Gaceta Marinera Nº 754

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Publicación de la ARMADA ARGENTINA

N° 754 Abril - Junio 2012 - Edición trimestral

N° 754 Abril - Junio 2012 Puerto Belgrano Buenos Aires Argentina

especial 30 años malvinas

La batalla - Valientes - No los veran llegar - ¡Víva el Belgrano! - El tercer eslabón - Días de guerra - Noteros



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sumario

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IRRENUNCIABLES Narra el despliegue de la fuerza anfibia argentina que el 2 de abril recuperó las islas Malvinas sin ocasionar bajas enemigas. Después comenzaría la guerra.

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¡VIVA EL BELGRANO!

Hombres, marinos, héroes. Los que quedaron y los que volvieron. Historias que son parte de una, la del “Belgrano”.

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DÍAS DE GUERRA Imágenes que recorren diferentes momentos del conflicto por la recuperacion de las Islas Malvinas.

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Mensaje La batalla No los verán llegar... El tercer eslabón Desde el abismo Valientes Noteros FOTO DE TAPA Silvina Rossello

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editorial Gaceta Marinera Publicación de la Armada Argentina Año LI - Número 754 abril - junio 2012 Base Naval Puerto Belgrano. CP 8111 Tel: 54 - 02932 433489 int. 7518/9 redaccion@gacetamarinera.com.ar www.gacetamarinera.com.ar

Director Capitán de Navío Alejandro Chacoff SUBDIRECTOR Capitán de Fragata Gustavo Fabián Lioi Pombo Coordinadora editorial Lic. María Jimena López Montes Secretario de Redacción Lic. Leandro Fernández EDITORA ESPECIAL MALVINAS Lic. Patricia Agudo Coordinador ejecutivo Lic. Martín Abenel ASESORA EDITORIAL Mariana Osca Dirección de Arte D.G. Mauricio Daniel Rossello Diseño gráfico D.G./Ilustración Natalia S. Saia D.G. Alejandro Striebeck Claudia Bellido INFOGRAFÍAS D.G. Martín Bergesio Fotografía Silvina Rossello Analía Obregoso Sebastián Lobos Investigación histórica Cecilia Sonvico Redactores Lic. Andrea Carabetta Lic. Erica Benitez Lic. Jazmín Ulevicius Lic. Virginia Ringma Lic. Silvina Rosas Gustavo Pereyra Emiliano Sangronis Soledad Llobet Relaciones públicas Lic. María Amalia Pinna Promoción & publicidad Pilar Mansilla Secretaria administrativa Silvana Beltrán Suscripciones Sergio Aristi Colaboradores CF Rodolfo Ramallo CC Andrés Antonini TN Sebastián Musa TN Scott Dewey TF Martín Villalba TF María Elena Martí TF José María Di Carli SP José Brizuela AC Carlos López AC Hugo Ruiz

MALVINASARGENTINAS Patria, reconocimiento, orgullo, homenaje, coraje, heroísmo, honor, determinación, dolor, valor, vida, muerte, Veteranos… todas son palabras que se entremezclan en la trama del pensamiento argentino con sólo relacionar una a Malvinas. Treinta años pasaron desde aquel 2 de abril de 1982, cuando las primeras planas de los diarios hablaron de la recuperación. Treinta años pasaron desde aquella gloriosa Gesta, donde cientos de argentinos ofrendaron sus vidas, cumpliendo con patriotismo y abnegada entrega la misión ordenada. Es nuestro deber recordar por siempre cada uno de sus nombres. Gaceta Marinera realizó en esta edición especial a 30 años del conflicto en el Atlántico Sur un recorrido por los hechos que protagonizó nuestra Armada durante los 74 días de guerra. Desde la gloriosa Operación Rosario hasta el retiro del último combatiente de las islas, un frío 14 de junio. Cada acontecimiento histórico ha quedado grabado en el alma y la memoria de los veteranos entrevistados, esos protagonistas nos cuentan los hechos con el orgullo de haber participado y con el dolor por los camaradas que ya no están. Nuestro profundo agradecimiento y reconocimiento a todos y a los anónimos colaboradores que aportaron testimonios, imágenes, fotografías, sin su invaluable ayuda hubiera resultado imposible escribir estas notas. Irrenunciables es la nota principal que reafirma nuestro derecho heredado y natural sobre Malvinas y que grita a los cuatro vientos nuestra Constitución Nacional; cuenta historias de la recuperación, del dolor, de la emoción de ver flamear nuevamente la bandera argentina en las islas. Otras cinco notas acompañan esta declaración de soberanía. Historias de valor y sacrificio. Quizás la más cara a los sentimientos de los marinos sea la que narra la prematura caída del crucero “Belgrano”. Su hundimiento, la odisea del rescate de sus náufragos, el impacto en cientos de familias argentinas en las líneas de ¡Viva el Belgrano! No los verán llegar… narra el admirable desempeño de nuestra Aviación Naval que mereció el reconocimiento inglés y mundial por sus acciones. Valientes cuenta la encarnizada defensa final que el Batallón de Infantería de Marina Nº 5 realizó en cercanías de Puerto Argentino, una lucha desigual en medios… pero no en coraje. La odisea del submarino “Santa Fe” desafiando el poderío de la flota británica y del “San Luis” soportando un increíble hostigamiento y su exitosa evasión, emergen Desde el Abismo para contar las acciones más silenciosas de nuestra Fuerza de Submarinos. Por último, El Tercer Eslabón, un reconocimiento a la participación de la Marina Mercante y la Prefectura Naval Argentina, y a sus caídos, que honraron con valor la defensa de la bandera nacional. Aquel 2 de abril convocó a miles de hombres y mujeres. Todos, absolutamente todos, respondieron al llamado de la Patria. Hoy, treinta años después, Gaceta Marinera dedica a esos Veteranos el humilde homenaje de escribir en su honor cada una de sus páginas, sumándose a su voz y a la de todos los argentinos en el legítimo reclamo de soberanía. Nos asisten 179 años de historia y el derecho internacional. Las Malvinas fueron, son y serán argentinas.

El Director

Asesora Stella Maris Lic. Alba M. de Petit

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MENSAJE

doctor arturo antonio puricelli ministro de defensa

Treinta años atrás, el gobierno de la dictadura militar lanzó a nuestro país a la guerra sirviéndose del legítimo reclamo del pueblo para el logro de sus objetivos más espurios. El fracaso de tan despreciable plan tuvo como resultado la consolidación de la vergonzosa situación colonial que todavía persiste, luego de 179 años de ocupación ilegal por una potencia extranjera de una porción del territorio de nuestra Patria. La Guerra de las Malvinas transcurrió a lo largo de 73 días en los que cientos de argentinos perdieron su vida en defensa de la soberanía, es decir, de la integridad, el honor y la libertad de todos nosotros. Recordamos una vez más y rendimos homenaje a todos ellos y a los que participaron, desde los más diversos roles y lugares, de aquel esfuerzo colectivo del que sobrevivirán por siempre las innumerables muestras de entrega y amor a nuestra tierra. La inauguración del Centro Integral de Salud de las Fuerzas Armadas “Veteranos de Malvinas”, el primero en su tipo en Latinoamérica y que estará al nivel de los más importantes del mundo, es un paso más en la política de reparación histórica de nuestros ex combatientes, con un sentido de integralidad personal, familiar y social para la plena contención y reinserción como héroes nacionales. Memoria, verdad y justicia es también lo que les debemos, para que nunca más la vida y el honor de nuestro pueblo sean puestos en juego con fines que nos sean la defensa de sus valores y legítimos anhelos. A esos valores fundamentales, verdadera política de Estado sostenida por nuestro país desde 2003, la presidenta de la Nación,

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doctora Cristina Fernández de Kirchner, en ocasión de anunciar la desclasificación del Informe Rattenbach, sumaba los de Democracia y Soberanía, absolutamente inescindibles, ya que, afirmaba, “la primera soberanía es la soberanía popular; sin ella, no puede haber ningún otro gesto de soberanía, hacia dentro o hacia afuera, de ningún gobierno”. Hoy, con el orgullo de vivir en una democracia sólida, sostenida en la plena vigencia de los derechos humanos y las libertades civiles, en un mundo muy distinto al de 1982, reafirmamos ante todas las naciones la indeclinable voluntad de recuperar las Islas Malvinas, de manera pacífica y por la vía del derecho, como lo consagra nuestra Constitución Nacional, fundados en la absoluta justicia de nuestro reclamo y en legítima defensa de los recursos que pertenecen a todos los argentinos y también al patrimonio común de los países de la región, la patria grande latinoamericana, constituida por voluntad soberana de sus países en una zona de paz. La recuperación de las Islas Malvinas es hoy una verdadera causa latinoamericana, materializada en el público y renovado apoyo al reclamo argentino por parte de la comunidad de naciones de la región y sostenida en la convicción clara del valor más alto de la cooperación en función de un destino común compartido. Las Islas Malvinas fueron, son y serán argentinas. La historia lo sustenta, la insostenible situación presente lo urge y nuestro porvenir, nacional y regional, lo exige.


viceAlmirante VGM carlos alberto paz

jefe del estado mayor general de la armada

quedaron grabados para siempre en las páginas más emotivas de la historia de la Patria. Todos los que participaron en aquellos hechos son acreedores a un justo tributo, pero dedico una especial mención a los 649 argentinos que, bajo fuego y en cumplimiento de su deber, ofrendaron sus vidas. Para ellos, la más alta de las distinciones, el eterno recuerdo de sus nombres. Así serán evocados en las ceremonias que, a lo largo del año, tendrán lugar en los distintos destinos de la Armada.

El año que iniciamos tiene particular trascendencia para la Institución y para el país. Precisamente el 2 de abril conmemoramos el 30º aniversario de la Gesta de Malvinas y, por ello, este momento resulta oportuno para reflexionar acerca de su especial significado. Quienes combatieron en esa epopeya dieron muestra cabal de abnegada entrega y apasionado patriotismo. Cumplieron con heroica determinación la misión encomendada, y protagonizaron hazañas que merecen la mayor gratitud. Hazañas en las que los marinos argentinos, junto a sus camaradas de las otras Fuerzas Armadas y de Seguridad, supieron honrar el juramento de defender la bandera nacional. Podemos afirmar con orgullo que, en aquellas acciones, los hombres de la Flota de Mar, la Aviación Naval, la Infantería de Marina y la Fuerza de Submarinos dieron prueba del excelente adiestramiento y el elevado grado de solvencia que siempre los distinguió. Ellos lucharon con destreza y coraje en salvaguarda de nuestra soberanía y, por ello, les cabe el privilegio de ser reconocidos como Veteranos de Guerra. También se conmemoran 30 años de aquel 2 de mayo en que, en pleno conflicto, el crucero ARA “General Belgrano” se hundía en las aguas del mar austral llevando consigo a 323 argentinos que entregaron lo mejor de sí. Sus nombres, sumados a los de los efectivos de la Prefectura Naval y la Marina Mercante argentinas,

Hoy, más que nunca, cobra renovada actualidad el precepto incorporado a la Constitución Nacional en 1994, en el que se establece que las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes son parte integrante del territorio nacional. Su recuperación, conforme a los principios del derecho internacional, constituye el objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino. Esta posición de la Argentina encuentra en el ámbito regional un sólido y solidario respaldo, que concurre a avalar su legitimidad. Así lo demuestran los gestos de apoyo brindados por los países hermanos, como también las medidas y declaraciones aprobadas en el seno de los organismos sudamericanos que los agrupan. En la marcha hacia la consecución de aquel objetivo, nos corresponde a nosotros mantener incólume el valor y la vigencia de aquella reivindicación. Ello implica --en el marco de las competencias asignadas-- contribuir a la política de defensa nacional relacionada con la cuestión Malvinas, y a ese fin debemos orientar siempre el quehacer institucional. En este nuevo y especial aniversario de tan memorables sucesos, quiero expresar, como Jefe del Estado Mayor General de la Armada, como Veterano de Guerra y como ciudadano argentino, el firme e incondicional compromiso de la Fuerza para la preservación de los intereses vitales de la Nación en el mar, con miras a coadyuvar --desde su ámbito y entre otros relevantes propósitos-- al logro de una solución definitiva a la cuestión Malvinas. Para concluir, quiero hacer llegar un cálido saludo a los “Veteranos de Guerra” y a todos los familiares de los caídos, testimonios permanentes de las gloriosas acciones emprendidas en pos de la reafirmación de nuestra soberanía.

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LA BATALLA Hace apenas unos años el Atlántico Sur fue el escenario de una batalla naval de gran intensidad durante el conflicto por las islas Malvinas; algunos datos estadísticos lo muestran con esa frialdad que sólo las matemáticas le pueden conferir a la guerra. Cuatro buques propios hundidos y uno dañado de gravedad; 323 hombres caídos en combate tan sólo en el crucero ARA “General Belgrano”; decenas de operaciones aéreas con tantos pilotos que no regresaron y ataques submarinos indican que los combates fueron multidimensionales. Las pérdidas británicas –seis buques hundidos y quince dañados de gravedad; numerosos muertos y heridos-- hablan de la simetría en el dolor.

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Tras esos números que son datos escenciales de la historia se esconde la pugna por controlar el mar que era el objetivo central de ambas fuerzas. Si nos remitimos al estratega más renombrado del mar, el norteamericano Alfred Mahan, quien formuló todo su trabajo con una mirada imperial, el dominio del mar a través de la superioridad naval definirá, ineludiblemente, el resultado de la lucha en tierra. Y para obtener ese grado de control en forma contundente, una de las alternativas es la destrucción de la flota adversaria en una batalla decisiva que las enfrente. La historia da ejemplos muy claros de ello: basta nombrar a las batallas navales


de Lepanto, Trafalgar, Jutlandia en la primera guerra mundial o Midway en la segunda. Cada una de ellas definió el camino de la victoria. En una escala menor que estos grandes combates, en cuanto a medios, pero con igual impacto estratégico, la batalla naval de Montevideo ganada por el almirante Guillermo Brown con su Escuadra frente a las fuerzas realistas permitió la caída de esa plaza y fue el primer gran paso hacia la independencia de América. Controlado el mar es difícil, si no imposible, resistir en tierra. En 1982 la batalla naval decisiva por las islas Malvinas estuvo a punto de darse el 1° de mayo, cuando el destino colocó a las flotas argentina y británica a corta distancia, apenas separadas unas 140 millas náuticas; es decir nada en términos de guerra aeronaval. Las decisiones tácticas que tomaron los comandantes en esas pocas horas cruciales las meditaron a la luz de sus misiones; de la influencia de la conducción política de la guerra sobre decisiones netamente militares; de una guerra que se insinuaba pero que aún podía evitarse y de ciertas condiciones meteorológicas inusuales para el escenario. Esos factores sumados al azar hicieron que el combate no sucediera. Las batallas en el mar –quizás todos los actos de los hombres-- siempre son contingentes, pueden darse o no, no son ineludibles pero tampoco imposibles. Tres portaviones, un crucero, destructores, fragatas y corbetas así como decenas de buques auxiliares, todos tripulados por miles y miles de hombres estuvieron por horas en un mismo punto del mar y dentro del alcance de sus armas. La guerra rugía. El primer día de mayo, cuando tan sólo comenzaban los primeros escarceos en Malvinas y los negociadores hablaban de salidas diplomáticas del conflicto, se juntó la masa crítica militar, en tiempo y espacio, que pudo definir la guerra. ¿Es posible saber qué hubiera sucedido si alguna de esas variables complejas hubiera tomado un valor diferente? Unos pocos nudos más de viento, algunas horas más tarde o más temprano que se hubiera producido el contacto entre las flotas, cierta comunicación distinta o una apreciación alternativa del comandante podrían haber cambiado todo; apenas el aleteo de una mariposa dirían los estudiosos del caos --que es la guerra-- y no estarían equivocados. Pero los hombres del momento, de ambas fuerzas, eligieron otro curso. No se pueden confrontar los planes de ambos comandantes pues cientos de batallas navales que se han dado a lo largo de los siglos muestran que ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo. Los planes son una ilusión, un orden instantáneo que los hombres pretenden lograr en sus mentes. ¿Quién hubiera atacado eficazmente primero? ¿Quién hubiera vislumbrado la maniobra justa y los tiempos precisos en la incertidumbre del combate? ¿Quién hubiera resistido la terrible presión que producen los atroces daños y muertes en los buques y tripulaciones propias?

Baruch Spinoza, el gran filósofo racionalista, no acepta lo contrafactual, sólo acepta el mundo real. Sin embargo, la pregunta “¿qué hubiera sucedido si...?” es adecuada para pensar la guerra y la paz. Ambos comandantes de las flotas decidieron que no estaban dadas las condiciones para empeñarse en base a la información que disponían, su carácter y su intuición. La batalla no se produjo. Cada vez que se toman estas decisiones críticas los dados del azar ruedan y los caminos de la historia cambian. Cada vez que hay que cruzar el Rubicón el hombre se encuentra solo en la decisión. Un día más tarde el crucero “Belgrano” era hundido por un submarino nuclear y 48 horas después la Aviación Naval argentina hundía al destructor “Sheffield” con misiles. Los dados no se detenían. Presionada, la flota inglesa se alejó hacia el Este; presionada, la flota argentina lo hizo al Oeste. Las aguas en el medio se poblaron de aviones de ataque y de submarinos y la posibilidad de una batalla decisiva se fue desvaneciendo aunque la amenaza no se diluye nunca cuando existen las capacidades. El mar se continuó disputando hasta el final de la guerra; quizás, completando a Mahan, todo intento de controlar en forma absoluta algo –el mar incluido– es tan sólo otra de las tantas ilusiones de los hombres. Interrogar la historia es un ejercicio interesante para desarrollar el pensamiento crítico pero no hay respuestas, sólo más preguntas. Sin embargo, esa es la única manera de aproximarse, si no a la verdad, a una cierta comprensión y aprendizaje. Un veterano de esa batalla reflexionó alguna vez que un solo dato de ese momento seguía siendo esencial “éramos miles de hombres en una decena de barcos enfrentando a una de las Marinas más poderosas y fogueadas del mundo; ningún hombre de las tripulaciones vaciló, nadie abandonó su puesto o perdió la compostura. Sabíamos que estábamos a minutos de entrar en combate y lo que eso significaría en vidas y dolor pero queríamos dar batalla y pelear. Yo agradezco haber tenido el honor de haber estado allí con ellos”. La Redacción

Es complejo siquiera aproximarse a cuál podría haber sido el resultado y mucho menos cuáles pudieron haber sido las consecuencias ulteriores de lo que no fue. Las simulaciones de las computadoras actuales pueden recrear la batalla posible en base a cálculos de probabilidades pero no pueden medir lo esencial: las miles de conductas y decisiones individuales de los hombres que se enfrentaban sumados a los hechos contingentes que definen casi siempre los resultados. Se pueden jugar cien batallas con resultados diferentes: ¿cuál de estos sería el que se hubiera dado aquel día?

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Texto lic. patricia agudo diseño dg MAURICIO ROSSELLO foto apertura santiago martella

Irrenunciables

Un niño de nueve años distingue por primera vez las cruces. Son 237, están pintadas de blanco y repartidas equidistantes entre sí en el cementerio Darwin cercano a Pradera del Ganso, en tierra malvinense. Son cruces argentinas. El niño mira insistiendo, esforzándose en adivinar cuál es la de su padre.

Para los diez mil años de humanidad la guerra de Malvinas es sólo una astilla sobre la superficie de tanta historia, pero para este niño es uno de los hechos más importantes de su existencia. Él esperó esos nueve años --toda su vida-- para estar parado frente a esa tumba.

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Casa del gobernador | Objetivo tomado por los 16 hombres de Tropas Comando de la Armada, liderados por el capitán de corbeta Pedro Giachino. desplazamiento | El buque de desembarco ARA “Cabo San Antonio” rumbo a Malvinas, con 8 mil toneladas de carga de combate.

(derecha)

El vuelo del albatros Corre septiembre y la población argentina de albatros de ceja negra migra hacia Malvinas para hacer sus nidos. Sus amplias alas se extienden como parapente --planean ahorrándole energía en el traslado--, rondan los tres metros de largo.

extensión territorial se encuentra dentro de los límites de la Plataforma Continental Argentina, que es nicho permanente y estacional de más de 50 especies de aves que --al igual que el albatros-- buscan su alimento y nido en sus inmediaciones.

Quizás intuyen, cómo saberlo, que su especie está marcada por el peligro de extinción. Ponen un huevo al año que si sobrevive llegará a los cincuenta de vida, repitiendo en cada primavera ese ritual de supervivencia, el mismo viaje del niño de nueve años.

No hay explicación política que le ponga peros a esa realidad, la historia (hastiada de datos y fechas) tampoco la contradice. Y si nos eleváramos aún más del vuelo del albatros y miráramos hacia la tierra desde un satélite situado en una órbita media terrestre cercana a los 6.000 kms. de altura podríamos observar en forma nítida el Arco de las Antillas Australes; esa cordillera submarina que continúa la de los Andes y que empalma con la cordillera antártica. Nuestras islas emergen de ella o la circundan. Alguien dijo una vez que para comprender basta con reconocer las verdades escritas en la naturaleza, quizás haya que subtitularlas en anglosajón.

Para el albatros de ceja negra las Malvinas y la plataforma continental argentina son un mismo ecosistema. La geografía también enseña esa lección, las islas están contabilizadas dentro de la Plataforma Atlántica Sudamericana (una de las áreas marinas más extensas del planeta y la más grande del hemisferio Sur). Buena parte de dicha

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La colonia del Atlántico Sur En 1945, cuando se fundó la Organización de Naciones Unidas, existían más de 80 territorios no autónomos, en los que vivía la tercera parte de la Humanidad. En 2012 aún hay 16 sitios en la lista de territorios a ser descolonizados. Diez de esas colonias son británicas; las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur están entre ellas. Comité de Descolonización de las Naciones Unidas “Regresé de licencia y me presenté ante el comandante. Puedo recordar con exactitud el calor sofocante de ese lunes de febrero; apenas entré me sirvió un whisky y me dijo: ¡vamos a recuperar las Malvinas!”. “Cuando brindamos sentí una euforia nueva pero también una opresión conocida, la responsabilidad de las doscientas vidas a mi cargo.” Porque para 1982 el capitán de navío (RE) Hugo Jorge

Santillán era el segundo comandante del Batallón de Infantería de Marina N° 2 (BIM2), tenía 35 años, las tiras de capitán de corbeta sobre sus hombros y en su corazón la certeza de que era uno de los elegidos para ser parte de una causa nacional que llevaba unos ciento cincuenta años archivada. Si era el mejor momento para desencajonarla no podía cuestionarlo. A la historia le cupo esa tarea. Casi de inmediato. A él le tocó trabajar en la planificación pensada inicialmente para un desembarco en primavera --junto al vuelo de los albatros--. “La operación debía ser rápida, incruenta, sin provocar bajas y daños seguida por una retirada inmediata para darle a la diplomacia la oportunidad de negociar”, recuerda Santillán en su casa de calle La Pampa y ahora, con su experiencia a cuestas, se pregunta si esa oportunidad llegará. Tampoco puede responder esa pregunta.

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Santillán vuelve al pasado, regresa al febrero del ‘82 y reconoce que “junto a mi jefe de Operaciones empezamos a leer sobre Malvinas, ver cartas náuticas y terrestres, porque ninguno de los dos sabía mucho del tema”. Tampoco adivinaban que estaban trabajando a contrarreloj, recibieron la primera alarma cuando el 20 de marzo el almirante Busser ordenó un desembarco frente a la Base Baterías para medir el nivel de alistamiento del batallón. Tres días después se concretó el ejercicio con la impecabilidad de cualquier sistema consolidado, es que “la Infantería de Marina estaba a 24 horas de aviso para salir a cualquier operación”, me explica Santillán y es el orgullo de haber sido uno de sus líderes lo que empuja esas palabras. Luego me cuenta que durante el ejercicio se había quedado en el cuartel apurando la planificación de Malvinas. En eso estaba cuando interrumpió su cabildeo el almirante Busser. Santillán se puso de pie, lo saludó y como respuesta Busser ordenó “embarcan en 48 hs y la operación se larga el 1º de abril”. “A nuestras familias le dijimos que la Marina quiere probar los planes que tenemos en caso de guerra.” No es un error gramatical, por momentos Santillán habla en presente, se me va de la sala donde estamos conversando, regresa al ´82, enfocado en terminar los papeles, alistar a su gente y preguntándose aún por qué se adelantó la operación. Con esa duda lo alcanzó el sol radiante del 28, como todavía acostumbra regalar marzo en la zona de Puerto Belgrano. Esa mañana zarparon de la base naval el buque de desembarco ARA “Cabo San Antonio” con todo el BIM2 a bordo, completando una tripulación de 750 hombres, además vehículos anfibios a oruga (VAOs) y VAR (a rueda), más vehículos de la Infantería de Marina y del Regimiento de Infantería

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Mecanizada 25 del Ejército; en total una carga de combate de 8 mil toneladas (el peso de la preocupación de Santillán estaba equiparado). De la misma dársena soltó amarras el buque insignia, destructor misilístico ARA “Santísima Trinidad” con las tropas que tomarían el cuartel de los Royal Marines, más los hombres (16 entre buzos tácticos y comandos anfibios) quienes bajo órdenes del capitán de corbeta Pedro Edgardo Giacchino tomarían la casa del gobernador para lograr su rendición. A esas alturas el submarino ARA “Santa Fe”, que la noche anterior había hundido su periscopio mientras abandonaba aguas marplatenses haciéndose invisible, navegaba hacia el Sur para sumarse a la operación. A bordo iba una sección de la Agrupación Buzos Tácticos encargada de marcar la playa para el desembarco del BIM2. Mientras que en el rompehielos ARA “Almirante Irizar” iba el personal de reserva. El resto de la Fuerza de Tareas N°40 estaba integrado por el destructor misilístico ARA “Hércules”, el portaviones ARA “25 de Mayo”, los destructores ARA “Py”, “Seguí” y “Piedrabuena”; las corbetas ARA “Drummond” y “Granville” y el transporte ARA “Isla de los Estados”. Se trataba de una operación conjunta que incluyó un avión C130 Hércules de la Fuerza Aérea, además de unidades de la 1ra y 2da Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros; aviones caza A4-Q de la 3ra Escuadrilla Aeronaval de Ataque y aviones S2T-Tracker de la Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina y un helicóptero Puma del Ejército (embarcado en el “Irizar”). Si bien por aquellos años no se hablaba de conjuntez como se hace hoy, había algo cierto, como dijo Santillán, la voluntad de recuperar las islas era conjunta y por eso el puño que dio el primer golpe no titubeó.


alistados | Último ejercicio del BIM2, ordenado por el comandante de la Fuerza de Tareas, para evaluar su nivel de adiestramiento. Poder Naval | El destructor ARA “Hércules”, junto con el “Santìsima Trinidad”, el “Comodoro Py” y el “Seguí”, integraron la Fuerza de Tareas 40 en la operación de recuperación de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur.

Los buques navegaron a velocidad máxima, pero el 29 los frenó un temporal capaz de sacudir hasta la Mesoatlántica --la cordillera que está debajo del mar--, tanto que un rolido alcanzó los 46°. Muchos hombres de las tripulaciones fueron afectados por mal de mar, ligeramente deshidratados y agotados por los golpes del Atlántico que impedían descansar; en parte por eso se resolvió pasar el día “D” al 2 de abril otorgándole a Neptuno su participación en las vísperas de la toma. Y negándole a la operación el factor sorpresa.

compañeros, éramos muy unidos, llevábamos más de un año en el batallón y nos pesaba la posibilidad de que alguien saliera lastimado.” Entonces lo comprendí, después de un año, de vivir nuevas experiencias, alegrías y angustias, esos, más que sus compañeros, eran su familia y desde la comodidad del café también elijo que nadie de mi familia salga herida.

Mañana ustedes serán los vencedores, mañana mostraremos al mundo una fuerza argentina valerosa en la guerra y generosa en la victoria. ¡Que Dios los proteja! Ahora dirán conmigo: ¡Viva la Patria! Arenga del almirante Busser en navegación el 1º de abril a las 18:30

Enseguida, como si descubriera la impertinencia de mi reflexión, me deja en la antesala de su recuerdo cuando aclara: “se han hecho películas pero te puedo asegurar que nadie logró reflejar lo que describían esas caras” y aunque no se lo dije, me pregunto en qué espejo (esos otros, sus pares) se habrá reflejado la suya. “Algunos arengaban, claro que sí, la recuperación de Malvinas, otros rezaban y rezaban”, porque en ese sollado también hubo lugar para el miedo tan humano como el valor con que decidieron sus actos.

“Nosotros nos enteramos que íbamos a Malvinas un día antes de llegar”, me cuenta en un café de Vicente López el ex conscripto clase ´62 Ramón Galarza. “Yo dormía en el sollado, en camas cuchetas junto a otros 30 soldados, estábamos muy cerca del depósito de combustible por eso el olor lo impregnaba todo aumentado nuestra descompostura”, dice.

“A mí me preocupó tener los elementos de primeros auxilios a los que hasta ese momento no les había dado importancia. Entonces todos comenzamos a revisar nuestros equipos (vendaje, pastillas, morfina, Pancután no podían faltar). Luego preparamos el arma, las municiones y el uniforme.” Prepararon el alma y algunos dejaron su mensaje en un papel; sabían que el regreso podía no ser una posibilidad.

Pero lo que quiero saber va más allá de lo físico, qué sintió cuando supo la noticia. Hace una pausa y su rostro, que engaña sus casi cincuenta años, se deja poblar por el desconcierto. “Teníamos 18 años, era una mezcla rara de incertidumbre, patriotismo, miedo o de no saber qué sentir. Hasta después del 2 de abril no me di cuenta de lo que estaba pasando. Si me preocupé fue más por mis

El oficial más cercano --por edad y jerarquía-- a Galarza era el guardiamarina Antonio Sánchez, al que después de Malvinas y con los sucesivos encuentros, dejó de llamar señor para nombrarlo como amigo. El 2 de abril, ese guardiamarina le dio una vuelta de hoja al destino de Galarza. Pero esa es una historia para un par de párrafos más adelante.

Al sur del Sur

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Día D, Hora H “El desembarco se postergó por 24 horas y ahí cambió la historia. Eso nos permitió observar, algo que es muy nuestro y parte de la operación de reconocimiento”, me explica el suboficial mayor (RE) Domingo Alcides Morales, quien hoy entra como a su casa cuando regresa a la Agrupación Buzos Tácticos en Mar del Plata. Ahí se lo conoce como el Mono; Alcides es sólo una formalidad para desconocidos. Él iba a bordo del submarino “Santa Fe” y su misión era marcar la playa para el desembarco de las tropas del “Cabo San Antonio”. En sus charlas a alumnos de la Escuela de Submarinos y Buceo repite un viejo agradecimiento, “al día que no fue, porque nos dio la oportunidad y la posibilidad de mirar por el periscopio. Te puedo asegurar que ese 1º de abril las luces de la ciudad y del faro (San Felipe, su objetivo inicial) estaban encendidos, como si estuviese todo bien, pero la madrugada del desembarco apagaron todo. Evidentemente algo se filtró y el factor sorpresa se rompió”, pero el coraje de esos hombres seguía intacto y nada más postergaría la recuperación de Malvinas. “Habitantes de las islas Falklands, les habla el gobernador Hunt, tenemos información que una Fuerza de Tareas argentina zarpó del continente y viene navegando hacia las islas…”; fue parte del mensaje que escuchó el capitán Santillán la noche del 1º de abril en la radio del buque “Cabo San Antonio”, lo que confirmaba la versión del suboficial Morales de que el factor sorpresa se había perdido. Por eso algunos planes cambiaron. Los desembarcos pensados inicialmente más hacia el Noreste de las islas se replanificaron hacia el Oeste. Así, con una noche cerrada por la oscuridad, el “Santísima Trinidad” ingresó a la bahía Enriqueta y para las 22.40 del 1 de abril la última ola desembarcó tocó la playa Lake Point. Se dividirían en dos grupos de fuerzas especiales (dcomandos anfibios y buzos tácticos), uno con el objetivo de tomar el cuartel de los Royal Marines --sin saber que allí ya no quedaba nadie-- y el otro la casa del gobernador. Mientras que en un punto más al Noreste y ya promediando las 3 de la madrugada los buzos tácticos del “Santa Fe”, enfundados en sus trajes secos y completamente camuflados, desembarcaron para cumplir con su misión. “Eramos 12”, recuerda el Mono y en este punto me permito llamarlo por su apodo porque estamos en su casa: en la Agrupación Buzos Tácticos. “Apenas tocamos la costa tuvimos que dar un mensaje en inglés --por si nos escuchaban los kelpers-- a la gente del ‘San Antonio’ avisando que la playa estaba marcada, es decir libre. Nuestra función era esa, habilitar y proteger esa playa hasta que nuestra gente desembarcara, y teníamos que dar ese mensaje a las 6.30. Lo dimos un minuto tarde porque apenas tocamos la costa nos prendieron una bengala que nos ilumino como si fuera de día. Dijimos, ‘bueno acá se terminó el amor’ y nos protegimos frente a la posibilidad de fuego enemigo”, pero no hubo enfrentamiento. “Luego de la bengala nuestro segundo comandante marcó la playa. Después nos quedamos agazapados, haciendo una especie de trinchera por si había que soportar un ataque. Y ahí es donde nos pasaron los vehículos de Infantería de Marina, los VAO”, dice el Mono mientras gesticula y mira hacia atrás como si se acercara uno.

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Es el N°5 del capitán Santillán. “Es tradición en la Infantería de Marina que el segundo comandante vaya en la primera ola de desembarco, por eso lideré la compañía de tiradores Foxtrot y una sección del Regimiento de Infantería Mecanizado 25 en la que iba el teniente coronel Seineldin, un grado más antiguo que yo“, recuerda Santillán y agrega algo que escuchó entonces: “mire Santillán, esta es una operación anfibia. Mis 25 hombres y yo tenemos la suerte de trabajar con ustedes. Como nosotros vamos en su formación usted está a cargo de la vanguardia”. “La noche era cerrada, una boca de lobo, tocamos tierra a las 6.30 en punto. La playa –cómo olvidarlo-- de arena blanca, parecía talco. En ese momento comenzó el crepúsculo matutino”. Se formaron a la derecha del VAR de Santillán dos vehículos más incluido el de Seineildin y a la izquierda el otro, en ese momento se abrieron las tapas y en un acto espontáneo todos comenzaron a gritar ‘¡Viva la patria!’”. “Viva la Patria” repite Santillán en un eco inevitable a casi 30 años de esa mañana. Mientras tanto en la casa del gobernador se solicitaba la rendición. “Mister Hunt, somos marinos argentinos, la isla está tomada, los vehículos anfibios han desembarcado y vienen hacia aquí, hemos cortado su teléfono y le rogamos que salga de la casa solo, desarmado y con las manos sobre la cabeza, a fin de prevenir mayores desgracias. Le aseguro que su rango y dignidad, así como la de toda su familia serán debidamente respetados”, dijo el teniente de navío Diego García Quiroga, quien ya secundaba a Giachino. Pero el grupo comando argentino no obtuvo respuesta, por eso arrojó una granada para disuadirlos. Una voz que provenía de la casa contestó: “Mister Hunt is going to get out”. Al no salir nadie, García Quiroga reiteró el mensaje pero la voz aseguró: “Don’t go (Mr. Hunt)” y esas palabras vinieron seguidas de un tiroteo. Lo que siguió se inscribió para siempre en la historia de la recuperación de las islas Malvinas y fue parte del precio de ver la bandera argentina en alto. Giachino y García Quiroga seguidos de tres hombres se lanzaron a la casa del gobernador. El primero rompió el vidrio con una granada y abrió el picaporte. El resto fue cuestión de segundos: a Giachino lo alcanzaron las balas británicas, cayó y el segundo en resultar gravemente herido fue García Quiroga, que venía detrás. “Me dieron, Cristina, me dieron --dijo Giachino como si desde el continente su mujer pudiese escucharlo. Quizás lo hizo--”. García Quiroga sintió que le arrancaban el brazo, fue el primer tiro, el otro le dio en el abdomen. Hoy una navaja suiza exhibida en la Agrupación Buzos Tácticos es la muestra de su suerte, que también es azar y destino, porque paró la bala que reclamaba su vida. Giachino llamó al enfermero Urbina, pero éste también había sido batido. Ya en el suelo y anticipándose a la posible pérdida de conocimiento, el capitán Giachino tomó la correa de sus binoculares y ató la granada --con la que rompió la ventana-- para que no explote, evitando la muerte de todos los de la casa. A esas alturas ya estaba bañado en sangre.


Impacto | Columna de vehículos anfibios desplegando a la fuerza de desembarco conjunta del BIM2 y del Regimiento de Infantería Mecanizado 25 del Ejército Argentino hacia Port Stanley, rebautizado como Puerto Argentino. liderazgo | Capitán de corbeta Hugo Santillán, segundo comandante del BIM2, quien estuvo a cargo de la primera oleada de desembarco que arribó a Malvinas a bordo del buque ARA “Cabo San Antonio”. (izq.) Hora “H” | A las 6.30 los vehículos anfibios tocaron playa y tomaron el aeropuerto. Luego cruzaron el itsmo (ver infografía) achicando distancia a su bautismo de fuego.

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Quizás fue ese acto de nobleza o la certeza que no podían hacer nada frente a tal desembarco (además de los 750 combatientes argentinos desplegados, se habían iniciado los vuelos que traían al resto de las tropas del ejército), lo que motivó la rendición del gobernador. Lo cierto es que a los pocos minutos un jeep con bandera blanca trasladó a Busser a parlamentar con el gobernador, quien había pedido se reuniesen en la iglesia católica St. Mary –como si Dios le diese ventaja allí –. Mientras tanto las posiciones británicas seguían en pie. Giachino, García Quiroga y Urbina ya no podían hacerlo.

La celeste y blanca sobre las islas “Nosotros ya habíamos tomado el aeropuerto, sacamos los obstáculos que habían dejado en la pista y luego nos dirigimos a Puerto Argentino. En eso vemos que se nos acercaba a trote un comando. Nos dijo que necesitaban refuerzos en la casa del gobernador. Re-

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cuerdo que mi oficial, el guardiamarina Sánchez, ofreció voluntario a mi grupo”, me cuenta Galarza, seguro en ese momento que su misión había concluido. “Nos miramos y decíamos ‘ya está, ya tomamos nuestro objetivo, ¿adónde vamos a ir ahora?’”, pero en una operación no hay peros que valgan “por eso a los pocos segundos achicamos los 400 metros a la casa del gobernador avanzando en abanico, cada hombre a 3 metros del otro; éramos alrededor de 40”. “Alcanzamos una loma detrás de la casa. ¡No sabes cómo silbaban las balas! Nos protegía la loma desde la que veíamos todo lo que pasaba. Pude ver a Giachino ya caído, estaba con vendas por todos lados. También avisté a los francotiradores que estaban arriba de un árbol. Y como yo era el tirador, llevaba un fusil pesado para fuego tupido, me ordenaron apuntarlos. Los tenía en la mira,


rendicion | Los Royal Marines que estuvieron apostados en la casa del gobernador, luego de un enfrentamiento que se inició a la madrugada del 2 de abril y se extendió promediando las 9 de la mañana. (izquierda) heridos en combate | Dentro del jeep trasladan al teniente García Quiroga y al cabo segundo Urbina, caidos en combate durante la toma de la casa del gobernador. Salvarían sus vidas. camuflados | Buzos tácticos que desembarcaron del submarino ARA “Santa Fe” con la misión de marcar la playa para el desembarco.

simplemente debía esperar la orden.” En ese momento Galarza no pensaba en nada, era parte de un sistema de defensa bajo órdenes. “No tenías tiempo para pensar, simplemente hacer bien las cosas.” “Habremos estado en posición una hora. Luego nos enteramos de la rendición. Nos replegamos y por eso bajamos a la casa del gobernador. Justo en ese momento él salía completamente engalanado, no le faltaban condecoraciones ni plumas”, me lo describe consciente del momento histórico que estaba viviendo en Malvinas. “Veo que lo suben a un jeep que tenía dos banderines ingleses. Sin pensarlo demasiado los saqué para quedármelos como trofeo de guerra. Pero no sé, me di media vuelta y las tiré. Después cuando regresé quedaba una y me la guardé. En una película que vi hace poco sobre la operación se recrea este momento.” Ahora ese banderín está en la pared de la casa de Galarza y grabado a fuego en su memoria junto a otro de los momentos más importantes de ese 2 de abril.

“Sonó la trompeta, nos pusimos en firme y saludamos. La bandera subía y yo sentía un orgullo y patriotismo como no lo había sentido nunca, verla arriba fue lo máximo”, ahora evocando ese momento en el café de Vicente López, su barrio natal, la piel se le eriza como si no lo dejara olvidar la emoción. “Fue hermoso”, confiesa. Para Galarza, Malvinas fue algo que le cambió la vida y en un doble sentido: porque pudo valorarla más y por eso no se olvida de quienes la perdieron sin tener la oportunidad siquiera de formar una familia. También porque a su regreso la relación con su padre cambió, las asperezas que empañaban su vínculo fueron superadas por el orgullo de tener un hijo que había sido parte de uno de los momentos más importantes de la historia argentina. Me lo cuenta y me aclara que su padre ya no está, entonces otra vez se le pone la piel de gallina. Con la bandera argentina a tope de las Malvinas comenzó la guerra.

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aguila guerrera | Izado emblemático de la bandera nacional en la capital de las islas, Puerto Argentino.

El regreso del hijo Me dice que las fotos de su padre son su espejo, porque Santiago Martella, ese niño de 9 años que ahora tiene 30, repite en su rostro las formas y los gestos heredados. Su padre tenía 24 años cuando cayó peleando en el monte Dos Hermanas. A ese monte el pudo llegar la segunda vez que fue a Malvinas ya con 18 años. Y la última vez que lo hizo, junto con la gente de Rugby Sin Fronteras fue a sus 28. Cada vez fue un hombre distinto el que se paró frente a la tumba del cementerio Darwin, frente a esa cruz ya conocida. Malvinas, para él, es su viejo, esa ausencia que justifica con el orgullo de saber por qué no está. Santiago Martella es generoso en sus palabras, dice que Malvinas nos tocó a todos, a él más de cerca. Mucho más. Y en un punto tiene ra-

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zón, porque la historia de esos hombres también nos pertenece y nos obliga. Estos testimonios que aún podemos escuchar de la voz de sus protagonistas son parte de nuestro patrimonio esencial. Por eso, de tanto en tanto, sería bueno detener nuestras rutinas y escucharlos. Son nuestros veteranos; muchos de ellos murieron peleando bajo la celeste y blanca más allá de toda legítima discusión sobre la guerra; otros aún están con nosotros con sus recuerdos latiendo en la memoria; los más jóvenes rondando los cincuenta. Algún día de este siglo se apagarán los ojos del último veterano y no habrá más testigos directos; mientras tanto cada uno de ellos parece decir sobre las islas lo mismo que los argentinos han cincelado en la Constitución Nacional Argentina: irrenunciables.


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Texto gustavo pereyra diseño dg Alejandro striebeck

Son las 5 de la tarde del 2 de mayo de 1982 y el crucero ya no está más sobre la superficie del mar. Lo hundió un submarino británico en la guerra por las islas Malvinas. El buque se fue a pique, pero su espíritu queda dentro de los 770 sobrevivientes que desde las balsas lanzan a las

¡Viva el fauces del tiempo un unísono

BELGRANO! Desde hace 30 años, la memoria del crucero resurge de las cenizas del olvido, en la voz de quienes lo llevan grabado a fuego en sus almas. Lo hacen por los 323 que murieron.

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C

uidá a tu mamá”, le pide el papá a su hijo de casi 8 años, antes de darles el beso de despedida y subir la planchada.

El buque es el crucero ARA “General Belgrano”, que hará una navegación al sur. La última. El papá es el suboficial primero maquinista Ramón Gregorio Ovidio Pereyra. Su esposa y sus tres nenes lo acompañaron hasta su lugar de trabajo. Y desde entonces no lo volverán a ver. El nene de casi 8 soy yo. Y desde ese lugar tan cercano e inevitable escribo, 30 años después, esta nota que intenta recobrar el valor del relato de la historia viva, a través de sus protagonistas.

El cielo no tiene colores. Es un 16 de abril gris y parece que va a llover. En la dársena de la Base Naval Puerto Belgrano, frente al lugar de amarre del crucero, hay mucho movimiento. Son los aprestos para zarpar a Ushuaia al mediodía. Ya son las 12:40. En Capitanía de Puerto, el suboficial primero Luis López completa la planilla de remolque y practicaje. Una maniobra sobresaliente para sacar a mar abierto esa mole de 13.000 toneladas, ese pueblo navegando.

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Llegando a golfo Nuevo, Chubut, los 1.093 tripulantes se enteran de que van a ir a las Malvinas. El comandante, capitán de navío Héctor Elías Bonzo, se los comunica en una formación. A esta altura, Bonzo está convencido de que la gente sabe qué está en juego y nota que se vive un espíritu de buque, de cuerpo, de equipo. Se siente orgulloso. Y a algunos les desaparece la frustración de no haber podido participar el 2 de abril, en la recuperación de las islas.

Después de ejercitarse en la Isla de los Estados, el buque se reabastece en Ushuaia. Ese 22 de abril salen centenares de cartas a todo el país. “Alcancé a escribir una y corrí al correo. Que estábamos bien, que no había ningún problema, que nos quedábamos ahí”, cuenta el suboficial principal retirado Néstor Cudina, sobreviviente. “No quise decirle más nada a mi familia.” Algunas cartas llegarán después del hundimiento y quedarán como el último recuerdo de los héroes fallecidos: “Si escribís a mi casa o la tuya, contales cosas lindas –le pide a su esposa el suboficial segundo artillero José del Carmen Orellana–. Besos a los chicos y decíles que el papi está navegando en medio del mar. Y el Cési, que no llore”.


Privilegio | La bahía de Ushuaia, último lugar de atraque del “Belgrano”, días antes de partir al Teatro de Operaciones. Vida a bordo | Dos conscriptos limpian una de las torres del crucero “Belgrano”. También se ven los casquetes blancos de dos de las más de 70 balsas salvavidas con las que contaba el buque.

El contador le trae dos bolsas de arpillera repletas, justo cuando aparece el comandante Bonzo. El guardiamarina no sabe qué decir; había sido un pedido informal. Bonzo lo saluda, le pregunta “¿cómo están?” Nada más. Ese pan servirá para alimentar a los náufragos, que luego rescatará el “Gurruchaga”.

El “Cési” es mi vecino, un par de años menor. Y 30 años más tarde será el teniente de navío César Federico Orellana. Cómo él, muchos hijos de extripulantes del “Belgrano” elegirán la carrera naval.

Es la última zarpada. El buque navega en la oscuridad matinal del sábado 24 de abril, alerta, por los canales fueguinos hacia el Atlántico, al Teatro de Operaciones. Días más tarde se le unirán el destructor ARA “Piedra Buena” y el aviso ARA “Francisco de Gurruchaga”, ahí, debajo del paralelo 55° Sur, en la cornisa de su heroico final. El teniente de navío bioquímico Armando Mercado decide guardarse para sí una foto mental de ese momento: el crucero “Belgrano” en la Isla de los Estados, en Parry exterior. “Impresionante, la bahía, esa geografía. Espectacular”, piensa. Una anécdota: en un bote Zodiac viene un guardiamarina del “Gurruchaga”. —Hola, ¿necesitan algo? —le pregunta el contador del “Belgrano”, que lo conoce. —Mirá, nos quedamos sin pan —responde el guardiamarina.

El 30 de abril ya se siente la guerra. La radio no ayuda: al crucero ya lo hundieron como tres veces. Mientras habían estado en Ushuaia también habían difundido esa noticia. Y los que estaban en tierra tuvieron que salir afuera, a verlo ahí, ocupando toda la bahía. Ahora todo es preparación: zafarrancho de combate tras zafarrancho de combate, simulacros de incendio en cada cubierta y ejercicios de abandono a toda hora. Y el 1° de mayo, con rumbo Este hacia el lugar de la acción, al submarino nuclear británico HMS “Conqueror” ya lo tienen debajo del casco, siguiéndoles con sigilo el rumbo, buscando el momento justo para conquistar su lugar en el libro de las hazañas inglesas y, más que hundir al crucero, subirlo al pedestal argentino de la gloria y el honor. Los acontecimientos del domingo 2 de mayo de 1982 en el Atlántico Sur son historia conocida (ver infografía). A las 16, cuando el crucero “General Belgrano” regresaba, un torpedo le da en el medio y otro lo hace en la proa. Se hunde. El comandante ordena lo que ningún marino quiere escuchar jamás: “¡Abandonar el buque!”. Tarda una hora en irse a pique, a 4.200 metros bajo el mar, en el fondo de la cuenca de Los Yaganes, tan cerquita de la Isla de los Estados y al sur de las Malvinas. Lo vivido en las balsas y en los 30 años posteriores es lo que sigue.

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Relatos En el taller de Máquinas, el suboficial Cudina charla con un conscripto, un cabo y un guardiamarina, cuando se siente la primera explosión. Están a 20 metros de donde pega el torpedo. “Pensamos que eran misiles —cuenta—. El barco salta, cae, se corta la luz. Todo queda en silencio. Sólo se siente el crujido del buque.” Un humo sulfúreo penetra por los pasillos y lo ennegrece todo. Al instante, el segundo torpedo. El crucero se empieza a escorar, entra muchísima agua y se escuchan pedidos de auxilio. “¡Sáquenme!”. Al buque le faltan 15 metros de la proa. Al cabo primero Blas Fernández, los tallarines con tuco del mediodía no lo habían dejado descansar y la explosión le había sacado el mate de la mano. Ahora busca una salida a la cubierta principal. Y Ricardo Faleroni, un cabo primero enfermero que se había caído de la cama donde estaba intentando leer, se pone a ayudar a la gente. “Me agarro de la cortina de la Enfermería que separa el pasillo de las camas y la arranco —recuerda—. Ahí veo una bola de fuego que se viene. Es una persona. Lo envuelvo y se me prende la cortina porque viene con gasoil.” Se lo pone al hombro y lo lleva hasta una ducha. Lo apaga, le aplica gasa y crema para las quemaduras y lo envuelve en una sábana: “De ahí sale vivo. No sé si llegará a destino. No lo conocía”. Faleroni mantiene la calma para atender a los enfermos, como se lo enseñaron. Arriba, en cubierta, son todas órdenes para evitar lo inevitable. El barco se sigue recostando sobre su lado izquierdo. “Mi balsa, la 32, está de ese lado —rememora Cudina—. Pegamos un saltito desde la borda. Estábamos prácticamente a la misma altura que la balsa. Y nos lleva rozando al barco de costado, hasta la proa”. Allí, la chapa florecida que había dejado el segundo torpedo les serrucha la balsa y tienen que tirarse al agua helada. Se las arreglan para llegar a otra que ya tiene gente. Mejor, para soportar el frío. En un momento dado ven que el ancla del buque se desprende y cae sobre una balsa más a proa: “Se van para abajo balsa, ancla y todos los que están adentro. No veo salir a nadie”. Cudina y sus compañeros de balsa van a estar a la deriva todo ese domingo, todo el lunes y la mañana del martes 4. Los encontrará el destructor ARA “Bouchard” a la 1 de la tarde. Pasarán unas 45 horas en el agua soportando vientos de más de 100 kilómetros por hora, 20° bajo cero de sensación térmica y olas gigantescas de 8 metros.

Náufragos | Tripulantes del destructor ARA “Piedra Buena” ayudan a mantener una balsa lo más cerca del buque para rescatarlos, en esta foto tomada por el cabo segundo Marcelo Gramaccioli.

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Otros estarán menos tiempo, pero la angustia por el buque hundido, el desasosiego por lo que seguirá, el frío que pincha el cuerpo como mil agujas, el dolor de ver algún camarada herido o muerto y la incertidumbre de no saber si los rescatarán serán los mismos y calarán hondo en sus memorias. “Jamás olvidaremos”, dicen todos.


El segundo comandante del buque, capitán de fragata Pedro Luis Galazi, tampoco podrá olvidar cómo actúa la tripulación en las últimas del “Belgrano” y en las balsas: “la gente hace gala de su adiestramiento. Habíamos vencido el miedo”.

Un silencio que a algunos los acorralará por décadas. Un silencio que algunos podrán derrotar hablando, recordando, compartiendo y perpetuando la memoria del crucero ARA “General Belgrano”, sus sobrevivientes y sus 323 caídos.

Y a la campana del puente de comando, que ahora toca sola, la escuchará por siempre: “ding, dong... parece una película”.

Rescate Los buques que escoltaban al “Belgrano” regresan al lugar del hundimiento, después de intentar detectar al submarino enemigo. El primero en llegar es el “Piedra Buena”.

La balsa del cabo primero Juan Carlos Cáceres está pinchada por todos lados y los 13 náufragos van sentados con el agua hasta la cintura. Sienten que esa noche se van a morir.

Se hace de madrugada y no encuentran nada más que manchas de aceite y restos de carcasas de balsas flotando. Nadie a la vista.

Cáceres ve pasar otra balsa con un único tripulante. Es el cabo principal Félix Torres Toledo, su amigo.

“Se fue a pique con todos”, piensa el cabo Marcelo Gramaccioli, en la Central de Informaciones de Combate del “Piedra Buena“.

“Me dice: ‘¡Cáceres! ¡Salvame!’. Va medio quemado”. Le larga una soga, pero no llega. Se quiere tirar al agua pero no lo dejan. La balsa se aleja y eso lo desanima más.

Un avión Neptune y un Tracker sobrevuelan la zona. En las balsas escuchan el motor del avión, tiran y prenden bengalas, pero no están seguros de que los hayan visto.

A Cáceres lo va a salvar la gente del ARA “Piedra Buena”. Torres Toledo también llegará a tierra. Se van a encontrar en Puerto Belgrano. Se abrazarán.

En la balsa 20 está Blas Fernández. Trata de no dormirse: “cuando el sueño te vence, morís”. Pero igual sueña despierto: con su pueblo, Copetonas; con su padre trabajando de peón en un taller mecánico; con su amigo de la infancia, José, hijo del dueño del taller; con el motor del Neptune que sobrevuela; con el frío de la balsa. Sigue despierto.

El crucero va desapareciendo lentamente. Las balsas se van alejando. Gritan “¡Viva la Patria! ¡Viva el Belgrano!” Cantan el himno. Como si hubiera estado acordado de antemano. “No lo puedo ver hundiéndose. Es una emoción muy superior a mí”, dice Galazi. Tampoco lo va a querer ver cuando se haga la expedición de la National Geographic Society: “Destruido, no. Quiero tener la imagen del crucero”.

Blas y su amigo José ingresaron juntos a la Armada. Uno se recibió de cabo segundo y el otro de guardiamarina. Pasa el tiempo y Blas tiene la esperanza de que el Neptune los haya avistado. No sabe que al avión lo tripula el ahora teniente de corbeta José Alberto Andersen, su amigo de la infancia. “Él arriba, yo abajo”.

Desde la balsa del teniente Mercado sí lo ven. Están del lado contrario al que se ladea el buque, muy cerca. Temen que dé vuelta de campana y los arrastre con sus antenas.

Y a las 4 de la tarde aparecen sobre las crestas de las olas los mástiles de los dos destructores y el aviso buscando balsas.

“Lo veo levantar lo que le queda de proa, se recuesta y empieza a meterse despacito”, cuenta.

A 36 horas del abandono, el ARA “Gurruchaga” llega al sector donde está la balsa 8.

El cabo segundo Guillermo García no puede creer lo terrible de la imagen: esa mole que se va escorando de una forma inimaginable.

“Se nos pone al lado y el agua que sale del buque y nos cae encima parece tibiecita. Como la leche con mate cocido que nos dan a bordo. Y eso que en realidad está hirviendo”, recuerda el conscripto Raúl Morante.

“No me entra en la mente”, dice. El “Belgrano” empieza a soplar aire como un spray. Es el agua que va ocupando los espacios vacíos. “El mar es tan transparente que lo veo a 10 o 15 metros, ya todo sumergido, de costado y bajando, hasta que se va como una flecha. Y no lo veo nunca más”. “Fue noble hasta el último momento —agrega Faleroni—. No se llevó a nadie.” Silencio. Silencio de muerte.

También salvan al cabo primero Juan Carlos Barrera. Para él, ese buque y esa dotación serán sagrados. En el relato de su supervivencia, difícil como la del resto, no va a llorar hasta nombrar al “Gurruchaga”: “Se portaron como hermanos”. Al último que rescatan con vida es al cabo segundo Hugo Gorosito. En la balsa siguiente estaban todos muertos. “A él lo recuerdo porque no puede subir. Está totalmente congelado de la cintura para abajo —cuenta Gramaccioli—. Se tira uno de los nadadores de rescate, lo engancha con el arnés y ahí lo levantamos.”

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“Yo no lo recuerdo. Es una vorágine sin tiempo. No hay horas, ni días”, admite Gorosito. También será uno de los últimos en abandonar el hospital.

Cudina también está en esa asociación. Y desde que lo rescataron, haya viento, lluvia o tristeza, no va a faltar a ninguna ceremonia por el crucero: “por los que no volvieron”.

Gramaccioli quiere ver si encuentra a tres de sus amigos perdidos durante el abandono: los cabos segundo Fernando Dorgambide, Julio César Tello y Jorge Antonio Yacante. Nunca aparecerán.

Todos coinciden en lo mismo: en ellos, la memoria del crucero está intacta. No lo olvidarán nunca. Esa marca los acompañará hasta la muerte, hasta que les toque reencontrarse con sus camaradas.

Hoy

“Los que quedamos de los 770 estamos de franco --dice Faleroni--. Y en algún momento vamos a ir a cumplir la guardia de honor con ellos.”

Claudio Giménez trabaja en el Centro Cultural Islas Malvinas de Bahía Blanca. Sobreviviente del crucero, dice que el buque lo convirtió en hombre en pocas horas y que valora la oportunidad que tuvo de formar un hogar: “otros no pudieron, los que quedaron allá y los que tuvieron secuelas”. Y por ellos, y por él, trabaja para mantener vigente la figura del crucero y sus héroes. “Tengo la obligación moral de hacerlo. Y mostrar que lo malo lo superamos. Caminamos con la frente alta, orgullosos de ser veteranos”. Al portero de la Escuela Media Nº 10 de Bahía Blanca lo persiguen los chicos por los pasillos: “¿Es cierto que estuviste en el crucero? ¿Cómo sobreviviste? ¿Cómo fue estar en una balsa?”, le preguntan porque saben que Rubén Belleggia es un héroe de Malvinas. “Hablo mucho con los pibes. Es muy lindo contar qué pasó y que ellos quieran saber”, dice Belleggia. Eso lo sacó a flote cuando estuvo mal.

Cáceres, que casi no había hablado, se para firme y agrega algo profundamente conmovedor: “vamos a completar la dotación del crucero ‘Belgrano’. Vamos a decir --hace la venia--: ‘Permiso, señor comandante. Presente a bordo’. Algún día vamos a estar los 1.093. Y Bonzo nos va estar esperando”.

Año 2012. Torres Toledo, el que iba solo en una balsa, tiene 60 años, casi no habla y se mueve con dificultad por culpa de un accidente cerebro vascular (ACV). A pesar de las limitaciones, está lúcido. “Parece que la enfermedad le liberó la memoria --me dice su mujer--. Empezó a recordar los momentos en el crucero. Nunca antes había hablado del tema. Y ahora es como si lo estuviese reviviendo.” Torres Toledo flashea al verme. Cree conocerme y de inmediato reconoce mi apellido. Lamenta no poder expresarse. Igual sonríe.

“Agrupar al buque fue cosa de Bonzo, el último comandante — cuenta Morante—. Quería juntarnos a todos cada año. Eso hizo que para nosotros el crucero sea una familia.”

Torres Toledo es quien le tomó la guardia a mi papá en los destiladores del crucero “Belgrano”, hace 30 años.

“Era como un padre para todos”, recuerda Giménez.

—¿Sin novedad, suboficial?

“Nuestro lema es ‘el crucero vive’, una frase reiterada por Bonzo”, dice Mercando, que junto a Faleroni integran la Asociación Última Tripulación del Crucero Belgrano, en Punta Alta, trabajando “para que la memoria no se pierda”.

—Sin novedad. A uno le tocó volver y al otro quedarse allá.

Memoria | Cada 2 de mayo, la Armada, extripulantes, familiares e instituciones rinden homenaje al crucero y sus 323 caídos, en el monumento al “Belgrano” que está en la Flota de Mar, a metros del que fuera su muelle habitual.

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Texto TF maría elena martí diseño dg Alejandro striebeck

No los verán

LLEGAR…

“Sólo confían en la disciplina, el estudio y el entrenamiento intenso. Conocen el riesgo, aún en los adiestramientos, lo aceptan y lo vencen con la capacidad desarrollada. No con la improvisación. Aman la vida.” Rubén Benítez, “La Nueva Provincia” (1985). gm - 35


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o tengo un motivo racional para explicarlo pero cuando uno entra al hangar sinceramente toma conciencia dónde está parado, qué pasó en este hangar, quiénes estuvieron, las aeronaves que vuelan, qué clase de profesionales hay… y los suboficiales, que tuvieron mucho que ver en tierra, para despedir a los pilotos dándoles total confianza, sabiendo que quizás no volvían. Como aquel hombre que se subió al avión pensando ‘vuelvo o no vuelvo… no importa, lo hago’. Creo que el que está afuera de este hangar no lo siente hasta que lo pisa”, reflexionó el teniente de fragata Damián Samana. Cuando escuché estas palabras del jefe de Mantenimiento de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque, reconocida por sus aviones SUE o simplemente Super, entendí perfectamente que Malvinas no es sólo parte de la Historia, que representa mucho más que los acontecimientos vividos hace treinta años. La Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque fue sin dudas una protagonista estelar de la actuación de la Aviación Naval en Malvinas. Cada una de las palabras de sus integrantes nos transportan a ese momento en el que el “garrote” de su gavilán –conocido por todos como “La Lora”– hizo sentir al mundo que allí estaban ellos, con profesionalismo, con garra, con convicción. “Convicción en lo que uno hace, convicción en lo que uno quiere…”, esas fueron las palabras más reiteradas por los suboficiales mayores Beneitez, Coradeghini y Salvatierra, mecánicos de los A4Q, Neptune y Super Etendard durante la gesta de Malvinas. Tras 30 años sus recuerdos se llenan de nostalgia y de sentimientos.

El suboficial mayor Marcelo Salvatierra me relató con emoción sus primeros pasos como mecánico de aviones, un mes antes había egresado de la escuela de fornación de la Armada y “nadie quería venir a una escuadrilla desconocida, con un avión desconocido y en donde no se podía volar. Pero las vivencias de esta escuadrilla te hacen sentir lo que es ser ataquista, después se te hace piel”. Una pausa interrumpe su relato, creo que volver a febrero de 1982 le hizo recordar aquella impresión que llevará para siempre en su memoria, él la nombra como una “fotografía mental. Cuando me presenté en la escuadrilla, pasé por el hangar y vi una forma aerodinámica, moderna, brillante y fue un ‘guauuu’ de todos y una voz, no sé si la escuché o fue de mi interior, que dijo: ‘yo me quiero quedar acá’”. El sentimiento de pertenencia y orgullo por los Super Etendard se respira en cada rincón, se ve en cada imagen, se siente en cada acción. Los pilotos insisten en que uno no pasa simplemente por acá y camina por los pasillos; las fotos de las acciones en Malvinas, el buque hundido… es como si vivieran eso día a día. Nada pasa desapercibido porque allí estuvieron aquellos hombres con agallas que el 4 de mayo de 1982 dejaron todo en el campo de batalla.

Bautismo de fuego En la fría noche de Río Grande había despegado un avión Neptune de la Escuadrilla Aeronaval de Exploración. No era la primera vez; desde su llegada a la Base Aeronaval, ese veterano de la Aviación Naval había realizado incansables vuelos.

Tecnología francesa | El cazabombardero Super Etendard y el misil AM39 Exocet listos a operar Marcas de un guerrero | El capitán Bedacarratz imprime para siempre la silueta del HMS “Sheffield” en la nariz del 3 - A - 202 (derecha)

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Casi de madrugada había detectado un eco y, con el blanco aún indeterminado, el 3-A-202 al mando del capitán de corbeta Augusto Bedacarratz y el 3-A-203 piloteado por el teniente de fragata Armando Mayora despegaron con un rumbo fijo: hacer exactamente lo que habían ejercitado una y otra vez. Los aviones debían volar a escasos metros del suelo, no más de 30, a velocidades que oscilaban entre los 900 y 1000 kilómetros por hora. No utilizaban el radar y las comunicaciones debían ser mínimas para evitar ser detectados. Las maniobras eran realmente arriesgadas pero parecían ser la única forma de enfrentar a la moderna flota británica. El vuelo rasante era complejo. En el mar no había ninguna referencia visual de la altura en que se encontraba. En una entrevista brindada a La Nueva Provincia en 1985 el teniente Mayora contaba ese momento único con estas palabras: “salimos nerviosos. Nos reunimos con el avión tanque de la Fuerza Aérea; hicimos el reaprovisionamiento en vuelo. Desde el momento en que despegamos hasta que hicimos el primer contacto con los buques ingleses no dijimos ninguna palabra entre los dos aviones porque nos habíamos impuesto un silencio radiotelefónico estricto. Habíamos empezado el adiestramiento dividiéndonos por parejas. Nos conocíamos mucho. No era necesario hablar. Cada uno sabía perfectamente qué es lo que iba a hacer el otro”. Y así fue… aunque las condiciones meteorológicas no eran buenas y la visibilidad complicaba todo, el capitán de corbeta Bedacarratz lanzó

el primer misil hacia el destructor HMS “Sheffield” e inmediatamente entró en un chubasco que lo hizo invisible. Su numeral transmitió: “¿Lanzó?”; “sí, ya lancé”, escuchó decir. Era su turno. Hasta ese momento los pilotos estaban acostumbrados a los lanzamientos inmediatos pero el Exocet tiene una particularidad: posee un tiempo de retardo. Dos segundos imperceptibles para unos, interminables para otros. Era la primera vez que el binomio Super Etendard-Exocet probaba su poderío de fuego. En Río Grande todos esperaban el regreso con éxito aunque “yo los había despedido sin saber si volvían, los despedí con una carga emocional muy grande, con un ojalá”, relata conmovido Salvatierra que, casi sin darse cuenta, le da la palabra con una mirada al suboficial mayor Ignacio Coradeghini. Él también había estado allí con esa misma ansiedad por ver la silueta del Neptune. El silencio impuesto en la misión no permitía saber qué había pasado “en un momento pensamos que no volverían. El avión no volvía, nosotros siempre estuvimos a la espera hasta que divisamos una cosa grande y por fin llegó”. El regreso se vivió con mucha adrenalina y euforia. Algo extraordinario había sucedido. El profesionalismo de pilotos y mecánicos quedó desplegado en el Atlántico Sur. El garrote de la Armada Argentina había pegado desde el aire como un puño fuerte en nombre de todos.

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Portaviones | Desde el 29 de marzo los A4Q estuvieron embarcados en el ARA “25 de Mayo”.

Un trabajo silencioso “Tener el avión listo para el piloto es una gran responsabilidad. En vuelo está él y la máquina, pero uno lo vive desde tierra; es el avión que reparó, que levantó de alguna falla. Cuando lo ves volando decís ‘ahí está mi esfuerzo, mi granito de arena para que se cumpla la misión’”, dice mirando al cielo el suboficial mayor Néstor Beneitez, que perteneció en Malvinas al grupo de mecánicos de los A4Q Skyhawk. El hangar 6 de la Base Aeronaval Comandante Espora custodia el legado de la ya desaparecida Tercera Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque. Los A4Q, que permanecieron embarcados en el portaviones ARA “25 de Mayo” durante la Operación Rosario, llegaron a despegar de Río Grande doce veces en un solo día. Beneitez recuerda como si fuera hoy esas horas de trabajo continuo: “los días eran muy largos y movidos, uno estaba siempre a la orden de las misiones que tenía que cumplir. Había que estar alistados en todo momento y de acuerdo a la misión había que preparar las bombas que se iban a usar, los aviones que se iban a usar… salían en sección o salían dos secciones de tres aviones. Eso era todo en el momento”.

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El 21 de mayo fue uno de esos días, pero no uno más. La sección, al mando del capitán de corbeta Alberto Philippi e integrada por el teniente de navío José Arca y el teniente de fragata Marcelo Márquez, despegó después del mediodía. Los cerros de las Islas Malvinas se asomaban y el agua del mar salpicaba sus parabrisas. La fragata HMS “Ardent” era el blanco a la vista. Los disparos enemigos comenzaron a formar una cortina de fuego mientras los pilotos avanzaban en dirección a su misión, lanzar las bombas. Con el lanzamiento concluido debieron volver escapando. Los aviones británicos Harrier los perseguían. Los que habían quedado en Río Grande esperaban con incertidumbre y preocupación la llegada de los tres A4Q que habían partido. Las noticias no iban a ser buenas. El suboficial Beneitez nunca se va a olvidar que “salen en misión el capitán Philippi, el teniente Arca y el teniente Márquez y sólo dos salvan su vida. El teniente Márquez lamentablemente muere al ser impactado; el capitán Philippi se eyecta y logra sobrevivir con una familia kelper y el teniente Arca, con averías, trata de llegar


El reconocimiento en los meses del conflicto “Estos aviones --en referencia a los Skyhawk A-4-- ya mostraron eficacia al hundir dos fragatas inglesas y causar serias averías en varias otras, a pesar de los elevados riesgos que exige de su piloto, pues tiene que aproximarse mucho al blanco para soltar sus bombas; coraje y audacia, entretanto, no faltan a los pilotos argentinos, como lo reconocieron los británicos.” Mario José Sampaio del “Jornal do Brasil”, Río de Janeiro. “Los aviones argentinos rugen desde todos lados mientras los hombres se entierran en sus trincheras cenagosas, aferrando sus armas y cascos de acero.” Charles Laurence del “London Sunday Telegraph”, Londres.

“Los técnicos, mecánicos y pilotos argentinos cumplieron una hazaña que no sólo ha demostrado la capacidad de los argentinos, sino que además ha cambiado la estrategia de la guerra naval, desde el momento en que el primer Exocet estalló en las entrañas del destructor ‘Sheffield’.” Carlos Viglizzo de “La Nación”. “Los pilotos argentinos ganan el corazón de sus compañeros y la admiración de sus enemigos. Casi a diario ellos vuelan hacia la batalla y los pilotos se están transformando en héroes de la Guerra de las Malvinas, admirados por sus enemigos casi tanto como por sus compatriotas.” Keneth Freed de “The Miami Herald”.

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Estrecho de San Carlos | La fragata HMS “Ardent” quedó herida ante el ataque de la sección de los A4Q Skyhawk.

a Puerto Argentino donde debe eyectarse y se salva. Los restos del avión del teniente Márquez quedaron allí; de ese avión yo era el mecánico y Marquez el piloto oficial. Mi avión quedó ahí, una parte mía está en Puerto Argentino”.

Ligados al pasado Ninguno de los que integran hoy la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque pensó en aquellos meses de otoño de 1982, cuando eran niños que esperaban el tren con las tropas para saludarlos y hacerles regalos o escribían en sus escuelas las cartas para enviar a Malvinas, que su destino iba a estar ligado al de ellos. “Cuando agarramos un libro o un manual y arriba tiene escrito con la letra de, por ejemplo, el capitán Colombo o el teniente Márquez o muchos de los que estuvieron en acto de servicio en Malvinas, y uno se pone a pensar en esa situación… él hizo lo mismo que tengo que hacer yo y en lo que me estoy adiestrando. Eso ayuda a asumir que uno está en un lugar distinto, que uno tiene que hacer por lo menos lo mismo que hicieron ellos”, confiesa el capitán de corbeta Matías Cabut, segundo comandante de la Segunda de Caza y Ataque.

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Al llegar a la escuadrilla esa transmisión de la experiencia se da a través de los procedimientos, las tácticas que están escritas y la exigencia de los instructores. La Escuela de Aviación Naval es formadora de ese carácter que define el estándar del aviador naval, que busca permanentemente ser lo más profesional posible. Para el comandante de la Segunda Escuadrilla de Caza y Ataque, capitán de corbeta Guillermo Molina, casi nada cambió desde aquel 1982: “como profesional, piloto de SUE, creo que podría hablar con los pilotos de Malvinas a la par de ellos. Como persona siento admiración por alguien que demostró que podía cumplir con lo que su país esperaba de él. Y como argentino, orgullo porque no hay otra cosa que sentir al conocer a alguno de ellos. Si me retrotraigo a los 9 años que tenía, por más que ahora sepa cómo lo hicieron, siento orgullo por cada uno de los pilotos que estuvieron en Malvinas”. Al compromiso y profesionalismo que demostró y hoy ostenta la Aviación Naval, se suma la valentía. Un militar es reconocido en cualquier parte del mundo por su coraje y arrojo pues todos pueden tener los mejores medios tecnológicos pero sólo se destaca quien pone en juego su mayor capital, la propia vida.


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Texto lic. LEANDRO FERNÁNDEZ diseño dg Alejandro striebeck

El tercer

ESLABÓN

La guerra de Malvinas requirió de un enorme trabajo logístico. Los buques de la Armada estaban abocados a las operaciones de combate. Fueron La Marina Mercante y la Prefectura Naval Argentina quienes apoyaron ese rol.

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un Tzu, quizás el primer gran estratega militar, explicó en el libro “El arte de la guerra” que ésta se desarrolla sobre tres variables: la estrategia, la táctica y la logística. Qué hacer, cómo y con qué. Casi 500 años aC, él le otorgaba un valor superlativo al planeamiento, la capacidad de adaptación durante las batallas y la provisión constante de los ejércitos para alcanzar una victoria completa. Durante la guerra de Malvinas, con el qué hacer ya claro y en pleno desarrollo del cómo, traducido en acciones de combate de las Fuerzas Armadas por aire, tierra y mar para defender hasta la última piedra de las islas, se desarrollaba en forma silenciosa el trabajo logístico, ese tercer eslabón sin el cual la cadena se corta. Fueron buques de la Marina Mercante y la Prefectura Naval Argentina quienes llevaron a cabo acciones tan arriesgadas como efectivas. La sangre de sus hombres se derramó con el mismo coraje, con el mismo sacrificio, con el mismo amor por la propia tierra… Sangre que continúa regando la memoria de los hombres.

Asumir la misión, cambiar de carga Cuando el 2 de abril la Nación hizo el llamado en grito de guerra, todo barco que flotaba se alistó para cumplir su juramento.

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Internacionalmente está establecido que las Marinas Mercantes se ponen a disposición de los gobiernos para lo que sea necesario en caso de un conflicto, pero lo particular de la Marina Mercante argentina fue que nadie quiso ser desembarcado entonces. Y es que hay decisiones que marcan a un hombre para toda su vida, que ponen a prueba su determinación, su coraje, su fe. La mismísima solidez de sus valores; y esas decisiones, por difíciles e importantes, son las que moldean la arcilla del propio ser. Podríamos llamarlo destino, azar o simplemente coincidencia, lo cierto es que Fernando Morales amaneció el 2 de abril con el abrazo de su mamá, un “feliz cumpleaños hijo” y otro emocionado “recuperamos las Malvinas”. Después sonó el teléfono y lo que escuchó del otro lado lo posicionó en la encrucijada de una decisión. Colgó y sin terminar de cumplir 23 años decidió poner a prueba la solidez de sus valores y de su corazón. Se embarcó en el “Río Cincel” y dos días después zarparon hacia las islas. Como él, otros 650 marinos mercantes embarcaron bajo órdenes del Comando de Operaciones Navales de la Armada


Argentina. Su misión incluiría el abastecimiento a las islas y a la Flota de Mar en operaciones; el transporte de materiales, provisiones y municiones; el traslado de personal y, en algunos casos, tareas de inteligencia fuera de la zona de exclusión. Hoy, esperando el 2 de abril para cumplir 53, Morales, aquel segundo oficial del “Río Cincel” convertido en maquinista naval superior, asegura que “durante el conflicto fuimos un solo equipo. Funcionaron las claves, los códigos, la cooperación; los mercantes, soldados, pilotos y el componente naval fuimos como una sola unidad”. Y es que cada marino mercante tenía plena consciencia de la importancia de ser ese tercer eslabón logístico. Sabían que no llegar con sus cargas comprometía seriamente las acciones militares. No llegar nunca fue una opción.

Logística e inteligencia Alrededor de cincuenta buques mercantes desempeñaron acciones durante la guerra. De ellos, sólo trece las desarrollaron dentro del Teatro de Operaciones y por eso sus tripulaciones son reconocidas como veteranos de guerra. Allí debieron operar con la mayor celeridad, certeza y profesionalismo. De la rapidez en las maniobras dependían vidas. Incluso las propias. El buque tanque “Puerto Rosales” al mando del capitán de Ultramar Radamés Luppi fue designado para apoyar el Grupo de Tareas GT 79.3 encabezado por el crucero ARA “General Belgrano” y el 1º de mayo lo abasteció al Norte de la Isla de los Estados, pasándole 390 toneladas de fuel oil. Existe evidencia documental de que ambas naves estuvieron enfocadas por el periscopio del submarino HMS “Conqueror”, pero la decisión se demoró un día y por eso el “Puerto Rosales” escapó del trágico destino del crucero.

cañón aéreo de 30 mm, que causó daños en su superestructura y obra viva, fueron tres pasadas de ametralladora pero nadie murió. Afortunadamente. Sin embargo el buque debió ser abandonado. Los tripulantes fueron rescatados por el alijador “Forrest” y llevados a la bahía Zorro, después fueron evacuados al continente. Las tareas de inteligencia y espionaje fueron también cruciales y abarcaron todo el Océano Atlántico, desde el Canal de la Mancha y Gibraltar hasta la latitud del Río de la Plata. Y fue justamente el mercante “Río de la Plata”, al mando del capitán Isaac Benchetrit, el que sorprendió a la Fuerza de Tareas británica en plena etapa de concentración y logró enviar las primeras informaciones precisas sobre la misma. Ya al sur del paralelo del cabo San Antonio fueron los pesqueros quienes continuaron con el espionaje. Particularmente efectivo fue el “Narwal”, al mando del capitán de Ultramar Néstor Fabiano. El 29 de abril descubrió al grueso de la flota inglesa en operaciones de reabastecimiento en altamar fuera de la zona de exclusión. Fue ahuyentado pero prosiguió sigilosamente el rastreo del enemigo en su ruta al Sur. Su informe fue crucial para planificar el plan de ataque del Grupo de Tareas 79.1 (portaviones ARA “25 de Mayo”). El 9 de mayo, el “Narwal” fue redescubierto por dos aviones Harrier y atacado con bombas y fuego de cañón, que causó varios heridos y la muerte del contramaestre Omar Rupp, primer marino mercante caído en la guerra. El barco se hundió y sus tripulantes fueron tomados prisioneros.

No corrió la misma suerte el transporte “Isla de los Estados”, que fue un pilar en el abastecimiento interpuertos del archipiélago. Además realizó parte del minado de las aguas frente a Puerto Argentino. El 10 de mayo, con condiciones severas de clima, el “Isla de los Estados” al mando del capitán de Ultramar Tulio Panigadi salió en busca del mercante “Río Carcarañá” que, entre otras cosas, transportaba una cohetera CITEFA de última generación. El encuentro fue en cercanías del Estrecho de San Carlos y el trabajo de traspaso bajo tormenta es hoy un ejemplo de sacrificio, ingenio y pericia marinera.

mercantes | El “Isla de los Estados” (arriba) y el “Río Carcarañá”, dos buques de destacada actuación en Malvinas. El primero fue hundido con casi toda su tripulación. El segundo tuvo que ser abandonado después de varios ataques.

Esa misma noche el “Isla de los Estados” intentó ser invisible para entregar rápido su carga –el tiempo en la guerra es valiosísimo--. Sin embargo la alarma sonó cuando apareció la silueta de la fragata HMS “Alacrity”. Un desesperado intento de evasión que no alcanzó y el buque fue hundido junto con su tripulación. Quince hombres perecieron, entre ellos el marinero Jorge Eduardo López de la Prefectura Naval Argentina. Dos sobrevivieron. El “Río Carcarañá”, que para llegar a las islas burló el bloqueo de los submarinos nucleares “Splendid” y “Spartan”, seis días después sufrió el ataque de un Sea Harrier, con poder de fuego de un

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patrulla | Uno de los guardacostas de la Prefectura Naval Argentina efectuando operaciones de patrullaje y control en aguas malvinenses. Para la guerra cambiaron su color blanco por camuflaje acorde a la zona.

Los tripulantes dispararon con todo lo que tenían, incluso se posicionaron en lugares descubiertos del barco para tener mejor visión de tiro. Osvaldo asegura que “creíamos al principio que era un helicóptero de exploración, pero con el tiempo supimos que pertenecía a la fragata ‘Alacrity’. Durante el combate pudimos realizarle varias perforaciones y lo vimos alejarse con mucho humo rumbo Sudeste. Ahí fue herido el cabo segundo maquinista Antonio Grigolatto después de agotar la munición”. Las acciones prosiguieron, cada vez más duras en los distintos frentes. La Prefectura continuó sus tareas de patrullaje y apoyo logístico, al tiempo que dos de sus aviones Short Skyvan efectuaban apoyo a la navegación en las islas. Uno de ellos se averió en operaciones y el otro fue destruido en tierra por un grupo comando inglés en la isla Pebble. También un helicóptero “Puma”. Otros dos aviones y dos helicópteros de similares características operaban desde el continente en apoyo a acciones de navegación y operaciones de la Fuerza Aérea y la Aviación Naval. Entre las unidades aéreas destacadas en las islas y las que operaban desde el continente, la Prefectura Naval Argentina cumplimentó 347 misiones.

La Prefectura La Prefectura Naval Argentina también formó parte de la guerra de Malvinas. Su misión fue de apoyo logístico, patrullaje en la bahía interior de Puerto Argentino y en la bahía exterior Puerto Groussac, practicajes en la zona minada y búsqueda y rescate en el mar. Sus dos buques guardacostas, el GC82 “Islas Malvinas” y el GC83 “Río Iguazú” fueron las únicas unidades navales artilladas abocadas a las islas. Ambos entraron en combate y a pesar de que el armamento era muy inferior al del enemigo (ametralladoras Browning 12,7 mm y armas livianas de una Fuerza de Seguridad) sólo sufrió una baja. Osvaldo Aguirre era oficial principal del “Islas Malvinas”. Llegó al archipiélago un martes 13 de abril, tras 1.100 km de travesía. Hoy es prefecto mayor VGM de la Prefectura y recuerda con detalle el bautismo de fuego de su guardacostas. Eran horas de la tarde del 1º de mayo y estaban fondeados en bahía de la Anunciación, luego de un intenso patrullaje nocturno. Sobre el horizonte, precedido por el ruido de sus hélices, un helicóptero Sea Linx avanzó hacia el barco. El fondo rocoso impedía levar el ancla restando movilidad al guardacostas, lo que se tradujo en una merma de la capacidad de defensa. “Hay que destacar la acción del ayudante de tercera Marcelino Blatter quien al ver que no se podía levar el ancla corrió por la cubierta de proa desde donde venía el ataque, portando como única arma una sierra de mano con la que pudo cortar la gruesa cadena en un esfuerzo titánico, recuperando la maniobrabilidad de la nave que al aumentar su capacidad de defensa motivó la retirada de la aeronave enemiga”.

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El 22 de mayo llegó el bautismo de fuego del “Río Iguazú”. Mientras trasladaba personal y material del Ejército Argentino a Puerto Darwin recibió fuego de dos Sea Harrier, a los que repelieron con ametrallamiento de sus Browning 12,7mm derribando a uno de ellos. En esas acciones se produjo la única baja a bordo de todo el conflicto: el cabo segundo Julio Omar Benítez, quien operaba la ametralladora. Las averías sufridas en el casco producían una grave entrada de agua, por lo que el buque fue dirigido a una isla a 13 millas al Este de Puerto Darwin, disponiéndose su abandono. Hombres y carga fueron evacuados a ese puerto por helicópteros de la Fuerza Aérea, por lo que el aprovisionamiento de armas fue cumplido. Su destino sería la sangrienta batalla de Pradera del Ganso. Al finalizar el conflicto, nuestra Prefectura Naval contó con dos caídos: Benítez defendiendo al “Río Iguazú” y López a bordo del “Isla de los Estados”, hundido en plena operación logística.

La dignidad del vencido Logística y táctica para alcanzar la estrategia. Asegurar el “con qué” para que el “cómo” logre el “qué”. El mandato de Sun Tsu se puso en práctica en este conflicto y tanto la Prefectura Naval Argentina como la Marina Mercante asumieron con determinación guerrera el rol que les tocó desempeñar en la guerra de Malvinas. También ambos debieron combatir. Ambos sufrieron bajas. Hoy todos los hombres que respondieron el llamado en grito de guerra de aquel 2 de abril de 1982, todos los que pusieron a prueba la solidez de sus valores al tomar la decisión de defender la propia tierra sin necesitar más motivos que el amor a la Patria son nuestros veteranos. Empuñando un fusil, piloteando una aeronave o burlando el bloqueo enemigo para abastecer de lo necesario. Todos cumplieron con su deber de hombres, de argentinos. Todos son igualmente merecedores de nuestro homenaje permanente.


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Texto Mariana osca diseño dg Alejandro striebeck

Desde el

ABISMO

La batalla naval del Atlántico en 1982 se peleó en todas las dimensiones, muchos de los combates más duros fueron invisibles, ocurrieron en silencio, bajo la superficie del mar. La incertidumbre y el riesgo fueron sus constantes. Dos submarinos argentinos participaron de toda la contienda; sólo uno de ellos regresó. gm - 49


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de abril, 03.35, Puerto Argentino. Un grupo de buzos tácticos se aleja sigilosamente del submarino “Santa Fe” hacia una playa cercana a Puerto Argentino para marcar la costa por donde la fuerza anfibia desembarcará sus tropas desde el buque de desembarco “Cabo San Antonio” como parte de la Operación Rosario. Horas después la bandera argentina es izada en las Malvinas por primera vez desde 1833. Regresa a su apostadero. 11 de abril, en horas de la noche, Base Naval Mar del Plata. Otra operación bajo el mar comienza. Luego de una semana de intenso trabajo a bordo, zarpa el submarino “San Luis” para ubicarse en un área de patrulla a la espera de la flota británica. Los tambores de guerra redoblan en el Atlántico Sur. Su misión es desgastar a la fuerza incursora. 16 de abril, 23.30, Base Naval Mar del Plata. Zarpa nuevamente el “Santa Fe” rumbo a las islas Georgias, situadas en medio del océano. Desde su partida comienzan a generarse numerosas averías, afrontadas y parcialmente subsanadas gracias a la pericia de la tripulación. Llevan a bordo veinte personas –entre infantes de Marina y personal de reparaciones– que se suman a los 79 de la tripulación. Su misión es trasladarlos y dejarlos en Grytviken. Tardan una semana en llegar a destino. El entonces cabo segundo de 19 años, hoy suboficial mayor VGM Jorge Omar Ghiglione, recuerda la llegada a bordo del submarino “Santa Fe”. “Pudimos entrar con éxito a la bahía de Cumberland, a la caleta capitán Vago. Llegamos a la noche y quedamos al garete para descargar al personal, armas y materiales que llevábamos. La maniobra fue de madrugada. Utilizamos una lancha que había dejado el transporte polar ‘Bahía Paraíso’. Cuando terminamos, el comandante ordenó zarpar, cada uno corrió a su puesto de maniobra.” De regreso a la zona asignada para su patrulla es detectado y atacado por un helicóptero Wessex, dos Wasp y dos Lynx de los buques HMS “Endurance”, HMS “Antrim” y HMS “Plymouth” que se encontraban en la zona de operaciones. “Al primer bombazo que escuché pensé que me habían explotado los compresores que estaban a mi cargo, pero me puse los auriculares de comunicación y escuché que nos estaban atacando. El primero que detectó el helicóptero fue el cabo Feldman que estaba con otro cabo de vigía. Faltaban cinco minutos para terminar de cargar aire. El comandante tomó la decisión de entrar de nuevo a la bahía, en vez de irse a inmersión, porque habíamos tenido averías en el tanque de lastre y en el de combustible.” Ghiglione sigue con su relato, viendo aparecer nuevamente las imágenes ante sus ojos. Reflexivo, cuidadoso al hablar mientras rememora. “Es la primera vez que me entrevistan por este tema –aclara–. Nos pasaban fusiles a la vela (torreta que sobresale del submarino), el único armamento a bordo para defensa aérea. Fui uno de los siete que estuvo repeliendo el ataque de los helicópteros, tratando de mantenerlos alejados para que no pudieran ‘colgarse’ sobre el submarino para arrojar bombas. En uno de los tiros de misiles vi el fogonazo, le tiré con el fusil pero no pegó. Y… una bala contra un misil…–sonríe–. Me quedé muy quieto y vi cuando el misil entraba en la vela, en la parte de fibra de vidrio. Justo en ese momento

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Alistamiento | El “San Luis” se apresta a zarpar para cumplir su misión disuasiva en el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur. proa al cielo | El “San Luis” cumplió una campaña de 40 días en las profundidades del Atlántico Sur. (der. abajo) Vida a bordo | En medio de la tensión prevalece la camaradería.

(der.)


estaba bajando el camarero Macías, que era el que nos pasaba la munición, que cayó herido con una pierna amputada... Y empezó a incendiarse esa parte del submarino. El comandante ordenó bajar al interior y guiados por periscopio llegamos al muelle. Ahí ordenó desembarcar”, dice bajando el tono de voz, como si finalizara una etapa importante de la historia. Tras una breve resistencia, dada la superioridad numérica y de armamento de los ingleses que iban a tomar Grytviken, los tripulantes del “Santa Fe” debieron rendirse. Al día siguiente se trasladó el submarino hasta un fondeadero cercano bajo la supervisión de los ingleses. En un incidente confuso mientras el suboficial Félix Artuso maniobraba el buque un soldado inglés le disparó sin justificación tomando su vida y convirtiéndolo en un emblema de la Fuerza de Submarinos. Artuso fue sepultado en el cementerio de Grytviken, en las Georgias del Sur con todos los honores de un entierro militar inglés. Mientras tanto, el resto de los prisioneros –entre ellos Ghiglione– estaba camino a isla Ascensión en el petrolero “Tide Spring”. Se eriza la piel al escucharlo, fueron bien tratados, pero eran prisioneros de guerra. Allí los desembarcaron en helicóptero y un avión de la Cruz Roja los llevó a Montevideo, desde donde el piloto “Alsina” los trasladó a Buenos Aires. Ghiglione es uno de los seis condecorados por Honor al Valor en Combate y, con genuina modestia, le asigna el mérito a sus compañeros. “La preparación de la gente y el espíritu que tuvieron es lo destacable. Es lo que hay que mantener”, dice. Remarca también la importancia del apoyo familiar y de la Armada, sobre todo al regreso. Tras dos años en el fondeadero, la Marina inglesa decidió el cambio de muelle del “Santa Fe”. En ese intento de remolque el sumergible se hundió quedando para siempre en el fondo de las aguas del Atlántico Sur. Seguramente él eligió ese fin. Recibió la condecoración Operaciones en Combate y otorgó a la historia de la Fuerza de Submarinos de la Armada Argentina su bautismo de fuego.

El otro submarino 1º de mayo de 1982, amanecer, Área de Patrulla en el Atlántico Sur. A bordo del “San Luis” los sonaristas advierten rumores hidrofónicos de naves de guerra y el comandante ordena cubrir puestos de combate. A las 10.15 el submarino ataca lanzando un torpedo SST-4 sobre un blanco clasificado como un destructor. Tres o cuatro minutos más tarde el submarino pierde prematuramente el contacto con el torpedo, por corte de cable, y no se escucha ninguna explosión. Al haber delatado su posición, el “San Luis” comienza a soportar un hostigamiento de casi un día por dos buques y tres helicópteros. “Tirábamos falsos blancos (burbujeadores, con forma tubular) que producen ruido y permiten al submarino escapar hacia otro rumbo. En un momento tirábamos tantos seguidos que no se llegaba ni a compensar la presión entre lanzamiento y lanzamiento”, cuenta el capitán de navío (RE) Jorge Fernando Dacharry, por entonces teniente de fragata y jefe de Electricidad del “San Luis”.

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Durante el ataque un helicóptero británico lanzó un torpedo antisubmarino, que pudo ser evitado gracias a las maniobras evasivas. “Cuando dijeron ‘torpedo en el agua’ sentimos desesperación… adrenalina… nos pasó cerca, por arriba, lo escuchamos como si fuera el motor de una moto, pero debajo del agua”, evoca.

“Lo que nos ayudó fue el conocimiento del medio, de nuestro litoral, en cuanto a la temperatura del agua, la composición del suelo, salinidad, napas, costas, fondo... Eso nos permitió tener un valor agregado”, evalúa en cuanto a las estrategias utilizadas a lo largo de todo el conflicto.

De esas horas recuerda, como si no hubiesen pasado treinta años, la incertidumbre que se sufre por no ver lo que sucede a su alrededor, fuera de la nave. Puede ser un amigo, un enemigo, un ruido de la naturaleza… “Cuando fuimos sometidos al ataque de 24 horas caían permanentemente bombas de profundidad y no sabíamos en qué momento nos tocaba… Eso produce un desgaste psíquico muy importante.”

El 1º de mayo, por soportar 24 horas de hostigamiento, el “San Luis” tuvo su bautismo de fuego. En total fue una campaña de 40 días (del 12 de abril al 29 de mayo) cumpliendo una misión disuasiva en la que llevó a cabo tres ataques al enemigo, no obstante haber operado con sólo tres de sus cuatro motores diesel y haber tenido la computadora del sistema de armas fuera de servicio.

Tras el constante hostigamiento el submarino maniobró hacia la costa malvinense donde encontró un fondo pedregoso y se depositó. “Soportamos el ataque constante de bombas de profundidad por más de 12 horas. Nos tiraban en cada rumbo que poníamos, entonces el comandante ordenó ir al fondo y yo llevaba la derrota, porque era también jefe de Navegación. Pregunté qué profundidad había y me dijeron 70 metros, estábamos a 6 nudos. Puse la proa para ‘aterrizar’ y en vez de 70 metros estábamos a 50… ¡Todavía está el surco en Malvinas!”, ríe, mientras se contagian los otros veteranos presentes. “En un submarino lo peor es que no se ve el exterior cuando uno está en inmersión. La guerra pasa por arriba, por los costados, por debajo. Un aviador tira un misil y en cuestión de segundos se aleja de allí. Un infante de Marina está en el terreno y ve el desarrollo de los acontecimientos, cómo se acerca el enemigo, dónde están las fuerzas propias. Nosotros, debajo del agua, debemos ser, ante todo, sigilosos y pacientes”, detalla el capitán Dacharry, con voz firme basado en la experiencia. Dacharry destaca lo esencial. “Lo que nos permitió volver con vida fue, no sólo la preparación técnica para abordar una patrulla de 40 días en la que pudimos mantenernos en el área de operaciones, sino el grupo humano y la preparación física y psíquica que nos proporcionaron la Escuela de Submarinos y la Armada.”

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Al momento de las reflexiones finales, algunos se ponen serios, otros esbozan una sonrisa melancólica y compinche con quienes vivieron esos días de tensión bajo el agua. “La dotación de un submarino se integra mucho porque la vida de cada uno depende del otro”, explica el suboficial mayor VGM (RE) maquinista Eduardo Daniel Lavarello, de la dotación del “San Luis”. “Cada uno sabe lo que tiene que hacer, se canta el rol de maniobra y no se puede dudar.” Lavarello, de 52 años y recién retirado, recuerda que él y un compañero habían egresado de la Escuela de Submarinos a fines de 1981, tenían meses de submarinistas. “Pero contábamos con toda la teoría fresca. Era muy útil porque conocíamos muy bien el submarino tipo 209. Sabíamos dónde estaba cada válvula, cada sensor. Los más antiguos tenían la experiencia a bordo de otro tipo de submarinos. Jugábamos mucho con esa combinación”, detalla. “La hemos pasado muy bien a pesar de que el miedo existe siempre. Pero uno logra controlarlo. ¡Incluso festejamos cumpleaños en pleno conflicto! Si hoy tuviera que elegir ir de nuevo, lo haría con el mismo comandante, el capitán de fragata Fernando Azcueta, porque hizo una maniobra impecable. Nos llevó y nos trajo. A veces se nos pone Suboficial Félix Artuso | Fue muerto por un guardia inglés ante un inadmisible error de percepción mientras cambiaban de muelle al “Santa Fe”. Descansa en el cementerio de Grytviken. Misil en la vela | El “Santa Fe” fue bombardeado y atacado con misiles al salir de la bahía Guardia Nacional. El comandante decidió volver al muelle de Grytviken.


la piel de gallina al saber las decisiones que tuvo que tomar con 33 vidas a bordo”, reflexiona el suboficial Lavarello. El capitán Dacharry, con toda sinceridad, admite: “¿Miedo? Muchísimo… ¿Control? Máximo… ¿Y la gente? Imperturbable… Y eso se debe a una formación muy buena. Que nos fallaron los torpedos, sí. Que el motor no andaba, sí. Fuimos, navegamos y vinimos como pudimos”. Ya como una estela apenas visible, similar a la que deja un submarino al irse a inmersión, el suboficial Ghiglione concluye su relatocon una frase que parece una verdad obvia pero que en palabras de un veterano de guerra eriza la piel: “no sólo de la victoria se obtienen ventajas; de la derrota también se extraen muchas enseñanzas”.

Los submarinos forman parte del gran sistema de combate que es una Marina de Guerra, que debe estar en capacidad de combatir en tres dimensiones. Ubicados en áreas de patrulla en zonas focales contribuyen a controlar ese espacio enorme que es el mar, desgastando a las fuerzas navales enemigas por el esfuerzo que deben hacer para localizarlos al desconocer su posición y el alerta de combate que deben mantener por ignorar el momento en que atacarán. Como todo lo “invisible” los submarinos generan angustia e incertidumbre en la mente de los hombres y hacen más densa la niebla de la guerra. Febrero 2012. En la Base Naval Mar del Plata hay movimiento de remolcadores; un submarino de la Fuerza se apresta a zarpar. Otros hombres, el mismo entrenamiento y compromiso con la Patria buscan la profundidad del mar.

2012 | Los suboficiales mayores Ghiglione, Lavarello y Arias recuerdan, en la Base Naval Mar del Plata, sus días de submarinistas durante la guerra.

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Texto lic. María Jimena López Montes diseño dg Mauricio Rossello foto apertura El valle de Moody Brook y el monte felton Stream fueron testigos de la intensa batalla librada por los hombres del BIM5 y tres grupos de artillería del Ejército Argentino. La foto es testimonio de su bravura y coraje. No hubo otra medida para sus acto

VALIENTES

El BIM5 en Malvinas. Un batallón que soportó durante más de 40 días el fuego enemigo defendiendo las islas hasta agotar completamente su munición, aun cuando había llegado la orden de rendición.

L

as palabras, como los hombres, nacen y mueren con el tiempo; también pueden cambiar su significado a lo largo de su vida. Por eso los diccionarios nunca están terminados, son una obra viva donde los pueblos y comunidades registran las palabras que van creando porque las necesitan. En 1982, con la guerra de Malvinas, muchas palabas y conceptos se resignificaron; nuevos conceptos se asociaron a viejos signos. Veterano es un ejemplo de una palabra que irrumpió con fuerza y alcanzó nuevas connotaciones para los argentinos que apenas se usaba desde la guerra del Chaco, a principios del siglo XX.

Otras mutaciones son más raras; BIM5 no es una palabra sino tan solo un acrónimo que era conocido en el especializadísimo lenguaje castrense y que significa Batallón de Infantería de Marina N°5. Pero hoy el buscador Google arroja medio millón de resultados ante su consulta en apenas una fracción de segundo, todas asociadas a ese puñado de jóvenes que hace treinta años defendieron con valentía unas alturas en Malvinas. Fue ese coraje lo que llenó de contenido a la palabra.

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Malvinas El Batallón de Infantería de Marina N°5, con asiento en Río Grande (Tierra del Fuego), emprendió su viaje a Malvinas el 8 de abril de 1982, bajo las órdenes del entonces capitán de fragata Carlos Robacio. Tuvo bajo su comando a 800 combatientes del BIM5 –entre personal de cuadro y conscriptos– y a 200 hombres pertenecientes a dos compañías adscriptas correspondientes a los Regimientos de Infantería Nº3 y Nº7 del Ejército Argentino. Este batallón combatió en la colina Tumbledown y en los montes Sapper Hill y William contra los llamados gurkhas y dos batallones de paracaidistas británicos. Cuando el comandante del BIM5 recibió la orden de desplazarse con su unidad hacia Malvinas, ordenó una formación general en la plaza de armas del batallón, donde dirigió unas palabras a sus subordinados. En ese momento ya se había concretado la Operación Rosario donde otro Batallón emblemático, el BIM2, había capturado las islas en una operación anfibia e incruenta de ejecución impecable. “Quiero dejar bien aclarado que vamos a pelear, con todo lo que ello significa –dijo en tono enérgico–. Vamos a pelear y lo vamos a hacer bien, como lo hemos practicado una y mil veces aquí. Nadie está obligado a ir. Quien no desee formar parte del Batallón que lo diga ahora mismo. Después será tarde.” Nadie se movió. El silencio lo dijo todo. Ninguno quiso quedarse en el continente. El 8 de abril el batallón comenzó con el despliegue a Puerto Argentino en aviones de la Fuerza Aérea. Fueron varios vuelos. “El 1º de abril había regresado con mi sección del puesto de Vigilancia y Control de Tráfico Marítimo sobre el Estrecho de Magallanes en Hito I. El batallón estaba en campaña en una estancia en Cabo Peña. Mi compañía estaba ya en Río Grande abocada al orden del material cuando llega la información a la Central de Comunicaciones de que se había realizado el desembarco en Malvinas con la Operación Rosario. Se armó todo un revuelo. Se terminó con las ac-

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tividades que estábamos realizando y corrimos a ponernos frente a una televisión o radio para ver qué estaba sucediendo. Queríamos saber qué unidades estaban desplegadas y qué camaradas estarían participando”, relata el suboficial mayor (RE) VGM Eduardo Orlando Fochesatto quien era suboficial segundo durante el conflicto del Atlántico Sur. Fochesatto tenía 36 años y era jefe de la Sección de Exploración del BIM5. No había sido destacado a la isla porque su cargo lo requería en el Batallón. “Yo no tenía que ir a Malvinas. Nos dejaron para hacer el traslado de víveres. Pero yo quería ir y así fue como dos días después del traslado del batallón, me fui como polizón. Los aviones salían uno tras otro y en el último vuelo me fui junto a 27 hombres, entre ellos el suboficial Justo Saturnino Castillo muerto en combate. Sabía que tenía que estar con mi batallón’’. En Malvinas el BIM5 se desplegó a la zona de Sapper Hill, William, Tumbledown y Longdon, al Oeste de la isla. “Una vez allí me mandaron a presentarme a la Compañía Nácar en Tumbledown. El día era muy corto para esa época. Empezamos a caminar. Llegó la noche, nos envolvía la niebla, llovizna, el viento soplaba cada vez más fuerte. Caminábamos en el turbal, mojados. Sentíamos la desolación absoluta”, recuerda el suboficial Fochesatto, quien hace un paréntesis en el relato y nos cuenta que en ese momento tenía una hija de sólo 4 meses y que se fue sin despedirse, “si esta noche no vuelvo, sepan que me fui a Malvinas”, esas fueron sus últimas palabras antes de salir de su casa. El BIM5 no tuvo que esperar mucho para el bautismo de fuego. “El 1º de mayo sucedió el primer ataque británico y en ese momento el capitán Robacio utilizó el sistema de radio y dijo ‘la guerra ha llegado. El enemigo está presente. Les deseo suerte a todos’. Esa noche el batallón tuvo su primer muerto”, recuerda el suboficial mayor VGM Carlos Sini, que en aquel entonces era cabo segundo. Ahora, cumple funciones en el Comando de la Fuerza de Infantería de Marina Austral.


Despliegue | El comandante del BIM5 en Malvinas, capitán de fragata Carlos Robacio, imparte directivas a los jefes de compañía en el Puesto de Comando. (izquierda) Arenga | En Tumbledown las compañías reciben instrucciones para el combate. (derecha) Comunicaciones | Desde un puesto de comando del BIM5 se trasmite información. En el terreno mantenerse comunicado es vital para el desarrollo de las operaciones. (abajo)

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Instrucci贸n | Previo al despliegue a Malvinas dos infantes de Marina se adiestran en tiro de mortero 81 en la Isla Grande de Tierra del Fuego. (izquierda)

Tiro | Soldados del BIM5 en Malvinas en posici贸n de pr谩ctica de tiro antes del combate brit谩nico en las colinas de Tumbledown. (derecha) trinchera | Un apuntador de MAG y su asistente esperan la orden para abrir fuego. (abajo 1) Heridos | Los suboficiales Quiroga y Palavecino, enfermeros del BIM5 atienden un soldado en Malvinas. (abajo 2)

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El combate Las acciones de combate comienzan con el bombardeo a la zona del aeropuerto y casi inmediatamente se inicia el asedio de fuego naval y los fuegos de la artillería terrestre sobre las posiciones del BIM5. “Antes de llegar a la batalla final soportaría un asedio de casi 44 días”, relató el comandante, en ese entonces capitán de fragata Carlos Hugo Robacio. Fueron atacados diariamente, día y noche. Contra el bombardeo naval inglés no había cómo defenderse. Sólo meterse en los pozos y resistir tratando de mantenerse en forma para cuando llegara la batalla final que ya se anticipaba. Tras esto comenzó otra forma de ataque: la artillería terrestre. “Llegó el 1º de mayo, fría y húmeda mañana isleña, y el enemigo empezó un bombardeo aéreo con aviones Vulcan y por la tarde el primer cañoneo naval sobre posiciones de nuestro batallón cobrándose la primera baja. Encomendamos nuestras almas a Dios y a la Virgen Santísima”, relata el suboficial Fochesatto. “Nuestra primera línea de combate estaba en Tumbledown. Recuerdo el continúo bombardeo naval y aéreo de esos días. Era impresionante pero estábamos preparados debido al alto nivel de instrucción que habíamos adquirido en Río Grande”, cuenta Héctor Horacio Chávez quien fue a Malvinas como conscripto del BIM5 y también formó parte de la Compañía Nácar. Llegó a la isla en el último vuelo, era uno de los 27 que viajó con Fochesatto. “Éramos del grupo de los rebeldes del batallón. No acatábamos mucho las órdenes. Pero cuando hubo que pelear, peleamos”, expresa Chávez, mientras recuerda su abandono de guardia en el batallón en época de paz.

“Estábamos ambientados a la isla y al sonar de los tiros. Sabíamos hacer nuestros pozos. Estábamos curtidos. Éramos un grupo muy particular. Muy aguerridos. El capitán Robacio nos había forjado”, destaca una y otra vez Chávez, quien hacía un año que estaba en el batallón. Había dejado su Chaco para cumplir con el Servicio Militar Obligatorio. Hijo de familia numerosa siente orgullo de haber peleado. Hoy es presidente del Centro de Veteranos de Guerra en Río Grande, ciudad que lo adoptó. “Desde que llegamos a la posición veíamos los buques ingleses desde el terreno y sentíamos el sonar de los cañones constantemente. El ataque era de noche. Nos tiraron durante muchos días”, recuerda. “Luego sucedió el avance terrestre. Las fuerzas británicas se acercaron a las islas el 20 de mayo. La niebla favoreció su ocultamiento. La primera oleada se puso en marcha”. Tras varios días de pelea sobre los regimientos del Ejército, el dispositivo defensivo mantenía aún en primera línea al BIM5 reforzado. En las alturas del Oeste, ahora en manos inglesas, la brigada de Royal Marines se había apoderado de los montes Harriet y Dos Hermanas. “Ellos tenían una clara superioridad numérica, de no menos de 3 a 1 y en algunos casos fue muchísimo más elevada. Quienes ya habían atacado eran sobrepasados y se continuaba el ataque con tropas de refresco (una oportunidad que no tuvo nuestro sistema, totalmente estático), como así también el empleo de sus abundantes y profusas comunicaciones radioeléctricas y el uso de señales pirotécnicas, en un claro contraste con nuestras fuerzas terrestres”, puntualizó en unos de sus relatos el capitán Robacio. Pese a eso el BIM5 resistió hasta el final.

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Defensa | En Malvinas parte de las compañías tiraron con ametralladoras 12,7 mm en apoyo de defensa terrestre.

Ataque final El 12 de junio las fuerzas británicas penetraron las defensas argentinas, luego de arduos combates y ráfagas de artillería. Los británicos lograron tomar Monte Longdon y alrededores. “Ese día empieza a nevar y no para. Estaba todo blanco. No recuerdo sentir frío. Sólo sé que atacaron con todo lo que tenían. Y nosotros peleamos hasta lo último”, remarca Chávez. Antes del amanecer del día siguiente se produjo la consolidación de las conquistas británicas sobre Longdon, Harriet y Dos Hermanas con un abrumador apoyo artillero. El sector de Monte William, Monte Tumbledown y Wireless Ridge pasaron a ser primera línea y fueron fuertemente hostigados por fuego terrestre y aéreo. El BIM5 se hallaba frente a las unidades terrestres británicas. La Artillería propia apoyaba el combate y retirada de los regimientos del Ejército Argentino. “La noche del 13 al 14 de junio nos tocó bailar con la más fea. El día anterior se había tomado Dos Hermanas, Harriet y Longdon”, relata Fochesatto. Fueron cruentos combates donde en algunos casos, como ocurrió con la Sección del teniente Vásquez, se llegó a la pelea cuerpo a cuerpo y donde el coraje fue la única medida de todas

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las cosas; nadie retrocedía, ninguno se rendía, todos decidieron seguir peleando para defender ese pedazo de Patria lejana. “Con esa certeza y viendo cómo eran los movimientos sabíamos que al día siguiente se reorganizarían para continuar con el ataque. La noche siguiente seria la nuestra. El día 13 la artillería inglesa reforzó su tiro sobre nuestras posiciones. Fue insoportable. Un cañoneo constante y a la noche nos atacó un batallón escocés y otro de gurkhas. Los galeses habían atacado a la Compañía “Obra”. En esos ataques sucesivos muere el suboficial Castillo. Yo fui tomado prisionero”, finaliza de narrar el veterano. El comandante del Batallón ordenó el repliegue y reunión de todo el batallón sobre Monte Sapper Hill; y desde ahí, se ordenó la marcha hacia la ciudad. En el momento de replegarse a Puerto Argentino los ingleses lanzaron otro ataque sobre Monte Sapper Hill, con tropa embarcada en helicópteros. La tercera sección de la Compañía de Tiradores “Mar” rechazó el ataque y posibilitó de esa manera la ejecución del movimiento que había ordenado el comandante. Mientras, el guardiamarina Alejandro Koch y sus hombres –sin saber que las hostilidades habían finalizado– se enfrentaban a los británicos en


Combate | En la colina de Tumbledown y en los montes Sapper Hill y Williams el BIM5 combatió contra los gurkhas y dos batallones de paracaidistas británicos durante 40 días. El adiestramiento fue una de las claves del buen desempeño del BIM5 en Malvinas.

Sapper Hill causando un alto número de bajas, los infantes del BIM5 que había reunido el capitán Robacio destruyeron el equipo pesado y se prepararon para el repliegue. Todos los hombres formaron en dos columnas. El comandante Robacio se ubicó al frente. Con el fusil al pecho y a paso de marcha iniciaron el recorrido final, la entrada a Puerto Argentino. Aún quedaba la etapa de ser prisioneros.

El símbolo “Siempre repito lo mismo. No fuimos los mejores ni los peores; fuimos los elegidos para ir a Malvinas. Nuestro diferencial estuvo en que estábamos aclimatados y adiestrados. Eso es lo que primó allá. También el espíritu de unidad. Nuestra premisa era no entregar nada hasta lo último. Luchamos como leones”, reflexiona Fochesatto. “Los ingleses nos dieron un trato diferencial estando prisioneros, respetaron nuestra valentía mostrada en combate”, afirma el capitán de navío Waldemar Aquino, quien fue prisionero de guerra en el

‘82 siendo teniente de corbeta y jefe de Apoyo Logístico de la unidad. “Recuerdo cuando pasé al interrogatorio final para volver al continente; había un libro donde anotábamos nuestros datos personales y me preguntaron nombre, rango y unidad. Cuando puse BIM5 el inglés se paró y me hizo el saludo militar reconociendo lo hecho en el campo de batalla”. Es que nada se respeta tanto como el coraje entre los guerreros. El capitán Aquino fue comandante del BIM5 muchos años después del conflicto. Las palabras tienen el significado que le confieren los hombres, y en ellos hacen sentido, son quienes las alimentan con sus acciones; hoy BIM5 significa coraje y profesionalismo. “Son usos de la guerra vencer o ser vencidos”, afirmó con honor el Inca Atahualpa en 1532 cuando fue derrotado y luego muerto por los conquistadores. Siglos después Borges amplió esta cita legendaria al escribir en homenaje a otro rey guerrero: “Supiste que vencer o ser vencido son caras de un azar indiferente, que no hay otra virtud que ser valiente”. Aquellos soldados del BIM5 fueron nuestros valientes.

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especial

Días

de guerra

la reserva | Soldados del BIM1, helitrasportados en un Sea King (fondo) desde el rompehielos ARA “Almirante Irizar”, desembarcan en las Malvinas.


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contraluz | La silueta de un soldado argentino se recorta contra el cielo de las islas.

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operacion georgias | Un helicóptero “Puma” del Ejército Argentino posado sobre la cubierta de vuelo del transporte ARA “Bahía Paraíso”.

clima | El viento helado y la lluvia componen una constante en la zona de las islas Malvinas. El aclimatamiento de las tropas fue fundamental durante el conflicto.

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ÂĄViva el Belgrano! | El grito parece escucharse desde la foto donde se ve a los sobrevivientes del crucero reciĂŠn arribados a la Base Aeronaval Comandante Espora.

ayuda | Asistencia a los heridos en pleno combate, la sanidad no tiene bandera, ayudar al caĂ­do es parte del Derecho Internacional Humanitario.

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FESTEJO | La alegr铆a por la recuperaci贸n de las islas fue el sentimiento que rein贸 luego de la exitosa Operaci贸n Rosario. Las fuerzas argentinas no generaron bajas enemigas.

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INICIO | Soldados argentinos posicionados en la capital malvinense. La lucha por la defensa de la soberanía en las islas duraría 74 días.

juramento cumplido | Oficiales del aviso ARA “Alférez Sobral” trasladan los restos del capitán de corbeta Sergio Gómez Roca, último comandante caido en combate. Murió alcanzado por un misil enemigo mientras navegaba al rescate de un piloto de la Fuerza Aérea. Defendió su bandera hasta perder la vida.

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Instituto Universitario Naval Posgrados 2012

Escuela de Oficiales de la Armada Avenida a la Estación S/Nº. Base Naval Puerto Belgrano. Teléfono:(02932)-486598 / 486615, Fax: (02932)- 486599, mail: ingreso@esoa.edu.ar. www.esoa.edu.ar

Posgrado en Dirección de Organizaciones

Posgrado en Logística

Permite adquirir conocimientos de dirección y organización, para

Destinado a formar profesionales capaces de desempeñarse

mejorar las habilidades y modificar actitudes que motiven un

en funciones logísticas e interactuar en todas las áreas de las

cambio en la capacidad de gestión. Dirigido a personal superior

organizaciones, públicas y privadas, en diferentes contextos y

de las Fuerzas Armadas, de Seguridad y profesionales de otros

niveles de conducción.

ámbitos.

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Curso de posgrado en análisis de sistemas automatizados de gestion para la defensa, produccion y logistica

El egresado adquiere conocimientos relacionados con los

El egresado tendrá una formación actualizada en Técnicas de

aspectos fundamentales del mantenimiento específico y

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general de última generación, que incorpora nuevos adelantos

militares y actividades relacionadas con la Defensa, Producción y

tecnológicos para su alcance.

Logística.

Requisitos de ingreso Ser egresado de una Universidad nacional, provincial, privada o instituto universitario estatal o privado, reconocido por el Ministerio de Educación, con título universitario de grado correspondiente a carreras de cuatro (4) años o más de duración.

Escuela de Guerra Naval “77 años al servicio de la educación” Tel.: 54-11-4317-2000 int. 4304 Información detallada de la capacitación en www.esgn.edu.ar

Carreras y cursos de Posgrado • Posgrado en intereses marítimos • Posgrado en gestión logística • Maestría en estudios estratégicos Abierta la inscripción a graduados de todas las universidades

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descanso | En una pausa de combate las tropas argentinas reponen energías.

MENSAJE | El comandante del buque de desembarco ARA “Cabo San Antonio”, capitán de fragata José Acuña, comunica a su dotación que la fuerza de tareas anfibia desembarcará en las islas Malvinas.

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heroe | Un vehículo traslada al capitán de corbeta Pedro Giachino gravemente herido. Moriría minutos después de las 9 hs. en el hospital de Puerto Argentino.

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la reserva | Los soldados apostados en tierra cubren el avanzar de la fuerza de desembarco hacia la ciudad. AĂşn no se habĂ­a declarado la rendiciĂłn.

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puente aéreo | Un soldado de guardia en el aeropuerto de la isla Soledad. De fondo un Hércules C-130 de la Fuerza Aérea, pieza fundamental para el sostén logístico desde el continente.

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símbolo | 2 de abril de 1982. El pabellón nacional flamea a tope en el mástil de la iglesia Santa María, en Puerto Argentino.

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noteros

Capturar la historia En marzo de 1982, un integrante de la dotación del buque de desembarco ARA “Cabo San Antonio” fue nombrado como corresponsal de guerra y fue uno de los cuatro que cubrieron periodísticamente la recuperación de nuestras islas Malvinas. Sus fotos nos ayudaron a contar la historia en estas páginas. En ellas la bandera argentina se alza sobre las islas como máxima proclama soberana. Soy Francisco Antonio García, suboficial mayor (RE). Nací en Resistencia (Chaco) el 17 de agosto de 1952, durante conmemoraciones sanmartinianas. Ingresé a la Armada el 15 de mayo de 1969, cuando la Escuela de Marinería estaba en la Base Naval Zárate. A los 19 años le di la vuelta al mundo a bordo del crucero ARA “La Argentina” y en el ´78 me tocó integrar la primera dotación que trajo al país al misilístico ARA “Hércules” desde Inglaterra. En ese momento ni ese buque ni yo sospechábamos nuestro destino en la guerra de Malvinas. Mucho menos que la Sheffield, buque en el que navegué durante mi comisión, sería un buque enemigo y por eso hundido por nuestro Grupo Aeronaval. Viajé a las Malvinas a bordo del buque de desembarco de tanques ARA “Cabo San Antonio”, como parte de la dotación. Ahí estaba embarcado el almirante Busser quien solicitó al comandante del buque un fotógrafo para cubrir por parte de la Armada y como era el único disponible a bordo y experto en tomar fotografías de Infantería de Marina en ejercicios frecuentes, me nombraron corresponsal de guerra junto a dos periodistas del diario La Nueva Provincia y otro del diario La Razón.

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Además de cubrir fotográficamente para la Marina, el almirante Busser me solicitó que colaborara con el redactor del diario La Razón. Así fue que en mis fotos se editaron en ese diario el cierre del 2 de abril, conociéndose a nivel mundial la bandera argentina flameando en Malvinas. Fue primicia mundial. Esa imagen y tomar las de los marines rindiéndose ante nuestras fuerzas especiales están entre las que más me marcaron como fotógrafo. Hay imágenes que perduran en la historia con una obstinación que trasciende su mera calidad artística. Se convierten en símbolos y en memoria de los pueblos porque son parte de su relato esencial. La imagen de la bandera legítima de las islas que Francisco Antonio García tuvo el privilegio y el instinto de registrar es una de ellas.

corresponsal de guerra francisco antonio garcia



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