Publicación de la ARMADA ARGENTINA
N° 754 Abril - Junio 2012 - Edición trimestral
N° 754 Abril - Junio 2012 Puerto Belgrano Buenos Aires Argentina
especial 30 años malvinas
La batalla - Valientes - No los veran llegar - ¡Víva el Belgrano! - El tercer eslabón - Días de guerra - Noteros
Texto lic. patricia agudo diseño dg MAURICIO ROSSELLO foto apertura santiago martella
Irrenunciables
Un niño de nueve años distingue por primera vez las cruces. Son 237, están pintadas de blanco y repartidas equidistantes entre sí en el cementerio Darwin cercano a Pradera del Ganso, en tierra malvinense. Son cruces argentinas. El niño mira insistiendo, esforzándose en adivinar cuál es la de su padre.
Para los diez mil años de humanidad la guerra de Malvinas es sólo una astilla sobre la superficie de tanta historia, pero para este niño es uno de los hechos más importantes de su existencia. Él esperó esos nueve años --toda su vida-- para estar parado frente a esa tumba.
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Casa del gobernador | Objetivo tomado por los 16 hombres de Tropas Comando de la Armada, liderados por el capitán de corbeta Pedro Giachino. desplazamiento | El buque de desembarco ARA “Cabo San Antonio” rumbo a Malvinas, con 8 mil toneladas de carga de combate.
(derecha)
El vuelo del albatros Corre septiembre y la población argentina de albatros de ceja negra migra hacia Malvinas para hacer sus nidos. Sus amplias alas se extienden como parapente --planean ahorrándole energía en el traslado--, rondan los tres metros de largo.
extensión territorial se encuentra dentro de los límites de la Plataforma Continental Argentina, que es nicho permanente y estacional de más de 50 especies de aves que --al igual que el albatros-- buscan su alimento y nido en sus inmediaciones.
Quizás intuyen, cómo saberlo, que su especie está marcada por el peligro de extinción. Ponen un huevo al año que si sobrevive llegará a los cincuenta de vida, repitiendo en cada primavera ese ritual de supervivencia, el mismo viaje del niño de nueve años.
No hay explicación política que le ponga peros a esa realidad, la historia (hastiada de datos y fechas) tampoco la contradice. Y si nos eleváramos aún más del vuelo del albatros y miráramos hacia la tierra desde un satélite situado en una órbita media terrestre cercana a los 6.000 kms. de altura podríamos observar en forma nítida el Arco de las Antillas Australes; esa cordillera submarina que continúa la de los Andes y que empalma con la cordillera antártica. Nuestras islas emergen de ella o la circundan. Alguien dijo una vez que para comprender basta con reconocer las verdades escritas en la naturaleza, quizás haya que subtitularlas en anglosajón.
Para el albatros de ceja negra las Malvinas y la plataforma continental argentina son un mismo ecosistema. La geografía también enseña esa lección, las islas están contabilizadas dentro de la Plataforma Atlántica Sudamericana (una de las áreas marinas más extensas del planeta y la más grande del hemisferio Sur). Buena parte de dicha
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La colonia del Atlántico Sur En 1945, cuando se fundó la Organización de Naciones Unidas, existían más de 80 territorios no autónomos, en los que vivía la tercera parte de la Humanidad. En 2012 aún hay 16 sitios en la lista de territorios a ser descolonizados. Diez de esas colonias son británicas; las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur están entre ellas. Comité de Descolonización de las Naciones Unidas “Regresé de licencia y me presenté ante el comandante. Puedo recordar con exactitud el calor sofocante de ese lunes de febrero; apenas entré me sirvió un whisky y me dijo: ¡vamos a recuperar las Malvinas!”. “Cuando brindamos sentí una euforia nueva pero también una opresión conocida, la responsabilidad de las doscientas vidas a mi cargo.” Porque para 1982 el capitán de navío (RE) Hugo Jorge
Santillán era el segundo comandante del Batallón de Infantería de Marina N° 2 (BIM2), tenía 35 años, las tiras de capitán de corbeta sobre sus hombros y en su corazón la certeza de que era uno de los elegidos para ser parte de una causa nacional que llevaba unos ciento cincuenta años archivada. Si era el mejor momento para desencajonarla no podía cuestionarlo. A la historia le cupo esa tarea. Casi de inmediato. A él le tocó trabajar en la planificación pensada inicialmente para un desembarco en primavera --junto al vuelo de los albatros--. “La operación debía ser rápida, incruenta, sin provocar bajas y daños seguida por una retirada inmediata para darle a la diplomacia la oportunidad de negociar”, recuerda Santillán en su casa de calle La Pampa y ahora, con su experiencia a cuestas, se pregunta si esa oportunidad llegará. Tampoco puede responder esa pregunta.
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Santillán vuelve al pasado, regresa al febrero del ‘82 y reconoce que “junto a mi jefe de Operaciones empezamos a leer sobre Malvinas, ver cartas náuticas y terrestres, porque ninguno de los dos sabía mucho del tema”. Tampoco adivinaban que estaban trabajando a contrarreloj, recibieron la primera alarma cuando el 20 de marzo el almirante Busser ordenó un desembarco frente a la Base Baterías para medir el nivel de alistamiento del batallón. Tres días después se concretó el ejercicio con la impecabilidad de cualquier sistema consolidado, es que “la Infantería de Marina estaba a 24 horas de aviso para salir a cualquier operación”, me explica Santillán y es el orgullo de haber sido uno de sus líderes lo que empuja esas palabras. Luego me cuenta que durante el ejercicio se había quedado en el cuartel apurando la planificación de Malvinas. En eso estaba cuando interrumpió su cabildeo el almirante Busser. Santillán se puso de pie, lo saludó y como respuesta Busser ordenó “embarcan en 48 hs y la operación se larga el 1º de abril”. “A nuestras familias le dijimos que la Marina quiere probar los planes que tenemos en caso de guerra.” No es un error gramatical, por momentos Santillán habla en presente, se me va de la sala donde estamos conversando, regresa al ´82, enfocado en terminar los papeles, alistar a su gente y preguntándose aún por qué se adelantó la operación. Con esa duda lo alcanzó el sol radiante del 28, como todavía acostumbra regalar marzo en la zona de Puerto Belgrano. Esa mañana zarparon de la base naval el buque de desembarco ARA “Cabo San Antonio” con todo el BIM2 a bordo, completando una tripulación de 750 hombres, además vehículos anfibios a oruga (VAOs) y VAR (a rueda), más vehículos de la Infantería de Marina y del Regimiento de Infantería
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Mecanizada 25 del Ejército; en total una carga de combate de 8 mil toneladas (el peso de la preocupación de Santillán estaba equiparado). De la misma dársena soltó amarras el buque insignia, destructor misilístico ARA “Santísima Trinidad” con las tropas que tomarían el cuartel de los Royal Marines, más los hombres (16 entre buzos tácticos y comandos anfibios) quienes bajo órdenes del capitán de corbeta Pedro Edgardo Giacchino tomarían la casa del gobernador para lograr su rendición. A esas alturas el submarino ARA “Santa Fe”, que la noche anterior había hundido su periscopio mientras abandonaba aguas marplatenses haciéndose invisible, navegaba hacia el Sur para sumarse a la operación. A bordo iba una sección de la Agrupación Buzos Tácticos encargada de marcar la playa para el desembarco del BIM2. Mientras que en el rompehielos ARA “Almirante Irizar” iba el personal de reserva. El resto de la Fuerza de Tareas N°40 estaba integrado por el destructor misilístico ARA “Hércules”, el portaviones ARA “25 de Mayo”, los destructores ARA “Py”, “Seguí” y “Piedrabuena”; las corbetas ARA “Drummond” y “Granville” y el transporte ARA “Isla de los Estados”. Se trataba de una operación conjunta que incluyó un avión C130 Hércules de la Fuerza Aérea, además de unidades de la 1ra y 2da Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros; aviones caza A4-Q de la 3ra Escuadrilla Aeronaval de Ataque y aviones S2T-Tracker de la Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina y un helicóptero Puma del Ejército (embarcado en el “Irizar”). Si bien por aquellos años no se hablaba de conjuntez como se hace hoy, había algo cierto, como dijo Santillán, la voluntad de recuperar las islas era conjunta y por eso el puño que dio el primer golpe no titubeó.
alistados | Último ejercicio del BIM2, ordenado por el comandante de la Fuerza de Tareas, para evaluar su nivel de adiestramiento. Poder Naval | El destructor ARA “Hércules”, junto con el “Santìsima Trinidad”, el “Comodoro Py” y el “Seguí”, integraron la Fuerza de Tareas 40 en la operación de recuperación de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur.
Los buques navegaron a velocidad máxima, pero el 29 los frenó un temporal capaz de sacudir hasta la Mesoatlántica --la cordillera que está debajo del mar--, tanto que un rolido alcanzó los 46°. Muchos hombres de las tripulaciones fueron afectados por mal de mar, ligeramente deshidratados y agotados por los golpes del Atlántico que impedían descansar; en parte por eso se resolvió pasar el día “D” al 2 de abril otorgándole a Neptuno su participación en las vísperas de la toma. Y negándole a la operación el factor sorpresa.
compañeros, éramos muy unidos, llevábamos más de un año en el batallón y nos pesaba la posibilidad de que alguien saliera lastimado.” Entonces lo comprendí, después de un año, de vivir nuevas experiencias, alegrías y angustias, esos, más que sus compañeros, eran su familia y desde la comodidad del café también elijo que nadie de mi familia salga herida.
Mañana ustedes serán los vencedores, mañana mostraremos al mundo una fuerza argentina valerosa en la guerra y generosa en la victoria. ¡Que Dios los proteja! Ahora dirán conmigo: ¡Viva la Patria! Arenga del almirante Busser en navegación el 1º de abril a las 18:30
Enseguida, como si descubriera la impertinencia de mi reflexión, me deja en la antesala de su recuerdo cuando aclara: “se han hecho películas pero te puedo asegurar que nadie logró reflejar lo que describían esas caras” y aunque no se lo dije, me pregunto en qué espejo (esos otros, sus pares) se habrá reflejado la suya. “Algunos arengaban, claro que sí, la recuperación de Malvinas, otros rezaban y rezaban”, porque en ese sollado también hubo lugar para el miedo tan humano como el valor con que decidieron sus actos.
“Nosotros nos enteramos que íbamos a Malvinas un día antes de llegar”, me cuenta en un café de Vicente López el ex conscripto clase ´62 Ramón Galarza. “Yo dormía en el sollado, en camas cuchetas junto a otros 30 soldados, estábamos muy cerca del depósito de combustible por eso el olor lo impregnaba todo aumentado nuestra descompostura”, dice.
“A mí me preocupó tener los elementos de primeros auxilios a los que hasta ese momento no les había dado importancia. Entonces todos comenzamos a revisar nuestros equipos (vendaje, pastillas, morfina, Pancután no podían faltar). Luego preparamos el arma, las municiones y el uniforme.” Prepararon el alma y algunos dejaron su mensaje en un papel; sabían que el regreso podía no ser una posibilidad.
Pero lo que quiero saber va más allá de lo físico, qué sintió cuando supo la noticia. Hace una pausa y su rostro, que engaña sus casi cincuenta años, se deja poblar por el desconcierto. “Teníamos 18 años, era una mezcla rara de incertidumbre, patriotismo, miedo o de no saber qué sentir. Hasta después del 2 de abril no me di cuenta de lo que estaba pasando. Si me preocupé fue más por mis
El oficial más cercano --por edad y jerarquía-- a Galarza era el guardiamarina Antonio Sánchez, al que después de Malvinas y con los sucesivos encuentros, dejó de llamar señor para nombrarlo como amigo. El 2 de abril, ese guardiamarina le dio una vuelta de hoja al destino de Galarza. Pero esa es una historia para un par de párrafos más adelante.
Al sur del Sur
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Día D, Hora H “El desembarco se postergó por 24 horas y ahí cambió la historia. Eso nos permitió observar, algo que es muy nuestro y parte de la operación de reconocimiento”, me explica el suboficial mayor (RE) Domingo Alcides Morales, quien hoy entra como a su casa cuando regresa a la Agrupación Buzos Tácticos en Mar del Plata. Ahí se lo conoce como el Mono; Alcides es sólo una formalidad para desconocidos. Él iba a bordo del submarino “Santa Fe” y su misión era marcar la playa para el desembarco de las tropas del “Cabo San Antonio”. En sus charlas a alumnos de la Escuela de Submarinos y Buceo repite un viejo agradecimiento, “al día que no fue, porque nos dio la oportunidad y la posibilidad de mirar por el periscopio. Te puedo asegurar que ese 1º de abril las luces de la ciudad y del faro (San Felipe, su objetivo inicial) estaban encendidos, como si estuviese todo bien, pero la madrugada del desembarco apagaron todo. Evidentemente algo se filtró y el factor sorpresa se rompió”, pero el coraje de esos hombres seguía intacto y nada más postergaría la recuperación de Malvinas. “Habitantes de las islas Falklands, les habla el gobernador Hunt, tenemos información que una Fuerza de Tareas argentina zarpó del continente y viene navegando hacia las islas…”; fue parte del mensaje que escuchó el capitán Santillán la noche del 1º de abril en la radio del buque “Cabo San Antonio”, lo que confirmaba la versión del suboficial Morales de que el factor sorpresa se había perdido. Por eso algunos planes cambiaron. Los desembarcos pensados inicialmente más hacia el Noreste de las islas se replanificaron hacia el Oeste. Así, con una noche cerrada por la oscuridad, el “Santísima Trinidad” ingresó a la bahía Enriqueta y para las 22.40 del 1 de abril la última ola desembarcó tocó la playa Lake Point. Se dividirían en dos grupos de fuerzas especiales (dcomandos anfibios y buzos tácticos), uno con el objetivo de tomar el cuartel de los Royal Marines --sin saber que allí ya no quedaba nadie-- y el otro la casa del gobernador. Mientras que en un punto más al Noreste y ya promediando las 3 de la madrugada los buzos tácticos del “Santa Fe”, enfundados en sus trajes secos y completamente camuflados, desembarcaron para cumplir con su misión. “Eramos 12”, recuerda el Mono y en este punto me permito llamarlo por su apodo porque estamos en su casa: en la Agrupación Buzos Tácticos. “Apenas tocamos la costa tuvimos que dar un mensaje en inglés --por si nos escuchaban los kelpers-- a la gente del ‘San Antonio’ avisando que la playa estaba marcada, es decir libre. Nuestra función era esa, habilitar y proteger esa playa hasta que nuestra gente desembarcara, y teníamos que dar ese mensaje a las 6.30. Lo dimos un minuto tarde porque apenas tocamos la costa nos prendieron una bengala que nos ilumino como si fuera de día. Dijimos, ‘bueno acá se terminó el amor’ y nos protegimos frente a la posibilidad de fuego enemigo”, pero no hubo enfrentamiento. “Luego de la bengala nuestro segundo comandante marcó la playa. Después nos quedamos agazapados, haciendo una especie de trinchera por si había que soportar un ataque. Y ahí es donde nos pasaron los vehículos de Infantería de Marina, los VAO”, dice el Mono mientras gesticula y mira hacia atrás como si se acercara uno.
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Es el N°5 del capitán Santillán. “Es tradición en la Infantería de Marina que el segundo comandante vaya en la primera ola de desembarco, por eso lideré la compañía de tiradores Foxtrot y una sección del Regimiento de Infantería Mecanizado 25 en la que iba el teniente coronel Seineldin, un grado más antiguo que yo“, recuerda Santillán y agrega algo que escuchó entonces: “mire Santillán, esta es una operación anfibia. Mis 25 hombres y yo tenemos la suerte de trabajar con ustedes. Como nosotros vamos en su formación usted está a cargo de la vanguardia”. “La noche era cerrada, una boca de lobo, tocamos tierra a las 6.30 en punto. La playa –cómo olvidarlo-- de arena blanca, parecía talco. En ese momento comenzó el crepúsculo matutino”. Se formaron a la derecha del VAR de Santillán dos vehículos más incluido el de Seineildin y a la izquierda el otro, en ese momento se abrieron las tapas y en un acto espontáneo todos comenzaron a gritar ‘¡Viva la patria!’”. “Viva la Patria” repite Santillán en un eco inevitable a casi 30 años de esa mañana. Mientras tanto en la casa del gobernador se solicitaba la rendición. “Mister Hunt, somos marinos argentinos, la isla está tomada, los vehículos anfibios han desembarcado y vienen hacia aquí, hemos cortado su teléfono y le rogamos que salga de la casa solo, desarmado y con las manos sobre la cabeza, a fin de prevenir mayores desgracias. Le aseguro que su rango y dignidad, así como la de toda su familia serán debidamente respetados”, dijo el teniente de navío Diego García Quiroga, quien ya secundaba a Giachino. Pero el grupo comando argentino no obtuvo respuesta, por eso arrojó una granada para disuadirlos. Una voz que provenía de la casa contestó: “Mister Hunt is going to get out”. Al no salir nadie, García Quiroga reiteró el mensaje pero la voz aseguró: “Don’t go (Mr. Hunt)” y esas palabras vinieron seguidas de un tiroteo. Lo que siguió se inscribió para siempre en la historia de la recuperación de las islas Malvinas y fue parte del precio de ver la bandera argentina en alto. Giachino y García Quiroga seguidos de tres hombres se lanzaron a la casa del gobernador. El primero rompió el vidrio con una granada y abrió el picaporte. El resto fue cuestión de segundos: a Giachino lo alcanzaron las balas británicas, cayó y el segundo en resultar gravemente herido fue García Quiroga, que venía detrás. “Me dieron, Cristina, me dieron --dijo Giachino como si desde el continente su mujer pudiese escucharlo. Quizás lo hizo--”. García Quiroga sintió que le arrancaban el brazo, fue el primer tiro, el otro le dio en el abdomen. Hoy una navaja suiza exhibida en la Agrupación Buzos Tácticos es la muestra de su suerte, que también es azar y destino, porque paró la bala que reclamaba su vida. Giachino llamó al enfermero Urbina, pero éste también había sido batido. Ya en el suelo y anticipándose a la posible pérdida de conocimiento, el capitán Giachino tomó la correa de sus binoculares y ató la granada --con la que rompió la ventana-- para que no explote, evitando la muerte de todos los de la casa. A esas alturas ya estaba bañado en sangre.
Impacto | Columna de vehículos anfibios desplegando a la fuerza de desembarco conjunta del BIM2 y del Regimiento de Infantería Mecanizado 25 del Ejército Argentino hacia Port Stanley, rebautizado como Puerto Argentino. liderazgo | Capitán de corbeta Hugo Santillán, segundo comandante del BIM2, quien estuvo a cargo de la primera oleada de desembarco que arribó a Malvinas a bordo del buque ARA “Cabo San Antonio”. (izq.) Hora “H” | A las 6.30 los vehículos anfibios tocaron playa y tomaron el aeropuerto. Luego cruzaron el itsmo (ver infografía) achicando distancia a su bautismo de fuego.
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Quizás fue ese acto de nobleza o la certeza que no podían hacer nada frente a tal desembarco (además de los 750 combatientes argentinos desplegados, se habían iniciado los vuelos que traían al resto de las tropas del ejército), lo que motivó la rendición del gobernador. Lo cierto es que a los pocos minutos un jeep con bandera blanca trasladó a Busser a parlamentar con el gobernador, quien había pedido se reuniesen en la iglesia católica St. Mary –como si Dios le diese ventaja allí –. Mientras tanto las posiciones británicas seguían en pie. Giachino, García Quiroga y Urbina ya no podían hacerlo.
La celeste y blanca sobre las islas “Nosotros ya habíamos tomado el aeropuerto, sacamos los obstáculos que habían dejado en la pista y luego nos dirigimos a Puerto Argentino. En eso vemos que se nos acercaba a trote un comando. Nos dijo que necesitaban refuerzos en la casa del gobernador. Re-
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cuerdo que mi oficial, el guardiamarina Sánchez, ofreció voluntario a mi grupo”, me cuenta Galarza, seguro en ese momento que su misión había concluido. “Nos miramos y decíamos ‘ya está, ya tomamos nuestro objetivo, ¿adónde vamos a ir ahora?’”, pero en una operación no hay peros que valgan “por eso a los pocos segundos achicamos los 400 metros a la casa del gobernador avanzando en abanico, cada hombre a 3 metros del otro; éramos alrededor de 40”. “Alcanzamos una loma detrás de la casa. ¡No sabes cómo silbaban las balas! Nos protegía la loma desde la que veíamos todo lo que pasaba. Pude ver a Giachino ya caído, estaba con vendas por todos lados. También avisté a los francotiradores que estaban arriba de un árbol. Y como yo era el tirador, llevaba un fusil pesado para fuego tupido, me ordenaron apuntarlos. Los tenía en la mira,
rendicion | Los Royal Marines que estuvieron apostados en la casa del gobernador, luego de un enfrentamiento que se inició a la madrugada del 2 de abril y se extendió promediando las 9 de la mañana. (izquierda) heridos en combate | Dentro del jeep trasladan al teniente García Quiroga y al cabo segundo Urbina, caidos en combate durante la toma de la casa del gobernador. Salvarían sus vidas. camuflados | Buzos tácticos que desembarcaron del submarino ARA “Santa Fe” con la misión de marcar la playa para el desembarco.
simplemente debía esperar la orden.” En ese momento Galarza no pensaba en nada, era parte de un sistema de defensa bajo órdenes. “No tenías tiempo para pensar, simplemente hacer bien las cosas.” “Habremos estado en posición una hora. Luego nos enteramos de la rendición. Nos replegamos y por eso bajamos a la casa del gobernador. Justo en ese momento él salía completamente engalanado, no le faltaban condecoraciones ni plumas”, me lo describe consciente del momento histórico que estaba viviendo en Malvinas. “Veo que lo suben a un jeep que tenía dos banderines ingleses. Sin pensarlo demasiado los saqué para quedármelos como trofeo de guerra. Pero no sé, me di media vuelta y las tiré. Después cuando regresé quedaba una y me la guardé. En una película que vi hace poco sobre la operación se recrea este momento.” Ahora ese banderín está en la pared de la casa de Galarza y grabado a fuego en su memoria junto a otro de los momentos más importantes de ese 2 de abril.
“Sonó la trompeta, nos pusimos en firme y saludamos. La bandera subía y yo sentía un orgullo y patriotismo como no lo había sentido nunca, verla arriba fue lo máximo”, ahora evocando ese momento en el café de Vicente López, su barrio natal, la piel se le eriza como si no lo dejara olvidar la emoción. “Fue hermoso”, confiesa. Para Galarza, Malvinas fue algo que le cambió la vida y en un doble sentido: porque pudo valorarla más y por eso no se olvida de quienes la perdieron sin tener la oportunidad siquiera de formar una familia. También porque a su regreso la relación con su padre cambió, las asperezas que empañaban su vínculo fueron superadas por el orgullo de tener un hijo que había sido parte de uno de los momentos más importantes de la historia argentina. Me lo cuenta y me aclara que su padre ya no está, entonces otra vez se le pone la piel de gallina. Con la bandera argentina a tope de las Malvinas comenzó la guerra.
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aguila guerrera | Izado emblemático de la bandera nacional en la capital de las islas, Puerto Argentino.
El regreso del hijo Me dice que las fotos de su padre son su espejo, porque Santiago Martella, ese niño de 9 años que ahora tiene 30, repite en su rostro las formas y los gestos heredados. Su padre tenía 24 años cuando cayó peleando en el monte Dos Hermanas. A ese monte el pudo llegar la segunda vez que fue a Malvinas ya con 18 años. Y la última vez que lo hizo, junto con la gente de Rugby Sin Fronteras fue a sus 28. Cada vez fue un hombre distinto el que se paró frente a la tumba del cementerio Darwin, frente a esa cruz ya conocida. Malvinas, para él, es su viejo, esa ausencia que justifica con el orgullo de saber por qué no está. Santiago Martella es generoso en sus palabras, dice que Malvinas nos tocó a todos, a él más de cerca. Mucho más. Y en un punto tiene ra-
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zón, porque la historia de esos hombres también nos pertenece y nos obliga. Estos testimonios que aún podemos escuchar de la voz de sus protagonistas son parte de nuestro patrimonio esencial. Por eso, de tanto en tanto, sería bueno detener nuestras rutinas y escucharlos. Son nuestros veteranos; muchos de ellos murieron peleando bajo la celeste y blanca más allá de toda legítima discusión sobre la guerra; otros aún están con nosotros con sus recuerdos latiendo en la memoria; los más jóvenes rondando los cincuenta. Algún día de este siglo se apagarán los ojos del último veterano y no habrá más testigos directos; mientras tanto cada uno de ellos parece decir sobre las islas lo mismo que los argentinos han cincelado en la Constitución Nacional Argentina: irrenunciables.