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El PRI: “partido del gobierno
El PRI: “partido del gobierno”
Abel Vicencio Tovar64
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14 de septiembre de 1988
El 9 de septiembre, al término de una larguísima sesión de Colegio Electoral en la que se constituyó la Cámara de Diputados para calificar las elecciones presidenciales, un diputado plurinominal, reputado como ideólogo priista, aprovechó su turno en la tribuna para intentar dar una lección de priismo institucional.
El PRI, dijo, es un “partido de gobierno”, y a continuación trató de justificar esta parte de la estructura política nacional y hacer una apología de los principales postulados de este Instituto, lo cual no venía al caso.
Se confesó tácitamente al fin, que el PRI no es el partido en el poder, sino el partido del poder, es decir, el partido que el gobierno creó para mantenerse en la cúspide de la estructura política nacional. Como consecuencia, su objetivo no puede ser otro que la conservación del poder y eso explica por qué el partido oficial a veces toma decisiones que aplauden los empresarios y a veces otras que aplauden los obreros, aún que, en este último caso, casi siempre como consecuencia del engaño realizado.
* CEDISPAN. Archivo Histórico “Abel Vicencio Tovar”, caja 12, folder: Reforma y Sucesión, 3 páginas.
Pero otra consecuencia de esta posición es el vacío ideológico que, tanto en política como en el mundo físico, absorbe materia de donde ésta se encuentra. En el caso de la política, el sistema tiene permanentemente necesidad de nutrirse de ideologías que se generan en los diversos grupos del espectro político nacional, ideologías con las que a veces acierta y a veces yerra en sus decisiones.
La vocación profundamente antidemocrática del PRI, sirvió para mantener como hasta la fecha, una estructura del dominio independiente de las necesidades del país y de las estructuras formales de gobierno. Así, el Maximato, o sea el dominio de un nombre como “Jefe Máximo”, sólo tuvo efecto porque su influencia se expresó a través de la estructura del partido.
Pero volviendo a los expresado por el ideólogo priista, la confesión no pudo ser más clara: el PRI es el partido del gobierno y con cierta intención, el partido del Estado y como consecuencia de ello, se explica por qué desde siempre y hasta la fecha, los actos y decisiones del partido oficial sólo atiende los intereses del mundo oficial, es decir, del gobierno y de la estructura política del dominio que encabeza aquel. ¡Qué lejos está por tanto el partido oficial de atender los intereses de la Nación! Si por confesión de uno de sus ideólogos y por la reiteración de la experiencia histórica, el partido oficial ha defendido solamente los intereses del gobierno y de la estructura política, no parece ser el organismo adecuado para dar pasos adelante en la democratización de México, acción que, por su definición, es respecto al bien común nacional y a los intereses de quienes integramos la Nación.
En la misma ocasión, hice referencia al esfuerzo del sistema para legitimarse. Se dice a los estudiantes de teoría del Estado que la legitimación puede lograrse en el origen o en el ejercicio, pero en los avatares de la vida nacional la diferencia es abismal.
El procedimiento que culminó con la declaratoria de Salinas de Gortari como presidente electo, fue ilegítimo en su esencia y hasta en su forma, de lo que se sigue la imperiosa necesidad de buscar su legitimación. Pero ésta nunca podría darse si no se convierten en actos decisivos, las intenciones expresadas de reformar a fondo la Ley Electoral, de simplificar trámites para que el propio pueblo cuide su elección y de respetar la acción de los partidos políticos en la proporción de su peso político en las decisiones oficiales.
Va a ser muy difícil convertir los agravios que en el proceso electoral los ciudadanos recibieron, la indignación por las agresiones, las ofensas a la libertad y hasta a la inteligencia, en participación y en solidaridad con el gobierno.
Luis H. Álvarez, Manuel Clouthier, el PAN, los partidos del frente Cardenista y millones de mexicanos, estamos decididos a continuar en la defensa del derecho.
Que tal propósito no se convierta en un detonador del estallido social, sino en poderosa fuerza civilizada que transforme a México sin odio, es nuestro deseo.