Discurso pedro correa

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Discurso pronunciado por Don Pedro Correa Opaso, Presidente de la Fundación Balmaceda

Señora Raquel Correa Prats, autoridades, familiares de la señora Correa, Directores de la Fundación Presidente Balmaceda, señoras y señores: La Fundación Presidente Balmaceda, ex Club José Manuel Balmaceda, se yergue hoy día como la más antigua academia de estudios políticos y sociales del país. En efecto, ella fue fundada en el año 1916, gracias a una cláusula testamentaria de don Elías Balmaceda Fernández, hermano del Presidente José Manuel Balmaceda, con el propósito de mantener vivo el ideario liberal, ideología que inspiró el pensamiento y la gestión del Presidente Balmaceda. Es así como en la actualidad la Fundación realiza permanentemente análisis de la realidad chilena desde la perspectiva liberal y efectúa diversas actividades tendientes a difundir estos principios, principalmente en los sectores jóvenes secundarios y universitarios. Desde el año 2000, anualmente, esta Fundación otorga el premio “A la Libertad” a aquellas personas que como nosotros defienden la libertad, a aquellas personas que con su acción defienden y fomentan el principio de LA LIBERTAD, pilar maestro del sistema democrático. Permítame señora Raquel un exordio para entender mejor porque UD. es objeto de homenaje por parte de la Fundación Balmaceda. En el año 1868, antes que alcanzara la Presidencia de la República, Balmaceda decía: “Desde lo íntimo de mi conciencia de hombre y de ciudadano, pido, señores, la libertad de prensa, amplia, completa. Y la pido, porque la palabra escrita es, a mi juicio, el agente universal del desarrollo y de la perfectibilidad humana. Libremente manifestada, llega a todas partes, recorre todos los círculos sociales, los ilustra, los eleva, los engrandece. Para mi la palabra escrita es ese río de que habla el Apocalipsis...poner diques a su corriente, es encadenar la libertad del pensamiento, de la idea, que elabora la verdad por medio de la discusión, del libre examen; es poner barreras al progreso moral, a la industria, al mejoramiento político, a todo conocimiento humano...”. Esto es parte de su discurso pronunciado en el banquete ofrecido por el Club de la Reforma en Honor de la Prensa Independiente, el 27 de septiembre de 1868. Nuestra Constitución Política de la República consagra en la frase inicial de su artículo 1° que “Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos y en artículos posteriores regula diversas especies de libertad, tales como la libertad personal, de conciencia, religiosa, de enseñanza, de trabajo, de adquisición de bienes y de emitir opiniones y de informar, sin censura previa, en cualquier forma y por cualquier medio. Es esta última faceta de la libertad la que nos interesa desarrollar en este acto. La ley n° 19733, del 4 de junio de 2001, legisla sobre las libertades de opinión y de información y sobre el ejercicio del periodismo, la que explicita la norma constitucional en cuanto a que la libertad de emitir opinión y de la de informar, sin censura previa, constituye un derecho fundamental de todas las personas. Agregando que su ejercicio incluye no ser perseguido ni discriminado a causa de las opiniones, buscar y recibir informaciones, y difundirlas por cualquier medio, sin perjuicio de responder de los delitos y abusos que se cometan, en conformidad a la ley.


Desde ya debemos precisar que, según los tratadistas, la libertad de expresión comprende la libertad de opinión, de pensamiento y la libertad de dar y recibir información. La libertad de expresión se destaca a nivel universal reconociéndosele en numerosos instrumentos internacionales, como lo son la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, la Convención Americanas sobre Derechos Humanos, la Resolución 59 de la Asamblea General de Naciones Unidas, la Resolución 104 adoptada por la Conferencia General de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, entre otros. En consecuencia, insertos como estamos en un mundo globalizado la legislación aplicable a la libertad de expresión excede ampliamente los límites de nuestras fronteras siendo exigibles en nuestro país todas las normas contenidas en los Tratados Internacionales ratificados por Chile y su Congreso Nacional. En Latinoamérica, el ejercicio de la libertad de expresión ha cobrado singular importancia. Es así, como ya, en 1819, Simón Bolivar señalaba, en la línea de las corrientes constitucionalistas españolas que “el derecho de expresar sus pensamientos y opiniones de palabra, por escrito o de cualquier otro modo, es el primero y más inestimable don de la naturaleza. Ni aún la propia ley podrá jamás prohibirlo.” La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 contiene un axioma bien conocido: “La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no daña a otro; el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no debe interferir aquellos que aseguran a los otros miembros de la Sociedad el disfrute de los mismos derechos.”. Este principio jurídico ha sido refrendado, en el siglo XX, por el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, del 10 de diciembre de 1948, que proclama: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas sin limitación de fronteras, por cualesquier medio de expresión .” A las precursoras y preclaras expresiones de Bolívar le siguen en Latinoamérica numerosas Convenciones, Conferencias y Declaraciones que reafirman, cada vez con criterios más amplios, la defensa, validez e importancia del derecho a la libertad de expresión así como la libertad con que deben imprimirse, operarse y circular los distintos medios de comunicación. Especialmente para una mentalidad latina, como la nuestra, la libertad de expresión resulta ser un derecho fundamental; quizás el más fundamental de todos, pues sin él no hay libertad ni democracia y es de la esencia también para el respeto y la promoción de los derechos humanos, pues sin la posibilidad de opinar libremente, de denunciar injusticias y de clamar cambios – el hombre está condenado a la opresión. Esto se expresa con claridad en el Preámbulo de la Declaración de Chapultepec del año 1994, al decir: “Sin libertad no puede haber verdadero orden, estabilidad y justicia. Y sin libertad de expresión no puede haber libertad. La libertad de expresión y de búsqueda, difusión y recepción de informaciones sólo podrá ser ejercida si existe libertad de prensa. “Sabemos que no toda expresión e información pueden encontrar acogida en todos los medios de comunicación. Sabemos que la existencia de la libertad de prensa no garantiza automáticamente la práctica irrestricta de la libertad de expresión. Pero también sabemos que constituye la mejor posibilidad de alcanzarla y, con ella, disfrutar de las demás libertades públicas.”


Lo que complementa, diciendo: “No hay personas ni sociedades libres sin libertad de expresión y de prensa. El ejercicio de ésta no es una concesión de las autoridades; es un derecho inalienable del pueblo.” No obstante, el absolutismo que pareciere desprenderse del uso del ejercicio de la libertad de expresión, los estados tienden a imponerle algunas restricciones entre las cuales se encuentran las que dicen relación con el honor de las personas, de las instituciones y con el derecho a la vida privada de las personas, valores éticos que también están protegidos por los Tratados Internacionales. El ejercicio de la libertad de expresión, en los últimos años, ha sufrido una revolución con el advenimiento de la sociedad de la información y el conocimiento. En efecto, nos encontramos a las puertas de nuevas y diversas culturas sociales que se complementan, potencian o cambian las preexistentes. Una revolución tecnológica, comunicacional, social y humana sin precedentes en la historia. Esto se produce con la combinación de la informática y las comunicaciones, lo que conecta a los seres humanos de maneras que cambian sustancialmente su forma de relacionarse permitiendo crear estructuras y organizaciones antes inimaginables. Valga este exordio introductorio para hacer resaltar la trascendencia e importancia que tiene el periodismo y los profesionales que lo ejercen, principales artífices y conductores de la libertad de expresión. Son ellos quiénes forman opinión pública, quiénes influyen a que ésta cumpla finalidades que permitan forjar sociedades más avanzadas y democráticas. De la trascendental misión que cumple el periodista fluye la enorme responsabilidad que le asiste, la que sólo podrá cumplirla con eficacia y eficiencia si su persona está dotada de condiciones morales y éticas que la distingan y que le permitan discernir con la verdad el bien del mal y las metas que trata de lograr con el ejercicio de su acción. A lo anterior debe sumarse, por cierto, una capacidad e inteligencia que oriente su ejercicio profesional con respeto a las limitantes que la libre expresión exige para no dañar al prójimo. Chile en las últimas décadas del siglo XX tuvo crisis institucionales de su sistema democrático que terminaron por avasallarlo por un largo período, limitándose, en consecuencia, como es propio la libertad en general y la de expresión, en particular, lo que nos confirmó que éste es quizás el más fundamental de todos los derechos, pues sin él no hay ejercicio de la libertad ni de la democracia. Especialmente en lapsos críticos como el mencionado cobran singular importancia aquellas personas que, sobrepasando las limitaciones existentes, con especial fuerza, criterio y valentía, son capaces de alimentar a la opinión pública con informaciones. Estos, profesionales a la larga, permiten formar y orientar conceptos, dar líneas directrices, que van creando conciencia del régimen de facto autoritario y despiertan opciones libertarias de reemplazo. Una de esas personas, sin duda la más importante, fue Raquel Correa Prats, a quién la Fundación Presidente Balmaceda distingue en el día de hoy. Esta destacada periodista es hija de don Alfredo Correa Armanet y de doña Marta Prats. Estudió en el Colegio de las Monjas del Sagrado Corazón y en la Academia de Teatro, Psicología y, finalmente, periodismo, en la Universidad de Chile, de donde egresó en el año 1959. Por el lado de su madre es tataranieta de don Andrés Bello, lo que constituye para ella un gran orgullo.


Enviudó en el año 2002, después de 40 años de feliz matrimonio, del agricultor don Eduardo Amenábar, lo que le ha obligado a asumir y desarrollar actividades agrícolas desde entonces. Según confiesa de si misma en entrevistas concedidas: que individualmente es sumamente tímida, nadie le cree, pero dice, se muere de susto y se lo cree porque lo vive. En la vida social se considera una nulidad, en cambio en la vida profesional algo la posee, para que decir si se encienden las luces y hay una cámara delante, tiene que estarse frenando, porque realmente se desboca. Agrega que tiene una personalidad fuerte, porque siendo la octava de doce hermanos desde muy chica descubrió que había que imponerse para sobrevivir, y entonces decidió imponerse. Porque hablar en la mesa, lograr proponer ideas, lograr ser escuchada cuando se es la octava de doce hay que imaginárselo dice, sobretodo cuando tenia hermanos hombres que le tomaban el diario de vida, que se reían de ella, que cuando estaba en la pubertad la imitaban porque se enrulaba el pelo, cuando era chica dice, que pescaba sus bártulos y se metía dentro del closet para sentirse en su mundo propio. Tan pronto egresa de la Universidad, Raquel colabora en decenas de medios de prensa, televisión y radios, destacándose su participación en la Revista Entretelones, junto a Hernán Millas. Ha expresado su predilección por el Reportaje y por el periodismo de investigación. A través del reportaje busca sonsacar del entrevistado, principalmente, lo que es, lo que piensa y lo que proyecta hacer o lo que hace. Tiene conciencia esta periodista del enorme poder que tiene, en un mundo conducido por la comunicación, para apoyar su transformación. Entre 1975 y 1977 vive su momento más crítico al ser despedida de TVN y de la Revista Vea, de la cual era su directora. Apareció en listas negras del régimen militar y sufrió persecución dado su incisivo trabajo. Ella cuenta que “el despido se produjo porque en el año 1975 entrevistaba a Rafael Cumsille, que había sido uno de los más destacados defensores del gobierno militar y que, pese a ello, había adquirido una postura muy crítica frente a la política económica, Cumsille, durante esa entrevista se desbocó contra Sergio de Castro, contra las autoridades económicas, y ella no pudo controlarlo. Esa misma tarde la echaron y, por supuesto, sin derecho a replica. Ese despido la mantuvo alejada del periodismo activo por cerca de dos años, lo que le produjo una angustia tan grande que pensó en autoexiliarse profesionalmente, pero se dio cuenta que el periodismo es el gran amor extrahumano de su vida. El 23 de agosto de 1991 recibió el Premio Nacional de Periodismo de manos del entonces Ministro de Educación, don Ricardo Lagos Escobar, transformándose en la segunda mujer periodista en obtenerlo, después de Lenka Franulic, en el año 1957, quién fuera su profesora universitaria. En la ocasión defendió que el ejercicio del periodismo fuera de competencia exclusiva de profesionales universitarios. En la actualidad, después de cuarenta años de carrera y más de 25 desenhebrando los hilos del poder, cada domingo escribe en el cuerpo D del Diario El Mercurio su entrevista a un personaje de actualidad. Como se sabe estas entrevistas son de tal envergadura que suelen generar consecuencias políticas y comentarios obligados en los días y semanas siguientes. La dedicación que le presta a su hijo Juan, de 40 años de edad, quién padece una enfermedad, que le exige su atención, le ha llevado a realizar parte importante de su trabajo en la casa. Raquel Correa es ampliamente respetada en el ámbito político y periodístico por su intachable sujeción a principios y a la ética profesional.


Al respecto ella ha dicho : Que cultiva la independencia como una virtud fundamental como periodista. Cree que la independencia verdadera es muy difícil, realmente. Por eso que en rigor no es totalmente neutral, trata de serlo, y en ese empeño, dice, se ha pasado su vida profesional tratando de darle a cada cual lo que corresponde al margen de las simpatías humanas que uno pueda tener o de las aproximaciones intelectuales o ideológicas. Ha manifestado que: el periodista tiene que ser libre de presiones, de intereses, de capillas, de partidos políticos, de gobiernos, incluso de sus propias ideas. Así nadie a uno lo puede manejar. Confiesa que ella trabaja sola, muy sola. Fundada en estas concepciones considera que “el periodista no debe hacer relaciones públicas y, si las hace, que abandone el ejercicio de la profesión.” Por esto en su esquema periodístico plantea la objetividad como un anhelo, no como un hecho absoluto, pero afirma que cuando habla de objetividad se refiere al apego a la verdad. Habría que hablar más con veracidad que con objetividad. Mientras más nos apeguemos a la objetividad, más veraces somos, afirma. Defiende el que la carrera de periodista sea ejercida solamente por profesionales, sostiene que “el periodista requiere de técnicas, herramientas, preparación en lo ético, profesional, cultural, que debe darse en los más altos niveles y para eso es la universidad.”. Sin embargo, hoy día, le preocupa la proliferación de escuelas de periodismo, que salgan más de quinientos periodistas por año. Cree indispensable exigir mayor excelencia y equipamiento en las Escuelas de Periodismo. Ella no duda en señalar que ha alcanzado el nivel en el que sobresale “por esfuerzo, por puro esfuerzo”, incluyendo en él “el no cejar, perseverar, trazarse una línea y no separarse de esa línea nunca; preparar bien el trabajo, concienzudamente, ser realmente confiable”. En realidad un hecho que destacan todos sus entrevistados así como quienes trabajan con ella es el arduo trabajo de preparación, de recolección de información y de estudio de todos los personajes a quienes entrevista. En sus principios no claudica y así muy decididamente manifiesta que la responsabilidad de la prensa frente a la democracia es hacer un periodismo muy serio, muy independiente, muy libre. Aquellos que le señalan que “hay que defender la democracia” ella les contesta diciendo que los niños necesitan niñeros, los países no. A fines de 1989, Raquel Correa, junto a Elizabeth Subercaseaux, escriben un libro – documento, titulado “Ego Sum Pinochet”, una entrevista profunda y humana a quién, precisamente, jamás pudieron entrevistar mientras fue gobernante, y que constituye hoy una lectura obligada para todos aquellos que quieren incursionar en ese período. En realidad para compenetrarse de la rica personalidad de nuestra homenajeada es necesario incursionar en profundidad en su vasta vida periodística y en su compleja preparación humana. Sólo así podremos comprender y apreciar su importancia en la formación de la opinión pública que nos condujo a la recuperación de la democracia. Durante muchos años con prudencia, astucia e inteligencia esta periodista, nos mostró personajes, pensamientos e ideas que, siendo determinantes en la conducción del Estado, no podían ser objeto de análisis por la opinión pública de ese entonces. Es así como periodistas, como Raquel Correa Prats, cumplieron, durante el largo período no democrático de Chile, un rol informador de inestimable importancia, tanto nacional como internacional, para que la Nación toda pudiera aquilatar tanto los valores como los defectos del equipo gobernante, lo que permitió, a su vez, aglutinar fuerzas opositoras que pudieron fundamentar sobre bases reales su accionar político.


Esto que hizo Raquel Correa durante la dictadura, lo efectuó también en el período político previo, incluyendo los tres últimos gobiernos democráticos, lapso en el cual, valiéndose de sus entrevistas y de su participación en programas de radio y televisión, advirtió de los graves vicios políticos e institucionales que se estaban produciendo y las consecuencias que ellos podrían traer consigo para el imperio de la libertad y el sistema democrático en Chile. Luego de haber esbozado la recia personalidad y acendrado espíritu libertario y democrático de Raquel Correa resulta fácil comprender como actuando siempre, humildemente desde un segundo plano, logró realizar sus sueños profesionales de influir en forma tan importante y decidida en la marcha política del país, siempre en defensa de la libertad y la democracia. Por todos estos antecedentes el directorio de la Fundación Presidente Balmaceda, que tengo el honor de presidir e integrado por los señores Germán Riesco Zañartu, Adolfo Ballas Azocar, Tomás Puig Casanova, Hugo Zepeda Coll, Patricio Rosende Lynch , Francisco Matte Langlois, Luis Alberto Fernández Leon y Oscar Godoy Arcaya, acordó, por unanimidad distinguir a la señora Raquel Correa Prats, con el premio A la Libertad año 2003. Este premio se otorga, como lo dijimos, anualmente, para distinguir a aquellas personalidades, que en una forma u otra, contribuyen al fortalecimiento de la libertad y la democracia en Chile. Raquel Correa Prats contribuye, en forma muy valiosa, al desarrollo de la libertad en Chile para que éste país se transforme en un una nación estable, organizada y respetable, razón por la cual cumplo, en nombre del Directorio de la Fundación Presidente Balmaceda, en entregarle esta estatuilla emblemática de la libertad, esculpida por Pilar Landereche, que busca sopesar, con corazón abierto, la libertad y el progreso. Señora Raquel, le agradezco por ser periodista, pero sobretodo por ser esa gran periodista que defiende el sentido de la libertad que esta fundación hace años promueve.

Muchas gracias Raquel. PEDRO CORREA OPASO SANTIAGO, 22 DE ABRIL DE 2004.


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