PDF-Extracto del capítulo: Los crímenes de la Iglesia contra los niños

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La Rehabilitación del Cristo de Dios Hijos e hijas de Dios, en misión de Dios, en unión con la tercera fuerza básica de Dios, la Sabiduría divina, rehabilitan al Cristo de Dios.

Ha llegado el tiempo: El Cristo de Dios, que fue Jesús de Nazaret, quien trajo a la humanidad las enseñanzas de los Cielos, la enseñanza de la Paz, de la Unidad, la Ley del amor que es omniabarcante e irrevocable, va a ser rehabilitado en la Tierra, porque las estructuras de poder institucionales han abusado del Cristo de Dios y lo han desacreditado de la forma más infame y aún lo siguen haciendo.

Prueba de lectura del capítulo:

Los crímenes de la Iglesia contra los niños


Del libro:

La Rehabilitación del Cristo de Dios Hijos e hijas de Dios, en misión de Dios, en unión con la tercera fuerza básica de Dios, la Sabiduría divina, rehabilitan al Cristo de Dios. Prueba de lectura del capítulo: Los crímenes de la Iglesia contra los niños Marzo 2019 © Gabriele-Verlag Das Wort GmbH Max-Braun-Str. 2, 97828 Marktheidenfeld, Alemania www.gabriele-verlag.com www.editorialgabriele.com

En todas las cuestiones relativas al sentido, la edición original en alemán tiene validez última. Todos los derechos reservados. Imprime: KlarDruck GmbH, Marktheidenfeld, Alemania

La Rehabilitación del Cristo de Dios

En la amplia documentación «La rehabilitación del Cristo de Dios» conocerá usted la dimensión del engaño cometido con la enseñanza de Jesús, el Cristo –y lo que Él, el Espíritu Libre, trajo verdaderamente a los seres humanos y trae hoy de nuevo: la enseñanza del amor a Dios y al prójimo, a los hombres, la naturaleza y los animales, el camino de regreso al Reino de Dios, a nuestro Padre eterno. Más de 700 págs, tapa dura, ISBN 978-3-89201-614-4 Precio: 19,90 €

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Los crímenes de la Iglesia contra los niños «Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos» (Mt 18, 3). Esto dijo Jesús a sus discípulos cuando, según lo transmitido, le preguntaron quién es el más grande en el Reino de los Cielos. ¿Dónde están entonces muchos hombres de Iglesia después de todo lo que han causado a innumerables niños? Con frecuencia se habla del «escándalo de abusos sexuales de las Iglesias», pero esto no es un simple «escándalo»; se trata de los peores crímenes que se han cometido contra niños y que fueron encubiertos, miles y miles de veces. El abogado de la corona Geoffrey Robertson, fundador y director de la cancillería británica más grande a favor de los derechos humanos, llega a la siguiente conclusión en su libro «The Case of the Pope» («Angeklagt: der Papst» en su versión en alemán):

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«Clérigos abusaron sexualmente de decenas de miles, quizás incluso de cientos de miles –principalmente de niños y adolescentes varones– quienes en la mayoría de los casos sufrieron daños psíquicos graves y a largo plazo» (Geoffrey Robertson, Acusado: el papa. La responsabilidad del Vaticano por violaciones de los derechos humanos, pág. 291, en alemán).

Jesús de Nazaret y los niños Puesto que todo esto ha sucedido y sigue sucediendo bajo la etiqueta de «cristiano», con ello las Iglesias oficiales arrastran por el barro la enseñanza del amor a Dios y al prójimo que Jesús de Nazaret trajo y vivió con Su ejemplo, y se burlan también de Su ejemplo en el trato con los niños. (...) En la Biblia, a la que se remiten las Iglesias, se puede seguir leyendo: «Le trajeron a unos niños para que les impusiera las manos. Los discípulos, sin embargo, rechazaban con rudeza a la gente.

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Cuando Jesús vio esta escena, se enfadó y les dijo: ¡Dejad que los niños vengan a mí; no se lo impidáis! Porque de los que son como estos es el Reino de los Cielos» (Mt 10, 13-14). Jesús de Nazaret trajo por tanto a los niños amor y protección. En los establecimientos eclesiales que se llaman cristianos, sin embargo, hombres sacerdote ultrajaron física y psíquicamente a miles de niños en todo el mundo mediante crímenes sexuales. ¿Cómo es posible que durante decenios, probablemente siglos, pudiera haber tenido lugar un número tan inconcebible de los más graves crímenes sexuales contra niños que habían sido entregados en protección? Solo porque estos crímenes son encubiertos por el sistema católico, para impedir que sean conocidos y se aclaren jurídicamente. Se protege a los autores como partes del sistema, y de este modo se propician nuevos crímenes. Las víctimas menores de edad están expuestas indefensas a sus torturadores sacerdotales a causa de la estrategia de encubrimiento –y el acto criminal se convierte en tortura corporal y psíquica.

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Comisión de la ONU denuncia al Vaticano Después de que el sistema de encubrimiento de los criminales clericales violadores de niños se hiciera manifiesto poco a poco a nivel mundial, el Comité de Protección de los niños de las Naciones Unidas, en su informe sobre los derechos del niño, extendió al Vaticano en el año 2014 un certificado ético-moral desastroso. El informe de la ONU denunció públicamente, entre otras cosas, que la Iglesia no ofrece a los niños ninguna protección ante la violencia corporal y que hace muy poco para prohibir los castigos de golpes y otros «castigos físicos». Pero la crítica principal es que la Iglesia no protege a los niños de los abusos sexuales por parte de sus sacerdotes y que el Vaticano solo piensa ante todo en protegerse a sí mismo – pero no a los niños a los que se ha entregado a su protección y custodia. La comisión de las Naciones Unidas escribe literalmente «Estamos profundamente preocupados. A escala mundial han estado involucrados clérigos en decenas de miles de casos de abusos sexuales de menores. Sin

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embargo, la Santa Sede no ha reconocido la dimensión de los crímenes; no ha tomado las medidas necesarias de protección y prevención. Y ha adoptado procedimientos de actuación que llevan a continuar con los abusos y a liberar del castigo a los autores del delito». Más adelante se dice que a «violadores de niños ya conocidos» simplemente se les «traslada de parroquia en parroquia o a otros países, pero siguen en adelante en contacto con niños». La comisión de las Naciones Unidas también informaba que «un cardenal de la curia incluso había elogiado a un obispo por no entregar a la policía a un sacerdote considerado culpable. (...) De forma general se constató que la Iglesia había querido “escapar” de la justicia estatal. La presidenta de la comisión, la jurista noruega Kirsten Sandberg, acusó al Vaticano de haber colocado su “propia reputación” por encima del bienestar de niños inocentes» (cit. del periódico Tagesspiegel.de, 5.2.2014).

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Este es el modelo católico de «purificación del pasado»; se trata únicamente de evitar los daños a la propia reputación. A las víctimas de los sacerdotes criminales por regla general se las deja solas con su sufrimiento. Aquí se muestra la doble moral de la Iglesia, que permitió los crímenes más ultrajantes contra los niños en sus propias filas y establecimientos y protegió a los criminales, pero hacia afuera lleva la etiqueta de «cristiana». Cada uno de estos crímenes es por tanto también una burla a Jesús, el Cristo.

Heridas anímicas –¡para toda la vida! Lo que en el informe de las Naciones Unidas se declara solo de forma muy objetiva y sobria, no muestra ni con mucho qué sufrimiento provocan en los niños y sus familias estos crímenes pedófilos de los hombres sacerdote. Niños sin malicia, que buscan protección y acogimiento en los adultos, que están supeditados a su cuidado y cariño, son dañados profundamente física y psíquicamente mediante actos vergonzosos. Son heridas que la mayoría

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de las veces no sanan durante toda una vida. Los estudios muestran que los niños que han sido víctimas de abuso sexual, sufren a menudo más tarde en su vida difusos estados de dolor, dolores crónicos del bajo vientre y depresiones nerviosas. Igualmente grave es que los niños que han sido abusados sexualmente, frecuentemente no pueden tener durante toda su vida ninguna relación normal, feliz ni libre. Muchos de estos niños no están después en condiciones de confiar en sus semejantes. Son acosados toda su vida por miedos asentados en lo profundo, son con frecuencia incapaces de trabajar, no tienen ninguna confianza en sí mismos, ninguna autoestima –y más de una de las víctimas de los abusos se ha sentido tan desesperada que no vio otra salida que quitarse la vida. (...)

«El secreto pontificio»: encubrimiento de crímenes Las desviaciones sexuales en el marco de la institución Iglesia no se limitan de ningún modo a los simples sacerdotes, sino que llega hasta los altos rangos de la Iglesia católica. (...)

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¿Pero por qué se ha leído y oído tan poco hasta hace pocos decenios acerca de este tipo de casos? Al respecto, el canonista católico y catedrático Norbert Lüdecke, expuso lo siguiente en una conferencia sobre el tema «Abuso sexual de niños y jóvenes por parte de sacerdotes»: «(...) hasta comienzos de los años ochenta funcionó el cártel contra las víctimas. Estas callaban, porque tuvieron que hacer la experiencia de que no se las escuchara, se las intimidara o incluso se las culpara a ellas mismas, es más, se las sancionara. Los sacerdotes delincuentes que les habían vaticinado precisamente esto a las víctimas amenazándolas, tuvieron así razón. Los psicólogos quitaron importancia al asunto, las autoridades sociales apartaron la vista, los organismos de investigación y la justicia se mostraron partidarios de la Iglesia, los reporteros no pudieron publicar sus investigaciones» (www.imprimatur-trier.de).

¿Cómo funcionaba este cártel contra las víctimas? El trato del Vaticano con tales delitos estaba basado desde 1962 en un edicto papal con el título de «Crimen sollicitationis» [Español: «crimen de seducción»].

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Este edicto se refería a todos los procedimientos internos de la Iglesia con respecto a los delitos sexuales causados por sacerdotes, y en este se obligaba a cada autor del crimen, a cada víctima y a cada testigo a guardar discreción absoluta –un sistema, por tanto, como se conoce de los delincuentes. A miembros del tribunal eclesiástico se les amenazaba además con el castigo católico más grave, la excomunión, si infringían el secreto de ocultación. El 30.04.2001, el papa Juan Pablo II reforzó mediante un «Motu proprio», un escrito apostólico, esas disposiciones del año 1962, y el 18.05.2001 el entonces presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Ratzinger, completó este escrito en una carta dirigida a todos los obispos de la Iglesia católica. En esta se dice, entre otras cosas, que cada «delito contra las costumbres, es decir: delitos contra el sexto precepto del Decálogo con un menor de dieciocho años cometido por un clérigo (…) se reservan al Tribunal Apostólico de la Congregación para la Doctrina de la Fe» (cit. de Robertson, pág. 358, en alemán).

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«...se reservan»: Esto significa evidentemente que los actos delictivos han de comunicarse únicamente a la Congregación para la Doctrina de la Fe y no a las autoridades normalmente encargadas de ello. De la policía nunca se habla. En la carta a los obispos se sigue diciendo: «Cuando un Ordinario o jerarca tenga noticia, al menos verosímil, sobre un delito reservado, y tras realizar una investigación previa, lo debe comunicar a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que, a menos que por algunas circunstancias particulares avoque a sí la causa, ordenará al Ordinario o al jerarca a que proceda mediante su propio tribunal, dando las normas oportunas; el derecho de apelar (...) es únicamente válido al Tribunal Supremo de la misma Congregación» (pág. 358 y sig.).

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Un bastión del horror «El secreto pontificio» –este es por tanto el bastión tras el que los sacerdotes se protegen mutuamente de la persecución por parte de los tribunales laicos y ocultan con ello sus crueles crímenes que comenten contra los niños. Incluso el fiscal general del Estado de Massachusetts, que estaba encargado del esclarecimiento del abuso de niños por parte de sacerdotes, habló de una «cultura del secreto». Esta «cultura» la investigó también el instituto criminológico John-Jay-College en su estudio, llegando a la siguiente conclusión: «La constatación realmente estremecedora fue que el 76 % de las recriminaciones de abusos contra los sacerdotes nunca llegaron a ser comunicadas a las autoridades de prosecución penal. Únicamente el 6 % de los sacerdotes acusados fueron juzgados y tan solo un 2 % recibió condena de prisión» (Acusado: el papa, pág. 50, en alemán).

También la Comisión Murphy en Irlanda llegó a la conclusión de que en Massachusetts y en

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Dublín el secreto «protegía a la Institución a costa de los niños» (Informe Murphy, cap. 1, N° 28, en alemán).

El mantenimiento del secreto de tales crímenes, al que nuevamente se hace mención en la carta del cardenal Ratzinger del año 2001, fue por tanto para el Vaticano no solo el precepto máximo a nivel jurídico –el encubrimiento fue también de facto una práctica habitual. Esta puede que sea la enseñanza del Vaticano, pero un crimen de tal índole y su encubrimiento no tiene nada que ver con Jesús, el Cristo, quien ama a los niños, es más, a todos los seres humanos, sino que por el contrario; (...)

Los delitos sexuales pertenecen al «secreto profesional» de los sacerdotes Lo que al Vaticano ostensiblemente le importa es su reputación –menos el bienestar de los niños. En vista de los escándalos de violadores de menores que se estaban acumulando, la Conferencia Episcopal americana había propuesto en efecto una estrategia de «tolerancia cero». Quería denunciar a los autores del delito a la policía y exigía una aplicación más

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frecuente de la suspensión de cargo de los sacerdotes culpables. Pero desde Roma llegó un veto decisivo: el entonces representante de Josef Ratzinger en la Congregación para la Doctrina de la Fe y más tarde cardenal Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, declaró en febrero de 2002: «Según mi opinión, la exigencia de que un obispo esté obligado a tomar contacto con la policía para denunciar a un sacerdote que ha cometido pedofilia, es injustificada. La sociedad civil tiene naturalmente la obligación de proteger a sus ciudadanos. Pero del mismo modo debe ser respetado el “secreto profesional” de los sacerdotes (…) Si un sacerdote no puede confiar ya en su obispo porque tiene miedo de ser denunciado, no habría ninguna libertad de conciencia más» (cita de John L. Allen, Jr., “All the Pope´s Men”, 2004, pág. 242, trad. del original alemán).

¡Qué argumentación más indignante de parte de un cardenal tan influyente en la Iglesia católica! ¡Para un criminal violador de menores el cardenal reclama «libertad de conciencia», al esclarecimiento de tales crímenes lo llama «denuncia»! ¡Y todo esto es el «secreto» de la profesión de sacerdote! (...)

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Un amargo balance Geoffrey Robertson resume en su libro «Angeklagt: Der Papst» [Acusado: el papa], las atrocidades de innumerables crímenes sexuales del clero, del modo siguiente: «Miles de clérigos, de los que se sabía que se habían hecho culpables de delitos graves, que podían volver a incidir como violadores, no fueron suspendidos de sus cargos. Fueron acogidos por la Iglesia, trasladados a otras parroquias y países, siendo protegidos de acuerdo con las reglas del Derecho Canónico, que les otorgan el perdón para la vida terrenal así como para la vida en el Más allá, de ser identificados y de sufrir las penas seculares –normalmente mediante una condena de cárcel. La Santa Sede, un pseudo Estado, ha establecido en Estados amigos un sistema de derecho ajeno al de estos, según el cual y bajo el más estricto mantenimiento del secreto, los delincuentes sexuales fueron tratados de una manera que era incompatible con el derecho del Estado en el que el Vaticano operaba, en algunos casos estando incluso en contraposición con este, lo que condujo a que las pruebas de culpabilidad del

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delincuente fueran ocultadas a las autoridades encargadas de su persecución» (pág. 292). El Vaticano, así sigue haciendo balance el abogado de derechos humanos, Robertson, ejerce una «función jurisdiccional paralela, paraestatal», que «perdonó pecados que en los Estados huéspedes respectivos se castigan como delitos» (pág. 295). (...) Y una Iglesia tal se adhiere a sí misma la etiqueta de «cristiana». Ella encubrió y fomentó a violadores de menores y deshonra también con ello el buen nombre del Cristo de Dios, que como Jesús de Nazaret enseñó y predicó con el ejemplo la ética y moral más elevadas.

Es asesinato anímico Jesús, el Cristo, dijo: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados» (Mt 5, 6). Esta es la enseñanza de Jesús de Nazaret. Condenar, encubrir, ocultar y obstaculizar la revelación de los crímenes cometidos por sacerdotes –estas son las consignas de la Iglesia católica.

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Especialmente infame es cuando esta clase de crímenes contra niños se cometen bajo el buen nombre del Cristo de Dios, que enseñó la ética y moral más elevada. El abogado de la corona Geoffrey Robertson explica en su libro «Angeklagt: Der Papst» (Acusado: el papa), por qué un crimen sexual cometido por sacerdotes es desde su punto de vista mucho peor que cualquier otro abuso: «El abuso sexual de niños es un acto abominable, suficientemente terrible ya en los casos “comunes” del “tío ajeno”, peor aun cuando maestros, guías de exploradores, baby-sitters o padres se aprovechan de la confianza puesta en ellos y abusan de sus protegidos. Pero los peores son los sacerdotes perpetradores, que por medio de la autoridad espiritual que se les ha concedido, atraen a sí a sus víctimas en el confesionario, en el tiempo libre o en otro lugar (y después de satisfacerse sexualmente con la víctima, a menudo le dan incluso todavía la absolución). Las víctimas describen los abusos como «destructores del alma», dicho en sentido figurado, porque destruyen tanto su capacidad de tener fe, como el equilibrio para el resto de su vida. La

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situación probatoria señala que las víctimas del abuso clerical necesitan un tiempo más largo para sanar, y que la probabilidad de no obtener sanación es más grande en comparación con otras víctimas de abusos de niños. Y el daño se vuelve aún mayor cuando la Iglesia compromete a las víctimas por juramento a “mantener el secreto papal”, y saben que quien ha abusado de su confianza, recibe perdón y puede cometer nuevos excesos sin ser molestado» (pág. 18 y sig.). El psicólogo de la conducta sexual Christoph Ahlers cuenta basándose en su experiencia, por qué precisamente los niños de los que se ha abusado a la sombra de la cruz y del confesionario, no pueden hablar de ello a menudo durante decenios: «El autor del delito es representante de una organización moral de alto nivel. ¿Cómo voy a contárselo yo a cualquiera? No puede ser que él sea un delincuente; entonces Dios sería un delincuente, pues aquel Le representa. Esto me hace enmudecer y a decir verdad aún más de lo que me haría enmudecer cuando el abuso tuviera lugar fuera de la iglesia» (tagesschau.de, 15.3.2015).

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Los sacerdotes pretenden representar a Dios. A pesar de que ni Dios, el Eterno, ni Jesús de Nazaret establecieron a sacerdotes como representantes. Mediante tales crímenes roban a los niños la perspectiva de vida y la alegría de vivir –y además destruyen en muchos casos la confianza de los niños en Dios y la fe en un padre amoroso. Y esto es asesinato anímico, abusando del nombre de Dios y de Su Hijo, Cristo. (...)

«Golpes en nombre del Señor» El abuso sexual no es el único delito que la Iglesia ha cometido contra los niños. Hasta hace pocos decenios a las madres solteras se las estigmatizaba y marginaba calificándolas de «mujeres caídas» y a sus hijos se les declaraba ser «hijos del pecado». A las madres no casadas se les quitaba antes también frecuentemente a sus hijos; y tanto las madres jóvenes como también los hijos iban a parar a hospicios dirigidos por la Iglesia. Las Iglesias han marcado decisivamente la educación en los hospicios con sus ideas ale-

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jadas de Dios. Un ejemplo especialmente cruel son los Asilos de las Magdalenas en Irlanda. «Ellas [las madres jóvenes] eran rapadas y castigadas. Sus pertenencias debían entregarlas al mando del convento y cambiar sus nombres por el de una santa. Como penitencia de por vida a causa de sus pecados, cerca de 30 000 mujeres trabajaron sin sueldo y hasta la extenuación en las lavanderías de la Orden de Santa Magdalena. Un escándalo que la Iglesia, el Estado y la opinión pública toleraron tácitamente durante decenios. Solo en 1996 se cerró el último asilo de las Magdalenas en Irlanda» (periódico Die Zeit, N° 3/2003).

En Alemania Occidental vivían en hospicios entre 1945 y 1975 aproximadamente unos 800 000 niños. Más del 80 % de los hospicios estaban dirigidos por la Iglesia. En muchos de estos hospicios de la Iglesia se humilló y a menudo maltrató psíquica y físicamente a bebés, niños y jóvenes y se abusó de ellos. (...)

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El que fuera antes niño de hospicio, Alexander Markus Homes, escribió varios libros sobre hospicios (...) En una entrevista Homes describió las «vejaciones con sistema», dicho literalmente. Lo que Homes entiende por ello, lo ilustra su siguiente declaración: «Con ello me refiero a que precisamente con vista a los hospicios confesionales, parto de la base de que el “dios castigador” fue utilizado intencionadamente como instrumento de represión para exigir a los niños obediencia, o mejor: subordinación. A los niños de hospicio se les golpeó, maltrató, atormentó, denigró y deshonró en nombre de Dios, para imponerles disciplina, obediencia, aplicación, subordinación y naturalmente la fe en Dios. En este sentido hablo de un sistema: esto era el foco de la educación en hospicios –hacer todo lo posible para que los niños de las clases bajas se convirtieran en personas sumisas, creyentes en Dios» (n-tv.de, 17.2.2009). Aquí habría que precisar: ¿En qué «Dios» debían creer? El sistema eclesiástico quiere personas creyentes de Iglesia, que creen en un dios castigador que, intimidadas por las

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palabras del sacerdote, son mal encaminadas durante toda una vida. Homes relata en la entrevista mencionada algunas de sus terribles experiencias; describe las palizas y muchas humillaciones más, y explica: «Y todo esto sucedió con el trasfondo de la religión. En mi libro de 1981 escribí: “Cuando se nos amenazó, castigó, golpeó, abusó de nosotros, las monjas actuaron así de forma representativa en misión de Dios. Eran palabras de Dios, miradas advertidoras y agresivas de Dios, manos de Dios, pies de Dios, que nos insultaban, humillaban, castigaban, golpeaban. Era la voluntad de Dios: los miedos que nos corroían, los dolores, la tristeza, el aislamiento que perforaba cada vez más profundamente nuestra alma y la devoraba. Teníamos que dar las gracias a Dios y a Su Hijo por nuestra infancia”». Leer semejantes palabras es espantoso y duele profundamente. Uno intuye el sufrimiento y la necesidad, el miedo y el abandono que los niños tuvieron que soportar en los hospicios confesionales –y se da cuenta del mal-

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vado abuso de «Dios y de Su Hijo Jesucristo», en cuyo nombre sucedieron los vergonzosos actos. (...) Tampoco el papa Francisco está dispuesto en el siglo XXI a renunciar completamente al castigo corporal de los niños, sino que defendió varias veces el castigo «con dignidad» (Audiencia general del 4.2.2015). Con ello él excluye que Jesús de Nazaret apreciaba a los niños ya hace 2000 años de una manera que no era aún entonces conocida, y que protegía sin excepción a los más débiles. (...) ¿A cuántas generaciones de niños se les ha inculcado a golpes, dicho en el sentido más literal de la palabra, una imagen de un dios que castiga y es cruel? Jesús de Nazaret dio a Sus discípulos la tarea: «Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y alaben a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5, 16). Las obras de la Iglesia en el trato con los niños son lo contrario. Han traído oscuridad y alejamiento de Dios a la vida de innumerables generaciones de niños.

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Sobre el libro La rehabilitación del Cristo de Dios El Cristo de Dios, encarnado antaño en Jesús de Nazaret, que trajo a la humanidad la enseñanza de los Cielos, la enseñanza de la Paz, de la Unidad, la omniabarcante e inalterable ley del Amor, será rehabilitado en la Tierra, porque de parte de las estructuras de poder institucionales o confesionales se abusa del Cristo de Dios y se Le desacredita de la forma más ignominiosa». Los autores esclarecen detenidamente en este libro las diversas facetas del abuso del nombre de Jesús, el Cristo, sobre todo la tergiversación y la falsificación de Su enseñanza originaria con las devastadoras consecuencias para la humanidad y para toda la Tierra. Infórmese más sobre - La lucha de las religiones de culto mundano externo contra la corriente del cristianismo originario - Violencia, guerras, crímenes bajo el manto de «cristiano» - Dogmas y preceptos eclesiásticos

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El reto continuado contra Cristo La huella sangrienta de la Iglesia Los abismos de la enseñanza de Lutero Menosprecio y opresión de la mujer Los crímenes de miembros de la Iglesia contra los niños La guerra contra los animales y los crímenes contra la Creación

Por medio de Su palabra profética dada a través de Gabriele, la profeta y enviada de Dios para nuestra época, Él conduce a todos los seres humanos de buena voluntad a toda la verdad, en la medida en la que la podamos comprender Más informaciones al respecto las encuentra en los más de 100 libros y escritos que Gabriele ha escrito y dado a conocer para personas de todas las culturas y naciones.

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Del libro:

La Rehabilitación del Cristo de Dios Hijos e hijas de Dios, en misión de Dios, en unión con la tercera fuerza básica de Dios, la Sabiduría divina, rehabilitan al Cristo de Dios. Prueba de lectura del capítulo: Los crímenes de la Iglesia contra los niños Marzo 2019 © Gabriele-Verlag Das Wort GmbH Max-Braun-Str. 2, 97828 Marktheidenfeld, Alemania www.gabriele-verlag.com www.editorialgabriele.com

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La Rehabilitación del Cristo de Dios

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La Rehabilitación del Cristo de Dios Hijos e hijas de Dios, en misión de Dios, en unión con la tercera fuerza básica de Dios, la Sabiduría divina, rehabilitan al Cristo de Dios.

Ha llegado el tiempo: El Cristo de Dios, que fue Jesús de Nazaret, quien trajo a la humanidad las enseñanzas de los Cielos, la enseñanza de la Paz, de la Unidad, la Ley del amor que es omniabarcante e irrevocable, va a ser rehabilitado en la Tierra, porque las estructuras de poder institucionales han abusado del Cristo de Dios y lo han desacreditado de la forma más infame y aún lo siguen haciendo.

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