La rehabilitación del Cristo de Dios Hijos e hijas de Dios, en misión de Dios, en unión con la tercera fuerza básica de Dios, la Sabiduría divina, rehabilitan al Cristo de Dios.
Ha llegado el tiempo: El Cristo de Dios, que fue Jesús de Nazaret, quien trajo a la humanidad las enseñanzas de los Cielos, la enseñanza de la Paz, de la Unidad, la Ley del amor que es omniabarcante e irrevocable, va a ser rehabilitado en la Tierra, porque las estructuras de poder institucionales han abusado del Cristo de Dios y lo han desacreditado de la forma más infame y aún lo siguen haciendo.
Prueba de lectura del capítulo:
El «culto a los santos» y la veneración de reliquias
Del libro:
La rehabilitación del Cristo de Dios Hijos e hijas de Dios, en misión de Dios, en unión con la tercera fuerza básica de Dios, la Sabiduría divina, rehabilitan al Cristo de Dios. Prueba de lectura del capítulo: El «culto a los santos» y la veneración de reliquias
La rehabilitación del Cristo de Dios
En la amplia documentación «La rehabilitación del Cristo de Dios» conocerá usted la dimensión del engaño cometido con la enseñanza de Jesús, el Cristo y lo que Él, el Espíritu Libre, trajo verdaderamente a la humanidad y trae hoy de nuevo: la enseñanza del amor a Dios y al prójimo, a los seres humanos, la naturaleza y los animales, el camino de regreso al Reino de Dios, a nuestro Padre eterno.
Abril 2018 © Gabriele-Verlag Das Wort GmbH Max-Braun-Str. 2, 97828 Marktheidenfeld, Alemania www.la-rehabilitacion.de Editado por: Editoral Gabriele-La Palabra, España En todas las cuestiones relativas al sentido, la edición original en alemán tiene validez última. Todos los derechos reservados.
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El «culto a los santos» y la veneración de reliquias
Jesús de Nazaret no nombró a sacerdotes ni a organizaciones sacerdotales con el nombre de Iglesia u otros nombres, y tampoco hizo erigir iglesias de piedra. Desde los tiempos del antiguo paganismo todos estos distintivos externos son únicamente creaciones de la casta sacerdotal y de sus religiones de culto mundano, y por consiguiente no son cristianas, porque no corresponden a la enseñanza de Jesús, el Cristo, sino que a lo contrario. (...)
Dios no necesita intermediarios Con el sacerdocio y con los sacramentos las instituciones han intentado constantemente ponerse entre Dios y los seres humanos. Pero no solo los sacerdotes están presuntamente entre Dios y las personas. Como el «dios» de la Iglesia está lejos y es inaccesible, y como la Iglesia lo ha calificado a su vez de ser un dios castigador e iracundo, en la Iglesia vaticana se ha instalado a presuntos «santos»
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y «beatos», que han de hacer de puente entre los creyentes y ese «dios» tan lejano. Según la doctrina católica, los presuntos «santos» y «beatos» son personas fallecidas que han sido justamente «santificadas» o «beatificadas» por un papa debido a los supuestos beneficios que han obtenido para la Iglesia, y desde entonces se recomienda a los creyentes que los invoquen en la oración. Por su parte, los «santos» de la Iglesia se tienen que ocupar entonces, como «intercesores» ante Dios, de los ruegos de cada creyente y de sus deseos. Esta es la doctrina católica. El nombramiento de los «santos» y «beatos» eclesiásticos tiene lugar por tanto debido a los méritos que estos han obtenido para la Iglesia, no por el cumplimiento de las leyes de Dios. Esto explica muchas cosas. Jesús, el Cristo, nos enseñó que solo hay uno santo, el Dios Creador, el Padre eterno de todo lo que existe. Según lo que nos ha sido transmitido, a Jesús de Nazaret se le preguntó:
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«Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo Dios, el Uno» (Lc 18, 18-19).
Jesús, el Cristo, el corregente del reino de Dios, no quiso ni siquiera que se dirigieran a Él diciéndole «bueno». Pero la Iglesia vaticana nombra a los llamados «santos» y les dota de una gran importancia. Pero como estos supuestos «santos» hace tiempo que habían fallecido y se quería dar al pueblo de Iglesia algo para ver, junto a la «adoración de los santos» se instauró el culto a las reliquias.
Las reliquias – un culto tribal prehistórico La palabra «reliquia» significa literalmente «residuo», es decir, restos de lo que antes era un todo. En la Iglesia son principalmente partes de cadáveres o esqueletos completos de muertos que han sido hechos «santos» o «beatos» por un papa, casi siempre con un elevado pago de
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dinero al Vaticano. A esto se suman prendas de vestir o utensilios que utilizaron estas personas en vida. En las decisiones doctrinales de Denzinger y Hünermann, se dice lo siguiente sobre los «santos» de la Iglesia muertos: «Los cuerpos “deben ser venerados por los fieles (...) por lo cual Dios da muchos beneficios a los hombres; de suerte que los que afirman que a las reliquias de los santos no se les debe veneración y honor, o que ellas y otros sagrados monumentos son honrados inútilmente por los fieles y que en vano se reitera el recuerdo de ellos con objeto de impetrar su ayuda [quienes tales cosas afirman] deben absolutamente ser condenados, como ya antaño se los condenó y ahora también los condena la Iglesia» (Nº 1822) (…) «Ahora bien, si alguno enseñare o sintiere de modo contrario a estos decretos, sea anatema» (Nº 1824).
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«Anatema» significa excomunión, lo que después de la muerte atraerá a sí el infierno eterno. Y este anatema es válido hasta el día de hoy. Para un observador neutral, el culto a los muertos y a las reliquias que tiene la Iglesia vaticana, muestra similitudes, por ejemplo, con la magia vudú y con otros ritos mágicos que provienen de los abismos profundos de los cultos tribales prehistóricos. Hasta hoy en día, hasta el siglo XXI, este culto tiene que considerarse de gran importancia por todos los católicos, si no quieren ser condenados eternamente. ¿No habría que calificar este comportamiento de oscurantismo? ¿Qué tiene esto que ver con Jesús de Nazaret? ¿Enseñó Jesús de Nazaret que haya que venerar cadáveres y huesos de muertos? Jamás. ¿Condenó Jesús de Nazaret con anatemas a los que pensaban de otro modo? No, tampoco lo hizo. Sin embargo, la Iglesia vaticana condena al infierno eterno a las personas que creen en las enseñanzas de Jesús de Nazaret y no en las decisiones doctrinales de la Iglesia ideadas por seres humanos.
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Solo Dios es santo Continuemos preguntando: ¿Habló Jesús de Nazaret alguna vez de «santos», como se decía en el dogma de fe que se acaba de mencionar? El Cristo de Dios y todos los profetas de Dios anteriores y posteriores a Él declararon de forma unánime que solo Uno es santo, el Padre en el Cielo. Así está ya en el Antiguo Testamento, en la Biblia: «No hay santo como el Señor; porque no hay nadie fuera de Ti; ni roca como nuestro Dios» (1 S 2, 2). Y en el «Canto de Moisés» transmitido en la «revelación de Juan» (el Apocalipsis) se alaba a Dios con las siguientes palabras: «Porque solo tú eres santo; todas las naciones vendrán y te adorarán» (Ap 15, 4). Sin embargo, al jefe superior de Roma la Iglesia vaticana lo llama «Padre Santo». Esta ha hecho y sigue haciendo «santos» a muchas personas pecadoras fallecidas, y exige obligatoriamente a los creyentes de la Iglesia católica la adoración de las reliquias de los muertos que ella ha hecho «santos» y «beatos».
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Pero Jesús de Nazaret nunca enseñó que «si adoras los cuerpos de determinados muertos, Dios te traerá cosas buenas», que es lo que se exige en los preceptos de la Iglesia. Él más bien dijo: «Deja que los muertos entierren a sus muertos, pero tú sígueme» (Mt 8, 22; Lc 9, 60).
«Religión de momias» El conocido experto en ciencias religiosas, el catedrático Hubertus Mynarek, ve un trasfondo muy diferente en esta religión de culto externo: «En realidad, la religión católica es una verdadera religión de momias, una religión de vene-
Reliquia de la cabeza, presuntamente del «santo» Erasmo de Formia (San Pedro en Múnich, Alemania)
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ración de momias, porque de los tres elementos: espíritu, alma y cuerpo, siempre se aferra de nuevo a lo corpóreo (...) Pero como no quiere ser tan obviamente una religión de momias, toma las momias de los santos y hace que las personas las adoren, instalando en un altar –¡en cada altar!– una parte de la momia, por ejemplo, una mano, o incluso el prepucio de un santo» (Voodoo auf katholisch [Vudú a la católica], pág. 24, edición en alemán).
¿No es este un grotesco culto a los muertos? En todos los altares católicos está incorporada la parte del cuerpo de un presunto «santo» de la Iglesia vaticana. ¡Muchas personas no saben esto! En lugar de llevar a los seres humanos el Cristo vivo y resucitado, se exige de los creyentes la veneración de las reliquias de hombres y de mujeres de Iglesia fallecidos, a quienes la Iglesia, según sus criterios, ha puesto el sello de «santos», y de quienes ha empotrado partes de sus cadáveres en los altares. Todo esto se hace abusando del nombre de Jesús, el Cristo.
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El culto a los muertos para burlarse de Cristo ¿Qué sucede en los lugares de culto para la veneración de estos «santos», las casas de piedra, las iglesias y capillas? Aquí el cráneo de un «santo», allí el hueso de un brazo de un doctor de la Iglesia, aquí una prenda de ropa de una monja venerada, allí el recipiente para el culto de un supuesto mártir; y en medio de esta inmensa cantidad de reliquias también se presentan múltiples ejemplares que se dice que son de la época de Jesús de Nazaret: desde huesos hasta restos de sandalias, restos de tela o utensilios oxidados. Si todo esto se hace con la etiqueta de «cristiano», entonces es una burla y un escarnio del buen nombre de Jesús, el Cristo, y de Su enseñanza. Partes de cadáveres o esqueletos enteros de personas que han sido hechas «santas» por la Iglesia, son incluso paseadas en procesiones públicas, para fortalecer, supuestamente, a los creyentes que participan de las procesiones o que están a los lados de la calle. ¡Y esto sucede en el siglo XXI! (...)
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Jesús de Nazaret dijo claramente: «Yo Soy el Camino y la Verdad y la Vida, nadie llega a Dios si no es por Mí», o sea por Cristo. Entonces ¿qué significa todo este culto a los «santos» y a las reliquias? ¿Qué poder se oculta tras ello? ¿Un dios de muertos? ¿O una vez más el Baal de la Antigüedad de los tiempos precristianos?
¿Una expoliación de cadáveres institucionalizada? Se dice que el contacto con reliquias incluso ha de servir para hacer una sociedad más pacífica. Así lo transmitieron dignatarios eclesiásticos en México el año 2012. En aquella ocasión, numerosos creyentes que rezaban devotamente, miraban una ampolla de sangre que le había sido extraída cuando vivía al fallecido papa Juan Pablo II en un hospital de Roma. No habría que preguntar aquí: ¿Cómo se puede llegar a ser una mejor persona reverenciando una determinada ampolla de sangre?
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Jesús de Nazaret no enseñó algo así. Él nos exhortó: «Seguidme». Seguirle a Él –y solo esto– haría que una sociedad fuera más pacífica, y no una reliquia. Toda persona puede cuestionar personalmente para sí misma un culto semejante. ¿Qué hacemos cuando fallece una persona a la que respetamos mucho? Como muestra de aprecio y respeto, ¿adoraríamos restos de fluidos físicos suyos, como por ejemplo, una prueba de sangre? ¿O separaríamos una parte del cuerpo de esta persona fallecida tan querida para tenerla en un lugar destacado de nuestra casa o incluso para repartirla entre los parientes? ¿Los dedos, las orejas, la punta de la nariz o toda la nariz, algunos huesos con y sin restos de carne? ¿O tal vez órganos completos como el corazón, poniéndolo en un líquido conservante, o separando la cabeza del tronco, como les sucedió a algunos «santos» de la Iglesia? ¿O al menos algún mechón de pelo, algunos dientes, la dentadura, o las uñas de las manos o de los pies? (...)
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Similitudes con el culto vudú Naturalmente que toda persona es libre de participar de este culto y de peregrinar a los restos del cuerpo no enterrados de los supuestos «santos» de la Iglesia. Pero habría que guardarse de abusar con ello del nombre de Jesús, el Cristo de Dios, quien jamás enseñó semejante culto a los muertos. Relacionar prácticas de este estilo con el nombre de Cristo, el corregente de los Cielos y Redentor de todas las almas y hombres, es una enorme burla y un desprecio al Hijo de Dios. Es inevitable comparar el culto a las reliquias con los «fetiches» del culto vudú, como ya se ha mencionado antes. Según el diccionario de la Real Academia Española, un fetiche es un «ídolo u objeto de culto al que se atribuyen poderes sobrenaturales». Desde el punto de vista de las ciencias religiosas, la adoración católica de reliquias muestra muchas similitudes con el culto vudú: desde la posición destacada de un sacerdote hasta los objetos mágicos de culto, y desde el culto a los muertos hasta el maldecir a los adversarios.
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Porque, ¡ay de aquel que no esté de acuerdo con el culto católico a las reliquias! Será «totalmente» condenado y «anatematizado», como se decía en los dogmas citados anteriormente. El castigo infernal eterno ha de ser su destino.
¿Qué reliquia es entonces auténtica? (...) Todo este trato a partes de cadáveres y a las llamadas reliquias por contacto es indigno también para el muerto, y da la impresión de que se tratara de un irreverente comercio de trozos de cadáveres. Ni siquiera ante Jesús, el Cristo, se detiene esta terrible irreverencia. Jesús de Nazaret fue torturado de la forma más cruel y fue ejecutado en la cruz, porque así lo querían sus adversarios –la casta sacerdotal de aquel tiempo aliada con las autoridades romanas. Pero ya siglos más tarde los seguidores de la Iglesia romana y codiciosos sacerdotes presentaban trozos de madera que presuntamente procedían de la cruz del martirio, para sacar con ellos beneficio de la muerte martirizante de Jesús, el Cristo, engañando y mintiendo a personas crédulas e ingenuas. (...)
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En el siglo XVI el humanista Erasmo de Rotterdam dijo que tan solo con los muchos trozos de madera que supuestamente procedían de la cruz original en la que fue asesinado Jesús, se podría construir todo un barco. Horst Herrmann explica en su libro «Diccionario de las reliquias más extrañas»: «De vez en cuando se han venerado hasta 27 clavos sagrados, y más de 800 espinas de la corona de espinas. De 19 santos que se han examinado existían en iglesias y capillas 121 cabezas, 136 cuerpos y una gran cantidad de otros miembros. El primer mártir san Esteban tuvo una vez 13 brazos, el apóstol Felipe una docena, san Vicente diez, el apóstol Andrés 17» (pág. 140, edición en alemán). Si Cristo hubiera querido reliquias, ¿por qué Jesús, el Cristo, no sugirió a Sus discípulos que fueran previsores con sus propios cadáveres para que en el futuro fueran adorados? Porque hoy en día lo que la Iglesia acepta como un resto de hueso de un discípulo de Jesús, es una de sus reliquias más preciadas. (...)
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Las reliquias que se le asignan a Jesús de Nazaret y que se presentan desde hace siglos en los lugares de peregrinaje católicos, son burlarse una vez más del gran maestro de la humanidad y de la Sabiduría, Jesús de Nazaret. Porque según dicen hay: Pañales del niño Jesús. O el pesebre en el que habría estado acostado. O las espinas de algunos peces, de los que Jesús habría multiplicado. O una pluma de la cola del «Espíritu Santo», que se supone que se mostró en la figura de una paloma. O los excrementos de la burra con la que Jesús de Nazaret fue a Jerusalén. O numerosas espinas de la corona de espinas con la que fue torturado y martirizado en el camino al Gólgota. O una huella de la pisada del Resucitado. O supuestas partes de Su cuerpo, como Su cordón umbilical, pelo, uñas de Sus dedos de las manos y de los pies, o como el summum de la perversión y del escarnio, 14 veces el «sanctum praeputium», el «santo prepucio», porque Jesús de Nazaret, como todos los niños judíos, fue circuncidado a los ocho días.
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¿Dónde queda el respeto por Jesús, el Cristo? Piense ahora detenidamente sobre todo esto. Si sentimos aunque sea un destello de amor por Jesús de Nazaret, ¿no es repugnante que a todas estas perversiones se las relacione con Él? ¡Qué desvergüenza y qué falta de respeto al Redentor de la humanidad –al Cristo de Dios, que es el corregente de los Cielos– por parte de sacerdotes que se remiten a él, para luego burlarse de Él! El escarnio a Jesús, el Cristo, por parte de la Iglesia vaticana, precisamente con el culto a los «santos» y a las reliquias, alcanza dimensiones cuyos abismos apenas se pueden expresar con palabras. (...) Dicho sin rodeos: Para nosotros, seguidores de Jesús de Nazaret, estos son engendros de sucias fantasías sacerdotales, que hay que asignarlos a lo que Jesús, el Cristo, dijo a los sacerdotes de Su tiempo sobre «los huesos de muertos y todo tipo de inmundicia».
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«¡Vosotros tumbas blanqueadas!» Aún en el siglo XXI las personas que se denominan cristianas –también el papa– peregrinan a las reliquias, por ejemplo, al «sudario» en Turín o a la llamada «santa túnica» en Tréveris. Y a estas siempre se agregan nuevas reliquias de «santos» de Iglesia. Cualquier persona puede creer en reliquias, si así lo desea. Pero, por favor, no en nombre de Jesús, el Cristo, ni con la denominación engañosa de «cristiana». Entonces debería llamarse «católica», o según sea su tendencia religiosa, y admitir así que sigue a quienes han ideado tales cosas. El alma inmortal de toda persona abandona al morir su cuerpo natural mortal, para continuar su camino en los ámbitos del Más allá o para quedar atada a la Tierra. En la Tierra queda atrás su cuerpo natural en proceso de descomposición. Teniendo en cuenta esta verdad cósmica, adorar huesos y otros restos de una persona, o sus cenizas o cualquier otra reliquia, no es otra cosa que adorar materia inerte. Que el hecho
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de invocar y adorar a los llamados «santos» y «beatos» es por lo demás totalmente inútil, lo muestra el estado de este mundo. Cómo es para cada uno el camino del alma después de la muerte del cuerpo físico, depende por su parte del contenido de sus sensaciones, sentimientos, pensamientos, palabras y obras, y no de los cultos practicados en una determinada religión de cultos mundanos externos. Fue así que un escriba preguntó en aquel entonces a Jesús de Nazaret, qué es lo que tenía que hacer para lograr la vida eterna. «Jesús le dijo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees allí?”. Este respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Y Jesús le dijo: “Bien has respondido; haz eso y vivirás”» (Lc 10, 26-28). Son palabras de Jesús de Nazaret, el Cristo de Dios. ¿Para qué entonces el culto a las reliquias?
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Sobre el libro La rehabilitación del Cristo de Dios El Cristo de Dios, encarnado antaño en Jesús de Nazaret, que trajo a la humanidad la enseñanza de los Cielos, la enseñanza de la Paz, de la Unidad, la omniabarcante e inalterable ley del Amor, es rehabilitado en la Tierra, porque de parte de las estructuras de poder institucionales o confesionales se abusa del Cristo de Dios y se Le desacredita de la forma más ignominiosa». Los autores esclarecen detenidamente en este libro las diversas facetas del abuso del nombre de Jesús, el Cristo, sobre todo la tergiversación y la falsificación de Su enseñanza originaria con las devastadoras consecuencias para la humanidad y para toda la Tierra. Infórmese más sobre - La lucha de las religiones de culto mundano externo contra la corriente del cristianismo originario - Violencia, guerras, crímenes bajo el manto de «cristiano» - Dogmas y preceptos eclesiásticos
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El reto continuado contra Cristo La huella sangrienta de la Iglesia Los abismos de la enseñanza de Lutero Menosprecio y opresión de la mujer Los crímenes de miembros de la Iglesia contra los niños La guerra contra los animales y los crímenes contra la Creación
Por medio de Su palabra profética dada a través de Gabriele, la profeta y enviada de Dios para nuestra época, Él conduce a todos los seres humanos de buena voluntad a toda la verdad, en la medida en la que la podamos comprender Más informaciones al respecto las encuentra en los más de 100 libros y escritos que Gabriele ha escrito y dado a conocer para personas de todas las culturas y naciones.
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