A través de esculturas y de una instalación, elaboradas con elementos cotidianos como cartones, plásticos, materiales de maquetería, pintura y juguetes intervenidos, el artista plantea una vivencia barroca que tensiona precariedad y fastuosidad, cruzando referencias religiosas, políticas, culturales y económicas, propias de la globalización. Así, apunta, entre otras reflexiones, a la cuestión del poder y la validez del sistema social, que no ha tenido mayor evolución, desde los inicios de la cultura cristiana institucionalizada hasta la actualidad.