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l Un homenaje al maestro Juan Calzadilla y su poética integral. Félix Hernández

Un homenaje al maestro

Juan Calzadilla y su poética integral

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Por Félix Hernández

El 17 de mayo del 2020, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, decretó en el Centenario del Nacimiento de Aquiles Nazoa (Caracas, 17 de mayo de 1920-Maracay, 25 de abril de 1976), el primer Día Nacional de la Poesía, ocasión propicia para homenajear la figura del popular humorista, poeta, comunicador y cronista. Nazoa, fue declarado Portador Patrimonial de la Cultura de Venezuela, además de concedérsele, post-mortem, el Diploma de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad en su modalidad Patria es Humanidad. La efemérides también fue acompañada por la conmemoración del noventa aniversario del poeta, crítico de arte, curador, promotor cultural y dibujante Juan Calzadilla (Altagracia de Orituco, Venezuela, 16 de mayo de 1930), una de las figuras cimeras de la poesía venezolana (Premio León de Greiff al Mérito Literario, Colombia, 2016; Premio Nacional del Libro, 2016; Premio Nacional de Cultura, Mención Literatura, 2017) y Premio Nacional de Artes Plásticas, en 1996. Se le otorgó el reconocimiento Orden Francisco de Miranda en su Primera Clase, por su destacada labor artística y cultural en la nación. La interdisciplinariedad asumida en su actividad creadora por este representante y uno de los fundadores de El Techo de la Ballena, constituye un ejemplo de lo que en el universo de la estética se conoce por el término de poética, denominación actualizada en el Romanticismo para hacer referencia por extensión a todas las artes, para rebasar con ello el ámbito propio de la poesía al que pertenecía en la antigüedad.

En este sentido, es oportuno destacar que a partir del Romanticismo las poéticas, en un cambio de orientación, propugnaron la reflexión práctica del artista sobre sus propios lenguajes, trasladando su atención a los medios y posibilidades de expresión de que dispone y los objetivos que se proponen lograr, por lo que “la obra artística, elevada a un centro activo de la reflexión creadora, se convierte en la premisa de la metáfora de los ‘lenguajes artísticos’, declarados en nuestro siglo los nuevos dominios de la investigación estética y la experimentación artística”.

En el siglo XX, es a Paul Valery al que se atribuye uno de los primeros intentos argumentativos en lo que respecta el desplazamiento de sentido que venía experimentando, históricamente, el término poética. El crítico y teórico francés propuso un acercamiento fragmentado

al hecho creador por la necesidad de estudiar sus inatrapables dimensiones, sintonizando con los adelantos rupturistas de las vanguardias artísticas del siglo XX y sus discursos de vocación antiestética, como el que produjo el Formalismo ruso y el Constructivismo a principios del siglo XX, dos de los primeros movimientos que proponen una “crítica de los lenguajes”, en pro del mismo lenguaje artístico, concretando con ello la aspiración adelantada por el Romanticismo de expandir los límites impuestos al arte. Valery, manifiesta que las obras del espíritu, dentro de las que cuenta el arte, solo existen en actos, tanto de parte del que las crea como del que las interroga; funciones ambas que median entre el deseo y el acontecimiento y son puestas en escena por medio de la voluntad, y así hasta el infinito que constituye el acto de crear, acción indefinible que inaugura un nuevo estado del ser.

Así entonces, la idea de

Sin título, de la serie de la letra al signo, 1971 Tinta sobre papel Colección: FMN-GAN

suministrar reglas positivas y no restrictivas a la actividad artística están en el origen de las poéticas a partir del Romanticismo, una regulación que parte de la necesidad de interrogar sobre el comportamiento del artista a la hora de producir una obra de arte, a la vez que preguntarse qué determina que un artista sea un artista y no un productor de objetos decorativos cualquiera, por lo que la idea de poética atañe a la producción consciente de arte, como actividad organizada que responde a la autonomía del artista mismo, responsable solo ante sí mismo, sus pares, su público o su arte, lo que lo convierte en productor de ciertos actos de invención que obedecen a una intencionalidad artística nacida de una particular visión de mundo y unos valores. Por ello, el hacer del acto creador tiene su origen en el propio artífice, como productor de un proyecto o idea, donde el artista es la causa del arte; en fin, acto de tener consciencia de tender a hacer arte, además de la necesidad de que esa condición sea reconocida socialmente. De manera que, el valor de la expresión como responsabilidad del autor en la producción de su libertad creadora, en otras palabras, la expresión de sí mismo, conlleva a la voluntad de estilo. Este cuerpo de ideas, propio del desplazamiento de significado que vivencia el concepto de poética en el siglo XX, fue no solo del uso exclusivo del artista sino que constituyó parte de

los itinerarios, relatos o narrativas de críticos, comentaristas y analistas de la creación.

En consonancia con lo manifestado hasta el momento, la obra de Juan Calzadilla, arraigada en las formas simbólicas de su imaginario, utiliza creativamente desde sus inicios el poder evocador de la escritura, a la vez que convierte en elemento de expresión plástica a la palabra, dando así con una suerte de semiótica visual íntima. Este carácter evocador de sentido del texto escrito, a tono con su valor icónico como signo, le permite al autor generar un lenguaje gráfico experimental e íntimo de sugerente y disímiles posibilidades, en el que lo visual de la escritura se transforma en gesto plástico-poético; una aventura creativa que comienza alrededor de 1956, cuando al unísono con sus empeños como crítico de la actualidad artística nacional decide, también, convertir su vocación escritural en maestra para su incursión en el dibujo.

En función de lo comentado, para Calzadilla el aprecio por el sentido gestual de la caligrafía, en tanto que actividad hecha a través del trabajo “artesano” y gráfico pensado para generar los códigos, signos y símbolos personales con los que construye sus dibujos, resulta expresión autónoma. Ello, constituye la cimiente o magma que permite el surgimiento en el creador de un estado de ánimo, una voluntad de estilo ganada para la elaboración de un discurso visual que imbrica la imagen de la palabra escrita y la visualidad sintáctica del signo dibujístico.

Al unísono, la construcción de esta poética de la imagen visual conlleva en sí un lenguaje estético, en el que el gesto vinculado al azar aborda el soporte como espacio-tiempo para la elaboración de una escritura automática de tipo surrealista. Así, utiliza el ámbito de la página tal y como se hace para la escritura, pero variando a capricho la orientación del desplazamiento del gesto. El tipo de composición espontánea que caracteriza la labor del creador recuerda, también, experiencias como la estética del Dadaísmo y sus cadáveres exquisitos, como parte de las búsquedas de libertad expresiva, “caos controlado” y rechazo a las convenciones, en forma parecida a como lo manifestaba esa vanguardia.

Así mismo, en la obra de Juan Calzadilla es innegable el legado experimentalista de la “nueva poesía”, para lo que hay que recordar sus desarrollos a partir de los años cuarenta y, ante todo, la herencia de la poesía visual desde Stéphane Mallarmé (1842-1898), Guillaume Apollinaire (1880-1918), José Juan Tablada (1871-1945) y Vicente Huidobro (18931948), que utilizaron la arquitectura que dejaba en la página el valor icónico del texto escrito en libertad, para enfatizar en su carácter plástico, con sus caligramas, laberintos y dibujos hechos con base en palabras. Y

como se dice que las palabras construyen mundos, hacen cosas, así como el significado en tanto que apoyado en el léxico realiza lo nombrado, elabora la realidad en su apariencia ideacional; del mismo modo, las formas que el dibujo trae al mundo constituyen sentidos que Calzadilla ha decidido hacer aparecer en tanto sintaxis visual, con base en la experiencia gráfica de su caligrafía dibujística imaginaria, para legarnos un cosmos que se crea, se transforma y se expande en su consciencia desde las formas de la palabra y con la palabra como idea germinal de sus formas plásticas, al momento de recrear el código escrito y el signo gráfico.

En este sentido, el universo de trazos, líneas, gestos, manchas, ritmos, formas, ideografías y símbolos personales elaborados por el artista constituyen los elementos de expresión visual que le dan la posibilidad de traer al mundo la imagen de cuerpos humanos con carácter

Sin título, de la serie de la letra al signo, 1971 Tinta sobre papel 61,4 x 47,7 cm. Colección: FMN-GAN

sígnico, elaborados bajo una estructura seriada y que sigue una configuración fragmentada. Estas representaciones

parecen ejecutar una danza plena de erotismo y sensualidad, para mostrar complicadas posiciones en las que se les ve

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