Mayo del 68, hace tan sólo cinco décadas...
Si me resisto a hablar de Mayo del 68 desde cualquier otro lugar que no sea el de la pasión es porque Mayo fue algo así como un torrente. Un torrente emocional, afectivo, político, que nos arrastró con una fuerza increíble. De hecho, transformó para siempre, y en muy poco tiempo, a muchísima gente, como por ejemplo a la entrañable Emma Cohen quien afirmó, años más tarde, que para ella: “Mayo, nunca concluyó del todo”, y debo decir que para mí tampoco. Aunque se contaron por miles las personas que entonces resultaron heridas, y algunas lo fueron de gravedad, la suerte quiso que los muertos fuesen muy pocos. Sin embargo, cuando aquella efervescencia remitió, fueron bastantes más quienes no soportaron tener que renunciar a las promesas de Mayo, y no pudieron resignarse a regresar a“la normalidad”. Así que dejaron que se les escapase la vida, cada cual a su manera, en los meses, o en los años inmediatamente posteriores. No pretendo dramatizar, pero ese hecho nos permite intuir cuál fue la pasión que despertó Mayo del 68, cuál fue la intensidad de las vivencias que suscitó, y la potencia de los sueños que logró despertar. Mayo fue, ciertamente, un fenómeno heterogéneo, múltiple... Múltiple porque existen varios Mayos en cada uno de sus momentos, y porque
1