Encontrar Deus! Onde? Como?

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¡Encontrar a Dios! ¿Dónde? ¿Cómo?

El Espíritu Universal Libre es la enseñanza del amor a Dios y al prójimo a los seres humanos, la naturaleza y los animales

Gabriele


¡Encontrar a Dios! ¿Dónde? ¿Cómo? Dado por Gabriele, la profeta y enviada de Dios para nuestra época

Pida gratis el catálogo actual de libros así como los escritos gratuitos de la serie «El mensaje de la Verdad» con los siguientes temas: * Ayuda para quienes están enfermos y sufren * Un consuelo para cuando se viven necesidades y pesares * Perlas de la vida también para usted * El Sermón de la Montaña * Dios en nosotros

* ¡No desistas, persevera! * Reencarnación. Un don de gracia de la vida * Usted vive eternamente. La muerte no existe * Usted no está solo * Una vida plena hasta en la vejez

Primera edición: Octubre de 2015 Editado por: Vida Universal Apartado 8458, 28080 - Madrid España www.editorialgabriele.com Licencia otorgada por © Gabriele-Verlag Das Wort Max-Braun-Str. 2 97828 Marktheidenfeld www.gabriele-verlag.de Impreso en: KlarDruck GmbH, Marktheidenfeld, Alemania Foto de la portada: Shutterstock

Editorial: Vida Universal Apartado 8458 - 28080 Madrid España Tel. 689 886 056 www.editorialvidauniversal.es


¡Encontrar a Dios! ¿Dónde? ¿Cómo? En nuestro tiempo ruidoso y agitado cada vez más personas preguntan por Dios: ¿Dónde está Dios? ¿Y cómo se Le puede alcanzar? O bien: ¿Existe Dios? O bien: ¿Si Dios existe: por qué no se le puede ver? O bien: Yo no creo en Dios, porque quien observa este mundo de cerca, llega a la conclusión de que la existencia de Dios no es más que una fábula. Otro por su parte opina que algunas religiones hablan de los misterios de Dios, cuando se pregunta: ¿Por qué Dios permite tal caos en el mundo? 1


Y sigue reflexionando del modo siguiente: He estudiado muchas religiones creyendo encontrar aquí y allá un pequeño destello de la verdad. En alguna que otra lluvia de destellos pensé haber llegado a la meta y me adscribí a aquella religión. Pero pronto me sobrevinieron las dudas y me pregunté: ¿De qué me sirve el pequeño destello de verdad, si por ese destellito no me he convertido en una persona diferente, aunque se me haya prometido tal cosa? En mi escepticismo ahora receloso pensé: Seguro que algunas religiones tienen aún más destellos de la Verdad eterna. Si se juntasen todos los destellos de verdad de todas las religiones: ¿se habría encontrado así a Dios? En mí creció el desencanto, y pensé: he buscado y rebuscado, estuve en esta y aquella religión. Pero no he visto ni he encontrado a Dios. 2


Así llegué a la conclusión de que seguro que no soy el único que se pregunta: ¿Dónde está Dios? ¿Dónde se encuentra a Dios? ¿Por qué se oculta Él, si se afirma aquello que se denomina la verdad, que Él representaría? A pesar de todo ello no quiero dejar de buscar, a pesar de que mis dudas sobre la existencia de Dios van creciendo más y más, sobre todo cuando reflexiono sobre las vestiduras religiosas de los representantes del culto externo y sobre la pregunta de: ¿Por qué desea Dios los disfraces de Sus así llamados intermediarios y todo el espectáculo que se hace de ello? Y si ellos, envueltos en sus llamativas vestiduras, predican la humildad, cuando tantas personas pasan hambre y apenas tienen un hogar ni dinero para vestirse de acuerdo con las estaciones del año, comienzo a dudar de nuevo de la existen3


cia de Dios. Y los costosos adornos que llevan sobre sus cabezas me desconciertan tanto como el «humilde gorrito» que tapa la tonsura. ¿Por qué todo esto? Y por último uno se pregunta ¿qué será lo que se oculta detrás de todo ello? Si uno habla con algunos expertos sobre Dios, llega a la conclusión de que están más lejos de Dios que un creyente que busca a Dios. La conclusión de esta persona que busca a Dios es: Todo representante de su religión opina que su religión es la que trae la bienaventuranza y que solo su religión proclama la verdad.

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Estimado lector, si lo desea reflexione sobre lo siguiente: Nadie necesitaría dar ningún paso externo para encontrar a Dios. ¿Por qué? Porque el Espíritu eterno, al que en Occidente llamamos Dios, es omnipresente, de modo que también está en el alma de cada ser humano. El Espíritu del infinito que es omnipresente y libre, Dios, está en los reinos de la naturaleza, en cada árbol, en cada planta, en la hierba, en los animales, en las piedras; en el poderoso cosmos Él es el Espíritu soberano eterno. Los seres humanos no necesitamos ir a ningún lugar determinado para encontrar a Dios. Tampoco tenemos que disfrazarnos para rezar a Dios. Recordemos solo las palabras de Jesús de Nazaret: «Mirad los lirios en el campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan. Y en cambio os digo que Salomón, en todo su esplendor y gloria, no estaba tan bien ataviado como ellos». 5


Dios, por tanto, está en nosotros. Dios está a nuestro alrededor. Dios está sobre nosotros. Él está entre nosotros, Él está a nuestra izquierda y a nuestra derecha. Él es el Espíritu Libre, la vida en todo. Por mucho que busquemos a Dios en diferentes religiones, en grupos espirituales y en comunidades, y por muchas experiencias que tengamos en las Iglesias institucionales, que pensábamos que nos habían abierto los ojos, con el tiempo todo se vuelve vacío, porque quien no haya encontrado a Dios en el fondo de su alma, sigue siendo una persona que busca a Dios y tal vez un peregrino que peregrina de una religión a otra, de un grupo espiritual a otro, de una comunidad a otra. Para acercarnos a Dios, el Eterno, Él nos dio los Diez Mandamientos a través de Moisés, y por medio de Jesús de Nazaret 6


las enseñanzas celestiales en Su Sermón de la Montaña. Siendo así que los Diez Mandamientos y las enseñanzas de Jesús de Nazaret no son sino extractos de la omniabarcante Ley eterna de Dios, de Su amor y libertad, que es vida verdadera. Si el ser humano pone su conducta y comportamiento por encima de Dios, tranquilizándose al ser movido por el deseo de que la sola fe es suficiente, añadiendo a esto las usanzas y la tradición de la religión pertinente, nunca encontrará a Dios, tampoco aunque opine haber encontrado por aquí y por allá muchos destellos de la verdad. Toda experiencia externa que aparentemente nos abre los ojos, en algún momento se vuelve vacía de contenido. La persona sigue quedándose en la búsqueda de Dios y se vuelve descontenta, hasta que el ser humano y el alma en7


cuentren en sí mismos la raíz de la vida, y el alma descanse en el océano de la vida.

Precisamente en la actualidad algunos se preguntan: ¿Por qué nos dio Dios los Diez Mandamientos a través de Moisés y Jesús de Nazaret Su Sermón de la Montaña? ¿Nos hemos vuelto más prudentes o nos hemos acercado a Dios por el mero conocimiento de los Diez Mandamientos y de las enseñanzas de Jesús de Nazaret y de Su Sermón de la Montaña? Como se ha dicho: para encontrar a Dios no se necesita una religión externa, ni intermediarios externos, ni comunidad coercitiva alguna que tenga sus intermediarios. Solo por nosotros mismos deberíamos buscar a Dios y encontrar a Dios en el 8


fondo de nuestra alma, porque Jesús de Nazaret nos enseñó entre otras cosas «Dios en nosotros», y nos mostró cómo debemos rezar. Él dijo: «Tú, cuando ores, entra en tu aposento y, cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre celestial, que está en lo oculto; y El, que ve en lo oculto, te recompensará abiertamente». Quien crea en las enseñanzas de Jesús de Nazaret, inevitablemente creerá también en el alma inmortal, en el fondo de la cual habita y obra el libre y eterno Espíritu del infinito, al que en Occidente llamamos Dios. Los seres humanos tenemos una costumbre muy particular: para lo negativo que nos sucede buscamos la culpa en los demás; señalamos lo que la otra persona hace o no hace: la otra persona tiene la culpa, la otra persona es la que obra mal y cosas semejantes. 9


Tenemos que cambiar de forma de pensar y comprender que cada persona es responsable por sí misma por su vida terrenal, por lo que hace o deja de hacer en lo espiritual. Solo nosotros debemos buscar a este respecto nuestros anzuelos, los que podemos encontrar en nuestros sentimientos, sensaciones y pensamientos, también en nuestras palabras y obras. Quien se tome la molestia de analizarse de cerca, como con una lupa, poco a poco irá sintiendo que en cierto modo es un falseador, porque lo que tiene lugar detrás de sus sentimientos, pensamientos, palabras y obras, casi nunca es lo que él pretende, o lo que finge ante otros. Esto es falsear. Nosotros, los llamados falseadores, estamos por último contra nosotros mismos, y contra la irradiación de nuestra alma, 10


también contra nuestro cuerpo, que por nuestro comportamiento alejado de Dios llega a una situación de necesidad, y sufre por ello y tal vez incluso enferma. Nosotros mismos somos los que nos hemos causado lo que al fin y al cabo no queremos. No es el otro el culpable de lo que nos sucede: ¡Nosotros somos los culpables! Nuestra culpa está por tanto detrás de nuestro comportamiento, detrás de nuestros sentimientos, pensamientos, de nuestra forma de hablar y de obrar. Esto es lo que se llama falsear. Esto es lo que somos. En algún momento reconoceremos nuestra propia falsedad y humildemente pediremos al Espíritu omnipresente que nos asista y que nos ayude. Tenemos que ir a Dios. Tenemos que dar los pasos, venciendo nuestra falsedad con Su ayuda. 11


Quien compare lo negativo que hay en él con los Diez Mandamientos y con las enseñanzas de Jesús de Nazaret, pronto reconocerá que se ha apartado de Dios. Necesidades, sufrimientos, preocupaciones, hasta incluso enfermedades deberían ser para nosotros un motivo para reflexionar sobre nosotros, sobre lo que hemos causado, y deberían motivarnos a no echar a Dios la culpa de nuestro mal. Todas estas características, incluso nuestro descontento, indican que los seres humanos estamos a la búsqueda de Dios. Tanto si queremos aceptar esto como si no: cada uno de nosotros está más o menos descontento, porque el alma está buscando a Dios, busca el Hogar eterno, el océano de la verdadera vida, porque el ser puro en el fondo del alma proviene del eterno SER. 12


Estimado lector, quien a menudo se detiene y reflexiona sobre sí mismo, siente el descontento en sí mismo, y por último la búsqueda de la meta eterna. Aunque aún hoy no lo queramos admitir, tarde o temprano nos daremos cuenta de que en nosotros hay un dolor profundo e interno, algo indefinible que es añoranza por el Hogar, la añoranza por estar en casa con el Eterno, en el Reino de Dios, en la patria eterna. Cuando uno es joven hay muchas cosas que aún no se quieren admitir. Uno cree que experimentando, o si experimentase esta u otra fascinación, sería feliz y estaría contento de forma duradera. En realidad todo es un engaño, porque en lo temporal nada es duradero. Cuando uno envejece, más de uno se mira en el espejo del descontento y nota que él buscaba y busca algo que no podía ni 13


puede explicarse, aunque desde un punto de vista mundano no carece de prestigio ni de bienestar. De forma directa o indirecta, toda persona o toda alma en camino está a la búsqueda de la meta eterna, de la corriente eterna, del océano de la vida. Cada uno de nosotros debería por último admitir ante sí mismo que solo es un caminante en la Tierra, que en algún momento dejará su vestido terrenal, el cuerpo –¿y entonces qué? Aunque alguno explote a sus semejantes y vaya por el mundo viviendo una vida avariciosa y de excesos, en algún momento toda persona se encontrará ante la pregunta: ¿De qué ha servido todo eso? ¿Qué le he hecho a mi alma, y qué le doy para el camino cuando ella abandone este mundo? Quien crea en una vida después de esta existencia terrenal, 14


necesariamente debería preguntarse: ¿Dónde estaré yo, es decir mi alma? Todo descontento es la llamada en el fondo de nuestra alma. Esta llamada está sonando en el nivel de los sentimientos, en la voz de la conciencia del ser humano, porque el alma se ha desviado de su camino a la eterna casa paterna. Sigue llamando en los pensamientos, palabras y obras del ser humano. La llamada que proviene del fondo del alma es una señal para cambiar la forma de conducirse y entrar en el templo del Santísimo en el fondo del alma, para seguir las indicaciones que han sido dadas en los Diez Mandamientos de Dios y en las enseñanzas de Jesús de Nazaret. El camino al fondo de nuestra alma es en consecuencia: poner orden en el templo. Quien no se cuestione a sí mismo para averiguar que hay en su mundo de sen15


timientos, en sus pensamientos y obras, en todo su comportamiento, es como un barco que en el océano navega a la deriva y sin rumbo. En algún momento zozobrará y la tripulación no sabrá dónde se hundió su barco. ¡Cunde el pánico! Uno de los de la tripulación pide ayuda, el otro llama a Dios y otro al equipo de salvamento. Cada cual piensa en su propia salvación, el uno más el otro menos en la salvación del cuerpo físico. ¿Quién está más cerca de la salvación: los que llaman por la existencia terrenal o los que valientemente se preguntan por la verdadera vida y llaman a Dios? Cada lector puede responder por sí mismo a esta pregunta, para averiguar por qué se inclinaría él.

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Una y otra vez se oye hablar de milagros, por ejemplo cuando se dice: «¡Esto es un milagro!». Sin embargo, en toda nuestra vida terrenal no hay milagros, sino tan solo una ayuda justa basada en un amor y cuidado eternos que viene de Dios. La eterna ley de Dios es la ley del amor y del cuidado por la vida. En la omniabarcante ley de la vida, que es unidad, no hay ni invocaciones ni mortificación ni lisonjearse a uno mismo, ni ceremonias ni cultos sacerdotales, ni oraciones para laicos ni asistencia espiritual misionera, ni rituales ni cultos de sacrificios ni religiones de culto externo, ni reliquias ni santos ni santurrones, ni adoración de imágenes ni auto adoración. La ley de Dios vale para todo ser humano –también para los así llamados náufragos–, no importa si a este tal vez se le salva o incluso si se ahoga. 17


Quien opine ser una persona creyente, debería conocer el orden del templo que nos enseñó Jesús de Nazaret: que todo ser humano es el templo del Espíritu Santo, y recordar diariamente este mensaje cuando está rezando o cuando quiera visitar un «templo de fe» externo; pronto experimentará que se vuelve más libre y más consciente de Dios. Quien tenga en cuenta las palabras de Jesús, no necesitará el modo de comportarse de los sacerdotes y pastores, sino únicamente la excelsa enseña que dice: Dios es el Espíritu Libre, el Espíritu omnipresente que vive tanto en la naturaleza como en los animales, que anima a las piedras, a toda la Tierra y a todos los cosmos. Cada ser humano es, quien más quien menos, un náufrago. En una isla cósmica a la que llama «Tierra», consume su 18


existencia. Cuando acabe la existencia terrenal del ser humano ¿dónde estará su alma? A más tardar cuando llegue la última hora terrenal del ser humano, la persona, consciente o inconscientemente, tiene la esperanza de ser acogida como alma en el océano del amor eterno y de vivir eternamente. Esta es la llamada del alma, que en lo más hondo lleva en sí su eterno Hogar. Estimado lector, si puede usted afirmar al Espíritu Libre, sin rituales y sin todo lo demás que se suele crear en torno a la palabra «Dios», dará sus pasos para acercarse a los Diez Mandamientos y a las enseñanzas de Jesús de Nazaret, incluido el Sermón de la Montaña.

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¿Quienes somos los que estamos escribiendo este texto? Somos seguidores de Jesús de Nazaret, que enseñó el Espíritu Libre, Dios, y mostró con Su ejemplo que el ser humano puede estar cerca de Dios sin dogmas, preceptos y ritos, sin sacerdotes ni pastores. Nosotros, seguidores de Jesús de Nazaret, no constituimos ninguna religión ni comunidad externa en el sentido convencional de la palabra, donde oradores se colocan en la cúspide de la comunidad y donde los miembros de esta se convierten en lemmings. El seguimiento a Jesús de Nazaret se basa en el vínculo que hay entre personas que se entienden entre ellas, porque siguen al Espíritu Libre. Jesús de Nazaret nos enseñó: Donde dos o tres se reúnen en Mi nombre, ahí estoy Yo en medio de ellos. 20


Repetidamente se plantea la pregunta de dónde se encuentran tales comunidades o grupos. En la Obra mundial del Cristo de Dios, en el Centro internacional de todas las culturas, hay una comunidad abierta, donde toda persona que busca seriamente a Dios se puede informar. A las personas que buscan comunidades abiertas, libres, les damos el siguiente consejo: si conocen ustedes a personas que piensan igual, tal vez podrían ustedes simple y sencillamente reunirse de vez en cuando para rezar juntos y para hablar de lo espiritual, para aprender los unos de los otros, para crecer y madurar espiritualmente. Como ya se ha dicho: los seres humanos no necesitamos de ninguna religión externa ni de tradiciones ni usanzas espirituales. Nosotros, cada uno de nosotros, debería pensar y vivir en la cons21


ciencia de: Dios en nosotros, en el fondo de cada alma. Los seguidores de Jesús de Nazaret rezan hacia el interior, tal como lo sienten, sin oraciones aprendidas de memoria. Aunque Dios, el Espíritu de nuestro Padre celestial sabe acerca de todas las cosas, para algunas personas es una necesidad mantener un diálogo con Él, con Dios. Esto es la oración, el deseo personal, la oración de corazón. La persona reza hacia el fondo de su alma, a Dios en su interior. La oración hacia el interior y el paulatino cumplimiento de los Diez Mandamientos de Dios dados a través de Moisés y las enseñanzas de Jesús de Nazaret nos ayudan a reconocer nuestros pecados, a arrepentirnos de ellos, a purificarlos y a no volverlos a hacer. De la oración libre e interna se desarrolla un crecimiento espiritual y madurez espiritual, así como beneficio de vida, 22


libertad y armonía y por último amor a Dios y al prójimo. Este camino interno libre no necesita de sacerdotes ni de pastores, ni de las llamadas casa de Dios hechas de piedra. Cada uno de nosotros lleva en el fondo de su alma al Santísimo, que es Dios. Para lograr independizarse de los que rezan antes una oración para que otros la repitan, y de sacerdotes y pastores, también nos ayuda la naturaleza. Si la cuidamos con amor y solicitud, puede ser un jardín de Dios que anima nuestros sentidos con el espíritu de la libertad. En todas las estaciones del año la naturaleza es la voz de la Creación, la palabra de Dios, que nos muestra a los seres humanos cómo florece, madura y da. La naturaleza no se da importancia con ello, porque sabe que la fuerza creadora perdura, porque Dios es la vida. Así como la naturaleza está acogida en el 23


regazo del poderoso Espíritu creador, en la vida, así deberíamos comportarnos también los seres humanos. La palabra omnipresente del Creador, la palabra del Hogar eterno dice: YO SOY EL QUE SOY –la vida, eternamente. Si lo desea, sumérjase en la corriente universal de la vida, que está en nosotros, alrededor de nosotros, sobre nosotros y debajo de nosotros. Es la vida omnipresente, Dios, el Espíritu Libre de nuestro Padre eterno, de quien somos hijos e hijas. Personas que siguen a Jesús de Nazaret, desean a sus semejantes y a sí mismas el crecimiento espiritual y la madurez espiritual, y la consciencia de que: cuando dos o tres están reunidos en el nombre del Cristo de Dios, el Espíritu Libre y vivo está en medio de ellos, en medio de nosotros. En esta consciencia, les saludan los hermanos y hermanas del Espíritu Libre. 24


¡Encontrar a Dios! ¿Dónde? ¿Cómo? Dado por Gabriele, la profeta y enviada de Dios para nuestra época

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* ¡No desistas, persevera! * Reencarnación. Un don de gracia de la vida * Usted vive eternamente. La muerte no existe * Usted no está solo * Una vida plena hasta en la vejez

Primera edición: Octubre de 2015 Editado por: Vida Universal Apartado 8458, 28080 - Madrid España www.editorialgabriele.com Licencia otorgada por © Gabriele-Verlag Das Wort Max-Braun-Str. 2 97828 Marktheidenfeld www.gabriele-verlag.de Impreso en: KlarDruck GmbH, Marktheidenfeld, Alemania Foto de la portada: Shutterstock

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