Resumen de: PERIBÁÑEZ Y EL COMENDADOR DE OCAÑA de Lope de Vega (por Nerea Vergara)
Personajes principales: Peribáñez: labrador joven y rico. De él se dice explícitamente que es cristiano viejo. Está recién casado con la hermosa Casilda. Es apreciado y querido en Ocaña, su pueblo, y varios labradores trabajan con gusto para él. En la obra se muestra sagaz e inteligente. Casilda: esposa de Peribáñez, hermosa y honrada, también, como su esposo, villana. De ella se encapricha el comendador, aunque ella siempre se negará a engañar a su marido, llegando al punto en el que casi es violada por su señor. Comendador de Ocaña (don Fadrique): es el señor de Ocaña y de todos sus habitantes. Además, es conocido y respetado por sus triunfos militares. Conoce a Casilda el día de su boda, debido a un accidente, y se encapricha de ella, llevando a cabo todo tipo de tretas para acostarse con la villana. Muere a manos de Peribáñez. Marín y Luxán: son los lacayos del comendador. El segundo, para facilitar los deseos de su amo se hace pasar por labrador y entra al servicio de Peribáñez, teniéndolo así vigilado a él y a su esposa. Cuando se descubre su engaño, Peribáñez lo matará “por falso segador”. Leonardo: criado del comendador. Coquetea con Inés (prima de Casilda y madrina de su boda) para conseguir que ella facilite el encuentro entre Casilda y el Comendador. Inés: prima de Casilda. Creyendo que Leonardo pretende casarse con ella, accede a abrirle la puerta de la casa de Peribáñez al comendador, para que este pueda forzar a Casilda. Cuando Peribáñez lo descubre todo la matará, junto a Luxán, “por traidora”. Otros personajes: Cura (“a lo gracioso”) Músicos Rey Enrique. Condestable Dos Regidores de Toledo Un pintor (el que retrata a Casilda sin que ella lo sepa por encargo del comendador) Constanza Bartolo
Segadores y labradores
Blas Gil Antón Benito
labradores que en la Junta de la cofradía escogen a Peribáñez como “mayordomo”2
Mendo Llorente Chaparro Helipe
segadores al servicio de Peribáñez y Casilda.
La Reina Gómez Manrique Un secretario, un paje, un criado.
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Argumento general: Acto I: El día de la boda de Peribáñez y Casilda, el Comendador de Ocaña, el pueblo del que son naturales, se cae de su caballo al intentar esquivar a un toro desbocado. Inconsciente, sus lacayos y algunos labradores lo llevan a la casa de Peribáñez, donde queda sola Casilda asistiéndolo mientras los demás salen, en busca de ayuda. Todos temen aquí la muerte del comendador, al que describe Casilda como “la flor de España”; por lo tanto, al contrario de lo que ocurrirá en Fuenteovejuna, el comendador aquí es una figura admirable, hasta que el enamoramiento lo enajena. Así pues, al despertar y ver a la joven esposa de Peribáñez, el comendador queda enamorado de ella. Sin embargo, al descubrir que está casada se marcha de la casa sin decir nada, y sin dar muestras de una lesión grave. Ya a solas, Casilda le pide a su marido que la lleve a Toledo junto a sus primas Constanza e Inés para ver la procesión de Sagrario. Peribáñez acepta sin dudarlo. Ya en su casa, don Fabrique pide ayuda a Luxán para hacerse amigo de Peribáñez y poder así acercarse más a Casilda evitando que sospechen de sus malas intenciones. El lacayo le aconseja hacerle múltiples favores al labrador, para así ganarse su confianza. Como primer gesto, planean regalarle un par de mulas, y a Casilda unas joyas. Mientras, Casilda, Inés, Constanza y Peribáñez se preparan para la partida, pero el joven labrador se avergüenza de ver su carro pobremente preparado en comparación con el de Blas, y decide, por consejo de las mujeres, ir a pedirle materiales para “aderecarlo” al comendador. Viendo la oportunidad de acelerar la consecución de su objetivo, don Fabrique le regala las dos mulas y, además, una alfombra y ocho reposteros1 para preparar el carro. Además, al conocer el destino del viaje de Peribáñez y su esposa, el comendador se dispone a ir también a Toledo para observarlos. [Conversan el rey, el condestable y un regidor, anunciado por un paje. En esa conversación se alaban las fiestas de Toledo]. Una vez en Toledo, don Fabrique hace llamar a un pintor, al que le encarga que, sin llamar la atención de la joven, consiga dibujar a Casilda y que, después, si él le da su aprobación al dibujo, la pase a una pintura con un paisaje de fondo. Acto II: De regreso a Ocaña, Peribáñez se reúne con otros labradores miembros de la cofradía. Allí le nombran mayordomo2 y se acuerda encargar hacer otro San Roque, para lo que es necesario que Peribáñez viaje a Toledo de nuevo. Antón le acompañará para ayudarle a trasladar la nueva imagen. Mientras tanto, en casa del comendador, Leonardo le cuenta a su señor cómo ha seducido a Inés, consiguiendo que le prometa abrir la puerta de la casa de Peribáñez si surge la ocasión en la que don Fabrique pueda ir a encontrarse con Casilda. Después, su amo le habla del encargo del cuadro que le hizo al pintor. Viendo la desesperación del comendador, Leonardo se marcha para asegurarse la fidelidad de Inés. En ese momento entra Luxán, que relata cómo se ha puesto al servicio de Peribáñez fingiendo ser segador.
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“Se llama también un paño cuadrado con las armas del Príncipe o Señor, el cual sirve para poner sobre las cargas de las acémilas y también para colgar en las antecámaras” Dicc. de Autor. 2 “Se llama también el Oficial que se nombra en las Congregaciones o Cofradías para la distribución de los gastos, cuidado y gobierno de las funciones” Dicc. de Autor.
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Entrando en su casa, Casilda pide a su prima Inés que se quede con ella a pasar la noche, pues sabe que añorará a su marido, que ha salido ya hacia Toledo. Con ellas se quedan también algunos segadores, que duermen en el portal. Así pues, los segadores se reúnen en el portal, cenando, charlando y cantando y, finalmente, echándose a dormir. Es entonces cuando Luxán, camuflado entre ellos, avisa al comendador de que la vía para acceder a la casa está despejada. Don Fabrique entra con su lacayo, mientras Leonardo espera fuera. Algunos segadores los oyen, pero no se mueven, al no estar muy seguros si la visita ha sido concertada o no por Casilda y porque comprenden (al ver que el intruso lleva ropa bordada con oro) que es el comendador el que entra. Sin embargo, este se encuentra la puerta del dormitorio de la joven esposa cerrada por dentro. Duda, pero animado por Leonardo, acaba por llamar. Responde Casilda, creyendo que son los segadores, pero sin abrir la puerta. El comendador se hace pasar por segador, alabándose a sí mismo ante la joven y criticando a Peribáñez por dejarla sola. Casilda le reprocha su atrevimiento, asegurándole además que el comendador no está interesado en ella, desvelando el desconocimiento que hasta entonces había tenido sobre los sentimientos de su señor. Sin poder resistirlo más, don Fabrique confiesa su verdadera identidad y le promete joyas si le abre la puerta. Al momento, Casilda llama a los segadores, despertándolos fingiendo que ya es hora de ir a trabajar. Furioso, el comendador huye. En Toledo, Peribáñez y Antón han ido a hacer su encargo al mismo pintor que contrató el comendador, con lo que en su taller descubren el cuadro en el que está pintada Casilda. Así se inician las sospechas del joven labrador, quien duda también de la honradez de su esposa. Acuciado por esas emociones, emprende junto a su amigo el regreso a Ocaña. Allí, el comendador se aprovecha de haber recibido órdenes del rey de enviarle gente para la guerra. Don Fabrique decide mandarle doscientos hombres de los cuales, descuidando la costumbre de que todos sean hidalgos, cien serán labradores, capitaneados por Peribáñez. De esa forma conseguirá alejarlo de su casa por largo tiempo, enmascarándolo como un favor personal. Ignorante de los planes de su señor, pero sospechando el riesgo que corre y temiendo una traición de Casilda, Peribáñez, después de acompañar a Antón a su casa, regresa a la suya propia expresando sus dudas y temores. Al acercarse a la vivienda oye cantar a un segador: “la mujer de Peribáñez/ hermosa es a maravilla;/ el Comendador de Ocaña/ de amores la requería/ [...] “mientras Pedro está en Toledo/ desta suerte respondía:/ ‘Mas quiero yo a Peribáñez/ con su capa la pardilla/ que no a vos, Comendador,/ con su vuesa guarnecida”. Así, este canto calma los miedos del labrador, aunque aún no acaba de fiarse, temiendo que su esposa acabase por rendirse a la insistencia de don Fabrique. Mientras tanto, en casa de Peribáñez, Inés trata de convencer a su prima para que acepte al comendador, contándole lo que Leonardo le ha prometido. Sin embargo, Casilda corta sus insistencias jurándole que la echará de su casa para siempre si vuelve a mencionar a don Fabrique. Tras esa amenaza llega el esposo. Se reciben con visible aprecio, pero ninguno cuenta los acontecimientos que sucedieron en ausencia del otro. Aún acaban de hablar cuando entra Luxán para avisar a Peribáñez de que el comendador lo ha mandado llamar. Acto III: Leonardo, que regresa desde Toledo, pone al corriente a su señor sobre cómo se están desarrollando las batallas del rey contra los moros. Después, el comendador cuenta a su
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criado que Peribáñez aceptó el cargo de capitán, y que esa misma tarde sale para Toledo con sus hombres, dejando sola a Casilda. Llega entonces Peribáñez con sus hombres a saludar al comendador y a pedile que “le ciña la espada”, es decir, que lo haga caballero (hidalgo). Don Fabrique, siguiendo aún el consejo de Luxán de satisfacer en todo al labrador para ganarse a su esposa, hace lo que le pide. Así inicia su camino Peribáñez con su tropa, acompañados por el sonido de la caja (tambor). Lo oyen Constanza, Casilda e Inés desde el balcón e intercambian algunas palabras con ellos, las de los jóvenes esposos cargadas de ambigüedades, como queriéndose dar a entender el uno al otro el peligro que corren. Después hablan Bras con Constanza y Belardo con Inés. Después parten los labradores armados. Esa misma noche, después de que los segadores se queden dormidos, Leonardo llama a Inés para que le abra la puerta de la casa de Peribáñez mientras Luxán, que había estado vigilando la marcha del labrador, le asegura al comendador que este ha salido para Toledo. Sin embargo, Peribáñez, como ya había planeado, después de alojar a su compañía regresa a Ocaña. Va a ver a Antón, para entrar a su casa desde la de su amigo, y así no ser descubierto (ya que aún no confía por completo en la honradez de Casilda). Los músicos contratados por el comendador empiezan a cantar. Tras recibir la promesa de la pronta llegada de Leonardo, Inés abre la puerta al comendador. Mientras tanto, Peribáñez está escondido en su corral, escuchando todo lo que ocurre en el dormitorio de su esposa. El comendador sorprende a Casilda y la amenaza con difamarla, diciendo que la encontró teniendo relaciones con su lacayo, si no se acuesta con él. Ella no se deja asustar y se mantiene orgullosa, con lo que don Fabrique intenta forzarla, pero Peribáñez sale de su escondite y lo hiere con su espada. Toma a su esposa, saliendo de la habitación. El comendador huye hasta encontrarse con Leonardo, quien quiere vengarlo, pero su señor, al borde de la muerte, le dice que, puesto que Pedro es ya hidalgo, tenía derecho a herirlo en tales circunstancias (de ahí la importancia del ardid del labrador para convertirse en caballero). El criado y el señor se marchan la puerta de la Cofradía de Nuestra Señora de los Remedios, la institución que cuidaba a los enfermos. Peribáñez y su esposa, mientras tanto, se vengan de Luxán e Inés, a los que el joven esposo asesina. Después ambos huyen a Toledo. Un tiempo después, en esa ciudad, los reyes reciben las tropas que llegan para ir a la guerra contra los moros. Llegan entonces Peribáñez y Casilda, intentando explicarle al monarca los acontecimientos por los que son buscados. Primero don Enrique los ordena matar, pero la reina pide que no sea en su presencia. Así, el labrador puede explicarse y, consiguiendo convencer a los reyes, obtiene no solo la exculpación, sino también el honor de llevar armas y de volver a capitanear a la tropa que sacó de Ocaña.
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