso o por la combinación de dos o más de ellos, ya que ni el tiempo de trabajo socialmente necesario es determinable en abstracto ni mucho menos por un capitalista concreto y por ello ni el capitalista ni el trabajador saben siquiera si lo que uno paga y el otro cobra supone una cuantía determinada de tiempo de trabajo socialmente necesario. El capitalista puede, y de hecho como bien sabemos hace, apropiarse de plusvalor por cualesquiera formas, desde el robo puro y duro de materias

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primas a la corrupción de los gobernantes de turno para la obtención de precios mayores por sus mercancías o la exclusión de la competencia pasando por la creación de la aceptación de un precio superior al de la competencia para su producto inferior incluso en calidad y cantidad por parte del comprador o al pago de salarios miserables en épocas de desempleo en un lugar determinado. Y la objeción de Marx de que si todos hicieran igual la cosa no funcionaría no tiene sentido precisamente porque no todos hacen igual, y por ello precisamente unos capitalistas concretos consiguen una reproducción más ampliada que otros de su capital, que incluso pueden llegar a perderlo enteramente. De ese aprovechar mejor las posibilidades, que no implica en el fondo más que mera suerte en la apuesta, pues por mucho que se vistan con ropajes matemáticos para dar ese aire de ciencia que ofrecen los números, toda inversión capitalista se basa a lo sumo en un conjunto de hipótesis fundada en el mero cálculo de probabilidades, lo que como es obvio, no supone ninguna garantía de éxito. Por eso, junto con la máxima de comprar barato y vender caro, que hemos venido repitiendo como norma fundamental del capitalista competente, está la de mover el dinero a la mayor velocidad posible, pues precisamente en eso radica, sobre la base de ganar la apuesta, el aventajar a sus competidores, ya que el diferencial de rentabilidad que obtiene el primero que gana es lo que le permite obtener una cuota de Poder mayor que le situará en mejor posición en la siguiente mano del juego. La cuestión capital que está en juego es la del reparto de lo producido. La cantidad de lo producido dependerá de numerosos factores, desde los climatológicos o ambientales hasta el nivel de desarrollo tecnológico y desde luego de la cantidad de trabajo dedicado. Y aquí es donde las Relaciones de Poder entran en juego. Mientras que todos los que optamos por la biocontinuidad necesitamos unos consumos mínimos como ya hemos apuntado, algunos no disponen más que de su fuerza de trabajo que es retribuida con exclusivamente lo suficiente para tales consumos, e incluso a veces menos lo que los aboca finalmente a la discontinuidad, y otros disponen de recursos más que suficientes para afrontar tanto esos consumos mínimos como muchos otros por encima de estos de forma indefinida y por lo tanto obligar, como propietarios de la capacidad de comprar fuerza de trabajo a que la venta de la misma se haga al precio que dispongan. Insistimos en las Relaciones de Poder puesto que la mera propiedad no es motivo suficiente para determinar el reparto, como bien lo prueba el modelo

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del “socialismo realmente existente”, desconocido para Marx obviamente y a quien no podemos responsabilizar directamente de dicho modelo, pero que bajo su propio nombre, coherentemente con sus postulados o no, cuestión en la que no entraremos por el reiterado motivo de no alargar más esta obra, pero que desde luego es merecedora de detenido análisis, encontró justificación por parte de sus confesos seguidores. En los lugares en los que el “socialismo realmente existente” se ha dado la propiedad de los medios de producción no ha anulado la extracción de plusvalía sino que la ha llevado al límite en el sentido de que dado el Poder absoluto de la fusión total del Estado con el Capital todas las decisiones concernientes al mismo estaban por completo fuera del alcance de los trabajadores, más aún que bajo supuesto modo de producción antagónico del capitalismo del otro campo, llamémosle “capitalismo primigenio” por ejemplo, pues aún en las condiciones de explotación más duras de este campo podían los trabajadores, y de hecho lo hacían con mayor o menor fortuna, ejercer presión ante el Estado y el Capital y mejorar las cuotas del reparto, mientras que en el campo socialista simplemente esto no se dio más que como estallidos circunstanciales que fueron eficaz y rápidamente sofocados con represión pura y dura, con la relativa excepción de Polonia, y eso ya solo en sus últimos días. Reemplazar al propietario individual por el Estado y al señor director de la fábrica por el camarada director y la valoración del capital por la acumulación socialista no modifica en nada sustancial las Relaciones de Poder entre quienes lo tienen, y de manera tan absoluta como cabe imaginar, y quienes no. Que se argumente que la plusvalía del campo socialista se repartía entre el conjunto de la sociedad en beneficio de los trabajadores, además de no ser cierto, pues la nueva clase dominante se apropiaba del mayor porcentaje, ya que como recuerda el dicho popular “quien parte y reparte, para sí la mejor parte”, sería igualmente tan reprobable como la dedicación a al filantropía de pequeñas partes de la plusvalía obtenida por ciertos capitalistas, pues tan esencial es cuanto se lleva cada cual de lo que produce como quien decide eso, y en ambos sistemas los que no pintan nada ya sabemos quienes son. Téngase en cuenta que deshacerse de la propiedad, privada o estatal, de los medios de producción, y comprendo en estos todos los factores que intervienen en ella y son susceptibles de apropiación, esto es, de que quien ostente la propiedad pueda decidir qué hacer con ellos (la tierra, en el sentido expuesto, los conocimientos, las máquinas, herramientas e instrumentos, etc),

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nos permitirá desembarazarnos de una parte del lastre que impide una distribución de más bienes y servicios entre el pueblo, pero que requiere también que el propio pueblo se haga cargo de las otras tareas que hoy hacen, en su exclusivo beneficio, claro está, quienes ostentan esas propiedades (gestión coordinación, decisión, etc) con las exigencias que ello comporta y las dificultades derivadas de los siglos de exclusión de los trabajadores de la gestión de la producción. De ahí que toda la economía política de veras útil para el pueblo se pueda resumir en que sea el propio pueblo, y nadie en su nombre, el que decida qué producir, cómo producirlo y cómo repartirlo. Y para decidir sobre eso habremos de pensar en cuántos somos sobre la capa de la tierra, en lo que nos hace falta para pasar de la biocontinuidad a la vida, que hoy no sabemos de veras en qué pueda consistir pero sí experimentamos que no es esto, en lo que el planeta puede aguantar sin que lo esquilmemos, y, en definitiva, producir para vivir y no vivir para producir. Decidir sobre esto de forma no capitalista, lo que quiere decir no basada en el dinero, implicará considerar exclusivamente el valor social de uso, lo que implica, por cierto deshacerse del individuo, esto es, lo que como sociedad consideremos de veras útil y digno de ser producido y disfrutado, y en el que el tiempo no sea elemento de cómputo para el intercambio sino meramente el marco de referencia de la producción a tener en cuenta en la distribución. Confío en poder ampliar estos aspectos en otras contribuciones, pero quiero dejarlos aquí apuntados para su posible uso como elementos de discusión. Téngase bien en cuenta que por ser precisamente el dinero la única mercancía, y recuérdese que lo es porque también el dinero se compra y se vende, por más extraño que parezca que además se compre dinero con dinero, cuando a cualquiera le parecería una locura comprar, por ejemplo, un kilo de patatas y escuchar que el vendedor le pidiera a cambio un kilo y doscientos gramos de patatas, que si no se usa se desgasta y puede llegar a perder toda su utilidad, siendo su empleo exitoso en la producción de más dinero obligatorio para su subsistencia, mientras que cualquier otra mercancía, sea el trigo o la fuerza de trabajo se consume con su uso, por más que se transforme en otra mercancía, pero como tal mercancía original, sea trigo o fuerza de trabajo, se consume y si no se repone desaparece. Esta compra del dinero, siempre a crédito, obviamente, pues si se pagara al contado lo que se compra no tendría sentido la compra, se hace como cualquier crédito, contra la fe del 67


vendedor en que recibirá el pago acordado, que por mucho que se suponga garantizado el pago con algún bien, la operación puede resultar fallida para el vendedor que no llega a recuperar parte o el total de la mercancía vendida, esto es, el dinero prestado. Y esa compraventa a fe, opera necesariamente en el tiempo, el vendedor entrega hoy su mercancía, dinero, y recibe su precio, en la misma mercancía pero en mayor cantidad, en un momento futuro o en una sucesión de ellos, a plazos, pero siempre futuros. La forma en la que el comprador consiga obtener el dinero suficiente para esa devolución ampliada le es por entero indiferente al vendedor con tal de que se produzca efectivamente. Cuando el destino del dinero comprado es el gasto el pago del mismo se vincula bien al futuro, bien al pasado, como ahorro (esto puede parecer paradójico pero es algo que se produce especialmente en épocas de bajos intereses, como la actual, en las que quienes tienen ahorros invertidos en activos con tipos fijos de interés superiores a los actuales encuentran más beneficioso pedir un préstamo que renunciar a la inversión que les produce un rendimiento mayor) propio o de trabajo ajeno del que se ha apoderado el comprador. Cuando el destino es la inversión, productiva o meramente financiera, cual es el caso en estos días incluso para muchas empresas aparentemente dedicadas a la producción, el pago de la mercancía adquirida, recordemos: dinero, se vincula necesariamente al futuro. Estas operaciones meramente dinerarias, aunque con reflejo necesariamente en la economía productiva, basadas en la fe y operando en el tiempo hacia en futuro prácticamente sin barreras son el fundamento de la crisis actual del sistema que ha sobreproducido la mercancía más peligrosa para sí mismo, el dinero, pues siendo la destrucción de lo sobreproducido, mediante guerras, por ejemplo, la forma anterior, aunque no tan lejana, de hacer frente a la sobreproducción, en esta ocasión la dificultad es mayor, pues ¿dónde está el dinero, que es invisible, que es fe hecha cifra? . ¿Qué bomba de neutrones podrá destruirlo?. Desde luego que difícil no quiere decir imposible, pues fuera de la lógica misma, en la que imposible lo es por ser contrario algo a las propias reglas que lo crean, lo que no deja de ser una tautología, imposible solo puede aludir a que no está hecho y solo admite prueba en contrario, pero no a favor, así que por ello si no queremos seguir soportando el sistema habremos de enfrentarnos a él, pues por sí solo no caerá.

Capítulo VI. Capital constante y capital variable. 68


Hablar como se hace de ordinario de capital constante y capital variable es en primer lugar inducir a la confusión, pues mientras reconoce que “la parte del capital, pues, que se transforma en medios de producción … la denomino … capital constante” (p 252), entonces si se transforma ya no es así que mejor no dar pie a confusiones ya que capital que no es dinero ya no es capital propiamente dicho en sentido estricto pues no está disponible ya para la inversión sino invertido, lo que no es lo mismo. En segundo lugar como hemos indicado antes cualquiera de los factores que intervienen en la producción, y no solo el trabajo, pueden hacer variar el valor de la mercancía como el mismo reconoce “El concepto de capital constante en modo alguno excluye la posibilidad de una revolución en el valor de sus elementos constitutivos” (p 253) aunque para él eso se produce fuera del proceso de producción y es solo, como viene diciendo coherentemente desde el principio, la cantidad de trabajo socialmente determinada la que determina a su vez el valor de una mercancía. Mientras que reconoce la posibilidad de que el capital constante se modifique de modo tal que la proporción de capital variable disminuya enormemente no ve que eso afecte a su diferencia funcional, incluso en el caso del ejemplo extremo al que acude en el que por uso de una máquina más eficiente un solo obrero llegue a producir más que antes 10 con diez herramientas menos eficientes. ¿Y cuando el obrero que quedaba en la fábrica es reemplazado el mismo por una máquina, un robot en el vocabulario de nuestros días, qué pasa?. Y ese el camino por el que hoy transita ya el capitalismo de nuestros días y no algo perteneciente a la literatura de la llamada ciencia-ficción. Y eso por no hablar del papel del antaño exclusivamente consumidor que hoy se vuelve, por más que sea parcialmente, productor él mismo como en el bien extendido caso por ejemplo en el que una mesa que antes era fabricada íntegramente por un ebanista termina hoy siendo montada por el propio consumidor final que se convierte así en productor de la mesa misma.

Capítulo VII. La tasa de plusvalor.

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Cuando el capitalista invierte su capital, recordemos, dinero, en algo en lo que solo hay trabajo anterior, pero no nuevo tiempo de trabajo empleado en la mercancía que adquiere y la vende por una cantidad superior, procediendo así a la reproducción ampliada de su capital, como en el reciente ejemplo en nuestras sociedades en las que tantos se ocuparon en comprar y vender casas y otras propiedades inmobiliarias obteniendo pingües beneficios hasta que explotó la burbuja y dejó atrapados en ella a los que no fueron capaces de comprar barato y vender caro no se puede decir que el capitalista no obtenga un plusvalor, ya que su capital efectivo ha aumentado, y tampoco se puede decir que ese plusvalor provenga de un tiempo de trabajo del que se apropia porque no hay más tiempo de trabajo, si es que a eso se le pudiera dar ese nombre, que el que el propio capitalista empleó en la compraventa y el mero tiempo transcurrido entre las dos partes de esta operación, la compra y la venta. Se puede objetar que en el ejemplo propuesto no hay nueva producción que es a lo que se refiere en sentido estricto Marx como plusvalor, pero lo mismo sucede si la casa hubiera sido producida a instancia del capitalista original en momento de costes de producción y venta bajos, pero que esperó para su venta a un momento posterior en el que el precio de venta haya subido. La explicación, ofrecida ya por los clásicos como Adam Smith mismo, es que aunque los precios experimenten variaciones, evidencia que no pueden negar, es que estas son temporales y que finalmente girarán sobre el precio natural que es una especie de centro de gravedad hacia el que en periodos largos acaban confluyendo. Ya, también nuestro centro de gravedad, hacia el que finalmente confluimos es la muerte, pero mientras nos vamos muriendo pasan cosas.

Capítulo VIII. La jornada laboral.

Sobre este capítulo poco hay que comentar de las detalladas miserias que se nos exponen que aún están presentes entre nosotros, en especial entre los más débiles como los inmigrantes, o los jóvenes o ciertos sectores más desprotegidos de trabajadores en actividades paralegales cuando no abiertamente ilegales. 70


Llama no obstante la atención la expresión de Marx “jornada normal de trabajo” que supere los excesos de los capitalistas de su tiempo y que define como “el producto de una guerra civil prolongada y más o menos encubierta entre la clase capitalista y la clase obrera” (p 361).

Capítulo IX. Tasa y masa del plusvalor.

“Como hasta aquí, suponemos en este capítulo que el valor de la fuerza de trabajo, o sea la parte de la jornada laboral necesaria para la reproducción o conservación de la fuerza de trabajo, es una magnitud dada, constante.” (p 367). Suposición sin prueba alguna y contraria a la mera observación, ya que esa parte de la jornada laboral necesaria para tal fin es manifiestamente variable, en los propios términos de Marx, tanto porque lo que se considera necesario para ello varía en el tiempo y en el espacio, como porque la jornada laboral misma varía temporal y espacialmente. Los obreros de los tiempos de Marx no llegaron a conocer las jornadas de ocho horas o menos de la actualidad ni que sus retribuciones les dieran para adquirir la propiedad de viviendas, incluso segundas de vacaciones, o de autos personales o de inutilidades variopintas de los cachivaches más diversos que ni con mucha benevolencia puedes ser calificados de necesarios para la reproducción o conservación de la fuerza de trabajo. Así que cuanto desarrolla a partir de esa suposición errónea debe quedar invalidado y no es merecedor pues de mucho comentario. “Suponemos siempre no solo que el valor de una fuerza de trabajo media es constante, sino también que los obreros utilizados por un capitalista se reducen a obreros medios. Hay casos excepcionales, en que el plusvalor producido no aumenta proporcionalmente al número de los trabajadores explotados, pero siendo así tampoco se mantiene el valor de la fuerza de trabajo.” (p 369). Otra suposición sin argumentación que además contradice a la anterior. "La ley enunciada más arriba adopta pues la siguiente forma: estando dado el valor de la fuerza de trabajo y siendo igualmente grande el grado de explotación de la misma,las masas de valor y plusvalor producidas por diversos capitales estarán en razón directa a las magnitudes de las partes variables de esos capitales, esto es, a sus partes invertidas en fuerza de trabajo viva. Esta 71


ley contradice abiertamente toda la experiencia fundada en las apariencias. Todo el mundo sabe que el dueño de una hilandería de algodón que, si nos atenemos a los porcentajes del capital total empleado, utiliza proporcionalmente mucho capital constante y poco capital variable, no por ello obtiene una ganancia o plusvalor menor que un panadero, quien comparativamente pone en movimiento mucho capital variable y poco capital constante. Para resolver esta contradicción aparente se requieren aún muchos eslabones intermedios, tal como en el plano del álgebra elemental se necesitan muchos términos medios para comprender que 0/0 puede representar una magnitud real." (p 362). He aquí el famoso “problema de la transformación” cuya solución relega para más adelante y que dejaremos de momento también para comentarlo en su lugar oportuno. A pesar de lo dicho anteriormente sí queremos resaltar la siguiente formulación de Marx: “no es el obrero quien emplea los medios de producción, sino los medios de producción los que emplean al obrero. En lugar de ser consumidos por él como elementos materiales de su actividad productiva, aquellos lo consumen a él como fermento de su propio proceso vital, y el proceso vital del capital consiste únicamente en su movimiento como valor que se valoriza a sí mismo.” (p 376) Más adelante confiamos en volver sobre ella aunque con otra óptica. El plusvalor, concebido como la parte no consumida por el propio productor de lo producido, puede considerarse como excedente cuando nos referimos al conjunto de lo producido en una sociedad dada. Ese excedente se ha venido dando desde los tiempos de sociedades de cazadores-recolectores como algo imprescindible para el mantenimiento del propio grupo social, pues la horda, tribu o como queramos denominar a los primeros grupos humanos tenía que dedicar una parte, por pequeña que fuera, de lo obtenido por los miembros capaces de hacerlo al consumo de los incapaces, niños, enfermos, heridos, etc. Esa circunstancia se mantiene hasta hoy y no parece que pueda modificarse fácilmente, así que el que parte de lo producido por alguien no sea consumido por quien lo ha producido tampoco parece que sea evitable. En el análisis del excedente reside una de las claves de la crítica política a los economistas en general incluyendo al propio Marx y a sus seguidores. Tan importante o más que poner de manifiesto el origen del excedente resulta ser el conocer su relación concreta con lo producido y el destino pormenorizado del mismo más allá de las meras suposiciones, que son las que usa Marx 72


reiteradamente (citemos como mero ejemplo: “ Cuando analizábamos la venta de la fuerza de trabajo suponíamos que su valor diario era = 3 chelines y que en éstos se hallaban incorporadas 6 horas de trabajo, siendo necesaria por tanto esa cantidad de trabajo para producir la suma media de artículos de subsistencia requeridos diariamente por el obrero” p 231). En tiempos de Marx el capitalista es fundamentalmente una persona física que en la que se dan a la vez dos funciones: la de mero poseedor de capital que invierte en la producción y la de gestor del mismo. Hoy, como sabemos, lo dominante, al menos en las mayores empresas, es la disociación de esas dos funciones, el poseedor, o más correctamente, los poseedores de capital son múltiples y en buena medida ajenos a la empresa, incluso hasta el extremo de no saber siquiera en que empresa está invertido su capital, y solo se ocupan del rendimiento que puedan obtener del mismo, y los gestores, que no dejan de ser trabajadores, en tanto que participan directamente del proceso productivo con una actividad tan imprescindible para el mismo como el de cualquier otro trabajador de la empresa, aunque resulta que, habida cuenta del importe de sus salarios, llamando salario al conjunto de dinero que obtienen por su trabajo, independientemente del nombre legal de cada parte de este (bonos, participación en beneficios, salario propiamente dicho, comisiones, etc) no parece muy aventurado decir que una parte del plusvalor va a parar a sus bolsillos y no al de los capitalistas en sentido estricto. Lo mismo nos encontramos en el caso del pequeño, al menos inicialmente, empresario que monta una empresa con un capital que no es suyo y que en rigor no podría ser llamado capitalista, pero que tampoco podemos ignorar que se apropia de plusvalor que repartirá con los poseedores del capital. Esta diferencia funcional es de enorme importancia política, pues lo que no evidencian los análisis económicos son justamente las Relaciones de Poder que subyacen y que son de la mayor relevancia, pues el plusvalor del que se apropian por cada trabajador puede ser económicamente hasta poco relevante, pero lo que permanece siempre constante es la extracción total de lo que denominaremos “plusvalor político”, esto es, la exclusión completa del trabajador de cualquier decisión relacionada con su propio trabajo, el sometimiento a la voluntad del jefe, capitalista propiamente dicho o no, que ejerce sobre él un Poder omnímodo, respecto a la producción misma, exactamente igual que el amo sobre el esclavo o el señor feudal sobre el siervo. He aquí también el núcleo de la identidad entre los llamados modos de producción capitalista y socialista: el trabajador está sometido exactamente a 73


las mismas dos expropiaciones, la económica y la política. En el modo de producción socialista la propiedad formal del capital está en manos del estado, que para el trabajador ocupa exactamente la misma posición que el capital en manos privadas, es algo ajeno que le extrae un plusvalor que no controla y la gestión está en las mismas manos ajenas de una jefatura que participa de beneficios económicos, como sus equivalentes abiertamente capitalistas, y que ejercen sobre él un Poder aún mayor que el el de estos, pues al menos en los países centrales del sistema abiertamente capitalista, los trabajadores disponen de algunos contrapesos, como sindicatos y otras organizaciones, a ese Poder y de los que no disponen en los estados del llamado “socialismo realmente existente”. Por esto la emancipación de los trabajadores no puede consistir en en la sustitución de la propiedad privada de los medios de producción por la propiedad estatal de los mismos, sino en la anulación del mecanismo de Poder que es lo que verdaderamente les tiene sometidos y configurados como trabajadores.

Sección cuarta. La producción del plusvalor relativo.

Capítulo X. Concepto del plusvalor relativo.

“con el valor de estos medios de subsistencia está dado el valor de su fuerza de trabajo” (p 380), “las mercancías, y por tanto también la fuerza de trabajo , se compran y venden a su valor pleno” (p 381) y ¿Cuál es su valor pleno?, y ¿Cómo se calcula el valor de los medios de subsistencia?, y ¿Cuánto vale producir el dinero que constituye el capital?, y ¿Cuál es el valor pleno de esa mercancía?. Curiosa la afirmación de que para vender una producción mayor las mercancías del capitalista “solo conquistarán un mercado más amplio si reducen sus precios” (p 385). ¡Qué poco se podía imaginar Marx que las hamburguesas más caras de una conocida cadena de ámbito cuasimundial se acabarían vendiendo en Moscú!

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Capítulo XI. Cooperación.

Vemos en este capítulo como el mundo que conoció Marx ha mudado enormemente en cuanto a la producción colectiva, coherente en su tiempo por la falta de máquinas tan sofisticadas como las actuales que han hecho que lo que antes era realizado al mismo tiempo por un gran número de obreros hoy haya sido automatizado por completo o casi, así al igual que la humanidad se mantuvo en su conjunto ocupada masivamente en la agricultura y ganadería hasta la revolución industrial que llevó los brazos sobrantes del campo a la industria, hoy se ha producido un nuevo desplazamiento desde la industria al sector terciario y ya la producción tanto de alimentos como de productos industriales para el conjunto de la población terrestre ocupa a una parte cada vez menos importante del conjunto y no solo en los países más desarrollados, por usar la terminología habitual, sino también en el resto a excepción casi solo de los más esquilmados. Y finalmente nos encontramos en un periodo en el que los trabajadores del sector terciario están siendo expulsados de este como antaño lo fueron del campo y de la industria, en esta ocasión gracias al desarrollo, implantación y extensión de las tecnologías de la información y la robótica fundamentalmente. (Puede consultarse el informe de la la International Labour Organization World Employment and Social Outlook: Trends 2018 http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/--dcomm/---publ/documents/publication/wcms_615594.pdf ) Hay que añadir a esto la reducción de la jornada de trabajo que en los países dominantes dentro del mundo capitalista se ha reducido a cerca de la mitad desde el siglo XIX (véase The times they are not changin’: Days and hours of work in Old and New Worlds, 1870–2000 Michael Huberman and Chris Minns. 2006. disponible en http://personal.lse.ac.uk/minns/Huberman_Minns_EEH_2007.pdf) El mundo que describe Marx en el que los obreros solo pueden cooperar si trabajan juntos y en número considerable y bajo el mando directo de un único capitalista, imagen sin duda dominante para su época, ha quedado atrás y así, por ejemplo “las órdenes del capitalista se vuelven, actualmente, tan indispensables como las órdenes del general en el campo de batalla” (p 402). La disociación de hoy entre los capitalistas físicos que ostentan la propiedad formal del capital de una empresa y los gestores físicos de la misma es más la norma que la excepción, al menos entre las grandes empresas mundiales, 75


igual que los generales, por cierto, ya ni pisan los campos de batalla sino que operan incluso a miles de kilómetros de distancia de ellos. Esa disociación es la que hace que aparezcan contradicciones entre los meros poseedores de capital y los gestores de los mismos, que, en casos extremos pero numerosos y bien conocidos, como los de instituciones financieras que han ido a la quiebra y han tenido que ser “rescatadas” con fondos públicos, llevan incluso a la obtención de enormes beneficios a los empleados de lujo de la gestión aún a costa de la pérdida de un capital que no es suyo y por ello poco les importa. Lo mismo sucede con la concentración de grandes cantidades de obreros en un mismo espacio de trabajo, ya que hoy nos encontramos, aunque sea muy parcialmente, pero fijando una tendencia, con hasta una vuelta al trabajo individual, pero coordinado por medios tecnológicos con el resto de los trabajadores de la empresa e incluso de una parte de los de fuera de ella pero coadyuvantes, en las propias casas de los trabajadores, y no solo en el sector terciario sino incluso en sectores típicamente industriales, como por ejemplo los nuevos obreros industriales que fabrican toda clase de productos en sus casas con impresoras en 3D.

Capítulo XII. División del trabajo y manufactura.

Dejemos anotado aquí nada más que la prolija descripción histórica que hace Marx de estas cuestiones no presenta mucho digno de contradicción.

Capítulo XIII. Maquinaria y gran industria.

Una ejemplar aplicación encontramos en este capítulo.

del

materialismo

histórico

marxista

nos

“La ciencia no le cuesta absolutamente nada al capitalista” (p 470 nota 108). En tiempos de Marx igual era gratis, cosa como poco dudosa, pero hoy evidentemente es justo casi lo contrario, ya que los costes mayores en muchos casos, como por ejemplo la industria farmacéutica, por no decir en la mayoría 76


de los sectores industriales, son justamente los de lo que hoy se llama I+D, que no es más que ciencia aplicada a la producción. “La máquina produce plusvalor relativo, no sólo al desvalorizar directamente la fuerza de trabajo y abaratar indirectamente la misma mediante el abaratamiento de las mercancías que entran en su reproducción, sino también porque en su primera introducción esporádica transforma el trabajo empleado por el poseedor de máquinas en trabajo potenciado, eleva el valor social del producto de la máquina por encima de su valor individual y permite al capitalista, de esta suerte, sustituir con una parte menor de valor del producto diario el valor diario de la fuerza de trabajo” (p 495). Frente a la tesis esencial de Marx de que el plusvalor solo es producido por el trabajador, por muy relativo que sea, no deja de ser plusvalor. “El resultado inmediato de la maquinaria consiste en aumentar el plusvalor y, a la vez, la masa de productos en que el miso se representa” (p541). En este capítulo expone Marx de forma muy detallada las múltiples formas de explotación a las que el capitalismo somete a los trabajadores, en especial a mujeres y niños, en la Inglaterra de la época. Situaciones estas que hoy siguen estando presentes en los márgenes de los países capitalistas más desarrollados, en especial en las formas de explotación de los trabajadores procedentes de la inmigración ilegal y de las zonas de mayor paro, y más ampliamente en los países a los que se ha trasladado lo que queda de producción industrial, China, India, Marruecos , etc. Las miserables condiciones de trabajo impuestas por los capitalistas en su conjunto y amparadas por el estado, no en vano Estado y Capital tienen de antiguo sólido enlace matrimonial, son soportadas por el conjunto de los trabajadores por la dominación ideológica que Estado y Capital, con la inestimable colaboración, en aquellos tiempos, de la religión, el viejo “opio del pueblo”, ya que ayer, igual que hoy, Estado y Capital serían destruidos sin mayores dificultades a poco que el pueblo se alzara con un mínimo de coordinación. Hay que anotar la perspicacia de Marx en punto a lo que hoy conocemos como ecologismo cuando señala certeramente que “todo progreso de la agricultura capitalista no es solo un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino a la vez en el arte de esquilmar el suelo” (p 612) o “La producción 77


capitalista , por consiguiente, no desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador” (p 612-613).

Sección quinta. La producción del plusvalor absoluto y del relativo.

Capítulo XIV. Plusvalor absoluto y relativo.

El plustrabajo (=trabajo realizado para otros tras el destinado a satisfacer las propias necesidades o deseos, y hago hincapié en el este término de “deseos” ya que el de “necesidad”, que es el único que usa Marx, cosa comprensible en su tiempo dadas las miserables condiciones de los trabajadores de su época, no abarca, por más que se quiera estirar con variabilidades históricas como hace el propio Marx, a las expectativas de consumo de los trabajadores actuales como mínimo de los países equivalentes hoy a la Inglaterra de Marx) lo asigna Marx a la coerción “ello (el plustrabajo) nunca ocurre sin la ayuda de la fuerza que somete el uno al otro” (p621), olvidando que junto con eso también se produce un plustrabajo por razones de mera comunidad o solidaridad, ya que desde los mismos inicios de lo que llamamos humanidad ha habido personas que no podían aportar producción, al menos durante ciertos periodos de sus vidas, niños, enfermos y accidentados o incapacitados, que han sido mantenidos voluntariamente por la comunidad, lo mismo que sucede hoy con los excluidos de diverso tipo, inmigrantes, parados o marginados diversos.

Capítulo XV. Cambio de magnitudes en el precio de la fuerza de trabajo y en el plusvalor.

“El aumento de la fuerza productiva del trabajo y su intensificación operan uniformemente y en el mismo sentido. Ambos factores acrecientan la masa de productos obtenida en cada espacio de tiempo. Ambas, pues, reducen la parte de la jornada laboral que el obrero necesita para producir sus medios de subsistencia o el equivalente de éstos. El límite absoluto de la jornada laboral está formado, en general, por esa parte constitutiva necesaria, pero que se 78


puede contraer. Si la jornada laboral entera se redujera a esa parte, lo cual es imposible bajo el régimen del capital, desaparecería el plustrabajo. La supresión de la forma capitalista de producción permite restringir la jornada laboral al trabajo necesario. Este último, sin embargo, bajo condiciones en lo demás iguales, ampliaría su territorio. Por un lado, porque las condiciones de vida del obrero serían más holgadas, y mayores sus exigencias vitales. Por otro lado, porque una parte del plustrabajo actual se contaría como trabajo necesario, esto es, el trabajo que se requiere para constituir un fondo social de reserva y de acumulación.” (p 642-643) He aquí el principio de la que los epígonos de Marx denominaron pomposamente la “acumulación socialista” una vez declarado abolido el capitalismo porque formalmente ya no había propiedad privada de los medios de producción. El error, literalmente sangriento por demás ya que la explotación y opresión de los trabajadores lejos de desaparecer se hizo más aparentemente inevitable al menos en las conciencias de los explotados por la nueva clase dominante en el Poder que bien se ocupó de suprimir a cualquier costa la más mínima expresión de disconformidad con el nuevo sistema de explotación. En el socialismo autoritario los trabajadores siguen, como en el capitalismo propiamente dicho, ajenos a las tres cuestiones fundamentales de la política económica: qué producir, cómo producirlo y cómo repartir lo producido. A eso se reduce lo fundamental de una política económica del pueblo: al ejercicio efectivo por su parte de la toma de decisiones sobre esos tres asuntos que en el capitalismo están reservados exclusivamente a las clases dominantes, los capitalistas en un caso y el partido en otro. Esa “acumulación socialista”, sobre la que los trabajadores carecieron de la mínima posibilidad de decisión, se empleó, por un lado, en el mantenimiento por la fuerza en el Poder de las clases dominantes, aparatos represivos internos y gastos militares desmedidos para evitar ser desalojados por las potencias abiertamente capitalistas, y en el consumo privilegiado y exclusivo de esas clases, bienes y servicios de los que disfrutaban únicamente los nuevos ocupantes del Poder proporcionalmente a su escalafón en el mismo. Y eso es lo que los comunistas han tratado y siguen tratando de vender como alternativa al capitalismo. “Mientras que el modo capitalista de producción impone la economización dentro de cada empresa individual, su anárquico sistema de competencia genera el despilfarro más desenfrenado de los medios de producción sociales y 79


de las fuerzas de trabajo de la sociedad, creando además un sinnúmero de funciones actualmente indispensables, pero en sí y para sí superfluas” (p 643). Además de la sumisión de Marx al uso capitalista del término “anárquico” es interesante señalar esas funciones que con esa expresión del idealismo alemán que Kant introdujo y que tan reiteradamente usa el autoproclamado materialista Marx en su obra (como curiosidad señalaremos que esta es la ocasión número doce en la que emplea en la obra que comentamos esta expresión), curiosamente se han aumentado hasta extremos que precisamente lastraron gravemente a los estados socialistas, tómese a modo de ejemplo nada desdeñable, la desmedida ocupación de partes importantes de la fuerza de trabajo en operaciones de vigilancia y control, abiertamente superfluas en una sociedad propiamente no capitalista, de las que la Stasi alemana constituye uno de sus máximos exponentes.

Capítulo XVI. Diversas formas para la tasa de plusvalor.

“Todo plusvalor, cualquiera que sea la figura particular -ganancia, interés, renta, etc.- en que posteriormente cristalice, es con arreglo a su sustancia la concreción material de tiempo de trabajo impago. El misterio de la autovalorización del capital se resuelve en el hecho de que éste puede disponer de una cantidad determinada de trabajo ajeno impago” (p 649). Además de los comentarios que ya hemos hecho anotamos aquí que hay algunos casos en los que esto no es exactamente así, como en las inversiones llamadas especulativas en las que el mero movimiento de capital sin relación directa con la producción, como ocurre por ejemplo con el llamado mercado de divisas, la ganancia es ajena a trabajo ajeno impago, ya que el único trabajo, si es que eso puede llamarse así, es el del propio capitalista en su ordenador, o en el caso del trabajador autónomo que obtiene en teoría toda la ganancia de su propio trabajo y de su propio capital sin intervención de nuevo de trabajo ajeno ni pago ni impago.

Sección sexta. El salario.

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Capítulo XVII. Transformación del valor (o, en su caso, del precio) de la fuerza de trabajo en salario. Capítulo XVIII. El salario por tiempo. Capítulo XIX. El pago a destajo. Capítulo XX. Diversidad nacional de los salarios.

Dada la brevedad de estos capítulos ofreceré comentarios a la sección en su conjunto y no a cada capítulo pormenorizado. Aquí nos aporta Marx, al fin, una definición de “valor”, en forma de valor de una mercancía: “¿Pero qué es el valor de una mercancía? La forma objetiva del trabajo social gastado en la producción de la misma. ¿Y cómo medimos la magnitud de su valor? Por la magnitud del trabajo que contiene.” (p 651). Pues bien, como anunciamos al principio, vamos ahora a tratar de analizar con más detenimiento la cuestión de la teoría del valor que, como es bien sabido, Marx comparte en lo fundamental con otros economistas clásicos como Adam Smith o David Ricardo a pesar de que haya quienes no estén completamente de acuerdo en eso. Bajo el capitalismo el valor de una mercancía tiene como es sabido dos acepciones: valor de uso y valor de cambio. Respecto al valor de uso ya hemos visto como el mismo difiere de un individuo a otro y de un mismo individuo respecto a sí mismo en distintos momentos o situaciones, así que no hay forma ni definir lo que hace valiosa a una mercancía respecto a su valor de uso ni mucho menos cuantificarlo. Y respecto al valor de cambio se constata que este también varía tanto en el tiempo como en el espacio para una misma mercancía, suponiendo que sea una y la misma, lo que dicho sea de paso es mucho suponer, y respecto a la medición de su magnitud sabemos que su única medida es el precio, que esto sí podemos cuantificarlo con precisión para cada ocasión de venta de esa mercancía, y no el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción pues ese no es más que uno de los factores que intervienen en la formación del precio de la mercancía pero ni el único ni, a menudo, el más relevante como ya hemos puesto de manifiesto y ejemplificado anteriormente y dejaremos aún más clara y precisamente expuesto cuando lleguemos a la cuestión de la formación de los precios de las mercancías en general, asunto que tantos quebraderos de cabeza ha dado 81


tanto al propio Marx como a sus seguidores más o menos rigurosos con sus planteamientos con lo que se ha dado en llamar el problema de la transformación. Una nota sobre las diferencias salariales entre distintos países. En tiempos de Marx obviamente lo que hoy conocemos como globalización o extensión del sistema capitalista al mundo entero no había alcanzado los niveles actuales y por ello solo cabe señalar que lo que comenta sobre el particular no tiene hoy vigencia ya que el nivel de productividad industrial es prácticamente el mismo en todas partes y los salarios reales son muy inferiores en determinados lugares en nuestros días, China fundamentalmente, pero también otros lugares de Asia y algunos puntos concretos de otros países de África, de Marruecos por ejemplo, y América, de Méjico por ejemplo, lo que hace que compense el desplazamiento de la producción industrial hasta hacerla casi desaparecer, en muchos ramos de la misma al menos, ya que además los costos del movimiento mundial de mercancías son hoy muy inferiores con el desmantelamiento de las barreras arancelarias, a pesar del resurgimiento actual de brotes nacionalistas para favorecer a ciertos sectores capitalistas locales, y las condiciones laborales (jornada de trabajo, ejercicio efectivo de la acción sindical, etc) son mucho más favorables para el capital que en los países que todavía hoy constituyen el conjunto dominante a escala mundial.

Sección séptima. El proceso de acumulación a escala mundial.

“El capitalista que produce el plusvalor, es decir, el que directamente succiona de los obreros trabajo impago y lo fija en mercancías, es por cierto el primer apropiador, pero en modo alguno el propietario último de ese plusvalor. Posteriormente tiene que compartirlo con capitalistas que desempeñan otras funciones en el conjunto de la producción social, con los terratenientes, etc. El plusvalor, pues, se escinde en varias partes. Sus fracciones corresponden a diversas categorías de personas y revisten formas diferentes e independientes entre sí, como ganancia, interés, ganancia comercial, renta de la tierra, etc. No hemos de examinar estas formas transmutadas del plusvalor antes del libro tercero.” (p 692) Tampoco nosotros nos ocuparemos nosotros ahora pues de esas formas transmutadas del plusvalor aquí pues, aunque sí enfatizaremos la correcta 82


declaración de Marx, de no ser el capitalista el propietario último del plusvalor, a pesar de que hasta el momento no lo haya puesto de manifiesto dada la gran importancia política que el asunto tiene.

Capítulo XXI. Reproducción simple.

“El proceso capitalista de producción, considerado en su interdependencia o como proceso de reproducción, pues, no sólo produce mercancías, no sólo produce plusvalor, sino que produce y reproduce la relación capitalista misma: por un lado el capitalista, por la otra el asalariado.” (p 712). Una excelente formulación que nos recuerda que mientras haya quienes se limiten a cobrar un salario a cambio de su fuerza de trabajo y haya quienes paguen el mismo, aunque no sean propietarios últimos del plusvalor como se acaba de señalar, se produce y reproduce la relación capitalista misma, lo que supone una invalidación en toda regla de cualquier pretensión de que cosas como el llamado “socialismo realmente existente” sea algo de veras distinto del capitalismo.

Capítulo XXII. Transformación del plusvalor en capital.

“Pero además, las leyes inmanentes del modo capitalista de producción, que imponen a todo capitalista individual la competencia como ley coercitiva externa, lo obligan a expandir continuamente su capital para conservarlo.” (p 731). ¿Y qué sucede cuando pasado determinado umbral de acumulación de capital continúa el capitalista “trabajando” a pesar de que podría dedicarse tanto él mismo como su familia al dolce far niente a perpetuidad si peligro alguno de que les faltara capacidad de consumo hasta de las mayores inutilidades ? ¿Cómo es que los más de esos plutócratas siguen afanándose algunos hasta la muerte misma en el ejercicio de su actividad de explotación cuando la fantasía de cualquier trabajador que sueña con riquezas repentinas consiste por contra en dejar su condición de trabajador y dedicarse a lo que crea en que consiste la felicidad del mero consumo sin que se le ocurra siquiera convertirse en en capitalista de pro? Pues no parece caber otra explicación que esta: el Poder, y eso no lo da el consumo por más desbocado 83


que quepa sino la producción, obviamente su gestión y no la generación personal y directa de bienes y servicios, que eso es lo que corresponde a los trabajadores.

Capítulo XXIII. La ley general de la acumulación capitalista.

El aumento de la automatización, que implica un aumento del capital constante, implica a su vez una disminución del capital variable. Además con la astuta conversión en trabajadores a tiempo parcial, de momento, de los propios consumidores en muchas empresas y a título completamente gratuito, con lo que su extracción de plusvalor es máxima, la cosa refuerza aún más esa inversión. Si necesitas ejemplos solo tiene que considerar cuantas tareas hace hoy cuando compra que antes hacía un trabajador, y si piensa que el servirse uno mismo el combustible, recoger los productos de una tienda y autocobrárselos o realizar uno mismo las operaciones bancarias que antes le hacía un empleado no pertenecen a la producción industrial quizás el recordar que los muebles se compraban antes montados y eran entregados en el propio domicilio le parezca más adecuado. “La lucha de la competencia se libra mediante el abaratamiento de las mercancías” (p 778). Es cierto solo en parte, pues curiosamente también se produce lo que los capitalistas llaman “una ventaja competitiva” mediante el proceso inverso, esto es, subiendo el precio de las mercancías, mediante la atribución a las mismas de cualidades superiores, supuestas o no, pero aceptables como ciertas por los compradores. El llamado mercado del arte ofrece ejemplos abundantes de esto, pero también el de productos de lujo en los que la mera marca permite al fabricante vender a precio superior al de sus competidores un producto muy similar al de estos y que incluso le ha podido costar menos su producción que el de la competencia. “Cuanto mayores sean, finalmente, las capas de la clase obrera formadas por menesterosos enfermizos y el ejército industrial de reserva, tanto mayor será el pauperismo oficial. Esta es la ley general, absoluta, de la acumulación capitalista. En su aplicación, al igual que todas las demás leyes, se ve modificada por múltiples circunstancias, cuyo análisis no corresponde efectuar aquí.” (p 803). Es interesante señalar la concepción de ley que manifiesta Marx en esta cita, pues si la ley se modifica por las circunstancias que sean deja de 84


ser ley, ya que la ley supuestamente científica se presenta por propia definición como siempre aplicable en sus términos, pues de lo contrario dejaría de ser tal ley. “Casi no hay en Londres una propiedad de casa que no esté recargada por un sinnúmero de "middlemen" [intermediarios]. El precio del suelo en Londres es siempre altísimo en comparación con los ingresos anuales que devenga, puesto que todo comprador especula con la posibilidad de desembarazarse tarde o temprano de la propiedad a un jury price (tasación efectuada por un jurado, en caso de expropiación) o de obtener, por arte de birlibirloque, un aumento extraordinario de valor gracias a la proximidad de alguna gran empresa.” (p 824) O sea, que se produce “aumento extraordinario de valor” (=plusvalor) por mera especulación y no por trabajo.

Capítulo XXIV. La llamada acumulación originaria.

“Los diversos factores de la acumulación originaria se distribuyen ahora, en una secuencia más o menos cronológica, principalmente entre España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. En Inglaterra, a fines del siglo XVII, se combinan sistemáticamente en el sistema colonial, en el de la deuda pública, en el moderno sistema impositivo y el sistema proteccionista. Estos métodos, como por ejemplo el sistema colonial, se fundan en parte sobre la violencia más brutal. Pero todos ellos recurren al Poder del Estado, a la violencia organizada y concentrada de la sociedad, para fomentar como en un invernadero el proceso de transformación del modo de producción feudal en modo de producción capitalista y para abreviar las transiciones. La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica. ” (p 940) El estado, en el sentido moderno de la palabra, está íntimamente ligado pues al capitalismo desde el nacimiento de ambos, de ahí su matrimonio de conveniencia mutua que ya tantos años dura y que por tanto requiere la abolición de ambos a la vez so pena de que, como ha sido la experiencia histórica posterior, se extienda indebida acta de defunción del capitalismo manteniendo, y reforzando, el estado, que deviene así en capitalista único. Es por ello que un análisis más preciso del capital no debería haber prescindido de considerar el de aquello que tan inseparable de él es: el estado. 85


“Con la disminución constante en el número de los magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todas las ventajas de este proceso de trastocamiento, se acrecienta la masa de la miseria, de la opresión, de la servidumbre, de la degeneración, de la explotación, pero se acrecienta también la rebeldía de la clase obrera, una clase cuyo número aumenta de manera constante y que es disciplinada, unida y organizada por el mecanismo mismo del proceso capitalista de producción. El monopolio ejercido por el capital se convierte en traba del modo de producción que ha florecido con él y bajo él. La concentración de los medios de producción y la socialización del trabajo alcanzan un punto en que son incompatibles con su corteza capitalista. Se la hace saltar. Suena la hora postrera de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados.” (p 953). Párrafo de enorme importancia en el que se fundamente la fe que los seguidores de Marx pusieron durante decenios en la inevitabilidad científica del fin del capitalismo por sus propias contradicciones. La clase obrera no solo no aumenta, a escala planetaria, sino que disminuye proporcionalmente respecto al conjunto de la población mundial y que además los mecanismos actuales del proceso capitalista de producción han conducido al aislamiento y la desunión con la reducción por la automatización de las fábricas y los diversos mecanismos de desmembramiento del modelo fabril decimonónico que Marx conoció, como la vuelta al trabajo domiciliario de muchos de los nuevos asalariados, la fragmentación en múltiples procesos separados de la producción de mercancías que unida a la tantas veces citada automatización reduce tanto el tamaño de las fábricas como el número de trabajadores que quedan en ellas y todo ello sin que suene ni de lejos la hora postrera de la propiedad privada capitalista. "El progreso de la industria, cuyo agente involuntario y pasivo es la burguesía, sustituye, con la unificación revolucionaria de los obreros por la asociación, su aislamiento provocado por la competencia. Al desarrollarse la gran industria, pues, la burguesía ve desaparecer bajo sus pies el fundamento mismo sobre el cual ella produce y se apropia de los productos. La burguesía, por consiguiente, produce ante todo a sus propios enterradores. Su ruina y la victoria del proletariado son igualmente inevitables... De todas las clases que hoy en día se enfrentan a la burguesía, sólo el proletariado es una clase realmente revolucionaria. Las demás clases degeneran y perecen con la gran industria, cuyo producto más genuino es el proletariado... Las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino, todos 86


ellos combaten contra la burguesía para salvaguardar de la ruina su existencia como clases medias... Son reaccionarios, ya que procuran que vuelva atrás la rueda de la historia." (Friedrich Engels y Karl Marx "Manifest der Kommunistischen Partei", Londres, 1848, pp. 11, 9.)” (Nota 252 en p 954) Interesante recordatorio para quienes hoy tratan de renegar que Marx hubiera dicho que la victoria del proletariado era inevitable. Confundir el deseo con la adivinación, y sobre todo cuando esta fracasa estrepitosamente, es seriamente contraproducente. ¿Será que los adivinos mismos no eran proletarios?.

Capítulo XXV. La teoría moderna de la colonización.

“Sin embargo, no nos concierne aquí la situación de las colonias. Lo único que nos interesa es el secreto que la economía política del Viejo Mundo descubre en el Nuevo y proclama en alta voz: el modo capitalista de producción y de acumulación, y por ende también la propiedad privada capitalista, presuponen el aniquilamiento de la propiedad privada que se funda en el trabajo propio, esto es, la expropiación del trabajador.” (p 967). Con estas palabras termina el libro primero de El Capital en la edición manejada y con ellas se pone de manifiesto la, al menos aparente, dificultad de demonizar la propiedad privada en abstracto pues hay a los ojos de Marx una propiedad privada capitalista fundada en la expropiación del trabajador y otra fundada en el trabajo propio y no en el ajeno. Hasta aquí el Libro I de la edición comentada.

“El capital libro I capítulo VI (inédito)” Hay también otro texto titulado “El capital libro I capítulo VI (inédito)” con traducción y notas también de Pedro Scaron y publicado igualmente por siglo XXI y del que usaré la tercera edición en español, primera en España de 1.973 y que también merece algunos comentarios. Debe notarse que aunque el traductor sea el mismo algunos de los términos que emplea son distintos de los que, por los motivos que explica el mismo en la introducción del texto

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principal ya comentado, utiliza en este otro, como es el importante caso de “plusvalía” que emplea aquí en ocasiones en vez del constante “plusvalor” empleado en la traducción del texto principal, que es posterior a esta. Dado que este texto no apareció hasta 1933 en que el IMEL de Moscú lo editó y tiene un carácter de recopilación de distintos materiales preparatorios haré comentarios al conjunto del texto sin más que citar la página en la que aparece el fragmento de que se trate. Si bien la cuestión del trabajo productivo/trabajo improductivo se ha tratado también el tomo I del Capital, es en este texto en el que se expone de manera más amplia y por ello sobre el que vamos a centrar nuestro análisis de esta trascendente cuestión. Dice Marx: “solamente es productivo aquel trabajo - y solo es un trabajador productivo aquel ejercitador de capacidad de trabajo - que directamente produzca plusvalía” (p 77) “todo trabajador productivo es un asalariado, pero no todo asalariado es un trabajador productivo” (p 80) esto se produce exclusivamente en el “proceso capitalista de producción” (p 83) pues el proceso capitalista de producción no es meramente producción de mercancías sino que “Es un proceso que absorbe trabajo impago, que torna a los medios de producción en medios para succionar trabajo impago" (p 84). Por ello debe relegar a formas de trabajo que no producen plusvalía a “formas de transición” (p 85). Veamos algunos problemas que presentan estas concepciones. Según lo expuesto quien no trabaje para un capitalista no puede ser un explotado porque no produce plusvalía, lo que nos lleva a la paradoja de que si un trabajador cuyo patrón sea el Estado y no el Capital no produce plusvalía y resulta que por el mismo trabajo material durante el mismo tiempo recibe un salario X y un trabajador que haga el mismo trabajo material durante el mismo tiempo y reciba el mismo salario pero cuyo patrón sea un capitalista habrá desaparecido la plusvalía, pues aunque no puedan o no quieran los marxistas cuantificarla (según las distintas versiones del llamado “problema de la transformación”, del que en última instancia depende la cuestión, que tienen distintos autores que se reivindican marxistas ) debe traducirse en un monto de dinero, el que sea, pero en ningún caso puede ser igual el salario a lo realmente producido por el trabajador. Como eso no puede ser posible en ninguna lectura que sea haga de Marx, habrá que deducir entonces que el asalariado “estatal”, por caso, tampoco recibe el producto íntegro de su trabajo 88


y que su patrón, el Estado, se debe estar apropiando de una parte del mismo, lo cual puede llamarse plusvalía, tratar de ocultarla con otro nombre o incluso negarla directamente como en los países del llamado “socialismo realmente existente” en los que como no hay propiedad privada y no hay capitalistas ya no hay extracción de plusvalía y todos viven felices y comen perdices. No es de extrañar pues que diga nuestro autor que “Casos similares (se refiere a aquellos en los que el producto no es separable del acto de producción, como médicos o docentes) no deben ser tenidos en cuenta cuando se analiza el conjunto de la producción capitalista” (p 89), claro, hay que desembarazarse de lo que no encaja en el esquema en vez de analizar si el problema es el esquema mismo, cosa harto problemática para Marx, pues aunque en sus días no era tan relevante cuantitativamente como en los nuestros sí tenía ya un papel relevante el Estado como patrón, y la cuestión de la relación del Estado con el Capital, aún siendo muy benevolentes con él, no podemos menos de decir que no es una de sus preocupaciones analíticas más destacadas. ¿Cómo entender entonces la cuestión del trabajo productivo? Pues solo cuando se tiene una visión global de la dominación del Poder se puede entender el entrelazamiento y la verdadera indisolubilidad conyugal que hay entre Capital y Estado, de lo que se deduce que no hay manera de oponerse de veras a uno sin oponerse igualmente al otro. He ahí la importancia política del asunto. Al igual que el Capital además de explotar económicamente al trabajador ejerce sobre él una dominación abiertamente política como legislador, juez y ejecutor directo de lo que le sucede durante el tiempo de trabajo e indirecto fuera de dicho tiempo, el Estado ejerce a su vez una función de explotador económico de sus trabajadores extrayendo también plusvalía y repartiéndosela entre sus propios cuadros y los capitalistas al igual que estos comparten también la que ellos extraen con quienes ocupan el Poder político como es harto conocido y cada vez más abierta y desvergonzadamente. Como el papel económico del Estado es despreciado por los análisis marxistas en general e ignorado por Marx, convendrá que expongamos algunos de los mecanismos principales a través de los que se lleva a cabo el proceso descrito. Como es sabido el Estado obtiene sus ingresos a través de los impuestos y de la deuda además de en ciertos, cada vez menos, casos mediante su actuación como productor directo de mercancías que vende en el mercado. A su vez produce servicios tales como seguridad, formación atención sanitaria, etc, que se incorporan directamente a la producción estrictamente

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capitalista de mercancías, pues sin ellos el capitalista estaría imposibilitado de producir y vender las suyas, tanto como lo estaría si no pudiera comprar a otros proveedores las materias primas o los equipos que requiere para la producción. Y el pago de esos servicios, que son al fin de la postre mercancías, pues se compran y se venden en el mercado, todo lo particular que se quiera pero mercado, no se olvide que los monopolios son parte también de ese mercado, y por ello se pagan a través de los impuestos, pago por cierto, que como es sabido se hace en condiciones harto favorables para los capitalistas que se benefician así de lo que podríamos llamar una plusvalía indirecta de la que se apropian por dicha vía impositiva. Por parte de la deuda la cosa es aún más clara, pues aquí el Estado opera exactamente igual que cualquier empresa con la diferencia de que se produce una nueva transferencia de lo que hemos denominado plusvalía indirecta al Capital, ya que el servicio de la deuda, se paga con cargo a impuestos por una parte y con cargo a las espaldas de los más desfavorecidos como es de sobra conocido y criminalmente experimentado por estos en multitud de países en la actualidad. Y respecto de la escasa, pero aún presente, producción directa de mercancías a través de las empresas estatales que aún quedan, y aunque no debería ser necesario aprovechamos para señalar que “Estado” comprende todos los ámbitos que caen dentro del sentido amplio del término, sean estos locales, regionales, institucionales o nacionales, la única diferencia es obviamente la forma de reparto de la plusvalía resultante. El Estado es por lo tanto en el sentido expuesto una empresa capitalista más que extrae plusvalía en forma monopolística o cuasimonopolística y la distribuye entre al bien avenido matrimonio que forma con el conjunto de los capitalistas, los cuales además incluyen entre sus costes de producción las cantidades con las que gratifican directa o indirectamente a los gestores del Estado bien durante su mismo mandato, bien tras terminarse este con el conocido mecanismo de las “puertas giratorias”, que sirve, recuérdese, también para que los capitalistas pasen a gestionar directamente el Estado además de para que los gestores del Estado pasen a gestionar los negocios del Capital. Por último señalar a este respecto que, al igual que hay empresas multinacionales también hay formas estatales equivalentes de ámbito multinacional que operan con los mismos esquemas señalados (FMI, Banco Central Europeo, etc).

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Aunque Marx no conoció nada propiamente semejante y por ello no se le puede reprochar obviamente su desatención al fenómeno, conviene referirse también a las entidades de la llamada “economía social” como las ONGs, por ejemplo, que aunque pudieran tener un cierto antecedente en las organizaciones caritativas de los tiempos de Marx no tenían la entidad de las actuales. Dichas entidades también operan en lo económico como las empresas capitalistas desde el reclutamiento de sus ejecutivos en los mismos medios y con los mismo esquemas de las empresas capitalistas clásicas, al uso de sus mismas técnicas de marketing o al empleo de personal asalariado. Se nos podrá objetar que aquí no hay extracción de plusvalía, pero nuevamente no hay que dejarse engañar por las apariencias, pues el trabajo no remunerado se produce abiertamente y además en su totalidad en el caso de los voluntarios que no cobran ninguna cantidad y en los que sí cobran estamos en un caso reducible al del Estado que ya hemos expuesto. Además, y puesto que buena parte de los fondos, esto es capital, de que disponen estas entidades proviene del Estado se aplican a esa parte los mismos razonamientos expuestos. Otra parte de su capital procede del conjunto de los trabajadores que contribuyen a financiar así el bálsamo que se aplica a los últimos eslabones de la cadena de dominación para justificar la bondad de no ocuparlos por parte de los donantes y a mitigar las posibilidades de alzamiento de los parias. Otra parte de los ingresos de tales organizaciones, igualmente pequeña en general como en el caso del Estado, proviene de actividades directamente productivas con la fabricación o al menos comercialización de diversos productos a los que se aplican obviamente las reglas de la producción capitalista mayoritaria. Y cabe señalar por último que la plusvalía obtenida se dedica a la acumulación de capital por una parte, nótese la gran similitud con las empresas multinacionales de las más potentes ONGs en cuanto a disponibilidad de medios materiales y capacidad de operar de forma inmediata en cualquier punto del globo, y por otra a la remuneración de sus ejecutivos, además del efecto de puertas giratorias de que disfrutan los mismos tanto en relación a los aparatos estatales como a los empresariales, y eso sin hablar de los beneficios extraeconómicos impresentables pero operantes y desgraciadamente tan de actualidad en el final de esta segunda década del siglo XXI. Sirva este breve comentario sobre estas instituciones para tratar de desvanecer las ilusiones que algunos modernos marxistas, como los de la llamada escuela postsoviética de marxismo crítico del entorno de la 91


Universidad Estatal Lomonosov de Moscú (puedes consultar Aleksandr Buzgalin and Andrey Kolganov. Cambridge Journal of Economics 2014, doi:10.1093/cje/beu080) , que creen ver en este tipo de agentes económicos signos del comienzo de un nuevo modo de producción postcapitalista. Parece que tantos años de socialismo realmente existente en el que han vivido no les han servido para no dejarse engañar por las apariencias. “Incluso si tenemos en cuenta la relación meramente formal – la forma general de la producción capitalista, compartida tanto por su modalidad menos como por su modalidad más desarrollada - , los medios de producción, las condiciones objetivas de trabajo, no aparecen subsumidos en el obrero, sino éste en ellas. El capital emplea el trabajo (Capitals employs labour). Ya esta relación [es], en su sencillez, personificación de las cosas y reificación de las personas.” (p 96). Muy interesante y certera comprensión de Marx de un fenómeno no por abstracto menos relevante y que en nuestros días ha cobrado una importancia aún mayor. La constitución del Dinero, como capital, en nueva forma de Dios verdadero es la que opera el milagro de esa transformación en cosas de los humanos y en humanos de las cosas. “el trabajo directamente social se iguala y se evalúa en el trabajo medio de numerosos individuos cooperantes. Este trabajo sólo vale en cuanto parte alícuota del trabajo recaído en ella y estimado idealmente. En la determinación de precios de la mercancía individual se presenta como mera parte ideal del producto total en que se reproduce el capital.” (p 115). Dada la ingente cantidad de tinta que ha producido el llamado “problema de la transformación” convendrá dejar el análisis más detenido del mismo para otro lugar, pero dejemos anotado aquí el planteamiento básico del carácter “ideal” que tiene para Marx la base del problema. “Antes que la mercancía pueda circular , su valor de cambio debe transformarse en precio” (p 131). “El salario como precio total del trabajo medio cotidiano, contradice el concepto de valor . Todo precio ha de ser reducible a un valor ya que el precio en sí y para sí es tan solo la expresión monetaria del valor” (p 148) Hasta aquí los comentarios a este capítulo VI y al Tomo I de El Capital. Casi por seguir al propio Marx en cuanto a la publicación de su obra dejamos pendientes los Tomos II y III de los que ya estamos ocupándonos y confiamos en que podamos presentarlos, al contrario que él, antes de nuestro pese a la mayoría.

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Síntesis de mis aportaciones A modo de síntesis muy esquemática de lo que considero más relevante de mi concepción del Capital y el Estado, a pesar de que pienso que puede deducirse de lo que he venido exponiendo hasta aquí, diré que: -El Capital es dinero destinado a su reproducción ampliada en beneficio de sus poseedores, capitalistas puros, y controladores, gestores empresariales y gestores estatales que conforman las clases dominantes, esto es el Poder -El Capital y el Estado son un matrimonio indisoluble imprescindible para el funcionamiento del sistema -El Capital actualmente opera sobre las cosas disponibles en el globo terráqueo y aledaños y no es más que una de las múltiples caras del Poder -Las cosas disponibles, como la energía, ni se crean ni destruyen, solo se transforman en el proceso productivo -El dinero no representa más que la cuantificación proporcional de las cosas sobre las que las clases dominantes, poseedores y controladores del Capital, ejerce su dominación, esto es el Poder -Las Relaciones de Poder se basan en esa proporción sobre la que se ejerce el dominio efectivo y la lucha por ampliar el porcentaje de dominio en el seno de las clases dominantes es el motor de la historia quedando las clases dominadas reducidas al papel de comparsas de las distintas facciones de las clases dominantes -La obtención de control efectivo, esto es, las decisiones sobre qué se produce, cómo se produce y cómo se reparte, sobre un porcentaje mayor de cosas se realiza en cualquier momento del ciclo económico, el tiempo que media entre el inicio de un proceso productivo y su finalización con la obtención de la reproducción ampliada del capital, y por cualquier medio -Los dos instrumentos básicos del ejercicio del Poder son el miedo y la mentira -Las consecuencias políticas más relevantes de lo anterior para las clases dominadas son:

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*no se puede separar la lucha contra el Capital de la lucha contra el Estado, la lucha es contra el Poder *las luchas de las clases dominadas por mejorar su posición relativa, que se traduce exclusivamente en el consumo de una cantidad mayor de bienes y servicios que la que activa la lucha, no solo no pone en peligro el sistema sino que lo refuerza, y a pesar de que no deja de ser comprensible la búsqueda de una mejora relativa, lo esencial es la lucha por la destrucción de las Relaciones de Poder *combatir el miedo y la mentira debe ser el eje prioritario sobre el que articular una deseable, que no garantizada, destrucción del Poder

Bibliografía La relación de obras que se citan comprende el conjunto de las que estoy utilizando en diversos textos en preparación sobre cuestiones relativas al sistema capitalista y su interés específico para este libro varía de unas a otras, pero he decidido relacionarlas de modo general pues considero que pueden ser útiles algunas referencias para otras personas interesadas en estas cuestiones. Como no dispongo de tiempo suficiente en este momento debo postergar el ofrecer algún comentario breve sobre cada una de las referencias bibliográficas, como me parece que sería más útil, para que puedas tener algún elemento que te permita optar por unas u otras. Por ello ofrezco de momento solamente comentarios para algunas de las referencias. Si me es posible los completaré en posteriores ediciones. Opto por la expresión “libro” cuando la obra tiene ese carácter, tanto si es en formato papel como en versión digital. Opto por la expresión “artículo académico” para traducir lo que en inglés se denomina “paper” en dicho ámbito, independientemente de que se haya publicado en revista estrictamente académica o de entidad similar y en formato papel o digital. Opto por la expresión “artículo” para indicar un texto de publicación no académica en formato papel o digital. Nota sobre algunas publicaciones periódicos: La Monthly Review es una revista publicada en los EE.UU. de orientación marxista debida al empeño de Paul Sweezy y Paul Baran. La New Political Economy es una revista académica revisada por pares en el área de Economía Política Internacional con una 94


combinación de autores de la economía clásica y analítica. La History of Political Economy es una revista de la Duke University Press centrada en la economía y la historia del pensamiento y el análisis económicos. El Cambridge Journal of Economics es una revista académica de economía revisada por pares con textos afines a Karl Marx, J. M. Keynes, Michał Kalecki, Joan Robinson y Nicholas Kaldor. La American Economic Review es una revista trimestral de economía, publicada por la Asociación Estadounidense de Economía. El Boletín de Investigación Económica es una revista académica trimestral revisada por pares sobre economía, econometría e historia económica publicada por John Wiley & Sons. Speculum: A Journal of Medieval Studies es una revista académica trimestral publicada por la University of Chicago Press en nombre de la Medieval Academy of America. Trabajo y Sociedad es un espacio de las ciencias sociales para la publicación de artículos y textos sometidos a arbitraje académico publicada por el Instituto de Estudios para el Desarrollo Social (INDES) de la Universidad Nacional de Santiago del Estero (UNSE) de Argentina. Economic Inquiry es una revista académica revisada por pares publicada en California por Wiley-Blackwell en nombre de la Western Economic Association International. Crítica: Journal of Socialist Theory es una revista académica marxista publicada por la Universidad de Glasgow por el Centro para el Estudio de la Teoría y los Movimientos Socialistas de inspiración trostkista. El Journal of Law and Economics es una revista académica publicada por la University of Chicago Press. La New Left Review es una revista política de izquierdas, fundada en 1960 en el Reino Unido editada en inglés y de orientación marxista originalmente y editada en español actualmente por el Instituto 25M ligado al partido Podemos. Como la edición de este libro es digital empleo para comodidad de quienes quieran consultar los textos en la red la dirección tal como se encuentra en el navegador. Como sabes las cosas en la red son muy volátiles, también los libros y las revistas físicas pueden ser difíciles de encontrar, pero estas referencias pueden ser un punto de partida que ayude a su localización. La indicación “acceso restringido” se refiere a que las páginas en las que se encuentra el recurso no son de acceso libre, sino que requieren pago, suscripción personal o institucional para su acceso. Un ejemplo claro del conocimiento como mercancía.

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https://www.imf.org/en/Publications/WP/Issues/2018/03/05/How-Well-DoEconomists-Forecast-Recessions-45672 Estudiando pronósticos de recesión de economistas para 62 países de 1992 a 2014 se destaca su incapacidad para detectarlas a tiempo y en su magnitud correcta.

Nota final:

Como este texto ha sido concebido para su uso en formatos digitales y no tiene carácter definitivo sino que tengo la intención de modificar cuanto sea necesario cada vez que me sea posible, iré disponiendo las sucesivas versiones digitales en la página web https://felixazoe.wordpress.com/, aunque como las cosas en Internet cambian y puede que desaparezca esta referencia pretendo estar disponible en la dirección de correo felixazoe@gmx.es, y en caso de que eso tampoco funcione intenta probar a buscar Félix Azoé a ver si hay suerte. Esta es la primera edición, dada a la luz pública en diciembre de 2018.

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