Carlos-Enrique Ruiz
Bocetos en mengua del viento
Ediciones Revista Aleph No. 14 2018 1
para Livia
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A veces la ternura dulcifica los aires, a veces es la semilla del prodigio creciendo en los espejos infinitos del tiempo Graciela Maturo (en su poema: “El viaje”, del libro “Un viento hecho de pájaros”)
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Proliferan las señales de aquiescencia en los entremeses de la cotidianidad desprevenida, al derrumbarse las nubes por lugares de la naturaleza indómita. En las pausas el sigilo de la meditación empina la voz del silencio por el claror del mundo. La señal es de esperanza, entre miradas de desprevención. Árboles primaverales en simpatía con las vidas, en el deambular de calles, con la sorpresa a cada paso. Multicolorido en flores a ras de acera, como soporte de alegría de aquellos otros erguidos en el silencio, con despliegue al aire de brotes precedidos por el misterio de flores engalanadas por el aire, al despegue de la primavera. El viento difunde aromas y el polen para el intempestivo estornudo, discreto sacrificio ante la belleza dominante, en la perspectiva de los días de suceder in crescendo. Pausas dan lugar a la reflexión con el silencio de las realidades y las dudas. Cercanía de ilusiones esparce el sonido en recuerdos de notas furtivas. Aliciente soportará el destino con tablero en ensoñaciones digitales, al canalizar el ruido de acontecimientos indeseados. La tarde al final descifra los enigmas y de pasada cubre con tintes dorados, la nostalgia de los errabundos y peregrinos. El grueso de pulsos por la vida le abre paso a las señales de la espera, con las ínfulas de golondrinas poseídas por la razón del desencanto. Nada es parecido al suelo que se pisa en la consistencia de ilusiones y quebrantos. Las palabras portan el silencio con circulación en nodos de cordura, pero de vuelta reproducen otros silencios, sujeto a la cortesía en el desván de las proporciones desmadejables. Nada parece el refugio de banalidades portadoras de algarabías, en el lado oscuro de días sujetos al desenfreno. De pronto, el silencio hace las veces de moderación al dejar de lado otros silencios con propiedades zurcidas 4
en la historia íntima de individuos escapados del rencor, ad portas de las tinieblas en el amanecer pensado con el atropello de las nieblas. Pases de a bordo en la ensenada de los vaivenes, al amparo de quimeras vueltas razón de vida. Pulsaciones en el tiempo desbordan las ansias ante un fin sin previsiones, con la promesa incumplida del hacer en categorías vanas. El tiempo recrudece las ansias de una vida en contemplaciones, por las veredas del espíritu, sin palabras y sin miradas de provocación o angustia. Los momentos son oportunidad del deseo, en el cruce de sensaciones transpiradas en la proximidad de lo lejano. El sentimiento es la plural condición de lo adverso, sumido en la sombra de un árbol. Mentor de sinuosidades es el destino, al aplicar leyes indescifrables, manifiestas en el diálogo entre la Nada y el Todo. Corrosiva la luz en las entrañas del silencio, cuando cunde la algarabía en pensamientos y pesadillas. Hadas tendrá el destino para afrontar las indecisiones del sendero, en tanto doblen las campanas y las nubes merodeen por los campos de labranza. Roto el silencio, la tempestad acomoda huellas y en pisadas de filigrana alguien habrá de sujetar el calendario. Enseñarse a la ausencia es la vida de las piedras, con cara sin sonrisa y pies de plomo. Las manos simulan ser nubes en lento divagar por cielos de mirada plúmbea. Y en la clausura de las tardes los fugitivos hacen de sus carreras un espanto. Enseñarse a comprender lo que ocurre es proeza de historias sin narrar, y las páginas en blanco deletrean los signos del misterio. Alguna vez los pasos reverdecieron los caminos, a pesar de la insolencia de las piedras. Lo humano se hizo cordura en los rigores del basalto. 5
Dominios en el interregno de las pasiones balancean el suspiro en noches y días, con el abandono del por qué. Se musitan canciones en el merodeo de calles despojadas de niebla, con la arisca llegada de inesperados torrentes de sol. Las calles interponen soledad al olvido, entre energúmenos pensamientos de aireadas distancias. Los pasos reproducen con lentitud el rito cadencioso de lecturas añoradas. El hoy es una vuelta atrás en miradas y contemplaciones. Realidades de lo cotidiano despiertan pensamientos en la sensibilidad de riscos congeniados en el espíritu de los peregrinos, y apaciguan los arrebatos de atmósferas en claroscuro. Peregrinos sin fronteras desvelan lunas y soles con pasos de sigilo, apostados en el lugar de las frustraciones y las derrotas, pero con aliento de sobrellevar las penurias a nuevos estados de espiritualidad. La contención está en el silencio de ruidos en la memoria del paisaje, aclimatado por el valor y persistencia del peregrinar. Ajeno a la dicha de quienes transitan desprevenidos por la vida, yo me ausento de miradas de soslayo, en la costumbre esquiva de las evasiones. Presencio el derrotero de mi propia vida, como quien se asoma a un parque de distracciones y me prometo seguir transitando por el mundo sin iniciativas libertarias, ni aventura de comportamientos por intentar cambiar lo existente. La indiferencia es resultado de frustraciones en la sociedad de los repliegues y las evasiones. La tarea no se cumplirá antes de la reconquista de Bizancio. Pasan de largo los momentos, las edificaciones, los árboles,… la gente, y quedan rastros en el aire fugitivo, con trazos de lo fugaz en la memoria. La fragilidad de los procesos hace del pasar un efluvio con destellos que al ser desaparecen. Es el ejemplo de la vida sumergida en historias donde el tiempo se expresa en dicotomías o 6
en parábolas nada preestablecido, pero si con la herrumbre cacofónica de los insucesos registrados por comunicadores a despecho de multitudes ensombrecidas. El verano trajina huellas de olvido en mañanas escarpadas al amparo del arcoíris. Todo está al otro lado del espejo, con los supuestos de la realidad seducida por lo intangible. El deseo corrobora lo virtual de luces y sombras, en la extensión de lo que no tiene palabras, porque estas esgrimen contestaciones, y en medio de la consternación las caras largas se posan al frente del espejo, para decirse al oído lo que la penumbra no alcanza a descifrar. Todo es el decir nada más en lo que la costumbre vuelve panecillos rumorosos en el escondite de pensamientos intrépidos. Sagaz la Luna sin decir nada. Viento frío flota con levitación de pensamientos y de cuerpos en tendencia a desvanecerse por Jakobstrasse, así en los portillos de la decencia manifiesta. Nubes grises encapotan el ambiente de suyo pálido en este día de frugalidad ineludible. En el café Liège del segundo piso de la librería Mayersche, la taza de café despierta ansiedad detrás de esta pluma que discurre en el destemple de consideraciones tardías, para el encuentro de palabras en un decir a la espera. Nominaciones de autores y libros no despejan la vidriera que mira tras ojos de adormida inquietud. Suspendo el trazo, miro a la calle y observo a las gentes transitar protegidas del frío. Vuelvo la mirada al papel con el deseo de un discurrir de escape a las elocuencias tardías de la primavera. Frente a mi, Livia avanza en la lectura, en “El País” de España, de la lección de Sergio Ramírez al recibir el Premio Cervantes, y de pronto me destaca esta frase de él: “Toda lectura es un viaje”, al recordar cuando a los diez años leyó El Quijote en edición de 1841. A su vez, la escritura es un leer en suma de letras que una tras otra 7
desgranan silencios a temperatura rasera. Cada trazo es una huella distante de ser impronta, por la palidez de la mesura. El tren ha quedado atrás en su ruta de precisión horaria, con desfase ni siquiera de minuto, y en el suceder salto de aquí para atrás insatisfecho de volver a seguirle el pálpito a esta pluma, en busca de camino, con la insatisfecha mirada de días en plenitud de sobreaviso. Anuncios de pormenores disipan el tiempo de las contiendas en el Oriente, pero también en los cuatro puntos cardinales, con despliegue de sofisticados armamentos, cada vez en prueba de su efectividad, más letal y destructiva sin falta.
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Precisiones saltan en las conversaciones con apenas atinar al desdén, de miradas, caricias, percepciones en la cercanía de estructuras desproporcionadas en las palabras. Vuelvo la mirada al ventanal y un sol tibio proyecta sombras de fragmentos del Yo que va conmigo. El silencio se rompe con el llanto de un niño, al sentirse abandonado por la mamá en busca del libro de su vida, que nunca hará posible encontrar, por cuanto ese libro que busca es el niño que llora a sus pies. Élitros de lejanía dejan atrás los aspavientos y todo vuelve a la Nada de origen. Asir una mano y sentir la tibieza del deseo en una espera de ansiedad indefinida, es el tormento alejado de pausa, con pensamiento en cautiverio. Mano de tenue e indescifrable caricia, ceñida al temor que retiene la idea de lo intrépido en el momento. Tibieza transformada por instantes en el señuelo de la angustia. Ojos que no miran despavoridos entre nubarrones y sándalos. Mano que retiene la frustración al dejar perder la tentación de lo prohibido. Presumir del tedio en la sombría esperanza, resulta paradoja ante cielos de tiniebla. Los días precipitan la agonía en lucha por la sobrevivencia en los territorios de oculta miseria, despavoridos en ritmo de conjuro y enigma. Días ensombrecidos en las quimeras que tientan la pasión por lo desconocido. Desde este piso tercero, con el café a la mano, disipo la pensaduría que olvidó a los súbditos de Aquiles. En soledad alguien departe con la sombra y el árbol le apuesta a la cobardía de insulares apóstrofes del sigilo. Estrellas en un firmamento sin nombre, alejadas de la consideración más nimia, nos miran con la compasión debida a lo desvalido en propósitos, si es que nos miran. Estrellas las hay en los senderos de tropiezos y bifurcaciones, ajenas al universo de las dimensiones 9
inconmensurables, hechas con las simplezas de la vida, ajenas al mirar en lo desconocido. Estrellas de son en son propicias a la medida del simple pasar, con el rumor de lo ajeno. La vida le mide el pulso al destino. Sensitiva sonrisa en los labios de intuición cualquiera, desafía lo hirsuto de rostros distraídos de miradas, más atraídas por los entornos de canciones sin nombre. La sonrisa vuelve a desplegarse con la candidez de encuentros inesperados, en tarde cualquiera, para dar paso de renacida a la cordialidad entre seres ariscos en lo cotidiano. La mirada suple lo que el decir no alcanza, y en los pasos la serena reflexión vuelve a dar albergue a las palabras huérfanas de contenido. Cuadrícula de pardas quietudes ilumina la frente de los díscolos tropeles con vecindad en la alborada, vísperas del contrasentido impulsados por el desenfreno. La calle se torna en dimensión desconocida con pasajes a flor de vista, entre la concurrencia a ultranza con embelecos de memoria distraída. Los pasos reproducen las calles, desdichas en los otros tiempos cuando respirar en silencio era el ruido de la felicidad. Quietud abruma el destino humano, entre ánforas de arqueología subconsciente. Tempestad en la cálida ensoñación de colosos deslumbrados por el acervo de la Nada, irradia sutilezas del contorno entre penumbras y malolientes desdenes. El confuso panorama deletrea signos de ambigüedad en un juego impredecible de esferas. Catenarias y curvas de la más extraña geometría delinean trayectorias oscilantes, a la manera de péndulos en reclamo de algarabía. Largo destino con cláusulas desconocidas permite el disfrute de lo transitorio, al sentir el padecimiento inútil por estelas de nube, en el cielo azul de las esperanzas. Destino el del río, con meandros y 10
declives de pronunciada alegoría, sin anuncios de voz en cuello, pero el estremecimiento ocurre al oscurecerse el alba, bajo perturbaciones en la desconocida atmósfera de los deseos y las desmesuras. Cláusulas mudas subrayan los laberintos del destino, sometidas al estado crucial de interpretaciones acumuladas por el viento, y desgajadas en el vendaval de las pasiones estériles. Figura… Forma… Entelequia en el vacío. Rodaje de asombros al despiste del día, con fondo de corrientes en el invierno alargado. Entelequia será el decir con los supuestos ritmos entrecortados por la duda y el si-de-pronto. Decires en la gesta del largo plazo, enuncian lo monocorde en pensamientos a la deriva y trazan la frontera con todo aquello favorable a lo ajeno. Queda el silencio suspendido en levitación al no conocerse el camino. Sigilo en la hondonada de confrontaciones perdidas en su sentido. Objetivo claro presume de verdades por vías de atajo, y en momento alguno el enfrentamiento hace apariciones de soslayo. La preparación no basta en la encrucijada. Será el destino el mandado a resolver lo que sea. Atajos trazados por el azar delinean futuros con modelación de faustos o de nigromantes. Los finales no son final, son un recomienzo de historias de oculto portento, a la debe con el deseo de humanidad en busca de sentido. Trasegar por lugares donde la vida escapa, o escabulle meandros, o en simplicidad suspira. La vida deviene parábola en sutileza o desdén, con escape a las observaciones del viento. El tino de las aguas se hace llovizna y riachuelos de tonalidades oscilantes, a lo largo del día. No faltará el desencanto al desbordarse su vocación, ajena a la clarividencia. El tiempo deja las huellas de aquel transcurrir como sedimentos o amonites, o sencilla acumulación de olvidos, con la indiferencia propia de edades geológicas. 11
La distancia disipa lo que el tiempo distrae, y hace de los instantes espejos de eternidad. A su vez, el viento es un peregrino por sendas invisibles e indescifrables. El aire se sumerge en el tiempo, entre brumas y brotes de ausencia, al compás de las fuentes del destino. Distante es el punto de mira entre paralelas convergentes al acercarse a la explosión inicial, y cuando se contrae el universo de las posibilidades infinitas, el mundo se hace trizas. Cuerpos desvanecidos en sombras, en deseos precavidos de nostalgia. Cuerpos hechos de provocación y silencio, en medio de la ruina que ilusiona antiparras y florines. Meras formas del contenido agreste, martirio de troveros e ilusionistas, descritas en el aire con trazos de fuego fatuo y evanescente fantasía. Cuerpos del gozo en desplazamientos sin desvelo, por la armonía ni por el desgaste en roces de infructuosa sensación al costado de la ira. Formas no detenidas ni recordadas. Desgarrado el silencio la palabra asume la pose en el ventanal de elucubraciones, en dispareja consistencia. Habrá razones o motivos que las deidades terrestres presumen para justificar el hilo de Ariadna y para dar soporte a la intolerancia del viento. El silencio es un paréntesis entre corchetes con descripción de sombras asediadas por la penuria de pensamientos, a la hora del té. Disquisición en el decir reclama retorno al silencio para la meditación consistente de errabundos y peregrinos. Ínfulas en los trasiegos de la esperanza, con las rutinas del transitar a pie por los desiertos incontaminados de la ilusión. Esperanza a las puertas de vidas asomadas en nubes de rosicler al despunte del día y miradas en panorama de quimera. Esperanza y quimera concilian el beneficio de días en el entredicho palaciego de ruindades a flor de 12
tierra. La vida se asoma en la tribuna de los dioses, para atisbar el devenir de las crueles oleadas del desencanto. Presencia en la dislexia de los días que trajinan con motivos de azar por nuestras vidas y dejan cicatrices de trazos enigmáticos por laberínticos y ensombrecidos. Dislexia en la acometida de voces erráticas originarias de bosques en prosopopeya, o en montañas de esquiva geografía. Motivos no faltan en los días de apremio para emprender la conquista de simientes sujetas al inquieto aire de la primavera. Días como soles y lunas y estrellas en el deambular de peregrinos.
LXXV. Tino en la encrucijada de tiempos con hechura de mundo por pensar. Hilo en el desvanecimiento de las cosas arraigadas en la memoria de los tiempos, sedimentados en la piedra. El tiempo es un tiempo en sonidos, en recuerdos, en evolución de pasos dados a crédito, con la espera del misterio en el no retorno. Pensadores con pensamientos tránsfugas acuden al silencio como refugio de dudas e incertidumbres. La vida es un rayo de sentencia determinada. Lo incierto es una duda ajena al método de la prueba y error, es guía de miradas en los meandros de arrojo. Y la cobardía hace mella en los peñascos arrancados de los cielos nubosos, con descenso arremolinado hacia las honduras de mares, en la conciencia de seres con nominación incierta. Incierto es el ahora en la víspera del ayer, e 13
incierta es la palabra no dicha entre miradas de reojo, o suspiros de anhelo. La fuente de la vida es el saber con nombre de cielo y nube. El mundo es un incierto tejido de cercanías, en la proximidad de distancias de apremio, con la ansiedad de voz al cuello… Y la vida pende de un hilo. Espejismos en la piel de la amada son laberintos de insolación en el alma, con premisas de afugia en los deseos, por ser en connotación de memorias y olvidos. Espectros en sombras sobre la piel del árbol currucutean caricias en los timoneles de ausencia. Arrobo en las pilas de fortificaciones ancestrales denota el afianzamiento de la vida, con largas disyunciones y prometidos emblemas, vueltos signos en la conducción de los derroteros propios del destino. Arrobo en las sorpresas de encuentros ajenos a cualquier aviso, traza la incógnita de los seres desprotegidos del manto de divinidad alguna, y hace del revés un comienzo en simulacro de espejos, a la espera de lo inesperado. El tiempo hace a su vez de atmósfera para que en el pasar se atempere la dicha, o la condición de extrañeza. El tiempo hace de nuestras vidas una promesa ilusoria, al vaivén de días sujetos a la variopinta mirada. Vidas en inmersión de realidad, con la impronta de un destino que se hace y deshace a cada instante. Tiempo es de percepción del todo en la nada, y de la nada en el todo. Contraste de saltarines por fuera del tiempo y del espacio, como si se tratara de ilusiones ubicuas, inaprensibles. Lo prometido resultará ser deuda en las palabras por el viento. Dejado de ruego o suspicacia, el deseo deriva en motivo de lejanía, con ímpetus arrojados por el abismo de los despropósitos. Soliloquios del andar en los trazos del azaroso destino, hacen de los 14
seres cuellos de botella, para los advenedizos suplicantes de rebeldías. Y todo sigue con réplicas contenidas apenas por el escepticismo, declinantes al momento del crepúsculo en el umbral de la noche que llega. Dejado a las condiciones del momento, acometo el recitativo de sonoridad barroca. Recinto de voces murmurantes entre estantes de libros monolingües, ordenados por géneros en pisos expandidos con pasillos amplios de trajinar por curiosos observadores que de pronto se topan con el libro no buscado, pero a la espera del único que da con él. Se tejen historia de repetida secuencia, con trasfondo de murmuraciones sucedidas en disposición de ausencias. Legendarios personajes bullen con especie de crujir del deseo, en el insonoro paso de hojas, y la mirada de los infantes no se detiene a la espera de un final explosivo. Pasos se dan en la travesía de la vida, con escapes y encuentros sorpresivos, en busca de lo no perdido, pero de pronto se esfuma la contienda y en superficie el ambiente vuelve a la tranquilidad perdida, con florecidos jardines dispuestos al marchitamiento y la renovación. Nada vuelve a comenzar, puesto que el tiempo no mira para atrás, ni en los espejos se descubre la imagen del otro lado. Travesía en pasos perdidos con la maraña de sueños vueltos palabras en la conjetura de instantes desvaneciéndose en pétalos que caen mecidos por el viento. Holgura de vaivenes permite la contemplación de ritmos opuestos al silencio, en los bosques de cemento. Es lo imaginario del deseo en la demostración imposible de miradas al encuentro de ocasión, saturada por el encanto de lo inerte. También con el deseo se simula la sed de los caminos, sin satisfacer, al pie de los desfiladeros proporcionados por la desmesura de territorios en el olvido de 15
fuentes y consecuencias. Desmedida proporción luce en la jornada de rebeldía, con encuentros en sumatoria que hacen de la lectura un agrado en vitrinas familiarizadas por maniquíes de cuello tieso. Reincidencia en los destellos sobre el follaje de árbol en similitud al sauce-llorón, y vibran con la oscilante luz del amanecer. Al mirarle, mensajes de sentimiento se cruzan con la manera de pensar al vacío. Silencio rotundo en instantes de variación sobrecogedora. Es el árbol de simientes lejanas, con carga de historia por identificar y registrar. Sinembargo, su porte ahora es la manifestación suficiente de los misterios de la naturaleza. El ahora es un adiós. De paso en cada instante es el gozo, la indiferencia, o hasta el desagrado. De paso cada quien consigna en el aire su porte de distancia y lejanía, y el viento hace trizas cualquier recuerdo. El hoy es pronto un ayer de fluida ausencia, con relictos de luz pasajera en la arqueología de los saberes inútiles. Inquietud por el tiempo es la constante de cualquier vida en remojo, con soluciones debidas a los destinos marcados por lo indescifrable de marañas expuestas al vacío. El después es un ahora de inclemente apostasía. Porte dado a la sensación de probidad en el deseo, bajo expresión de rostro de frialdad e indiferencia, hace de la vida cotidiana un apego a los contrastes por la benevolencia de miradas compasivas. Observaciones siguen con penetración inaudible el decaer de pasiones por la aventura del instinto. Rebelde es la condición de pensamientos en contraste, con ambiciones desmesuradas que llevan a la postración de la palabra por el hecho en lo contrapuesto del momento. La condición es de cobarde ausencia en los pormenores del sacrificio. Distancias son recuerdos y olvidos, sujetos de frecuencia recurrente. Recuerdos y olvidos en detalles, en situaciones, en circunstancias… 16
del pasar aún inadvertido. Estampas que la mirada recoge en el clima de los contrastes y la variopinta escena entre lo conocido y lo sin advertirse. Distancia es la separación que hay entre lo uno y lo otro, medida en unidades de concordancia o disparidad. El recuerdo es una forma de olvido, por la imagen virtual en el reverso del espejo. Escenarios de competencias en uso refrescan la superficie de los consuelos olvidados, y dan paso a lo incierto del modelo campante. Unos pasos nada más corroboran el aserto de los cauces perdidos, cuando los meandros intimidan la esclavitud del deseo. Lujuria de las aguas turbulentas hace del paisaje antropomorfo un apéndice de los narrados dinosaurios, despojado de la ira que sepultó la prehistoria, antes de las narraciones de fantasía risueña. Hoy se camina sobre arenas movedizas, en la aventura de cualquier colapso. El paso de Oriente reverbera en ojos y boca a la espera de lo insólito que pueda avivar los sueños de las mil-y-una-noches, con tajantes estimaciones afloradas en la cúpula de sociedades sometidas al destino, con ojos cerrados. La boca resulta ser clima de silencio a la expectativa de los instantes hechos siglos. Y los ojos atraviesan con mirada los muros de piedra, en simulación de paleo-detalles ateridos por lo insalubre de ambientes turbulentos. Boca que no sorprende a los ojos hace del instante una evasión. Regálame una sensación de lo inútil, sujeta a la desolación de un desierto en el alma de los desterrados. La esperanza en la antesala de perderse escamotea entre sombras con atisbo en el umbral de pormenores atiborrados por los enigmas. De tarde en tarde el crepúsculo hace de las diferencias la nobleza en paleta de colores, y vuelve atrás aquella sensación de lo oscuro, en el retardo 17
insignificante que roza de afecto la superficie antes hostil del Universo, en la cercanía de unos labios. Misterioso encanto de las piedras arrumadas en muros con expresión por fuera de cualquier cuadrícula, y el encanto de los antiguos tiempos cuando unas manos de labor las colocaban una tras de otra, y hacia arriba, sin hiladas. Desorden de hermosura, hijo de impronta a la deriva de causas y consecuencias, en tiempos de perseverancia descontado del calendario trazado al compás y escuadra. Esos muros se elevan en torres, o en soporte y delimitación de viviendas, quietos ahí por centurias, en la cresta de los retos y las cautelas.
Fingido el silencio se antepone la súplica de árboles y rocas, en tiempos de excavaciones en el inconsciente del paisaje. Los rodeos hacen de las especulaciones verdades adjudicadas a los dioses del crepúsculo, y en el trasiego de los mortales aquellos supuestos toman la condición del-qué-dirán. Otra sería la situación si los roquedales asomaran su edad en la historia de pasiones y tormentas. Nada dijo el fingidor al paso de ciclones, con la media en la estadística de velocidades y destrozos. Resurgir de imágenes en la arboleda de cielos nubosos, desenvuelve el silencio iracundo de continentes a la espera. Sale el Sol y con dificultad o pereza se oculta la Luna, contrariando cualquier intención de diálogo, apenas lo tenue de la penumbra, tibia las 18
palabras del murmurar remoto, y ese otro silencio de rechazo inflama actitud de vidas trajinadas con destino marginal, o de propósitos crueles. Surge la inquietud por los siguientes pasos, a la espera de súplicas o lamentos. La muerte es un escape sospechado de las trivialidades, los sabores y sinsabores sin retorno. Es olvido, descuento de historias por trajinar, evasión de caminos con destino infructuoso. Es el sesgo de probabilidades en lo inofensivo del azar. Es el No-Es de instantes desiertos por la infecunda porfía que hace de los anuncios triunfales un acervo de lo presumido, con relumbrón pasajero o postizo en la frente. La muerte de rosas y olivos marca el ritmo de la vida. Que más historia que los relatos de infantes en juegos hasta el riesgo. Imaginación tejida con puntadas de asombro descarta lo limitado de las palabras. Palabras vertidas en gestos, en expresión de rostros, en cruce pícaro de miradas, entrelace de manos con la brusquedad de lo intrépido. Sonido que los labios abandonan para dejar en lo espontáneo el aflorar creativo con expansión de límites. La frontera aparece en el primer paso en falso seguido de otros. Consecuencias no se asumen en lo brusco de los tiempos, traducidos en juego de sonrisas y de luces en miradas tiernas. Osadía recorre palacios y lugares insignificantes con resultados de sospecha. Ambientes dispares conjugan temores y reacciones de sobrepuesta valentía, para hacer de nada una preocupación al galope de resonancia en atmósferas tensas. Lo osado está en el encuentro de miradas y palabras rotas a la entrada de conocerse sin medir consecuencias. El porvenir de suyo es una osadía, medida en longitudes de temor o en la métrica de lo posible, en lo improbable. El fin no justifica los medios, pero emite señal con atractivos de misteriosa insonoridad. 19
Refugio en relatos de nunca acabar hace del momento un tiempo pasado tras el cristal de la desmemoria. También el refugio prosaico del vivir entre cortinas de humo y aire de ventisca escurridiza. Los espacios son de espectros multicolores atenuados por la espera sosegada de los espejos. Lumbre de ausencias o de ventanas cuasiabiertas a la distancia de sombras. Otros refugios habrá en los espíritus de mirada concéntrica que apuntan a la fuga de tangentes disipadas en la entretención de las esferas. Muchachas esbeltas, provocativas-no-provocadoras, se desplazan armónicas por estos aires en lengua otra y trazan con su movimiento de ulular desvanecido el cautiverio de las cadenas. Sedienta e insonora paz en los campos de batalla agoniza la distancia. Cruzan siglos por las paredes y efigies en los museos con la sensación de cómo nada queda, apenas los trazos ligeros de huellas en intento de descifrar. Miradas de expectativa atraviesan los espacios, y la rutina de los turistas descubre lo descubierto por estar ahí. Espacio de registro en lo descifrado con la panda consideración de olvidos hechos patente de curiosidad. Un museo es el acopio de intenciones puestas en el sitio determinado por la convergencia de miradas. Al salir, todo es igual. Solidario en el discurrir de reveses transformados en criaturas de la imaginación, precipita la presencia antes ignorada de las piedras, para remedo de hojas idas al viento. Rosaleda en cercanía anuncia la belleza ponderada en un halo exultante de fantasía, que huye tan pronto la realidad desborda la imaginación del espejo. Lo virtual se hace tangible con la sorpresa de novedades en el relumbrón de un instante. Digo con el decir de las cosas al pasar y recibo la placidez del momento en mensaje subliminal de dioses extraviados. 20
Aguzado el tiempo de las premoniciones, la flor emprende el destino de marchitarse en el tiempo del vagar con sombras, y los entornos repiensan las parábolas que ilusionaron días en el atropello de nubes. El tiempo es un decir de longitudes en desmesura, acortinado en el suspenso que acumuló la lluvia sobre los trigales. Un instante es pétalo lanzado al viento de las paradojas, con solución no vista ni presumible. Aguzados olfato y oído, el aire acomoda el retorno. Colgante sonoridad del viento en ramaje de fluir armónico y silencioso. Cadencia en la pausa consternada desprende observaciones ambientadas en la belleza de lo simple. Detenerse a mirar ese árbol es recobrar ánimo para la vida en medio de las dificultades y las carencias del mundo. Pausa de refresco, en el deambular de justa causa. Instantes para la reivindicación del decoro y la dignidad de la Naturaleza. Desafío en la convergente relación de zozobras y encantos, a plena luz de Luna, amistosa en los fueros del mirarse en el silencio. Ligero parpadeo enmarca la sonrisa de los recuerdos, hasta palpar con los labios las cicatrices de historias incendiadas con soles de imaginación desbordada en placeres de palabras al aire, una tras otra, con distancias de silencio, de indagación y culpa. El desafío está en encontrar el sendero del desvanecimiento, en espejos de egolatría manifiesta. Roto el hilo de los sufrimientos silvestres, renace la consideración de lenguas extintas, utilizadas en su momento para designar con metáforas las cosas atravesadas en el mirar por entornos de humedad y palpitación umbría. Rota la cadena de pormenores desatados en anécdotas de curiosos laberintos. cubiertos por nieblas del palpitar con sonrojo de las piedras, se hace de la complejidad un tejido de oportunidades en el amor y en la travesía de montañas sometidas a la 21
especulación y al desagravio. Roto el imán los cuerpos estallan en alborozo. Tronos en troníos y tramoyas con bullicio de compañía en aire estéril de palabras, encuadran la escena bajo supuestos de abundancia, pero la precariedad del sueño hace de la mentira un riesgo de onda corta. Las piruetas se dan en el lejos de promesas acariciadas por el sol-de-los-venados. Cortapisas tendrá el diálogo a las puertas de alegría sobrecogida por titiriteros y cofrades del desencanto. Calles y plazas delinean la misión del consumismo y el mercadeo de cachivaches se apodera de voluntades sometidas a la cautiverio de la economía de mercado. Franquicia en los deseos con el atrevimiento en el pulso del pensar y el sentir, da traste al silencio, en las horas cuando lo precario es manifiesto de cortesía. Paréntesis en los enjambres y en los laberintos dispuesto al asomo en instantes de disipación, antesala del olvido. Está la impronta en los recuerdos de tardía somnolencia, sujeta a monotipias tinturadas con el adiós de los pinceles. Pluma de ganso traza signos en forma de sílabas, para un rostro de serenidad y conducta desvencijada. Apuesta por tiempos del silencio entre adormideras de léxico desconocido y mutación de luz en la precariedad de horas con disposición a saturar el aire, con el humor de plantíos en flor. Apuesta no deseada en resultados de números o relatos le juega a la idea en la posibilidad de lo imposible, o diluye el porvenir en nociones de vanidad y desconcierto. Silencio en tiempos de ruido presta atención a lo desconocido, manifiesto en el umbral de las cosas al pasar, distantes de rutas con sabor a lo ignorado. Serena contemplación de las ideas descolgadas de barrancos con la ilusión de ser el desprendimiento la oportunidad de liberarse sin22
saberse-de-qué-ni-por-qué. Ideas como juntura de palabras adheridas a las fuentes del deseo, desquiciadas del asombro que permite descubrir el derrotero hacia esquinas o volteretas de encrucijada. Idea del ya, del ahora, del antes, o del después, en juego de lo incierto de pasiones en los labios y en la piel. Contemplación serena en lo imposible del devenir. Vuelo de aves al despuntar el día, con melodías en el reposo de arboleda dispuesta para el diálogo entre ellas, y para planear la jornada. Cada vuelo es un instante de asombro, repleto de ilusiones, con encuentros de esperanza. La fortuna de espíritu hará carrera en los días por venir, y en la quietud de pensamientos la mente reposa, con vislumbre de otros amaneceres dispuestos con destinos de sorpresa. Aves en vuelo recrean el instinto de supervivencia en la antesala del Sol.
Recibo de complacencia en las causas carentes del olvido, con los supuestos estimados por miradas de esquivos colonizadores del tedio. Complacencia en los reveses de amorfas pisadas, en la espesura de conflictos dejados de la mano de algún dios. Sinembargo, la piedad aflora en las tonadillas de la solidaridad, con pareceres de haber sido extenuada en los tiempos de las bondades simuladas en los espejos. Recibo de papel lustroso en brillo numérico, victimado por la pobreza en el mundo. 23
Rotulado en la frente de los designios, cada mañana la emprende con la vida, por el sustento en lo inmaterial apegado a ilusiones de aterrizaje forzado a cada instante. Sorpresas de momento redondean nociones hacia claros en el bosque, reconciliado con el silencio y con la monotonía de los recuerdos, al persistir en el traslado de botafuegos a la condición de paciente labrador de sutilezas, con los enigmas de encrucijada. Rótulos de soñadores y combatientes quedan a expensas de historias por descifrar, en la criptomanía de ajenos portadores del deseo. La satisfacción del deber cumplido es el compensatorio de los deseos frustrados, en tiempo lánguido con sobrepuestas lecciones de tiranía en el pensamiento, y de solemnidad en la palabra. Se satisface el hecho con las súplicas de enmienda y los consejos bienhechores, con galanuras del vacío. Figuras en esculturas de mármol y pinturas en lienzos, aun de tamaño descomunal, guardan el secreto de las ínfulas, los desganos, los sentimientos de gloria y dolor, con misterio subyacente en testimonio de lo ido. Esculturas en mármol con forja de manos seducidas por la pasión, en expresivo realismo; armonía en la configuración ideal de los cuerpos. Rostros de héroes, de reyes, de pensadores, con la expresión trascendental del meditar o de la angustia por la derrota. Dioses seducidos por el amor con vocación de libido, entrelazados en el combate o en la entrega de cuerpos, al ritmo de los deseos por satisfacer. Pinturas de tamaño portentoso, con figuras apegadas al color, en formas seducidas por los ritos de un dios sacrificado, rodeado por la imagen de maternidad, y por apóstoles registrados en contraste por la historia. Hortensias, rosas, espárragos. Bodegones multicolores de maestros de otros tiempos, con la vigencia de su patetismo. Figuras recias con 24
rostros de porte y vestimenta de poder, traen al recuerdo lo impositivo en relaciones de la vida en sociedad. Paisajes de naturalezas convocantes y siempre a la espera. Relaciones personales en figuras con mensaje de sumisión o rebeldía. Rostros de mujer de cruda belleza, en desafío en lo portentoso del amor. Espacios de museo en recatada solemnidad, con el peregrinaje de generaciones en estado de alerta y de sorpresa. Bullicio de sordina encapsulada, desafía la lumbre de distancias sin nombre. Bullicio de escalones de asombro en los ascensos de voces en murmullo, hace de los espacios desperdiciados un monumento a la espera, nombrada por el tiempo. Rebeldía en asomo de titilantes nombres que presumen de cosa extraña, y al encuentro en el silencio, ventilan contrariedades con el paisaje de entorno brusco. La serranía avizorada conserva rayones de nieve en resistencia a la primavera, inmolada con lo tardío de frutos en el asomo de los parques. Rebeldía es el bullicio en la mirada. Tierras escuetas, áridas, de Castilla. Nubes con figuras cambiantes de seres organizados con lentitud de pasmo. Funes-el-memorioso en compañía a la mano, con el desciframiento de un abismal método numérico. Ya en la altura, a miles de pies sobre la tierra, el tiempo retorna a los olvidos que fueron memoria en las épocas del sanscrito. Quietud de zozobra en los pensamientos de atar, sin cabos sueltos. Sol incandescente en la ventanilla, con un azul entrecortado de nubes al fondo. La proeza estará en el destino de los sufrimientos humanos, al decir de los mortales, apegados a la puerta del horno. Acrisolado en la mirada el cielo pregunta por el sino, en respuesta el azul infinito derrama nostalgias y sentimientos de agridulce compañía. El silencio corroe las piedras al pie de los volcanes y en los desiertos vendavales de arena transforman la topografía de lo 25
humano, en médanos con movimiento delineado por el ir y venir de contestaciones acariciadoras del misterio. Desde lo más alto, en vuelo de inmensa águila mecánica, no se divisa otra cosa que el firmamento. Entre cielo y tierra el lamento de justicia llora a la manera de lluvia en el desierto. Encuentros de soledumbre entre Alpes y Andes; de por medio la tiniebla de las constelaciones infinitas. Encuentros con el flagelo del silencio, en palabras por descifrar, sueltas a la deriva, con deambular de cadenas y meandros, surtido el aire con la pleitesía ajena al sentimiento de los cristales rotos, diseminados por erupciones tardías de volcanes explosivos. Encuentros de sorpresa y desagrado en los cortinajes de palacios desvencijados, con apuro de fantasmas al no dejarse develar en sus rincones de apostasía. Lo hiriente es el flagelo de las presunciones y los atavíos. Palabras se dicen a granel, desperdigadas en álbumes de espuma, recogidas en sementeras de aridez sin contraste. De otra manera la palabra incendia el contenido grandilocuente, antes despojado de timidez, convertido en pastizal de rastrojero, resultado de abandono por las épocas que oscurecieron días en sucesión de aparente falta de término. Palabras de evocación para decir lo del amor y del odio, en labios prestos a lo iluso de la ilusión. Tardío es el fruto de acometidas de la racionalidad en el silencio. Alta marina de los cautos senderos en vuelo de palomas, por enramada de nubes que buscan asiento en montañas de penumbra. Entrelace de manos y besos a la sombra, con cuerpos transidos por la fatiga, y ojos de mirarse en parpadeo de alondras. Aspiración de aterrizaje con la somnoliente ansiedad del largo vuelo, para cubrir los pensamientos de albergue en ilusiones de un mañana hecho de 26
ayer. Cielos roturados por la circunscripción de estrellas inducen la presencia del infinito, con la familiaridad del adiós. Aliciente en la concordia de roquedales y mausoleos, olvido de montes en rebeldía y conquista de saberes en diálogo. Las mañanas son fuente de esperanza para el gasto del día, en afloramientos de contrasentido, o en tendidas de asfalto con derrotas ocasionadas por el fuego verbal cruzado. Caudillos de montoneras recrudecen opciones del quedar atrás y la modernidad galopa en ilusión, con vista a otros horizontes de referencia lejana. La naturaleza empina riesgos para sortear tendencias al descuido y al olvido. Lumbres de cobardía en la antesala de momentos perdidos, no dejan de abrir portillo para escudriñar salidas en pensamientos ceñidos al hielo de las contemplaciones y las desarmonías. Lumbres también en las colinas donde merodean sabuesos buscadores del conocimiento, sin disimulo de tropiezos. Desgajada la voz, el eco reviste aprendizajes de nostalgia, en puertos alejados de tropelías. Cobarde sería la mirada al despotricarse alguna vez por espacios de ligereza y malestar. No es este el silencio que acorraló a los derrotados, ni es la oportunidad de los hilos perdidos alejados de historias o cuentos, o relatos. Es la oportunidad de meditación al vacío, despojada de palabras e imágenes, tan solo de laberintos indefinibles. El silencio es una apuesta por el mejor decir, cuando las oportunidades se tornan escurridizas, de escape, o por nada, nada más. Pensar es quizá dar vueltas con palabras a cuestiones resueltas o por resolver, facilidad de discernir en propósito.
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En vuelo por encima de tendones de nubes, con soluciones de continuidad, blancas, onduladas, figuras de elefantes, caimanes, perros, conejos, serpientes, aves de especies múltiples, rostros humanos… Nubes en la postración de infinito.
Madrid - Aachen - Madrid,… abril/junio 2018
[Libreta del 12 de abril al 08 de junio de 2018]
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Mensajes “De sorpresa en sorpresa, voy transitando por esas 27 páginas de prosa poética, la prosa de un contemplativo que no se resigna a verse “cosificado”, absorbido por una atmósfera impersonal y marcada por el número, al menos es eso lo que creo./ Tu contacto con el paisaje colombiano, tu mirada a los árboles y la nubes, edifica una reserva de humanidad frente a la crisis de los tiempos./ Tal mi primera reflexión al recorrer este cuaderno, que será amorosamente releído y gozado como lo merece./ Besos para ti y para Livia,/ Graciela Maturo (Académica, poeta, ensayista. Buenos Aires, 02.X.2018.
“Querido CER:/ Te mando tres palabras sobre tus “Bocetos en mengua…”. Yo no entiendo muchas veces lo que dices. O tratas de decir. A veces te siento hermético. Otras, abstracto. Pero observo las singulares asociaciones del lenguaje y la adjetivación selecta. Las sensaciones visuales y coloridas. Me gustan. Y a veces me impactan. Y me anima ver que tu contemplación y reflexión no se vuelca solo sobre los recuerdos del pasado. Que tu mirada se afirma y recrea en el presente, y que aun existe en tu vida algún sentimiento de futuro... Que todavía sientes el Sol, el movimiento de las calles y el paisaje./ Muchas gracias de nuevo por este gesto cordial y amistoso. Un abrazo,/ MaríaDolores Jaramillo (PhD en Francia, Prof. Titular UN; Bogotá, 07.X.2018)
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